Covarrubias no recoge el verbo refocilar.Autoridades, en cambio, se ocupa de las voces refocilación, refocilar, refocilarse, refocilado-da y refocilo con estas definiciones:
"REFOCILACION. s. f. La acción de refocilarse. Lat. Refocillatio.
REFOCILAR. v. a. Recrear, alegrar. Dícese particularmente de las cosas que calientan ú dan vigor. Es del Latino refocillare. Lat. Recreare.
REFOCILARSE. v. r. Estarse complaciendo en el gusto que se recibe. Lat. Recreari. Refict".
Cita un párrafo del capítulo XV del tomo I de la inmortal obra de Miguel de Cervantes titulada "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", "donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados". Ya hemos dicho en alguna otra ocasión que este título no nos parece de los más acertados. Dicho capítulo comienza del siguiente modo:
"Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli que así como don Quijote se despidió de sus huéspedes y de todos los que se hallaron al entierro del pastor Grisóstomo, él y su escudero se entraron por el mismo bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela, y habiendo andado mas de dos horas por él buscándola por todas partes sin poder hallarla, vinieron á parar á un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco, tanto que convidó y forzó á pasar allí las horas de la siesta que rigurosamente comenzaba ya á entrar.
Apeáronse don Quijote y Sancho, y dejando al jumento y á Rocinante a sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí había, dieron saco á las alforjas, y sin cerimonia alguna en buena paz y compañía amo y mozo comieron lo que en ellas hallaron.
No se había curado Sancho de echar sueltas a Rocinante, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco rijoso, que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro. Ordenó pues la suerte y el diablo, que no todas veces duerme, que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos arrieros yangüeses, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua, y aquel donde acertó á hallarse don Quijote era muy á propósito de los yangüeses.
Sucedió pues que a Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas, y saliendo así como las olió de su natural paso y costumbre, sin pedir licencia a su dueño tomó un trotillo algo picadillo, se fue á comunicar su necesidad con ellas; mas ellas, que a lo que pareció debían de tener mas gana de pacer que de ál, recibiéronle con las herraduras y con los dientes de tal manera que á poco espacio se le rompieron las cinchas, y quedó sin silla en pelota; pero lo que él debió mas de sentir fue, que viendo los arrieros la fuerza que á sus yeguas se les hacía, acudieron con estacas, y tantos palos le dieron, que le derribaron malparado en el suelo".
(Págs. 213-214)
En el siguiente capítulo, titulado "De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo", leemos:
"Confusas estaban la ventera y su hija y la buena de Maritornes oyendo las razones del andante caballero, que así las entendían como si hablara en griego, aunque bien alcanzaron que todas se encaminaban a ofrecimientos y requiebros; y como no usadas a semejante lenguaje, mirábanle y admirábanse, y parecíales otro hombre de los que se usaban, y agradeciéndole con venteriles razones sus ofrecimientos, le dejaron, y la asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo había menester que su amo.
Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase. Y cuéntase desta buena moza, que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno, porque presumía muy de hidalga, y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta; porque decía ella que desgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado".
(Págs. 223-224)
Lo que más adelante cuenta fue censurado por la Inquisición portuguesa en 1624.
En el capítulo XXII de la segunda parte, "donde se da cuenta de la grande aventura de la Cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, á quien dio felice cima el valeroso Don Quixote de la Mancha", el que se refocila es Sancho en las llamadas "bodas de Camacho". Comienza así:
"Grandes fueron y muchos los regalos que los desposados hicieron a Don Quijote obligados de las muestras que había dado defendiendo su causa, y al par de la valentía le graduaron la discreción, teniéndole por un Cid en las armas y por un Cicerón en la elocuencia. El buen Sancho se refociló tres días a costa de los novios, de los cuales se supo, que no fue traza comunicada con la hermosa Quiteria el herirse fingidamente, sino industria de Basilio, esperando della el mesmo suceso que se había visto; bien es verdad que confesó que había dado parte de su pensamientoa algunos de sus amigos, para que al tiempo necesario favoreciesen su intención y abonasen su engaño".
(Pág. 785)
Continúa Autoridades:
"REFOCILADO, DA. part. pass. del verbo refocilar en sus acepciones. Lat. Refocillatus. Recreatus.
REFOCILO. (Refocílo). s, m. La accion de refocilarse, ó el gusto que se recibe en alguna cosa. Lat. Refocillatio. Recreatio".
Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que dice que refocilación es "la accion y efecto de refocilarse". En la de 1832 definen refocilo como "refocilacion". No recogen ninguna otra acepción del verbo refocilar hasta la edición de 1985, en el que vale por "regodearse, recrearse en algo grosero".
El verbo refocilarse, que recoge Autoridades, solo aparece en las ediciones de Academia correspondientes a los años 1780, 1783 y 1791, con la misma definición.
El Esteban Terreros define el verbo refocilar como "recrear, animar, confortar, consolar", y dice que refocilarse vale por "regodearse, recrearse". El Dominguez recoge dos acepciones de esta voz y añade una apostilla:
"REFOCILAR. v. a. Recrear, alegrar, satisfacer. Dícese mas comunmente de las cosas que calientan y comunican vigor.// fam. Corroborar, fortalecer, dar fuerza y gusto etc.// Se usa mucho como pronominal, y alguna vez sobre motivos obscenos ó de casualidad etc.".
El Pagés ilustra este verbo con las dos primeras citas de la obra de Miguel de Cervantes, ya señaladas, y un párrafo de la traducción que Juan Nicasio Gallego hizo de la novela de Alejandro Manzoni titulada "Los novios":
"Entre tanto iba creciendo en razón del camino el apetito que ya de algún tiempo se dejaba sentir, y aunque Lorenzo cuando empezó a pensar seriamente en ello, conoció que aun podía aguantar hasta el fin de su viaje, que ya no podía durar arriba de dos millas, reflexionó sin embargo que no parecía bien presentarse a su primo como un mendigo, y que por primer saludo le dijese dame algo de comer. Sacó pues del bolsillo todas sus riquezas, las recorrió, las contó en la palma de la mano, hizo su cálculo, aunque para hacerlo no era necesario ser grande aritmético, y halló que había lo suficiente para tomar un bocado; entró pues en una hostería a refocilarse, y después de pagar su cuenta, aun le quedaron algunos sueldos".
(Cap. XVII; pág. 158)
Don Julio Cejador y Frauca recoge las voces refocilar y refocilo en su "Tesoro...":
"REFOCILAR, de re-focillare, dimin. de focus. Trans. avivar el fuego físico ó moral. Lis. Rosel. 1, 3: Los romances y cantos de amores son para él tizones que refocilan el su fuego.
Metaf. calentar moralmente, consolar, complacer. J. PIN. Agr. 18, 18: Con cuyas doctrinas refocilaremos nuestras almas.
Reflex. rehacerse, tomado del calentarse, holgarse. J. PIN. Agr. 18, 20: Ya que nos habernos refocilado y refrescado, entraremos con mejor espíritu en. Quij. 2, 22: El buen Sancho se refociló tres días á costa de los novios. T. RAMÓN Concept. p. 209: Lo llevó al lago, donde le metió la comida para que se refocilara. D . GARCÍA Jesús 1, 8: Para que allí en algún tanto refocilado por la variedad de las propiedades suyas.
Tener acto carnal, como holgar. Quij. 1, 16: Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos. Id. 1, 15: A Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas.
REFOCILO, posv. de refocilar. QUEV. Tac. 12: Cama, de comer y refocilo de lo vedado".
El primer ejemplo que don Julio nos ofrece se encuentra en la obra del teólogo salmantino Sancho de Muñon, llamada "La tercera Celestina. Tragicomedia de Lisandro y Roselía...", un texto del siglo XVI publicado por don Joaquín López Barbadillo en el año 1921. Una edición facsimil de esta obra la imprimió la Editorial Akal en el año 1977. Es la que tengo y de la cual cito.
El argumento de la tercera cena de la primera parte lo cuenta del siguiente modo:
"Después que Lisandro se ve solo en su retraimiento, al son de su vihuela canta canciones de gran sentimiento, en que manifiesta su pena. Estánle un poco escuchando sus dos escuderos Oligides y Eubulo, discantando sobre las palabras que le oyen decir. Siéntelos Lisandro y manda que entren. Da gran priesa a Oligides a que busque remedio para su mal, el cual todo dice Oligides estar en manos de la nueva Celestina, Elicia, sobrina de la barbuda , cuyo saber en arte de alcahuetería mucho encarece. Vanla a llamar Eubulo y Oligides, y en el camino declaran toda la vida y origen de ésta, y por muchas razones concluyen en que va sin ningún color de verdad la fábula que de la resurrección de la vieja Celestina anda".
Los diálogos que siguen comienza así:
"Oligides.—Bien será que entremos, no se mate ese loco, que solo en la cuadra se encerró acompañado de tinieblas.
Eubulo.—Déxale; que la oscuridad y desiertos consolación es para los tristes enamorados.
Oligides.—Su voz oyo, que trovando está.
Eubulo.—Bien dice; que donde falta ventura, poco aprovecha esforzarse.
Oligides.— ¡Qué intolerable trabajo consigo traen estos caballeros de Cupido, que ningún humano consuelo basta a consolar sus vidas apasionadas! Dulcemente toca la vihuela; por Dios, llorar me hace.
Eubulo.—Los romances y cantos de amores son para él tizones que refocilan el su fuego y enconan más la llaga.
Oligides. — Yo había oído decir que las lágrimas y sospiros mucho desenconan el corazón dolorido. Eubulo.—En otras pasiones si, pero no en caso de amores.
(Págs. 17-18)
El párrafo escrito por Francisco de Quevedo se encuentra en su obra titulada "Vida del Buscón":
"Confieso que, aunque iban mezcladas con risa, las calamidades del dicho hidalgo me entretuvieron. Pregúntele cómo se llamaba, y adonde iba y a qué. Dijo que todos los nombres de su padre: Don Toribio Rodríguez Vallejo Gómez de Ampuero y Jordán. No se vio jamás nombre tan campanudo, porque acababa en dan y empezaba en don, como son de badajo. Tras esto dijo que iba a la corte, porque un mayorazgo raído como él, en un pueblo corto olía mal a dos dias, y no se podía sustentar; y que por eso se iba a la patria común, adonde caben todos, y adonde hay mesas francas para estómagos aventureros; y nunca cuando entro en ella me faltan cien reales en la bolsa, cama, de comer, y refocilo de lo vedado, porque la industria en la corte es piedra filosofal, que vuelve en oro cuanto toca.
Yo vi el cielo abierto, y en son de entretenimiento para el camino, le rogué que me contase cómo y con quiénes viven en la corte los que no tenían, como él, porque me parecía dificultoso; que no solo se contenta cada uno con sus cosas, sino que aun solicitan las ajenas.
Muchos hay desos, hijo, y muchos destotros. Es la lisonja llave maestra, que abre a todas voluntades en tales pueblos. Y porque no te se haga dificultoso lo que digo, oye mis sucesos y mis trazas, y te asegurarás de esa duda".
(Cap. XII: "De mi huida, y los sucesos en ella hasta la corte"; págs. 89-90)
A Miguel de Cervantes debía de gustarle este verbo, porque vuelve a utilizarlo en "El coloquio de los perros". Dice Berganza:
"Digo, pues, que habiendo visto la insolencia, latrocinio y deshonestidad de los negros, determiné, como buen criado, estorbarlo por los mejores medios que pudiese, y pude tan bien, que salí con mi intento. Bajaba la negra, como has oído, a refocilarse con el negro, fiada en que enmudecían los pedazos de carne, pan o queso que me arrojaba... Mucho pueden las dádivas, Cipion".
(Pág.)
Cuentan las viejas historias que Teresa de Jesús, en una de las dos veces que estuvo en Almodóvar del Campo, se alojó en la casa de los padres de Juan Bautista Rico y que, al ver las aptitudes del niño, profetizó que sería santo. No se equivocó. El padre fray Juan Bautista de la Concepción fue canonizado el 25 de mayo de 1975 por Pablo VI. Este fraile trinitario descalzo está considerado como el autor más prolífico entre los místicos españoles. A él se debe "La historia y Fundación de la Descalzez del Orden de la Santísima Trinidad". En el capítulo LVII va desgranando, como en capítulos anteriores, varias reflexiones doctrinales. Escribe:
"Yo no creo, que digo mal, que para que Dios haga esa merced a un alma, es menester, que anuble; porque así como no llueve con claro, y con raso, y sol, así parece, aguarda esta lluvia a venir quando los sentidos, y potencias están para lo de acá turbios anublados, y obscurecidos. Quiero decir, que la demasiada luz de las cosas de acá, impide, y ocupa, detiene, y estorva el bien de adentro y aun allá dentro no sé yo, como debe Dios de poner un alma en semejantes ocasiones, que ella no se conoce; recibe, y no sabe por donde viene; tiene, y no sabe que siente sin sentido; danle sin que compre.
¡Ay Dios mío! que no se yo como debe de ser esto; tu te comunicas interiormente a un alma; debe de ser, como quando un niño toma el pecho de su Madre, que sin saber lo que hace el chiquillo puesto en los amorosos regazos de su Madre, le ponen el pecho en la boca, y él mama el pecho; el niño come, y no masca; mama, y no ve; él se recrea, refocila, gusta, come, recibe sustento, y no sabe como; quando mucho, hiere con el piezecillo, sin saber lo que haze; juega con la mano, y hace cosas, sin acuerdo; porque no le tiene para cosa, sino para chupar su leche. Debe de ser así el alma, que interiormente recibe de Dios, que sin saber ella, como le pone Dios el pecho en la boca, chupa y mama; recibe sustento, y goza, y entiende muchas cosas, sin que de nada, y en nada tenga advertencia; porque el gusto, y fuerza interior la hace perder el acuerdo, para que ella piense, y discurra, que es aquello, quando mucho hacer algun meneo exterior, o herir de pie, o mano tan sin acuerdo:..."
(Pág. 116)
En la obra titulada "Poemas de la vnica poetisa americana; mvsa dezima, soror Ivana Inés de la Crvz...."(3ª impression. Manvel Roman, Impressor de la Vniversidad. Zaragoza, 1682) se encuentra el siguiente soneto:
y viéndome querer me regodeo;
en mirar tu hermosura me recreo,
y cuando estás celosa me reguilo.
Si a otro miras, de celos me aniquilo,
y tiemblo de tu gracia y tu meneo;
porque sé, Inés, que tú con un voleo
no dejarás humor ni aun para quilo.
Cuando estás enojada no resuello,
cuando me das picones me refino,
cuando sales de casa no reposo;
y espero, Inés, que entre esto y entre aquello,
tu amor, acompañado de mi vino,
dé conmigo en la cama o en el coso.
En el siguiente capítulo, titulado "De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo", leemos:
"Confusas estaban la ventera y su hija y la buena de Maritornes oyendo las razones del andante caballero, que así las entendían como si hablara en griego, aunque bien alcanzaron que todas se encaminaban a ofrecimientos y requiebros; y como no usadas a semejante lenguaje, mirábanle y admirábanse, y parecíales otro hombre de los que se usaban, y agradeciéndole con venteriles razones sus ofrecimientos, le dejaron, y la asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo había menester que su amo.
Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase. Y cuéntase desta buena moza, que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno, porque presumía muy de hidalga, y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta; porque decía ella que desgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado".
(Págs. 223-224)
Lo que más adelante cuenta fue censurado por la Inquisición portuguesa en 1624.
En el capítulo XXII de la segunda parte, "donde se da cuenta de la grande aventura de la Cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, á quien dio felice cima el valeroso Don Quixote de la Mancha", el que se refocila es Sancho en las llamadas "bodas de Camacho". Comienza así:
"Grandes fueron y muchos los regalos que los desposados hicieron a Don Quijote obligados de las muestras que había dado defendiendo su causa, y al par de la valentía le graduaron la discreción, teniéndole por un Cid en las armas y por un Cicerón en la elocuencia. El buen Sancho se refociló tres días a costa de los novios, de los cuales se supo, que no fue traza comunicada con la hermosa Quiteria el herirse fingidamente, sino industria de Basilio, esperando della el mesmo suceso que se había visto; bien es verdad que confesó que había dado parte de su pensamientoa algunos de sus amigos, para que al tiempo necesario favoreciesen su intención y abonasen su engaño".
(Pág. 785)
Continúa Autoridades:
"REFOCILADO, DA. part. pass. del verbo refocilar en sus acepciones. Lat. Refocillatus. Recreatus.
REFOCILO. (Refocílo). s, m. La accion de refocilarse, ó el gusto que se recibe en alguna cosa. Lat. Refocillatio. Recreatio".
Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que dice que refocilación es "la accion y efecto de refocilarse". En la de 1832 definen refocilo como "refocilacion". No recogen ninguna otra acepción del verbo refocilar hasta la edición de 1985, en el que vale por "regodearse, recrearse en algo grosero".
El verbo refocilarse, que recoge Autoridades, solo aparece en las ediciones de Academia correspondientes a los años 1780, 1783 y 1791, con la misma definición.
El Esteban Terreros define el verbo refocilar como "recrear, animar, confortar, consolar", y dice que refocilarse vale por "regodearse, recrearse". El Dominguez recoge dos acepciones de esta voz y añade una apostilla:
"REFOCILAR. v. a. Recrear, alegrar, satisfacer. Dícese mas comunmente de las cosas que calientan y comunican vigor.// fam. Corroborar, fortalecer, dar fuerza y gusto etc.// Se usa mucho como pronominal, y alguna vez sobre motivos obscenos ó de casualidad etc.".
El Pagés ilustra este verbo con las dos primeras citas de la obra de Miguel de Cervantes, ya señaladas, y un párrafo de la traducción que Juan Nicasio Gallego hizo de la novela de Alejandro Manzoni titulada "Los novios":
"Entre tanto iba creciendo en razón del camino el apetito que ya de algún tiempo se dejaba sentir, y aunque Lorenzo cuando empezó a pensar seriamente en ello, conoció que aun podía aguantar hasta el fin de su viaje, que ya no podía durar arriba de dos millas, reflexionó sin embargo que no parecía bien presentarse a su primo como un mendigo, y que por primer saludo le dijese dame algo de comer. Sacó pues del bolsillo todas sus riquezas, las recorrió, las contó en la palma de la mano, hizo su cálculo, aunque para hacerlo no era necesario ser grande aritmético, y halló que había lo suficiente para tomar un bocado; entró pues en una hostería a refocilarse, y después de pagar su cuenta, aun le quedaron algunos sueldos".
(Cap. XVII; pág. 158)
Don Julio Cejador y Frauca recoge las voces refocilar y refocilo en su "Tesoro...":
"REFOCILAR, de re-focillare, dimin. de focus. Trans. avivar el fuego físico ó moral. Lis. Rosel. 1, 3: Los romances y cantos de amores son para él tizones que refocilan el su fuego.
Metaf. calentar moralmente, consolar, complacer. J. PIN. Agr. 18, 18: Con cuyas doctrinas refocilaremos nuestras almas.
Reflex. rehacerse, tomado del calentarse, holgarse. J. PIN. Agr. 18, 20: Ya que nos habernos refocilado y refrescado, entraremos con mejor espíritu en. Quij. 2, 22: El buen Sancho se refociló tres días á costa de los novios. T. RAMÓN Concept. p. 209: Lo llevó al lago, donde le metió la comida para que se refocilara. D . GARCÍA Jesús 1, 8: Para que allí en algún tanto refocilado por la variedad de las propiedades suyas.
Tener acto carnal, como holgar. Quij. 1, 16: Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos. Id. 1, 15: A Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas.
REFOCILO, posv. de refocilar. QUEV. Tac. 12: Cama, de comer y refocilo de lo vedado".
El primer ejemplo que don Julio nos ofrece se encuentra en la obra del teólogo salmantino Sancho de Muñon, llamada "La tercera Celestina. Tragicomedia de Lisandro y Roselía...", un texto del siglo XVI publicado por don Joaquín López Barbadillo en el año 1921. Una edición facsimil de esta obra la imprimió la Editorial Akal en el año 1977. Es la que tengo y de la cual cito.
El argumento de la tercera cena de la primera parte lo cuenta del siguiente modo:
"Después que Lisandro se ve solo en su retraimiento, al son de su vihuela canta canciones de gran sentimiento, en que manifiesta su pena. Estánle un poco escuchando sus dos escuderos Oligides y Eubulo, discantando sobre las palabras que le oyen decir. Siéntelos Lisandro y manda que entren. Da gran priesa a Oligides a que busque remedio para su mal, el cual todo dice Oligides estar en manos de la nueva Celestina, Elicia, sobrina de la barbuda , cuyo saber en arte de alcahuetería mucho encarece. Vanla a llamar Eubulo y Oligides, y en el camino declaran toda la vida y origen de ésta, y por muchas razones concluyen en que va sin ningún color de verdad la fábula que de la resurrección de la vieja Celestina anda".
Los diálogos que siguen comienza así:
"Oligides.—Bien será que entremos, no se mate ese loco, que solo en la cuadra se encerró acompañado de tinieblas.
Eubulo.—Déxale; que la oscuridad y desiertos consolación es para los tristes enamorados.
Oligides.—Su voz oyo, que trovando está.
Lisandro.
¡Oh vana esperanza mía,
conviene que desesperes,
pues tu desventura guía
la contra de lo que quieres!
Lisandro.
Cubre tu verde color
con luto de triste duelo,
y no esperes ya consuelo
que consuele tu dolor.
Eubulo.—Los romances y cantos de amores son para él tizones que refocilan el su fuego y enconan más la llaga.
Oligides. — Yo había oído decir que las lágrimas y sospiros mucho desenconan el corazón dolorido. Eubulo.—En otras pasiones si, pero no en caso de amores.
(Págs. 17-18)
El párrafo escrito por Francisco de Quevedo se encuentra en su obra titulada "Vida del Buscón":
"Confieso que, aunque iban mezcladas con risa, las calamidades del dicho hidalgo me entretuvieron. Pregúntele cómo se llamaba, y adonde iba y a qué. Dijo que todos los nombres de su padre: Don Toribio Rodríguez Vallejo Gómez de Ampuero y Jordán. No se vio jamás nombre tan campanudo, porque acababa en dan y empezaba en don, como son de badajo. Tras esto dijo que iba a la corte, porque un mayorazgo raído como él, en un pueblo corto olía mal a dos dias, y no se podía sustentar; y que por eso se iba a la patria común, adonde caben todos, y adonde hay mesas francas para estómagos aventureros; y nunca cuando entro en ella me faltan cien reales en la bolsa, cama, de comer, y refocilo de lo vedado, porque la industria en la corte es piedra filosofal, que vuelve en oro cuanto toca.
Yo vi el cielo abierto, y en son de entretenimiento para el camino, le rogué que me contase cómo y con quiénes viven en la corte los que no tenían, como él, porque me parecía dificultoso; que no solo se contenta cada uno con sus cosas, sino que aun solicitan las ajenas.
Muchos hay desos, hijo, y muchos destotros. Es la lisonja llave maestra, que abre a todas voluntades en tales pueblos. Y porque no te se haga dificultoso lo que digo, oye mis sucesos y mis trazas, y te asegurarás de esa duda".
(Cap. XII: "De mi huida, y los sucesos en ella hasta la corte"; págs. 89-90)
A Miguel de Cervantes debía de gustarle este verbo, porque vuelve a utilizarlo en "El coloquio de los perros". Dice Berganza:
"Digo, pues, que habiendo visto la insolencia, latrocinio y deshonestidad de los negros, determiné, como buen criado, estorbarlo por los mejores medios que pudiese, y pude tan bien, que salí con mi intento. Bajaba la negra, como has oído, a refocilarse con el negro, fiada en que enmudecían los pedazos de carne, pan o queso que me arrojaba... Mucho pueden las dádivas, Cipion".
(Pág.)
Cuentan las viejas historias que Teresa de Jesús, en una de las dos veces que estuvo en Almodóvar del Campo, se alojó en la casa de los padres de Juan Bautista Rico y que, al ver las aptitudes del niño, profetizó que sería santo. No se equivocó. El padre fray Juan Bautista de la Concepción fue canonizado el 25 de mayo de 1975 por Pablo VI. Este fraile trinitario descalzo está considerado como el autor más prolífico entre los místicos españoles. A él se debe "La historia y Fundación de la Descalzez del Orden de la Santísima Trinidad". En el capítulo LVII va desgranando, como en capítulos anteriores, varias reflexiones doctrinales. Escribe:
"Yo no creo, que digo mal, que para que Dios haga esa merced a un alma, es menester, que anuble; porque así como no llueve con claro, y con raso, y sol, así parece, aguarda esta lluvia a venir quando los sentidos, y potencias están para lo de acá turbios anublados, y obscurecidos. Quiero decir, que la demasiada luz de las cosas de acá, impide, y ocupa, detiene, y estorva el bien de adentro y aun allá dentro no sé yo, como debe Dios de poner un alma en semejantes ocasiones, que ella no se conoce; recibe, y no sabe por donde viene; tiene, y no sabe que siente sin sentido; danle sin que compre.
¡Ay Dios mío! que no se yo como debe de ser esto; tu te comunicas interiormente a un alma; debe de ser, como quando un niño toma el pecho de su Madre, que sin saber lo que hace el chiquillo puesto en los amorosos regazos de su Madre, le ponen el pecho en la boca, y él mama el pecho; el niño come, y no masca; mama, y no ve; él se recrea, refocila, gusta, come, recibe sustento, y no sabe como; quando mucho, hiere con el piezecillo, sin saber lo que haze; juega con la mano, y hace cosas, sin acuerdo; porque no le tiene para cosa, sino para chupar su leche. Debe de ser así el alma, que interiormente recibe de Dios, que sin saber ella, como le pone Dios el pecho en la boca, chupa y mama; recibe sustento, y goza, y entiende muchas cosas, sin que de nada, y en nada tenga advertencia; porque el gusto, y fuerza interior la hace perder el acuerdo, para que ella piense, y discurra, que es aquello, quando mucho hacer algun meneo exterior, o herir de pie, o mano tan sin acuerdo:..."
(Pág. 116)
En la obra titulada "Poemas de la vnica poetisa americana; mvsa dezima, soror Ivana Inés de la Crvz...."(3ª impression. Manvel Roman, Impressor de la Vniversidad. Zaragoza, 1682) se encuentra el siguiente soneto:
Inés,
yo con tu amor me refocilo,y viéndome querer me regodeo;
en mirar tu hermosura me recreo,
y cuando estás celosa me reguilo.
Si a otro miras, de celos me aniquilo,
y tiemblo de tu gracia y tu meneo;
porque sé, Inés, que tú con un voleo
no dejarás humor ni aun para quilo.
Cuando estás enojada no resuello,
cuando me das picones me refino,
cuando sales de casa no reposo;
y espero, Inés, que entre esto y entre aquello,
tu amor, acompañado de mi vino,
dé conmigo en la cama o en el coso.
Curioso, cuanto menos, por no decir espeluznante, es lo que recoge fray Luis de Granada en su obra "Del símbolo de la Fe". En el capítulo XXIII de la quinta parte nos cuenta varios martirios; entre ellos, el de Alejandro Brianto, del colegio Rhemense:
"Veniendo pues al propósito desta carta, escribe este sancto varón que estando tan cerrada la puerta para toda consolación y visitación humana, un día se ordenó una disputa entre los maestros de los herejes y los católicos; y por esta ocasión se abrió puerta para que entrasen muchos de los católicos á oirla. Y andando algunos por los rincones de la cárcel, llegaron adonde estaba este Padre Brianto (de quien vamos hablando), y con esta ocasión escribió una carta á los padres de la Compañía, en que (entre otras cosas) les daba cuenta de las mercedes que nuestro Señor le habia hecho en medio de sus tormentos. Sobre lo cual dice estas palabras:
Si lo que dijere es cosa milagrosa, no lo sé: Dios lo sabe; mas que sea verdadera, mi consciencia me es testigo delante de Dios. Digo pues que estando en el postrer tormento, cuando los verdugos usaban de mayores crueldades en mi cuerpo, teniendo extendidos con gran violencia mis pies y manos, con todo esto casi ningún dolor sentía. Y junto con esto refocilado y aliviado de los dolores del tormento pasado, quedé con los sentidos perfectos, y con el alma quieta, y corazón sosegado. Viendo esto los comisarios, saliéronse fuera, y mandaron que el día siguiente me atormentasen otra vez de la misma manera. Oyendo yo esta sentencia, creía verdaderamente y esperaba que con el ayuda divina lo sufriría. Y entre tanto que me atormentaban, meditaba como podía la amarguísima Pasión de mi Salvador, llena de innumerables dolores. Hasta aquí son palabras de la carta de Brianto".
(Págs. 656-657)
Entre las "Cartas eruditas y curiosas", de Benito Jerónimo Feijoo, hay una dedicada a una señora devota, y aficionada a la Música. El ilustre monje benedictino la encabeza con estas palabras: "El deleite de la música acompañado de la Virtud, hace en la Tierra el noviciado de el Cielo". Habla en ella, entre otras cosas, de la capacidad curativa de la música:
"No se dice, que los que hicieron las dos curaciones fuessen insignissirnos Músicos. Aplicáronse á esse caritativo ministerio los que se hallaron mas á mano. Y aun en el primer caso, en que la curación perfecta se retardó diez dias, tuvo alguna parte en ella un Guarda, que velaba de noche sobre el enfermo, cantando una miserable cancioncita de callejuela, que los Franceses llaman Vaudeville, porque se notó, que el enfermo se alegraba, y refocilaba bastantemente con ella. ¿Pero qué pretendo inferir de aqui? Que no es menester una Música excelente para obrar algunos de aquellos efectos, que hasta ahora se han considerado como admirables. Y de esta consequencia nacen naturalmente otras dos".
(Quarto Tomo. Carta Primera; págs. 27-28)
Escribe el padre José Francisco de Isla en su conocida "Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas"::
"Quixano, se decía él á sí mismo, sale de quixada; esto no admite duda; pues ahora de las quixadas se dicen cosas grandíssimas en las sagradas letras; porque dexando á un lado si Cain mató á su hermano con la quixada de un burro, que esta circunstancia no consta á lo menos en la Vulgata, y.aunque constara, no lo podia aplicar bien para mi intento; pero consta ciertamente que Sanson con la quixada de un asno quitó la vida á mil Philisteos: consta que haviendo quedado fatigado de la matanza, y estando pereciendo de sed, sin haver en todo aquel campo ni contorno una gota de agua, hizo oración á Dios para que le socorriese en aquella extrema necessidad; y del diente molar de la misma quixada brotó un Copioso chorro de agua cristalina con que apagó la sed y se refociló Sansón".
(Libro Qvarto; cap. I ; págs. 11-12)
José Zorrilla dio un halo romántico a su drama medieval titulado "El molino de Guadalajara" (Imprenta de Yenes. Madrid, 1843), cuya acción transcurre durante el reinado de Pedro I el Cruel. Los actos segundo y tercero tienen lugar en el castillo de Alcalá de Henares. Precisamente este vetusto lugar forma parte del gran mercado medieval que se celebra estos días en la ciudad alcalaina. Es una fiesta digna de ver.
El poeta vallisoletano comienza de este modo la escena IV del tercer acto:
Escribe el padre José Francisco de Isla en su conocida "Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas"::
"Quixano, se decía él á sí mismo, sale de quixada; esto no admite duda; pues ahora de las quixadas se dicen cosas grandíssimas en las sagradas letras; porque dexando á un lado si Cain mató á su hermano con la quixada de un burro, que esta circunstancia no consta á lo menos en la Vulgata, y.aunque constara, no lo podia aplicar bien para mi intento; pero consta ciertamente que Sanson con la quixada de un asno quitó la vida á mil Philisteos: consta que haviendo quedado fatigado de la matanza, y estando pereciendo de sed, sin haver en todo aquel campo ni contorno una gota de agua, hizo oración á Dios para que le socorriese en aquella extrema necessidad; y del diente molar de la misma quixada brotó un Copioso chorro de agua cristalina con que apagó la sed y se refociló Sansón".
(Libro Qvarto; cap. I ; págs. 11-12)
José Zorrilla dio un halo romántico a su drama medieval titulado "El molino de Guadalajara" (Imprenta de Yenes. Madrid, 1843), cuya acción transcurre durante el reinado de Pedro I el Cruel. Los actos segundo y tercero tienen lugar en el castillo de Alcalá de Henares. Precisamente este vetusto lugar forma parte del gran mercado medieval que se celebra estos días en la ciudad alcalaina. Es una fiesta digna de ver.
El poeta vallisoletano comienza de este modo la escena IV del tercer acto:
Dª JUANA
¿Es mi tío?
LUCAS
¡Calla! ¿Es este?
JUAN
¿No lo ves?
LUCAS
Y yo por allá buscándole!
Dª JUANA
Y yo tras de vos perdiéndome
y a todo el mundo atreviéndome
por mi tío preguntándole.
LUCAS
¡Y qué guapo es el muchacho!
Dª JUANA
¡Oh y ya veréis qué expedito!
de nada se me da un pito
y todo me lo despacho
en un tris. ¡Oh! tengo un tino
para todas mis haciendas
que doy fin a mis moliendas
apenas suelto el molino.
¡Si el verme allí es un contento!
¡qué ir y venir! ¡qué bajar
y subir! ¡qué trajinar!
Allí estoy en mi elemento.
Yo cuido la casa entera.
lo de fuera y lo de adentro,
y todo hecho me lo encuentro:
lo de adentro y lo de afuera.
Yo ato los sacos de harina,
yo el trigo que traen encierro,
cargo un rucio, casco a un perro,
perniquiebro una gallina.
Y cual si hubiera cien manos,
en cien cosas a la vez
me ocupo y con rapidez
salgo de todas ¡ pardiez!
Yo crío doce marranos,
cien pavos gordos y sanos,
pollos, palomas, gallinas,
y hago comercio de harinas
en las comarcas vecinas,
viajo, muelo, cazo, pesco,
y apaleo á los villanos
y sirvo á mis parroquianos
y ajusto mis propios granos,
doy, pago, cobro y tan fresco.
LUCAS
¡Jesús!
Dª JUANA
Y nunca me pierdo.
Mas ¡ay qué chola la mía!
ahora, tío, que me acuerdo
os traigo carta de un cerdo
y un buen jamón de Lucia.
LUCAS
¡Hombre, hombre!
Dª JUANA
Lo mismo da;
asi a la lengua me vino,
y yo soy como el molino,
me suelto y pum, allá va.
También os traigo una anguila
que en mi cañar he pescado,
y un vino bien embotado
que consuela y refocila...
Doña Emilia Pardo Bazán puso la voz refocilarse en su novela "Los pazos de Ulloa":
"La misma noche. antes de acostarse, presenció el capellán una escena extraña, que le sepultó en mayores confusiones. Como se le hubiese acabado el aceite a su velón de tres mecheros y no pudiese rezar ni leer, bajó a la cocina en demanda de combustible. Halló muy concurrido el sarao de Sabel. En los bancos que rodeaban el fuego no cabía más gente: mozas que hilaban, otras que mondaban patatas, oyendo las chuscadas y chocarrerías del tío Pepe de Naya, vejete que era un puro costal de malicias, y que, viniendo a moler un saco de trigo al molino de Ulloa, donde pensaba pasar la noche, no encontraba malo refocilarse en los Pazos con el cuenco de caldo de unto y tajadas de cerdo que la hospitalaria Sabel le ofrecía".
(Cap. XIX ; pág. 189)
Sabido es que don Benito Pérez Galdós se refocilaba con la señora condesa, ocho años más joven que él, y que de aquellos íntimos encuentros terminaron surgiendo apasionadas cartas. El siguiente párrafo, escrito por el ilustre canario, se encuentra en el Episodio Nacional de la Quinta Serie, titulado "De Cartago a Sagunto":
"De mala gana emprendió la vizcaína el viaje, y por el camino nos daba la tabarra volviendo su enojo contra el padre Carapucheta, de quien decía que iba siempre huroneando los conventos de monjas, con las cuales á hurtadillas se refocilaba. Oía con resignada humildad estas cosas el bueno de Ido, cuya inquietud y zozobra se mostraban en lo escuálido del rostro y en el crecimiento de la nuez".
(Cap. XXI; pág. 152)
Otra mención a las pobres monjas la encontramos en la novela de Pío Baroja titulada "La venta de Mirambel" (Editorial Caro Raggio. Madrid, 1931):
"El joven Francisco de Montpesar se arrepintió de su vida y de sus errores, porque siempre había tenido una devoción verdadera, y entró en un convento. En su casa se encontraron libros de magia, pergaminos con letras misteriosas y dos o tres anillos con signos extraños.
Los padres inquisidores comprendieron que habla sido instigado por el demonio, que era el perro negro que acompañaba al organista, porque inmediatamente que se separó del animal se arrepintió de sus errores y de sus crímenes. También dijeron algunos que no era el cura Montpesar, sino un incubo el que aparecía en el convento y tomaba su forma para ir a refocilarse con las monjas".
(Cap. IX: "Un cura hechicero"; pág. 33)
El siguiente soneto lo escribió Manuel Machado. Se titula "Escenas de costumbres":
Ya está aquí el pueblo, el de la ruda mano
y el abundante corazón sencillo
con su música alegre de organillo
y su reír descomedido y sano.
Teniers lo amaba y lo pintó el primero
a las luces de antorchas macilentas
en orgías alegres y violentas
o en sus fiestas de albogue y de pandero...
Helo aquí que se atraca y refocila
y en pintorescos ágapes desfila
por tabernas, posadas y figones...
Grita furioso, ríe a plena boca,
ansioso bebe y come y gusta y toca
y hace cosas de perro en los rincones.
Gabriel Miró escribe la voz refocilo con un sentido claramente sexual; por ejemplo, en "Figuras de la Pasión de Nuestro Señor" dice:
"Implacable es la saña entre judíos y samaritanos. No pasarán por sus rutas las peregrinaciones; pero se enjambran de gentes de Decápolis y Egipto, que buscan la fiesta Pascual, propicia a la ganancia de los bazares y ferias, y al tráfico y refocilo de las mancebías y a la brava emoción de los suplicios, que entonces se ejecutan porque quiere el Deuteronomio «que todo el pueblo los presencie y tiemble».
("Un nazareno que le vio llorar"; págs. 99-100)
En su novela "Nuestro Padre San Daniel" leemos:
"Doña Corazón, pasmada y roja de vergüenza, los ojos fijos en el felpudo de esparto, el seno con un tumulto de angustias, las manos cruzadas, pedía a Dios que secase aquellos labios de ponzoña o que le endureciese a ella los oídos. Pero Dios permite la prueba de sus escogidas criaturas. y Elvira no se saciaba de decir, y Corazón seguía viendo a su Oleza desnuda y ardiente como una ciudad bíblica, merecedora de las iras del Señor. y no sólo Oleza, sino sus amistades, familias enteras salían entre los abrasados escombros; señoras ilustres, que todos tenían por dechado y cifra de honradas, se le presentaban también desnudas, en un refocilo infernal, bajo el látigo de Elvira. Porque Elvira reveló los pecados y los nombres: de los pecadores, dolor durísimo, de irresistible avidez para las. imaginaciones más puras".
(IV: "Oleza y San Daniel"; cap. III: "Don Magin, doña Corazón y Elvira"; pág. 284)
Felipe Trigo parece recordar los anhelos de Rocinante en su intento de refocilarse con la haca de los yangüeses, y lo remedia en su novela "Jarrapellejos", contando lo que sigue:
"Marzo le recordó a Saturnino uno de los más característicos lances de don Pedro: iba a la feria de Zafra con sus hijas, con Orencia; improvisada la noche antes la excursión, y teniendo las bestias en el campo, tuvo que engancharle al familiar una mula, un caballo y una yegua; guiador experto, primero, hizo cisco el látigo; no pudo proporcionarse otro, ni una mala vara, en la rasa llanura que cruzaban, y cargó almendrilla en el pescante y fue arreando el caballo delantero a peñascazos; pero negábase a marchar, últimamente, el caballo, percatado de que detrás llevaba una hermosa yegua en condiciones...; don Pedro trató de dominarle por las malas; no lo consiguió, y..., buen diplomático siempre, recurrió a las buenas: paró, desenganchó..., le puso al caballo la yegua, los dejó refocilarse..., y volvió a enganchar y siguió el buen bicho satisfecho, tirando lindamente. Algo parecido a lo que había hecho con el encabritado Octavio, poniéndole el acta y obligándole a seguir tan contento y tan sumiso hacia delante...; y, también, como las damas habrían tenido que taparse los ojos con las manos, habría tenido que imitarlas la gente del Liceo...".
(Cap. XII; pág. 219)
David Teniers:"El rey bebe" (1650-1660)
No hay ninguna duda de que a Camilo José Cela le gustaba esta voz y sus derivadas. Sirvan como ejemplo estos tres textos. El primero se encuentra en "Gavilla de fábulas sin amor":
"¡No soy más que un soldado al que Homero llamará burro! ¡Apartaos de mí! ¡Dejadme morir en guerra con el mundo y en ira conmigo mismo! ¡Encerrad a vuestras estúpidas mujeres en el gallinero! ¡Arrojad vuestros hijos por el abierto cráter del volcán! ¡Afilad la espada de los sacrificios y entregádmela, sin mirarme de frente! ¡Sé bien por lo que muero, mientras que vosotros ni sospecháis siquiera por qué vivís! ¡Os pido que permitáis a los perros beber mi sangre y a los puercos refocilarse con mis despojos! ¡Todo es fuente de vida! ¡Grabad en la lengua de vuestro rey la palabra MIERDA, escrita en orgullosas mayúscula de oro: que con su oro no ha podido sujetar ni comprar mi lengua! ¡Apartaos, que me dispongo a morir!
El derrotado Áyax Telamón, espejo de guerreros, se quitó la vida (no más terminado su discurso) con la recia espada de los sacrificios. El locrio Áyas Oileo, su aliado, impidió que los perros bebieran su sangre, que los puercos se refocilaran en sus despojos y que los soldados arrojaran sus cenizas al viento".
(Tranco Segundo: La historia troyana:"Entre la ira y la muerte"; pág, 138)
El segundo forma parte de "San Camilo 1936";
"Mientras Senén pasea y don Gerardo se refocila con la Murcianita, mientras Miguel Mercader toma su aspirina y su café con leche, mientras Paquito y Alfonso, los dos chicos de Salamanca que están pasando unos días en Madrid, se masturban acordándose de las tísicas, mientras don Máximo mea, toma bicarbonato y se lava los dientes, mientras Magdalena en el depósito de cadáveres espera la hora ya próxima de la fosa común, mientras Bella Turquesa sonríe quizá con un deje de amargura y sigue desbaratándose, pudriéndose, quemándose, mientras Toisha sueña dentro de su camisón transparente, y tú que estás desvelado cavilas que no entiendes nada de lo que pasa, en el mundo acontecen sucesos muy dispares".
(Primera parte; cap. III; págs. 100-101)
"Arte poética", uno de los capítulos de su libro "Desde el palomar de Hita", lo termina así:
"Sobre el palomar de Hita vuela un coro de musas todas en camisón color de rosa, mientras el zurupeto Catulino el de doña Pura espera a que se ponga el sol para darse un refocilo con doña Marianita la Borde, la administradora del internado de doncellas nobles. A la catecumenia de Torrejón de Ardoz tuvieron que cerrarla durante unos días porque estaba infestada de piojos, pulgas, ladillas y otros animalitos hediondos y de difícil destierro".
(Pág. 72)