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REFOCILAR

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Covarrubias no recoge el verbo refocilar.Autoridades, en cambio, se ocupa de las voces refocilación, refocilar, refocilarse, refocilado-da y refocilo con estas definiciones:

"REFOCILACION. s. f. La acción de refocilarse. Lat. Refocillatio.

REFOCILAR. v. a. Recrear, alegrar. Dícese particularmente de las cosas que calientan ú dan vigor. Es del Latino refocillare. Lat. Recreare.

REFOCILARSE. v. r. Estarse complaciendo en el gusto que se recibe. Lat. Recreari. Refict".

Cita un párrafo del capítulo XV del tomo I de la inmortal obra de Miguel de Cervantes titulada "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", "donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados". Ya hemos dicho en alguna otra ocasión que este título no nos parece de los más acertados. Dicho capítulo comienza del siguiente modo:

"Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli que así como don Quijote se despidió de sus huéspedes y de todos los que se hallaron al entierro del pastor Grisóstomo, él y su escudero se entraron por el mismo bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela, y habiendo andado mas de dos horas por él buscándola por todas partes sin poder hallarla, vinieron á parar á un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco, tanto que convidó y forzó á pasar allí las horas de la siesta que rigurosamente comenzaba ya á entrar. 
Apeáronse don Quijote y Sancho, y dejando al jumento y á Rocinante a sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí había, dieron saco á las alforjas, y sin cerimonia alguna en buena paz y compañía amo y mozo comieron lo que en ellas hallaron. 
No se había curado Sancho de echar sueltas a Rocinante, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco rijoso, que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro. Ordenó pues la suerte y el diablo, que no todas veces duerme, que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos arrieros yangüeses, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua, y aquel donde acertó á hallarse don Quijote era muy á propósito de los yangüeses. 
Sucedió pues que a Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas, y saliendo así como las olió de su natural paso y costumbre, sin pedir licencia a su dueño tomó un trotillo algo picadillo, se fue á comunicar su necesidad con ellas; mas ellas, que a lo que pareció debían de tener mas gana de pacer que de ál, recibiéronle con las herraduras y con los dientes de tal manera que á poco espacio se le rompieron las cinchas, y quedó sin silla en pelota; pero lo que él debió mas de sentir fue, que viendo los arrieros la fuerza que á sus yeguas se les hacía, acudieron con estacas, y tantos palos le dieron, que le derribaron malparado en el suelo".
(Págs. 213-214)

En el siguiente capítulo, titulado "De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo", leemos:

"Confusas estaban la ventera y su hija y la buena de Maritornes oyendo las razones del andante caballero, que así las entendían como si hablara en griego, aunque bien alcanzaron que todas se encaminaban a ofrecimientos y requiebros; y como no usadas a semejante lenguaje, mirábanle y admirábanse, y parecíales otro hombre de los que se usaban, y agradeciéndole con venteriles razones sus ofrecimientos, le dejaron, y la asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo había menester que su amo. 
Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase. Y cuéntase desta buena moza, que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno, porque presumía  muy de hidalga, y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta; porque decía ella que desgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado".
(Págs. 223-224)

Lo que más adelante cuenta fue censurado por la Inquisición portuguesa en 1624.

En el capítulo XXII de la segunda parte,  "donde se da cuenta de la grande aventura de la Cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, á quien dio felice cima el valeroso Don Quixote de la Mancha", el que se refocila es Sancho en las llamadas "bodas de Camacho". Comienza así:

"Grandes fueron y muchos los regalos que los desposados hicieron a Don Quijote obligados de las muestras que había dado defendiendo su causa, y al par de la valentía le graduaron la discreción, teniéndole por un Cid en las armas y por un Cicerón en la elocuencia. El buen Sancho se refociló tres días a costa de los novios, de los cuales se supo, que no fue traza comunicada con la hermosa Quiteria el herirse fingidamente, sino industria de Basilio, esperando della el mesmo suceso que se había visto; bien es verdad que confesó que había dado parte de su pensamientoa algunos de sus amigos, para que al tiempo necesario favoreciesen su intención y abonasen su engaño".
(Pág. 785)

Continúa Autoridades:

"REFOCILADO, DA. part. pass. del verbo refocilar en sus acepciones. Lat. Refocillatus. Recreatus.

REFOCILO. (Refocílo). s, m. La accion de refocilarse, ó el gusto que se recibe en alguna cosa. Lat. Refocillatio. Recreatio".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que dice que refocilación es "la accion y efecto de refocilarse". En la de 1832 definen refocilo como "refocilacion". No recogen ninguna otra acepción del verbo refocilar hasta la edición de 1985, en el que vale por "regodearse, recrearse en algo grosero".
El verbo refocilarse, que recoge Autoridades, solo aparece en las ediciones de Academia correspondientes a los años  1780, 1783 y 1791, con la misma definición.


El Esteban Terreros define el verbo refocilar como "recrear, animar, confortar, consolar", y dice que refocilarse vale por "regodearse, recrearse". El Dominguez recoge  dos acepciones de esta voz y añade una apostilla:

"REFOCILAR. v. a. Recrear, alegrar, satisfacer. Dícese mas comunmente de las cosas que calientan y comunican vigor.// fam. Corroborar, fortalecer, dar fuerza y gusto etc.// Se usa mucho como pronominal, y alguna vez sobre motivos obscenos ó de casualidad etc.".

El Pagés ilustra este verbo con las dos primeras citas de la obra de Miguel de Cervantes, ya señaladas, y un párrafo de la traducción que Juan Nicasio Gallego hizo de la novela de Alejandro Manzoni titulada "Los novios":

"Entre tanto iba creciendo en razón del camino el apetito que ya de algún tiempo se dejaba sentir, y aunque Lorenzo cuando empezó a pensar seriamente en ello, conoció que aun podía aguantar hasta el fin de su viaje, que ya no podía durar arriba de dos millas, reflexionó sin embargo que no parecía bien presentarse a su primo como un mendigo, y que por primer saludo le dijese dame algo de comer. Sacó pues del bolsillo todas sus riquezas, las recorrió, las contó en la palma de la mano, hizo su cálculo, aunque para hacerlo no era necesario ser grande aritmético, y halló que había lo suficiente para tomar un bocado; entró pues en una hostería a refocilarse, y después de pagar su cuenta, aun le quedaron algunos sueldos".
(Cap. XVII; pág. 158)

Don Julio Cejador y Frauca recoge las voces refocilar y refocilo en su "Tesoro...":

"REFOCILAR, de re-focillare, dimin. de focus. Trans. avivar el fuego físico ó moral. Lis. Rosel. 1, 3: Los romances y cantos de amores son para él tizones que refocilan el su fuego. 
Metaf. calentar moralmente, consolar, complacer. J. PIN. Agr. 18, 18: Con cuyas doctrinas refocilaremos nuestras almas. 
Reflex. rehacerse, tomado del calentarse, holgarse. J. PIN. Agr. 18, 20: Ya que nos habernos refocilado y refrescado, entraremos con mejor espíritu en. Quij. 2, 22: El buen Sancho se refociló tres días á costa de los novios. T. RAMÓN Concept. p. 209: Lo llevó al lago, donde le metió la comida para que se refocilara. D . GARCÍA Jesús 1, 8: Para que allí en algún tanto refocilado por la variedad de las propiedades suyas. 
Tener acto carnal, como holgar. Quij. 1, 16: Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos. Id. 1, 15: A Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas. 

REFOCILO, posv. de refocilar. QUEV. Tac. 12: Cama, de comer y refocilo de lo vedado".

El primer ejemplo que don Julio nos ofrece se encuentra en la obra del teólogo salmantino Sancho de Muñon,  llamada "La tercera Celestina. Tragicomedia de Lisandro y Roselía...", un texto del siglo XVI publicado por don Joaquín López Barbadillo en el año 1921. Una edición facsimil de esta obra la imprimió la Editorial Akal en el año 1977.  Es la que tengo y de la cual cito.
El argumento de la tercera cena de la primera parte lo cuenta del siguiente modo:

"Después que Lisandro se ve solo en su retraimiento, al son de su vihuela canta canciones de gran sentimiento, en que manifiesta su pena. Estánle un poco escuchando sus dos escuderos Oligides y Eubulo, discantando sobre las palabras que le oyen decir. Siéntelos Lisandro y manda que entren. Da gran priesa a Oligides a que busque remedio para su mal, el cual todo dice Oligides estar en manos de la nueva Celestina, Elicia, sobrina de la barbuda , cuyo saber en arte de alcahuetería mucho encarece. Vanla a llamar Eubulo y Oligides, y en el camino declaran toda la vida y origen de ésta, y por muchas razones concluyen en que va sin ningún color de verdad la fábula que de la resurrección de la vieja Celestina anda".

Los diálogos que siguen comienza así:

"Oligides.—Bien será que entremos, no se mate ese loco, que solo en la cuadra se encerró acompañado de tinieblas.
Eubulo.—Déxale; que la oscuridad y desiertos consolación es para los tristes enamorados.
Oligides.—Su voz oyo, que trovando está.
Lisandro.

¡Oh vana esperanza mía, 
conviene que desesperes, 
pues tu desventura guía 
la contra de lo que quieres! 

Eubulo.—Bien dice; que donde falta ventura, poco aprovecha esforzarse.
Lisandro.

Cubre tu verde color 
con luto de triste duelo, 
y no esperes ya consuelo 
que consuele tu dolor. 

Oligides.— ¡Qué intolerable trabajo consigo traen estos caballeros de Cupido, que ningún humano consuelo basta a consolar sus vidas apasionadas! Dulcemente toca la vihuela; por Dios, llorar me hace.
Eubulo.—Los romances y cantos de amores son para él tizones que refocilan el su fuego y enconan más la llaga.
Oligides. — Yo había oído decir que las lágrimas y sospiros mucho desenconan el corazón dolorido. Eubulo.—En otras pasiones si, pero no en caso de amores.
(Págs. 17-18)

El párrafo escrito por Francisco de Quevedo se encuentra en su obra titulada "Vida del Buscón":

"Confieso que, aunque iban mezcladas con risa, las calamidades del dicho hidalgo me entretuvieron. Pregúntele cómo se llamaba, y adonde iba y a qué. Dijo que todos los nombres de su padre: Don Toribio Rodríguez Vallejo Gómez de Ampuero y Jordán. No se vio jamás nombre tan campanudo, porque acababa en dan y empezaba en don, como son de badajo. Tras esto dijo que iba a la corte, porque un mayorazgo raído como él, en un pueblo corto olía mal a dos dias, y no se podía sustentar; y que por eso se iba a la patria común, adonde caben todos, y adonde hay mesas francas para estómagos aventureros; y nunca cuando entro en ella me faltan cien reales en la bolsa, cama, de comer, y refocilo de lo vedado, porque la industria en la corte es piedra filosofal, que vuelve en oro cuanto toca. 
Yo vi el cielo abierto, y en son de entretenimiento para el camino, le rogué que me contase cómo y con quiénes viven en la corte los que no tenían, como él, porque me parecía dificultoso; que no solo se contenta cada uno con sus cosas, sino que aun solicitan las ajenas. 
Muchos hay desos, hijo, y muchos destotros. Es la lisonja llave maestra, que abre a todas voluntades en tales pueblos. Y porque no te se haga dificultoso lo que digo, oye mis sucesos y mis trazas, y te asegurarás de esa duda".
(Cap. XII: "De mi huida, y los sucesos en ella hasta la corte"; págs. 89-90)


A Miguel de Cervantes debía de gustarle este verbo, porque vuelve a utilizarlo en "El coloquio de los perros". Dice Berganza:

"Digo, pues, que habiendo visto la insolencia, latrocinio y deshonestidad de los negros, determiné, como buen criado, estorbarlo por los mejores medios que pudiese, y pude tan bien, que salí con mi intento. Bajaba la negra, como has oído, a refocilarse con el negro, fiada en que enmudecían los pedazos de carne, pan o queso que me arrojaba... Mucho pueden las dádivas, Cipion".
(Pág.)

Cuentan las viejas historias que Teresa de Jesús, en una de las dos veces que estuvo en Almodóvar del Campo, se alojó en la casa de los padres de Juan Bautista Rico y que, al ver las aptitudes del niño, profetizó que sería santo. No se equivocó. El padre fray Juan Bautista de la Concepción fue canonizado el 25 de mayo de 1975 por Pablo VI. Este fraile trinitario descalzo está considerado como el autor más prolífico entre los místicos españoles. A él se debe "La historia y Fundación de la Descalzez del Orden de la Santísima Trinidad". En el capítulo LVII va desgranando, como en capítulos anteriores, varias reflexiones doctrinales. Escribe:

"Yo no creo, que digo mal, que para que Dios haga esa  merced a un alma, es menester, que anuble; porque así como no llueve con claro, y con raso, y sol, así  parece, aguarda esta lluvia a venir quando los sentidos, y potencias están para lo de acá turbios anublados, y obscurecidos. Quiero decir, que la demasiada luz de las cosas de acá, impide, y ocupa, detiene, y estorva el bien de adentro y aun allá dentro no sé yo, como debe Dios de poner un alma en semejantes ocasiones, que ella no se conoce; recibe, y no sabe por donde viene; tiene, y no sabe que siente sin sentido; danle sin que compre.
¡Ay Dios mío! que no se yo como debe de ser esto; tu te comunicas interiormente a un alma; debe de ser, como quando un niño toma el pecho de su Madre, que sin saber lo que hace el chiquillo puesto en los amorosos regazos de su Madre, le ponen el pecho en la boca, y él mama el pecho; el niño come, y no masca; mama, y no ve; él se recrea, refocila, gusta, come, recibe sustento, y no sabe como; quando mucho, hiere con el piezecillo, sin saber lo que haze; juega con la mano, y hace cosas, sin acuerdo; porque no le tiene para cosa, sino para chupar su leche. Debe de ser así el alma, que interiormente recibe de Dios, que sin saber ella, como le pone Dios el pecho en la boca, chupa y mama; recibe sustento, y goza, y entiende muchas cosas, sin que de nada, y en nada tenga advertencia; porque el gusto, y fuerza interior la hace perder el acuerdo, para que ella piense, y discurra, que es aquello, quando mucho hacer algun meneo exterior, o herir de pie, o mano tan sin acuerdo:..."
(Pág. 116)

En la obra titulada "Poemas de la vnica poetisa americana; mvsa dezima, soror Ivana Inés de la Crvz...."(3ª impression. Manvel Roman, Impressor de la Vniversidad. Zaragoza, 1682) se encuentra el siguiente soneto:

Inés, yo con tu amor me refocilo,
y viéndome querer me regodeo;
en mirar tu hermosura me recreo,
y cuando estás celosa me reguilo.

    Si a otro miras, de celos me aniquilo,
y tiemblo de tu gracia y tu meneo;
porque sé, Inés, que tú con un voleo
no dejarás humor ni aun para quilo.

    Cuando estás enojada no resuello,
cuando me das picones me refino,
cuando sales de casa no reposo;

    y espero, Inés, que entre esto y entre aquello,
tu amor, acompañado de mi vino,
dé conmigo en la cama o en el coso.


Curioso, cuanto menos, por no decir espeluznante,  es lo que recoge fray Luis de Granada en su obra "Del símbolo de la Fe". En el capítulo XXIII de la quinta parte nos cuenta varios martirios; entre ellos, el de Alejandro Brianto, del colegio Rhemense:

"Veniendo pues al propósito desta carta, escribe este sancto varón que estando tan cerrada la puerta para toda consolación y visitación humana, un día se ordenó una disputa entre los maestros de los herejes y los católicos; y por esta ocasión se abrió puerta para que entrasen muchos de los católicos á oirla. Y andando algunos por los rincones de la cárcel, llegaron adonde estaba este Padre Brianto (de quien vamos hablando), y con esta ocasión escribió una carta á los padres de la Compañía, en que (entre otras cosas) les daba cuenta de las mercedes que nuestro Señor le habia hecho en medio de sus tormentos. Sobre lo cual dice estas palabras: 
Si lo que dijere es cosa milagrosa, no lo sé: Dios lo sabe; mas que sea verdadera, mi consciencia me es testigo delante de Dios. Digo pues que estando en el postrer tormento, cuando los verdugos usaban de mayores crueldades en mi cuerpo, teniendo extendidos con gran violencia mis pies y manos, con todo esto casi ningún dolor sentía. Y junto con esto refocilado y aliviado de los dolores del tormento pasado, quedé con los sentidos perfectos, y con el alma quieta, y corazón sosegado. Viendo esto los comisarios, saliéronse fuera, y mandaron que el día siguiente me atormentasen otra vez de la misma manera. Oyendo yo esta sentencia, creía verdaderamente y esperaba que con el ayuda divina lo sufriría. Y entre tanto que me atormentaban, meditaba como podía la amarguísima Pasión de mi Salvador, llena de innumerables dolores. Hasta aquí son palabras de la carta de Brianto".
(Págs. 656-657)

Entre las "Cartas eruditas y curiosas", de Benito Jerónimo Feijoo, hay una dedicada a una señora devota, y aficionada a la Música.  El ilustre monje benedictino la encabeza con estas palabras: "El deleite de la música acompañado de la Virtud, hace en la Tierra el noviciado de el Cielo". Habla en ella, entre otras cosas, de la capacidad curativa de la música:

"No se dice, que los que hicieron las dos curaciones fuessen insignissirnos Músicos. Aplicáronse á esse caritativo ministerio los que se hallaron mas á mano. Y aun en el primer caso, en que la curación perfecta se retardó diez dias, tuvo alguna parte en ella un Guarda, que velaba de noche sobre el enfermo, cantando una miserable cancioncita de callejuela, que los Franceses llaman Vaudeville, porque se notó, que el enfermo se alegraba, y refocilaba bastantemente con ella. ¿Pero qué pretendo inferir de aqui? Que no es menester una Música excelente para obrar algunos de aquellos efectos, que hasta ahora se han considerado como admirables. Y de esta consequencia nacen naturalmente otras dos".
(Quarto Tomo. Carta Primera; págs. 27-28)

Escribe el padre José Francisco de Isla en su conocida "Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas"::

"Quixano, se decía él á sí mismo, sale de quixada; esto no admite duda; pues ahora de las quixadas se dicen cosas grandíssimas en las sagradas letras; porque dexando á un lado si Cain mató á su hermano con la quixada de un burro, que esta circunstancia no consta á lo menos en la Vulgata, y.aunque constara, no lo podia aplicar bien para mi intento; pero consta ciertamente que Sanson con la quixada de un asno quitó la vida á mil Philisteos: consta que haviendo quedado fatigado de la matanza, y estando pereciendo de sed, sin haver en todo aquel campo ni contorno una gota de agua, hizo oración á Dios para que le socorriese en aquella extrema necessidad; y del diente molar de la misma quixada brotó un Copioso chorro de agua cristalina con que apagó la sed y se refociló Sansón".
(Libro Qvarto; cap. I ; págs. 11-12)

José Zorrilla dio un halo romántico a su drama medieval titulado "El molino de Guadalajara" (Imprenta de Yenes. Madrid, 1843), cuya acción transcurre durante el reinado de Pedro I el Cruel. Los actos segundo y tercero tienen lugar en el castillo de Alcalá de Henares. Precisamente este vetusto lugar forma parte  del gran mercado medieval que se celebra estos días en la ciudad alcalaina. Es una fiesta digna de ver. 
El poeta vallisoletano comienza de este modo la escena IV del tercer acto:


Dª JUANA
¿Es mi tío?

LUCAS
¡Calla! ¿Es este?

JUAN
¿No lo ves?

LUCAS
Y yo por allá buscándole!

Dª JUANA
Y yo tras de vos perdiéndome
y a todo el mundo atreviéndome
por mi tío preguntándole.

LUCAS
¡Y qué guapo es el muchacho!

Dª JUANA


¡Oh y ya veréis qué expedito! 
de nada se me da un pito 
y todo me lo despacho 
en un tris. ¡Oh! tengo un tino 
para todas mis haciendas 
que doy fin a mis moliendas 
apenas suelto el molino. 
¡Si el verme allí es un contento! 
¡qué ir y venir! ¡qué bajar 
y subir! ¡qué trajinar! 
Allí estoy en mi elemento. 
Yo cuido la casa entera. 
 lo de fuera y lo de adentro, 
y todo hecho me lo encuentro:
lo de adentro y lo de afuera. 
Yo ato los sacos de harina, 
yo el trigo que traen encierro,
cargo un rucio, casco a un perro, 
perniquiebro una gallina. 
Y cual si hubiera cien manos, 
en cien cosas a la vez 
me ocupo y con rapidez 
salgo de todas ¡ pardiez! 
Yo crío doce marranos, 
cien pavos gordos y sanos, 
pollos, palomas, gallinas, 
y hago comercio de harinas 
en las comarcas vecinas, 
viajo, muelo, cazo, pesco, 
y apaleo á los villanos 
y sirvo á mis parroquianos 
y ajusto mis propios granos,
 doy, pago, cobro y tan fresco.

LUCAS
¡Jesús!

Dª JUANA
Y nunca me pierdo. 
Mas ¡ay qué chola la mía! 
ahora, tío, que me acuerdo 
os traigo carta de un cerdo 
y un buen jamón de Lucia.

LUCAS
¡Hombre, hombre!

Dª JUANA
Lo mismo da;
asi a la lengua me vino, 
y yo soy como el molino, 
me suelto y pum, allá va. 
También os traigo una anguila 
que en mi cañar he pescado, 
y un vino bien embotado 
que consuela y refocila...


Doña Emilia Pardo Bazán puso la voz refocilarse en su novela "Los pazos de Ulloa":

"La misma noche. antes de acostarse, presenció el capellán una escena extraña, que le sepultó en mayores confusiones. Como se le hubiese acabado el aceite a su velón de tres mecheros y no pudiese rezar ni leer, bajó a la cocina en demanda de combustible. Halló muy concurrido el sarao de Sabel. En los bancos que rodeaban el fuego no cabía más gente: mozas que hilaban, otras que mondaban patatas, oyendo las chuscadas y chocarrerías del tío Pepe de Naya, vejete que era un puro costal de malicias, y que, viniendo a moler un saco de trigo al molino de Ulloa, donde pensaba pasar la noche, no encontraba malo refocilarse en los Pazos con el cuenco de caldo de unto y tajadas de cerdo que la hospitalaria Sabel le ofrecía".
(Cap. XIX ; pág. 189)

Sabido es que don Benito Pérez Galdós se refocilaba con la señora condesa, ocho años más joven que él, y que de aquellos íntimos encuentros terminaron surgiendo apasionadas cartas. El siguiente párrafo, escrito por el ilustre canario, se encuentra en el Episodio Nacional de la Quinta Serie, titulado "De  Cartago a Sagunto":

"De mala gana emprendió la vizcaína el viaje, y por el camino nos daba la tabarra volviendo su enojo contra el padre Carapucheta, de quien decía que iba siempre huroneando los conventos de monjas, con las cuales á hurtadillas se refocilaba. Oía con resignada humildad estas cosas el bueno de Ido, cuya inquietud y zozobra se mostraban en lo escuálido del rostro y en el crecimiento de la nuez".
(Cap. XXI; pág. 152)

Otra mención a las pobres monjas la encontramos en la novela de Pío Baroja titulada "La venta de Mirambel" (Editorial Caro Raggio. Madrid, 1931):

"El joven Francisco de Montpesar se arrepintió de su vida y de sus errores, porque siempre había tenido una devoción verdadera, y entró en un convento. En su casa se encontraron libros de magia, pergaminos con letras misteriosas y dos o tres anillos con signos extraños. 
Los padres inquisidores comprendieron que habla sido instigado por el demonio, que era el perro negro que acompañaba al organista, porque inmediatamente que se separó del animal se arrepintió de sus errores y de sus crímenes. También dijeron algunos que no era el cura Montpesar, sino un incubo el que aparecía en el convento y tomaba su forma para ir a refocilarse con las monjas".
(Cap. IX: "Un cura hechicero"; pág. 33)

El siguiente soneto lo escribió Manuel Machado. Se titula "Escenas de costumbres":

Ya está aquí el pueblo, el de la ruda mano
y el abundante corazón sencillo
con su música alegre de organillo
y su reír descomedido y sano.

Teniers lo amaba y lo pintó el primero
a las luces de antorchas macilentas
en orgías alegres y violentas
o en sus fiestas de albogue y de pandero...

Helo aquí que se atraca y refocila
y en pintorescos ágapes desfila
por tabernas, posadas y figones...

Grita furioso, ríe a plena boca,
ansioso bebe y come y gusta y toca
y hace cosas de perro en los rincones.


 Gabriel Miró escribe la voz refocilo con un sentido claramente sexual; por ejemplo, en "Figuras de la Pasión de Nuestro Señor" dice:

"Implacable es la saña entre judíos y samaritanos. No pasarán por sus rutas las peregrinaciones; pero se enjambran de gentes de Decápolis y Egipto, que buscan la fiesta Pascual, propicia a la ganancia de los bazares y ferias, y al tráfico y refocilo de las mancebías y a la brava emoción de los suplicios, que entonces se ejecutan porque quiere el Deuteronomio «que todo el pueblo los presencie y tiemble».
("Un nazareno que le vio llorar"; págs. 99-100)

En su novela "Nuestro Padre San Daniel" leemos:

"Doña Corazón, pasmada y roja de vergüenza, los ojos fijos en el felpudo de esparto, el seno con un tumulto de angustias, las manos cruzadas, pedía a Dios que secase aquellos labios de ponzoña o que le endureciese a ella los oídos. Pero Dios permite la prueba de sus escogidas criaturas. y Elvira no se saciaba de decir, y Corazón seguía viendo a su Oleza desnuda y ardiente como una ciudad bíblica, merecedora de las iras del Señor. y no sólo Oleza, sino sus amistades, familias enteras salían entre los abrasados escombros; señoras ilustres, que todos tenían por dechado y cifra de honradas, se le presentaban también desnudas, en un refocilo infernal, bajo el látigo de Elvira. Porque Elvira reveló los pecados y los nombres: de los pecadores, dolor durísimo, de irresistible avidez para las. imaginaciones más puras".
(IV: "Oleza y San Daniel"; cap. III: "Don Magin, doña Corazón y Elvira"; pág. 284)

Felipe Trigo parece recordar los anhelos de Rocinante en su intento de refocilarse con la haca de los yangüeses, y lo remedia en su novela "Jarrapellejos", contando lo que sigue:

"Marzo le recordó a Saturnino uno de los más característicos lances de don Pedro: iba a la feria de Zafra con sus hijas, con Orencia; improvisada la noche antes la excursión, y teniendo las bestias en el campo, tuvo que engancharle al familiar una mula, un caballo y una yegua; guiador experto, primero, hizo cisco el látigo; no pudo proporcionarse otro, ni una mala vara, en la rasa llanura que cruzaban, y cargó almendrilla en el pescante y fue arreando el caballo delantero a peñascazos; pero negábase a marchar, últimamente, el caballo, percatado de que detrás llevaba una hermosa yegua en condiciones...; don Pedro trató de dominarle por las malas; no lo consiguió, y..., buen diplomático siempre, recurrió a las buenas: paró, desenganchó..., le puso al caballo la yegua, los dejó refocilarse..., y volvió a enganchar y siguió el buen bicho satisfecho, tirando lindamente. Algo parecido a lo que había hecho con el encabritado Octavio, poniéndole el acta y obligándole a seguir tan contento y tan sumiso hacia delante...; y, también, como las damas habrían tenido que taparse los ojos con las manos, habría tenido que imitarlas la gente del Liceo...".
(Cap. XII; pág. 219)

David Teniers:"El rey bebe" (1650-1660)

No hay ninguna duda de que a  Camilo José Cela le gustaba esta voz y sus derivadas. Sirvan como ejemplo estos tres textos. El primero se encuentra en "Gavilla de fábulas sin amor":

"¡No soy más que un soldado al que Homero llamará burro! ¡Apartaos de mí! ¡Dejadme morir en guerra con el mundo y en ira conmigo mismo! ¡Encerrad a vuestras estúpidas mujeres en el gallinero! ¡Arrojad vuestros hijos por el abierto cráter del volcán! ¡Afilad la espada de los sacrificios y entregádmela, sin mirarme de frente! ¡Sé bien por lo que muero, mientras que vosotros ni sospecháis siquiera por qué vivís! ¡Os pido que  permitáis a los perros beber mi sangre y a los puercos refocilarse con mis despojos! ¡Todo es fuente de vida! ¡Grabad en la lengua de vuestro rey la palabra MIERDA, escrita en orgullosas mayúscula de oro: que con su oro no ha podido sujetar ni comprar mi lengua! ¡Apartaos, que me dispongo a morir!
El derrotado Áyax Telamón, espejo de guerreros, se quitó la vida (no más terminado su discurso) con la recia espada de los sacrificios. El locrio Áyas Oileo, su aliado, impidió que los perros bebieran su sangre, que los puercos se refocilaran en sus despojos y que los soldados arrojaran sus cenizas al viento".
(Tranco Segundo: La historia troyana:"Entre la ira y la muerte"; pág, 138)

El segundo forma parte de "San Camilo 1936";

"Mientras Senén pasea y don Gerardo se refocila con la Murcianita, mientras Miguel Mercader toma su aspirina y su café con leche, mientras Paquito y Alfonso, los dos chicos de Salamanca que están pasando unos días en Madrid, se masturban acordándose de las tísicas, mientras don Máximo mea, toma bicarbonato y se lava los dientes, mientras Magdalena en el depósito de cadáveres espera la hora ya próxima de la fosa común, mientras Bella Turquesa sonríe quizá con un deje de amargura y sigue desbaratándose, pudriéndose, quemándose, mientras Toisha sueña dentro de su camisón transparente, y tú que estás desvelado cavilas que no entiendes nada de lo que pasa, en el mundo acontecen sucesos muy dispares".
(Primera parte; cap. III; págs. 100-101)

"Arte poética", uno de los capítulos de su libro "Desde el palomar de Hita", lo termina así:

"Sobre el palomar de Hita vuela un coro de musas todas en camisón color de rosa, mientras el zurupeto Catulino el de doña Pura espera a que se ponga el sol para darse un refocilo con doña Marianita la Borde, la administradora del internado de doncellas nobles. A la catecumenia de Torrejón de Ardoz tuvieron que cerrarla durante unos días porque estaba infestada de piojos, pulgas, ladillas y otros animalitos hediondos y de difícil destierro".
(Pág. 72)


REFITOLERO-RA

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Covarrubias recoge la voz refitolero dentro de la definición de refitorio:

"REFITORIO,  el lugar donde se juntan a comer en las Religiones y Conuentos. Lat. refectorium a reficiendo; refitolero, el que tiene el cuydado de refitorio, refecion, la comida moderada, con que se rehazen las fuerças, y espiritus".

Autoridades se interesa por ambas voces:

"REFITOLERO. s. m. El que tiene cuidado del Refitorio. Lat. Architriciinus. ALCAR. Chron. Decad. 3. Año 10. cap. 1. - 4. El quarto año, en que acababa la Theología, le ocuparon en ser Refitolero.

REFITORIO. s. m. El lugar destinado en las Comunidades para juntarse a comer. Algunos dicen Refectorio, por arrimarse mas al origen. Lat. Triclinium. Caenaculum".

Cita un párrafo de una carta que Teresa de Jesús envió a la madre Catalina de Christo, Priora de las Carmelitas Descalzas de la Santissima Trinidad de Soria. Comienza de este modo:

"Sea con V. R. hija mia, y me la guarde. Sus cartas de V. R. he recibido, y con ellas mucho contento. En lo que toca á la Cocina, y Refitorio, bien me holgaría que se hiciesse; mas allá lo vean mejor, hagan lo que quisieren de ella. La de Roque de Huerta me huelgo que sea bonita".
(Pág. 220)

Añade una segunda cita; esta vez de la "Vida y hechos de Pío V, Pontífice Romano, diuidida en seis libros, con algunos notables sucessos de la Christiandad del tiempo de su Pontificado" (Luis Sánchez. Madrid, 1595), escrita por don Antonio de Fuenmayor. En el Libro I dice:

"Fue Prior en Vigébano, en Soncino, y en Alua. Aqui le sucedio un caso notable, aunque pequeño. Abrasauan juntas guerra y hambre al piamonte. Los soldados apremiados de la carestia, que todo lo haze licito, assi de amigos como de enemigos, robauan para sustentarse. Trezientos dellos, obedeciendo al duro imperio de la necessidad, dieron en el conuento, con animo de robar los bastimentos que auian recogido los frayles. Aplacó el mouimiento fray Miguel, diziendo á los soldados, que no queria poner ley mas estrecha á sus necessidad de lo que ella era, antes remediar la de todos. Si auia concierto, que el tenia mantenimientos para muchos dias; pero si desorden, ni para vno, y quedaria el conuento desolado, y su necesidad en pie. Con esto sossegada la gente de guerra, quedó en el monasterio, tan compuesta por la buena prudencia del Prior, que el ruydo de las armmas jamás turbó la quietud religiosa. Acudía á las horas, tenía celdas señaladas, y con licion comía en el refitorio mezclada entre los frayles".
(Págs. 4-5)

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades. En la edición de 1803 añaden la voz refitolera, que definen como "la religiosa que tiene cuidado del refectorio". De refitorio dice que es "lo mismo que refectorio". En la edición de 1832, las voces refitolero, refitolera ya van juntas. En la de 1852, encontramos una nueva acepción:

"REFITOLERO, RA.- m. y f. El que tiene cuidado del refectorio. Architriclinus. // fam. Entremetido, cominero".

En la edición de 1884 la voz refectorio queda definida del siguiente modo:

"REFECTORIO. (Del b. lat. refectorium; del lat. refectus, refección, alimento.) m. Habitación destinada en las comunidades y en algunos colegios, para juntarse á comer".

En la edición de 1984 la voz refitolero-ra tiene cuatro acepciones. A saber:

"REFITOLERO, RA. (De refitario.) adj. Que tiene cuidado del refectorio, Ú. t. c. s. // 2. fig. y fam. Entremetido, cominero. Ú. t. c. s. // 3. Dícese de la persona afectada o redicha. Ú. t. c. s. // 4. Dícese de la persona muy compuesta o acicalada".

No encontramos variación en las últimas ediciones del DRAE salvo que desaparece la voz cominero.
El Salva se ocupa de dos acepciones de esta voz:

"REFITOLERO, RA. m. y f. El que tiene cuidado del refectorio. Architriclinus. // p. Cub. Obsequioso con afectación y zalamería".

El Domínguez dice:

"REFITOLERO, RA. La persona que cuida del refectorio, y está encargada de presentar á los individuos las raciones que recibe por el torno inmediato a la cocina etc.".

El Suplemento delGaspar y Roig recoge la acepción aragonesa que vale por "imprudente, indiscreto, curioso".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia en su edición de 1852 e ilustra la primera acepción nada menos que con  cuatro ejemplos. De ellos, hemos elegido estos dos.
Gaspar Melchor de Jovellanos redactó el  "Reglamento Literario e Institucional, extendido para llevar a efecto el plan de estudios del Colegio Imperial de Calatrava, en la ciudad de Salamanca" en el año 1790. El capítulo III regula los oficios del colegio y sus obligaciones. Allí leemos:

"12. Los oficios de despensero, refitolero, capillero, enfermero y ropero, que tendrán los familiares, serán asimismo nombrados por el rector, y la duración de ellos será á su arbitrio, pudiendo ser trasladados de un oficio á otro, ó encargados de uno, dos ó más á un mismo tiempo, siempre que el rector, con consejo de los consiliarios y del respectivo colegial veedor, lo determinase así".
("De la elección de oficios"; pág. 176)

La segunda cita elegida pertenece al primer volumen de  la obra de Antonio Flores titulada "Ayer, hoy y mañana, ó la fé, el vapor y la electricidad. Cuadros sociales de 1800, 1850 y 1899". El cuadro tercero lo titula "A pares, como los frailes". Comienza de este modo:

"Las primeras puertas que se abrían en la corte, en la segunda mitad del dia, eran las de los conventos de frailes. 
A las dos de la tarde, desde el 14 de setiembre al 3 de mayo, y á las tres, por causa de la siesta, en el resto del año, abríase el postigo de cada portería, y con un manojo de llaves en la mano, se presentaba el lego portero en el dintel, á esperezarse y á largar media docena de bostezos al aire libre. 
Alzaba después la cabeza para apreciar la situación meteorológica, y buscando por entre la abertura lateral de la túnica, un enorme reloj de bolsillo, que solia llevar amarrado con una gruesa cadena de acero, se frotaba las manos si el tiempo estaba sereno, y se calaba la capucha si habia barruntos de tempestad. 
Hecha esta diligencia, se volvía á su celda situada en la portería, y allí esperaba á que fuesen saliendo á paseo los padres graves, para entregarse, en compañía del lego refitolero, ú otro cualquiera individuo de la comunidad lega, á su diversión favorita, el juego de damas".
(Págs. 35-36)

Corominas le dedica casi una página a esta voz. Entre otras cosas, dice:

"REFITOLERO, ´entremetido, cominero´, propiamente ´el fraile que cuida del refectorio y de los víveres de un monasterio´, alteración de refitorero, derivado del antiguo refitor´refectorio´. 1ª doc.: sentido propio, 1591, Percivale; figurado, 1836, Pichardo (1869) (...)
DERIV. Refitolear bilb. ´meterse en camisas de once varas´(Arriaga)".

D. Esteban Pichardo recoge las voces refistolería y refistolero, ra  en su "Diccionario Provincial casi razonado de Vozes Cubanas", con estas definiciones:

"REFISTOLERÍA.- N. s. f. fam. La afectación o estudio en los movimientos, palabras y modales.

REFISTOLERO, RA.- N. adj. fam. La persona presumida, de modales, palabras  y movimientos afectados o estudiados. El defecto del Físico se reduce a su facundia y modo de hablar; el Refistolero también peca en sus maneras; el Facistol exclusivamente por sus movimientos y parte corporal y con orgullo. El Diccionario de la Academia trae Refitolero; pero no solo el significado es mui diferente, sino que el de la palabra Fistol, que también incluye, guarda más analogía con el compuesto cubano Refistolero".

Las voces facistol y facistolería las define de este modo:

"FACISTOL, LA.- N. adj. fam. La persona que con aire vanidoso o modales afectados aparente o hace alarde de superioridad, perfección u otra ventaja. Suele aplicarse también a algunos animales. Facistor dicen por corrupción.

FACISTOLERÍA.- N. s. f. fam. Afectación orgullosa en el aire y movimiento del cuerpo, haciéndose alarde de alguna ventaja o perfección".

La voz fistol ya aparece en Autoridades con este significado:

"FISTOL. s. m. El que es sagaz, astuto y mañoso en el juego, y tal vez con alguna malicia. Y por ampliacion se dice de qualquiera que tiene habilidad y conocimiento para manejar algun negocio, previniendo todos los inconvenientes ú daños que pueden sobrevenir. Lat. Dexier, agax".

La obra de Emiliano de Arriaga se titula "Lexicón Etimológico, Naturalista y Popular del Bilbaíno Neto" (Tipografía de Sebastián de Amorrortu. Bilbao, 1896) El verbo refitolear lo define así:

"REFITOLEAR. Únicamente se usa en español como adjetivo refitolero-a, mientras que aquí dando más extensión á esa forma para designar, así al que está metido en interioridades de iglesias y rectorios sin ser sacristán, como á un ente entremetido, perejil de toda salsa, se emplea además como verbo, cosa que no se hace en castellano. (loc.) Las de Chirrist no son más que para andar refitoleando en todas las casas [...metiéndose en camisa de once varas]".

Hablas Andaluzas recoge las voces refistolear, refistoleo, refitolear, refitoleo y refitolero con estas definiciones:

"REFISTOLEAR.. tr. Escudriñar, averiguar (...)

REFISTOLEO. m. Acción y efecto de refistolear. (...)

REFITOLEAR. tr. Refistolear, escudriñar, averiguar. (...)

REFITOLEO. m. Refistoleo, acción y efecto de refitolear. (...)

REFITOLERO, RA. adj. Quisquilloso, desconfiado (...)".

D. Gerónimo Borao define la voz refitolero, en su "Diccionario de voces aragonesas", como ´indiscreto, imprudente, curioso´.

Aunque Corominas dice que el primer documento en que se recoge esta voz es la "Bibliotheca Hispanica"(John Jackson - Richard Watkins. London, 1591), de Richard Percival, que contiene un diccionario inglés-latín-español, lo cierto es que  el CORDE recoge una cita  muy anterior, que se encuentra en el Cartulario de la Abadía de Silos, que data del año 1338. Lo incluyó el padre benedictino francés  fray Marius  Ferotin en su obra "Recueil des chartes de L´Abbaye de Silos" (Imprimerie Nationale. Paris, 1897) En ese Cartulario aparece, entre otras, esta relación:

ESTO ES EL TRIGO QUE SE DESPIENDE DESTA REGEBTA QUE PERTENEZE A LA ABADIA.

"A treinta monges con el abat, a cada uno doze almudes que montan.................... 360 almudes
A dos cocineros del convento e a otro cocinero de la enfermeria e al refitolero e al alfayate, a cada uno doze almudes; que montan.............................................................................. 60    ---------".
(Pág. 379)

En otra relación leemos:

ESTA ES LA DESPENSA DE LA COCINA DEL CONVENTO, QUE SE FAZE PARA 30  MONGES CON EL ABAT.

"(...)
Dan a los cozineros del convento, y a otro ome de la enfermeria y un refitolero, a un alfagem, e a una muger que laba los manteles del convento, e a un monje viejo para pitança, y a dos capellanes que van cantar las aldeas, por sus soldadas y para carne................................ 0400 maravedis".
(Pág. 394)

En el index general, que se encuentra al final del libro,  recoge las voces refitolero, refectorarius, reffitorero y refitorarius.


Otra obra también anterior al diccionario de mister Percival es la "Reformación delos conuentos dela orden de Sanctiago..."(Impressa en Madrid por Pierres Colin. Año de 1567), de fray Andrés de Luzón. En ella dedica varios capítulos a la labor del refitolero y sus ayudantes. El 147 nos ilustra sobre el modo en que "se han de auer los seruidores en el refitorio la primeraysegundamesa". Comienza de este modo:



Poco cambia el modo de proceder de los refitoleros en otras órdenes religiosas. Mas concisión en las tareas que desempeñan la encontramos en la "Instruccion y doctrina de novicios, con la qual se han de criar los nuevos Religiosos en esta Santa Provincia de San Joseph, de los Descalzos de la Regular Observancia de los Menores" (Oficina de Antonio Marin. Madrid, 1733):

"Este  oficio requiere un Religioso justo de mucha caridad, que no sea mas amigo de uno, que de otro, sino igual para todos, repartiendo igualmente las cosas, salvo la necesidad de los mas viejos, y necesitados; quando tu fueres para ello, y la santa obediencia te diere este cargo, has de tener especial cuidado, que la Oficina, Refitorio, y las cosas que le pertenecen, estén siempre limpias, asseadas, y concertadas, cada cosa en su lugar, sin confusion. Las mesas lavarás alguna vez de quando en quando, y las fregarás con legia caliente; que como no comemos en manteles, siempre se les ha de pegar alguna cosa, aunque se limpian cada dia en acabando de comer. En el repartir del pan, y las demás cosas, guardate no seas particular, dando á unos lo mejor, y á otros lo no tal; pero darás á cada uno de lo uno, y de lo otro. A los mas viejos, y necesitados, y huespedes, es muy conforme á razon, y caridad, darles de lo mejor que huviere.
2. Luego por la mañana procurarás ayudar alguna Missa, y de allí te irás á poner tu Refectorio, limpiarás primero las mesas, luego has de atender los pañizuelos, poniendo en cada uno su cuchillo, cuchara, y dos pedazos de pan, de lo uno, y de lo otro, como está dicho. Nunca pongas panes enteros, si no fuere algunos panecillos pequeños, de manera que no se ponga mas que una libra. Si huviere alguna fruta, ponerlashas á un lado dentro del pañizuelo; si fuere cosa que se parte con ruido, como nuezes, ponerlashas á cada uno partidas; porque en la mesa se debe evitar cosa semejante. Acabado de poner, cubrirlo has con la mitad del pañizuelo, que cae ázia el assiento del Religioso. Si alguna vez pusieres alguna salsera con arrope, ó cosa que puede ensuciar el pañizuelo, ponerlashas fuera de él á un lado. Quando huvieres de poner alguna verdura, mira que vaya bien lavada, y limpia. Las vinagreras, y saleros tendrás siempre proveídos, y los jarros del agua, y todo lo demás esté siempre limpio, y de quando en quando se han de lavar todos los vasos de las mesas. Los cuchillos mira que están limpios, afílalos algunas veces. En poniendo todo en orden, cerrarás con llave la puerta, y acudirás á  los demás que la obediencia te huviere mandado. Pero advierte, que en tañendo á comer, estés el primero de todos allí, para abrir la puerta del Refectorio, antes que se junte la Comunidad.
3. Si huviere algun huesped, ponerlehas racion en el lugar que le convenga, segun su calidad; y si tu no lo supieres, preguntalo al Prelado, ó al Maestro, y ponerlehas el pañizuelo, cuchillo, y cuchara muy limpio, sin tomar nada de las otras razones. Advierte, que nunca trueques los pañizuelos, ni cucharas de nadie, ni los calabazos de os que beben vino; que pues son tan pocos, facilmente lo puedes conocer. Ten cuenta de echar el vino, antes que entre la Comunidad.
Acabado de comer, has de poner en la cesta el pan, que se ha de dar á los pobres, dexando lo demás guardado en la Oficina; y si el que tiene cargo de la humildad, no viniere á barrer el Refectorio por alguna ocupacion, tu lo has de barrer, y tener limpio.
En Verano, quando acuden muchas moscas, has de poner algunos manojos de ramos pequeños colgados en el Refectorio, para cogerlas cada noche en una talega, que para esto has de tener un poco ancha, para que quepan los ramos sin que se topen al entrar. Por la mañana, en poniendo tu Refectorio, cerrarás las ventanas hasta hora de comer; y después, quando esté todo barrido, y limpio, bolverlas á cerrar hasta hora de cenar, y estarán abiertas toda la noche, para que entre el fresco, y se quite todo mal olor, hasta otro dia, que ayas puesto el Refectorio; pero la puerta siempre la tendrás con llave fuera de estos tiempos.
5. Está adevertido, que mires siempre por el aprovechamiento, y conservacion del pan, y de las otras cosas, que se traen de la santa limosna, de suerte, que ninguna se pierda por tu descuido, y procures que el Verano no se trayga mucho pan, porque no se mohezca, y se aya de echar á  perder; has de mirar lo que es menester, y aquello has de decir se trayga, y tener aviso, quando faltare alguna cosa de lo nevessario para la Comunidad, avisar con tiempo al Prelado, mayormente aviendo huespedes, para que se provea".
(Cap. III: "Del oficio de refitolero"; págs. 152-154)

Parecidas normas se encuentran en las  "Constituciones de la Compañía de Santa Teresa de Jesús" (Tipografía de la Biblioteca Teresiana. Barcelona, 1888):

"1º. Atienda á tener muy limpio el Comedor y todas las cosas de su servicio. 
2°. No falte agua para lavar las manos, ni tohalla para enjugarlas antes y después de comer. En la casa Madre y Colegio principal, una sea para las Profesoras y Superiores y otra para las Educandas, y múdense á lo menos dos veces cada semana. 
3°. Los manteles y servilletas múdense una vez cada semana, ó á más tardar cada quince dias. 
4°. Procure que no falten vasos y lo demás para el Comedor, y todo esté lo más limpio que se pueda. 5°. Avise la hora de comer á la Reglamentaria, averiguando si la Cocinera, un cuarto de hora antes, lo tiene todo aparejado. Haya una mesita aparte aparejada para el mejor servicio de la mesa.
6°. No dé cosa para almuerzo ó comida particular sin permiso de la Superiora. 
7°. Antes que se levanten ponga platos para que se recojan las migas de la mesa. Lo que sobrare de la mesa délo á la Cocinera. 
8°. Después de comer recoja los manteles y barrerá el Comedor; y las faltas ya sea de modestia, urbanidad ó silencio que observare durante la comida las dirá á la Superiora. 
9°. Tenga inventario de todas las cosas que sirven al Comedor, y las guarde en lugar señalado para que pueda dar cuenta. 
10°. Antes que falten los mantenimientos de la provisión de casa, avise á la Hermana Providencia para que en su tiempo los procure. Sus virtudes sobresalientes deben de ser la limpieza y previsión. 

NOTA.—Lea cada semana esta instrucción, y cada día traiga exámen de cómo cumple su importante cargo".
("Refitolera y despensera"; págs. 84-85)


Fray Bernabé de Montalvo es el autor de la "Primera parte de la Coronica del Orden de Cister, e Institvto de San Bernardo" (Luis Sanchez. Madrid, 1602) En ella cuenta, entre otras cosas, esta historia:

"Sucedio vn dia que dos sacerdotes clerigos vinieron a la puerta del monasterio, y hallando en ella al santo Abad, le pidieron limosna con importunacion, porque traian mucha necesidad y hambre. Compadecido el santo de ver dos Sacerdotes con tanta necesidad, con la grande caridad que tenia, no solo los metió en el monesterio, sino que les quisiera meter en las entrañas. Llamó al refitolero y mandó que les diesse de comer de lo que estaua adereçado para los monges; a lo qual el respondio que no auia bocado de pan en toda la casa para darles. Preguntando el santo que donde estaua el pan que tenian para el conuento, el refitolero respondio que no lo sabia; por lo qual el abad buscó muy triste otra cosa que dar a los clerigos, y assi los despidio. Acabada la Missa mayor y oficio diuino, llegandose la hora de comer, tañeron la campanilla del refitorio, y el santo viendo en las mesas pan, pregunto al refitolero de donde le auia venido tan presto. Respondio el que auia tenido consideracion que si diera el pan a los clerigos, no huuiera para los monges. El Abad mouido con vn santo zelo, recogiendo todo el pan de las mesas, salio con el del monasterio, y desde un collado lo arrojó en el rio, diziendo, que no era razon comiessen los sieruos de Dios pan de inobediencia, y de poca caridad. No dexaua en casa el varon de Dios, quando esto hizo, bocado de pan, ni menos sabia de donde le auia de venir; mas el Señor que vee todas las cosas desde lo alto, estimando en mucho la piedad, buen zelo, y confiança de su sieruo, no permitio quedassen aquel dia sin su refecion ordinaria los monges; é inspirando a vnas deuotas mugeres de la villa de Castellon, que lleuassen pan al monasterio, a tal tiempo llegaron con ello, que casi fue vn mismo el punto en que el santo echó el pan el rio abaxo, y el en que le embio Dios mucha mayor cantidad, por medio de aquellas sus sieruas, las quales ofrecieron tres carros cargados de pan, con que tuuo el conuento para comer muchos dias. Llamando el santo los religiosos a capitulo, dio vna graue reprehension al refitolero inobediente y desconfiado, y a los demas animó a passar adelante en el seruicio de Dios, y confiar mucho de su bondad y prouidencia, que nunca desampara ni oluida a los que esperan en el".
(Libro I; cap. XIX: "De lo que S. Roberto hizo buelto a su casa de Molismo, y de quan piadoso y limosnero se mostró siempre"; págs. 44-45)

La que nos cuenta fray Nicolás Díaz, de la Orden de Predicadores de la Prouincia de Portugal, en su "Tratado del Ivyzio Final, en el qval se hallaran muchas cosas muy curiosas, y prouechosas para la salud de las almas, y recreacion de los que las leyeren" (Luis Sanchez. Madrid, 1599), es bastante más tétrica:

"Otras vezes permite nuestro Señor, que aparezcan las animas que estan en el Purgatorio, para manifestar a los viuos el estado en que estan y el dolor y tormento grande que padecen. Assi acaecio en la ciudad de Zamora, en el Monesterio de santo Domingo, que es muy antiguo, y fundado en tiempo del mesmo Santo, el caso siguiente. Vn frayle lego deste monesterio, era muy amigo de otro frayle de la orden del bienauenturado Padre san Francisco, andando vn dia adereçando el refitorio, porque era refitolero, vio a su amigo sentado a la mesa en el lugar adonde el acostumbraua a sentarse, quando le venia á visitar. Espantose el refitolero, y preguntole como auia venido. Dixo que auia ya tantos dias que era muerto, y estaua en el Purgatorio por algunos descuydos que auia tenido en la vida. Preguntole el refitolero, si eran grandes las penas del Purgatorio; dixo el que si, y para que lo viesse por experiencia, leuantó la mano, y pusola sobre la mesa, y quedó alli señalada, mas que si fuera de hierro muy encendido, y hasta el presente está de la misma manera. Agora tiene arriba vna rexica de hierro, para conseruarse la memoria deste caso".
(Cap. XVI: "Si salen las animas que estan en el Purgatorio; con algunos exemplos"; págs. 288-289)

Después de leer estos versos de la comedia de  Juan Perez de Montalbán titulada "El príncipe perseguido", no tengo muy claro en qué lugar se encuentra el Purgatorio:

Vanse, y salen Pepino de Frayle Francisco, y Demetrio también de Frayle, con unas escobas.

PEPINO
Padre, este quarto al momento
manda barrer el Guardian,
que diz que esperando están
un Príncipe en el Convento.

DEMETRIO
Deme la escoba, Fray pablo.

PEPINO
Tome su escoba, Fray Pedro.

DEMETRIO
Esto a mi grandeza medro.

PEPINO
¿No se ríe de esto el Diablo?

DEMETRIO
¿De qué quieres que se ría?
De ver que es a mi persona
tan fácil esta Corona,
y me desvela la mía.

PEPINO
Dices bien, que es Purgatorio
toda dicha, comparada
a le de un Frayle, cifrada
desde el Coro al Refitorio;
tras gastar aquí a pasages
la mañana en parabienes
de antífonas y de amenes,
que hacen más hambre que pajes,
sin cuidar de otras marañas,
cada qual su paso inclina
al olor de una cocina
que penetra las entrañas.
Entra al Refitorio y mira
mesa puesta sin afán,
servilleta, fruta, pan,
un tazón que ambar respira,
mandando el Refitolero
diez legos arremangados,
quatro gatos diputados
con mas lomos que un carnero;
va andando la tabla llena
y pone cada varón
las manos en su porción
y los ojos en la ajena.
Luego empiezan los cuchillos
en los platos la armonía,
y la fuerte ferrería
de mascar a dos carrillos.
Solo se oyen placenteros
chiquichaques de quixadas,
que hay runfla de dentelladas
que parecen Caldereros;
y entre el sonoro exercicio,
que al baxar y subir crecen
tantas manos, que parecen
los cazos del artificio,
prorrumpe un frayle: a obediencia
nos obliga este instituto,
y al son de aquel estatuto
hacen todos penitecia.
Luego andan dos Fraylecillos
llevando con manos diestras,
candeales en unas cestas
molletes en los carrillos.
Dos legos a jarrear,
vertiendo sangre, de hinchadas
las caras, como tajadas
de carnero a medio asar.
Comen, y de dos en dos,
a quien se lo da alabando,
salen tosiendo y rezando
en honra y gloria de Dios.
("Jornada segunda")


A San Diego de Alcalá, patrón de los franciscanos legos, se le atribuye el milagro de la curación del príncipe  Carlos, el hijo de Felipe II, después de haberse caído por las escaleras del Palacio Episcopal. El gran Lope de Vega le dedicó un soneto y una comedia biográfica. En ella hace intervenir a un refitolero:

SALE EL GUARDIÁN Y UN REFITOLERO

REFITOLERO
Crea vuesa reverencia
que le digo la verdad.

GUARDIAN
Aunque es esto caridad,
pondré pena de obediencia
a fray Diego, que jamás
tome el pan del refitorio.

REFITOLERO
Es esto a todos notorio.

GUARDIAN
Yo sé que no lo haré más,
y ya le tengo reñido;
pero con él no aprovecha.

REFITOLERO
Yo siempre estoy con sospecha,
siempre en vela y advertido;
pero él viene tan sutil,
que me toma cuanto tengo.
Por eso a quejarme vengo.

GUARDIAN
Pues vaya, padre fray Gil,
a su refitorio, y calle;
que yo reñiré a fray Diego.

REFITOLERO
Por Dios, padre, se lo ruego.

GUARDIAN
Como culpado le halle,
yo le dará su castigo.

REFITOLERO
O puede tambien mandar
que otro sirva en mi lugar.

GUARDIAN
Vaya, y descuide conmigo.

REFITOLERO
Si cogiese todo el pan
ya para los padres puesto,
o cuando viene en el cesto
que del horno me lo dan,
así junto le daría.

GUARDIAN
Es esa su condición.
Quién supiese la ocasión,
¿cómo reñirle podría?
Envidio tanta virtud,
tan ardiente caridad,
tal pureza, tal bondad,
tal silencio y tal quietud.
¡Oh, santísimo varón!
¡Qué ejemplo a todos nos das!
("Acto tercero")




El padre jesuita José Francisco de Isla comienza así el primer capítulo del libro segundo de su "Historia del famoso predicador  fray Gerundio de Campazas alias Zotes":

"Ya tenemos á fray Gerundio en Campaña, como toro en plaza, Novicio hecho y derecho, como el mas pintado, sin que ninguno le echasse el pie adelante, ni en la puntual assistencia á los exercicios de Comunidad, porque guardaba mucho su coleto, ni en las travesuras que le havia pintado el Lego, quando podia hacerlas sin ser cogido en ellas, porque era mañoso, dissimulado, y de admirable ligereza en las manos y en los pies. No obstante, como no perdia ocasión de correr un panecillo, de encajarse en la manga una ración, y en un santi-amen se echaba á pechos un Jesús quando ayudaba al refitolero á componer el Refectorio: llegó á sospecharse que no era tan limpio como parecía, y assí el Refitolero, como el Sacristán le acusaron al Maestro de Novicios, que quando Fray Gerundio assistía al Refectorio, ó ayudaba á las Missas se acababa el vino de éstas á la mitad de la mañana, y á un volver de cabeza se hallaban vacíos uno ó dos Jesuses, de los que juraria á Dios y á una Cruz que ya havía llenado; y aunque nunca le havían cogido con el hurto en las manos, pero que por el hilo se sacaba el ovillo; y que en Dios y en su conciencia no podía ser otra la lechuza que chupaba el aceyte de aquellas lámparas".
("Concluido su noviciado passa estudiar Artes"; págs. 174-175)

Es probable que fray Gerundio conociera las "Practicas espirituales para el uso de los hermanos novicios de la Compañía de Jesus, del Noviciado de Villagarcía" (Imprenta del Seminario. Villagarcía, 1760) escritas, o recogidas, por el padre jesuita Francisco Xavier de Idiaquez. He aquí lo que debió hacer y, seguramente, no hizo:

II
OBEDIENCIA EN OFICIOS

"1. Obedecer al Refitolero como al mismo Christo, en cuio nombre ordena. 2. Irse á poner, para ver lo que manda, delante del Refitolero con modestia, y silencio. 3. Cuando hubiere alguna duda sobre lo que ha ordenado, preguntarselo en voz baja. 4. No meterse á abisar cosa alguna al Refitolero, como el no haia encargado, que le abisen algo. 5. No dar muestras algunas de que el Refitolero no ordena bien. 6. No meterse á hacer lo que no se ha mandado. 7. Hacer con toda perfeccion la cosa que se ordena. 8. En acabando lo que se ordenó, bolver á ponerse con modestia, y silencio delante del Refitolero. 9. Al acabarse los Oficios, ni sentarse antes, que se lo manden, ni tardar en sentarse, despues que se lo haian mandado".
(Cap. XII: "Oficios del Refectorio"; pág. 43)

Félix María de Samaniego es conocido por sus "Fábulas" o por sus hirientes sátiras a su coetáneo Tomás de Iriarte, pero escribió otros versos que D. Eustaquio Fernandez de Navarrete reunió y publicó bajo el  título de "Obras inéditas ó poco conocidas del insigne fabulista Don Félix María de Samaniego" (Imprenta de los Hjos de Manteli. Vitoria, 1866). Entre estas poesías se encuentra la "Descripción del convento de carmelitas de Bilbao, llamado el Desierto". Comienza de este modo:

En el más sano clima de la España,
una fértil colina
hermosea y domina
el mar y la campaña.
Un río tortuoso,
con las aguas marinas caudaloso,
la presenta sus naves y las baña.
Coronan su eminencia
un templo entre cipreses y, a su lado,
en un bosque frondoso
un humilde edificio colocado,
apenas a la vista descubierto,
de veinticuatro estáticos varones,
grandes por su retiro y penitencia,
esta es la habitación, este el Desierto.

En otro fragmento de esta larga poesía leemos:

Hay una calavera
enfrente del asiento
del Padre presidente.
Dije al refitolero: -Bueno fuera
quitar esta costumbre por dañosa.
-¿Quitarla, me contesta, ¡linda cosa!...
que está puesta de intento
verá usted brevemente,
y está muy bien dispuesto
que esté la calavera en este puesto.

Entre los "Cuentos de amor" de doña Emilia Pardo Bazán se encuentra el titulado "La última ilusión de Don Juan". Empieza de esta manera:

"Las gentes superficiales, que nunca se han tomado el trabajo de observar al microscopio la complicada mecánica del corazón, suponen buenamente que a Don Juan, el precoz libertino, el burlador sempiterno, le bastan para su satisfacción los sentidos y, a lo sumo, la fantasía, y que no necesita ni gasta el inútil lujo del sentimiento, ni abre nunca el dorado ajimez donde se asoma el espíritu para mirar al cielo cuando el peso de la tierra le oprime. Y yo os digo, en verdad, que esas gentes superficiales se equivocan de medio a medio, y son injustas con el pobre Don Juan, a quien sólo hemos comprendido los poetas, los que tenemos el alma inundada de caridad y somos perspicaces.... cabalmente porque, cándidos en apariencia, creemos en muchas cosas.
A fin de poner la verdad en su punto, os contaré la historia de cómo alimentó y sostuvo Don Juan su última ilusión..., y cómo vino a perderla.
Entre la numerosa parentela de Don Juan -que, dicho sea de paso, es hidalgo como el rey- se cuentan unas primitas provincianas muy celebradas de hermosas. La más joven, Estrella, se distinguía de sus hermanas por la dulzura del carácter, la exaltación de la virtud y el fervor de la religiosidad, por lo cual en su casa la llamaban la Beatita. Su rostro angelical no desmentía las cualidades del alma: parecíase a una Virgen de Murillo, de las que respiran honestidad y pureza (porque algunas, como la morena «de la servilleta», llamada Refitolera, sólo respiran juventud y vigor)".
(Págs. 33-34)

Don Benito Pérez Galdós escribió esta voz en su Episodio Nacional de la primera serie titulado "Napoleón en Chamartín":

"Tan sumergido estaba yo en mis pensamientos, que no contesté á mi amigo, si bien mi silencio no fué parte á que dejara de seguir hablando por todo el trayecto, durante el cual no nos ocurrió desgracia alguna, ni tuvimos ningún mal encuentro. 
—Ya estamos en casa—me dijo cuando entramos.— Sube y probarás de unas estaquitas de la olla de ayer que el refitolero me ha guardado para hoy, poniéndolas con arroz, y te advierto que en todo lo que sea de arroz, soy una especialidad, y á mí se me debe la introducción de las almejas y de la canela en la valenciana paella".
(Cap. XXI; págs. 217-218)


Bartolomé Esteban Murillo: "Virgen de la servilleta" (1666)

Escribe Azorín en "La voluntad":

"A las once la refitolera golpea el argentino cimbalillo. Y las monjas aparecen en la lejanía el claustro. Las monjas entran en el refectorio. El refectorio es una espaciosa estancia de paredes blancas. En las largas mesas, cada religiosa tiene  dos servilletas, una extendida y otra plegada, una cuchara de palo y un blanco jarrón de Talavera. Entre cada dos puestos, hay una alcucilla vidriada con vinagre y un osero de porcelana".
(Cap. 28; pág. 122)

Ramón María del Valle-Inclán escribe esta voz en su novela "La Corte de los Milagros", con el sentido de su cuarta acepción:

"El Marqués saltó del pescante, refitolero y medroso, las manos cruzadas bajo las haldillas de la tobina pisaverde: 
— ¡Se nos aguó la fiesta! Adolfito acentuaba su cínica indiferencia: 
— Un romano se hubiera vuelto a su casa. ¿Tú dirás sí somos romanos? 
— ¡No me descompongas los nervios! ¡Cuántos cadáveres! ¡Qué espanto! 
El Tío Juanes, con austera cordura, puntualizaba: 
-Los muertos no pasan de dos. Un tuno, y el pollino en que iba montado. Esta justicia, entendido que lo sea, se la debemos a la Benemérita".
(Libro Séptimo: "Para que no cantes"; X; pág. 250)

En el mes de enero de 1925 la revista "La Pluma" publicó un artículo de Ricardo Baroja en el que recreaba una tertulia presidida por Ramón María del Valle-Inclán en el Café de Madrid, sito en la calle de Alcalá. Entre los tertulianos se encontraban Camilo Bargiela, Rubén Darío, Leal de Cámara y Jacinto Benavente, al que describe de la siguiente manera:

"Importante personaje en aquel conciliábulo era un caballero pequeño de estatura, de perilla y bigotes mefistofélicos, calva incipiente, muy refitolero en el decir y en sus ademanes. Mordisqueaba constantemente un puro".

Vamos a poner completo este romance de D. Miguel de Unamuno, escrito el 9 de abril de 1928, porque tiene su miga:

–¿Qué me dices de mi España, 
palomita mensajera, 
que has cruzado por sus campos 
camino de la frontera? 
–Que la vi a vista de pájaro, 
pues no vuelo a ras de tierra; 
todo estaba tan tranquilo 
como en un día de fiesta. 
–¿Qué me dices, palomita? 
¿qué me dices, mensajera? 
¿quieres decir tan tranquilo 
como en una hora de siesta? 
–Huyo de los cazadores 
ansiosos de una merienda; 
no quiero que de mi pecho 
hagan carne de escopeta. 
–¿Y por eso es que no has visto 
si la fiesta es más que siesta? 
no sabes, mi palomita, 
ni de la misa la media. 
–No saber es lo que vale,
 que el que sabe se enajena; 
tradición es de palomas 
¿la santísima inocencia. 
–¿Y por qué traes en el pico,
 palomita mensajera,
esa ramita de oliva? 
¿la mercaste en una feria? 
–Lo que merqué fue aceituna 
que se me ha caído a tierra, 
y ahora no más que un recuerdo 
es el ramito que queda. 
–¿Recuerdo o señuelo? dime: 
te has hecho refitolera; 
estaba yo equivocado 
pues sabes más de la cuenta. 
–Mi sencillez ha aprendido 
de la serpiente prudencia 
y ha enseñado a la serpiente 
sencillez como defensa. 
–Pues, vuélvete, palomita, 
vuelve al palomar y espera
que por sencilla y prudente
acabes en la cazuela.

Juan Ramón Jiménez dejó escrito un aforismo que, años más tarde, recordó Andrés Trapiello en su libro "La manía":

"El que imita en broma, refitolero imitador de amigos y enemigos, imita en serio".

Más de una vez he dicho que mi libro de cabecera durante muchos años fue "Oficio de tinieblas 5", de Camilo José Cela. En la página 37 escribe:

"228     el barón de la conjuntivitis y el lunar color naranja enciende su cigarro habano de las cinco de la tarde y entra en el bar de camareras el tiburón enamorado

229    lleva al hombro la espingarda mora que compró en la testamentaria del raisuni viste un macferlán príncipe de gales y se cubre la cabeza con el bombín color café que suele usar en las ocasiones muy señaladas

230     vengo a matar a maría pipí vuestra refitolera o a ivón hormisdas el hereje que murió en la batalla de berbería"    

REFECTORIO

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Si en  la última entrada hemos estudiado la voz refitolero ahora vamos a centrarnos en su lugar de trabajo, que no es otro que el refectorio. Comparadas ambas voces, vemos que refectorio suena de un modo más solemne y campanudo que refitolero. Lo mismo podríamos decir de los vocablos arquitectónicos de las construcciones religiosas si los comparamos con los que definen a sus moradores esporádicos o habituales. Ábside, pináculo, triforio, contrafuerte, arbotante, gárgola, transepto, absidiolos, deambulatorios, claustros, bóvedas, vitrales, tímpano, rosetón, claristorio nos parece que  tienen más fuerza semántica, que gozan de una fastuosidad sonora de la que carecen voces tan corrientes y molientes como  fraile, limosnero, sacristán, cillerero, prior, cura, monja, clérigo, párroco, fieles, beata o peregrinos. Uno nombra en voz alta las diferentes partes de una catedral gótica, o de un monasterio románico  o de una iglesia barroca y se tiene la impresión de que la obra catedralicia, el silencio monástico o el recogimiento eclesial se elevan aún más de lo que ya están hacia el Reino de los Cielos  mientras sus moradores, eclesiásticos, fieles y visitantes incluidos, deambulan por ellas como seres terrenales, imperfectos y, a veces,  pecadores,  en busca de redención.
A mi, al menos, con apenas doce años, la iglesia, el claustro y el refectorio del monasterio de Santa María de El Paular me imponían. Bien es cierto que tal solemnidad religiosa contrastaba con la humilde y avinagrada crema de lentejas, que había que comerse sin rechistar, u otros benedictinos manjares dignos de aliviar el  hambre pero también de alejar la fe. Cuando las cosas vinieron mal dadas, nos preguntaron si teníamos vocación. Yo dije que no y me mandaron a casa. 
No recuerdo con detalle aquel amplio refectorio; de modo que no me queda más remedio que recurrir a los libros. Don Antonio Ponz visitó la Cartuja de El Paular en su día. He aquí lo que escribió en el tomo X de su "Viage de España" (Joachin Ibarra. Madrid, 1781):

"35Vamos ahora al refectorio, en cuyo testero tuve gusto de ver una copia de la famosa Cena, del Ticiano, que hay original en el del Escorial, y me hubiera alegrado mas, que el Eugenio Orozco ya nombrado, y que hizo la tal copia, no se hubiera tomado la licencia de añadir alguna figura,  y alterar otras cosas; pero de todos modos, parece bien en aquel parage un pensamiento tan celebre del Ticiano, aunque copia. Encima de este quadro se representa la Crucifixión, de escultura, que parece de quando se hizo el retablo mayor de la Iglesia.
36Adornan el uno y otro lado del Refectorio dos grandes quadros de Pedro Atanasio, Pintor Granadino, discípulo del Racionero Cano. El uno representa á Nuestra Señora sentada en Trono de nubes y Angeles niños; á un Monge Cartuxo arrodillado, que de mano de un Angel mancebo recibe un libro, por disposición de la Virgen: el otro casi representa el mismo asunto, con la diferencia de que ademas de la compañía de Angeles, que asisten á Nuestra Señora puesta de pie en actitud de entregar el libro al Monge, está también allí el Apóstol San Pedro, Son pinturas de muy buenas máximas y colorido, según la escuela del célebre Cano, á quien Atanasio procuró imitar". 
("Carta quarta"; pág. 89)

Lo que don Antonio Ponz vio fue esto:



Pero con la promulgación del Decreto Real del 19 de febrero de 1836, que declaraba la Venta de bienes del Clero ("Desamortización de Mendizábal") todo cambió. Los monjes cartujos abandonaron aquel recinto, sus bienes fueron enajenados y no se volvió a habitar por una comunidad religiosa -los frailes benedictinos que vinieron del monasterio riojano de Valvanera- hasta el año 1954.
Muchos años después de la visita de don Antonio Ponz, esta es la descripción que hace  Francisco F. Villegas  de aquel lugar en su obra  titulada "La Cartuja del Paular" (Renacimiento. Madrid, 1915):

"Del templo se pasa á un patío con gran zócalo de azulejos. Cerca está, ó mejor dicho estaba, la subida de la torre, destruida en parte por el último incendio. Salvando escombros y ruinas, se llega al refectorio, vasta sala con grandes mesas de pino y largos bancos de la misma madera. En él hacían colación ciertos días del año los sacerdotes. Los otros días cada cual comía en su respectiva celda. Sabido es que el carácter distintivo de los cartujos era el aislamiento. Su celda era su mundo, y sólo tenían en común el claustro, el coro y de cuando en cuando, la comida, en el refectorio. Durante ella un monje leía á los otros desde el púlpito algún episodio de la vida de San Bruno. Su alimentación era siempre de vigilia, y hasta los mismos reyes, cuando posaban en el convento, se sometían á este austero régimen. Desde Carlos V, mediante bula, se concedió á los monarcas comer carne durante su permanencia en el Monasterio; pero en este caso la comida de los reyes no podía pasar por el claustro. 
Junto al refectorio de los sacerdotes se encontraba el de los legos. Por la longitud de los bancos, que todavía se conservan en uno y otro comedor, puede calcularse que entre religiosos, legos y educandos pasaba de ciento el número de los frailes. El noviciado de los profesos duraba á veces basta cinco años. ¡Tanto tiempo se tardaba en evidenciar la vocación para una vida cuyo rigor y austeridad hasta en el ánimo más fuerte ponen admiración y espanto!"
(Cap. V; págs. 83-84)

Lo que debió de ver Villegas fue algo parecido a lo que plasmó Camps (¿Leonardo?) en sus fotos, en el año 1905:





Pío Baroja describió los parajes y el estado calamitoso de la cartuja en su novela "Camino de perfección" (1913) pero, cuando nombra un refectorio, no se refiere al de este recinto abandonado, sino al del colegio de los escolapios de Yécora (Yecla) en el que Fernando Ossorio estuvo interno:

"Después de comer en el refectorio, que tenía largas mesas de mármol blanco, tristes, heladas, se volvía de nuevo al trabajo",
(Cap. XXXVII; Pág. 189)

Con la llegada de los frailes benedictinos, a los que el Estado Español les cedió la cartuja en usufructo durante treinta años, con derecho a una prórroga de treinta años más, se reanudaron las obras de restauración. Sobre ellas  Juan de Contreras López de Ayala, más conocido como  Marqués de Lozoya, escribió un pequeño artículo, que publicó  en el nº 33 del Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, correspondiente al segundo semestre de 1971. En él dice, entre otras cosas, lo siguiente:

"Una fase del milagro del Paular fue la restauración del refectorio. En él se cumple una de las partes esenciales de todos los planes monásticos, aun de los sistemas más austeros: el que los monjes vivan su vida de pobreza y penitencia rodeados de belleza. Belleza pura, espiritualizada en todo lo que rodea su vida".

La foto del pequeño folleto nos lo muestra así:


Luis Buñuel solía visitar las ruinas de El Paular en su Ford; a veces, acompañado de Federico García Lorca y de otros amigos. Lo hizo también, años más tarde, cuando escribía, junto con Jean-Claude Carriere, algunos de los guiones de sus películas. En su biografía "Mi último suspiro", nos cuenta lo siguiente:

"Un día, los monjes nos invitaron a Carrière y a mí —residíamos en el hotel contiguo— a almorzar en su gran refectorio gótico. Fue una comida bastante buena con cordero y patatas, en el curso de la cual estaba prohibido hablar. Uno de los benedictinos leía a algún padre de la Iglesia. En compensación, después de comer, pasamos a otra estancia, con televisión, café y chocolatinas, y allí hablamos abundantemente. Estos monjes, gentes muy sencillas, fabricaban queso y ginebra (este último producto les fue prohibido, pues no pagaban impuestos) y, los domingos, vendían a los turistas tarjetas postales y bastones tallados. El superior conocía la reputación diabólica de mis películas, pero se limitó a sonreír. Nunca iba al cine, me dijo, casi excusándose".
(Pág.

Algunos relacionan estas  comidas en el refectorio  del monasterio con su película "Viridiana"; sobre todo por aquella famosa recreación de la "Última Cena". Piensan que Buñuel se inspiró en el cuadro de Eugenio Orozco, pero esta obra ya no estaba allí sino en el Museo Cerralbo,  que la cedió en depósito temporal a los monjes benedictinos en el año 2011  "con motivo de la instalación en el claustro principal de las cincuenta y dos obras de Vicente Carducho, dedicadas a la historia de la orden de los Cartujos" (Web) Yo, al menos, no la recuerdo. Lo  que cuenta Luis Buñuel sobre la fábrica de licores debió ocurrir en el año 1968. No sé, a ciencia cierta, si la cerraron porque no pagaban impuestos. Lo que sí sé es que aquellas navidades trabajamos mucho para poder sacar adelante un gran pedido que, al final, no cobraron. De mediador estaba un tal Mediavilla. 
Como hemos dicho en la entrada anterior, tanto Covarrubias como Autoridades recogen la voz refitorio. También lo hace Rosal (1611), que dice que "refitorio es Refectorio, de Reficere Latino, que es reparar al descaido".Academia incluye la voz refectorio, como tal, a partir de la edición de 1803, en la que también encontramos el vocablo refitor. A saber:

"REFECTORIO. s. m. El lugar destinado en las comunidades para juntarse á comer. Cornaculum.

REFITOR. s. m. ant. Lo mismo que refectorio".

Se mantienen estas definiciones hasta la edición de 1884, en la que fijan y dan esplendor a la que ha llegado hasta nuestros días:

"REFECTORIO. (Del b. lat. refectorium; del lat. refectus, refección, alimento.) m. Habitación destinada en las comunidades y en algunos colegios, para juntarse á comer".

El Esteban Terreros dice:

"REFECTORIO, pieza en que toman su comida los Relijiosos, y algunas Comunidades. (...)".

Los diccionarios consultados habitualmente se atienen a lo dicho por Academia. Igualmente el Pagés, que ilustra esta voz con una cita sacada de la obra del obispo de Astorga, don Antonio de Cáceres y Sotomayor, titulada "Paraphrasis de los Psalmos de David..." (Officina de Pedro Crasbeeck. Lisboa, 1616) Ampliamos la cita para su mejor comprensión:

"Pues por esso me alegro tanto, porque al fin me dizen muchas cosas, aunque todas ellas no son mas que parte de las que espero ver muy presto; y assi no puedo dexar de recebir contento grande, y alegrarme mucho oyéndolas. Tambien se declaran bien estas palauras con vn frasis Español, y es como quando dezis: dizenme tantas cosas de Roma, que me dan gran desse de vella. Dizenme tantas cosas de fulano, que no puedo dexar de estimalle mucho. Añadamos algo a nuestro propisito sobre estas palauras, in his qua dicta sunt mihi. Y digo que es gran cosa (Padres mios) el estado fraylesco, donde aunque os pese, aueis de oyr hablar de la casa de Dios muchas vezes. En el choro os lo cantan, en el refectorio lo recitan, el Lector lo enseña en los generales, en el pulpito lo declara el predicador, en la Fraternidad os lo dizen los hermanos de casa de Nouicios, y en este lugar os lo representamos los Priores muchas vezes".
("Otra explicacion del Psalmo Laetatvs, que predicó el avtor en el dia de todos Santos, a los Religiosos, siendo Prior del Conuento de S. Esteuan de Salamanca, en el qual muestra a los Predicadores como se han de aprouechar del Paraphrasis ordinario, reduziendolo a estilo predicable"; pág. 231.)


Monasterio de S. Lorenzo de El Escorial: "Refectorio".

Fray Francisco de los Santos es el autor de la "Descripcion breve del Monasterio de S. Lorenzo el Real del Escorial..." (Imprenta Real. Madrid, 1657). El refectorio del convento lo describe del siguiente modo:

"Enmedio del suelo tiene vna Fuente de Iaspe colorado, y embutidos de Marmol blanco, formada de dos tazas sobre Pedestales quadrados, que las diuiden a proporcionada altura. Remata en vna Bola, que por quatro Mascaroncillos del mismo Marmol vierte el agua, para que se comunique á las Tazas.
Aqui tiene su entrada el Refectorio, por las tres puertas de la vanda del Medio dia. Es vna pieça de mucha alegria, claridad, y blancura, y aunque de suficiente grandeza, no dexa de ser corta para tanto numero de Religiosos como ay, pues solo tiene ciento y veinte pies de largo, y treinta y cinco de ancho; mas como fue el intento del principio, que no huuiesse tantos habitadores, y despues por conueniencia trataron que fuessen mas; hecho el Refectorio, no tuuo remedio el darle mayor capacidad, y respecto de la que tiene, es algo baxo tambien, mas fue forzoso, porque no desigualara la altura, al andar de los treinta pies; y assi no tiene sino veinte y ocho. La Bobeda haze en su buelta, compartidos de mucho lucimiento, y en cada Coro ay vn Pulpito de Piedra bien labrados, donde se lee mientras comer, y cenar, para que á bueltas de los manjares que sustentan el cuerpo, tenga los suyos el Alma, sazonados en las Historias diuinas, que la sustentan y animan. Fuera de las tres Puertas de la entrada, tiene otras dos á los lados junto á ellas del mismo tamaño por de dentro, y en el testero de Medio dia cinco Ventanas grandes, que le bañan de luz, y le ponen alegre.
Entre las dos de abaxo, hasta la Cornija, que corre por el contorno, está aqui la famosa Pintura de la Cena, del Ticiano, tan celebrada de los Pintores, y con razon; porque tal viueza, y espiritu como muestran las figuras con el relieue, y fuerça del arte, es de lo mas raro que puede verse; son algo mayores del natural. El rostro de Christo hermosissimo y graue. Los Apostoles parece que respiran, y hablan. Los lexos, que se descubren por la puerta del Cenaculo, marauillosos. No pudo el arte llegar a mas.
Lo demas de la composicion de las Mesas, y la limpieza y asseo de todo el Refectorio y de las Oficinas que tiene al lado para sus menesteres es mucho de ver; con que siempre está de buen olor, y con aquella curiosidad que es como propia desta Religion". 
(Discurso X: "De la segunda parte, en que se diuide la planta, y de los Claustros pequeños, del Conuento, con las Pieças mas notables que ay en ellos"; pág. 53v-54)

Del gran cronista madrileño Ricardo Sepúlveda es el estudio histórico-literario que lleva por título "El monasterio de S. Jerónimo el Real de Madrid" (Librería de M. Murillo. Madrid, 1883). En él nos cuenta, entre otras cosas, el modo de proceder de los frailes en el refectorio monacal:

"En los dias de repique y fiesta mayor la mesa del refectorio se componía de dos platos, uno de cocido y otro de aves asadas ó en pepitoria, y para postres, natillas, cremas, bollos y pasteles elaborados por las monjas de todos los conventos de Madrid , que tenian mucho honor en ser las reposteras titulares del Monasterio de San Jerónimo. 
El Prior bendecía la mesa; un novicio leia desde la tribuna las oraciones, y entretanto los padres desocupaban en silencio, con parsimonia de verdaderos gourmets, el contenido de los platos. 
Copas pequeñas de vino rancio de Pinto ayudaban la ingestión de los alimentos, y al final, el padre mayordomo solia traer de la opima despensa una botella de hipocrás, que se distribuía por categorías á todos los hermanos. Después sacaban los viejos sendas cajas de rapé habanero, recien importado en Madrid, que se brindaban y tomaban con corrección artística, sin verter un átomo, y los nuevos y novicios fumaban, con permiso del Prior, pitillos de salvia y hojas de rosa, para aclarar la voz, en tanto llegaban á la edad reglamentaria de la tabaquera con macuba. 
Todo esto sucedía á puerta cerrada, porque era la vida interna de la comunidad, en las horas de descanso, y no por otra cosa, pues aunque los tiempos fueron entonces de relajación y desenfreno en Europa, no se dijo nunca que nuestros Jerónimos dieran pretexto á la más leve censura pontificia, por excesos en el comer ó por otras causas.
Eran todos los monjes personas cultas, piadosas y bien educadas, y sabían llevar con dignidad la túnica cerrada blanca, y la capa parda, ó el manto con escapulario, que componía su hábito religioso según la Bula. 
Después del refectorio, y de la obligada conmemoracion de los hermanos difuntos, cuéntase que cuando los venerables padres volvían á sus celdas, á paso lento, alguno ó algunos de los de más edad y categoría solían encerrarse en su celda, y allí, parapetados y atroquelados en sillones de cuero repujado, claveteado y atirantado ad ussum hieronymianum, tomaban á sorbos bien paladeados sendas tazas de café de Santiago de Cuba, que por entonces era artículo casi inconquistable en Madrid, por lo raro y difícil de adquirir y por lo costoso de traer. Pero los padres eran amigos íntimos y confidentes predilectos de los más grandes proceres, y lo que á éstos llegaba de América se repartía por igual entre las cogullas de jerga y los mantos estrellados de la grandeza".
(Cap. XVII; págs. 109-111)

De su abad Luciano Serrano es la obra titulada "El Real Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos) Su historia y tesoro artístico" (Hijos de Santiago Rodríguez. Burgos, 1926?) Así describe el refectorio:

"Refectorio mayor.—Es una espléndida sala, cuyas ventanas se abren á la fachada del mediodía. Su techumbre está sostenida por tres grandes pilares. Mide 22 m. de largo, por 8 m. de ancho. Ocupa el testero una hermosa copia del Santo Cristo de Velázquez, y á su lado, un cuadro de San Benito, cenando, y otro de Santo Domingo, con los cautivos, y la beata Juana de Haza, ambos traídos de Roma en 1746 por el P. Baltasar Díaz. Adornan esta pieza dos grandes altos relieves en madera, que representan á S. Gregorio el Magno, vestido de cogulla, y á Santa Escolástica, restos del altar mayor de la antigua iglesia, construido en Valladolid por Marcos de Garay, «escultor y ensemblador» y Pedro de Fuertes, «pintor y dorador», desde 1622 á 1624".
(Cap. XV: "El monasterio actual y su construcción"; pág. 190)


En "Las siete Partidas", de Alfonso X el Sabio, la voz que se emplea es la de refitor:

LEY XV 
Que los monges non deben comer carne fueras en ciertos lugares

"Carne non deben comer los monges en el refitor por ninguna guisa, nin han de facer como solien  á las vegadas haber en costumbre en algunos monesterios que en los dias de las fiestas dexaban pocos en la claustra et salía el convento con el abat fuera del monesterio á comer carne; et esto non debe ser; ca en los dias santos deben guardar mayormiente su regla et non han de comer carne fuera del refitor si non en la enfermería. Pero quando el abat viere que lo han algunos menester puede á las vegadas llamar á los unos et á las vegadas á los otros, et llevarlos  á su cámara et darles bien á comer. Otrosi los que fueren flacos ó enfermos que se hobieren de sangrar ó de tomar alguna melecina, non se deben apartar en otras cámaras: mas todos han de venir á la enfermería, et allí les deben dar lo que hobieren menester también de carne como de todas las otras cosas que les convienen. Pero si algunt monge fuere flaco ó hobiese vevído en el sieglo viciosamiente, así que se non tovíese por ahondado de los comeres de la órden que diesen á los otros comunalmiente, et el abad 6 el prior le quisiese facer gracia de algunt comer mejor, débelo facer traer primeramiente ante si al refitor do están comiendo, et non ante aquel monge, et estonce enviarle pitanza del por que se pueda mejor sofrir: et esto debe facer de guisa que non nasca dende escándalo á los otros".
(Partida I; pág. 306)

Refitor y refitorio son voces que Gonzalo de Berceo utiliza en la composición de algunos de  sus versos. En el canto segundo de la "Vida de Santo Domingo de Silos" escribe:

378. En toda la noche, fasta vino el dia, 
Cavaron en la uerta de la sancta mongía, 
Mas rancar non pudieron puerro nin chirivia. 
Fuera que barbecharon lo que yaçie eria. 

379. El sennor grant mannana demandó los claveros, 
Fraires, dixo, sepades que avemos obreros, 
Cavado an el uerto, desto seet certeros, 
Aguisad commo coman, e lieven sus dineros. 

380. Fo a ellos al uerto el sancto confessor: 
Amigos, diz, avedes fecha bona lavor, 
Tengavoslo en grado Dios el nuestro sennor, 
Venid, e yantaredes al nuestro refitor. 

En el libro tercero de la "Estoria de sennor Sant Millan", más conocido como "La vida de San Millan", leemos:

351. Los fradres de la casa, omnes bien acordados 
Vieron estos omnes fera-ment quebrantados: 
Asmaron entre si que eran mal yantados, 
Ca saben con tal duelo amargos los boccados. 

352. Rogáronles que fuessen un poco sopear 
Por referir la cueta, el lazerio temprar, 
Dexaron la defunta delante el altar, 
Fueron al refitorio la caridat tomar.

El Arcipreste de Hita procede de igual modo en su "Libro de buen amor". En su composición poética titulada "De como clérigos e legos, e flayres e monjas, e duennas e ioglares salieron a reçebir a don Amor", dice:

1246. Desque fue y llegado don Amor el loçano, 
Todos inojos fincados, besáronle la mano,
 Al que gela non besa teníenlo por villano; 
Acaesció grand contienda luego en ese llano. 

1247. Con quales posarié ovieron grant porfía, 
Querríé levar tal huésped luego la clerezia, 
Fuéronle muy contrarios quantos tenien frairia, 
Tan bien ellas como ellos querríén la mejoría. 

1248. Dixieron allí luego todos los  ordenados: 
Sennor, nós te daremos monesterios onrados, 
Refitorios pintados, e manteles parados,
Los grandes dormitorios de lechos bien poblados.

El siguiente tetrástrofomonorrimo se encuentra en el "Enxienplo del gallo que falló el çafir en el muladar":

1399. Alegre va la monja del coro al parlador, 
Alegre va el fraile de terçia al refitor, 
Quiere oír la monja nuevas del entendedor, 
Quiere el fraile goloso entrar en el tajador.

Es probable que Lope de Vega se apropiara de los dos primeros versos del romance de D. Luis de Góngora, que dice: "Mil años ha que no canto/ porque ha mil años que lloro". A partir de ahí, Lopillo va por un lado y Gongorilla por otro. El que ahora nos interesa es el del poeta cordobés. Comienza así:

Mil años ha que no canto,
porque ha mil años que lloro
cuidados del mal pasado,
que ha puesto fin a mis tonos.
Ingrato mundo, de ti
estoy de veras quejoso,
pues con tan poca razón
me castigas a mí solo.
Ello consiste en ventura,
que mil pecados conozco,
más graves que el mío algunos
y más sin castigo todos...

Más adelante leemos:

Y aunque es el trabajo grande
de la obediencia y el coro,
¡cuán bueno es saber que hay
en conventos refitorio!

Cuenta Francisco de Quevedo en un romance jocoso que a "una viejecita de tiempo de moros (...) tratóla un mancebo con fondos en tonto". La viejecita resultó ser una tragona de mucho cuidado, pues se comió toda su hacienda. En la extensa relación de sus apetitos, dice el vate cojitranco lo siguiente:

Que sin ser polilla
le comiese al bobo
todos sus vestidos
es raro negocio.
Y no paró aquí
este fiero monstruo,
digno por la mitra
de obispar con tronchos;
pues sin ser caribe´
ni vivir en Congo,
se comió dos pajes
y un lacayo sordo.
Carne humana gasta
en su refitorio;
come como cuervo,
habla como tordo.
Luego que le vio
gastadillo y roto
le canto la vieja
malditos responsos...

Lo único bueno de esta triste historia es que no terminó bien para la viejecita de tiempo de moros.
En la comedia famosa de Luis Vélez de Guevara (1579-1644) titulada "El lego de Alcalá" leemos el siguiente asombroso milagro, que transcribo con la grafía actual:

PADRE
Escuchad atento:
estaba rezando un día
junto a una zarza del huerto
de San Francisco alabando
la música de un jilguero,
que juntamente con él
a dos voces daba al cielo,
gracias de haberle criado,
aunque sin entendimiento;
y a este tiempo saltó un gato
de los que tiene el convento
en su santo refitorio,
que están limpios como espejos,
y gordos como caballos,
y no teniendo respeto
del pájaro a la armonía;
deshaciéndose los huesos,
con ellos, y con su carne
dio en el estómago hambriento,
sin esperar a pelarlo,
a guisarlo, ni a cocerlo,
que es propiedad de la hambre
ser colérica en extremo;
el santo que lo miraba
con aquel sencillo pecho
que a todas las cosas hace
en ira piadosa envuelto,
le dijo: "¡Oh,  bruto animal!
¿Cómo es posible que oyendo
el canto desta avecilla
con que al Hacedor Eterno
gracias y música daba,
confusión de humanos pechos,
despedazarle pudiste
a vista de todo el cielo?
De parte de Dios te mando
que lo heches vivo del cuerpo".
Esto dijo apenas cuando,
haziendo el gato mil gestos
con la garganta y la boca,
salió volando el jilguero.
("Acto tercero")


El carmelita fray Jerónimo de San José es el autor de la "Historia del venerable padre fray Juan de la Cruz, primer Descalzo Carmelita, Compañero y Coadjutor de Santa Teresa de Jesus en la Fundacion de su Reforma" (Diego Diaz de la Carrera. Madrid, 1641). El capítulo primero del Libro Segundo narra la llegada del "Venerable Padre á la ciudad de Auila, dá las cartas que lleuaba de la Santa, de las quales se refiere y pondera una en su abono. Passa a Duruelo donde dispone el Monasterio para la primera Fundacion, el qual se describe muy en particular". De esa descripción hemos escogido el siguiente texto:

"9La viuienda del Monasterio dispuso el Venerable Padre, no con menos grandeza que la Iglesia, y Coro. En vn aposentillo baxo sobre quien el Coro cargaua, formó el Dormitorio del Conuento, con dos, ó tres celdillas, adereçado con el mismo adorno que las demas, heno por cama, piedra, ó madera por cabecera, Cruz, y calauera por ajuar. Para graue necessidad, ó flaqueza notable preuino algunas mantas viejas, y almohadas de sayal embutidas de paja ó heno, teniendo por menos pobreza, y mortificacion el gastar lana en esto. A los dos lados desta pieça baxa en correspondencia de las celdillas del Coro, hizo dos pequeños confessionarios, hurtando al dormitorio este pequeño espacio para ellos, porque no en el cuerpo de la Iglesia, sino en lugar particularmente diputado á este exercicio dentro della misma, se pudiesse con quietud, y decencia acudir á confessar á los Seglares; entablando nuestro gran Padre desde entonces el punto de reformacion, que hasta aora se ha continuado, y perseuera siempre entre nosotros. De la cozinilla que restaua en la casa antigua hizo dos partes, señalando la vna para cozina, y la otra para Refectorio. El axuar, y menage de ambas oficinas era muy donoso, porque en el Refectorio puso por mesa vn pedaço de tabla tosca sin labrar, por vasijas vn cantaro quebrado, por tazas para beuer vnos cascos de calabaça. La cozina dexó asaz preuenida con dos ollas viejas, que auian de seruir los menos dias, y vna chimenea de muy poco humo, porque auia de tener menos lumbre, que el Coro donde auia de estar el principal fuego, y sustento de los Religiosos".
(Págs. 105-106)

Contrasta esta pobreza con la de otras comunidades religiosas. Por ejemplo, en la obra de D. Francisco Javier Brabo titulada "Inventarios de los bienes hallados a la expulsion de los jesuitas y ocupacion de sus temporalidades por decreto de Carlos III en los pueblos de misiones, fundados en las márgenes del Uruguay y Paraná, en el Gran Chaco, el Pais de Chiquitos y en el de Mojos, cuyos territorios pertenecieron luego al Vireinato de Buenos Aires" (Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra. Madrid, 1872) tenemos algunos ejemplos. Hemos elegido dos. En el inventario del pueblo de Nuestra Señora de Loreto, detalla los siguientes elementos del "servicio de mesa, refectorio y cocina":

Un aguamanil de estaño. Tres fuentes de estaño. Ocho docenas de platos de lo mismo. Cuatro almireces de bronce, con dos manos. Seis tachitos de cobre. Un asador. Dos ollas de hierro. Unas parrillas. Una paleta de hierro. Dos docenas de cuchillos de mesa, de cabo de palo. Docena y media de tenedores de estaño y azófar. Docena y media de cucharas de lo mismo. Una docena de manteles. Dos docenas y media de servilletas. Ocho tobajones. Tres docenas de vasos de cristal de todos tamaños".
(Págs. 353-354)

En el "Inventario del pueblo de Santiago" figuraba lo siguiente:

Refectorio.

"Tiene su cuadro grande del Hijo Pródigo con marco y cortina; seis mesas con sus asientos y esteras labradas para respaldar; dos alacenas, y la una tiene llave; seis cucharas, seis tenedores y seis cuchillos; cuatro saleros de peltre; cuatro vasos de cristal grandes y cuatro chicos; cinco candeleros de bronce, y seis tablas labradas y pintadas para asiento de los candeleros y saleros. Un aguamanil labrado de peltre, y dos tablas con sus tornos para colgar los paños de mano. Hay tambien seis manteles y veinte servilletas nuevas, cuatro manteles y ocho servilletas usadas y cuatro tobajones.

Cocina

Hay tres ollas de hierro; dos sartenes, una buena y otra mala; cuatro sartenes pequeñas; seis platos de peltre ordinarios; dos platos, asimismo de peltre, algo chicos, y cuatro platos hondos, tambien de peltre; dos tachos grandecitos y uno pequeñito; un almirez de bronce con su mano; tres asadores de hierro, un rallador y tres machetes".
(Págs. 407-408)

Curioso refectorio cuanto menos es el que imaginó Bretón de los Herreros cuando se puso a escribir su poema pedestre joco-serio titulado "La vida del hombre". Lo comienza, claro está, con "La infancia". Estos son algunos de sus versos:

Nueve meses encerrado
En oscuro calabozo
Con las piernas en cuclillas 
Y los puños en los ojos, 
Desde que fué concebido 
El hijo de cada prójimo, 
— No siempre licito fruto 
De legitimo consorcio, — 
Llora y gime á su manera 
De su prisión en el fondo, 
Por ver los rayos del sol 
Que ilumina nuestro globo. 
¡En vano!, que para ahogar 
Sus inocentes sollozos, 
Conspira aleve el corsé, 
Invención de los demonios; 
-Y á saber lo que le espera 
Cuando salga de aquel lóbrego 
Presidio, preferiría 
Ser victima de un aborto. -
Cumplida ya su condena, 
Antes de asomar el rostro 
Paga á la madre en dolores 
Lo que ella le dio en sofocos. 
Si no tiene vocación 
De trapense ó de Jerónimo, 
Él mismo rompe la celda 
Que le servía de estorbo. 
Si la vida motilona 
De aquel antro cenagoso 
Le era grata, se resiste 
A dejar el refectorio. 
Pero ¡inútil resistencia, 
Que con furor demagogo 
Le exclaustra, mal de su grado, 
El comadrón antropófago! 
Revuelto como tortilla 
Y amasado como bollo
Feliz si de tal maniobra 
No sale tullido ó cojo ! ....


Escribe doña Emilia Pardo Bazán en su novela "La madre naturaleza":

"El cura apretó el paso, y al tenerlo cerca, Gabriel reparó atónito en el carácter de su fisonomía, en el rostro demacrado, tan semejante á esas caras de frailes penitentes que surgen de un fondo de betún sobre las paredes de refectorios y sacristías antiguas".
(Cap. XVIII; pág. 311)

El siguiente párrafo se encuentra en la novela de Benito Pérez-Galdós titulada "Fortunata y Jacinta":

"Bajaron las recogidas al refectorio, á tomar el chocolate con rebanada de pan. Animación mundana reinaba en el frugal desayuno, y aunque las monjas se esforzaban por mantener un orden cuartelesco, no lo podían conseguir".
(Parte segunda; cap. VI: "Las Micaelas por dentro"; X; pág. 329)

Félix Vargas es un personaje recurrente en la obra de Azorín; aparece en una novela y en varios de sus cuentos. Uno de los relatos incluido en "Blanco y azul" se titula "La balanza". Comienza con una serie de ensoñaciones del poeta cuando se encuentra a bordo de un coche-cama ferroviario. Después Azorín escribe:

"Félix Vargas ha llegado a media tarde al convento de franciscanos; el convento se halla en la cumbre de un monte; ha subido el poeta andando lentamente; se detenía de trecho en trecho para echar un vistazo a la hondanada, al valle, y contemplar a lo lejos la ciudad. Los corredores del convento son blancos; en el centro del patio hay una cisterna de aguas transparentes. Al anochecer, después de la cena, frugal, en el refectorio, con la comunidad, se han sentado dos o tres religiosos y Félix en la huerta del convento y han estado contemplando, allá en lo hondo, los puntitos blancos, brillantes, centenares de puntitos, de las luces del pueblo".
(Págs. 78-79)

El 2 de enero de 1929, Miguel de Unamuno le escribió una carta a su amigo Ángel Revilla, fechada en Hendaya, localidad francesa muy cerca de la frontera española, en la que vivió un exilio voluntario. Por aquel entonces se alojaba en el Hotel Broca, hoy conocido como Hotel de la Gare. Le agradece en la misiva la recepción de un libro, habla de un retrato y la termina de este modo:

"Y a ver si este año que empieza nos vemos libres de esa pornocracia democrática -demonios es verdugo- que está saqueando, envileciendo y entonteciendo a España. Y ahora parece que quieren sazonar las cagaleras cuarteleras con regüeldos de refectorio".

Casi acierta. La dictadura de Primo de Rivera duró un año más.

La expresión "regüeldos de refectorio" la escribió también en el soneto titulado "Triste España de Caín":

¡Ay, triste España de Caín, la roja
de sangre hermana y por la bilis gualda, 
muerdes porque no comes, y en la espalda 
llevas carga de siglos de congoja! 

Medra machorra envidia en mente floja 
--te enseñó a no pensar Padre Ripalda--
 rezagada y vacía está tu falda 
e insulto el bien ajeno se te antoja.

Democracia frailuna con regüeldo 
de refectorio y ojo al chafarote, 
¡viva la Virgen!, no hace falta bieldo. 

Gobierno de alpargata y de capote, 
timba, charada, a fin de mes el sueldo, 
y apedrear al loco Don Quijote.

"Lampión de refectorio" escribe  Gabriel Miró en su novela "Las cerezas del cementerio":

"Levantóse Félix y lo abrazó riéndose. 
— ¡Todo, todo os lo consentimos, menos reñir y enfurecerse!—Y besaba la pálida y alta frente del padre, cuyos cabellos lacios, de noble blancura, plateaban intensos bajo la encendida lámpara de aceite; redondo, ancho y generoso lampión de refectorio ó de hogar de residencia campesina, más que de estudio de hombre tan rico y autorizado como don Lázaro Valdivia".
(Cap. IV; pág. 39)

Don Ramón María del Valle-Inclán puso esta voz en algunas de sus obras. Por ejemplo, en su "Sonata de estío":

"Una monja nos condujo al refectorio donde estaba dispuesta la colación. Hablaba con las manos juntas: Era vieja y gangosa. Nosotros la seguimos, pero al pisar los umbrales del convento la Niña Chole se detuvo vacilante:
-Hermana, yo guardo el día ayunando, y no puedo entrar en el refectorio para hacer colación".
(Pág. 116)

Dos personalidades literarias de la misma generación escribieron sobre sus experiencias personales cuando, siendo niños, estuvieron internos en colegios religiosos. Don Manuel Azaña estuvo en los Agustinos de El Escorial. En su libro "El jardín de los frailes" dice:

"Los  frailes  salen de sus celdas, siguen los claustros lóbregos, cruzan por el lucernario donde está una fuente que surte agua por cuatro caños en un pilón de granito, y entran en el refectorio, tan frío, hediente a condumios".
(Cap.  IV; pág. 31)

"En el refectorio, viniendo del silencio de la celda, acaso me tocaba leer desde el púlpito unas lineas de "El Genio del Cristianismo" (sin René), cuando no eran de "Fabiola" o, caso peor, de "Las ruinas de mi convento". 
(Cap. XI; pág. 81)

Ramón Pérez de Ayala estuvo interno en dos colegios de la Compañía de Jesús: San Zoilo, sito en Carrión de los Condes, y el de  La Inmaculada Concepción, en Gijón. Uno de sus profesores fue nuestro admirado don Julio Cejador y Frauca. Parte de esas vicisitudes estudiantiles las plasmó en su novela "A.M.D.G". El capítulo III comienza de este modo:

"El refectorio es una pieza alongada, de aire ceniciento; el piso, embaldosado de losetas grises; las paredes, grises y desnudas; al pie y adosados á ellas, bancos de pino; delante de los bancos, largas mesas con tablero de mármol gris; por fuera de las mesas, pequeños escabeles de pino. En la cabecera del refectorio, un crucifijo grande. De una banda, ventanales, y, promediándolos, un púlpito, desde donde el lector complementa y ensalza la torpe función de la comida material derramando sazonado y provechoso alimento para los espíritus".
(Pág. 30)

Vamos a terminar esta entrada como la empezamos: contando una parte de la historia de El Paular. Se encuentra en este vídeo, magníficamente realizado, que colgó Pedro Linares en YouTube:

REDROJO

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En tiempos de la vendimia las muchachas daban lagarejo a los muchachos y viceversa. Ellos les restregaban por la cara algún racimo y ellas solían ser más atrevidas y, entre todas, cogían al bromista y le metían  redrojos dentro de los pantalones o se los restregaban  por fuera  entre procaces y risueñas. No dejaba de ser un juego de iniciación sexual que se compartía con humor y consentimiento del resto de vendimiadores cuando se hacía un alto para almorzar. Aún me viene a la memoria el olor de la tortilla de patatas y el sabor de aquel chorizo de Cantimpalos, que comíamos en grata compañía bajo la sombra de algún árbol. Después se reiniciaba la vendimia y en las lindes del majuelo las miradas traviesas, cómplices y adolescentes entre los chicos y las chicas tenían como un zumo de deseo primitivo y virginal.

Covarrubias recoge este significado en su estudio de la voz lagar:

"LAGAR.- (...) Hazerse lagarejo la vua que se trae para comer, es quando viene maltratada y estrujada; y quando los moços los aprietan en los pescueços vnos de otros por burla y passatiempo".

La voz redrojo la define en plural:

"REDROXOS, los razimillos de pocas vbas, que han dexado los vendimiadores atrás, que por otro nombre se llama rebusca; y los muchachos los van a reboscar. Dixeróse redroxos, a retro, porque los dexan detrás de si los vendimiadores. Al muchacho que medra poco llamamos redroxo y redroxuelo".

Autoridades nos ofrece tres acepciones de esta voz:

"REDROJO. s. m. El racimo pequeño y de pocas uvas, que van dexando atrás los vendimiadores. Trahele Covarr. en su Thesoro, y dice se llamó assi de Retro, porque los dexan atrás los que vendimian. Lat. Botrus exiguus reliquus. Betryon.

REDROJO. Es aquel fruto ó flor tardía, ó que echan segunda vez las plantas, que por ser fuera de tiempo no suele llegar á sazón. Lat. Regerminatio. HERR. Agri. lib. 4. cap. 33. Esto es como de las rosas, ó clavellinas tardias, que llaman redrójos.

REDROJO. Significa tambien el muchacho que medra poco. Llámase assimismo Redrojuelo, y lo  trahe Covarr. en su Thesoro. Tomóse la metaphora del fruto que no llega ça sazon. Lat. Puer marcidus, languidus".


Entre las muchas ediciones  de la  "Obra de Agricultura", de Gabriel Alonso de Herrera, también conocida como "Libro de Agricultura" y "Agricultura General", he consultado las de 1513, 1520, 1551 y 1819. En las dos primeras  aparece escrito  lo siguiente:

"Dela misma manera se pueden guardar las clauellinas: acoruandolas de vn tiesto cabe el en que estan las clauellinas; esto es como las rosas e clauellinas redroguiegas".
(Libro IV; cap. XXXIV: "De los rosales";  fol. CXVI)

La voz redrojo la encontramos en la edición de 1551, impresa en la casa toledana de Juan Ferrer:

"Y de la misma manera se podran guardar las clauellinas acoruando las varas del tiesto; y meterlas en vna olla, o cantaro que este soterado; y bien cubierto; esto es como de las rosas, o clauellinas tardias que llaman redrojos".
(Fol. CXXXIIII)

Sin embargo, en el tercer tomo de "Agricultura General, corregida segun el testo original de la primera edicion publicada en 1513 por el mismo autor, y adicionada por la Real Sociedad Económica Matritense" (Imprenta Real. Madrid, 1819) leemos:

"De la misma manera se pueden guardar las clavellinas, acorvándolas de un tiesto cabe el en que estan las clavellinas, esto es, como las rosas y clavellinas redroguiegas".
(Pág. 141)

A mi me parece errata y lo que realmente quiso decir su autor fue "clavellinas redrojuelas".
Academia se atiene a lo dicho por Autoridades y lo mantiene, con pequeñas variaciones, hasta nuestros días.
Esta voz ya se encuentra en Nebrija (1495) con el significado latino de "regerminatio, onis". Rosal dice que esta voz procede "de retro Latino", que "es atrasado o tardío". El Esteban Terreros, a su vez,  recoge cuatro acepciones de esta voz. A saber:

"REDROJO, el racimo pequeño que queda despues de vendimiar. F. Grappe de raisins. Lat. Botrus exiguus praetermissus. It. Gracimoletto.

REDROJO, se llama el tallo tierno y tardío que echan en la zima las coles, y otras plantas. Fr. Rejetton, rejeton, cimette, cime. Lat. Plantae vertex, pullus. V. Oud. Dicc. El Jan. ling. tit. XXXII, llama tambien redrojo al trastorjo.

REDROJO, la yerba, hoja, ú flor que brota de nuevo en las plantas y que en la alfalfa se llama rebrotin, y en las moreras rebotin. Lat. Regerminatio.

REDROJO, ó REDROJUELO, el muchacho desmedrado. Fr. Enfant que croit peu. Lat. Puer languidus. It. Ragazzo che non cresce".

Tanto el Salvá, como el Gaspar y Roig y el Domínguez, en su "Suplemento", añaden una nueva acepción en la que la voz redrojo vale por "animal pequeño". El Pagés también se atiene a lo dicho por Academia e ilustra la segunda acepción de este vocablo con el ejemplo incluido en Autoridades.
El Diccionario de Americanismos recoge una única acepción:

"REDROJO. I. 1. m. Méx. Persona o cosa muy deteriorada o muy despreciable".

Sin embargo,  el "Nuevo Diccionario de Americanismos e Indigenismos" registra las siguientes:

"REDROJO. m. Arg. Sobrante, resto. // Col. Mazorca de maíz no desarrollada y de grano pequeño.// Méx. Guiñapo, andrajo. / Persona despreciable, infeliz. / Mujer de mala vida".

Akseli Gallen-Kallela: "Niño con cuervo" (1884)

Dice don Julio Cejador y Frauca en su "Tesoro...":

"REDROJO, dimin. de redro, y es el racimillo que dejan atrás los vendimiadores; ó la flor ó el fruto tardío que echan segunda vez las plantas y no sazonan; ó el muchacho desmedrado; metaf. todo lo retrasado y desmedrado. HERR. Agr. 4,33: Esto es como de las rosas ó clavellinas tardías que llaman redrojos. Id. 1,18: Y más granado, y el postrero es como redrojo y vale poco. QUEV. r. 93: En redrojos de rocines. L. RUEDA II, 98: Ni el redrojo ni el mal ojo. L. GRAC. Crit. 2,10: La hija fea para el convento..., el real malo á la limosna, el redrojo para el diezmo. Bibl. Gallará. 4,57 : Y téngole allí cocido / tasajos de un redrojo".

La segunda cita de Gabriel Alonso de Herrera se encuentra en el capítulo XVIII del Libro Primero,  titulado "De las habas":

"Muchos las guardan en sus vainas para sembrar, y siembran cada vaina en su hoyo asi entera; porque mejor paresce que se conciertan los granos que están en una para brotar y nacer juntos como hermanos, que los que son unos de una y otros de otra; que como esta planta florece muchas veces, y da unos frutos tempranos y otros tardíos, mejor concordarán los que en un tiempo nascieren, y aun deben escoger la simiente del fruto que echan primero , que es muy mejor que el segundo, y mas granado, y el postrero es como redrojo, y vale poco".
(Pág. 153)

El verso de Francisco de Quevedo se encuentra en un romance en el que describe el río Manzanares, cuando concurren en el verano a bañarse en él. Comienza de este modo:

Llorando está Manzanares
al instante, que lo digo,
por los ojos de su Puente
pocas hebras hilo a hilo,
cuando por ojos de agujas
pudiera enhebrar lo mismo,
como arroyo vergonzante,
vocablo sin ejercicio.
Mas agua trae en un jarro
cualquier cuartillo de vino
de la taberna, que lleva
con todo su argamandijo...

Varias "lindezas" más tarde, dice el vate cojitranco:

Una fea amortajada
en su sábana de lino,
a lo difunto se muestra
marimanta de los niños.
Con azadones y espuertas,
son gabachos y coritos,
sepultureros del agua,
en telarañas de vidro.
Con sus capas en los hombros
y en piernas algunos mizos,
pescan de los nadadores
en la orilla los vestidos.
En redrojos de rocines
entre caballeros finos,
con sombreros de color,
andan hidalgos postizos...

Por lo que respecta al dramaturgo  Lope de Rueda, esta voz la puso, en su "Comedia Armelina", en boca de Inés García, la mujer del herrero Pascual Crespo:

ARMELINA.- Buenos días les dé Dios.
INÉS.- ¡Jesús, hija Armelina! ¿A qué te has levantado tan de mañana?
ARMELINA.-En toda esta noche no he pegado más los ojos que agora.
INÉS.- ¡Ay, amarga! ¿Y de qué?
ARMELINA.- Esta cabeza parece verdaderamente que se parte en dos partesa.
PASCUAL.- Que no será nada.
INÉS.- Ya, ya, de la legía que debía estar fuerte. Zahúmate, hija, con un poco de romero y de ruda; también es bueno el azafrán aromado en ayunas con el agua de filibus cepa. Llégate acá, hija: santiguarte he esta cabeza. En el nombre sea de Dios: que no empezca el humo ni el zumo, ni el redrojo ni el mal de ojo, toro bizco ni lentisco, ni ñublo que traiga pedrisco. Los bueyes se apacentaban y los ánsares cantaban; pasó el ciervo prieto por tu casa, de cabeza rasa y dijo: no tengas mas mal que tiene la corneja en su nidal; así se aplaque este dolor, como aquesto fue hallado en banco de un tundidor. Calla, hija, que no será nada con la ayuda de Dios".

Sabias palabras escribe Baltasar Gracían en la Crisi X de su obra "El criticón":

"Aquí Lucindo suspirando: Sabed, les dixo, que los mortales todo lo peor de la tierra quieren para el Cielo, el más trabajado tercio de la vida. Allá  la achacosa vejez dedican para la virtud, la hija fea para el Conuento, el hijo contrahecho sea de Iglesia, el real malo á la limosna, el redroxo para el diezmo, y después querrían lo mejor de la gloria. De más que juzgáis vosotros el fruto por la corteza. Aquí todo va al rebés del mundo: si por fuera está la fealdad, por dentro la belleza; la pobreza en lo exterior, la riqueza en lo interior; lexos la tristeza, la alegría en el centro: que éso es entrar en el gozo del Señor".
(Parte segunda; "Virtelia encantada"; pág. 221)

El "Diccionario de Agricultura Práctica y Economía Rural", redactado bajo la dirección de don Agustín Esteban Collantes y don Agustín Alfaro, define así esta voz:

"REDROJO. No solo se da este nombre al racimo pequeño y de pocas uvas qué van dejando atrás los.vendimiadores, sino que también se da al fruto ó flor tardía, ó que echan segunda vez las plantas, que por ser fuera de tiempo, no suelen llegar á sazón".

Don Nicolás Casas de Mendoza nos ilustra sobre el carácter botánico de las vides en el volumen 4º de su "Diccionario Manual de Agricultura y Ganadería Españolas":

"Los caractéres botánicos de la vid son bien conocidos de todos los labradores; ninguno la equivoca con otra planta, y por lo mismo nos limitarémos á decir que el fruto aparece siempre en los brotes del año, y está generalmente colocado en el quinto, sexto ó sétimo nudo; de modo que cuando no se manifiesta en este último, en cualquiera de los brotes de una cepa, se puede asegurar que ya no fructificará aquel año.
— El pié de la vid se llama cepa, y el viñador fija su grosor y altura segun el método que adopta para su cultivo; está cubierta en su primera edad de una corteza verde ó rojiza, que va pardeando con la edad; es mas ó menos gruesa, y tambien está mas ó menos pegada al tallo; lo comun es que esté resquebrajada ó agrietada longitudinalmente, formando escamas que el viento y las aguas desunen del tallo. De la cepa salen los sarmientos, que son redondos, á veces hendidos, lisos, con la parte leñosa gris y la herbácea verde, siendo muy variables su número y dimensiones; le médula, que ocupa el centro de los sarmientos de un año, va disminuyendo poco á poco hasta el cuarto, en el que desaparece completamente. Las pequeñas ramas que salen de los sarmientos principales se llaman nietos ó ramas secundarias. Los sarmientos dan hojas, fruto ó racimos opuestos á las hojas y zarcillos, con los que se agarran á las plantas inmediatas. Los racimillos que salen de los nietos y á veces do las puntas de los sarmientos, tienen los granos pequeños, y por lo comun apretados, constituyendo lo que se nombra rebusco ó redrojos. Se hace que los zarcillos sean fructíferos, cercenando cerca del nacimiento el brazo corto, notándose á los dos ó tres dias que aparecen en la rama conservada unos botoncitos, que se desarrollan y nacen de ellos unos racimos bien formados, que maduran y facilitan uvas excelentes. La uva es mas ó menos gruesa, redonda ú ovalada, de un color morado mas ó menos subido, roja, verde, blanca ó dorada, lo cual procede solo del hollejo ó piel, cuya densidad es variable, pues la pulpa, carne ó mosto tiene muy poco color aun en las uvas tintas ó negras".
(Págs. 303-304)


Del poeta sevillano Juan de Salinas y Castro es esta décima que escribió bajo el título "Enviando un pequeñísimo albérchigo, porque no se halló otro en la ciudad, para un deseo que huvo una relijiosa muy enferma":

Soy un humilde redrojo,
albérchigo de abolengo,
que de lejas tierras vengo
a cumpliros un antojo;
alguno me dio de ojo
en mi niña edad florida,
y aunque no soy Pan de vida,
en mas de un santo convento,
a los fieles por sustento
se da mi carne en comida.

El humanista Alejo Venegas de Busto escribió esta voz en su obra titulada "Agonia del transito de la muerte, con los avisos y consuelos que acerca de ella son provechosos", publicada en Toledo, en el año 1537. Cito de la edición de  Antonio Lacavalleria, impresa en  Barcelona en  1682:

"La septima edad de los arboles, diximos, que en los hombres se dize decrepita, que es quando el hombre torna por círculo á la primera edad de la infantia. Mas como pocos lleguen á esta, aunque passen la ley climaterica, que son 63 años, en equivalencia ninguno se escapa della. Porque todas las enfermedades agudas, ó chronicas grandes tienen resabio de la decrepita edad; porque aunque no torna á los hombres á la ignorancia de la niñez, disminuye en parte el uso de los cinco sentidos, aun puede ser tan rezia, que segun dize el Filosofo, puede privar al Sabio de los habitos cientificos. Y si las enfermedades por esta disminucion, ó privacion de los habitos, se dizen ser semejantes á la decrepita edad; pienso yo, que entre todas la que mas priva el sentido, y los habitos, y conceptos del anima, es la enfermedad con que se consume el humido radical, y se acaba la vida. Y de esta manera diremos, que la enfermedad postrera del hombre, es la decrepita. La qual edad assi como en los arboles avemos ya dicho, que no lleva fruta de su cosecha, assi los hombres que viven en esta edad, no dan fruta de si, aunque accidentalmente es ocasion de fruta por la materia de paciencia, que dá á los circunstantes con la molestia, y pesadumbre de sus importunas demandas. E assi como el arbol por rexenecido que este, mientras tuviere humido radical, tiene habilidad para llevar la fruta que dizen redrojo, assi el decrepito puede llevar de redrojos diversas maneras de frutas, como es la conformidad que tiene con Dios aceptando la muerte de voluntad, recibiendo en paciencia los dolores que atormentan al cuerpo, obedeciendo al consejo del Medico que no le dexa comer, ni bever lo que quiere".
(Sexto punto; cap. XIII: "De un pratico exemplo con que se declara lo sobredicho, que es pesar los bienesde nuestro difunto"; págs. 256-257)

Serafín Estévanez Calderón escribió esta voz,  con el sentido de la tercera acepción,  en una de sus escenas andaluzas, titulada "D. Opando o unas elecciones":

"Fué el caso que cuando infante, era D. Opando el mas lindo é inequívoco cachorro que hubiesen abortado los infiernos, y mamá que quería poner coto á los desahogos pueriles de su niño de quebrar cacharros, esquilmar las ollas y absorver las vinajeras del hogar, me lo aseguraba con un hiscal de diez hilos atándolo por el tobillo ó engarce del pié para sujetarlo y travarlo ni mas ni menos que como á un cimbel gracioso y revolante. Cierto dia pues, tuvo por antojo el cachorro agraciado el asaltar con alfileres los ojos del chico de la vecina que allí traveseaba, y conociendo la buena madre que aun todavía no era tiempo de tales hazañas, tiró del hijo que se esforzaba por lograr su intento, él revolviéndose y ella por detenerlo; ella por refrenarlo y él por desasirse, resultó al fin cierto desengarce del pié izquierdo que retorciéndolo para adentro y no acudiendo ni con tiempo, ni con habilidad, quedó con la donosa figura, que con perdon sea dicho, llamamos zopo. Estos desmanes de la fortuna por lo tuerto, horrible y zopo, lo desquitó al punto la naturaleza despertando en aquel curiosísimo redrojo los destellos mas peregrinos de ingenio y sagacidad".
(Pág. 86)

"La Esperanza de la Tarde", al igual que otros periódicos de la época,  publicó el 16 de noviembre de 1852 una dolorosa noticia, enviada desde Villanueva y Geltrú a un diario barcelonés diez días antes:

"Anteayer un joven labrador fue á trabajar al campo, llevándose á dos hermanitos suyos, el uno de dos años y el otro de tres ó cuatro. Al llegar á su destino empezó su tarea, é interin sus hermanitos jugueteaban por entre la viña con aquella inocencía propia de su edad, á la sazón andaba suelto y apacentando un asno propio de un vecino trabajador. Fue acercándose á las dos criaturas, que agenas de pensar el daño que iba á sucederles, continuaban por entre la viña buscando un redrojo que les había indicado su hermano mayor. Al llegar á ellos el asno, dio una cabezada al mayor; y cogiéndole con sus dos patas delanteras, empezó á morderle la cara y manos en ademan devorador. El otro hermanito dio fuertes gritos á fin de que acudiese el mayor, quien, con la celeridad del rayo, pudo aun librarlo de una muerte segura. Se lo llevó á casa de sus padres bastante mal parado, en donde se halla al cuidado del médico cirujano don Juan Bonach. Lo mas admirable es la paciencia y conformidad con que sufre su dolor sin llorar ni proferir una sola queja".

A Gabriel Miró debía de gustarle esta voz porque la escribe en varias de sus obras; por ejemplo en "Figuras de la Pasión del Señor":

"Los parientes de Jesús han caminado mucho tiempo por Jerusalén. Traen las manos colgando sobre los lomos; sus pies se acortezan de basuras de la hondonada de Tyropeon; suben por el arrabal de los queseros; atraviesan la vieja puente tendida entre la ciudad alta y la planicie del Moriath; bajan maravillados al fausto de la plaza del Sanhedrín y del Gimnasio de Herodes; se entran por las columnatas del Xistus; rodean los barrios de los tablajeros, de los tejedores. Sienten en su cráneo toda la pesadumbre de la enorme ciudad, apretada, rumorosa. Se les pega el turbante a las sienes; llevan los ojos cansados, puestos en tierra. Después, en su parador, sacan de su fardel pasta de higos y panizo, granadas y redrojos de los últimos campos vendimiados, y todo lo devoran encima del estiércol de su camello que no para de roznar, doblado junto al pesebre, con las dulces pupilas entornadas".
("Kaifás"; págs. 79))

Con el sentido de la tercera acepción se encuentra en su novela "Nuestro Padre San Daniel":

"Escondido entre los sacos asistió a la contíenda el hijo del mercader, un redrojo pajizo, de manos heladas y pupilas ardientes, que siempre escuchaba las gestas facciosas con la encendida ansia de imitarlas en que se abrasó Teseo oyendo las empresas de Alcides".
("Seglares, capellanes y prelados"; cap. III: "El casamiento de doña Corazón y una conocida anécdota del marido"; pág. 134) )

En el "Libro de Sigüenza", leemos:

"El ganado se esparce en la viña haciendo el libre y gustoso esquilmo del pámpano y el redrojo".
("Sigüenza, el pastor y el cordero"; pág. 115)

Vamos a terminar esta entrada con un soneto del poeta granadino Luis Rosales titulado "Súplica final a la Virgen del Alma Arrepentida":

Vuelvo a la selva del dolor nativo
y arrodillado ante mi sangre, muerto,

siento volar la arena en el desierto
del corazón efímero y cautivo.

Sólo en la angustia permanezco y vivo
sintiendo entre mi carne un bosque abierto
donde queda el redrojo al descubierto
con el paso del tiempo fugitivo.

De vivir descansando en la agonía
tengo rota la sangre y sin latido,
la soledad desenclavada y yerma,

¡ciega el cristal de la memoria mía
y acuna en tu regazo al tiempo herido
para que duerma, al fin, para que duerma!


Bodegas Martín Códax colgó en YouTube este bonito vídeo en el que podemos ver algunos redrojos:

REDINGOTE

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Traemos este anglicismo a Palabraria porque lo hemos leído en "Trafalgar", la  obra con la que D. Benito Pérez Galdós inició sus "Episodios Nacionales". La primera edición salió a la luz en el año 1873, con una tirada de 1000 ejemplares. Se imprimió en Madrid en el establecimiento de J. Noguera, a cargo de M. Martínez, como figura en la portada. El relato está contado en primera persona. Su protagonista se llama Gabriel Araceli. Comienza el primer capítulo narrándonos algunos hechos biográficos de su niñez y mocedad, en un tono que recuerda al de las novelas picarescas. En un momento dado nos dice que, de niño,  se imaginaba a Napoleón a caballo, como un contrabandista andaluz, con su manta, sus polainas, su sombrero de fieltro y su trabuco, hasta que ve uno de sus famosos retratos en la casa de don Alonso Gutiérrez de Cisniega y su mujer. doña Francisca, que, huérfano y desvalido como estaba, lo habían tomado bajo su protección. Escribe Gabriel en el siguiente capítulo:

"Mi amo miró sonriendo una mala estampa clavada en la pared y que, torpemente iluminada por ignoto artista, representaba al emperador Napoleón, caballero en un corcel verde, con el célebre redingot embadurnado de bermellón. Sin duda la impresión que dejó en mi aquella obra de arte, que contemplé durante cuatro años, fué causa de que modificara mis ideas respecto al traje de contrabandista del grande hombre, y en lo sucesivo me lo representé vestido de cardenal y montado en un caballo verde".
(Pág. 20)

En la web de la Biblioteca Hispánica Digital podemos leer el manuscrito de esta obra. La página que nos interesa es esta:



También podemos verlo en la exposición que la Biblioteca  Nacional inauguró el pasado 1 de noviembre con el título de "La verdad humana".
En la edición ilustrada por los hermanos Enrique y Arturo Mélida, cuyo primer tomo contiene las obras "Trafalgar" y "La Corte de Carlos IV" (Administración de La Guirnalda y Episodios Nacionales. Madrid, 1881), Pérez Galdós incluyó un pequeño prólogo en el que nos dice que "las primeras ediciones las tuvo siempre por provisionales", y que esos libritos han andado por ahí "feos y desnudos, sin más atavío que la dalmática nacional". Eran "humildes" y, con esa edición ilustrada, los había vuelto "cortesanos". Allí lo que leemos es la voz redingote.
Ni Covarrubias ni Autoridades recogen esta voz. Redingot aparece, por primera y única  vez, en la edición usual de Academia de 1803, con esta definición:

"REDINGOT.- s. m. Especie de capa de poco vuelo, y algun tanto ajustada al cuerpo con sus mangas anchas para los brazos. Pallium paulo contractius, manicis instructum".

Redingote, en cambio, es voz que ya se encuentra en el Esteban Terreros (1788), con estos significados:

"REDINGOTE, especie de sobre todo que se pone en lugar de capa. Fr. Redingote, surtout. Lat. Chlamy superior. It. Sorta di mantello, ó di casacca, redingota.

REDINGOTE, es voz inglesa y significa vestido de á caballo; tambien dicen en Cast. ridingot, y ya se ha hecho una, y otra voz comun en la nacion con el vestido; hailos de varias hechuras".

He buscado el vocablo ridingot y no lo recoge ningún diccionario. Del término  redingote no se preocupa Academia hasta la edición usual de  1817, que lo define del mismo modo que redingot. En la de 1884 añade su etimología:

"REDINGOTE.- (Del fr. redingote; del inglés riding coar, traje para montar.) m. Levitón ó capote con mangas de poco vuelo".

Todo ello se mantiene hasta nuestros días. Los diccionarios en línea consultados habitualmente no añaden nada nuevo. El Pagés ilustra esta voz con el mismo párrafo que hemos escogido de "Trafalgar". La Enciclopedia Espasa-Calpe añaden  una pequeña historia de Napoleón:

"REDINGOTE. (Etim.- Del franc. redingote, deriv. del inglés reding coat, traje para montar.) m Capote de poco vuelo y con mangas ajustadas.

REDINGOTE. Hist. El redingote gris. El que llevaba Napoleón. "Trepó el San Bernardo, montado en un mulo y envuelto en este capote gris que siempre llevó.". Así describe Thiers á Bonaparte, primer cónsul, y Béranger, en sus canciones, habla del emperador que llevaba un pequeño sombrero y un redingote gris. Este traje humilde y sombrío á la vez, contrastaba en gran manera con los flamantes uniformes de sus mariscales, y era el que ordinariamente usaba le petit caporal, llenando de asombro á los que por primera vez le veían vestido de tal guisa".

El Manuel Seco ilustra esta voz con una cita de Antonio Buero Vallejo:

"REDINGOTE. m. (his.) Capote de poco vuelo y con mangas ajustadas.// Buero Sueño 170: Leocadia ayuda a Goya a despojarse del redingote".

Jean-Louis-Ernest Meissonier.- "Napoleón I en 1814" (1862)


Don Juan Sempere y Guarinos incluyó en el tomo II de su "Historia del luxo, y de las leyes suntuarias de España" (Imprenta Real. Madrid, 1788) el bando de Carlos III que dio lugar al conocido como Motín deEsquilache:

"Carlos III. que venia de ser el Augusto de Nápoles; que amaba las artes; que conocía el grande influxo que tienen en las costumbres, y cultura de las naciones la belleza, la regularidad, y el ornato en los objetos públicos, el orden en las concurrencias, y sobre todo el aseo, y propiedad en el vestido, no podía mirar con indiferencia estos objetos: y asi trató desde luego de poner en ellos el orden conveniente.
Por estos motivos, y por algunos desacatos, que se cometieron á los principios del actual reynado, al abrigo del sombrero gacho, y del embozo, mandó S. M . que se tratara de desarraigar este abuso indecoroso á la nación, y sumamente perjudicial á la seguridad pública, y á la decencia: porque ocultando á los malhechores, aumentaba las dificultades de conocerlos, y burlaba las diligencias de la justicia para el castigo de los delitos, sin lo qual no puede haver subordinación , orden, ni tranquilidad en un estado.
 Para que esta nueva prohibición no fuera tan infructuosa, como las anteriores, se añadieron algunas precauciones; y asi en 10 de Marzo de 1766 se publicó un vando, por el qual se mandaba: 
"Que ninguna persona, de qualquier calidad, condición, y estado que sea, pueda usar en ningún parage, sitio, ni arrabal, de esta Corte, y reales sitios, ni en sus paseos, ó campos fuera de su cerca, del citado trage de capa larga, y sombrero redondo para el embozo, queriendo S. M. y mandando, que toda la gente civil, y de alguna clase, en que se entienden todos los que viven de sus rentas, y haciendas, ó de salarios de sus empleos, ó exercicios honoríficos, y otros semejantes, y sus domésticos y criados que no traigan librea de las que se usan, usaran precisamente de capa corta, ( que á lo menos le faltara una quarta para llegar al suelo) ó de redingot, y de peluquin, ó pelo propio, y sombrero de tres picos; de forma, que de ningún modo fueran embozados, ni ocultaran el rostro. Y por lo que toca á los menestrales, y todos los demás del pueblo (que no pudieran vestirse de militar) aunque usaran de la capa, fuera precisamente con sombrero de tres picos, ó montera de las permitidas al pueblo ínfimo, y mas pobre, ó mendigo, baxo de  la pena, por la primera vez, de seis ducados, ó doce dias de cárcel; por la segunda doce ducados, ó veinte y quatro dias de cárcel; y por la tercera, quatro años de destierro, á doce leguas de esta Corte, y sitios reales, aplicadas las penas pecuniarias por mitad á los pobres de la cárcel, y Ministros que hicieren la aprehensión. Y en quanto á las personas de la primera distinción, por sus circunstancias, ó empleos, que la Sala dé cuenta á S. M. á la primera contravención, con dictamen de la pena que estimare conveniente. Que estas dichas penas no debían entenderse con los arrieros, tragineros, ú otros que conducen víveres á la Corte , y que son transeúntes, como anden en su propio trage, y no embozados. Pero que si los tales se detuvieren en la Corte á algún negocio, aunque sea en posadas, ó mesones, por mas tiempo de tres dias, huvieran de usar del sombrero de tres picos, (y no del redondo) ó de monteras permitidas; y descubierto el rostro, baxo las mismas penas".
(Págs. 169-171)

Curiosa cuanto menos es la historia que recoge el doctor D. Lorenzo Sánchez Nuñez en el "Diccionario de fiebres esenciales..." (Imprenta de Repullés. Madrid, 1819):

"Mr. Gimbernat, lo mismo que todos los demas médicos españoles, encargados por su gobierno de curar la fiebre amarilla, en esta ocasion consideraban la enfermedad como contagiosa; uno de ellos el Doctor Sarrais acababa de sucumbir despues de haber experimentado los síntomas mas graves. El Doctor Cabanillas tomó un redingote, que cubría á Sarrais cuando espiró; lo expuso al vapor de una onza de azufre, despues al del ácido nítrico, luego se envolvió en él, y durmió de este modo mas de siete horas; habiendo despertado, sacó su camisa, y puso el redingote en contacto con su piel por espacio de hora y media. Hizo aun otro experimento, vistiéndose con este redingote, y andando asi cuatro horas. Este profesor, no contento de lo que habia hecho consigo mismo, vistió á un pobre con este redingote, y le observó largo tiempo. Ni él ni el pobre tuvieron síntoma alguno de la fiebre amarilla".
(Pág. 96)

Hasta el año 1881 no se supo que la enfermedad la transmitía el mosquito Aedes egypti. Lo descubrió el médico cubano Carlos Juan Finlay y Barrés.

El redingote no solo era una prenda masculina sino también femenina. Hay muchos ejemplos en las revistas de moda del siglo XIX e, incluso, del XX. Hemos elegido este, publicado por "La Ilustración de la mujer" el 15 de diciembre de 1883:



Hay un diálogo en la comedia de Leandro Fernández de Moratín, titulada "El viejo y la niña", en la que tal vez sea la primera vez que aparece la voz redingot en un texto escrito en castellano. Se estrenó el 22 de mayo de 1790 en el madrileño Teatro del Príncipe. La acción se desarrolla en una casa gaditana:

DOÑA ISABEL
¿Traigo el capote?

DON ROQUE
¿Cómo?

DOÑA ISABEL
¿Si queréis que traiga
el capote?

DON ROQUE
El redingot.

DOÑA ISABEL
Pues bien; eso preguntaba.

DON ROQUE
Sí, señor, muy hacendose;
(Dirá esto mientras doña Isabel le cepilla el vestido.)
Continuamente aplicada
a la labor, eso sí;
y las otras dos, la Pacha
y la Manolita, todas
fueron a cual más honradas;
a su marido y no más.
Ya se ve, buenas cristianas.
(Acto primero; escena octava.)

José Cadalso escribe en sus "Cartas marruecas" (Imprenta de Piferrer. Barcelona, 1796):

"Segundo. Señor marrueco: los diputados, del gremio de sastres con el mayor respeto hacemos á V. presente, que habiendo sido hasta ahora la novedad la que mas nos ha dado de comer; y que habiéndose sin duda acabado la fertilidad del entendimiento humano, pues ya no hay invención de provecho en cortes de casacas, chupas, calzones, sobretodos, redingotes, cabrioles y capas, estamos deseosos de hallar quien nos ilumine. Los calzones de la última moda, los de la penúltima, y los de la anterior, ya son comunes. Anchos, estrechos, con muchos botones, con pocos, con botoncillos, con botonazos han apurado el discurso, y parece haber hallado el entendimiento el non plus en materia de calzones".
(Carta LXIII: "De Gazel a Ben-Beley"; págs. 148-149)

Antes de que D. Benito Pérez Galdós retratara con dos breves pinceladas a Napoleón Bonaparte lo hizo el escritor granadino Pedro Antonio de Alarcón en su libro de viaje titulado "De Madrid a Nápoles..."(Imprenta y Librería de Gaspar y Roig. Madrid, 1861)

"Toda esta gente se ve reunida aquí por un momento, y partirá dentro de pocos minutos en diversas direcciones. Ya os he dicho que en Alejandría se cruzan cuatro grandes ferro-carriles. Uno de ellos viene del Norte, habiendo recogido viajeros del Lago Mayor, de Milan, de Como, del Tirol, de Venecia y de Alemania; otro llega de Susa y de Turin, el tercero sube de Genova, trayendo á remolque toda la península; y el cuarto acude desde Bolonia, atravesando los ducados de Módena, de Parma y de Plasencia. —Y esto sin contar con el pequeño camino de hierro de Acqui, tributario también de Alejandría. 
De vez en cuando, óyese gritar á la puerta del comedor.—¡Partenza!... 
Y todo el mundo deja de comer y presta oido atento á lo que sigue... Y lo que sigue es una lista de los pueblos para donde va á salir tren ahora mismo. 
Y cada uno, al oir nombrar el pueblo á que se dirige, tira el tenedor ó la cuchara; arroja unas monedas al mozo, y sale á escape, como si le acabaran de anunciar que arde su casa.. —¡Marengo! ¡Spinella! ¡San Giuliano! ¡Tortona! ¡Pontecurone! ¡Voghera! ¡Casteggio! oigo gritar yo... y hago lo que los demás. 
¡Marengo! ¡Marengo! voy esclamando maquinalmcnte mientras me dirijo al tren.
Y mi imaginación lo vé lodo bajo la forma de un hombre pálido y delgado, de pequeña estatura, lacios cabellos, ojos claros y luminosos y nariz aguileña vestido coa un largo redingote gris y llevando el clásico sombrero napoleónico. 
—Es el primer cónsul; es la estatua de la columna de Vendóme; ¡es Bonaparte!
Algunos minutos después el tren atraviesa una vasta llanura tan monótona como las de la Mancha, pero cubierta toda de interminables y holgadas hileras de olivos y de morales. 
A lo lejos se distingue un pueblecillo, dominado por la alta y solitaria torre de su iglesia.—Es Marengo. 
El fantasma del rendingote gris y del sombrero clásico corre desalado por los campos que median entre el ferro-earril y aquella aldea. 
Acaso ese fantasma es una ilusión óptica producida por el humo de la máquina". 
(Cap. IV: "La Lombardía"  págs. 207-209)

Doña Emilia Pardo Bazán describe una bonita escena campestre en su novela "Un viaje de novios":

"A la vuelta solían las amigas hallar el puente más animado que á la ida. Era el momento en que tornaba de sus expediciones campestres la gente de Vichy y los bañistas, y abundaban los ginetes, llevando sus monturas al paso, luciendo los pantalones de punto y las abrochadas polainas, sobre las cuales relucía la nota brillante del estribo y del espolin. Algún sociable, semejante á ligera canoa, corría arrastrado por su gallardo tronco de jacas bien iguales, bien lustrosas de pelo y lucias de cascos, y ufano de su elegante tripulación: entrevianse un instante anchas pamelas de paja muy florecidas de lilas y amapolas, trajes claros, encajes y cintas, sombrillas de percal de gayos colorines, rostros alegres, con la alegría del buen tono, que está siempre á diapasón más bajo que la de la gente llana. Esta gozaban los expedicionarios de á pie, en su mayor parte familias felices, que ostentaban satisfechas la librea de la áurea mediocridad, y aun de la sencilla pobreza: el padre, obeso, cano, rubicundo, redingote gris ó marrón, al hombro la larguísima caña de pescar; la hija, vestido de lana oscura, sombrerillo de negra paja con una sola flor, en la izquierda el cestito de los anzuelos y demás enseres piscatorios, y llevando de la diestra al hermanito, á quien pantalones y chaqueta quedaron ya muy cortos, y que luce la caña de las botinas, y levanta orgulloso el valde donde flotan los simples peces víctimas del mortífero pasatiempo de su padre".
(Cap. IX; págs. 265-266)

Rubén Darío escribió esta voz en uno de sus juveniles "Abrojos":

¡Qué piropo! Escalda y pincha.
¡Qué obscenidad! ¡Qué baldón!
-¿Quién lo dijo? -Ese mocito
del flamante redingot.
A la pobre muchachuela
la cara se le encendió...
Iba descalza, iba rota...
i ¡miren qué contrición!:
-¡Como si tal harapienta
pudiera tener pudor!


Pío Baroja puso esta voz en varias de sus obras; por ejemplo, en el sexto volumen de sus "Memorias de un hombre de acción", titulado "La ruta del aventurero"(Rafael Caro Raggio. Madrid, 1921) Está dividido en dos historias: "El convento de Monsant" y "El viaje sin objeto". En la primera leemos la siguiente descripción:

"Eran del aspecto más heterogéneo que puede imaginarse: uno, alto, grueso, colorado, vestido con un viejo redingote; el otro, también alto, encorvado, amarillo, con aire de enfermo, cubierto con un carrick negro con rayas blancas; el tercero, pequeñño, engallado, rubio, vestido elegantemente con frac azul de botones dorados, pantalones azules, chaleco de grana y cachucha de oficial de Marina inglesa. Los dos primeros parecían vestidos en una trapería; al tercero se le hubiera tomado por un currutaco que iba a un baile o a una recepción aristocrática".
(Cap. III: "Los sospechosos"; pág. 23)

En la segunda, dice:

"Volví a casa, y por la noche escribí una carta a la señora Landon dándole las gracias por sus bondades, y al amanecer me vestí mi redingote viejo y la ropa que había sacado de Madrid; abrí la puerta, crucé Sevilla y me dirigí camino de Jimena".
(Cuarta parte: "Prisionero"; cap. VIII: "Dilema"; pág. 293)

De Narciso Alonso Cortes es la obra titulada "Anotaciones literarias" (Imprenta de la Vda. de Montero. Valladolid, 1922) En la anotación dedicada a la capa alude al redingote:

"Y la capa, campando siempre, cubrió los hombros de aquellos poetas que realizaron la revolución romántica y de aquellos políticos que, años más tarde, hicieron unas cuantas hombradas. Verdad es que luego, según algunos, fué reo de lesa patria. La capa, y sólo la capa —acaso en complicidad con la marcha de Cádiz — fué quien perdió las colonias. Ahora, como no usamos capa, no ocurren esas cosas. 
Cien veces intentaron otras prendas advenedizas usurpar su puesto a la capa. El carrick, y el rus, y el redingote, y el surtout, y el mac-ferland y oíros cuantos intrusos de nombre tan raro como esos, fueron vergonzosamente derrotados. Hasta aquel mediocre poeta D. Santos López Pelegrín, famoso a mediados del siglo XÍX por su seudónimo de Abenámar, se creyó obligado a cantar el triunfo de la capa y emuló al autor de la Batracomiomaquia en un poema burlesco titulado Batalla de los capotes con las capas".
(Pág. 52)

Arturo Barea escribe en el primer volumen de "La forja de un rebelde":

"Después viene un señor con redingote color café, gafas de oro pendientes de una cinta de seda atada al ojal, perilla francesa cana y una pipa de ámbar larga en la que arde un cigarrillo. Don Julián y él se saludan y hablan en francés muy de prisa. El señor viene a mí y me pregunta cuál de las máquinas que hay allí conozco mejor. Me decido por una Underwood. Entonces, coge el borde de la mesa, da un tirón de él y la máquina se vuelca, se cae para atrás y se hunde. A la vez, sale un tablero y la mesa queda completamente plana. La máquina ha desaparecido como en un juego de prestidigitación. Debajo hay un tablero inclinado y de la máquina ya no se ve nada. Entonces aprendo la primera palabra francesa que ya me perseguirá toda la vida: dossier".
(Vol. I: "La forja"; 2ª parte; cap. III: "Retorno al colegio"; pág. 208)

Vamos a dar por concluida esta entrada con unos versos de Pablo Neruda, que forman parte de un poema que  dedicó a Oliverio Girondo:

Reinaba aún Sully Prud´homme
con su redingote de lilas
y su bonhomía espantosa.
Hacía falta un argentino
que con las escuelas del tango
rompiera todos los espejos
incluyendo aquel abanico
que fue trizado por un búcaro...

RECUERO

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Recuero es voz que Covarrubias nombra en las definiciones de recua y almocreve:

"RECVA, los mulos del traginero o harriero, que llaman recuero, a requirendo, porque van buscando de vna parte a otra cargas que traginar. A algunos les parece podría ser Hebreo de (...) racas, mulus.

ALMOCREVE, el harriero de mulos, o recuero, segun Tamarid".

Autoridades registra la voz recuero con esta definición:

"RECUERO. s. m. El harriero, ó aquel á cuyo cargo está la recua. Trahe esta voz Covarr. en la voz Recua. Lat. Mulio, agaso".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1884, en que se modifica un poco la definición, y la mantiene hasta hoy en día:

"RECUERO. m. Arriero ó persona á cuyo cargo está la recua".

Este vocablo ya lo recoge Nebrija (1495), con el significado latino de "agaso, onis; mulio, onis". El Esteban Terreros y la mayoría de los diccionarios incluidos en la NRLLE de la RAE recogen lo dicho por Autoridades y Academia, salvo el Domínguez, que  dice:

"RECUERO. s. m. El arriero ó conductor de recua, ó aquel á cuyo cargo está la recua".

El Pagés ilustra esta voz con tres ejemplos literarios. El primero se encuentra en la obra de Juan de Mal Lara titulada "La filosofía vulgar":

No compres asno de Recuero, ni te cases con hija de mesonero

"También ay en este refrán dos consejos, assi para comprar como el casar porque quando el recuero vende su asno, es por grandes tachas que tiene fuera de ser ya muy viejo, y tambien porque lo sabra vender bien caro, no casarse con hija de mesonero es buen consejo porque donde muchos van y vienen, y de tan diuersas condiciones alguno vino, que agradó, ó la  moça ó alguno le agrado ella, y quan malo sea esto diganlo los exprimentados porque aun ay está la donzella tras siete paredes, y es menester grande auiso, quanto mas quando anda entre todos, aunque no dexo de conceder, que puede ser la bondad de la moça tan grande, que se aya auido como vna lucrecia en el meson, y se aya guardado quanto aya podido, pero el dezir de las gentes es tan común que como aconseja, que nadie compre asno de recuero por las muchas tachas que tenia, assi aconseja que no se case con hija de mesonero, y enesto dexamos á cada vno su derecho á saluo, que haga lo que mejor le estuuiere".
(Fol 112v)

En esta obra hay otro refrán en el que aparece esta voz:

El asno y la muger, á palos se han de vencer

Ya tenemos entendido, que donde quiera que trata de castigo de la muger, es de la que es mala, y contumaz. Yua vn recuero camino, y allegando á vn lugar estrecho, passando todas las azemilas, quedose el asno donde lleuaua la ceuada, que en ninguna manera queria passar, y diole tantos palos, que allegó vn caminante, diziendo que no lo tratasse tan mal, dixo el recuero: Calla, que el asno y la muger, á palos se han de vencer. Y assi hizo passar adelante el asno. El caminante, que tenia vna muger cabeçuda, en allegando á casa curola de aquella manera, hasta que procuro de yrse ablandando".
(Fol. 82)

El segundo ejemplo que nos ofrece el Pagés se encuentra en la novela histórica o historia novelesca titulada "Doña Lucía" (Imprenta de la Vda. e Hija de Fuentenebro. Madrid, 1886), del presbítero don José María Sbarbi. Escribe en el capítulo XVI lo siguiente:

"—¡Tío Aféresis!—gritó al dueño de la recua que iba acompañándolos en su excursion—muy callado va usted; cuéntenos algún cuento, aunque sea de camino, para hacer más llevadero el idem! 
— El recuero, que se oyó apellidar Aféresis, pensando que era alguna palabra denigrativa con que pretendía burlarse de él Majencio Maza (pues ya habrán comprendido nuestros lectores que de él vamos hablando), le replicó enseguida muy echado para atras
—Mira, rapaz. Bastían Borrego me pusieron en la pila (quiero decir, en el bautismo), y no Alferecía, como tú me acabas de llamar, ni en mi vida he padecido yo semejante enfermedad; y guárdate de andar poniendo motes, que es práctica de mala crianza: y no hablémos más en ello. 
—¡Ja! ja! ja! pues por tanto lo dije—replicó Majencio—, porque en el bautismo le pondrían Sebastian, y nó Bastían; y comoquiera que cuando se quitan letras ó silabas al principio de una palabra interviene la figura aféresis, y usted se come la silaba Se, por eso".
("Una caravana escolar" págs. 172-173)

El tercer y último ejemplo son los versos de un antiguo romance. Comienza así:

¡Valga el diablo tantos Moros
como por momentos sacan
esos Poetas novatos
dotados de tantas jarcias!
¿Son por dicha buhoneros
que van a vender medallas,
o reatas de recueros
que tan sin duelo las cargan?
¿No mirarán que un caballo
corre mal si le embarazan,
que le basta un hombre encima
con lanza, espada y adarga?

El Manuel Seco también ilustra esta voz con un ejemplo literario:

"RECUERO m. Individuo encargado de una recua.// Nar. 1.76, 27: La hazaña quedó reservada, como hemos dejado apuntado, a la cofradía de recueros, arrieros o trajinantes de Atienza".

El Tesoro de Villanos registra una acepción nueva de este vocablo:

"RECUERO. 1. Orgasmo.// "Agora, por mi vida, que se va el recuero" (Delicado, 75)
De recua, que proviene de la raíz árabe takba, ´montar (a caballo)´; "recuero, agaso, mulio" (Nebr.)"

El párrafo citado se encuentra en el "Mamotreto XIV" del "Retrato de la Lozana Andaluza", obra publicada por Francisco Delicado en el año 1528. El diálogo entre Rampín y Lozana es un poco largo pero no tiene desperdicio:

"Loz. ¡Ay hijo! ¿y aquí os echastes? pues dormí y cobijaos, que harta ropa hay; ¿qué hacéis? mirá que tengo marido.
Ramp. Pues no está agora aquí para que nos vea.
Loz. Sí, mas sabello há.
Ramp. No hará, esté queda un poquito.
Loz. ¡Ay qué bonito¡ ¿y desos sois? por mi vida que me levante.
Ramp. No sea desa manera, sino por ver si soy capón me dexéis deciros dos palabras con el dinguilindon.
Loz. No haré, la verdad, te quiero decir que estoy virgen.
Ramp. Anda señora, que no tenéis vos ojo de estar virgen; dexáme ahora hacer, que no parecerá que os toco.
Loz. ¡Ay! ¡ay! sois muy muchacho y no querría haceros mal.
Ramp. No haréis, que ya se me cortó el frenillo.
Loz. ¿No os basta besarme y gozar de mí ansí, que queréis también copo y condedura? catá que me apretáis ¿vos pensáis que lo hallaréis? pues hagos saber que ese hurón no sabe cazar en esta floresta. Ramp. Abrilde vos la puerta, que él hará su oficio á la macha martillo.
Loz. Por una vuelta soy contenta. Mochacho, ¿eres tú? por esto dicen, guárdate del mozo cuando le nace el bozo; si lo supiera, más presto soltaba las riendas á mi querer, pasico, bonico, quedico, no me ahinquéis, andá comigo, por ahí van allá, ay qué priesa os dais, y no miráis que es •• ta otrie en pasatiempo si no vos, catá que no soy de aquellas que se quedan atrás, esperá besaros he, ansí, ansí, por ahí, seréis maestro, ¿veis cómo va bien? esto no sabiedes vos, pues no se os olvide, sus, dalde maestro que aquí se verá al correr desta lanza, quien la quiebra, y mira que por mucho madrugar no amanece más ahina; en el coso te tengo, la garrocha es buena, no quiero sino vérosla tirar, buen principio lleváis, camina que la Hebra está echada, aquí va la honra.
Ramp. Y si la venzo, ¿qué ganaré?
Loz. No curéis, que cada cosa tiene su premio, ¿a vos vezo yo, que nacistes vezado? daca la mano y tente á mí, que el almadraque es corto, aprieta y cava, y ahoya, y todo á un tiempo. A las clines corredor, agora, por mi vida, que se va el recuero. ¡Ay amores, que soy vuestra, muerta y viva! quitaos la camisa, que sudáis; ¡cuánto tiempo habia que no comia cocho! ventura fué encontrar en hombre tan buen participio, á todo pasto, este tal majadero no me falte, que yo apetito tengo dende que nací, sin ajo y queso que podría prestar á mis vicinas! Dormido se ha, en mi vida vi mano de mortero tan bien hecha, ¡qué gordo que es! y todo parejo, mal año para nabo de Xeres, parece bisoño de frojolon; la habla me quitó, no tenía por do resollar, no es de dexar este tal unicornio, ¿ Qué habéis, amores?".
("Cómo torna su tía y demanda donde ha de dormir Rampin, y lo que pasaron la Lozana y su futuro criado en la cama"; págs. 66-67)

Martínez de Espinosa: "Recua de burros". 1885.

Don Julio Cejador recogió la voz recuero en su "Tesoro..." con una estela de refranes:

"RECUERO, el que entiende en la recua. J. PIN. Agr. 17,15: Los recueros que llevan bestias de carga. CABR. p. 100: El recuero en el mesón sabe del cocear y orejear de sus bestias que... CORR. p. 1: Dirase también recuero por arriero. (Como arria es la recua). CORR. 12: A bestia loca, recuero modorro. 
Los recueros de nuestro lugar, hoy enalbardan, mañana se van. (De los despaciosos y perezosos), c. 206. 
Pues somos recueros, en el camino nos toparemos, c. 404; puedo vengarme. 
Recuero que lleva carga, con mentir la desembarga, c. 480. 
Si has sido recuero, guárdate del cabero, c. 250; delantero. 
Todos somos recueros, y nos encontraremos, ó nos toparemos. c . 422."

Don Julio Cejador nos da el sentido de algunos de estos refranes en su obra "Cabos sueltos. Literatura y Lingüística" (Perlado, Paez y Cía. Madrid, 1907):

"A asno lerdo, modorro arriero; ó A asno tocho, arriero tonto; ó A asno tonto, arriero modorro.—El sentido es que á uno mal inclinado ó que necesita de corrección hásele de dar quien pueda enderezarle. Y con todo eso, en vez de darle un buen maestro ó guía que carezca de las malas mañas del discípulo, dice que le den otro que sea horma de su zapato y tan avieso como él. Además de estas tres variantes, se dijo poniendo recuero por arriero".
(Pág. 127)

El refrán que ha llegado hasta nuestros días es el de "arrieros (o arrieritos) somos y en el camino nos encontraremos".

En la "Recopilación de las leyes destos reynos hecha por mandado de la magestad Católica del Rey don Felipe Segundo nuestro señor." (Iuan Iñiguez de Lequerica. Alcalá de Henares, 1598) hay varias  que tienen que ver con los recueros. Hemos elegido esta, promulgada por D. Alonso, en Alcalá de Henares, en 1386:

"LEY XII. Que los nauios con mercaderias, que vinieren de otras tierra, no sean prendados por deudas de los dueños de los nauios, ni los recueros, y mercaderes que traen mercaderias, no sean prendados por deudas de los lugares donde son.
Establecemos y mandamos que todos los nauios que vinieren de otras tierras, o de otros Reynos a los nuestros que traxeren mercaderias, quier por otros, o quier por suyas, que no sean prendados por ningunas deudas que deuan a aquellos de cuya tierra son, pues traen mercaderias, o viandas a los nuestros Reynos. Y mandamos que los mercadres y recueros que traen mercaderias de vnos lugares a otros en estos Reynos, que no sean prendados ni ejecutados por deudas que deuen los Concejos donde son, no las deuiendo ellos ni seyendo fiadores".
Libro Quinto. Título XVII; págs. 351-352)

Los estudiantes, tanto de la  Universidad de Alcalá de Henares como de Salamanca se valían de los recueros para recibir los recursos que les proporcionaban sus padres. Del escritor renacentista Bartolomé Palau es "La farsa llamada salamantina", publicada en el año 1552. Allí se encuentran los siguientes versos:

JORNADA I

ESTUDIANTE

No ay hombre tan desdichado
desdel cielo hasta el profundo,
mas corrido ni amenguado
que yo soy en este mundo.
Estoy perdido;
seys caminos ha venido
este negro de recuero,
que do al diablo el dinero
ni blanca que me ha traydo,
ni vn ceutí;
papel y tinta, esso sí,
embian me mas que quiero.
Dios auia hecho por mi
si fuera algun especiero;
mas moneda,
siempre veo se está queda.

También se valían de ellos las personas, pues conocían las rutas y los caminos. En el "Sermón de Aljubarrota, con las glosas de D. Diego Hurtado de Mendoza", incluido en la obra "Sales Españolas ó agudezas del ingenio nacional" (Impresor de Cámara de S. M. Madrid, 1890) cuentan una historia que, aunque un poco larga, vale la pena dar a conocer. Es esta:

"Fué el caso qué acaeció pocos días há que un recuero traía para Salamanca una cantonera, la cual, como le faltase el dinero para pagar el porte, ofreció al recuero, en pago del portazgo, que ella lo acompañaría cada noche. Sucedió que estando en un mesón en el dicho lugar, llegó un huésped portugués, por nombre Ruy de Melo, home muyto grande fidalgo, el cual, como se la mujer, contentóse tanto della, que le prometió un ducado si se acostaba con él aquella noche. Lo cual ella acetó, concertando de secreto primero con el recuero, que si algo se le antojase, que acudiese á las dos horas de la noche á la cama, que ella dejaría la puerta de la cámara abierta, y se acostaría en la delantera de la cama, y que allí podría llegar en silencio sin ser sentido de Ruy de Melo, y hablarla y volverse á su cama. Pues yéndose á acostar con este concierto la mujer, quiso tomar la delantera de la cama, lo cual Ruy de Melo no consintió, por más que la muy honrada señora lo porfió; antes dijo:—A os fidalgos como eu compete defender a dianteira das damas, e receber os primeiros encontros.—Y así se acostó en la delantera. El cual, cansado del trabajo y del calor, que era verano, se durmió, y quedó, descubiertas todas las maças, frontero de la puerta. Pues como el recuero acudiese al tiempo concertado y fuese á escuras, atentóle las espaldas con la mano, y expendo que era la dama delantera de la cama, con aquel espíritu asnino que llevaba, atestado de ajos y vino, y sin más esperar, se abrazó con el portugués, poniendo en efeto el oficio, ó por mejor decir, la licencia, de Mahoma. El portugués despertó, y.aunque turbado del sueño, sintió que era hombre el que escudriñaba los rincones de su entresuelo, y saltó de la cama como un puerco jabalí, y buscó la espada, y trayéndola en la mano desnuda, daba voces diciendo:—Hospeda, hospeda, acendei candea, que, voto á Deus, que me han fo...—pronunciando luego... dido".
(Págs. 132-134)

Algunos investigadores aseguran que fue D. Diego Hurtado de Mendoza el autor de "La vida de Lazarillo de Tormes y sus fortunas y adversidades". La voz recueros solo aparece en la edición de Alcalá de Henares, publicada en  1554. Dice D. Julio Cejador que "hubo una edición príncipe de Amberes, 1553, lo insinuó Brunet (Manuel, 1862): «Hurtado de Mendoza: Lazarillo de Tormes, 1553, in-I6, Anvers, que nous n'avons pas vue" pero que "ni ha visto nadie tal edición". Añade:
Que la hubo, sin embargo, de aquel año ó anterior parece sacarse de lo que dice la de Alcalá de 1554: «nuevamente impresa, corregida y de nuevo añadida en esta segunda impresión». ¿A qué primera alude, pues esta de Alcalá salió el 26 de febrero de 1554 y no parece ser reimpresión de la de Burgos, del mismo año, pues ni tiempo material parece que hubo para que de Burgos llegara a Alcalá y allí se corrigiese, añadiese e imprimiese, aun en el caso que en Burgos se hubiese impreso a principios de año? Véanse las primitivas ediciones: Burgos, Juan de Junta, 1554. Alcalá, Salcedo, 26 febrero de 1554. Amberes, Nució, 1554..."
("Introducción"; págs. 22-23)

Cito, por tanto, de la edición crítica de esta obra, realizada por D. Julio Cejador y Frauca, publicada en Madrid en el año 1926, por Ediciones de "La Lectura":

"Yendo que yuamos ansi por debajo de unos soportales, en Escalona, adonde a la sazón estauamos en casa da vn çapatero, auia muchas sogas y otras  cosas, que de esparto se hazen y parte dellas dieron a mi amo en la cabeça. El qual, alçando la mano tocó en ellas e viendo lo que era, dixome: 
-Anda presto, mochacho, salgamos d' entre tan  mal manjar, que ahoga sin comerlo. 
Yo, que bien descuydado yua d' aquello, miré lo que era y, como no vi sino sogas y cinchas, que no era cosa de comer, dixele: 
-Tío, ¿porqué dezis esso?
 Respondióme: 
-Calla sobrino, según las mañas, que lleuas, lo sabrás y verás cómo digo verdad
Y ansi passamos adelante por el mismo portal y llegamos a vn mesón, a la puerta del qual 15 auia muchos cuernos en la pared, donde atauan los recueros sus bestias, y como yua tentando si era alli el mesón, adonde él rezaua cada dia por la mesonera la oración de la emparedada hazió de vn cuerno, y con vn gran sospiro dixo: 
-¡O mala cosa, peor que tienes la hechura! ¡De quántos eres desseado poner tu nombre sobre cabeça agena y de quán pocos tenerte ny aun oyr tu nombre, por ninguna via!"
(Tractado Primero: "Cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fue"; págs. 107-109)


Menos conocida que recuero es la variante requero, que Sebastián de Horozco incluye y glosa en su "Teatro Universal de Proverbios":

A bestia loca requero modorro

La muger que es corajuda
y brava de coraçon
ha de menester sin duda
marido que la sacuda
un palo y un buen torniscon.
Que si hablare la boca
antes que venga socorro
aya llebado en la coca
assi como bestia loca
es bien requero modorro.

Bien come el requero si no escotase luego

Bien se huelga el robador
con los bienes que ha robado
si el [no] tuviesse temor
que estando al mejor sabor
a de ser luego ahorcado.
Bien come y huelga el logrero
si caro no le costase
en el infierno el dinero
y assi bien come el requero
si luego no lo escotase.

Lucas Fernández ya escribió esta voz en una de sus "Farsas" (1514) en la que entablan conversación  dos pastores, PascualPrábos, con  un soldado:

SOLDADO
Si así es, yo soy contento,
y consiento
de ser por eso tu amigo.

PRÁBOS
Pues ¡sus! abrazai con tiento.
Ponte esento.

PASCUAL
De aquí por vuestro me obrigo.
Pues esta armadija ¿qué es?

SOLDADO
Aquesta es una alabarda.

PASCUAL
¿Qué decis, senor, albarda?

SOLDADO
Alabarda, necio, es.

PASCUAL
Y aques. otro?

SOLDADO
Es un puñal.
Y aunque tal...

PRÁBOS
Mas garrote de recuero.

SOLDADO
Es un arma manual.

PRÁBOS
Mas destral.
Paresce de acemilero.

Del escritor toledano Melchor de San Cruz de Dueñas (1505-1585) es una obra titulada "Floresta española de apotegmas ó sentencias, sabia y graciosamente dichas, de algunos españoles", publicada en el año 1574. En la nona parte recoge una serie de historias bajo el título "De burlas y dislates". Cito de la edición impresa en Madrid, por D. Joachin Ibarra, en 1777:

"Un recuero llegó á un meson, que está fuera de Almagro, una noche muy tempestuosa ; y llamando á la puerta, respondiéronle, que buscase otra posada, porque estaba la huéspeda de parto. Dixo el recuero: Decidla que me mande abrir, que yo haré que pára luego. Y como estaba en tan gran necesidad, mandó que le abriesen; y pidió una escribanía, y escribió unas letras, que se pusieron al cuello en una nómina; y en poniéndosela, parió, y muchas mugeres de la Villa la tenían por gran reliquia. Sucedió, que la prestaron en casa de un Caballero; y después que hubo parido su muger, queriendo saber lo que tenia dentro la nómina, descosiéronla, y hallaron escritas estas palabras: 

La recuera, y el recuero 
Pónganse en cobro, 
Si la huéspeda pariere; 
Y si no, pónganse al horno".
(Págs. 336-337)

La mesonera y el recuero también forman parte de uno de las historias que  Juan de Timoneda reunió en su obra "El buen aviso y portacuentos", publicada en Valencia, en el año 1564. Cito de la edición de Rudolph Schevill, extraída de la Revue Hispanique, tome XXIV (New York, París, 1911):

"Yendo tres de compañía, vn capitán, y vn recuero, y vn rufián, allegaron a vna venta que era de vna biuda muy truhanera. Preguntáronle si hauía algo que cenar. Díjoles que no hauía otra cosa, sino vn par de perdigones, pero que los cenaría con ella aquel que le declarasse tres preguntas. Contentos, preguntóles qué sombra hauía mejor, y vista, y ruydo, en esta mundana vida. Respondió el capitán:
-Sombra de tienda de campo, vista de españoles y ruydo de atambores.
Respondió el recuero:
-Sombra de mesón, vista de poblado, ruydo de azémilas.
Respondió el rufián:
-Sombra de pauellón, vista de gentil muger, ruido de colchones.
Dixo ella:
-Vos cenareys conmigo los perdigones".
("Cuento XXV"; pág. 56)

Los recueros aparecen frecuentemente en las cartas de  Santa Teresa de Jesús. Veamos algunas:

"La gracia del Espíritu Santo sea con Vm. mi buen Fundador. Hasta ayer no ha venido el Recuero. Plega a Dios, que el Licenciado lo embíe á recaudo; que harto me lo ha prometido. Yo le tornaré á avisar, que harto cuidado he tenido. En el emboltorio embío una pieza de a dos a la Priora, y a decir que pague lo demás. Ya estamos ricas y a la verdad nunca nos ha faltado, sino quando yo mas lo quisiera, que era quando se había de ir".
(Carta XLV. "Para Antonio Gaytan, Caballero de Alva"; pág. 310)

"Sea con V. R. No tengo lugar de decir lo que quisiera. Hoy me dieron su Carta el Recuero. Mientras mas larga, me huelgo mas. Son tantas las que hoy he tenido, que an para esto no hay lugar, ni para leer las Cartas de las hermanas le he tenido".
(Carta LXVIII. "A la misma madre María de S. Joseph"; pág. 426)

"Sea con V. R. el Espírim Santo, hija mía. Ya yo le digo que pudiera yo poner aquí algunos de los encarecimientos que ellas ponen a nuestro Padre, y con tanta verdad, que yo no sé que tentación me ha dado de quererla tanto: ya voy creyendo que me lo paga, plega el Señor en encomendarnos mucho á su Magestad se parezca.
Ayer dia de la Conversion de San Pablo me dió el Recuero sus Cartas y dinero y todo lo demás que venía tan bien puesto que era de ver, y ansí todo llegó bueno, Dios le pague el contento que me ha dado con lo que embía á su madre de N . P. que no ha sido nenguna para tanto, y él gusta mucho de ello".
(Carta LXXIV. "A la misma madre María de S. Joseph"; págs. 457-458)

Francisco de Quevedo escribe en su obra "Las zahúrdas de Plutón" lo siguiente:

"Salí de vn lugar donde estaba aposentado vn diablo de marca mayor, corcobado, y cojo, y arrojandolos en vna hondura muy grande, dixo: Allá va leña. Por curiosidad me llegué á él, y le pregunté de qué estaba corcobado y cojo? Y me dixo: (que era diablo de pocas palabras) Yo era recuero de remendones, iba por ellos al mundo, de traerlos acuestas me hize corcobado, y cojo; he dado en la cuenta, y hallo, que se vienen ellos mucho mas apriessa, que yo los pueda traer. En esto hizo otro vomito de ellos el mundo, y huve de entrarme, porque no avia donde estar alli, y el monstruo infernal á traspalar; y dizque es la mejor leña que se quema en el Infierno, remendones de todo oficio, gente que solo tiene bueno, ser enemiga de novedades".
(Pág. 23)

Entre las mercancías que los recueros trajinaban estaba el vino He aquí la curiosa historia que nos cuenta Baltasar Gracián en la tercera parte de su obra "El Criticón" (Pablo de Val. Madrid, 1657):

"Otras muchas verdades dijo Critilo contra la embriaguez, de que los circunstantes hicieron cuento y él escarmiento. Reparó Critilo en que asistían pocos españoles al cortejo de la dionisia reina, habiendo sin duda para cada uno cien franceses y cuatrocientos tudescos. 
¡Oh , dijo el hablador, no sabes tú lo que pasó en los principios desta bella invenchione del vino
¿Y qué fué? 
Que un recuero, atento á su ganancia, cargó de la nueva mercadería y dio con ella en Alemania. Y como fuese el precioso licor en toda su generosidad, gustaron mucho del los tudescos. Hizoles valiente impresión, rindiéndolos de todo punto. Pasó adelante á la Francia; mas, porque no fuesen comenzados los cueros, acabólos de llenar en la Esquelda, con que no iba ya el vino tan fuerte y así no hizo mas que alegrar los franceses, haciéndoles bailar, silbar y dar algunas cabriolas y rascarse atrás en un corrillo de mesurados españoles, como se vio ya en Barcelona. Quedábale ya muy poco, cuando pasó á España, y llenóle de agua de tal suerte, que no era ya vino, sino enjaguaduras de bota. Con esto no les hizo efecto á los españoles; antes los dejó muy en sí y tan graves como siempre, con que ellos á todos los demás llaman borrachos".
("En el invierno de la vejez"; crisi II; págs. 51-52)
Rosa Bonheur: "Arrieros. Paso de los Pirineos". 1857.

Don Ramón de Mesonero Romanos dice en su obra "El antiguo Madrid, paseos históricos-anecdóticos por las calles y casas de esta villa" (Establecimiento Tipográfico de Don F. de P. Mellado. Madrid, 1861) que el nombre de Madrid es arábigo y quiere decir, "lugar ventoso y de aires sutiles y saludables, de cielo claro y sitio y comarca fértil". No vamos a dilucidar ahora  sus inciertos orígenes, si son griegos, árabes, o visigodos, pero sí podemos destacar lo que el cronista madrileño cuenta sobre el nombre de Mantua Carpetana:

"Llámase por otro lado en latín Mantua Carpetana, tomando el nombre de los montes y puertos que llamamos de la Fuenfrida y de Guadarrama, que en latin se llaman Carpetanos y asi los llama Julio César en sus Comentarios, y para diferenciar de la Mantua italiana se llama Mantua carpetana, asi la llama Ptolomeo y la pone en 40º de latitud y pocos minutos mas ó menos, y de longitud 11° 4' y llámanse los montes Carpetanos; primero, porque quiere decir el carro, porque toda esta tierra hasta llegar á estos puertos, eran los trajineros y recueros de este instrumento de carros que en latin (como digo se llama carpentum) de donde se llamó Carpetana por los llanos y planicies que en todos estos términos hay".
(Apéndice: "Declaración de las armas de Madrid"; pág. 348)

Vamos a terminar esta entrada con un artículo que Mariano de Santiago Cividanes publicó en "El Auxiliar de la Ingeniería y Arquitectura", el 25 de abril de 1934. Se titula "Arte y costumbres de la vieja España. Salamanca", en el que recrea la vida de los estudiantes en el Siglo de Oro. Entre otras cosas dice:

"En la rivera del Tormes estaba el "Mesón del Estudio” y otras posadas de estudiantes humildes; al caer de la tarde se reunían estos escolares a esperar carros y mulas de recueros y arrieros, por los que recibían chorizos, otras dinero y muchas veces un taleguillo de bellotas y nueces; los amigos se juntaban para leer las cartas y al llegar al párrafo de "ahí te envío", si era dinero, las besaban entre mil exclamaciones de “ ¡padre de mi vida!, etc.; en caso contrario quemaban las cartas con esta canción:

Es padre terrible y fiero
el que no se muestra blando
para mandarnos dinero,
que aquí estamos esperando,
por eso iremos quemando
con un placer verdadero,
papel que no diga "os mando"
el plus con el arriero.

Hay que señalar que estos versos parecen un remedo, o un apaño poético, de los que escribió Francisco de Rojas Zorrilla en su obra "Lo que quería ver el marqués de Villena".



RECOVERO -RA, RECOVA

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Para enfrentarme a esta voz he entrado en la plaza con una cuadrilla de lujo: Miró, "El Alicantino"; Max, "El Niño del Laberinto", y Borges, "Jorgito el de Buenos Aires". Después me he dado una vuelta por la Hemeroteca Digital Hispánica y me he encontrado a recovero dándole nombre a varios toros y formando parte de la crónica de sucesos: unas veces como homicida y otras como víctima. Preveo, por lo tanto, una faena complicada. Si a esta voz de cuatro sílabas le quitamos las consonantes, nos queda el sonido de una sirena: "¡Eo eo!". Habrá que estar alerta antes de que salten todas las alarmas.

Recovero es voz que no aparece en Covarrubias pero que sí se encuentra en  Autoridades junto con recova:

"RECOVA. s. f. La compra de huevos, gallinas y otras cosas, que se hace por los Lugares para volver á vender. Parece que esta voz se formó del verbo Recolligo, que significa recoger, y ova los huevos. Lat. Ovorum, avium ve per vicos recollectio, vel comparatio.

RECOVA. Se llama tambien la quadrilla de perros de caza. Lat. Ex canibus mandra.

RECOVA. Llaman en Andalucía á un género de cubierta de piedra ó fábrica, que ponen para defender algunas cosas del temporal. Lat. Operimentum, vel tegumentum fabrile.

RECOVERO. s. m. El que compra por los Lugares huevos, gallinas y otras cosas para revender. Lat. Ovorum vel avium per vicos emptor, comparator".

Academia se atiene, poco más o menos, a lo dicho por Autoridades. En la edición de 1837 añaden una nueva acepción de la voz recova, un andalucismo del que dicen que vale por "el paraje público en que se venden las gallinas y demás aves domésticas". En la edición de 1884 definen de este modo la voz recovero:

"RECOVERO. m. El que anda comprando huevos, gallinas y otras cosas para revenderlas".

El femenino de este vocablo aparece, por primera vez, en la edición de 1899. En la de 1925, dicen:

"RECOVERO, RA. (De recova.) m. f. Persona que anda a la recova".

En la edición de 1984 recogen el verbo recovar:

"RECOVAR. tr. Comprar para revender huevos, gallinas y algunas otras cosas".

Todas estas definiciones se mantienen hasta la Edición del Tricentenario, última consultada.

El Domínguez (1853) se recrea un poco en la suerte y define de este modo la primera acepción de la voz recova:

"RECOVA. s. f. La compra de huevos, gallinas y otras cosas, que se hace por los lugares ó aldeas, para volver a vender los objetos comprados, según costumbre de revendedores en tráfico de este género. (...)".

Con la voz recovero obra del mismo modo:

"RECOVERO, RA. s. El que anda por los lugares comprando huevos, gallinas y otras cosas, con el objeto de revenderlas lo mejor que pueda en otras poblaciones ó parajes etc.".

El Alemany y Bolufer (1917) añade una nueva acepción del vocablo recova:

"RECOVA. (...) Amér. Mercado temporal para comestibles".

El Pagés se atiene a lo que Academia dejó dicho de ambas voces, e ilustra la segunda con un ejemplo literario sacado de la novela  de Juan Valera titulada "Pepita Jiménez". Es una frase hecha que le dice Don Pedro a su hijo:

"—Nada de sorpresa ni de asombro, muchacho. En el lugar sólo se saben las cosas hace cuatro días, y la verdad sea dicha, ha pasmado tu transformación. ¡Miren el cógelas á tientas y mátalas callando; miren el santurrón y el gatito muerto, exclaman las gentes, con lo que ha venido á descolgarse! El padre Vicario, sobre todo, se ha quedado turulato. Todavía está haciéndose cruces al considerar cuánto trabajaste en la viña del Señor en la noche del 23 al 24, y cuán variados y diversos fueron tus trabajos. Pero á mí no me cogieron las noticias de susto, salvo tu herida. Los viejos sentimos crecer la hierba. No es fácil que los pollos engañen á los recoveros".
(Pág. 210)

Este refrán lo incluyó don José María Sbarbi en su "Colección Alfabética de refranes Castellanos" (Librería de Don León Pablo Villaverde. Madrid, 1872):

"No es fácil que engañen los pollos á los recoveros. (V. A quien cuece y amasa, no le hurtes hogaza. "Al experimentado y práctico en alguna cosa, no se le puede engañar en ella con facilidad".)

El Diccionario de Americanismos define de esta manera las dos voces que estamos estudiando:

"RECOVA. I. 1. f. Pe., S., Bo., Ch., Arg. obsol. Mercado de alimentación y objetos artesanales. //. 2. Arg. Galería cubierta y con columnas que se encuentra en la fachada de los edificios.

RECOVERO, RA. I. 1. m y f. Pe., S., Bo., E. O., Ch. Persona que tiene un puesto de venta en una recova.// 2. sust./adj. Bo., O. Persona de maneras vulgares y ordinarias. (...)".

El Manuel Seco también se ocupa de ellas, y las viste con finos ropajes literarios:

"RECOVA. 1. (reg.) Mercado de comestibles.// Solís Siglo 299. Era ya la hora en que la plaza de San Juan de Dios comenzaba a despertar tras el letargo de la noche. Los puestos de la recova  abrían sus puertas y los tenderetes comenzaban su agitada venta mañanera. [En el texto, recoba]. Día. 23.8.75, 8 Solamenta había en Icod y en los demás pueblos de las islas unas vulgares recovas, aunque, eso sí, muy bien surtidas con abundantes verduras frescas de todas clases.
2 (reg.) Cuadrilla  de perros de caza.// SHoy. 27.9.74, 12:¿Era muy amplia su recova? ¿Cuántos perros tenía normalmente? (En el texto, recoba)

RECOVERO, RA. m. f. 1. (reg.) Persona que vende en una recova.// Día. 27.4.76, 5: Estaba despachando un kilo de manzanas en la Recova. Pero hubo una que se le cayó dos veces.
-¡Jesús, comentó la recovera, debe ser la dichosa "manzana mecánica" esa!
2. (reg.) Persona que compra determinados productos, especialmente alimenticios, para venderlos. (...) b) Revendedor ambulante, especialmente de alimentos. (...)".

Hablas Andaluzas recoge dos acepciones de la voz recovero:

"RECOVERO, RA.- m. y f. Quincallero, vendedor de cintas, botones, agujas, etc. en tiendas o ambulante. (...) - de huevos, recovero, persona que anda por los lugares a la compra de huevos, gallinas, y otras cosas semejantes para revenderlas. (...)".

Ciro Bayo define la voz recoba en su "Vocabulario criollo-español sudamericano" como "mercado. Despacho de carne fresca en la campaña".

Una curiosa acepción de la voz recova es la que se encuentra en la "Enciclopedia del Erotismo", de Camilo José Cela:

"RECOVA. En Murcia -y quizá por contaminación de las acepciones 1ª y 2ª de Academia-, partes del hombre.// Antonio Martínez Cerezo me comunica: Se dice por asimilación a lo que se compra y se vende en la recova. Entre los huertanos murcianos es muy frecuente oír, cuando alguien ha dicho una sentencia tonta  o sin fuste:"tócate la recova, a ver si te ha sudado". También se oye entre mujeres (aunque referido al hombre): "Anda que, por falta de recova, el niño no va a quedar soltero".


La revista política, parlamentaria, biográfica, necrológica, científica, literaria y artística titulada "Escenas contemporáneas" publicó en su primer tomo (Julio-agosto, 1956) una detallada estadística de la ciudad de Londres, correspondiente al año 1851. Entre otra cosas, dice:

"La población de Londres consume anualmente: bueyes, 277,000; 30,000 terneras; 1.480,000 carneros; marranos, 34,000; 1.600,000 cuarteras de trigo; libras de patatas, 316.464,000; 89 760,000 coles; 75.900,000 huevos; 3.742,000 gallinas; 1.281,000 piezas de recoba; 66,000 pipas de vino, 2.000,000 galones de aguardiente, ron, ginebra, etc.; 43.200,000 de cerveza; carbón mineral, 3.000,000 de toneladas; 60,000 toneladas de pescado y marisco.
Las vacas que suministran leche para el consumo de los habitantes son 13,500".
(Pág. 156)

Mariano José de Larra escribió la voz "recoba" con el sentido de su segunda acepción, en un artículo titulado "La caza":

"Pero llega el domingo, dia anhelado por los empleados de la ciudad inmediata. ¿Es una pascua? Mejor: la batida durará tres dias; el sábado por la tarde se ensillan los caballos, se hacen provisiones, y en marcha. Se convocan los mejores escopetas y corsarios, aquellos para darles ojeos en competente número, y cubrir lodos los puestos, y estos para dirigirlos y reconocer las manchas ó espesuras donde se alberga la caza. Aquella noche se pasa al hogar, alrededor de una encina, oyendo al corsario mas experimentado: él explica la caza de la perdiz como la mas divertida y honorífica; la de los conejos al aguardo es pesada, y no se puede hacer sino á la madrugada y á la caída de la tarde: en tiempo de su cría, la mejor es la chilla: la mancha de la tristeza, que cae al oriente, es la mejor para liebres; en otro manchón hay venado ó cochino; pero ese no se puede cazar sin gran recoba, y todavía no se han traído todos los perros; él arregla los ojeos para el día siguiente, y asainetea en fin, su conversación, con el relato útil de mil anécdotas de caza, con la variedad de los lances de su vida".
(Pág. 21)

Del mismo modo la escribe don Benito Pérez Galdós  en su novela "Fortunata y Jacinta":

"El recuerdo de su difunto, que siempre se avivaba en la mente de doña Lupe cuando se veía en algún conflicto, la enterneció. En todas sus aflicciones se consolaba con la dulce memoria de su felicidad matrimonial, pues Jáuregui había sido el mejor de los hombres y el número uno de los maridos. «¡Ay, mi Jáuregui!», exclamaba echando toda el alma en un suspiro.
Don Pedro Manuel de Jáuregui había servido en el Real Cuerpo de Alabarderos. Después se dedicó á negocios, y era tan honrado, pero tan sosamente honrado, que no dejó al morir más que cinco mil reales. Oriundo de la provincia de León, recibía partidas de huevos y otros artículos de recoba. Todos los paveros leoneses, zamoranos y segovianos depositaban en sus manos el dinero que ganaban, para que lo girase á los pueblos productores del artículo, y de aquí vino el apodo que le dieron en Puerta Cerrada y que heredó doña Lupe. También recibía Jáuregui, por Navidad, remesas de mantecadas de Astorga, y á su casa iban á cobrar y á dejar fondos todos los ordinarios de la maragatería".
(Tomo II. Parte III: "Doña Lupe de los pavos"; cap. III; págs. 139-140)

Leo la siguiente historia en "La Discusión" (12.10.1864):

"En El Porvenir de Sevilla leemos lo siguiente: 
Hace tres ó cuatro dias que llegó á la plaza d« la Encarnación un caballero, y preguntó á uno de los recoberos cuánto le llevaría por un conejo que muerto y sin tripas tenia en la mano. 
—Seis reales, señor, contestó el recobero. 
El caballero lo tomó en la mano y empezó á examinarlo:
-Muy chico es, amigo mio, dijo al vendedor, esto no vale seis reales. 
—¿Cuánto dá Vd. por él? 
— Real y medio. 
—No comerá Vd. conejo. 
—Ni Vd. tampoco. Y el conejo salta de las manos del caballero y empieza á correr por el mercado con asombro de los vendedores, y aplausos de algunos de lo» que presenciaban la escena y sabían que el comprador era el prestidigitador Gilardí, que había jugado con su habitual limpieza aquel solemne chasco al recobero.»

Un toro que se llama  Recobero:

TOROS EN SANLUCAR DE BARRAMEDA 

Señor Director del BOLETÍN DE LOTERÍAS Y TOROS. 

El domingo 13 de Junio se celebró una corrida de cuatro novillos-toros, da ganadería anónima, pues sólo decía el cartel eran oriundos de los de Gallardo, del Puerto de Santa María. 
Para matar Currito Aviles y Manuel Campó; y para presidir, D. Manuel Soto. 
El primero se llamaba Recobero, y era. negro meano, cornalón, salió pacífico y dio comienzo el herradero. 
Aviles para avivarlo quizás, le dio varios lances de capa y fué chiflado; Postigo puso dos varas malas, con pérdida de un caballo; Begines una en la tripa con idem, y el Cuchillero, para dar variedad á la cosa, lo dejó colar suelto, dándole un disgusto al empresario de caballos y otro á sus costillas. Pineda clavó un par desigual al cuarteo y uno abierto, y Mendoza, uno regular, al cuarteo. 
Noble estuvo Recobero en banderillas y noble llegó á la muerte. Aviles, que vestía grosella y plata, empleó la siguiente faena: uno natural, uno derecha, tres altos y una estocada atravesada, tirándose sin estar el toro en suerte; dos naturales, dos derechas y un pinchazo delantero. El toro se descompuso y el diestro también. De largo y huyendo lo tomó con dos derechas y un pinchazo bajo, cuatro altos un  pinchazo á paso de banderillas, varios pases, pasadas sin herir, trasteos, dos intentos y un descabello. 
Rechifla. 
Campó le ayudó en la brega".
(Madrid, lunes 18 de agosto de 1884)

De Javier de Burgos es esta letrilla, publicada en "Los Lunes de El Imparcial", el 10 de septiembre de 1884:

Un gitano recobero 
que un pollo vivo vendía, 
al ver que en la mercancía 
se fijaba un caballero: 
—¿Me lo quiere usté merca? 
dijo, levantando el pollo, 
miste qué prenda, es un rollo 
de manteca este animá. 
El comprador que era experto, 
vueltas al pollo le dió, 
y examinándolo vió 
con disgusto que era tuerto. 
Devolviéndolo al gitano: 
—Le falta un ojo, le dijo, 
no lo quiero.
 —Pero, hijo, 
¿no está gordo y bueno y sano? 
— Sí, pero es tuerto,
 —Es verdá, 
le replicó el recobero. 
Pero, oiga usté, cabayero. 
¿lo iba usté á poné á borda?

José de la Vega: "Los recoveros" (1890)

El diario  madrileño "La España" publicó el sábado 25 de julio de 1857 la siguiente noticia:

CARTAGENA, 21 de julio.

"Muy señores míos: En su apreciable periódico del 18 del actual notician Vds. el asesinato y robo de un francés llamado Grats, cometido en las inmediaciones de Cuevas de Vera, en la mañana del 29 del mes último. Conviene ahora que sepan Vds. y publiquen, que á las 24 horas de cometido el delito, logró el cabo primero de la Guardia civil, Francisco Gil Hernández, capturar á uno de los autores, que se halla en la cárcel de esta ciudad, así como también descubrir su cómplice y paradero del caballo y parte de los efectos robados á Grats. Participado por dicho cabo en la noche de 16 del actual todo lo descubierto al teniente del mismo cuerpo don Ildefonso Mora, y manifestándole que en la misma noche pensaba dirigirse al barrio de San Antonío Abad, arrabal de esta ciudad, con el fin de capturar al otro reo y principal asesino, el espresado teniente, con el celo propio de todos los que sirven en su benemérito cuerpo, se dirigió á aquel punto, llegando en el momento en que el cabo Gil se apoderaba de los efectos robados y del asesino, conocido por el sobrenombre de «El Recovero.» Preso ya, al trasladarlo á la ciudad, valiéndose de su astucia, y de la oscuridad de la noche, intentó fugarse; pero, perseguido por el señor Mora, cabo 1º Gil, y los guardias Pedro Gómez Cánovas y Juan Sibrantos Sánchez, no pudiendo darle alcance, y hecho fuego sobre él, pagó aquel criminal su delito, dejando de existir. En honor de la verdad, tan importante servicio es debido al incansable celo del cabo Gil, que, desde el primer aviso que tuvo del crimen, no cesó un solo momento de buscar á los autores, acompañado de los guardias Antonio del Cerro Martínez y el ya nombrado Sibrantos".

El viernes, 9 de marzo de 1906, el diario "El Liberal" publicó esta noticia:

"Mañana se verá en la Audiencia ante el Jurado la causa contra Celedonio Cortés Fernández (a) Pincho, por muerte del anciano recovero Juan Manuel Anguila (a) Tío Periquillo, vecino de Guadalajara. 
El hecho ocurrió en las cercanías de Tórtola, en la madrugada del 29 da Septiembre último, encontrando loa vecinos de dicho pueblo el cadáver del recovero tendido en la carretera, con un balazo en la nariz y salida por el parietal derecho. 
El Pincho robó además once duros á la víctima. 
El procesado se confesó autor, añadiendo que obró en legítima defensa. 
El ministerio fiscal califica los hechos de robo y homicidio, con las circunstancias  agravantes de despoblado y reincidencia, pidiendo para el procesado la pena de muerte".

José Luis Rodríguez Zapatero dijo, en cierta ocasión, que el mejor destino era el de supervisor de nubes, pero me gusta más el de "recovero de nubes", feliz expresión que Azorín puso en un artículo titulado "Los cuatro dones". Tiene la particularidad de que fue publicado en el diario republicano "Crisol", y de que analiza en él uno de los libros fundamentales de la poesía moderna española: el "Poema del cante hondo", de Federico García Lorca. El primer número de este periódico trisemanal salió a la luz el 4 de abril de 1931, bajo la dirección de Félix Lorenzo, y este artículo de Azorín lo publicó el 2 de julio del mismo año. En él leemos:

"En una alta galería, dos manos afanosas que atrapan las nubes que pasan por el inmenso cielo; las nubes son ahora redondos cúmulos; el presonaje de la galería va llenando unos anchos cuévanos con estas bellas nubes que atrapa. Diríase que este hombre raro es un recovero de nubes. Ya los cuévanos están llenos de cúmulos redondos y blancos; de repente, los cúmulos se cambian en cirros, y el personaje misterioso llena sus cuévanos de estos sutiles y delicados filamentos. Como los cúmulos son vellones redondos, los cirros son caudales etéreos. Los cuévanos están llenos de cirros, y entonces estas nubes se convierten en nimbos. Las manos ávidas y ligeras del recovero atrapan los nimbos".

Su paisano Gabriel Miró  escribió la voz recovero en dos de sus obras. En su novela "Nuestro Padre San Daniel" leemos algunas de las costumbres de don Magín:

"No pasaria don Magín por la plazuela de Gozálvez sin llegarse al "Horno de la Visitación" y presenciar la segunda cochura 'aspirando el pan reciente, embebecido con la charla de anacalos y mozas que heñían la masa en los hínteros que dan el fresco olor de las harinas. 
Los lunes acudía al mercado del puente de los Azudes, que en averío, frutas y huertanas no le aventaja ningún lugar de Levante. Parábase con las recoveras de la Solana y los especieros de Víllena, junto a los carros de hortalizas y los cuévanos de peces de Santa Pola: sospesaba, palpaba, cataba y platicaba con campechanía, aunque sin permitir que los rapaces le besaran la mano como no les viese limpios y del todo enjutas las narícillas, y si no, les huía gritando: "¡Andad, hijos, y que primero os lave la madre y, de paso, que se peine ella".
( II: "Seglares, capellanes y prelados". Cap. IV: "Don Jeromillo y don Magín"; pág. 140)

"El obispo leproso" está considerada como la segunda parte de "Nuestro Padre San Daniel". Allí escribe lo siguiente:

"Otro acierto de la Compañía fué que el Hermano Canalda, encargado de las compras, vistiese de seglar: americana o tobina y pantalón muy arrugado, todo negro; corbata gorda, que le brincaba por el alzacuello; sombrero duro, y zapatones de fuelles. Con hábito y fajín de jesuíta, no le hubieran tocado familiarmente en los hombros los huertanos y recoveros del mercado de los lunes. Saber que era jesuíta y verle vestido de hombre les hacía sentir la gustosa inocencia de que le contemplaban en ropas íntimas, casi desnudo, y que con ese pantalón y tobina se les deparaba en traje interior, como si dijesen en carne viva, toda la comunidad de Jesús".
(Parte I: "Palacio y colegio". Cap. III: "Jesús"; pág. 26)

"La población escolar iba creciendo, a mayor gloria de Dios. El último censo había llegado a cifras consoladoras: 227 internos, 195 externos. ¿Se malograría una empresa tan fecunda en bienes espirituales? Y cundió el sobresalto entre los recoveros, zapateros, sastres y todos los abastecedores de casa".
(Parte VI: "Pablo y la monja". Cap. II: "Jesús y el hombre rico"; pág. 188)

La poetisa argentina Maruja Vidal Fernández publicó en "Caras y Caretas", el 25 de mayo de 1934, un romance dedicado a French y Beruti, en el que nombra la famosa  Recova  de Buenos Aires. De él hemos escogido estos versos:

Día entre todos los días 
aquel día de la Patria, 
la fe que anida en los pechos 
patriótico anhelo exalta. 
Día en que todas las horas 
fueron ungidas de gracia, 
porque en su ritmo tuvieron 
la armonía sacrosanta 
de dos palabras eternas: 
¡Libertad y Democracia! 
La gran aldea de entonces 
espera ansiosa en la plaza; 
en el Cabildo, la Junta 
discute, alega, proclama; 
por los anchos soportales 
de la Recova encalada, 
las gentes forman corrillos 
y se expresan en voz alta, 
¡que ya no cabe en los pechos 
ni el afán, ni las palabras! 
Cruzando hacia la Recova 
se ven venir de la plaza 
dos jóvenes caballeros 
de noble porte y prestancia. 
De paño gris las levitas, 
de airosos vuelos las capas, 
de alta copa los sombreros, 
y patillas bien cuidadas, 
como las llevaba siempre 
el rey Fernando de España. 
¡Dos patriotas de la Junta, 
French y Beruti se llaman! 
Llevan prisa en los talones, 
llevan fuego en las miradas, 
y el bello cielo argentino 
temblando entre sus palabras. 
En la sombra de una tienda 
la gloria les esperaba, 
para prender en sus pechos 
cintas azules y blancas....


Max Aub escribió la voz recova en su novela "Campo cerrado" y recovero en "Campo de sangre":

"Las ventas son al menorete aunque algún revendedor viene de cuando en cuando al hilo de la recova; sale entonces el platero al palenque con su gandaya a cuestas para discutir precios y calidades".
(Primera parte: "II. Castellón de la Plana"; pág. 28)

"Para las mozas las vitrinas de los quincalleros son las páginas de moda; que el recovero trae siempre lo mismo".
(Cap. 3: Julio Jiménez. Autorretrato"; pág. 50)

Del poeta Antonio Murciano es la composición navideña titulada "Oración por la figurita más antigua de mi "Nacimiento". Cito de la "Antología de Poesía Religiosa", (Alfaguara. Madrid, 1969) recopilada por Leopoldo de Luis:

Señor mío Dios-Niño: 
Tú, que velas desnudo desde tu casa pobre 
y ves cada diciembre, cada mañana fría, 
avanzar por mi mano y hacia ti, lentamente, 
de mi belén de sueño todas las figuritas, 
la pastora dorada del cordero a los hombros, 
el molinero blanco de la saca de harina, 
el recovero triste con sus pavos de siempre 
y el niño de la cántara con su pierna partida, 
Tú, que sabes la oculta desazón de su prisa, 
Tú que ya los conoces, 
déjame que te pida 
por cada uno de ellos, y en especial, Dios-Niño, 
déjame que te pida 
por la mujer aquella junto al pozo vacío, 
por la samaritana de barro, pequeñita, 
que espera, cada año, en el sitio que sabes, 
descolorida ya y antigua. 
Mi oración es por todos, Señor, pero es por ésta 
en especial, por esta figurita, 
a la que luego, cuando pecadora, 
cuando Tú vayas a Samaría un día, 
te acercarás sediento para llenarle el pozo 
del agua verdadera y eterna de la Vida.

"El mundo de Juan Lobón" es una las seis novelas de Luis Berenguer. La historia de este cazador furtivo está escrita en primera persona. En ella leemos lo siguiente:

"Hay oficios macho y oficios hembra. Oficios que van dando: cazar, sembrar, curar; y oficios que van tomando: guardar, limpiar, divertir.
Para un tío que hace algo, hay cuatro que chupan. Porque yo cazo, hay guardas en la Zarza, y hay guarda en Cabrahigo y en el Tarajal, hay civiles, hay juez. Porque Miguel hace pan, coge espárragos o amontona huevos y anea, hay un recovero, hay un puesto en la plaza, hay guardias civiles y hay juez".
("Cuatro cosas para antes de empezar"; págs. 14-15)

"La primera vez que gasté dinero, fue a cuenta de comprar unas botas que se las encargué a Tocino, el recovero, que me sacó nueve duros y me trajo un par disparatado de grande".
(Primera parte: "La fragua"; pág. 63)

Jorge Luis Borges alude a la recova bonaerense en su relato "Emma Zunz":

"Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y quizá improcedente. Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez. ¿Cómo hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de Emma Zunz repudia y confunde? 
Emma vivía por Almagro, en la calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró, inadvertida, por la indiferente recova...".
(Pág. 45)

Este diálogo se encuentra en "Rayuela", la inolvidable novela de Julio Cortázar:

"—Ya sé que no se gana nada —dijo Gregorovius—. Los recuerdos sólo pueden cambiar el pasado menos interesante. 
—Sí, no se gana nada —dijo la Maga. 
—Por eso, si le pedí que me hablara de Montevideo, fue porque usted es como una reina de baraja para mí, toda de frente pero sin volumen. Se lo digo así para que me comprenda. 
—Y Montevideo es el volumen... Pavadas, pavadas, pavadas. ¿A qué le llama tiempos viejos, usted? A mí todo lo que me ha sucedido me ha sucedido ayer, anoche a más tardar. 
—Mejor —dijo Gregorovius—. Ahora es una reina, pero no de baraja. 
—Para mí, entonces no es hace mucho. Entonces es lejos, muy lejos, pero no hace mucho. Las recovas de la plaza Independencia, vos también las conocés, Horacio, esa plaza tan triste con las parrilladas, seguro que por la tarde hubo algún asesinato y los canillitas están voceando el diario en las recovas. 
—La lotería y todos los premios —dijo Horacio. —La descuartizada del Salto, la política, el fútbol... —Él vapor de la carrera, una cañita Ancap. Color local, che".
(15; pág. 51)

Vamos a terminar esta entrada con un párrafo de "Locuras sin fundamento", el segundo volumen de "Salón de pasos perdidos", de Andrés Trapiello:

"Hace unos años iba de caza con un buen amigo. Él llevaba la escopeta, la recova de sabuesos y la merienda. Yo iba de oyente".
(Pág. 249)

Vendedores ambulantes colgó en YouTube este vídeo de un recovero chileno:

RECONCOMIO

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Reconcomio es voz que no se encuentra en Covarrubias pero que sí recoge Autoridades, con estos significados:

"RECONCOMIO. s. m. El movimiento que se hace á un tiempo con hombros y espaldas, motivado de alguna comezón ó picazón; y tambien se suele executar quando se tiene ó recibe algun gusto, ó satisfaccion particular. Es voz del estilo vulgar. Lat. Pruriginis motu sedatio.

RECONCOMIO. Se toma tambien por un género de rezélo ú sospecha, que incita y mueve interiormente. Lat. Suspiciuncula.

RECONCOMIO. Interior movimiento del ánimo, que inclina á algun afecto. Lat. Animi prurigo".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1899, en la que dice:

"RECONCOMIO. m. fam. Acción de reconcomerse.// fig. y fam. Recelo ó sospecha que incita ó mueve interiormente.// fig. y fam. Interior movimiento del ánimo, que inclina á un afecto".

El verbo reconcomerse ya se encuentra en Autoridades. Lo define así:

"RECONCOMERSE. v. r. Concomerse con freqüencia. Es compuesto de la Particula Re, y el verbo Concomerse. Lat. Pruriginem motu sedare. Prurigine gestire".

El verbo concomerse lo ilustra con dos ejemplos literarios:

"CONCOMERSE. v. r. Mover á un tiempo los hombros y espaldas en señal de que alguna cosa le pica, ó cáusa comezón; lo qual tambien se suele hacer quando se tiene ó recibe algun gusto ó satisfacción particular. Es voz compuesta de la proposición Con y del verbo Comer en el sentido de picar. Lat. Sese corporis assiduo attritu defricare. QUEV. Tacañ. cap. 11. El porquero concomiéndose dixo: Aun están con virgo mis espaldas. PIC. JUST. fol. 249. Entonces hice el ademán del piojoso, y concomiéndome toda le dixe, etc.".

En la siguiente edición, la de 1780, definen este verbo del siguiente modo:

"CONCOMERSE. v. r. Mover los hombros y espaldas como quien se estrega por causa de alguna comezon, lo que se suele hacer tambien sin ella, por burla y jocosidad".

Como hemos visto, la burla y jocosidad desaparece de la voz reconcomio.

En la edición de 1936 añaden una nueva acepción:

"RECONCOMIO. m. fam. Acción de reconcomerse.// 2. Prurito, deseo.// 3. fig. y fam. Recelo o sospecha que incita o mueve interiormente.// 4. fig. y fam. Interior movimiento del ánimo, que inclina a un afecto".

En la edición usual de 1970 esta voz queda definida de este modo:

"RECONCOMIO. m. fam. Prurito o deseo persistente.// 2. Impaciencia o agitación por una picazón o molestia análoga.// 3. Impaciencia o agitación por una molestia o ansiedad moral".

En la Edición del Tricentenario, última consultada, las definiciones de la voz reconcomio quedan reducidas a dos:

"RECONCOMIO.-1.m. Desasosiego o agitación por un picor o comezón.// 2. Desasosiego o agitación por uan molestia moral o por un deseo persistente".

Los diccionarios consultados habitualmente no añaden nada nuevo a lo ya dicho. El Pagés ilustra la primera acepción de esta voz con versos de Francisco de Quevedo y de Tirso de Molina. El romance del caballero del Orden de Santiago se titula "Los Santeros, y Santeras manifiestan sus interiores". Comienza así:

Madre, asperissima soys
por dedentro, y por defuera,
toda rallos, y cilicios,
toda disciplina, y xerga.
Nunca levantays la cara,
como si la cara fuera
algun falso testimonio
que en levantarse se peca.
Dadme orejas, Madre mia,
pues no ay pecado de orejas,
mientras mi vida y costumbres
a vozes derramo en ellas.

Las costumbres que describe el santero están todas ligadas al pecado de carne; no hace ascos a nada: le da igual si son viudas, casadas o doncellas.  Llegados a este punto, escribe Quevedo:

La Santera, que me oyó
lo interior de mi conciencia,
me respondió de esta guysa:
oyganlo pues las Santeras.
Mal huviesse el Hermitaño,
que olvidó entre btodas estas
los deseos estantios
de una Hermitaña manchega.
¡Qué os han hecho las beatas?
Mugeres somos como ellas,
cuerpos cubren estos sacos,
carne, y guesos estas cerda.
Desiertos tienen la culpa
de lo que estos miembros huelgan,
bien sabe alguno, que pudre;
que saben lo que se pescan.
No crea, Hermano, en el sayal
de las santas comadreras,
pues debajo ay al, en donde
los reconcomios se ceban.
Mas dixo, pero esto baste,
para que las Gentes sepan
que la Flor de los Santuchos
es verde, y la pintan seca.

La obra de Tirso de Molina se titula "Desde Toledo a Madrid", y los versos citados por el Pagés los pone el autor en boca de Carreño, el criado:

CARREÑO
Sois lindos cascos vos y él
para embadurnar amores.
¡Válgate el diablo por hombre!
Acabado de apear,
¡Al instente hubo de hallar
reconcomios!
(Acto segundo; escena novena.)


El padre Francisco de Isla escribió esta voz en su "Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas":

"28. A vista de esto, mi padre fray Gerundio, ¿se confirma usted en su opinión con autoridad del Barbadiño, de que la teología escolástica es inútil y aun perjudicial, y en que no quiere estudiarla? Señor beneficiado (le respondió con tanto candor, como frialdad, nuestro fray Gerundio), es cierto, que ya no me suenan tan bien las cosas de ese  padre portugués, como me sonaban antes, y que no sé que diantres de reconcómios siento acá dentro del corazón, que me dan muy mala espina acerca de ese sugeto. Al fin. Dios le haga mucho bien; pero á mí su magestad no me lleva por las cátedras, si no por los púlpitos: y asi estudiaré yo teología escolástica como ahora llueven albardas. Si 11ovieran, replicó el beneficiado, se malograrian todas las que no cayesen sobre las costillas de usted, y haciéndole una cortesía, se salió algo enfadado de su celda, y se volvió á la otra de donde habia salido".
(Libro II. Cap. VIII: "Cánsase de hablar el beneficiado, saca la caja, toma un polvo, estornuda, suénase, limpiase y prosigue la conversación"; págs. 203-204)

Estos versos de Diego de Torres  Villarroel se encuentran en su "Entremés del Duende":

SEBASTIANA
Aparta, loco.

SACRISTÁN
Dexame abrazarte;
¡Ay, qué regalo!

SEBASTIANA
Basta.

SACRISTÁN
He de estrujarte,
que siento reconcomios.

SEBASTIANA
Quita, loco.

SACRISTÁN
Reconcomios mui dulces.

SEBASTIANA
Oye un poco:
mi marido se fue.

SACRISTÁN
Yo estaba alerta 
á la esquina, mirando hacia la puerta,
y luego que salió, me dió en el pecho
el reconcomio de venir derecho
a ver essa carita tan hermosa.

El siguiente diálogo entre don Toribio y Lorenza se encuentra en la comedia en cuatro actos de Manuel Bretón de los Herreros titulada "El qué dirán y el qué se me da a mí". Se estrenó en el madrileño Teatro del Príncipe el 29 de noviembre de 1838:

LORENZA
Cuando usted quiera tomar 
los bizcochos y la copa 

D. TORIBIO
 ¡Eres tú , desventurada! 
¿Por qué vienes... en persona 
á aumentar los reconcomios 
que el corazón me destrozan? 

LORENZA. 
¿Qué dice usted, don Toribio! 

D. TORIBIO. 
¿Sabes, Lorenza, que hay horas 
fatales...

 LORENZA
¿Está usted malo? 

D. TORIBIO
¡ Ay Lorenza! Ó tengo el cólera...

 LORENZA
¡Virgen Santa! 

D. TORIBIO
 Ó tengo amor. 

LORENZA
¡Ba! Creí que era otra cosa. 

D. TORIBIO
Pero no es amor venial 
el mío, es una carcoma 
que dará al traste conmigo... 
como tú no me socorras. 

LORENZA
¿Qué escucho! Con que ¿soy yo...

 D. TORIBIO
¡Chito!.... 

LORENZA
 Usted me habla de broma. 

D. TORIBIO
 Atiende...., y habla mas bajo, 
porque hay moros en la costa. 
Lo primero y principal, 
déjate de ceremonias 
y apéame el tratamiento. 

LORENZA
¿Y qué dirá la señora...

 D. TORIBIO
 No digo que me tutees 
delante de ella; no. A solas...

 LORENZA
 Usté es amo y yo criada...

 D. TORIBIO
¿Qué amo, ni que zanahoria? 
Yo soy un señor muy llano. 
Déjate querer, tontona. 
(Acto cuarto; escena segunda.) 

Como vemos, esta conversación está llena de puntos suspensivos y de sobrentendidos. El escritor extremeño Vicente Barrantes (1829-1898) le dedicó a este tema  un amplio y entretenido artículo publicado por "La Ilustración", el 15 de noviembre de 1851. Comienza de este modo:

"¿A cuál de mis lectores no le habrá sucedido alguna vez, leyendo un libro, quedarse con tamaña boca abierta ante un batallón de puntos suspensivos, que ora entre palabras, ora entre renglones, campan por su respeto muy orondos, para deseperación del cándido que dándose golpecitos en la frente, como quien dice: -aquí hay misterio-, suelta á su imaginacion las alas atreviduelas; ó para reconcomio del sabiondo que contempla los tales puntos con sonrisita académica, como quien dice: -ya te entiendo?
Tres buenas interrogaciones como la presente apostara yo á que no hay persona que me contradiga. De imprenta sé que en un miserable tomo de poesías agotó cuantos puntos suspensivos existieron en las fundiciones de Madrid, por lo que dicen los murmuradores que es llenar de plomo el vacío de la mollera, ó decir lo que no se puede ó no se sabe decir, en manera que tampoco se puede ni se sabe comprender; pero aquí es la calumnia manifiesta, pues el que pone los puntos suspensivos no sabe de las mas veces porqué los pone ni en dónde los pone, sino que obedece á una inspiración rabiosa, á un frenesí de conquistador, y va poniendo sus puntos en batalla á guisa y en ánimos do dar un asalto á la inmortalidad".

Ricardo Sepúlveda tituló "Las arrebozadas" uno de los capítulos de su obra "Madrid viejo. Costumbres, leyendas y descripciones de la Villa y Corte en los siglos pasados". Lo empieza de este modo:

"Es indudable que el XVII fué un siglo de gran piedad; pero leyendo las Memorias y avisos del tiempo se ve que hubo que reformar las costumbres, porque el desenfado de la devoción, y la soltura, sacro-profana, con que se celebraban las grandes fiestas de la Iglesia, dió lugar á abusos y vituperios, que preocuparon á la corte y al alto clero. Por ejemplo, en los días de jueves y viernes santo, al paso que se prohibía circular en carroza y en carricoche, se autorizaba á las damas, á título de hallarse embarazadas, para que pudieran andar en sillas de manos, lo cual excitaba grandemente la curiosidad y no pocos antojos. Para estos días excepcionales de los peatones, se reservaba el lujo de las sillas de ébano, embutidas de plata, con tela de brocado y bordados de oro, y no hay que decir que la devoción, de este modo tan confortable establecida, atraía á las Iglesias sin dejar una, á todas las católicas de Madrid, modelo siempre de elegancia, de buen gusto y de devoción.
A la puerta de los templos ofrecían los galanes á sus damas palmas sin bendecir, con lazos simbólicos, y no dejaba de haber reyertas y estocadas, cuando eran más de uno y de dos los que se creían con derecho á hacer el regalo, ó por causa del manto tomaban á una dama por otra.
Concluidos los oficios el galán, dice Fernández de los Ríos, llevaba la palma ya bendita á casa de su dama, y la colocaba en el balcón ó en la reja de citas, atándola con cintas de seda encarnada, negra, verde y blanca, para facilitar al transeúnte la relación del estado de su amor oculto, por el abecedario de las cintas.
El miércoles santo se paseaba por las lonjas de los templos, con reconcomios místicos tan desleídos, que edificaban de santo ardor á los tibios. Las damas llevaban este día matracas, como ahora los niños, de maderas escogidas, regaladas por los lindos y talladas con geroglíficos de la pasión de Jesús, conjuntamente con los de la suya propia. ¡Qué descaro!".
(Págs. 187-189)


A doña Emilia Pardo-Bazán debía de gustarle esta voz porque la puso en varias de sus obras; por ejemplo, en la historia amorosa   titulada "Morriña" (Librería y Editorial Rivadeneyra. Madrid, 1920):

"Dios nos conserve el juicio —reflexionaba la señora—. No sé por qué nos pasmamos de que se chiflen los rapaces, cuando los señores mayores se ponen así. Aun a los rapaces mismos no les da tan fuerte. Voy a comprar unos pañuelos tamaños como la Sábana Santa, para limpiarle las babas a este bendito señor. El diablo me lleve si no está rabiando por que la hija tome las de Villadiego para recoger a Esclavitud más corriendito. Si yo no supiese que por otra parte es una persona buenísima, y que la muchacha tampoco me parece capaz de una mala partida con él, tendría algún reconcomio. Porque nadie es capaz de saber adonde llegan estas cosas, y si le da por casorio o una barbaridad semejante...”. La idea era tan bufa, don Gaspar casado con una muchacha de veinticinco, que la señora de Pardiñas se rió sola".
(Cap. XXI; págs. 266-267)

Madrid siempre ha sido una ciudad de pedigüeños; lo fue antes y lo es ahora. Don Benito Pérez Galdós retrató este mundo con mano maestra en su novela "Misericordia". En los primeros capítulos nos describe a los pobres, antiguos y modernos, que solían ponerse junto a las dos puertas de la madrileña iglesia de San Sebastián. que dan a  la calle del mismo nombre y a la de Atocha. En ese templo fueron bautizadas personas tan ilustres y distinguidas como Tirso de Molina, Ramón de la Cruz, Leandro Fernández de Moratín y Jacinto Benavente, entre otros. Antiguamente había junto a uno de sus muros un pequeño cementerio, en el que estuvo enterrado Lope de Vega, pero se le recuerda, principalmente, por la macabra historia de la actriz María Ignacia Ibáñez y el escritor José Cadalso.
Escribe Galdós:

"Como el sacristán ó el coadjutor alterasen esta jurisprudencia en beneficio de alguna nueva, ya les había caído que hacer. Armábase tal tumulto, que en muchas ocasiones era forzoso acudir á la ronda ó á la pareja de vigilancia. En las limosnas colectivas y en los repartos de bonos, llevaban preferencia las antiguas; y cuando algún parroquiano daba una cantidad cualquiera para que fuese distribuida entre todos, la antigüedad reclamaba el derecho á la repartición, apropiándose la cifra mayor, si la cantidad no era fácilmente divisible en partes iguales. Fuera de esto, existía la la preponderancia moral, la autoridad tácita adquirida por el largo dominio, la fuerza invisible de la anterioridad. Siempre es fuerte el antiguo, como el novato siempre es débil, con las excepciones que pueden determinar en algunos casos los caracteres. La Casiana, carácter duro, dominante, de un egoísmo elemental, era la más antigua de las antiguas; la Burlada, levantisca, revoltosilla, picotera y maleante, era la más nueva de las nuevas; y con esto queda dicho que cualquier suceso trivial ó palabra baladí eran el fulminante que hacía brotar entre ellas la chispa de la discordia. 
La disputilla referida anteriormente fué cortada por la entrada ó salida de fieles. Pero la Burlada no podía refrenar sn reconcomio, y en la primera ocasión, viendo que la Casiana y el ciego Almudena (de quien se hablará después) recibían aquel día más limosna que los demás, se deslenguó nuevamente con la antigua, diciéndole: «Adulona, más que adulona, ¿crees que no sé que estás rica, y que en Cuatro Caminos tienes casa con muchas gallinas, y muchas palomas, y conejos muchos? Todo se sabe".
(Cap. II; págs. 19-20)

Ramón María del Valle-Inclán escribe en su novela "La Corte de los Milagros":

"El tullido, estibado en la amarilla coraza, torcía el pábilo del busto, puesto a picar la tagarnina, con la enorme navaja. La comadre, balando su risa de cabra, plantó lebrillo en medio de la rueda, y se enderezó ondulándose como si estuviera desnuda. El cachicán se quitó el calañés y lo puso a su lado, cubriendo el yesquero y la petaca. Los otros compadres imitaron la cortesía del viejo. En el canto del hogar, el tullido, con una mueca de reconcomio, picaba la tagarnina".
(Libro quinto: "La jaula del pájaro"; cap. VII; pág. 168)

"El cachicán tendía la astuta y codiciosa mirada por las lejanías de olivos. Don Segis meditaba, y sus pensamientos pintábanle una sonrisa de fachenda, entre las patillas de jacha: Era su más íntimo reconcomio alzarse por dueño en los señoríos de aquellas dos antiguas casas de Cetina y Villar del Monte: Silbó, y culebreando por el olivar, se acercaron los remotos jinetes, destacados en descubierta' De entre las matas, como una coruja, se levantó Juana de Tito".
(Libro sexto: "La soguilla de Caronte"; cap. X; pág. 204)

"La unitaria pupila de ónix, avivada por la lumbre del hogar, imponía su oráculo. Patas Largas, que a todo miraba, apunto un reconcomio antiguo, que tenía con el Tío Juanes".
(Libro séptimo: "Para que no cantes"; cap. VII; pág. 246)

Francisco Navarro y Ledesma nos cuenta en su obra "El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra" lo siguiente:

"Las mayores alegrías y los únicos disfrutes y goces de Miguel en la vida fueron los intelectuales. Sus obras todas declaran que tenía mucho más de sentimental que de sensual. No menospreciaba la carne, como los místicos y los ascéticos contemporáneos suyos, ni el negro humor con que el beato Juan de Avila entintó los corazones y embarró la sangre, despertando el amor á la putrefacción y á la muerte antes que el macabro Valdés Leal lo glorificara en sus cuadros, se comunicó al espíritu de Miguel: pero tampoco amó exclusivamente á la carne con la epicúrea sensualidad que rebosa en las gentilezas de Baltasar del Alcázar y de algunos otros admirables ingenios (por desgracia pocos), á quienes debemos el que la alegría española no haya perecido achicharrada en un auto de fe ó estoqueada por un marido celoso de los de Calderón.
En ningún otro autor encontramos como en Cervantes el arte supremo, humano de conciliar el atractivo del deleite con el encanto de la honestidad en las cosas al amor atañaderas. Ni el mismo Lope, doctor en amorosas ciencias, ha igualado á Cervantes en esta suprema y sublime delicadeza que le ha valido un trono en el corazón de las mujeres capaces de comprender á Epicuro y de amar á Platón, las cuales son muchas más de lo que cuatro infelices piensan. Pudo ser y no fué Cervantes el más fino amador de su tiempo y, si analizamos bien la causa de sus reconcomios con Lope, tal vez hallemos que no es enteramente ni puramente literaria. No: Cervantes veía y todo el mundo sabía que Lope era amado por mujeres de todas las trazas y calidades, que Lope no hubiera podido crear un cúmulo y tropel tan inmenso de pasiones desenfrenadas como el que dio vida á su teatro si no se hubiese hallado, cual se halló él mismo, en lo más ardiente y fragoroso del torbellino qué al mundo arrebata y en el cuál, unos con pareja y otros sin ella, unos locos, otros tontos, éstos mancos, cojos aquéllos y todos ciegos, vamos envueltos sin saber á dónde, unos gozando, como Lope, otros padeciendo como Cervantes, sin llegar nunca al goce anhelado".
(Cap. LIX: "La última enfermedad. El corazón y el cerebro"; pág. 592)

Gabriel Miró puso esta voz en su novela "Nuestro Padre San Daniel":

"Un abuelo desdentado le contó la muerte del conde de España: él le puso su pie encima del pecho, y recordaba que se le salía el dedo gordal de la alpargata, mientras Balta y el bachiller Masiá le estrangularon con una cuerda de cáñamo, y Solana y Morera le golpeaban con varas desde la nuca hasta la frente.
Todo. lo. iba explicando con vocecita resbaladiza y blanda, y a veces había de pararse como si se hubiese engullido la lengua. 
-¿Tardaría en morir el señor conde? -le preguntó el especiero, que tuvo siempre mucha crianza para mentar la nobleza.
-De tardar, sí que tardó. Vivo aún le quité las dos reliquias que llevaba en el seno. ¡Y este dedo gordo. sintió cómo se le iba parando el corazón, pero que del reconcomio se le encalabrinaba hasta lo último, y yo se lo hinqué cuanto pude! A luego derribamos el cadáver por los puentes del Segre".
( II: "Seglares, capellanes y prelados". Cap. III: "El casamiento de doña Corazón y una conocida anécdota del marido"; págs. 36-37 )

En ese friso histórico que es "Campo cerrado", su autor, Max Aub, no se olvidó de algunos de los escritores de su tiempo. Escribe:

"Nacían por entonces, en todas las capitales españolas, revistillas literarias; la dictadura regalaba tiempo y el ocio engendraba bravas maneras de decir. La conmemoración de Góngora ayudó a todos. Fue la fiesta de Las Soledades.  La poesía vino a cifra y fábrica en los menores: pero rara vez se habían hallado vivos tantos poetas jóvenes con tan ricas dotes: García Lorca en Granada; Alberti en Puerto de Santa maría; Guillén en Valladolid; Salinas en Madrid; Diego en Santander y Gijón, Prados y Altolaguirre en Málaga, y sus maestros Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno y Antonio Machado. Salomar decidió que Barcelona no podía vivir sin revista, y la fundó. Juntóse con vates aquejados de mal de imprenta, dependientes de comercio en celo de lectura, vagos profesores de literatura, catalanes con reconcomios de ser nombrados en las tertulias de Madrid: nadie que le llegase al calcañar. Con sus escasos dineros -malvivía de traducciones- y su tenacidad, la revista pasó adelante y tuvo su tertulia".
(Segunda parte. Cap. II: "El "Oro del Rhin"; pág. 119)

Vamos a terminar esta entrada con una de las muchas  definiciones que Camilo José Cela incluyó en la obra titulada "Rol de cornudos":

"CCXCVI. Cornudo reconcomido. El que, al ser cornudado, reacciona con insano reconcomio del que no abdica porque no puede. Es especie tristona y con la nariz en forma de berenjena madura. Fourier le llama cornudo perplejo o domado, en doble designación cuya oportunidad no comparto".
(Pág. 172)

RÉCIPE

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Récipe es voz que no recoge Covarrubias pero que sí se encuentra  en Autoridades (1737), con estos significados:

"RÉCIPE. Voz puramente Latina, introducida en nuestra Lengua, que significa lo mismo que Receta de Medico. Dicese assi por empezar todas con esta voz".

Cita un párrafo de "El licenciado Vidriera" (1613), una de las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes. A saber:

"Cuando esto decía, estaba a la puerta de un boticario, y volviéndose al dueño, le dijo: 
—Vuesa merced tiene un saludable oficio, si no fuese tan enemigo de sus candiles.
— ¿En qué modo soy enemigo de mis candiles?—preguntó el boticario. 
Y respondió Vidriera: 
—Esto digo porque en faltando cualquiera aceite la suple el del candil que está más a mano; y aun tiene otra cosa este oficio bastante a quitar el crédito al más acertado médico del mundo. Preguntándole por qué, respondió que había boticario que, por no decir que faltaba en su botica lo que recetaba el médico, por las cosas que le faltaban ponía otras que a su parecer tenían la misma virtud y calidad, no siendo así; y con esto, la medicina mal compuesta obraba al revés de lo que había de obrar la bien ordenada. Preguntóle entonces uno que qué sentía de los médicos, y respondió esto: —Honora medicum propter necessitatem, etenim creavit eum Altissimus. A Deo anim est omnis medela, et a rege accipiet donationem. Disciplina medici exaltabit capnt illius, et in conspectu magnatum collaudabitur. Altissimus de terra creavit medicinam, et vir prudens non abhorrebit illam. Esto dice—dijo— el Eclesiástico de la Medicina y de los buenos médicos, y de los malos se podría decir todo al revés, porque no hay gente más dañosa a la república que ellos. El juez nos puede torcer o dilatar la justicia; el letrado, sustentar por su interés nuestra injusta demanda; el mercader, chuparnos la hacienda; finalmente, todas las personas con quien de necesidad tratamos nos pueden hacer algún daño; pero quitarnos la vida sin quedar sujetos al temor del castigo, ninguno; sólo los médicos nos pueden matar y nos matan sin temor y a pie queda, sin desenvainar otra espada que la de un récipe; y no hay descubrirse sus delictos, porque al momento los meten debajo de la tierra".
(Págs. 30-31)

El texto latino del Eclesiástico, traducido al castellano, dice así: "Honra al médico por la necesidad, porque el Altísimo lo crió. Porque de Dios viene toda medicina, y el rey recibirá donativos. La ciencia del médico exaltará su cabeza, y será alabado ante los magnates. El Altísimo crió de la tierra los medicamentos, y el hombre prudente no los desechará".
(XXXVIII, 1-4)

¿La opinión de Tomás Rodaja era la de Miguel de Cervantes? Es posible. Sabido es que tanto su bisabuelo Juan Díaz de Torreblanca como su padre Rodrigo fueron físicos y cirujanos, profesiones distintas a las de un  médico de carrera. En palabras de Francisco Navarro y Ledesma,  su padre aprendió a "tomar sangre, á gobernar con tablillas un brazo roto, á topiquear y cataplasmar aquí y allá, por mandato de los doctores". Añade: "Rodrigo de Cervantes vivía, pues, sacándoles la sangre, emplastando y bizmando á los alcalaínos, lo que era un oficio triste y de escaso lucro en un.pueblo sano, donde sólo se padecían fiebres cuartanas, tercianas y cotidianas, que no han menester el auxilio del cirujano menor".

Probablemente Miguel de Cervantes adquirió también estos conocimientos aunque hay autores que van más allá y aseguran que dominaba la ciencia de Hipócrates.¿Fue entonces un médico que escribía, como su amigo Mateo Alemán, o un escritor al que le atraía la ciencia médica? No está demostrado que estudiara para ello pero no faltan cervantinos que alaban, por lo que dejó escrito, el conocimiento que tenía de muchas enfermedades. Tomás Rodaja, sin ir más lejos, padecía una esquizofrenia paranoide y Alonso Quijano una psicosis reactiva. Tiene, por tanto, una idea clara de lo que es un buen médico, al que alaba con las palabras escritas en La Vulgata, y uno malo, al que satiriza con el mismo entusiasmo que Francisco de Quevedo puso en sus romances.
La mala opinión sobre los médicos también la recogió el Maestro Correas en su "Vocabulario de refranes y frases proverbiales..."(1627):

"-El yerro del médico, la tierra le tapa; el del letrado, el dinero le sana; el del teólogo, el fuego le apaga.
-Lo que el médico yerra, encúbrelo la tierra.
-Ni médico mozo, ni barbero viejo.
-Dios te guarde de párrafo de legista, de infra de canonista,  de etcétera de escribano, y de récipe de médico.
-Cuando el doliente va a las boticas, una casa pobre y dos ricas. (El médico y el boticario)
-Médicos de Valencia, largas faldas y poca ciencia".

La segunda acepción de esta voz Autoridades la define así:

"RÉCIPE. Metaphoricamente se toma por qualquiera dessazón, disgusto ó mal despacho, que se dá á alguno. Dixose por alusión al sinsabór que qualquier remedio recetado ocasiona naturalmente á todo enfermo".

Academia, en su edición de 1780, se atiene a lo dicho por Autoridades, pero se ahorra algunas palabras:

"RÉCIPE. Voz puramente latina, introducida en nuestra lengua, que significa lo mismo que receta de médico.

RÉCIPE. met. Qualquiera desazon, disgusto, ó mal despacho que se dá á alguno".

No se aprecia variación alguna en ediciones posteriores hasta la de 1817, que añade la voz ´cirujano´a ´receta de médico´". En la de 1884, dicen:

"RÉCIPE. (Imper. del lat. recipere, recibir; recibe, toma.) m. Abreviatura con que se encabeza la receta.// fam. Receta, 1ª acep.// fig. y fam. Desazón, disgusto ó mal despacho que se da á uno".

En la siguiente edición, la de 1899, la primera acepción queda redactada de este modo:

"RÉCIPE. (...) m. Palabra que se pone en abreviatura, por lo común, á la cabeza de la receta. (...)".

En la edición de 1914, lo escriben en pasado:

"RÉCIPE. (...) m. Palabra que solía ponerse en abreviatura a la cabeza de la receta. (...)".

En la Edición del Tricentenario, última consultada,  esta voz queda definida de esta manera:

"RÉPICE. ( Del lat. recipe´toma´, ´recibe´, 2ª pers. de sing. del imper. de recipere´tomar´, ´recibir´.) 1. m. Era u. en abreviatura a la cabeza de una receta.// 2. m. coloq. Receta médica.// 3. m. coloq. Desazón, disgusto o mala noticia que se da a alguien".


En el Esteban Terreros leemos:

"RÉCIPE, voz latina hecha ya castellana en la Medicina, lo mismo que receta. V. Dió un récipe lleno de conocimiento de la enfermedad.

RÉCIPE, se dice por la semejanza, por desazon, mal despacho, disgusto".

El Domínguez, a su vez, dice:

"RÉCIPE. s. m. fam. Voz puramente latina, que significa receta de facultativo, por ser fórmula de médicos ó cirujanos en sus terminantes órdenes á los farmacéuticos ó boticarios.// fig. y fam. Cualquier desazon, pésima nueva, disgusto ó mal despacho que se da á alguno; especialmente en el sentido irónico ó burlesco, con intencion malignamente mortificadora etc.".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia e ilustra las tres acepciones de esta voz con ejemplos literarios. Para la 1ª, cita un párrafo de una carta que Melchor Gaspar de Jovellanos envió a don José de Vargas Ponce en el año 1799. Incluye este consejo:

"Para copiar una inscripcion...Recipe un pedazo de papel de su tamaño, el mas blanco y estoposo que hallares; y item una tableta formada de buen lapiz: tiende el papel, bien, bien estirado por todas partes sobre la piedra; corre rápida y denodadamente el lápiz sobre sus renglones, que supongo grabados en fondo. Teñirse verás con el lápiz toda la superficie no escrita, y quedar en blanco las letras, que despues por estar raido se pueden dibujar y pasar á otro papel, perfeccionando por el original las partes menores no bien señaladas".
(Pág. 18)

Para ilustrar la 2ª acepción elige la cita de Cervantes, unos versos de Tirso de Molina, y un párrafo de una curiosa obra titulada "Intrucciones económicas y políticas dadas por el famoso Sancho Panza, Gobernador de la Ínsula Barataria, á un hijo suyo, apoyándolas con refranes castellanos, en que le prescribe el método de gobernarse en todas las edades y empleos" (2ª impres. Imprenta Real. Madrid, 1791)
Los versos de fray Gabriel Téllez se encuentran en su obra titulada "Amor y celos":

ROMERO
¡Oh1 ¡Bonita es la Leonor!
Mejor vuelve que recibe.
Mas habla que un papagayo.
Túvola una tía vieja
en las Huelgas a una reja
un año, de mayo a mayo,
y salió brava picuda.

DUQUESA
Eso quiero yo saber;
pero habeisme de tener
secreto.

ROMERO
¿Yo?

DUQUESA
Vos.

ROMERO
¡Sin duda!
Venga acá; pues no he podido
sufrir medio mes cabal
defetos del mariscal,
discreto sustituido;
ni en las cartas que a mi dueño
desde Burgos le envió
quien aquí le desterró;
no sé callar cuando sueño,
pues cuento cuanto me pasa
con las damas cada día;
tanto que nadie se fía
de mí en toda vuestra casa.
¿Y quiere hacer Vuescelencia
en mí ese milagro ahora?

DUQUESA
Yo he de hacerle.

ROMERO
Si es dotora,
y hay para aquesta dolencia
cura, recete.

DUQUESA
Si haré.
Yo os libro en mi tesorero
cada día...

ROMERO
Si es dinero,
divino récipe fue.

DUQUESA
Un doblón, con condición
que el día que no calléis
los mismos palos llevéis
que blancas tiene un doblón.

ROMERO
(Aparte. ¡Puto Miguel!) Cuántas blancas
tiene un doblón, sumare.
Espere, y la cuenta haré.
(Aparte. Las manos le queden mancas
al cruel ejecutor.)
Un doblón, veinte y seis reales.
Cuatro veces seis... cabales,
ochocientos (¡linda flor
de carrasco!) y mas, ochenta
y cuatro maravedís.

DUQUESA
Si otros tantos añadís,
serán...

ROMERO
Sacada la cuenta,
mil setecientos, y mas
sesenta y ocho, las blancas.
¡Fuego de Dios, y qué francas
dádivas, señora, das!
¡Por un secreto parido,
mil stecientos sesenta
y ocho palos! ¡Mala cuenta!
Abernuncio del partido.
Desdoblone vuescelencia.
(Acto segundo. Escena segunda.)

A pesar del euro, aún se dice "me he quedado sin blanca" o "estoy sin blanca".
Los consejos de Sancho Panza son estos:

"A los Legistas, Canonistas, Escribanos y Médicos ámalos como próximos, pero guardate quanto puedas de haberlos menester; porque Dios te libre de párrafo de Legista, de infra de Canonista, de récipe de Médico, y de cetera de Escribano; no te digo absolutamente que en las graves enfermedades no te valgas de los Médicos; pero mira que quien a Médicos no cata, ó escapa ó Dios le mata, y quien á ellos se ha entregado, un berdugo (sic) y bien pagado".
(Págs. 44-45)

Para la tercera y última acepción se decanta por unos versos de la obra de Manuel Bretón de los Herreros titulada "¡Muérete, y verás...!":

PABLO
(Estoy por subir, y a esa traidora...
pero más que ella me irrita
su hermano. ¡Pues no hace mofa
de mi muerte! A bien que pronto
se convertirá en congojas
y lamentos el sarcasmo
con que a los muertos baldona.
Aquí le traigo yo un récipe
que no ha de tomarlo a broma.
Pero el castigo, aunque duro,
no satisface mi cólera.
Yo quisiera otra venganza
más directa; mía sola...
¡Ah! ¡Qué idea tan feliz!
Mi escribano Ambrosio Mora
vive al volver esa esquina;
don Froilán está en la ópera...
voy volando...) Abur, maestro...
(Acto tercero. Escena séptima.)


En la obra titulada "Avisos sobre el methodo de recetar..." (Thomas Piferrer. Barcelona, 1769), escrita por un maestro de un Real Colegio de Cirugia, nos ilustran sobre el modo de hacer una receta:

"Aunque lo que llevamos insinuado, y expondrémos en adelante sobre el metodo de recetar se dirija principalmente á las Recetas compuestas; para mayor claridad de la doctrina darémos la division de la Receta en simple, y compuesta. Simple es la que consta de un solo ingrediente simple, ó compuesto oficinal; Compuesta es la que incluye mas de un ingrediente. Sobre la primera apenas hay otra cosa que advertir, sino el arreglo de la cantidad. La segunda necesita de mas advertencias en quien la hace.
Dividese tambien la Receta en Oficinal, y Magistral. Aquella dice relacion á algun Medicamento, que se debe preparar, y conservar en las Boticas, para servirse de él en adelante, v. g. la Theriaca, el Diascordio, y varias masas de Pildoras, y Xaraves. Esta mira á la composicion de un remedio, que debe hacerse extemporaneamente, ó de repente, y administrarse en el dia, ú hora al Enfermo. Las Instrucciones de este Tratado se determinan á la Receta Magistral.
En toda Receta deben encontrarse la Preposicion, la Designacion de la materia, y la Subscripcion.
La Preposicion dá principio á la Receta con la palabra Recipe, en que consiste. Se señala comunmente abreviada, ó en cifra, com. Rec. ó R. en ella se manda á el Boticario, que saque á fuera, y vaya tomando las cosas, que siguen á continuacion.
La Designacion, ó nombramiento de la materia es la parte principal de la Receta, y sobre la que ocurren avisos muy esenciales pertenecientes á las dotes, y condiciones de la materia, y el modo de señalarla; como se notará con mas difusion.
La Subscripcion es la que declara á el Boticario, que especie de Receta, ó Composicion se apetece por el Profesor, y como se ha de preparar. Si la Receta consta de un solo ingrediente, que no necesite preparacion extemporánea, se pone por Subscripcion: Fiat (F.), añadiendo el nombre de la Receta: v. g. Pulvis, Bolus, etc.
Si son mas los ingredientes, y no han de tener otra preparacion sino la sola mezcla, se pone Misce. (Me.) y despues Fiat Pulvis,ú otra especie, aunque en algunas basta solo el Misce.
Si se pide además otra preparacion como infusion, liquacion, coccion, maceracion, etc. se ha de notar esta antes, ó despues del Misce, segun deba, ó anteponerse, o seguirse a la mixtion.
Expresase tambien en la Subscripcion el numero de partes, en que debe dividirse toda la cantidad, que contiene la Receta, si se desea, ó es necesaria la particion; como tambien se nota alguna avertencia, que corresponda á el Boticario, segun se verá tratando en particular".
("De la receta en general, y de sus partes"; págs. 9-11)

Como ya hemos señalado Francisco de Quevedo no tenía mucha fe en los médicos de su tiempo y no pierde ocasión de satirizarlos en sus escritos. Por ejemplo, en el romance que titula "Conversación de las Mulas de unos Médicos con la Aca de un Barbero". Comienza de este modo:

Tres mulas de tres doctores
y una aca de un barbero,
en el portal de un podrido
estaban contando cuentos.
Punta con cabeza estaban,
muy juguetonas de frenos,
muy callejeras de lenguas,
por el bocado y los bezos.
Habló primero que todas,
por lo largo y por lo viejo,
una mula muy prudente,
si corita de celebro.
Yo he sido mula de carro,
y más escrúpulo tengo
del récipe y el ruibarbo
que del voto y el reniego.
El oficio de mi amo,
por mas que cura, recelo,
que es oficio de difuntos,
y que está fuera del rezo.
Ando toda despeada;
un mes ha que no me hierro;
que solo yerra sus curas
el Licenciado venenos...

En otro romance recreó a su modo lo que Andrés Laguna cuenta en el "Dioscórides". Escribe el célebre doctor:

"Las Cantharidas son unas moscas saluages, de color verde azul, y de figura de pequeños escarauajos, harto conocidas de todos. Las quales nacen de ciertos gusanos que se encierran en las vexiguillas del fresno. Son tan calientes y corrosiuas, que si se aplican con vn poco de massa, ó enxundia, sobre alguna parte del cuerpo, luego leuantan ampollas; y ansi nos aprouechamos dellas, siempre que queremos reuocar los humores de las partes de dentro, á las superficiarias. Dadas á beuer dos ó tres dellas con vino, prouocan brauamente la orina, e incitan la virtud genital. En cierta botica de Mets, residiendo yo en aquella ciudad, fue ordenada vna medicina que lleuaua Cantharidas, para cierto impotente; y juntamente otra de cañassistola, para refrescar el higado y los riñones del Guardian de la orden de Sant Francisco febricitante; y aconteció que trastocandose los beurages por yerro, el nouio (el qual beuio la del frayle) pusiesse aquella noche, del lodo, y aun peor, la cama, y la nouia; y el frayle por otra parte, que tomo la del nouio, anduuiesse por todo el conuento (como podeys bien pensar) hecho vn endemoniado, que no bastauan pozos, ni algibes, ni estanques para le resfriar".
(Cap. LIIII: "De las Cantharida, Buprestes, y Orugas de Pino"; pág. 155)

Francisco de Quevedo cambió al fraile por un viejo y situó tan singular historia en Getafe. El romance lo inicia así:

Los médicos han de errar
de alguna suerte las curas,
y pues siempre andan erradas,
deben de curar sus mulas.
Este, que doctor tudesco,
si no en batallas, en juntas,
erre a erre peleaba
con récipes de la pluma.
Si no lo habeis por enojo,
erró en Getafe la purga
con un recién desposado
y un vejecito con bubas.
Cantáridas pidió el novio
porque el apetito aguzan:
astrólogos, de quien cuentan
que saben alzar figura.
El vejezuelo aguardaba,
muy francés de coyunturas,
diagridis, xalapa y sen,
trinca para toda puja....

El romance en que responde a la carta de un médico no es menos mordaz:

Desde esta Sierra Morena,
en donde huyendo del siglo,
conventual de las jaras,
entre peñascos habito.
A vos el Doctor Herodes,
pues andáis matando niños,
y si Dios no lo remedia,
seréis el día del Juicio.
Removido de la vuestra,
me purgo ansí por escrito,
que hizo vuestra carta efecto
de récipe solutivo...

Aún más duro se muestra en el "Sueño de la muerte", también conocido como "Visita de los chistes":

"Fueron entrando unos médicos a caballo en unas mulas que con gualdrapas negras parecían tumbas con orejas. El paso era divertido, torpe y desigual, de manera que los dueños iban encima en mareta y algunos vaivenes de aserradores. La vista asquerosa de puro pasear los ojos por orinales y servicios; las bocas emboscadas en barbas, que apenas se las hallara un braço; sayos con resabios de vaqueros; guantes en infusión, doblados como los que curan; sortijón en el pulgar, con piedra tan grande que cuando toma el pulso pronostica al enfermo la losa. Eran estos en gran número, y todos rodeados de platicantes que cursan en lacayos, y tratando más con las mulas que con los dotores se graduaron de médicos. Yo, viéndolos, dije:
-Si destos se hacen estos otros, no es mucho que estos otros nos deshagan a nosotros.
Alrededor venía gran chusma y caterva de boticarios, con espátulas desenvainadas y jeringas en ristre, armados de cala en parche como de punta en blanco. Los medicamentos que estos venden, (aunque estén caducando en las redomas de puro añejos y los socrocios tengan telarañas), los dan; y así son medicinas redomadas las suyas. El clamor del que muere empieza en el almirez del boticario, va al pasacalles del barbero, paséase por el tablado de los guantes del dotor y acábase en las campanas de la iglesia. 
No hay gente más fiera que estos boticarios; son armeros de los dotores; ellos les dan armas. No hay cosa suya que no tenga achaques de guerra y que no aluda a armas ofensivas: jarabes que antes les sobran letras para jara que les falten; botes se dicen los de pica; espátulas son espadas en su lengua; píldoras son balas; clísteres y melecinas, cañones, y así se llaman cañón de melecina. Y bien mirado, si así se toca la tecla de las purgas, sus tiendas son purgatorios y ellos los infiernos; los enfermos, los condenados; y los médicos, los diablos. Y es cierto que son diablos los médicos, pues unos y otros andan tras los malos y huyen de los buenos, y todo su fin es que los buenos sean malos y que los malos no sean buenos jamás.
Venían todos vestidos de recetas y coronados de reales, erres asaeteadas con que empiezan las recetas. Y consideré que los dotores hablan a los boticarios diciendo "Recipe", que quiere decir recibe. De la misma suerte habla la mala madre a la hija y la codicia al mal ministro. ¡Pues decir que en la receta hay otra cosa que erres asaeteadas por delincuentes, y luego "ana, ana", que juntas hacen un Annás para condenar a un justo! Síguense uncias y más onzas: ¡qué alivio para desollar un cordero enfermo! Y luego ensartan nombres de simples que parecen invocaciones de demonios: Rupti, Talmus, Opoponach, Leon, Tipelatum, Tregoricarum, Postamegotum, Senipugino, Diacatolicon, Perros Chinum, Scilia, Rapa. Y sabido qué quiere decir esta espantosa barahúnda de voces tan rellenas de letrones; son zanahoria, rábanos y perejil, y otras suciedades. Y como han oído decir que quien no te conoce te compre, disfrazan las legumbres porque no sean conocidas y las compren los enfermos. Eglematis dicen lo que es lamer, catapocia las píldoras, clístes la melecina, gles o bolanos,  la cala. Errhina moquear. Y son tales los nombres de sus recetas y tales sus medicinas, que las más veces de asco de sus porquerías y hediondeces con que persiguen a los enfermos, se huyen las enfermedades".
(Págs. 92-93)

Sobre este tema de los médicos y sus mulas el escritor costumbrista Julio Monreal publicó un extenso artículo, titulado "La mula del doctor", en varios números de "La Ilustración Española y Americana" correspondientes a los meses de enero y febrero de 1880.

Hubo un tiempo en que la obra titulada "Universidad de amor y escuela del intereses..." (Pedro Lanaja y Lamarca. Zaragoça, 1642), firmada por el maestro Antolinez de Piedrabuena, se atribuyó al escritor murciano Salvador Polo de Medina, pero otros autores dicen que es de fray Benito Ruiz. Su técnica narrativa es la misma que la de los "Sueños" de Quevedo. Allí leemos:

"Passemos pues al aula de la medicina que se sigue a esta, pues ya sabes que  vbi definet phisicus, incipit medicus, cuya puerta es essa que vés, cuya inscripcion te está combidando a que la leas; alcé los ojos y lei la letra siguiente:

Los incurables de amor
aquí dentro sanarán
si ellos el recipe dán

No bien enterado en la inteligencia del letrero, entré en el General, donde vi mil muchachas, tan hermosas, que aunque Amor no me dixera su profession, conociera que era de medicina, en ver que matauan con vn recipe de sus ojos, como los medicos con las recetas de sus hojas; pues las del papel en que las escriben, como si fueran de azero, quitan mas vidas que la Colada, y la Tiçona. Apenas pisé la sala, quando todas aquellas niñas Bachilleras, Licenciadas y Doctoras, entendiendo que era enfermo, a quien Amor Lleuaua alli á curar, me cercaron, y pidieron el pulso; yo alargué el braço, y riéndose todas, me dixo el Amor, no se toma acá esse pulso, sino el de la bolsa, y por ahi se conoce si es la enfermedad mortal, ó si tiene cura; saqué la mia, y vna de aquellas mas experta en el arte, tentándola, y hallándola vacia, dixo: este enfermo ya está sin pulsos, para qué le traxeron acá si su enfermedad no tiene remedio? Bien pueden abrirle la sepultura del olvido".
(págs. 13-13v)

Los siguientes versos los pronuncia Tristán en la conocida obra de Lope de Vega titulada "El perro del hortelano":

Basta, que sois los amantes
boticarios del amor,
que como ellos las recetas
vais ensartando papeles:
récipe celos crueles,
agua de azules violetas;
récipe un desdén extraño,
sirupidel borrajorum
con que la sangre templorum
para asegurar el daño;
récipe ausencia, tomad
un emplasto para el pecho,
que os hiciera más provecho
estaros en la ciudad;
récipe de matrimonio:
allí es menester jarabes
y, tras diez días suaves,
purgalle con entimonio;
récipe signus celeste,
que Capricornius dicetur,
ese enfermo morietur,
si no es que paciencia preste;
récipe que de una tienda
joya o vestido sacabis,
con tabletas confortabis
la bolsa que tal emprenda.
A esta traza, finalmente,
van todo el año ensartando;
llega la paga; en pagando,
o viva o muera el doliente
se rasga todo papel;
tú la cuenta has acabado
y el de Marcela has rasgado
sin saber lo que hay en él.
(Acto II)

Baltasar de Alcázar escribió esta sátira contra un juez y un doctor:

Ponga límite el Señor,
pues lo puso al mar salado,
al fallo de un licenciado
y al récipe de un doctor.
Textos y aforismos son
para haciendas, para vidas
escopetas prevenidas
de Avicena y de Jasón.
¡Que lleguen -¡miseria suma!-
a estar cosas de tal precio
en los dos dedos de un necio,
con el pulso y con la pluma!


El Racionero de la Santa Iglesia del Salvador de la ciudad de Zaragoza, don Joseph Boneta, escribió una obra titulada "Gracias de la gracia. Saladas agudezas de los santos..." (Pablo Nadal. Barcelona, 1748) Entre ellos se encuentra el carmelita descalzo Juan de Jesús San Joaquín, al que, con quince años, se le apareció el Señor, en forma y traje de niño, mientras cuidaba su rebaño de ovejas. Entre las muchas cosas que cuenta don Joseph Boneta se encuentra esta historia:

"Lo mas chistoso en mi concepto, fué lo que hizo, y discurrió en San Sebastian, donde se hallava entonces Nuestro Gran Rey Phelipe IV, á la entrega de su hija, para Esposa de el Christianísimo Rey de Francia. Fue el Hermano á palacio; y al verlo las Damas de la Reyna, que yá lo conocian, se alborozaron mucho, é informaron á las otras las maravillas que Dios obrava por su mano. Al punto empezaron todas á pedirle remedios, cada una para su accidente. Reparando el Hermano, que con aquella estimacion le davan tentaciones de Santo, quiso desvanecerlo con algunas chanzas. Dixolas, que al dia siguiente las traeria recetas, para que curáran de las enfermedades de que adolecian. Con esto quedaron esperando el dia siguiente, como á su remedio.
Bolvióse á su posada, dió cuenta del sucesso á un Eclesiástico, que lo acompañava, y que era muy discreto; rióse mucho del caso, y le dictó á este, porque él no sabia escrivir, unas recetas para la curacion de aquellas Señoras, al mesmo estilo, y metodo que usan los Medicos; y puso: Receta de Xarave, Untura, y Purga, en esta forma.
XARAVE. Recipe: De Modestia, quatro onzas; de Abstinencia, tres onzas; de paciencia, otro tanto, en infusion de la devocion de San Joachin.
UNTURA. Recipe: De Dones de el Espiritu Santo, siete onzas de Oracion, y Contemplacion de la Glora, con igualdad, quatro onzas, en infusion de devocion de San Joachin.
PURGA. Recipe: De Cilicios, y Disciplinas, en proporcion, quatro onzas; de la consideracion de la Muerte, y de el Infierno, cada cosa sies onzas, en la misma infusion de devocion de San Joachin.
Estas tres Recetas ivan á parte escritas, con los numeros, y cifras, que usan los Medicos".
(Págs. 168-170)

Es interesante la reflexión que fray Benito Jerónimo Feijoo hace en uno de los Discursos de su "Teatro Crítico Universal":

"43Ni era menester poseer arcanos particulares para hacer curaciones á que no alcanzasen los demás Médicos. Asi como en otras Facultades, estudiando por los mismos libros, y debaxo de los mismos Maestros, salen unos profesores buenos, otros medianos, otros mínimos, y tal qual genio raro excede á todos, como el Sol á las Estrellas; lo propio debe suceder en la Medicina. Unos mismos preceptos, unos mismos experimentos, rectamente combinados y manejados por un entendimiento juicioso, sutil, comprehensivo, producen grandes aciertos; y siniestramente entendidos, y aplicados por una capacidad corta, inducen á insignes errores. Con unos mismos instrumentos un artífice executa maravillas; y otros, mamarrachos. El pincel de Apeles era como el de los demás Pintores, y el cincel de Fidias como el de los demás Estatuarios.
44Es, pues, error pensar que los Médicos que logran algunos particulares aciertos, tienen algunos particulares específicos. Con los remedios que están patentes á todos en los libros, se pueden hacer milagros, como haya un talento grande para la elección de ellos, y para atinar el quando, y el cómo. Este es el arcano máximo, u don especial de Dios, que vale mas que todos los arcanos.
45 Es verdad que este error del vulgo nace de los mismos Médicos, porque algunos para hacerse mas respetables, y aun mas caros, fingen tener particulares remedios, y recetan mysteriosamente recipe nuestra agua, nuestros polvos, nuestras pildoras, etc., dirigiendo la receta á determinado Boticario, á quien se ha comunicado el mysterio. Comunmente estas recetas nada tienen de particular, sino alguna diferente combinación arbitraria de los mismos simples, ó compuestos de que usan los demás Médicos, ó la adición de otra alguna cosilla común, (que á este, ó al otro Médico se le antoja hacer por su capricho) á una composición ordinaria. Donde se puede incidir en dos inconvenientes: El primero que la composición con  esa novedad no sea tan útil, ó sea positivamente nociva, pues mas fácil es que se engañe un Medico particular, que fue Autor de esa invención, que el que yerren todos los demás que aprueban las composiciones comunes. El segundo, que puede el Boticario, si no tiene conciencia, vender el remedio en mucho mas de lo que vale, diciendo que entran en él drogas muy costosas, aunque conste de los simples mas viles. Yo por mí declaro, que no quiero Médicos preciados de Secretistas, ni tomaré jamás remedio que no esté expresado con su nombre propio en la receta".
(Volumen III. Discurso segundo. "Secretos de naturaleza"; XI; págs. 42-43)

El padre jesuita Francisco de Isla tituló "Cartas de Juan de la Encina" (2ª ed. Oficina de Pantaleon Aznar. Madrid, 1758?) una obra dedicada a criticar el libro de don Josef Carmona, cirujano, a la sazón, de la ciudad de Segovia, que lleva por título "Método racional de curar sabañones". En una de sus cartas incluye la siguiente letrilla:

Con grande método mata
nuestro Doctor quantos cura;
los que no pulsa, esos viven;
pero mueren los que pulsa,
El Cura y Carlinos juntos,
siempre recetan á una;
dice recipe Carlino,
equiescat in pace, el Cura.
Saben esto los Criados,
y asi antes de ir por la purga,
se pasan por la Parroquia
para prevenir la tumba.

El siguiente soneto es de Diego de Torres Villarroel. Lo incluyó en su obra "Juguetes de Thalia":

Quebrada de salud Filis altiva,
y por Celio de amores requebrada,
a su ardor respondió malhumorada,
desdeñosa, impaciente y fugitiva.

Viendo el Médico sabio en lo que estriba
la enfermedad de Filis ponderada,
un récipe ordenó, y quedó purgada
del mal humor de enferma, y del de esquiva.

Venció de cuerpo y alma la dureza.
Regala, necio amante, si es que quieres
ablandar el desdén de una hermosura.

Que es el ceño, el desvío y la fiereza
un género de humor en las mujeres,
que a un récipe se ablanda la más dura.

La mala reputación de médicos y cirujanos también está recogida en coplas. Las siguientes se encuentran en el tomo segundo del "Cancionero popular" (2ª ed. Carlos Bailly-Bailliere. Madrid, 1865), recogido y ordenado por don Emilio Lafuente y Alcántara

Mata un médico al enfermo 
Con un récipe no más; 
Y después porque le ha muerto, 
Se lo tienen que pagar. 

Médicos y cirujanos 
No van á misa mayor. 
Porque los difuntos dicen: 
Ese fué quien me mató.

El que quiera vivir mucho 
Ha de huir lo más que pueda 
De médicos, boticarios, 
Pepinos, melones y hembras.

Don Benito Pérez Galdós narró en su novela "La desheredada" una historia parecida a la del carmelita descalzo Juan de Jesús San Joaquin:

"Miquis solía pasar por allí; pero estaba muy poco tiempo. Como vivía en frente, por las tardes enviaba con su criada unos papelitos que hacían reír á Isidora, á Emilia y al mismo D. José taciturno. Hé aquí una muestra: 

Récipe.—Del extracto de paciencia.—100 gramos. 
Del ajetreo de máquina de coser.—c. s. 
Mézclese y agítese. S. a. 
Para tomar á todas horas
DOCTOR MIQUIS

"¿Ves?—decía Emilia riendo.—Te manda que trabajes y que me ayudes á coser en la máquina. Este Miquis es lo más salado... ¡Y qué razón tiene! Ocuparte en algo es lo que más te conviene. Cuando se pone la atención en cualquiera labor, no hay medio de pensar tonterías.
Bien lo comprendía la enferma; así, desde el primer día empezó á adiestrarse en la soberbia máquina de Singer que Emilia poseía. ¡Bien, bien! Con un poco de aplicación llegaría á dominarla. Al día siguiente, otro papelito.

Recipe.—De la infusión de raíz de olvido. -25 gramos. 
De esencia de modestia.—7 toneladas. 
Disuélvase en agua de goma, añádase la ipecacuana, ó sea Juan Bou, y háganse 40.000 píldoras para tomar una cada segundo, con observación
DOCTOR MIQUIS

Nota. El cual entra mañana en capilla. Cantad la salve de los presos. 

Aunque las recetas eran de burlas, no desestimaba Isidora la prudente lección contenida en ellas. Hizo propósito firme de trabajar, de poner en olvido ciertas cosas, originarias de su perdición, y de acortar los orgullosos vuelos de su alma".
(Cap. X: "Las recetas de Miquis". II ; págs. 382-383)

Vamos a terminar esta entrada con una "Receta contra la hipocondría", escrita por Francisco Gregorio de Salas (1729-1807), que merece la pena dar a conocer:

Vida honesta, y arreglada,
hacer muy pocos remedios
y poner todos los medios
de no alterarse por nada.
La comida moderada,
exercicio y diversión,
no tener aprehensión,
salir al campo algún rato,
poco encierro, mucho trato,
y continua ocupación
.


Llegados a este punto y aprovechando fechas tan señaladas, deseo a todos aquellos que se acercan a este blog unas Felices Fiestas y Próspero Año Nuevo 2020.


RECAMADO-DA

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Covarrubias recoge dos acepciones de la voz recamar, que define así:

"RECAMAR, bordar, releuando la bordadura con embutidos, y con oro encrespado, o de cañutillo, que vayan haziendo vueltas y laços en la ropa recamada. Dixose del verbo Hebreo racam, que es, acu pingere, seu intexere varia fila diuersorum colorum instar Phrygiorum, y de allí recamados.

RECAMAR, el aposento que esta mas adentro de la quadra, donde duerme el señor, y dizese recamara, o este aposento, o otro, donde el camarero le tiene sus vestidos y joyas".

En Autoridades se encuentran las dos voces, el verbo y su participio pasado, con estas definiciones:

"RECAMAR. v. a. Bordar de realce. Covarr. dice viene del Hebreo Racam, que vale pintar con agúja, ó entretexer hilos de diferentes colores. Lat. Eminenti labore acú pingere.

RECAMADO, DA. part. pass. del verbo Recamar. Lo assi bordado de realce. Lat. Eminens labor acú pictus, a, um".

Ilustra esta voz con dos citas literarias. La primera se encuentra en la obra de don Diego de Saavedra Fajardo, titulada "República literaria". Se publicó como obra póstuma en el año 1655. Cito de la edición de 1670, impresa en Alcalá de Henares por María Fernández:

"A un lado se leuantauan dos collados en forma de mitra recamada con torçales de lauros y mirtos entre racimos de perlas que dexauan pendientes de los ramos los trauiesos saltos de vna clara y apacible fuentecilla, aborto animado de la coz del cauallo pegaso, a cuya herradura debieron ingeniosos errores las edades; al rededor desta cristalina vena, nacida con mas obligaciones á la naturaleza que al Arte, estauan ociosamente diuertidos Homero, Virgilio, el Taso y Camoes coronados de Laurel, incitando con clarines de plata á lo Heroico; lo mismo pretendia Lucano con vna trompeta de bronce, encendido el rostro y hinchados los carrillos".
(Págs. 82-83)

La segunda cita está sacada del tomo I la obra de don Antonio Palomino de Castro y Velasco, titulada "El Museo Pictorico, y Escala Óptica..." (Lucas Antonio de Bedmar. Madrid, 1715)

"Lo quarto y vltimo, y que solo lo podrán dudar los Ciegos, es porque cada dia estamos executando en las Pinturas las obras de las otras Artes depuradas de las imperfecciones de su materialidad; pues yá executamos el Edificio, yá las Pieças de Platería y Bronzería; yá lo Recamados Ricos; yá el Bufete, la Silla, el Vestido, el Calçado; y vltimamente todo quanto es capáz de especificar la Vista, lo es de especificar la Pintura; luego esta Arte, sin rezelo de duda, es Arquitectónica, Príncipe, Señora, y Reyna de las demas Artes, pues á todas les dispensa las Reglas del acierto, y á todas las incluye debaxo de las jurisdiciones de la imitacion, y de la direccion del Dibujo; con que dexamos concluido que la Pintura no solo es Compendio de las Artes y Sciencias mas ilustres, sino que preside y govierna como Architectónica las operaciones de las Artes inferiores".
(Libro II; cap. VI: "Que es propriedad essencial de la Pintura el ser Compendio de las Artes Liberales, y el ser Sciencia Architectónica"; IV; pág. 121)

Academia, en su edición de 1780, se muestra escueta. A saber:

"RECAMADO, DA. p. p. de recamar.

RECAMAR. v. a. Bordar de realce. Eminenti labore acu pingere".

En la edición de 1884 nos ofrecen su etimología:

"RECAMADO. (De recamar.) m. Bordado de realce.

RECAMAR. (Del ár. recama, bordar.) a. Bordar de realce".

En la edición de 1927, dicen:

"RECAMADO. m. Bordado en que sobresalen mucho las figuras o adornos ejecutados con la aguja".

En la edición de 1970 definen el verbo de este modo:

"RECAMAR. (Del verbo ár. raqama, bordar.) tr. Bordar una cosa de realce".

En la edición de 1985 son un poco más precisos:

"RECAMAR. tr. Bordar una cosa en realce, especialmente con hilos de oro o plata, perlas, etc."

En la Edición del Tricentenario estas voces quedan definidas de esta manera:

"RECAMADO. (Del part. de recamar.) 1. m. Bordado de realce.

RECAMAR. (Der. del ár. hisp. ráqm, y este del ár. clás. raqm ´acción de bordar´.) 1. tr. Bordar algo de realce".

Rosal (1611) recoge ambos vocablos:

"RECAMAR y RECAMADO del hebreo Racam y Recamoth, que significan lo mesmo. Sino es Recamar guarnecer las camas con orillas. El Arabigo al bordar dice Racamt".

El Esteban Terreros (1788) se muestra más preciso:

"RECAMAR, bordar de realce. Fr. Recamer. Lat. Eminenti labore acu pingere. Fr. Ricamare, otros le dan el Fr. Chamarrer, y el Lat. Segmentis transversis describere, distinguere; pero esto propiamente es galonear.

RECAMAR LAS ORILLAS, ó fimbrias de una tela, bordarla, ó adornarlas con figuras, follajes, ó cordoncillos de oro, ó seda. Fr. Liserer. Lat. Acu pingere, simulacris limbum ornare, distinguere. It. Ricamare.

RECAMAR. V. Rebordar.

RECAMADO. part. pas.

RECAMADO, subst. Fr. Liserage. V. Obra de recamado. Lat. Opus phrygium. It. Ricamo.

RECAMADO, de oro, de seda, etc. Fr. Couvers de orfroi. Lat. Opere, et auro phrygio textum ornatum. It. Pieno di recamo.

RECAMADO, rico de oro, ó seda, para la parte anterior de la capa pluvial, frontal. (...)".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia. La voz recamado la ilustra con la cita de don  Antonio Palomino; la  otra se encuentra en el "Tratado contra los juegos públicos", del jesuita Juan de Mariana. Cito de la edición de Biblioteca de Autores Españoles, "Obras del padre Juan de Mariana. Tomo Primero" (M. Rivadeneyra. Madrid, 1854):

"Allégase á esto flautas, cornetas, vihuelas, la suave melodía de las voces, las cuales, añadidas á lo demás, no pequeña suavidad tienen consigo, pues consta que muchas destas cosas á solas sin fastidio bastan á entretener mucho tiempo. Represéntanse costumbres de hombres de todas edades, calidad y grado con palabras, meneos y vestidos al propósito, remedando el rufian, la ramera, el truhan, mozos y viejas, en lo cual hay muchas cosas dignas de notar y muy graciosas, porque, no solo se refieren con palabras, sino que se ponen delante los mismos ojos, y lo que tiene muy mayores fuerzas, añadanse burlas y dichos graciosos para mover la gente á risa, cosa que por si sóla deleita mucho, principalmente si se tocan y muerden las costumbres ajenas y la vida. Y en conclusión, lo que es mayor cebo, muchachos muy hermosos, ó lo que es peor y de mayor perjuicio, mujeres mozas de excelente hermosura salen al teatro y se muestran, las cuales bastan para detener los ojos, no solo de la muchedumbre deshonesta, sino de los hombres prudentes y modestos. ¿Hay por ventura flor ó animal que en hermosura se pueda comparar con la de los hombres? Hay por ventura cosa que mas atraiga los ojos y los ánimos, dado que desnuda se propusiese? Cuanto mas que los atavíos de todo punto reales, hechos a la manera antigua ¡cuánta hermosura, cuan gran deleite traen consigo para atraer y entretener la muchedumbre! el raso, la púrpura, el brocado, las guarniciones y bordaduras de recamados! No hay cosa por hermosa v preciosa que sea, que no sirva á las comedías y teatro".
(Cap. V: "Por qué deleitan tanto las representaciones"; pág. 420)

Para ilustrar el verbo recamar cita un párrafo de  la obra de Diego de Saavedra Fajardo, titulada "Idea de un príncipe político christiano..." (Francisco Cipres. Valencia, 1675), y el "Libro de la Conversión de la Madalena...",  de Pedro Malon de Chaide. He aquí los dos textos que nos interesan:

"El vestido de Anibal era ordinario, y modesto, pero sus armas excedían a las demás. El Emperador Carlos Quinto mas estimaba verse adornado de la pompa militar que de mantos recamados. Vencido el Rey de Bohemia Otocaro del Emperador Rodulfo, venía con gran lucimiento a darle la obediencia, y aconsejando al Emperador sus criados que adornasse su persona como convenía en tal acto, respondió: Armaos, y poneos en forma de esquadron, y mostrad a estos que poneis la gala de las armas, y no en los vestidos, porque esta es la mas digna de mi, y de vosotros".
(Págs. 568-569)

"Pues si el Espiritu Santo dize, que ha de hazer un auto público contra las hijas de Sion, por las galas, y dixes que ha contado que trayan, con no les estar aun publicado el Euangelio, con no auer muerto aun Dios desnudo en una Cruz, con no auerles aun predicado el infierno, ni la sentencia del rico gloton, condenado por sus trages: dezime, qué esperays los que tras tanta dotrina de Dios, tantos exemplos de Santos, tanto cilicio, y xerga de Virgines, tanto derramamiento de sangre de martyres, iy finalmente despues de tantas amenazas del Euangelio, vestís, y os traeys tan costosa, y soberuiamente? Pero passemos adelante, al trueque, que dice el Propheta que hará Dios, y al vestido que les dará a las damas mas regaladas. "Entonces (dize Ysayas) les dará Dios hedor intolerable, por las pomas, y olor suaue, en que se deleytaron; por la cinta de oro, y piedras las ceñirá con vna soga de esparto; y por los rizos, y encrespados, y por el cabello encarrujado con hierros calientes, las hará caluas; y en vez de los jubones recamados, y de telillas de oro, les dará cilicio negro, y feo". Esto hará Dios con las locas vanas, que mostraron la liuiandad de la cabeça en las gayterias del vestido del cuerpo".
(Parte II: "Estado primero de pecadora"; párrafo X; págs. 140-141)


Corominas dedica media página de su "Diccionario..." al estudio del verbo recamar. Entre otras cosas, dice:

"RECAMAR, del it. ricamareíd. y éste del ár. raqam´tejer rayas en un paño´, ´bordar´. 1º doc.: riquamar, 1496; recamar, 1570.
En un inventario arag. de aquella fecha: "otro panyo de riquamar, de brocado, con atoces cárdenos... otro panyo de riquamar, con atoques vermejos sblaydos" (BRAE VI, 743; (...) Recamar ya está en C. de las Casas (1570): "ricamare, recamar, bordar". (...).
Recamar no procede del hebreo raqam´abigarrar´, ´entretejer de hilos de color´(que ya está en los Libros de Moises), como creían Covarr. y Rönsch (ZRph. I, 420) sino de la palabra árabe hermana".

Don Jaime Boy incluyó esta voz  en el tomo IV de su "Diccionario Teórico, Práctico, Histórico y Geográfico de Comercio", con esta definición:

"RECAMAR. Término de manufactura de seda. Es enriquecer un brocado, con oro, plata, ó seda, añadiendole un bordado realzado, hecho al telar como el resto del tejido, y añadiendo nuevas urdimbres, y nuevas tramas de oro, plata ó seda. Los recamados son los mas ricos y mas caros; el modo de enriquecer y realzar la hermosura de los tejidos, y el nombre viene, segun algunos, de Italia. Los Italianos dicen ricamare".

Recamado es voz que ya se encuentra en la Ley pragmática primera, promulgada en Toledo el año 1534, por el Emperador Carlos I y su madre Doña Juana I de Castilla. Comienza de este modo;

Para que ninguno traya vestido de brocado, ni de oro, ni plata, ni de las otras cosas en esta pragmatica contenidas, so las pelas dellas.

I. Defendemos y mandamos, que agora ni de aquí adelante en todo tiempo ninguna ni algunas personas de nuestros reynos y Señorios, ni fuera dellos, que en ellos estuuieren de morada que fueren nuestros vassallos de qualquier condicion y qualidad, o  preeminencia, ó dignidad que sean, excepto nuestras personas reales, o de la Emperatriz nuestra mas cara hija y muger, o del principe e infante nuestros hijos, no sean osados de traer ni vestir brocado, raso, ni de pelo, ni  de oro, ni plata tirado, ni de hilo de oro, ni de plata, ni echar guarniciones en las dichas ropas, ni en otra cosa de hilo de oro, ni plata tirado ni hilado. Otrosí, que no puedan traer bordado ni recamado de seda, ni cosa hecha en bastidor; so pena que el que lo truxere, por la primera vez aya perdido y pierda el vestido que truxere, y se haga tres partes, la vna para nuestra camara, la otra para el que lo denunciare, y la otra para el juez que lo sentenciare, y executor que lo executare; y por la segunda vez pierda el dicho vestido, y sea desterrado de nuestra corte, o del lugar donde lo truxere, con cinco leguas alderredor; y el bordador y sastre, y jubetero, y guarnicionero, y sillero que lo cortare, y el que lo cosiere y hiziere, o qualquier bordador que fiziere bordadura de hilo de oro, o de plata, o de seda, que pague por la primera vez lo que assi cortare y cosiere, y sea desterrado de nuestra corte, o del lugar donde lo fiziere por cinco años; y por la segunda sea condenado a que sirua perpetuamente en las galeras... ".
(Segunda parte de las Leyes del Reyno. Libro VII. Título XII: "De los trajes y vestidos"; pág. 98v)
(Págs. 267-268)

De Vicente Álvarez, sumiller de la paneteria del príncipe Felipe, es la "Relacion del camino y buen viaje que hizo el Príncipe de España Don Phelipe nuestro señor, año del nascimiento de nuestro Saluador, y Redemptor IESV CHRISTO de 1548 años; que passo de España en Italia, y fue por Alemania hasta Flandes donde su padre el Emperador y Rey don Carlos nuestro señor estaua en la villa de Bruselas" (Guillermo de Millis. Medina del Campo, 1551) El capítulo titulado "La entrada de Milan, y lo que passo los dias que su Alteza alli estuuo y enel camino hasta Trento" comienza de este modo:

"A diez y nueue dias del mes de Deziembre, partio su Alteza de Dinasco, y fue a dormir a Milan que son diez millas. A vna milla dela ciudad, vino el Duque de Saboya, que por su vejez y indispusicion aunque quisiera apaearse no pudiera, y assi a cauallo llego a pedir la mano a su Alteza que lo recibio muy bien, y hizo mucha honrra; estuuo vn rato conel chapeo en la mano, mandandole cubrir, y fuesse con su Alteza hasta Milan, donde llegaron cerca delas tres, y fue la entrada y recebimiento dela manera siguiente.
Antes vn poco de llegar ala ciudad tenia vn muy hermoso cauallo que don Fernando de Gonzaga presento a su Alteza, con muy lindas guarniciones de terciopelo carmesi recamadas de plata. Su Alteza se apeo del cauallo en que yua, y caualgo en aquel en cuerpo, y lleuaua vestido vn sayo de terciopelo pardo, cerrado, aforrado en felpa, y entre el terciopelo, y el aforro vna telilla de oro pardo acuchillado todo, y tomadas las cuchilladas, con vnos botones de oro y todo cuerpos, y mangas y faldamentos ala larga lleno de franxas, y texillos de oro, y por la orilla guarnecido de lo mismo. Y vn chapeo de terciopelo pardo pespuntado y guarnecido de oro tirado y vna cintilla con su charnela, y heuilla esmaltaa de blanco, yuan delante de todos los dozientos arcabuzeros de a cauallo vestidos dela librea y a dicha tras ellosyuan las tres compañias de cauallos ligeros, todos como tengo dicho de terciopelo negro con sus mangas, y plumajes, cada vno de su color. Y luego yuan los pajes de su Alteza, vestidos de su librea en muy buenos cauallos, tras ellos el Senado y magistrado, doctores, y medicos, y el capitan dela justicia dela ciudad, y caualleros dela tierra, y a buelta de ellos algunos cortesanos, desde alli començaua a yr la guarda de a pie, y por el medio los gentiles hombres dela casa de su Alteza y dela boca, y tras ellos los Señores Españoles, y gentiles hombres de la camara. Y mas atras los grandes Despaña, y otras naciones todos muy bien vestidos y muy luzidas libreas, yua Murcio Esforça a pie vestido de terciopelo blanco, recamado de oro, con vna compañia de mas de cien gentiles hombres en calças y jubones de terciopelo blanco, con muy buenas guarniciones de oro y plata, y cada vno lleuaua en las manos vna hacha de armas muy bien guarnecida delante de su Alteza, yua su cauallerizo mayor, y sus Mayordomos, y a pie yua don Andrea hijo de don Fernando de Gonzaga con catorze gentiles hombres de los principales de la ciudad, vestidos con sayos y ropas de terciopelo carmesi, y calças de lo mismo, y jubones de raso todo muy bien guarnecido, y recamado de oro".
(Págs. 42-44)

En el Libro del Éxodo, de la Biblia Reina-Valera, también conocida como "Biblia del Oso" (1569) se encuentran dos menciones. La primera aparece en la observancia del sábado propuesta por Moisés, probable cita de don Julio Cejador:

"35. Y los han henchido de sabiduria de coraçon para que hagan toda obra de artificio, y de invencion, y de recamado, en cardeno, y en purpura, y en carmesi, y en lino fino, y en telar, para que hagan toda obra, y inventen toda invencion".
(Fol. 30)

En la segunda describe el Altar del Holocausto. Allí leemos:

"18. Y el pavellon de la puerta del patio de obra de recamado de cardeno, y purpura, y carmesi y lino torcido; La longura de veynte cobdos, y la altura en el anchura de cinco cobdos y e conforme á las cortinas del patio".
(Fol. 31)

La obra "Los siete Libros de la Diana", del escritor portugués Jorge de Montemayor (1520-1561) esta consideraba la primera novela pastoril de la literatura castellana. Salió a la luz en el año 1559, en Valencia. Cito de la edición publicada en Venecia, por Io Comenzini, en el año 1574:

"Y estando yo ímaginando la gran alegría que con su uista se me aparejaua, le ui uenir muy acompañado de criados, todos muy ricamente uestidos con una librea de un paño de color de cielo, y faxas de terciopelo amarillo, bordadas por encima de cordoncillo de plata, las plumas azules, blancas y amarillas. El mi don Felis traya calças de terciopelo blanco recamadas, aforradas en tela de oro azul, el jubón era de raso blanco recamado de oro de cañutillo y una cuera de terciopelo de las mismas colores y recamo".
(Libro segundo; pág. 57v)

Cuenta José Nuñez de Prado en el prólogo de la edición del "Romancero Historiado con mucha variedad de glosas y sonetos por Lucas Rodríguez" (2 tomos. Imprenta de T. Fortanet. Madrid, 1875) que la primera edición de esta obra se imprimió por primera vez en Alcalá de Henares, en 8º, en casa de Hernan Ramirez, 1579 ó 1581. De él hemos escogido dos romances. El primero cuenta "un desafío campal que tuvo don Manuel con el moro Mudafar". Comienza de este modo:

Después que el rey don Fernando
hubo ganado a Granada,
y puesto en paz y concordia
nuestra esclarecida España,
fuese luego a descansar
a Leon la muy nombrada,
llevando la ilustre Reina
doña Isabel en Campaña,
y otros muchos caballeros,
señores grandes de salva,
viendo la corona y honra
que tuvo siempre ganada,
por manifestar su gozo
grandes fiestas ordenaban,
entre las cuales ordenan
un rico juego de cañas,
para imponer los caballos
que no han entrado en batalla.
En un alto mirador
el rey y la Reina estaban,
que en ver a sus caballeros
grande contento tomaban,
y a las cinco de la tarde,
ya cuando el sol se encumbraba,
ven venir un caballero
encima una yegua baya,
a la morisma vestido
y rica adarga embrazada,
y a la su mano derecha
traía una gruesa lanza,
encuentros de plata fina
con la cuchilla esmaltada;
debajo de la cuchilla
va recamado de plata,
y dando nuevas de paz
por entre la gente entraba...

La siguiente octava real  se encuentra en la "Égloga y Floresta pastoril muy graciosa, de cuentos y preguntas", incluida en dicha obra:

Sueño de Arsenio

(...)

Venien seis damas, todas bien guarnidas
de ricos aderezos de morado,
con sayas verdes dentro entretejidas,
cuchilladas de tela de brocado.
Las sayas que de dentro traen vestidas
tienen cada una un rico recamado
de perlas, margaritas y jacintos,
haciendo al rededor cien laberintos.

De Juan Orozco Covarrubias (1545-1610), hermano de Sebastián de Covarrubias, es la obra titulada "Los emblemas morales" (Iuan de la Cuesta. Segovia, 1589) El "Emblema IV" comienza con esta octava:

No haze Rey á nadie la riqueza,
no de Tyro el color mas esmerado,
no la insignia Real en la cabeça,
no el costoso vestido recamado.
Solo aquel sera Rey que con firmeza
el odio y el temor ha desechado,
el que puesto en lugar seguro viene
a ver debaxo quando el mundo tiene.


De fray Luis de León es una poesía, escrita en liras,  titulada "A la vida religiosa". Sus primeros versos dicen así:

Mil varios pensamientos
mi alma en un instante revolvía,
cercada de tormentos,
de pena y agonía,
buscando algún descanso y alegría;
mas, como no hallaba
contento en esta vida ni reposo,
desalada buscaba
con paso presuroso
a su querido amor y dulce esposo;
y andándole buscando,
cansada, se sentó junto a una fuente
que la iba destilando
un risco mansamente,
regando el verde prado su corriente.

Unas liras más adelante, describe al religioso:

Ajeno del cuidado
que al mercader sediento trae ansioso,
de solo Dios pagado,
se goza el religioso
libre del mundo falso y engañoso.
No busca los favores
que al ambicioso traen desvelado
en casa de señores;
mas antes retirado
goza su suerte y su feliz estado.
No tiene desconsuelo
ni puede entristecerle cosa alguna,
porque es Dios su consuelo,
ni la vana fortuna
con su mudable rueda le importuna.
La casa y celda estrecha
alcázar le parece torreado;
la túnica deshecha,
vestido recamado;
y el suelo duro, lecho delicado.

La siguiente octava se encuentra en el Canto VIII de "La Araucana", el poema épico escrito por  Alonso de Ercilla:

Llevaba el general aquel vestido 
Con que Valdivia ante él fué presentado; 
Era de verde y púrpura tejido, 
Con rica plata y oro recamado, 
Un peto fuerte, en buena guerra habido, 
De fina pasta y temple relevado, 
La celada de claro y limpio acero, 
Y un mundo de esmeralda por cimero.

Baltasar Gracián puso esta voz en su obra "El Criticón":

—Pues estos que tocamos ¿no son doblones? 
—Sí, en lo doblado.
—¿Y tanto aparador? 
-—No es sino parador, pues al cabo para en nada. Y porque os desengañéis que todo esto es apariencia, advertid que en boqueando qualquiere, el más rico, el más poderoso, en nombrando Cielo, en diziendo Dios, valme: al mismo punto desaparece todo y se convierte en carbones y aun ceniças. Assí fué, que en diziendo uno Iesvs, dando la vltima boqueada, se desvaneció toda su pompa como si fuera sueño; tanto, que despertando los varones de las riquezas y mirándose a las manos, las hallaron vacías: todo paró en sombra y en assombro. Y fué vn espectáculo bien horrible, ver, que los que antes eran estimados por Reyes, aora fueron reídos; los Monarcas arrastrando púrpuras, las Reinas y las Damas rozando galas, los señores recamados, todos se quedaron en blanco, y no por auer dado en él; no ya ocupauan tronos de marfil, sino tumbas de luto; de sus joyas sólo quedó el eco en hoyas y sepulcros, las sedas y damascos fueron ascos, las piedras finas se trocaron en losas frías, las sartas de perlas en lágrimas, los cabellos tan rizados ya erizados, los olores hedores, los perfumes humos. Todo aquel encanto paró en canto y en responso, y los ecos de la vida en huecos de la muerte, las alegrías fueron pésames, porque no les pesa más la herencia a los que quedan; y toda aquella máquina  de viento, en vn cerrar y abrir de ojos se resoluió en nada". 
(Segunda parte. Crisi IV: "El Museo del discreto"; págs. 83-84)

Uno de las poesías más famosas de Nicolás Fernández de Moratín es la que se titula "Fiesta de toros en Madrid". Está escrita en quintetos. Estos son sus primeros versos:

MADRID, castillo famoso
que al rey moro alivia el miedo,
arde en fiestas en su coso
por ser el natal dichoso
de Alimenón de Toledo.
Su bravo alcaide Aliatar,
de la hermosa Zaida amante,
las ordena celebrar
por si la puede ablandar
el corazón de diamante.

El quinteto que nos interesa forma parte de la descripción que hace del caballero cristiano que se atreve a alancear el toro bravo:

En la cuja gruesa lanza,
con recamado pendón, 
y una cifra a ver se alcanza,
que es de desesperación,
o a lo menos de venganza.

El Duque de Rivas escribió esta voz en sentido figurado:

EL FARO DE MALTA

Envuelve al mundo extenso triste noche, 
Ronco huracán y borrascosas nubes 
Confunden y tinieblas impalpables 
El cielo, el mar, la tierra: 
Y tú invisible te alzas, en tu frente 
Ostentando de fuego una corona, 
Cual rey del caos, que refleja y arde 
Con luz de paz y vida. 
En vano ronco el mar alza sus montes 
Y revienta á tus pies, do rebramante 
Creciendo en blanca espuma, esconde y borra 
El abrigo del puerto: 
Tú, con lengua de fuego, aquí está dices, 
Sin voz hablando al tímido piloto, 
Que como á numen bienhechor te adora, 
Y en tí los ojos clava. 
Tiende apacible noche el manto rico, 
Que céfiro amoroso desenrolla, 
Recamado de estrellas y luceros, Por él rueda la luna...

Hay tres menciones de esta voz en la novela histórica de Mariano José de Larra titulada "El doncel Don Enrique el doliente":

"Llegaron dos doncellas, que recogieron sus hermosos cabellos sobre su frente y los prendieron con una rica diadema de esmeraldas, sustituyendo asimismo al sencillo vestido que la cubría otro lujosamente recamado de plata".
(Cap. III; pág. 44)

"Distinguíase entre ellas la madrina del novel caballero, ricamente ataviada, y á la derecha del buen condestable, arrodillados los dos al lado de la epístola en ricos reclinatorios de terciopelo carmesí, en que se veia recamado en oro el escudo de sus armas respectivas, y de que pendían largos borlones de aquel precioso metal".
(Cap. XXV; pág. 303)

"Sentado su alteza, y rodeado del buen condestable Rui López Dávalos, de su físico Abenzarsal, de su camarero mayor, y de las demás dignidades de palacio, compareció ante el trono, llamado por un faraute, el ilustre don Enrique de Villena, conde de Cangas y Tineo, precediéndole dos farautes suyos, y un escudero con el estandarte, en que se veia lucir su escudo de armas, ricamente recamado, seguíanle numerosos caballeros y escuderos de su casa, vasallos suyos".
(Cap. XXXVII; pág. 454)

De este modo describe a "la maja" el escritor costumbrista Antonio Flores en su obra "Ayer, hoy y mañana...":

A una maja idolatro, 
porque las majas, 
corresponden con todas 
las circunstancias; 
y en las usías 
son las correspondencias 
falsas ó tibias. 

Aire de taco, mirada de ¡válgame Dios!, la frente erguida, el pecho elevado, el talle recogido, el pié pequeño y la mano menuda, escupiendo por encima del hombro y 

constipando á los necios, 
que andan de sobra en el Prado, 
con el aire de su cuerpo, 

he ahí el retrato de la mujer morena, que cubierta la ancha trenza de sus negros cabellos con la vistosa moña de seda y plata, y abrochado el jubón de raso sobre sus anchas espaldas, con unas sayas cortas y negras, recamadas de azabaches y abalorios, caida la mantilla sobre el cuello, y calzado el breve pié con el zapato de terciopelo blanco, cruza ligera todo el ámbito de la corte, llevándose de calle cuanto encuentra al paso".
(Tomo II. Cuadro cuarenta y nueve: "Bandera española"; págs. 337-338)


Doña Emilia Pardo-Bazán puso esta voz en algunas de sus obras. Hemos escogido su novela "Los Pazos de Ulloa":

"Guardábanse en el desván mil cachivaches arrumbados que habían servido en otro tiempo á la pompa, aparato y esplendor de los Pardos de la Lage, y hoy tenían por compañeros al polvo y la polilla, por esperanza la visita de las muchachas bulliciosas, que de vez en cuando lo exploraban, á fin de desenterrar alguna presea de antaño, que reformaban según la moda actual. Con las antiguallas que allí se pudrían, pudiera escribirse la historia de las costumbres y ocupaciones de la nobleza gallega, desde un par de siglos acá. Restos de sillas de manos pintadas y doradas; farolillos con que los pajes alumbraban á sus señoras al regresar de las tertulias, cuando no se conocía en Santiago el alumbrado público; un uniforme de maestrante de Ronda; escobetas y ridículos, bordados de abalorio; chupas recamadas de flores vistosas; medias caladas de seda, rancias ya; faldas adornadas con caireles; espadines de acero tomados de orín; anuncios de funciones de teatro impresos en seda, rezando que la dama de música había de cantar una chistosa tonadilla, y el gracioso representar una divertida pitipieza".
(Cap. XI; págs. 276-277)

Este año 2020 se celebra el Centenario de la muerte de D. Benito Pérez-Galdós, al que tanto admiramos y citamos en este humilde blog. Esperemos que no pase sin pena ni gloria, como tantos otros, y que el Ayuntamiento de Madrid y otras instituciones nacionales le rindan el merecido homenaje. La corporación municipal madrileña ya le ha nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad y le ha dado su nombre a la biblioteca situada en el antiguo cuartel del Conde-Duque, pero me sigue pareciendo insuficiente. Deberían darle su nombre a una gran avenida, como corresponde a su rango e importancia literaria, e, incluso, a un teatro. El Estado Español debería fomentar la lectura de sus libros; subvencionar películas de calidad resaltando su figura, e, incluso, series de televisión con el mismo nivel que tuvieron en su tiempo "Fortunata y Jacinta". Ahí lo dejo.
Por lo que se refiere a la voz que estamos estudiando, don Benito, al igual que su querida doña Emilia, se valió de ella en algunas de sus obras. Hemos elegido "El abuelo":

"Sube al pulpito D. Carmelo, y enjareta un sermón pesadito, recamado de retóricas de similor, y el indispensable latiguillo de latinajos al final de cada periodo. Oyenlo con gran recogimiento los feligreses, sin entender palabra, lo que les aumenta la devoción, que tira un poquito á somnolencia".
(Jornada V; pág. 403)

A partir de este año la obra de Antonio Machado es de dominio público. Los siguientes versos se encuentran en su poesía titulada "A orillas del Duero" ("Campos de Castilla"):

Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, 
y una redonda loma cual recamado escudo, 
y cárdenos alcores sobre la parda tierra 
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra— 
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero 
para formar la corva ballesta de un arquero 
en torno á Soria.—Soria es una barbacana 
hacia Aragón que tiene la torre castellana. — 
Veía el horizonte cerrado por colinas 
obscuras, coronadas de robles y de encinas; 
desnudos peñascales, algún humilde prado
 donde el merino pace y el toro arrodillado 
sobre la hierba rumia, las márgenes del río 
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío, 
y, silenciosamente, lejanos pasajeros, 
¡tan diminutos!—carros, jinetes y arrieros — 
cruzar el largo puente y bajo las arcadas 
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas 
del Duero. 

El historiador y poeta segoviano Juan de Contreras (1893-1978), más conocido como Marqués de Lozoya, publicó en el año 1913 un libro titulado "Poemas arcáicos" (Antonio San Martín. Segovia) Está dividido en tres partes: "Amatorias", "Sonetos" y "De mi tierra antigua y nobilísima". A esta última pertenece "La leyenda del monje de Silos". La primera composición dice así:

La noche perfumada 
noche estival, tranquila, 
en cuyo blando ambiente 
se confunden los ruidos 
de la tierra en suaves 
pausadas armonías, 
envuelve con sus velos 
tachonados de estrellas 
la silueta romántica 
del viejo monasterio
Todo calla: Parece 
que en el éxtasis yace 
de un asceta: de pronto 
se oye el medroso ruido 
de una poterna oculta 
y al pálido reflejo 
de las estrellas, surge 
la alta y blanca figura 
de un monje, cuyo rostro 
semeja al de los santos 
que pintó fray Angélico. 
Suspenso y embebido, 
aspirando el aroma 
de los húmedos campos, 
queda un momento inmóvil, 
y luego toma absorto 
una senda. Embriagado 
de poesía tanta, 
abrasado el espíritu 
en místicos ardores, 
abandona el camino 
e inconsciente se interna 
en la selva fragosa,  
y andando sin medida, 
llega a un lugar no hollado 
jamás por planta humana; 
un recóndito, obscuro 
camarín de verdura 
halla en él una piedra 
que blando musgo cubre 
cual frontal recamado 
de un altar, y de hinojos 
el monje cruza en ella 
las marfileñas manos 
como la orante estatua 
de un marmóreo sepulcro.
¡Nunca más bella noche 
contempló el varón santo; 
nunca para él brillaron 
más limpias las estrellas!

Vamos a terminar esta entrada con unos versos de Juan Ramón Jiménez. Se encuentran en la madrileña calle Padilla, nº 38. Allí vivió con su mujer, Zenobia Camprubí, desde junio de 1929 hasta agosto de 1936.




REBUJAL

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Traigo esta voz hasta Palabraria porque la he leído en las obras de tres autores que admiro: Azorín, Concha Espina y Gabriel Miró.

Rebujal es voz que no se encuentra ni en Covarrubias ni en Autoridades. La recoge, por primera vez, el Esteban Terreros, con esta definición:

"REBUJAL, la res, ó reses que quedan fuera del cuento por millares, y que para satisfacer el servicio y montazgo, se paga por quedarse con ellas, ya sea de parte del Rei, ó del dueño. V. Diez Navarr. Cuad. de la Mesta".

Fray Esteban se refiere a la obra del consejero de Hacienda don Andrés Díez Navarro (1685-1748) titulada "Quaderno de las leyes y privilegios del honrado Concejo de la Mesta, con índice y concordantes de leyes reales, autores acordados y capítulos de millones" (Madrid, 1731)
En el "Índice, y concordantes" definen las voces  rebujal y rebujaleros:

"REBUJAL. I. Se entiende aquella res, ó reses, que quedan fuera del quento por millares, para el adeudo del servicio, y montazgo, que no correspondiendo vna entera á la contribucion, se da la eleccion al Serviciador de tomarla, bolviendo en maravedis la demasia, ó cobrar en esta especie lo que corresponde. Ley 4. tit. 27. lib. 9 de la Recopil.

REBUJALEROS, ó PEUJALEROS. 2. (Que se entienden los Ganaderos estantes de cortas porciones) los han acabado las penas de Ordenanzas; y assi se manda no se les cobren, sino estando aprobadas por el Consejo. Ley 13. tit. 1. lib. 7 de la Recopil.".

El Título XXVII trata del "Servicio, i montazgo, i derechos pertenescientes al rei, de los ganados que van, i vienen á los extremos, i de los travesíos, i merchaniegos". Lo aprobó el rey Enrique IV, en Burgos, el año 1457. La Ley IV de este Título dice así::

IV.—Qne pone quando se ha de pagar el servicio , i montazgo , i alvalá de los ganados bacunos , i ovejunos, i porcunos, ó cabrunos, a la entrada, ó á la salida de los Puertos.

Cap. C. 4. i 5. 

Mandamos que los ganados bacunos, quando entraren por los Puertos acostumbrados, que á la entrada se cuenten, i paguen los maravedis de guarda, i alvalá, i por el dicho cuento de la entrada paguen á la salida el servicio que debieren, i los montazgos, assi los que uvieren hollado fasta la entrada de los Puertos, como los que uvieren hollado fasta la vuelta, i salida por el cuento de la dicha entrada del ganado: i los ganados ovejunos, ó porcunos, ó cabrunos luego que llegaren á los dichos Puertos se cuente cada cabaña como llegare, i pague luego el pastor, ó pastores lo que montare el dicho servicio, i los montazgos que uvieren hollado desde que partieron de sus casas, fasta llegar á los Puertos; i que ansimismo paguen alli los maravedis que se han de pagar de guarda, i alvalá; i que los montazgos que hollaren después de aver entrado de los Puertos en los estremos, sean tenudos de los pagar en los Puertos á la salida, por el numero del ganado que metieron á la entrada, i por el numero de los montazgos que uvieren hollado, i el Arrendador reciba carnero con su lana por los montazgos que el ganado hollare; i si el pastor, ó pastores uvieren vendido los carneros, i no los truxeren á la buelta, que el Arrendador, ó Serviciador sea tenudo tomar por carnero oveja con su hijo, ó hija; i que pague 4. mrs. de costa cada oveja con su hijo, ó hija; i que en el rebujal que uviere en el dicho ganado ovejuno, ó cabruno, que no se entienda rebujal sino la res en que uviere parte el pastor, i dueño del ganado; i que esta res de rebujal sea estimada en lo que justamente valiere al tiempo que della se cobrare, i debiere el derecho, i que sea en escogencia del Arrendador quedarse con la res, en lo que fuere estimada, volviendo el precio al pastor, i dueño del ganado que fuere, demás de lo que uviere de aver de su parte, ó recibir en dinero su parte, i el pastor quede con la rés".
(Pág. 387)

Este Título  se encuentra recogido con el nº XVII en el "Libro de las leyes, privilegios, y provisiones reales del Honrado Concejo de la Mesta general, y cabaña Real destos Reynos" (Iuan de la Cuesta. Madrid, 1609) En él se regula el modo de proceder de los "Procuradores de los Puertos". Allí leemos:

"16. Que en el rebujal que huuiere en el ganado ouejuno, o cabruno, no se entienda rebujal, sino la res en que huuiere parte el pastor, y dueño del ganado, y que esta res del rebujal sea estimada en lo que justamente valiere al tiempo que della se cobrare, y deuiere el derecho, y sea en escogencia del arrendador, quedarse con la res en lo que fuere estimada, boluiendo el precio al pastor, o dueño del ganado que fuere, demas de lo que huuiere de auer de su parte, o recebir en dinero lo que le tocare, y el pastor quede con la res.
Sea guardado a los pastores, é dueños de ganados dos reses encerradas de cada ciento, por manera que se entienda veynte encerradas de cada millar, las quales no entren en numero, para que se pague dellas seruicio, ni montazgo".
(Pág. 25)

Academia (1803) define así esta voz:

"REBUJAL.- s. m. El número de cabezas que en un rebaño no llega á cincuenta; por exemplo en un rebaño de 430 ovejas, las 30 son rebujal. Gregis cujuspiam pecudum numerus quinquaginta minor".

En la siguiente edición, la de 1817, añaden una nueva acepción:

"REBUJAL.- En las tierras es un corto espacio que no llega a media fanega".

Esta definición la varían en la edición de 1832:

"REBUJAL. (...) Agric. Terreno de inferior calidad que no llega á media fanega. Parvus et infaecundus ager".

En la edición de 1899 definen esta voz del siguiente modo:

"REBUJAL.- m. Número de cabezas que en un rebaño exceden de cincuenta ó de un múltiplo de cincuenta.// Terreno de inferior calidad, que no llega a media fanega".

Se mantiene hasta hoy en día. El Domínguez (1853) dice:

"REBUJAL.- s. m. El número de cabezas de ganado que en un rebaño no llega á cincuenta, ó las que sobran de la multiplicación de este número. Resto ó pico de cincuenta cabezas abajo. Así veinticinco cabezas de ganado solas son rebujal; y lo son igualmente las cuarenta y ocho en un rebaño de seiscientas cuarenta y ocho.// Agric. Terreno de inferior calidad que no llega á media fanega".

Hablas Andaluzas recoge otra acepción de esta voz, propia del Valle de Los Pedroches:

"REBUJAL.- m. Resto, residuo de algunas cosas, en especial de lana, algodón, etc.".



Azorín puso esta voz en un artículo publicado en el diario ABC el 27 de octubre de 1944. Se titula "El batán". Junto con otros, terminó formando parte de su libro "Con permiso de los cervantistas". Escribe Azorín:

"Un ingeniero industrial, ingeniero un poco arqueólogo, construyó el batán. Ya tenía X su batán: un batán con seis mazos como el batán del Quijote. De pie, ante su batán, en otra mañana lluviosa, contemplaba X su obra. Tenía un batán; pero ¿qué es lo que iba a hacer el poeta con su batán? Los mazos daban formidables golpes: los daban en vano. No había en el batán paño que enfurtir. No era lógico que los mazos de un batán no enfurtieran paño. Decidió X que el batán batanara con utilidad; compró un rebujal: cincuenta cabezas de ganado lanar. Tuvo que edificarse una casa para vivir él a par de su batán.
Con X vivían otras gentes que se habían allegado a la empresa; construyó el poeta dos o tres viviendas -si no fueron más- para albergar a todos estos colaboradores suyos. Todos eran gente sin dobles ni mácula; estaban todos dispuestos a vivir la vida sencilla. Pero un rebujal no era bastante para lo que X se había propuesto; hubo que ampliar el número de cabezas lanares a una piara: trescientas cabezas".
(Pág. 27)

El ABC de Sevilla también publicó un capítulo de la obra de Azorín titulada "Superrealismo (Prenovela)" (Biblioteca Nueva. Madrid, 1929) en su número correspondiente al 3 de enero de 1930. Allí leemos lo siguiente:

"El cornijal como símbolo de los afanes del labrador de Alicante, del labrador de Monóvar. Cornijal: "La punta, ángulo o esquina del colchón, heredad o edificio". El cornijal, voz tan usada por los monoveros. Cornijales que son rebujales o bancalitos que se forman en el recodo de una vereda o el rincón de una cañada y como remate de un predio. Aprovechados afanosamente. Cornijales limpios de piedrecitas y de cardos y lampazos".

A su paisano Gabriel Miró también le gustaba esta voz. Escribe en esa extraordinaria obra, que nunca ponderaremos bastante, titulada "Figuras de la Pasión del Señor":

"Lavóse Simón; tomó su cayada y apartóse con su hijo Alejandro, delante del rebujal, que hacía un áspero ruido de pezuñas, de topadas y retozos, y un balar alegre de la holgura y de la promesa del collado y del hondo de aguas vivas. Sonoreaban las esquilas desgranándose en la paz del alba, llenándola de la inocencia y gracia de aquellas auroras de bendición en que Moisés mostrara a su pueblo, desde el monte de los Pasajes, el Monte Abarim, el principio de la tierra prometida, «cuyas rocas destilan la miel, el aceite y la sangre purísima de las uvas»".
("Simón de Cyrene"; págs. 235-236)

El relato "El águila y el pastor" forma parte de su libro "El Ángel, el molino, el caracol del faro....". Comienza de este modo:

"Un águila seguía siempre al rebaño. Su grito resonaba en todo el ámbito azul del día; las ovejas se paraban mirándola; a veces volaba tan terrera que se sentía el ruido de sus plumas y de su pico, y toda su sombra pasaba por los vellones de las reses.
Tendíase el pastor encima de la grama; y se apretaba el ganado contra el peñascal del resistero. Todo el hondo era de sol: labranza roja, árboles tiernos, huertas cerradas, caseríos como escombros, caminos hundidos en el horizonte de humo.,.
El pastor pensó:—Veo más mundo del que podré caminar en mi vida, y él no me ve; si ahora viniese el hijo del amo y yo lo despeñara, nadie lo sabría, estando delante de tanta tierra.
Se revolvía muy contento, hundiendo la nuca en el herbazal; pero le roía la frente una inquietud como de párpado que quiere abrirse, y alzaba los ojos. Agarrada a las esquinas de un tajo, doblándose toda, le miraba el águila. El pastor botaba y maldecía y apuñazaba el aire como un poseído. Crujía su honda y zumbaba su cayado. Y el águila se iba elevando.
Cuando se acostaba en la besana la sombra del monte, el pastor recogía su rebujal; el mastín sendereaba a los recentales y acudía por las ovejas zagueras. Arriba, despacio y recta, volaba el águila, vigilándoles su camino".
("Estampas rurales"; págs. 35-37)

Concha Espina escribe esta voz, con el sentido de su segunda acepción, en su novela "La esfinge maragata":

"—¡Madre, madre! —gimió la muchacha con espanto.
Volvióse atrás corriendo, y quedó parada al borde de la mies, sin atreverse a salir al raso donde el muerto dormía. Allí encontró a la abuela, acurrucada en la linde con cierta indecisión, tentada a la fuga, y detenida por el trabajo y la caridad.
—¿Que yé, rapaza? —preguntó con susto.
—Tengo miedo... me siguen... escuché una voz...
—¡Te haltan jijas hasta para fuir! —lamentó más distante el acento brusco de Ramona.
Y Marínela, inducida por su mismo pavor, asomóse al rebujal desde el seto vivo de los tallos".
(Cap. XIII: "Sol de justicia"; pág. 132)

"La respetada hora de la siesta había pasado magnánima aquel día sobre las cavadoras de la mies de Urdíales.
Aprovechó Olalla el reglamentario reposo para satisfacer un repentino impulso de su corazón. Y destacándose valiente en el abrasado rebujal, cortó en la mustia ribera del arroyo un haz tan grande de retamas como pudo ceñirle entre sus brazos, bien abiertos, robustos y acogedores. Aún supo esmerarse con paciente solicitud, escogiendo en el retamal las flores menos tristes; quería cubrir al muerto contra las moscas y el sol, y hacerle los honores de la mies con un poco de dulzura".
(Cap. XIV: "Alma y tierra"; pág. 146)

REBUDIAR

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El pasado 17 de enero se cumplieron dieciocho años de la muerte de mi admirado Camilo José Cela. En su honor y como humilde homenaje, traigo a Palabraria el verbo rebudiar, que leí, por primera vez, en su extraordinaria novela titulada "Mazurca para dos muertos".
 No lo recoge Covarrubias pero sí se encuentra en Autoridades con esta definición:

"REBUDIAR. v. a. Que en la caza se dice del roncar del javalí, quando siente gente, ó le da el viento de ella. Math. Orig. En el Indice. Lat. Aprum stertere".

La obra que cita es la titulada "Origen y dignidad de la caça" (Francisco Martinez. Madrid, 1634), escrita por  Juan Mateos, ballestero principal de los reyes Felipe III y Felipe IV. En el índice leemos:

"Rebudiar es vn genero de ronquido, que haze el jauali quando siente gente, ó le da el viento della"
(Pág. 119v)

Academia se atiene, en todas sus ediciones, a lo dicho por Autoridades, salvo en la Edición del Tricentenario, en la que definen así este verbo:

"REBUDIAR. 1. intr. Dicho de un jabalí: Gruñir".

En la edición de 1899 dicen que esta voz proviene del lat. repudiare, rechazar. El sustantivo rebudio, ´ronquido del jabalí´, no lo recoge hasta la edición manual de 1950. En la de 1956 dicen que este verbo deriva de ´remudiar´, voz que no se encuentra en Academia hasta la edición de 1925, y que define como "mugir la vaca para llamar a la cría, y viceversa". Los diccionarios consultados habitualmente no añaden nada nuevo a lo ya dicho. El Pagés incluye una cita, extraída de la obra de don José María Sbarbi titulada "Ambigú literario" (Imprenta de la Vda. é Hija de Fuentenebro. Madrid, 1897). En ella incluyó una larga relación de onomatopeyas animales, entre las que se encuentra esta:

"Rebudia... el jabalí, y especialmente la jabalina".
(Pág. 402)

El General de Brigada D. José Justo Gómez de la Cortina (1799-1860) escribió lo mismo en su "Diccionario de Sinónimos Castellanos" (Imprenta de Vicente García Torres. México, 1845) pero, eso sí, unos años antes.

Don Julio Cejador y Frauca incluye este verbo en su "Vocabulario medieval castellano" y cita un verso de Lucas Fernández, pero no lo define. La obra se titula "Farsa o cuasi comedia, en la que se introducen cuatro personas: conviene a saber, dos pastores e un soldado e una pastora..", llamados Prábos, Pascual y Antona. Al militar no le da nombre. Los versos aludidos son estos:

PASCUAL
¡Ha Prábos! ¡Ah zagalejo!
¿Qué haces?

PRÁBOS
A dios te praga!
Tengo acá dentro tal llaga
que me rebudia el pelsejo.

PASCUAL
¿Qué qué, qué? ¿Qué dices, qué?

PRÁBOS
Ño lo sé.

Los pastores hablan en sayagués pero, incluso en este dialecto, el sentido de la frase no parece muy claro. Nicolás Fernández de Moratín escribe, en cambio, el gerundio de este verbo, con un sentido preciso. Lo hace en su poema "La Diana, o arte de la caza" (Oficina de Miguel Escribano. Madrid, 1765), que consta de sesenta y tres sextinas. Las que nos interesan son estas:

XXV
De Saboya los célebres Sabuesos
siguen al Puerco Javalí cerdoso,
cuyas navajas de tajantes huesos
los parte como alfange riguroso:
despanzorra un Caballo de alta fama
qual Toro de mil libras de Jarama.

XXVI
En la pesuña, y asperos garrones,
en la cama, y su estampa en los bañiles,
en el hondo aguzar los remolones,
y en su escremento, hozando en los barciles
el Cazador conoce con certeza,
si es macho, ó su gordura, y su grandeza.

XXVII
La yerva oye nacer; mas quál ha sido
a quien él se lo dixo? Su fiereza
comparacion acaso no ha tenido:
que es mirarle acosado en la maleza
con colmillos, y vista amenazando,
espumajos vertiendo, y rebudiando.

A veces los escritores tienen el impulso de concatenar voces referidas a los animales. Traigo aquí dos buenos ejemplos. El primero se encuentra en un relato que José Fernández Bremón publicó en varios números del diario "El Liberal". Se titula "Hombres y animales". El epílogo concluye de este modo:

"No vi nada, lo confieso; pero parecióme oir con el rastrallido de los látigos y el choque de los cascos, las voces de todos los anímales do la tierra. Creí oir maullidos de gato, aullidos de lobo y ladridos y gañidos de perro; clocar de gallinas, parpar de patos, gruñir do cerdos, balar de ovejas, silbos de serpiente y gorjeos da avecillas; el croar de la rana, el cuchichiar de la perdiz y el pipiar de las crias en los nidos, mezclado con la ronca del gamo en celo, el resoplido del caballo y el rebudiar del jabalí; voznar de cisnes, graznar de gansos, guañir de lechoncillos, gruir de grullas; e1 croajar del cuervo y el crotorar de la cigüeña; y un coro desafinado y formidable do piadas, mugidos, bufidos, hipidos, grillidos, berridos, bramidos, rugidos, cacareos, relinchos y rebuznos".
(11.10.1902)

Melitón González es uno de los seudónimos que utilizó el escritor Pablo Parellada (1855-1944) en algunas de sus poesías y caricaturas La siguiente composición, titulada "Voces de fauna", la publicó en "Blanco y Negro", el 21 de diciembre de 1913. Por su indudable interés la transcribimos completa:

Caballeros, francamente,
no sé qué tiene la Fauna,
que muchísimos poetas,
cuando de animales tratan,
dicen tales tonterías
que no es posible pasarlas;
unos, que los gatos roznan;
otros, que los perros graznan,
que relinchan los mosquitos
y pipían las jirafas.
Pasemos por la licencia
poética, mas no tanta
que tengamos, por la rima,
otra vez hormigas blancas.
Mis queridos compañeros:
si desconocéis la Fauna,
pasad por la Biblioteca
Nacional una mañana;
pedid un buen diccionario
y encontraréis en sus páginas:
que el hombre chirla y efunde,
llantea, se desgañata,
zollipa, ulula, bisbisa,
chichisvea, jipa, guaya,
gargaliza, tapalea,
musita, rezonga y habla.
El asno rebuzna y rozna.
El loro vocea, canta,
chilla, silba, vocifera,
chirla, parlotea y habla.
El toro resopla, muge,
bufa, bravía y rebrama.
Los pajarillos gorjean,
chirrían, pipían, cantan..
La pantera y la onza himplan.
La oveja balita y bala.
La cigüeña crotorea.
Grilla el grillo. El pato parpa.
Maulla el gato, mía, bufa,
miaga y sopla. El ganso grazna.
La gallina cacarea,
coquea, gaznea y gazna.
El cuervo y grajo crascitan,
graznean, grajean, croajan.
La perdiz castañetea
y cuchichía. La rana
croa. El jabalí rebudia.
El perro regruñe, ladra,
late, aulla, hipa, gañe,
ulula, gruñe y regaña.
El buho ronca y ayea.
Cantan chicharra y cigarra.
El cochillo guañe y gruñe.
Los leones rugen, braman.
Los gamos pitan y roncan.
El gallo gallea y canta.
Berrea y muge el becerro.
Voznea el cisne en el agua.
El lobo ulula y aulla
si vacía está su panza.
El mono castañetea,
chilla cuando se le casca
e hipa si llega a ver
cosa alguna que le escama.
El cerdo, constantemente,
gruñe y regruñe por nada.
Relincha el caballo, bufa
y resopla si se espanta.
La gruya gruye; las tórtolas
y palomas, apareadas,
arrullan. Et sic de céteris
de cada animal. Y basta
de escribir que muge el mirlo
y que el cocodrilo ladra.

La cita de la novela "Mazurca para dos muertos" es esta:

"Nadie sabría repetir la canción que rechina en el eje del carro de bueyes que va por la corredoira avisando a la muerte para que escape, el lobo aúlla y el jabalí rebudia pero la silveira no se asusta jamás, se ve que es de carne brava y montesina".
(Pág. 61)

En este vídeo, colgado por Cámara Trampa en YouTube, vemos a una jabalina con sus tres rayones en el bañil:


REBOCIÑO

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Rebociño y rebozo son voces que recoge Covarrubias y que define de este modo:

"REBOÇO, la toca, o beca conque cubrimos el rostro, porque se da vna y otra buelta a la boca.

REBOCIÑO, vna mantellina corta, de las damas con que se reboçan; arreboçarse, cubrirse el rostro. Los cozineros suelen arreboçar las aves tartidas, y el cabrito, y otras cosas, diuidiendolo en trozos, y cubriendolo con pasta de hueuos".

Autoridades también se ocupa de ambas voces, con estos significadoa:

"REBOCIÑO. s. m. Mantilla ó toca corta, de que usan las mugéres para cubrir el bozo. Es voz formada de la partícula Re, y del nombre Bozo. Lat. Muliebre amiculum.

REBOZO. s. m.  Lo mismo que Embozo. CESPED. Hist. Apolog. Disc. 2. 14. Inducidos y ocasionados del rebózo con que el Virrey y sus Ministros favorecian, en público y secreto, los bandoleros que servían á sus motivos en lo de Ribagorza".

Ilustra la primera voz con un párrafo de "La pícara Justina", de Francisco López de Úbeda:

"Tras esto me eché vna saya de grana de poluo, que a fee que otra a leuantado menos poluaredamis cuerpos de raso, vn rebociño ó mantellina de color turqui, con riuetes de terciopelo verde, mi capillo a lo medines, que parecia monje de la cogugada".
(Segvnda parte del Libro segvndo. Cap. 1º: "De la jornada de Leon". Numero primero: "Del afeyte malpelado"; pág. 181)

Academia se atiene, con la voz rebociño, a lo dicho por Autoridades, hasta la edición de 1914, en la que cambian ligeramente la redacción de su significado:

"REBOCIÑO. (De rebozo.) m. Mantilla o toca corta usada por las mujeres para rebozarse".

 En la edición de 1884 incluyen la voz rebocillo, que vale por rebociño. En la de 1925, añaden una nueva acepción. A saber:

"REBOCIÑO. (...) 2. Toca de lienzo blanco, comúnmente muy sutil, ceñida a la cabeza y al rostro de las mujeres, que unas veces cae sobre el cuello y los hombros y otras sobre el cuello y el pecho".

El Esteban Terreros dice que un rebociño es una ´especie de mantilla pequeña´, y cita unos versos de Lope de Vega, que se encuentran en su obra "La Circe con otras Rimas y Prosas" (En Casa de la Biuda de Alonso Martin. Madrid, 1624), que dedicó a don Gaspar de Guzmán,Conde-Duque de Olivares. Entre las obras en prosa se encuentra la novela "Guzmán el bravo" y, en ella, un romance cantado, al que pertenecen estos versos:

Lleva de palmilla verde 
saya y sayuelo vizarro, 
con passamanos de plata, 
si en ellos pone las manos. 
No lleva cosa en el cuello, 
que Fabio le huviesse dado, 
porque no entienda que viven 
memorias de sus regalos. 
Joyas lleva, que el no ha visto 
no porque le ha hecho agravio 
mas porque sepan ausencias, 
que no está seguro el campo.
 Con una cinta de cifras 
lleva el cabello apretado, 
que quien gusta de dar zelos, 
se vale de mil engaños. 
De rebociño le sirve, 
para mayor desenfado, 
el capote de los ojos, 
bordado de negros rayos. 
En argentadas chinelas 
listones lleva, admirados 
de que quepan tantos brios 
en tan pequeños espacios...

Los diccionarios  consultados habitualmente no añaden nada nuevo a lo ya dicho, salvo el Pagés, que ilustra la segunda acepción de esta voz con una cita sacada de la novela "El amigo Manso" (Administración de La Guirnalda y Episodios Nacionales. Madrid, 1882), de don Benito Peréz Galdós. Escribe en el capítulo III:

"La honrada amistad entre aquella buena señora y yo crecía rápidamente. Cuando yo bajaba á su casa, me enseñaba sus lujosos vestidos de charra, el manteo, el jubón de terciopelo con manga de codo, el dengue ó rebociño, el pañuelo bordado de lentejuelas, el picote morado, la mantilla de rocador, las horquillas de plata, los pendientes y collares de filigrana, todo primoroso y castizo".
("Voy a hablar de mi vecina"; pág. 15)

Hablas Andaluzas recoge esta acepción de la voz rebocillo:

"REBOCILLO. Mantilla de fondo rojo con guardas de felpón".

Don Julio Cejador incluyó las voces rebocillo, rebociño y rebocino en su "Tesoro..." con estas definiciones:

"REBOCILLO, especie de rostrillo de las mallorquinas. En el traje de la charra la banda que cruza el pecho y se sujeta en la cintura por la espalda es bordada con lentejuela ú oro (Salam.). 
Mantilla ó toca (Extrem.). 

REBOCIÑO, REBOCINO, toca ó mantilla cortada que usan las mujeres para cubrir el bozo. Pic. Just. f. 112: Un rebociño ó mantellina de color turquí con ribetes de terciopelo verde. VILLAL. Trasf. 18: Les ponen unos verdugados que usan allá y unos rebociños en el cuello. LOPE Prad. León VII, 164: El rebociño era el manto /con que el alba esparce flores. DELLAMO Serm. INacim: Al parir la cierva al delicado y tierno cervatillo, rompe aquella telilla, natural rebociño ó membrana en que sale envuelto".

La comedia de Lope de Vega a la que alude don Julio se titula "Los prados de León". La escena XV del acto segundo comienza de este modo:

DOÑA JIMENA, DOÑA BLANCA

DOÑA BLANCA
Yo tengo el mal que te digo.

DOÑA JIMENA
Tú tienes terrible mal.

DOÑA BLANCA
Aunque celosa, mortal,
a mayor dolor me obligo;
porque este mal es desprecio,
y tanto más lo he sentido,
cuanto sé que me ha tenido
en tan poco precio un necio.

DOÑA JIMENA
Extrañas cosas te escucho.
Pues, ¿qué le quisieras?

DOÑA BLANCA
Loco:
que tenerme un necio en poco
es cosa que siento mucho.
¡Ay, Jimena, prima mía!
Si vieras una aldeana
con más luz que la mañana
tiene, cuando raya el día;
aquel blanco, aquel color,
aquellas cintas doradas,
aquellas manchas rosadas
en cándido resplandor,
el cuello y su hermosa cara,
vieras, Jimena, a los cielos
hacer ue iguale con celos
la que al infierno igualara!
Patenas, sartas, corales
bordaban su hermoso cuello,
donde llegaba el cabello
con madejas orientales.
Estaba el coral corrido
de competir con su boca,
porque era su fuerza poca
para no quedar vencido.
Finalmente, no podía
vencer su labio encarnado,
con estar más colorado
de vergüenza que tenía.
Las patenas eran buenas:
mas su esmalte y sus cristales
no eran en color iguales
a sus mejillas serenas.
El sombrero a lo aldeano
con el tejido cordón
era, prima, guarnición
de su rostro soberano.
Como cuando a una pintura
para que salga el color
hace el curioso escultor
con ébano la moldura.
El rebociño era el manto
con que el alba esparce flores.


Cristóbal de Villalón es el autor de la obra "El crotalon de Cristophoro Gnophoso" en la que Micilo, un zapatero pobre habla con un gallo, del que pensaba que era la reencarnación de Pitágoras. Data del siglo XV pero quien la rescató del olvido fue la Sociedad de Bibliófilos Españoles, que la publicó en Madrid en el año 1871. En el argumento del vigesimo y último canto, "el autor representa a Demophon, el cual viniendo un dia a casa de Micilo su vecino a le visitar le halló triste y afligido por la muerte de su gallo, y procurando dexarle consolado se vuelve a su casa". Micilo le cuenta que unas mujeres le han robado el gallo, lo han desplumado, lo han matado, lo han guisado y se lo han comido. De ellas dice, entre otras cosas, lo siguiente:

"MIÇILO.Pues avn no pienses demophon que la vanidad y perdicion destas liuianas mugeres se le ha de pasar a dios sin castigo; que yo te oso afirmar por cosa muy çierta y que no faltará. Que por ver dios su disoluçion, desemboltura, desuerguença y poco recogimiento que en ellas en este tienpo ay. Visto que ansi vírgenes como casadas, viudas y solteras; todas por vn comun viuen muy sueltas y muy disolutas. y que por la calle van con vn curioso passo en su andar. Descubierta la cabeça y cabello con grandes y deshonestas crenchas; muy alto y estirado el cuello, guiñando con los ojos a todos quantos encuentran en la calle haziendo con sus cuerpos laçiuos meneos. Por esta su comun deshonestidad sé y çierto que verna tiempo en el qual ha de hazer dios vn gran castigo. y será que hará que se pelen de todos sus cabellos; y que se hagan todas caluas. y será tiempo en que les quitará dios sus joyeles, sortixas, zarzillos, collares, medallas, axorcas y apretadores de cabeça. Quitarles ha sus partidores de crenchas, tenaçicas, salsericas, redomillas y platelicos de colores, y todo genero de afeytes. sahumerios, guantes adobados, sebos y vnturas de manos y otros olores. Alfileres, agujas y prendederos. Quitarles ha las camisas muy delgadas, y los manteos, vasquiñas, briales, saboyanas, nazarenas y reboçiños. y en lugar de aquellos sus cabellos encrespados y enrifados les dara pelambre y calbez. Y en lugar de aquellos apretadores y joyeles que les cuelgan de la frente les dará dolor de cabeça. y por çinta de caderas de oro muy esmaltadas y labradas, les dará sogas de muy aspero esparto con que se ciñan y aprieten. y por aquellos sus muy curiosos y suntuosos atauios de su cuerpo les dará siliçio. y desta manera hará dios que lloren su lasçiuia y desorden; y que de su luxuria y deshonestidad hagan graue penitencia. Entones no aura quien las quiera por su hydiondez y miseria; y siete mugeres se encomendarán a vn varon y él de todas huyrá menospreiandolas y aborreçiendolas como de gran mal".
(Págs. 389-390)

De Tirso de Molina es la comedia titulada "El cuerdo en su casa". Allí leemos los siguientes versos:

MENDO
¿Estás enojada?

ANTONA
¡Yo!
¿Por qué he de estar enojada?

MENDO
Si rebociño te agrada,
también te lo daré yo.
Terciopelo es la blandura
de mis caricias, amada
Antona, y tan de Granada,
que es felpa de tu hermosura.
Pues ¿qué mejor rebociño,
más rico, galán y honesto,
que darte un hermano presto,
del recién nacido niño?

ANTONA
Rebózame con los brazos
que me prometes y adoro;
pasarán, pues son de oro,
de pasamanos a brazos;
que si a ti te da disgusto,
a mi el alma me quitara;
que nunca en galas repara
mujer casada a su gusto.
(Acto tercero; escena sexta)

Sabido es que José de Valdivielso -o Valdivieso-  (1560-1638) fue  amigo de Miguel de Cervantes y de Lope de Vega, entre otros. Sacerdote, capellán del Ilustrísimo Cardenal de Toledo, poeta y autor de autos sacramentales, asistió al Fénix de los Ingenios a la hora de su muerte. De él es la censura panegírica que hizo de la obra de Juan Pérez de Montalván titulada "Fama Posthvma a la Vida y Mverte del Doctor Frey Lope Felix de Vega Carpio" (Imprenta del Reyno. Madrid, 1636), en la que dice de Lope que su "vida fue toda vida, y con ser vida de mas de setenta y tres años, no parece posible que pudiesse caber en ella lo que escriuio, que passa de ciento y treinta y tres mil pliegos, a cuyas luzes parecen sombras todas las Eloquencias que ingeniosamente fabulizó la Antiguedad...". 
En esta obra, Juan Pérez de Montalván cuenta de este modo las últimas horas del genial escritor:

"Quedó muy sossegado por dos horas, pero luego se conoció el peligro euidente, y le truxeron el vltimo remedio de la santa Extremavncion. Recibióla; llamó a su hija; echóla su bendicion; y despidiose de sus amigos, como quien se partía para vna jornada tan larga. Confesóse mucho con el Maestro Joseph de Valdiuielso, porque ayudandole en aquella congoja, le dixo en pocas palabras muchas razones, que le siruieron de dotrina, y de aliuio".
(Pág. 7)

La obra que nos interesa de José de Valdivielso es la titulada "Vida, excelencias y mverte del Gloriosissimo Patriarca y esposo de nuestra Señora san Ioseph". (Raphael Mogues. Madrid, 1607) Está escrita en verso. La octava de nuestra atención se encuentra en el Canto decimotercio, que titula "Del camino hasta llegar a Bethlem":

Embuelta en el precioso rebociño
viste el turon peludo, felpa, y martas,
trayendo la estufilla como a niño
entre las joyas de las ricas sartas.
Al ombro cuelga el delicado armiño
que de su rostro cubre menguas hartas,
siempre escondida del contrario fiero
con mas ropas que trae vn pregonero.


Felipe de Castro: "Estudio de mujer de perfil hacia la izquierda (Copia de Guido Reni)".

Ventura de la Vega (1807-1865), el dramaturgo argentino, afincado en España, escribió la voz rebocillo en su zarzuela en tres actos titulada "Jugar con fuego" (4ª ed. Imprenta de José Rodríguez. Madrid, 1854) La música la compuso el maestro Barbieri.  A ella pertenecen los siguientes versos:

Yo prefiero
tu salero,
tu sencillo
rebocillo
y ese traje
sin follaje
y ese lindo delantal;
a esas salas,
a esas galas,
al brocado
y al tocado,
las riquezas
y grandezas
de una dama principal.
(Acto primero; escena sexta.)

Al poeta y periodista Juan Antonio Viedma (1830-1869) se le conoce, sobre todo, por su amistad con Gustavo Adolfo Bécquer. Una de sus poesías se titula "La velada de San Juan". La publicó  el periódico de Literatura, Educación, Música, Teatros y Modas, conocido como "El Correo de la moda", el 24 de junio de 1856. Comienza de este modo:

I
Noche azul, noche serena, 
en músicas y cantares 
volando el aire resuena 
las horas de la verbena 
á orillas del Manzanares. 

Y ya envueltas en el manto, 
ya en el suelto rebocillo, 
damas de la villa encanto 
bajan la noche del santo 
á la fiesta del Sotillo. 

Y allí entre las enramadas 
los vientos murmuradores 
de galanes y tapadas 
publican las ignoradas 
dulces querellas de amores...

Bécquer también puso esta voz en un artículo, no muy conocido, titulado "La calle de la Montera". Se encuentra en el tercer volumen de la obra "Páginas desconocidas de Gustavo Adolfo Bécquer" (Renacimiento. Madrid, 1900?), recopiladas por Fernando Iglesias Figueroa. Lo empieza de esta manera:

"La calle de la Montera de nuestros días, esa calle engalanada, coqueta y bulliciosa, centro, podemos decirlo así, del comercio de Madrid, era hace tres siglos más bien que calle, un lodazal en tiempo de invierno y un depósito de polvo y de inmundicias en verano. 
La policía urbana era desconocida entonces, y porque un honrado vecino arrojase a la vía pública los desperdicios de su casa, no se le inquietaba con papel de multas ni cosa por el estilo. 
¡Oh, hermosa calle de la Montera! Tres siglos hace que ni aun nombre tenías, y para dar de ello una ligera prueba diremos que procede el que llevas actualmente, de cierta hermosa dama, tan hermosa como... coqueta, mujer del montero mayor del rey. 
Esta buena señora, cuyas aventuras galantes dieron asunto bastante para que el inspirado Serra escribiese una lindísima comedia, tenía escandalizado al buen pueblo de Madrid, extendiéndose su fama hasta muchas leguas en contorno de la coronada villa. Y no se crea que estos escándalos deshonrasen al señor montero mayor: todo menos eso. 
La dama era, según opinión pública, honestísima, y ningún galán de los infinitos que la solicitaban podía vanagloriarse de haber obtenido de ella el favor más insignificante. 
Todo lo más que sucedía era que la señora Montera se asomaba a sus balcones tan luego como Dios ordenaba al sol que alumbrase la tierra, y entonces, a pretexto de cuidar de las flores de sus búcaros, arrojaba a la calle, así como al descuido, dos o tres de las marchitas. 
Cuenta la crónica de donde tomamos estos apuntes, que por un clavel rojo y una maravilla jaspeada de blanco, se dieron de estocadas un marqués (la crónica calla el nombre) y un alférez de guardias amarillas, quedando este último bastante malherido, pues en aquel tiempo no eran sólo los militares los únicos diestros en el manejo de la espada. 
Otras veces la celebrada dama, cuando iba o volvía de la iglesia, bajaba un tantico el rebocillo de su manto de seda negra, y tenía para cada uno de sus adoradores miradas rápidas, pero de fuego. ¡La niña no sabia mirar de otra manera!".
(Págs. 79-80)

Doña Emilia Pardo Bazán escribe en su novela "El saludo de las brujas" (Establecimiento Tipográfico de Idamor Moreno. Madrid, 1909):

"Rosario apareció, trágica, con paso automático.... Venía vestida de calle, si se puede llamar vestirse á haberse colgado una falda y metido los brazos de la chaqueta de nutria, cuyos últimos botones abrochaba por instinto, maquinalmente. Su rostro, mortalmcnte pálido, asomaba entre el marco de un rebocillo de encaje negro, tocado que solía preferir por coquetería la chilena, y que en aquel instante el aturdimiento y la prisa habían arrojado sin aliño sobre su cabeza despeinada y ardorosa".
(Cap. XI: "El rayo"; pág. 150)

Antes de que describiera el traje de charra en su novela  "El amigo Manso", ya lo hizo Benito Pérez-Galdós en "La batalla de los Arapiles"(La Guirnalda. Madrid, 1889), el último Episodio Nacional de la primera serie:

"Miss Fly miraba con estupor el extraño y pintoresco vestido de la aldeana. 
—Luego—añadí, —desciña usted esas hermosas trenzas de oro, construyéndose en lo alto un moño del cual penderán cintas, y en las sienes dos rizos de rueda de carro con horquillas de plata. Cíñase usted después la jubona de terciopelo, y cubra en seguida sus hermosos hombros con la prenda más graciosa y difícil de llevar, cual es el dengue ó rebociño. 
Athenais se ponía de mal humor, y contemplaba las singulares prendas que la charra iba sacando de un arcón. 
—Y después de calzarse los zapatitos sobre media de seda calada, y ceñirse el picote negro bordado de lentejuelas, ponga usted la última piedra á tan bello edificio, con la mantilla de rocador prendida en los hombros".
(Cap. XII: págs. 99-100)

Francisco Navarro Ledesma puso esta  voz, en plural, en su obra titulada "El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra":

"Ya había visto Molina que en casa de su futura no faltaba cosa necesaria á la vida: sabía además que el difunto D. Diego trajo á su mujer muy bien arreada de trajes y joyas, pues en el inventario de la carta dotal se enumeran vestidos de terciopelo, de gorbión, de gorgorón y felpa, de tafetán, de raso, manteos franceses y españoles de raso, de damasco, de terciopelo, lechuguillas de puntas de Flandes, basquiñas, jubones y rebociños de lujo, sortijas de diamantes, rubíes, claveques y topacios, arracadas, gargantillas, apretadores, agnus dei y cruces de oro, y camas de lujo, y plata labrada y cuanto exigía entonces la comodidad".
(Cap. XLVIII: "Fin del proceso de Ezpeleta.- La Corte en Madrid.- Miguel, abuelo.- Luis de Molina.- Los sesenta años de Cervantes"; pág. 474)

"Charra".

He aquí lo que escribe Ramón María del Valle-Inclán en su novela de Tierra Caliente titulada "Tirano Banderas":

"Aquella india vieja, acurrucada en la sombra de un toldillo, con el bochinche de limonada y aguardiente, se ha hispido, remilgada y corretona bajo la seña del Tirano: 
— ¡Horita, mi jefe! 
Doña Lupita cruza las manos enanas y orientales, apretándose al pecho los cabos del rebocillo, tirado de priesa sobre la greña: Tenía esclava la sonrisa y los ojos oblicuos de serpiente sabia: Los pies descalzos, pulidos como las manos: Engañosa de mieles y lisonjas la plática: 
— ¡Mándeme, no más, mi Generalito!".
(Primera parte. Libro tercero: "El juego de la ranita"; cap. III; pág. 57)

"Sobre el resplandor de las aceras, gritos de vendedores ambulantes: Zigzag de nubios limpiabotas: bandejas tintineantes, que portan en alto los mozos de los bares americanos: Vistosa ondulación de niñas Culatas, con la vieja de rebocillo al flanco. Formas, sombras, luces se multiplican trenzándose, promoviendo la caliginosa y alucinante vibración oriental que resumen el opio y la marihuana".
(Segunda parte. Libro primero: "Cuarzos ibéricos"; cap. VII; pág. 71)

"Frente a la Legación Inglesa había un guiñol de mitote y puñales. El coche llegaba rozando la acera. El cochero inflaba la cara reteniendo los caballos. El lacayo estaba en la portezuela, inmovilizado en un saludo. El Barón, al apearse, distinguió vagamente a una mujer con rebocillo: Abría la negra tenaza de los brazos, acaso le requería. Se borro la imagen. Acaso la vieja luchaba por llegar al coche".
(Sexta parte. Libro tercero: "La nota"; cap. III; pág. 206)

Gabriel Miró dio el título de "Pablo y la monja" a la parte sexta de su novela "El obispo leproso". El capítulo III, intitulado "Estampas y graja", comienza de esta manera:

"-¡Y me casaré con el primero que se me presente!" El primero que se presentó, que le presentaron a la señorita Valcárcel, fué don Amancio Espuch. 
—¡Quítese usted eso, esa barba, por Dios ! —Y María Fulgencia se reía, cubriéndose la faz con su rebociño de tules".
(Pág. 196)

Para terminar esta entrada vamos a citar un párrafo de la extraordinaria novela de Miguel Delibes titulada "El hereje". Allí la voz que utiliza el ilustre escritor vallisoletano es "rebocino":

"Fuera ya de la Puerta del Campo, la concurrencia era aún mayor pero la extensión del campo abierto permitía una circulación más fluida. Entremezclados con el pueblo se veían carruajes lujosos, mulas enjaezadas portando matrimonios artesanos y hasta una dama oronda, con sombrero de plumas y rebocinos de oro, que arreaba a su borrico para mantenerse a la altura de los reos y poder insultarlos".
(Libro tercero: "Auto de Fe",Cap. XVII; pág. 489)

Vip, Arte y Cultura colgó en YouTube este vídeo en el que vemos y describe el traje charro de una mujer salmantina:

REBENQUE

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Rebenque es voz que recoge Covarrubias con este significado:

"REBENQVE, el açote con que castiga el comitre a la chusma, quasi remenque, por ser para los remeros".

Autoridades es más explicito a la hora de definir esta voz. A saber:

"REBENQUE. s. m. Un género de látigo, hecho de cuero ú de cáñamo, de dos varas de largo, poco mas ó menos, y embreado, al qual se le pone su mango, y sirve para el castigo de los galeótes quando están en la faéna. Covarr. quiere se dixesse esta voz quasi Remenque, por ser para los reméros. Lat. Portisculus, i. Scutica remigum".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1817, que añade una nueva acepción:

"REBENQUE. Náut. El cabo ó cuerda corta que sirve para varios usos, como atar ó colgar alguna cosa. Funis nautici frustulum".

En la edición de 1869 definen la primera acepción de esta voz en pasado:

"REBENQUE. m. El látigo hecho de cuero ó cáñamo embreado, con el cual se castigaba á los galeotes cuando estaban en la faena".

En la  de 1884 dicen que rebenque proviene del holandés ´raaband; de raa, verga, y band, cuerda´. En la de 1914, en cambio, aseguran que deriva del bajo bretón rabank, y éste del anglosajón ´rab-band; de rap, cuerda, y band, lazo´. También añaden una nueva acepción:

"REBENQUE. (...) Amér. Merid. Látigo recio de jinete".

En la edición de 1970 dan marcha atrás y vuelven a la etimología anterior, pero en la de 1992 dan un giro sorprendente y dictaminan que la voz rebenque proviene del francés ´raban, cabo que afirma la vela a la verga´. En la Edición del Tricentenario,última consultada, este vocablo queda definido así:

"REBENQUE. (Del fr. raban´cabo que afirma la vela a la verga´.) 1. m. Látigo de cuero o cáñamo embreado, con el cual se castigaba a los galeotes.// 2. m. Mar. Cuerda o cabo cortos.// 3. m. Arg., Bol., Chile, Ec., Par., Perú, Ur. y Ven. Látigo recio de jinete".

Rebenque es voz que ya aparece en Rosal con este significado:

"REBENQUE, azote ó palo, es Repenque, de Penca, azote de verdugo, de que ya diximos alli".

El Esteban Terreros dice:

"REBENQUE, en la Marina, es un pedazo de cabo delgado, y se hace á mano de filástica. Fr. Rabans. Lat. Funium appendices, otros scutica remigum.Dicc. Mar. Tambien le dan el mismo nombre de rebenque al látigo que usa el verdugo para castigar, y azotar á los que condena á ello la justicia. Fr. Fouet. Lat. Flagrum, scutica. It. Stafilata.

AMARRAR CON REBENQUES, en la Marina. Fr. Rabaner. Lat. Funium appendices nectere".

El Domínguez nos ofrece varias acepciones de esta voz:

"REBENQUE. s. m. Látigo, porra, zurriago, vergajo.// El látigo hecho de cuero ó cáñamo embreado, con el cual se castiga á los galeotes cuando están en la faena. (Acad.) // Correa, cuerda, ó palo con que se pega, varapalo.// Naut. Chicote, látigo para el mismo objeto.// Cabo ó cuerda corta para colgar ó atar diversas cosas en las embarcaciones".

El Alemany y Bolufer amplia el significado de la  acepción americana y añade otra nueva:

"REBENQUE. (...) Látigo recio de jinete, que ordinariamente es de cuero de vaca y tiene el cabo forrado de piel, con una argolla de cobre afianzada en su extremo inferior, de la que pende una manija que se aplica a la muñeca para llevarlo y usar de él con seguridad. (...) TENER REBENQUE. frs. fam. Amér. Merid. Tener mal genio, ser sostenido y de carácter firme".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia e ilustra la primera acepción con dos ejemplos literarios. El primero se encuentra en la segunda parte de "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha", de Miguel de Cervantes. Cuenta en el capítulo LXIII "lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita de las galeras, y la nueva aventura de la hermosa morisca". Allí leemos:

"Hizo señal el cómitre que zarpasen el ferro, y saltando en mitad de la crujía con el corbacho o rebenque comenzó a mosquear las espaldas de la chusma, y a largarse poco a poco a la mar. Cuando Sancho vio a una moverse tantos pies colorados (que tales pensó él que eran los remos) dijo entre sí: estas sí son verdaderamente cosas encantadas, y no las que mi amo dice. ¿Qué han hecho estos desdichados, que ansí los azotan?".
(Pág. 301)

Sobre este pasaje don Diego Clemencín anota lo siguiente:

"Corbacho o rebenque.- Corbacho, cordel embreado, según Figueroa en su Pasagero, donde describe la crueldad con que eran castigados los remeros y galeotes.
Aquí parece se da una misma significación a estas dos voces; mas corbacho significa propiamente el nervio del miembro genital del toro con que el cómitre de las galeras castigaba a los forzados; y solo se diferencia de la palabra vergajo en que esta es más genérica, extendiéndose a otros cuadrúpedos.
Como Cervantes había navegado tanto, usaba con la mayor propiedad el lenguaje náutico, como se ve especialmente en este capítulo, y en otros muchos pasajes de sus obras".
(Pág. 301)

La segunda cita se encuentra en una carta que don Manuel José Quintana envió a Lord Holland sobre los sucesos políticos de España en la segunda época constitucional. Está fechada el 20 de noviembre de 1823. Dice en ella, entre otras cosas, lo siguiente:

"Asimos pues denodadamente la ocasión que nos presentaba la fortuna. Las Cortes fueron convocadas, sus diputados se reunieron, y al año y medio de su instalación se publicó y promulgó la Constitución del año de 12. No es de mi propósito ahora el examen filosófico de esta obra legislativa. Lo han hecho ya tantos, y principalmente para abultar y acriminar sus defectos, que seria ocioso entrar en una discusión al parecer agotada, y tal vez interminable. Defectuosa ó no, la Constitución española no es para mí en este lugar mas que una cuestión de hecho. De mil diferentes combinaciones que las Cortes pudieron adoptar para dar una forma constitucional al Estado, esta fué al cabo la que resultó de sus debates y públicas deliberaciones. Pudo ser mejor, pudo también sor peor; pero esta es la que se hizo, porque alguna había de hacerse; y emanada del cuerpo legislativo, aceptada y jurada por nosotros sin oposición ni repugnancia, podrá, si se quiere, tener menos perfección, pero no menos fuerza y autoridad. La Europa la recibió no solo sin escándalo y sin ofensa, pero en muchas partes con aprobación y con aplauso. Los españoles no han olvidado todavía que el príncipe que ahora se le muestra mas adverso la reconoció expresamente al tratar con el gobierno que había á la sazón en España. En fin, el orden que ella establecía era el que se iba planteando sin oposición alguna en las provincias, al paso que arrojaba de ellas á los franceses, y el mismo que regia tranquilamente el Estado cuando la guerra acabó. ¡Qué de motivos para el respeto, milord; y si no para el respeto, á lo menos para el aprecio, ó al fin siquiera para la indulgencia! La indignación pues es igual á la sorpresa cuando se contempla el trastorno extravagante que los intereses humanos han producido de repente en las cosas y en las palabras. Pues ¿bajo qué título, ó con cuál sombra de pretexto, se da el nombre de atentado á esta acariciada innovación, á sus autores el de sediciosos y rebeldes, y se trata á la nación que acababa de merecer tanto de la Europa, como chusma de galera amotinada, á quien el cómitre pone al instante en razón con la entena ó con el rebenque?".
(Págs. 535-536)

Eduardo Gutiérrez García: "Cómitre con rebenque".

Corominas le dedica media página de su "Diccionario..." a esta voz. Dice allí:

"Rebenque.-Tomado del francés raban´envergue, cabo que afirma la vela a la verga´, voz de origen germánico (neerl. raband, etc.) compuesta de ra ´verga´y banda´lazo, atadura´. 1ª doc. : 1587, G. de Palacio; 1607, Oudin".

Don Joan se refiere a la obra del doctor Diego García de Palacio titulada "Instrvcion navthica; para el bven vso, y regimiento de las Naos, su traça, y gouierno conforme á la altura de Mexico" (En casa de Pedro Ocharte. Mexico, 1587) El capítulo XXXI del Libro Cuarto lo dedica a los grumetes y sus obligaciones:

"Han de lleuar grumetes las naos, y dos tercios delos marineros que son menester, por manera que lleuando treynta marineros han de lleuar veynte grumetes, los quales ó alomenos la mitad, han de saber subir á tomar la vela de la gauia, borriquete, messana, y ceuadera, y que sepan remar enel batel ó chalupa, y hazer vn tolete, reuenque, trenela, sagulas, y que conozcan los aparejos dela  nao, y velas, y que entiendan al piloto, y maestre quando los mandaren, y entiendan como se toma el agua á la bomba, y sepan amarrar el batel, y chalupas, y los que no supieren tanto, conel vso, y temor del reuenque aprenderan, si el guardian es diligente".
(Págs. 119v-120)

Continúa Corominas:

"(...) Jal (1282a) cita de un ms. del S. XVII Obligaciones del Capitán de un Galeón: "y si hecha de ver luego quien falta a la faena o guarda, suele el contramaestre y guardian buscarlos con un revenque". Port. rebém naut. "o açoute, com que o arraes ou comitre açoita os remeiros, galeotes ou forçados", con cita del S. XVII en Moraes.
No hay duda, pues, de que es palabra de origen náutico. Hoy en América se ha extendido, como tantas voces marítimas, al uso terrestre, en el sentido de ´latigo recio de jinete´(...)".

El Tesoro de Villanos ilustra con varios ejemplos las tres acepciones que recoge de esta voz:

"REBENQUE. I. Látigo de cuero o cáñamo embreado, con el cual se castigaba a los galeotes (A) cfr. penca, anguila de cabo".

Cita un verso de Francisco de Quevedo. Se encuentra al final de un romance en el que refiere su vida un embustero. Comienza de este modo:

Don Turuleque me llaman.
Imagino, que es adrede,
porque se zurcen muy mal
el Don con el Turuleque.
Guantero fue de zancajos
mi padre en Ocaña, y Yepes,
buen siervo de San Crispín
por los boxes y el trinchete.
Mi madre tomaba puntos,
pero no para oponerse
a cátedras, si no a medias,
que las pantorrillas ciernen.
Pregoné zapato viejo
en Madrid algunos meses,
y fueron bien recibidos
mi tonillo y mi falsete...

El romance termina de este modo:

Dieronme casa de balde,
calzáronme los Basquences;
luego jugando de mano,
me dio un repique el rebenque.
No son de sí los azotes
tan malos como parecen,
pues procesiones los usan
y los cantan misereres.

El Tesoro de Villanos dice, en su segunda acepción, que vale por ´verdugo´, y cita tres versos de un romance de germanía que se encuentra en la obra "Romances varios de diversos autores, añadidos y enmendados en esta ultima impression" (Pablo de Val. Madrid, 1655) Su anónimo autor lo empezó de esta manera:

Cante la fama mi nombre,
desde leuante á Poniente,
Marte me leuante estatua,
allá en su esfera luziente.
Las hembras de los cercados,
de Laurel ciñen mis sienes;
amilanense los brauos,
los temerones tiemblen.
Soy Pedro Talaberon,
no es nada, escuchen ustedes,
el de la vida penosa,
broquelero de la muerte...

Más adelante cuenta el jaque:

Vn Corchete maté en Murcia,
en Madrid otro Corchete;
perdonelos Dios, si es
que Dios perdona esta gente.
Dentro el Germano Cabildo,
este que traigo machete,
en vn jaque jubilado,
le mojé dos, ó tres vezes.
Al verdugo de Antequera
le di un piquete de suerte
que se le salió a passear
el alma por el piquete.
Vn oficial de la pluma
a mi camarada vende,
le achacó, y no fue verdad,
que desabrigó a vn pobrete.
Por esto a mi camarada
le sacaron a las nueue,
puesto al ayre el cordouan,
hecho un facistol ginete.
Estafermo a los rigores
de vn desalmado rebenque
que con vez de Papa, le hizo
Cardenal dozientas vezes....

La tercera acepción es la de rebencazo zurzido, que significa ´latigazos en forma de cruz´. Lo ilustra con un párrafo de "La pícara Justina", de Francisco López de Úbeda:

"La segunda estación era huyr con tal prissa, que parecía lleuauan cohetes en los posteriores; mas ya que auian huydo algún tanto, y tornando sobre sí algo echauan de ver, que yuan sin sombreros, sin capas, sin cuellos, sin ligas, sin ceñidores; assomauan a querer tornar al carro a sacar su hazienda. Yo les dexaua acercar en buen compás, y, en viendo que estauan a mi mano, tremolaua el açote de las mulas y dauales el rebencazo çurcido que les aturdía. Brauas suertes hize defendiendo mi carro encantado, o (por mejor dezir), encantarado. Jugaua  de rebenque floridamente, porque para de lexos, me seruia de lança; para de cerca, de trompa de Elefante; para en pie, de açote, y para assentado, de sceptro. Con estas mis leuadas se atemorizaron de modo que, sin capa, ceñidor, liga, sombrero, ni cuello, ni  otras muchas cosas suyas, (aunque auidas de por amor del diablo), se fueron huyendo por entre los sembrados, que parecían puramente las zorras de Sansón con cuelmos encendidos en las colas. Todo el pueblo y muchachos se llegó al ruydo, y todos les siluauan y gritauan. Y si alguno me miraua de lexos, tornaua a tremolar el açote. Qué confusión para ellos y qué gusto para mí!; estos fueron zorros, estos fueron diablos, que desde ay a más de diez y ocho o veynte dias no se pudieron dar alcançe vnos a otros, hasta que vn dia de mercado se juntaron en el de Villada, que era donde ellos solían hazer sus conciliábulos zorreros".
(Libro segundo. Cap. 2º: "De la Vigornia burlada". Nvmero tercero: "De los beodos burlados"; págs. 167-168)

Este número tercero lo inicia López de Úbeda con una "octava de consonantes hinchados y difficiles" que vale la pena transcribir:

La fama, con sonora y clara trompa, 
Publique por princesa de la trampa 
La gran Justina Diez, que con gran pompa 
Buelue su rebenque en sceptro y le estampa; 
La  que vsa del rebenque como trompa, 
La que llueue açotes y no escampa, 
La que de su carreta haze palenque, 
Y sceptro lança, y trompa del rebenque. 
¡O, fama, cuyo accento el orbe encampa! 
Tu sombrío clarín no se interrompa, 
Hasta ver la picaresca estampa, 
No digo en papel puesta, do se rompa, 
O en letra de escriuano, que haga trampa, 
Sino en peña, en quien no se corrompa 
Memoria de vn triumfo tan illustre, 
Con el siguiente mote por más lustre: 

MOTE 

Justina triumfó de ocho beodos, 
Echándolos del carro a açotes todos.

El "Diccionario de Americanismos" define esta voz de la siguiente manera:

"REBENQUE.- I. 1. m. Mx., Ho., N., Ni., Pa., RD., Ve., Ec., Pe., Bo., E., Ch., Py., Ar., Ur. Látigo grueso usado por el jinete.// 2. Cu. Azote que consiste en un mango corto y una tira gruesa de cuero, generalmente ancha y más o menos del mismo largo que el del mango".

El "Nuevo Diccionario de Americanismos e Indigenismos", de Marcos A. Morinigo, nos da una información más detallada:

"REBENQUE. (De la voz marina rebenque.) m. Arg., Bol., Méx., Par., y Uru. Especie de fusta que consiste en una lonja de cuero sobado, de más o menos un pie de largo, sujeta a un cabo de madera, generalmente forrado de cuero. El cabo, un poco más largo que la lonja, lleva en su extremo un aro de metal que sujeta un anillo de cuero. El jinete se sirve de esta anilla de cuero para llevar el rebenque pendiendo de la muñeca. Hay diferentes tipos de rebenque. Es usado especialmente por los jinetes campesinos.// Arg. y Bol.Dios castiga sin rebenque. Dios castiga sin palo ni piedra.// Cuba. Tener uno rebenque. Tener mal genio.// adj. Cub. y Pue. Cascarrabias. ú. t. c. s. ".


El vocablo rebenque ya se encuentra en el "Vocabulario maritimo, y explicacion de los vocablos, que usa la gente de mar en su exercicio del arte de marear,..." (Imprenta Castellana, y Latina de los Herederos de Thomás Lopez de Haro. Sevilla, 1722):

"REBENQUE, es un pedazo de cabo delgado. También se haze á mano de filastica".

Don Martín Fernández de Navarrete incluyó esta voz en su "Diccionario Marítimo Español":

"REBENQUE.- s. m. Nav. y Man. Pedazo de cabo, del largo proporcionado al objeto, y formado de la union de tres meollares, que sirve para amarrar algunos efectos.// V. Chicote, en su segunda acepción. (...)

CHICOTE.- (...) Cualquier pedazo de cabo de media á una vara de largo poco mas ó menos. Dícese tambien rebenque y anguila. (...)".

El rey Carlos IV mandó la recopilación, actualización y entrada en vigor de  las  "Ordenanzas Generales de la Armada Naval" (Imprenta de la Vda. de Don Joachin Ibarra. Madrid, 1793) que, hasta entonces, recogían la normativa que afectaba a la gobernación militar y marinera de la Armada en general, y uso de sus fuerzas en la mar. La voz rebenque se cita con el sentido de dos de sus acepciones en el tomo II de la primera parte:

"179.- Los azotes que se entienden baxo el nombre de cañon, se daran con rebenque ó mogel del menor grosor, como bastaria para tomar un rizo al juanete de un navio, y de ningun modo con badernas gruesas como las de las bozas de cables y otros usos de mucha fuerza: ni tal castigo podra executarse sino á presencia de Oficial, que enterado del grado de rigor por la instruccion del Comandante, le regúle al prefixado".
("Policía interior"; pág. 61)

"181.- Quando abordo se diere un castigo de azotes sobre cañon, cabrestante ú otro parage, el hombre de Mar que mandado por el Contramaestre ó Guardian rehusáre atar al delinqüente, ó tomar el rebenque y azotarle, sufrira inmediatamente la misma pena que él, autorizado el Capitan á imponersela por sí en todos casos sin consulta al Comandante General, á quien dara despues cuenta de la currencia: y sin que el exprésado castigo obste á formacion de proceso y sus mas graves resultas, si ha intervenido algun otro desacato en la inobediencia".
("Policía interior"; pág. 62)

"82.-Para las siete de la mañana, ó mas ó menos tarde segun los motivos, se levantará toda la gente que está de descanso, procediendo seguidamente á la limpieza general de sus alojamientos en los entrepuentes: tres dias alternados de la semana, por exemplo, lunes, miercoles y viernes, quedarán colgados los cois, cada dos en sus respectivos ganchos, y pasada honda á propósito de rebenque que atraque á la cubierta alta los de cada linea, del medio para la murada: y los otros quatro dias se haran salchichones en forma como para combate, á fin deponerlos en las redes".
("Alojamiento y aseo"; pág. 91)

"43.-Ademas debera el Contramaestre hacer en el sollado un depósito de alguna xarcia usada ó estirada, motonería engazada, salvachías y rebenques, para que pueda acudirse allí en busca de remplazos de chafaldetes, brioles y otra maniobra menuda, teniendo mas desembarazado el pañol para el pronto surtimiento de otras piezas de mayor consideracion".
("Plan de combate"; pág. 174)

La voz rebenque aparece también escrita en los textos antiguos como reuenque, revenque y rrevenque. Un buen ejemplo para la primera es la obra del padre dominico y obispo que fue de Barbastro y Albarracín, fray Jerónimo Bautista de Lanuza (1553-1624) titulada "Homilías sobre los Evangelios que la Iglesia Santa propone los días de la Quaresma" (Sebastian Matevad. Barbastro, 1621):

"Es vuestra concupiscencia como el pozo, que quanto mas agua sacays, mas crecen las aguas del, porque con el mismo sacar, hazeys llamamiento de las mismas aguas, que estan en el contorno. Es como el pecho de la muger, que quanto mas leche se saca y tira del, mas crece por el llamamiento que se haze con tirarlo; y assi saben todos, que para enxugarla, no es buen medio dar a mamar el pecho, sino ponerle bizmas desecantes. No es cierto buen medio para disminuyr los apetitos de tu concupiscencia, darles lugar que corran y se executen, que sin duda creceran con esto. Aplicadle bizmas desecantes, de buenas disciplinas, asperos silicios y rigurosos ayunos, duras tablas, que esse es el que las va enxugando. Este era el medio de que se valia el santo Apostol.  Castigo corpus meum, et in serviturem redigo, y este es el que nos aconseja el Espiritu Santo, que con marauillosa Filosofia nos enseñó esta dotrina, hablando de nuestro cuerpo y carne, en symbolo del jumento y del esclauo vil rebeladizo. Mira hijo, dize, quieres tener sin corcobos y rendido el jumento? Dale de comer, que no muera, pero acudele con gentil varapalo, y echale muy buena carga, (...) porque qué has de esperar de la bestia indomita, y del cauallo brioso, que echa mil cozes, y haze cien corcobos, si quando esto haze, le regalas mas, y lo tienen mas ocioso sin carga? Quanto mas desto hizieres, tanto mas crecerán las cozes y corcobos. Lo mismo te digo del esclauo traydor: dale de comer, que esto es necessario, para que no muera, pero no lo regales mucho, sino vaya el reuenque, y cargalo de trabajo. (...) porque tratándolo assi, andará cansado, y quando le des vn pequeño espacio para dormir, lo empleará en esto, y vn pedaço de pan ratonado, le parecerá almiuar. Si quando por tenerlo regalado y ocioso, te haze una traycion, y se te rebela, lo dexas mas ocioso, y le das mas libertad y mas regalo, que as de esperar sino que a esta misma medida crecerán sus rebeliones contra ti? (...) Quando lo lleuas açotado, hambriento y cansado, no piensa sino en como descansará vn poco, mas quando está descansado y le das rienda, lo dexas ocioso y como quiere, que piensas que hará, sino maquinar contra ti para su libertad? Entiendes me, hijo, dize el Espíritu Santo? Pues contigo hablo, que tienes esse jumento de tu cuerpo, y esse cauallo desbocado de tu carne, esse esclauo vil rebeladizo de tuconcupiscencia, que ni piensa, ni trata, ni maquina, sino cómo tener libertad y rendirte. Sabe que quanto mas le dieres rienda, mas se entonará, y quanto mas lo regalares, más creceran sus cozes y corcobos contra ti. Vaya el varapalo de la disciplina y del ayuno, ten enfrenado esse jumento, cargandolo de trabajos, y echale un aspero camal a este esclauo, de penitencias, que esse es el medio para moderarlo. (...) Vn jugo pesado, que se carga a la ceruiz, aunque sea el toro mas brauo del mundo, lo doma, y vn gentil garrote, al jumento mas indomito, lo tiene sin mouerse, y vn reuenque duro, tiene con seso al esclauo mas rebeladizo".
(Homilía dieciocho. Parte 14: "Crece la hambre y apetito sensual en los que lo siguen, y menos lo sienten, los que mas lo niegan"; pág. 667)

Fray Bartolomé de las Casas puso esta voz en su "Historia de las Indias". Cito de la edición impresa en Madrid por Miguel Ginesta, en el año 1875:

"Y, sobre los trabajos importables, permitió ponellos y mandallos unos verdugos españoles crueles, á los que andaban en las minas, unos llamados mineros, y á los que andaban y trabajaban en las granjas ó estancias, estancieros. Estos, tratábanlos con tanto rigor y austeridad, y por modo tan inhumano, que no parecía sino que eran los ministros del infierno, que de dia ni de noche no dan de holganza un momento. Dábanles de palos ó varazos, de bofetadas, de azotes, de puntilladas, nunca oyendo dellos otra más dulce palabra que perros, y porque por las continuas impiedades y aspereza de los malos tractamientos de los estancieros y mineros, y por los trabajos continuos, no tolerables, que sin resollar sufrían, y con tener por cierto que nunca dellos habían de salir, sino en ellos de morir, como vían que sus vecinos y compañeros morían , que es lo que á los dañados en el infierno hace desesperar, íbanse huyendo por los montes á esconder, criaron ciertos alguaciles del campo, que los iban á montear y á traellos. Y en las villas y lugares de los españoles, señaló y crió el Comendador Mayor un vecino, el más honrado y caballero del pueblo, al cual puso nombre Visitador, y á quien, por sólo el oficio, como por salario, sin el repartimiento que le había cabido de indios, le daba otros cien indios, que como los otros le sirviesen. Estos eran los verdugos mayores ordinarios, y así, como más honrados en el pueblo, tanto más que los otros eran crueles. Ante estos presentaban los alguaciles del campo á los desventurados indios huidos que de los montes traían; iba el acusador luego allí, y este era el que los tenía en repartimiento, y les habian dado por piadoso maestro, y acusábalos diciendo, que aquel indio ó indios era ó eran unos perros que no le querían servir, y que cada dia se le iban de puro bellacos haraganes, que los castigase bien. Luego el Visitador los hacia amarrar á un poste, y él mismo, por sus propias manos, como el más honrado, tomaba un rebenque de marineros alquitranado, que llaman en las galeras anguilla, el cual es como una verga de hierro, y dábale tantos de azotes y tan crueles al cuerpo desnudo, flaco, en los huesos, hambriento, hasta que por muchas partes le reventaba la sangre y lo dejaba por muerto, con protestación y amenazas, que, si otra vez se huia, que había de hacer y acontecer".
(Tomo III; cap. XIII; págs. 73-74)

La obra "Arauco domado", de Pedro de Oña, salió, por primera vez, a la luz en Lima, en el año 1596, con una tirada de 800 ejemplares. Por aquel entonces tenía el autor veinticinco años. Como tantas otras, fue una obra perseguida. La octava que nos interesa se encuentra en el Canto Décimocuarto. Dice así:

Trataban al servicio de manera, 
Que siempre andaba en casa el dueño insano 
Con el rebenque y látigo en la mano, 
Mas áspero que cómitre en galera; 
Los miserables indios por doquiera 
Rodaban sanguinosos por el llano, 
Y a bien librar, por montes y por cerros 
Andaban garleando como perros. 


Miguel de Cervantes no solo escribió esta voz en "El Quijote" sino también en otras de sus obras; por ejemplo, en "El viaje al Parnaso":

Tocante á tí, o Lofraso, los renombres, 
Y epítetos de agudo y de sincero, 
Y gusto que mi cómitre te nombres. 
Esto dijo Mercurio al caballero, 
El cual en la crujía en pié se puso 
Con un rebenque despiadado y fiero.

En "Los trabajos de Persiles y Sigismunda" escribe una semblanza de sus recuerdos de Argel, ciudad en la que estuvo cautivo:

"Esta, señores, que aquí veis pintada, es la ciudad de Argel, gomia y tarasca de todas las riberas del mar Mediterráneo, puerto universal de corsarios, y amparo y refugio de ladrones, que deste pequeñuelo puerto que aquí va pintado, salen con sus bajeles á inquietar el mundo, pues se atreven á pasar el plus ultra de las colunas de Hércules y á acometer y robar las apartadas islas, que por estar rodeadas del inmenso mar Océano, pensaban estar seguras; á lo ménos de los bajeles turquescos: este bajel que aquí veis reducido á pequeño, porque lo pide así la pintura, es una galeota de veinte y dos bancos, cuyo dueño y capitán es el turco que en la crugía va en pié, con un brazo en la mano, que cortó á aquel cristiano que allí veis para que les sirva de rebenque ó azote á los demás cristianos que van amarrados á sus bancos, temeroso no le alcancen estas cuatro galeras que aquí veis, que le van entrando y dando caza: aquel cautivo primero del primer banco, cuyo rostro le desfigura la sangre que se le ha pegado de los golpes del brazo muerto, soy yo, que servia de espalder en esta galeota, y el otro que está junto á mí, es este mi compañero, no tan sangriento, porque fué ménos apaleado".
(Libro tercero; cap. X; pág. 128v)

Francisco de Quevedo, al que ya hemos citado, escribe también esta voz en su obra "La hora de todos y la fortuna con seso":

"En diciendo estas palabras, la Fortuna, como quien toca sinfonía, empezó á desatar su rueda, que arrebatada en huracanes y vueltas, mezcló en nunca vista confusión todas las cosas del mundo; y dando un grande aullido, dijo : «Ande la rueda, y coz con ella.»

I. En aquel propio instante, yéndose á ojeo de calenturas paso entre paso un médico en su mula, le cogió la hora, y se halló de verdugo, perneando sobre un enfermo, diciendo credo, en lugar de recipe, con aforismo escurridizo.

II. Por la misma calle poco detrás venía un azotado, con la palabra del verdugo delante chillando, y con las mariposas del sepan cuantos detras, y el susodicho en un borrico, desnudo de medio arriba, como nadador de rebenque. Cogióle lo hora; y derramando un rocin al alguacil que llevaba, y el borrico al azotado, el rocin se puso debajo del azotado, y el borrico debajo del alguacil; y mudando lugares, empezó á recibir los pencazos el que acompañaba al que los recibía, y el que los recibía á acompañar al que le acompañaba".
(Pág. 161)


Quevedesco a más no poder fue el catedrático salmantino Diego de Torres Villarroel, que se marchó de la mano del ilustre cojitranco a recorrer las calles de Madrid.  El título del Juicio Tercero de sus "Sueños morales..." es harto llamativo: "De las linajudas, petimetras, holgazanas, escandalosas, hipócritas, viejas galanas, y otras sabandijas mugeriles". Comienza así:

"Después que estos últimos aprendices de diablo, mazcando blasfemias y gruñendo maldiciones, fueron arrojados al hediondo rincon donde se amontonaban los précitos, que tenían ya señalada una racion de quemadero y de rebenque, empezó el confuso lago de condenados y demonios á bullir á manera de una esquadra de cerdos que se arremolinan con desapacibles gruñidos y colmilladas".
(Pág. 205)

El sábado, 9 de enero de 1822 el diario "El Universal" publicó una extensa carta de don Miguel Cabrera de Nevares, autor de la "Memoria sobre el estado actual de las Américas y medio de pacificarlas, escrita de orden del Sr. D. Ramón López Pelegrín, Secretario de Estado y del Despacho de Gobernación de Ultramar, y presentada a S. M. y a las Cortes Extraordinarias" (José Collado. Madrid, 1821) 
En ella se quejaba de que "Un americano, enmascarado bajo el anónimo de Luli, ha impreso en la oficina del Imparcial un folleto titulado: «Refutación contra la memoria presentada por D. Miguel Cubrera de Nevares sobre las Américas." Otro americano ha hecho repartir clandestinamente una copia de dicho libelo á cada representante en el congreso; y valiéndose del mismo medio furtivo y tenebroso, han repartido otros americanos varios egemplares (sic) á personas empleadas en palacio y allegadas á S. M.". 

Consideraba que se vertían en él calumnias. Más adelante narra los siguientes hechos:

"Dice el supuesto Luli en su folleto que muchos de los hechos que yo refiero en mi memoria son falsos, sin otra prueba que su dicho. Dice que las crueldades egecutadas en aquellos paises con los españoles son pinturitas y cuentecillos. Respondan por mí los campos de América empapados con la preciosa sangre española; pero no: que responda un respetable español que se halla en esta misma capital, D. Valentin García, natural de la Mancha, y muestre su cuerpo lleno de llagas, y todo cubierto de cicatrices. Este honrado español residía en la provincia de Cuyo, siendo un rico propietario, con dos minas de oro, azogues, esclavos y bienes raíces: los insurgentes, después de haberle despojado de todo su caudal el año de 1814 por ser acérrimo defensor de la causa española, le llevaron por varios pueblos de calabozo en calabozo; le dieron en San Juan 300 azotes con mimbres hasta arrancarle pedazos de carne de su cuerpo. En S. Luis de la Punta le dieron 100 azotes amarrado a una escalera con un rebenque de cuero crudo hasta dejarle hecho una llaga viva, Poco dcspues le sentenciaron a 500 palos; y finalmente, para mayor escarnio y vilipendio del nombre español le obligaron a que hiciera el oficio de verdugo, azotando y castigando a sus demás hermanos los españoles, cuando hasta entonces solamente los negros egercian tan detestable empleo".

La "Memoria..." fue rechazada por Las Cortes.

El rebenque, en su tercera acepción, se encuentra en varias obras que conviene mencionar. Los siguientes versos pertenecen al final del Canto VII de "Martín Fierro", el extraordinario poema gauchesco de José Hernández;

He presenciado martirios 
He visto muchas crueldades,
Crímenes y atrocidades
Que el cristiano no imagina; 
Pues ni el indio ni la china 
sabe lo que son piedades.

Quise curiosiar los llantos 
Que llegaban hasta mi, 
Al punto me dirigí 
Al lugar de ande venian.
Me horrorisa todavía 
El cuadro que descubrí!

Era una infeliz muger 
Que estaba de sangre llena- 
Y como una Madalena 
Lloraba con toda gana,- 
Conoci que era cristiana 
Y esto me dió mayor pena.

Cauteloso me acerqué
A un indio que estaba al lao ;
Porque el pampa es desconfiao
Siempre de todo cristiano,
Y vi que tenia en la mano
El rebenque ensangrentao.

La voz rebenque es habitual en la novela "Don Segundo Sombra", de Ricardo Güiraldes. Hemos elegido estos párrafos del capítulo:

"Seis días más anduvimos, entre fríos y mojaduras, rondando casi todas las noches nuestro arreo, siempre matrero, cruzando barriales y pantanos, juntando cansancio de a carnadas y apilándolo en nuestros nervios. Mi reservado me costó un día de lucha, bellaqueando al menor descuido bajo el lazo, en una atropellada, por cualquier motivo. Pero no le bajé ni los cueros ni el rebenque, hasta que lo rindiera el rigor. ¿Se me podía pasmar? Paciencia. No era con él un asunto de cortesías".
(Cap. XXIV; pág. 291)

Una de las narraciones de "Las veladas del tropero", de Godofredo Daireaux, se titula "El rebenque de  Agapito", un utensilio singular, con propiedades casi mágicas, con las que manejaba al ganado y a los hombres. Comienza de este modo:

"No cabe duda que cuando un gaucho tiene la suerte de poseer a la vez -aunque sea, como era Agapito, casi un niño-, las botas de potro que de él hacían el primer domador de la república Argentina, donde cada paisano es un jinete, la incansable tropilla de oscuros con que había vuelto de la misteriosa estancia de Mandinga, y el rebenque de cabo de hierro que éste le había regalado y que, según su promesa, le debía proporcionar consideración y provecho, puede mirar el porvenir sin mayor recelo.
No conseguirá quizá, con todo esto, una gran fortuna, pero seguramente logrará con facilidad el pan de cada día y hasta el relativo bienestar al cual puede aspirar cualquier hombre de buena conducta, en el rudo ambiente de la pampa; así discurría Agapito cuando llegó al rancho paterno.
Allí lo asediaron todos a preguntas, y tuvo que contar su viaje, se permanencia en la estancia de Mandinga, la doma que había tenido que hacer, todos sus detalles, y enseñar los regalos del temible amo.
Por cierto, el padre, que era conocedor, y aunque ya la hubiese visto antes, admiró mucho la tropilla de oscuros, como azabache todos, tan tapaditos, tan elegantes, y tan fuertes, y la yegua madrina cuyo pelo de nieve tan lindamente realzaba el conjunto, pero le pareció, a pesar del boleto de marca que había encontrado Agapito en su tirador, algo mezquino el pago por tanto trabajo. Aunque le dijera Agapito que el verdadero pago que había recibido era el rebenque, dificilmente podía creer el viejo que esta prenda que, por dos pesos, se podía comprar en cualquier pulpería, pudiese realmente compensar los riesgos que había corrido el muchacho".
(Págs. 177-178)



Don Benito Pérez Galdós utiliza esta voz como nombre propio en su novela "Gloria":

"La segunda era cuñada de la primera, por ser mujer infelicísima del hombre mas desautorizado y más perdido de Ficóbriga, del filósofo y ateo y mentecato D. Bartolomé Barrabás, hermano de Teresita la Monja¡ pero Isidorita la del Rebenque (que tal nombre tenía por haber sido su padre dueño del prado del Rebenque) llevaba con gran paciencia la cruz de su nefando matrimonio¡ y todo lo que Barrabás perdía en opinión y en intereses por su mala cabeza, ganábalo ella con su trabajo y ejemplar conducta".
(Cap. IV: "Las amigas de Salvador"; pág. 30)

Pío Baroja escribe en su novela "Las inquietudes de Shanti Andía":

"Al anochecer, los vascos salimos a respirar sobre cubierta aquel aire tórrido. El mar se extendía incendiado, como un metal incandescente. Lo contemplábamos con una enorme desesperación cuando vino Arraiz, uno de los nuestros, corriendo a decirnos que el chino Bernardo había abierto la escotilla de la bodega a los ccolies, y que salían todos sublevados. El capitán y el médico estaban hablando sentados los dos en sillas de lona al socaire de la ballenera, y no vieron a los marineros y a los chinos que avanzaban por el otro lado de la lancha grande.
Les avisamos con un grito; Zaldumbide agarró el rebenque y se lanzó hacia proa repartiendo chicotazos a derecha y a izquierda. Nosotros le seguimos, creyendo que dominaría el tumulto; pero, al llegar él solo hasta unas cubas que había delante de la cocina, uno de los marineros le tiró el cuchillo, con tal acierto, que se lo clavó en la garganta".
(Libro cuarto: "La urca holandesa El Dragón"; cap. VI: "La sublevación"; pág. 176)

Leemos en "Tirano Banderas", la novela de Tierra Caliente, escrita por Ramón María del Valle-Inclán:

"Don Teodosio movía la cabeza, recomido de suspicacias: 
—Ustedes no controlan la inquietud que han llevado al indio del campo las predicaciones de esos perturbados. El indio es naturalmente ruin, jamás agradece los beneficios del patrón, aparenta humildad y está afilando el cuchillo: Sólo anda derecho con el rebenque: Es más flojo, trabaja menos y se emborracha más que el negro antillano. Yo he tenido negocios, y les garanto la superioridad del moreno sobre el indio de estas Repúblicas del Mar Pacífico".
(Segunda Parte: "Boluca y Mitote"; libro primero: "Cuarzos ibéricos"; cap. IV; págs. 66-67)

Horacio Quiroga puso esta voz en varios de sus cuentos. Hemos elegido "La bofetada":

"El mensú, entonces, siempre conteniendo a Korner contra el suelo, tiró lejos el cuchillo de éste, y de un salto se puso de pie. Tenía en la mano el rebenque de su patrón, de cuero de anta. 
—Levantáte –le dijo. 
Korner se levantó, empapado en sangre e insultos, e intentó una embestida. Pero el látigo cayó tan violentamente sobre su cara que lo lanzó a tierra. 
—Levantáte –repitió el mensú. 
Korner tornó a levantarse. 
—Ahora caminá. 
Y como Korner, enloquecido de indignación, iniciara otro ataque, el rebenque, con un seco y terrible golpe, cayó sobre su espalda. 
—Caminá. 
Korner caminó. Su humillación, casi apoplética, su mano desangrándose, la fatiga, lo habían vencido y caminaba. A ratos, sin embargo, la intensidad de su afrenta deteníalo con un huracán de amenazas. Pero el mensú no parecía oír. El látigo caía de nuevo, terrible, sobre su nuca. 
—Caminá. 
Iban solos por la picada, rumbo al río, en silenciosa pareja, el mensú un poco detrás. El sol quemaba la cabeza, las botas, los pies. Igual silen­cio que en la mañana, diluido en el mismo vago zumbido de la selva aletargada. Sólo de vez en cuando sonaba el restallido del rebenque sobre la espalda de Korner. 
—Caminá. 
Durante cinco horas, kilómetro tras kilómetro, Korner sorbió hasta las heces la humillación y el dolor de su situación. Herido, ahogado, con fugitivos golpes de apoplejía, en balde intentó varias veces detenerse. El mensú no decía una palabra, pero el látigo caía de nuevo, y Korner caminaba. 
Al entrar el sol, y para evitar la Comisaría, la pareja abandonó la picada maestra por un pique que conducía también al Paraná. Korner, perdida con ese cambio de rumbo la última posibilidad de auxilio, se tendió en el suelo, dispuesto a no dar un paso más. Pero el rebenque, con golpes de brazo habituado al hacha, comenzó a caer.
 —Caminá".
(Págs. 171-172)

La primera narración de la obra  "Historia Universal de la infamia" se titula "El atroz redentor Lazarus Morell". El escritor argentino Jorge Luis Borges cuenta lo siguiente:

"A principios del siglo XIX (la fecha que nos interesa) las vastas plantaciones de algodón que había en las orillas eran trabajadas por negros, de sol a sol. Dormían en cabañas de madera, sobre el piso de tierra. Fuera de la relación madre-hijo, los parentescos eran convencionales y turbios. Nombres tenían, pero podían prescindir de apellidos. No sabían leer. Su enternecida voz de falsete canturreaba un inglés de lentas vocales. Trabajaban en filas, encorvados bajo el rebenque del capataz. Huían, y hombres de barba entera saltaban sobre hermosos caballos y los rastreaban fuertes perros de presa".
("Los hombres"; págs. 19-20)

Vamos a terminar esta entrada con una cita extraída de "Cien años de soledad", la gran novela de Gabriel García Márquez:

"Cuando Úrsula irrumpió en el patio del cuartel, después de haber atravesado el pueblo clamando de vergüenza y blandiendo de rabia un rebenque alquitranado, el propio Arcadio se disponía a dar la orden de fuego al pelotón de fusilamiento. 
-¡Atrévete, bastardo! -gritó Úrsula. 
Antes de que Arcadio tuviera tiempo de reaccionar, le descargó el primer vergajazo. «Atrévete, asesino -gritaba-. Y mátame también a mí, hijo de mala madre. Así no tendré ojos para llorar la vergüenza de haber criado un fenómeno.» Azotándolo sin misericordia, lo persiguió hasta el fondo del patio, donde Arcadio se enrolló como un caracol".
(Pág. 101)

Nacho Sosa colgó en YouTube una cifra o milonga, cantada por  Amalia de la Vega, que lleva por título "Mi rebenque plateao":



RAYUELA

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Hay voces que están siempre en los titulares de los periódicos, voces importantes, con prestigio, aunque, a veces, maliciosas, y otras que van por la vida haciendo su función, cuando les toca, nombrando las cosas sin ningún afán de protagonismo, hasta que viene un autor literario y las eleva a lo más alto. Tal es el caso del vocablo que vamos a estudiar. Formaba parte del lenguaje de los niños, cuando era normal que jugaran en la calle, -no como ahora, que juegan en casa con la Play o con el móvil- y ese lugar no era el de un solo pueblo sino el de muchos; incluso más allá de nuestras fronteras. Puede que algunos niños nombraran a ese juego de otra manera o que lo jugaran de distinto modo, pero no por eso variaba el diseño de la rayuela, el ir por ella a la pata coja o a saltos hasta lograr el objetivo de llegar al final del juego. La novela de Julio Cortázar es eso, un juego en el que hay que saltar de una página a otra hasta completar ese laberinto literario que tanto nos impactó cuando lo vimos y leímos por primera vez. A parte del título, la voz rayuela se encuentra escrita treinta y seis veces en el texto cortazariano. No voy a transcribir todas. Las siguientes citas se encuentran en la edición de Andrés Amorós para Cátedra:

"4 Así habían empezado a andar por un París fabuloso, dejándose llevar por los signos de la noche, acatando itinerarios nacidos de una frase de clochard, de una bohardilla iluminada en el fondo de una calle negra, deteniéndose en las placitas confidenciales para besarse en los bancos o mirar las rayuelas, los ritos infantiles del guijarro y el salto sobre un pie para entrar en el Cielo".
(Pág. 145)

"21  Por qué no había de amar a la Maga y poseerla bajo decenas de cielos rasos a seiscientos francos, en camas con cobertores deshilachados y rancios, si en esa vertiginosa rayuela, en esa carrera de embolsados yo me reconocía y me nombraba, por fin y hasta cuándo salido del tiempo y sus jaulas con monos y etiquetas, de sus vitrinas Omega Electron Girard Perregaud Vacheron y Constantin marcando las horas y los minutos de las sacrosantas obligaciones castradoras, en un aire donde las últimas ataduras iban cayendo y el placer era espejo de reconciliación, espejo para alondras pero espejo, algo como un sacramento de ser a ser, danza en torno al arca, avance del sueño boca contra boca, a veces sin desligarnos, los sexos unidos y tibios, los brazos como guías vegetales, las manos acariciando aplicadamente un muslo, un cuello...".
(Pág. 233)

"36 La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo (Et tous nos amours,sollozó Emmanuèle boca abajo), lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar".
(Págs. 367-368)

"51 Traveler saltó fuera de la rayuela, y en ese momento las luces del segundo piso se encendieron de golpe. Oliveira, que iba a agregar algo más, vio salir de la sombra la cara de Traveler, y en el instante que duró la luz antes de volver a apagarse le sorprendió una mueca, un rictus (del latín rictus, abertura de boca: contracción de los labios, semejante a la sonrisa)".
(Pág. 466)

"54 Desde la ventana de su cuarto en el segundo piso Oliveira veía el patio con la fuente, el chorrito de agua, la rayuela del 8, los tres árboles que daban sombra al cantero de malvones y césped, y la altísima tapia que le ocultaba las casas de la calle. El 8 jugaba casi toda la tarde a la rayuela, era imbatible, el 4 y la 19 hubieran querido arrebatarle el Cielo pero era inútil, el pie del 8 era un arma de precisión, un tiro por cuadro, el tejo se situaba siempre en la posición más favorable, era extraordinario. Por la noche la rayuela tenía como una débil fosforescencia y a Oliveira le gustaba mirarla desde la ventana. En su cama, cediendo a los efectos de un centímetro cúbico de hipnosal, el 8 se estaría durmiendo como las cigüeñas, parado mentalmente en una sola pierna, impulsando el tejo con golpes secos e infalibles, a la conquista de un cielo que parecía desencantarlo apenas ganado".
(Pág. 473)

Cuando escribo estas lineas se cumplen 36 años de la muerte, por leucemia linfoide aguda, del gran Julio Cortázar. Vayan estas líneas como homenaje póstumo.

Rayuela es voz que no se encuentra en Covarrubias pero que sí recoge Autoridades con esta definición:

"RAYUELA. s. f. Dimin. La raya pequeña. Lat. Parva linea. VALVERD. Anat. lib. I. cap. 22. Veese assimismo en la parte mas baxa del seno dicho, alli donde acaba la redondez del, una pequeña rayuela, ó impression, de la qual nacen unas ataduras, que atan reciamente esta canilla".

La definición de Academia (1780) es más escueta:

"RAYUELA.s. f. d. de raya. Parva linea".

En la edición de 1803 aparece, por primera vez, la acepción que relaciona esta voz con un juego infantil:

"RAYUELA. Juego en el que tirando á una raya que se hace á distancia gana el que mas se acerca á ella, ó el que la toca. Puerorum iudus ad lineam tegulis ex intervallo attingendam".

Esta definición se mantiene hasta la edición de 1899, en la que dicen:

"RAYUELA. f. d. de raya.// Juego en el que, tirando monedas ó tejas á una raya hecha en el suelo y á cierta distancia, gana el que más se acerca á ella ó el que la toca".

No es hasta la edición de 1970 en la que añaden una nueva acepción:

"RAYUELA. (...) 3. Juego de muchachos que consiste en sacar de varias divisiones trazadas en el suelo un tejo al que se da con un pie, llevando el otro en el aire y cuidando de no pisar las rayas y de que el tejo no se detenga en ellas".

La Edición del Tricentenario, última consultada, define así esta voz:

"RAYUELA. 1. f. Juego en el que, tirando monedas o tejos a una raya hecha en el suelo y a cierta distancia, gana quien la toca o más se acerca a ella. // 2. f. Juego infantil, tradicionalmente de niñas, que consiste en ir desplazando un tejo, a puntapiés y a la pata coja, por varias casillas dibujadas en el suelo, procurando no pisar las rayas y que el tejo no quede detenido en ellas".

El Esteban Terreros recoge dos acepciones de esta voz. A saber:

"RAYUELA, dim. de raya. Fr. Petite ligne. Lat. Lineola. It. Lineeta.

RAYUELA, se llama tambien un juego que usan los muchachos tirando á una raya, y así se dice jugar á la rayuela. Lat. Ad metam linea constitutam ludere".

Los diccionarios online de la web de la RAE, consultados habitualmente, no añaden nada nuevo a lo ya dicho. El Pagés ilustra las dos acepciones con dos ejemplos literarios. Para la primera utiliza la misma cita que aparece en Autoridades, sacada de la obra de Juan Valverde de Amusco que lleva por título "Historia de la composición del cuerpo humano" (Antonio Salamanca y Antonio Lafréry. Roma, 1556) Para la segunda transcribe unas líneas de la obra de doña Emilia Pardo Bazán titulada "Cuarenta días en la exposición" (O. C. Tomo 21. Renacimiento. Madrid, 1911) Estas crónicas sobre la "Exposición Universal" celebrada en París el año 1900, aparecieron primeramente publicadas en el diario El Imparcial, del 10 de agosto al 3 de diciembre. El capítulo XIII comienza de este modo:

"El mal camino andarlo pronto. No dejemos ya las secciones españolas, y visitemos, en el descomunal Palacio del Campo de Marte, nuestra clase 86: hilos, tejidos, ropa. Para nosotros ha sido conveniente el sistema de clasificación científica adoptado aquí. Si los productos de cada nación se presentasen juntos, como otras Teces, y nuestra Exposición se viese reunida toda, y se comparase á la de otras naciones, resaltaría más aún la pobreza de nuestros envíos. El tener que buscarnos en varios sitios disimula algo nuestra desnudez, sin llegar á cubrirla, por supuesto.
No hemos andado menos generosos y rumbosos que para los alimentos, para la industria de los tejidos. A aquéllos dedicamos una Alhambra; á ésta un soberbio claustro, quizás reproducido de algún edificio monumental de Valladolid—no afirmo la procedencia—; un claustro gótico florido, con reminiscencias de lo que en Portugal se llama estilo manuelino; cosa magnífica. Gran derroche también de banderas y trofeos. Y al mirar lo que hay detrás de tan aparatosa fachada, recuerdo las litografías románticas de Parcerisa, donde suele verse á un aldeano guisando su humilde pitanza en majestuosa chimenea ojival cargada de hojarasca, imaginaría y blasones, ó á unos chiquillos desarrapados jugando á la rayuela al pie de un sepulcro de paladín ó de una portada incomparable".
(Págs. 85-86)

Hablas Andaluzas nos ofrece tres acepciones de esta voz:

"RAYUELA.- f. Estría sinuosa que hay en la piedra del molino para que pueda triturar mejor el grano. (...) 2. Piedra utilizada en el juego del tejuelo. (...) 3. Maya, objeto o lugar que, en el juego del escondite y otros similares, es necesario tocar para quedar libre. (...)".


El pedagogo aragonés, don Vicente  Naharro, incluyó esta singular rayuela en su "Descripción de los juegos de la infancia. Los más propios á desenvolver sus facultades físicas, y para servir de abecedario gimnástico" (Imprenta que fue de Fuentenebro. Madrid, 1818):

"La rayuela es un juego bien conocido en España; pero en cada pais es diferente. En Madrid lo juegan de diferentes modos: los hombres juegan a larga distancia con tejos de hierro, y una paleta á manera de la badila del brasero, que se clava por una punta aguda que se le hace para que se clave bien en tierra, se pone en medio de una cuerda tirante de dos varas de larga.
Otros se acomodan. con pesos duros; con una llave o una  navaja por blanco, y los niños con piezas de dos cuartos ó con chapas de plomo, y en  lugar de cuerda hacen una raya .horizontal y en medio un cuadrado de cerca de una cuarta: el que mete allí su tejo, o da al blanco, gana cuatro tantos, lo mismo que el que da á la llave ó navaja, y el tejo que toca la cuerda o la raya ganados, y el mas arrimado gana un tanto.
Tambien se puede jugar en las casas en tiempo de invierno, para evitar el fastidio.
Hay otros juegos semejantes á la rayuela; el uno de estos se llama el chito, que se reduce á un pedazo de caña de tres dedos de largo cortado bien igual, para que se tenga derecho, sobre el cual ponen los cuartos; juegan regularmente con piezas de dos cuartos, el que derriba el chito, y la pieza con que ha tirado está mas cerca del dinero que el mismo chito, gana; y sinó tira otro. En otros países se juega con unas losas de piedra que se llaman tejos; el dinero lo ponen sobre un cantito que se llama el tango, ó detrás en un hoyo; el que se lleva el tango y su tejo queda mas cerca del dinero, ese se lo lleva; si el tango (yo creo que quiso decir "tejo") está encima ó debajo del tango, se dice que tanguea y no gana hasta que se quite este impedimento ó vuelva á tirar el que tenía aquel tejo. Todos estos juegos son escelentes y sin riesgo alguno para la educacion física de los niños".
(Págs. 48-50)

El juego de la rayuela, parecido a como lo entendemos ahora, lo encontramos detalladamente descrito en una obra posterior, original de  Fausto López Villabrillo. Se titula ""Coleccion de juegos para niños de ambos sexos" (Imprenta á cargo de D. Antonio Perez Dubrull. Madrid, 1855) :

"Los niños que han de jugar a la rayuela formarán antes en el suelo, bien grabándola con una piedra si el piso es de tierra, o bien con un pedacito de yeso si es en tarima, la figura siguiente:


Cada una de las secciones de esta figura, que se llama castro, tiene un nombre particular, que son estos, segun su numeracion:

1. Portal.  2. Escalera.  3. Antesala.  4. Sala.  5. Gabinete.  6. Alcoba.  7. Cocina.  8. Patio.  9. Jardín.  10. Huerta.  11. Limbo.  12. Gloria.

Los niños han de estar provistos cada uno de una piedrecita aplanada y redonda de la figura y tamaño de un peso duro, que es lo que se llama rayuela, y despues se juega del modo siguiente:
Toma la rayuela el primero á quien le haya cabido en suerte, y desde una raya que se antes antes del castro, segun en la figura esta marcada, la arroja con cuidado á hacerla caer en la primera división ó portal. Despues que haya caido en esta seccion, el niño entra á sacarla al pie cojito; esto es, andando solo con el pie derecho, y teniendo mucho cuidado de no pisar ninguna de las rayas del castro, en cuyo caso perderá, así como en todos los que se apuntarán al final. Una vez dentro del portal, el niño procura sacar la rayuela dándola con el pie con que va andando, y cuidando que salga recta y no por ninguno de los ángulos del castro.
Si la saca con estas condiciones, después de salirse del portal, andando también al pie cojito, vuelve á echar la rayuelaá la división núm. 2 ó escalera, y luego á sacarla con las mismas precauciones que antes. Así continúa (siempre que no pierda), hasta echar y sacar la rayuela en todas las secciones del castro, debiendo advertir antes otras cosas.
El niño, cuando entre en el castro á sacar la rayuela, siempre que esta se halle en alguna sección mas allá del portal, tendrá que ir saltando al pie cojito las secciones una á una, y nunca podrá saltar, sin perder, dos ó mas á un tiempo. El método para echar la rayuela es el establecido en la numeración de la figura aquí grabada; así del portal se echará en la escalera, de esta en la antesala, luego en la sala, después en el gabinete, etc. Al tiempo de ir á sacar el niño la rayuela de la sección adonde la haya echado, tiene que ir recorriendo antes con el pie derecho las otras secciones por donde haya pasado ya anteriormente: asi que, cuando ponga, por ejemplo, la rayuela en el núm. 5 ó gabinete, pasará para sacarla por el portal, la escalera, la antesala, y de esta ir al gabinete. Cuando echa la rayuela en la sección núm. 6 ó alcoba, después de pasar por los números 1, 2 y 3, abarca con los dos pies, dejando descansar el izquierdo que lleva levantado, los números 4 y 5, sin tocar en las rayas que forman la cruzó aspa de estas secciones; y esto lo hace, tanto para tocar á un tiempo las dos divisiones que tenia que pasar una á una, como para descansar, lo cual hace por breve tiempo. Esta misma operación la debe hacer al salir, después de haber echado la rayuela fuera de la alcoba. El mismo descanso se entiende también en las secciones 8 y 9, ó patio y jardín, tanto al entrar como al salir.
Al llegar la rayuela á la última sección núm. 12, ó gloria, después de haber entrado el niño á sacarla con las reglas establecidas, descansa aquí por todo el tiempo que quiera para sacar después la rayuela, que no es como en las otras secciones y sí del modo siguiente: Pone el niño la rayuela sobre la estremidad del pie derecho, levanta el izquierdo, quedándose otra vez á pie cojito, y de este modo la arroja con la fuerza posible para que salga del castro. Si no sale completamente, ó si no lo hace recto como en las otras secciones, pierde también el niño: si, por el contrario, la saca bien, se da por concluido el juego. 
Casos en que se pierde en él: 
1º. Cuando al echar el niño la rayuela,queda esta tocando en alguna raya del castro. 
2.° Cuando cae en otra sección que no sea la que corresponda. 
3º Cuando el niño pisa alguna raya al entrar ó al salir para sacar la rayuela. 
4.° Cuando baja el pie izquierdo por cansarse de ir al pie cojito
5.° Si pasa de un salto dos ó mas secciones, en lugar de una sola.
6.° Cuando la rayuela no sale recta, y sí por algún costado ó ángulo del castro. 
7.° Cuando el niño no descansa al entrar ó al salir en el aspa de las secciones 4ª y 5ª, 8ª y 9ª.
Y 8.° Si no saca de un solo envite la rayuela desde la última sección ó gloria. 
Puede jugarse á la rayuela entre muchos niños individualmente, ó entre cuatro, de dos á dos compañeros. 
En ambos casos, cuando un niño pierde por cualquiera de los ocho motivos dichos, sigue otro echando la rayuela, y queda esperando el primero á que le vuelva á llegar su turno, teniendo siempre presente la sección en que perdió para volver á empezar en ella".
(Págs. 15-20.)


Con el sentido de su primera acepción ya aparece en el "Diálogo de la lengua", de Juan de Valdés:

"VALDÉS.Hazello por lo que os cumple, que á mí poco me importa: más me cumple acabar esta jornada de hoi; i por esto paso á la terzera regla. Estaos, que en la pronunziazion de los vocablos, miréis bien, en qué silaba ponéis el azento: porque muchas vezes el azento haze variar la sinificazion del vocablo, como pareze en en este refrán que dize: dure lo que durare,como cuchara de pan: á donde si ponéis el azento en las últimas sílabas del dure, i durare, no diréis nada, porque haréis al uno pretérito, i al otro futuro: pero si en el dúre ponéis el azento en la u, i en el durare en la a, la sentenzia estará buena: i si diziendo, quien haze un zesto, hará ziento, en el hazé ponéis el azento en la última, haziendo  imperativo; gastaréis la sentenzia: i por el contrario,  si diziendo quien sufrió, calló; i vido lo que quiso, en el callo ponéis el azento en la a, haziéndolo presente; no diréis nada. Esto mesmo aconteze en otros muchos verbos, como en burlo, i lloro, diziendo, quien con su mayorburló, primero  riyó, i después lloró; i por esta causa, cuando yo escribo alguna  cosa, con cuidado, en todos los vocablos que tienen el azento en la última, lo señalo con una rayuela. Bien sé, que ternán algunos esta, por demasiada  i supérflua curiosidad; pero yo no me curo, porque la tengo por buena, i nezesaria".
(Págs. 46-47)

El tomo segundo de las "Obras póstumas de Leandro Fernández de Moratín" (Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra. Madrid, 1867) contiene una carta dirigida a su prima Mariquita, fechada en Barcelona, el 9 de junio de 1817. Un año antes se había casado con el erudito José Antonio Conde, al que creemos que van dirigidas estas líneas:

"Amigo Maslin: No entiendo bien aquello de la lista de que usted me habla; supongo sólo que será una de las muchas bellaquerías que tendrá usted que sufrir. Aquí, loado sea Dios, nadie me jeringa; y si no hubiese correo, lo pasaría todavía mejor. Ha parecido en Lutecia un librote, que me enviarán sin falta; y cuando venga, no trueco mi opulencia por la de Midas, el de las aures asininas. Es nada menos que las tres citadas, y vueltas a citar y nunca vistas, comedias de La Thebaida, La Tolomea y La Serafina, impresas en Valencia, en el año de 1521, esto es, cuando Lope de Rueda jugaba a la rayuela y al salta tú, con otros chicos como él, en el Arenal de Sevilla".
(Págs. 284-285)

En la obra "Las odas" (Joachin Ibarra. Madrid, 1784), de León de Arroyal (1755-1813), se encuentra la titulada "A la velocidad del tiempo". Estos son algunos de sus  versos:

Porque ayer me parece que yo estaba 
chupando ansioso de mi madre el pecho. 
y ella con tiernos brazos me oprimia. 
Ayer una criada á su despecho 
en brazos á paseo me llevaba, 
y ayer aun explicarme no sabia. 
Ayer con los muchachos 
de mi edad ya trepaba por las rejas, 
y hurtando pan, hacíamos gazpachos, 
y poyalejos de quebradas tejas. 
Ayer contra mi gusto iba á la escuela, 
y al trompo ya jugaba, y la pelota, 
y ayer ya yo baylaba jovenzuelo. 
Ayer ya el rey, caballo, el as, la sota 
conocía, y jugaba á la rayuela, 
y por dinero ya tenia anhelo. 

El tomo II de la obra "Cantos populares españoles", recogidos, ordenados e ilustrados por el eminente folclorista y lexicólogo Francisco Rodríguez Marín, contiene toda una sección dedicada a los "requiebros", eso que tan poco le gusta a Teresa Rodríguez, la diputada del Parlamento de Andalucía. Entre ellos hay más de cien  dedicados a los ojos. El que nos interesa es este:

¡Qué ojos tan atractivos 
Tienes, morena!
¿Quieres que los juguemos 
A la rayuela? 
Y si los pierdes, 
Aunque malos los mios. 
Aquí los tienes.

El militar y escritor lucense Vicente Álvarez Miranda tuvo una vida corta. No vivió más de 41 años pero supo aprovechar ese tiempo en múltiples actividades, entre las que se incluyen las castrenses, las docentes, las periodísticas, las publicistas y las literarias. Fue primer redactor del diccionario que aquí denominamos "El Domínguez"; colaboró, junto con Wenceslao Ayguals de Izco, en el periódico "La Risa", y publicó, en 1849, el libro "Glorias de Sevilla" (Carlos Santigosa. Sevilla, 1849), que dedicó al Excelentísimo Ayuntamiento hispalense. Sus versos también aparecieron en otras publicaciones, como "El Fandango". En el nº 23, publicado el 15 de octubre de 1846, se encuentra una composición en octavas reales que tituló "Filosofía afandengada". Comienza de este modo:

Filosofando, con perdón: hay lances 
joco-sérios de sobra en amoríos, 
que dan tela á satíricos romances, 
justo azote de impunes estravíos. 
Y de todos estando á los alcances, 
no es milagro se encuentren á los mios, 
que filósofos graves oyen cuentos, 
como juegan al truque y á los cientos. 

Solazábase Esopo con los chicos 
á las nueces, al tango, á la rayuela; 
Platón electrizaba á los borricos, 
pereciendo de risa con su abuela: 
Cayó una tarde Sócrates de hocicos, 
lanzando el trompo en medio de su escuela 
Cleantes, por veredas y senderos, 
cruzaba listo en busca de hormigueros.

José María de Pereda puso esta voz en su obra "Escenas montañesas" (Imprenta de A. de San Martín y Agustín Jubera. Madrid, 1864) Lo hizo en el capítulo titulado "El raquero", aunque en edición posterior a la de 1864. Si en la primera escribe "víctima de las chapas o del cané", en la de 1877 leemos "después de jugarla al palmo o a la rayuela". En "El raquero" describe  el Muelle de las Naos o "Muelle Anaos" de la ciudad de Santander:

"Confinado á un extremo de la población y sin objeto ya para las faenas diarias del comercio, era el basurero, digámoslo así, del Muelle nuevo y el cementerio de sus despojos.
Muchos de mis lectores se acordarán, como yo me acuerdo, de su negro y desigual pavimento, de sus edificios que se reducían á cuatro ó cinco fraguas mezquinas y algunas desvencijadas barracas que servían de depósitos de alquitrán y brea; de sus montones de escombros, anclotes, mástiles, maderas de todas especies y jarcia vieja; y, por último, de los seres que respiraban constantemente su atmósfera pegajosa y denegrida siempre con el humo de las carenas.
De nada de esto se habrán olvidado, porque el Muelle de las Naos, efecto de su libérrimo gobierno, ha sido siempre, para los hijos de Santander, el teatro de sus proezas infantiles.
Allí se corría la cátedra; allí se verificaban nuestros desafíos á trompada suelta; allí nos familiarizábamos con los peligros de la mar; allí se desgarraban nuestros vestidos; allí quedaba nuestra roñosa moneda, después de jugarla al palmo ó á la rayuela; allí, en una palabra, nos entregábamos de lleno á las exigencias de la edad, pues el bastón del polizonte nunca pasó de la esquina de la Pescadería; y no sé, en verdad, si porque los vigilantes juzgaban el territorio hecho una balsa de aceite, ó porque, á fuer de prudentes, huían de él".
(Págs. 26-27)

Parece un poco exagerado el cuento que doña Emilia Pardo-Bazán tituló "El ruido" pero puedo dar fe de lo molesto que resulta cuando se intenta llevar a buen puerto el quehacer literario. El ruido en el bloque de pisos donde vivo comienza a las seis de la mañana, con constantes portazos de los vecinos y continuos ladridos de sus perros; continúa con el paso de los camiones de recogida de residuos; le siguen los cantos de las fregatrices de los portales y, según avanza la mañana, puede variar entre la llamada del chiflo de los afiladores o la megafonía, a todo volumen, del "¡tapicero, ha llegado el tapicero!". La hora de la siesta nos la suele amenizar, de cuando en cuando, el vecino de arriba haciendo escalas mayores y menores con el saxofón, o los vecinos de al lado, que tiene la costumbre de discutir a voces el amplio surtido de sus problemas. A la que ya no oigo es a la loca que salía al balcón a llamar ¡hijosdeputa! a los vecinos, o ¡cornudo, que tu mujer te la pega con todos!, ni al lelo, ni al gitano que cantaba por las noches bulerías de Camarón. Efecticamente, como Camilo de Lelis, corremos el riesgo de terminar en un manicomio, pero de ningún modo oyendo los gusanos moverse en el interior de la tumba. En todo caso, lo que finalmente oiré, para mi desgracia, será el sonido de las llamas mientras mi cuerpo termina reducido a cenizas.
Escribe doña Emilia:

"Crispado y dolorido ya, Camilo de Lelis recordó que tenía dinero y podía permitirse el lujo de un estudio silencioso. Gastó varios días en recorrer la capital, hasta que en un barrio limítrofe con el campo descubrió una casita ó más bien hotel, de estos á la malicia que ahora se usan, que por lo retirado del movimiento y tráfago de las calles y por el jardincillo que tenía al frente, pareció al artista el refugio que soñaba. Realizó la mudanza con apresuramiento febril; instaló sus libros, sus muebles tallados, sus cacharros, sus damasquinas armas y bordadas telas,—porque Camilo necesitaba verse rodeado de atmósfera de elegancia para trabajar,—y cuando todo estuvo en orden, antecogió las cuartillas y enristró la pluma. Apenas llevaba trazadas las tres estrellas, único título del poema que proyectaba, agitóse convulso en el sillón como si hubiese recibido eléctrica corriente. Era que de la calle desierta, abriéndose paso por entre las éticas lilas y los polvorientos evónimus, entraba una especie de gorjeo infantil, entrecortado de risas, de chillidos gozosos, de monosílabos palpitantes de curiosidad: en suma, la charla fresca de unos chicos que delante de la verja jugaban á la rayuela con cascos de teja, despojos de la tejera próxima".
("Cuentos Nuevos". Pág. 89-90)


A su querido don Benito Pérez Galdós debía de gustarle esta voz, porque la escribió en varias de sus obras. Hemos elegido "Fortunata y Jacinta" y "La batalla de los Arapiles":

"Un rato estuvo Ido del Sagrario ante el establecimiento de El Tartera, que así se llamaba, mirando los dos tiestos de bónibus llenos de polvo, las insignias de los bolos y la rayuela, la mano negra con el dedo tieso señalando la puerta, y no se decidía á obedecer la indicación de aquel dedo".
(Parte primera. IX: "Una visita al Cuarto Estado"; III; págs. 319-320)

"Marché aquella tarde y parte de la noche, y después de dormir unas cuantas horas en Castrejón, dejé allí el caballo, y habiendo adquirido gran cantidad de hortalizas, con más un asno flaquísimo y tristón, hice mi repuesto y emprendí la marcha por una senda que conducía directamente, según me indicaron, al camino de Vitigudino. Halleme en este al medio día del lunes: mas una vez que lo reconocí, aparteme de él, tomando por atajos y vericuetos hasta llegar al Tormes, que pasé para coger el camino de Ledesma y lugar de Villamayor. Por varios aldeanos que encontré en un mesón jugando a la calva y a la rayuela, supe que los franceses no dejaban entrar a quien no llevase carta de seguridad dada por ellos mismos, y que aun así detenían a los vendedores en la plaza sin dejarlos pasar adelante para que no pudiesen ver los fuertes".
(Cap. XIV; págs.. 111-112)

Pío Baroja puso esta voz en su novela "La busca":

"A los dos o tres meses de estancia en el Corralón, Manuel se hallaba tan acostumbrado a su trabajo y a su vida, que no comprendía que pudiese hacer otra cosa. No le daban aquellas barriadas miserables la impresión de tristeza sombría y adusta que producen al que no está acostumbrado a vivir en ellas; al revés, se le antojaban llenas de atractivos. Conocía a casi toda la gente del barrio. Vidal y él se escapaban de casa con cualquier pretexto, y los domingos se reunían con el Bizco en casa del cabrero, y marchaban por los alrededores: a las Injurias, a las Cambroneras, a las ventas de Alcorcón, al Campamento donde se juntaban con merodeadores y randas, y jugaban con ellos al cané o a la rayuela".
(Cap. IV: "La vida en la zapatería.-Los amigos de Manuel"; pág. 64)

Cuenta Andrés Trapiello en "Los caballeros del punto fijo", el quinto volumen de su "Salón de pasos perdidos", que le llaman por teléfono a las dos y media de la madrugada. Se asusta. Piensa que a esa hora solo se puede llamar para anunciarte un fallecimiento o un atropello. No es nada de eso. Le llamaban desde el periódico -imaginamos que sería "El País"- para informarle de que había estallado la guerra en el Golfo Pérsico y, de paso, saber qué. opinaba. He aquí lo que escribe Trapiello:

"El corazón me golpeaba con violencia el pecho, con los pulsos alterados, no convencido del todo de que no tendríamos que salir corriendo hacia un hospital o un tanatorio.Ah, le dije, sólo es eso.
El periodista que me llamaba debió de pensar que yo era un carnicero y que a mí me debe parecer juego de la rayuela que empiecen ahora a degollarse medio millón de soldados por unos cuantos kilómetros de desierto".
(pág.  111)

Si hemos empezado esta entrada con Julio Cortázar, vamos a terminarla también con otra obra suya: "Final de Juego". En este ramillete de cuentos incluyó el titulado "Los venenos". Dice allí:

"Eran buenas pero pavas, y no se podía jugar con ellas. Abuelita les tenía lástima pero mamá no las invitaba nunca a casa porque se armaban líos con mi hermana y conmigo. Las tres querían mandar la parada pero no sabían ni rayuela ni bolita ni vigilante y ladrón ni el barco hundido, y lo único que sabían era reírse como sonsas y hablar de tanta cosa que yo no sé a quién le podía interesar. El padre era concejal y tenían Orpington leonadas. Nosotros criábamos Rhode Island que es mejor ponedora".
(Pág. 10)

Laura Cerezuela nos enseña cómo se juega a la rayuela en este vídeo que colgó en YouTube:


RATIMAGO

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Ratimago es una voz que me recuerda a esas piedras lisas y pulidas que lanzábamos al agua para que hiciera el salto de la rana. Si se tenía la suficiente habilidad, podía dar cuatro, cinco saltos  con parábolas perfectas hasta zambullirse definitivamente en la plácida superficie acuosa. Tal que así este vocablo que va de Antonio CaseroLuis Besses; de Luis Besses a Carlos Arniches; de Carlos Arniches a Ramón Gómez de la Serna; y de Ramón Gómez de la Serna a Francisco Umbral. Puede que algún otro autor rescatemos por el camino. Ya veremos.
Si nos ceñimos a los diccionarios, esta voz la recoge, por primera vez el lexicógrafo Luis Besses en su "Diccionario de Argot Español" (1905) con el sentido de "engaño". El Alemany y Bolufer (1917) dice que es una voz popular que vale por "artería, artimaña, maula, ardiz". Academia registra el término ratimago como andalucismo, en su edición de 1936, y mantiene su definición hasta la Edición del Tricentenario, última consultada:

"RATIMAGO. m. And. Artería, engaño, artimaña".

Corominas incluye esta voz en su estudio del vocablo rata:

"RATIMAGO. And. (Acad. 1936); lo mismo significa allí ratonería (AV), de suerte que aquel puede se compuesto o cruce de este vocablo con amago (que en and. significa además ´acto de agacharse´); alguna intervención pudo además tener artimaña".

El María Moliner dice:

"RATIMAGO. (¿de ´rata´y ´amago´?; And.) m. Ardid o engaño".

El Manuel Seco la recoge como voz coloquial. A saber:

"RATIMAGO. m. (col.) Engaño o artimaña. // B. Mostaza. Ya 14.12.73, 7: Con todos sus ratimagos y trapacerías, el mismo Richard Nixon, al que vituperan e insultan sus compatriotas, es un conciencudo y previsor Presidente".

Es voz taurina, según vemos en el "Léxico español de los toros", de José Carlos de Torres:

"RATIMAGO. "...vegetó Rafael en Madrid adiestrándose en toda clase de ratimagos, alivios y oropeles... (F. Bleu: Antes y después del Guerra) (And.) Artería, engaño, artimaña (Dicc. Acad.) Es andalucismo muy usado por escritores taurinos (Cossío) [1914]".

Don Manuel Seco incluye también esta voz y el verbo ratimaguear en su obra "Arniches y el habla de Madrid". Para la primera, cita a Besses y al DRAE. La ilustra con varios párrafos sacados de textos archinescos. De la segunda, dice:

"RATIMAGUEAR. Bromear, decir pullas. "Que como nos entone otra coplita, le voy a poner a usté la cara de bofetás como pa que se la coloquen de disco en un gramófono y toque el "Ay, ay, ay". ¡Aquí también se ratimaguea!" III 671".

Es posible que  Carlos Arniches leyera esta voz en algunos de los textos del poeta y dramaturgo madrileño Antonio Casero y Barranco (1874-1936) un escritor costumbrista con el que terminó escribiendo "El iluso Cañizares". De él es una poesía publicada en "El Cardo" el 4 de abril de 1895. Se titula "Mundología". Comienza así:
—Tu primer padre fué Adán. 
—Oiga ustez, señor Nicasio, 
mi primer padre fué un hombre 
muy decente y muy honrado, 
y no era adán. 
—No seas buitre. 
¿No te estoy civilizando? 
—¿Y qué tiene que ver eso 
pa que use ustez ratimagos 
que hieren á la honradez 
de mi padre? ...

Otra de sus tempranas poesías la publicó "La Nación Militar", Semanario Independiente de Ciencias Sociales y Militares, Literatura y Artes, el 23 de julio de 1899. Se titula "Economías". Está escrita en romance, con el mismo tono castizo y  la misma forma dialogada. Los primeros versos son estos:

—Hombre, parece mentira 
que tú, Simeón Casiano, 
ex verdulero y ex miembro 
del matadero de guarros, 
y subjefe de una nave 
del de vacas, hombre práztico 
en la higiene de la vida, 
no vayas este verano 
con tu parienta y tu suegra 
y tus tres chicos á baños, 
á tomar aguas calientes 
á cualisquier balneario. 
—¡Bonitos están los tiempos 
pa andarse con ratimagos! 
Hoy tié que quedarse uno 
de infanteria, Venancio...

"Caminito de la Romería" se titula una composición poética que le publicó la revista "Nuevo Mundo" el 14 de noviembre de 1924. Empieza de este modo:

—Eche usté arroz, Peregila, 
que ahí va Pepa, la del cuatro, 
y Romana, la del cinco, 
con pañolones bordaos, 
y peinás de peinaora, 
con rizos y ratimagos. 
¡Olé la poca vergüenza, 
y las mujeres dejando 
la casa al canelo! Viva 
España, y ¡cómo está el barrio!; 
los perros, sin ver piltrafas, 
y sin cordilla los gatos. 
Nadie dice que la una 
vende en la Ribera trapos, 
y la otra expende chuletas de huerta 
en la cruz del Rastro...



Cuando Carlos Arniches  escribió esta voz en algunas de sus piezas teatrales lo hizo, casi siempre, en plural. Veamos algunos ejemplos. En la farsa cómica en tres actos titulada "Para ti es el mundo" (Sociedad de Autores Españoles. Madrid, 1929) la Escena X del Acto I comienza con una discusión entre Santos y Paquito, el novio y el hijo de la viuda  Marcelina, respectivamente. Paquito le acusa a Santos de querer el dinero de su padre, que ha muerto, y el cariño de su madre. Santos se va. Marcelina le llama:

"MARCE.- (Llamando.) Santos, Santos...
PAQUITO.- Si le llama usté otra vez, el que se marcha de esta casa pa no volver, soy yo...
MARCE.- ¡Por Dios, hijo, que no sólo me martirizas y me arruinas, sino que quiés apartar de mi vida tó lo que puede ser pa mí un poco de defensa y de apoyo.
PAQUITO.- No es eso, mamá; es que yo quiero que el cariño de usté sea pa mí. ¡Pa mí solo! ¿Lo oye usté?
MARCE. ¿Pues pa quién es?
PAQUITO.- Porque yo la quiero a usté con toa mi alma, con toa mi vida y con too mi corazón (Besándola apasionadamente.)
MARCE.- ¡Sí, muchos extremos después que me das los disgustos! ¡Que si eso fuera verdá, hijo! PAQUITO.- Lo es, mamá; sin ratimagos y sin pamplinas. ¡Por éstas! Y vaya, después de lo que acaba de pasar, y ahora más que nunca quiero enmendarme, corregirme, hacerme bueno, pa que sea usté feliz y yo también lo sea.
MARCE.- ¡ Ay, hijo de mi vida, si un ángel te tocara en el corazón!".
(Pág. 30)

La comedia en tres actos titulada "El señor Adrian el primo o qué malo es ser bueno" (Prensa Moderna. Madrid, 21.1.1928), se estrenó en el Teatro de la Comedia de Madrid, el 21 de diciembre de 1927. En la Escena II del Acto II, En esta ocasión, Carlos Arniches opta por el diminutivo:

"DOMINICA.- Buenos días, Fleta... (Lleva una libreta y una estilográfica.)
CHURRIPISQUI.- ¡Hola, tortura! Miá qué novia tengo; ¡es más bonita que el tercer trozo de la Gran Vía!
DOMI.- Y más rezta.
CHATO.- ¡Adiós, partida doble!
DOMI.- ¡Hola, narizotas!
CHUR.- ¿Y qué trae a la señora cajera por esta jaula?
DOMI.- Pues na, a ver si cogía al pájaro dentro.
CHUR.- Pues dentro me has cogido, y cantando de alegría, porque me figuraba que iba a venir mi jilguera.
DOMI.- ¡Muy bonito! Pues ya que te he sorprendido en un rato poético, a ver si me haces el favor de darme la cuenta de estos dos días últimos.
CHUR.- (Al Chato.) ¿La cuenta de quién ha dicho?
CHAT.- No he acabao de comprender.
DOMI.- Soy de repetición. Que me hagas el favor de darme la recaudación de estos dos días anteriores, que se conoce que te se ha distraído en el chaleco... ¡Como es de fantasía!...
CHUR.- ¿Pero a qué se refiere, que no me percato?
CHAT.- Si no se explica mejor, yo tampoco chanelo.
DOMI.- Mira, Churri, los ratimaguitos ya no se estilan ni en el barrio de la Perejilera; conque, si no te se han dormido los dedos, sumérgelos en el bolsillo, y apoquinando pasta; que yo lo mismo me pongo en poetisa que en espendedora de lechugas".
(Págs. 52-53)

"La venganza de la Petra o donde las dan las toman" (Sociedad de Autores Españoles. Madrid, 1917) se estrenó en el Teatro Cómico, sito en la antigua calle de Capellanes -hoy Maestro Victoria- la noche del 13 de abril de 1917, con gran éxito de público. La trama de este sainete es sencilla. Petra quiere recuperar el amor de su descarriado  marido y, para ello, su padre, Nicomedes, se vale de algunas estratagemas. En la escena VIII del acto I propone a su criada Eudosia lo siguiente:

"EUDOSIA.-El caso es que yo le guste a él.
NIC.-Tú?... Le gusta el Guadarrama porque tiene faldas, con que a ver si no le vas a gustar tú, que tiés una temperatura más benigna.
EUDOSIA.-¿Y quién es, si pué saberse?
NIC.-Quintín Conesa...
EUDOSIA.-¿El maestro barbero? ¡Ay, ese sí que no!, porque ese alabancioso fué el que me hizo regañar de mala forma con Balbino, el del Economato, diciéndole que yo le miraba.
NIC.-Pues tonta, más motivo para que no te importe tomarle el pelo. Así te vengas de él. Le engríes y luego le dejas por puertas.
EUDOSIA.-Pos tié usté razón, sí, señor; se lo merece tóo el muy canalla. Cuente usté conmigo. ¡Y menudo que me voy a reir de él!...
NIC.- Udosia, Dios te lo pague. Le he mandao llamar, de manera que no tardará. Conque tú, así de que venga le miras, le sonríes, te balanceas...
EUDOSIA.- Tengo una sonrisa combiNá con un revuelo de ojos que no me ha fallao entoavía. Miré usté. (Lo hace.)
NIC.-¡Caray, sí que solivianta, sí... (Muy cariñoso.) Oye, Udosia, sabes que... (Llaman.) ¡Calla, él pué que sea!
EUDOSIA.- (Va a mirar.) ¡El es, él es!
NIC.-Abrele.
EUDOSIA.- (Arreglándose con coquetería el pelo y la ropa.) Aguarde usté una meaja.
NIC.-Bueno, dile que pase y que me espere. Y duro con el revuelo
EUDOSIA.- Ya sabe una, ya sabe una.
NIC.- Miradas, ratimagos, suspiros..
EUDOSIA.- Ya sabe una, ya sabe una. Me las Va a pagar. (El señor Nicomedes vase por la puertecilla izquierda de la alcoba. Eudosia abre.)"
(Págs. 27-28)

El 18 de junio de 1909 se estrenó en el Teatro Apolo la zarzuela en un acto titulada "El método Gorriz", con música del maestro Vicente Lleo. El libreto lo firmaban Carlos Arniches y Enrique García Álvarez. Esta obra le sirvió como escusa a  Azorín para escribir lo siguiente:

"En 1909 se estrena El método Górriz, de Carlos Arniches y de Enrique García Álvarez. Un crítico, Francos Rodríguez, lo he visto en uno de sus libros, dice que esta obra "no es literaria", pero que "hace reir". ¿Y qué es lo literario, y qué es lo iliterario? ¿Lo sabe alguien? En el teatro todo es contingente: todo es literario y todo es iliterario. Según se mire. En el siglo XVI, un autor escribe, entre otras, una obra en que salen veintidós personajes; no hacen más que comer y beber; beber y emborracharse. Son todos, nos dice Moratín, "ladrones, glotones, borrachos, maldicientes, blasfemos, provocativos, disolutos". Habla uno en latín, otro en francés, otro en italiano, otro en valenciano, otro en portugués y los demás en castellano. Promueven todos con sus lenguas diversas y sus borracheras una confusión babélica. ¿Será esto literario o iliterario? Y en el teatro, ¿qués es tragedia y qué es melodrama? ¿Es melodrama o tragedia el Edipo, de Sófocles? ¿Es melodrama o tragedia el final de Don Álvaro? En El método Górriz se levanta el telón y contemplamos a un profesor que está dando la lección a unos alumnos. Se trata de una academia para la formación de tenorios en veinticinco lecciones. La lección que presenciamos es la primera; es decir, lección de piropos; después vendrá la lección de ratimagos, y luego, practicamente, en la calle, la de seducción".
(O. C.  Vol IX: "Lo cómico"; pág. 1108)



Por lo que se refiere al sentido taurino de esta voz, hemos elegido los siguientes ejemplos, sacados de periódicos especializados en la Fiesta Nacional.
En el Suplemento a "El Enano", publicado el 8 de julio de 1898 figuran varías críticas en prosa y en verso a la Feria de San Pedro, en Burgos; entre ellas, este romancillo dedicado a la segunda corrida:

Se olió sin duda la gente 
los bueyes que había encerrados 
y dijeron casi todos: 
Hoy á los toros no vamos 
porque eso de que Aldibundio 
así nos saque los cuartos 
no somos tan primaveras 
que debamos tolerarlo, 
¿Toros de Sanz y Aldibundio? 
Pues de fijo salen mansos 
y si no que se lo digan 
á los vallisoletanos. 
Nada, nada, señor Peña, 
ya no valen ratimagos 
y sabe usted ya el refrán 
que de los escarmentados.... 
Habrá acaso media entrada 
cuando comienza el cotarro 
y al compás de una gran murga 
(cosa impropia de estos casos, 
pero bandas militares 
son un bocado muy caro)
 hacen el Quinito y Bomba 
el paseo de ordinario 
después de lo cual al ruedo
asoma el primer galápago.

El periódico madrileño "La Lidia" publicó el 24 de julio de 1899 una dura diatriba del crítico taurino Luis Carmena y Millán (1845-1904) con el título de "El toreo chico".  Esta y otras crónicas, junto con algunos versos, las reunió en un libro titulado "Lances de capa" (Oficina Tipográfica de Gabriel Pedraza. Madrid, 1900) Entre otras cosas, dice:

"Los toreros han echado sus cuentas, y la verdad es que les han salido. No habiendo público que apriete, ni periódicos que peguen, ni autoridades que castiguen, ni ganaderos con amor propio, ni empresas con energía, las tres ó cuatro figuras que sobresalen algo en el toreo se han hecho los amos y han implantado en este arte el género chico, escamoteando en primer término los toros, ó sea el aliciente más esencial que para el buen aficionado tiene la fiesta. 
Decía el satírico Padre Cobos

— Niño ¿qué es presidente sin cartera? 
— Un plato de ternera, sin ternera.

Pues un plato por el estilo son actualmente las corridas. Los ganaderos se han postrado de hinojos ante la media decena "de toreros que llevan la batuta, y se han dedicado á criar reses de bolsillo para que los niños se diviertan. El público, mansurrón de suyo, hace alguna vez como que se incomoda, pero al fin toca las palmas en cuanto ve danzar cuatro cabriolas ante los infelices borregos. 
Y cuidado con que no se cumpla la asquerosa cláusula del sorteo, aun tratándose de reses en la lactancia; que los diestros no pasan por ello, no sea que alguna fiera que tenga una libra más de carne y un centímetro más de pitones que las otras, se la eche motu proprio el ganadero, y resulten perjudicados. No dudo yo que en todas épocas habrá habido toreros medrosos; pero antes, aunque la procesión anduviera por dentro, so guardaban muy bien de demostrarlo á priori, y hasta se hacía gala de querer matar toros hechos, pues los pequeños sólo se reservaban para los novilleros. Hoy, con las artimañas, ratimagos y martingalas que se traen los toreros, ponen al descubierto algo que les convendría ocultar".

Otro crítico taurino de reconocido prestigio fue Enrique Minguet Calderón de la Barca, que, a veces, firmaba sus artículos con el seudónimo de "Pensamientos". Fue director y propietario de "La Coleta", revista de toros y teatros. Uno de los capítulos de su obra "Pitones y caireles"(Obras Taurómacas. Tomo III. Imp. y Encuad, de E. Raso. Madrid, 1908) se titula "Los maestros taurinos contemporáneos". Estas son sus primeras líneas:

"Hoy casi todos los lidiadores de reses bravas poseen, en grado superlativo, el modo y manera de salir del paso comprometiendo la taleguilla lo menos posible y empleando para ello cuantas ventajas y ratimagos sean precisos. Así fácilmente se explica que muchas de las suertes antiguas que existían en el toreo y que con asiduidad eran puestas en práctica por los lidiadores de entonces, se hallen en la actualidad casi olvidadas".
(Pág. 37)

El gran Mariano de Cavia firmó sus crónicas taurinas con el sobrenombre de "Sobaquillo". Él mismo nos contó su origen en "Flectamus cornea", uno de los artículos recogidos en "Notas de Sobaquillo" (Renacimiento. Madrid, 1923?):

"¡Ay! He traspuesto ya con creces la «funesta edad de amargos desengaños»; porque hoy cumplo treinta y un años justos y cabales. 
¡Treinta y un años!. Son más de los que yo quisiera para andar por casa y por el extrarradio; pero ¿verdad, amigos míos, que no los represento? 
Sólo tengo unos «pocos de meses» más que Gallito III (q. D. g.), y, sin embargo, estoy muchísimo menos calvo que Su Majestad. 
Verdad es que también he tenido muchísimo menos que discurrir. 
Pues, sí, señor. «Sobaquillo» vino al mundo de las ovaciones en falso y de los ratimagos en efectivo el domingo de Pascua de Resurrección de 1882.

Aquel día sonaron las campanas 
más alegres que nunca. Los cencerros 
resonaron también. Hizo mi suerte 
«al alimón» la tierra con el cielo.

Mi fe de bautismo no la tiene el cura del Saladero, porque no existe tal Saladero ni semejante cura. Está en la colección de El Liberal. Y me sacó de pila el afamado «Don Exito», padre, en todos los sentidos de la paternidad, del no menos famoso «Don Modesto», con lo cual se demuestra que «Don Modesto» no es un coetáneo de «Abenámar», como pretenden sus ruines detractores".
(Págs. 260-261)

Otro de los grandes escritores taurinos fue don Antonio Díaz-Cañabate. La sección que tenía en la revista "El Ruedo" se titulaba "El planeta de los toros". Mi padre solía comprarla y ponerla, junto con algunas otras, en la mesa de mármol de la peluquería. No era la época de Manolete, que me queda lejos, sino de Diego Puerta, Paco Camino, Santiago Martín el Viti, Palomo Linares y El Cordobés, entre otros. Uno de los artículos de don Antonio se titula "Toreo de salón". Lo publicó "El Ruedo" el 14 de noviembre de 1946. Dice en él:

"Muchos toreros me han asegurado, muy serios, que el torear de salón es muy difícil. Pueda ser. Por si acaso, yo no lo he intentado nunca, A lo más que he llegado es, en una tienta, darle tres lances a la atmósfera, que no es mala becerra. Pero en seguida me cansaba. Me parecía una cosa absurda y hasta, si me apuran, grotesca. En cambio, a los toreros les gusta mucho; sobre todo, a los principiantes. 
El toreo de salón creo que habrá existido hasta en los tiempos de Curro Cúchares. En los de Pedro Romero, no. Pedro Romero, digan lo que quieran sus panegiristas, debió de ser un matarife, todo lo excelente que se quiera, pero un matarife, sin asomo de arte en sus faenas. Entre otras razones, porque aun no había nacido el arte de torear. El señor Curro Cúchares fué un ventajista tremendo, un pícaro pinturero y gracioso. Y a lo mejor, por las mañanas, antes de desayunarse, cogía su capote, y én el patio de su casa sevillana se marcaba el hombre sus largas verónicas, sus navarras. Pero, desde luego, el auge del toreo de salón es moderno, muy moderno, de nuestros días. Cuando el toreo se transforma en posturitas, en florituras, en ratimagos bonitos, en eso que se llama componer la figura. ¡Y qué bien se puede componer la figura toreando de salón¡ Me explico perfectamente la locura de los principiantes, cuando se sienten ellos mismos preciosos toreando en su alcoba! ¡El día que yo le haga esto a un toro!, piensan todos".


Ramón Gómez de la Serna es otro gran devoto de los ratimagos. Se encuentra en muchas de sus obras. Empecemos por una greguería:

"Los niños pequeños de España tienen un tupé rizado y encocorotado que está hecho como dando gusto al peine, verdadero ratimago vicioso del peine. Esa cresta en abierto tirabuzón que remata las calvicies infantiles es la que da verdadera alcurnia a los niños".

A greguerías suenan también los siguientes párrafos pertenecientes a un texto titulado "Espanto de Academia" o "!Yo soy de la Academia de la Real Gana". Cito del ensayo de José Calvo Tello que lleva por título "Lo malo de la Gran Academia con aire oficial":

"La Academia es la persistencia y la tozudez en sostener lo que ya es otra cosa o lo que no se dice hace mucho tiempo.
Yo tendría discusiones pavorosas con los académicos queriendo imponer palabras que se dicen y que no están en el diccionario, palabras zurrisucias, pero que son expresivos ratimagos geniales de la calle.
Yo llevaría reconvenciones inextinguibles; que por qué quitaron la hache a armonía cuando la hache, precisamente, era la lira de sus delicias y, sobre todo, por qué han llamado al champagne champaña, palabra cursi como ella sola; ¡por lo menos que lo hubiesen llamado espumoso o como se le llama en los tangos champán, palabra que de golpe y porrazo recuerde su efervescencia y su taponazo!".

Otros párrafos  que parecen greguerías son los que se encuentran en sus "Cartas a las golondrinas"  (Colección Austral. Nº 1310. Madrid, 1962):

"Golondrinitas toreras, ponéis patillas a la tarde y ensayáis el toreo preinfantil y celestial en la plazoleta semi-alta del cielo.
Co vuestros collares de escarapela abrazáis el aire, enlazándolo por el talle, y yo comprendo los ratimagos, firuletes y ringorrangos de vuestra dicha. ¡Qué bien esa broma cuando estáis escondidas en una esquina y dais de pronto un pase y un susto al orgulloso transúnte!".
("Carta del primer año"; pág. 24)

"El día no tiene historia" silabeáis con vuestros pitidos y vuestros vuelos.
Yo os escucho como si escribieseis una serie de pensamientos, unos más cortos que otros, todos felices y suspicaces.
La golondrinada es un ratimago del pensamiento sideral entre las hortensias celestes".
("Carta del décimo año"; pág. 72)

En el prólogo de su "Elucidario de Madrid" escribe:

"No aspiro a ser esa especie de sereno literario a que aspira a ser el cronista obcecado de Madrid.
Quiero aclarar gestos que hace lo aún redivivo sobre sus anécdotas soterradas, los ademanes de sus torres.
Dejaré esas calles en que había un alamillo de historia incierta o que sólo tienen renombre porque murió en ellas un cura de muerte algo misteriosa. Todos sabemos en qué libros están esas historias y lo triviales que son.
No hay que añadir sonsonetes fáciles y organilleros a la belleza de Madrid, con "ritornellos" que lo alfeñican: eternizar la capa, jactarse demasiado en ella, ladear el sombrero, poner insoportables ratimagos en el decir como guizque del habla que quiere ser madrileña y que sólo resulta resabio.de golfemia o de chulería pretenciosa".
(Pág. 8)

En la biografía que escribió sobre su tocayo "Don Ramón María del Valle-Inclán" (Gran Austral. Espasa-Calpe. Madrid, 2007) leemos:

"Yo veía -y lo sigo viendo- cómo Valle se resarcía en la escapada, en la pintura de un espejo, en la pintura de una máscara, en el destacar un gesto, en el ratimago de la traza del folletín. ¡Y los lectores se tragaban el folletín más abrupto, literario y estrambótico de los folletines posibles!".
(Cap. XVII; pág. 187)

Vamos a terminar esta entrada citando a Francisco Umbral. Así da comienzo su novela "La leyenda del César visionario":

"En un Burgos salmantino de tedio y plateresco, en una Salamanca burgalesa de plata fría, Francisco Franco Bahamonde, dictador de mesa camilla, merienda chocolate con soconusco y firma sentencias de muerte. Es la suya una juventud no recastada por los estíos africanos ni las noches legionarias, pese a la leyenda, sino una juventud que se va hundiendo, como una flor en un pantano, en la molicie blanca de una bondadosidad prematura y grasa, como si la raíz viril del militar que está ganando una guerra se anegase de paz sangrienta, halago de cuartel y chocolate de monja. La voz, cuando da alguna orden, tiene temblores de lejanía hipócrita y suena a metal falso, delgado y hembra. El Generalísimo, menos Caudillo que nunca a esa hora de la merienda solitaria, en tertulia con sus muertos, con el expediente y la historia de cada hombre que va a matar o encarcelar, mantiene la boina roja y requeté en la cabeza, con algo de gorro de dormir, sin la bizarría de tal tocado, y de vez en cuando se aplica un pico de servilleta al bigote recortado, epocal y negro, mientras lee plácidos memoriales rojos de burocracia cuartelera y ratimago violento".
(Pág. 13)



RATAFÍA

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En el estudio del término rosolí dijimos que parece una de esas voces que vienen con una sonrisa. No podemos decir lo mismo de marrasquino, mistela o ratafía, vocablos que definen licores parecidos. Si la voz ratafía se nos va, al pronunciarla, a ratafría, la cosa no mejora; si, en cambio, el chino que se lanzó a pronunciar rosolí, se atreve con ratafía, lo más probable es que le oigamos decir latafía. Tampoco nos parece que vayamos a mejor. Es, por lo tanto, ratafía, un vocablo que, para saborearlo en su justa medida, y apreciar su calidad fonética, debe ir unido a lo que se nos sirve en una copa, después de una opípara comida; puede, incluso que estemos ante una de esas voces que se huelen y es esa unión de sus diferentes sabores y olores, todos aromáticos y campestres, lo que puede conmovernos tanto como a los pocos escritores españoles que se acordaron de ella en sus escritos.

Ratafía es voz que no registra Covarrubias pero que se encuentra en Autoridades con esta definición:

"RATAFÍA. (Ratafia). s. f. Especie de Rosóli, mas delicado y activo. Lat. Rosasolium delicatum".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1817, en la que dicen:

"RATAFÍA. s. f. Especie de rosoli, mas delicado y activo que el comun. Rosasolium delicatum".

En la edición de 1837 se muestra un poco más explícita:

"RATAFÍA. f. Especie de rosoli de guindas y otros ingredientes aromáticos, más delicado y activo que el comun. (...)".

En la edición de 1884 dice que esta voz procede del francés ´ratafia´.

En la edición de 1899 definen así esta voz:

"RATAFÍA. (Del port. ratafia.) Rosoli en que entra zumo de frutas, principalmente de cerezas ó de guindas".

En la edición de 1914 dicen que esta voz procede tanto del francés como del portugués.

Tanto la etimología como la definición se mantienen en las ediciones siguientes hasta la Edición del Tricentenario,última consultada.

El Esteban Terreros  recoge esta voz, con este significado:

"RATAFÍA, especie de rosoli con cerezas, ó guindas, azúcar y aromas. (...) Hácese tambien con otros varios ingredientes".

El Rodríguez Navas nos ofrece esta definición y esta etimología:

"RATAFÍA. f. Especie de rosoli hecho con guindas y substancias aromáticas, más fino y activo que el común. (Del malayo arak-tafia, extracto de caña". 

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia e ilustra esta voz con una cita de la obra de D. Felipe Monlau titulada "Elementos de higiene privada" (Imprenta de D. Pablo Riera. Barcelona, 1846):

"Las zanahorias, raíces del daucus carota, planta alimenticia para el hombre y para los animales. Se obitiene de ella aguardiente; se hacen de la misma confituras muy estimadas, y sus semillas entran en la composición de muchos licores de mesa, señaladamente en los conocidos bajo los nombrs de ratafía de las siete semillas y de vespetro, que tan en boga estuvieron en otro tiempo".
(I; "De los alimentos"; pág. 118)


Corominas dedica media página de su "Diccionario..." al estudio de esta voz. Entre otras cosas, dice:

"RATAFÍA, tomado del fr. ratafía id, voz criolla de las Antillas francesas, de origen incierto; quizá de la fórmula latina rata fiat´confírmese´, pronunciada al cerrar un trato bebiendo ratafía a la salud de los contratantes. 1ª doc. : Aut. ["especie de rosolí más delicado y atractivo" (sic)]
En francés aparece desde 1675, con referencia a la Guadalupe, también en 1694 y siguientes. Allí mismo y en los mares de América aparece la variante tafía, con frecuencia, desde 1722. El informante de 1675 nos dice que tafías era la palabra que pronunciaban los indios al beber a la salud de los franceses, a lo que estos respondían ratafiat. (...)".

François Rozier incluyó esta voz en el volumen 14º de su "Curso completo o diccionario universal de agricultura teórico-práctica y económica, y de medicina rural y veterinaria" (Imprenta Real. Madrid, 1802), con una amplia relación de diferentes ratafías. La traducción la llevó a cabo Juan Álvarez Guerra. Comienza diciendo:

"RATAFÍA. Licor espirituoso que se hace con los cuescos de algunas frutas ó con las frutas mismas.
Las naranjas nos darán un ejemplo del modo de hacer la ratafía: se eligen las que están perfectamente maduras, y son muy dulces (las ncarnadas de Malta son las mejores para esto): se cortan cuatro, cinco ó seis ruedas, según la cantidad de licor que se quiera hacer; se echa todo en una vasija que se pueda tapar exactamente, se llena después hasta las tres cuartas partes de su capacidad de aguardiente nuevo, y se deja la vasija expuesta al ardor del sol por cosa de un mes. Pasado este tiempo se extrae el líquido, al cual se habrán echado seis naranjas por azumbre; se le añade un cuartillo de agua, mas ó menos segun la fuerza del aguardiente o del espíritu de vino que se haya empleado, o ninguna si el aguardiente es flojo; se ponen a hervir casi hasta la consistencia de jarabe dos libras de azúcar en suficiente cantidad de agua, y se echan sobre el aguardiente. Esta ratafía se conserva en botellas bien tapadas. Si al cabo de uno o dos meses está muy floja o muy fuerte, poco dulce o demasiado, se le echa lo que le falta. Este es el método mas usado en las aldeas, pero no el mejor; los que quieran hacer una ratafía más perfecta y más fina deberán seguir el método indicado por Dubussion en su Arte de destilador-licorista. (...)".

Don Manuel Hurtado de Mendoza recogió este vocablo en su "Diccionario de Medicina y Cirugía" (Boix. Madrid, 1840):

"RATAFÍA. s. f. Palabra indiana, con la cual se indica un licor espirituoso hecho con diferentes frutas ó con sus huesos, puestos en infusión en aguardiente, aromas y azúcar. Por consiguiente pueden hacerse ratafías de melocotones, de guindas, de café, de membrillo, etc.".

La ratafía la definen de este modo en el segundo tomo de la obra "Nuevo cocinero mejicano en forma de diccionario" (Imprenta de I. Cumplido. México, 1845), escrito por Mariano Galván Rivera:

"RATAFÍA.-Licor compuesto de aguardiente y zumo de frutas, principalmente de las rojas, y de diferentes flores olorosas, que se endulza con azúcar y se aromatiza con especias ú otros ingredientes. Las ratafías son de un uso tanto mas común, cuanto que la mayor parte no exigen operaciones complicadas como los licores que se hacen por destilación. Casi todo el mundo las hace, y por lo común casi todo el mundo cree que sabe hacerlas, sobre todo las de frutas rojas ó encarnadas; pero verdaderamente son pocos los que saben hacerlas de gusto, y para lograrlo es preciso seguir los procedimientos que aquí se indican en los diferentes artículos que siguen".

Los "artículos que siguen" son, nada menos que veinticinco. De todos ellos, hemos escogido el siguiente:

"RATAFÍA DE LOS DIOSES.- Se mezcla un cuartillo de aguardiente catalán refino con otro de agua común y la cuarta parte de un cuartillo de zumo de limón; en esta mezcla so ponen en infusión cuarenta clavos de comer y dos adarmes de canela fina; se echa todo en un frasco bien tapado y se mantiene por nueve días: pasados estos, se clarifica una libra de azúcar muy blanco formando jarabe de punto alto, y se mezcla con el licor teniéndose bien tapado el frasco. Después de cuatro ó seis días se cuela por la manga y se embotella".

En la obra anónima, titulada "Química popular. Arte de hacer toda clase de licores y ratafias; vinos, inclusos los de Champaña, Madera. etc.; vinagres y aguardientes. Composicion y clarificacion de las aguas, aguardientes, vinos, vinagres, jarabes, sebo, y de su beneficio: fabricacion de cerveza en pequeña y grande cantidad; de cidra, de espíritus y esencias, de aguas de colonia, de lavanda, elicsir, aceites para el tocador, etc., etc.". (Oficina del Establecimiento Central. Madrid, 1843) nos ofrecen, entre otras, tres ratafías curiosas:

RATAFÍA ESTOMACAL

"Cuatro onzas de cáscara de naranja amarga, una de cilantro, dos adarmes de canela, dos de clavillo, y una de macis; todo esto se pone en infusion durante quince dias, en cuatro libras de espíritu de vino: después se sacan estas sustancias esprimiéndolas lijeramente; se añade libra y media de azúcar desleído en tres libras de una infusion suave de menta en polvo; se filtra al cabo de ocho dias, y se le da color en la proporcion de tres gotas de amarillo por una de rosa.

RATAFÍA DE GRENOBLE

Se machacan veinte libras de cerezas negras, y se les deja fermentar tres dias; despues se echan en cuatro azumbres de aguardiente de 21 grados, se añade dos onzas de canela, una de nuez moscada, y se deja todo en infusión durante ocho dias; despues se cuela y se añaden diez libras de jarabe.

RATAFÍA DE HUESOS DE AZÚCAR

Puede hacerse muy buena ratafia con los huesos de todas frutas mezclados; pero el mejor medio de hacerla es estrayendo el jago de sus almendras prensándolas, y echando por cada azumbre de jago, otra de espirita de vino de 30 grados, tres clavillos de especia, media libra de azúcar y el residuo de las almendras prensadas: se pone todo en infusión durante tres semanas en una vasija bien tapada, y despues se filtra".
(Págs. 19-20)


La ratafía ya la nombra D. José Quer en el tercer tomo  de su obra "Flora Española o Historia de las plantas que se crían en España..." (Joachin Ibarra. Madrid, 1762):

"MILLER en su Bot.. Offic, dice, que con la infusion de estas almendras en agua caliente se hace el celebre cordial que llaman Ratafia. Se preparan los Albaricoques en almivar, mermelada, massas, o pastas, para conservarlos por largo tiempo. Producen de este modo menos malos efectos porque el azucar, y cocción moderan la mucha flegma viscosa, que contienen. De este modo son también mas pectorales que los crudos, porque ademas de las partes oleosas, que naturalmente contienen, el azucar, en que estan embalsamados y le comunica otra virtud para dulcificar la acrimonia del pecho".
("Analysis chimica de los albaricoques maduros"; pág. 101)

Una obra interesante es "El perfecto licorista, ó arte de destilar y componer aguardientes y licores..." (2ª ed. Imprenta. Calle del Amor de Dios, 14. Madrid, 1833), de autor anónimo. Cuando salió publicada valía diez reales en pasta y ocho en rústica. El capítulo titulado "De los licores por infusión, ó ratafías"comienza de este modo:

"Las ratafias son licores preparativos por infusion, para cuya composición se saca la fragancia, las cualidades y el color de cualquiera fruta, esprimiendo el zumo de ella en el aguardiente, que la disuelve, y se carga de todos sus principios.
El zumo de la mayor parte de las frutas es muy acuoso, y ocupa el lugar del agua en la composición de las ratafias; pero hay algunas que disminuyen tan sensiblemente la fuerza del disolvente, que es preciso emplear el aguardiente muy rectificado para comunicar á la ratafia las cualidades que debe tener.
Cuando son simientes, etc., quebrantadas las que se emplean en la composición, entonces se usa el agua, tanto para facilitar la disolución del azúcar, como porque las sustancias no han podido debilitar el espíritu disolvente. 
Los ingredientes se ponen en infusion por mas ó menos dias, según su naturales za; pero debemos advertir que no han de estar por mucho tiempo; porque el aguardiente cargándose entonces de una porción del amargo, que contienen la mayor parte de las sustancias, comunicaria al licor demasiada acritud. Para evitar este inconveniente hemos fijado poco mas ó menos el término de cada infusion.
Después de hecho se decanta el licor para separarle del poso que ha formado: se le añade luego el azúcar y los demás ingredientes, y muchas veces se filtra inmediatamente. Pero cuando la infusion ha sido prolongada, es necesario esperar á que se forme el poso: y los que filtran al instante el licor experimentan el efecto contrario que se proponen. Es verdad que se saca un licor muy claro en la apariencia, especialmente si la manga está embebida de cola de pescado; pero también es cierto que no tarda mucho en formar poso, porque la porción mucosa de las sustancias no estaba suficientemente libre cuando se ha filtrado. Si se fabrica una cantidad considerable de ratafia se puede colar según el método que hemos indicado".
(Págs. 79-80)



Ramón Gómez de la Serna escribió esta voz en su obra "Elucidario de Madrid":

"Vamos ya sin la bula llena de rúbricas que se compraba antaño en honor del santo; pero sabemos que ese labrador, que no llega ni a labrantín, nos disculpa de esa prueba de nuestra pobreza y dejará que nos convidemos en sus casetas blancas y azules. 
La gitanería sigue moviendo incesante sus faldas de campana por el ferial y presenta más osos de aquel antiguo Madrid oseznizado; tanto, que el bisabuelo aun contaba que, estando en Carabanchel, vio un oso que se comió una colmena. 
Por eso la fiesta es más sosa, y se pudiera decir que se realiza en su estadio «la búsqueda de la fiesta perdida». 
Quizá ha entibiado también la romería el que en vez del peleón de Arganda, de la «ratafia» y el ahipocrás,,, mezclados siempre a la «flor de aguardiente, se bebe mucha cerveza mezclada al agua de la fuente de «la Salud», la fuente del Santo, cuya agua convendría hervir antes de tomarla, pues hervida conservaría sus facultades milagrosas y perdería sus inquietantes microbios".
(XXXIV: "El  milagroso labrador"; pág. 352)

Camilo José Cela nos ilustró sobre la ratafía o ratasía en su obra "Viaje al Pirineo de Lérida":

"La ratafía, según el diccionario, es un rosolí en el que entra zumo de ciertas frutas, principalmente de cerezas o de guindas. El viajero entiende que el concepto es más amplio de lo que ahí se dice, y que el diccionario, en su buen deseo de precisión,, habla de las ratafías que llaman de Grenoble y de Neuilly, pero no de la ratafía en general, que no tiene por qué ser de cerezas o guindas. El viajero piensa que la ratafía pudiera definirse diciendo no más que: rosoli de frutas. La ratafía del Pallars (y que en ningún caso debe entenderse como exclusiva del Pallars) es de nueces, y su receta, sobre poco más o menos, pudiera ser así: se machaca una onza de nueces frescas, lechosas aún, y se ventilan bien ventiladas durante un día entero; se les añade un argenso de canela, veinte granos de clavo y otro tanto de macis; se les aviva con una corteza de limón y un ramito de menta o de marialuisa, y se mete todo en media cántara de alcohol de buena clase al que se bautiza con dos porrones de agua y se endulza con seis libras de azúcar de lustre; se tiene todo en maceración durante una luna, se cuela, se exprime, se le añade jarabe en frío hasta que dé una cántara escasa, se filtra con una servilleta de lino y se bebe a copitas y con paciencia".
(Primer país: el Pallars Sobirá: "Tres de los cinco Nogueras"; págs. 85-86)

El "Diccionari de la Llengua Catalana ab la correspondencia castellana y latina" (Espasa Germans. Barcelona, 1864), de D. Pere Labernia, dice que la ratáfia es un "resolí delicat".

La ratafía catalana es una Denominación de Origen, y así lo recoge el Ministerio de Agricultura y Pesca y Alimentación, que define este producto del siguiente modo:

1. Categoría de producto

LICOR (Categoría nº 32, Anexo II del Reglamento (CE) nº 110/2008)

2. Descripción

Es el licor elaborado por maceración hidroalcohólica básicamente de nueces verdes (contenido mínimo de frutos de Juglans regia L.: 10 g/l producto acabado) y la incorporación de una mezcla de plantas aromáticas (obligatoriamente debe llevar hierba luisa, canela, clavo y nuez moscada, con un contenido mínimo de la suma: 5 g/l)


Características físicas, químicas y organolépticas: 

- Grado alcohólico: entre 24 % vol. y 30 % vol. 
- Azúcar: entre 100 y 400 g/l (expresado en azúcar invertido). 
- Color: Marrón con una tonalidad acaramelada que puede variar en intensidad, pero que en cualquier caso estará comprendida entre el pantone 464 y el 469.
- Sabor: Tiene un sabor a nueces verdes muy marcado. 
- Textura: densa y viscosa.

El 11 de julio de 2018 el periódico La Vanguardia publicó un excelente artículo de Silvia Oller titulado "No hay dos iguales". Comienza de este modo:

"Cuenta una rondalla del poeta mosén Cinto Verdaguer (1845­- 1902) que en un encuentro de los obispos de Vic, de Barcelona y el arzobispo de Tarragona, el masovero de la masía donde estaban los tres reunidos les dio a probar ratafía. Les gustó tanto el brebaje que preguntaron por su nombre,y el payés dijo que no tenía. Los tres religiosos decidieron bautizar la bebida con algo que recordara el tratado que acababan de firmar. De uno de ellos surgió la fórmula latinarata fiat (sea ratificado el pacto). 
Que la ratafía hoy día se haya convertido en uno de los licores más populares de algunas comarcas catalanas como la Selva o la Garrotxa no significa que Catalunya se pueda atribuir la paternidad de esta bebida. El gastrónomo Jaume Fàbrega explica en El llibre de la ratafia (Cossetània Edicions) que se elaboran ratafías y licores de hierbas en países tan variados como Suiza, México, Estados Unidos, Australia, Brasil, Polonia, el Reino Unido o Italia, entre muchos otros. Por ejemplo, Fàbrega explica que en la región de Piemonte es corriente la ratafía de cereza; que en Grecia se elaboran también ratafías de melocotones o mandarinas y que en Brasil se hacen ratafías de nueces, frutos rojos o frutas tropicales como la pitanga, el araçá o la guabiroba, entre otras".

Vamos a terminar esta entrada con las palabras escritas por Andrés Trapiello en su magnífica novela titulada "Al morir don Quijote":

"Con la impresión del cementerio estaban al principio todos un poco apagados, pero en cuanto empezó a circular el vino y la mistela, la ratafía y la aloja, el aguardiente de anís y el orujo, aquello fue animándose y las conversaciones se avivaron. Todas versaban sobre el difunto, y los mismos a los que don Quijote traía a mal traer cuando vivía con sus locuras, lo echaban de menos cuando ya no podía cometerlas".
(Cap.duodécimo; pág. 93)

En este vídeo, colgado por Mas le Vinyes en YouTube nos enseñar la elaboración de la ratafía:


RÁSPANO

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Ráspano es voz que no recogen ni Covarrubias ni Autoridades. En Academia aparece a partir de la edición de 1899, con esta definición:

"RÁSPANO. m. pr. Sant. Rasponera".

Nos vamos a la voz rasponera:

"RASPONERA. f. pr.  Sant. Arándano".

Nos vamos a la voz arándano, que ya aparece en la edición de 1726 del Diccionario de Autoridades. La definen así::

"ARÁNDANO. (Arándano) s. m. Fruta sylvestre negra del tamaño de una cuenta de rosario mediana. Tiene una coronita ó copéte. Criase en los montes ásperos, y debaxo de los árboles, en una mata como de una tercia; su gusto es mui dulce y suave. No tiene dentro grano alguno, ó huesso perceptible, y su hollejo es tan delicado, que no queda reliquia de él en la boca. Es voz de Asturias, donde se halla mucha de esta fruta, que es estimada como las mejores. Lat. Sorbum sylvestre".

No hemos ido, por simple curiosidad a la última definición de Academia, que es la del Tricentenario, y hemos llegado a la conclusión de que en tan ilustre casa habrá, sin duda,  botánicos pero ya no hay poetas:

"ARÁNDANO. (Quizá cruce del celta ´aran´endrino´y el lat. tardío rodandarum o lorandrum, vars. del lat. rhododendron, y este del gr. rodódendron´adelfa´.) 1. m. Planta de la familia de las ericáceas, de 20 a 50 cm. de altura, con ramas angulosas, hojas alternas, aovadas y aserradas, flores solitarias, axilares, de color blanco verdoso o rosado, y por fruto bayas negruzcas o azuladas, dulces y comestibles.// 2. m. Fruto del arándano".

Las definiciones de las voces ráspano y rasponera se mantienen hasta le edición de 1970, en lo que parece un intercambio de parejas:

"RÁSPANO. m. Sant. Arándano, rasponera.

RASPONERA. f. Sant. Arándano, ráspano".

En la Edición del Tricentenario, última consultada, se encuentra la voz ráspano pero desaparece rasponera

"RÁSPANO. m. rur. Cantb. arándano".

Los diccionarios  consultados habitualmente no aportan nada nuevo a lo ya dicho. El Pagés ilustra esta voz con una cita de la novela de José María de Pereda titulada "Sotileza":

"Tolín no hizo maldito el caso de la advertencia; pero Andrés se puso todavía más encendido de lo que estaba, porque pescó al aire cierta miradilla que le echó la señora al hablar á su hijo. El cual -agarró con los dedos una aceituna. Andrés, al verlo, agarró otra del mismo modo; y armándose de un valor heróico, le hincó los dientes. Pero no pudo pasar de allí. Había comido, sin fruncir el gesto, pan de cuco, ráspanos verdes y uvas de bardal; pero jamás pudo vencer el asco y la dentera que le daba el amargor de la aceituna"
(Cap. XI: "La familia de don Venancio, dos puntapiés, un botón de asa y un mote"; págs. 178-179)

El escritor cántabro también escribió esta voz en sus "Escenas montañesas":

"Porque un hombre que, como don Silvestre Seturas, tiene: cinco pies y medio de talla, tres ídem de espalda, tanto estómago como despensa, tanta salud como estómago y tres mil reales de renta; que no conoce el asco, ni el ruido, ni el miedo, ni los guantes, ni el charol, no debe aburrirse nunca en el campo, o no hay en él seres felices; afirmación que negarán los poetas melenudos, de báculo y zampoña, y los novelistas sobrios, ascéticos y filósofos. Negaránla, es claro, porque precisamente en el campo es donde estos señores se han empeñado en colocarnos la felicidad terrena, ya bajo el aspecto de encanecido anciano, que perora con más elocuencia que Demóstenes y más profundidad que Sócrates, so la añosa encina, o cabe la parlera fuente; ya bajo el de apuesto galán que cultiva el fértil valle, y aunque suda al sol y come ráspanos y borona, es por la noche bastante sublime para echar un discurso a su novia, que le espera con un ramo de flores, y que no es menos gallarda, menos elocuente ni menos poética que su adorado".
("Suum cuique". III; págs. 198-199)

En el tomo cuarto del "Diccionario de materia mercantil, industrial y agrícola..." (1857), su autor, don José Oriol Ronquillo, define de este modo el arbusto vaccinium myrtillus":

"Vaccinio Mirtilo, Arándano, Mirtilo (Vaccinium Myrtillus, L.). Especie indigena, que se cria abundantemente en los bosques frescos y los matorrales de una gran parte de Europa. Es un pequeño arbusto ramoso, alto solamente de 3 ó 4 decímetros, con los ra mos angulados; sus hojas son aovadas, agudas, aserradas y caedizas; sus pequeñas flores de un blanco rosado, son solitarias en pedúnculos cortos é inclinados, y dan bayas de un color negro azulado, de la magnitud de un grueso guisante, de un sabor agrillo, mucilaginoso, ligeramenlc astringente. Estas bayas, muy agradables do comer, son consideradas por los médicos como refrescantes, un poco astringentes y también estípticas, y con ellas se hacen confituras y un jarabe usado contra la, disentería; los salvajes ele la América y del Asia las emplean para preparar una especie de pasta, que puede conservarse muchos años, cociéndolas al horno hasta sequedad; en algunos países sirven para dar color al vino, puesto que maceradas con alumbre producen una tintura violeta".

G. Adriano García-Lomas recogió las voces  raspanal, raspanera, raspaniza, raspaneta, raspanizal y ráspano en su obra "El lenguaje popular de las montañas de Santander" (Fomento de Estudios Montañeses. Imprenta Provincial. Santander, 1949): 

"RASPANAL. Raspanero,// Matas de arándanos.

RASPANERA, RASPANIZA o RASPANETA. Planta que produce el ráspano. El calendario popular agrícola reza así:

En abril, setas; en mayo, mayuetas;
en septiembre, manzanetas y en octubre, raspanetas.

RASPANIZAL. Lugar donde abundan o se crían las raspanizas.

RÁSPANO. Fruto del arándano o mirtillo (Vaccinium myrtillus. L.) Es una baya de color morado cuando madura y bastante ácida, de donde le viene el nombre. (Vid. meruéndano y anavío.) Ráspanes verdes y uvas de baldal  (SOTILEZA. Cap. IX.) (sic).// Despejado, astuto.

RASPANORIO. Raspanera. Donde crecen los mayuetales y los raspanorios, (El SOL DE LOS MUERTOS. M. Llano)".

Mirtillo es voz que no registra el DRAE.

En otra obra suya, titulada "Los pasiegos" (Editorial Cantabria. Santander, 1960), el erudito García-Lomas cita unos párrafos del libro del etnólogo montañés Gregorio Lasaga Larreta titulado "Dos Memorias. Cuadros históricos y de costumbres antiguas de la provincia de Santander" (Imprenta El Dobra. Torrelavega, 1899):

"Las laderas del Mediodía -refiere G. Lasaga Larreta- escuetas de vegetación, están salpicadas de algunos esquilmados robles. Al saliente, cuyas cimas se elevan con rapidez, presenta en sus vertientes las cabañas del pasiego, que descuellan entre el verde prado por ese .color parduzco que caracteriza las ruinas de nuestros edificios; las vacadas errantes en esos contornos esparcen una animación salvaje con el rumor d,e sus campanos; y al Norte, existe un frondoso bosquecillo, enrizquecido de cristalinas fuentes, de árboles y arbustos que sombrean, como el escaramujo ''rosero" (o "rosaliego") y el "raspanero", planta esta última muy fértil, cuyo fruto (denominado "ráspano") es tiznador y muy codiciado por los aldeanos". 
Se trata del arándano o mirtillo, cuyo fruto ambiciona la mocedad, cuando trasmina el aroma de la flora y el vaho telúrico de las praderias empapadas .por los cendales de las "cierzadas". Van a cogerlo, con gran guirigay y en verdaderas bandadas, en pequeños cofines y haciendo resonar el eco del bosque con sus alegres cantinelas: 


Las uvas del rasponero 
en octubre hay que cogerlas, 
pa'emborracharse unos días 
sin gastar en la taberna.

Sanrocana, sanrocana,
guarda la flor del querer,
no comas ráspanos verdes
que te amargarán después.

(Cap. XV: "Leyendas y costumbres populares de matiz religioso y supersticiones"; pág. 355)


De Antonio Bartolomé Suárez es el autor la obra titulada "Aforismos, giros y decires en el habla montañesa" (Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria. 1993). Referido a esta voz que estamos estudiando, dice:

"RÁSPANOS.- El fruto del arándano. Sinón. De "meruéndano". A tenor de esto hay una cuarteta muy singular:


Quien ráspanos come 
y bebe cerveza,
y espárragos chupa
y besa a una vieja,
ni come ni bebe ni chupa ni besa.

En octubre maduran los ráspanos; apáñalos. Se llama así al arándano o madroño (ercáceas) en nuestra región, que maduran en este mes. Hay la creencia de que, comiendo muchos marean. Lo cierto es que producen malestar abusando de su consumo. Fig. Quiere decir que todo tiene su hora, que todo llega. Complementario con "cuando pasan rábanos..." aunque sólo se parecen fonéticamente".

El Director del Jardín Botánico y Decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, don Miguel Colmeiro nos da una exhaustiva información sobre los lugares en que se crían los arándanos, mirtillos y ráspanos en el tomo III de su obra titulada "Enumeración y revisión de las plantas de la península hispano-lusitana e Islas Baleares..." (Imprenta de la viuda e hija de Fuentenebro. Madrid,  1887):

"V. Myrtillus L. Flor. dan. t. 974. Engl. bot. t. 498. Reichb. Ic. germ. t. 1169. Vitis idaea I Quer
Hab. España (Sarm. Quer, G. Ort. Palau, Asso) en Cataluña en el Monseny (Salv. Quer, Palau), montes de Nuria (Salv.) Cerdaña (G. Ort.), Pirineos (Pourr.), Olot (Bolós), Monserrat (E. Bout.), Valle de Aran (Costa), Rocabruna, Puigsacau, Platraver (Vayr.), Valle de Baños, Mongarri (Timb.) y montes de Gerona (Vidal), Aragón (Palau) en Orihuela (Asso, Quer), San Juan de la Peña (Asso), Moncayo (Comis. forest,), Maladeta (Costa), Bielsa (Campo), Navarra (Palau) en Burguete (Bowles, Née), Roncesvalles (H. de Greg.), Valle de Vertizarana (Lacoizq.), Prov. Vascongadas en Vizcaya (Egula, Mieg), monte de la Haya cerca de Irún y otras partes á la altura de 1500-2000' (Willk.), Santander en Reinosa (Bowles, G. Camal. Talbot, Perojo, H. de Greg.), Valle de Toranzo (S. Ruiz), Valdeolea (J. Espada), montes de Aliva (Ler. Lev.) y Liebana (Exp. Agr.), Asturias (Quer, Palau) en la región alpina del Valle de Naviego y Pico de Arvas (Lag. Dur.), Sierra de Gabitos (L. P. Ming.), Galicia (Sarm.) en Piedrafita y Vallina de Dóneos (Lge.), León en San Pedro de Montes (Pourr.), montañas de la provincia (Lag.), Ponferrada (Exp. Agr.) y el Castro (Lge.), Castilla la Vieja en Hoyoquesero (Quer, Palau), Ciego en la Rioja (Née), Logroño (Comis. forest.) y Balsaín (Exp. Agr.), Castilla la Nueva en el Paular (Quer), Somosierra (Isern) y Huelamo (Cortáz.), Portugal en los montes de Gerez (Brot. Figueir.), cercanías de Caldas de Gerez entre los Baños y la Pórtela do Homem (Hoffm. Link), Entre Duero y Miño cerca de Pórtela do Homem, inmediaciones de Villar da Verga (Welw.). Fl. May. Jun. (V. V.), 
Nombr.  vulg. Cast. Mirtilos (R. de Tud.), Arándano (Sarm. Quer, Palau), Raspanera y Ráspanos, losfrutos en Reinosa y Burgos (G. Camal. Sarm.), Rasponera y Raspona en la Montaña y Arandilla en Navarra (Bowles), Argoma? en la Montaña(Perojo), Arandanera en Asturias, Arandaños en Reinosa, Anabias en la Rioja (Sarm. M. Laguna). Port. Myrtillo, Airella, Arando (Brot.), Uva de monte (Hoffm. Link). Gall. Arandos (Sarm. Sobreira), Arandea, Arandes, Arandeira, Herba dos Arandos, Herba dos Arándanos (Sobreira). Catal. Nadius (Salv. Quer), Anajús en el Valle de Arán {Costa}, Jerdera silvestre (Texid.). Vasc. Araño (Sarm.)> Alza (Lacoizq,), Avis (Texid.)".
(Págs. 519-520)

Otra obra interesante es la del doctor en Farmacia, don Aquilino Macho Tomé, titulada "Reseña de los productos naturales y más especialmente de las plantas medicinales espontáneas en el Partido Judicial de Saldaña" (Establecimiento Tipográfico de Hijos de J. Pastor. Valladolid, 1893). En ella nos cuenta las propiedades de este fruto singular:

Familia Vaciniáceas

VACCINIUM MYRTILLUS, — Lin.
Nombre vulgar.—Ráspanos, 
Florece. — E n Mayo y Junio. 
Habita. —'En Velilla de Guardo, cerca del límite de este partido con el de Cervera. Recogí este ejemplar el 28 de Mayo en el monte denominado Valdehaya. 
Observaciones.— La corola es rojiza, urceolada, y tiene cinco divisiones en el borde. 
Propiedades medicinales, aplicaciones y usos.—Las bayas son astringentes y con ellas se preparan refrescos; son comestibles, pero se observa que los chicos que comen gran cantidad de estos frutos, se emborrachan. EnTriollo y en otros pueblos del partido de Cervera, donde abunda mucho esta planta, no se consume más vino que el que se obtiene de los frutos del ráspano, consideréndose feliz el vecino que logra cosechar un par de cántaros de este vino acerbo é ingrato al gusto. 
Modernamente tiene uso en terapéutica como antidiarréico, en forma de extracto y jarabe; este último se utiliza en las fiebres inflamatorias".
(Pág. 93)

Juan Ignacio de Sebastián Palomares publicó un extenso trabajo titulado "Los frutos del bosque o pequeños frutos en la cornisa cantábrica: el arándano" (Gobierno de Cantabria. Consejería de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca y Biodiversidad, 2010). Entre otras cosas, dice:

"Los arándanos silvestres que crecen espontáneos en los suelos ácidos y húmedos de las zonas montañosas de Europa, pertenecen al género Vaccinium de la familia de las Ericáceas. En España se encuentran a lo largo de toda la Cordillera Cantábrica, en los Pirineos y en las sierras de Gredos y Guadarrama. Existen más de 30 especies de arándanos silvestres. Las especies con mayor presencia en Cantabria son el “Vaccinium myrtillus L.” o arándano negro, y el “V. uliginosum” o arándano azul cuyos diminutos frutos son conocidos popularmente con el nombre de “ráspanos”. En general, en todas las “raspaneras” predomina la especie “myrtillus.
(Pág. 17)


Miguel Delibes puso esta voz en varias de sus obras. En su novela "El camino", escribe:

"Otras veces, en la Poza del Inglés, pescaban centenares de pececillos que navegaban en bancos tan numerosos que, frecuentemente, las aguas negreaban por su abundancia. Bastaba arrojar a la poza una remanga con cualquier cebo artificial de tonos chillones para atraparlos por docenas. Lo malo fue que, debido al excesivo número y a la fácil captura, los muchachos empezaron por subestimarlos y acabaron despreciándolos del todo. Y otro tanto les ocurría con los ráspanos, las majuelas, las moras y las avellanas silvestres. Cooperaba no poco a fomentar este desdén el hecho de que don Moisés, el maestro, pusiera sus preferencias en los escolares que consumían bobamente sus horas libres recogiendo moras o majuelas para obsequiar con ellas a sus madres. O bien, pescando jaramugo. Y, por si esto fuera poco, estos mismos rapaces eran los que al final de curso obtenían diplomas, puntuaciones sobresalientes y menciones honoríficas".
(Cap. VII; págs. 62-63)

En el cuento titulado "La vocación", leemos:

"Luego su madre fue enterrada en el amorfo cementerio del pueblo y la losa gris que preservaba sus restos iba desapareciendo bajo la exuberante vegetación del camposanto, asfixiada por los ráspanos, las zarzamoras, los helechos y las ortigas. Una vez por año, Lucas acudía allí, limpiaba la tumba de su madre y le rezaba de rodillas una oración; entonces, estático y mudo, olvidaba los arrebatos del padre, los sinsabores y angustias sufridos en sus cortos once años".
("Tres pájaros de cuenta y tres cuentos olvidados"; Pág. 33)

En este vídeo vemos la recolección de ráspanos cántabros:

RANDA

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Randa es voz que Covarrubias define de la siguiente manera:

"RANDA, cierta labor que se haze o con el aguja, o con los bolillos, o en telar. Dixose quasi ranta, y quitada la n, rata, a rete, por ser vna especie de red".

Autoridades recoge las voces randa y randal. Dice de ellas:

"RANDA. s. f. Adorno que se suele poner en vestidos y ropas; y es una especie de encaxe, labrado con aguja ó texido, el qual es mas gruesso, y los nudos mas apretados que los que se hacen con palillos. Las hai de hilo, lana ó seda. Covarr. le deduce del latino Retis, por ser como redecilla. Lat. Reticulum".

Cita unos versos de una "Epístola" de Bartolomé de Argensola que comienza:

Dícesme, Nuño, que en la corte quieres
introducir tus hijos, persuadido
a que así te lo manda el ser quien eres.
Que ya la obligación con que han nacido,
concede a su primera edad licencia,
para que intenten a volar del nido.
Que en los umbrales de la adolescencia
poniendo acibar junto de la leche,
o el pedagogo evitas, o su ciencia;
no porque como inútil se desheche,
sino porque les des la que él no alcanza,
que al trato humano más les aproveche.

Más adelante escribe:

Salen juntos  al prado, que es la plaza
de armas, donde la gran Reyna de Gnido
la gente alista, y sus facciones traza.
Queda el bisoño ya persuadido
a frecuentar los árboles, saeta
de que (sin que lo sienta) quedó herido.
Los Narcisos lo admiten a la seta,
que mas por randas y almidón suspira,
que por la perdición de la Goleta.

Continúa Autoridades:

"RANDAL. sm. Tela hecha en forma de randa, ó la pieza de randas. Lat. Reticulum filis  contextum. CHRON. GEN. part. 4. cap. 3. E la siella con el cuerpo pusol en un cabalhuste, e vestiol, á carona del cuerpo, un gambax branco fecho de un randál".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1956. En la edición de 1803 incluye las voces randado y randera, que define de este modo:

"RANDADO, DA. adj. Lo que está adornado con randas. Reticulatus, reticulis ornatus.

RANDERA. s. f. La que hace randas. Reticulorum opifex".

En la edición de 1914 añaden una segunda acepción de la voz randa:

"RANDA. (Del al. rand, borde.) f. Adorno que se suele poner en vestidos y ropas, y es una especie de encaje labrado con aguja, o tejido, el cual es más grueso y de nudos más apretados que los que se hacen con palillos.// m. Ratero, granuja".

En la edición de 1956 la voz randa la definen así:

"RANDA. (Del al. rand, borde.) f. Guarnición de encaje con que se adornan los vestidos, la ropa blanca y otras cosas.// 2. Encaje de bolillos.// 3. m. fam. Ratero granuja".

En la edición de 185 añaden la frase vivir de randa, cuyo significado es "vivir de pequeños hurtos". En la  del Tricentenario, última consultada, se encuentran todas las acepciones dichas y una marinera. A saber:

"RANDA. (...) 4. f. Mar. Cabo con el que se aferra o se toman rizos a una vela".

Randa es voz que ya recoge Nebrija con el sentido latino de rete, is y reticulum, i.. Rosal lo remite a "redanda, de red", voz que no aparece en ningún diccionario.  El Esteban Terreros dice:

"RANDA. especie de encaje que se suele poner en vestidos y rodapies de camas, etc. y es labrado con aguja ó tejido.  (...) V. Albenda y Lop. Veg. com "La noche de S. Juan". Un poeta castellano hablando del valor de las Señoras Españolas, dijo:


Que a las fembras Castellanas,
mas cuido que las agrada
el romper puntas de acero
que el rasgar puntas en randas.

RUEDO, O FIMBRIA DE RANDA, obra de lana, seda, oro, ó plata en forma de encaje claro. (...)".

La acepción marinera la define el Alemany y Bolufer como "nombre que dan algunos navegantes levantinos a la cangreja mayor de los bergantines". El Pagés, por su parte, se atiene a lo dicho por Academia e ilustra la primera acepción de esta voz con cuatro ejemplos literarios. El primero se encuentra en uno de los romances de "El castellano leal", escritos porÁngel Saavedra, duque de Rivas. Dice así:

Sostenido por sus pajes 
Desciende de su litera 
El conde de Benavente 
Del alcázar á la puerta.
 Era un viejo respetable, 
Cuerpo enjuto, cara seca, 
Con dos ojos como chispas, 
Cargados de largas cejas, 
Y con semblante muy noble, 
Mas de gravedad tan seria, 
Que veneración de lejos 
Y miedo causa de cerca. 
Eran su traje unas calzas 
De púrpura de Valencia, 
Y de recamado ante 
Un coleto á la leonesa. 

De fino lienzo gallego 
Los puños y la gorguera, 
Unos y otra guarnecidos 
Con randas barcelonesas. 
Un birreton de velludo 
Con su cintillo de perlas, 
Y el gabán de paño verde 
Con alamares de seda. 
Tan solo de Calatrava 
La insignia española lleva, 
Que el Toisón ha despreciado 
Por ser orden extranjera.

La segunda cita la sacó de la novela de Vicente Blasco Ibañez titulada "La Barraca" (Librería de Fernando Fé. Madrid, 1899):

"Pepeta comenzó el arreglo de la fúnebre pompa. Colocó en el centro de la entrada la mesita blanca de pino en que comía la familia, y la cubrió con una sábana, clavando los extremos con alfileres. Encima colocaron una colcha de almidonadas randas, y sobre ésta el pequeño ataud traído de Valencia, una monada que admiraban las vecinas; un estuche blanco galoneado de oro, mullido en su interior como una cuna".
(Cap. VIII; págs. 208-209)

El tercer ejemplo son unos versos de un romance que Agustín Durán llama "anacreónticos". Es el que comienza:

Sacó Venus de mantillas
a Cupido un día de fiesta,
y luego al día siguiente
manda que vaya a la escuela,
que quiere la sabia Diosa
que a leer y escribir aprenda.
porque no piensa dejalle
otro mayorazgo o renta.

Va la escuela, ve que el maestro está pegando a un niño y decide largarse:

Pidió el astuto rapaz
para ir al campo licencia,
y en lugar de volver luego
fuese en cas de la maestra,
do vido estar muchas niñas
sacando diversas muestras:
cual está haciendo randas,
y cual hace cadenetas;
cual está haciendo vainillas,
y cual labra castañuelas...

El cuarto y último ejemplo son otros versos; esta vez de Tirso de Molina, que los escribió en la obra titulada "La villana de Vallecas":

DON PEDRO
¿Hay buenas camas?

AGUDO
De holanda
prometen sábanas.

DON PEDRO
Bien.

AGUDO
Colcha y rodapiés también 
De red, con su flueco y randa; 
Dos almohadas que alistan 
Lazos de azul y amarillo, 
Debajo de un acerillo; 
Y porque sus faldas vistan 
Las manchas de la pared, 
Tres sabanas, aunque tiernas 
Por viejas, distinguen piernas, 
Ya de lienzo, ya de red....
(Acto primero. Escena cuarta.)



El confinamiento por culpa de la pandemia del coronavirus me impide visitar las bibliotecas para consultar los diccionarios habituales que no se encuentran on-line en Internet. El Corominas que tengo en casa es el "Breve diccionario etimológico de la lengua castellana". De la voz randa dice lo siguiente:

"RANDA, ´encaje´. 1495. Voz más antigua y arraigada en catalán. 1390. Probte. emparentada con el oc. randar, ´adornar´, ´hacer una orla´, deriv. de randa, ´extremo, fin´, ´cercado´. s. XII. De origen incierto, probte. del cét. randa ´límite´y de ahí ´borde. Al parecer pasó de la lengua de Oc. por el cat. al cast. y de ahí al portugués (donde renda es tardío y de forma alterada)".

La edición abreviada del "Diccionario de uso del español", de María Moliner, recoge las siguientes acepciones de esta voz:

"RANDA. 1 m. inf. Ratero.// 2.  inf. Granuja".

Don Julio Cejador incluyó esta voz en su "Tesoro...":

"RANDA, del gótico ram-ta según unos, ó del provenzal randa, randa á randa hasta el cabo, que es lo mismo. Es el adorno en el borde del vestido. Quij. 2, 6: Una rapaza que apenas sabe menear doce palillos de randa. Id. 2, 18 : El cuello era valona á lo estudiantil sin almidón y sin randas. Id. 2,52: Sanchica hace puntas de randas. 
Ser un randa, pillo, granuja".

Las tres citas de la novela "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" se encuentran en la segunda parte. El capítulo VI  se titula "De lo que le pasó a Don Quijote con su sobrina y con su ama, y es uno de los importantes capítulos de toda la historia". En él leemos:

"–¡Ah, señor mío! –dijo a esta sazón la sobrina–; advierta vuestra merced que todo eso que dice de los caballeros andantes es fábula y mentira, y sus historias, ya que no las quemasen, merecían que a cada una se le echase un sambenito, o alguna señal en que fuese conocida por infame y por gastadora de las buenas costumbres. 
–Por el Dios que me sustenta –dijo don Quijote–, que si no fueras mi sobrina derechamente, como hija de mi misma hermana, que había de hacer un tal castigo en ti, por la blasfemia que has dicho, que sonara por todo el mundo. ¿Cómo que es posible que una rapaza que apenas sabe menear doce palillos de randas se atreva a poner lengua y a censurar las historias de los caballeros andantes?".
(Pág. 668)

En el capítulo XVIII cuenta Cervantes"lo que sucedió a Don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán, con otras cosas extravagantes". Entre otras cosas, dice:

"Entraron a don Quijote en una sala, desarmóle Sancho, quedó en valones y en jubón de camuza, todo bisunto con la mugre de las armas: el cuello era valona a lo estudiantil, sin almidón y sin randas; los borceguíes eran datilados, y encerados los zapatos. Ciñóse su buena espada, que pendía de un tahalí de lobos marinos; que es opinión que muchos años fue enfermo de los riñones; cubrióse un herreruelo de buen paño pardo; pero antes de todo, con cinco calderos, o seis, de agua, que en la cantidad de los calderos hay alguna diferencia, se lavó la cabeza y rostro, y todavía se quedó el agua de color de suero, merced a la golosina de Sancho y a la compra de sus negros requesones, que tan blanco pusieron a su amo. Con los referidos atavíos, y con gentil donaire y gallardía, salió don Quijote a otra sala, donde el estudiante le estaba esperando para entretenerle en tanto que las mesas se ponían; que, por la venida de tan noble huésped, quería la señora doña Cristina mostrar que sabía y podía regalar a los que a su casa llegase".
(Pág. 753)

El último ejemplo se encuentra en la carta que Teresa Panza envió a Sancho. La termina de este modo:

"Sanchica hace puntas de randas; gana cada día ocho maravedís horros, que los va echando en una alcancía para ayuda a su ajuar; pero ahora que es hija de un gobernador, tú le darás la dote sin que ella lo trabaje. La fuente de la plaza se secó; un rayo cayó en la picota, y allí me las den todas. 
Espero respuesta désta y la resolución de mi ida a la corte; y, con esto, Dios te me guarde más años que a mí o tantos, porque no querría dejarte sin mí en este mundo".
(Cap. LII: "Donde se cuenta la aventura de la segunda dueña Dolorida, o Angustiada, llamada por otro nombre Doña Rodríguez"; pág. 1015)

Una nueva acepción de esta voz se encuentra en el "Vocabulario de términos de arte" (La Ilustración Española y Americana. Madrid, 1887), de Jules Adeline, traducido por José Ramón Mélida:

"RANDA.- (Crépine.). Art. decor.) Bandas caladas de pasamanería de seda, de oro, de plata y bordeadas por una franja.// 2. (Marli) Cerám. Borde interior de un plato, de una fuente. Se designan con el nombre de filetes de randas, los filetes de oro y de color trazados circularmente en los bordes. Los platos de loza de Rouen ofrecen con frecuencia randas decoradas con ricos motivos de ferretería, delicados arabescos, encajes, etc. Desígnase antes con este nombre una tela de gasa fabricada con seda pura ó mezclada de hilo".

Martín Fernández de Navarrete recoge la expresión "en randa" en su "Diccionario Marítimo Español":

"EN RANDA. Man. Modo adverbial con que se designa uno de los dos particulares de tomar rizos en los faluchos".

La definición más completa de esta voz la encontramos en la "Colección Pedagógico Textil de la Universidad Complutense de Madrid"María Ángeles González Mena cita a Covarrubias, al DRAE, y al Arcipreste de Talavera, entre otros autores y obras. Allí leemos:

"RANDA. denominación discutida y controvertida, pues asume distintas labores en los documentos antiguos, ya que se utiliza lo mismo para representar encajes de bolillos que a la aguja, sin determinar el género o especie. El término de randa surge de la función que ejerció en su origen, la de guarnecer bordes. Así se dice que la voz "randa" procede del árabe rand, que significa borde, y que, posteriormente, significó genéricamente adorno que se solía poner en vestidos y ropas. (...) La Real Academia dice que es, "una guarnición de encaje  con que se adorna el vestido, la ropa blanca y otras cosas. Encaje de bolillos". Sin embargo, en medios profesionales de las escuelas de Toledo, Cáceres y Huelva, en las que se conservan bellas labores de encaje a la aguja de técnica bucleada y anudada, se reserva el nombre de randas, únicamente, para labores a la aguja muy antiguas especialmente aplicadas en las camisas noviales.
En la Edad Media, las randas eran labores conocidas y aplicadas en ropas usadas por los grandes señores de la zona cristiana y también por los personajes acomodados de "Al-Andalus" (...)".
(Pág. 89)

La obra de Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera, es conocida como "El Corbacho o reprobación del amor mundano". El capítulo II de la segunda parte lo titula "De cómo la muger es murmurante e detractora". Comienza de este modo:

"La muger ser murmurante e detractora, regla general es dello: que sy con mill fabla, de mill fabla cómo van, cómo estan, qué es su estado, qué es su vida, quál es su manera. El callar le es muerte [muy aspera]. Non podria vna sola ora estar que non profaçase de buenos e malos. Non le es ninguno bueno nin buena en plaça nin [en] yglesia, diziendo: yuy, y cómo yua fulana [muger de fulano] el domingo de pasqua arreada, bueños pañols de escarlata con forraduras de martas [finas], saya de florentin con cortapisa de veros trepada de un palmo, faldas de diez palmos rastrando forradas de camocan, vn pordemas forrado de martas zebellinas con el collar lançado fasta medias espaldas, las mangas de brocado, los paternostres de oro de doze en la honça, almanaca de aljofar de ciento era los granos, arracadas de oro que pueblan todo el cuello, crespina de filetes de flor de açuçena con mucha argenteria, la vista me quitauan. Vn partidor tan esmerado e tan rico que es de flor de canela de filo de oro fino con mucha perleria, los moños con temblantes de oro e de partido cambray, todo trae trepado de foja de figuera, argenteria mucha colgada de lunetas e lenguas de paxaro e retronchetes e con randas muy ricas".
(Págs. 123-124)


A parte de la obra citada por fray Esteban de Terreros, hay otras obras de Lope de Vega en las que se encuentra esta voz. Por ejemplo, me gustan estos versos de su comedia "El premio del bien hablar":

MARTÍN
Randas y cambrayes vendo;
si hay bodas, no hay que sacar
de Cal de francos, que tengo
ciertas holandas, manteles,
más que el propio pensamiento.
Comencé sin una blanca,
y a la primer flota pienso
enviar cuarenta fardos,
y tres doblando el dinero,
cargados naves que valgan
siete mil y cuatrocientos.
Luego compro mi lugar,
y en un coche me paseo;
miro grave y hablo culto,
y quito el sombrero a dedos.
Tres cosas hacen los hombres,
y los levantan del suelo:
las armas, letras y el trato.
Armas no las apetezco,
viendo mil soldados mancos,
sopones de los conventos;
letras no las aprendí;
trato desde aquí comienzo.
Fortuna, pues eres dama,
cuatro moños te prometo,
y diez naguas de algodón,
con que estés gorda tan presto,
que encubras por lo estofado
las cantimploras del suelo.


Miguel de Cervantes escribió la voz randera en "La ilustre fregona":

"Costanza se crió en el aldea dos años, y luego la truje conmigo, y siempre la he traído en hábito de labradora, como su madre me lo dejó mandado. Quince años, un mes y cuatro días ha que aguardo a quien ha de venir por ella, y la mucha tardanza me ha consumido la esperanza de ver esta venida; y si en este año en que estamos no vienen, tengo determinado de prohijalla y darle toda mi hacienda, que vale más de seis mil ducados, Dios sea bendito.
Resta ahora, señor Corregidor, decir a vuesa merced, si es posible que yo sepa decirlas, las bondades y las virtudes de Costancica. Ella, lo primero y principal, es devotísima de Nuestra Señora: confiesa y comulga cada mes; sabe escribir y leer; no hay mayor randera en Toledo; canta a la almohadilla como unos ángeles; en ser honesta no hay quien la iguale. Pues en lo que toca a ser hermosa, ya vuesa merced lo ha visto. El señor don Pedro, hijo de vuesa merced, en su vida la ha hablado; bien es verdad que de cuando en cuando le da alguna música, que ella jamás escucha. Muchos señores, y de título, han posado en esta posada, y aposta, por hartarse de verla, han detenido su camino muchos días; pero yo sé bien que no habrá ninguno que con verdad se pueda alabar que ella le haya dado lugar de decirle una palabra sola ni acompañada.» Esta es, señor, la verdadera historia de la ilustre fregona, que no friega, en la cual no he salido de la verdad un punto".
(Pág. 79)

Baltasar Gracián escribe en el segundo volumen de "El Criticón" lo siguiente:

"—¿De dónde tanta riqueza, Zahorí mío? 
Y él: 
—¿De dónde? De esas fuentes, ahí mismo manan, que por eso se llamaron fuentes, porque son brolladores de perlas, entre arenas de oro, riéndose de tanto necio. 
Llegaban los maridos y vestían muy a lo príncipe; calzábanse el sombrero de castor a costa del menos casto; sacaban ellas las randas al aire de su loca vanidad, y todo paraba en aire. Aquí toparon el caballero del milagro, y no uno sólo, sino muchos de aquellos que visten y comen, pasean y campan, sin saberse cómo ni de qué".
(Crisi quinta: "El palacio sin puerta"; pág. 205)

Una de las numerosas composiciones poéticas de José Zorrilla se titula "Tempestad de verano". Está fechada en Toledo, el 23 de julio de 1834. La cuarta parte comienza del siguiente modo:

Y entre nubes purpurinas
peregrinas
de azulado tornasol
tendió el iris a lo lejos
los reflejos
de los colores del sol.

Tendió en riquísimas bandas
siete randas
sobre el invisible tul,
con que tan falaz nos miente
el manso ambiente
ese firmamento azul.

El sentido de la segunda acepción lo encontramos en uno de los textos que Modesto Lafuente publicó en el periódico "Fray Gerundio". Se titula "Los reos de muerte y la bolsa de Judas". Salió en la capillada 241, el 21 de abril de 1840. Entre otras cosas, dice:

"Cuando salimos le pregunté: "y bien, ¿no me dijiste que habias visto en la cárcel al hermano Arzobispo de Valencia? ¿pues á qué fuiste tu allí y con qué motivo estaba él?
Le diré á vd., señor. En estos chíveles acostumbro yo todos los años á ir al estardó de corte á hacer una visita á los estarados, y á consolar del modo que puedo á aquellos infelices que. sinelan en ruche, inclusos los que no puedo dicar por estar en los chiscones; y donde están este año no solo los randas y los piras de veró, sino también los que fueron estarados por los sucesos del dia 24".
(Pág. 100)

Doña Emilia Pardo Bazán escribe en su novela "Los Pazos de Ulloa":

"Ardían en el tocador de la estancia dos velas puestas en candeleros no menos empinados y majestuosos que los candelabros del refresco; y como no la iluminaba otra luz, ni se había soñado siquiera en el clásico globo de porcelana que es de rigor en todo voluptuoso camarín de novela, impregnába la alcoba más misterio religioso que nupcial, completando su analogía con una capilla ú oratorio la foma del tálamo, cuyas cortinas de damasco rojo franjeadas de oro se parecían exactamente á colgaduras de iglesia, y cuyas sábanas blanquísimas, tersas y almidonadas, con randas y encajes, tenían la casta lisura de los manteles de altar".
(Cap. XI; pág. 295)

En las obras de don Benito Pérez Galdós encontramos las dos acepciones de esta voz. En su extraordinaria novela "Fortunata y Jacinta", leemos:

"Como supiera un día la dama que su hijo frecuentaba los barrios de Puerta Cerrada, calle de Cuchilleros y Cava de San Miguel, encargó a Estupiñá que vigilase, y este lo hizo con muy buena voluntad llevándole cuentos, dichos en voz baja y melodramática: "Anoche cenó en la pastelería del sobrino de Botín, en la calle de Cuchilleros... ¿sabe la señora? También estaba el Sr. de Vülalonga y otro que no conozco, un tipo así... ¿cómo diré? de estos de sombrero redondo y capa con esclavina ribeteada. Lo mismo puede pasar por un randa, que por un señorito disfrazado".
(Tomo I. Parte IV: "Perdición y salvamento del Delfín". Cap. I; págs. 106-107)

En "Napoleón en Chamartín", quinto Episodio Nacional de la primera serie, escribe Gabriel de Araceli:

"La idea de Amaranta era de éxito casi seguro, y no tropezando con Santorcaz, con Román o con otro cualquiera que personalmente me conociese, era inevitable mi escapatoria, siendo, como era, el nombre de mi carta de seguridad, el de una principalísima persona, reputada por muy adicta a la causa francesa. Con esta confianza estuve todo el día, y antes del anochecer llegó un criado con el traje, el cual me caía, que ni pintado. Era elegantísimo, y de mucho lujo por la finura del paño, el primor de los adornos y lo exquisito de todos sus accesorios; mas no era traje de corte, sino de diario traer, si bien de esos que por sí solos hacen resaltar sobre el vulgo a cualquiera que se los pone, aunque más los lleve colgados que puestos. Consistía en casaca, chupa y calzón de paño verde muy oscuro, con medias del mismo color; cuello blanco, de infinidad de randas compuesto, y un rendigot pardo con vueltas y solapas de pieles. Esta prenda tenía algún uso, pero aún conservaba muy buen ver".
(Cap. XXVI; págs. 268-269)


José María de Pereda puso esta voz el algunas de sus obras; por ejemplo, en su novela "Peñas Arriba":

"Cuando yo llegué, se ocupaban las dos mujeres, que parecían tener diablillos en las manos, en sustituir, ayudadas de Facia, el trasto viejo que siempre estuvo á la cabecera de la cama, con una mesita cuadrangular sacada de mi gabinete, donde la usaba yo para leer y despachar mi correspondencia. Ofrecíles mi ayuda para aquella faena; pero la desdeñó Lita con un gestecillo muy intencionado y dos frases de cortesía para templarle. Mientras Facia se llevaba el achacoso artefacto, tendieron ellas sobre la mesa otra colcha de damasco rojo, y sobre la colcha una muy blanca sabanilla con randas de muchos calados".
(Cap. XXVII; pág. 429)

José Martínez Ruiz comienza de este modo el capítulo 12 de su novela "La voluntad":

"La verdura impetuosa de los pámpanos repta por las blancas pilastras, se enrrosca a las carcomidas vigas de los parrales, cubre las alamedas de tupido toldo cimbreante, desborda en tumultuosas oleadas por los panzudos muros de los huertos, baja hasta arañar las aguas sosegadas de la ancha acequia exornada de ortigas. Desde los huertos, dejado atrás el pueblo, el inmenso llano de la vega se extiende en diminutos cuadros de pintorescos verdes, claros, grises, brillantes, apagados, y llega en desigual mosaico a las suaves laderas de las lejanas pardas lomas. Entre el follaje, los azarbes pletóricos serpentean.. El sol inunda de cegadora lumbre la campiña, abate en ardorosos bochornos los pámpanos redondos, se filtra por las copudas nogueras y pinta en tiera fina randa de luz y sombra".
(Pág. 65)

Su paisano y amigo Gabriel Miró  también hizo uso de esta voz en algunas de sus obras. En la novela "Las cerezas del cementerio", es tan solo un pequeño gesto lo que describe:

"Sentóse Félix en un rubio sillón de mimbres, y doña Beatriz alzose y le enjugó la frente y los cabellos con su primoroso delantal de randas".
(Cap. II: "La mirada"; pág. 22)

Las randas están presentes en la pequeña descripción de un locutorio conventual. Se encuentra  en su novela "El obispo leproso":

"Del deslumbramiento de la tarde de julio pasaron a la penumbra malva del locutorio, quietecito y fresco como una cisterna. Arrimó don Magín su paraguas a una consola que tenía dos floreros planos de rizos de oro, un quinqué de bronce, un álbum de muestras de randas de bolillos y un jarro de loza con su haz de azucenas. Se recostó en un butacón de funda planchada y puso su frontal dentro de sus manos tan sensuales, tan elocuentes. Así se entregó a las tribulaciones de la monja".
(Parte sexta: "Pablo y la monja". Cap. I: "Tribulaciones"; pág. 178)

En "Nuestro Padre San Daniel" leemos:

"En viendo a don Magín se alzaban todos buscando su saludo; abuelas con bayetas andrajosas, en chanclas de zapatones cogidos en los vertederos, mozas en refajo o con sayas tiesas, loe pechos ceñidos por pañuelos de cotón con estampados de granadas, de pomas, de uvas, las crenchas tirantes en una línea de vihuela y el moño retrenzado y cogido en la nuca con una flor. Venían con sus mundillos de hacer randas o con el copo de hilar, y otras cargadas de hermanos menudos y de hijos de vecinas".
Parte III: "Oleza y el enviado". Cap. IV: "Arrabal de San Ginés"; pág. 199)

Pío Baroja puso esta voz, con el sentido de su segunda acepción, en su novela "La busca":

"A los dos o tres meses de estancia en el Corralón, Manuel se hallaba tan acostumbrado a su trabajo y a su vida, que no comprendía que pudiese hacer otra cosa. No le daban aquellas barriadas miserables la impresión de tristeza sombría y adusta que produce el que no está acostumbrado a vivir en ellas; al revés, se le antojaban llenas de atractivos. Conocía a casi toda la gente del barrio. Vidal y él se escapaban de casa con cualquier pretexto, y los domingos se reunían con el Bizco en casa del Cabrero, y marchaban por los alrededores: a las Injurias, a las Cambroneras, a las ventas de Alcorcón, al Campamento y a los ventorros del camino de Andalucía, en donde se juntaban con merodeadores y randas, y jugaban con ellos al cané o a la rayuela".
(Segunda parte. Cap. IV: "La vida en la zapatería - Los amigos de Manuel"; pág. 64)

Miguel de Unamuno escribió un soneto titulado "Authádeia. A ellos". Dice así:

Dejadme solo, que no quiero bandas;
menos si de ellas me queréis caudillo,
pues sé muy bien que empañaréis mi brillo
con vuestra sombra. Un potro son las andas

que me ofrecéis, aun cuando lleven randas
de oro y laurel. No quiero de argandillo
servir para el devane del ovillo
de vuestras viles pasioncillas blandas.

Solo y señero que éste es mi castigo,
y en mi castigo busco mi consuelo,
solo y señero y pongo por testigo

a Dios, que mientras pese aquí en el suelo
a Él, que me aisla, quiero por amigo
y os emplazo a vosotros para el cielo.

De las obras de Ramón María del Valle-Inclán en las que aparece esta voz hemos elegido el "Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte":

"JUANA DE JUNO.- Don Miguelito traía oro de Portugal. ¡'Y lo que no es oro! ¡Tanto pañuelo de seda! ¡Tanta fina randa! ¡Y veludillo de grana! Con este trato ganaba mucho dinero. Pero también le servía para conquistar a las mozas con regalos. En el proceso aparecía la sospecha de una moza. ¿Tú no lo has oído, Electus?".

("El embrujado". Jornada primera; pág. 96)


Vamos a terminar esta entrada con una cita de la magnífica novela de Andrés Trapiello titulada "Al morir don Quijote". En el capítulo quinto describe al hidalgo muerto en el mechinal de la parte baja de su casa, y la obsesión de su criada Quitería por echarle cera derretida en sus párpados para corraborar de este modo su fallecimiento. Cuenta Trapiello:

"El ama Quiteria corrió a buscar un pañizuelo orlado de randas, más tenue que el humo, lo perfumó con unas gotas de algalia y cubrió con él el rostro de su amo, que quedó a resguardo de las moscas y no oculto, sino velado, proporcionándole aún mayor serenidad",
(Págs. 40-41)

En este vídeo, colgado en YouTube por Alfonso Ortega, vemos cómo y con qué maestría se hace una randa con bolillos:

RAMONEAR

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Hoy es Domingo de Ramos y, al comenzar esta entrada, me encuentro con la definición que da Covarrubias de la voz rama:

"RAMA. Lat. ramus, el furculo del arbol, que es como braço suyo; y esto mesmo sinifica ramo, aunque siempre es mayor que la rama. Asirse a las ramas, alegar razones friuolas, que no le pueden valer, como el que va por el río, y se ase a alguna rama de arbol que al punto se desgaja. Ramos, Domingo de Ramos, la dominica in ramis palmarum. Ramo de taberna: ramillete, el hazecito de flores; ramonear, termino de pastores, quando por la mucha nieve no pueden pacer las ouejas, y se les permite corten algunas ramas de enzina, con que no le hagan perjuyzio; y este pasto se llama ramon. Ramero, termino de cetrería, quando el gauilan se arroja del nido, y buela de vna rama en otra. Ramal, o ramales, son los cabos de los cabestros, o de sogas quando a la fin se diuiden, y son como ramos, y de cualquier otra cosa torcida que se diuide al cabo".

Autoridades cita a Covarrubias  en su definición del verbo ramonear:

"RAMONEAR. v. n. Cortar las ramas de los árboles. Covarr. dice en la voz Rama que es término de los Pastores, que lo executan quando por las muchas nieves está cubierto el pasto. Lat. Ramos decerpere.

RAMONEAR. Se dice tambien de los animales, quando para su pasto cortan los ramos de los árboles. Lat. Ramos carpere dentibus".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades, hasta la edición de 1899, en la que define de este modo la segunda acepción de esta voz:

"RAMONEAR. (De ramón.) n. Cortar las ramas de los árboles.// Pacer los animales las hojas y las puntas de los ramos de los árboles".

En la edición de 1925 se publican las definiciones que se mantienen hasta hoy en día. A saber:

"RAMONEAR. (De ramón.) intr. Cortar las puntas de las ramas de los árboles.// 2. Pacer los animales las hojas y las puntas de los ramos de los árboles, ya sean cortadas antes o en pies tiernos de poca altura".

En la edición de 1803 incluye la voz ramoneo que define como "el acto de ramonear", y en la anteriormente citada de 1925, añaden una segunda acepción:

"RAMONEO. m. Acción de ramonear.// 2. Temporada en que se ramonea".

El Esteban Terreros dice que ramonear es "cortar ramón". El Salvá y el Gaspar y Roig añaden una acepción más específica: "Comerse el ganado cabrío las hojas y retoños de los árboles". El Pagés se atiene a lo dicho por Academia e ilustra la segunda acepción con una cita sacada de la obra póstuma de Juan Montalvo que lleva por título "Capítulos que se le olvidaron a Cervantes. Ensayo de imitación de un libro inimitable" (Imprenta de Pablo Jacquin. Besanzón, 1895):

"Habíanse ya desmontado los andantes. Puesto el freno del caballo al arzón, libre de sus aparejos el rucio, dejáronlos que ramoneasen por el bosque, mientras ellos ganaban la sombra de una encina y se sentaban muy de propósito.— Si no estás en estado de gracia, continuó diciendo Don Quijote, toda oración es por demás: irás un año con la cruz a cuestas sin que el Señor dé señales de haberte oído. No podrás pensar hoy en cosa de más provecho que en hacerte un poco allá, y como quien no dice nada, darte una buena mano a buena cuenta".
(Cap. XLVI: "Qué fue lo que Don Quijote y su escudero hallaron al salir de un bosque"; pág. 324)

Corominas cita de pasada el verbo ramonear en su estudio de la voz ramo y data el primer documento en 1253. Por su parte, el María Moliner solo recoge esta acepción:

"RAMONEAR (m. ramoneo) intr. Pacer los animales las puntas tiernas de los árboles, directamente o cortadas previamente".

El "Diccionario de Americanismos" añade una nueva acepción de esta voz:

"RAMONEAR. I. 1. intr. Ho. Bo. Entretenerse, distraerse una persona o un animal".



El ramoneo ya aparece legislado en las leyes visigodas conocidas como  Fuero Juzgo. Cito de la  segunda edición publicada por el presbítero don Juan Antonio Llorente con el título de: "Leyes del Fuero-Juzgo ó recopilacion  de las leyes de los wisi-godos españoles titulada primeramente Liber Judicum, despues Forum Judicum, y ultimamente Fuero-Juzgo" (Don Isidoro de Hernandez Pacheco. Madrid, 1792):

LEY XXVII. Eurico. 


DEL PASTO QUE PUEDE DARSE AL GANADO que vá de paso, 

"Los omes que van por camino en os campos , ó en os lugares de pacer que non son cerrados pódense deportar en elos, é dar y á pacer á so ganado,  é á suas bestias, asi que non deben mas estar en nengun lugar mas de dos dias, si le lo non consintere aquel cuyo es elo campo, non debe talar las árbores por la raíz, nen quemar sen voluntad de so Senor: mas bien pode pascer el ganado los ramos de los árbores".
(Págs. 240-241)

El Honrado Concejo de la Mesta fue creado por Alfonso X el Sabio en el año 1273 y los privilegios que fue adquiriendo a lo largo del tiempo los recopiló el abogado de los Reales Consejos, y Fiscal General del Concejo de la Mesta, don Andrés Diez Navarro en una obra titulada "Quaderno de leyes, y privilegios del Honrado Concejo de La Mesta..." (Madrid, 1731). El "Privilegio XXVI" consiste en que "los pastores pvedan cortar madera para corrales, y estacas para redes, sin pena alguna". En esta linea va la "provision y sobrecarta de los señores Emperador Don Carlos, y Doña Juana su madre, sus fechas en Toledo a 8 de agosto de 1529, y 17 de Henero de 1539, refrendadas de Francisco Gomez, de Vergara, para que los ganados pudiessen ramonear en los Montes, y Sotos, para mantenerse, respecto de la escasez de pastos". En dicha carta leemos lo siguiente:

"Por la qual os mandamos, á todos, y á cada vno de Vos, que por este presente año, y no mas, dexeis, y consintais los Pastores, que andovieren en las dichas Dehesas, cortar, y ramonear en ellas, lo que hovieren menester para su mantenimiento de sus ganados, sin les pedir por ello ninguna pena, ni prenda, ni otro achaque alguno".
(Pág. 65)

En la misma linea va la provisión del 20 de diciembre de 1638, que se sobrecartó el 22 de noviembre de 1726. Dice allí:

"Por la qual os mandamos, á todos, y á cada vn de Vos en los dichos vuestros lugares, y Jurisdiciones, segun dicho es, que por termino de 60 días primeros siguientes, que corran, y se cuenten desde el dia de la fecha de esta nuestra Carta en adelante, y no mas, dexeis, y consintais á los Pastores de los Hermanos de dicho Concejo de la Mesta, y Criadores de los dichos ganados ramonear en los dichos Montes, sin los pedir, ni demandar por ello prenda, ni pena, ni otro achaque alguno. Con que el dicho ramoneo, hagan con el menos daño que se pueda, no cortando arboles por el pie, ni las ramas principales, como mandamos se guardasse en las leyes, y pragmáticas de estos nuestros Reynos".
(Pág. 66)

Como suele ocurrir muchas veces los privilegios de unos terminan chocando con los derechos de otros. Un buen ejemplo lo tenemos en el "Memorial ajustado, hecho en virtud del Decreto del Consejo, del expediente consultivo que pende en el, en fuerza de Real Orden, comunicada por la Secretaría de Estado, y del Despacho Universal de Hacienda, con fecha en San Ildefonso de 20 de Julio del año 1764 entre Don Vicente Paino y Hurtado, como Diputado de las ciudades de Voto en Cortes, Badajoz, Mérida, Truxillo, y su Sexmo, Llerena, el Estado de Medellín, y Villa de Alcántara, por si, y toda la provincia de Estremadura; y el Honrado Concejo de la Mesta General de estos Reynos; en que intervienen los señores Fiscales del Consejo, y Don Pedro Manuel Saenz de Pedroso, Procurador General del Reyno. Sobre que se pongan en práctica los diez y siete Capítulos, ó medios, que en representacion, puesta en las reales manos de S. M. propone el Diputado de las Ciudades, y Provincia de Estremadura, para fomentar en ella la Agricultura, y cría de Ganados, y corregir los abusos de los Ganaderos trashumantes" (Madrid?, 1771). El Diputado de las Ciudades dice, entre otras cosas, lo siguiente:

"Que no son menores los perjuicios en los Montes huecos por los excessos de los Trashumantes, en la corta de Leña, pues con pretexto de sus Privilegios, y de que las Justicias Ordinarias no les pueden castigar, cortan Madera, y pies de Arboles á su salvo conducto, para otros fines, que les son muy lucrativos, y á qualquiera accidente de mal temporal, apelan al ramoneo, que es desgajar los Arboles, echándolos á tierra, para que coma su Ganado á costa del Comun, cuyo perjuicio de ramoneo es mayor, quando los Trashumantes llevan Bacas, y Bueyes, como yá se advierte las llevan, por ser muchos de ellos Carreteros; de modo, que salen de los Montes Carretas armadas, y aperadas de valde, y sin costs alguna, y por todo se nota no haver quedado en los Montes de aquella Jurisdiccion Arboles grandes, ni á proposito para los assuntos importantes á la defensa, y bien del Estado, y no ser tan copioso, y sazonado el fruto de Vellota, que pertenece á los Pueblos Comuneros tanto en Valdios, como en Dehesas particulares, consistiendo esto en el mal modo, y práctica, que tienen aquellos Naturales para hacerla caer".
(Pág. 184)

Estas circunstancias las recoge, en su séptimo volumen, el "Diccionario de Agricultura, Ganadería e Industrias Rurales" (Hijos de D. J. Cuesta. Madrid, 1889), obra dirigida por los señores López Martínez, Hidalgo Tablada y Prieto y Prieto, cuando define la voz ramoneo:

"RAMONEO.—Se entiende por ramoneo en selvicultura la operación de cortar y dar al ganado para su alimento las ramas jóvenes y tiernas de los árboles, provistas de sus correspondientes hojas. Hácese esto en invierno principalmente, para remediar la falta de pastos. Son objeto de dicho aprovechamiento casi todas las especies arbóreas de nuestros montes, si bien varía la calidad y bondad del ramón que de las mismas se obtiene. Al tratar en la presente obra de los diferentes árboles forestales, se suele hacer mención en cada caso de su mejor ó peor condición para ser utilizados en dicho concepto. En general, puede decirse que las especies de hoja plana todas son buenas para el caso, con muy ligeras excepciones, reuniendo entre ellas mejores cualidades las siempre verdes, como la encina, por ejemplo, porque permiten aprovechar el ramón en el monte, cuando los demás árboles de hojas caedizas han perdido ya su follaje. El ramón de olmo, fresno, serval, roble y sauce sobre todo, es excelente. Los pinos, y en general todas las coniferas, dan mal ramón por la condición resinosa de la planta; pero en casos de gran carestía también acuden á él nuestros pastores, para sostener momentáneamente la vida de las reses lanares y cabrías. 
En la recolección hay que atender mucho á las personas que la practican, pues si son los mismos pastores, necesitan una continua vigilancia, porque no suelen atender más que á su interés. Debe prohibirse este aprovechamiento en los montes, por regla general, pues se concibe sin trabajo que es perjudicial á la producción leñosa. 
Sin embargo, ya que por la costumbre unas veces, otras por los derechos adquiridos y otras por la escasez de pastos haya de consentirse, téngase presente que sólo debe autorizarse en los rodales de edad avanzada, y nunca en los diseminados ó rodales muy jóvenes. El ramón se come generalmente en el mismo monte; pero donde está bien establecido el ramoneo, las dos terceras partes se comen en los corrales ó establos. 
En los países meridionales y tropicales este producto es de gran utilidad, al contrario de lo que sucede en los del Norte, donde casi es nulo por la abundancia de exquisitos pastos, por la dureza y mal sabor de las hojas, y por la resistencia que presentan las heridas para cicatrizarse en algunas especies, por ejemplo, en las coniferas".


La Real Casa de Recogidas de Santa María Magdalena, sita en la  madrileña calle de Hortaleza, es hoy la sede de la Ejecutiva Confederal del sindicato UGT. Allí ejerció de Capellán Mayor nuestro admirado don Francisco Gregorio de Salas. Entre sus numerosas poesías hemos elegido la titulada   "Observatorio rústico, dispuesto en una égloga, entre Salicio, habitador de una pequeña Villa, y Coridón de una casa de campo" (5ª ed. Imprenta Real. Madrid, 1785). Dice Salicio:

 Yo para mí recreo 
salgo algún dia, y veo 
á mis bacas crecidas, 
por el monte esparcidas;
 quál en la yerva pasta, 
quál contra un raigón refriega un hasta, 
quál bebe en un arroyo cristalino, 
quál se rasca en el tronco de un espino, 
quál el valle pasea, 
quál en la baja encina ramonea, 
quál repela la grama, 
quál por el choto brama, 
y quál se echa rendida 
á la sombra tegida del aliso, el taray, y el chopo bello, 
y hacia el hombro robusto tercia el cuello...

José María de Pereda escribe el gerundio de este verbo con un sentido metafórico en su relato "Un sabio", incluido en su obra "Bocetos al temple - Tipos trashumantes" (O. C. Tomo VIII. Imprenta y Fundición de Tello. Madrid, 1888):

"Y he aquí que comienza a cantar endechas al «espiritismo». secta de la cual se declara partidario y hasta miembro integrante. Y siendo espiritista, cree, por ende, v así lo manifiesta. que los espíritus vagan por el espacio, ramoneando de planeta en planeta, como carneros trashumantes, para purificarse por una serie de transmigraciones, hasta que Dios los llame junto a sí. después de juzgarlos dignos de El; cree, por tanto, en los metaespíritus, y que el hombre está en la Tierra, de tránsito, procedente ya de otro planeta o de otra criatura de diferente condición social o naturaleza, y ni siquiera niega que pueda él mismo haber sido asno tiempos atrás, por más que — ¡otro contrasentido!— no le guste que se lo llamen".
(Págs. 312-313)

Joaquín Costa publicó su obra "Colectivismo agrario en España. Partes I y II: Doctrinas y hechos" (Imprenta de San Francisco de Sales. Madrid) en el año 1898. Cito  de la edición de 1915 de sus Obras Completas, realizada en Madrid por la Biblioteca Costa, en la que dice lo siguiente

"Pero por Luis Mexía nos es conocida la costumbre de adquirir propiedad en los baldíos por el medio de descuajarlos y sembrarlos, siempre que no pasara de lo preciso para ocupar y sustentar al roturador y su familia; cuya costumbre dice, que estaba en vigor en tierra de Cuenca y de Alarcón y en varias otras comarcas del reino de Castilla, y tenía fuerza de ley por consecuencia de lo estatuido en materia de derecho consuetudinario por el Código de Partidas. Las "Descripciones (inéditas) de pueblos de España" escritas en tiempo de Felipe II, hacen frecuente alusión á esa costumbre, que debía entrar por mucho en la economía de las poblaciones rurales: " Este lugar (Avellaneda) y los demás del valle de Ibor tienen hecha concordia con la dicha villa de Talavera, por razón de la qual tienen libertad de abrir tierras para labor de pan y poner viñas y ramonear á los ganados en cualquier tiempo de necesidad...".
("33. Acotamiento de tierras de labor, en Aragón, Navarra, Vizcaya, Cataluña, Castilla. Extremadura, Asturias"; págs. 262-263)

Uno de los artículos que componen la obra "Con Cervantes", escrita por Azorín, se titula "Claro como la luz". Recrea en él ese momento de la vida de Alonso Fernández de Avellaneda en el que parece que está escribiendo la segunda parte del Quijote, publicada en  Tarragona en el año 1614. Allí leemos:

"En el pueblo [Tordesillas] la noticia es comentada abundantemente. En sus paseos, Alonso cruza el Duero, y allá lejos se suele detener. Siéntase en una piedra del camino y permanece largo rato absorto. El caballo, arrendado a un árbol, ramonea, y el caballero, con la cabeza entre las manos, medita".
(Pág. 96)

En su obra "Azul" (Afrodisio Aguado. Madrid, 1943) el poeta nicaragüense Rubén Darío incluyó un cuento griego titulado "El sátiro sordo". Comienza de este modo:

"Habitaba cerca del Olimpo un sátiro, y era el viejo rey de su selva. Los dioses le habían dicho: “Goza, el bosque es tuyo; sé un feliz bribón, persigue ninfas y suena tu flauta”. El sátiro se divertía.
Un día que el padre Apolo estaba tañendo la divina lira, el sátiro salió de sus dominios y fue osado a subir al sacro monte y sorprender al dios crinado. Éste le castigó tornándole sordo como una roca. En balde en las espesuras de la selva llena de pájaros se derramaban los trinos y emergían los arrullos. El sátiro no oía nada. Filomela llegaba a cantarle sobre su cabeza enmarañada y coronada de pámpanos, canciones que hacían detenerse los arroyos y enrojecerse las rosas pálidas. Él permanecía impasible, o lanzaba sus carcajadas salvajes y saltaba lascivo y alegre cuando percibía por el ramaje lleno de brechas alguna cadera blanca y rotunda que acariciaba el sol con su luz rubia. Todos los animales le rodeaban como a un amo a quien se obedece.
A su vista, para distraerle, danzaban coros de bacantes encendidas en su fiebre loca, y acompañaban la armonía, cerca de él, faunos adolescentes, como hermosos efebos, que le acariciaban reverentemente con su sonrisa; y aunque no escuchaba ninguna voz, ni el ruido de los crótalos, gozaba de distintas maneras. Así pasaba la vida este rey barbudo que tenía patas de cabra.
Era sátiro caprichoso.
Tenía dos consejeros áulicos: una alondra y un asno. La primera perdió su prestigio cuando el sátiro se volvió sordo. Antes, si cansado de su lascivia soplaba su flauta dulcemente, la alondra le acompañaba.
Después, en su gran bosque, donde no oía ni la voz del olímpico trueno, el paciente animal de las largas orejas le servía para cabalgar, en tanto que la alondra, en los apogeos del alba, se le iba de las manos, cantando camino de los cielos.
La selva era enorme. De ella tocaba a la alondra la cumbre; al asno, el pasto. La alondra era saludada por los primeros rayos de la aurora; bebía rocío en los retoños; despertaba al roble diciéndole: “Viejo roble, despiértate”. Se deleitaba con un beso del sol: era amada por el lucero de la mañana. Y el hondo azul, tan grande, sabía que ella, tan chica, existía bajo su inmensidad. El asno (aunque entonces no había conversado con Kant) era experto en filosofía según el decir común. El sátiro, que le ve ramonear en la pastura, moviendo las orejas con aire grave, tenía alta idea de tal pensador. En aquellos días el asno no tenía como hoy tan larga fama. Moviendo sus mandíbulas no se había imaginado que escribiese en su loa Daniel Heinsius, en latín, Passerat, Buffot y el gran Hugo en francés, Posada y Valderrama en español.
Habitaba cerca del Olimpo un sátiro, y era el viejo rey de su selva. Los dioses le habían dicho: “Goza, el bosque es tuyo; sé un feliz bribón, persigue ninfas y suena tu flauta”. El sátiro se divertía.
Un día que el padre Apolo estaba tañendo la divina lira, el sátiro salió de sus dominios y fue osado a subir al sacro monte y sorprender al dios crinado. Éste le castigó tornándole sordo como una roca. En balde en las espesuras de la selva llena de pájaros se derramaban los trinos y emergían los arrullos. El sátiro no oía nada. Filomela llegaba a cantarle sobre su cabeza enmarañada y coronada de pámpanos, canciones que hacían detenerse los arroyos y enrojecerse las rosas pálidas. Él permanecía impasible, o lanzaba sus carcajadas salvajes y saltaba lascivo y alegre cuando percibía por el ramaje lleno de brechas alguna cadera blanca y rotunda que acariciaba el sol con su luz rubia. Todos los animales le rodeaban como a un amo a quien se obedece".
(Pág. 59)

Francisco Villaespesa publicó en el primer número de la revista "Por esos mundos", del año 1915, un relato titulado "El milagro del vaso de agua". Leemos:

"Las ovejas, envueltas en la indecisa polvareda crepuscular; descendían por las herbosas vertientes, ramoneando en las zarzas y en los saúcos de los vallados y de las cercas, husmeando en los matorrales, y sonorizando el silencio con el claro y agudo temblor de plata y de cristal do las esquilas tambaleantes".

Esta entrañable historia la contó Pablo Neruda en su libro de memorias titulado "Confieso que he vivido":

"Tenía yo un pariente senador que, después de haber triunfado en unas nuevas elecciones, vino a pasar unos días en mi casa de Isla Negra. Así comienza la historia del cordero. 
Sucede que sus más entusiastas electores acudieron a festejar al senador. En la primera tarde del festejo se asó un cordero a la manera del campo de Chile, con una gran fogata al aire libre y el cuerpo del animal ensartado en un asador de madera. A esto se le llama "asado al palo" y se celebra con mucho vino y quejumbrosas guitarras criollas.
Otro cordero quedó para la ceremonia del día siguiente. Mientras llegaba su destino, lo amarraron junto a mi ventana. Toda la noche gimió y lloró, baló y se quejó de su soledad. Partía el alma escuchar las modulaciones de aquel cordero. Al punto que decidí levantarme de madrugada y raptarlo. 
Metido en un automóvil me lo llevé a ciento cincuenta kilómetros de allí, a mi casa de Santiago, donde no lo alcanzaran los cuchillos. Al no más entrar, se puso a ramonear vorazmente en lo más escogido de mi jardín. Le entusiasmaban los tulipanes y no respetó ninguno de ellos. Aunque por razones espinosas no se atrevió con los rosales, devoró en cambio los alelíes y los lirios con extraña fruición. No tuve más remedio que amarrarlo otra vez. Y de inmediato se puso a balar, tratando visiblemente de conmoverme como antes. 
Yo me sentí desesperado".
(Cap. 10: "Navegación con regreso". 1. "Un cordero en mi casa"; pág. 245)

El pasado domingo, 1 de marzo de 2020, asistí a una lectura de poesías de Miguel Hernández en el Cementerio de la Almudena. Fue un acto emotivo, en el que se pidió al Alcalde de Madrid repusiera la placa que había mandado quitar del memorial republicano, en la que figuraban los nombres de las personas fusiladas allí, y unos versos del poeta de Orihuela. Fue uno de los últimos actos a los que asistí antes de la crisis sanitaria del coronavirus y el confinamiento. 
Miguel Hernández escribió en el año 1933  una obra teatral titulada "Quien te ha visto y quien te ve y la sombra de lo que eras". Esta auto sacramental no llegó a representarse en vida del poeta pero lo vio publicado, un año después, en  la revista "Cruz y Raya", dirigida por José Bergamín. Su título inicial fue "La danzarina bíblica". En él leemos este romance:

DESEO
Nací en marzo; abril y mayo,
con el ardor de sus savias,
la voluntad de sus hojas
y la fuerza de sus ramas,
me hicieron crecer, me hicieron
revolucionar las patas,
mientras la luna creciente
a su perfección llegaba.
Era yo todo deseos:
bestia, furia, lumbre brava,
embestí contra el rebaño
y ataqué por retaguardia,
bestia, lanzando alaridos
de pasiones momentáneas,
furia, tras ramonear
mi lengua, flexible llama,
brava lumbre, aquellos frutos
cuya prohibición cuidaba,
con el ojo y la honda alertas
(ojo de amor y honda alta
de castigos voladores),
el pastor en su cayada.
No dejo quieta mi sangre;
duermo despierto en mi cama,
siempre en lides con mis ojos,
mis intenciones, mis ansias:
¡siempre saliendo vencido
por mis prójimas miradas!
Agosto me hará maduro;
granadas apasionadas,
su amor pechiabierto y seno
sangrarán sobre mis barbas.
Y luego llegará octubre
a paralizar mis ganas,
y a dejarme, entre otras cosas,
un mandil entre las patas.
(Escena III)

Arturo Barea cuenta, entre otras muchas cosas, en la tercera parte de su extraordinaria novela "La forja de un rebelde" que, cuando era niño, la Puerta de Atocha era el límite este de Madrid, y añade:

"En aquella época, la basílica de Atocha -nunca terminada- y el Ministerio de Obras Públicas estaban en vías de construcción. Los lecheros de Madrid mandaban allí sus rebaños de cabras a ramonear entre los montones de materiales de construcción. Mi imaginación infantil estaba hondamente impresionada por las excavaciones inmensas, los cimientos de piedra y cemento y los enormes pilares tirados en el campo que iban a convertirse en el nuevo ministerio. Las esculturas de Querol que rematarían el frontispicio yacían en piezas por las laderas, medio envueltas en arpillera: patas de caballo o cuerpos de mujer gigantes, serrados en trozos como víctimas de un crimen monstruoso".
("La llama". Cap. V: "El combustible"; pág. 86)

Esta poesía de Juan Ramón Jiménez se titula "La cabra guapa":

¡Ahí viene mi cabra guapa! 
(¡La quiero tanto como a una dama!) 
¡Qué bien camina, miradla! 
¡Cómo mira y cómo indaga! 
¡Cómo de pronto se para! 
...Si ramonea una parra, 
si se echa a soñar, si salta, 
si baja a mirarse al agua
 de la charca lisa y plata,
si trepa al cabezo grana, 
si huye del macho, si llama; 
yo sé que yo (si le pongo 
mi mano en su frente alzada) 
soy yo para ella. 
Y ella
 (¡cómo sonríe, miradla!)
 yo sé que es una mujer 
que está escondida en la cabra.

El siguiente texto se encuentra en la admirable novela de Miguel Delibes titulada "Las ratas":

"Por estas fechas, el pueblo resurgía de la nada, y al desplegar su vitalidad decadente asumía una falaz apariencia de feracidad. Los trigos componían una alfombra verde que se diluía en el infinito acotada por la cadena de cerros, cuyas crestas agónicas se suavizaban por el verde mate del tomillo y la aliaga, el azul aguado del espliego y el morado profundo de la salvia. No obstante, los tesos seguían mostrando una faz torva que acentuaban las irisaciones cambiantes del y eso cristalizado y la resignada actitud del rebaño de Rabino Grande, el Pastor, ramoneando obstinadamente, entre las grietas y los guijos, los escuálidos yerbajos".
(Cap. 11; págs. 102-103)

En este vídeo, colgado en YouTube por V Hyuga, vemos a varias cabras ramoneando en un árbol:

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