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REPULGAR

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Repulgar es un verbo que recoge Covarrubias con estos significados:

"REPVLGAR, retorcer la orilla de lienço, seda, ó paño con el dedo pulgar, de donde tomó el nombre. Repulgo, la tal torcedura asida con hilo, o seda, pespunte, ó vaynilla. Brocensis, Repulgar, corrupto de replicare. Pli. lib. 9. c. 33. margine replicando. Reparar en el repulgo de la empanada. Trauar de cosas de poca importancia.

REPVLGAR, estimar. Reputacion, estima. Reputado, estimado, puedese tomar en buena, o mala parte, á verbo Latino reputare".

Autoridades nos da las definiciones del verbo, del participio pasado y del sustantivo:

"REPULGAR. v. a. Retorcer la orilla del lienzo, seda, paño ú otra cosa, con el dedo pulgar, de donde tomó el nombre. Trahelo Covarr. en su Thesoro. Lat. Replicare. Complicare.

REPULGAR LA BOCA. Plegar los labios, formando un género de hocico ú dobléz en ellos. Lat. Plicare labra.

REPULGADO, DA. part. pass. del verbo Repulgar en sus acepciones. Lat. Plicatus. Replicatus". 

Cita un párrafo de la Novela Ejemplar de Miguel de Cervantes titulada "El celoso extremeño":

"Fuéronsc las criadas, y ella acudió á la sala á persuadir á Leonora acudiese á la voluntad de Loaysa con una larga y tan concertada arenga, que pareció que de muchos dias la tcnia estudiada. Encarecióle su gentileza, su valor, su donaire, y sus muchas gracias: pintóle de cuanto mas gusto le serian )os abrazos del amante mozo, que los del marido viejo asegurándole el secreto y la duracion del deleite, con otras cosas semejantes á éstas, que el demonio le puso en la lengua, llenas de colores retóricos,tan demostrativos y eficaces, que movieran no solo el corazon mas tierno y poco advertido de la simple é incauta Lconora, sino el de un endurecido mármol. ¡Oh dueñas, nacidas y usadas en el
mundo para perdicion de mil recatadas y buenas intenciones! ¡Oh luengas y repulgadas locas, escogidas para autorizar las salas y los estrados de señoras principales, y cuán al reves de lo que debíades usais de vuestro casi ya forzoso oficio!".
(Pág. 226)

Continúa Autoridades:

"REPULGO. s. m. La torcedúra que se hace al lienzo, paño ó seda, cosida con hilo ó seda á pespunte ó vainilla. Lat. Plicatura. Replicatio.

REPULGO. Por semejanza se aplica tambien á la gracia y adorno esteriór, que hacen á las empanadas ó pasteles, al rededor de las massas. Lat. Massa plicatura.

Reparar en repulgos de empanada. Phrase que vale detenerse ó asirse de cosas de poca importancia. Trahelo Covarr. en su Thesoro. Lat. In re levisima affendi".

Ilustra esta voz con unos versos de Francisco de Quevedo que se encuentran en el romance de germanía titulado "Recógese un Xaque á pretender viejas; y una Tronga se levanta á Dama de porte" ("Musas"):

(...) En selva de Quintañonas, 
con su fecha de ab initio
condenaré á los profundos 
de una Dueña mi capricho. 
Estas guardan caldo viejo, 
y sus mangas son archivo 
de repulgos de empanadas,
 y de andrajos de tocino. 
Mas lo que llevo muy mal, 
es, que se olvide abarrisco 
de quando eran mis pedazos 
su presunción y su abrigo: 
Y que hoy me venda por otros 
sus compradores postizos: 
que metan, por tripularla, 
mañana mil caramillos...

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que añaden la siguiente acepción:

"REPULGAR. Hacer repulgos y labores en las empanadas, pasteles y otras cosas de pasta. (...)".

En la edición de 1817 incluyen el adjetivo repulgado, que vale por "afectado"; en la de 1843, las dos acepciones de la voz repulgo quedan definidas así:

"REPULGO. m. Dobladillo. (...) // El borde labrado que hacen á las empanadas ó pasteles al rededor de la masa. (...)".

En la edición de 1884 dicen:

"REPULGAR. a. Retorcer la orilla del lienzo, seda, paño ú otra tela con el dedo pulgar y coserla.// Hacer repulgos y labores en las empanadas, pasteles y otras cosas de pasta.

REPULGO. (De repulgar.) m. Dobladillo.// Borde labrado que hacen á las empanadas ó pasteles al rededor de la mesa.// Repulgos de empanada. fig. y fam. Cosas de muy poca importancia, ó escrúpulos vanos y ridículos".

En la siguiente edición, la de 1899, el verbo repulgar queda definido de este modo:

"REPULGAR. (Del lat. replicare, doblar dos veces.) a. hacer repulgos".

En la edición de 1914 añaden una nueva acepción de la voz repulgo:

"REPULGO. (...) Excrecencia que suele producirse en las heridas de los árboles".

En la edición de 1970 las voces repulgado y repulgo las definen de esta manera:

"REPULGADO, DA. (De repulgar.) adj. fig. y fam. Falto de naturalidad, afectado.

REPULGO. (De repulgar.) m. Pliegue que como remate se hace a la ropa en los bordes.// 2. Borde labrado...// 3. Cicatriz fruncida y saliente de las heridas de las personas y de los cortes de los árboles.// 4. fig. y fam. Recelo e inquietud de conciencia que siente el hombre sobre la bondad o necesidad de algún acto suyo. (...)".

En la edición de 1985 añaden una nueva acepción:

"REPULGO. (...) Punto pequeño y espeso con que se cosen a mano los dobladillos. (...)".

Las últimas acepciones de las tres voces se mantienen hasta el día de hoy.


El Esteban Terreros recoge las voces repulgar y repulgo con estas definiciones:

"REPULGAR, término de sastrería, hacer aquel dobladillo que acostumbran en la ropa; y de pastelería, hacerle en la masa de los pasteles; y así á proporcion en otras cosas. Fr. Ourler, oureler. Lat. Oram leviter plicare, assuere. It. Orlare.

REPULGAR LA BOCA, fruncirla. (...)

REPULGO, en la sastrería, doblez de la tela. Fr. Ourlet. Lat. Margo, brevis orae plicatura. It. Orlo. Por desprecio se dice: buen repulgo de empanada, de una cosa, que es como monada ó cosa ridícula. Tambien se dice repulgado. Lat. Leviter plicatus".

Nuñez de Taboada define de este modo al verbo repulgar en su "Diccionario de la lengua castellana" (1825) :

"REPULGAR. v. a. Retorcer la orilla de un tegido, con el dedo pulgar y coserla.// Hacer repulgos y labores en las cosas de pasta".

El Domínguez recoge las voces repulgado, da; repulgador, ra; repulgamiento, repulgar, repulgarse y repulgo. Veamos algunas de ellas:

"REPULGADOR, RA. s. El que repulga. Se usa tambien como adjetivo.

REPULGAMIENTO. s. m. La accion y el efecto de repulgar y repulgarse.

REPULGARSE. v. pron. fam. Componerse, adornarse, aliñarse, acicalarse de muy afectada ó exagerada manera, con nimio y hasta ridículo cuidado, estudio, esmero, etc. Se usa en algunas provincias, pero generalmente va caducando sin que ya se oiga en el lenguaje culto".

En el Pagés se encuentran las voces repulgadamente; repulgado,da; repulgadura, repulgamiento, repulgar y repulgo. Estas dos últimas las ilustra con varios ejemplos literarios. Para el verbo elige unos versos de Tirso de Molina, y dos párrafos escritos por Miguel de Cervantes.
Los versos de fray Gabriel Téllez pertenecen a su obra "Marta la piadosa":

Salen doña Marta vestida como se ha dicho, y doña Inés con mantos.

MARTA
Vi a don Felipe en el Prado
llegar, la color perdida,
por la mudanza debida
con que a mi padre he engañado;
pero viendo que no osaba
hablarme, por el respeto
que en este traje prometo,
le dije que le adoraba
tanto, que por su ocasión
andaba de esta manera,
pues si estoy devota, él era
mi imagen de devoción;
y como a mi hermano ha muerto,
y el temor de esto le avisa,
lo que permitió su prisa
le hablé, y quedó de concierto
de venir a hablarme aquí
con un ingenioso enredo,
que mientras hablabas.

INÉS
Quedo,
que están los viejos aquí.

MARTA
Pues repúlgome: Dios sea
con vuesas mercedes.

De los párrafos escritos por Cervantes, uno pertenece a la novela ejemplar, ya citada, y el otro a la segunda parte de su obra inmortal "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha". Concretamente al capítulo XLVIII, titulado "De lo que le sucedió a Don Quijote con Doña Rodríguez, la dueña de la Duquesa, con otros acontecimientos dignos de escritura y de memoria eterna":

"Clavó los ojos en la puerta, y cuando esperaba ver entrar por ella a la rendida y lastimada Altisidora, vio entrar a una reverendísima dueña con unas tocas blancas repulgadas y luengas, tanto que la cubrían y enmantaban desde los pies a la cabeza".
(Pág. 973)

Para ilustrar la voz repulgo recurre también a los versos de Quevedo, pero, para la frase hecha, prefiere los de la comedia de Bretón de los Herreros titulada "Me voy a Madrid". La escena XV del Acto III comienza de este modo:

Don Joaquín, Don Hipólito.

JOAQUÍN
Quiera Dios que en el camino
no encuentre a algún importuno,
que fuera chasco por cierto...

HIPÓLITO
¡Alto ahí, compadre Curro!
(Dándole por detrás un golpe en el hombro.)

JOAQUÍN
¿Quién...? ¿Qué veo...?

HIPÓLITO
¡Amigo ingrato!
¡Marcharse por esos mundos
sin despedirse de mí!

JOAQUÍN
Excúseme usted. Asuntos
urgentes me han obligado...

HIPÓLITO
Déjese usted de repulgos
de empanada; usted se fuga
por librarse de mi justo
furor.

El Diccionario Medieval Español  recoge la primera acepción del verbo repulgar. A saber:

"REPULGAR. tr. s. XV. Hacer repulgos o dobladillos en la ropa: "De rrepulgar la dicha rropa", Cuentas de Gonzalo de Baeza, tesorero de Isabel la Católica (1477-91) t. I, Madrid, 1955, p. 62".

En "Hablas Andaluzas" se encuentra la voz repulgo, con cinco acepciones:

"REPULGO. m. Escrúpulo. (...) 2. Escalofrío. (...) 3. Gesto consistente en torcer la boca a un lado en señal de desplante, refinamiento, tozudez, insistencia en alguna actitud desafiante. (...) 4. Cicatriz. (...) 5. A repulgo, llenar un saco, costal o talega hasta la boca, de modo que a duras penas pueda cerrarse".

El Director y Catedrático de la Escuela Superior de Veterinaria, Don Nicolás Casas de Mendoza, nos ofrece una amplia información botánica de la voz repulgo en su "Diccionario manual de agricultura y ganadería españolas" (Calleja, Lopez y Rivadeneyra, editores. Madrid, 1857):

"REPULGO, BORDE. Es un rodete ó excrecencia que se observa en la corteza de los árboles, en el punto donde se colocan los ingertos, en las estacas ó en los labios de l
as heridas. De los repulgos pueden sacarse algunas ventajas, puesto que los pezones que los traspasan se convierten á voluntad, y segun las circunstancias, en ramas cargadas de hojas ó en raíces rastreras. Si se afraila un árbol, despojándole de todos sus renuevos, se ve salir de entre la madera y la corteza un repulgo grueso, que dará origen á brotes pequeños; si se corta una de las raíces principales de este árbol, y se cubre de tierra el tocon, se forma un repulgo, del que salen raíces, pero si no se cubre de tierra y deja al aire libre, el repulgo producirá brotes. En su consecuencia, si antes de cortar una estaca de un árbol se forma artificialmente un repulgo, se adelantará el trabajo de la naturaleza, y la estaca prenderá más pronto y con más seguridad".
(Vol. IV; pág. 57)


A  Francisco Martinez Motiño o Montiño, cocinero de los reyes Felipe II y Felipe IV, se le debe el invento de la masa de hojaldre. En su  obra "Arte de Cozina, Pasteleria, Vizcocheria y Conserveria", ( Luis Sánchez. Madrid, 1611) aparece en varias ocasiones la voz repulgo. Hemos elegido de todas ellas la receta de la empanada fría de jabalí. La transcribo con la grafía actual:

"Partirás el jabalí por medio de las piernas, harás cuatro empanadas, dos para frías, y dos para calientes; las fritas perdigarás en las parrillas: luego las mecharás con tocino gordo con una mechadera grande, que las mechas sean tan gordas como el dedo pequeño de la mano; estas mechas han de ir derechas con la hebra de la carne, se han de salpimentar con especias y sal, luego mechar: las mechas han de atravesar toda la pieza de parte á parte por en medio muy espesas; luego las echarás en vinagre que se cubran, estarán en él seis horas: luego las empanarás en masa negra de cemite ó harina de trigo por cerner como viene del molino. Ha de ser de dos hojas cada empanada, y muy gorda: sazonarás con toda especia, has de procurar que el repulgo sea muy fuerte; y cuando están cocidas échale la salsa para frías".
(Págs. 104v-105)

Juan Altamiras nos enseña en su libro "Nuevo arte de cocina" cómo se hacen los pasteles de pollos y gazapos:

"Limpiarás los Pollos, ö Gazapos tiernos, y gruessos, los despedazarás, y los pondrás en guisado, con tocino frito, cebolla, peregil, dos lechugas majadas, quatro granos de ajo, con todas especias, y un poco de vino blanco, los dexarás, que se assen á fuego manso; harás la massa assi: Pondrás un puchero con agua, y sal, y harás la massa, que conocieres proporcionada; para quatro Pollos, quatro onzas de manteca de puerco, y quatro huevos; la sobarás bien, hasta que haga correa; cortarás á pedacitos la massa, la ensancharás á modo de una cazuelilla; echarás de los Pollos un poco de caldo del guiso, para que se conserve la humedad en el papel, lo cubrirás con massa, harás su repulgo, ó qualquiera figura; los cocerás en el el horno, y quando estuvieren a medio cocer, batirás un par de huevos, los bañarás con unas plumas, los bolverás al horno para que acaben de cocerse. Este es buen documento para los economicos; pues con quatro Pollos se puede contentar á ocho".
(Págs. 71-72)

El "Manual completo de la primera enseñanza elemental y superior para las niñas" (3ª ed. Imprenta de D. Juan de la Cuesta. Valladolid, 1861), entre las muchas y provechosas enseñanzas que contiene, se encuentran varias lecciones sobre el arte de la costura. La primera lección comienza así:

"El  arte de la Costurera y Modista consiste en saber cortar, coser y guarnecer ó adornar los vestidos.
Hay diferentes clases de punto, á saber: punto-adelante ó bastilla: punto por-cima: punto de sábana: repulgo ó punto de dobladillo: punto de vainilla: punto atrás: punto de ojal; y punto de cadeneta. 
(...)
Para hacer bien el dobladillo, se principia doblando como hemos dicho una pestañita estrecha que coja algunos hilos de la tela, reuniendo esta á grandes pliegues en la mano izquierda. Concluido este primer doblecito interior, se hace otro á la distancia que requiera la anchura del dobladillo, para cuya operación se coloca la tela de modo que se redoble sobre el dedo índice de la mano izquierda, y esté sostenida por el pulgar y de enmedio; entonces se mete la aguja trasversalmentc en la tela, y después en el borde del primer doblez, siguiendo así hasta concluir. Si el dobladillo es largo se asegura á la almohadilla.
Cuando los dobladillos son anchos y se pasan cordones por ellos se llaman jaretas. Si se hacen dichos dobladillos en gasas ú otras telas delgadas que no exijan mucho cuidado, entonces se cosen á punto adelante ó de bastilla, y en estos casos, como se pasa la aguja en la tela cinco ó seis veces sin sacarla, se dan otras tantas puntadas á la vez que abrevian y economizan tiempo".
(Págs.  386-387)

Conocido es el romance que empieza de este modo:

Una viuda reverenda,
con sus tocas de repulgo,
viuda al parecer no mas,
y casada con su gusto.
Se aficionó de un galán
boquiroto, y pelo rubio,
harto ligero de cascos,
y el traje compuesto al uso.
Es el galán sobredicho,
en lo que se ve, un Mercurio,
poeta y pobre, que hogaño
andan estos nombres juntos...

Escribe don Luis de Góngora y Argote en su comedia "Don Carlino":

GERARDO

Bien está. Pero a fe mía
¿no será bien que esta daga,
convertida en pluma un día,
cualquier rótulo le haga
al bote de la atutía?
De la tía repulgada
que empanar hombres le agrada
con la sobrinilla loca,
prestando su infame toca
el repulgo a la empanada:
acertada cosa fuera.
(Acto I)

Su composición "Musas, si la pluma mía" acaba así:

Como si fuera empanada,
repulgando está a la niña
con los cogollos de piña
quien la tiene concertada,
que no es bien que sepa nada
del desconcierto que ha habido
el que ha de ser su marido
y comblezo de algún conde,
que lo ha hecho proveer donde
irá oliendo a proveído.

Francisco de Quevedo comienza de este modo su obra "Gracias y desgracias del ojo del culo" (1620-1626):

"Quien tanto se precia de servidor de vuesa merced, ¿qué le podrá ofrecer sino cosas del culo? Aunque vuesa merced le tiene tal, que nos lo puede prestar a todos. Si este tratado le pareciere de entretenimiento, léale y pásele muy despacio y a raíz del paladar. Si le pareciere sucio, límpiese con él, y béseme muy apretadamente. De mi celda, etcétera. 
         No se espantarán de que el culo sea tan desgraciado los que supieren que todas las cosas aventajadas en nobleza y virtud, corren esta fortuna de ser despreciadas de ella, y él en particular por tener más imperio y veneración que los demás miembros del cuerpo; mirado bien es el más perfecto y bien colocado dél, y más favorecido de la naturaleza, pues su forma es circular, como la esfera, y dividido en un diámetro o zodíaco como ella. Su sitio es en medio como el del sol; su tacto es blando: tiene un solo ojo, por lo cual algunos le han querido llamar tuerto, y si bien miramos, por esto debe ser alabado, pues se parece a los cíclopes, que tenían un solo ojo y descendían de los dioses del ver. El no tener más de un ojo es falta de amor poderoso, fuera de que el ojo del culo por su mucha gravedad y autoridad no consiente niña; y bien mirado es más de ver que los ojos de la cara, que aunque no es tan claro tiene más hechura. Si no, miren los de la cara, sin una labor, tan llanos que no tienen primor alguno, como el ojo del culo, de pliegues lleno y de molduras, repulgo y dobladillos, y con una ceja que puede ser cola de algún matalote, o barba de letrado o médico".
(Págs. 21-22)

Luis Quiñones de Benavente escribe en su entremés titulado "El murmurador":

PEDRO
Mujer.

QUITERIA
Marido.

PEDRO
Llamen al barbero.

QUITERIA
¿Pues qué queréis hacer?

PEDRO
Sangrarme quiero,
porque traigo la sangre requemada,
corrompida, colérica, dañada,
adusta, hecha materia, y repodrida.

QUITERIA
¿De qué?

PEDRO
De ver la gente entretenida
en murmurar los unos de los otros.
Lengua de tarabilla, ¿qué te importa
que doña Gazmia sea anchifrentona,
y no quiera el socorro de los moños?
¿Pase sin enmoñar, que te embaraza
que tenga la mollera calabaza?
Y se pone moño no te angusties,
porque riza el cabello del difunto,
que el difunto verá lo que le cumple,
pues no se queja él, y tú te pudres?

QUITERIA
Es como un religioso que lloraba
tiernamente de ver quemar a un hombre,
que oyendo los sollozos, dijo, Padre,
no lloro yo que soy el que se abrasa,
y llora el que ha de volverse a casa?

PEDRO
Esto no es murmurar, que no acostumbro
a meterme en las vidas de los otros.
Mas porque una viudita relamida,
repulgada de faz, boquifruncida,
llora por la mañana los difuntos,
y ríe con los vinos por la noche,
dejando el ataúd, y yendo al coche?
Donde come a un cuitado a dos carrillos,
cuanta monedo trae en los bolsillos...


Doña Emilia Pardo Bazán escribió el participio pasado de este verbo en su cuento titulado "Morrión y boina" ("Cuentos de Marineda"):

"En los primeros tiempos se habían portado con gran formalidad, mostrando sumo respeto al patriarca; pero así como los sacristanes acaban por familiarizarse con las imágenes y objetos sagrados, y andar entre ellos como andarían entre cacharros o espuertas, ya los tertulios de Don Juan no veían en él al figurón respetable de su partido, sino al viejecito chocho, con cuyas ideas estrambóticas se divertían en grande. Era aquella una generación nueva, no educada para venerar, o al menos infiltrada de ese virus de libre examen que funda la veneración en la crítica: que sí venera, quiere saber por qué, y a quien en último término sólo se imponen positivamente la inteligencia y el vigor. Así es que la casa de Don Juan, poco a poco fué convirtiéndose para ellos de santuario en entremés, y cada día ideaban una diablura diferente para solazarse a cuenta del pobrecillo. Empezaron por tomarla con la criadita del señor Don Juan, recomendada de un canónigo, que tenía la voz monjil y el andar muy repulgado; que saludaba diciendo «¡Ave María purísima!», y que era, en opinión de Don Juan Boina, la suma de las virtudes y el paraninfo de la castidad: flaqueza de juicio frecuente en los viejos que toman a su servicio muchachas".
(Pág. 157)

Don Benito Pérez Galdós escribió la voz repulgo en varias de sus obras. Hemos escogido el Episodio nacional de la serie titulado "Narváez":

"Pero dejemos esto, y sigo contándote que el Padre Fulgencio tomó chocolate, no sin hacer antes muchos repulgos con su boquita, los cuales no acabaron hasta que entró mi tía Josefa con la jicara y bollos, diciendo: “Hágalo por penitencia, Padre, y si es exceso, cárguelo á nuestra cuenta.,, Bueno: pues ni la más ligera alusión á las cosas de que hemos hablado nosotros, hizo el escolapio, acreditándose así de hombre ladino. Si yo no hubiera estado presente, ¡sabe Dios...!".
(Cap. XVI ; pág. 165)

Don Ramón María del Valle-Inclán también puso la voz repulgo en algunas de sus obras; por ejemplo, en  la tragicomedia "Divinas palabras":

"EL CIEGO DE GONDAR.-Nos subimos a dormir al sobrado. 

MARI-GAILA.- ¡Condenada tema! ¿Cómo estás tú sin una buena rapaza? 

EL CIEGO DE GONDAR.-Las rapazas solamente valen para sí. Un ciego requiere mujer lograda. 

EL COMPADRE MIAU.-¡Más parece al contrario! Como no ve, no puede apreciar hermosura, y cuando palpe querrá encontrar las mollas prietas. 

EL CIEGO DE GONDAR.-¿Tú, Cómo las tienes, Mari-Gaila? 

LA VENTERA.- Después de parir, no hay mollas duras.

MARI-GAILA.-Eso va en la condición de cada mujer. Yo, después de parir tenía la carne que no se me agarraba un repulgo. 

EL CIEGO DE GONDAR.-Deja ver cómo las tienes ahora". 

La acción de repulgar empanadas la describe  Gabriel Miró en su novela "Nuestro Padre San Daniel":

"Comenzaba abril, el abril de Oleza, oloroso de acacias, de rosales y naranjos; de buñuelos, de hojaldres y de «monas» de la Pascua. Pero don Jeromillo sentía ya la rubia hoguera de junio que alumbraba las regaladas vísperas de los Santos Apóstoles. La memoria de sus pasados refocilos no le dejaba ni cumpliendo su ministerio. Tenía que penitenciarse imaginando muy hediondos tos manjares y muy horrenda a doña Corazón. Y nada. Trunfaba siempre la pulidez de la señora. Porque ¿qué fortaleza y qué rigores ascéticos podrían malograr la sabía mensura de la masa de las empanadas de pescado y el primor de la tostada orilla, toda de un rizo, como el tisú de la casulla más preciosa de la Visitación?
-Y ese trenzadico, o como se llame de los pasteles, ¿lo hace usted con los dedos nada más? 
-¿Dice usted el repulgo, don Jeromillo? 
-¿El repulgo? Bueno; sí, señora; el repulgo será. 
-¡Pues cómo había de hacerlo, sino con los dedos nada más! — Y la señora tendía sus manos mostrándole los graciosos hacedores del repulgo, y sonreía como una santa que sabe la blancura de sus dientes. 
Y el capellán le miraba los dedos aspirando su aromosa limpieza, olor de bergamoto, pero bergamoto hecho ya carne y palidez delicada de la viuda".
("Don Jeromillo y Don Magín"; pág. 146)

MJ colgó en YouTube la siguiente receta de empanada de atún:



REPS

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Reps es una voz que no recogen ni  Covarrubias ni  Autoridades. La primera mención la encontramos en el "Nuevo diccionario enciclopédico ilustrado de la lengua castellana" (1901) de Miguel de Toro y Gómez. La define así:

"REPS. m. pal franc. Tela de seda muy fuerte. "Sillas de reps verde".

En Academia se encuentra a partir de la edición de 1925, con esta definición:

"REPS. (Voz francesa.) m. Tela de seda o de lana, fuerte y bien tejida, que se usa en obras de tapicería".

No varía hasta la edición de 1985, en la que dicen:

"REPS. m. Tela de seda o de lana, algodón o rayón, fuerte y bien tejida, que se usa en obras de tapicería.// No varía en pl".

En la Edición del Tricentenario,última consultada, se vuelve a la definición de 1925.
El Rodríguez Navas (1918) define esta voz de este modo:

"REPS. m. Com. Tela de cordoncillo para forrar muebles de tapicería.- De igual voz francesa".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia en la edición de 1925 e ilustra la voz reps con un párrafo de la novela de José María de Pereda titulada "Peñas arriba":

"Los muebles no guardaban estilo ni orden ni concierto, y en cada uno de ellos y en el conjunto de lo que contenía todo el salón, y en el salón mismo, se echaba muy de menos la huella de la hábil mano de la «señora de su casa,» que faltaba en aquélla por no haberla necesitado aún su dueño para arrojar la cruz de su soledad, que no debía pesarle mucho. De seguro que no hubiera consentido esa señora rimeros de libracos viejos y apolillados sobre el sofá de damasco rojo, ni un banco de roble tallado entre dos sillas de reps verde, ni dos pedruscos célticos y una escombrera de cascotes romanos encima del banco de roble y de la consola de nogal, no obstante ser los unos y los otros buena presa del solariego en sus incesantes exploraciones arqueológicas en aquellas comarcas y sus aledaños".
(Cap. XIV; págs. 247-248)

D. Rafael María Baralt no recoge esta voz en su "Diccionario de Galicismos..." (2ª ed. Librería de Leocadio López. Madrid, 1874), pero sí se encuentra en el "Diccionario francés-español y español-francés" (4ª ed. corregida. Librería de Rosa y Bouret. París, 1860),  de Domingo Gildo, con esta definición:

"REPS. m. reps. Com. Nombre que se da á cierta tela que se fabrica en Lyon".

Una definición mucho más amplia de esta tela la encontramos en el "Diccionario de materia mercantil, industrial y agrícola..." (1855), de don  José Oriol Ronquillo y Vidal. Leemos en el tomo IV de esta obra lo siguiente:

"Tercera clase. TEJIDOS COMPUESTOS. Son los que se componen de dos ó mas ligamientos, que funcionan en toda la extension del tejido. Subdivídense principalmente en cinco géneros: 
I ."Todos los tejidos cuyos ligamientos tienen por objeto producir sobre un fondo unido una cierta cantidad de bastas de urdimbre ó de trama con un orden determinado por la disposición de su ligamiento especial; tales son los reps, los acanalados con envés, las mantelerías comunes de algodón, llamadas gusanillo ó grano de cebada, y otras especies derivadas de las mismas, ó combinadas por sus principios".
(Pág. 360)

"REPS. Conócense en el comercio bajo este nombre varias telas, unas por parecerse al tejido propio de reps, y otras porque de tiempo inmemorial llevan esta denominación. El Reps, (que en liso ó en labrado, la Teoria de Tejidos conoce es un cordoncillo á lo largo producido por la trama y combinado de modo que un hilo de la trama forma los cordoncillos pares y el hilo siguiente los impares. Este tejido está combinado de varias maneras. Hay un Reps, llamado Cordoncillo, sin revés y cuyo, cordoncillo es igual por ambas caras, que es de bastante consumo en su empleo casi único para calzado de señoras en las Americas. Hay otro Reps cuyo primer hilo de trama produce todos los cordoncillos ó canalones pares, y el segundo todos los impares, formando tanto el primero como el segundo hilos de trama tafetán con la urdimbre en las partes que no hacen el cordoncillo, lo cual establece un revés de tejido punto imperial muy compacto, que da mucho relieve al cordoncillo: este tejido se combina con los de raso y gro para hacer lo que se llama Reps labrado, en cuyo caso sirve regularmente éste de fondo y los otros dos para la combinación de flores, listas, cuadros, etc., y se emplea para vestidos de señora. Fabrícanse también ricos Pañuelos de reps labrados, de 72 pulgadas en cuadro, que además de tener un buen consumo en el país, se exportan á la América del Sur. —Si bien no es posible fijar los hilos que las distintas calidades de reps cuentan en el cuarto de pulgada, puesto que varían muchísimo según la combinación que con este tejido se ha formado y la aplicación que de él se quiere hacer, en general diremos: que la clase regular cuenta de 60 á 80 hilos de urdimbre y de 28 á 30 hilos de trama; que la clase mediana cuenta de 80 à 100 hilos de urdimbre y de 34 á 38 hilos de trama, y que la clase rica cuenta de 100 á 120 hilos de urdimbre y de 40 á 50 hilos de trama, y por último que los pañuelos siguen también esta escala aproximada. Las piezas no tienen largarias determinadas, pues si el reps se destina para vestidos se arregla ya á cortes; si es para exportar á América se fabrica en piezas de 35 á 40 varas de largo y 24 pulgadas de ancho, siendo entonces su peso de 4 1/2á 5 1/2 libras".
(Pág. 403)

"REPS. Distínguense cuatro especies de esta tela: 
I. Reps argelino. Tela de urdimbre de algodón y trama de lana, con listas de seda; sus dibujos son listados al través con colores muy opuestos á los del fondo, que, aunque regularmente es liso, se fabrica también de modo que las listas, a mas de los cambios de colores, tienen alguna labor producida por la máquina de Jacquart; su tejido presenta unos cordoncillos ó canalones á lo largo de la seda cubiertos con la trama; cuenta en el cuarto de pulgada de 12 á 16 hilos de urdimbre y de 30 á 38 hilos de trama, y las listas de seda también de 30 á 38 hilos; tiene de 60 á 60 varas de largo y de 56 á 60 pulgadas de ancho, y pesa de 40 á 45 libras. Sirve para toda clase de colgaduras y particularmente para cortinas de puerta. Es producto de la industria nacional, y se recibe del extranjero.
2. Reps labrado. Esta tela, que forma cordoncillo como la anterior, se fabrica con extraordinaria variedad de gustos, entre los cuales los hay con muy buenos dibujos, que regularmente presentan copia de las antiguas y magníficas telas que se fabricaban en las épocas del renacimiento, de Luis XIV, y otras; por lo común la urdimbre de algodón cuenta en el cuarto de pulgada de 12 á 18 hilos, de los cuales hay una mitad gruesos que sirven para hacer los cordoncillos del reps, y otra mitad delgados que sirven para ligar la trama con el fondo de la tela; tiene dos tramas, una de seda y otra de lana, que cuentan cada una en el cuarto de pulgada de 12 a 16 hilos, y á veces se confecciona con tres ó cuatro tramas para dar mayor realce á los efectos del dibujo. Este reps tiene de 30 á 35 varas de largo y de 56 á 58 pulgadas de ancho, variando su peso según la cantidad de trama que se emplea de 40 á 45 libras. Sirve para colgaduras, muebles, cortinas de puerta, y tapetes de mesa de los cuales los hay cuadrados y rectangulares en los grandores de 54 á 80 pulgadas. Es producto de la industria nacional, y se recibe del extranjero.
 3. Reps brochado. Tela de iguales condiciones a las de la anterior por lo relativo á su fondo, Pero con efectos brochados, que regularmente representan flores ó atributos que van colocados al centro de medallones ó interpolados con el dibujo, y también se fabrica con dibujos que representan paisajes y figuras, imitando con mucha perfección las magníficas telas de Aubusson y Gobelins. Sirve para colgaduras, entapizar muebles, y tapetes de mesa de los cuales los hay cuadrados y rectangulares en los grandores de 54 a 80 pulgadas. Es producto de la industria nacional y se recibe del extranjero.
4. Reps listado. Esta variedad de reps presenta un fondo de cordoncillos al través de la tela cubiertos por la urdimbre de lana, y unas listas de raso cuyo efecto es producido por la ur dimbre de seda; tiene tres urdimbres, una de seda que sirve para las listas de raso, otra de lana, que sirve para hacer el fondo, y otra de algodón, que sirve para ligar el revés de la tela; en el cuarto de pulgada cuentan, la urdimbre de seda de 22 á 26 hilos, la de lana de 20 á 25 hilos, y la de algodón de 9 á 12 hilos; la trama es de algodón y cuenta de 15 á 20 hilos en el cuarto de pulgada. Este reps tiene de 40 á 45 varas de largo y de 54 á 56 pulgadas de ancho, y pesa de 37 a 38 libras. Sirve para colgaduras y muebles. Es producto de la industria nacional, y se recibe del extranjero".
(Pág. 413)

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Leopoldo Alas Clarín escribió esta voz en su novela "La Regenta":

"Doña Paula había vuelto á entrar en el despacho de su hijo. Registró la alcoba. Vió la cama levantada, tiesa, muda, fresca, sin un pliegue; salió de la alcoba; en el despacho reparó el sofá de reps azul, las butacas, las correctas filas de libros amontonados sobre sillas y tablas por todas partes; se fijó en el orden de la mesa, en el del sillón, en el de las sillas".
(Vol. I; cap. XI; págs. 360-361)

"Y cansado por tantos esfuerzos y sorpresas, don Fermín  dejó caer la cabeza sobre el sobadoreps azul del testero y en aquel rincón oscuro del coche, ocultando el rostro en las manos que ardían, lloró como un niño, sin vergüenza de aquellas lágrimas de que él solo sabría".
(Vol. II; cap. XXVI; pág. 375)

Doña Emilia Pardo-Bazán puso esta voz en su novela "El cisne de Villamorta" (4ª ed. Librería de Fernando Fe. Madrid, 1885):

"En la salita de Agonde tomaron asiento, dejando respetuosamente á D. Victoriano el sofá de reps grosella, y formando en torno suyo un semicírculo de sillas y butacas".
(Cap. III; págs. 51-52)

En su novela "Tormento", escribe D. Benito Pérez Galdós:

"Completaba el ajuar del despacho sillería de reps verde claveteada, que á Caballero se le antojaba de un gusto detestable; mas había hecho propósito de regalarla á sus primos cuando llegara. la remesa de muebles que estaba esperando".
(Cap. XXI; págs. 165-166)

José Martínez Ruiz puso esta voz en algunas de sus obras; por ejemplo, en "Antonio Azorín":

"Amueblan la alcoba: una cama de hierro, un lavabo de mármol con su espejo, una cómoda con ramos y ángeles en blanca taracea, una percha, tres sillas, un sillón de reps verde.
En este sillón verde está sentado Azorín. Tiene ante sí una maleta abierta. Y de ella va sacando unas camisas, unos pañuelos, unos calzoncillos, cuatro tomitos encuadernados en piel y en cuyos tejuelos rojos pone: Montaigne".
(Primera parte; cap. II; pág. 61)

"Azorín ha recibido hoy una carta; la fecha decía: Petrel; la firma rezaba: Tu infortunado tío, Pascual Verdú.
¡Pascual Verdú! Azorín, de lo hondo de su memoria, ha visto surgir la figura de su tío Verdú. Ha columbrado, confusamente, entre sus recuerdos de niño, como una visión única, una sala ancha, un poco oscura, empapelada de papeles grises a grandes flores rojas, con una sillería de reps verde, con una consola sobre la que hay dos hermosos ramos bajo fanales, y entre los dos ramos, también bajo otro fanal, una muñeca que figura una dama a la moda de 1850, con la larga cadena de oro y el relojito en la cadera".
(Primera parte; cap. XV; págs. 101-102)

En "La voluntad" describe de este modo el despacho de Enrique Olaiz, que no es otro que su amigo Pío Baroja:

"El despacho es una pieza cuadrada con una ventana que da al patio. A un lado hay una mesa y un estante con libros; junto a la ventana, otra mesa con tapete verde, y por la estancia, ligeros sillones de gutapercha y sillas de reps verde. Lucen en las paredes reproducciones de cuadros del Greco, una fotografía del Descendimiento de Metsys, aguafuertes de Goya, grabados de Daumier y Garvani. De cuando en cuando Yock, que es un perro kantiano, entra y sale familiarmente. Y un reloj marca, con su tic-tac sonoro, el correr del tiempo inexorable".
(Parte II; cap. 8; pág. 168)

Ramón María del Valle-Inclán comienza de esta manera el capítulo XXIX de su obra "Baza de espadas", una de las novelas de "El ruedo ibérico":

"El gigante eslavo penetró en el comedor rodeado de los conspiradores españoles, que, con verbosas instancias, le obligaron a ocupar la cabecera de una mesa, bajo la luz marina del ojo de buey. El comedor de caobas oscuras, tapizado de reps verde, era triste y opaco con la expresión embalsamada de una moda en fuga. El techo, muy bajo y de vigas simétricas, tenía esa leve comba que se origina de la arquitectura naval. A cada balance el horizonte de olas y espumas mudaba la perspectiva en el campo óptico del ojo de buey: Las mesas tenían puestas los violines, y por los rincones oscuros alumbraban algunos mecheros de petróleo. Bakunin, con sus barbas fluviales, sus melenas de bohemio, sus gestos de inspirado, sus ademanes proféticos, atraía las miradas...".
(Primera parte: "Vísperas setembrinas"; "Alta mar"; pág. 120)

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Concha Espina escribió esta voz en su novela "La esfinge maragata":

"Todos estos detalles sorprendieron los ojos inquiridores que, después, se posaron con cierta ansiedad en la saluca. La cual era espaciosa, baja de techo, con rudo viguetaje pintado de amarillo, igual que el camarín de Mariflor; las paredes, de anémica palidez, se hundían en muchos sitios, entre mal blanquete y hondas arrugas, como la faz de viejas presuntuosas en las ciudades festivas. Un sofá de anea con almohadones de satén, floreados y henchidos, se extendía en el testero principal, y, encima, elevado y turbio, inclinábase un espejito, con el alinde picado y el marco negro, en reverencia inútil ante una visita que jamás llegaba; alrededor de aquella luna triste y a lo largo de las otras paredes, sendos cromos con patética historia memoraban la vida de una santa mártir, moza y gentil; fotografías pálidas, casi incognoscibles, prisioneras en listones de un dorado remoto, ceñidas por cristales heridos, trepaban en desordenada ascensión, en una verdadera república de colgajos, desde las decoraciones viejas de almanaques y el ramo seco de laurel, hasta las pieles corderinas abiertas en cruz, a medio curtir. Entre las sillas, muy numerosas, juntas y apretadas en hilera como aguerrida hueste, delataban, algunas, otros tiempos de más prosperidad para la familia Salvadores; aquellas de reps y de caoba con el pelote del asiento mal contenido por desmañadas costuras, con la color verde convertida en marchitez dorada, como el follaje de otoño; aquellos dos sillones de gutapercha, despellejados y hundidos, con respaldares profundos y solícitos brazos; la clásica consola y el amigable velador, cuentan las abundancias de unos desposorios en que la abuela y su primo Juan unieron con sus manos las más pudientes fortunas de Valdecruces, en gran porción de arrotos y centenales, cortinas y recuas"
(Cap. V: "Valdecruces"; pág.42)

Max Aub escribe en su novela "Campo cerrado":

"El Gordo está desplegado al aire de un sofá de reps. Alarga la mano en un último esfuerzo desperezonil hacia la mesilla donde se ha apagado la punta colillera de un toscano. Alcánzala el rufián y la chupetea a favor del chispero. Entre cortinas de terciopelo marino asoma la cabeza emperejilada de la alcahueta segunda".
(Tercera parte. 1. "Vela y madrugada"; pág. 195)

RÉPROBO-BA

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Emiliano Villa: "La muerte del réprobo" (1893)

Covarrubias nombra esta voz de pasada en su definición de los verbos probar y reprobar:

"PROVAR, intentar vna cosa y algunas vezes, vale gustalla. Prouar su intencion, es aueriguar con testigos y escrituras, y otros medios, ser verdad lo que se dize, o lo que pretende. Prouança, el examen que se haze dela cosa que se va aueriguando juridicamente. Prouable, lo que se podria prouar. Prouabilidad, es vna creencia, o concepto que se tiene de que alguna cosa puede ser, o no. Dixose del verbo Latino probáre. Aprouar, confirmar. Aprouacion, y aprouado. Comprouar, cotejar vna escritura con otra. Reprouar, reprouado, y reprouacion, y reprouo. Vide suis locis.

REPROVAR, condenar y desechar. Latine, reprouare. Reprouado, y reprouacion, y reprouo".

Autoridades recoge las voces reprobar, reprodado-da (es errata) y réprobo, con estas definiciones:

"REPROBAR. Vale tambien decretar Dios la pena eterna, en castigo de la mortal culpa, al que infeliz muere en ella. Lat. Peccatorem reprobare, damnare. VENEG.  Difer. lib. I. cap. 9. De aqui se sigue que el que fuere reprobado no tiene porque quejarse de la Divina Justicia.

REPRODADO, DA. part. pass. del verbo Reprobar, en sus acepciones. Lat. Reprobatus. Damnatus.

REPROBO. )Réprobo) s. m. El destinado á la pena eterna por la Divina Justicia, en castigo de su mortal culpa. Lat. Reprobus".

Academia, en la edición de 1780, define el verbo reprobar del siguiente modo:

"REPROBAR. v. a. Condenar, contradecir, excluir, no admitir, ó no aprobar. Reprobare.

REPROBAR. Decretar Dios la pena eterna en castigo de la mortal culpa al que infeliz muriere en ella. Peccatorem reprobare, damnare".

En la edición de 1803 incluyen, por primera vez el femenino de la voz réprobo y varían un poco su definición:

"RÉPROBO, BA. adj. que se aplica á la persona destinada á la pena eterna por la divina justicia en castigo de sus pecados. Úsase tambien como substantivo. Reprobus".

En la edición de 1822, dicen:

"RÉPROBO-BA. El que por eterno decreto está condenado á las penas eternas. Úsase tambien como sustantivo. Reprobus".

En la edición de 1869, leemos:

"RÉPROBO, BA. m. y f. El que por decreto del Altísimo está condenado á las penas eternas".

En la edición de 1884 escriben la misma frase pero cambiando el orden de las palabras:

"RÉPROBO, BA. (Del lat. reprobus.) adj. Condenado á las penas por decreto del Altísimo. Ú. t. c. s.".

la Divina Justicia, el  eterno decreto o el decreto del Altísimo desaparecen en la siguiente edición:

"RÉPROBO, BA. (Del lat. reprobus.) adj. Condenado á las penas eternas. Ú. t. c. s. ".

Nada varía hasta la edición de 1984, en la que añaden otras acepciones de esta voz:

"RÉPROBO, BA. (Del lat. reprobus.) adj. Condenado a las penas eternas, Ú. t. c. s. // 2. Dícese de la persona condenada por su heterodoxia religiosa. // 3. Por ext. , se aplica a las personas apartadas de la convivencia por razones distintas de las religiosas. // 4. Malvado.".

Estas definiciones se mantienen hasta la Edición del Tricentenario, última consultada.
El Esteban Terreros nos remite a la voz precito. Retrocedemos unas páginas y encontramos esta definición:

"PRECITO. Réprobo, condenado para siempre. Fr. Reprouvé. Lat. Reprobus, damnatus, reprobatus. It. Reprobato, riprovato, dannato; la voz latina que le acomodan comunmente, se toma por falso, ó adulterino".

Esta voz la recoge también Autoridades, que la ilustra con dos ejemplos literarios:

"PRECITO, TA. adj. Condenado a las penas del infierno. Algunos dicen Prescito. Lat. Reprobus, a, um. M. AGRED. tom. I num. 48. Fueron escogidos los predestinados por liberal gracia, y reprobados los prescitos por la recta Justicia. TORR. Peregr. cap. 23. Al obstinado Gobernador le hacian las sumissiones altivo, las lágrymas ciego, las promessas sordo, las amenazas airado, y las descomuniones precíto".

El Domínguez recoge las voces reprobable, reprobación, reprobadamente, reprobadísimo, reprobado, reprobador, reprobamiento, reprobante, reprobar, reprobativo, reprobatorio y réprobo. Veamos dos de ellas:

"REPROBAR. v. g. Desaprobar, no admitir, no creer útil, bueno ó conveniente algo dado; no considerar aprobable el objeto, la cosa en cuestion; contrariar, contradecir, oponerse á; condenar, desechar, escluir etc., según el caso de que se trate, ó la cosa á que haya especial referencia.// Se usa tambien como pronominal.

RÉPROBO, BA. adj. Aplícase al que por eterno decreto está condenado á las penas del infierno. Sustantívase.// Se usa tambien en un sentido figurado análogo, si cabe analogía entre lo temporal y lo eterno".

Don Aniceto de Pagés y Puig (1843-1902) no pudo terminar el "Gran diccionario de la lengua castellana", que consta de cinco volúmenes. Tras su fallecimiento, retomó el trabajo su amigo el escritor mallorquín y Académico de la Lengua don Miguel Mir y Noguera (1841-1912) y, muerto éste, logró acabarlo el poeta, traductor y lexicógrafo  José Pérez Hervás (1880-193 ?) junto con su mujer Flora Osete u Ossette. Para el que esté interesado en la vida y obra de este autor le recomiendo la excelente tesis doctoral de la filóloga Susana Á. Silva Villar, cuyo enlace pongo aquí.
Venimos diciendo, desde que citamos este imprescindible diccionario, que a don Aniceto le debía gustar mucho la obra de Sojo y Rojo, y creo que ha llegado el momento de rectificar, pues los ejemplos que se encuentran en su cuarto y quinto tomo los escogieron, probablemente, José y Flora, que se cita a sí misma para ilustrar la voz que estamos estudiando:

"RÉPROBO, BA (Del lat. reprobus) adj. Condenado á las penas eternas. Ú. t. c. s.
Entre los réprobos pintó Miguel Angel a sus principales enemigos".

Probablemente esta cita pertenezca al primer tomo de la "Historia del Renacimiento", de Pérez Hervás, publicada en el año 1916.

El María Moliner recoge tres acepciones de esta voz:

"RÉPROBO, -A 1 adj. y n. Condenado al infierno. 2 Apartado de la Iglesia. 3 Malvado, perverso".

El Manuel Seco ofrece dos y las ilustra con ejemplos literarios:

"RÉPROBO -BA Adj. 1 (Rel. crist.)  (Pers.) condenada a las penas eternas. Tb. n. Tn (lit.) fig. // ABC 13.12.70, 11: La multitud de figuras que representan...la Crucifixión y, finalmente, los Elegidos y los Réprobos.
2 (Rel. crist.) (Pers.) condenada por su heterodoxia religiosa. Tb. n. // CBarojaTr 3.6.72, 28: Mi tío era no solo anticlerical, sino anticristiano. Conocido es el empeño que se pone en "convertir" y hacer que mueran en el seno de la Iglesia los réprobos".


Giovanni da Modena.- "Inferno" (1410)

El  "Diccionario Apostólico" (Imprenta de Don Benito Cano. Madrid, 1787-1796), del eclesiástico francés Jacinto Montargón, fue traducido al castellano por el famoso periodista  Francisco Mariano Nipho, fundador, entre otros, del "Diario noticioso, curioso-erudito y comercial, público y económico"(1758) y de "El Correo General de España" (1770). Esta obra consta de 15 tomos. En el IV encontramos numerosas referencias a los réprobos; por ejemplo, en las "Reflexiones Theologicas y Morales sobre el Infierno y la Eternidad Infeliz". Comienza con una pregunta:

¿Qué es el infierno?

"El Infierno es la prision de la justicia de Dios: es el término de su ira, y de su furor; es una region de lágrimas, una morada en que reynan el desorden y  la confusion;  es el centro de todos los males: es finalmente, segun la expresion de la Escritura, un lago de miserias, en el que los réprobos padecen los tormentos mas excesivos por su rigor, y los mas insoportables por su duración.

¿Qué es un réprobo en el Infierno?

Un réprobo en el Infierno es una desgraciada victima del odio y de la omnipotencia de Dios, y si me es licito explicarme asi, de la eternidad de Dios: ¿Qué hace el odio de Dios? le aleja y le separa del soberano bien, y esta separacion y alejamiento le arroja en el mas amargo dolor, y en la mas profunda tristeza. ¿Qué hace la omnipotencia de Dios? Hace servir á todas las criaturas para su suplicio; obra para este efecto milagros, y da al fuego una virtud que excede á su fuerza y actividad natural. ¿Qué hace la eternidad de Dios? Le quita toda esperanza para lo venidero; ya no hay mas volver atras, ni hay fin. ¿Podemos comprehender estas cosas? ¿podemos pensar en ellas seriamente sin atemorizarnos?

¿Qué padece el réprobo en el Infierno?

Aunque son inumerables las penas de los réprobos, no obstante los Theologos las reducen á dos: es á saber, la pena de daño, y la pena de sentido. La pena de daño consiste en estar privado de su ultimo fin : en no ver jamas á Dios: en estar eternamente desterrado de la patria celestial: en una palabra, en ser privado de toda suerte de bienes. La pena de sentido es aquella por la qual el cuerpo y todos los sentidos del réprobo son eternamente atormentados. Estas dos penas corresponden á dos desordenes que produce el pecado: y son, el desprecio insolente que ha hecho el hombre de su Criador, y el amor desordenado que ha tenido á la criatura. Asi se explican todos los Theologos con el Angel de las Escuelas.
De todas las penas sensibles del infierno la mayor es sin duda la del fuego, quiero decir de un fuego verdadero y real. Las palabras del Evangelio lo expresan demasiado, y no admiten disputa. Apartaos de mí malditos, id al fuego eterno. No es este un fuego imaginario ó figurado sino real, pues todas las veces que la Escritura habla de los tormentos del infierno, nos representa hogueras encendidas por el soplo del Señor; y no se puede sin una insigne temeridad negar una verdad tan universalmente reconocida, tan poderosamente autorizada por los Padres, y tan expresamente establecida por las mismas palabras de la Escritura. ¿Comprehendemos todo el rigor de este tormento? Este fuego que quema en la tierra, dicen los Padres",
(Págs. 122-123)

"El réprobo en el infierno aborrecerá á Dios eternamente, pero nada conseguirá su ódio. Abrumado baxo del peso de la mano vengadora querria que no hubiese Dios, y que fuese aniquilado; querria verle despojado de su gloria, insultado, ultrajado, y despreciado de los Angeles, y de los hombres; en una palabra, querria hacerle infeliz, y partícipe de las mismas penas que él siente. De aqui provienen aquellas blasfemias horribles, aquellos juramentos exécrables, aquellas imprecaciones espantosas que vomitará sin cesar: de aqui aquellos arrebatamientos, aquellos furores, aquellos ahullidos, y finalmente aquellos deseos estravagantes é inutiles que le agitarán sin intermision; pero siempre hallará á este Dios terrible, armado de rayos y furores, omnipotente, inmutable en sus decretos, y eterno en su duracion; y entonces el condenado volverá su rabia, y su desesperacion contra sí mismo. ¿Es justo castigar por toda la eternidad un pecado que duró un instante? Quien podrá dudarlo, pues Dios que es la justicia misma es el Autor de esta sentencia: pero no hay proporcion entre un deleyte pasagero, y un castigo eterno: he! ¿y hay proporcion entre vosotros, y la infinita magestad de Dios á quien habeis ultrajado?..."
(Pág. 125)

Imagen de los suplicios del Infierno

Representaos un vasto, é inmenso subterraneo en medio del qual haya un estanque de fuego, y azufre ardiente, que el Apocalipsi llama pozo del abismo, ó estanque todo de fuego; y en el Evangelio se le da el nombre de hoguera de fuego. Pues en esta morada de horror, y en esta tierra de maldiciones habita el réprobo. Aqui es donde el Señor, ocupado enteramente en vengarse, hace correr fuentes inagotables de pez y azufre. En lugar de la lluvia y rocio hace caer carbones ardientes sobre la cabeza de los réprobos. Allí los pecadores están asidos á lazos y cadenas de fuego. Alli no hay paz, ni tranquilidad, pues un espíritu de tormenta y uracan agita de continuo á estas infelices victimas. La amistad, ni la compasion no reynan en este lugar donde solo se oyen gritos, gemidos, y ahullidos espantosos".
(Pág. 128)

El obispo de La Serena (Chile), don Justo Donoso, es el autor del "Diccionario Teolójico, Canónico, Jurídico, Litúrjico, Bíblico..." (Imprenta i Libreria del Mercurio. Valparaiso, 1855-1857), publicado en cuatro tomos. Al estudio de  la voz infierno (Tom. III) le dedica casi diez páginas. Entre otras cosas dice:

"INFIERNO. Esta palabra derivada de la hebrea scheol, se toma a veces en la Escritura por el sepulcro; en este sentido dijo Jacob que descendería al infierno, descendam lugens in infernum, es decir, que bajaría al sepulcro consumido de dolor por la muerte de su querido hijo José (Gén. 37, v. 35). Otras veces se toma por lo que se ha llamado el seno de Abraham, o el lugar donde las almas justas esperaban la venida del Salvador; i en este sentido se dice que Jesucristo bajó a los infiernos: Descendit ad inferos (2 Pet. 11, v. 4). El profeta David se refería tambien a este lugar, cuando decía: Non derelinques animan meam in inferno, nec dabis Sanctum tuum videre corruptionem (Psal. 15, v. 10). Pero mas comunmente se designa con este nombre, en la Escritura i en los escritos de los Padres, el lugar donde los demonios i todos los que salen de este mundo, reos de pecado mortal, son castigados con suplicios eternos. Bajo de esta última acepción vamos a tratar en este lugar, del infierno".
(Pág. 100)

"Segun S. Mateo, cuando Jesucristo venga in majestate sua, a juzgar a todos los hombres, dirá a los que están a la derecha: "Veníd benditos de mi Padre; poseed el reino que os está preparado desde el principio del mundo"; i a los que están a la izquierda: "Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno que ha sido preparado para satanás y sus ánjeles. I estos irán al suplicio eterno i los justos a la vida eterna: et ibunt hi in supplicium aeternum, justi autem in vitam aeternam". (Matth. c. 25)
Se ve, pues, por este testo, que el suplicio de los réprobos ha de tener la misma perpetua duracion que la felicidad futura de los justos. (...)
Todos los padres, todos los doctores de la Iglesia que han tratado de los suplicios de los réprobos, han proclamado constantemente, uniformemente, la eternidad de las penas del infierno, apoyándose en los oráculos del Antiguo y Nuevo Testamento".
(Págs. 103-104)


Del padre jesuita Pedro Gerónimo es la obra titulada "Predicacion frvctvosa, sermones al espiritv, sobre los motivos, qve ay mas poderosos para redvcir los hombres al servicio de sv criador" (Diego Dormer. Çaragoça, 1652) El "Sermón vigésimo del Juicio Universal" lo divide en cuatro asuntos. En el tercero, escribe:

"Pero que diremos de los infelizes reprouos, transgressores de los preceptos diuinos? Como pensays, que se vnirán sus almas condenadas con sus miseros cuerpos? Aueys visto fundir vna gran campana? Primero el molde de barro le forman, y a fuego manso le van cociendo; despues abren una hoya en medio de vna gran plaça, deslian el fuerte bronze, y por sus canales, lo guian al molde; mirad, con que presteza y firmeza se derrama, y asierta (sic) con el molde; pues de essa manera el alma del pecador, se infunde, y derrama por el cuerpo, el qual, por ojos, orejas, narizes, y por todos los poros comienza a arrojar llamas, incendios de fuego abrasador, y las platicas, y coloquios de las almas, con sus cuerpos, serán maldiciones, despechos, y clamores al Cielo. Es posible, diran, que por dar placer a estos tiranos, por regalar estos sacos de tierra, alimento de gusanos, nos sugetamos a suplicios eternos? Es posible, que por tan breues, y viles gustos, hemos de penar por eternidades? Ay miserables de nosotros, quan ciegos, y perdidos anduuimos por lisongear nuestros sentidos. Ha, Señor, soberano, dadnos tiempo para hazer penitencia, y vereys estos cuerpos cubiertos de cilicios y bañados en sangre, en descuento de nuestros yerros".
(Págs. 405-406)

La "Colección de pláticas dominicales que para facilidad y descanso de los venerables curas párrocos y tenientes de cura"(Imprenta de Pablo Riera. Librería Religiosa. Barcelona, 1858-1859) formó y reunió, de los más clásicos autores, el arzobispo de Santiago de Cuba, don Antonio María Claret y Clará, fueron publicadas en siete volúmenes. La que nos interesa es la "Plática de la dominica décimonona después de Pentecostés: sobre las penas del infierno", en la que, entre otras cosas, dice:

"Bien sabido es por el Evangelio que los réprobos tendrán que sufrir en el infierno dos suertes de penas, puesto que en el juicio universal les dirá Dios: Apartaos de mí, malditos: discedite á me
Ved aquí la pena que se llama de daño, que es estar separados de Dios para siempre. Id al fuego eterno: ved aquí la pena de sentido, pues todos los sentidos tendrán que padecer el tormento del fuego. 
Digo primeramente que la pena de daño consiste en ser arrojados para siempre de la vista ele Dios, de su amistad y de su compañía. ¿Concebís lo grande de esta pérdida y de esta desgracia? ¡Qué terrible es! De esto temblaba David cuando decía tan frecuentemente : Dios mió, no me arrojes de tu vista, no: me abandones: Ne projicias me a facie tua, ne derelinquas me. 
En efecto, perder á Dios es la pérdida del mas grande bien que se puede imaginar, y este será el mayor suplicio ele los condenados. Si cuando perdéis un peso duro os enfadáis, y mucho mas si perdéis ciento, y todavía mas si perdéis mil, ¿qué será pues perder el reino del cielo, la posesión, de Dios, que es el centro de todos los bienes, perder un tesoro inmenso ó infinito, y una dicha á la cual todas las almas tienen tanta propensión é inclinación? Porque á la verdad, fieles míos, mientras que nuestra alma está en el cuerpo se entretiene con los placeres de la vida, y la ocupan los negocios de la tierra; pero, cuando está despojada del cuerpo no tiene cosa que la entretenga ó que la disipe, no tiene persona con quien conversar, ni encuentra objeto á que pueda dedicarse; entonces conoce evidentemente la extrema necesidad que tiene de Dios, y la aptitud y capacidad que ha tenido de merecerlo. Es verdad que el alma mundana que está sumergida en las cosas de la tierra, y que no teme sino lo que desagrada á sus sentidos, no está penetrada del temor de esta pena ele daño; y así es menester ponerle delante de los ojos lo que padecerá en los cinco sentidos del cuerpo.
Primero. La vista será allí afligida, pues el infierno es un lugar de tinieblas y una sombra de muerte: terra tenebrosa, et operta mortis calígine. Jamás veréis cosa que os pueda consolar ni poco ni mucho. Segundo. El oído será fuertemente atormentado, porque no se oirán sino gritos de desesperación, rugidos terribles, maldiciones y blasfemias. 
Tercero. El olfato será atormentado con una hediondez insoportable. El profeta Isaías dice que del cuerpo de aquellos infelices, después de la resurrección, saldrá un olor hediondo: de cadaveribus eorum ascendet faetor. 
Cuarto. El gusto, que es causa de que tantas gentes ofendan á Dios, será castigado de muchos modos; el mas terrible es el de la sed. El rico avariento de quien se habla en el Evangelio es buen testigo; se os ha contado la historia, y quien la refiere es el Hijo de Dios, por lo que no os atreveréis á decir que es una fábula; él nos enseña las causas de su condenación; era rico, vestía magníficamente, se regalaba todos los días, y no daba limosna como debía. Siendo sepultado en el infierno después de su muerte, y atormentado en aquellas voraces llamas, grita que se le envié al pobre Lázaro, y que este moje un dedo en un poco de agua para refrescarle la lengua; pide este favor, y se le niega. 
El quinto sentido, que es el tacto, será atormentado por el fuego en todas las parles del cuerpo".
(Vol. I; págs. 311-312)



Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera, puso esta voz en so obra "Reprobación del amor mundano", más conocida como "El corbacho". Cito de la edición publicada por la Sociedad de Bibliófilos Españoles en 1901:

"Porque te digo mas: que avn asy en el viejo como en el moço, asy en el clerigo como en el lego, así en el cauallero como en el escudero, en el ombre de pie como en el rapaz, asy en el ombre como en la muger, honestidad es hermana de verguença, castidad madre de contynençia. E si en ellos son, mucho son de alabar, e sus contrarios de denostar. E non creo que ombre o fembra, por de tan alto lynaje que sea, que non le sea feo desonesto amar e viuir, e vituperioso de contar entre honestos e discretos varones, contandolo a grand defecto al ombre o fenbra, salua honestidad de matrimonio, de todo honesto amor cabe. Pues dy, amigo: ¿qué es la razon porque quieres tan locamente amar, pues asy es que asy çerca Dios como açierca de los ombres es avido por reprobo e blasfemo el tal amor?".
(Primera parte; cap. VIII: "De cómo honestad e contynencia son nobles virtudes en las criaturas";págs. 25-26)

A Juan de Jáuregui (1583-1641) se le conoce principalmente por ser el  autor del supuesto retrato de Miguel de Cervantes, y por traducir al español el incompleto poema de Lucano titulado "La Farsalia", Lo sacó a la luz el librero de Cámara del Rey, Sebastián de Armendariz, en el año 1684, junto con los cinco cantos que dedicó  a Orfeo.  En "La Farsalia" escribe:

A bruto solo entre las almas pías
vi alegre, a quien promete ya el siguiente
lustro, interrumpiendo tiranías,
otro igual Bruto el exemplar le aumente;
vi como las almas réprobas impías,
en Catilina y Mario erguida frente;
Crasos y Drusos, que en estancia ajena
Roma asolada es gloria de su pena.
(Libro XII)

La octava 16ª del canto II  de su poema "Orfeo" dice así:

Resonó en la ribera tiempo escaso
el canto que humanar las piedras suele;
cuando atrás vuelve, y obedece el vaso
más a la voz que al remo que le impele;
la conducida turba al nuevo caso
se admira, se regala, se conduele;
y las réprobas almas, con aliento
se juzgan revocadas del tormento.

José de Espronceda dedicó a su gran amor, Teresa Mancha, muerta en el mes de septiembre de 1837, el Canto II de su largo poema  "El diablo mundo". He aquí una de sus octavas:

Y tú feliz, que hallaste en la muerte
sombra a que descansar en tu camino,
cuando llegabas mísera a perderte,
y era llorar tu único destino;
cuando en tu frente la implacable suerte
grababa de los réprobos el sino...!
¡Feliz! la muerte te arrancó del suelo,
y otra vez ángel te volviste al cielo.

Su amigo, José Zorrilla, puso esta voz en algunos de sus poemas; por ejemplo, en el titulado "Ira de Dios". Cita en él a las ciudades de Gomorra, Seboin, Segor y Adama. Escribe:

Cansáronse el buril y los cinceles
en grabar tan groseras alusiones;
premio fueron las palmas y laureles
de las más execrables invenciones;
expiró en los tormentos más crueles
quien sus ritos llamó profanaciones,
y elevaron do quier en pedestales
de su creencia inmunda las señales.

Con estos jeroglíficos impuros
se adornaron los pórticos, las fuentes,
las plazas, y las calles y los muros;
y no quedaron ojos inocentes,
ni oidos castos, ni recuerdos puros,
ni rubor en los rostros impudentes,
ni encerró nada más aquel recinto
que infamia imbécil y brutal instinto.

Los vicios desde allí virtudes fueron;
los vicios desde allí se alambicaron,
y en cuantos vicios abarcar pudieron
con vértigo carnal se encenagaron,
Con cuantos atractivos concibieron
la torpeza del vicio engalanaron;
y en la más terrenal idolatría,
desbocada Pentápolis corría.

"¡Orgía! ¡Orgía", los réprobos gritaban;
"¡Orgía! ¡El placer es nuestro Dios!", decían;
y blasfemos cantares entonaban,
y en festines opíparos bebían;
y con ardientes vinos excitaban
el fuego en que sus ánimas ardían,
y expiraba en los anchos arenales
el ruido de sus largas bacanales.

El escritor don Fermín de la Puente y Apezechea llegó a ocupar el sillón H de la RAE, de 1850 a 1875. En su obra "Los Libros Sapienciales..." (Imprenta y Fundición de M. Tello. Madrid, 1878) puso en verso  El Eclesiastés y los Proverbios de Salomón. El capítulo XV de este último lo tituló "De la cautela en el trato con las mujeres, y con los grandes: conversar con los sabios: tener siempre presente á Dios". El romance comienza de este modo:

A tu mujer bien querida 
No des celos ni atormentes; 
No vuelvas contra tí propio 
Tus sospechas y tus redes. 
No dejes que la mujer 
Sobre tu espíritu reine, 
No contra tu autoridad 
Se alce, y afrentado quedes. 
No pongas nunca los ojos 
En mujer que á muchos quiere, 
No sea que á tu pesar. 
Entre sus lazos te enrede. 
De la suelta bailarina 
La sociedad no frecuentes; 
No la escuches, si deseas 
Salvar de sus alicientes. 
De la doncella en el rostro 
No claves el ojo aleve; 
No te sea su belleza 
Ocasión de que escarmientes. 
No des entrada en tu alma 
A las que impuro amor venden; 
Que caerás en el abismo, 
Tú, tu buen nombre y tus bienes. 
De la ciudad por las calles. 
No vaguen tus ojos siempre; 
Ni eterno, de plaza en plaza 
Tus piés sin objeto lleves. 
De mujer ataviada 
Con lujo, los ojos vuelve; 
Nunca la hermosura ajena 
Curiosamente contemples. 
En alas de la hermosura 
Muchos se han perdido y pierden, 
Y por ella, ardiente fuego. 
La concupiscencia prende. 
La mujer pública, torpe, 
La dedicada al deleite, 
Es estiércol de un camino; 
No hay nadie que no le huelle. 
En belleza ajena presos 
Muchos réprobos perecen. 
Porque su plática abrasa 
Como el fuego que más queme....


Doña Emilia Pardo Bazán puso esta voz en un cuento titulado "La Chucha", incluido en su libro "En tranvía":

"Tenían casi todos los penados en la penitenciaría de mujeres una galeriana que por cariño remendaba y lavaba su ropa; una compañera de infortunio, á la cual no habían visto nunca y cuyas atenciones pagaban con cartas, rebosando sentimentalismo ridículo... pero sincero. Era el sacro amor, introduciéndose en aquel infierno para burlarse de la severidad de las leyes humanas; la vida y sus afectos floreciendo allí, donde el castigo social quiere convertir á los reprobos en cadáveres con apariencia de vida".
(Pág. 62)

Don Benito Pérez Galdós escribe en un diálogo de su novela "Gloria":

"- ¡No soy un malvado para usted!. .. - dijo -el hebreo con expresión de gratitud.-Mayor consuelo no podría yo recibir después de los ultrajes de que he sido objeto en Ficóbriga ...¡No soy para usted un apestado, un réprobo, un paria; un hombre ignominioso, colocado fuera de todas las leyes! ... ¡No inspiro horror, no huye usted de mí, no se cree condenado por darme la mano! ... 
-Mi opinión sobre usted no es definitiva, -indicó D. Buenaventura gravemente.- Dependerá de su conducta de usted y de la facilidad con que se preste a una inteligencia conmigo".
(Vol. II; cap. XI: "Diez y ocho siglos de antipatía"; págs. 112-113)

Dice don Miguel de Unamuno en su obra "La Agonía del cristianismo" (Renacimiento. Madrid, 1931):

"El Dante es quien más se atrevió a trazarnos una pintura de las comunidades de ultratumba: la del Infierno, la del Purgatorio y la del Paraíso; pero allí réprobos y elegidos están solos y apenas si forman sociedad. Y si la forman, el Dante nos la pinta no como poeta cristiano, sino como político gibelino. Su Divina Comedia es una comedia bíblica y no evangélica. Y terriblemente agónica".
(Cap. VIII: "El individualismo absoluto"; pág. 138)

Pío Baroja  escribió esta voz en varias de sus novelas; por ejemplo, en "Zalacaín el aventurero":

"A los ocho años, Martín gozaba de una mala fama digna ya de un hombre. Un día, al salir de la escuela, Carlos Ohando, el hijo de la familia rica que dejaba por limosna el caserío a la madre de Martín, señalándole con el dedo, gritó: 
—¡Ese! Ese es un ladrón. 
—¡Yo!—exclamó Martín. 
—Tú, sí. El otro día te vi que estabas robando peras en mi casa. Toda tu familia es de ladrones. Martín, aunque respecto a él no podía negar la exactitud del cargo, creyó no debía permitir este ultraje dirigido a los Zalacaín y, abalanzándose sobre el joven Ohando, le dio una bofetada morrocotuda. Ohando contestó con un puñetazo, se agarraron los dos y cayeron al suelo, se dieron de trompicones, pero Martín, más fuerte, tumbaba siempre al contrario. Un alpargatero tuvo que intervenir en la contienda y, a puntapiés y a empujones, separó a los dos adversarios. Martín se separó triunfante y el joven Ohando, magullado y maltrecho, se fué a su casa. La madre de Martín, al saber el suceso, quiso obligar a su hijo a presentarse en casa de Ohando y a pedir perdón a Carlos, pero Martín afirmó que antes lo matarían. Ella tuvo que encargarse de dar toda clase de excusas y explicaciones a la poderosa familia. 
Desde entonces, la madre miraba a su hijo como a un réprobo".
(Cap. I: "Cómo vivió y se educó Martín Zalacaín"; pág. 22)

En "La Isabelina" (Rafael Caro Raggio. Madrid, 1921), una de los volúmenes de las "Memorias de un hombre de acción",  leemos:

"—¿Y usted trataría en seguida de volver al convento de Lerma, padre Chamizo.? 
—No; no traté de volver, señor Leguía, y éste fué mi error. Iba ya por el mal camino. Al quedar libre marché a Bayona, donde me acogí a la protección de Miñano. Llevaba trabajando tres años con él, y, mi querido señor Leguía, nuestra fe comenzó a vacilar. Nos dedicamos a las malas lecturas, leímos las inmundas obras de Voltaire, de Diderot y de otros réprobos; comentamos las innobles chacotas del Diccionario critico-burlesco de Gallardo, contra los frailes, en donde se nos llama peste de la República y animales inmundos encenagados en el vicio...".
(Cap. II: "En que el padre Chamizo comienza su historia y no la puede terminar"; pág. 14)

A Ramón María del Valle-Inclán debía de gustarle esta voz porque la utilizó en algunas de sus obras. Hemos elegido "Divinas palabras". Escribe en la escena primera de la jornada primera:

"Coimbra, moviendo la cola y ladrando, vuelve a saltar en dos patas, y con leve y alterno temblor en los brazuelos, se avizora mirando al farandul. Los cascabeles de las orejas tienen un largo y sutil temblor. El farandul sonríe siempre guiñando un ojo, y de pronto la perra se decide a levantar el brazuelo derecho.

LUCERO.-¿No estarás equivocada, Coimbra? Saluda, Coimbra, y píde perdón a este amigo de haberle calumniado.
PEDRO GAILO.- ¡Mala ralea! Burlas de un rèprobo no afrentan.
LUCERO.-Amigo, hay que tomarlo como juego. ¡Al avío, Poca Pena!
PEDRO GAILO.-Mucho vas a reír en los Infiernos".
(Págs. 25-26)

Como Flora Osete, el poeta nicaragüense Rubén Darío posa también su mirada sobre el "Juicio Final", de Miguel Ángel, que pudo ver en la Capilla Sixtina del Vaticano en un viaje que hizo a Roma el año 1900. Escribe en su "Diario de Italia", incluido en su libro "Peregrinaciones" (Librería de la Vda. de Ch. Bouret. París, 1901):

"El Juicio Final; sí, aquello no convierte mis apostasías ni enfervorece mi fe: el protestante del cuento vuelto ortodoxo por obra y gracia del Juicio Final es de una conmovedora ingenuidad; por el camino de ese cuadro se va mejor á Atenas que á Jerusalén; esas dos ó trescientas figuras que ensayan actitudes, no sugieren el miserere mei sino el himmo á Pboibos Apollon: se está más cerca del nevado Olimpo que del trágico Josafat; más cerca de la gloria del músculo, que del aleteo medroso de la plegaria. Es un gran escultor el que pinta, esculturalmente, ¿no hay acaso muchos pintores que esculpen cuadros? Para no citar más que un talento moderno ahí está Leonardo Bistolfi con sus monumentales bajo relieves fúnebres y su Dolor confortado por la memoria. Ha buscado Miguel Ángel el agrupamiento de las figuras curándose poco de las radiaciones sobrenaturales del cielo de los justos y de las rojas bocanadas de hornaza del infierno de los réprobos: quiere ante todo, quiere grandiosamente la expresión inmortal del cuerpo humano, la nobleza clásica del gesto: está cerca de Jove. y ha visto el fruncimiento.de sus cejas y los hinchados músculos de su diestra que blande la centella..".
("Roma"; págs. 261-262)

Dice don Manuel Azaña en su novela autobiográfica "El jardín de los frailes":

"Entre el infierno del réprobo y la vocación del mártir admití la realidad humana de vivir a trancos, como se puede, cayendo aquí para levantarse allá; en fin, en un alma de niño despótico, inexorable, se insinuaba la misericordia. Mis creencias echaron raiz; la sensibilidad se irritó menos. La mente adquirió el concepto del deber; perdí la intuición dolorosa de haber marrado mi destino. Tuve más ideas, menos amor".
(Cap. X; pág. 71)


Vamos a terminar con dos citas de las novelas de Miguel Delibes tituladas "Las ratas" y "la hoja roja":

"Don Zósimo, el Curón, cada vez que subía al púlpito era para hablarles de la fornicación y del fuego del infierno. Y peroraba con voz de ultratumba y, al concluir, el último sermón, los hombres y mujeres abandonaban la parroquia empapados en sudor, lo mismo que si hubieran compartido con los réprobos durante unos días las penas del Infierno".
(Cap. 11; pág. 106)

En "La hoja roja" describe de este modo las creencias de la Desi, la criada del señor Eloy:

"Las ideas religiosas de la Desi únicamente se mostraban claras en dos puntos: el paraíso que aguardaba a los que eran buenos y rezaban todas las noches, sin un solo falle el "Con Dios me acuesto, con Dios me levanto...", y que ella, la muchacha, identificaba con un purísimo cielo azul, como su colcha, surcado por alguna que otra vaporosa nube sobre las que flotaban los bienaventurados y un infierno tenebroso, con luz de llama, del que mantenía una idea precisa: el incendio de las eras de su pueblo, allá por agosto del 45. Un inmenso fuego, en el que ardían sin consumirse los cuerpos de los réprobos y de todos aquellos que, sin llegar a ser réprobos, hubiesen omitido por un descuido rezar alguna noche al acostarse o alguna mañana al despertar, el "Con Dios me acuesto, con Dios me levanto...".
(Cap. VI; pág. 68) 

REPOSTERO

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Repostero es voz que Covarrubias define de este modo:

"REPOSTERO, oficial en casa de los señores, que tiene cuidado de la plata, y del seruicio de mesa, a reponer, porque está a su cuenta el ponerlo muy en orden. Repuesto, el adorno, assi desto, como de lo demas de la casa. Reposteria, el lugar adonde el repostero pone el aparador. Suele algunas vezes sinificar repostero, vn paño quadrado con las armas del señor que se pone sobre las acemilas de re, que vale alli supra, y pono is, porque se pone sobre la carga. Repostero de plata, y repostero de estrado".

En Autoridades se encuentran estas definiciones:

"REPOSTERO. s. m. El Oficial en las casas de los Señores, á cuyo cargo está el guardar la plata y servicio de mesa, como tambien ponerla, y hacer las bebidas y dulces, que se han de servir al Señor. Covarr. dice viene del verbo Latino reponere, porque está á su cuidado el poner en orden las cosas de su cargo. Lat. Abaci suppellectilis et potionum praefectus.

REPOSTERO. Se llama tambien un paño quadrado con las armas del Principe ó Señor; el qual sirve para poner sobre las cargas de las Azémilas, y tambien para colgar en las antecámaras. Lat. Stragulum, tapes, stemmatibus distinctum".

Cita unos versos del "Cancionero" (1496), de Juan del Encina o Enzina. La canción completa dice así:

Es un plazer plazentero
que muy mucho nos deporta
es la corte vida corta
para quien va sin dinero;
y es la corte un gran minero
de cien mil trages y galas
a donde al galan grossero
le traen al repostero
por corredores y salas.

Para mí los dos últimos versos no tienen mucho sentido, salvo que sea errata y se entienda que lo que se quiso decir es que al galán lo "traían al retortero"; es decir, a vueltas de un lado a otro, por corredores y salas.
Continúa Autoridades:

"REPOSTERO DE CAMAS. Criado de la Reina, á cuyo cargo está cuidar de la puerta de la antecámara, y mullir los colchones de la cama, por lo que se le dió el nombre. Lat. Regii lecti administer. ARGOT. Monter. cap. 8. Diego Ruiz de la Escalera, Repostero de camas de la Reina nuestra señora.

REPOSTERO DE ESTRADOS. Véase Estrado".

Nos vamos a la voz estrado y allí, leemos que son "los mozos que tienen á su cuidado poner el estrado del Rey, recogerle y guardarle".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades, hasta la edición de 1803, en la que sustituye la voz "Señores", de la primera acepción, por "poderosos", y añade una nueva categoría de este oficio. A saber:

"REPOSTERO MAYOR. Antiguamente en la real casa de Castilla el gefe a cuyo cargo estaba el mando y gobierno de todo lo perteneciente al ramo de repostería y de los empleados en ella, y era una persona de las primeras familias de la monarquía. Procer rei penuariae in dome regia praefectus".

En la edición de 1822 acortan el cometido del repostero y dicen que "en las casas de los poderosos" es el "oficial á cuyo cargo está hacer bebidas y dulces"; en la de 1843 añaden a la 2ª acepción de esta voz que los reposteros se cuelgan también en los "balcones". Por lo que se refiere a los oficios de reposteros de cama y de estrados dice que "han sufrido varias reformas". En la edición de 1869 dicen que es el oficial a cuyo cargo está hacer "bebidas, pastas y dulces", y en la de 1884 deja de ser el oficial de las casas de los poderosos para convertirse en "el que tiene por oficio hacer pastas, dulces y algunas bebidas". Sus antiguas labores las recuerdan en la siguiente edición, la de 1899, rozando ya el siglo XX:

"REPOSTERO. (Del lat. repositorius y repostorius, que sirve para reponer y guardar.) m. El que tiene por oficio hacer pastas, dulces y algunas bebidas.// El que tenía á su cargo, en los palacios de los antiguos reyes y señores, el orden y custodia de los objetos pertenecientes á un ramo de servicio, como el de mesa, de cama, de estrado, etc.// Paño cuadrado, con las armas del príncipe ó señor, el cual sirve para ponerlo sobre las cargas de las acémilas, y también para colgarlo en las antecámaras y balcones.// mayor. Antiguamente en la casa real de Castilla, jefe á cuyo cargo estaba el mando y gobierno de todo lo perteneciente al ramo de repostería y de los empleados en ella, y era persona de las primeras familias de la monarquía".

Nada varía hasta la edición de 1970, en la que acortan la redacción de la 3ª acepción y añaden una nueva:

"REPOSTERO. (...) 3. Paño cuadrado o rectangular, con emblemas heráldicos.// 4. Marinero que está al servicio personal de un jefe u oficial de marina. (...)".

En el Suplemento de la misma edición aparece, por primera vez, el femenino de esta voz, y una enmienda:

"REPOSTERO [Enmienda], RA.,,, com. Persona que tiene por oficio hacer pastas...// 2. m. ...".

No se aprecia variación alguna hasta la Edición del Tricentenario, última consultada, en la que añaden una nueva acepción:

"REPOSTERO, RA. (...) 3. Aparador de cocina".


Por lo que respecta a otros diccionarios, repostero es voz que ya recoge Nebrija en 1495 y 1516; Rosal (1611) dice:

"REPOSTERO como repositero, que del Latino querrá decir lugar do se ponen las cosas por orden y concierto".

El Esteban Terreros recoge varias acepciones. A saber:

"REPOSTERO, oficial que cuida de la repostería. Fr. Officier quia á sa charge la vaisselle, etc. Lat. Penuarius, promus condus. It. Credenziere.

REPOSTERO para colgar en las antecámaras. Fr. Tapis, couverture. Lat. Stragulum, tapes. It. Tappeto.

REPOSTERO DE CAMAS, en Palacio. V. Hujier. Lat. Regii lecti administer; su incumbencia es hacer la servidumbre como el Hujier, y además mullir los colchones, si bien se ha quitado esta costumbre.

REPOSTERO DE ESTRADOS, llaman en algunas casas al que cuida de componer el estrado; en el Consejo le llaman Portero de estrado.

REPOSTEROS, las cubiertas cuadadas, bordadas y con armas, con que cubren algunas armas, y caballos. Fr. Caparaçon, couverture. Lat. Stragulum. It. Copertina di cavallo".

A don Ramón Joaquín Domínguez, autor del "Diccionario Nacional o Gran Diccionario Clásico de la Lengua Española" (1846-1847), al que citamos habitualmente aquí como "el Domínguez", le sale la vena progresista e irónica a la hora de definir esta voz. Recordemos que tuvo que exiliarse varias veces a Francia por sus actividades políticas y que terminó muriendo en una revuelta, contra el general Narváez, en el año 1848. Así define el eminente lexicógrafo las acepciones 1ª y 4ª:

"REPOSTERO. s. m. El jefe de la repostería, regularmente en casas poderosas, opulentas, ricas, de muchas dependencias, etc.; el oficial a cuyo cargo está el sustancioso y pingüe cometido de varias confecciones debidas al exquisito refinamiento de la inagotable gastronomía, ciencia segun unos, arte segun otros, cosa grande y magnífica en el concepto de los más. El jefe de repostería, aunque principalmente encargado de hacer dulces y bebidas, extiende su jurisprudencia a un sin número de pastas y viandas suculentas, etc. (...) // -DE ESTRADOS. El mozo que tiene a su cuidado poner el estrado del rey, lo mismo que recogerlo y guardarlo. Estos oficios (se refiere también al de "camas") han sufrido varias reformas, o han sido reemplazados por otros equivalentes, puesto que tales servicios no caducan jamás, como es de presumir atendiendo al decoro de las altas personas asistidas. (...)".

La 1ª y la 3ª acepción  de la voz repostería las define de esta manera:

"REPOSTERÍA. s. f. Oficina destinada en las casas principales u opulentas, para hacer dulces y bebidas y confeccionar otras cosas de gusto, de positivo material recreo.// (...) //. El conjunto de provisiones e instrumentos u utensilios pertenecientes al oficio de repostero; y la gente que se emplea en este ministerio de boca, o de bucólicas atribuciones sobre posibilidades financieras. (...)".

El Pagés ilustra con ejemplos literarios tres de las cuatro acepciones que ofrece:

"REPOSTERO. (Del lat. repositorius, que sirve para reponer ó guardar.) m. El que tiene por oficio hacer pastas, dulces y algunas bebidas".

Cita unos versos de Tomás de Iriarte, que se encuentran en su fábula titulada "Los huevos". La transcribimos completa:

Más allá de las Islas Filipinas
hay una que ni sé cómo se llama,
ni me importa saberlo, donde es fama
que jamás hubo casta de gallinas,
hasta que allá un viajero
llevó por accidente un gallinero.
Al fin tal fue la cría, que ya el plato
más común y barato
era de huevos frescos; pero todos
los pasaban por agua (que el viajante
no enseñó a componerlos de otros modos.)
Luego de aquella tierra un habitante
introdujo el comerlos estrellados.
¡Oh, qué elogios se oyeron a porfía
de su rara y fecunda fantasía!
Otro discurre hacerlos escalfados...
¡Pensamiento feliz!... Otro, rellenos...
¡Ahora sí que están los huevos buenos!
Uno después inventa la tortilla;
y todos claman ya: ¡Qué maravilla!
No bien se pasó un año,
cuando otro dijo: "Sois unos petates;
yo los haré revueltos con tomates";
y aquel guiso de huevos tan extraño,
con que toda la Isla se alborota,
hubiera estado largo tiempo en uso
a no ser porque luego los compuso
un famoso extranjero a la Hugonota.
Esto hicieron diversos cocineros;
pero ¡qué condimentos delicados
no añadieron después los reposteros!
Moles, dobles, hilados,
en caramelo, en leche,
en sorbete, en compota, en escabeche.
Al cabo todos eran inventores,
y los últimos huevos los mejores,
mas un prudente anciano
les dijo un día: "Presumís en vano
de esas composiciones peregrinas.
¡Gracias al que nos trajo las gallinas!
¿Tantos autores nuevos
no se pudieran ir a guisar huevos
más allá de las Islas Filipinas?

Continúa el Pagés:

"REPOSTERO: El que tenía á su cargo, en los palacios de los antiguos reyes y señores, el orden y custodia de los objetos pertenecientes á un ramo de servicio, como el de cama, estrado, etc.".

Cita un párrafo de "La vida de Don Álvaro de Luna", un texto de don Manuel José Quintana, incluido en el tercer tomo de su obra "Vidas de españoles célebres" (Imprenta de D. M. de Burgos. Madrid, 1833). Dice en él:

"Visto este mal despacho, el Condestable y sus caballeros formalizaron el sitio del castillo, y su plan fué, no combatirle, por guardar este respeto á la persona del Rey, sino rendirle por hambre, cerciorados como estaban de la falta de provisiones que en él había. Asentaron pues el real de modo que no pudiese entrar ni salir del castillo mas que un caballo de frente, y diéronse á esperar el efecto de su bloqueo. Todos los dias se enviaba al Rey un pan, una gallina, y un pequeño jarro de vino para comer, y otro tanto para cenar. También le enviaron al instante cama en que dormir, pues la primera noche había reposado en la del alcaide, y luego dejaron que viniese y entrase la suya. Al entrarla, un repostero del Rey tuvo modo de que en ella fuesen escondidos algunos panes, con que pudiesen socorrerse. Otro portero del Rey intentó también hacer lo mismo por su parte, y con mas audacia todavía: porque , cargando con pan y queso unas alforjas y las mangas y seno del vestido, y subido en una mula, andaba por todo el real como mirando por curiosidad lo que allí había, y de repente metió espuelas a la mula, y subió la cuesta del castillo, y los de dentro le abrieron, y dieron las gracias por su oportuno socorro. En fin, hasta un simple pastor, oyendo la necesidad en que tenian al Rey, subió al castillo como pudo con una perdiz en el seno, y pidió que le llevasen al Príncipe, á quien dijo: Rey, toma esta perdiz. El Rey holgó mucho de este don, y después le hizo merced".
(Págs. 35-36)

Continúa el Pagés:

"REPOSTERO: Paño cuadrado, con las armas del príncipe ó señor, el cual sirve para ponerlo sobre las cargas de las acémilas, y también para colgarlo en las antecámaras y balcones".

Ilustra esta voz con los versos de Juan del Encina, ya transcritos,y otros tres citas más, que desgranamos a continuación. 
La primera se trata de los últimos versos de uno de los romances escritos a la memoria de doña Isabel de Liar. El erudito Agustín Durán se pregunta quién fue esta señora, a quien el romance describe como la amante de un rey portugués. Elucubra sobre ellos y sobre otros de los personajes que salen en él y llega a la conclusión de que podría tratarse de Inés de Castro, la noble dama gallega que fue amante del infante y, posteriormente rey, Pedro de Portugal. El romance comienza de este modo:

Yo me estando en Giromena
por mi placer y holgare,
subiérame a un mirador
por más descanso tomare;
Por los campos de Monvela
caballeros vi asomare;
ellos de guerra no vienen,
ni menos vienen de paz;
vienen en buenos caballos,
lanzas y adargas traen;
desque yo los vi, mezquina,
parémelos a mirare.
Conociera al uno d´ellos
en el cuerpo y cabalgare,
Don Rodrigo de Chavella,
que llaman del Marechale,
primo hermano de la Reina:
mi enemigo era mortale.


Doña Isabel, convencida del peligro que corre, recoge a sus hijos y sube a la torre del homenaje. Entran sus enemigos, la apresan y deciden matarla. El romance termina de esta manera:

Don Rodrigo, qu´es muy cruel,
dice que la ha de matare.
Sale de la confesión
con sus tres hijos delante;
el uno dos años tiene,
el otro para ellos vale,
y el otro, que era de teta,
dándole sale a mamare,
toda cubierta de negro;
lástima es de la mirare.
-Adiós, adiós, hijos míos;
hoy os quedaréis sin madre;
de alta sangre caballeros,
por ellos queráis mirare,
que al fin son hijos del rey,
aunque son de baja madre.
Tiéndenla en un repostero
para habella degollare;
así murió esta señora,
sin merecer ningún male.

En la obra "Rosa de romances, o romances sacados de las "Rosas" de Juan Timoneda..." (F. A. Brockhaus. Leipsique, 1846), escogidos, ordenados y anotados por don Fernando José Wolf, encontramos el "Romance de cómo el Rey de Portugal vengó la muerte de doña Isabel de Liar". Termina así: 
...Y de allí a pocos días
es llegado a Portugal.
Fuése derecho a palacio
do solía reposar.
La reina cuando lo supo
vínose a lo visitar;
mas el rey con mucha saña
de esta suerte le fue a hablar:
"Mal vengades vos, la reina,
malo sea vuestro llegar".
En diciendo estas razones
la mandó presto tomar;
y en el mismo repostero
do su amiga fue a finar
mandó degollar la reina,
don Rodrigo cuartear,
y a ese duque de Salinas,
y al marqués de Villareal,
y al buen obispo de Oporto
le mandó descabezar.
Hizo sacar a su amiga
para con ella casar
y por heredar sus hijos
a don Pedro y a don Juan.
Y después con mucha honra
la mandó luego enterrar.
De este modo vengó el rey
a doña Isabel Liar.


Las otras dos citas se encuentran en la comedia de Tirso de Molina, titulada "Palabras y plumas", y en la "Historia de Gil Blas", del escritor francés Alain René Le Sage, traducida al castellano por el jesuita José Francisco de Isla.

Fotografía: Ángel Arteaga (c)

El María Moliner registra tres acepciones de esta voz:

"REPOSTERO -RA. 1. n. Persona que tiene por oficio hacer, o que hace, dulces de repostería: Además de buena cocinera, es buena repostera". 2. adj. De  [la] repostería. 3. m. Chil., Per. Armario de cocina, despensa".

Hablas Andaluzas nos ofrece acepciones nuevas de esta voz:

"REPOSTERO. m. Farol, mampostero, pulpitillo, repostero, arbolejo, etc., sitio sobre el que se coloca el reclamo de perdiz durante el puesto; puede ser de piedra, de matas o artificial. (...) 2. Despensa. (...) 3. Lugar donde se coloca el reclamo en la caza de la perdiz. (...)".

El "Diccionario de Americanismos" dice:

"REPOSTERO. 1. I. m. Pe. Mueble de cocina donde se guarda el servicio de mesa o alimentos que no precisan refrigeración. // 2. Ch. Habitación contigua a la cocina que se usa como despensa o comedor.

REPOSTERO -A. 1. I. Es. repostón, contestón, malcriado".

Don Julio Cejador y Frauca incluyó esta voz en su "Tesoro...":

"REPOSTERO, de repuesto; el encargado de guardar la plata y servicio de mesa, de ponerla y hacer las bebidas y dulces para los señores, de donde hay confitero que hace y vende dulces y bebidas finas. Autos Sigl. XVI, 1, 270: Partios, señor repostero. 
Paño cuadrado con las armas del señor para cubrir el repuesto de las acémilas y colgar en las antecámaras. J. ENC. Canc. f. 49: Le traen al repostero / por corredores e salas. Quij. 2, 73: Había echado sobre el rucio y sobre el lío de las armas, para que sirviese de repostero, la túnica de bocací. A. CRUZ  S. Pedro: Todo le cubre el acemilero con un repostero que echa encima. Ret. mar.: El retablo ha de estar detrás de este repostero. 
El que repone y responde (Arag., Amér.). T. RAMÓN Concept. p. 382: No vengativo ni respostero, en todo obediente".

De las citas que ofrece don Julio vamos a prestar especial atención a la de la inmortal novela de Miguel de Cervantes. Se encuentra en el capítulo LXXIII de la segunda parte, titulado "De los agüeros que tuvo Don Quijote al entrar en su aldea, con otros sucesos que adornan y acreditan esta grande historia". Cuenta Cide Hamete -dice Cervantes- que a la entrada de aquel poblachón manchego había dos muchachos peleándose y de sus palabras coligió don Quijote que nunca más vería a Dulcinea. En esto llegó a los pies del rucio una liebre; la cogió Sancho, la vieron los muchachos, dilucidaron sobre los buenos o los malos agüeros, y...: 

"Llegaron los cazadores -escribe Cervantes-, pidieron su liebre, y diósela don Quijote; pasaron adelante, y a la entrada del pueblo toparon en un pradecillo rezando al cura y al bachiller Carrasco. Y es de saber que Sancho Panza había echado sobre el rucio y sobre el lío de las armas, para que sirviese de repostero, la túnica de bocací pintada de llamas de fuego que le vistieron en el castillo del duque la noche que volvió en sí Altisidora. Acomodóle también la coroza en la cabeza, que fue la más nueva transformación y adorno con que se vio jamás jumento en el mundo".
(Pág. 1154)

Jerónimo Borao dice en su "Diccionario de voces aragonesas" que repostero es el "disputador, temoso, aficionado a llevar a todos la contraria".

Una buena definición de la 3ª acepción de esta voz y de su uso lo encontramos en la obra "Colección Pedagógico Textil de la Universidad Complutense de Madrid", escrita por Mª Ángeles González Mena. Entre otras cosas, dice:

"REPOSTEROS: los reposteros son grandes paños bordados, con escudos nobiliarios, que inicialmente se aplicaron para cubrir las acémilas que transportaban el ajuar del señor feudal, cuando se dirigía a la guerra o se trasladaba de una mansión a otra, pues el castellano de pro, en la época medieval, había de tener cuando menos tres moradas. Al llegar a ellas, los reposteros se colgaban en los muros a modo de tapices, en recuerdo de sus hazañas; también, en la tienda de campaña. Su característica principal es que llevan decoración heráldica, la perteneciente al príncipe o señor, y que se bordan con la técnica de sobrepuesto. (...)"
(Pág. 61)

Alfonso X el Sabio ya fijo los cometidos del repostero en su obra "Las siete Partidas" (1256-1265):

PARTIDA II - LEY XII 

Quál debe ser el repostero et el camarero del rey

"Repostero es otrosi oficial que tiene grant lugar para guardar el cuerpo del rey, et ha este nombre porque él ha de tener las cosas que el rey manda guardar en poridat: et aun ha de tener otras cosas guardadas que tañen á la guarda del cuerpo del rey, asi como la fruta, et la sal, et los cuchiellos con que tajan ante él, et algunas cosas otras que son de comer quel traen en presente ó que él ha de guardar; et por ende debe haber en sí todas las cosas que diximos en la ley ante desta de los otros oficiales. (...)".

Sus funciones están más detalladas en las "Ordinaciones de la Casa Real de Aragón..." (Imprenta y Litografía de M. Peiro. Zaragoza, julio de 1853), compiladas por Pedro IV, y traducidas por D. Miguel Clemente. Entre otras muchas cosas, dice:

DE LOS REPOSTEROS MAYORES

"Por cuanto ninguna cosa se puede decir que tiene su perfeccion y cumplimiento, sino aquella de la cual se tiene entero conocimiento; y porque no parezca que menospreciamos aquello que dejamos, y tambien porque se entiendan los oficios de nuestro Palacio; ordenamos que en la nuestra Corte haya dos hombres buenos y fieles, de los cuales el mas antiguo en el oficio, tenga cargo de toda la vajilla de oro y plata, de la cual se sirve de ordinario en nuestro Palacio, así á Nos como á nuestros domésticos; la cual reciba por inventario de nuestros Camareros, y tenga aquella por ellos. Y sea obligado á traer por sus manos al aparador aquella plata, que estuviere ordenada para nuestro beber; y para poner en nuestra mesa real á horas debidas; y haga traer por el sota Repostero y otros Oficiales lo que oviera de servir para nuestros domésticos, mirando mucho en que dicha vajilla, esté limpia y guardada de toda suciedad, para que nuestros ojos no vean alguna fealdad; y que vuelva todas las sobredichas cosas al reposte á hora debida, por la misma orden que las oviere sacado. Tambien queremos que guarden ó hagan guardar las frutas, quesos, tortas, velas, azucar, especias, sal y otras cosas semejantes, que ordinariamente se sirven en nuestro Palacio á Nos y á nuestros domésticos, y que traigan las dichas frutas, queso, sal hasta nuestra mesa, dando aquellas al nuestro Mayordomo, para ponérnoslas delante de la mesa, y que haga la salva del agua ó del vino, con que aquellás fueren lavadas, las que se pudieren lavar. Así mismo queremos, que cada y cuando, que se gastare alguna fruta ó quesos, de manera que no estuviesen para servir en nuestra mesa, repartan luego aquello nuestros Reposteros á los limosneros, y estos á los pobres de Jesu Christo. Y aconteciendo ir Nos de camino, queremos que ellos mesmos guarden estas cosas, y que las escriban, siempre guardada la ordinacion, que sobre esto hemos mandado hacer, la cual tenga por escrito; y hagan en todo caso la salva de todo lo sobredicho, que se  oviere de servir á Nos, de cualquiera manera que sea".
(Págs. 92-93)


Esta voz la escribe el autor anónimo  de la segunda parte de "La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y aduersidades" (En casa de Martin Nucio. Anvers, 1554), en el capítulo IX, que contiene "cómo Lázaro libró de la muerte a Licio su amigo, y lo que mas por él hizo". Comienza de este modo:

"Y yendo nosotros con el furor, y velocidad que tengo dicho, dimos con nosotros en vna gran plaça que ante la torre de la prisión estaua, mas nunca a mi pensar socorro entro ni llego a tan buen tiempo, ni aquel buen Cipion africano socorrio a su patria, que casi del todo estaua ocupada del gran Hannibal, como nosotros corrimos al buen Licio. Finalmente que el mensagero que el traydor embio supo tambien negociar, y los señores juezes que assi mismo holgaron de contentar aquel (aunque malo) gran señor, y priuado del rey, porque otro dia le dixesse que tenia muy buena justicia, y que los que la executauan eran muy suficientes, y assi les ayude Dios, que quando llegamos tenian al nuestro Licio sobre vn repostero, y a la hermosa su muger con el dandole la postrera hozicada que por grandes ruegos la dexaron llegar muy sin esperança, ella y Melo nuestro velocissimo socorro".
(Págs 35-35v)

Nos encontramos, pues, ante una situación parecida a la del romance de doña Isabel de Liar, con la diferencia de que a aquella la decapitan en el castillo y a Licio están a punto de hacerlo en el cadalso. En ambos casos, la voz repostero está más cerca de ser una alfombra que un tapiz. Este hecho nos lo confirma don José Muñoz Maldonado, conde de Fabraquer, en su obra "Causas Célebres Históricas Españolas" (Establecimiento Tipográfico de F. de P. Mellado. Madrid, 1858). Allí leemos:

"Preparado todo para la sangrienta ejecución, y levantado en la plaza un cadalso enlutado cubierto con una rica alfombra..."
(Pág. 36)

"Aguardábanle á la puerta todos los clérigos que había en Simancas, y formados en procesión se dirigieron al patio frente á la almena por donde se había querido salir. Allí había tendido en el suelo pegado al muro un repostero ó alfombra, y una soga atada a la almena. (...)
Llegado a la plaza del castillo, donde debía ejecutarse la fatal sentencia, postróse el obispo sobre la alfombra, hizo un momento de fervorosa oración á Dios, y dirigiendo primero su vista á don Rodrigo Ronquillo, la apartó luego con desdén para fijarla sobre el verdugo Bartolomé Zaratán, el que sin duda debió de causarle menor repugnancia".
(Pág. 87)

El ajusticiamiento del obispo Antonio de Acuña, tras la derrota de los comuneros de Castilla en Villalar (1521), lo cuenta Modesto Lafuente, de este modo, en el volumen XI de su monumental "Historia General de España" (2ª ed. Imprenta a cargo de D. Dionisio Chaulie. Madrid, 1869)

"Acompañáronle todos los clérigos de Simancas, atribulados de verle en tan terrible trance, y asombrados de la presencia de ánimo con que marchaba al patíbulo, entonando con más entera voz que ellos el salmo de David. Al llegar al lugar de la ejecución se prosternó el obispo, oró con devoción, puso la cabeza sobre el repostero, y le dijo al verdugo: "Yo te perdono, y empezando tu oficio, procura apretar recio". El ejecutor le echó al cuello el lazo fatal, y le dejó colgado de la almena".
(Pág. 258)

El 8 de julio de 1538 y el 27 de noviembre de 1542 fueron ejecutados, respectivamente, Diego de Almagro y su hijo Diego de Almagro el Mozo. El cronista Antonio de Herrera y Tordesillas contó este último ajusticiamiento en su "Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano" (En la Officina Real de Nicolás Rodríguez Franco. Madrid, 1730):

"Pasadas estas, i otras raçones, se confesó, mostrando siempre animo de Varon, i no de Moço de tan poca edad, i con gran ser, i gravedad, quando le llevaban á justiciar: iba con los ojos puestos en vn Crucifixo, con mucha devocion. Decía el Pregon, que se hacia Justicia de él, por usurpador de Justicia Real, i porque se levantó en el Reino tiranicamente, i dió Batalla al Estandarte Real, i otras cosas, sobre lo que por él, i sus Valedores, havia sido hecho, i estando aparejado el Verdugo para matarle, sobre vn Repostero, en la Plaça, dixo, que pues moría en el lugar adonde degollaron á su Padre, i le havian de enterrar en la sepultura adonde estaba su cuerpo, que le echasen debaxo, i luego pusiesen encima los huesos de su Padre; i para matarle, quisieron ponerle vn velo delante de los ojos; pero dixo, que no hiciesen mas de mandar al Verdugo, que hiciese su Oficio, i á él dexarle aquel poco de tiempo, que tenia de vida, para que pudiese goçar de ver con sus ojos, la Imagen de Nuestro Salvador, que allí estaba; i al fin, se porfió con él, i contra su voluntad, le fueron tapados los ojos, i tendido en el Repostero, recibió la muerte, con generoso animo".
(Vol. VII; década VII; libro VI; cap. I: "Que el Governador Vaca de Castro consulta sobre la muerte de don Diego de Almagro, i que se executó en él"; pág. 107.)

Lope de Vega junta las dos voces -alhombra (alfombra) y repostero- en unos versos de su obra "Peribañez y el Comendador de Ocaña". Pertenecen a la escena XVI del acto primero:

Entra Peribáñez

CASILDA
¿Está el carro aderezado?

PERIBÁÑEZ
Lo mejor que puede estar.

CASILDA
Luego, ¿pueden subir ya?

PERIBÁÑEZ
Pena, Casilda, me ha dado
el ver que el carro de Bras
lleva alhombra y repostero.

CASILDA
Pídele a algún caballero.

INÉS
Al Comendador podrás.

PERIBÁÑEZ
Él nos mostraba afición
y pienso que nos le diera.

CASILDA
¿Qué se pierde en ir?

PERIBÁÑEZ
Espera;
que a la fe que  no es razón
que vaya sin repostero.

Miguel de Cervantes  bajó el repostero de las antesalas de los palacios al más humilde del teatro, y lo convirtió en manta tras de la cual entran y salen los cómicos embaucadores del  entremés "El Retablo de las Maravillas":

"Entran el Gobernador, Benito Repollo, Juan Castrado, Pedro Capacho, el autor y la autora, y el músico, y otra gente del pueblo, y un sobrino de Benito, que ha de ser aquel gentil hombre que baila.

CHANFALLA.- Siéntense todos: el retablo ha de estar detrás de este repostero; y la autora también, y aquí el músico.

BENITO.- ¿Músico es éste? Métanle también detrás del repostero; que a trueco de no velle, daré por bien empleado el no olille.

CHANFALLA.- No tiene vuestra merced razón, señor alcalde Repollo, de descontentarse del músico, que en verdad que es muy buen cristiano, e hidalgo de solar conocido.

GOBERNADOR.- Calidades son bien necesarias para ser buen músico.

BENITO.- De solar bien podrá ser; mas de sonar, abrenuncio".

Así comienza Francisco de Quevedo el  capítulo X de su obra "La fortuna con seso y la hora de todos":

"Salía de su casa una buscona piramidal, habiendo hecho sudar la gota tan gorda a su portada, dando paso a un inmenso contorno de faldas, y tan abultada que pudiera ir por debajo rellena de ganapanes, como la tarasca. Arrempujaba con el ruedo las dos aceras de una plazuela. Cogióla la Hora, y volviéndose del revés las faldas del guardainfante y arboladas, la sorbieron en campana vuelta del revés, con faciones de tolva, y descubrióse que, para abultar de caderas, entre diferentes legajos de arrapiezos que traía, iba un repostero plegado y la barriga en figura de taberna, y al un lado un medio tapiz; y lo más notable fue que se vía un Holofernes degollado, porque la colgadura debía de ser de aquella historia".
(Pág. 22)

Las siguientes octavas se encuentran en la obra de Juan de Castellanos titulada "Elegía de varones ilustres de Indias":

Desampararon indios el asiento, 
O por ir á lugares mas seguros, 
O porque de su proprio nacimiento 
Son todos intractables y hombres duros: 
Cada cual escogió buen aposento, 
Y sin adivinar males futuros 
Usaba Lerma siempre de sus pompas
 Con son de cheremias y de trompas.

 Esperimentó luego rica silla 
La majestad de Lerma cuánto pesa: 
Ostenta repostero la vajilla, 
Los pajes diligentes ponen mesa; 
Mas no ternia yo por maravilla 
Los bárbaros hacer en todo presa, 
Viendo la destruicion y destemplanzas 
En sus casas, frutales y labranzas.
(Parte II. Canto II)


Teresa de Jesús escribió su "Libro de las Fundaciones" (Imprenta de la Vda. é Hijo de D. E. Aguado. Madrid, 1880) entre los años 1573 y 1582. En el capítulo III cuenta su llegada a Medina del Campo para fundar el monasterio carmelita de San José en una casa que no estaba en muy buen estado:

"Llegamos a Medina del Campo, víspera de nuestra Señora de agosto, á las doce de la noche. Apeámonos en el monesterio de Santa Ana, por no hacer ruido, y á pié nos fuimos a la casa. Fué harta misericordia del Señor, que á aquella hora encerraban toros para correr otro día, no nos topar alguno. Con el embebecimiento que llevábamos, no avía acuerdo de nada; mas el Señor que siempre le tiene de los que desean su servicio, nos libró, que cierto allí no se pretendía otra cosa.
Llegadas a la casa, entramos en un patio. Las paredes harto caídas me parecieron, mas no tanto como cuando fué de día se pareció. Parece que el Señor avía querido se cegase aquel bendito padre para ver que no convenía poner allí Santísimo Sacramento. 
Visto el portal, avía bien que quitar tierra de él, á teja vana, las paredes sin embarrar, la noche era corta, y no trayamos sino unos reposteros, creo eran tres: para toda la largura que tenía el portal era nada. Yo no sabía qué hacer, porque ví no convenía poner allí altar. Plugo al Señor, que quería luego se hiciese, que el mayordomo de aquella señora tenía muchos tapices de ella en casa, y una cama de damasco azul, y avía dicho nos diesen lo que quisiésemos, que era muy buena.
Yo, cuando vi tan buen aparejo, alabé al Señor, y así harían las demás; aunque no sabíamos qué hacer de clavos, ni era hora de comprarlos. Comenzáronse a buscar de las paredes; en fin, con trabajo, se halló recaudo. Unos á entapizar, nosotras a limpiar el suelo, nos dimos tan buena priesa, que cuando amanecía, estaba puesto el altar, y la campanilla en un corredor, y luego se dijo la misa. Esto bastaba para tomar la posesión. No se cayó en ello, sino que posimos el Santísimo Sacramento, y desde unas resquicias de una puerta que estaba frontero, víamos misa, que no había otra parte".
(Págs. 18-19)

Una visión distinta de los reposteros de los principes y señores nos la da Diego de Torres Villarroel en la "Tercera parte de las visiones y visitas de Torres con D. Francisco de Quevedo, por la Corte.". (Manuel Caballero. Imprenta Castellana. Madrid-Sevilla, 1728) Transcribo el texto con la grafía actual:

"¿Quién es este demonio con bulto? -dijo Quevedo todo demudado; y acudí yo y le dije:
-Este es el polilla de las casas grandes de la Corte; el homicida de los nobles delicados; ruina de las saludes y los caudales; es repostero, que es lo mismo que inventor de puñales y pistolas; estos con la dulzura de sus bebidas han corrompido los estómagos más robustos de la España. En los grandes señores se conoce más esta destemplanza, pues por mantenerlos en su casa, viven enfermos, y mueren mozos; estos cuidan solamente en servir a sus amos las bebidas heladas, y ensaladas crudas; tienen arte para haber hecho de bulto, y quitarle la fluidez a las aguas; ya la ponen en figura de ramos, flores y frutas, y los refrescos los sirven sin vasos; es gente que ha encarecido los matrimonios, pues es renglón el de sus embustes que ha desbaratado muchas bodas. En palillos, nieves, frutas y mixtiones, ayudas de repostería, plata, arpilleras y mandiles, gastan la mayor parte del mayorazgo de sus dueños; todas las frutas, hierbas y granos los han hecho potables; y para ellos el oro también lo han sabido transmutar o mudar a sus faltriqueras y a sus países, de modo que más dinero han enviado a Roma los reposteros que las bodas entre parientes y los Obispados.
-En mi tiempo -dijo el reverendo difunto- mantenían los señores y grandes algunos criados, que poniéndolos en el escalón más arriba de los cocineros, los destinaban al cuidado de su plata y su ropa de mesa; pero el más docto de ellos sabía exprimir un limón en el agua elemental, y disponía un licor, a quien daban el nombre de esta fruta; pero ya, según dices, los han subido algunos escalones más arriba de su estimación, porque los paladean y lisonjean a su gula. En mi siglo no se conoció más agua que la del limón, la saludable aloja, que es del tiempo de Hipócrates, y alguna vez se gastó de canela.
-Pues, muerto mío, hoy de cuantas frutas, raíces y hojas produce la naturaleza, hacen vinos y aguas estos enemigos de nuestra salud; una despensa no se distingue hoy de una botica; solo que en esta se destilan los amargos para corroborar los estómagos obstruidos, y en aquella las golosinas para anticiparse el entierro".
("Visión y visita segunda: los sastres, zapateros, reposteros y otros mecánicos"; págs. 15-16)

Don Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, recreó en cuatro romances aquella famosa corrida de Juan de Tarsis o Tassis y Peralta, Conde de Villamediana, y sus consecuencias. El primer romance comienza de este modo:

LOS TOROS

Está en la plaza Mayor
todo Madrid celebrando
con un festejo los días
de su rey Felipe cuarto.
Este ocupa, con la reina
y los jefes de palacio,
el regio balcón vestido
de tapices y brocados.
En los otros, que hermosean
reposteros y damascos,
los grandes con sus señoras,
y los nobles cortesanos,
ostentan soberbias galas,
terciopelos y penachos....

Doña Emilia Pardo-Bazán puso esta voz en algunas de sus obras; casi siempre con el sentido de la 3ª acepción. Dado su rango nobiliario, debía haber muchos en su casa de La Coruña, en el Pazo de Meirás, o en otras de sus propiedades. Hemos escogido el cuento titulado "El disfraz" que salió publicado en el nº 6 de La Ilustración Española y Americana, del año 1909. Empieza de este modo:

"La profesora de piano pisó la antesala toda recelosa y encogida. Era su actitud habitual; pero aquel día la exageraba involuntariamente, porque se sentía en falta. Llegaba lo menos con veinte minutos de retraso, y hubiese querido esconderse tras el repostero, que ostentaba los blasones de los Marqueses de la ínsula, cuando el criado, patilludo y guapetón, la dijo, con la severidad de los servidores de casa grande hacia los asalariados humildes
—La Srta. Enriqueta ya aguarda hace un ratito La señora Marquesa también".

Don Benito Peréz Galdós también escribió esta voz en algunas de sus obras; por ejemplo, en su novela "Fortunata y Jacinta". En el cuarto volumen, leemos:

"En el entierro de la señora de Rubín contrastaba el lujo del carro fúnebre con lo corto del acompañamiento de coches, pues sólo constaba de dos ó tres. En el de cabecera iba Ballester, que por no ir solo se había hecho acompañar de su amigo el crítico. En el largo trayecto de la Cava al cementerio, que era uno de los del Sur, Segismundo contó al buen Ponce todo lo que sabía de la historia de Fortunata, que. no era poco, sin omitir lo último, que era sin duda lo mejor; á lo que dijo el eximio sentenciador de obras literarias que había allí elementos para un drama ó novela, aunque, á su parecer, el tejido artístico no resultaría vistoso sino introduciendo ciertas urdimbres de todo punto necesarias para que la vulgaridad de la vida pudiese convertirse en materia estética. No toleraba él que la vida se llevase al arte tal como es, sino aderezada, sazonada con olorosas especias y después puesta al fuego hasta que cueza bien. Segismundo no participaba de tal opinión, y vieron discutiendo sobre esto con selectas razones de una y otra parte; quedándose cada cual con sus ideas y su convicción, y resultando al fin que la fruta cruda bien madura es cosa muy buena, y que también lo son las compotas, si el repostero sabe lo que trae entre manos".
(Parte cuarta; VI: "Final"; cap. XVI; págs. 425-426)



"El político" (Librería de los Suc. de Hernando. Madrid) es un libro de Azorín publicado en el año  1908. En el capítulo XXI, escribe:

"Don Rodrigo Calderón es una de las figuras más interesantes de nuestra historia. Su protector, el duque de Lerma, fue la vulpeja; el marqués de Siete Iglesias fue el león.
Nació don Rodrigo Calderón de humilde cuna en Amberes; su padre era capitán; su madre fue una doncella alemana, con quien el capitán tuvo amoríos. De ellos fue fruto el futuro ministro; matrimonio subsiguiente legitimó su nacimiento. Murió la madre, y padre e hijo vinieron a España; en Valladolid el padre casó por segunda vez. Como el niño fuera creciendo y el trato de la madrastra pudiera no ser del todo grato, el padre puso a Rodrigo a servir de paje en casa del vicechanciller de Aragón.
No duró mucho aquí Rodrigo; la casa no debía de ser muy a propósito para su medro. De ella pasó a la del duque de Lerma. La vida de los pajes era muy dura y levantisca en estos tiempos; comían poco y mal; vestían traspilladamente; se acostaban tarde; habían de aguardar a su señor toda la noche mientras jugaban o se divertía en aventuras amatorias. Abundaban las parlerías, enredijos y chismes; se armaban grandes trifulcas en el tinelo a la hora de las comidas. Una casa de un grande tenía muchedumbre de dependencia: allí estaban, en primer lugar, el mayordomo, el secretario, el contador, el tesorero, el maestresala; venían después el veedor, el botillero, el el repostero de estrados, el repostero de la plata, el comprador, el despensero, el repartidor y el escribano de raciones. No faltaban tampoco camareras, dueñas enlutadas y quejumbrosas, escuderos y algún viejo y reposado otáñez para acompañar a la señora o las hijas a misa e ir abriendo camino con sus barbas venerables, sus pantuflos, su gorra y su callado".
("Manera de insinuarse"; págs. 33-34)

El siguiente texto se encuentra en la novela de su paisano Gabriel Miró, titulada "Las cerezas del cementerio":

"Salió por las grandes salas, todas en azulada penumbra, y aspiraba la misma beatitud de fiesta; olía á armarios abiertos y estaban cerrados, á ropa limpia y planchada. Encima de algunos muebles vio las juncieras, ya olvidadas, secas sus verduras. Y estas rancias redomas, y las nobles puertas de labrados cuarterones, y los reposteros, los hilos de realce de las camas y algún vetusto bargueño, le envolvieron en el pasado; y el silencio le penetró en la hondura de su vida".
(Cap. X: "Anacreóntica"; pág. 90)

José Jiménez Lozano tituló "La visita" el primer capítulo de su hermoso libro "El mudejarillo". Allí escribe:

"Unos músicos tocando chirimías y un tambor iban delante de los clérigos y de la cabalgadura de su señoría, que conducían los palafraneros; y un pertiguero con sotana verde y morada y una alta vara o cetro de plata que hincaba en el suelo al dar un paso, o con el que golpeaba a las gentes suavemente, mantenía el orden y concierto del cortejo. Y junto a la iglesia del pueblo, en un estrado adornado con reposteros, estaban los hidalgos, y los nobles, vestidos de negro, con sus golas blancas, barbas canosas, altos sombreros de copa redonda, manos en el pecho acariciando las cadenas de oro que pendían de sus cuellos, o descansando sobre el pomo de la espada envainada, los más jóvenes".
(Págs. 9-10)

Hemos dejado para el final la repostería moderna. ¡Que aproveche!:


REOLINA

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Reolina es voz que no recogen ni Covarrubias ni Autoridades ni Academia ni ninguno de los diccionarios consultados habitualmente, salvo Hablas Andaluzas. La traemos a Palabraria porque la puso en circulación nuestro apreciado Pío Baroja en su novela "La busca", y como sentido homenaje al Madriles, el entrañable barquillero que acudía siempre a la llamada de las fiestas del pueblo y nos deleitaba con  sus rifas y sus caramelos de colores en forma de bastón. De él hablamos en el estudio de la voz rifar.
Baroja publicó "La busca" por entregas en el diario liberal "El Globo", desde el 4 de marzo hasta el 29 de mayo de 1903, aunque existen bastantes diferencias  entre esta primera versión y la que salió en libro un año después. Por aquel entonces el escritor vasco era un cronista habitual del periódico. Como curiosidad diremos que el domingo, 14 de diciembre de 1902, "El Globo" informó que se encontraba indispuesto; vuelven a informar de lo mismo el día 20 y, poco más tarde se incorpora a la redacción y publica artículos y crónicas teatrales. El martes, 30 de diciembre, el periódico informa de la salida de Pio Baroja hacia Marruecos como corresponsal de guerra. Le acompañó, como reportero gráfico, su hermano Ricardo. Estuvieron tres semanas. Por aquel entonces tenían 31 y 32 años, respectivamente. Ni el escritor estaba casado ni el pintor, tuerto.
Escribe Baroja en el capítulo VI de la segunda parte de su novela "La busca":

"El Tabuenca vivía de una porción de artificios construidos por él. Cuando notaba que el público se cansaba de una cosa, sacaba otra al mercado, y así iba tirando. Uno de estos artificios era una rueda de barquillero, que daba vueltas por un círculo de clavos, entre los cuales había escritos números y pintados colores. Esta rueda la llevaba su dueño en una caja de cartón, que tenía dos tapas, divididas en cuadritos con números y colores, donde se apuntaba, y que correspondían a los números puestos alrededor de los clavos. Solía llevar el Tabuenca en una mano la caja cerrada y en la otra una mesita de tijera. Colocaba sus trastos en el rincón de una calle, hacía girar la rueda y, con una voz gangosa, murmuraba: 
-¡Ande la reolina! Hagan juego, señores... Hagan juego. Número o color... número o color... hagan juego. 
Cuando había ya bastantes puestas, lo que era frecuente, daba el Tabuenca a la rueda del barquillero, diciendo al mismo tiempo su frase: «¡Ande la reolina!». Saltaba la ballena en los clavos, y antes que se detuviera, ya sabía el hombre el número y el color que ganaban, y decía: «El siete encarnado», o «el cinco azul», y siempre acertaba".
/Págs. 78-79)

Al día siguiente de su primera entrega, "El Globo" publicó, en primera página, el siguiente anuncio:


En la revista "Alrededor del mundo" había una sección titulada "El averiguador universal". En el número correspondiente al 10 de febrero de 1923, un lector pregunta: "¿quién inventó y en qué consiste el juego de la reolina, tan en boga en algunos garitos de la Baja Andalucía?". Un tal Servando Polache responde lo siguiente:

"Seguramente el señor D. Buenaventura de Olmedo no se ha fijado bien en que si la reolina no es un juego aristocrático como el tresillo o el hombre. el besig. o el pocket, no es tampoco tan rebajado y despreciable que merezca señalársele como privativo de "los garitos de la Baja Andalucía". He buscado en más de un diccionario enciclopédico la palabra reolina, y no la encuentro, Bien es verdad que no me hacía falta, ya que puedo dar cumplida contestación a la pregunta sin más que extractar el folleto (el que remito al Sr. Coamador de Olmedo) titulado "El Juego de la reolina o del maestro",, por P. P. A. y S., impreso en Madrid en 1840. 
El juego se inventó por un señor, natural de Reolid(llamado "el Reolino"), lugar de la provincia de Albacete; y, según el señor autor del folleto, don P. P. A. J S., de reolino debió proceder la voz reolina. Además llaman reolina a esas cajas que llevan los barquilleros, con una aguja giratoria en la tapa. Los muchachos dan vuelta a la aguja, y esta, según en el número que caiga, indica la cantidad de barquillos que deben dársele por una pieza de cinco céntimos. Pues bien: en la reolina (juego formal), también hay su aguja, su círculo y sus números, que no pueden pasar del número 24. aunque no se sabe por qué. Juegan varios: cada cual saca un número, que ha de servir para el orden de las demás jugadas, y así ya está cada jugador can un número de orden. Es de advertir que cada número representa una persona. generalmente una muchacha guapa, menos el 18, que tiene la desgracia de tener asignada a una vieja, mientras más fea y vieja, mejor, para que todos le huyan como de la peste. Hay uno que es el secretario que va apuntando a. cada jugador en un papel cuadriculado, ad hoc, los tantos que van sacando en cada "muchacha" o sea números de la REOLINA.
Pero, como que si sólo consistiera en esto el juego degeneraría en monótono, hay otras combinaciones que paso a explicar muy someramente. 
Existen 24 fichas blancas por un lado y numeradas por el otro. Se costean y se apuntan a cada uno sus tantos en cada muchacha que le ha tocado en suerte. Luego se van sacando las fichas y se ponen sobre una especie de taburete que el folleto recomienda que sea "de caña, lleno de plomillos para darle consistencia" y con otras fichas  negras de madera, se les va tirando hasta derribarlas. Hay otras muchas combinaciones que no detallo para abreviar, pero cuyos nombres consigno porque son curiosos y algunos extraños. Existen "canútem, punta y tacón, adlátere y porra, sorteo, par e impar, morcilla, sorteo natural, badana, caja" y otros muchos que dan lugar a cierta destreza de mano y a no pocas trampas en los jugadores. Al que más hace de éstas se le llama "trampeta". 
Hay nombres muy curiosos, como la "bestia" y "la otra bestia" y un sin fin de combinaciones para poder pasar el rato en familia, divertida y honestamente a falta de espectáculos o visitas".

Antonio Alcalá Venceslada (1883-1955) incluye esta voz en su "Vocabulario Ilustrado Andaluz" (Imprenta de La Puritana. Andújar, 1934), y cita poesía de Rafael Alberti titulada "La corrida de toros":

"REOLINA. Rueda de rifa en las ferias populares".

Los últimos seis versos de la composición poética de Alberti dicen así:

Feria de cascabel y percalina,
muerta la media luna gladiadora,
de limón y naranja, reolina

de la muerte, girando, y los toreros,
bajo una alegoría voladora
de palmas, abanicos y sombreros.

En la edición que conservo de "Cal y Canto..." (Editorial Losada. Buenos Aires, 1952) esta poesía no está dedicada a nadie, pero, en el 2º volumen de la obra "Los toros en la poesía castellana (Antología)" (Compañía Ibero-Americana de Publicaciones. Madrid-Barcelona-Buenos Aires, 1931) Rafael Alberti se la dedica a su autor, que no es otro que José María de Cossío, a quien tilda de "íntimo de la torería". Tal vez porque hubo una guerra de por medio.

Hablas Andaluzas añade una nueva acepción:

"REOLINA. f. Rueda de rifa en las ferias populares. (VAV). 2. Molinillo, molinete (VPS: Se.)".



Juan José Antequera Luengo recoge en su obra "Modismos comparativos de Andalucía" (Editorial Facediciones. Sevilla, 2007) la frase hecha "dar más vueltas que una reolina", que, en este caso, es probable que se refiera a la segunda acepción de la voz molinete:

"MOLINETE. (...) m. 2. Juguete de niños que consiste en una varilla en cuya punta hay una cruz o una estrella de papel que gira movida por el viento".

Algunos cronistas taurinos utilizan como sinónimos las voces molinete, revolera y reolina sin serlo.
En el "Diccionario de términos taurinos" (Espasa-Calpe. Madrid, 1996), de Luis Nieto Manjón y prologado por Camilo José Cela, leemos:

"REOLINA. Dícese del lance parecido a la revolera pero ejecutando con mayor rapidez por parte del diestro. Por extensión se ha aplicado a cualquiera de los pases violentos que ejecuta el torero sin ajustarse a las reglas del toreo".

En el  precioso "Diccionario Enciclopédico de la historia, la técnica y la cultura del arte del toreo" (2 tomos. Espasa-Calpe. Madrid, 1991), de Marceliano Ortiz Blasco, las dos voces se definen así:

"REOLINA.- Lance o pase violento.

REVOLERA. Remate de algunas suertes de capa, que consiste en pasar el capote de una mano a otra, haciéndole dar una vuelta completa alrededor del torero, que gira también, sirviendo de eje".

En el "Diccionario de términos taurinos" (Aldebarán Ediciones. Madrid, 1996), escrito por Pedro Beltrán, las voces reolina y molinete las definen del siguiente modo:

"REOLINA. Dícese del muletazo que da el torero moviéndose alrededor del toro sin mando ni sosiego.

MOLINETE.- Muletazo de adorno que el torero realiza pegándose la muleta al cuerpo y girándose en sentido contrario de la embestida del toro. Puede darse con la derecha, con la izquierda, o ayudado (la muleta en la mano izquierda y el estoque en la derecha). El molinete con la mano derecha fue interpretado genialmente por Juan Belmonte, que lo elevó a categoría".

Un libro también muy bellamente editado por Carlos Orellana es el que se titula "Los toros en España" (Editorial Orel. Madrid, 1969). En las diferentes secciones de las que se componen los tres tomos  participan varios escritores. En el primero es el crítico taurino Edmundo G. Acebal el que se ocupa del  tercer tercio de una corrida. Allí describe el toreo de molinete de esta manera:

"MOLINETE. El molinete puede ejecutarse de dos maneras distintas y contrarias: una clásica, oriunda de la navarra con la capa, y otra, moderna, por el estilo del toreo de capa a lo chatre.
Se ejecuta el primero con un natural por bajo hasta que el toro llega al centro de la suerte, en cuyo momento se remata echando la muleta a la espalda y girando en sentido contrario a la embestida del burel, sobre los talones, para quedarse de nuevo frente a éste. Ricardo Torres "Bombita" era, en este trance, un consumado maestro.
El molinete moderno es el que trajo Belmonte, por delante, con la mano derecha, a modo de trinchera, arrollándose el toro a la cintura y girando el diestro entre pitones. 
Ambos pases son bellos, pero el de Juan es, además, en extremo emocionante".

En el "El Cossío Ilustrado" (Espasa-Calpe. Madrid, 2003) nos ofrecen datos históricos:

"MOLINETE.- Así, desde tiempo lejano, la suerte de la navarra se imita con la muleta y surge el pase llamado de molinete. Éste no es sino una manera de rematar el pase natural por bajo o el normal, lo mismo que el cambiado o que el ayudado. Cuando el toro llega al centro de la suerte y se le ha indicado la salida, el diestro gira sobre sus pies en dirección contraria a la del viaje del toro, que, al revolverse, encuentra al diestro ya de frente y preparado para la nueva acometida.
El molinete como remate del pase natural es el más antiguo. La mención más vieja de este pase, llamándole de molinillo, la encuentro en el Boletín de Loterías y Toros, en la reseña de la corrida celebrada en Sevilla el 6 de febrero de 1859, y lo da el tato. No quiero decir que sea esta la primera vez que tal pase se da, ni aún que fuera el Tato el que lo dio primero, sino tan sólo que es la mención más vieja con que ha dado mi diligencia. En reseñas de corridas también sevillanas, del mismo periódico, correspondientes al año 1861, se le llama ya molinete. Después se practica constantemente, aunque siempre cuadrando al estilo de toreo de escuela movida y alegre, y usándolo muy sobriamente los presumidos de graves y severos en el arte. (...)".


Para ilustrar la reolina taurina hemos elegido dos textos. El primero lo publicó don Antonio Díaz-Cañabate en  "El Ruedo", un  semanario gráfico que no faltaba nunca en la peluquería de mi padre, el 9 de septiembre de 1948. Se titula "Rafael González "Machaquito". Dice en él:

"La temporada de 1913. que había de ser su postrera, fué brillantísima; 146 toros mató, de ellos 79 de una sola estocada. {Amigos míos, aficionados de hoy, reparad, considerad esto: setenta y nueve toros rodados sin puntilla! ¡Que levanten el dedo los toreros actuales que puedan presumir de tal hazaña, que no dudo en calificar de asombrosa! Insisto hasta la machaconería, pues para eso estoy escribiendo este recordatorio de los grandes estoqueadores dé mi tiempo; exigid la estocada, no os contentéis con la faenita monótona y fácil, con el adornito, el «pingui» y la reolina. ¡La estocada, que ahí está la verdad! ¡La estocada, que es lo más hermoso y lo más varonil, arrogante y arriesgado que tiene el toreo! En la tarde de su última corrida, «Machaquito» no pudo estar lucido. Aquello no era una corrida: aquello fué una batalla. Y a los seis días, el martes 22 de octubre, «Machaquito», inopinadamente, se cortó la coleta".

El segundo es más actual. Lo escribió el critico taurino Joaquín Vidal y salió publicado, en el diario "El País", el 18 de marzo de 1995. Se titula "Toreo emotivo de Vicente Barrera". Recrea en él una corrida de las Fallas de Valencia, con el siguiente cartel: Jose Mari Manzanares, Vicente Barrera y Jesulín de Ubrique. De la faena de este último escribe:

"Los compañeros de terna lo debían entender de otra manera, y allí estaba Jesulín de Ubrique, plenamente identificado con los coros de mujeres que desde el tendido le gritaban olééé en cuanto hacía un movimiento, daba igual que fuera académico o montaraz. Y se puso a pegarle pases al novillejo inofensivo. Se puso a pegarle pases hasta dejarlo molido y abominando haber nacido. Le pegó derechazos e izquierdazos, circulares de espaldas o de costadillo, reolinas y rebanadas, rodillazos y cuclillazos, el pase de la tortilla y el del facistol. Toreando sin torear, hubiera podido seguir hasta la madrugada, pero el presidente le envió un aviso".

Vamos a terminar esta entrada citando el ensayo de la filóloga Rosalía García Cornejo titulado "Voces andaluzas que faltan en el DRAE", que pueden consultar aquí.
En este vídeo, colgado en YouTube por Gaspar Lukacs Esguep, vemos la reolina de un barquillero:


RENQUEAR

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Covarrubias recoge las voces renco y renquear, con estos significados:

"RENCO, el coxo de las caderas, y dixose á renibus, porque en aquella parte estan las renes.

RENQVEAR, andar como renco meneandose a vn lado, y a otro".

Autoridades nos ofrece las voces renco-ca, rengo-ga y renquear. A saber:

"RENCO, CA. adj. que se aplica al que está coxo por lesión de las caderas. Covarr. dice trahe su origen á Renibus, por la cercanía que los riñones tienen con las caderas. Lat. Delumbis".

Cita unos versos de Francisco de Quevedo, que se encuentran en el romance XCVI de la 6ª Musa. Comienza así:

Tardóse en parirme
mi madre, pues vengo
quando ya está el mundo
muy cascado y viejo.
De hacer por los suyos,
hasta el diablo pienso
que está ya cansado,
perezoso y renco.
Solían condenarse
los del otro tiempo,
con grande descanso
por andar él suelto;
y agora los malos
andan ellos mesmos,
por falta de diablos,
yéndose al infierno...

Continúa Autoridades:

"De padre coxo, hijo renco. Refr. que explica que los hijos, regularmente, sacan las costumbres y resabios de sus padres. (...)

RENGO, GA. adj. Lastimado, lisiado ú desgobernado de las renes ó cadéras. Lat. Elumbis. Delumbis".

Cita un párrafo de la obra de Miguel de Cervantes titulada "La Gitanilla". En la primera edición de las "Novelas Ejemplares" (Juan de la Cuesta. Madrid, 1613) aparece escrita la voz renca; de modo que no entiendo por qué Autoridades opta por la voz renga. El texto es este:

"En pobre acaba el vltimo verso, dixo á esta sazón Preciosa, mala señal; nunca los enamorados han de dezir que son pobres, porque a los principios, a mi parecer, la pobreza es muy enemiga del amor. Quién te enseña esso, rapaza, dixo uno? Quién me lo ha de enseñar? respondió Preciosa. No tengo yo mi alma en mi cuerpo? No tengo ya quinze años? Y no soy manca, ni renca, ni estropeada del entendimiento. Los ingenios de las Gitanas van por otro Norte que los de las demás gentes; siempre se adelantan a sus años; no ay Gitano necio, ni Gitana lerda. Que como el sustentar su vida consiste en ser agudos, astutos y embusteros, despauilan el ingenio a cada paso, y no dexan que críe moho en ninguna manera".
(Fol. 7v)

Continúa Autoridades:

"Dar con la de rengo. Phrase que vale engañar á alguno, después de haberle tenido entretenido con esperanzas. Lat. Tandem spe fraudare. Deludere.

Hacer la de rengo. Phrase que vale fingir enfermedad ó lesion, para excusarse del trabajo. Lat. Debilitatem fingere, simulare".

RENQUEAR. v. n. Andar como renco, meneándose á un lado y á otro. Trahele Covarr. en su Thesoro. Lat. Claudicare".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1817, en que no incluye el refrán. En la de 1843 definen rengo-ga  como "renco"; en la de 1884 estas voces quedan definidas así:

"RENCO, CA. (Del lat. renes, riñones.) adj. Cojo por lesión de las caderas. Ú. t. c. s.

RENGO, GA. adj. Renco.// Dar con la de rengo. fr. fig. y fam. Engañar á uno después de haberle entretenido con esperanzas.// Hacer la de rengo. fr. fij. y fam. Fingir enfermedad ó lesión para excusarse del trabajo.

RENQUEAR.- n. Andar como renco, meneándose á un lado y á otro".

Nada varía hasta la edición de 1970, en la que dicen:

"RENCO, CA. (Del lat. renicus.) adj. Cojo por lesión de las caderas. Ú. t. c. s. // 2. Dícese del ciclán, rencoso, que tiene un solo testículo.

RENGO, GA. (Del lat. renicus, de ren, renis, riñón.) adj. renco. Ú. t. c. s. // Dar a uno con la de rengo. Matar a uno de un golpe. // 2. fr. fig. y fam. Engañarle después de haberle entretenido con esperanzas. // Hacer la de rengo. fr. fig. y fam. Fingir enfermedad o lesión para excusarse del trabajo.

RENGUEAR. (De rengo.) intr. Andar como rengo.

RENQUEAR. intr. Andar como renco, meneándose a un lado y a otro. // 2. fig. y fam. No acabar de decidirse el que es apático o melindroso, a ejecutar un acto o tomar una resolución".

En la edición de 1984 incluyen las definiciones y las frases hechas de la voz rengo en un apartado y otras acepciones en otro:

"RENGO. (Nombre de un guerrero indio de La Araucana de Ercilla.) Dar a uno con la de Rengo. loc. fig. Matarlo de un golpe. // 2. fig. Causar grave daño o contrariedad. // 3. fig. Engañar adulando".

En la edición de 1985 estas voces quedan definidas del siguiente modo:

"RENCO, CA.  adj. Rengo, cojo. Ú. t. c. s. // Rencoso.// And. Encorvado, curvo.

RENGO, GA. adj. Cojo por lesión de cadera. ü. t. c. s. // Dícese del ciclán o rencoso, que no tiene más que un testículo.// Hacer la de rengo. fr. fij. y fam. Fingir enfermedad o lesión  para excusarse del trabajo.

RENGO. n. p. m. de un guerrero indio de La Araucana de Ercilla.// Dar a uno con la de Rengo. fr. fig. p. us. Matarlo de un golpe.// fig. p. us. Causar grave daño.// fig. p. us. Engañar adulando.

RENQUEAR. intr. Andar como renco, meneándose a un lado y a otro.// fig. y fam. No acabar de decidirse a ejecutar un acto o a tomar una resolución.// Tener dificultades en algunas empresas, negocio, quehacer, etc.".

En la Edición del Tricentenario,última consultada, las definiciones del verbo no varían y las de las otras  dos voces quedan definidas de la siguiente manera:

"RENCO, CA. (Del lat. renicus.) 1. adj. rengo (Cojo por lesión de las caderas) Ú. t. c. s. // 2. adj. ciclán (que tiene un solo testículo.)

RENGO, GA. (Del lat. renicus, de ren, renis, riñón.) 1. adj. Cojo por lesión de las caderas. ü. t. c. s. //2. adj. Arg. Cuba, Méx. y Ur. Cojo por lesión de un pie. // 3. f. Joroba (Giba.) // 4. f. Sal. Parte del lomo sobre la que se pone la carga de la caballería. // Hacer la de rengo. Loc. verb. colq. Fingir enfermedad o lesión por excusarse del trabajo".


El Esteban Terreros ofrece las tres voces:

"RENCO, RENCHUS, cierto pescado mui sabroso que se halla en Babiera.

RENCO, cojo, que renquea, derrengado. Fr. Erené, ereinté. Lat. Claudus, elumbis. It. Dilombato, sdirenato.

RENGO, lo mismo que renco. V.

DAR CON LA DE RENGO, entretener, y engañar con esperanzas. V.

HACER LA DE RENGO, finjir enfermedad, ó lesion, para el trabajo. V. Finjir, simular, etc.

RENQUEAR, andar como renco, meneándose á un lado, y otro, cojear, anadear. Fr. Clochér, boiter. Lat. Claudicare. It. Zoppicare".

El Rodríguez Navas nos amplía la 2ª acepción de la voz rengo:

"RENCO, RENCA. adj. y a. Cojo por enfermedad de la cadera.// Ict. Género de peces fisóstomos. Viven los rencos en los lagos y ríos de Europa y Asia, y también se encuentran algunos en el mar Báltico y del Norte; siempre se hallan a gran profundidad, y solo suben a la superficie para acercarse a las orillas cuando van a depositar su freza.- Del lat. renes, los riñones".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia. La voz renco la ilustra con el refrán y los  versos de Francisco de Quevedo, ya citados, y otros más que Miguel de Cervantes puso en boca de Altisidora, en el capítulo XLIV de la segunda parte de "El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha". El romance que dulcemente canta la doncella, bajo la ventana de la habitación de don Quijote, comienza de este modo:

¡Oh, tú, que estás en tu lecho,
entre sábanas de holanda,
durmiendo a pierna tendida
de la noche a la mañana,
caballero el más valiente
que ha producido la mancha,
más honesto y más bendito
que el oro fino de Arabia!
Oye a una triste doncella
bien crecida y mal lograda
que en la luz de tus dos soles
se siente abrasar el alma.

Más adelante dice:
Niña soy, pulcela tierna;
mi edad de quince no pasa;
catorce tengo y tres meses,
te juro en Dios y en mi ánima.
No soy renca, ni soy coja,
ni tengo nada de manca;
los cabellos, como lirios,
que, en pie, por el suelo arrastran...


A lo mejor Vladimir Nabokov, al que tanto le gustaba la inmortal obra de Cervantes, se inspiró en este romance para escribir su novela "Lolita".
El Pagés al verbo renquear también lo ilustra con otra cita de "El Quijote", y añade una más de la  conocida obra del padre Coloma, titulada "Pequeñeces". El párrafo citado se encuentra en el capítulo XXX de la segunda parte, en el que narra "lo que le avino a don Quijote con una bella cazadora". No era otra que la duquesa. La vio el Caballero de los Leones, que es como se hacía llamar por entonces, y envió a Sancho con el fin de que le concediera licencia para hablar con ella. Lo hizo, Volvió el escudero sobre sus pasos, se lo comunicó al caballero y él se fue hacia ella, montado en su fiel Rocinante. Llegados a este punto, cuenta Cervantes:

"En esto llegó don Quijote, alzada la visera, y dando muestras de apearse, acudió Sancho a tenerle el estribo; pero fue tan desgraciado, que al apearse del rucio se le asió un pie en una soga del albarda, de tal modo, que no fue posible desenredarle, antes quedó colgado dél, con la boca y los pechos en el suelo. Don Quijote, que no tenía en costumbre apearse sin que le tuvieren el estribo, pensando que ya Sancho había llegado a tenérsele, descargó de golpe el cuerpo y llevóse tras sí la silla de Rocinante, que debía de estar mal cinchado, y la silla y él vinieron al suelo, no sin vergüenza suya, y de muchas maldiciones que entre dientes echó al desdichado de Sancho, que aún todavía tenía el pie en la corma.
El duque mandó a sus cazadores que acudiesen al caballero y al escudero, los cuales levantaron a don Quijote maltrecho de la caída, y, renqueando y como pudo, fue a hincar las rodillas ante los dos señores".
(Pág.

El párrafo de la novela de Luis Coloma se encuentra en el capítulo. Dice así:

"Por la escalera, agarrándose á la balaustrada, subía renqueando un viejo, envuelto en un largo y amplio gabán de mackintosk, capaz de preservar de todas las humedades a un explorador del polo".
(Libro II; pág. 289)

Corominas dedica a la voz renco casi una página y media de su "Diccionario...". Entre otras cosas, dice:

"RENCO, cat. y oc. ranc, it. rancoíd., tomados de un derivado del germ. wrankjan´torcer´(...) pero la historia y  procedencia exacta de la palabra romance no están bien averiguadas, aunque podría tratarse de un adjetivo gótico wranks; en castellano el vocablo sufrió el influjo del verbo derrengar, de otro origen, de donde la -e de renco, y la -g de la forma dialectal y americana rengo. 1ª doc.: 1570, C de las Casas: "renco´: sciancato". (...)
La variante rengo es usual en la mayor parte de América (arg., chl., per., ecuat., colomb., y parte de Méjico), mientras que en Honduras, Costa Rica y Venezuela se dice renco. Por lo demás en arg., venez., centroamer., y quizá en otras partes de América, rengo (-co) ha ampliado su significado aplicándose a los cojos en general, de suerte que en estos países no está en uso popular la palabra cojo (...).
El étimo no creo que pueda ser un renicus, derivado de ren´riñón´, como supuso A, Castro (...) pero Spitzer rechazó con razón esta idea. (...)".

Entre otros autores, cita Corominas unos versos del entremés famoso de Quiñones de Benavente titulado "El amor al uso". Comienza contándole Pablo  a un vejete sus cuitas; su mujer quiere una doncella, un paje y un escudero; el viejo decide ayudarle y Pablo se lo presenta a su esposa:

PABLO
Ella sale, que aquí se escucha el ruido.

VEJETE
Decí que el escudero habeis traído.

(Sale doña Cristina)

CRISTINA
¿Qué es aquesto, marido?
¿Aun vivís sin traerme lo que os pido?

PABLO
Ya os traigo el escudero; iré a buscar
si se halla lo demás en el lugar.

(Vase.)

CRISTINA
Ea, señor, paseaos.

VEJETE
Si vusted me ha de comprar
a fuer de cabalgadura,
enviáremos a llamar
al albéitar.

CRISTINA
Replicón
me parece el padre Adán.
Paseaos.

VEJETE
Ya me paseo.

CRISTINA
¿Parece que renqueais
de aquella pierna siniestra?

VEJETE
Si vusted me ha de ocupar
en que vaya a cazar liebres,
aun no valgo medio real;
mas para ser escudero,
ningún escudero hay
que no jure de tudesco,
ni ha pintado en postear.

Don Julio Cejador nos da en su "Tesoro..." (Vol 2º) una etimología diferente de la voz renco:

"RENCO, RENGO, el cojo de caderas, de erren-ka cojeando, erren cojo. En Honduras renco el cojo. No de ren ó riñon, que hubiera dado des-ren-ar y no rengar, derrengar, rengo: en las demás románicas hay derivados de renco, y de ren lo son prov. desrenar, deregner, ant. fr. esreiner. A rengo responden en gasc. y lang. reng, Alpes rene, ant. prov. reng, rene, arrenc, cat. y bref. rene. El fr. ranger, arranger, rang, it. rancio, vienen de las formas antiguas prov. rene, arrenc=orden, serie, rengar, arrengar=ordenar, prov. arrengueira, Ródano arrenguiera, lang. arrenguieira, tolos, arrengla, por poner en fila, en ringle ó ringlera, gasc. renglo, lomos, renjo, delfín, ranjo, prov. rengo, ant. rengua, que todos se refieren al renque fila, turno, vez, ringle en Álava y Galicia, del euskaro erren-ka cojeando y fila, serie, sin interrupción, movimiento rítmico, seguido del cojear: tal es el concepto de ren-co, el que cojea ó se mueve rítmicamente. Quij. 2,44 : No soy renca ni soy coja. QUEV. Musas. 6 r. 98. Que está ya cansado,/ perezoso y renco. Gitan.: No tengo yo alma en mi cuerpo? no tengo quince años? y no soy manca ni renga. Pedr. Urdem. 2: Aquel que no es nada renco. 
Dar con la de rengo, engañar entreteniéndole con esperanzas. 
De padre cojo, hijo renco. 
Dióle con la de Rengos. (Con la del martes, con la de Calaínos), c. 581. 
El de la pata renga, ó de la pata galana, el cojo. QUEV. C. de c: Que les pagaría á manteniente con la de rengo. 
Hacer la de rengo, fingir lesión ó enfermedad para excusarse del trabajo. 
Renga, renga, y á casa venga. (Del que pone tacha á la cosa, y la desea y quiere, y que no se deje perdido lo que en algo puede aprovechar), c . 479".

Del verbo renquear dice:

"RENQUEAR, RANQUEAR, RENGUEAR, cojear, andar renc-o, úsase mucho en América. Q. BENAV. 11,115: Parece que renqueais / de aquella pierna siniestra. CALD. Tres justic. en una 2: Mírala tu con cuidado / verasla ranquear de un lado,/y de otro lado no ver".

El Manuel Seco recoge la voz renco y la ilustra con una cita literaria:

"RENCO -CA. adj. Rengo o cojo. // FSantos Cabrera, 43: Oyéndole tales razones, el cojo y yo callamos, el renco dando trabajo a su cayado y yo a la cabeza con mis meditaciones".

El "Diccionario de Americanismos"  nos ofrece las voces renco y rengo con estos significados:

"RENCO, -A. I. 1. Mx., Gu., Ho., Es., CR., Pa., RD., Co., Bo., rengo, cojo. // a. Renco del morro. loc. sust/adj. Ho. Persona tonta.

RENGO. a. Rengo, pero vengo. Fr. prov. Ar. Indica que se cumple lo prometido pese a las dificultades. Pop + cult. > espon.

RENGO, -A. I. 1. adj. Mx., Cu., Co., Ec., Pe., Bo., Py., Ar., Ur. Adj/sut. Ch., p. u. Referido a persona o animal, cojo por lesión de un pie o una pata. (renco). Arrengado.// 2. Bo., Ar., Ur.Referido a un mueble, que no se apoya con todas sus patas en el piso y se balancea. Pop + cult > espon. // 3. Ho. Referido a una organización, un partido político o una institución, deficiente en su funcionamiento".


Juan de la Cueva, escritor del Siglo de Oro, es el autor de la obra "Coro Febeo de romances historiales" (En Casa de Joan de Leon. Sevilla, 1587) En ella figura un romance en el que cuenta "cómo los Poetas siguieron a la Poesía, y lo que le pasó con ellos". Comienza así:

Huyendo va la Poesía,
despavorida y temblando,
de una chusma de poetas
que caza la iban dando,
y cual jabalí cercada
de sabuesos y de alanos,
o cual temerosa liebre
de la multitud de galgos,
está la Febea virgen
rodeada de cosarios,
que por su desdicha un día
la encontraron en el campo,
porque siempre ama los bosques,
y le agrada el despoblado,
y aunque no la conocieron,
por ser poetas bastardos,
viéndole las  sacras sienes
ceñidas de yedra y lauro,
entendieron ser aquella
a quien profanan cantando...

Un poco más adelante, describe a los perseguidores:

...cual trae el vestido negro,
cosido con hilo blanco,
cual en ferreruelo verde
un remiendo colorado,
cual trae vuelta la camisa,
por echar fuera el ganado,
cual sin ella, y con jubón,
y el cuello muy botonado,
cual cojo, cual patituerto,
cual renco, cual corcobado,
cual viene sobre un bordón
con una pierna arrastrando...

Diego de Torres Villarroel escribió también varios sonetos dedicados a los malos poetas. El encabezamiento es largo pero no tiene desperdicio:

"Geringazo, con su catalicón, y girapliega, a los Poetas duros, y Cacochimicos, que tienen obstinado el vientre de el cerebro. Es un salpicón contra los que son impotentes de Meollo, y eunucos de fantasía para producir la agudeza: salvajes tolerados, que están metidos de mogollón en la tropa de los Discretos, y viviendo de gorra en el coro de los legítimos hijos de las Musas. Zahiérense con este geringatorio las coplas con que están cagando las resmas, y llenando los papeles de gargajos de consonantes en ofensa de las Cómicas, alabándolas en estilo bruto, con Décimas de coz, y bocado. Celébranse en este papel las bellezas, chistes, habilidades, y gracias de las cuatro, que no se comprehendieron en el antecedente; es a saber, Maria Antonia de Castro, Antonia Mexía, Francisca Vallejo, y la Chaves. Y se les amonesta a los Poetas pellejos, que dispongan el nalgatorio para otro geringazo, con que se les salpicará de apodos en pasando la Quaresma".
(Pág. 64)

Uno de los sonetos es este:

Bella Francisca, el Bachiller Solomo,
que de coplas también ha puesto ramo,
ha venido corriendo, como un gamo,
a ofrecerte un soneto, como un plomo.

Otro de disparates hace un Tomo,
donde hay de agudos un prolixo tramo,
mas yo, Francisca mía, yo le llamo
al consonante agudo, al Autor romo.

Él te celebra, con su flauta ronca,
siendo su Musa de una pata renca,
mocha de estilo, y aun de oreja manca;

Si llega el tal Cermeño, ponte bronca;
dile, en fin, que su Musa  es muy sellenca,
y dale a ese Molondro con la tranca.

La 2ª acepción de la voz sellenca o cellenca es "prostituta".

Mariano José de Larra escribe el gerundio de este verbo en su artículo "Ventajas en las cosas a medio hacer". Comienza de este modo:

"Suele decirse que nadie tiene mas edad que la que representa, y esta es una de las muchas mentiras que corren acreditadas y recibidas en el mundo con cierto agradable barniz de verdad, y que entran en el circulo de todo aquello que sin servero, es sin embargo ben trovato. Si una mentira pudiese probar algo, esta probaría una verdad, á saber, que no hay nada positivo, que no hay nada tal cual es, sino tal cual parece. Por el mismo estilo podría decirse que ciertos pueblos no envejecen, porque para envejecer es preciso vivir. He aquí la razón por qué siempre que yo me paro á mirar con reflexión nuestra España (que Dios guarde de sí misma sobre todo) suelo dirigirle mentalmente aquel cumplimiento tan usual entre gentes que se ven de tarde en tarde: ¡Hombre, por usted no pasan dias! Por nuestra patria efectivamente no pasan días; bien es verdad que por ella no pasa nada: ella es por el contrario la que suele pasar por todo. Así es que después de sus años mil, vésela de temporada en temporada aparecer joven y rozagante, como quien empieza á vivir de nuevo. Si la hubiésemos de comparar con algo, la compararíamos con ésas viejas verdes que unos días se tiñen las canas y otros no; ó con esos seres que pasan el invierno entre dos piedras en una aparente muerte, y que necesitan todo el sol del mes de julio para empezar á rebullirse; ó con la comparsa del célebre Robinson, silbado años pasados en esta corte, que andaba dos pasos adelante y uno atrás; ó con la casta Penélope, que deshacía de noche la tela que tramaba por el día; ó con los gatos en fin, de los cuales se dice que tienen mil vidas; si bien con una notable diferencia: estos siempre caen de pié, y de la España no nos atreveríamos á decir claramente cómo cae siempre. En una palabra, se la puede comparar con todo y exactamente con nada. 
No es esto que queramos hablar mal de España: mala ocasión escogeríamos, sobre todo cuando está casualmente en el día en que se tiñe las canas, en que se despereza y se rebulle, en que da el paso adelante, en que teje la tela, y en que se levanta renqueando de la última caída. Dios nos libre de semejante intención como de un manifiesto; nuestro objeto es retratarla, y aun hacerla favor si cabe. Es el mal que se escapa á la observación como el agua á la presión: piensa usted cogerla por un lado, deslizase por otro; como esos calidescopios fantasmagóricos que á cada movimiento presentan una figura distinta á la vista divertida: así nuestra patria ofrece unas veces encima unos colores y otras veces otros".
(Pág. 368)

José María de Pereda también escribe el gerundio de este verbo en el capítulo XI de su novela "Sotileza":

"Cleto, el hermano de Carpía, volviendo un día de la mar con toda la ropa de agua encima, dos remos al hombro y el cesto de los aparejos en el brazo desocupado, la halló acurrucada junto al primer peldaño de la escalera, limpiando la basura del portal. Como estaba vuelta de espalda, no vió entrar al pescador; el cual, sobrio y económico de palabras hasta la avaricia, en lugar de mandar apartarse a la chiquilla, que le obstruía el camino, la dió una patada que la hizo perder el equilibrio. 
— ¡Burro !— exclamó Silda en cuanto alzó la mirada y conoció a Cleto. 
Detrás de éste iba Mocejón, renqueando, también cargado de ropa embreada, porque había llovido y seguía lloviendo, con el balde del macizo en .una mano y la otra sujetando la lasca y una orza que llevaba al hombro, hechas un haz con los cabos de la primera".
(Pág. 124)

En "Un viaje de novios", de doña Emilia Pardo Bazán, leemos:

"Comenzaba muy temprano la vida cotidiana en la villa termal, porque los habitantes, hosteleros de oficio casi todos durante la estación de aguas, tenían que ir á la compra y apercibirse á dar el almuerzo á sus huéspedes cuando éstos volviesen de beber el primer vaso. Por lo regular, aparecía el alba un tanto envuelta en crespones grises, y las copas de los grandes árboles susurraban al cruzarlas el airecillo retozón. Pasaba algún obrero, larga la barba, mal lavado y uraño el semblante, renqueando, soñoliento, el espinazo arqueado aún por la curvatura del sueño de plomo á que se entregaran la víspera sus miembros exhaustos".
(Cap. IX; pág. 253)

Una descripción más terrible de un obrero la encontramos en un artículo que publicó en su sección "La vida contemporánea", de "La Ilustración Artística", el 7 de marzo de 1904:

"En un ángulo del despacho aguarda un hombre. Viste humilde traje de obrero—de obrero casi en la miseria.—Es pequeño de cuerpo, feo de rostro; lleva la barba descuidada y apagado y triste el mirar. Es un abrumado por el peso de la suerte. Cuando se incorpora, veo que cojea, de una de esas cojeras inutilizadoras, absolutas, que no parecen defecto de una pierna, sino de todo el organismo. Renquea, se arrastra. Con él ha venido el médico forense, para confirmar, por medio de la radiografía, un diagnóstico, del cual depende que la lesión del obrero sea ó no considerada accidente del trabajo y se le otorgue ó no la indemnización que señala la ley. Y al salirme al paso este episodio aislado y sencillo de la lucha económica, se me viene á los labios una frase de la novela Resurrección; <(Este sí que es el mundo, el verdadero mundo!".

A don Benito Pérez Galdós debía gustarle este verbo  porque se encuentra en algunas de sus obras; por ejemplo, en su novela "Misericordia":

"Consternadas hija y madre, gritaban pidiendo socorro a los vecinos. Pero Juliana, más valerosa y expeditiva, no pudiendo sufrir con calma los impertinentes desvaríos del desdichado Ponte, se fué hacia él furiosa, le cogió por las solapas, y comiéndoselo con la mirada y la voz, le dijo:
— Si no se marcha usted pronto de esta casa, so mamarracho, le tiro a usted por el balcón. 
Y seguramente lo habría hecho si la Hilaria y la Daniela no cogieran al pobre hijo de Algeciras, poniéndole en dos tirones fuera de la puerta. 
Presentáronse los porteros y algunos vecinos, atraídos del alboroto, y al ver reunida tanta gente, salieron las cuatro mujeres al rellano de la escalera para explicar que aquel sujeto había perdido el juicio, trocándose de la más atenta y comedida persona del mundo, en la más importuna y desvergonzada. Bajó Frasquito renqueando hasta la meseta próxima: allí se paró, mirando para arriba, y dijo: 
— Ingrata, ingrrr...".
(Cap. XL; pág. 353)

En "Casandra (novela en cinco jornadas)" (Perlado, Páez y Cía. Madrid, 1906) leemos la siguiente acotación:

"(En el pórtico se pasea Ismael, esperando que salga la pobre para observarla mejor. No se repone fácilmente de la turbación que le produjo la mirada de la vieja al recibir la limosna, mirada que venía de otro mundo. Está decidido á no moverse de allí basta verla salir, y le seguirá los pasos, y observará eu qué rincón ó agujero se mete. Por fin, la visión sale. Renqueando con su palo, lo mismo que renqueaba doña Juana, y con la propia figura, gesto y andares de la difunta, se aleja por la calle frontera.)
(Quinta Jornada; pág. 372)

José Hernández escribió la voz rengo en su conocida obra "El gaucho Martín Fierro":

Tampoco me faltan males
y desgracias, le prevengo;
también mis desdichas tengo,
aunque esto poco me aflige:
yo se hacerme el chango rengo
cuando la cosa lo esige (sic) 


Don Miguel de Unamuno escribe en su novela "Paz en la guerra" (Librería de Fernando Fe. Madrid, 1897):

"Una tarde ayudó á que se levantara del suelo á un anciano que había resbalado. E1 pobre viejo, medio baldado, volvióse á él con los ojos empañados de lágrimas, y en mal castellano, le dió las gracias deseándole que si le cogía una bala, ó no le hiciera daño grave, ó le matara antes de perder brazo, ni pierna, ni quedar inútil para el trabajo. 
— Prefiero quedar vivo y cojo, á morirme. 
Y el anciano moviendo la cabeza:
—Cojo no, manco no...... entero, entero......entero, y si no entero, muerto! Hombre que no trabaja no sirve...... estorbo, estorbo nada más! 
Y continuó renqueando su camino, mientras le miraba Ignacio. Parecía haberse consolidado en él la postura del que laya la tierra".
(Cap. II; pág. 131)

Pío Baroja recoge varios refranes, coplas y dichos en un capítulo  titulado "La hispanofobia", perteneciente a su libro "Vitrina pintoresca" (Ediciones 98. Madrid, 2010). Se lo publicó la Editorial Espasa-Calpe en el año 1935. De esta afición se terminó contagiando Camilo José Cela, en cuya extensa obra encontramos suculentos y parecidos ejemplos. Transcribo tal cual está publicado el dicho recogido por don Pío:

"Loja, la que no es p... es coja, y la que no cojea, renquea".
(Pág. 269)

El Maestro Gonzalo Correas ya dejó fielmente documentada  esta mala costumbre  en su "Vocabulario de refranes y frases proverbiales" (1627) Veamos algunos ejemplos:

"En Orellana la Vieja, puta la moza, puta la vieja.
  Espada valenciana y broquel barcelonés, puta toledana y rufían cordobés.
  Trucha de Vela y puta de Mena, carnero de Buitrón y villano de Sesamón.
  Cañizar y Villarejo, gran campana, ruin concejo.
  Moza de Burgos, tetas y muslos.
  Salamanca a unos sana, y a otros manca, y a todos deja sin blanca.
  Aragonés, falso y cortés.
  Al andaluz, muéstrale la cruz; al extremeño, el leño".

Existe otra variante que dice: "El que anda con un cojo, si al año no cojea, renquea".
Rencos y cojos forman parte de algunas obras de don Ramón María del Valle-Inclán. Por ejemplo, en esta acotación de "Luces de bohemia".

Entra un galán que sirve en la antesala
del Duque de Nebreda. Las ducales
armas, en el tabardo dan sus oros
y brisaltes de azur, cruce de gules
y esmaltadas praderas de sinople.
A zaga del criado, Don Facundo,
glorioso vejestorio cortesano,
renqueando, barre el polvo con la capa.
La bengala de Indias, en el suelo
tantea el dar el paso. Su mercé
rezonga y sorbe un polvo de rapé.

En "La Corte de los Milagros", escribe:

"La Tía Melonilla, renqueando, bajó al mostrador. Paco guipó por el aire su seña, buscó pretexto y suspendió el julepe".
(Libro séptimo; cap. III; pág. 240)

Manuel Azaña le da a la voz renca un sentido figurado en su novela autobiográfica titulada "El jardín de los frailes":

"La verdad religiosa me subyugaba -por razón de autoridad, y del consenso ajeno- con el vigor de las verdades prácticas sacadas de la observación personal. También era verdad que arrojándome por la ventana me estrellaría o que me ahogaría si me tiraba al estanque; fuera insensatez no atemperar a tales verdades la conducta. Me sometí, renca la voluntad, a contrapelo del gusto".
(Cap. XI; pág. 81)

De imprescindible lectura es la trilogía "La forja de un rebelde", de Arturo Barea. En su segundo volumen, subtitulado "La ruta", leemos:

"Estaba en ceuta, en el hospital Docker para enfermedades infecciosas, a dos kilómetros de la ciudad, sobre un cerro que domina el estrecho de Gibraltar. Un viejo, vestido con un blusón blanco, estaba sentado cerca de la puerta leyendo un periódico. Volvió la cabeza, me miró y vino a mí renqueando.
-Qué, muchacho, ¿te encuentras mejor? Voy a darte un poco de leche".
(Primera parte; cap. IX: "El hospital"; pág. 121)

Horacio Quiroga puso la voz rengo en la narración que lleva por título "El desierto". Está incluida en su obra "Los desterrados y otros cuentos":

"En esa suelta arena sin remover, convertida en laboratorio de cultivo por el tiempo cruzado de lluvias y sol ardiente, los piques se propagaron de tal modo que se los veía trepar por los pies descalzos de los chicos. Subercasaux, aunque siempre de stromboot, pagaba pesado tributo a los piques. Y rengo casi siempre, debía pasar una hora entera después de almorzar con los pies de su chico entre las manos, en el corredor y salpicado de lluvia o en el patio do por el sol. Cuando concluía con el varoncito, le tocaba el turno a sí mismo; y al incorporarse por fin, curvaturado, el nene lo llamaba porque tres nuevos piques le habían taladrado a medias la piel de los pies".
(Págs. 161-162)


En el "Viaje a la Alcarria", de Camilo José Cela, los que renquean son los autobuses:

"A la plaza llega, entre una nube de polvo y una bandada de chiquillos, un autobús canijo, bullidor y saltarín, que se detiene unos minutos, para que se baje la gente, y se marcha después por el camino de Escamilla, alborotando como un condenado. Al cabo de un rato, cuando ya debe ir el autobús muy lejos, todavía se le oye renquear cuando se callan, un instante, los gorriones del olmo".
(Cap. VIII: "Del arroyo de la Soledad al arroyo Empolveda"; pág. 115)

En la novela "Entre visillos" (Colección Áncora y Delfín; nº 147. Ediciones Destino. 2ª ed. Barcelona, 1958), de Carmen Martín Gaite,  también renquea el autobús de la postguerra:

"Bajábamos, me pareció, por una avenida de casas pequeñas, alguna con un trozo de jardín; sólo veía la parte baja. Saltaba el autobús sobre los adoquines del empedrado, tocando la bocina. En un cierto punto torcimos bordeando un parque con olor a churros fritos, y desde entonces se empezó a oír más ruido y a ver más gente. Bares y escaparates, coches y alguna moto. Eran calles estrechas y el coche iba despacio, renqueaba arrimándose a la acera".
(Cap. II; pág. 30)

Uno de los capítulos de "Marea escorada", la magnífica novela de Luis Berenguer, comienza de este modo:

"El cura le echó el agua. Baila Farina por bulerías, gitano rengo que tiene una pata más larga. No, que tiene la otra más corta, como los ángeles baila, como los ángeles, gitano con voz de café con leche, más café que leche".
(Pág. 206)

De "Rayuela", la insólita novela de Julio Cortázar, son estos párrafos:

"A Etienne le parecía estúpido que Oliveira fuera a jorobarlo a esa hora de la mañana, aunque lo mismo lo esperó con tres cuadros nuevos que tenía ganas de mostrarle, pero Oliveira dijo inmediatamente que lo mejor era que aprovecharan el sol fabuloso que colgaba sobre el boulevard de Montparnasse, y que bajaran hasta el hospital Necker para visitar al viejito. Etienne juró en voz baja y cerró el taller. La portera, que los quería mucho, les dijo que los dos tenían cara de desenterrados, de hombres del espacio, y por esto último descubrieron que madame Bobet leía science-fiction y les pareció enorme. Al llegar al Chien qui fumese tomaron dos vinos blancos, discutiendo los sueños y la pintura como posibles recursos contra la OTAN —y otros incordios del momento. A Etienne no le parecía excesivamente raro que Oliveira fuese a visitar a un tipo que no conocía, estuvieron de acuerdo en que resultaba más cómodo, etcétera. En el mostrador una señora hacía una vehemente descripción del atardecer en Nantes, donde según dijo vivía su hija. Etienne y Oliveira escuchaban atentamente palabras tales como sol, brisa, césped, luna, urracas, paz, la renga, Dios, seis mil quinientos francos, la niebla, rododendros, vejez, tu tía, celeste, ojalá no se olvide, macetas".
(Pág. 443)

En la novela "Juegos de la edad tardía" la imagen que nos brinda Luis Landero es esta:

"Caminaba deprisa y con aspavientos de pájaro rengo".
(Cap. 10; pág. 179)

Vamos a terminar esta entrada con una coplilla. Antiguamente, en Andalucía, a las faltas de los muchachos a la escuela se les llamaba rabonas o, como se sigue diciendo aún, hacer novillos. Esta coplilla burlesca, anotada por Ignacio del Alcázar en su "Colección de Cantos Populares" (Antonio Aleu. Madrid, 1910) va de eso:

La cochina rabona 
dice á la renca: 
—Vamos á la cebada,
 que ya está seca.
— Y responde la renca 
con grande risa: 
—¿No te acuerdas, rabona, 
de la paliza?

Dumas Aljure canta en este vídeo un joropo titulado "El renco":

REMEJER

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Remejer es voz que no recogen ni Covarrubias ni Autoridades. En Academia aparece a partir de la edición de 1970, con este significado:

"REMEJER. tr. Revolver, remezclar".

Esta definición no varía hasta la Edición del Tricentenario, en la que dice:

"REMEJER. 1. tr. Mejer, revolver algo".

El verbo mejer se encuentra en Academia desde la edición de 1925. Lo definen así:

"MEJER. (Del lat. miscere.) tr. Zam. Mecer, 1ª acep".

La 1ª acepción del verbo mecer es esta:

"MECER. (Del lat. miscere, mezclar.) tr. Menear y mover un líquido de una parte a otra, para que se mezcle o incorpore. (...)".

En la edición manual de 1927, leemos:

"MEJER. tr. Zam. Mecer un líquido".

En la edición de 1970, dicen:

"MEJER. (Del dialect. mejer, y éste del lat. miscere, mezclar.) tr. Mover un líquido para que se mezcle, mecer".

En la Edición del Tricentenario, última consultada, definen de este modo el verbo mejer:

"MEJER. (Del dialect. mejer, y este del lat. miscere, ´mezclar´) 1. tr. Mecer (// Mover un líquido para que se mezcle.)

El María Moliner  nos ofrece dos acepciones del verbo remejer:

"REMEJER.-1. tr. y pml. lit. (con) Revolver[se], mezclar[se]: ´La lluvia remejió unas hierbas con otras"´. 2. lit. pml. Removerse: ´Se remejió en el asiento´".

El "Diccionario Hispánico Manual"(1942), al que en casa llamamos "El Sabio", recoge los dos verbos:

"MEJER. (Del lat. miscere) tr. Zam. mecer, 1ª acep.

REMEJER. tr. Salam. Remover un líquido".

El Manuel Seco ilustra esta voz con varios ejemplos literarios:

"REMEJER. tr.  (lit.) Remover (mover) Tb. fig. Tb. abs.// Lorenzo SABC 22.9.74, 10: Un cucharón de palo remeje la orza. TORRENTE Off-side, 287: Landrove se remeje, inquieto, en el asiento. TORRENTE Sinf. 17.10.74, 16: A vueltas con lo del surrealismo, remejo recuerdos y van saliendo. CBONALD Dos días, 137: El Levante removía toda la viña, a ráfagas cálidas y violentas, remejiendo por los entreliños y cuarteando la lisura de la albariza".

José de Lamano y Beneite incluyó esta voz en su obra "El  dialecto vulgar salmantino":

"REMEJER. Remover un líquido. Úsase también en dialecto gallego: 

«Que tanto hey de remexer 
que ou contigo m' hey casar 
e tanto hey de traballar 
ou n' unha forca t' hey ver.»

 (Curros Enríquez. Obras. T. I, pág. 101.)

Juan Carlos González Ferrero se ocupa ampliamente de estos dos verbos en su "Léxico vitivinícola tradicional de la D. O. Toro" (SafeCreative, 2016), dándoles el mismo  significado:

"MEJER. Bazuquear el contenido (mosto y madre) de la cuba durante la fermentación a fin de que la madre no permanezca flotando en la superficie y forme una costra sólida que perjudique la elaboración del vino. (...)
Frente a la variante castellana mecer, ´mover un líquido para que se mezcle´, ´bazuquear´, mejer, con idénticos significados, constituye una forma común a los ámbitos occidental y aragonés, y a sus respectivas áreas de influencia. (...)".

Del verbo remejer añade, entre otras cosas, lo siguiente:

"No figura remejer con este significado en los diccionarios generales. DCECH, remexer´revolver´, ´dar vueltas a una cosa mezclándose o  no otras´, gallego, DEEH, remexer, ´bazuquear el contenido de la cuba´, (...)".

Antonio Llorente Maldonado de Guevara no es de la misma opinión, pues dice en su "Estudio sobre el habla de la Ribera" (CSIC. Salamanca, 1947) que "a la operación de mover el mosto cuando se le echa la madre, se dice mecer y no mejer ni remejer. (Véase G. DIEGO, LAMANO, Voc.)".


Escribe doña Emilia Pardo Bazán en su novela "La madre naturaleza", segunda parte de "Los pazos de Ulloa":

"El Arcipreste entreabrió un ojo (iba como aletargado, resoplando y con la cabeza temblona) y dijo que no con las cejas; al mismo tiempo deslizó la incierta mano, que de puro gruesa parecía hidrópica, bajo el balandrán, y exhibió una tabaquera de forma prehistórica, un gran fusique de plata, que arrimó á la nariz, sorbiendo con notoria complacencia el rapé. 
—No toma sino polvo... Está más viejo que la Bula... Yo no sé cómo no ha reventado ya — exclamó Trampeta, sin cuidarse de bajar la voz; por lo cual el otro viajero le amonestó algo severamente: 
— Mire V. que este señor puede oir lo que V. dice de él. 
—¡Cá! Más sordo que una tapia—gritó Trampeta, como para probar su aserto.—Aunque le dispare un cañón junto á la oreja, ni esto. Siempre fué algo teniente; pero ahora, ¡María Santísima ! La sordera, como V. me enseña, es un mal que crece con los años. Y vamos á ver: ¿dirá V. al verlo tan acabado, que este bendito Arcipreste fué un remeje que te remejerás de elecciones, que nos dejaba á todos tamañitos? Hoy no es ni su sombra... En sus tiempos era un demonio con sotana: no había quien se la empatase en toda la provincia".
(Cap. V; pág. 48)

Sabido es que don Miguel de Unamuno utilizó muchos salmantinismos. Él decía que le gustaba sacar voces del pueblo y enfusarlas en sus escritos; de modo que vocablos como "anidiar, abogallas, ansión, brizar, cochapa, malencolía o remejer", entre muchos otros,  forman parte de su extensa obra. Esta verbo que estamos estudiando debía de ser uno de sus favoritos, pues encontramos algunos de sus tiempos en varios de sus textos. Por ejemplo, el final del capítulo XXVI de su "Vida de don Quijote y Sancho" lo concluye así:

"En acabando de leer esto se sonreirán también murmurando: ¡Paradojas! ¡Nuevas paradojas! ¡Siempre paradojas! Pero venid acá, espíritus alcornoqueños, hombres de dura cerviz, venid y decidme ¿qué entendéis por paradoja y queréis decir con eso? Sospecho que os queda otra dentro, desgraciados rutineros del sentido común! Lo que no queréis es remejer el poso de vuestro espíritu ni que os lo remejan; lo que rehusáis es zahondar en los hondones del alma. Buscáis la estéril tranquilidad de quien descansa en institutos externos, depositarios de dogmas, y os divertís con las necedades de Sancho. Y llamáis paradoja a lo que os cosquillea el ánimo. Estáis perdidos, irremisiblemente perdidos; la haraganería espiritual es vuestra perdición".
(Págs. 107-108)

En el vocabulario que incluía la primera edición, define así esta voz:

"REMEJER — Resolver, remezclar. El verbo mejer, igual mecer, mezclar, y no sólo un líquido, como dice la Academia, sino las lentejas, por ejemplo, que no me parecen líquido; se usa no sólo en la región de Zamora, como la misma Academia dice, sino en todo el oeste y noroeste de España".

Aunque Francisco Umbral dijo de don Miguel de Unamuno que no era poeta, porque se atrevió a rimar ´palanca´con ´Salamanca´, sin duda lo fue y mucho mejor que el ´enfant terrible´ de las penúltimas Letras españolas. En su "Romancero del destierro" encontramos hondas y sinceras composiciones, como la que poetiza su temor de morir fuera de España. Recordemos sus primeros versos:

Si caigo aquí, sobre esta tierra verde; 
mollar y tibia de la dulce Francia, 
si caigo aquí donde el hastío muerde 
celado en rosas de sutil fragancia, 
si caigo aquí, oficina del buen gusto 
donde sólo el olvido da consuelo 
llevad mi cuerpo al maternal y adusto 
páramo que se hermana con el cielo. 
Llevadlo a la jugosa enjuta roca 
que avara da sus frutos de secano, 
tape su polvo mi sedienta boca 
que en sed de amor se ha consumido en vano, 
esta boca de Dios con que he maldito 
bendiciendo a mi patria envilecida, 
esta boca en que Dios me puso el grito
 que ha sido toda el alma de mi vida.

Más adelante, escribe:

Envolvedme en un lienzo de blancura 
hecho de lino del que riega el Duero, 
y al sol de Gredos luego se depura 
—soy villano de a pié, no caballero— 
no en ese roto harapo gualda y rojo
 —bilis y sangre— que enjuga a la espada, 
honra y no honor, estoy libre de antojo; 
embozo de verdugo no es mi almohada 
y apisonen mi tierra las escarchas 
del invierno ceñudo y que no dejen 
pasar vivas ni olés ni reales marchas, 
ni de Cádiz, que el asco me remejen.

Al final de sus "Recuerdos de niñez y mocedad" (Librería de Victoriano Suárez. Madrid, 1908) incluye un estrambote, que no es sino una serie de escritos que publicó en "El Nervión". De los viajes que hizo a Ceberio escribe:

"Como después he vuelto tantas veces me es imposible discernir de mi impresión de conjunto sobre aquel hermoso valle lo que pertenezca en ella á aquel mi primer paseo. Pero sí sé que cuando recorro aquella carretera, entre las dos cadenas de montañas vestidas de castaños, junto á los viejos caseríos cuyas maderas hablan de siglos de sosiego, mientras baja una dulcísima melancolía del cielo velado casi siempre, se me remeje en el corazón el poso de la niñez".
(Cap. III; pág. 198)

La última cita que hemos escogido de Unamuno forma parte de un artículo publicado,  el 5 de abril de 1933, en el periódico madrileño "Ahora". Se titula "Tres españoles de trasantaño". Sus palabras se adelantan a lo que, tristemente, aconteció después:

"Se nos está remejiendo el poso turbio de nuestras entrañas espirituales colectivas, el légamo de nuestra historia, la herencia de nuestro Caín cavernario, de aquel que pasó de luchar con el bisonte como el de Altamira -y para comérselo- a luchar con sus hermanos, para en cierto modo comérselos también. Guerra civil, que es el estado normal. O guerra más que civil, que dijo un español, Lucano. Ni es otra cosa lo que llaman revolución. Y qué español también aquel Romero Alpuente que afirmaba que la guerra civil es un don del cielo! Y luego ofrece la paz el que provoca la guerra -el que provoca las provocaciones de guerra- y dice a los adversarios que se pacifiquen el que de cotino les hostiga a guerra".

Ramón María del Valle-Inclán escribe esta pequeña acotación en su auto para siluetas titulado "Sacrilegio", una de las cinco piezas teatrales que componen su "Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte"(Impre. Rivadeneyra. Madrid, 1927):

"El señor Frasquito escupe la colilla y remeje los labios quemados".
(Pág. 317)

"El peso del mundo" es un largo romance que Leopoldo Panero incluyó en su libro "Escrito a cada instante". Muchas de sus composiciones poéticas aparecieron anteriormente publicadas en revistas como "Escorial", "Espadaña", "Cuadernos Hispanoamericanos", etc. Por esta obra el poeta  astorgano obtuvo el premio Fastenrath de poesía de la Real Academia Española. Cito de la edición realizada por el Área de Gobierno de las Artes del Ayuntamiento de Madrid en 2006. El ejemplar que tengo lo expurgó no hace mucho la  Biblioteca de Vicálvaro . El romance comienza de este modo:

Llenando el mundo el sol abre 
la meseta más y más.
¡Las tapias pardas, los surcos
esponjados, y el volar
de unos gorriones! Ya todo
se puede casi tocar...

Más adelante escribe:

Todo es despacio, y tan simple
vivir como respirar
mientras el jugo del tiempo
nos promete que será
lo mismo que este momento
mañana el siempre fugaz.
Todo es mañana, y sin horas, 
fluye la vida al compás
del sol, del viento, del agua,
del coger y del sembrar,
la sustancia remejiendo
de un ayer inmemorial.

Dámaso Alonso dedicó a Leopoldo Panero su poema "Mujer con alcuza", que forma parte de su magistral diario íntimo "Hijos de la ira". Los versos que nos interesan son estos:

Oh sí, la conozco. 
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren, 
en un tren muy largo; 
ha viajado durante muchos días 
y durante muchas noches: 
unas veces nevaba y hacía mucho frío, 
otras veces lucía el sol y remejía  el viento 
arbustos juveniles 
en los campos en donde incesantemente estallan 
extrañas flores encendidas. 


Vamos a terminar esta entrada con un párrafo que se encuentra en "Una caña que piensa", el 7º volumen del "Salón de pasos perdidos", de Andrés Trapiello. Visita el escritor la basílica leonesa de San Isidoro, y dice:

"En Madrid la mayoría de las iglesias permanecen vacías siempre, pero ayer en San Isidoro volví a encontrarla igual que entonces y por eso sentí treinta años más tarde el remejer de la víscera, el sacudimiento de la entraña".
(Pág. 136)


REMEDAR

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Remedar es voz que Covarrubias define de este modo:

"REMEDAR, contrahazer vna cosa con otra que le sea semejante, quasi remear, del verbo Latino remeo, as, por tornar a boluer otra vez, y dizese propissimamente del eco, que torna las mesmas palabras, y del espejo que buelue el mesmo rostro".

Autoridades recoge las voces remedar, remedado y remedo con estas definiciones:

"REMEDAR. v. a. Imítar ó contrahacer una cosa, para hacerla semejante á otra. Covarr. dice viene del verbo Latino Remeare quasi Remear, por tornar, ó volver otra vez: lo que es propiamente del eco, y del espejo, que lo que le dan torna. Lat. Effingere. Referre".

Cita la obra de Alonso López Pinciano titulada "Philosophia antigva poetica" (Thomas Iunti. Madrid, 1596). Escribe el ilustre médico en su "Epístola tercera de la essencia y causas de la Poetica":

"Pinciano pues que cosa es poesia? y Fadrique: poesia segun la manera de hablar comun quiere dezir dos cosas, la arte que la enseña, y tambien la obra hecha con la dicha arte. Mas llamese si os parece la arte poesia, y la obra poema, como algunos han querido, y no aura laços en que se enrede vuestra platica. Dicho, Vgo prosiguio diziendo, assi que poesia no es otra cosa que arte que enseña a imitar con la lengua, y poema es imitacion hecha con la dicha lengua, o lenguaje; y porque este vocablo imitar podria poner alguna escuridad, digo que imitar, remedar, y contrahazer, es vna  misma cosa, y que la dicha imitacion, remedamiento, y contrahechura es derramada en las obras de naturaleza, y de arte; exemplo de la naturaleza es el niño, que a penas dexa vacio el seno de la madre, y ya comiença a imitar, si reys rie, si llorays llora,  si cantays canta, si cerrays el ojo le cierra, si amenazays amenaza, y ya mayor, si jugays pelota juega pelota, si pala pala, si hazeys procession, o disciplina, el haze procession, y se disciplina, y otras infinitas monerias, mas estas basten por exemplo de naturaleza, y de la imitacion que haze el arte, esta lleno el mundo. Pregunto, que haze el çapatero, sastre, bonetero, calcetero, sino imitar, y remedar al pie, pierna, cuerpo, y cabeça del hombre; que el armero sino lo que todos estos quatro, y que el pintor sino lo que todos cinco y mucho mas? que el medico sino imitar a la naturaleza quando bien exercita su obra? y que el gouernador quando con hartura, justicia, paz rige, y gouierna su tierra, sino imitar al summo Gouernador, el qual con su infinita bondad harta al mundo de pan, paz, y justicia? Esto pues que la naturaleza y arte obran quando remeda a las obras de otros, esto digo, es dicho imitacion. El Pinciano dixo entonces: yo por imitacion entendiera (antes de agora) quando vn autor toma de otro alguna cosa, y la pone en la obra que el haze, y Vgo, essa es tambien imitacion, porque es remedar y contrahazer otra, y de la imitacion esta dicho que tiene su essencia en el remedar, y contrahazer. Assi que essa y las demas dichas estan debaxo del genero de imitacion. Diferencianse en algunas diferencias, porque el autor que remeda a la naturaleza es como retratador, y el que remeda al que remedó a la naturaleza es simple pintor. Assi que el poema que inmediatamente remeda a la naturaleza, y arte es como retrato, y el que remedó al retrato es como simple pintor".
(Págs. 101-103)

Autoridades cita también la obra del escritor y diplomático don  Diego de Saavedra y Fajardo titulada "Idea de un príncipe cristiano, representada en cien empresas" (Nicolao Enrico. Munich, 1640. Milan, 1642). En la "Empresa XIII", dice:

"La mano del Principe lleva la solfa a la musica del govierno, i si no señaláre á compas el tiempo causará disonancias en los demas, porque todos remedan su movimiento. De donde nace, que los Estados se parezen á sus Principes, i mas facilmente á los malos, que á los buenos, porque estando mui atentos los Subditos á sus vicios, quedan fijos en sus imaginaciones, i la lisonja los imita, i asi haze el Principe mas daño con su exemplo, que con sus vicios, siendo mas perjudiciales sus malas costumbres, que provechosas sus buenas, porque nuestra mala inclinacion mas se aplica a emular vicios, que virtudes".
(Pág. 86)

Continúa Autoridades:

"REMEDAR. Vale assimismo seguir las mismas huellas y vestigios de otro, o llevar el mismo méthodo, orden ú disciplina. Lat. Imitari. GRAC. Mor. f. 189. Dime: Júpiter conservador, á quien tu quieres imitar y remedar, por ventura toma á logro?

REMEDAR. Vale tambien hacer las mismas acciones, visages y ademánes que otro hace. Tienese por especie de burla. Lat. Mimum agere. Gestus alicujus ridiculé exprimere. Gesticulari". 

Cita unos versos de un romance incluido en  las "Obras de don Luis Ulloa Pereira..." (3ª impres. Francisco Sanz. Madrid, 1674). El romance se titula "A Celia, estando enfermo".  Comienza de este modo:

Assi, Celia, la que sola,
a la humanidad rebelde,
con soberana ossadia,
rompiste sus aranceles.
De hallazgo de que me falta,
la calentura, te ofrece
este romance mi pena,
que tu lástima merece.
Ves aquí, que me retrato,
porque si acaso quisieres
llamarte a engaño, te diga
mis verdades, que no puedes.
Yo soy un enfermo pobre,
tan prodigo que no tiene
ni mas caudal que derrame,
ni mas caudal que desprecie.
Consumido el patrimonio,
no sé qué tengo de hazerme,
porque la bellota es fruta
muy dura para mis dientes.
Boluerme en cas de mi Padre
no puede ser, que es huesped
de muchos que estan a escuras
y passan estrechamente.
Valerme de algun arbitrio
en tiempo que los pretende
su Magestad para sí,
es cosa del otro Viernes.
Por ti, niña de mis ojos,
con cuyo espejo pueden
darte por Mari maricas
las Maricas mas valientes.
Que si al menor de tus gustos
a competir se atreuiesse
la saçon será vna fria,
y vn desabrido el deleite.
Por ti, que has hecho que sean
las demás bellezas duendes,
que donde quiera que sales,
todas se desaparecen.
Y quando con el capricho
de tu trauesura, sueles
remedar alguna fea,
la mas hermosa pareces.

Continúa Autoridades:

"REMEDADO, DA. part. pass. del verbo Remedar en sus acepciones. Lat. Effictus. Imitatus.

REMEDO. s. m. Imitacion ó semejanza de una cosa á otra. Lat. Imitatio. Effictio. AMAY. Deseng. cap. 2. pl. 18. La Luna tambien, que con verdad es un remedo y copia del Genero humano. NUÑ. Empre. 38. Hallan asylo los delinqüentes, medicina los heridos, serenidad los turbados, y aun remedo de la Gloria para su descanso los Justos".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1925, en la que  los señores académicos introducen una pequeña variación. A saber:

"REMEDAR. (Del lat. re, iterat., e imitare, imitar.) tr. Imitar o contrahacer una cosa; hacerla semejante a otra.// 2. Seguir uno las mismas huellas y ejemplos de otro, o llevar el mismo método, orden o disciplina que él.// 3. Hacer uno las mismas acciones, visajes y ademanes que otro hace. Tiénese por especie de burla".

Estas definiciones se mantienen hasta hoy en día.
Remedar, remedamiento y remedable son  voces que ya recoge Nebrija (1495) con estas acepciones:


Rosal (1611) dice que remedar es "Re imitar; y así Arremedar, y de allí Arrendar".

Autoridades recoge el verbo arremedar con este significado:

"ARREMEDAR. v. a. Imitar á alguna Persóna, contrahaciendo su figúra, sus movimientos y acciones, ú otra cosa: como la letra que escribe, la voz que habla, etc. Oy se dice Remedar. Lat. Mimicum in morem gestus aut actus alieuius imitari, referre. MEN. Coron. fol 15. El arte, ó la ciéncia á la natúra arreméda en quanto puede".

También cita unos versos de Francisco de Quevedo pertenecientes al Baile VII de la Musa V, titulado "Los nadadores":

Tapadas de medio ojo,
cada punto se hallan
abadejos mugeres,
arremedando caras.
El Rico es el bonito,
el pobre es la pescada,
las Truchas son las hijas,
las madres son las Carpas.
Merluças son las lindas,
y por Salmón se pagan;
Comedias como pulpos,
açotes son su salsa...

El Esteban Terreros dice:

"REMEDAR, contrahacer alguna cosa, falsificar el trabajo de otro. Fr. Copier, contrafaire. Lat. Aliquem imitando explodere, illudere, mimum agere, gestus, aut voces ridiculé exprimere. It. Contraffare. V. Contrahacer, Burlar.

REMEDAR, por burla, determinadamente la voz de alguno. Fr. Rejanner.

REMEDAR, la voz del buho en la caza de aves. Fr. Huer. Lat. Bubonis clamorem edere, illius ululatum exprimere, imitari, ululare".

El Domínguezamplía mucho más el significado de dos de sus  tres acepciones:

"REMEDAR. v. Imitar ó contrahacer una cosa, hacerla semejante á otra.// Reproducir ó hacer los mismos gestos, posturas ó actitudes, visajes, ademanes, movimientos, tono de voz, modales, maneras etc. de algunas personas con mas ó menos propiedad ó exactitud; y regularmente por burla.// Seguir las mismas huellas y vestigios de otro, llevar el mismo método, orden, disciplina, escuela, régimen etc., según el caso de que se trate.// Se usa tambien como pronominal".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia e ilustra las tres acepciones con los ejemplos de Fajardo y Diego Gracián, que se encuentran en Autoridades, y otros dos, de Jovellanos y Antonio Florez, respectivamente, que ahora mismo vamos a desgranar. 
La cita de Gaspar Melchor de Jovellanos pertenece a  una de las  cartas -la novena- que le envió al famoso historiador y viajero  Antonio Ponz. Trata en ella sobre "el origen y costumbres de los vaqueros de alzada en Asturias". De las casas que habitan, dice:

"Sus casas, si es que cuadra este nombre á las chozas que habitan, son por la mayor parte de piedras, y aunque pequeñas, bien labradas y cubiertas. Sin division alguna interior, sirven á un mismo tiempo de abrigo á los dueños y á sus ganados, como si estas gentes se hubiesen empeñado en remedar hasta en esto á los de aquella dichosa edad 

Cum frigida parvas 
Praeberet spelunca domos,ignemque laremque, 
Et pecus, et dominos communi clauderet umbra (1). 

En estas casas ó chozas pasan el invierno los vaqueiros y las vacas, mantenidas con el heno que tienen recogido, mientras cubren todo el suelo las nieves, que ni son abundantes, ni durables en él; porque la mayor parte de las brañas, sobre ser bajas, están cercanas á la costa: los aires maritimos templan considerablemente la atmósfera, y la humedad del vendabal (sic) las deshace en un punto".
("Obras publicadas e inéditas...". Vol 2º; pág. 303)

(I) Los versos que cita Jovellanos forman parte de  la "Sátira" VI de Juvenal. El profesor Bartolomé Segura Ramos los traduce así:

Creo que cuando reinaba Saturno la Castidad se quedó 
en la tierra y fue vista en ella mucho tiempo, cuando una caverna 
fría servía de pequeña morada, y hogar, lares, 
ganado y amos encerraba dentro de su penumbra común.

La obra de Antonio Flores de la que el Pagés copió su cita se titula "Ayer, hoy y mañana, ó la Fé, el Vapor y la Electricidad. Cuadros sociales de 1800, 1850 y 1899" (Tomo III; parte II. Imprenta del Establecimiento de Mellado. Madrid, 1863) El "Cuadro noveno" lo titula "El pronunciamiento". En él leemos:

"Los retenes y las guardias dobles solían continuar aun después de pasado el susto; los muchachos parodiaban las escenas del pronunciamiento, convirtiendo las escobas en fusiles y haciendo barricadas con las sillas de la casa; y los loros del barrio remedaban, con suma gracia, los vivas y las voces de mando que habían oído durante la bullanga. Travesura animal que dió más de un susto á los dueños de los loros y que alguna vez hizo reforzar las guardias poniendo en alarma á las autoridades y aun al ministerio".
(Pág. 130)



Como es sabido, "Las siete Partidas" de Alfonso X el Sabio, datan del siglo XIII. La voz que estamos estudiando se encuentra en la ley XXXVI del Título VI de la Primera, que dictamina que "los Clerigos, é los otros omes non deven fazer juegos de escarnio con habito de Religion". Dice así:

"Vestir non deve ninguno habitos de Religion, si non aquellos que los tomaron para servir á Dios; ca algunos ay que los traen á mala entencion, para remedar los Religiosos, é para fazer otros escarnios, é juegos con ellos; é es cosa muy desaguisada, que lo que fue fallado para servicio de Dios, sea tornado en desprecio de Sancta Eglesia, é en abiltamiento de la Religion, onde qualquier que vestiesse habitos de Monjes, ó de Monja, ó de Religioso, deve ser echado de aquella Villa, ó de aquel Logar donde lo fiziere á açotes. E si por ventura Clerigo fiziere tal cosa, porque le estaria peor que á otro ome, devele poner su Perlado grande pena, segun toviere por razon; ca estas cosas tambien los Perlados, como los Judgadores seglares de cada un Lugar, las deven mucho escarmentar, que se non fagan. E otrosi, los Clerigos, nin los legos, non deven ir mucho á menudo á los Monasterios de las Mugeres Religiosasa; fueras ende si lo fiziessen por cosa razonable, é manifiesta, porque lo deven fazer, é si alguno contra esto fiziesse, despues que fuere amonestado de su Perlado, si fuere Clerigo, devele vedar del oficio de la Eglesia, é si fuere lego, devenlo descomulgar. E esto mandó Santa Eglesia, porque si los omes fuessen mucho á menudo á essos lugares tales, podrian nacer sospechas de mala fama, tambien á ellas, como á ellos".
(Págs. 81-82)

Juan Alfonso de Baena definió a su tocayo, Alfonso Álvarez de Villasandino, como "esmalte e lus e espejo e corona e monarca de todos los poetas e trovadores, maestros e patrón del arte poética". Tal vez lo fuera en aquellas Cortes de los Trastamara. De las poesías de este señor de Illescas, el recopilador andaluz recoge, en su famoso "Cancionero". una absolutamente pornográfica, dirigida a una dueña; le replica, en su nombre, Francisco de Baena, escribano del Adelantado Diego de Ribera, al que, a su vez, contesta Villasandino con un buen puñado de insultos,  de los que es pródiga la lengua castellana. He aquí algunos de sus versos:


A jugar el estornija
algo podrías saber,
mas en armas contender
nunca copo en tu vasyja;
ganar puedes la sortyja
sy sse gana por peer,
o mentyr o escarneçer
tan vyl sonbra te cobija!

Las tus suzias opiniones
son de torpe gusarapo,
que yo çierto es que entrapo
con los años a montones,
mas bien quitos de baldones
delos nobles esto arrapo,
y por ty, suzio gazapo,
non rryendo tres cagajones.

Loco, vazio, ssortiagua,
yo veo en tu rrazonar
que te plaze remedar
al dotor Rrodrygo Astraga;
desque beues, non te vaga
mal dezir y amenazar
a quien puede publicar
tus vilezas y tu llaga.



En el Libro Primero de "Los nombres de Cristo" (Imprenta de Benito Monfort. Valencia, 1770), escribe fray Luis de León:

"El bien de la unión personal, es aver juntado Dios en Jesu-Cristo su persona con nuestra naturaleza. Entre los quales bienes es muí grande la diferencia que ai. Porque lo primero aunque todo el bien que vive i luce en la criatura, es bien que puso en ella Dios; pero puso en ella Dios unos bienes para que le fuesen proprios i naturales, que es todo aquello en que consiste su ser, i lo que dello se sigue: i estos decimos que son bienes de naturaleza, porque los plantó Dios en ella, i se nace con ellos, como es el ser, i la vida  i el entendimiento, i lo demás semejante. Otros bienes no los plantó Dios en lo natural de la criatura, ni en la virtud de sus naturales principios, para que dellos naciesen, sino sobrepúsolos él por si solo a lo natural, i ansi no son bienes fijos ni arraigados en la naturaleza como los primeros, sino movedizos bienes: como son, la gracia, i la caridad, i los demás dones de Dios; i aquesto llamamos bienes sobrenaturales de gracia. Lo segundo, dado, como es verdad, que todo este bien comunicado es una semejanza de Dios, porque es hechura de Dios, i Dios no puede hacer cosa que no le remede, porque en quanto hace se tiene por dechado a si mismo; mas aunque esto es asi, todavia es m ui grande la diferencia que ai en la manera del remedarle. Porque en lo natural remedan las criaturas el ser de Dios; mas en los bienes de gracia remedan el ser, i la condición, i el estilo, i como si digesemos, la vivienda i bienandanza suya; i asi se avecinan i juntan mas a Dios por esta parte las criaturas que la tienen, quanto es mayor esta semejanza, que la semejanza primera; pero en la unión personal no remedan, ni se parecen a Dios las criaturas, sino vienen a ser el mismo Dios, porque se juntan con él en una misma persona".
(Págs. 37-38)

En las "Obras de Conversación y pasatiempo",  el vate Cristóbal de Castillejo incluyó una composición poética "contra los encarecimientos de las coplas españolas que tratan de amores". Estos son algunos de sus versos:

Coplas dulces placenteras,
no pecan en liviandad,
pero pierde autoridad,
quien las escribe de veras.
Y entremete:
el seso por alcahuete,
en los misterios de amor,
cuanto más si el trocador
pasa ya del caballete.
Y algunos hay, yo lo sé,
que hacen obras fundadas
de coplas enamoradas,
sin tener causa porqué.
Y esto está:
en costumbre tanto ya,
que muchos escriben penas
por remedar las ajenas
sin saber quién se las da.

En el capítulo 27 de el "Libro de la vida", la carmelita Teresa de Jesús escribe:

"13. ¡Vergüenza es y yo cierto la he de mí y, si pudiera haber afrenta en el cielo, con razón estuviera yo allá más afrentada que nadie! ¿Por qué hemos de querer tantos bienes y deleites y gloria para sin fin, todos a costa del buen Jesús? ¿No lloraremos siquiera con las hijas de Jerusalén, ya que no le ayudemos a llevar la cruz con el Cirineo? ¿Que con placeres y pasatiempos hemos de gozar lo que El nos ganó a costa de tanta sangre? -Es imposible. ¿Y con honras vanas pensamos remedar un desprecio como El sufrió para que nosotros reinemos para siempre?-No lleva camino, errado, errado va el camino. Nunca llegaremos allá".
(Pág. 324-325)

Esta voz la puso Miguel de Cervantes en su Novela Ejemplar titulada "La ilustre fregona":

"En repetir las palabras de los mozos, y en remedar y contrahacer el modo y los ademanes con que las decían, entretuvieron el camino hasta Toledo; y luego, siendo la guía Carriazo, que ya otra vez había estado en aquella ciudad, bajando por la Sangre de Cristo, dieron con la posada del Sevillano; pero no se atrevieron a pedirla allí, porque su traje no lo pedía".
(Pág. 26)

Los siguientes versos se encuentran en la obra de Tirso de Molina titulada "La mujer por fuerza":

CONDE
La nobleza y discreción
juntas se os echan de ver;
que pues vos con humildad,
donde no sois conocido,
os habéis disminuido,
¿qué más cierta calidad?
Unos hombres fanfarrones,
que a dos leguas de sus casas,
quieren asir de las asas
los más antiguos blasones;
son monos de la nobleza,
que con gestos y visajes
remedan altos linajes.
(Acto primero; escena quinta.)

Una de las muchas cartas que escribió el padre jesuita Eusebio Nieremberg la dedica "a uno, que gustaba de ver remedar a otros". Da la causa natural de eso y exhorta a la imitación de Cristo. Comienza de este modo:

"Una parlería he oído de V. m que me ha hecho philosofar algo, y aun theologizar, y es, que estando muy melancolico, por las pesadumbres que le dá su yerno, se alegró mucho con solo vér quan vivamente le remédaba vn hombre de raras habilidades; de modo, que á quien no puede vér presente, sin mucha pena, se huelga tanto de vér representado. Melancolizase con su propria persona, y entretienese con la figura. Sobre la razon de esto bien se podia discurrir, que sea la causa que se guste tanto de vér remedar á vno, que aun se guste de verlo en quien no se puede vér, como es vn enemigo. No es la causa general de esto, porque el remedar parece que es ignominia, pues ordinariamente son defectos los que se remedan, y nuestra propria sobervia tan entrañada, se huelga ordinariamente con los desprecios agenos. Pero esta no puede ser causa comun del gusto en vér remedar, pues se gusta de ello, aunque no sean acciones de menosprecio las que se remedan, pues oir contrahazer el canto de las Aves, el ladrido de los perros, el relincho de los cavallos, es de entretinimiento, y gusto, en que no ay descredito de alguno; y quien remedó a su yerno de V. m. no fue en accion de menosprecio, como tampoco lo son en las que remeda á otros Cavalleros, antes son politicamente loables, que son como rejonear vno al toro con destreza, y como otro haze con gallardía  mal á vn cavallo, y cosas semejantes".
(Pág. 23-24)


El padre benedictino Benito Jerónimo Feijoo también era muy dado a escribir misivas. En el tomo II de sus "Cartas eruditas y curiosas" se encuentra una con el título "La elocuencia es naturaleza y no arte". Comienza de este modo:

"1. Muy Señor mío: Pregúntame Vmd. qué estudio he tenido, y qué reglas he practicado para formar el estilo, de que uso en mis Libros, dándome a entender, que le agrada, y desea ajustarse a mi método de estudio, para imitarle. Siendo este el motivo de la pregunta, muy mal satisfecho quedará Vmd. de la respuesta, porque resueltamente le digo, que ni he tenido estudio, ni seguido algunas reglas para formar el estilo. Más digo, ni le he formado, ni pensado en formarle. Tal cual es, bueno, o malo, de esta especie, u de aquella, no le busqué yo: él se me vino; y si es bueno, como Vmd. afirma, es preciso que haya sido así, como voy a probar.
2. Sólo por dos medios se puede pretender la formación de estilo, el de la imitación, y el de la práctica de las reglas de la Retórica, y el ejercicio. Aseguro, pues, que por ninguno de estos medios se logrará un estilo bueno. No por el de la imitación, porque no podrá ser perfectamente natural; y sin la naturalidad, no hay estilo, no sólo excelente, pero ni aún medianamente bueno. ¿Qué digo ni aún medianamente bueno? Ni aún tolerable.
3. Es la naturalidad una perfección, una gracia, sin la cual todo es imperfecto, y desgraciado, por ser la afectación un defecto, que todo lo hace despreciable, y fastidioso. Todo digo, porque entienda Vmd. que no hablo sólo del estilo. A todas las acciones humanas da un baño un baño de ridiculez la afectación. A todas constituye tediosas, y molestas. El que anda con un aire, o movimiento  afectado; el que habla; el que mira; el que ríe; el que razona; el que disputa; el que coloca el cuerpo, o compone el rostro con algo de afectación; todos estos son mirados como ridículos, y enfadan al resto de los hombres. El que es desairado en el andar, o torpe en el hablar, algo desplacerá a los que le miran, u oyen; mas al fin, sólo eso se dirá del que es desairado en lo primero, y torpe en lo segundo. Pero si con la imitación de algún sujeto, que es de movimiento airoso, y locución despejada, afecta uno, y otro, sobre no borrar la nota de aquellas imperfecciones, se hará un objeto de mofa, y aún le tendrán por un pobre mentecato.
4. Sólo una excepción se me ofrece hacer en esta materia, y es a favor de la adulación. Este diabólico hechizo siempre se queda hechizo, de cualquier modo que se confeccione. Necesariamente entra en él la afectación, y con todo siempre agrada. Por más que se coloque la lisonja en voces desentonadas, para los oídos del adulado es más dulce que el canto de las Sirenas.
5. A todo lo demás inficiona, y corrompe la afectación. Es preciso, que cada uno se contente en todas sus acciones con aquel aire, y modo, que influye su orgánica, y natural disposición. Si con ese desagrada, mucho más desagradará, si sobre ese emplasta otro postizo. Lo más que se puede pretender es, corregir los defectos, que provienen, no de la naturaleza, sino, u de la educación, u del habitual trato con malos ejemplares. Y no logra poco, quien lo logra. En esto fácilmente se padece equivocación, tomando uno por otro. De algunos se piensa, que enmendaron la naturaleza, no habiendo hecho otra cosa, que desnudar un mal hábito.
6. Es una imaginación muy sujeta a engaño la de la pretendida imitación del estilo de este, o aquel Autor. Piensan algunos, que imitan, y ni aún remedan. Quiere uno imitar el estilo valiente, y enérgico de tal Escritor, y saca el suyo áspero, bronco, y desabrido. Arrímase otro a un estilo dulce; y sin coger la dulzura, cae en la languidez. Otro al estilo sentencioso; y en vez de armoniosas sentencias, profiere fastidiosas vulgaridades. Otro al ingenioso, como si el ingenio pudiera aprenderse, o estudiarse, o no fuese un mero don del Autor de la Naturaleza. Otro al sublime, que es lo mismo que querer volar quien no tiene alas, porque ve volar al pájaro, que las tiene. ¿Y qué sucede a todos estos? Lo que ya advirtió Quintiliano, que caen con su imaginada imitación en su estilo peor, que aquel que tuvieran, siguiendo el proprio genio, sea el que fuere; porque al fin, éste podrá ser bajo; aquél, sin dejar de ser bajo, toma la deformidad de ridículo: Plerumque declinant in peius, & proxima virtutibus vitia comprehendunt, fiuntque pro grandibus tumidi, pressis exiles, fortibus temerarii, laetis corrupti, compositis exultantes, simplicibus negligentes (Instit. Orat. lib. 10. cap. 2.)".
(Págs. 45-46)

Tomás de Iriarte dedicó esta letrilla a un tal Joseph Castellanos,"sujeto habilísimo en el díficil arte de remedar":


Con variedad tan ligera
moviendo ojos, lengua y manos,
no es un hombre Castellanos;
es una nación entera.
Por su boca justo es quiera
la Naturaleza hablar;
por su ingenio singular
todo lo copia tan fiel,
que imitando a todos él,
no hay quien le pueda imitar.

De las fábulas de Félix María de Samaniego hemos escogido la titulada "El charlatán y el rústico". La transcribo completa:

"Lo que jamás se ha visto ni se ha oído,
verán ustedes, atención les pido".
Así decía un charlatán famoso,
cercado de un concurso numeroso.
En efecto: quedando todo el mundo
en silencio profundo,
remedó a un cochinillo de tal modo,
que el auditorio todo,
creyendo que le tiene y que le tapa,
atumultuado grita: "¡Fuera capa!".
Descubrióse, y al ver que nada había
con vítores lo aclaman a porfía.
"¡Pardiez! -dijo un patán-, que yo prometo
para mañana, hablando con respeto,
hacer el puerco más perfectamente;
si no que me lo claven en la frente".
Con risa prometió la concurrencia
a burlarse del payo su asistencia.
Llegó la hora; todos acudieron.
No bien al charlatán gruñir oyeron
gentes a su favor preocupadas,
"¡Viva!" -dicen-, al son de las palmadas.
Sube después el rústico al tablado
con un bulto en la capa; y embozado
imita al charlatán en la postura
de fingir que un lechón tapar procura;
mas estaba la gracia, en que era el bulto
un marranillo que tenía oculto.
Tírale callandito de la oreja;
gruñendo en tiple, el animal se queja;
pero al creer que es remedo el tal gruñido,
aquí se oía un ¡fuera!, allí un silbido,
y todo el mundo queda
en que es el otro quien mejor remeda.
El rústico descubre su marrano;
al público lo enseña, y dice ufano:
"¿Así juzgan ustedes?"
¡Oh, preocupación, y cuánto puedes!


Bretón de los Herreros dedicó el siguiente epigrama "a un necio, titiritero de afición":

Ese hombre, cuyo renombre
puebla Corte y arrabales,
a todos los animales
remeda... menos al hombre.

Juan Martínez Villergas escribió una poesía  satírica titulada "El Carnaval de Madrid". La segunda parte comienza de este modo:

No hay constante teoría
para el hombre inconsecuente,
supuesto que aplaude un día
lo que condena al siguiente;
o a la inversa,
-que, como español, soy dado
yo también al viceversa-.
¿Queréis ver justificado
lo que antes sentaba mal?
Esperad que haya llegado
la broma del carnaval.

Para ver cosas chocantes,
supóngase el entremés,
de antaño, seis meses antes,
o bien seis meses después.
La locura
su templo entonces erige;
triunfa la caricatura,
y la extravagancia rige
con estrépito infernal;
solo porque así lo exige
la broma del carnaval.

La insensatez y el gracejo
cambian de sexo y de aliño.
El niño remeda al viejo,
y el viejo se vuelve niño.
La doncella
no ve si el mundo murmura
y escrúpulos atropella;
toda humana criatura
se resigna al temporal;
todos gozan, mientras dura
la broma del carnaval.

Gustavo Adolfo Bécquer definió de este modo tan poético la inspiración:

Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;

murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo,
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;

deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como a través de un tul;

colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris
que nadan en la luz;

ideas sin palabras,
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;

memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría;
impulsos de llorar;

actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse,
sin rienda que lo guíe
caballo volador;

locura que el espíritu
exalta y enardece;
embriaguez divina
del genio creador...

¡Tal es la inspiración!


Don Benito Pérez Galdós escribió el gerundio de este verbo en algunas de sus obras; por ejemplo, en los Episodios Nacionales titulados "Cádiz" y "Gerona":

"Viendo tal profanación, escándalo y desacato, penetró el insigne D. Paco en la pieza, diciendo:
 —¿Qué alboroto es éste? Asuncioncita, Presentacioncita, todo se lo contaré á mamá cuando venga, todo, todito. 
Presentación cesó de cantar, y tomando al preceptor por un brazo, le dijo: 
—Sr. D. Paquito mío, si no le dices nada á mamá, te doy un beso. 
Y en el acto se lo dió en sus secas y arrugadas mejillas. 
— A mí no se me seduce con besitos, niñas —repuso el viejo vacilando entre el rigor y la tolerancia.—Cada una á su puesto, á leer, á coser. Asuncioncita de todos las demonios, ¿qué descaro es ese? 
— Calle usted, so bruto,— dijo Asunción con muchísima, sal.
—Si es un animal,—añadió Presentación dándole un sopapo con su suave manecita.  
— Más respeto á mis canas, niñas—manifestó afligido el anciano.—Si no fuera porque las he visto nacer, porque las he criado á mis pechos, porque las he cantado el rro-rro... 
Presentación, haciendo gestos de delicada urbanidad, remedando á una persona que durante el paseo encuentra en la calle á un conocido, paróse ante D. Paco, hizo una graciosa reverencia, y le dijo: 
— ¡Oh! Sr. D. Protocolo. ¿Usted por aquí? ¿Cómo está la señora Doña Circunspecta? ¿Va usted al baile del barón de Simiringande? ¿Qué dice hoy la Gaceta de Pliquisburgo?... 
—Eh... eh...— chilló D. Paco, queriendo contener la risa que le embobaba.—Miren la mocosa cómo habla, haciéndose la señora mayor. Buena pieza tenemos en casa. ¡Qué escándalo, qué profanidad! ¿De dónde habrá sacado esta niña tales picardías?"
(Cap. XII ; pág. 130)

"Siseta ya no podía tenerse en pie, y la señora Sumta, que yacía en el suelo con la inmovilidad de un talego, roncaba sonoramente, remedando en la cavidad de sus fosas nasales el lejano zumbido del cañón".
(Cap. X; pág. 94)

Sabido es que Juan Valera tradujo de un modo brillante la novela de Longo titulada "Dafnis y Cloe". El Libro Primero comienza de este modo:

"Ciudad de Lesbos es Mitilene, grande y hermosa. La parten canales, por donde entra y corre la mar, y la adornan puentes de lustrosa y blanca piedra. No semeja, á la vista, ciudad, sino grupo de islas. 
Á unos doscientos estadíos de Mitilene, cierto rico hombre poseía magnífica hacienda, montes abundantes de caza, fértiles sembrados, dehesas y colinas cubiertas de viñedo: todo junto á la mar. cuyas ondas besaban la arena menuda de la playa. 
En esta hacienda, un cabrero llamado Lamón, que apacentaba su ganado, halló á un niño, á quien criaba una cabra. En el centro de un matorral, entre zarzas y hiedra trepadora, y sobre blando césped, reposaba el infantico. Allí solía entrar la cabra, de suerte que desaparecía á menudo, y abandonando su cabritillo, asistía á la criatura. Lamón notó estas desapariciones, y se compadeció del cabritillo abandonado; pero un día, en el ardor de la siesta, siguiendo la pista de la cabra, la vió deslizarse con cautela entre las matas, á fin de no lastimar con las pezuñas al niño, el cual, como si fuera del pecho materno, iba tomando la leche. 
Maravillado Lamón, que harto motivo había para ello, se acercó más, y vió que la criatura era varón, bonito y robusto, y con prendas más ricas de lo\ que prometía su corta ventura, porque estaba envuelto en mantilla de púrpura con hebilla de oro, y al lado había un puñalito, cuyo puño era de marfil. Lo primero que discurrió Lamón fué cargar con aquellas alhajas, y abandonar al niño; pero avergonzado luego de no remedar siquiera la compasión de la cabra, no bien llegó la noche; lo llevó todo, niño, cabra y alhajas, á su mujer Mirtale, á la cual, para que se le quitase la aprensión de que las cabras parieran niños, le contó lo ocurrido; cómo halló á la criatura, cómo la cabra la amamantaba y cómo él había tenido vergüenza de dejarla morir. Y siendo Mirtale del mismo parecer, ocultaron las alhajas, prohijaron al niño y encomendaron á la cabra su crianza. Á fin de que el nombre del niño pareciese pastoral, decidieron llamarle Dafnis".
(Págs. 35-36)

Azorín meditó y escribió muchas lineas sobre la gran tragicomedia de Fernando de Rojas conocida por el título de "La Celestina". En su obra "Los valores literarios" (Renacimiento. Madrid, 1913) recoge dos artículos sobre ella. En el primero, escribe:

"El autor de La Celestina -llámese como se llame- debía de ser un hombre culto, erudito, libresco, y por temperamento, vehemente, impetuoso; un hombre, en suma, intelectual y joven. Se nota bien á las claras en el estilo en que el libro está escrito. Del autor de La Celestina, dice Cejador: "El habla ampulosa del Renacimiento erudito la pone en los personajes aristocráticos y á veces en los mismos criados que remedan á su señor". (¿Que remedan á su señor de propio intento, dándose cuenta de ello, por burlería? O bien, ¿que hablan así, imitándolos, sin propósito de escarnecerlos, por creer que es más noble este lenguaje? Y aparte de esto, ¿no será esta manera de hablar de los criados defecto de la obra, tan defecto como el habla de los señores... aunque menos excusable y justificado?) "Adviértase -dice más adelante Cejador- el estilo propio del comienzo del Renacimiento clásico, enfático, rimbombante, lleno de transposiciones y de voces latinas.""Nos parece afectado -añade el autor hablando de tal estilo-, porque de hecho lo era, pero debemos agradecer al autor el que nos lo haya remedado del natural afectado de aquellos caballeros".
(Págs. 90-91)

Don Miguel de Unamuno escribió y publicó, desde el mes de abril al mes de noviembre de 1924, una serie de artículos en los Lunes del Imparcial bajo el título de "Alrededor del estilo". Por aquel entonces, vivía en París, tras la orden de destierro dada el 20 de febrero del mismo año. El número XXV salió publicado el 12 de octubre. Comienza de este modo:

"Acababa de deciros la anterior estrofa —el ensayito XXIV—, cuando me puse a leer el libro que sobre sabios y poetas de Asia—Sages et poetes d'Asie—escribió Pablo-Luis Couchoud, y que el autor mismo, ya mi amigo, me trajo. Después de haber hablado, cara a cara y casi mano a mano, con Gouchoud aquí, en esta mi jaula de destierro parisiense, me devoraba el anhelo de leer su libro. Que no es propiamente sobre sabios, porque nuestro término «sabio» dice más al savant que no al sage francés. Y lo que solemos llamar en España un sabio, como es algo sin estilo, sin personalidad-—y sin coraje—, es algo, en rigor, inexistente. El sage es otra cosa. Pero el sage es un poeta, por lo cual no sé cómo mi amigo Couchoud dice sages et poetes. Otra cosa sería savants et poetes
Couchoud habla de Bashó, que vivió en el Japón cincuenta años, de 1644 a 1694, y fué el poeta que dio alma al haikai, a ese pequeño poemita puro, compuesto de — o acaso mejor dispuesto en—diecisiete sílabas, en tres miembros, de cinco, de siete y de cinco. Haikais, que ellos, los japoneses, dicen con los pinceles mismos con que escriben y dibujan, y que ahí, en España, como aquí, en Francia, se ha querido remedar con plumas, y no de ave, sino de acero. No olvidemos que el estilo de un japonés es un pincel, y que escribe o pinta, no de puño, sino de codo".

Escribe Pío Baroja en su novela "El árbol de la ciencia":

"Julio Aracil sentía un gran entusiasmo por Casares, a quien consideraba como un compadre digno de él. Los dos pensaban ayudarse mutuamente para subir en la vida.
Cuando comenzaron a tocar el piano, todos los muchachos se lanzaron en busca de pareja.
-¿Tú sabes bailar? -le preguntó Aracil a Hurtado.
-Yo, no.
-Pues mira, vete al lado de Lulú, que tampoco quiere bailar, y trátala con consideración.
-¿Por qué me dices esto?
-Porque hace un momento añadió Julio con ironía- doña Leonarda me ha dicho: "A mis hijas hay que tratarlas como si fueran vírgenes, Julito; como si fueran vírgenes".
Y Julio Aracil sonrió, remedando a la madre de Niní, con su sonrisa de hombre mal intencionado y canalla".
(Segunda parte: "Las carnarias"; cap. II: "Una cachupinada"; pág. 82)

El siguiente párrafo se encuentra en la novela de Ramón María del Valle-Inclán titulada "Tirano Banderas":

"Abrióse la puerta de un puntapié, y rascando el guitarrillo que apoya en el vientre rotundo, apareció el Coronelito. Nacho Veguillas, con alegre transporte de botarate saltó de cucas, remedando el cantar de la rana: 
— ¡Cuá! ¡Cuá!".
(Libro segundo: "Luces de ánimas"; cap. II; pág. 85 )

Don Manuel Azaña utiliza la voz remedo en su "Jardín de los frailes":

"Don Carnal y doña Cuaresma disputábanse nuestras horas; mejor aún: libraban en nuestro corazón su batalla sin término. Cebo único de nuestros ensueños era el remedo de los holgorios distantes; pero las fiestas del colegio, tan pueriles, apenas podían servir de asidero. Cuantos se hallaban, a los quince años, propensos a estar tristes sin motivo, iban a naufragar en el oficio de vísperas, hora en que la basílica nos recibía con insólita suavidad y sin confortarnos adulaba al ánimo atribulado por deseos sin nombre".
(Cap. VIII; pág. 57)


La acción de la novela de Miguel Delibes titulada "El príncipe destronado" transcurre en un solo día: el martes, 3 de diciembre de 1963. El autor vallisoletano divide los capítulos en horas. A las 11, Quico juega:

"-Mira, Juan, un avión -dijo Quico.
Giraba sobre sí mismo sosteniendo el tubo de dentrífico entre dos dedos e imitando con la boca el zumbido de un  motor y, al cabo de un rato, cesó de dar vueltas, arrastró el tubo por el fogón rojo de sintasol durante un trecho y le detuvo.
-Mira, Juan -dijo-, ha aterrizado.
La Vítora examino un momento a Juan, levemente descolorido, sus ojos concentrados, profundos y negros ribeteados de ojeras:
-Ha adelgazado este chico -dijo- . Se le nota.
Voceó Quico:
-¡Mira, Juan, ha aterrizado!
Mamá envolvió a la niña en la toalla fresca y dijo:
-Mañana irá al colegio. Ayer ya no tuvo fiebre.
Quico tomó el tubo y giró de nuevo sobre sí remedando el zumbido de un motor.
-Mira, Juan -dijo- ¡qué alto vuela!
-Déjame -dijo Juan".
(Pág. 23)

Vamos a terminar esta entrada con una cita perteneciente a  la novela de Gonzalo Torrente Ballester titulada "Los gozos y las sombras". Se encuentra en el capítulo cuarto de la segunda parte. Dice así:

"Las Ruchas también acompañaban a su ama: serias, enlutadas, dignas. La casa había quedado sola. Paquito entró en la cocina y se metió en el cuarto en que aquellos días había dormido. Empezó a sacar paquetes escondidos bajo la cama y flores secas. Ató los paquetes unos a otros, y los espacios intermedios los adornó con flores. Decoró, también, el sombrero con guirnaldas de papel, y un último adorno lo ató como pudo a la flauta. La campana de Santa María tocaba a muerto, y Paquito la remedó: "Din-don; din-don".
(Pág. 278)

En el siguiente vídeo, colgado en YouTube por TheCanal44, vemos remedar a un hombre las acciones de otros:


RELINGA

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Relinga es voz que no se encuentra ni en Covarrubias ni en Autoridades. El primer diccionario español que la recoge es el Esteban Terreros (1788), con esta definición:

"RELINGA, en la Marina, es el cubo con que se guarnecen las cuadras, ó caídas, y pujamen de las velas, para su fortaleza. Dicc. Mar. Fr. Relingue. Lat. Funis nauticus quidam, vel lumbi veli assuti funiculi".

También se ocupa del verbo relingar, con estas acepciones:

"RELINGAR, hacer ruido semejante al que hacen las velas de los navíos. (...)

RELINGAR, en la Marina, es flamear la vela.

RELINGAR, en la misma, coser, ó pegar la relinga á la vela. Los Franceses dicen Relinguer, por cortar el viento con las relingas, de modo que no dé en la vela. (...)

OJO AL MAREAR QUE RELINGA LA VELA, refran que aconseja la dilijencia cuando urje, ó hai ocasion".

En Academia aparecen las dos voces  a partir de la cuarta edición (1803):

"RELINGA. s. f. Náut. El cabo con que se guarnecen las quadras, ó caidas y pujámen de las velas para su fortaleza. Nauticus funis quo vela muniuntur.

RELINGAR. v. a. Náut. Coser, ó pegar la relinga á los oextremos, ó caídas de las velas. Nautico fune vela munire.

RELINGAR. v. n. Náut. Moverse la relinga con el viento, ó empezar á flamear los primeros paños de la vela. Nauticum funem vela munientem vento agitari."

No varía la definición de la voz relinga hasta la edición de 1837. Dice así:

"RELINGA. f. Náut. El cabo que se une ó coge, y con que se refuerzan las orillas de las velas. (...)".

En la siguiente, la de 1843, lo acortan aún más:

"RELINGA. f. Náut. El cabo con que se refuerzan las orillas de las velas".

En la edición de 1884 nos dan su etimología:

"RELINGA. (Del anglosajón raa, verga, y laeccan, agarrar.) f. Mar. Cabo con que se refuerzan las orillas de las velas".

En 1914, añaden una nueva etimología y otra acepción:

"RELINGA. (Del neerl. raa, verga, y leik, relinga.) f. Cada una de las cuerdas o sogas en que van colocados los plomos o corchos con que se calan y sostienen las redes en el agua.// Mar. Cabo con que se refuerzan las orillas de las velas".

Del verbo relingar dicen, además de lo dicho hasta ahora, que vale por "izar una vela hasta poner tirantes sus relingas de caída".

Estos significados se mantienen hasta hoy en día.

El Domínguez nos ofrece varias acepciones y frases hechas de esta voz. A saber:

"RELINGA. s. f. Mar. El cabo con que se refuerza las orillas de las velas; y toma la denominación de cada una de aquellas.// Pesc. Cuerda de cáñamo donde están fijos los plomos y los corchos, á fin de que las redes se calen y se sostengan en el agua.// Fras. Buscar la relinga de barlovento: venir el viento alternativamente á rachas escasas, y volver á su primera dirección. // Repartir la relinga: colocar la gente con orden sobre la verga, para que pueda aferrar la vela con perfección.// Portar por parejo las relingas de caída y pujamen: estar igualmente tirantes con el impulso del viento, por efecto del buen corte dado á la vela.// Dejar, quedarse en relingas: llevarse el viento las velas, dejando solo las relingas".

Corominas nos da la etimología de esta voz en su "Diccionario..."

"RELINGA, del antiguo ralinga, y éste del fr. ralingueíd., tomado del neerl. ant. ralik (hoy raalijk) ´relinga de la parte de la verga´, compuesto de ra´verga´y lik ´relinga´. 1ª doc.: ralinga, 1493; el verbo derivado relingar ya med. s. XV.
En francés raalingue ya aparece en el s. XII (en el Brut de Wace). En castellano leemos ´ojo al marear, que relinga la vela en los Refranes que dicen las Viejas (RH XXV, 167); ralinga en el diario de Colón, 1493 (Fz. de Navarrete, Colección I, 144), y en Fz. de Oviedo (XX, ii, 4); la forma con e ya en la Relación de Mendaña (1567) (...) y en A. G. Fernández (Jal, 1272b); falta todavía en Aut. Es voz perteneciente a la terminología atlántica, cuya correspondencia mediterránea es grátil. (...)".

D. Martín Fernández de Navarrete nos ilustra profusamenente sobre las voces relinga y relingar en su "Diccionario Marítimo Español":

"RELINGA. s. f. El cabo que se une ó cose, y con que se refuerzan las orillas de las velas; toma el título ó denominación de cada una de aquellas, como relinga del gratil, del pujámen, de la caida.  En lo antiguo se decía á esta última como equivalente testa, según Garc., el Voc. Nav. y Gamb.; y Sarmiento escribe tiesta. // Pesc. Cuerda de cáñamo ó esparto, más ó menos delgada, según conviene á la construcción y armadura de las redes, en la cual están respectivamente colocados los plomos y los corchos con que estas se calan y se sostienen en el agua. Según los países, la relingas son conocidas con los nombres de violeta, tralla, trenza y liban; y entre pescadores, algunos solo lo distinguen por cuerda del corcho ó cuerda del plomo.//  Navegar á la relinga: ir. lo mismo que navegar de botina, (...).// Buscar la relinga de barlovento (el viento): venir este alternativamente á rachas escasas y volver á su primera dirección. El Sr. marqués de la Victoria expresa esto mismo con el verbo relingear. // Repartir la relinga: según unos, es colocar la gente con orden sobre la verga para que pueda aferrar la vela con perfección; según otros, es distribuir ó acomodar bien la relinga de la vela para aferraría con perfección. //  Portar por parejo las relingas de caida y pujámen; estar igualmente tirantes con el impulso del viento, por efecto del buen corte dado á la vela. //Dejar, quedarse en relingas: llevarse el viento las velas, dejando solo las relingas, y quedar el aparejo ó el buque en esta disposición. Figuradamente se dice también quedarse en relingas, cuando se pierde todo el equipaje ó lo que se posee, á causa de un naufragio ú otra desgracia equivalente.

RELINGAR . v. a. y n. Pil. y Man. Izar una vela hasta que sus relingas de caida queden muy tirantes. Viene á ser lo mismo que reclamar
En general, poner ó coser las relingas á las velas; y cuando esto se hace con empalomaduras, se llama empalomar. Dícese además cordear por equivalente de relingar; y trincafiar por empalomar. En lo antiguo se entendía, y aún en el día de hoy suele entenderse ó tomarse este último verbo por el de relingar, en general; y bajo tal concepto muchos dicen ó distinguen empalomar á la españolaó empalomar á la holandesa, que no es otra cosa que el empalomar, simplemente dicho, ó coser la relinga con costura material. //Escacearse el viento hasta hacer tremular las velas; ó buscar la relinga de barlovento. Vict., que en todas estas acepciones escribe relingear. El mismo Sr. marqués lo entiende también por orzar hasta que toquen ó flameen las velas. (...) // A relingar: mod. adv. con que se manda la maniobra expresada en la primera acepción".

Otras expresiones relacionadas con la voz relinga se encuentran en el "Diccionario Marítimo Español", de D. José de Lorenzo, D. Gonzalo de Murga y D. Martín Ferreiro:

"Relinga del gratil: la que corre de empuñidura á empuñidura. (...)
Relinga del pujamen: la que en las velas cuadras va de un puño bajo al otro y en las de cuchillo desde el puño de la amura al de la escota. (...)
Relinga de caida: cualquiera de las dos que en las velas cuadras bajan desde las empuñiduras á los puños bajos. (...)
Relinga de la valuma: la que en las velas de estay, cangrejas y foques corre desde el puño de la pena al de la escota. (...)
Relinga del palo: la que en cangrejas y velas de estay con martillo, coge desde el puño alto de la caida de proa hasta el puño de la amura.
Relinga de la caída de proa: en velas místicas y al tercio, es la comprendida entre el puño del car ó peñol proel de la verga y el puño de la amura. (...)
Relinga del paño: la más reforzada que se pone en los puños de escota de los foques y  cangrejas. (...)
Relinga de cumbre: el cabo que se cose en el centro de un toldo, de popa á proa y por su cara  alta. (...)
Relinga de bandera: lo mismo que varón de bandera".




En el "Diccionario Histórico de las Artes de Pesca Nacional"(5 tomos. Imprenta de la Vda. de Joaquin Ibarra. Madrid, 1791-1795), de D.  Antonio Sáñez Reguart, se describen esta cuerda de las artes de pesca y otras ya nombradas aquí:

"RELINGA. Cuerda de cáñamo ó esparto mas ó menos delgada, según conviene á la construcción, y armadura de las redes donde están respectivamente colocados los corchos, y los plomos con que se calan.
Según los paises las Relingas son conocidas con los nombres de Violeta. Tralla. Libán: entre pescadores, algunos solo las distinguen nombrándolas conforme sean Cuerda del corcho, ó Cuerda del plomo.

LIBÁN. Una de las dos, ó pronunciado en plural libanes, las dos cuerdas que guarnecen las redes por su armadura alta y baxa. La superior sirve para dar resistencia á la red en todos sus calamentos ó acciones, y para enfilar en ella los corchos: la inferior igualmente contribuye á el mismo primer efecto, y al propio tiempo recibe ó contiene los plomos, rodetes ó piedras con que regularmente se lastran las redes para que la gravedad de semejantes cuerpos sólidos las haga calar ó descender, si conviene hasta el suelo del fondo del mar.
Lo que realmente se conoce por Libanes es cuando las tales cuerdas son de esparto crudo: y esta voz es propia de nuestras provincias marítimas de Levante, en donde es muy freqüente su uso entre aquellos pescadores, y aun en alguna gran parte de las playas del Mediodía.
En otras se conocen con el nombre de Violetas, y asimismo el de Trallas: y en muchas ó casi todas se expresan con la palabra Relingas y tambien Malletas.
En Cataluña el significado Libanes denota unas cuerdas ó sogas sin distinción mas ó menos gruesas, aplicables á las redes de pesca, hechas ó torcidas de esparto crudo ó sin majar, circunstancia que decide de su mayor duración. Con ellas atadas unas á otras echan sus Nasas aquellos naturales: y á estas sogas unidas por sus extremos, conforme el numero de Libanes que se emplea, llaman en Valencia Calamento.

CALAMENTO. Voz con que se expresan acciones ó cosas diferentes, según las playas, tomada del verbo calar, que es de general uso entre pescadores quando quieren manifestar la operación que executan con la Red, Palangre,Nasa ú otros artes semejantes que por medio de un barco ó sin él echan al mar. Esta misma acción que intentan emprender aun antes de efectuarla; pero dirigiéndose al hecho, la intitulan Calada: y después también de que se hubo verificado, la dan el mismo nombre, ó el de Calamento.
En algunos parages el Calamento se entiende diversamente, porque significa la Soga de esparto crudo, esto es, sin majar del grueso de pulgada y media poco mas ó menos en su diámetro y con la precisa dimensión de veinte y cinco brazas de largo como las que se emplean en la pesca de las  Andanas.
Se suele entender igualmente por Calamentolas tres ó quatro sogas unidas unas á otras con la Nasa que aseguran la piedra que sirve para calar y mantener el arte en el fondo.
En varias ocasiones significa el Calamento la parte de mar ó sitio que ocupa un pescador.

TRENZA. Cuerda de esparto, que consta de ocho cordelillos: su grueso como de un dedo. Sirve para armar las redes como el Bou, Boliche y y otras á imitación de las de cáñamo conocidas con los nombres Tralla y Liban, Violeta y Relinga.

VIOLETA. Cuerda mas ó menos delgada, según conviene para las armaduras de las redes, equivalente á las que en varios parages denominan Trenza, Liban, Tralla. ó Relinga".

Cristóbal Colón inició su primer viaje a América el 3 de agosto de 1492 y arribó a la isla de Guanahaní el 12 de octubre del mismo año. Después de explorar los primeros territorios de lo que creía las Indias, llevó a cabo el viaje de vuelta a España el 15 de enero de 1493 con dos de las tres naves: la Pinta y la Niña. Un fuerte temporal las separó. La Pinta terminó en el puerto de Bayona y el 15 de marzo regresó a Palos. La Niña, con el comandante a bordo, acabó en las islas Azores y, el mismo día que la otra carabela, puso también rumbo a Palos de Moguer.
El sábado, 26 de enero escribe en su Diario, según lo recogido por fray Bartolomé de las Casas:

"Esta noche anduvo al Leste, cuarta del Sueste, cincuenta y seis millas, que son catorce leguas. Después del sol salido navegó a las veces al Lusueste, y a las veces al Sueste; andaría hasta las once horas del día cuarenta millas. Después hizo otro bordo, y después anduvo a la relinga, y hasta la noche anduvo hacia el norte veinte y cuatro millas, que son seis leguas".
(Pág. 129)

Gonzalo Fernández de Oviedo escribió la voz que estamos estudiando en  el capítulo segundo del último libro de "La Historia General de las Indias" (Enla empre[n]ta de Juam Cromberger. Seuilla, 1535). Dice en él:

"Tornando á la historia, el padre y el hijo tovieron tal cuydado de aquella tabla, que en ella escaparon por estonçes; y andovieron cavalleros sobrella tres dias en la mar, donde ella era guiada por el viento é las ondas, sin comer ni beber. É á cabo de los tres dias se murió el viejo, y el hijo lo echó en la mar porque su compañia avia de ser de hedor é de más trabaxo, é no de algun remedio para el defuncto; é assi quedó el mançebo sobre la tabla otro dia é medio despues, sin aver cosa alguna comido, ni la tener en todo el tiempo que he dicho. É al quinto dia, acaso passaba una caravela de chripstianos, é vieron andar la tabla en la mar á causa del bulto del hombre que estaba abraçado con ella, é ya andaba tan desmayado que no pudiera dexar de peresçer, si no fuera de Dios socorrido;  é las aguas é grandes corrientes le avian desviado de la costa más de ocho ó diez leguas dentro en la mar. Estonçes la caravela se puso á la relinga é al reparo, mirando los que en ella venian aquel bulto que andaba sobre las ondas por entender qué cosa era, y en fin arribó sobre la tabla é recogió el hombre, é lo metieron dentro é vivió é se salvó por esta manera",
(fol.. CLIVv)

Diego García de Palacio nos describe detalladamente, en su obra "Instrvccion navthica; para el bven vuso, y regimiento de las Naos..." (En casa de Pedro Ocharte. Mexico, 1787), la vela mayor de un barco:

"La vela mayor, ha de ser tan larga como es la verga, de penol á penol, y el largo que tuuiere estando guindada hasta la puente, menos vn pie, y repartese en dos partes, en papahigo, que es las dos partes de la cayda, y boneta, que es la otra tercia parte; por manera que tendida, y cortada por la medida dicha, cortadas las dos tercias, queda el papahigo hecho, y la otra tercia es la boneta; y conuiene que sea de lonas buenas, de buen gruesso, y hilo ygual, porque como tendida coxe mucho viento, ha de suffrir mucha fuerça, y trabajo, aduirtiendo que suelen tener ordinariamente las lonas vna orilla fuerte, y otra floxa, y para remediar esto, se han de hazer las vigorelas, voluiendo la orilla buena sobre la que no la es, apuntando la menuda, y con buen hilo alquitranado ó encerado; cortado, y cosido el papahigo enesta manera, se hara vna vayna de dos dedos de ancho en cada lado, por el alto, y en la cayda de cinco dedos, en la qual se haran vnos oxales, medio pie vno de otro, y por las vaynas se passara vn cabo de tres hilos, que llaman meollar; y passado se guarnecera por la parte de arriba, con sus empalomaduras, cinco dedos vna de otra, vn cabo delgado de doze hilos, bien atessado, y que en cada penol sobre del vna braça, para amarrar la vela á la verga; y en los lados, y parte de abaxo, que llaman relingas, y gratil, se guarnecerá con sus empalomaduras, vn cabo que llaman guarnicion de quarenta y cinco hilos, y á los angulos que le hazen en los lados, y partes mas baxas, se dexaran dos palmos y medio del propio cabo doblado, que llaman puño, para que alli se amarre la escota, y contra, y la boneta; y la parte de arriba se guarnecerá con vn cabo delgado de tres hilos, y se haran del á la medida delos oxales del papahigo, sus vadasas dobladas, que alcancen de oxal á oxal, aduirtiendo que de diez en diez se haga vna doblada, mayor que las otras, y en derecho dellas, y del dezimo oxal del papahigo, se pondra vna letra del Aue Maria, en todas, que llaman el Aue; y los lados, y demas partes se guarneceran con vn cabo gruesso, como se hizo en el papahigo; tambien ha de tener otros cabos de á diez ó doze hilos, que llaman aferravelas, que hechan fuertes en la relinga de la vela; passan cada vna por su moton, que puede estar fixo en la mesma entena, y cargando por ellas, se toman las velas de la entena mayor, y trinquete, con facilidad, cuando conuiene; otros cabos se amarran, y hazen fuertes, en la mesma relinga del papahigo mayor, de á veynte, y veynte quatro hilos, que llaman volinas...."
(Libro Qvarto; cap. X; págs.  102v-103)

Dicha obra contiene un surtido "vocabvlario de los nombres que vsa la gente de la mar, en todo lo que pertenesce á su arte, por el orden alphabetico". Algunas de las voces que escribió en este texto las define así:

"PENOLES, se llaman los estremos, y cabos de las vergas, ó entenas de todo el nauio.
PAPAHIGO MAYOR, se dize la vela mayor sin boneta, y papahigo menor la del trinquete.
BONETAS, son pedaços de belas que lleuan de repuesto, para añadir al luengo de las belas mayores, para andar mas.
MEOLLAR, ó passadera, es vn cabo delgado de seys hilos que se passa por la bayna de las velas, quando las hazen, y con el se atessa, y embeue la vela lo que conuiene, y se guarnesce con la relinga.
EMPALOMAR, es guarnecer la vela con la relinga, ó con el gratil, que es vna cuerda, y coserlo á la bela.
GRATIL. es el medio por donde la vela se arremanga.
PUÑOS, son lod dos remates, y cabos baxos, donde la relinga de la vela se acaba, y se guarnecen las contras, y escotas.
ESCOTAS, son las cuerdas que salen de las dos puntas baxas de la bela, con las quales la bela se atrae, y ligan hazia la popa.
AFERRA VELAS, son vnas cuerdas delgadas en los lados de las belas, con que se ayudan á tomar los penoles.
MOTONES, son poleas mas cortas, y gruessas en su cantidad.
ENTENAS, son los mástiles, y palos donde van asidas las velas, las quales assi mesmo se llaman vergas".

Otro ejemplo ilustrativo sobre las velas lo encontramos en el séptimo volumen de la obra "Los grandes inventos", de Francisco Reuleaúx. Cito de la traducción hecha por Federico Gillman de la octava edición alemana:

"Las velas, que se utilizan para hacer andar el buque aprovechando los vientos, se forman uniendo con doble costura por sus orillas cierto número de paños de una tela muy tupida de cáñamo (lona), lino ó algodón, más ó menos gruesa, según el porte del buque y el esfuerzo que está llamada á hacer la vela. La operación se hace en talleres espaciosos, llamados velerías, cosiendo los paños á mano ó á máquina con bramante embreado. En las orillas de las velas se forma una especie de dobladillo, al que se cose una cuerda delgada llamada relinga, que resguarda y presta fortaleza al conjunto, abrazando en los ángulos de la vela unos guardacabos de bronce. En los sitios donde puede haber roce con los cabos de maniobra, se refuerzan las orillas con piezas de lona; y con el objeto de poder recoger las velas en parte, ó sea reducir su superficie cuando aumenta la fuerza del viento, ó cuando se quiere disminuir el andar del buque, se las dota de las llamadas fajas de rizos, cosiendo unas tiras de lona por una y otra cara de la vela, en la que se abre una serie de agujeros en los que se sujetan cabos sueltos ó rizos, destinados á amarrar aquélla á la verga".
("Construcción y equipo de los buques de vela"; págs. 347-348)



Este curioso texto pertenece a una carta escrita y enviada por Eugenio Salazar, autor poco conocido del Siglo de Oro español, al licenciado Miranda de Ron, (...), "en que se pinta un navío, y la vida y ejercicios de los oficiales y marineros de él, y cómo lo pasan los que hacen viajes por la mar". La publicó la Sociedad de Bibliófilos Españoles con el título de "Cartas de Eugenio de Salazar" (Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra. Madrid, 1866). Como en la obra de García de Palacio, también adjunta un glosario marinero:

"Miré al piloto, teniente del viento, y vile con grande autoridad sentado en su tribunal é cadira de palo, que se debió comprar en almoneda de barbero; y de allí, hecho un Neptuno, pretende mandar al mar y á sus ondas, y á las veces sacude el mar con una rabeada, que si no se asiese bien á los arzones de la silla, iría á sorber tragos del agua salada. De allí gobierna y manda, y todos hacen su mandado, y le sirven tan bien que después de «Lanzarote cuando de Bretaña vino», yo no he visto caballero tan bien servido, ni he visto bellacos que tan bien sirvan y tan bien merezcan sus soldadas como estos marineros. Porque si el piloto dice: ¿ah de proa ? veréislos al momento venir ante él saltando como demonios conjurados; y están los ojos en él puestos y las bocas abiertas esperando su mandado; y él con grande autoridad manda al que gobierna, y dice: bota; no botéis; arriba, no guiñéis; goberná la ueste cuarta al sueste; carga sobre el pinzote, que no quebrar a el grajao; bota délo. Luego lo ha con los otros marineros, y dice: guinda  el joanete; amaina el borriquete; iza el trinquete; no le amureis al bótalo; enmara un poco la cebadera; leva el papahigo; empalomadle la boneta; entren esas badasas aprisa por esos olíaos; desencapilla la mesana; agoladla á la verga con los peniceos; toma las fustagas; unta la pasteca; liga la tricia al guindaste; tira de los escotines de gabia; suban dos á los penóles; ayuden á las tricias, que corran por los motones; sustenta con los amantillos; unta los vertellos, correrán las liebres; via de las trozas, abrazará el racamento al mástil; así de la relinga de la vela mayor; dejad las cajetas; tomad aquel puño; hala la escota; dad vuelta al escaldrame; haced un pajaril á jilovento; atesá con la bolitia; ayudaos del verdago; leva el gratil por aquel medio; alza aquel briol; haced un palanquín; tira aquella braza; dad vuelta; amarra aquellas burdas; dejad las chafaldetas; tesa los estayes; mete aquel cazonete que se sale aquella veta; tocad la bomba; mete bien el zuncho; juegue el guimbalete para que la bomba achique; escombra esa dala; zafa los embornales".
(Págs. 40-41)

Los siguientes versos se encuentran en la obra de Juan de Castellanos titulada "Elegía de varones ilustres de Indias":

Y fue que demandando por Macinga
indios a Santa Marta ya cercanos,
cargando moradores de Gauringa
y de los otros pueblos comarcanos,
fue menester tenerse a la relinga
y aprovecharse bien de entrambas manos,
porque con arco, flecha, dardo, maza,
a los treinta les iban dando caza.
(Parte II: "Elogio de Rojas". Canto I)

Pío Baroja escribió esta voz en su novela "Las inquietudes de Shanti Andía":

"La cuestión del nombre de mi tío Juan de Aguirre, que a veces me preocupaba, se aclaró en Burdeos. Un viejo marino retirado, que tenía una tienda de objetos náuticos, y que navegó con mi tío Juan, me dio nuevos datos acerca del padre de Mary. 
Un día estaba haciendo los preparativos para zarpar cuando recibí la visita del capitán de la goleta Dama Zuri, que me traía una carta de recomendación de mi amigo Recalde. La Dama Zuri era una goleta de tres palos, blanca como una gaviota y airosa como un cisne. 
El capitán deseaba buscar aparejos para su barco, le habían dicho que allí, en Burdeos, se hacían los mejores y más baratos, y que la gente de Bayona y de la costa vascofrancesa se entendía para esto con un comerciante vascongado. 
Acompañé al paisano en busca del comerciante; preguntamos en una cordelería de la orilla del río, y nos dirigimos a una tienda de objetos navales del muelle de Borgoña, casi en el centro de la población. 
Era una covachuela a más bajo nivel de la calle, que tenía unos escalones desde la acera. En el escaparate, ancho y de poca altura, se veían fanales de barco, rodeados de alambres gruesos y dorados; cronómetros, cámaras de bitácora, correderas, sextantes, catalejos y otros muchos instrumentos. Se mostraban, además, cables metálicos, rollos de amarras, de relingas, de cordajes en cáñamo, anclas, argollas, impermeables blancos y negros y otros muchos objetos navales, de lona, fabricados en Angers y en Burdeos, y diversos aparatos de pesca y latas de conserva inglesas".
(Libro cuarto: "La urca holandesa El Dragón"; cap. I: "El capitán de la Dama Zuri"; pág. 150)

Don Ramón María del Valle-Inclán escribió el gerundio del verbo relingar en su "Sonata de estío":

"Permanecimos toda la noche sobre cubierta. La fragata daba bordos en busca del viento, que parecía correr á lo lejos, allá donde el mar fosforecía. Por la banda de babor comenzó á esfumarse la costa, unas veces plana y otras ondulada en colinas. Así navegamos mucho tiempo. Las estrellas habían palidecido lentamente, y el azul del cielo iba tornándose casi blanco. Dos marineros subidos á la cofa de mesana, cantaban relingando el aparejo. Sonó el pito del contramaestre, orzó la fragata y el velamen flameó indeciso. En aquel momento hacíamos proa á la costa. Poco después las banderas tremolaron en los masteleros alegres y vistosas: La fragata daba vista á Grijalba, y rayaba el sol".
(Pág. 137)

RELENTE

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Relente es voz que no recoge Covarrubias pero que sí se encuentra en Autoridades con esta definición:

"RELENTE. s. m. La blandura que causa el rocío en alguna cosa. Otros dicen Rellente. Lat. Lentor, oris".

También incluye el verbo relentecer:

"RELENTECER, ó RELENTECERSE. v. n. Ablandarse alguna cosa por el rocío. Algunos dicen Rellentecer. Trahele Nebrixa en su Vocabulario. Lat. Lentere, lentescere".

Academia, en sus primeras ediciones, se atiene a lo dicho por Autoridades. La definición del verbo relentecer varía un poco en la edición de 1803:

"RELENTECER. v. n. Ponerse tierna ó blanda alguna cosa. Úsase tambien como recíproco. Lentere, lentescere".

En la edición de 1832, definen de este modo la voz relente:

"RELENTE. m. La humedad que en noches serenas se experimenta en la atmósfera. Lentor".

En la siguiente edición, la de 1837, añaden una nueva acepción:

"RELENTE. m. La humedad que en noches serenas se experimenta en la atmósfera. Humida noctium temperies.// met. fam. Sorna, frescura".

En la edición de 1843 definen el verbo relentecer como "reblandecer"; en la de 1884 dicen que la voz relente deriva del lat. relens, relentis, que vale por ´baña ó lava´. El verbo relentecer se queda en ´lentecer´. No se aprecia ninguna variación en las siguientes ediciones salvo en la etimología que, a partir de la de 1914 dicen que tal vez este vocablo proceda de la unión de re y lento y, después de la de 1956, vuelven a cambiarla y aseguran que deriva del fr. relent, de reler y esta, a su vez, del lat. regelare, helar.
Rosal (1611) define así esta voz:

"RELENTE, de Relentescere, Latino, que es tornar a humedecerse o ablandarse".

La definición que nos da fray Esteban Terreros (1788) es mucho más amplia. A saber:

"RELENTE, el rocío, que cae en Agosto con el aire solano, que relentece, esto es, humedece y ablanda la paja de modo que en mucha parte de la mañana no se puede trillar; pero hace mucho provecho á la sosa y barrilla, etc. sirviéndoles de riego. Fr. Ralentissement. Lat. Lentor. Tambien toman el relente por la blandura, ó humedad que causa el rocío, y por analogía, por la flojedad, caimiento, ó demasiada lentitud".

Cita el capítulo LIII del tomo II de la inmortal obra de Miguel de Cervantes titulada "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha", en el que nos da cuenta "del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza", No duró más de siete días con sus siete noches cuando...

"..el sueño a despecho y pesar de la hambre le comenzaba a cercar los párpados, oyó tan gran ruido de campanas y de voces, que no parecía sino que toda la ínsula se hundía. Sentóse en la cama, y estuvo atento y escuchando por ver si daba en la cuenta de lo que podía ser la causa de tan grande alboroto; pero no solo no lo supo, pero añadiéndose al ruido de voces y campanas el de infinitas trompetas y atambores, quedó más confuso y lleno de temor y espanto, y levantándose en pie, se puso unas chinelas por la humedad del suelo, y sin ponerse sobreropa de levantar, ni cosa que se le pareciese, salió a la puerta de su aposento a tiempo cuando vio venir por unos corredores más de veinte personas con hachas encendidas en las manos, y con las espadas desenvainadas, gritando todos a grandes voces: 
-¡Arma, arma, señor gobernador, arma, que han entrado infinitos enemigos en la ínsula, y somos perdidos, si vuestra industria y valor no nos socorre. 
Con este ruido, furia y alboroto llegaron donde Sancho estaba atónito y embelesado de lo que oía y veía, y cuando llegaron a él, uno le dijo:
-¡Armese luego vuestra señoría, si no quiere perderse, y que toda esta ínsula se pierda!
-¿Qué me tengo de armar? -respondió Sancho-, ¿ni qué sé yo de armas ni de socorros? Estas cosas mejor dejarlas para mi amo D. Quijote, que en dos paletas las despachará y pondrá en cobro; que yo, pecador fui a Dios, no se me entiende nada destas priesas.
-¡Ah, señor Gobernador! -dijo otro- ¿qué relente es ese? Ármese vuesa merced, que aquí le traemos armas ofensivas y defensivas, y salga a esa plaza, y sea nuestra guía y nuestro capitán, pues de derecho le toca el serlo siendo nuestro gobernador".
(Págs. 1016-1017)

El Domínguez nos da una definición algo poética:

"RELENTE. s. m. La humedad que en noches serenas se experimenta en la atmósfera, especialmente al suave influjo de la luna, no pocas veces perjudicial cuando se toma con exceso.// fig. fam. Sorna, frescura, etc.".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia e ilustra las dos acepciones con varios ejemplos literarios. Para la primera cita dos párrafos de "Los novios" ( 2 vols. Imprenta de A. Bergnes. Barcelona, 1836), la novela de Alejandro Manzoni, traducida al castellano por Juan Nicasio Gallego, y "Peñas Arriba", de José María de Pereda, respectivamente. La primera cita dice así:

"Cuanto mas se internaba en el bosque, tanto mas se aumentaban sus molestas imajinaciones. Las plantas que veía á cierta distancia se le figuraban espectros estraños y disformes. No le agradaba tampoco la sombra de las copas de los árboles que lijeramente ajitadas por el aire, se presentaban trémulas en la senda iluminada por la luna, y hasta el ruido que sus mismas pisadas causaban en las hojas secas tenía algo de repugnante á sus oídos. Esperimentaba en sus piernas cierta ansia, cierto impulso de correr, al mismo tiempo que parecía que no podían ya sostener su cuerpo. Sentía en la frente y las mejillas la impresion del relente nocturno, que, introduciéndose por entre los vestidos y la carne, penetraba agudamente hasta los huesos ateridos, y agotaba en sus miembros el último recurso de vigor".
(Libro I; cap. XVII; pág. 147)

El autor cántabro escribe:

"Al volver al comedor por la salona, hálleme con mi tío que entraba en él por la puerta de enfrente. Llegaba fatigoso y se apoyaba en un bastón. Á la luz del día parecíame su traza muy otra de lo que me había parecido á la luz artificial. El blanco y fino cutis de su cara tenía un matiz azulado, y había en sus ojos y en su boca una muy marcada expresión de anhelo. Sin embargo, su humor era el de siempre; y si era disimulo de lo contrario, no se le conocía. Se admiró de hallarme levantado tan temprano. Venía á ver qué era de mí; si se me oía revolverme en la cama, para entrar, en este caso, á abrirme los balcones, si lo deseaba, y si no, para tener el gusto de darme los buenos días. Le agradecí mucho su cuidado, y después de abrazarle le pregunté cómo había pasado la noche y por qué madrugaba tanto. 
—Como siempre, hijo del alma—contestóme entre toses y jadeos.—Y no me las dé Dios peores. En buena salud, me levantaba con el alba; desde que tengo tan mal dormir, madrugo mucho más que el sol, y con todo y con ello, me sobra tiempo de cama. 
Parecióme que el relente frío de las madrugadas no debía de sentarle bien, y así se lo dije, aconsejándole que se guardara de él".
(Cap. V; págs. 96-97)

Para ilustrar la segunda acepción el Pagés también cita "El Quijote", pero no el capítulo de la segunda parte elegido por fray Esteban Terreros sino el LIX, "donde se cuenta el extraordinario suceso, que se puede tener por aventura, que le sucedió a Don Quijote". En este capítulo se entera el hidalgo de la existencia del "Quijote"apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda, por boca de dos caballeros, llamados Don Juan y Don Jerónimo. Coincide con ellos en una venta aragonesa, en la que Sancho, un poco antes, mantiene esta conversación con el ventero:

"Llegóse la hora del cenar, recogiéronse á su estancia, preguntó Sancho al huésped que qué tenía para darles de cenar.  A lo que el huésped respondió que su boca sería medida; y así, que pidiese lo que quisiese; que de·las pajaricas del aire, de las aves de la tierra y de los pescados del mar estaba proveída aquella venta. 
-No es menester tanto-respondió Sancho;-que con un par de pollos que nos asen, tendremos lo. suficiente, porque mi señor es delicado y come poco, y yo no soy tragantón en demasía.
Respondióle el huésped que no tenía pollos, porque los milanos los tenían asolados. 
-Pues mande el señor huésped-dijo Sancho-asar una polla, que sea tierna. 
-¿Polla? ¡Mi padre!-respondió el huésped.-En verdad, en verdad, que envié ayer a la ciudad a vender más de cincuenta; pero; fuera de pollas, pida vuesa merced lo que quisiere. 
-Desa manera-dijo Sancho,-no faltará ternera o cabrito. 
-En casa por ahora -respondió el huésped- no lo hay, porque se ha acabado; pero la semana que viene lo habrá de sobra. 
- Medrados estamos con eso!-respondió Sancho;-Yo pondré que se vienen a resumirse todas estas faltas en las sobras que debe de haber de tocino y huevos. 
-¡Por Dios-respondió el huésped,-que es gentil relente el que mi huésped tiene; pues hele dicho que ni tengo pollas ni gallinas, y ¡quiere que tenga huevos! Discurra, si quisiere, por otras delicadezas, y déjese de pedir gallinas".
(Págs. 1059-1060)

Don Julio Cejador y Frauca incluye esta voz en su "Tesoro...", y también la ilustra con varias citas literarias:

"RELENTE, RELIENTE, posv. de relentecer. La blandura del rocío y humedad de la noche. En gall. lentura humedad ó tempero de la tierra. Calma y pachorra, valor del lat. Ientus. Cuev. Salam.: Gentil relente por cierto! Ea vengan todos. LOPE S. Diego v. p. 59 : ¡Oiga el relíente del padre! Quij. 2,53: ¡Qué relente es ese? Ármese v. m. Id. 2,59 : Por Dios que es gentil relente el que mi huésped •tiene, pues hele dicho que ni tengo pollas ni gallinas, y quiere que tenga huevos. G . GALÁN Poem Gañ.: Las noches de los húmedos relentes. 
Correr relente, ligera brisa fresca".

"El poema del gañán", de José María Gabriel y Galán, comienza de este modo:

Era el tiempo llegado 
de las puras mañanas otoñales, 
las que tienen un sol tibio y dorado 
que de la hermosa vega enamorado 
desgarra, para verla, los cendales 
de flotante  vapor que la han velado 
en las primeras horas matinales. 
Mañanas con alondras y rocío, 
canturreos sonoros, 
silbar de tordos y zumbar de río, 
balar de ovejas y mugir de toros... 
Alegre despertar de los lugares, 
tañidos de campana, 
humo de los hogares, 
pura luz, tibio sol, dulce galbana... 
Vinieron otra vez los esplendentes 
serenos mediodías, 
las tardes impregnadas de dolientes 
dulces melancolías, 
las noches de los húmedos relentes, 
las misteriosas madrugadas frías...


El Ingeniero Industrial y Doctor en Ciencias, D. Gumersindo Vicuña es el autor del "Manual de Meteorología Popular" ( Biblioteca Enciclopédica Popular Ilustrada. Madrid, 1880) En él define el relente del siguiente modo:

"El serenoó relente es el enfriamiento por irradiacion que sobreviene poco después de ponerse el sol, y que, en los dias tranquilos y despejados, produce un abundante rocío y un enfriamiento muy sensible para toda persona que lo sufra. 
De antiguo hay la creencia de que el relente es perjudicial para la salud, sobre todo en los climas cálidos, como el de la Isla de Cuba, creencia fundada en una observación continua; hoy se explica el hecho, ó mejor dicho, sus consecuencias, por una condensación del vapor de la atmósfera, que al caer en menudísima lluvia arrastra consigo la materia orgánica flotante en el ambiente, y  la hace depositar en>el suelo, siendo absorbida por los pulmones de quien se pasea al aire libre en estos instantes y depositándose también sobre su piel.
Esta materia orgánica, cuyo estudio hemos dicho al final del capítulo anterior, que preocupa  hoy á los hombres científicos, se compone  de una porción de gérmenes y corpúsculos orgánicos que flotan en la atmósfera y provienen de las mil trasformaciones de la materia organizada que puebla la tierra, y forman verdaderos miasmas y elementos capaces de desarrollar enfermedades en nuestro organismo, si son absorbidos en número suficiente".
(Parte 3ª; cap. VIII: "Meteoros acuosos"; págs. 153-154)

En otra obra similar, posterior a esta, titulada  "Meteorología popular ó refranero meteorológico de la Península Ibérica" (Tipografía de los Sucesores de Cuesta. Madrid, 1896), de Carlos Puente y Úbeda, leemos:

"El serenoó relente, ó sereno y relente, como algunos quieren, según que el fenómeno se presente después de puesto el sol ó antes de salir, es una lluvia menuda que cae en ausencia total de nubes, ó simplemente un rocío general y uniforme, que en las primeras horas de la noche principalmente se produce. Proviene este fenómeno de la condensación del vapor acuoso, por efecto de su irradiación y enfriamiento propios, y no de su contacto más ó menos íntimo y prolongado con el suelo.
En el lenguaje vulgar entiéndese ordinariamente por sereno el fresco húmedo de la noche; y suele designarse con el nombre de relente este fresco húmedo, agitado por ligera brisa, y en tal sentido se dice: corre relente. Entre el vulgo hay gran prevención contra el sereno y el relente, por considerar perjudicial á la salud su impresión prolongada, como lo declara el cantar popular: 


En la calle Mayor vive 
el dueño de mí cuidado, 
el sereno de la noche 
me lo tiene maltratado;

y, efectivamente, son origen de enfriamientos é infecciones que pueden comprometer la salud, por lo que la Higiene recomienda que nos preservemos de ellos".
(pág. 52)

Sabido es que casi todos los tratados de agricultura recomiendan segar con el relente. De este conocimiento se sirve fray Hortensio Féliz Paravicino para trazar una analogia entre las enseñanzas de Cristo y esta práctica agrícola, en una de sus "Oraciones Evangélicas de Adviento y Qvaresma" (En la Imprenta del Reyno. Madrid, 1636):

Isaias a lo menos por tal la puso con el despojo de la vatalla; pero si reparais en ello la verdadera alegría es para quien coge el fruto, que el segador sudando está, y gimiendo, quando el dueño de la haza viene a ver las mieses; y assi es aora, que deste Agosto de la Passion, la alegria del fruto es para nosotros, y en Christo como segador quedaron solos el sudor, y la tristeza; llega el villano a los peones, y si puede a mejor sazon, llega con el rozio de la mañana, que llaman los Labradores relente; porque secas ya del Sol las cañas, y dispuestas a templança con el rozio hecha la hoz con menos cansancio, y sin desperdicio, y como la va hechando va haziendo los manojos, la derecha siega las espigas, o aristas, la izquierda las recoge, valos arrimando al pecho, y poniendolos aparte, hasta que hecho el haz entero le ata con el vencejo de la macolla, que acomodó mejor para lazo, y abraçado con el le lleva, como triunfando amorosamente. A segar entra mira en el Huerto de oy Christo, segun es de amargo el pan,, sudor le cuesta, y sudor de Sangre en el humor vermejo de la cabeça, y el ardor de su coraçon, mejor Sol, mejor rozio, que el material, llega a segar con relente, hechando va la mano a los manojos, arrimandolos va al pecho hasta abraçar todo el haz".
("Sermon de la Oracion del Hverto, en nuestra Casa de Madrid, março, 23, año de 1622"; p. VII; pág. 150)

De Juan Eugenio Hartzenbusch es esta fábula titulada "La rosa y la zarza":

Murmuraba impaciente 
Una Rosa naciente 
Del cautiverio duro que sufría, 
Porque una Zarza espesa la tenia 
Con sus punzantes vastagos cercada. 
—Yo (sin cesar decia), 
Yo no disfruto aquí ni sé de nada: 
Sin un rayo de sol, tasado el aire, 
Desperdicio, de todos ignorada, 
Y entre espinas incómodas reclusa, 
Mi fragancia, colores y donaire. 
La Zarza respondió: Joven ilusa, 
Tu previsión escasa, 
Del bien que te hago, sin razón me acusa. 
Bajo mis ramas á cubierto vives,
Del sol canicular que nos abrasa; 
El golpe no recibes 
Del granizo cruel que nos deshoja; 
Y ese muro de espinas que te enoja, 
Defiende tu hermosura 
De que una mano rústica la coja.
— La flor entonces, de despecho roja, 
¡Mal haya (replicó) la ruin cordura, 
Que de riesgos que no hay, tiembla y se apura! 
No fué la maldición echada en vano.
A los pocos momentos un villano 
Llega con la cortante podadera: 
La despiadada mano 
Descarga en el zarzal; hiere, destroza, 
Y tan completamente me le roza, 
Que ni un retoño le dejó siquiera. 
Poco de la catástrofe se duele, 
Persuadida la Rosa de que gana, 
Quedándose sin aya que la cele. 
Descanse en paz la rígida guardiana. 
¡Qué feliz su discípula es ahora! 
Bañada en el relente de la aurora, 
Descoge con orgullo 
Su tierno y odorífero capullo: 
Princesa de las flores 
La proclaman los pájaros cantores. 
Pero el viento la empolva y la molesta, 
Sol picante la tuesta, 
La ensucia el caracol impertinente 
Con pegajosa baba, 
Y apenas se la enjuga, 
Cuando voraz la oruga 
Su venenoso diente 
Una vez y otra vez en ella clava. 
Se descolora la infeliz, se arruga, 
Y una ráfaga recia de solano 
Desparramó sus hojas por el llano. 

Es el recogimiento 
Condición de las jóvenes precisa: 
Falta en la mocedad conocimiento 
Del suelo que se pisa. 
La niña que imprudente, 
Sola y sin guía recorrer intente 
La senda de la vida peligrosa, 
Tema la suerte de la indócil Rosa.


La poesía "El campo", de don Ángel Saavedra, Duque de Rivas, comienza de este modo:

¿A este campo llamáis? ¿A los verjeles, 
Que arregla y que repule un jardinero, 
A un bosquecillo á guisa de florero, 
Y á tiestos de azucenas y claveles? 

¿A un palacio, que puede maravilla 
Del arte ser, y se alza á las estrellas, 
Con estancias tan anchas y tan bellas, 
Y donde el lujo refinado brilla,

Casa de campo la llamáis, en donde 
El descanso y salud buscáis ansioso. 
Y aquel tranquilo y plácido reposo, 
Que la apacible soledad.se esconde? 

¿Y juzgáis poner tregua á la fatiga 
Del mundo, á cuatro pasos de la corte, 
Donde de fatuos la importuna cohorte 
Os sigue á todas horas y os ostiga? 

¿Dónde es mas atildado vuestro traje, 
En donde en sus venenos mas esmero 
Pone vuestro famoso cocinero, 
Y do ostentáis mas brillo y equipaje? 

Esta vida de moda, titulada 
Vida de campo, es vida de artificio, 
De loca vanidad, de lujo y vicio, 
Que ni al alma ni al cuerpo sirve nada. 

Vida de campo es cosa diferente, 
Casa de campo es diferente cosa, 
Y el que llamar así las vuestras osa, 
0 no dice verdad, ó está demente. 

Más adelante escribe, referido a los rústicos:

Vivo como ellos viven. Oro y seda 
No adornan mi vestido. Es el aseo 
De mi ajuar y persona el solo arreo, 
Sin que otro alguno incomodarme pueda. 

Como, como ellos comen, pan moreno, 
Caza y legumbres. Bebo vino puro. 
Del sol ni del relente no me curo, 
Y prefiero al colchón de pluma el heno. 

En el cuento de Leopoldo Alas Clarín, titulado "Las dos cajas", leemos:

"A sus solas, acompañado por el discreto cuchicheo de las hojas de los árboles, que la luna plateaba, y que la brisa removía, osaba el pobre Ventura tener fe en su alma de artista. El violin según él sonaba con más dulzura que en las salas ahogadas de los conciertos, donde las notas tenían que flotar en una atmósfera cargada de emanaciones impuras; parecía que las cuerdas en aquella triste soledad tranquila de la noche apacible, se desperezaban con cierta gracia de ingenua confianza; la humedad del relente pasaba al timbre de la cuerda: era más fresca y algo húmeda la nota del violín... Encontraba el músico cierto parecido entre el rayo de luna que bajaba y la vibración sonora que subía... Era una corriente de cierto fluido poético que ascendía y descendía como la escala de Jacob".
(Pág. 275)

A José María Gabriel y Galán debía de gustarle esta voz porque la puso en algunos de sus versos, además de los ya citados. Su poesía "Las sementeras" comienza de este modo:

Con el relente que le da tempero 
la madrugada roció la tierra. 
Se siente frío en la besana húmeda;
 el terruño está solo. Ya alborea. 
Lo dice levantándose del surco 
la alondra mañanera 
que desgrana en el aire el de sus trinos 
hilo copioso de sonantes perlas...

Escribe don Benito Pérez Galdós en su novela "Miau":

"Luis meditó sobre aquéllo. Su razón hubo de admitir el argumento creyéndolo de una lógica irrebatible. Era claro como el agua: mientras él no estudiase, ¡contro! ¿cómo habían de colocar á su abuelo? Parecióle esto la verdad misma, y las lágrimas se le saltaron. Intentó hablar, quizás prometer solemnemente que estudiaría, que trabajaría como una fiera, cuando se sintió cogido por el pescuezo.
— Hijo mío — le dijo Paca sacudiéndole,—no te duermas aquí, que te vas á enfriar. 
Luis la miró aturdido, y en su retina se confundieron un momento las líneas de la visión con las del mundo real. Pronto se aclararon las imágenes, aunque no las ideas; vio el cuartel del Conde-Duque, y oyó el uno, dos, tres, cuatro, como si saliese de debajo de tierra. La visión, no obstante, permanecía estampada en su alma de una manera indeleble. No podía dudar de ella, recordando la mano ensortijada, la voz inefable del Padre y Autor de todas las cosas. Paca le hizo levantar y le llevó consigo. Después, quitándole del bolsillo los cacahuets que antes le diera, díjole: «No comas mucho de esto, que se te ensucia el estómago. Yo te los guardaré. Vámonos ya, que principia á caer relente...»".
(Cap. IX; págs. 88-89)

Don Miguel de Unamuno encabezó el soneto "A un hijo de españoles arropamos" con estas sentidas palabras:

"En el entierro del niño Yago de Luna, muerto de meningitis tuberculosa a los ocho meses de edad y enterrado en el cementerio parisiense de Pantin, el 14-XI-1924".

Dice así:

A un hijo de españoles arropamos 
hoy en tierra francesa; el inocente 
se apagó— ¡feliz él!—sin que su mente 
se abriese al mundo en que muriendo vamos. 

A la pobre cajita sendos ramos 
echamos de azucenas -el relente 
llora sobre su huesa-, y al presente 
de nuestra patria el pecho retornamos.

«Ante la vida cruel que le acechaba, 
mejor que se me muera», nos decía 
su pobre padre, y con la voz temblaba; 

era de otoño y bruma el triste día 
y creí que enterramos -¡Dios callaba!- 
tu porvenir sin luz, ¡España mía!


"El canto del grillo" tituló Juan Ramón Jiménez el capítulo LXIX de su inmortal obra "Platero y yo". Lo termina de este modo:

"¡Aquí está! ¡Oh canto del grillo por la madrugada, cuando, corridos de escalofríos, Platero y yo nos vamos a la cama por las sendas blancas de relente! La luna se cae, rojiza y soñolienta. Ya el canto está borracho de luna, embriagado de estrellas, romántico, misterioso, profuso. Es cuando unas grandes nubes luctuosas, bordeadas de un malva azul y triste, sacan el día de la mar, lentamente...".
(Pág.  146)

Al escritor alicantino Gabriel Miró debía de gustarle este vocablo porque aparece en varias de sus obras; por ejemplo en  "El obispo leproso" y en "Años y leguas", respectivamente:

"Acudió Pablo mirándoles con avidez torturada de verlo todo y de escaparse del vaho del refocilo que le quemaba las mejillas. Se vio y se sintió a sí mismo en instantes de sensualidad primorosa. (Mañana del último Viernes Santo. Palacio de Lóriz. Huerto florecido en la madrugada de la Pasión del Señor. Rosales, azucenas, cipreses, naranjos, el árbol del Paraíso goteando la miel del relente. Hilos de agua entre carne de lirios. Y, dentro, salones antiguos que parecían guardados bajo un fanal de silencio; la estatua de doña Purita en un amanecer de tisús de retablo; mujeres que sólo al respirar besaban".
(Parte VI: "Pablo y la monja"; cap. V: "Ella y él"; pág. 217)

"Amanecer de delicias. Ya estaba encarnada la carena de los montes. Ahora principiaría a rebullirse la liebre en su cubil de hierba enternecida por el relente. Todo, hasta el silencio, se paró y calló más. Instante propicio en que puede cumplirse la ansiedad de cada hombre, y, claro, el único también en que puede perderse. Todo se queda esperando como si nos mirase".
("El señor vicario y Manihuel"; pág. 56)

"Sueño del marinero" tituló Rafael Alberti una de las poesías de su libro "Marinero en tierra". Como curiosidad diremos que le disputó y le ganó a César González-Ruano el Premio Nacional de Literatura del año 1925. Los últimos versos de esta composición poética son estos:

Ya está flotando el cuerpo de la aurora
en la bandeja azul del océano
y la cara del cielo se colora

de carmín. Deja el vidrio de tu mano
disuelto en la alba urna de mi frente,
alga de nácar, cantadora en vano

bajo el verjel azul de la corriente.
¡Gélidos desposorios submarinos
con el ángel barquero del relente

y la luna del agua por padrinos!
El mar, la tierra, el aire, mi sirena,
surcaré atado a los cabellos finos

y verdes de tu álgida melena.
Mis gallardetes blancos enarbola,
¡Oh marinero!, ante la aurora llena

¡Y ruede por el mar tu caracola!

Escribe Luis Berenguer, en su extraordinaria novela "Marea escorada", lo siguiente:

"A las nueve de la mañana llega el Land Rover con el juez de instrucción, que Pablo se llegó en el chinchorro gris a telefonear desde Santi Petri, cuando esta mañanita avisó a la gente de la arena.
Ella con su hijo en brazos, dando calor al Joselito que tirita envuelto en una manta.
-¿Por qué no se van a la casa todos?
El Ayudante de Marina dijo:
-Bueno, pero vamos a la casa.
El juez, claro, aquí ni hablar se puede con la ventolera, pero ella allí clavada y no se mueve;  señora, ande usted, vamos a la casa. Que no, que ella se queda allí con su hijo. Total, lleva media noche al relente y toda la mañana en la misma postura, bajo el mismo viento".
(Pág. 58)

Otra excelente novela es "El mudejarillo", de José Jiménez Lozano. En el capítulo titulado "El visitador" leemos:

"Y se guardó los versos en sus bolsillos; luego apartó la mula y les hizo quitarse los hábitos y entregárselos. Así que fray Juan y su compañero tuvieron que andar toda la noche con los juboncillos que tenían bajo los hábitos, muy ligeros para el relente que hacía, hasta que poco después del amanecer llegaron al conventillo adonde iban, que el hermano portero no quería abrirles y les dijo que les socorrería con un caldo caliente, que era lo único que tenían en el convento, pero que se fueran porque los andaban buscando y los alguaciles ya habían puesto el día anterior el convento patas arriba buscándolos".
(Pág. 127)

El capítulo titulado "La partida" lo comienza de este modo:

"Andaba mucho por aquellos desiertos fray Juan y se conocía muy bien el territorio de los nidos, los manantiales, los lirios silvestres, los olivos viejos, las hierbas, el lugar de cita de las avutardas, las garzas, los tordos; las lagunas y las chozas de los pastores en las majadas. Y a veces, también salía algunas noches a mirar a lo oscuro y porque le gustaba el relente y vaho que se levantaba de los prados, cuando se ensombrecían, y era azul o como una gasa blanca y transparente".
(Pág. 153)

Vamos a terminar esta entrada con una composición poética  que Tomás Segovia incluyó en su libro "Lo inmortal y otros poemas" (Conaculta. México, 2005), y que se titula precisamente así: "Relente".

En la hondura impecablemente helada
Del cristalino invierno
Cruza de pronto un rico olor punzante
A humo de bosque
Un aroma agarroso opaco serpentino
Que no se deja abrir
Ni cerrar
Ni dejar nunca a un lado
Que llena tenuemente el mundo
Mas sin escapatoria
De una mortal nostalgia innegociable
Igual
Igual ¡ay infijable vida!
Que el relente de mí que desde siempre
Ha vagado tan lejos y sin acepctar nunca
Hacer de mí su casa.

Cuando escucho cantar a Camarón de la Isla se me ponen los pelos como escarpias. "Al relente de la luna"se titula este fandango:


RELEJE

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Releje es voz que no se encuentra en el "Tesoro de la Lengua...", de Sebastián de Covarrubias, pero que sí recoge Autoridades de este modo:

"RELEXE. s. m. term. de la Artillería. Es aquel resalte que por la parte interior suelen tener algunas piezas de Artillería en la recámara, estrechándola, para que sea mas angosta la parte donde está la pólvora, que lo restante del cañón. (...)".

Academia escribe esta voz de la  misma manera en las cuatro ediciones siguientes, de 1780 a 1803, ateniéndose a lo que ya dijo Autoridades.
Fray Esteban de Terreros  escribe releje en su "Diccionario castellano, con las voces de ciencias y artes ..." (1788), con unos significados diferentes:

"RELEJE, la señal que dejan los carruajes cuando no estan calzados, y son de tierra los caminos. Fr. Orniere. Lat. Orbita, vel rotae vestigium. It. Rotaja. Tambien se llama releje la desigualdad que se deja en un llano, aunque no la hagan las ruedas. Fr. Bosse. Lat. Inaequalitas.

RELEJE, entre los amoladores aquel filo reluciente, y más delgado que deja la piedra en el instrumento que se amuela. (...)

RELEJE, llaman en algunas partes al sarro que se cría en los labios y boca. (...)

RELEJE, en la Arquitectura cerramiento ó disminución de una pared. (...) Otros llaman releje a un cuarto retirado.

CANONES DE RELEJE, en la Arquitectura. V. Encamarados. Algunos escriben relej, y otros relex".

Nos vamos a ver  encamarados, voz que tiene que ver con la definición que da Autoridades de relexe:

"ENCAMARADOS, entre Artilleros, cañones, ó pedreros en cuyo hueco principal se halla otro mas estrecho para poner la pólvora, y se forma resaltando el metal igualmente por todos lados, y porque este resalte se llama releje, les llaman tambien cañones de releje. (...)".

Autoridades se ocupa del vocablo  encamarados dentro de la definición de encamarado y escribe relex con estas acepciones:

"RELEX. s. m. El cerramiento, ú disminución de la paréd, en los edificios ú otras fábricas. Dícese tambien de otras cosas, especialmente en los carros y coches. Lat. Crasamenti diminutio. AMBR. MOR. Antig. de Toledo. Assi por lo redondo de abaxo, como por lo alambrado de reléx.

RELEX. Se toma tambien por el sarro, que se cría en los labios ó en la boca. Es voz usada en algunas partes de España. Lat. Concretio sordium in labris".

La conjunción de las dos voces, relex y releje, no se produce en Academia hasta la edición de 1832, pero sin incluir la primera acepción que da fray Esteban. Es a partir de la edición de 1884 cuando la voz relex o relej desaparece del DRAE, y solo incluyen releje, con estas acepciones:

"RELEJE. (Del fr. relais.) m. Rodada ó carrilada.// Sarro que se cría en los labios ó en la boca.// Faja estrecha y brillante que dejan los afiladores á lo largo del corte de las navajas.// Arq. Lo que la parte superior de un paramento en talud dista de la vertical que pasa por su pie.// Art. Resalte que por la parte interior suelen tener algunas piezas de artillería en la recámara, estrechándola para que sea más angosta la parte donde está la pólvora que lo restante del cañón".

En la edición de 1899 nos dicen que esta voz procede del fr. relais, que vale por ´retallo, zarpa´; en la siguiente, la de 1914, dicen que releje viene del verbo relejar,´formar releje la pared´; en la edición de 1985 añaden una nueva acepción:

"RELEJE.- (...) Huella curva de una pasada que se queda en una superficie brillante, como la que deja un trapo en un cristal mal limpio".

Esta acepción desaparece en las ediciones de 1992 y en la del Tricentenario.
El Salvá (1846) remite la voz releje a relej, que define así:

"RELEJ. m. Art. El resalte que por la parte interior suelen tener algunas piezas de artillería en la recámara, estrechándola, para que sea más angosta la parte donde está la pólvora, que lo restante del cañón. In tormentorum parte posteriori cavitatis diminutis.// El escarpe ó cerramiento en disminución de la pared hácia arriba. Dícese tambien de otras cosas, especialmente en los carros y coches.  (...). // El sarro que se cría en los labios ó en la boca. (...)".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia y solo ilustra con un ejemplo literario la 2ª acepción:

"RELEJE. (...) Sarro que se cría en los labios ó en la boca.
"... después tuve loanda, landrilla ó lita, releje, huras, esquinencias que me alivió el populeón, etc.
A. ROJO Y SOJO.

El Manuel Seco solo recoge una de sus acepciones y la ilustra con una cita de la obra de Camilo José Cela, titulada "Judíos, moros y cristianos", que ampliamos para su mejor comprensión:

"RELEJE. Surco o señal que deja en el suelo la rueda de un vehículo".

"El vagabundo, aun antes de llegar otra vez a la Velilla, se tapó la cabaeza con su manta y se quedó dormido. A veces, cuando el carro saltaba más de la cuenta sobre los relejes del camino, el vagabundo abría un ojo y una oreja para saberse aun vivo y habitado".
(Cap. III: "De Peñafiel a las puertas de Segovia"; pág. 246)


En el "Diccionario de las Nobles Artes para instruccion de los Aficionados, y uso de los Profesores...", de D. Diego Antonio Rejón de Silva, (Imprenta de D. Antonio Espinosa. Segovia, 1788) viene recogida la voz relex:

"RELEX.  s. m. A. diminución de la pared , ó cimiento acia la parte superior. Lo mismo que Escarpe. Ardem. Ord. Mad. C.4. Debe el tal hacer á su costa un cimiento (...)  a lo menos dos pies mas profundo que el piso de dicho sótano; y este ha de subir hasta el nibél del terreno de la casa medianera con retex (...)  dexando mayor parte de relex á la casa del vecino".

El "Diccionario de arquitectura civil" (Imprenta de la Vda. de Ibarra. Madrid, 1802), obra póstuma de don Benito Bails, también recoge la voz relex, con esta definición:

"RELEX. s. m. El cerramiento ó disminución de la pared ó cimiento hácia la parte superior. Es lo mismo que escarpa".

El agrimensor Don Mariano Matallana incluyó la voz relej  en su "Vocabulario de Arquitectura Civil" (Imprenta a cargo de D. Francisco Rodríguez. Madrid, 1848):

"RELEJ.- Escarpa ó cerramiento en disminución de la pared hacia arriba.

RELEJAR UNA PARED.- fr. Disminuir su grueso formando escarpa".

Las dos voces, releje y relex, se encuentran definidas de este modo en el "Diccionario de construcción tradicional. Tierra" (Editorial Nerea. San Sebastián, 2003), de Jaime de Hoz Onrubia, Luis Maldonado Ramos y Fernando Vela Cossío:

"RELEJE. sust. masc. De ´relejar´[latín relaxare, ´aflojar, relajar´]. Grado de inclinación o distancia que hay entre la parte superior de un paramento en talud y la vertical que pasa por su pie.

RELEX. sust. masc. [latín relaxare,´aflojar, relajar`] Vid. ´releje´".

El coronel de ingenieros don José Almirante define de este modo la voz releje en su "Diccionario Militar etimológico, histórico y tecnológico":

"RELEJE. En la artilleria antigua, el resalto interior que tenían las piezas en la recámara, y que unía la parte más angosta, destinada á la pólvora, con el resto del ánima. Así lo dice el P. Vicente Tosca. T. V. pág. 487.- Segun Dicc. Terreros, la señal que dejan los carros en los caminos sin firme.- En general, resalto en un llano".

La obra del presbítero de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de Valencia, el doctor Tomás Vicente Tosca, se titula "Compendio Mathematico, en qve se contienen todas las materias más principales de las Ciencias que tratan de la Cantidad" (Antonio Bordazar. Valencia, 1707-1715) Consta de 9 volúmenes. En el 5º leemos:

"Las piezas de este tercer genero de Artillería se llaman Pedreros, por tirar vala de piedra. Para nombrarlas en particular se vsará de los nombres de cañon pedrero de 14. de 20. de 30. ú de 40. libras de vala, entendiendo el calibo de su boca, ó la vala añadido el viento. Devense escusar otros nombres, que solo sirven de confusion. En quanto á su fabrica se dividen en tres especies, es á saber, Seguidos, de Relexe, y Encampanados. Los Seguidos son aquellos, cuya alma, ó hueco es vn cilindro seguido; pero estos no se estilan, por ser flacos de metal. Cañones de Relexe, ó Encamarados, son aquellos en cuyo hueco principal se halla otro mas angosto donde se pone la polvora, el qual se forma resaltando el metal por todos lados igualmente, y este resalte se llama propiamente Relexe.
Estas piezas de relexe eran de dos maneras, vnas se llamavan fundidas por el tercio de su boca, y otras por la mitad.  Las fundidas por el tercio eran aquellas, cuyo diámetro de la boca se dividia en tres partes, y dos de ellas se davan al diametro del hueco de la recamara; y el otro tercio, dividido por medio en dos sextos, se dava al resalte, ó relexe: esto es, vn sexto al rededor de la recamara; por lo que algunos llaman á estas mesmas piezas fundidas por el sexto. Aquella se dezian fundidas por la metad, que dividiendose el diametro de la boca en dos partes iguales, la vna mitad se dava á la recamara, y la otra mitad al relexe, dandole á cada parte, ó á su rededor vna quarta parte del diametro de la boca. Estas piezas de relexe llevan el inconveniente, de que encontrando el Artillero al cargar la pieza con la cuchara en el relexe, dexe alli la carga, pensando dexarla en la recamara de la polvora, lo que será muy contingente con la prisa que suele aver en las ocasiones del mayor aprieto; por lo qual yá se excluyen aora de las buenas fundiciones".
(Tratado XVII: "De la Pirotechnia, Arte Tormentaria o Artilleria". Libro II; cap. III:"De las piezas del tercer genero de Artilleria". Propos. XXI. Theorema. Explicanse sus especies; págs. 487-488)

Muy interesante para entender la 2ª acepción de la voz que estamos estudiando es lo que nos cuenta Alejandro Faustino  Idáñez de Aguilar en su obra "Léxico de la Región Prebética (Límites del lenguaje andaluz y del murciano)". (Universidad de Murcia, 2015). Entre otras cosas, dice:

MANCHA DE LA CARA O PIEL

"Entre las voces utilizadas para aludir a la idea enunciada en este capítulo se mencionan las más acostumbradas.
Releje es la forma que prevalece en los pueblos situados en la franja norteña de todo el espacio por el Campo de Montiel, zona de Segura, Sierra de Alcaraz y más esporádicamente en la comarca almeriense de Los Vélez. Releje es para el DRAE "sarro que se cría en los labios o en la boca" y para Zamora Vicente son "churretes, huellas de llanto o comida en el rostro de los niños". En Albacete lo recogen Quilis, como señal o huella que queda después de limpiar algo, y Serna "churrete, principalmente en la cara de los muchachos", y también T. Chacón en La Roda. En tierras conquenses lo recogen P. Yunta y Calero, usándose asimismo en Guadalajara como un conquensismo según Vergara.
En el dominio releje equivale a "mancha escurrida, churrete de grasa, tizne del rostro o superficie de una cosa" y la variante redrero del Campo de Montiel. Releje da lugar a las formas adjetivas relejá, relejosa y relejoso que se aplican a la "persona sucia o que tiene la cara manchada con relejes" (VNA). Reguero define la mancha grasienta y tiene plena vigencia en toda la zona central llegando hasta los límites occidentales del territorio; como también regueroso, con rodales o manchas grasientas en la cara (VNA). Parchajo es otra denominación habitual en Cazorla y Huéscar, mientras pastrajar tiene fuerte presencia en la parte oriental, y refiere la mancha de grasa también, como pastrajal en Nerpio (DN)".
(Pág. 176)

Gabriel María Vergara recoge esta acepción de la voz releje en su obra "Cuatro mil palabras y algunas más, de uso frecuente, no incluidas en el Diccionario de la Real Academia Española" (Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1925):

"RELEJE. m. n. acep. Guadalajara. Mancha que aparece en la ropa lavada cuando se reseca".


Don Pascual Perier y Gallego nos ilustra sobre la construcción de muros, paredes y murallas en su "Tesoro de Albañiles" Imprenta de Antonio Martínez. Madrid, 1853):

"Debe observarse que cuanto mas van subiendo las paredes tanto mas deben disminuirse; asi las que estén fuera de la tierra serán la mitad mas delgadas que los fundamentos; y las del segundo alto, medio ladrillo mas delgadas que las del primero y asi sucesivamente hasta el tejado: bien que gobernándolo con prudencia para que las últimas no queden muy débiles. El centro de las paredes superiores debe caer siempre á plomo sobre el de las inferiores, de modo que toda la pared tenga forma piramidal. Pero si se quisiere que la superficie de la pared esté perpendicular de arriba á bajo, deberá ser esto en la cara interna; pues la trabazón de los altos ó enmaderamientos, los arcos y demás sustentantes de la fábrica no dejarán que la pared caiga y se desplome. El releje que quedará fuera se cubrirá con un recinto, faja ó cornisa que circuya todo el edificio; lo cual le servirá de ornato, y será como un vínculo que lo tenga sujeto. Los ángulos, por participar de dos lados que deben conservar a plomo y unión, han de ser firmísimos, y componerse de piedras duras y largas para que como brazos los retengan. Asi deben alejarse de ellos las ventanas y demás claros cuanto sea dable, á lo menos tanto espacio cuanto la anchura de la ventana próxima".
(Págs. 117-118)

El eclesiástico e historiador español Francisco López de Gómara (1511-1566) escribió esta voz en el capítulo LXXX de su obra titulada"Primera y segunda parte de la historia general de las Indias..." (Guillermo de Millis. Medina del Campo, 1553) En este capítulo describe el templo de México:

"Al templo llaman teucalli, que quiere dezir casa de dios, y esta compuesto de  teutl,  que es dios, y de calli, que es casa; vocablo harto propio si fuera dios verdadero. Los Españoles que no saben esta lengua llaman cues a los templos, y a Uitcilopuchtli vchilobos. Muchos templos ay en Mexico por sus perrochias y barrios, con torres, en que ay capillas con altares, donde estan los idolos e imagines de sus dioses. Las quales siruen de enterramientos para los señores, cuyas son. Que los demas en el suelo se entierran al rededor, y en los patios. Todos son de vna hechura, o casi, y por tanto con dezir del mayor bastara para entenderse. Y assi como es general en toda esta tierra assi es nueua manera de templos. Y creo que ni vista, ni oyda sino aqui. Tiene este templo su sitio quadrado. De esquina a esquina ay un tiro de ballesta. La cerca de piedra con quatro puertas, que responden a las calles principales, que vienen de tierra por las tres calçadas que dire. Y por otra parte de la ciudad, que no tiene calçada, sino muy buena calle. En medio deste espacio esta vna cepa de tierra, y piedra maciça, esquinada como el patio, ancha de vn canton a otro cincuenta braças. Como sale de tierra, y comiença a crescer el monton tiene vnos grandes relexes. Quanto mas la obra cresce tanto mas se estrecha la cepa, y disminuyen los relexes. De manera que paresce pyramide como las de Egypto, sino que no se remata en punta, sino en llano, y en vn quadro de hasta ocho o diez braças. Por la parte de hasta poniente no lleva relexes sino gradas para subir arriba a lo alto, que cada vna dellas alça la subida vn buen palmo".
("La conquista de Mexico"; fol. XLVIIIv)

Esta voz permanece en el olvido hasta que la rescata  José Martínez Ruiz, que acuña la expresión ´hondos relejes´, a partir de su libro "Antonio Azorín":

"Entro resueltamente en la Posada del Norte. El zaguán es largo, estrecho y bajo; los carros, en su entrar y salir continuo, han abierto en el empedrado, de agudas guijas, hondos relejes. Al fondo se abre una puertecilla diminuta; dos, tres, cuatro más a la derecha, cerradas por menguadas cortinas; y a la izquierda, una ancha franquea la entrada a un patio. Hay junto a la pared un grande y blanco arcaz con la cebada—igual que en las novelas picarescas—; penden de largas estacas, ringladas en los muros, enjalmas y ataharres".
(Tercera parte; cap. VIII: "En Torrijos"; pág. 181)

"A las dos de la madrugada el destartalado carricoche va rodando, hundiéndose en los hondos relejes, saltando sobre los agudos riscos, por las anchas calles blancas de la ciudad manchega. Corre un viento sutil y helado. Las luces eléctricas difunden una claridad opaca. A un lado y a otro se extienden las fachadas en anchas pinceladas de blanco sucio. La tartana se desliza, interminable, a lo largo de las calles interminables, con un ruidoso traqueteo que repercute en los ámbitos oscuros. Un instante; creo que se detiene. Sí, sí; se ha detenido. El zagal aporrea bárbaramente una puerta".
(Tercera parte; cap. XII: "Hacia Infantes"; pág. 198)


 "Las confesiones de un pequeño filósofo", que dedicó a D. Antonio Maura, es el último libro firmado como  José Martínez Ruiz. En él escribe sus recuerdo de la niñez y la adolescencia:

"De Monóvar a Yecla hay seis u ocho horas: salíamos al romper el alba; llegábamos a prima tarde. El carro iba dando tumbos por los hondos relejes; a veces parábamos para almorzar bajo un olivo. Y yo tengo muy presente que, ya al promediar la caminata, se columbraban desde lo alto de un puerto pedregoso, allá en los confines de la inmensa llanura negruzca, los puntitos blancos del poblado y la gigantesca cúpula de la iglesia Nueva, que refulgía".
(Cap. VII: "Camino del colegio"; pág. 62)

En su siguiente obra, titulada  "Los pueblos" -ya firmada como "Azorín"-, dedica un capítulo a la novia de Cervantes. En él, leemos:

"Yo hago que me señalen el camino de Esquivias. Y lentamente me dirijo por él. Ya no soy el pequeño burgués que tiene un huerto con parrales y viaja con dos, con cuatro, con seis chicos rubios ó morenos: ahora soy el pequeño filósofo que acepta resignado los designios ocultos é inexorables de las cosas. El camino es estrecho y de hondos relejes: serpentea á través de campos llanos, rasgados por largos surcos paralelos. A trechos aparecen los manchones hoscos de los olivos. Todo está en silencio".
(Págs. 26-27)

Este capítulo aparece también recogido en su obra "Con Cervantes".

El capítulo noveno de su obra  "La ruta de Don Quijote" lo tituló "Camino de Ruidera". Comienza de este modo:

"Las andanzas, desventuras, calamidades y adversidades de este cronista es posible que lleguen algún día a ser famosas en la historia. Después de las veinte horas de carro que la ida y vuelta a Puerto Lápiche supone, hétenos aquí ya en la aldea de Ruidera -célebre por las lagunas próximas-, aposentados en el mesón de Juan, escribiendo estas cuartillas, apenas echado pie a tierra, tras ocho horas de traqueteo furioso y de tumbos y saltos en los hondos relejes del camino, sobre los pétreos alterones".
(Pág. 105)

Alterón es voz que solo recoge el DRAE en cuatro ediciones: 1927, 1950, 1983 y 1989. Es un murcianismo que vale por `prominencia, protuberancia´.

Luis Bello reunió  en cuatro tomos su "Viaje por las escuelas de España (1926-1929)", que previamente había ido publicando en el diario "El Sol", de Madrid. El capitulo sexto del primer volumen lo tituló "Antítesis, otros dos lugares". Comienza de este modo:

"Uno es Móstoles, pueblo rico, sanguíneo. El otro es Hortaleza, que, pese al garnacho, al moscatel y a los paúles, va dejándose morir de anemia. No caben en el mismo viaje; y si aparecen aquí juntos, no es tanto por antítesis como por demostrar de cuántas maneras distintas pueden ofrecérsenos las cosas sin dejar de ser las mismas. Hortaleza: calles en cuesta, grandes relejes y baches empecinados; casas macilentas, que se deshacen. . . 
En la plaza, sobre un barranco, la Casa Ayuntamiento; la escuela, fría y pobre, esquema de una escuela para gentes que se conforman con poco. Un lado de esa plaza, tan irregular, lo cierran las tapias de otro caserón derruido. Y en lo alto, a la vuelta de la iglesia, con su torre, que podría ser mudejar, la salida del pueblo, que mira al camposanto".
(Pág. 41)

En el tomo II, el capítulo que nos interesa se titula "La Sagra toledana". Dice allí:

"Y ahora vamos a echarnos fuera del camino, en el Ford de un fotógrafo toledano que se atreve a ir poco menos que a campo traviesa, no al lugar, sino a la villa de Ugena, la de las cuatro torres. Pablo Rodríguez es el artista que nos lleva, con la audacia de su profesión, dando tumbos, metiéndose en los surcos, bordeando los olivos, por esta senda o pista vecinal que, en tantos siglos de comercio diario, ni Ugena ni Illescas intentaron siquiera arredrar. Los relejes nos guían y el trayecto es corto. Tierras fuertes. En cambio, soberbios olivares, mullidos, frondosos, no en guerrilla, sino como un gran ejército entre pueblo y pueblo. Pronto se llega a las tapias del palacio de Ugena y a la arboleda de su parque. Sin duda por este macizo de verdor, raro en la Sagra, dijo el benemérito Ponz, al mirar hacia Ugena desde el camino de Toledo: «Pueblo, a lo que se ve, frondoso de árboles, según lo que aquí se usa». Damos vuelta a la tapia, ruinosa en muchos sitios, subimos la cuestecita de la fuente y entramos en Ugena".
(Cap. XII; pág. 245)


Vicente Blasco Ibañez puso esta voz en su conocida novela "Los cuatro jinetes del Apocalipsis"(Prometeo. Valencia, 1916). Escribe en el capítulo V de la tercera parte, titulado "Campo de muerte":

"A la mañana siguiente reanudaron el viaje. Un soldado que había tomado parte en la batalla les servía de guía, sentado en el pescante, al lado del chófer. Rene consultaba de vez en cuando el mapa extendido sobre sus rodillas y hacía preguntas al soldado. El regimiento de éste se había batido junto al de Desnoyers, pero no podía recordar con exactitud los lugares pisados por él meses antes. El campo había sufrido transformaciones. Presentaba un aspecto distinto de cuando lo vio cubierto de hombres, entre las peripecias del combate. La soledad le desorientaba... Y el automóvil fué avanzando con lentitud, sin más norte que los grupos de sepulturas, siguiendo la carretera central, lisa y blanca, metiéndose por los caminos transversales: zanjas tortuosas, barrizales de relejes profundos, en los que daba grandes saltos que hacían chillar sus muelles. A veces seguía á campa traviesa, de un grupo de cruces á otro, aplastando con la huella de sus neumáticos los surcos abiertos por la labranza".
(Págs. 382-383)

"El labriego tenía arado el bancal y relleno de semilla el surco. Podían los hombres seguir matándose; la tierra nada tiene que ver con sus odios, y no por ellos va á interrumpirse el curso de su vida. La reja había abierto sus renglones rectos é inflexibles, como todos los años, borrando el pateo de hombres y bestias, los profundos relejes de los cañones. Nada desorientaba su testarudez laboriosa. Los embudos abiertos por las bombas los había rellenado".
(Pág. 389)

Don Francisco Rodríguez Marín, Presidente por aquel entonces de la Real Academia Española prologó brevemente el libro del jurista y poeta castellano Narciso Antonio Alonso Cortés, titulado "Surcos" (Felipe González Rojas. Barcelona, 1942). Es un autor menos conocido que su padre, Narciso Alonso Martín Cortés, amigo de Antonio Machado y escritor mucho más prolífico que su hijo. Rodríguez Marín le recuerda con afecto en el prólogo y, por lo que respecta al libro de uno de los diez hijos que tuvo, dice que "título es este que promete al lector menos de lo que realmente se le da; porque en esos surcos supo usted enterrar, a su tiempo, robusta simiente, y ella ha dado de sí mies fértilísima cuyas abundantes y lozanas espigas orea el fresco vientecillo primaveral. Esas espigas cuentólas ya por pan sabroso del espíritu; pan que harto lo ha menester, en los revueltos y aflictivos tiempos de transición en que vive y pena, la sociedad presente".
Entre estas espigas  hemos elegido el romance titulado "Mira, niña, como cae". Estos son sus primeros versos:

Mira, niña, cómo cae 
poquito apoco la nieve!... 
En el cielo se cuajaron 
copos de estrellas celestes 
y se han cubierto los campos 
—novias en día solemne— 
de vestiduras de blanco 
con azahares inocentes.
 Se han ocultado los surcos, 
los pastizales campestres, 
las yerbas y los matizos, 
las veredas y relejes, 
los barbechos arrecidos, 
el regato de la fuente, 
los muñones de las vides, 
los tiernos sembrados verdes
 y la cinta del sendero 
que cruzamos tantas veces..

A Miguel Delibes también debía gustarle esta voz porque la utiliza en varias de sus obras; por ejemplo, en su novela "Las ratas". Escribe en el capítulo 2:

"El Nini siguió avanzando por la calleja solitaria, arrimado a las casa para eludir el lodazal. Restregaba la moneda que portaba en la mano contra los muros de adobe y al llegar a la primera esquina examinó el brillo nacido en el borde con pueril fruición. El barrizal era allí más espeso, pero el niño lo atravesó sin vacilar, sumergiendo sus pies desnudos en el cieno entreverado de estiercol y escíbalos caprinos, en la pestilente agua estancada de los relejes".
(Pág. 17)

"El Nini dobló el recodo de la iglesia. Los relejes  eran allí más profundos y el agua estancada, pese al frío, expandía una fetidez nauseabunda".
(Págs. 20-21)

Más adelante, en el capítulo 11, leemos:

"Antes de abrir el alba, tan pronto el gallo del Antoliano lanzaba desde las bardas del corral su ronco quiquiriquí, se formaban torpemente dos filas oscuras que caminaban cansinamente siguiendo las líneas indecisas de los relejes".
(Pág. 107)

En su magistral novela, "Los santos inocentes", escribe:

"Y en efecto, no había transcurrido un cuarto de hora, cuando se presentó en la Raya, Crespo, el Guarda Mayor, 
Paco, lía el petate que te vuelves al Cortijo, 
le dijo sin más preámbulos, 
y Paco, 
y ¿eso?, 
que Crespo, 
don Pedro, el Périto, lo ordenó, a mediodía bajará el Lucio, tú ya cumpliste, 
y, con la fresca, Paco y la Régula, amontonaron los enseres en el carromato y emprendieron el regreso y en lo alto, acomodados entre los jergones de borra, iban los muchachos y, en la trasera, la Régula con la Niña Chica, que no cesaba de gritar y se le caía la cabeza, ora de un lado, ora del otro, y sus flacas piernecitas inertes asomaban bajo la bata, y Paco, el Bajo, montado en su yegua pía, les daba escolta, velando orgullosamente la retaguardia, y le decía a la Régula elevando mucho el tono de voz para dominar el tantarantán de las ruedas en los relejes, entre bramido y bramido de la Niña Chica, ahora la Nieves nos entrará en la escuela y Dios sabe dónde puede llegar con lo espabilada que es, 
y la Régula, 
ae, ya veremos,..".
(Libro segundo: "Paco, el Bajo"; págs. 41-42)

"Y el Azarías, 
para trepar la atalaya es, 
y el señorito Iván, andando, a ver si quiere cambiar la suerte y metió el coche en el carril, las ruedas en los relejes profundos, y aceleró mientras silbaba alegremente, 
el Ceferino asegura por sus muertos que en la linde de lo del Pollo se movían anteayer unos bandos disformes, 
pero el Azarías parecía ausente, la mirada perdida más allá del parabrisas, las chatas manos inmóviles sobre la bragueta sin un botón y el señorito Iván, en vista de su pasividad, comenzó a silbar una tonadilla más viva, pero así que se apearon y divisó el bando, se puso loco, 
apura, Azarías, coño, ¿es que no las ves? Hay allí una junta de más de tres mil zuritas, ¡la madre que las parió!, ¿no ves cómo negrea el cielo sobre el encinar?".
(Libro sexto: "El crimen"; pág. 174)

Vamos a terminar esta entrada con una cita de su última gran novela, titulada "El hereje":

"El camino, con relejes y profundos baches, no facilitaba el viaje, pero aquella caravana de cinco grandes carros, arrastrados por ocho mulas cada uno, era un espectáculo del que gozaban, apostados en las cunetas, los arrieros y peatones con los que se cruzaban en la carrera".
(Libro II: "La herejía"; cap. VII; pág. 211)

En este vídeo vemos un camino con relejes:

RELAPSO-SA

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FRANCISCO DE GOYA. "Tribunal de la Inquisición" (1812-1819)

Relapso y relapsa son voces que no recoge Covarrubias pero que si se encuentran en Autoridades con esta definición:

"RELAPSO, SA. adj. El que reincide ó incurre en el mismo delito. En el Tribunal de la Fé se llama assi al que adjurando una vez, vuelve á cometer el mismo delito. Lat. Relapsus".

Cita un párrafo del "Tratado de Nobleza, y de los Titvlos y Ditados que oy dia tienen los varones claros y grandes de España" (Por la vda. de Alonso Gomez. Madrid, 1591), de fray Juan Benito Guardiola. En el capítulo 7 cuenta un milagro acaecido en Segovia en el año 1405, que dio origen a la fiesta denominada "La catorcena". El padre benedictino lo narra de este modo:

"Vn Iudio medico compró de vn codicioso sacristan de la Iglesia de San Facundo de la mesma ciudad el cuerpo sacratissimo de nuestro señor Iesu Christo; el qual tomando con sus immundissimas manos al preciosissimo Sacramento juntamente con otros sus compañeros lo llevo a la Synagoga, y echolo en vna caldera, que estaua llena de agua que heruia; y el Sanctissio Sacramento se alçaua en alto, que no tocaua a la agua; viendolo todos quantos alli estauan, y aunque muchas vezes le echaron en el agua, siempre se salia y sostenia en el ayre; y algunos dellos hauido su consejo, por el temor que tenian alos Christianos si a sus oydos viniesse la maldad dellos, juntamente con el milagro acontecido, tomando el cuerpo del Señor embuelto en vn paño, lo lleuaron al Monasterio de Sancta Cruz de la orden de los Predicadores que esta en Segouia, y con secreto y seguridad se lo dieron al Prior de la casa, contandole el milagro como hauia acontecido. E ydos los Iudios luego fueron llamados los frayles, que con solennidad lleuaron el sanctissimo Sacramento al altar mayor, y pensando que farian de aquella hostia consagrada, hauido su consejo, la dieron a vn infante innocentissimo de la misma Orden; el qual recibiendola deuotissimamente, passados tres dias murio. El Prior del Monasterio, porque el milagro no fuesse secreto, y la gran maldad de los Iudios no quedasse sin castigo, acordó de lo dezir al Obispo de Segouia Don Iuan de Tordesillas varon estrenuo y zelador de la Fe Catholica. Y porque en el mesmo tiempo estaua la Reyna Doña Catalina en la ciudad de Segouia, fueronselo a dezir, y fecha diligente Inquisicion sobre el dicho caso, fueron hallados algunos Iudios que se auian concertado para la compra que hizieron del sancto Sacramento, entre los quales fue vno llamado Don Mayr, Medico del Rey Don Henrique, padre del Rey Don Iuan el segundo; el qual puesto a tormento no solo confesso lo que los otros, y el con ellos auian hecho, mas declaró tambien como el auia muerto al Illustrissimo Rey Don Henrique de muy esclarecida memoria; por lo qual el, y y los otros fueron arrastrados por Segouia, y fechos quartos. A estos tantos males, y otros semejantes se puso remedio, y no se ha de tener por el menor, ni de menor seruicio de Dios y de su Iglesia, de los Reyes de Castilla, y de los naturales destos Reynos, lo que hizieron los serenissimos Reyes Catholicos Don Fernando y Doña Ysabel, de gloriosa memoria, con la Inquisicion que se puso en España, por el año de mil y quatrocientos y ochenta y uno, precediendo vn perdon y gracia general, que alcançó a mas de diez y siete mil personas, con cierta forma que parecio por entonces conueniente, se fueron despues, castigando tanta multitud de hereges, apostatas y relapsos, que exvede todo encarecimiento, y se quemaron mas de dos mil dellos  en persona, y otros muchos en estatuas, y se confiscaron sus bienes, conforme a derecho".
(Págs. 16-16v-17)

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que cambia "tribunal de la Fe" por "tribunal de la inquisicion (sic)". En la edición de 1822, la última frase la escriben en pasado:

"RELAPSO, SA. adj. El que reincide ó incurre en el mismo delito. En el tribunal de la inquisicion se llamaba así al que abjurando una vez volvía á cometer el mismo delito. Relapsus".

En la edición de 1837 desaparece la variante religiosa:

"RELAPSO, SA. adj. El que reincide ó incurre en el mismo delito. Relapsus".

En la de 1884 nos ofrecen su etimología:

"RELAPSO, SA. (Del lat. relapsus. p. p. de relabi, volver á caer.) adj. Que reincide ó incurre en el mismo delito. Ú. t. c. s.".

En la edición de 1899 resaltan las connotaciones religiosas de esta voz, manteniéndose esta definición hasta nuestros días:

"RELAPSO, SA. (Del lat. relapsus, p. p. de relabi, volver á caer.) adj. Que reincide en un pecado de que ya había hecho penitencia, ó  en una herejía de que había abjurado. Ú. t. c. s.".

El Esteban Terreros define así esta voz:

"RELAPSO, SA. adj. y subst. el que recayó en alguna herejía, ó crimen de que había sido absuelto. Fr. Relaps. Lat. Relapsus. It. Ricaduto in fallo, in colpa".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia en su edición de 1899, e  ilustra esta voz con un párrafo de Antonio Rojo y Sojo - "...me dijo que si proseguía me declararía relapso, etc"-, y unos versos de Manuel Bretón de los Herreros, pertenecientes a su "Sátira contra los hombres en defensa de las mugeres (sic)" (Imprenta de D. Eusebio Aguado. Madrid, 1829). Comienza con una advertencia, cuyas primeras palabras conviene recordar:

"Desde Juvenal á nuestros días apenas ha florecido un poeta satírico que no se haya declarado enemigo del bello sexo. Yo me declaro su defensor, si bien con menos talento que un Argensola, un Quevedo, un Boileau y otros célebres ingenios, á mi parecer con mas justicia. No pretendo que se tenga por impecable á la muger, sino probar que casi siempre se estravía por causa del hombre...".

La sátira comienza de este modo:

Mitad preciosa del linage humano,
triste muger esclavizada al hombre,
que tu escudo nació, no tu tirano;

yo a defender tu mancillado nombre,
dulce á mi corazón audaz me arrojo,
bien que mi sexo indómito se asombre.

Tal vez me atraiga su temible enojo;
que en tu defensa combatir no puedo
sin cubrir á los hombres de sonrojo.

Unos versos más adelante, escribe:

Sin apiadarse de su ardiente lloro
hoy lenguaz la deshonra el embustero
que ayer la repetía: yo te adoro.

De la virtud -respondes- al sendero
puede tornar. Si el hombre se la niega,
Dios la dará el perdón, menos severo.

¡Saludable moral, más que á la vega
el fecundo rocío! aunque en la boca
de un botarate lúbrico no pega.

Mas tu egemplo al desorden la provoca.
¿Y por qué llamas hoy crimen horrible
lo que llamaste ayer una bicoca?

La que ayer, á tus lágrimas sensible,
de gracia fue raudal y de delicias,
¿infame ha de ser hoy y aborrecible?

Hoy no vendiera Fili sus caricias
si no la despreciase el insolente
que robó á su hermosura las primicias.

Y no es menos ludibrio de la gente
la que al vicio aprendido se abandona
que aquella que le llora y se arrepiente.

¿Qué digo? Despreciada se arrincona
la que siente pesar de su flaqueza,
y á la relapsa la opulencia abona.

El  María Moliner da una definición de esta voz muy parecida a la de Academia:

"RELAPSO. SA. adj. y n. Se aplica al que reincide en un pecado del que ya ha hecho penitencia, o en una herejía de la que ha abjurado".

El Manuel Seco define e ilustra el vocablo que estamos estudiando de este modo:

"RELAPSO, SA.. adj. (Rel. catól. hist.) [Pers.] reincidente en una herejía de la que ha abjurado. Tb. n. // GRuiz Sáb. 5.4.75, 42: Hernando...tío carnal de Santa Teresa, se libró de la humillante escena del "arrepentimiento" de los relapsos, porque en aquella época era estudiante en Salamanca".


En el tomo cuarto de su "Diccionario de Teología" (1831-1835), el abate Bergier define así esta voz:

"RELAPSO. Hereje que recae en el error que había abjurado. La Iglesia concede con mas dificultad absolucion á los relapsos que á los que no cayeron mas que una vez en la herejía; exige de los primeros mayores y mas largas pruebas que de los segundos, porque teme con razon profanar los sacramentos si les permite recibirlos. En los países donde hay inquisicion los herejes relapsos son regularmente condenados al fuego, y en los primeros siglos los idólatras relapsos estaban excluidos para siempre de la sociedad de los cristianos".

La misma definición se encuentra en el tomo VI del  "Diccionario de las herejias, errores y cismas..."(Imprenta de la Vda. de Palacios é Hijos. Madrid, 1850), de  Jacques Paul Migne.

El "Diccionario de Derecho Canónico" (Imprenta de D. José G. De la Peña. Madrid, 1848), del abate Andrés, Canónigo honorario y miembro de la Real Sociedad Asiática de París, fue traducido al castellano por D. Isidro de la Pastora y Nieto. Esta voz se encuentra en el tomo III, con este significado:

"RELAPSO, Llámase así de un modo jeneral el que ha caido dos veces en el mismo crimen; mas particularmente se aplica en materias de relijion á los que han variado dos veces de estado, ó han caido de nuevo en el error que habian abandonado.
Dicen los canonistas que principalmente debe tenerse por relapso al individuio que se encuentra en uno de los dos casos siguientes: 1º Cuando ha vuelto á la herejia que habia adjurado. C. Ad abolendam de haeretic. in 6ª; 2º Si siendo sospechoso en alto grado de herejia, ha vuelto á caer evidentemente despues de haberse purgado de las sospechas. C. Accusatus, de Haeretic. in 6ª".

Los primeros intentos de establecer una Inquisición española datan del año 1477, según cuenta, con todo lujo de detalles, Juan Antonio Llorente en su obra "Anales de la Inquisición de España" (2 vols. Imprenta de Ibarra. Madrid, 1812), hecho que se llevó a cabo en 1480. He aquí sus palabras:

"22Habiendo dado á luz nuestra reyna un infante nombrado Juan, como sus dos abuelos reyes, en 29 dé junio de 1478, hubo cortes generales de Castilla en Toledo los primeros meses del año 1480 para jurar al infante por príncipe de Asturias sucesor del trono, y acordar lo demás necesario al bien del reyno.
23 Entre otras cosas se trató de poner remedio á los daños que causaba la comunicación de los judíos con los cristianos: se renovaron las leyes antiguas, y particularmente las de que llevaran señal en su vestido los hebreos no bautizados; habitasen en los barrios llamados juderías; cercándolas donde no lo estuvieran; se retirasen del comercio antes de anochecer; y no fuesen médicos, cirujanos, barberos, boticarios ni taberneros dé los cristianos.
24 ¿Que ocasión pudiera presentarse mas oportuna para que el cuerpo representativo de la nación castellana propusiera el establecimiento de la Inquisición? ¿No era bien notorio hallarse habilitados los reyes por el papá para nombrar inquisidores? Un silencio nacional en circunstancias tan críticas es testimonio irrefragable de que ni los castellanos ni su rey na querían semejante novedad.
25Sin embargo las continuas instancias del nuncio pontificio Nicolao Franco, y las de los frayles dominicos ausiliados por el rey, vencieron á la reyna con el tiempo en el mismo año. En 27 de setiembre, estando en Medina del Campo la corte, nombraron los reyes por primeros inquisidores de Castilla dos frayles dominicos; el uno fray Juan de san Martin, presentado en Teología; el otro fray Miguel Morillo, que acababa de ser provincial de Aragón, y habia sido inquisidor del Rosellon; reservándose la facultad de revocar sus nombramientos, y subrogar otros en su lugar.
26 Se les dio por asesor al presbítero doctor en cánones Juan Ruiz de Medina, abad de Medina de Rioseco, consejero real, que llegó á ser dignidad de prior y canónigo de Sevilla, obispo de Astorga, Badajoz, Cartagena y Segovia, y embaxador á Roma; y por fiscal á Juan López del Barco, capellán de honor de la reyna.
 27Las circunstancias de los dos primeros inquisidores indican que fueron elegidos á devoción del rey, como aragonés; y las del asesor á gusto de la reyna: pues ya que cedia mas que le dictaba su voluntad, quiso sujetar los primeros inquisidores al dictamen de un asesor de su satisfacción, porque se habría informado de que los de Aragón solo tenían consultores, y no seguían siempre su opinión.28Mandaron á los tres electos comenzar el exercicio de la inquisición en el arzobispado de Sevilla y obispado de Cádiz, porque se supuso que allí era mayor la necesidad; y en 9 de octubre libraron provisión real en dicha ciudad de Medina, mandando á los gobernadores y justicias de los pueblos de tránsito que diesen á los tres citados alojamientos y bagages.
29Encontraron los primeros inquisidores algún obstáculo para comenzar su ministerio, y fué necesario que los reyes expidieran en Medina dia 27 de diciembre nueva provisión para que el asistente y demás autoridades les prestasen ausilio en Sevilla. Pero esto no obstante, temiendo ser presos muchos cristianos nuevos judaizantes, huyeron de la ciudad á los pueblos de jurisdicion de señorío".
(Tomo I; cap. II; págs. 34-37)

El tribunal se estableció en el convento de dominicos de San Pablo de Sevilla y promulgó el primer edicto el 2 de enero de 1481, mandando prender a las personas que se habían ausentado de sus casas por el temor de que procediesen contra ellas. En aquel año, según cuenta el mismo autor en su obra "Historia critica de la Inquisición de España" (8 tomos. Imprenta del Censor. Madrid, 1822-1825), castigaron a veinte y un mil individuos; a dos mil los quemaron en persona; a otros dos mil, en efigie, y diez y siete mil fueron penitenciados.
Un relato pormenorizado de los primeros autos de Fe nos los da Andrés Bernaldez, cura de la villa de Los Palacios, y capellán del segundo inquisidor general fray Diego Deza, en su "Historia de los reyes Católicos, D. Fernando y Dña. Isabel" (Imprenta y Librería de D. José Zamora. Granada, 1856) De sus palabras colige Juan Antonio Llorente que:

"Quando no tuviésemos otro testimonio contra la Inquisición, bastaría éste dado por uno de sus mayores afectos; pues hace ver que se condenó á muerte de fuego á los que no eran relapsos, sin duda porque negarían los hechos, y su negativa se interpretó como pertinacia : tal vez serían inciertos, y la justificación se haría con testigos conjurados contra los infelices cristianos nuevos por odio, envidia, ó distinto vicio; mas ¿cómo habian de probar estas tachas aquellos desgraciados si no se les comunicaba el proceso ni los nombres de los testigos?"
(Pás. 44-45)

Y añade:

"Es verdad que la pena de muerte y demás corporales no tienen su origen en la iglesia, ni se imponen por ella, sino por los príncipes soberanos, y que en España sus leyes, llamadas de Partida, señalan la de fuego á los hereges desde el siglo decimotercio con arreglo á las que habia en Francia y otras monarquías católicas:.pero por lo mismo que la pena es tan atroz contra una creencia (que acaso no es efecto del crimen, sino solo error de su entendimiento) debían los inquisidores ser sumamente cautos en declarar al acusado por herege impenitente ó relapso; pues (ademas de apartarse del espíritu de mansedumbre y piedad de Jesucristo) se hacian responsables de quantas muertes daba el juez real, si en lugar de inclinarse á declarar por solo sospechoso al procesado, preferían el extremo contrario, declarando en caso de duda por herege formal al infeliz que carecía de los medios de probar las tachas de los testigos".
(Págs. 45-46)

En el capítulo XI del tomo segundo nos habla del origen del sanbenito, voz que ya hemos incluido en Palabraria. Entre otras cosas, dice:

"El tiempo es poderoso para mudar la figura de los vestidos por medio de frecuenten inovaciones hasta el extremo de que sin decreto particular falte toda semejanza entre un vestido muy antiguo y otro muy moderno, é hizo en nuestro asunto que al fundarse la Inquisición general en España no fuese ya túnica cerrada el vestido penitencial, aunque  conservara el nombre de saco bendito. Por grados habia venido á parar en un escapulario tan ancho como el cuerpo, y en lo largo que llegase á las rodillas, y no mas abaxo para que no se confundiese con los escapularios de frayles algunos. Esta idea fue orígen de que los inquisidores españoles prefiriesen para los sanbenitos el color amarillo en tela ordinaria de lana con el roxo para las cruces; de manera que ya desapareció toda semejanza entre los hábitos de penitencia inquisicional, y los de todo instituto reglar. Tal era el estado en que se hallaban los sanbenitos año 1514 quando el cardenal Cisneros dispuso que en lugar de cruces se pusieran aspas; pero posteriormente fueron fecundísimas las imaginaciones de los inquisidores para multiplicar tantas especies de sanbenitos como clases de reos condenados: me parece que debo dar noticia de las principales.
10Quando uno era declarado por sospechoso levemente de haber incurrido en heregía, y condenado á abjurar, queriendo ser absuelto de censuras por cautela en auto de fe, se le ponía un sanbenito, que los españoles del siglo XV llamaban Zamarra, y era el escapulario citado de bayeta ordinaria amarilla sin aspas. Si el penitenciado abjuraba como sospechoso con sospecha vehemente, llevaba media aspa; y si herege formal, aspa entera. Todo esto era para los casos en que el reconciliado habia de quedar vivo después del auto de fe; pues como hubiese de morir habia distintas especies de sanbenitos. El que habiendo sido una vez absuelto de la heregía formal y reconciliado con la iglesia, reincidía en ella, se llamaba relapso, é incurria en la pena de muerte; de la qual no tenia remedio alguno por mas que se arrepintiese y reconciliase con la iglesia. La única ventaja que le producia esta reconciliación era eximirle de morir quemado, porque se le quitaba la vida con el garrote ú otro suplicio menos horrible que el de fuego, al qual se entregaba su cadáver".
(Págs. 37-39)

Pese a su mala fama, la Inquisición española no fue la primera. El Doctor en Teología Juan Alzog nos ilustra sobre sus orígenes en el tercer tomo de su "Historia Universal de la Iglesia" (Librería E Religiosa. Barcelona, 1868), traducida al castellano por el presbítero D. Francisco Puig y Esteve:

"Comunmente se mira á Inocencio III como el fundador de la Inquisición, porque dispuso que se buscasen los herejes en la Francia meridional, sea para llevarles á la fe católica por medio de la instrucción , ó ya para evitar que perjudicasen, recurriendo al encarcelamiento perpétuo. Con todo, está fuera de toda duda que estas medidas disciplinarias hablan sido adoptadas antes del reinado de Inocencio III . El tercer concilio de Letran, habido en 1179, habia declarado ya que, «aunque la Iglesia tenga horror á la sangre, es á menudo útil al alma del hombre hacerle «temer castigos corporales; y por lo tanto se excomulgará á los «herejes y á sus fautores, mientras que será concedida una indulgencia de dos años á los que les harán guerra.» Para conformarse con este canon el concilio de Verona, habido en 1184, presidido por el papa Lucio III , y al que asistía el emperador Federico I, mandó que los Obispos enjuiciasen á las personas que la fama pública ó indicios particulares acusasen de herejes, y que se hiciese distinción entre los sospechosos, convictos, arrepentidos y relapsos, y se les aplicasen penas proporcionadas. Al haber pronunciado las penas espirituales, la Iglesia habia de entregar los culpables al brazo secular. (Ecclesia non sitit sangui nem). Tales son los primeros y verdaderos orígenes de la Inquisición; y solo mucho mas tarde fue cuando resistiendo el fanatismo de los herejes á todos los esfuerzos de la Santa Sede, y con motivo del infame asesinato de Pedro de Cástelnau, obligó al papa Inocencio III á tomar medidas mas enérgicas, no, como se ha sostenido, para sancionar la tiranía y la arbitrariedad, sino en cierta manera contra su voluntad, y á pesar del temor paternal que tenia de que no fuese arrancado á la vez el grano bueno y la zizaña, que no se excitase el encaprichamiento, y que por una severidad exagerada no se provocase la herejía de los débiles. En el concilio IV de Letran, celebrado en 1215, fueron tomadas estas medidas, y en él se dijo: «Se dirá al acusado sobre qué se le acusa, para que pueda defenderse; se le citarán sus acusadores, y tendrá «que ser oído por los jueces. Dos veces, ó al menos una por año, «los Obispos ó sus delegados tendrán que recorrer sus diócesis. Al «propio tiempo encargarán á dos ó tres legos experimentados que «averigüen los herejes. Podrán igualmente encargar bajo juramento esta averiguación (inquisitio)á todos los habitantes de «una comarca, y obligarles á entregar á los culpables.» En 1229, bajo el pontificado de Gregorio IX , en el concilio de Tolosa fue organizada la inquisición episcopal de una manera mas precisa, en quince capítulos, especialmente consagrados á este objeto, y por los cuales fue elevada al rango de los tribunales regulares Para evitar que los Obispos guardasen alguna consideración á sus propios subordinados, Gregorio escogió frailes extraños, y sobre todo los Dominicos, para inquisidores pontificios (1232) (...)
Merced á estas nuevas disposiciones, la Inquisición, después de establecida en Francia, Italia y Alemania, también penetró en Polonia en 1318, y fue instalada en Inglaterra en 1400 por acuerdo del Parlamento".
(Págs. 284-287)

El capítulo XIII del "Manual de  Inquisidores para uso de las Inquisiciones de España y Portugal..." (Imprenta de Feliz Aviñon. Monmpeller, 1821), escrito por  Nicolao Eymerico, Inquisidor General de Aragón, se titula "Relajacion de los condenados por la inquisicion al brazo seglar". Comienza de este modo:

"Son relajados al brazo seglar 1º los relapsos arrepentidos; 2.° los no relapsos pertinaces; 3.° los hereges pertinaces y relapsos; 4º los hereges negativos, esto es los que se empeñan en negar,  habiendo plena probanza de su delito; 5º los hereges rebeIdes, cuando pueden ser aprehendidos en persona, y cuando no, son quemados en estatua.

De los relapsos arrepentidos

Llamanse relapsos aquellos que sustentan esta ó aquella opinion heretica, de que habían ya sido eonvictos, y que habían aabjurado. Pero ademas de estos relapsos en rigor hay casos en que el reo es tenido por relapso, y castigado como tal, y son los siguientes lº Cuando sin estar enteramente convicto la primera vez reincide en la heregía que abjuró como sospechoso de vehementi. 2.° Cuando despues de haer abjurado de vehementi de las heregías en general cae en cualquiera de ellas, aunque sea diferente de la primera de que le habian delatado. 3.° Cuando estando realmente convicto de haber incurrido en una heregía, y abjuradola, sigue tratando con hereges. 4º Cuando habiendo abjurado de vehementi resulta de nuevas pruebas el convencimiento de su dclito, y de que trata con hereges, porque las pruebas que despues de su abjuracion se han tenido hacen vcr que ya cuando se dió la primera sentencia era verdaderamente el acusado reo de heregía, y que la sentencia que le condenó á abjurar de vehementi fué mas benigna de lo que debiera. Todos estos casos, en que el herege es reputado relapso, vemos que suponen cierta heregía especial y abjuracion anterior,  añadiendose que la abjuracion ha de haber sido de vehementi. Ancharano, y Mateo, de adflictis, dicen que la sentencia anterior de abjuracion de levi es bastante para que el herege sea tenido por relapso, si despues de dicha abjuracion se le prueba que efectivamente habia incurrido en la heregía que abjuró, y reincide despues en la misma, pero esta opinion es en demasía rigurosa, pues sujeta al mismo castigo la recaida despues de la abjuracion de levi que la que es posterior á la de vehementi. (...)".
(Pág. 79-81)

Por lo que se refiere a los herejes pertinaces relapsos, comienza diciendo:

"El herege pertinaz relapso es entregado á los jueces seglares, como los susodichos, pero observando lo que diremos ahora. Ha de estar metido en un calabozo muy lobrego, y humedo, con grillos y cadenas, y en un cepo, para que no se pueda escapar, y inficionar á los fieles. Le llamarán los inquisidores á menudo, y procurarán convertirle, y si, mediante la gracia de Dios, lo lograren le darán á entender, valiendose del ministerio de personas temerosas de Dios, que no puede evitar el suplicio, y que mire por su alma. Despues que haya pasado el tiempo suficiente para prepararse á bien morir, ora esté ó no arrepentido, será entregado á la justicia seglar en virtud de la sentencia".
(Págs. 90-91)

El Alcaide y Familiar del Santo Oficio, Joseph del Olmo, escribió y publicó una "Relacion Historica del Avto General de Fe, qve se celebro en Madrid este año de 1680...." (Roqve Rico de Miranda. Madrid, 1680)  Algunas de las personas juzgadas y condenadas son estas:

"Francisco de Salinas, alias Francisco de Leon, natural de San Martin de la Vega, de este Arçobispado, de origen Portugues, residente en esta Corte, de edad de veinte y seis años, reconciliado por la Inquisicion de Toledo, en seis de Septiembre de mil seiscientos y setenta y vn años, salió al Auto con insignias de condenado, y por judaiçante relapso confitente; se le leyó su sentencia con méritos, y fue relaxado á la justicia, y braço seglar, con confiscacion de bienes.
Antonio Enriquez, natural del Lugar del Encinoso, y vezino del de Villarino, en Portugal, tratante en lienços, residente en esta Corte, de edad de cincuenta y dos años, reconciliado por la Inquisicion de Coimbra, en el Auto General que celebró la de Lisboa en treinta de Março de mil seiscientos y sesenta y nueve; salió al Auto por judaizante relapso confitente, y fue relaxado á la justicia, y braço seglar con confiscacion de bienes, que no tuvo.
Francisco Enriquez del Valle, alias Vivarón, natural de Villaflor, en Portugal, y Estanquero de tabaco en la Corte, de edad de sesenta y seis años, reconciliado por la Inquisicion de Llerena en veinte y tres de Abril de mil seiscientos y sesenta y dos, salió al Auto con insignias de condenado, por judaizante relapso confitente; se le leyó su sentencia con meritos, y fue relaxado á la justicia, y braço seglar, con confiscacion de bienes.
Maria Enriquez, alias Maria Lopez, su muger, natural de la Villa de Chacin, y vezina de la Corte, de edad de quarenta y tres años, reconciliada por la Inquisicion de Llerena, en el Auto General que se celebró en veinte y tres de Abril de mil seiscientos y sesenta y dos años, salió al Auto con insignias de condenada, y por judaiçante relapsa confitente; se le leyó su sentencia con meritos, y fue relaxada á la justicia, y braço seglar, con confiscacion de bienes",
(Págs. 252-254)

De la  "Colección de los Autos generales y particulares de Fe, celebrados por el Tribunal de la Inquisición de Córdoba" (Imprenta de Domingo Blanco. Madrid, 1836), anotados y dados a la luz por el Licenciado Gaspar Matute y Luquin, vamos a dar la relación de algunas de las víctimas del Auto general de Fe celebrado el 29 de noviembre de 1625:

Relajados en persona 

"Leonor de Avila, mujer de Alvaro Georje, vecina de Aguilar, y natural de Ecija, judía, hereje, apóstata, dogmatista, encubridora, judaizante, y relapsa en la dicha ley, relajada en persona. 
Antonio López, portugués, vecino de Baeza, marido de Gracia García (y padre de Manuel López, pertinaz en este auto) judío, hereje, apóstata, dogmastista, encubridor, judaizante, relapso en la dicha ley, relajado en persona.
 Manuel López, portugués, hijo del dicho Antonio López y de la dicha Gracia García, vecina de Baeza, judío, hereje, apóstata, judaizante, dogmatista, fautor y encubridor de judíos, obstinado y pertinaz, observante de todos los ritos y ceremonias de la ley de Moisés, negaba la segunda y la tercera persona de la Santísima Trinidad, y la venida de Jesucristo nuestro Señor al mundo, y el misterio de la Encarnación; negaba el Sacramento del altar y los demás Sacramentos de la Iglesia nuestra Madre, y la Virginidad de nuestra Señora, y decía que no había más que un sólo Dios de Abraham, Isaac y de Jacob, y que á sólo este Dios se había de creer, negando la distinción de las personas de la Santísima Trinidad, con otros muchos errores, en todos los cuales estuvo pertinaz y obstinado. Habiendo sido judío, hereje, apóstata, dogmatista, encubridor de todas las ceremonias y ritos de la ley de Moisés. Y si bien con afecto particular se hicieron todos los medios posibles para reducirlo á conocer la verdad, ninguno lo fueron.  Y preguntándole si acababa de tomar resolución para salir de su pertinacia, respondió que él iba por el camino de la verdad, y que todos los demás iban errados, y que él pretendía la salvación de su alma, la cual tenía cierta en aquella ley. Y habiéndose tenido con él muchas audiencias, con junta de muchos consultores, y calificadores muy doctos de este Santo Oficio, procurándolo sacar de sus errores y que conociese la verdad, siempre había estado pertinaz, protervo y obstinado, diciendo que la ley que él seguía, era la verdadera que se había de guardar. Estando siempre aferrado á su dureza y obstinación, fué sentenciado á relajar en persona, entregado al brazo de la Justicia Real para quemarlo vivo.
Serian ya las nueve de la noche, cuando la Justicia Real tenía prevenido verdugo, alguaciles, ministros, pregoneros, y cabalgaduras en que subieron á los relajados y los llevaron fuera de la ciudad, á un sitio diputado para quemadero que llaman el Marrubial,campo raso, en que está un arroyo de piedra mármol junto del cual había puestos cinco maderos, y en el uno puesta una argolla, y,prevenida mucha cantidad de leña. En llegando dieron primeramente garrote á las tres mujeres y al dicho Antonio López, y acabados de ahogar echaron leña y pegaron fuego, en el cual fueron arrojando una á una las estatuas relajadas, en nombre de sus dueños representados en ellas.
Hecho esto pusieron en el palo del argolla al dicho Manuel López, pertinaz, y vivo le comenzaron á dar fuego, habiendo antes de encenderlo en la parte que estaba, todos los religiosos, que con él y los demás habían ido, dominicos, franciscos, carmelitas, trinitarios y de la Compañía de Jesús, hecho notables diligencias afectuosamente procurando su conversión (y no siendo posible, ni habiendo aprovechado para ella los ruegos y lágrimas de sus quemados padres, que con demostraciones al parecer verdaderas, una y muchas veces este día lo habían pretendido) encendieron más el fuego, sin que hiciese demostración de sentimiento, tal era la privación en que el demonio le tenía, apoderado de su cuerpo y alma, y tal su obstinación, terquedad y dureza: bien que el fuego embravecido de ella se apoderó de su cuerpo, de manera que sin perder su furia, á él y á los demás dejó hechos cenizas: siendo la gente que había salido á ver este lastimoso espectáculo tanta, que con ser campo espacioso el sitio, ni coches, ni caballos, ni personas se podían mover".
(Págs. 39-42)


Hernando del Castillo recopiló estos versos de Mosen Juan Tallante en su "Cancionero General". A mi entender, por la situación que describe,  la voz relapsa parece remitir más  a que la Virgen estaba relajada o laxa que a la definición que venimos dando:

QUANDO DE LA CRUZ DIXO: "ECCE FILIUS TUUS"

Estaua la madre como desechada,
atónita, fria, relapsa, suspensa,
de los crudos autos y passion inmensa,
el cuerpo transgreso y el alma llagada.
Sonó boz del hijo, ya sorda trocada,
d´entre aquel tumulto del p´refido ebreo,
diciendo: "muger, aquel zebedeo
te sea por hijo en esta jornada."

De Francisco de Quevedo son estas octavas contra D. Francisco Morovelli de la Puebla:

 Llámate don Antón, no don Francisco 
Morovelli, si acaso no pretendes 
que se queme lo moro por el cisco, 
cuando con los carámbanos te enciendes; 
sólo en mentar tan sucia sangre olisco, 
porque la Puebla que en tus venas tienes 
no es Puebla de Sanabria, fariseo: 
es la puebla mujer del pueblo hebreo. 

En materia de polvos, ¿quién te mete 
a ti con Figueroa y con Galeno, 
ni a don Beltrán, que se perdió, el pobrete 
con la gran polvareda y con el cieno? 
Porque si en polvos Bercebú acomete 
a fabricar mortífero veneno 
para que en polvos la ponzoña cuaje 
es fuerza que se queme tu linaje. 

El negro esclavo de quien eres tío 
detuvo el palo, como buen pariente, 
cuando se oyó la voz "¡Perro judío!" 
y en ti se vio la fuga diligente. 
Del doctor familiar, con mucho brío, 
como a tercio relapso y delincuente, 
de su brazo robusto, cierta esposa 
los huesos te brumó con una losa...

Miguel de Cervantes puso esta voz en boca de don Quijote, que dice relasos en vez de relapsos. Leemos en el capítulo XXV de la primera parte, "que trata de las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros", lo siguiente:

"-Por amor de Dios -dijo Sancho-, que mire vuestra merced como se da esas calabazadas, que a tal peña podrá llegar y en tal punto, que con la primera se acabase la máquina desta penitencia; y sería yo de parecer que ya que a vuestra merced le parece que son aquí necesarias calabazadas, y que no se puede hacer esta obra sin ellas, se contentase, pues todo esto es fingido y cosa contrahecha y de burla, se contentase, digo, con dárselas en el agua, o en alguna cosa blanda como algodón, y déjeme a mí el cargo, que yo diré a mi señora que vuestra merced se las daba en una punta de peña más dura que la de un diamante.
-Yo agradezco tu buena intención, amigo Sancho -respondió don Quijote: mas quiérote hacer sabidor de que todas estas cosas que hago no son de burlas sino muy de veras, porque de otra manera sería contravenir a las órdenes de caballería, que nos mandan que no digamos mentira alguna, pena de relasos, y el hacer una cosa por otra lo mismo es que mentir".
(Pág. 325-326)

Esta voz aparece así escrita en los "Quinientos proverbios de consejos y avisos, por manera de letanía", de fray Luis de Escobar, que don José María Sbarbi incluyó en el séptimo volumen de su obra "El refranero general español". La tercera parte la dedica a glosar refranes terminados con el repetitivo verso "libera nos, Domine":

Del relaso que entra en cerco
aunque más llore y se azote;
pues que de rabo de puerco
diz que nunca buen virote;
libera nos, Domine.

Del pobre presuntuoso
y del rico que es escaso,
del castigado y relaso,
y del nescio poderoso;
libera nos, Domine.

"Soliloquio II" tituló fray Pedro de Padilla una de las poesías incluidas en su obra "Jardín espiritual" (Querino Gerardo Flamenco. Madrid, 1585) En este libro se encuentran unos versos preliminares que Miguel de Cervantes  dedicó a su hábito. En el soliloquio el fraile carmelita desarrolla el tema de un pecador contrito a Dios. Comienza de este modo:


Un pecador atrevido
que con tantas culpas va
¿con qué cara llegará
ante su Dios ofendido?

¿Qué me podrá disculpar,
si cielo y tierra me culpa,
y no tengo en mi disculpa
testigo que presentar?

Y aunque de todos mal quisto,
vengo a ti, Padre y Señor,
no fundado en mi dolor,
sino en el que sufrió Cristo.

Más adelante escribe:

Son mis ofensas sin cuento,
que llegadas a contar
no las podrá igualar
números y pensamiento.

Ciego estaba de tal suerte,
Dios mío, que imaginaba
que ganancia aseguraba
con los medios de perderte.

Fui castigado relaso,
del vicio tan satisfecho
que por camino derecho
jamás acerté a dar paso.

Esta voz se encuentra en la novela "La pícara Justina", de Francisco López de Úbeda:

"Oyó el son vn primo mio que guiaua el carro, y no tanto por mal exemplo que tomasse, que también él era de los de la bayla, ni por pena que tuuiesse de ver baylar antes de missa, sino por temor de que no se le espantassen las mulas, que eran nueuas, me riñó a lo socarrón, diziendo: prima, muy a punto venían essas tabletas de San Lazaro; muy poca pena teneys vos de la muerte de vuestra madre, mi tía, y de la mi tío, vuestro padre, que Dios tenga en el cielo. Pardiez, si entonces tuuiera mi verguença en casa, yo me corriera; pero como no auia venido de la Alambra, donde la despaché por berros, llamé al enojo, y con su ayuda dixe: tenga en el cielo, tenga en el cielo; por cierto, tenga, porque segun vuestro tío era de vrgandilla y amigo de husmearlo todo, y segun era cohete y busca  ruydo, como su sobrino, y segun era amigo de verlo y escudriñarlo todo, sin parar en ninguna parte, imagino que, si possible fuera salirse las gentes del cielo, no le pudieran detener allá, ni detenerle de que nos viniera a ver y tantear los pasos y contar si las castañetadas fueron vna o dos, como si fuera caso de Inquisición, que se examinan los relapsos. Mirá aora, ¡para vna castañeta repentina, que se le podía soltar a vn hermitaño, tanto ruydo!"
(Libro segundo, intitvlado La Pícara Romera,...; cap. I: "De la romera baylona"; pás. 114-115)

Calderón de la Barca recrea un curioso Auto de Fe en su obra titulada "El cordero de Isaías":

ÁNGEL
La Pitonisa
La Pites esta, que en hechiceros 
encantos, supersticiosos 
conjuros, pacto teniendo, 
violentaba el albedrío.

PITONISA
Sí lo hice, y no me arrepiento.

FE
Con pública afrenta pague
su delito; echadla al fuego.

FILIPO
Éste el Lucero enemigo es, 
que sembró en el terreno 
de aquel trigo misterioso 
la cizaña, que creciendo 
fue hasta que el Padre Divino 
de familias, reduciendo 
su malicia, en hacecillos, 
llegó a entregarlos al fuego; 
es el que con piel de lobo 
matar intentó el cordero 
preparado al sacrificio.

DEMONIO
Sí lo hice; y no me arrepiento.

FE
De su desesperación
le arrojen en el incendio.

ÁNGEL
Éste el Hebraísmo es, 
que ingrato, traidor, protervo, 
adulterando el sentido 
del cómputo de los tiempos 
de Daniel, quitó la vida 
a su Dios, no conociendo 
que el prometido Mesías 
era, que a salvar el pueblo 
bajó del seno del Padre.

HEBREO
Es verdad, no me arrepiento;
y si mil vidas tuviera,
mil vidas..

FE
Calla, blasfemo; 
ponedle dura mordaza, 
y por relapso y protervo 
muera en la pública llama, 
con general perdimiento  
de sus bienes y heredades.


Don Marcelino Menéndez Pelayo alude varias veces a los relapsos en su conocida "Historia de los heterodoxos españoles" (3 tomos. Imprenta de F. Maroto e hijos. Librería Católica de San José. Madrid, 1880) Veamos algunas de ellas:

"En 1242 se celebró en Tarragona Concilio contra los Valdenses, siendo Arzobispo D. Pedro de Albalat. Tratóse de regularizar las penitencias y fórmulas de abjuración de los herejes, consultando el punto con San Raimundo de Peñafort y otros varones prudentes. El Concilio empieza por establecer distinción entre herejes, fautores y relapsos: «Hereje es el que persiste en el error, como los Insabattatos, que declaran ilícito el juramento, y dicen que no se ha de obedecer á las potestades eclesiásticas ni seculares, ni imponerse pena alguna corporal a los reos.» «Sospechoso de herejía es el que oye la predicación de los insabattatos o reza con ellos... Si repite estas actos será vehementer y vehementissime suspectus. Ocultadores son los que hacen pacto de no descubrir a los herejes... Si falta el pacto, serán celatores. Receptatores se apellidan los que más de una vez reciben a los sectarios en su casa. Fautores y defensores, los que les dan ayuda o defensa. Relapsos, los que después de abjurar reinciden en la herejía o fautoría. Todos ellos quedan sujetos a excomunión mayor.»
(Vol 1º; lib. 3º; cap. 2º-IV; págs. 435-436)

"Sin remontarnos á los Cánones de Iliberis, en otro lugar mencionados, donde vemos que los judíos bendecían las mieses, conviene fijar la atención en la época visigoda. El Concilio III de Toledo les prohibe tener mujeres ó concubinas cristianas, y circuncidar ó manchar con el rito judaico á sus siervos, quedando éstos libres, sin rescate alguno, caso que el dueño se hubiera empeñado en hacerles judaizar. Para en adelante prohibía á los hebreos tener esclavos católicos, porque entre ellos se hacia la principal propaganda
Continuó ésta hasta el tiempo de Sisebuto, quien manda de nuevo manumitir á los esclavos cristianos, con prohibición absoluta decomprarlos en lo sucesivo (leyes XIII y XIV, tít. II, lib. XII del FueroJuzgo), veda el circuncidar á ningún cristiano libre ó ingénuo, y condena á decapitación al siervo que, habiendo judaizado, permaneciese en su pravedad.
Justo era y necesario atajar el fervor propagandista de los hebreos; pero Sisebuto no se paró aquí. Celoso de la fé, aunque con celo duro y poco prudente, promulgó un edicto lamentable, que ponia á los judíos en la alternativa de salir del reino ó abjurar su creencia. Aconteció lo que no podia ménos: muy pocos se resignaron al destierro, y se hicieron muchas conversiones, ó por mejor decir, muchos sacrilegios, seguidos de otros mayores. Cristianos en la apariencia, seguían prac¬ ticando ocultamente las ceremonias judáicas.
No podía aprobar la conducta atropellada de Sisebuto nuestra Iglesia, y de hecho la reprobó en el IV Concilio toledano (de 633), presidido por San Isidoro, estableciendo que á nadie se hiciera creer por fuerza. Pero ¿qué hacer con los judíos que por fuerza habían recibido el bautismo, y que en secreto ó en público eran relapsos? ¿Podía la Iglesia autorizar apostasías? Claro que no, y por eso se dictaron Cánones contra los judaizantes, quitándoles la educación de sus hijos, la autoridad en todo juicio y los siervos que s hubiesen circuncidado. Todo esto es naturalisimo, y me maravilla que haya sido censurado. Ya no se trataba de judios, sino de malos cristianos, de apóstatas. Porque Sisebuto hubiera obrado mal, no era licito tolerar un mal mayor".
(Vol. 1º; lib. 3º; epílogo; II; págs. 626-627)

Doña Emilia Pardo Bazán publicó el 13 de mayo de 1895, en el diario "El Imparcial", un cuento titulado "Posesión". Narra en él el intento de un padre dominico de que una endemoniada reniegue de Satanás antes de ser quemada en la hoguera. La mujer lo describe como un ser bello, que la quería espiritualmente, sin mancha de concupiscencia. El relato lo termina así:

"Y volviendo la espalda al fraile, la posesa ocultó el rostro en la esquina de la pared, resuelta a no decir otra palabra.
Cuando salió el dominico de la prisión de la relapsa empedernida, sollozó, besando el Crucifijo pendiente de su grueso rosario:
-¡Cómo permites, Jesús mío, que te parodie Satanás!".

Francisco Navarro Ledesma escribe en su obra "El ingenioso Hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra":

"Casaron á este pobre diablo de Rey con una princesuca austríaca, duodécima ó vigésima hija de cualquier duque ó príncipe de los que abundaban en su tierra como aquí los hidalgos. Doña Margarita de Austria era una buena é insignificantísima señora que, cuando fueron á buscarla para compartir el trono de España con su esposo, estaba en un convento, hospital ó asilo, dando muestras de las más relevantes virtudes. Formaron Don Felipe y doña Margarita un matrimonio burgués, arregladito y económico, cual era conveniente á los apuros de la nación, pues no se ponía aún el sol en los dominios de España y ya ni el mismo Rey tenía un cuarto
Aunque Lerma tuviese, más que de águila, de urraca guardadora, bien conoció que á semejantes seres convenía divertirles y los llevó por España de fiesta en fiesta, les procuró remuneradas ovaciones, les hizo creer en esa felicidad universal cuya ostentación tan propicios halla los ánimos de los tontos. Una espesa atmósfera de bobería comenzaba á formarse en los alrededores de palacio. De él iban huyendo los caballeros de las barbas agudas y de las mejillas maceradas y de los ojos soñadores que Theotocópulos pintó. De la semilla echada en las casas de la grandeza por los primeros místicos y ascéticos iban recogiendo el fruto aquellos escurridizos é insidiosos eclesiásticos que las gobernaban á su talante y voluntad, absolviendo los deslices de las señoras y compaginándolos habilidosamente con los de los señores. A |a seguridad y firmeza con que se pensaba y se procedía en tiempo de Felipe II había reemplazado una voluble intranquilidad, una inconsistencia casi gelatinosa de las voluntades. El miedo reinaba en los palacios Reales y en los de la nobleza: un miedo inexplicable, absurdo, Dios sabe de qué, del pecado, de la contaminación, de la herejía.
La Inquisición velaba, pero la heterodoxia andaba no menos despierta y si no contó con varones tan preclaros intelectualmente como los protestantes españoles del tiempo del Emperador, sí prosiguió haciendo su propaganda en la obscuridad, trabajando el pensamiento de éste y de aquél, no el de la masa. Andaba la Inquisición persiguiendo á relapsos é iluminados, á ilusos é iludentes de menor cuantía y mientras tanto dejaba pasar conceptos é ideas que en el púlpito y en el libro moldeaban las almas é influían en ellas".
(Cap. XLV; págs. 436-437)

Azorín escribió un incisivo artículo titulado "Gloriosas tradiciones - El arte nacional", que publicó en el periódico "España" el 28 de diciembre de 1904, y que José María Valverde incluyó en su edición de "Los Pueblos" para Clásicos Castalia. En él nos cuenta la vida española de principios y mediados del siglo XVII con el artificio literario de reunir en un mesón a personajes característicos de su tiempo:

"Tal vez aquí hay sentados dos, tres, cuatro estudiantes, con su hábitos raídos; un hidalgo, dos arrieros, un ermitaño -el clásico ermitaño de las novelas picarescas-, un arbitrista, un soldado decrépito que nos habla de la toma de Granada, dos mozas de partido -acaso la Tolosa y la Molinera que figuran en elQuijote-, un clérigo que lee en su breviario roñoso, un poeta que recita unas coplas. ¿Para qué pedir más? Toda la España de estos tiempos está representada, simbolizada; son éstos los días en que la decadencia y la ruina van tocando a su máximo; los campos están desiertos, yermos; caen derruidas las casas; se cierran las sederías y pañerías de Valencia, de Toledo, de Sevilla, de Murcia y de Segovia; pesan agobiadoras las alcabalas, pechos, gabelas e impuestos mil sobre el labriego; roban a plenas manos los recaudadores de los tributos; prevarica la justicia; rebosan de pretendientes los patios de Palacio y las cámaras de los grandes; los soldados van desharrapados por las ciudades y los campos y cometen toda suerte de fechorías; las busconas, cotorreras, cicatriceras, cantoneras, llenan las calles; los maridos granjean con la honra de sus mujeres; se socarran relapsos, herejes, judaizantes sobre montones de leña verde; procesiones, novenas, trisagios, sermones, excitan a toda hora una devoción sanguinaria, insensata...".
(Págs. 217-218)


Ramón Gómez de la Serna debía de ser un poco escrupuloso porque alude a los microbios del agua en varias de sus obras; por ejemplo, en "Elucidario de Madrid" escribe:

"Dotado Madrid de esas aguas, y después de otras aguas ricas en anguilas, el invisible microbio nos sigue amenazando, y yo no soy partidario del agua más que en la fuente de su manantial, allí donde el río es el infante que recién nace. 
Escépticos del agua hay muchos; pero se creen que el sifón de seltz transforma el agua, cuando lo único que consigue es que los microbios salgan estornudadores y sobreexcitados, creyendo también que el vino requctebautizado emborracha a los microbios y su embriaguez da tiempo a que no se reciba mal de ellos, despidiéndonos de su virulencia antes de que puedan ser perniciosos. 
La duda que merece el agua debe ser incesante, y hemos de asomarnos por nuestros propios ojos al gran pote en que el agua hierve, y los microbios, como relapsos condenados del infierno, aun nos amenazan en la iracundia de las burbujas, debiendo dejar por eso que la ebullición apague, durante un largo rato de hervir, el rencor de muerte que aún sobrenada en el agua".
(Cap. XVII: "El agua de Madrid"; pág. 239)


Camilo José Cela tituló "Don Bob" una de las "Gavillas de fábulas sin amor". Comienza de este modo:

"A don Bob (con su barba roja, él, / los demás barbilampiños) lo trincó la Inquisición de Mallorca, por judaizante relapso y pertinaz, y fue relajado en persona y quemado vivo el 6 de mayo de 1691. El acto tuvo lugar en la ciudad de Palma, delante de lo que hoy es Tito. s, night-club, y se vio muy concurrido de fieles cristianos que aplaudieron con gran entusiasmo porque, como "estaba gordo como un lechonazo de cría y encendióse en su interior de manera que aun cuando no llegaban las llamas ardían sus carnes como un tizón y reventando por medio se le cayeron las entrañas como a Judas", su muerte resultó de mucho lucimiento". 
(Pág. 57)

Miguel Delibes puso esta voz en su novela "El hereje", cuando fray Domingo de Rojas le ilustra a Cipriano Salcedo, en la celda de la cárcel, sobre los diferentes tipos de reos que juzgaba la Inquisición:

"Conocedor de los entresijos de la Inquisición, su organización y métodos, cada tarde, al despertar de la siesta, aleccionaba a Cipriano sobre el particular, le informaba sobre sus posibilidades de futuro. Había penas y penas. No había que confundir al reo relajado, con el relapso o el reconciliado. El primero y el último solían ser entregados al brazo secular para morir en garrote antes de que sus cuerpos fueran entregados a las llamas. Los relapsos, reincidentes o pertinaces, por el contrario, eran quemados vivos en el palo. 
Esta última pena había sido rara en España hasta el día, pero el fraile sospechaba que, a partir de este momento, se haría habitual. 
Le hablaba de los sambenitos, de llamas y diablos para los relapsos y con las aspas de San Andrés para los reconciliados. Las penas tenían distintos grados y matices pero las sentencias solían mostrarse muy precisas. Entre ellas había que distinguir la de cárcel perpetua, la confiscación de bienes, el destierro, la privación de hábitos o de los honores de caballero, muchas de las cuales eran complementarias de otras penas más severas". 
(Libro III: "El auto de fe"; cap. XVI; págs. 424-425)

Vamos a terminar esta entrada con unos párrafos de "El mudejarillo", de José Jiménez Lozano, el escritor abulense que compartió redacción y amistad con Miguel Delibes en "El Norte de Castilla":

"Dejó el pliego que tenía entre las manos, tomó otro, y comenzó ahora a leer una lista de nombres, con su condición, su delito, y la sentencia que les había correspondido: azotes, cárcel, destierro, vela de cera negra, reconciliación, de levi, de gravi, de vehementi, relapso, hoguera, en efigie. Y cuando acabó, pidió a aquella asamblea que jurase".
("Los hombres negros"; pág. 123)

REJO

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Rejo es voz que Covarrubias define así:

"REJO, vn hierro con que se juega al herron. Latine discus. Y tambien rejo es vn cierto hierro, que se pone en el cerco de las puertas, de donde se dixo enrejar. Rejo, en lengua Castellana antigua vale por tanto, y buen regimiento fuerte. Y assi dize Mingo Reuulgo:

Andas esta madrugada
la cabeça desgreñada,
no te llotras de buen rejo.

El padre Martín Sarmiento define las  "Coplas de Mingo Revulgo" como una égloga pastoril, compuesta de treinta y dos estancias, cada una de nueve pies, y estos de ocho sílabas. Las escribió un autor anónimo, en contra del rey Enrique IV de Castilla y León, aunque en algunas ediciones  figura el escritor toledano Rodrigo de Cota. Datan, por tanto, de mediados del siglo XV. Fueron glosadas por Hernando del Pulgar, Cronista de los Reyes Católicos, a quien el padre Mariana  le atribuye dicha obra.  
"Los interlocutores son -añade el erudito fraile benedictino- el pastor Domingo Revulgoy Gil Arribato. Este habla como quien pregunta a Mingo, y este responde del infeliz y deplorable estado de la Monarquía Castellanacon la alegoría de su rebaño, y satiriza la ineptitud y poltronería del rey". 
Los tres versos que cita Sebastián de Covarrubias  se encuentran en  la primera de ellas. Dice así:

Ah Mingo Revulgo, Mingo.
Ah Mingo Revulgo, ahao
¿qué eso de tu sayo de blao?
¿no le vistes en domingo?
¿Qué es de tu jubon bermejo?
¿por qué tras tal sobrecejo?
Andas esta madrugada
la cabeza desgreñada
¿no te llotras de buen rejo?

La glosa de Hernando del Pulgar es esta:

"Pregunta ahora el profeta Gil Arribato a la república, dándole voces como de lejos, y dícele: “Dime Revulgo, o república ¿dó está tu sayo de blao?” Y es de saber que blao es color azul, que significa lealtad, según la descripción de los colores. Y por que en el tiempo que estas coplas se hicieron las voluntades de los mayores del reino estaban contrarias, y muy aparejadas para hacer división, pregúntale: “Dime, Revulgo ¿dó está la lealtad que debes a tu rey y a tu tierra? ¿Por qué consientes que haya división en ella, como sea verdad que todo rey diviso destruido, según el dicho de nuestro Redentor?” Dícele asimismo: “¿Por qué no te vistes en domingo?” Como quien dice: ¿Tanta es tu tristeza, que no muestras la alegría que debes mostrar viéndote en día de fiesta? “¿Qué es de tu jubón bermejo?” Porque en tiempo de división hay muchos tiranos a quien los pueblos están súbditos, pregúntale aquí: “¿Do está tu jubón bermejo?” Como quien dice: Castellanos ¿dó está vuestro orgullo?, que significa colorado. “¿Cómo vos dejáis supeditar de gente mala y tirana?” “¿Por qué traes tal sobrecejo?” Los que están en descontentamiento siempre los veréis el sobrecejo echado. “Andas esta madrugada.” Dice la madrugada por el tiempo en que estaba. “La cabeza desgreñada.” Porque en tiempo de división el rey, que es cabeza, no es acatado, y lo de la corona real está todo disipado y enajenado. Dice que traía la cabeza desgreñada y al fin concluye: “¿No te llotras de buen rejo?” Los labradores, que dañan nuestro lenguaje, por recio dicen rejo. Como quien dice: no estás en el vigor y fuerza que debes estar. Así que esta copla contiene seis preguntas que hace el profeta a la república: la una dó está su lealtad; la otra dó está su orgullo; la otra por qué está sañuda, teniendo el sobrecejo echado; la otra, que veía desbaratado el patrimonio real; la otra que estaba flaca, sin vigor".
(Pág. 7)

El juego del herrón lo define de este modo Covarrubias:

"HERRON, es vna rodaja de hierro en forma de vn pan en rosca, con vn agugero en medio, y con el tiran a cierto puesto, do está hincado vn clauo que sobre la tierra tiene descubierta sola la cabeça, y tiran a poner el herron dentro, o lo mas cerca que pueden; y assi se llama juego del herron. Algunos quieren que sea el disco con que se exercitauan los antiguos en los Gymnasios; pero aquel era vna bola redonda con vn agujero en medio, de donde la trauaua vna cuerda gruessa, y asiendo della la arrojauan en alto al que mas podia. Y tambien deuian de tirar con ella a lo largo. Eran estas bolas, o de hierro, o de piedra. La de piedra se llamaua Disco, (...), y la de hierro rejo Vide Caelium lib. 13. cap. 12. pero por la semejança se llama el herron disco. (...)".

Autoridades recoge cuatro acepciones de esta voz, citando a Covarrubias y los versos de Mingo Revulgo:

"REJO. s. m. La punta ó aguijón de hierro; y por extensión se dice de otras especies de punta ó aguijón, como la de la abéja. Lat. Acumen. Spiculum.

REJO. Se llama tambien el clavo ú hierro redondo, con que se juega al herrón. Trahelo Covarr. en su Thesoro. Lat. Discus ferreus.

REJO. Se llama assimismo cierto género de hierro que se pone en el cerco de las puertas, de donde se dijo enrejar. Trahelo Covarr. en su Thesoro. Lat. Arcus ferreus.

REJO. Significa robustez, ó fortaleza. Covarr. dice que en este sentido es voz Castellana. Lat. Robur. Ming. Revulg. Copla I. (...)".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1817, en la que añade una nueva acepción de esta voz:

"REJO. Botán. En las semillas y embriones de las plantas el órgano del que se forma la raiz, el cual segun las distintas plantas varía en el tamaño, forma y direccion respecto de los otros órganos del embrion. Embryonis plantae radicula".

Estas cinco acepciones se mantienen hasta el suplemento de la edición de 1970, en la que suprimen la botánica y añaden seis acepciones nuevas, casi todas hispanoamericanas:

"REJO. ...// 5. [Suprímese Bot.] // 6. Tira de cuero. // 7. Soga, cuerda.// 8 Amér. Central, Col., Cuba,Méj., Pan. y Venez. Azote, látigo.// 9. Cuba y Venez. Soga o pedazo de cuero que sirve para atar el becerro a la vaca, o para maniatar reses.// 10. Ecuad. Ordeño, acción de ordeñar. // 11. Ecuad. Conjunto de vacas de ordeño".

A pesar de lo dicho, se mantiene la acepción botánica en las siguientes ediciones hasta la del Tricentenario,última consultada. En esta añaden la expresión ´rejo seco´ para referirse, en Ecuador, al "conjunto de vacas que no dan leche".

Antonio de Nebrija  y fray Pedro de Alcalá incluyen ´rejo de cinto´en su "Vocabulario español-latino" (1495) y en su "Vocabulista arávigo (sic) en letra castellana" (1505) respectivamente, con el sentido de  fíbula o hebilla. La definición de Rosal (1611) es otra:

"REJO la gordura, es Ruejo ó Rodejo; pero Rejon, que es Garrocha, es de Rejicio, Latino, que es tirar recatandose, y de allí Arrojar".

El padre fray Esteban de Terreros (1788) nos ofrece cuatro acepciones de esta voz. A saber:

"REJO, punta de hierro. Fr. Pointe d´un ferrement pintú. Lat. Aculeus, mucro, spiculum. It. Punta. Por extension se toma tambien por aguijon de la abeja.

REJO, cierto arco de hierro que se pone en las puertas. Lat. Arcus ferreus. Sejourn. lo toma por barra.

REJO, para jugar. V. Herrontejo.

REJO, moda, vigor, robustez. No te llotras de buen rejo. V. Mingo Rev. copl. I. y Cerv. Entr. de los Alcad. de Daganzo".

Curiosamente la voz herrontejo no aparece en ningún diccionario, incluido el suyo. La que sí se encuentra recogida, desde Covarrubias, como ya hemos visto, es la voz herrón. El erudito fraile jesuita la define así:

"HERRÓN, se llama tambien una rodaja con un agujero en medio, y que se tira en cierto juego á meter en un clavo puesto en el suelo con la cabeza fuera de la tierra. (...)".

Yo creo que falta una coma entre las dos voces, herrón y tejo, El tejo, como ya hemos visto en el estudio de esta voz, también es un juego parecido, en el que se lanza una teja o cosa equivalente hacia el hito, donde se pone el dinero. Quien se acerca más, lo gana.

El entremés cervantino titulado "La elección de los alcaldes de Daganzo" comienza de este modo:

"Salen el BACHILLER Pesuña; Pedro ESTORNUDO, escribano; PANDURO, regidor, y Alonso ALGARROBA, regidor.

PANDURO
Rellánense; que todo saldrá a cuajo, 
si es que lo quiere el cielo benditísimo. 

ALGARROBA
Mas echémoslo a doce, y no se venda. 


[PANDURO] 
Paz, que no será mucho que salgamos 
bien del negocio, si lo quiere el cielo. 

[ALGARROBA] 
Que quiera, o que no quiera, es lo que importa... 

PANDURO
 ¡Algarroba, la luenga se os deslicia! 
Habrad acomedido y de buen rejo, 
que no me suenan bien esas palabras:
 "quiera o no quiera el cielo", por San Junco, 
que, como presomís de resabido, 
os arrojáis a trochemoche en todo. 


ALGARROBA 
Cristiano viejo soy a todo ru[e]do, 
y creo en Dios a pies jontillas.
(Pág. 67)

Aldonza Lorenzo

Los diccionarios consultados habitualmente en la web de la RAE no añaden nada nuevo a lo ya dicho. El Pagés recoge las cinco acepciones principales e ilustra la que vale por ´robustez o fortaleza´ con una cita sacada de "El Quijote", de Miguel de Cervantes. En dos ocasiones aparece esta voz. La primera, en el capítulo XXV de la primera parte, cuando Sancho alaba las virtudes de Aldonza Lorenzo:

"-Pues ¿qué se ha de hacer de la firma? -dijo Sancho.
-Nunca las cartas de Amadis se firman -respondió Don Quijote. 
-Está bien -respondió Sancho;-pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y ésa, si se traslada, dirán que la firma es falsa, y quedaréme sin pollinos. 
-La libranza irá en el mesmo librillo firmada, y en viéndola mi sobrina no pondrá dificultad en cumplilla; y en lo que toca a la carta de amores, pondrás por firma: Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura. Y hará poco al caso que vaya de mano ajena, porque, a lo que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer, y en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin extenderse a más que a un honesto mirar, y aun esto tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la quiero más que a la lumbre destos ojos, que ha de comer la tierra, no la he visto cuatro veces; y aun podrá ser que destas cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que su padre Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales la han criado. 
-Ta, ta -dijo Sancho, -¿que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo! 
-Esa es -dijo Don Quijote- y es la que merece ser señora de todo el universo.
-Bien la conozco -dijo Sancho- puesto que nunca la he visto; y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y. derecha, y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante ó por andar, que la tuviere por señora! ¡Oh,  hideputa, qué rejo que tiene y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar a unos zagales suyos, que andaban en un barbecho de su padre, y aunque estaban.de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre; y lo mejor que tiene es, que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana; con todos se burla, y de todo hace mueca y donaire. Ahora digo, señor Caballero de la Triste Figura, que no solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras por ella, sino que con justo título puede desesperarse y ahorcarse; que nadie habrá que lo sepa, que no diga que hizo demasiado de bien, puesto que le lleve el diablo, y querría ya verme en· camino sólo por vella, que ha muchos días que lo deseo, y debe de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire. Y confieso a vuestra merced una verdad, señor Don Quijote: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado, así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que deben ser, según deben de ser muchas las victorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el tiempo que yo aún no era su escudero; pero, bien considerado, ¿qué se le ha de dar a la señora Aldonza Lorenzo (digo, á la señora Dulcinea del Toboso) de que se le vayan a hincar de rodillas delante della los vencidos que vuestra merced envía y ha de enviar? Porque podría ser que al tiempo que ellos llegasen, estuviese ella rastrillando lino o trillando en las eras, y ellos se corriesen de verla, y ella se riese y enfadase del presente".
(Primera parte; cap. XXV: "Que trata de las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente Caballero de la Mancha, y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros";  pág. 327-329)

Hay que hacer constar que, en algunas de las ediciones consultadas, aparece mal transcrito el texto, pues sustituyen el nombre de ´Amadis´por la voz ´amores´, dándole un sentido a la frase que no es el  que don Quijote  pretende.
La segunda cita se encuentra en el capítulo XIII de la segunda parte, "donde se prosigue las aventuras del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos". De esta charla entresacamos lo siguiente:

"—A mí no me falta nada deso —respondió Sancho—: verdad es que no tengo rocín; pero tengo un asno que vale dos veces más que el caballo de mi amo. Mala pascua me dé Dios, y sea la primera que viniere, si le trocara por él, aunque me diesen cuatro fanegas de cebada encima. A burla tendrá vuesa merced el valor de mi rucio; que rucio es el color de mi jumento. Pues galgos, no me habían de faltar, habiéndolos sobrados en mi pueblo; y más, que entonces es la caza más gustosa cuando se hace a costa ajena.
—Real y verdaderamente —respondió el del Bosque—, señor escudero, que tengo propuesto  y determinado de dejar estas borracherías destos caballeros, y retirarme a mi aldea, y criar mis hijitos, que tengo tres como tres orientales perlas.
—Dos tengo yo —dijo Sancho—, que se pueden presentar al Papa en persona, especialmente una muchacha, á quien crío para condesa, si Dios fuere servido, aunque a pesar de su madre.
—Y ¿qué edad tiene esa señora que se cría para condesa ?—preguntó el del Bosque.
—Quince años, dos más a menos —respondió Sancho—; pero es tan grande como una lanza, y tan fresca como una mañana de Abril, y tiene una fuerza de un ganapán.
—Partes son ésas —respondió el del Bosque— no sólo para ser condesa, sino para ser ninfa del verde bosque. ¡ Oh hi de puta, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca!
A lo que respondió Sancho, algo mohíno:
—Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios quiriendo, mientras yo viviere. Y háblese más comedidamente; que para haberse criado vuesa merced entre caballeros andantes, que son la mesma cortesía, no me parecen muy concertadas esas palabras.
—¡Oh, qué mal se le entiende a vuesa merced —replicó el del Bosque— de achaque de alabanzas, señor escudero! ¿Cómo y no sabe que cuando algún caballero da una buena lanzada al toro en la plaza, o cuando alguna persona hace alguna cosa bien hecha, suele decir el vulgo: "¡Oh hi de puta, puto, y qué bien que lo ha hecho?" Y aquello que parece vituperio en aquel término, es alabanza notable; y renegad vos, señor, de los hijos o hijas que no hacen obras que merezcan se les den á sus padres loores semejantes.
—Sí reniego—respondió Sancho—; y dese modo y por esa misma razón podía echar vuesa merced a mí y a mis hijos y a mi mujer toda una putería encima, porque todo cuanto hacen y dicen son extremos dignos de semejantes alabanzas, y para volverlos a ver ruego yo a Dios me saque de pecado mortal, que lo mesmo será si me saca deste peligroso oficio de escudero, en el cual he incurrido segunda vez, cebado y engañado de una bolsa con cien ducados que me hallé un día en el corazón de Sierra Morena, y el diablo me pone ante los ojos aquí, allí, acá no, sino acullá, un talego lleno de doblones, que me parece que a cada paso le toco con la mano, y me abrazo con él, y lo llevo a mi casa, y echo censos, y fundo rentas, y vivo como un príncipe; y el rato que en esto pienso se me hacen fáciles y llevaderos cuantos trabajos padezco con este mentecato de mi amo, de quien sé que tiene más de loco que de caballero".
(Págs. 715-716)

Más adelante, leemos:

"—Por mi fe, hermano —replicó el del Bosque—, que yo no tengo hecho el estómago a tagarninas, ni a piruétanos, ni a raíces de los montes. Allá se lo hayan con sus opiniones y leyes caballerescas nuestros amos, y coman lo que ellos mandaren; fiambreras traigo, y esta bota colgando del arzón de la silla, por sí o por no; y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que la dé mil besos y mil abrazos.
Y diciendo esto, se la puso en las manos a Sancho; el cual, empinándola, puesta á la boca, estuvo mirando las estrellas un cuarto de hora, y en acabando de beber, dejó caer la cabeza a un lado, y dando un gran suspiro, dijo:
—¡Oh hi de puta, bellaco, y cómo es católico!
—¿Veis ahí—dijo el del Bosque en oyendo el hi de puta de Sancho—como habéis alabado este vino llamándole hi de puta?
—Digo —respondió Sancho— que confieso que conozco que no es deshonra llamar hijo de puta á nadie, cuando cae debajo del entendimiento de alabarle. Pero dígame, señor, por el siglo de lo que más quiere: ¿este vino es de Ciudad Real?
—¡Bravo mojón! —respondió el del Bosque—. En verdad que no es de otra parte, y que tiene algunos años de ancianidad".
(Pág. 718)

En la edición comentada por don Diego Clemencin, dice el ilustre cervantista:

"Sancho se picó de que se hablase así de su hija, tomándolo por agravio, y no se acordó que allá en Sierra Morena había alabado con la misma expresion á la hija de Lorenzo Corchuelo, álias la señora Dulcinea. O hideputa, dijo, qué rejo que tiene y qué voz. Y lo mismo volvió á hacer Sancho en el capítulo 21 de esta segunda parte, alabando los cabellos de Quiteria. Así que tuvo razon el otro escudero en decirle que no entendía de achaque de alabanzas; y que aquello que parece vituperio en aquel término, es alabanza notable; y que desgraciados los hijos que con sus obras no grangean á sus padres loores semejantes. Reina en este discurso una ironía tanto mas fina y delicada, cuanto realmente entre la gente baja la palabra hideputa era voz de elogio. Esta sí, cuerpo del mundo, que es figura hermosa, apacible y reluciente hideputa y cómo se vuelve la muchacha! Así se habla de una bailarina en el entremés intitulado Retablo de las maravillas, que es uno de los de Cervantes. Y en el Gran Tacaño de Quevedo decía Pablillos alabando á un caballo: ¡O hi de puta! no fuerades vos mi Valenzuela. Así que Sancho, mas adelante, en este mismo capítulo, vino á conocer y confesar que tenía razón su coescudero. Digo, respondió Sancho, que confieso que conozco que no es deshonra llamar hijo de puta á nadie cuando cae debajo del entendimiento de alabarle. Sin embargo de la respetable autoridad de ambos interlocutores, leemos en nuestras historias que cuando los dos hermanos el Rei de Castilla D. Pedro y su hermano D. Enrique se encontraron en la tienda de Beltrán Claquin junto a Montiel, la noche funesta del fratricidio, se regalaron uno á otro con este linage de elogio, y entonces ciertamente no cayó bajo el entendimiento de alabarse".
(Págs. 223-224)

De la voz rejo hace el siguiente comentario:

"Rejo, es vigor, fuerza, pujanza; y en este sentido se halla usado en las famosas coplas de Mingo Revulgo, y en el capítuo 5º, parte tercera, de D. Florisel, y aun en este último con alguna alusion poco honesta".
(Pág. 224)

Lo cierto es que lo que escribió Feliciano de Silva  al final de ese capítulo de la tercera parte de  "Florisel de Niquea" (1535), fue la voz rixo en plural, aplicado a las dos rijosas mujeres, la doncella Galarça y la dueña vieja Palarça, que se disputaron a hostias  el amor del joven caballero Florarlán, sin conseguirlo:

Fol. VIII

Corominas incluye rejo en las voces derivadas de la voz reja:

"REJA I. (...) rejo ´aguijón´(de la hebilla, etc.)´, 1737; ´hebilla´, 1495; ´hierro puntiagudo´, 1611; figuradamente ´robustez, fortaleza´, med. s. XV; de ´hebilla del cinto´pasó a ´cinto de cuero´, 1517, y luego ´tira de cuero´, ´azote´.

El María Moliner solo da dos acepciones de esta voz. A saber:

"REJO 1 m. Bot.  En el embrión de las plantas, elemento que da origen a la raíz. 2 Amér. C., Col., Ven. Látigo".

El "Diccionario de Americanismos" recoge las siguientes acepciones de esta voz:

"REJO.
I. 
1. m. Mx., Gu., Ho., Cu., Ve. Soga o pedazo de cuero que sirve para atar el becerro a la vaca o para maniatar reses.
2. Ni., CR., Pa., RD., Co., Ve. Látigo rígido hecho de varias tiras de cuero.
3. Pa. Castigo físico para personas o animales con cualquier instrumento delgado y flexible. (...)

II
1. m. Mx., Ec. Conjunto de vacas de ordeño.

III
1. m. Rd. Músculo desarrollado de una persona.

a. // hasta los -s. Loc. adv. Hasta arriba, a rebosar. (...)
b.// - seco. Loc. sust. Ec. Conjunto de vacas que no se hallan en el periodo de producción lechera. Dar -; dormir a- pelado; no creer ni en los -s de las campanas; volar -".

Roque Barcia compara las voces rejo y rejón en su obra "Sinónimos castellanos":

REJO, REJÓN

"Rejo es punta ó aguijón de hierro, de donde trae su origen la reja de arado. Dicha reja es el rejo con que se divide y se ahonda la tierra, el rejo de labranza.
Rejón se deriva de rejicio, que es tirar recatándose, evitando el golpe enemigo, de donde proceden las voces arrojar, arrojo, arrojadizo.
El rejo es aguijón
el rejón es garrocha.
Con el rejo arreamos.
Con el rejón acometemos.
El rejo es un utensilio, instrumento, herramienta con que aguijamos.
El rejón es un arma: el arma con que nos defendemos".

Don Julio Cejador y Frauca incluye esta voz en el segundo volumen de su "Tesoro...":

"REJO, robustez, fortaleza, reciura. Es, con su variante racha, por rech-a, y el gallego recho, el posverbal de arrechar, arreciar; en gall. rej-er tener fuerza, rejo fuerza. Quij. 1,25 : Qué rejo que tiene y que voz. Id. 2,13 : Y qué rejo debe de tener la bellaca. 
Cinto recio de cuero. TORR. Naharr. I, 136: Her barreñas y cuchares, / hondas y rejos á pares. SÁNCHEZ BADAJOZ Recop. I, p. 258: Quiero her en este rejo / una lazada, á la fé / y bailando asille el pié. Id. p. 277 : Soga, guindaleta ó rejo / no os faltará, juro á ños. / Vos haréis una de dos. / Ahorcar ó despeñar. De aquí en América azote, látigo, disciplinas. 
De buen rejo. Pic. Just. 2,2,4: Lo cual yo hacía de buen rejo. Ming. Rev. 1: Porque traes tal sobre cejo, / andas esta madrugada / la cabeza desgreñada, / no te llotras de buen rejo".

Bartolomé Torres Naharro recopiló sus obras dramáticas y comedias en un solo volumen titulado "Propalladia" (Joan Pasqueto de Sallo. Nápoles, 1517)  En él se encuentra la "Comedia Seraphina". Comienza con un introito. Estos son algunos de sus versos:

Sé cosas que quien moyere
mofrecera alle nemigo,
sono salga aca comigo
el zagal que más supiere.
Ruien sea quien no saliere,
pues aquí presumen hartos,
y aburramos sendos quartos
paralo que dios quigere.
Mas que hazen de callar
algunos questán aquí
porque coñocen demí
que los puedo her cagar
el correr saltar, baylar,
her barreñas y cuchares,
hondas y rejos apares,
y an soncas a quellotrar
y an si digreja querran,
tambien sé, como da prisco,
hin al dominos obisco
davangello de san juan.
Que, anque pareço gañan
vn poquillo maxmordón,
yase dela confession
más que vn gordo sacristan.

Otro de los textos citados por D. Julio Cejador es "Recopilacion en metro del Bachiller Diego Sanchez de Badajoz..." (Seuilla, 1554), obra póstuma publicada por su sobrino en la que incluye veintisiete obras dramáticas. La que nos interesa es la "Farsa moral en que se representan las cuatro virtudes cardinales, cómo enderezan los actos humanos. Son interlocutores, JUSTICIA, PRUDENCIA, FORTALEZA, TEMPLANZA, NEQUICIA; el patriarca JOB con su paciencia, y un mozo suyo; el rey NABUCODONOSOR con su soberbia; Nuestra Señora recien parida con su niño en brazos. Entra primero NEQUICIA, vestido como simple pastor...". Cito de la edición. publicada en Madrid el año 1882 por la Librería de los Bibliófilos.
Nequicia es  la malicia, y como tal se presenta en los primeros versos: un lobo vestido de pastor que, cuando aparece en escena la  Justicia,  pretende casarse con ella, sin conseguirlo:

JUSTICIA
Guarda, perverso villano.

NEQUICIA
¿No quies? pues toma la mano.
¡Ó que manita graciosa!
Doy por hecho el casamiento.

JUSTICIA
No es hecho por tú decillo.

NEQUICIA
No, que hasta consumillo
bien asmo que todo es viento,
yo tengo ora buen aliento;
mi fe, quiero usar de maña,
que el hombre que ora no engaña
dicen que es un perdimiento.
Quiero her en este rejo
una lazada á la fe,
y bailando asille el pié;
no hay aquí mejor consejo.

El DRAE define la voz nequicia como ´maldad, perversidad´, que es lo que se aprecia en el consejo que este lobo malicioso, disfrazado de pastor, da al patriarca Job:

¿Sabéis que habéis de hacer vos? 
 yo os daré muy buen consejo. 
Soga,  guindaleta, ó rejo
no os faltará juro á ños.
Vos haréis una de dos,
ahorcar ó despeñar.

La cita de "La pícara Justina" es esta:

"Mas pues hablo de esgrima, quiero ahorrar de gracias, porque siempre que nombro  esgrima, y esgrimidores, se me arrasan los ojos de lágrimas, en memoria de vn malogrado, á quien quise bien, que era la prima de los esgrtimidores, tan aficionado al arte que muchas vezes, faltandole con quien esgrimir á deshora, me pedia, que por su gusto tomasse yo la espada negra, y esgrimiesemos, lo qual yo hazia de buen rejo".
( Tomo I; lib. 2º; cap. 4º: "De la romera de León"; págs. 254-255)

En el artículo VI del tomo I del "Diccionario Elemental de Farmacia, Botánica y Materia Médica,..." (Imprenta Real. Madrid, 1803), escrito por D. Manuel Hernandez de Gregorio, Boticario de Cámara de S. M., nos ilustran, entre otras cosas, "de las semillas y sus diferencias". Comienza así:

"La semilla semen, es aquella parte del fruto que sazonada se cae del vegetable. Contiene el rudimento de una nueva planta, ó individuo de la misma especie; y si llegó á fecundarle, la produce en efecto siempre que se siembre en tiempo oportuno. Esta parte preciosa del vegetal es el ultimo término de la vegetación, y el principio de otra nueva, ó la que conserva y perpetúa la existencia de estos seres orgánicos; y al modo que las yemas en los árboles, se desarrolla con la humedad de la tierra, así esta germina desenvolviendo las partes del vegetal que se halla en ella delineado, y suple en las yerbas la falta de dichas yemas.
En las semillas se observan las partes siguientes: 
1. El embrion  plantula, vel corculum, que es el verdadero germen, ó la misma planta que se ha de desplegar, y ha de constituir el nuevo vegetable. Este se divide en rudimento de la raiz ó rejo, radícula, vel rostellum, que es la parte inferior y sencilla del embrión, que baxa para formar las raíces; y en rudimento del tallo, ó sea el tallito nuevo ó plumilla plumula, que es la parte escamosa y superior del embrión, que se dirige hácia arriba para brotar fuera de tierra, y constituir el tallo, hojas y fructificación con todas sus pertenencias".
(Pág. 220)

Rufino Cuervo rechaza algunas de las acepciones hispanoamericanas de esta voz en su obra intitulada "Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano":

"489. Rejo por cuero ó cuero crudo ("riendas de rejo") nos parece inaceptable, é igualmente lo rechazamos por látigo; azote, díscíplína. En este sentido dicen aquí generalmente (lo mismo que en Cuba) fuete, y algunos bobalicones con cierto empalagoso retintín, sin saberse porqué, truecan la u en o: foete; en esto de fuete no hacen mas que admitir una voz francesa cuya raíz sin alteracion alguna tenemos en castellano muchos años há: fusta. De gana aconsejamos se sustituya á dar rejoó fuete, dar látigoó azotes, azotar; á darse rejo, disciplinarse etc. (...)
Como ocasionaría notoria confusion el pretender nombrar el rejode enlazar de nuestros campesinos con otra voz mas propia, como lazo (este es el nombre usado en Buenos Aires y otros puntos de la América Austral), soga, etc., nos abstenemos de indicar variacion alguna á este respecto. Estos nuestros rejos se han empleado alguna vez como temible arma en la guerra...".
(Págs. 342-344)


En la obra "Tassa de los precios a qve se han de vender las mercaderías y otras cosas de que no se hizo mencion en la primera Tassa, y Reformacion que aora se ha hecho por los señores del Consejo, en algunos precios que se pusieron en ella" (Iuan Gonçales. Madrid, 1628), leemos:

"Vn tahalí labrado de oro, hondeado de torzales de oro encorchado con su rejo labrado de qualquier labor dorado, dandole a toda costa treze ducados,  y si lleuare pretina labrada dorada doze.
Vn tahali negro, labrado hondeado de seda entorchado, o de color con su rejo labrado, pauonado, ó bruñido sesenta reales, y si fuere con pretina cincuenta y quatro.
Vn tahali de cordouan negro, o de poluillo con su rejo pauonado, o bruñido veinte y seis reales, y si fuere con pretina diez y ocho".
( "Guarnicioneria"; pág. 32v)

A Miguel de Cervantes debía de gustarle la expresión ´buen rejo´porque, además de en las obras citadas, la escribe también en su "Viaje del Parnaso":

En carro de cristal venia sentado, 
La barba luenga y llena de marisco, 
Con dos gruesas lampreas coronado. 
Hacían de sus barbas firme aprisco 
La almeja, el morsillon, pulpo y cangrejo, 
Cual le suelen hacer en peña ó risco. 
Era de aspecto venerable y viejo, 
De verde, azul y plata era el vestido, 
Robusto al parecer y de buen rejo
Aunque como enojado, denegrido 
Se mostraba en el rostro, que la saña 
Así turba el color como el sentido
(Capítulo V)


En la edición publicada en Madrid, por los herederos de Francisco del Hierro, en el año 1733, de los "Prouerbios Morales y Consejos Christianos muy prouechosos para concierto y espejo dela vida...", del escritor español y protomédico de galeras durante 12 años, Cristobal Pérez de Herrera, se encuentra este enigma y su consiguiente explicación:

ENIGMA CCLXII

Gallarda soi, y lozana
me llaman, y de buen rejo,
sana como una manzana,
mas tan presto como el viejo
me marchitaré mañana.

LA JUVENTUD
"Bien se echa de ver quan gallarda es, y quan lozana la juventud, pues assi la llaman todos. Parece sana como la manzana, de mucho brio, y buen rejo; pero como la manzana facilmente se corrompe, y podre, assi la juventud se acaba, pues tan presto va el cordero como el carnero, siendo cierto lo que dijxo aquella valerosa muger Abigail al Real Profeta: (...) Todos morimos, y nos deslizamos, como las aguas sobre la tierra".
(Libro II: "Trecientas enigmas filosóficas, Naturales, y Morales". Centuria III. Quinquagena VI; págs. 282-283)

Doña Emilia Pardo Bazán puso esta voz en su novela "La piedra angular":

"—Estamos empezando, Sr. Moragas; estamos empezando (respondió el Juez, que no empezaba, sino que acababa de atizarse el segundo tanque del Gallo). Ahora también les toca á Vds. emitir dictamen.... Ahí va la víctima, en su propio carro, á que le hagan en Marineda el debido reconocimiento y una autopsia formal.... Y en poniendo á buen recaudo la pájara y el pájaro, ellos cantarán y todo saldrá á relucir.... Advierta V. que no hace seis horas que he tenido conocimiento del caso (añadió el Juez, que no se hallaba, realmente, muy descontento de sí mismo y de su penetración y sagacidad para coger desde luego una pista). 
—¿Y.... ella?—preguntó Moragas que no perdía de vista á la acusada.
—Ella...., ella, tan agua mansita y tan modosa como V. la ve, debe de tener un rejo de mil diablos.Estaba tranquila, igual que V. está ahí, rodeada de dos ó tres vecinas que la acompañaban, desde que se descubrió el cadáver, y sin echar ni una lágrima. Tampoco las echó cuando la interrogué apretándola un poco, y cuando ordené la detención. Á mis preguntas ha contestado sin fanfarronería, sin miedo, sin precipitación, con una calma asombrosa, diciendo que su marido volvió anoche á la hora de costumbre; que cenaron en paz; que la mandó acostarse, diciendo que él tenia que salir, y que dejase la puerta entornada; y que, como muchas noches se entretenía en la taberna, ella se durmió, y sólo á la madrugada, al despertarse, echó de menos al marido, sabiendo á cosa de las once que había aparecido muerto en el pinar.  le digo á V. que la individua....".
(Cap. VI; págs. 115-117)

Hay una acepción que no recogen los diccionarios al uso y que es, quizás, la más actual. Se trata de un canarismo que  define el rejo como "Tentáculo de los moluscos cefalópodos, especialmente el del pulpo". Don Benito Pérez Galdós utiliza esta voz con este sentido en su Episodio Nacional de la  primera serie, titulado "El 19 de marzo y el 2 de mayo":

"Los extranjeros se defendían con su certera puntería y sus buenas armas: pero no contaban con la multitud de brazos que les ceñían por detrás y por delante, como rejos de un inmenso pulpo; ni con el incansable pinchar de millares de herramientas, esgrimidas contra ellos con un desorden y una multiplicidad semejante al de un ametrallamiento a mano; ni con la espantosa centuplicación de peqneñas fuerzas que sin matar imposibilitaban la defensa".
(Cap. XXVI; pág. 231)

Emilio Ferrari escribe esta voz, con el sentido de su primera acepción, en un verso de su poema "Consummatum":

Herida corre al manantial la cierva, 
que en la huida conserva 
el rejo del arpón en su costado; 
tal corro al bien que por desdicha pierdo,
 sangrando del recuerdo,
 siempre en mitad del corazón clavado.


Ramón María del Valle-Inclán puso esta voz en algunas de sus obras; por ejemplo, en "La Corte de los Milagros":

"La escueta procesión del preso y los tricornios azacanaba por la carretera: La andadura cojitranca del pollino descomponía los ángulos del cortejo, con una visión estigmática: Era en la llama de la carretera un adusto rastro negro, expresión de errantes destinos y estrellas funestas. Entraban por una sombra de alcornoques. La tuerta aguzaba el ojo, sobre la barda: 
— jSoó! ¿ Adonde va ese ganado que se sale de vereda ? 
Rió la Carifancho: 
— Si le dan mulé, aquí oiremos el tronio.
Apaciguó la Tía Melonilla: 
— Son comedias que representan, para ablandarles el rejo a los infelices conducidos, y hacerles cantar".
(Libro séptimo: "Para que no cantes"; III; págs. 237-238)

El auto para siluetas, titulado "Sacrilegio" es una de las cuatro obras que componen el "Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte":


"VACA RABIOSA.-El hombre cabal, que tiene con otro un alzapié, lo busca donde sea, y por delante o por detrás le suministra el santo óleo. Es el consiguiente cuando al hombre se le pone una venda de sangre, y por algo se dice que es un soplo la vida... ¡Pero el berrearse y renegar de la cofradía, no hay ofuscación que lo justifique, caballeros! Esa mala faena pide pena de muerte. 

PATAS LARGASHay que no acelerarse. Hoy le pasaportamos, y mañana puede acontecer que aparezca más limpio que una patena. Casos se han dado... Yo le he puesto los cabestros, he oído sus descargos... Compadres, el rejo con que niega me ha puesto en recelo. ¡A ver si hemos equivocado el rastro!"
(Pág. 193)


Escribe Gabriel Miró en "Figuras de la Pasión del Señor":

"Seguían los esclavos sirianos de la cohorte, y sanhedritas sentados en sus muías cubiertas de paramentos de plata. Asomaban las trozas cercenadas de la cruz del Rábbi, y súbitamente oscilaron derribándose. Se oyó un gemido. 
Una vieja hedionda voceaba: 
—¡Lo chafa el peso, porque ya está el Mesías como un gato canijo! 
Acudió el centurión, grande, blanco, cruzado por la banda de oro de su balteus de cuyo broche de púrpura pendía la centella de su espada. Brincó su bestia sobre un torbellino de carne; y el jinete quebró la punta de su vara jerárquica de vid golpeando frentes. 
Salía, entonces, del cerco de Jesús un legionario, y reparó en Simón. 
—¡Eres como un árbol de fuerte! Ven, y probaremos tu rejo! 
Y lo empujaba hacia el caudillo".
("Simón de Cyrene"; págs. 245-246)

Del poeta palentino Marciano Zurita y Rodríguez (1887-1929) es la obra titulada "Castilla". Está dividida en tres estancias y una ofrenda. En la tercera incluye sus "Nuevas coplas de Jorge Manrique". De ahí son estos versos dedicados a la vieja Castilla indolente:

Piensa en Dios que te hizo santa 
y en tu fe que glorifica 
tu odisea; 
forja, siembra, rima y canta; 
labra, engendra y multiplica; 
lucha y crea. 
El fecundo arado empuña, 
y en la tierra hundiendo el rejo
 soberano, 
el oro moderno acuña 
con el honrado oro viejo 
de tu mano. 
!Que nadie se beneficie 
con los copiosos sudores 
que prodigas! 
¡Que esta abrasada planicie 
se cubra otra vez de flores 
y de espigas! 


Vamos a terminar esta entrada con un soneto de Pedro Luis de Gálvez, al que aún seguimos sus huellas en el blog El Tabelión:

A MI HIJO PEDRO

Tú serás rico. Afortunadamente,
prefieres al Latín la Geometría;
no te interesa nada la Poesía,
ni bullen inquietudes en tu frente.

Eres del siglo práctico presente;
solo de ayer conservas la hidalguía;
te sobra corazón... pero algún día
te arrancarás del pecho al insolente.

Tú vengarás lo que conmigo hicieron;
eres la garra que en el mundo dejo
para que hieras lo que a mí me hirieron.

Ser bueno con los hombres es baldío;
que sientan la bravura de tu rejo.
¡Que no parezca que eres hijo mío!

En este vídeo, colgado en YouTube por Alicia Gamero Fuentes, vemos a varios jugadores practicando el juego del herrón:

REJALGAR

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Rejalgar no me parece una voz amable sino, mas bien, antipática. Suena a verbo con malas pulgas: "¡Vete a rejalgar!"; a gargajeo mañanero: "rejalgaba al levantarse, y ese sonido continuado se introducía por la ventana de mi dormitorio y me revolvía las tripas"; a dar la matraca con la repetición de la misma frase: "rejalga que te rejalga, la señora repetía por el teléfono móvil, una y otra vez, "es que no para, es que no para", y todo era un silencio hostil del resto de pasajeros, en el interior del autobús"; a insulto parlamentario: "aplauden los rejalgos desde sus escaños",...etc,, etc. Si le pedimos a un francés que pronuncie este vocablo, la cosa va a peor: "guejalgo"; si se lo pedimos a un chino, el resultado puede ser el mismo que cuando dice lo del "pelo de san Loque no tiene labo porque...". En nuestra boca notamos que las tres sílabas van de fuera hacia adentro y, si hubiera una cuarta, nos ahogaríamos. Tal vez esa  sensación, un poco angustiosa, es la que sintieron aquellos que probaron, por primera vez, el rejalgar, a sabiendas o accidentalmente. Yo, por si acaso, no pienso intentarlo y espero que ustedes, por su bien, tampoco lo hagan.
Covarrubias define así esta voz:

"REJALGAR, cierta piedra, o escoria mineral que se halla en las minas, tercera especie de armenico, que en Griego se llama sandarakhe; es venenosissimo; veras a Laguna sobre Dioscorides, lib. 5. cap 80".

La obra de Pedacio Dioscórides Anazarbeo se titula "A cerca de la materia medicinal..." (1555) y el capítulo LXXX del quinto libro lo dedica al estudio de la sandaraca.  Comenta el doctor Andrés Laguna:

"Hallanse tres suertes de Arcenico, o Rejalgar, en las minas que le produzen. Primeramente vna blanca y transparente, como el Cristal, la qual sin adicion se llama Rejalgar, y Arcenico. Tras la qual se halla otra amarilla, por ser algo mas cozida en las venas; y esta es el Oropimente. La tercera especie de Arcenico, o Rejalgar, se suele dezir Sandaraca, y esta es naturalmente roja, por ser aun mas cozida que el Oropimente. De manera que todas tres diferencias son de vna misma massa, y possen vna misma fuerça y natura, saluo que vna es mas cozida y apurada que otra en las venas, lo qual podemos conocer facilmente por la experiencia; porque si tostamos el blanco Rejalgar, y el Oropimente igualmente en vn tiesto sobre las brasas, aquel se boluera notablemente amarillo como Oropimente, y esto otro rojo como la Sandaraca tomando aquello del artificio, que pudiera, y suele recebir de la misma naturaleza. Por donde conuiene juzgar, que el blanco Rejalgar es el mas crudo, y el mas maligno de todos, tras el qual se sigue el Oropimente; ansi como tras este la Sandaraca. Vsan del Oropimente los enquadernadores, para dar el amarillo a los libros. Llamó Serapion a la Sandaraca Rubrum auripigmentum, que quiere dezir Oropimente rojo, para diferenciarla del comun y marillo (sic) Porque la que llaman Sandarax, o Sandaraca, los Arabes, no es mineral, ni difiere de la goma de Enebro, llamada Grassa en Castilla, y vernix en las boticas; de la qual mezclada con azeyte de simiente de lino, se haze aquel verniz liquido, para dar a las pinturas buen lustre y para enuernizar el hierro. Esta siendo fresca y reziente es blanca. luzia y muy transparente; mas con el tiempo se torna roja. De modo que conuiene andar sobre auiso para no confundirnos con estos nombres. Pero no nos confundiremos, si por la Sandaraca de los Barbaros y Arabes entendieremos siempre la Vernice; y por la de los Autores Griegos esto otra muy corrosiua, que es especie de Oropimente. Llamase tambien Sandaraca, y Sandix en Griego, aquella se haze del Aluayalde quemado, por ser muy encendida y muy roja; la qual no es otra cosa sino el Minio de Serapion, y aquel que por la mayor parte oy se vende por las boticas. De toda suerte de rejalgar, y principalmente de aquel Christalino, mezclado con igual cantidad de sal clara y muy transparente, se haze el Arsenico sublimado, el qual en malignidad vence a qualquier veneno. Difiere deste, nuestro comun soliman, por quanto se haze no de rejalgar, sino de azogue, eleuado y cuajado, por via de sublimacion; aunque se le parece infinito, y tanto que es imposible poder discernirle del, sino por medio de la saliua; la qual se buelue muy negra, batida en la palma de la mano con el Arsenico sublimado; ansi como blanca en estremo si se bate con Soliman. (...) Todas estas especies de minerales tienen facultad de abrasar, de corroer, y de cauterizar la carne; y ansi no se deue dar jamas por la boca, sino es a los que queremos embiar con cartas al otro mundo; aunque algunos despues de quemada y lauada la Sadaraca, la dan en cantidad muy pequeña mezclada con otras cosas que la tiemplen su heruor y agudeza, contra las diuturnas enfermedades del pecho, como lo da a enteneder en el  capítulo presente Dioscorides. Vsan del Oropimente mezclado con cal biua y lexia, los maestros de las estufas, por Alemania  y por Flandes, para hazer caer los pelos de las partes vergonzosas, y occultas; porque en fregandolas tan mala vez vn poco de la tal massa, y lauandolas desde a vn ratillo con  agua caliente del baño, luego sin mas dilacion se pelan. Es el oropimente veneno pernicioso de los ratones; porque de todos los otros huyen, saluo deste, que les engaña. Suelole yo mezclar, para vengarme dellos, quando me roen sin respecto mis libros, en el melon, o en el queso; y ansi hago vna muy cruel riça en sus corpezuelos, dado que jamas escarmientan. Siruense tambien de su poluo los halconeros, para matar los piojos de sus halcones.. (...)"
(Págs. 547-548)

Autoridades recoge la voz rejalgar, aunque nos manda directamente a ver el vocablo arsénico. La definición que nos da se parece mucho a la de Covarrubias, que, por otra parte, está calcada de lo que dice el doctor Laguna. Veamos la primera:

"ARSENICO, dicho comunmente rejalgar, y ay tres maneras dello, que se halan en las minas vna suerte de arsenico blanca y transparente, que absolutamente se llama rejalgar, o arsenico; la otra es amarilla, por estar algo mas cozida en las venas, y esta es el oropimente; a la tercera llaman sandaraca, y esta es roxa. Todas tres diferencias son de vna mesma masa, solo diferencian en estar mas o menos cozidas en las venas de los minerales. Vide Dioscorid. lib. 5. cap. 80, y alli al Doctor Laguna".

Autoridades (1726), por su parte, dice:

"ARSENICO. s. m. Espécie de minerál ó venéno, que comunmente se llama rejalgar, de que hai tres espécies, que se diferéncian en el colór, lo que resulta de estar mas ó menos cocido en la mina. La una es blanca y transparente, que absolutamente se llama Rejálgar ó Arsénico; la otra es amarilla, y se llama Oropimente, y la otra es roxa, y se llama Sandáraca. Lat. Arsenicum, i. Lag. Diosc. lib. 5. cap. 80. (...) LOP. Cir. fol 18." .

Lope de Vega publicó "La Circe con otras Rimas y Prosas", en el año 1624, en casa de de la Vda. del impresor madrileño Alonso Martin. Se lo dedicó al conde-duque de Olivares, don Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, el poderoso valido de Felipe IV. El Canto Primero desarrolla la llegada de Ulises"a la isla y casa de Circe, donde le refiere su peregrinacion, y lo que le sucedió con los Lestrigones y Lothophagos". La primera octava es esta:

Tú, que del sacro artífice del oro 
científica y hermosa procediste, 
Circe, que al blanco cisne, al rubio toro, 
en variedad de formas excediste, 
de la excelencia del Castalio coro 
la humilde musa de mis versos viste; 
harás que las corrientes del Leteo 
presuman otra vez que canta Orfeo.

La que nos interesa es esta otra:

Sentado estaba el griego, y le tenía 
Circe la mano diestra; mas la hermosa 
presencia que miraba suspendía 
la fuerza de la vara venenosa; 
el encanto a los ojos remitía 
arsénico mortal, flecha amorosa. 
Indecisa se vio la esfinge o lamia; 
que hechizos, si hay belleza, son infamia.

En la edición de 1770, Autoridades define de este modo la voz arsénico:

"ARSÉNICO. s. m. Veneno mineral. Hay tres especies que se distinguen en el coloor mas ó menos subido á proporcion de lo mas ó menos que ha cocido en la mina. El uno es blanco, y transparente, que propiamente se llama rexalgar, ó arsenico; otro amarillo que se llama oripimente; y el otro roxo que se llama sandáraca. Arsenicum. LAG. Diosc. lib. 5. cap. 80".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades y remite a la voz arsénico desde la edición de 1780 a la de 1822. En la publicada diez años después, definen así esta voz:

"REJALGAR. m. Arsénico combinado con azufre, de color rojo amarillento, raspadura del mismo color y lustre parecido al del nácar".

En la edición de 1884, dicen:

"REJALGAR. (Del ár. rehchalgar.) m. Arsénico combinado con azufre, de color rojo y lustre resinoso. Es substancia muy venenosa".

En la de 1899, varían un poco la redacción del significado de esta voz:

"REJALGAR. (...) m. Mineral de color rojo, lustre resinoso y fractura concoidea, que se raya con la uña, y es una combinación muy venenosa de arsénico y azufre".

En la de 1914 añaden ´rosa de rejalgar´. Nos vamos a ver esa rosa, en la misma edición, y la define como ´saltaojos´. Damos otro salto y nos encontramos con la siguiente definición:

"SALTAOJOS. (De saltar y ojo.) m. Planta perenne de la familia de las ranunculáceas, de seis á ocho decímetros de altura, con raiz gruesa, tallo herbáceo, sencillo y flexuoso,  hojas alternas, pecioladas, lampiñas, coriáceas, blanquecinas por el envés y cortadas en segmentos enterísimos, aovados y lanceolados, flor terminal, solitaria, grande, de color rosado purpureo, y fruto formado por varios carpelos tomentosos llenos de semillas redondas. Se cultiva en los jardines como plantas de adorno y se ha usado en medicina como antiespamódico".

Se mantiene lo dicho en la edición de 1914 hasta la de 1985, en la que dicen:

"REJALGAR. m. Mineral de color rojo, lustre resinoso y fractura concoidea, que se raya con la uña, y es una combinación muy venenosa de arsénico y azufre. [Funde fácilmente al soplete. En presencia del aire y de la luz se altera, pierde su color y se descompone en polvo, transformándose en oropimente. Se utiliza para obtener aarsénico y diversas sales de este elemento utilizadas en pirotecnia. // V. rosa de rejalgar".

La definición de la voz rejalgar no varía hasta la edición de 1985, en la que dicen:

"REJALGAR. m. Mineral de color rojo, lustre resinoso y fractura concoidea, que se raya con la uña, y es una combinación muy venenosa de arsénico y azufre. [Funde fácilmente al soplete. En presencia del aire y de la luz se altera, pierde su color y se descompone en polvo, transformandose en oropimente. Se utiliza para obtener arsénico y diversas sales de este elemento utilizadas en pirotecnia.] // V. rosa de rejalgar".

El añadido desaparece en la edición de 1992 y en la del Tricentenario, última consultada.


Nebrija (1495) ya recoge esta voz con el sentido de ´aconitum´. El Esteban Terreros remite a las voces oripimente y arsénico, que define de este modo:


"OROPIMENTE. Fr. Orpiment,ú Orpin, groizon. Lat. Auripigmentum. It. Orpimento, es un mineral amarillo que tira á pardo; hállase en las minas de oro, y plata; el que es de color de oro, y se separa en hojas como el talco, es el mejor; el que tira á encarnado se llama Sandaraca, y es mas reseco que el otro; el oropimente dicen que es señal segura de alguna mina de oro, pues siempre contiene alguna parte de este metal; de las tres especies que hai de oropimente, el blanco es el arsénico, el encarnado es el rejalgar, y el amarillo el verdadero.

ORIPIMENTE. Este mineral es corrosivo, y un veneno mortal sino se acude prontamente. Los Indios se valen de él contra las calenturas, corrijiendole en el zumo de limon. Cart. edif. IX. Algunos le llaman Oropimento en Cast.

ARSENICO, mineral muy caustico, y veneno violento, de que hai tres especies: blanco, que suele ser transparente; amarillo,á que llaman oropimente, ú oripimento; y rojo, que es el rejalgar. Estos minerales son de una naturaleza muy sutil, que traspasan los metales, los abren, y corrompen, y casi los transforman en otra naturaleza; blanquean el cobre, laton, y plomo, como la plata; son cálidos, secos, corrosivos, y peligrosos á todo viviente, y participan de la naturaleza del azufre. (...)".

La definición del Gaspar y Roig es esta:

"REJALGAR. s. m. Miner.: sulfuro rojo de arsénico, sustancia mineral de color de cochinilla o rojo anaranjado, que se presenta casi siempre en cristales, cuya forma primitiva es un prisma romboidal oblicuo; se reduce fácilmente a polvo entre los dedos, raya el talco y se volatiliza al fuego desprendiendo un olor parecido al de los ajos.-met. Dícese de cualquier sustancia desagradable y nociva".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia desde 1899 e ilustra esta voz con citas de cuatro autores. La primera son unos versos sacados de la fábula de Tomás de Iriarte titulada "El erudito y el ratón". La transcribo completa para deleite del curioso lector:

En el cuarto de un célebre erudito 
Se hospedaba un ratón, ratón maldito,
 Que no se alimentaba de otra cosa 
Que de roerle siempre verso y prosa.
Ni de un gatazo el vigilante celo 
Pudo llegarle al pelo, 
Ni extrañas invenciones 
De varias e ingeniosas ratoneras, 
O el rejalgar en dulces confecciones 
Curar lograron su incesante anhelo
De registrar las doctas papeleras, 
Y acribillar las páginas enteras. 
Quiso luego la trampa 
Que el perseguido autor diese a la estampa 
Sus obras de elocuencia y poesía: 
Y aquel bicho travieso, 
Si antes el manuscrito le roía, 
Mucho mejor roía ya lo impreso.
«¡Qué desgracia la mía! 
El literato exclama: ya estoy harto 
De escribir para gente roedora; 
Y por no verme en esto, desde ahora 
Papel blanco no más habrá en mi cuarto. 
Yo haré que este desorden se corrija...» 
Pero sí: la traidora sabandija, 
Tan hecha a malas mañas, igualmente 
En el blanco papel hincaba el diente.
El autor, aburrido, 
Echa en la tinta dosis competente 
De solimán molido. 
Escribe (yo no sé si en prosa o verso): 
Devora, pues, el animal perverso, 
Y revienta por fin... «¡Feliz receta!
Dijo entonces el crítico poeta: 
Quien tanto roe, mire no le escriba 
Con un poco de tinta corrosiva.» 
Bien hace quien su crítica modera; 
Pero usarla conviene más severa 
Contra censura injusta y ofensiva, 
Cuando no hablar con sincero denuedo 
Poca razón arguye, o mucho miedo.

(Hay casos en que es necesaria la crítica Severa.)

La segunda cita son cuatro versos de D. Antonio de Trueba. Se encuentran en un romance  titulado "La vida de Juan Soldado", que forma parte de "El libro de los cantares" (5ª ed. Imprenta de D. Luis Palacios. Madrid, 1862) Se la cuenta el sorche a la patrona de una venta y a sus tres hijos. Les relata, de forma coloquial, cómo se enroló en el ejército para combatir a las tropas de Napoleón, y cómo fueron las batallas en las que participó. En un momento dado, refiere cómo les hicieron frente los lugareños de Zaragoza:

Don Francisco Palafox, 
el más valiente y leal
 que ha defendido una plaza 
desde los tiempos de Adán, 
nos daba á todos ejemplo 
de valor al pelear. 
Allí todo Dios cogía 
una escopeta, un puñal, 
un fusil, un hacha, un palo, 
una azada... un rejalgar, 
y al grito de ¡viva España! 
al zipizape se va, 
hasta que al fin el francés
el sitio tuvo que alzar, 
de rabia y vergüenza lleno 
viendo tanta heroicidad, 
en tanto que las campanas 
de la Virgen del Pilar 
alzaban, toca que toca, 
himnos á la libertad. 

 Me parece que don Antonio trajo esta voz al romance por los pelos, para rimar el consonante, porque su sentido es, cuanto menos, dudoso. ¿Se refiere a que atacaban a los franceses con cualquier  herramienta que tuvieran a mano, o, tal vez, que les lanzaban piedras o que les envenenaban? He pensado que podría tratarse de un aragonesismo, pero Jerónimo Borao no recoge esta voz en su diccionario.
El tercer ejemplo es un párrafo de la "Historia interna documentada de la Compañía de Jesús" (Imprenta de Jaime Ratés Martín. Madrid, 1906), escrita por el académico D. Miguel Mir, y la cuarta y última cita son unos versos que forman parte de la obra de Tirso de Molina titulada "La celosa de sí misma":

DOÑA ÁNGELA
No quiero llevar memorias
que entristezcan mi jornada.
Desde bolsillo me hicistes
antiyer depositaria;
pues el dueño pareció
(aunque a vos no os hará falta
pues que con dos mil escudos
mi libertad se rescata),
haced alguna obra pía
con su valor, o dad traza
de engañar con él condesas,
en oir misa ocupadas;
que yo hiciera mi camino
satisfecha, si mezclara
en los dulces rejalgar,
ponzoña en la ropa blanca,
e imitando a Deyanira,
la ingratitud castigara
de un hombre tan descortés.
(Acto tercero; escena novena)

El "Diccionario Medieval Español" define la voz rejalgar de este modo:

"REJALGAR (ár. rehchalgar, arsénico). m. s. xv. Mineral de color rojo, lustre resinoso y fractura concoidea, que se raya con la uña y es una combinación muy venenosa de arsénico y azufre. Quimicamente es el sulfuro de arsénico. Íñigo de Mendoza: Cancionero cast. del s. XV. NB, XIX-61.// Cfr. A. de Palencia: Vocab. (1490); Nebrija: Voc. esp. lat. (1495)".

La composición poética de fray Iñigo de Mendoza se titula "Coplas que hizo frey Yñigo de Mendoça, flayre menor: doze en vituperio délas malas hembras, que no pueden las tales ser dichas mugeres, e doze en loor délas buenas mugeres, que mucho triumpho de honor merecen". Estos son algunos de sus versos:

Son aquel cuajado mar 
donde los ombres entrados 
se quedan por moradores; 
son secreto rejalgar 
entre sabrosos guisados 
que mata sus comedores; 
son aquella piedra yman 
do la nao quando llega 
se queda presa y trauada; 
son agua de por Santjuan,
 que al vino no se pega 
y al pan no ayuda nada.

Es interesante lo que nos cuenta Corominas sobre la etimología árabe de esta voz:

"REJALGAR. (...) Como indicó Dozy (Gloss., 332-3); Suppl. I, 562b) y repitieron Eguilaz y Neuvonem (p. 174), se trata del ár. rahg al-gar, propiamente ´polvos de caverna´, que se encuentra, como nombre del rejalgar usado en el Magreb, en Abenalbéitar (1248), (...), Abenalhaxxá (s. XIII), R. Martí (trad. ´venenum´) y el Mohit al-Mohit. Es verdad que como ya se había dicho antes, insiste J. J. Hess von Wyss (VRom, II, 475-6) en que rahg al-gar debe ser una errata de lectura por rahg al-jar, o sea ´polvos de ratas (o ratones)´, como traen ciertas ediciones del propio Abenalbeitar y como dice Yúsuf Abenómar; sabido es que el arsénico se emplea para matar estos animales, y lo mismo Aljouarezmi (fin s. X) que el tag al´Arús nos informan de que se le también el nombre de samm al-jar´veneno de ratones´. Por otra parte Abenalbéitar explica que el rejalgar se saca de las minas de plata, lo cual explica que se le diera el nombre de rahg al-gar, y efectivamente el Tag confirma que se traía el rejalgar de las minas de Jurasán. (...)".

Hablas Andaluzas nos ofrece tres acepciones de esta voz:

"REJALGAR (adj.) ´vino´muy malo. (...) 2. m. Desazón, intranquilidad, desasosiego, rebollo, remohina (Los Pedroches) 3. fig. Veneno. (...)".


En el volumen 4º del "Diccionario de materia mercantil, industrial y agrícola" (1857), su autor, D. José Oriol Ronquillo, añade más información a lo ya dicho:

"SULFURO DE ARSÉNICO ROJO, SULFIDO HIPARSENIOSO, ARSÉNICO ROJO, AZUFRE ROJO DE LOS VOLCANES, REJALGAR, RUBINA DE ARSÉNICO, etc. Se encuentra también en la naturaleza en varios países, en China, en Sajonia, en Bohemia, la Transilvania y en los alrededores de los volcanes, bajo forma cristalina. En las artes se prepara haciendo fundir una mezcla de azufre y de un exceso de arsénico ó de ácido arsenioso. 
El sulfuro rojo de arsénico se presenta en masa de un rojo de rubí ó de un rojo anaranjado, es fusible y volátil sin descomposición al abrigo del aire; su densidad es de 3,325; calcinado al contacto del aire, arde dando ácido arsenioso y ácido sulfuroso; calcinado al aire libre, ó en un tubo abierto, se conduce como el sulfuro amarillo; es igualmente descompuesto en caliente por los álcalis y el carbon produciendo arsénico metálico que se sublima. Está formado de azufre, 20,96; arsénico,70,04; total, 100,00. 
Los dos sulfuros de arsénico tienen varios usos en las artes. Empleados en la pintura dan colores muy hermosos, pero por desgracia poco sólidos. Los Turcos y los otros Orientales los hacen entrar con la cal en la composición de un jabón depilatorio que llaman rusma, y del que se sirven para obtener la calvicia de la coronilla. Los Chinos labran con pedazos grandes de rejalgar figurillas y otros vasos elegantes, y también copas en las que depositan zumo de limón ó vinagre que beben después para purgarse, lo que hizo decir á Haüy que estos pueblos tienen el privilegio de recobrar su salud en copas envenenadas.
—El oropimiente artificial sirve con frecuencia para disolver el añil en las tinas en frio, y se emplea algunas veces en tintura, así como el rejalgar; pero los tejidos teñidos por estos agentes no pueden resistir al jabón y á los álcalis.
—Los pirotécnicos consumen mucho rejalgar para componer el fuego indiano blanco que sirve en los teatros para producir fuegos de un resplandor extraordinario, mezclando para ello 24 partes de salitre, 7 de azufre y 2 de rejalgar. 
En medicina, el rejalgar nativo fué empleado, particularmente por Hecker, contra las calenturas intermitentes. El oropimiente nativo fué prescrito á alta dosis por Avicena; entra en el bálsamo verde de Metz, el colirio de Lanfranc, y en varios depilatorios. Sublimado, y en este estado mas ó menos colorado de rojo, fué empleado bajo el nombre de Floresó Rubinadiaforética de oropimiente, contra los males venéreos, la sarna, etc. (...)"
(Pág. 317)

Vamos a completar esta información con lo que se dice en el tomo segundo del "Diccionario de Medicina, Cirugia, Farmacia, Medicina Legal, Fisica, Quimica, Botanica, Mineralogia, Zoologia y Veterinaria" (Imprenta de J. Roger. Barcelona, 1848), traducido y revisado por el doctor D. José Castells:

"Sulfuro de arsénico. Muchas son las combinaciones del arsénico; pero solo ecsaminarémos (sic) el rejalgar y otros dos sulfuros correspondientes, el uno el ácido arsenioso, y el otro al ácido arsénico. Sus compuestos son solubles en el agua. 
Protosulfuro de arsénico. (Rejalgar). Sólido, anaranjado, sin olor, insípido, venenoso de quebradura conchoidea y resinoide, de pesadez específica 3,6; goza en muy alto grado la electricidad vitrea, y cristaliza diversamente en formas que derivan del prisma oblicuo, mas fusible que el arsénico y hasta que el oropimento; se volatiliza sin alteracion calentado en vasos cerrados; absorve con facilidad el gas oxíjeno del aire á una alta temperatura, y pasa al estado de gas sulfuroso y ácido arsenioso. Es descompuesto por todos los metaloides mas electro-negativos que el azufre, y por los cuerpos mas electro-positivos que el arsénico. Calentado en un pequeño tubo con flujo negro, da el metal y sulfuro de potasio. Está formado de una proporcion de arsénico y otra de azufre, y su fórmula es As2 S2, ó mejor á As S. Para obtenerle se funden juntos el azufre y arsénico en las proporciones precedentes, y el sulfuro resultante forma una masa, que enfriada es trasparente y de un bello color rojo de rubí. 
El rejalgar del comercio es ordinariamente el resultado de la destilacion simultánea del acido arsenioso y del azufre, y á veces de la calcinacion de lapírita de hierro, pero entonces no es puro, pues contiene ácido arsenioso, 
Se le encuentra bastante comun en la naturaleza, y principalmente en China, en masas mas ó menos voluminosas, en ciertas vetas metalíferas ó entre los productos volcánicos, cristalizado á veces en prismas oblicuos romboidales. Al salir de la mina es trasparente, pero á poco tiempo se vuelve opaco".
(Pág. 479)

Notable es la historia que cuenta el médico Francisco Suárez de Ribera en su obra "Observaciones de Curvo, compendiadas e ilustradas con admirables arcanos medicinales" (Imprenta de Domingo Fernandez de Arrojo. Madrid, 1735) Se refiere al médico portugués Joao Curvo Semedo. En la Observación XIV, escribe:

DE UNAS ANSIAS DE CORAZON, PROCEDIDAS DE LOS VAPORES VENENOSOS DEL REJALGAR COCIDO CON VINAGRE, CON QUE CIERTA MUGER LAVÓ SU CAMA PARA MATAR LAS CHINCHES.

"Junto a la Iglesia de San Pedro vivia Magdalena de la Costa, la qual estando en una visita acompañada de varias amigas, se quexó de que avia muchas noches que no dormia, por las muchas chinches, que avia en su cama; y como desde el principio del mundo, hasta el dia de oy no ay Arte de tantos Professores, de modo, que todos dán voto sobre ella; por esso cada una de las sobredichas amigas la dió su remedio, para auyentar, y matar á semejantes sabandijas. Una de ellas dixo, que no avia tan buen remedio, como zaumar la cama con sanguijuelas puestas en unas brasas. Otra dixo, que no avia medicina mas presentanea, que untar la cama con unguento de azogue. Afirmó otra, que el mas eficáz remedio, que nunca le faltaria, era labarla con vinagre fuerte en que huviesse cocido un poco de rejalgar. Agradóla este ultimo remedio, y assi mandó comprar media onza de rejalgar en polvo, y mandó á su criada, que en una olla lo pusiesse á cocer con un azumbre de vinagre fuerte, y que aviendo cocido labasse muy bien de una parte á otra toda la cama.
La pobre criada executó el precepto de su ama, mas tan desgraciadamente, que en menos de una hora comenzó a tener ansias, y palpitaciones de corazon, temblores en todo el cuerpo, ardores, y punzadas en las manos; y como por la vehemencia de los simptomas, y qualidad venenosa del rejalgar le sobrevino un sudor frio, y fuesse cayendo en un desmayo, y sincope mortal, se atemorizó de suerte, que pidió le llamassen luego un Confessor, y un Medico. En este aprieto fui llamado, y viéndola en peligro tan evidente, desconfié de su vida. Mandé, pues, que se confessasse luego, y que la diessen un vaso grande de leche de muger, ó de la que mas promptamente se hallasse, y no hallandose, la diessen un quartillo de leche de almendras dulces, mezclandola tres claras de huevos frescos bien batidas, y tres onzas de lamedor violado; y para vencer á la qualidad venenosa del rejalgar la receté el cordial siguiente, el qual es de eficacia superior á todos los remedios humanos.

RÉCIPE

De simiente de cidra aceda 3j.
De escorzonera 2/3 ij.
De hojas de cardo santo. 3ij.
De agua de fuente. 1b. v.

Todo bien quebrantado cueza hasta la remanencia de tres quartillos, y aviendose colado con fuerte expresion, se disuelvan 3iij, de mi bezoardico cordial.
De este cordial bien meneado mandé que la diessen luego cinco onzas, y que le fuessen repitiendo de tres en tres horas, y fué tan presentanea la virtud contra el veneno, que en la mesma hora desaparecieron las ansias, y los demás accidentes; y porque alguna malicia del rejalgar, yá cominucada á partes interiores se acabasse de extinguir, ordené, que no la dexassen dormir hasta passar doce horas, y finalmente dispuse, que en todos los caldos la mezclassen dos dracmas del azeyte de semiente de nabos hecho por expresion, y fué Dios servido, que recuperasse la vida, que deseaba".
(Págs. 58-60)

Sandaraca.

De Juan del Enzina es esta copla novena octosílaba que forma parte de la "Alabança de una iglesia de Nuestra Señora, nuevamente edificada en un lugar que se dize Pedro de la Tarsa, en el obispado de Çamora; llamada Santa Maria de la Boveda":

Procuremoa caminar
en el mundo sin el mundo
quel otro vivir segundo
es para siempre durar;
pues el descanso es penar
en aquella vida flaca
hagamos por bien obrar
que para su rejalgar
menester hemos triaca.

Las dos voces -rejalgar y triaca- las junta también Lucas Fernández en su "Auto de la Pasión". He aquí parte del diálogo entre San Dionisio y San Pedro:

SAN DIONISIO
Si aqueste es Dios de la vida,
¿por qué se deja matar?

SAN PEDRO
Por levantar la caída
De la maldá envejecida
Del ponzoñoso manjar. 
Por eso quiso tomar 
Nuestra humanidad muy flaca: 
Por matar el rejalgar 
Y nos dar 
Su sangre por la triaca. 
Por eso quiso nascer 
En medio del bravo invierno; 
Por mejor nos guarecer 
Con su infinito poder 
Del gran fuego del infierno. 
Su sangre sancta, sagrada. 
Derramó el octavo dia 
Por dejar circuncidada 
Y alimpíada 
Nuestra culpada agonía. 
Sufrió hambre y mucho afan 
Por nos dar él á comer 
Su sancto cuerpo por pan, 
El cual siempre adorarán 
Los cielos sin fenescer. 
Sufrió sed por nos hartar 
De aguas de vivas fuentes; 
No hay quien pueda imaginar 
Ni pensar 
Sus obras tan excelentes. 
Los muertos resuscitaba, 
Los mudos hablar hacía, 
Toda enfermedad sanaba, 
Siempre, siempre predicaba, 
Todo el pueblo le seguía.

Esta relación entre el veneno y y el contraveneno la vemos mejor expresada en "La Gatomaquia", de Lope de Vega

Pero viniendo luego 
el señor licenciado, 
dijo que era veneno que tendría 
algún vecino, que matar querría 
ratones de su casa, 
hecha de rejalgar traidora masa, 
y a su servicio ingrato,
por matar los ratones, mató el gato. 
Y dijo bien, según los aforismos 
de Nicandro, que son los celos mismos 
un veneno tan súbito, que apenas 
toca la lengua, cuando ya las venas 
y el corazón abrasan; 
tan presto al centro de la vida pasan, 
que no hay frías cicutas ni anapelos 
como sólo un escrúpulo de celos. 
En fin, de ver el gato lastimado, 
que le había criado, 
envió por triaca, 
que todo venenoso ardor aplaca, 
de la magna que hacen en Valencia, 
de que tenía una redoma sola 
cierto farmacopola.
 El gato, con paciencia, 
respeto de su dueño, 
tomó dos onzas y rindióse al sueño. 
("Silva Cuarta")

Cristóbal de Castillejo trasladó muy bellamente en sus versos  los vaivenes y desvelos del amor. En un momento dado del  "Diálogo de las condiciones de las mugeres", que mantienen Aletio y Fileno, se ponen a hablar de las doncellas. Aletio dice que conoció a una de tierna edad, y cuenta:

Yo triste de mi pensaba, 
Viendo la dificultad, 
Que de su simple bondad 
El disfavor me manaba. 
Y sufría: 
Mil angustias cada dia, 
Alongado de esperanza, 
Por muy gran desconfianza
Que su virtud me ponia, 
Y en paciencia: 
Encubriendo mi dolencia, 
Al cabo de muchos dias 
Alcancé por ciertas vias 
A saber de cierta ciencia, 
No ser todo: 
Oro fino, sino lodo, 
Aquello que relucía; 
Y que la dama tenia 
Un disimulado modo 
De tratar: 
Dando á unos rejalgar, 
Y á otros dulces bocados, 
Caso que en ser repelados, 
Todos iban á la par...

Agustín Durán incluyó en su "Cancionero y romancero de coplas y canciones de Arte Menor..." (Imprenta de D. Eusebio Aguado. Madrid, 1829), una composición poética de Jerónimo de Contreras, escritor y cronista de Felipe II, en el que no se anda con tantas delicadezas y pone al amor de vuelta y media. He aquí sus primeros versos:

¿De qué te precias, cruel,
amor ciego y lisonjero,
mentiroso y carnicero,
más amargo que la hiel,
tonto rapaz palabrero,
tempestad llena de truenos,
mesón de mil entrevalos,
perseguidor de los buenos,
recogimiento de malos, 
cárcel de bienes agenos,
monte cubierto de espinas,
cueva llena de serpientes,
rejalgar que entre las gentes
viene envuelto en clavellinas
para engañar nuestras mentes?

Entre las pocas obras en verso y prosa que Tirso de Molina escribió, destaca "Los cigarrales de Toledo". El DRAE dice que un cigarral es  "una casa de recreo y huerto que la rodea", en los alrededores de esta ciudad castellana y con vistas a la misma. Lope de Vega elogió al autor y a su libro:

Digno fué de su decoro 
el ingenio celestial 
que canta con plectro igual 
tan grave, dulce y sonoro. 
Ya con sus arenas de oro 
compiten lirios y flores, 
para guirnaldas mayores 
á quien, con milagros tales, 
los ásperos Cigarrales 
convierte en selva de amores. 

En la obra, fray Gabriel Téllez incluye la novela "Los tres maridos burlados". Uno de ellos es un pintor, al que su mujer le hace creer que está al borde de la muerte:

"Entretanto que nuestro Caxero esperimentava ausente que estava vivo, y se moria la fama de su entierro en sueños, no se descuydó la muger del Pintor de executar la burla que tenia imaginada, embidiosa de la buena salida que havia tenido la de su competidora. Para lo cual, concertándose con un hermano suyo, amigo de entretenerse á costa agena, le embió el jueves siguiente á la plaçuela de la Cevada á que comprasse una puerta de las muchas que tales días traen á vender allí, que fuesse á medida de la que en su casa salia á la calle y por vieja pedía la jubilasen. Trúxola con todo secreto, de noche. Y escondida donde el Pintor no pudiesse verla, avisó al burlón hermano de lo que havia de hazer, y le encerró con otros dos amigos en el sótano. Vino dos horas después su marido, quedándose en.el monesterio donde pintava los aprendizes que tenía, moliendo colores, porque se havia de acabar el retablo para la Pascua y era necessario darse priesa. Recibióle Mari-Pérez (que assí se llamava la codiciosa Pintora) con todo cariño y amor. Acostáronse temprano porque le importava el madrugar, y durmieron hasta la media noche,-digo, el descuydado marido, que ella mal pudiera, preñado el entendimiento con tantas arquitectura burlescas; -y llegada aquella hora, començó á dar vozes y quexarse á gritos la engañosa casada, diziendo: "¡Jesús, que me muero! ¡Marido mío, mi hora es llegada! ¡Tráyganme confessión presto, presto, que me muero!., y otros extremos semejantes que saben hazer las mugeres cuando se les antoja. Preguntávala compassivo su compañero lo que tenia, respondiendo solo: 
·"¡Jesús! ¡Madre de Dios! ¡Que me muero! ¡Confesión! ¡Sacramentos! ¡Que perezco!., 
"Levantóse á las vozes una sobrina que tenia en casa, á suplir los ministerios de una criada, y era partícipe en el engaño; la cual, llorando de verla ansí, aplicándola paños calientes á las tripas, dándola tostadas en vino y canela, y haziendo otros remedios semejantes, sin que el dolor cessase, porque la enferma no queria, huvo de obligar al desvelado Morales (que éste era el nombre del Pintor) á que se levantasse harto contra su voluntad, coligiendo de la complexión que en su muger conocía, y afirmándolo ella y la sobrina, que aquel acidente era mal de madre, ocasionado de una ensalada que havia cenado, cuyo vinagre rezio y una rebanada de queso otras vezes la havian puesto en el último peligro de la vida. Riñóla de que no escarmentasse de tales excessos; y ella le dixo medio ahogada: 
-No es hora, Morales, agora, de reprehender lo que no se puede remediar. Vayan á llamar á la comadre Castexona, que sabe mi complexión, y ella sola puede aplicarme con qué se me alivie este mal rabioso, ó si no, ábranme la sepoltura . ., 
-¡Muger mial (respondió el afligido esposo). La Castexona se ha ido á vivir junto á la puerta de Fuencarral. Nosotros estamos en Lavapiés; la noche es de invierno, y si no mienten las goteras, ó llueve ó nieva. Aunque yo vaya con todas estas descomodidades, ¿cómo sabemos que se querrá levantar? La otra vez que os apretó esse achaque, me acuerdo yo que fué con dos onças de triaca de esmeralda caliente en la cáscara de media naranja, y puesta en la boca del estómago. Yo iré á la botica por ella. ¡Por amor de Dios que os soseguéis y no me consintáys hazer tan larga diligencia, pues ha de ser inútil y yo tengo de bolver con otro mal de madre peor que el vuestro. 
"Començose á quexar entonces más rezio que nunca y á dezir: 
-¡Bendito sea Dios, que tan buena compañia me ha dado! ¡Miren que impossibles le pido, que enterrarse conmigo si me muero, que sangre de sus braços, que desperdicios de su hacienda, sino que me llame á una comadre á costa de mojarse un par de çapatos! Ya yo sé que deseáis vos renovar matrimonio, y que á cada grito que yo doy, dais vos una cabriola en el coraçón, y por esso escusáis cualquiera diligencia que estorve vuestros deseos y mis dolores. Bolved á acostaros, sossegad y dormid; que si yo me muriere, declarado dexaré que me distes soliman en la ensalada de anoche.
-¡Muger, muger (respondió el marido), menos libertades; que no tienen los males de madre exempciones de atrevimientos, y podrá ser que con un palo os trasiegue el dolor desde las tripas á las espaldas!
 -¿Palos á mi señora tía? (dixo la donzella taymada). ¡Malos años para buesa merced y para quien no le sacara los ojos primero con estas uñas!
"lva el Pintor á que pusiesse la postura á no sé cuántos pretinazos la sacudida moça. que excusó huyendo; y dando mayores gritos, con alharacas mortales, bolvió á pedir la doliente, confesión, comadre, sacramentos ... 
-¡Que me muero! ¡Ay, que me han dado rejalgar! ¡Jesús! ¡No, no es este mal de madre, sino mal de marido!"
(Págs. 180-181)

El marido se lo cree y decide....

De Francisco de Quevedo es la letrilla satírica que comienza de este modo:


Las cuerdas de mi instrumento
ya son en mis soledades
locas en decir verdades,
con voces de mi tormento;
su lazo a mi cuello siento
que me aflige y me importuna
con los trastes de fortuna.
Mas pues su puente, si canto,
la hago puente de llanto,
que vierte mi pasión loca,
Punto en boca.

De las damas has de hallar,
si bien en ello reparas,
ser de Solimán las caras,
las almas de rejalgar;
piénsanse ya remozar,
y volver al color nuevo,
haciendo Jordán un huevo,
que les desmienta los años;
mas la fe de los antaños
mal el afeyte revoca.
Punto en boca.

Oropimente.

Mariano José de Larra publicó el 5 de enero de 1836 en El Español, el Diario de las Doctrinas y los Intereses Sociales, un artículo con el siguiente encabezamiento: "Fígaro de vuelta. Carta a un su amigo residente en París". Lo fechó en Madrid,  dos días antes. En él, leemos:

"¿Por qué me habia de volver? Por la misma razón, amigo mio, que de aquí me fui y por la misma idéntica que me forzó toda mi vida á mudar de contino casa y domicilio; por la misma que m e vio pasar en otros tiempos del Hablador á la Revista de la Revista al Observador, de los periódicos á la escena, de las comedias á las novelas; por esta venturosa organización, que para variar me dio naturaleza, y que en el número 94 de la Revista me hacia escribir:
"La necesidad de viajar y de variar de objetos.... logró hacer de mí el ser mas veleidoso que ha nacido.... Esto me hace disfrutar de inmensas ventajas, porque solo se puede soportar a las gentes los quince primeros dias que se las conoce.... Si alguna cosa hay que no me canse, es el vivir, si he de decirla verdad; consiste esto en que á fuerza de meditar, he venido á conocer que solo viviendo podré seguir variando.... Nadie, pues, mas feliz que yo; porque en cuanto á las habladurías y murmuraciones del mundo perecedero, así me cuido de ellas, como de ir á la Meca.» 
¿Para qué? Para escribir, ahora que la libertad de imprenta anda ya en España en proyecto. ¡Y qué proyecto! Tal y tan bueno, que acerca de él solo, he de escribirte una gran carta, por no caber en esta los muchos y francos encomios con que le pienso glosar y comentar. ¡Yo, que de Calomarde acá, rabio por escribir con libertad, no había de haber vuelto, aunque no hubiera sido sino para echar del cuerpo lo mucho que en estos años se me quedó en él, sin contar con lo mucho con que se quedaron los censores, que rejalgar se les vuelva! Viniera yo cien veces, aunque no fuera sino para hablar, y volverme".

Ángel Ganivet escribe en su novela "Los  trabajos del infatigable creador Pío Cid":

"-,¿Cuál es el plan de usted?-preguntó Pío Cid con mucha flema. 
-Muy sencillo -contestó D." Candelaria tomando aliento.- Candelita tiene ya contrata en Barcelona. Yo me voy con ella en cuanto se case Paca. Todo está ya arreglado; hoy es viernes, el domingo puede ser la boda. 
-¿Usted y D. Florentino serán los padrinos? 
-Sí; D. Florentino ha venido á eso principalmente ..... 
-Y ¿piensa usted dejar á Valentina con los recién casados? 
-Así tiene que ser. Yo no puedo llevármela porque serían los gastos mucho mayores. 
- Pues bien -dijo Pío Cid recalcando la palabra; -todo eso me parece un disparate, impropio de una mujer tan avisada como usted .... Usted sabe lo que se ha gastado para arreglar  nuestra casa, y no hay en ella nada del otro jueves; y estaba casi amueblada cuando yo entré en ella...
Ponga usted en un cuarto á tres criaturas con un sueldo que, con el descuento, no llega á 15 reales diarios, y dígame qué apuros y qué miserias no van á pasar en estos primeros meses, que deben ser de miel y van á ser de acíbar, de vinagre y de rejalgar. Paca es una mujer de su casa, como hay pocas, y Pablo no es mal muchacho; el matrimonio reúne las mejores condiciones para ser bueno,  y usted lo va á echar á perder con esas prisas. Usted habrá visto un nido de pájaros, y habrá visto que cuando los pájaros son culoncillos se están pegados los unos á los otros, y que cuando son volantones comienzan á revolotear por los bordes del nido, hasta que, al fin, se echan á volar; y algunos, por volar demasiado pronto, se caen y se estrellan. No saque usted las cosas de su paso natural, y déjeme á mí hacer lo que se debe hacer. Aunque usted no me deje, yo quiero á Paca como si fuera mi hija, y no consiento que salga de donde hoy está sino para que esté mejor que está. Ese casamiento es precipitado, porque no tenemos las dos ó tres mil pesetas que harían falta para poner otra casa...".
("Trabajo quinto": "Pío Cid acude a levantar a una mujer caída"; págs. 400-401)

Siempre nos ha gustado el tono distendido y jocoso de las poesías de Vital-Aza. El 26 de agosto de 1883, la revista "Madrid Cómico" publicó una de ellas con el titulo de "¿Cerveza?... ¡Que aproveche!". Comienza de este modo:

Podrá ser una simpleza 
ó una preocupación; 
pero juro con franqueza 
que aborrezco la cerveza 
con todo mi corazón.
La verdad, me desagrada 
esa infusión indecente 
de cebada fermentada... 
No me explico que haya gente 
que le guste la cebada.
Cierto que por su color 
y por su espuma brillante 
es hermosa, sí, señor; 
pero lo que es el sabor, 
¡el demonio que lo aguante! 
Denme marrasquino, ron, 
cognac, vino peleón .. 
¿pero cerveza? ¡Jamás! 
Primero bebo aguarías 
que esa maldita infusión. 
Ha dado en decir la gente 
que es un tónico excelente, 
y yo respeto esa idea. 
¿Que es buen tónico? ¡Corriente! 
¡No digo que no lo sea! 
Yo, en verdad, no necesito 
hoy por hoy tonificarme...
 Y además, lo que no admito 
es que quieran engañarme 
con que eso abre el apetito. 
¿Que ha de abrirlo? ¡Si es bobada! 
Sólo una vez he bebido 
esa cerveza endiablada, 
y en tres días no he podido 
comer, ni beber, ¡ni nada! 
Si acaso llego á enfermar, 
dénmela, si es medicina: 
la tomaré sin chistar, 
como se toma la quina 
y hasta el mismo rejalgar. 
¿Pero beber por placer 
una cosa tan amarga? 
Eso ¡quiá! ¡no puede ser! 
A mí lo amargo me carga 
y no lo quiero beber....


Mauro Pareja, alias el Abad es el protagonista narrador de las "Memorias de un solterón"(O. C., to. XIV, Est. Tip. de D. Agustín Avrial. Madrid, 1896), de doña Emilia Pardo-Bazán. En el capítulo primero, dice:

"Los defensores sistemáticos del matrimonio me dan la razón en este particular sin querer, cuando llaman egoístas á los que como yo piensan. Nos cortan sayos, porque atendemos á nuestro propio bien y labramos como la abeja el panal de nuestra apacible vida, sin preocuparnos de la ajena y desoyendo el mandato de Dios al hombre, por lo cual, en vez de abejas, deberíamos llamarnos zánganos.
Aun suponiendo, señores, que fuese labor... muy laboriosa la de engendrar un hijo cada once meses, siempre el producir humanidad sería lo contrario de destilar miel. Rejalgar es lo que generalmente destila el padre de una familia numerosa, y á rejalgar sabe la existencia condenada si al venir á ella no traemos condiciones que nos la hagan llevadera al menos. Yo de mí sé decir que, dadas las agonías y estrecheces y sonrojos y miserias con que se vive en ciertas casas, hiel y vinagre debe de ser la cotidiana bebida. El maltusianismo es el a, b, c,es la doctrina más trillada en los que sobre el matrimonio filosofamos; convengo en ello; pero también sé que estas razones no se han hecho vulgares sino á fuerza de ser evidentes".
("Adán y Eva"; págs. 11-12)

Don Ramón María del Valle-Inclán puso esta voz en su novela "¡Viva mi dueño!":

"La Parranda de Marte, esparciendo una brisa alcanforada—preservativo de la polilla en los uniformes—, recorrió algunas calles con escolta de babiones y acabó la bélica jornada, encendiendo los vegueros en el rimbombante despacho de Don Augusto Ulloa:—Portieres de brocatel con blasones de linaje: Cerdos de Andrade: Dos gallos picando en un salero: Una constelación de sabrosas truchas del Ulloa: El pomposo farolón, con sorna de tresillista que tiene una puesta en el plato, ofrendaba odres de optimismo al rejalgar con que venía la Parranda de Marte".
(Libro sexto: "Barato de espadas"; cap. X; pág. 286)

En la obra teatral "Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores", de Federico García Lorca, se encuentra este amargo diálogo:

Rosita(Al Ama
¿Vino el correo? 

Ama 
Pues para lo único que sirven las rosas es para adornar las habitaciones. 

Rosita (Irritada
Te he preguntado si ha venido el correo. 

Ama (Irritada
¿Es que me guardo yo las cartas cuando vienen? 

Tía 
Anda, corta las flores. 

Rosita 
Para todo hay en esta casa una gotita de acíbar.

Ama 
Nos encontramos el rejalgar por los rincones. (Sale de escena.) 

Vamos a terminar esta entrada con unos versos de Fernando Villalón. La poesía del sevillano se titula "El afilador". Comienza de este modo:

Por la carretera polvorienta y quemada
por el sol del verano
marcha el afilador.
Jooor, joor.
El afiladoooor.

Y la rústica rueda, por su cuerpo empujada,
va dejando una estela en la arena aplastada.
Jooor, joor.
El afiladoooor.

Al dintel de la venta, la ventera dormita...
El esposo fue al pueblo por vino rejalgar...
Y al rufián de la rueda su morbidez incita...
-Joven...¿Tendría tixeras que afilar o amolar?

REGOSTO . REGOSTARSE

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¡Regosto en agosto, qué gusto! ¡Que placer para los sentidos! Los atardeceres sobre las tierras manchegas, sobre las peladas montañas almerienses, sobre el mar gaditano; las rojas sandías entrando y saliendo  del frigorífico para terminar, jugosas, en nuestra boca; los tercios de San Miguel 0´0 sobre el velador de la terraza; las latitas de mejillones en escabeche, de berberechos con su poquito de limón, de calamares en su tinta, que huelen a verso marino de Lope cuando estaba tan enamorado de Elena Osorio; a veces, el olor que nos llega y que regostamos es a lluvia de las tormentas veraniegas;  es, entonces, cuando apetece ir desnudo y a oscuras por el apartamento, sólo iluminado por la luz de los relámpagos; leer "Agenda", de Azorín con una linterna; escuchar a Marlango en Spotify con unos auriculares inalámbricos; sentir, en fin,  cómo resbala por nuestro interior  el frío café con leche de soja, recién preparado.
Hay días que acercamos nuestra nariz a la intimidad del campo, que huele aún a trigo recién segado, o al agua de la piscina comunitaria, que huele a orines y deyecciones,  u olisqueamos el viento, como un gozque faldero, porque nos trae los aromas de la juventud perdida.¡Regosto en agosto, con un ojo puesto en Twitter y el otro en La Casa de Papel, escribiendo, leyendo, mirando, oliendo, gustando, saboreando, durmiendo, soñando, vacacionando en este Madrid que todo lo tiene y nada rechaza, rompeolas de todas las Españas, Baden-Baden, como dijo aquél, de los últimos Rodríguez con un poco de dinero en el bolsillo  y vanas expectativas en la cabeza...¡Que sé yo! Y, después, pasados los días vacacionales y la canícula, llega la calma, la temperatura que mengua, la Universidad, los viajes, el regosto en septiembre, más tranquilo, más reposado, más íntimo y acogedor...
Covarrubias no registra el verbo regostar pero si lo cita en un refrán que incluye en su estudio de la voz ´bledos´:  "Regostose la vieja a los bledos, y no dexó verdes ni secos".
El Maestro Correas no recoge este refrán en su "Vocabulario...", pero sí se encuentra "Por Santa María de Agosto vuelven los frailes al regosto" y la locución "tomar regosto", que vale por "sabor o vicio".

En Autoridades encontramos el verbo regostarse, su participio pasado y el sustantivo regosto. A saber:

"REGOSTARSE. v. r. Repetir, continuar la execución de alguna cosa por el gusto, complacencia ó provecho que se tiene en ella. Es formado por la particula Re, y el verbo gustar, con la corta inflexion de mudar la u en o. Lat. Rem voluptate repetere. Regustare.

REGOSTADO, DA. par. pass. del verbo Regostarse. El assi inclinado a repetir la execucion de alguna cosa, por gusto, complacencia ó utilidad. Lat. Voluptate ductus. Regustans".

Cita un párrafo de la obra del jesuita Pedro de Ribadeneira titulada "Segunda parte del Flos Sanctorum o Libro de las Vidas de los Santos" (Por Luis Sanchez, Impressor del Rey N. S. Madrid,  1616), que ampliamos para su mejor comprensión:

"Desta manera florecia el santo Rey, y por el su Reyno, y en todas partes embiaua clarisimos rayos de sus excelentes virtudes, y resplandecia como vn sol en el mundo. Y aunque en todas las virtudes era admirable, especialmente lo fue en el menosprecio de las riquezas, y bienes temporales, y en la piedad y amor de sus vasallos, y en la misericordia y liberalidad con los pobres. Vio vna vez que vn hombre criado  suyo (aprouechandose de la ocasion) sacaua dineros de vn arca de su recamara que auia quedado abierta; violo, y calló vna vez; violo la segunda vez, y tambien disimuló; pero el hombre regostado boluio la tercera vez, pensando que no le veia nadie; entonces el Rey le dixo: Mirad que viene el camarero, y no os halle. Vino el camarero, y hallando el mal recaudo, turbose, y afligiose. Preguntó el Rey la causa de su afliccion, como si no la supiera; y quando se la dixo, el Rey con muy buena gracia y mucha seueridad, le respondio: No os de pena esso, que por ventura el que lo lleuó tenia dello mas necessidad que nosotros. Auiase puesto vn tributo en el Reyno para los gastos de la guerra, y defensa contra los Dacos; este tributo mandó el santo Rey quitar, porque vio que los demonios jugauan y saltauan sobre vnos talegos de moneda que de aquel tributo le auian traido".
("La vida de San Eduardo confesor, Rey de Inglaterra"; pág. 31)

Continúa Autoridades:

"REGOSTO. s. m. El apetito á volver á lo que con delectacion se empezó á gustar ó gozar. Lat. Regustatio".

Ilustra esta voz con un párrafo de la obra del padre Hernando de Santiago, de la Orden de Nuestra Señora de la Merced Redempcion de Captiuos, titulada "Consideraciones sobre todos los Evangelios de los Domingos y Ferias de la Qvaresma" (En Casa de Juan y Andres Renaut. Salamanca, 1597)


"Mejor es la leche de vuestros pechos, que es la doctrina reuelada, que el vino de los adobos y mezclas de las sophisterias, que traen las sciencias del mundo; y es porque el vino hazen prueua del todos los mas sentidos, los ojos al color, las narizes a el olor, la bca al gusto; pero la leche, ni la vee, ni la huele el niño, sino alli se duerme al pecho, y pone cessacion a todos los sentidos; y quanto mas de prouecho es aquel nutrimento que prouee la naturaleza para la criança de los niños que el vino fomentador de mil vicios, padre de la deshonestidad, in que est luxuria, prohibido a los Nazareos perfectos, reprouado para la sabiduria por la de Salomon: Luxuriosares vinum, et tumultuosa ebrietas, quicunque his delectatur non erir sapiens. Alborotador es el vino, causador de la embriaguez, de la qual se originan mil torpezas; quien se fuere tras el, tengase por dicho que no sera sabio, y de la leche como mejor dixo sant Pedro: Deponentes igitur omnen malitiam, et dolum, et simulationes, et inuidias, et detractiones, que esso es lo que tienen los soberuios y presumidos del mundo, malicia, engaño y traycion, disimulacion, enuidia, murmuracion, subidos estos humores a su cabeça de la borrachez de su colera, dexado todo esso para confusion dellos: Quasimodo geniti infantes lac concupiscite. Andaos como simplicissimos niños al regosto desta diuina leche, que es esta celestial doctrina antepuesta al vino, que aunque niños, primero llega a vosotros el conocimiento de quien es Iesus, que siempre son los vltimos a quien llegan estas nueuas, los grandes, los soberuios, como las nueuas de la entrada de Ionas en Niniue...".
("Consideraciones del Martes despves del Primer Domingo de Qvaresma". "Consideracion III"; págs. 129-130)

Academia (1780) se atiene a lo dicho por Autoridades, salvo en la voz regostado-da, de la que  sólo dice que es el "p. p. de regostarse". En la edición de 1817 modifican un poco la definición del verbo:

"REGOSTARSE. v. r. Quedar aficionado á una cosa, continuar su ejecucion por el gusto, complacencia ó provecho que se tiene en ella. (...)".

En la edición de 1852 dicen que el verbo regostarse vale por "arregostarse", voz que ya recoge Autoridades y que define así:

"ARREGOSTARSE. v. r. Repetir, continuar y reiterar una cosa, por haver gustado mucho de ella, ó porque uno saca de ella la utilidad y provecho á costa ajena. Es voz baxa, y compuesta de las particulas A, y Re, y del verbo gustar".

Incluye también el refrán que se encuentra en Covarrubias, y nos da su significado:

"ARREGOSTOSE LA VIEJA A LOS BLEDOS, NI DEXO VERDES NI SECOS. Refr. que reprehende el abuso que algunos hacen de la liberalidad y cortesía de otros, á los quales acúden con mas frequéncia é importunidad, desfrutando desordenadamente sus beneficios y agasajos, hasta ponerse en términos de disgustar ó apurar en algo la paciéncia de aquellos que los favorecen. Otros lo entienden de otra manera; pero este parece el sentido mas natural. (...)".

En la edición de 1852, dicen:

"ARREGOSTARSE. r. fam. Engolosinarse ó aficionarse á alguna cosa. (...)".

Las definiciones del verbo y del sustantivo se mantienen hasta la edición de 1970, en la que dicen:

"REGOSTARSE. (Del lat. regustare.) prnl. Aficionarse a una cosa, tomarle gusto, enviviarse en ella, arregostarse.

REGOSTO. (De regostarse.) m. Apetito o deseo de repetir lo que con delectación se empezó a gustar o gozar, regusto".

Estas definiciones se mantienen hasta la Edición del Tricentenario, última consultada.
Rosal dice que regosto"es Regusto, como segunda tornada al gusto y sabor; y de allí Regostarse". El Esteban Terreros se ocupa de las tres voces:

"REGOSTARSE, gustar de alguna cosa, repetirla por el gusto que da. Fr. Regouter, se delecter. Lat. Regustare. It. Rigustare. V. Arregostarse.

REGOSTÓSE LA VIEJA Á LOS BLEDOS, NI DEJÓ VERDES NI SECOS, refran que nota el vicio de la avaricia, glotonería etc.

REGOSTADO, part. pas.

REGOSTO, susbst. accion de haberse regostado á alguna cosa, consta del refran que dice: si bien le fué, tornese al regosto, por lo mismo que volver á donde tuvo felicidad. V. Blasc. Gar. Cart.".

El verbo arregostarse lo define así:

"ARREGOSTARSE, quedar inclinado á este, ó al otro manjar, etc. porque le supo bien, o por otra causa semejante. (...)".

No confundir Blasco de Garay, racionero de la Santa Iglesia de Toledo, con el marinero e inventor del mismo nombre (1500-1552), aunque hay quien mantiene que se trata de la misma persona. El primero escribió cuatro cartas con refranes, recogidas en varias obras misceláneas. La que manejo es la de Hernan Nuñez (1621), obra incluida en la relación bibliográfica de este blog.
El refrán que cita fray Esteban se encuentra en la "carta qve embia vn galan á vna dama, en que por los mas visitados refranes le dá cuenta de cosas que en su ausencia le auian sucedido". He aquí una retahíla de ellos:

"En fin como á dineros pagados braços quebrados; y la codicia rompe el saco, quando mas pensaua que la tenia conuertida; á essotra puerta, que ésta no se abre; nadar y nadar, y ahogar á la orilla. Mas quien da lo suyo ántes de la muerte, merece que le den con un maço en la frente. Por esto escarmienten todos en mí, que bueno es escarmentar en cabeça agena, y en confiança de las gentes nadie dé lo suyo á parientes, en especial de cama; porque no es todo oro lo que reluze. Mas si bien le fué tornase al regosto, que en verdad acordándome de un consejo que dize, la muger y la sardina, de rostros en la ceniza...".
("Carta IIII"; págs. 397v-398)


El Toro y Gómez (1901) define la voz regosto como el "deseo de repetir algo agradable".
El Pagés  ilustra el verbo  con  varios ejemplos literarios. A saber:

"REGOSTARSE (Del lat. regustare): f. Arregostarse".

La primera cita son tres versos sacados del "Diálogo que habla de las condiciones de las mujeres", compuesto por  Cristóbal de Castillejo. En él, dialogan Aletio, que dice mal de ellas, y Fileno, que las defiende. Hablan sobre la condición de las casadas, las solteras, las monjas, las doncellas, las alcahuetas  y las viudas. Sobre las solteras dice Aletio, entre otras cosas, lo siguiente:

No hay Fileno quien ignore, 
Que habléis como prudente 
Concertado: 
Y si veis que voy errado, 
Corregidme con paciencia, 
Pero cierto acá en ausencia, 
De muchos soy informado, 
Que hay ramera: 
Tan hábil y tan grangera, 
Que á falta de mejor paga, 
En breve tiempo se traga 
Una calongia entera, 
Con regreso: 
Y sin fulminar proceso, 
Se mete en la posesión, 
Comiéndola á discreción 
Hasta no le dexar hueso, 
Y mugeres: 
Que gastan en alfileres, 
Mas que algunas en faldillas, 
No comiendo sin vaxillas, 
Y pagando de alquileres 
Necesarios: 
Y en tributos ordinarios, 
Muy gran suma de ducados, 
Que pienso no ser ganados 
A coser escapularios, 
Ni á hilar: 
Pues si queremos entrar 
Por nuestra corte Española, 
Ella nos bastará sola 
Para poder murmurar 
De tal fuero: 
Do se va tanto dinero, 
Desde aquel tiempo que aun era 
Viva la gran lavandera, 
Y su amigo el despensero 
Muy querido: 
Y otras que habéis conocido 
Después acá mas modernas, 
Apañadoras eternas
D e todo lo que han podido. 
Son langosta: 
Que después que se regosta 
A la espiga candeal, 
No hay bolsa tan liberal,
 Que no se le haga angosta.

La siguiente cita se encuentra en el romance anónimo titulado "Conquista del imperio de Trapisonda por Reinaldos". Está el caballero en las prisiones del Emperador Carlo Magno y a ellas se acerca Roldán, montado en  su caballo Briador y con la espada Durlindana muy bien ceñida a su cuerpo. Hablan tío y sobrino:

-No es cosa de Emperador
lo que tienes ordenado;
el caballero se viene
de su voluntad y grado.
¿Cómo es aquesto, señor,
que así ha de ser tratado
la flor de los caballeros
como claro está probado?
¿Cómo así a tu propia sangre,
tan cercano emparentado,
que manso como un cordero
ante ti se ha presentado,
sabiendo tu majestad,
que nadie hubiera bastado,
ni el mundo todo junto
a prendello ni matallo,
y más agora, señor,
que estaba tan prosperado
y pudiera correr tus tierras
y más conquistar tu estado,
como otras veces solía
tenerte en parís cercado,
cuando tú, ni por ti nadie,
le osaba salir al campo?
¿Quieres tú quitar la vida
a quien a ti te la ha dado?
No una vez sino ciento
de peligros te ha sacado,
poniéndose a la muerte
por acrecentar tu Estado.
¿Y este pago le tenías,
dí, señor, aparejado?
Si a todos pagas así,
tú serás harto afamado!
¡De excelente pagador
rica fama habrás ganado!
Respondió el Emperador
como mal aconsejado:
-¡Oh, cómo hablas, sobrino,
con rostro tan enojado!
¿No sabéis que este traidor
muchas veces ha robado?
Por caminos y carreras
la gente ha despojado;
ya muchos piden justicia
de los que él ha salteado,
y si lo soltamos agora
volverá a lo regostado...

Dice D. Agustín Durán, al comentar este romance;

"Reinaldos es verdad que aparece aquí como un bandido, y condenado por tal a muerte. Así eran todos los caballeros de aquella época, que hechos fuertes en sus castillos, salían de ellos para robar a los enemigos y aun a los amigos".
(Pág. 212)

El tercer ejemplo es el ya citado de fray Pedro de Ribadeneira. Para ilustrar la voz regosto el Pagés se vale de los dos refranes mencionados y la cita de fray Hernando de Santiago. El Manuel Seco dice:

"REGOSTO. m. 1 (raro) Deseo de repetir algo que proporciona gusto o placer".

Cita a Camilo José Cela y su obra "Primer viaje andaluz". Se encuentra el vagabundo en Casa Espejo, vinos y licores, José López, 5, de Palma del Río, bebiendo moriles. Allí se tiró lo menos seis horas:

"No es que el vagabundo tuviera muchas cosas que hacer, que andar por los caminos es industria que bien se lleva.
-Pues lo que yo le digo es que si a Manolete, en vez de darle en Linares, le dan en Madrid, o en Córdoba mismo, no se muere.
¡Hombre, no sé!
Lo que pasa es que el vagabundo sabe que no debe echar el ancla en los placenteros lugares en los que su regosto le asaltará algún día.
-A mí no es que me gusten más las gordas. Las gordas están muy bien, ¡ya lo creo!, pero anda que hay delgadas...¡Dios nos asista!
A las seis horas -se venía diciendo- el vagabundo salió de Casa espejo, vinos y licores, con una gran satisfacción pintándosele en el semblante".
("Despedida en Palma del Río"; págs. 192-193)

El Manuel Seco dice de la segunda acepción que también es rara, y que vale por "regusto". La ilustra con un párrafo de la novela de Miguel Delibes titulada "377A Madera de héroe":

"Las ideas y el tono de voz del Escorbuto le llevaban a evocar a papá Telmo con un regosto de ternura:
-Es como oír a mi padre -dijo".
(Pág. 374)



Sebastián de Horozco glosó el siguiente refrán en su "Teatro Universal de Proverbios":

Si bien te supo buelvete al regosto

Quando alguno es castigado
de manera que le escueza
como queda hostigado
no buelve mas al peccado
porque el miedo le desbeza.
Y quando a alguno sentimos
que el castigo le es angosto
como muchos de estos vimos
si bien te supo deçimos
buelvete luego al regosto.

Los siguientes versos se encuentran en el auto sacramental de Juan de Timoneda, titulado "La oveja perdida":

CRISTÓBAL
Tú sabrás qie mi ganado,
al tiempo que se crió,
pasció de un pasto vedado,
do, quedando regostado,
nunca el regosto perdió.
Viendo su duda y el mal
que hizo, por ser picaño,
siendo yo tan liberal,
fue mi paga sin igual
muy más cumplida que el daño.
Que si el justo precio diera,
y de más no diera nada,
mía fe, todo se perdiera;
ya ninguna oveja hubiera
que no estuviera prendada.
(Escena VI)

Fray Luis de Granada le dedicó un capítulo de su "Guía de pecadores"  (Iuan Pablo Manescal, Damian Bages, Francisco Trinchero y Hieronimo Genoues. Barcelona, 1585) a la imaginación. Comienza de este modo:

De la reformación de la imaginación

"Después destas dos potencias appetitiuas ay otras dos (si se suffre dezir) cognoscitiuas, que son imaginación y entendimiento; las quales corresponden alas dos precedentes, para que cada qual de los dos appetitos susodichos tenga su guia, y su conoscimiento proporcionado. Pues la imaginación (que es la mas baxa dellas), es vna de las potencias de nuestra ánima que mas desmandadas quedaron por el peccado, y menos subjectas ala razón. De donde nasce que muchas vezes se nos va de casa, como esclauo fugitiuo, sin licencia; y primero ha dado vna buelta al mundo que echemos de ver adonde está. Es también vna potencia muy appetitosa y cobdiciosa de pensar todo quanto se le pone delante, a manera delos perros golosos, que todo lo andan prouando, y trastornando, y en todo quieren meter el hocico , y aunque á veces los açoten y echen á palos, siempre se bueluen al regosto. Es también una potencia muy libre y muy cerrera, como una bestia saluaje, que se anda de otero en otero, sin querer suffrir sueltas, ni cabestro, ni dueño que la gouierne".
(Libro II "De la doctrina de la uirtud"; VII; pág. 305v)

El refrán de la "vieja y los bledos" lo saca a relucir Sancho en el capítulo LXIX de la segunda parte de "Don Quijote de la Mancha", titulada "Del más raro y más nuevo suceso que en todo el discurso desta grande historia avino a Don Quijote".
Cuenta Cervantes -o Cide Hamete Benengeli- en el capítulo anterior, cómo una piara de cerdos pasó con nocturnidad y alevosía por encima de los cuerpos de Don Quijote, Sancho y sus cabalgaduras, y cómo, al declinar de la tarde, fueron apresados por diez hombres de  a caballo y cuatro o cinco de a pie, que los llevaron presos hasta el castillo de los duques.  El nuevo suceso que se narra no es otro que una nueva burla a tan desventurados personajes. Se encuentra la hermosa doncella Altisidora, aparentemente muerta, sobre un túmulo con dosel negro, erigido en mitad del patio del castillo. Sobre  un estrado hay seis sillas. Dos las ocupan los duques; otras dos, Minos y Radamanto, jueces del infierno,y las siguientes, Don Quijote y Sancho.  Al escudero le visten como a un penitente del Santo Oficio, con burdo sayo y coroza. Habla Minos de la pena que ha de pasar Sancho Panza para volver a la perdida luz a la hermosa doncella; después Radamante entra en los detalles:

"-Ea, ministros desta casa, altos y bajos, grandes y chicos, acudid unos tras otros, y sellad el rostro de Sancho con veinte y cuatro mamonas. y doce pellizcos y seis alfilerazos en brazos y lomos, que en esta ceremonia consiste la salud de Altisidora. 
Oyendo lo cual Sancho Panza rompió el silencio y dijo: 
-¡Voto á tal, así me deje yo sellar el rostro ni manosearme la cara como volverme moro. ¡Cuerpo de mí! ¿qué tiene que ver manosearme el rostro con la resurrección desta doncella? Regostóse la vieja á los bledos. Encantan á Dulcinea, y azótanme para que se desencante: muérese Altisidora de males que Dios quiso darle, y hanla de resucitar hacerme á mí veinte y cuatro mamonas, y acribarme el cuerpo á alfilerazos, y acardenalarme los brazos á pellizcos. Esas burlas á un cuñado, que yo soy perro viejo, y no hay conmigo tus tus. 
-¡Morirás!  -dijo en alta voz Radamanto-.  Ablándate, tigre, humíllate, Nembrot soberbio, y sufre y calla, pues no te piden imposibles, y no te metas en averiguar las dificultades deste negocio: mamonado has de ser, acrebillado te has de ver, pellizcado has de gemir. Ea, digo, ministros, cumplid mi mandamiento; si no, por la fe de hombre de bien que habéis de ver para lo que nacistes!
Parecieron en esto que por el patio venían hasta seis dueñas en procesión una tras otra, las cuatro con antojos, y todas levantadas las manos derechas en alto, con cuatro dedos de muñecas de fuera, para hacer las manos .mas largas, como ahora se usa. No las hubo visto Sancho cuando bramando como un toro dijo: 
-Bien podré yo dejarme manosear de todo el mundo, pero consentir que me toquen dueñas, ¡eso no! Gatéenme el rostro, como hicieron á mi amo en este mesmo castillo: traspásenme el cuerpo con puntas de dagas buidas: atenácenme los brazos con tenazas de fuego, que yo lo llevaré eu paciencia, ó serviré á estos señores; pero que me toquen dueñas, no lo consentiré si me llevase el diablo".
(Págs. 1132-1133).

De Lope de Vega se conservan 470 obras de las mil que, aproximadamente, escribió. La trecena parte de sus comedias las dio a la estampa en el año 1620. Entre ellas se encuentra la que lleva por título "Los españoles en Flandes". La voz que estamos estudiando se encuentra en los siguientes versos, que transcribo con grafía actual:

Mirale Chavarría.

CHAVARRÍA
Bueno es esto, vive Dios.

ALEJANDRO
Mas espero cielo en vos,
que ayudéis las fuerzas mías.
No para que pueda al Sol
los caballos detener,
mas hallarlos, y correr,
¿qué me mira este Español?

CHAVARRÍA
Con linda forma se ha puesto
el buen hombre a descansar.

ALEJANDRO
Algo quiere preguntar.

CHAVARRÍA
Qué a lo grave, y qué compuesto
me mira el socarronazo,
que vive Dios que recelo
que me tomó mi herreruelo,
y que está escondiendo el brazo.
Al regosto volvería
en viéndome salir fuera;
oigan qué poco se altera
por vida de Chavarría.
Estoy por darle una coz,
que con silla como está
le eché en Flandes.


Don Benito Pérez Galdós escribió el participio pasado del verbo arregostarse en su obra "Carlos VI en la Rápita", uno de los Episodios Nacionales de la cuarta serie:

"— Poco á poco—dijo el cura, echándose atrás el gorro después de atizarse una copa del blanco vino.—No estoy porque á lo humano se le llame infierno... ¿Cómo pudo hacer nuestro Criador la Humanidad para el sufrimiento y la privación de sí misma? No, no: lo humano es obra de Dios como lo es lo divino... En fin, amigo Confusio, hablemos claro, y cada cual de lo suyo. No quiero meterme en filosofainas, sino presentar á usted hechos particulares míos, tan míos como mi cuerpo y rostro. La verdad y la ciencia están en lo que á uno le p asa, y lo demás es viento de sabidurías vanas... Pues á mí me ha pasado que no he podido echar de mí el amorcico de mujer... Entiendo que sin mujer no vive el hombre; y cuanto me digan en contrario téngolo por una pesada broma que nos quiso dar el judío Moisés, ó errata de imprenta de los sagrados Cánones. Nunca dijo Nuestro Señor Jesucristo de que los sacerdotes habíamos de vivir del aire de mujer, y nada más que del aire... ya usted me entiende... y en todo caso, paso porque ello sea mérito, obligación nunca... ¿No está usted conforme conmigo?
Asentí sin quitarme la máscara de mi timidez, pues esto en ningún modo me convenía, y con hábiles réplicas le incité á clarearse más y descubrirme todo su interior. Al desbordamiento de su sinceridad contribuía la frecuencia con que se atizaba vasitos y más vasitos de lo añejo. “¿No cree usted como yo que la mujer es una de las más apañadas creaciones de Dios?... ¿Me negará usted que ha nacido para recibir los obsequios del hombre, y que estos obsequios son la sembradura de las generaciones?... Cierto que en la gran caterva de mujeres las hay impertinentes, desabridas y fastidiosas, y de éstas debe huir el hombre de gusto; pero las hay también adornadas de mil encantos, ¿no es verdad? ¿Y no observa usted que hay mil y mil pobrecicas que quedan sueltas y horras, porque no se casan todos los hombres que debieran casarse? ¡Ay! el Arca del matrimonio es cada día más estrecha, y en ella no caben todas las parejas de animales, ó sea de hombre y mujer. Debemos mirar con caridad á las hijas de Dios que no han encontrado colocación en el Arca... Yo he sido bueno para ellas; las he amparado, y á muchas proporcioné buen casamiento después de tenerlas algún tiempo á mi servicio... A otras, que eran holgazanas, las he arregostado al trabajo; á las sucias, enseñé limpieza y curiosidad. Di de comer á las hambrientas, y á las ignorantes, como fieras cogidas con lazo, les di el pan de la enseñanza: lectura y escritura. He sido, aunque me esté mal el decirlo, un gran civilizador, y si me apuran, el buen pastor de esa parte del rebaño femenino condenada por el mundo á la pena capital de vestir imágenes.,,".
(Cap. XXII; págs. 219-221)

Rafael Cansinos-Assens publicó su obra "Sevilla en la literatura (Las novelas sevillanas de José Mas) seis años después de que Eugenio Noel diera a la imprenta "Semana Santa en Sevilla". La apreciación que ambos autores tienen de Sevilla y los sevillanos es similar, aunque se aprecia un tono más hiriente y resentido en el ensayo del escritor madrileño que en el del autor andaluz, Al fin y al cabo tuvo que salir por patas de allí, después de dar una conferencia contra el flamenco y los toros,
Escribe Rafael:

"Otro poeta notable de la era islámica, el sevillano Ibn Sara ¿no fué quien dijo estos desencantados y olímpicos versos ascéticos? 


Por ignorancia los mortales 
estiman a este mundo que es digno de desprecio; 
riñen por él unos con otros,
 riña de perros por un hueso. 

Esa fácil resignación ante el destino, esa propensión al renunciamiento, es una característica sevillana. El sevillano desea con tal avidez, que está en esa cúspide de las ambiciones en que es bello y fácil perder. Tiene la resignación fácil de los grandes jugadores. De ahí el rápido gesto con que sus figuras representativas, como don Miguel de Mañara, deponen la púrpura de los deseos y visten los sayales de la renunciación. Aunque también en este gesto de desprendimiento perdura el ansia de lo absoluto; ya que, en suma, cambian el mundo por Dios y los placeres por la santidad. Pero este romanticismo místico, esta poca fe en el destino y en los poderes de la voluntad, que no logran, es cierto, cambiar las cosas verdaderamente fatídicas, crea en el carácter sevillano un pozo de tristeza, un sedimento de melancolía tan sutil como ese regosto que sólo conservan copas privilegiadas y que trasciende en toda la literatura hispalense. Lá saeta, esa copla sagrada, fruto genuino del genio popular sevillano, está transida de esa melancolía atávica; y en ella podemos ver la aleación que ese genio hace de sus sentimientos con el metal divino, comunicándoles todas las virtudes de intensidad y grandeza del arte religioso. Pero ese exponente divino encuéntrase también en la copla popular y profana que exalta o lamenta el amor y celebra o plañe los goces de la vida, pues esa exaltación y el ritornelo de ciertos temas en esas coplas, acusan la presencia de esa divina amalgama, de igual modo que las leyendas coránicas entrelazadas en ciertos muros islámicos con los temas ornamentales. El romanticismo sevillano alcanza así la categoría religiosa, se depura y sublima, tocando la cima de la santidad después de haber apurado todas las rosas de los valles sensuales. Ese vergel hispalense está lleno del amor de Dios, no menos que los yermos y sus rosas repiten el divino anagrama. Alcanzan allí las pasiones tales grados de ardor, que justifican su nombre de pasiones, convirtiéndose en religiosas. Pasión, pasión tremenda, ojos en blanco y labios silenciosos, es el estado habitual de las criaturas de ese pueblo".
(Cap. I: "Ensayo de psicología sevillana"; págs. 14-15)

A Gabriel Miró debían de gustarse estas voces porque las escribe en algunas de sus obras; por ejemplo, en "Años y leguas". Cito de la edición de la Biblioteca Básica Salvat (1970)

"Al salir Sigüenza de su albergue bailó un rogle de primeros hombres: leñadores, labradores y el molinero. Bajaban los costales de trigo de las acémilas, los mulos de oreja pequeña y ávida, de ojos gruesos y espléndidos, que removían sus crines ardientes y su piel sudada para quitarse las centellas de los tábanos. En lo profundo del pinar croajaban los cuervos. Por las cuestas de sol venían los ganados al regosto de los nogales".
("Imágenes de Aitana": "Después del Paraíso"; págs. 174-175)

En "El humo dormido", cuenta:

"Llegó otro viernes, y el buen Francisco de Almudaina devolvió el perro ladrón al oracionero, contándole a gritos todo el oprobio. 
—¡Aquí nunca lo traigas! Y has de enmendarlo para bien tuyo... 
—Sí, señor; sí. 
Y Andrés humilló la frente y llevóse al acusado. ... 
Pero a la hora del dulce mendrugo escapábase el Noble; estaba regostado al bienestar y anchura, y aguardábale la moza de la masía".
("El oracionero y su perro"; pág. 131)

En su novela "Nuestro padre San Daniel", leemos;

"Llorando a voces, le contaban las madres los embustes de aquellas cédulas de castigo, Siempre eran por asaltar los rapaces los huertos de los señores y coger los zarcillos de las parras en cierne, los higos aún lechosos, las almendras no cuajadas, las serbas, las azufaifas, las granadas, las zamboas, los dátiles verdes; todas las frutas aún verdes y ásperas.
El penitenciario y el homeópata abominaban este delito y no se cansaban de pasar delaciones. Esas criaturas, protegidas de don Magín, arrancaban vorazmente la fruta verde sólo por que se sentían regostadas al hurto y al mal por el mal. Sus jardines eran de los más esquilmados, Pedían el escarmiento y no lo deseaban por la pacífica integridad de sus frutales, sino para bien de los mismos críos de San Ginés, que ya nacían con apetito pecador del cercado ajeno".
(III: "Oleza y el enviado"; cap. IV: "El arrabal de San Ginés"; pág. 203)

Camilo José Cela  puso la voz regosto al principio de una de sus "Escenas matritenses". Cito de la selección que incluyó en "Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricos":

"La querencia es como un venenosillo regosto del instinto, algo que se cuela en la sangre -igual que ciertas miasmas tropicales- y que dirige las piernas, aunque no quieran, hacia las defendedoras tablas de los buenos tiempos de la salud y la juventud. La querencia es el decorado de la antesala de la muerte, aquello que se busca porque ya se conoce y se supone hospitalario y funerario, cómplice y casi, casi fraterno".
(15: "La querencia"; pág.354)

El escritor gallego tuvo querencia a las putas...¡qué le vamos a hacer! No hay más que leer "San Camilo 1936" y otras obras suyas, como "Izas, rabizas y colipoterras". Francisco Umbral se lo recordó en una entrevista  memorable.
Al "venenoso regosto" vuelve a referirse en su novela "Mazurca para dos muertos":

"Ádega hace los chorizos con mucha regla y fundamento, lo primero es que el cerdo sea del país y criado al uso del país, con millo y un cocimiento muy espeso de coellas, patatas, harina de millo, pan reseso, habas y todo lo que pueda cocer y sea de sentido; también conviene que el cerdo tome el aire y haga gimnasia por el monte y hoce la tierra en busca de miñocas y otros animalitos. Se le debe sacrificar con herramienta de hierro dulce, no de acero, y según la costumbres conocida, es decir, con mala leche, con venenoso regosto y a traición, nadie tiene la culpa".
(Pág. 88)

¡Ah, la lectura, ese regosto incurable de los letraheridos!










REGOJO

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Fotografía: Ángel Arteaga (a)

Regojo es voz que no se encuentra en Covarrubias pero que sí recoge Autoridades, con estos significados:

"REGOJO s. m. El pedazo ó porción de pan, que queda de sobra en la mesa, después de haber comido. Lat. Frustum reliquum panis.

REGOJO. Se llama también al muchacho de pequeño cuerpo. Lat. Corpore brevis puer".

Inmediatamente después se encuentra la voz regojuelo, que define así:

"REGOJUELO. s. m. dim. El pedacillo ó fragmento del pan que queda sobrado, quando se come. Lat. Panis frustulum reliquum".

Ilustra esta voz con cuatro versos del Canto Segundo de la "Benedictina" (En la Imprenta de Artvs Taberniel. Salamanca, 1604), obra escrita en octavas por el  monje cisterciense fray Nicolas Bravo. La que nos interesa es esta:

El peñasco inclemente es blando lecho,
cielos, cortinas, colchas y tapetes,
el corto sitio para vn hombre estrecho,
palacios, salas, cámaras, retretes;
el traje monachal de pieles hecho,
es púrpura con oro en sus ribetes,
el seco regojuelo es Samio pauo,
faysan de Scythia, anguillas de Timauo.

Academia se atiene, en todas sus ediciones,  a lo dicho por Autoridades.
La definición de Rosal es esta:

"REGOJO. El Arabigo llama al mendrugo de pan Rauja y Raguagú".

El Esteban Terreros dice:

"REGOJO, REGOJUELO DE PAN, lo mismo que pedazo. Fr. Morceau. Lat. Frustum, frustulum, resegmen. It. Frusto. Por la analojía se suele acomodar á un muchacho pequeño".

El Pagés recoge las dos voces con las definiciones que da Academia y las ilustra con varios ejemplos literarios. Para la primera acepción  de regojo elige unos versos de Ercilla y dos párrafos de las obras de Malón de Chaide y del padre Isla.
La octava real, de Alonso de Ercilla, se encuentra en el Canto XXXV de la tercera parte de su gran poema épico, titulado "La Araucana". Es esta:

Como el montón de las gallinas, cuando 
Salen al campo del corral cerrado, 
Aquí y allí solícitas buscando 
El trigo de la troj desperdiciado; 
Que con los pies y picos escarbando 
Halla alguna el regojo sepultado, 
Y alzándose con él, puesta en huida, 
Es de las otras luego perseguida.

El fraile agustino Pedro Malón de Chaide (o Echaide) solo publicó una obra en vida. Es la conocida con el título de "Libro de la  conversión de la Madalena, en qve se esponen los tres estados que tvvo de pecadora, i de penitente i de gracia..." (En Casa de Hubert Gotard. Barcelona, 1588) El capítulo 48 lo comienza de este modo:

"Acabando de sentenciar Simon contra si mismo sin entendello, que es lo que cita el Apostol del S. Iob. Caçare yo (dize Dios) a los que presumen de sabios, i enrredallos en su astucia. Bueluese el Señor a la Madalena, i dizele a Simon. Ves esta muger? Entré en tu casa, i no me diste agua para mis pies, que es un refresco que se haze alos que llegan cansados; esta con lagrimas de sus ojos me los á lavado, i limpiado me los con su cabello. No allegaste tu carrillo al mio en señal de paz; i esta desde que entró no haze sino besarme los pies. No me ungiste la cabeça; Esta me á ungido los pies con agua de angeles. O Dios agradecidissimo, i quien no te sirue? Ombres aueis visto tal Dios? que apenas le aveis hecho el servicio, cuando le vereis hecho un pregonero de vuestras niñerias. Aculla san Martin que le avia dado media capa, dize que vio aquella noche a Cristo con su media capa a cuestas mostrandola alos Angeles, i diziendo, Mirad mue me á dado Martin. Quel sayo roto que distes al pobre, i el çapato viejo, i el regojo de pan lo sacara Dios aplaça el dia del juzio delante de todo el mundo, i dira, Esto me dio fulano".
"Tratado Primero"; pág. 254v)

La tercera cita no es de ninguna obra del jesuita José Francisco de Isla sino de la traducción que hizo de la novela "Gil Blas de Santillana", del escritor francés Alain-René Lessage, Salió a la luz  con este título harto elocuente: "Aventuras de Gil Blas de Santillana, robadas á España y adoptadas en Francia por Monsieur Le Sage, restituidas á su patria y á su lengua nativa por un español zeloso, que no sufre se burlen de su nacion" (4 t. En la Imprenta de Manuel Gonzalez. Madrid, 1787-1788) Firmó la traducción como  Joaquín Federico Issalps. No la vio publicada porque murió seis años antes.
 El texto citado se encuentra en el capítulo VIII del Libro II, que trata del "encuentro de Gil Blas y su compañero con un hombre que estaba remojando cortezas de pan en una fuente, y conversacion que con él tuvieron". En la citada edición la voz utilizada por el padre Isla es ´rebojo´, que, en su primera acepción, vale por "residuo de algunas cosas, en especial de pan":

"Comenzamos entonces a roer nuestros rebojos y las preciosas reliquias de la liebre, alternando con tan frecuentes topetadas a la bota, que en poco tiempo la dexamos enteramente vacía, sin que en todo este tiempo desplegase los labios ninguno de los tres".
(Pá.. 211)

Continúa el Pagés:

"REGOJO. fig. Muchacho pequeño de cuerpo.

....jugaba con mis mielgos, pues fuimos varios, todos regojos, de la misma cachillada, etc.
A. ROJO Y SOJO

REGOJUELO. m. d. de regojo".

Cita los versos del padre Nicolás Bravo y un párrafo de la novela de Jacinto Octavio Picón titulada "Dulce y sabrosa" (La España Editorial. Madrid, 1891):

"Fingió escucharlo todo sin darle importancia haciendo como que jugaba distraídamente con el regojuelo que había quedado sobre la mesa, pero en realidad estaba profundanente pensativo".
(Cap. XVIII; pág. 451)

Don Julio Cejador y Frauca  se ocupa de las dos voces en su "Tesoro...", y las ilustra con ejemplos literarios:

"REGOJO, parece diminutivo de errego, erregu, y es el pedazo sobrante de pan y metaf. el muchacho de pequeño cuerpo. A . ALV. Silv. Dom. 2 adv. 2 c. § 4: Les envía Dios su limosna de regojos y pedazos del cielo. J. ENC. 7: Son regojos y migajas/que se escuelan del zurrón.

REGOJUELO, dimin. de regojo, BRAV. BENEDICT. Canl. 2, oc. 112: El traje monacal de pieles hecho, / es púrpura con oro en sus ribetes,/el seco regojuelo es sámio pavo/faisán de Escitia, anguilas de Timavo. A. ALV. Silv. Dom. 4 cuar. 3 c: Cuando (al pobre) le das el regojuelo de pan".

El verso de Juan del Enzina se encuentra en la "Egloga representada en la noche de l Natividad de nuestro Salvador", incluida en el "Cancionero de todas las obras de Juan del Enzina, con otras cosas nuevamente añadidas"(Jorge Coci.Çaragoça, 1516) Son sus protagonistas dos pastores: Juan y Mateo. En un momento dado, dicen:

MATEO
O lazerado pastor
delos mas ruynes del bato
avn no vales por un pato
y tieneste en gran valor.

JUAN
Desmuele ya pecador
essa embidia que en ti mora
que avn ternias mas rencor
si supiesses la lauor
que a nuestrama traxe agora.

MATEO
Dexate dessas baraxas
que poca ganancia cobras,
yo conozco bien tus obras,
todas no valen dos pajas.

JUAN
No has tu visto las alhajas
que tengo so mi pellon
essas obras que souajas
son regojos y migajas
que se escuelan del çurron.

Sobre estos versos, don Marcelino Menéndez Pelayo sostiene lo siguiente en su "Historia de la poesía castellana de la Edad Media" (3 t. Librería General de Victoriano Suarez. Madrid, 1911-1916):

"De varias poesías insertas en una u otra de las ediciones del Cancionero, como los famosos Disparates trovados, la Justa de Amores, y la Tragedia a la muerte del Príncipe Don Juan, se conocen ediciones sueltas; y de seguro hubo más, en esa forma de pliegos sueltos, que fué durante el primer tercio del siglo XVI el vehículo principal de nuestra poesía popular y popularizada. Ya antes de 1496 corrían mucho, no sabemos si de molde o de mano, las composiciones de Juan del Enzina, y había quienes se las usurpaban y corrompían , y otros que se burlaban de ellas y de su autor. De estos detractores y maldicientes se queja él bajo su acostumbrado disfraz de pastor, en una de sus Representaciones, prometiendo sacar para Mayo (de 1496) la copilación de todas sus obras".
(Vol. 3º; cap. XXV: "Juan del Enzina..."; pág. 246) 

Corominas dedica una página de su "Diccionario..." al estudio de esta voz. Entre otras cosas, dice:

"REGOJO, ´porción sobrante de pan´, origen incierto; la forma antigua rocoxo y la gallego-leonesa regoxo, regoxa, obligan a descartar toda relación con repudiare o con recoger (que es recoller, -oyer, en estas regiones); como en Sanabria regoxa significa ´cantero o punta del pan´podría sospecharse que derive del latín coxa, gall.-port. coxa,´muslo´, aunque esto es inseguro. 1º doc.: rregoxa, rregoso, 1475, G. de Segovia (p. 51)".

Cita a Palencia, Ercilla, Malón de Chaide, y Autoridades. Añade:

"Hoy está lejos de ser palabra de uso general; no recuerdo haberla oído nunca (lo corriente es mendrugo o zatico), y aunque la Acad. no la califica de regional, sólo puedo localizarla en tierras leonesas y gallegas. (...)".

El Manuel Seco sólo ofrece la primera acepción de esta voz:

"REGOJO. m (raro) Trozo de pan que queda sobrante del que se ha partido para comer.// FVIDAL SYA 9.7.88, 7: Durante la comida estiró su brazo derecho, colocó su mano sobre la mía abandonada en la mesa, jugando con los regojos de pan esparcidos junto a mi plato".

El "Diccionario práctico de gastronomía y salud" (Ediciones Díaz de Santos. Madrid, 2011), de Miguel J. Jordá, recoge esta voz en plural, con esta definición:

"REGOJOS: Trozos de pan sueltos, que suelen quedar encima de una mesa, antes de retirarlos, para servir el postre, salvo que este sea una tabla de quesos, en cuyo caso se dejará la posible cesta del pan, así como la mantequilla y la sal. (...)".

Xosé Luis Franco Grande dice en su "Diccionario Galego-Castelan e Vocabulario Castelan-Galego" que  los regoxos son el "pan de boda, que también se llama canelo.// Regueifa".

A la regueifa la define de esta manera:

"REGUEIFA. s. f. Pan de boda, pedazo de pan de trigo como de una libra.// Cantares con que los muchachos jóvenes que concurren a la regueifa se disputan el reparto del roscón de la boda. Canelo, regoxos".

El "Diccionario General de la Lengua Asturiana"  on line, define así la voz regoxu:

"REGOXU.- 1. Regojo.// Pedazo de pan duro.// Mendrugo de pan.// Trozo de corteza con miga, cortado por el canto de la hogaza.// Corteza de pan de la esquina cuando está bien dorado".


Fotografía:Ángel Arteaga (a)

El  obispo franciscano de Mondoñedo, fray Antonio de Guevara, puso este vocablo, al menos, en dos de sus obras. En el final del prólogo de su  "Oratorio de religiosos y exercicio de virtuosos" (Juan de Villaquiran. Valladolid, 1542), escribe:

"Las riquezas de sus pensamientos offrece el monge al señor, quando se acuerda de los grandes propositos que a la religion truxo, y dela estrecha profession que en manos del perlado hizo; de manera, que siempre tiene en pie el heruor que truxo, y siempre tiene cuenta con la profession que hizo, Colligite fragmenta, ne pereant et collegerunt reliquias fragmentorum, dixo Christo a sus discipulos, como si dixera, Yo he hecho lo que es en mi mano, es a saber, que he bendecido los peces, he multiplicado los panes, y he hartado a todos estos pueblos, resta agora que vosotros cojays todos estos pedaços que han sobrado, y recogays las migajas que se han caydo, porque mas valen los regojos que sobran a mi mesa, que quanto el mundo tiene en su casa. Mucho es aqui el ponderar, el cuydado que tiene el señor de que le cojan los mendrugos que sobraron, y de que no se le pierdan las migajas que se cayeron, teniendo tanto pan perdido, y tanto trigo podrido, es a saber, tantos pueblos en manos de tiranos, y tantos reynos en poder de Turcos, tanta hazienda en manos de auaros, y aun tantas dignidades en poder de hombres perdidos. Muy bien vee Christo que le tienen los malos mucho robado, y que le tiene el demonio mucho occupado, y que es tan poco lo que el tiene, que de vn cahiz a penas la cabe vna hanega, y dela hanega a penas le dan vn celemin, y del celemin a penas le dan vn pan, y de vn pan no le cabe sino vn regojo, y de aquel regojo se le caen aun algunas migajas, las quales el quiere que con gran solicitud se cojan, y entre las reliquias de sus thesoros se guarden. Quando el buen Iesu dixo, Ego sum panis viuus que otra cosa quiso dezir, sino que el era el pan biuo, el era el pan verdadero, y que el era el pan eterno. Los pedaços deste pan fueron los varones religiosos que instituyeron religiones aprouadas, y las migajas destos panes son todos los religiosos perfectos, los que fueron escogidos de entre todos los mundanos, y puestos enlos monesterios como en unos canastillos, porque no fuessen delos malos tropellados ni delos vicios vencidos".

En el mismo año y de la misma imprenta salió publicada la segunda parte de sus  "Epístolas Familiares". En una de ellas avisa a los religiosos que no sean propietarios. Su ´Razonamiento´ comienza así:

"En la vida monástica y religiosa cada día se quexan los que estan en ella, de las tentaciones que passan, de las abstinencias que hazen, del silencio que guardan, y del encerramiento, que tienen; y si por otra parte supiessen ellos, qué bienes ay en la religion, y qué secretos en la perfecion, no llorarían los trabajos, que alli passan, sino los grandes gustos, que de Dios pierden".
(2ª parte; pág. 100)

Un poco más adelante, dice:

"El santo propheta Helias, quando debaxo de vn arbol pidió a Dios que le socorriesse, o que le matasse, iua huido de Iezabel, y cansado del camino y aun hambriento de muchos dias; mas al fin socorriole Dios con vn poco de pan y agua; lo qual le dio tan grande esfuerço que caminó quarenta dias y oluidó todas las angustias pasadas. O quanto va á comer de la mano del Criador, á comer de la mano de la criatura, pues vemos que con vn regojo de pan negro, ceniziento, seco, dessabrido, solo, y á solas, no solo el buen Helias se hartó, mas aun se recreó y regaló; de manera que para el religioso perfeto mas vale la ceniza de Dios que no la harina del mundo".
(Pág. 101)

"De la vida de sor Bernardina de los Angeles, religiosa Descalça" se titula el capítulo XVI de la "Relacion Historica de la Real Fundacion del Monasterio delas Descalças de S. Clara de la villa de Madrid...." (Luis Sanchez. Madrid, 1616), obra escrita por fray Juan Carrillo. Allí leemos lo siguiente:

"En la abstinencia era estraña, porque jamas comía cosa que le pudiesse saber bien; y quando no podía dexarla de comer por no faltar a la obediencia, echaua agua, o mezclaua ceniça. Siempre endaua buscando regojos de pan, aunque fuesen duros y secos, y aquellos ponía en su racion del Refectorio, y assi casi nunca tocaua al pan entero; y si algun buen pan le ponían, guardaualo para las enfermas y necessitadas, y esto era casi cada dia".
(Pág. 106)

Tan ascético como sor Bernardina fue el sacerdote Vicente Ferrer, según nos cuenta fray Antonio de Remesal en su "Historia General de las Indias Occidentales, y particvlar de la Gouernacion de Chiapa, y Guatemala" (Por Francisco de Abarca y Angulo. Madrid, 1620):

"Al mismo tiempo murió en Coban el P. F. Vicente Ferrer, vno de los primeros padres que vinieron a esta Prouincia. Era hijo del conuento de Predicadores de Valencia, y deudo muy cercano del glorioso S. VicenteFerrer Apostol de Iesu Christo, como vno de los que escogio en el monte. Y por esta razon quando fue a estudiar al conuento de S. Esteuan de Salamanca, no se le lleuó contribucion del sustento. En España, y en esta Prouincia, no quiso tener el nombre y parentesco ocioso, sino imitarle en todo lo que le fuesse possible, disponiendose para recebir  en esto la gracia del Señor con muchas y muy excelentes obras. Las virtudes que resplandecieron mas en el, fueron la santa pobreza, amor y caridad con los proximos. Nunca tuuo mas libro que vn Breuiario, y vnas Oras. Quando auia de predicar estudiaua en la libreria comun, ó en los libros que pedia prestados. La cama era vna tabla dura, cubierta con vna esterilla muy delgada, que le seruia de colchon. Y de colcha y cobertor, vn pedaço de manta de vna vara en quadro, con que se emboluia los pies. La capa doblada por sus tercios era la almohada, y por sola ella tenia que entrar en la celda, quando el Perlado le embiaua a alguna parte. Y si se auia de detener fuera de casa algunos dias, yua á la comunidad por vna tunica, y vestiasela sobre la que traya, y assi no habló con el la ley de los Indios de carga. Los vestidos que traya eran limpios, pero muy pobres, y remendados, y los interiores tan rotos y andrajosos que con algun peligro de la mucha compostura se podia alçar los abitos para passar algun rio, o entrar en algun lodaçal.
Entendiose en la Prouincia por algunos Religiosos particulares que lo notaron, que tenia hecho voto de no comer cosa que no fuesse de limosna, porque entrando en los pueblos, ó el la yua a pedir, ó si estaua ocupado en dezir Missa, predicar, ó confessar, embiaua algun niño que se la pidiesse, escondiendo esto del compañero, pero todo se sabia. Quando estaua en el Conuento era lo mismo. Sentauase á la mesa, sacaua con mucha modestia, y muy recatadamente algunos mendrugos de la manga, y aquello comia, porpocionando el tiempo con el de la mesa comun. Y lo que le dauan, con la misma disimulacion hazia que lo comia, y al passar el seruidor de la mesa lo sacaua a la orilla para que lo lleuassen á los pobres. Sucediole salir con su compañero de Guatemala á vn pueblo que administra la Orden, seys leguas de alli, que se dize San Martin, el Padre fray Vicente no pudo desayunarse, que le faltó la limosna, y el compañero acostumbrado á poco menos ayuno que el, comio casi nada, pero preuinose con echar vnos regojos de pan en la manga, y fue desman. Que en aquel tiempo no se usaua tal cosa.  Llouioles mucho en el camino, y el que de suyo es malo y lleno de barrancas. Hizose peor con el agua, y detuuo con sus malos pasos á los Religiosos mas de lo que entendieron. Llegaron a san Martin de noche, mojados, enlodados, perdidos, hambrientos, y para remediarlo todo, no hallaron el que tenia cuenta de la casa, ni persona despierta en el lugar. La llaue parecio, pero no quien diesse al muchacho del Padre fray Vicente, ni media tortilla de limosna para cenar. Dio gracias á Dios, y mojado como estaua se emboluio en vna estera, y se echó  sobre vna tabla. Acordose el compañero del pan que auia echado en la manga, y sacole muy contento, pusole sobre la mesa, con vn jarro de agua, y llamó al Padre fray Vicente, que á las diez de la noche almorçase, comiesse, merendasse y cenasse todo junto, con su pan y agua. Leuantose, començó á comer, y viendole el compañero que lo hazia con gana, le dixo, Al fin Padre Fray Vicente, linda cosa es. Aue de tuyo. Como si le dixera que tenia rexalgar en la boca, arrojó el pan que estaua mazcando, y sin dezir palabra se boluio a emboluer en la estera, en que passó toda la noche, mas en oracion que en sueño".
(Libro décimo; cap. V; pág. 602)


Fotografía: Ángel Arteaga (c)


Interesante, cuanto menos, es lo que escribió José Fernández Bremón en su "Crónica General", publicada en "La Ilustración Española y Americana", el 15 de octubre de 1901:

"En Madrid, el problema es más general. Se trata de reunir firmas y promover juntas contra el impuesto de consumos; se piden opiniones, que todas coinciden en que es malo, pero como recurso no le sustituyen; hay quien propone gravar los alquileres, que es también detestable, porque obliga á las familias á estrecharse, con perjuicio de la higiene; timbres de venta, que es trasladar el resguardo al mostrador, y entregar el tributo á la buena fe de los vendedores, que si los hay de conciencia, no faltan algunos como el industrial á quien sorprendieron días pasados disponiéndose á guisar algunas arrobas de sardinas podridas, ó de los compradores que al menor descuido del tendero se guardan una lata.
— Para abaratar la vida. 
—No es fácil, si no se hace una trasformación en el método de venta. 
En Madrid, por ejemplo, no son los consumos los que encarecen más las subsistencias: contribuyen sólo en parte; lo grave y delicado es el número imponente de intermediarios entre el introductor y el consumidor, asociados en forma de cadena; sin entrar en pormenores, salta á la vista un hecho indudable: el número excesivo de tiendas de comestibles; con la mitad podría surtirse el vecindario, y si sumásemos los gastos de alquileres, dependencia y ganancias que necesitan esos comercios sobrantes, veríamos que esto es una carga que pesa sobre el vecindario.
—¿Y cree usted que, hecha la demostración, se retirarán por equidad esos mercaderes? ¿Que dejarán de sisar nuestras domésticas? Lo malo del caso es que cada grano de trigo tiene un intermediario para que se convierta en harina; otro al heñir la masa que forma; otro para cocer el pan otro en el mostrador de la tahona; otro para llevarlo á las casas, y un vigilante que entalega el regojo y lo vende en los criaderos de cerdos y gallinas".

Doña Emilia Pardo Bazán escribió esta voz en un cuento titulado "La Deixada" ("Cuentos de la tierra"):

"Nadie le robaría el bien de la soledad; nadie turbaría su pacífico goce, ni se acercaría a ella para sorprender el espanto de su figura, en medio de la magia de una naturaleza libre y serena, entre el encanto de los atardeceres que tiñen de vivido rubí las aguas de la ría. Pensaba el religioso cuan grato fuera para él vivir de tal modo, lejos de los hombres, leyendo y meditando. ¿Quién se arriesgaría a visitar a «la Deixada»? Una idea le asaltó. «La Deixada» era, seguramente, una leprosa...
Aquella enfermedad que se pega «sólo con el mirare»; aquel esconderse del mundo, como si el mostrarse fuese un delito... ¿Qué otra cosa? Y el andrajo humano, no obstante, tenia un alma. Sabe Dios desde cuándo aquel alma no había gustado el pan. El cuerpo enfermo se sustentaba con cosas sabrosas, regojos de banquetes opíparos; el alma debía de tener hambre, sed, desconsuelo, secura de muerte. La verdadera «Deixada» era el alma... Y el religioso se decidió, después de breve lucha con sus sentidos".
(Pág. 118)

Concha Espina puso esta voz en su novela "La esfinge maragata":

"Están de sobremesa las cuatro mujeres de la casa, después de cenar. Alcanzaron permiso los rapaces para correr un rato al fresco de la noche, y ellas parecen detenidas por una involuntaria laxitud. 
El cansancio y la tristeza ponen su languidez amarga sobre aquellas actitudes de indecisión y cortedad; el humo las envuelve y el silencio las colma de profunda melancolía. 
Abre la abuela en prolongado bostezo su desdentada boca, y la voz suave de Florinda insiste: 
–Marinela sanará si seguimos cuidándola... 
Ramona interrumpe sordamente: 
–No sana, como la bruja no la ensalme. 
–¡Pero si está mucho mejor!... ¿Verdad, Olalla?–. 
La aludida se estremece lo mismo que si volviera de un desmayo o despertara de un sueño. Hay que repetirle la pregunta y explicarle el asunto de la conversación; sólo entonces dice con vaga certidumbre: 
–La meiga puede sanarla. 
–¡Por Dios!... La tía Gertrudis no es meiga. ¿Tú también vas a dudarlo? 
Se encoge de hombros la maragata rubia, igual que suele hacerlo su madre. Parece que las sensaciones delicadas son ya desconocidas para la moza, como si con los músculos y la voluntad se le hubiese endurecido el corazón, palpitando sobre la mies. 
Ramona espabila el candil, junta impaciente los regojos de pan en un pico de la mesa, y no pudiendo contener el ímpetu de las indignaciones que la obligan a moverse, prorrumpe: 
–¿Conque no es meiga la tía Gertrudis?... ¿Cómo padeces tú el aojo de la su vista, sino en la salud en tantas de cosas?... ¿Quién trujo al forastero trufaldín y te aquerenció con él?... ¿Quién te ofusca para no reamar a un pretendiente de la garrideza de Antonio?... ¡Ay, rapaza; afánate por tu prima y verás lo que consigues, si no logras trincar la intención que nos ofende!"
(Cap. XVIII: "La heroica humildad"; págs. 191-192)

"La nena de la tos ferina" tituló Gabriel Miró el último capítulo de su "Libro de Sigüenza". Escribe:

"Vuelve Sigüenza a su provincia después de veinte años.
...Olor y regusto de hierro y de hulla. Hierro inmóvil de la osamenta articulada de la estación. Carriles mellizos que principian a caminar hacia la lejanía, rajando paralelamente el campo. Hierros de placas giratorias, de faros cabezudos. Hierro de locomotoras que han criado en la fungosidad de los túneles una puel vieja y sudada. Y gorriones, gorriones de herumbre y escoria, gorriones ahumados, que tienen la querencia en las jácenas, y vienen a picar regojos y mondaduras que han barrido de los vagones los mozos de limpieza; pájaros ferroviarios, de fundición y estruendo; avecitas modernas, que trocaron el parral, el ejido y el otero por los muelles y almacenes de mercancías de una estación de ferrocarril".
(Pág. 234)

"El oracionero y su perro" tituló un capítulo de su obra "El humo dormido". Comienza así:

"No recuerdo de otra masía que diese tan cabal idea de reposo como la de Francisco de Almudaina. Casa torrada y grande, con su parral profundo, de viejos pilares como un claustro; tierras anchas y gruesas de pan, y en las lindes, los cerezos de bóvedas olorosas, que llevan la cereza de carne dura y fría, la cereza que ha de comerse mordiéndola como una poma, la cereza que entre los dientes de la mujer nos hace pensar en la inocencia de todo lo contrario. De estos árboles se enviaban ramos encendidos de fruto a don Emilio Castelar y al Arzobispo de Valencia. 
No faltaba la encina, inmóvil y vetusta, junto a la masía. ¡Todo qué firme y sosegado! Hasta el orden para colgar los aperos de las pértigas hincadas en el muro, y para subir y doblar la soga del aljibe, y el frescor y la gracia de la cantarera, probaban la serenidad y quietud de costumbres de la familia labradora, dechado escrupuloso de amor a Dios, al prójimo y a sí mismo. Pasaba el Rosario todas las noches; se añadían los «Dolores» los viernes; socorríase a los mendigos los sábados con regojos y rebanadas de la cochura del martes; había colada los lunes, y bailes y tonadillas los domingos. Un mastín era el feroz meseguero; otro, guardaba los frutales, y un gato recorría primorosamente las trojes y bodegas".
(Págs. 122-123)


Camilo José Cela dedicó  el séptimo retrato de su serie "Los ciegos" a "Carolo Vega, alias Triquiti". Allí utiliza esta voz con el sentido de su segunda acepción. Cito del libro "Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricos":

"A Carolo Vega, alias Triquiti, de pequeño le quedó una pata seca, de un paralís que le dio. Lo cierto es que tampoco se le notaba demasiado. Los defectos se ven más y con mayor descaro en los mozancones cumplidos (alabarderos, cabos de gastadores, etc.) que en los regojos sietemesinos y espirituados".
(Pág. 253)

Andrés Trapiello dedicó unas pocas líneas a esta voz en  "El arca de las palabras", una sección que, durante un tiempo, publicó en el periódico "La vanguardia". Corresponde al lunes, 14 de febrero de 2005:

"Hay que mirar con mucha piedad los regojos o pedazos de pan que quedan en la mesa después de haber comido: todos y cada uno de ellos tienen la forma de nuestra calavera".

A su novela "El final de Sancho Panza y otras suertes"  le dediqué unas lineas en el blog Final de Página. Sin duda se trata de una digna continuación de "Al morir Don Quijote". 
Trapiello escribe la voz que estamos estudiando en el capítulo tercero de "El final..." Entra el señor De Mal en casa del difunto hidalgo, y...:

"Halló la sala como la había encontrado esa mañana el mozo Matías, sepultada en un silencio mortal, los arcones desentrañados de sus linos y anascotes, el bufete con las llaves puestas, chapines viejos desparejados por el suelo, y en la mesa los tristes relieves de la cena. Paseo el señor De Mal la mirada por aquellos duros regojos buscando algo que le resarciese de la que a su juicio no era en absoluto una deuda lezne y no halló otra cosa que lo dicho, y un pliego con su sobrescrito en el pequeño contador, apoyado en un velón de dos llamas".
(Pág. 29)








REGATÓN

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El regatón no es el primo hermano del reguetón, pero se parecen;  primero, por su afinidad fonética, y, segundo, por la capacidad que tienen de hacer daño a las personas si se utilizan de una manera desaprensiva: el primero puede lacerar cualquier parte de nuestro cuerpo, y el segundo a los oídos, propios o ajenos.
No sé si ustedes lo notan pero algunas entradas de Palabraria, según las voy escribiendo, se van impregnando de la particular banda sonora de la calle. Si madrugo, rayando el amanecer, el guirigay de los gorriones despiertan de su letargo a Covarrubias o desenredan el sueño de los padres jesuitas que formaron parte de la primera hornada de Académicos de la Lengua; si, en cambio, las inicio por la mañana, después del desayuno, puede que oigan, entre párrafo y párrafo, los gritos de la loca del balcón, o los portazos de mis queridos vecinos o el ruidoso mecanismo de los camiones de la basura; al mediodía, lo normal es que cada línea se empape de las campanadas de la iglesia parroquial y, por la tarde, después de la siesta, la callejera banda sonora  es, casi siempre, musical y perruna. Comienza con Estopa a toda pastilla, sigue con canciones de los ochenta a todo trapo, y termina, desde otras ventanas, con la piojera del reguetón o la basura del trap a todo volumen. Los ladridos de las jodidas mascotas ponen el contrapunto altisonante y reiterativo, desde las ventanas, las aceras o el interior de las casas. Poner remedio a toda esta desafinada orquesta es complicado. Sólo se me ocurre la retirada vida monástica en la añorada cartuja benedictina pero, lo siento, ya no estoy para maitines, ni tercias, ni sextas ni vísperas.
.
Covarrubias recoge dos acepciones de esta voz. A saber:

"REGATON de lança, vide supra recaton.

REGATON, el que compra del forastero por junto, y reuende por menudo, de re y cautus, a, tum por la solicitud, y solercia que tiene en sacar ganancia dela mercaduria. Regatear, procurar abaxar el precio de la cosa que compra es muy del regaton".

Nos vamos a ver la voz recatón. Dice:

"RECATON, es el estremo de la lança, opuesto al hierro. Lat. contur. Dixose recaton, quasi reconton del dicho nombre contus a cunctando, porque el hombre de a cauallo quando ha de entrar en el agua tienta primero con el cuento de la lança la profundidad que tiene; y el varal del barquero por la mesma razon se llama contus".

Autoridades también se ocupa de las dos acepciones de esta voz, cita a Covarrubias y las  ilustra con dos ejemplos literarios.

"REGATON. s. m. El que compra por junto del forastero para revender por menor. Covarr. dice trahe su origen de la particula Re, y del Latino Cautus, por la solercia y cuidado que se pone en utilizarse en lo que se vende. En otras partes le llaman Regatero. Lat. Propola".

El Título decimocuarto del Libro V de las "Leyes de Recopilación" está dedicado en su totalidad a los regatones. Autoridades cita la Ley I, dictada, primeramente por el rey Juan I, en las Cortes de Castilla celebradas en Briviesca en el año 1387, y ampliada por los Reyes Católicos, en las Cortes de Toledo de 1480. Dice así:

 Prohibición de comprar viandas y pan los regatones á cinco leguas de la Corte para revender.

"Porque la nuestra Corte sea mas abastada de viandas, defendemos, que ningún regatón ni otra persona sean ossados de comprar en nuestra Corte, ni á cinco leguas en derredor, viandas algunas para revender; conviene a saber, pan cocido, ni trigo ni cebada, ni avena ni otro grano, ni paja ni legumbre, ni carne muerta ni viva, ni pescados frescos ni salados, mayores ni menores, ni de mar ni de rio, ni otra vianda alguna; i qualquier que contra esto fuere, que le den sesenta azotes, i pague seiscientos maravedís, i pierda lo comprado, i aya la mitad dello el acusador; i qualquier persona los pueda acusar: i otrosí, que el Juez de su oficio haga proceder en este caso, si no hubiere acusador; confirmáronla el Rei i Reina en Toledo, i mandaron que en la pesquisa, i execucion de ella entiendan todos los Alcaldes, que á la sazón residieren en la Corte; i, si ellos fueren negligentes, que los del Consejo entiendan, i provean en ello".
(Pág. 768)

A esta Ley le siguen  nueve más.
El segundo ejemplo que incluye Autoridades está sacado de la "Historia General de España", del padre Juan de Mariana:

"El ejército de España por estar falto de gobierno se hallaba flaco, sin nervios y sin vigor; efecto proprio del ocio y de la lujuria. Para remediar este daño dejó Scipion en Italia a Marco Buteon su legado, que guiase la gente que de socorro llevaba, y él lo mas presto que se pudo aprestar, partió para España , y en ella con rigor, cuidado y diligencia, en breve redujo el ejército á mejores términos. Porque lo primero despidió dos mil rameras que halló en el campo; asimismo despidió de regatones, mercaderes y mochilleros otro no menor número, ni menos dado á torpezas y deleites. Por esta manera limpiado el ejército de aquel vergonzoso muladar, los soldados volvieron en sí y cobraron nuevo aliento; y los que antes eran tenidos en poco, comenzaron á poner á sus enemigos espanto".
(Libro III; cap. IX: "Cómo Scipion hecho cónsul vino a España"; pág. 115)

Continúa Autoridades:

"REGATÓN. Se llama tambien el que regatea mucho. Lat. Pretii altercator.

REGATÓN. En la lanza. Vease Recatón"

Esta voz Autoridades la define así:

"RECATÓN. s. m. El cuento de la lanza, ó la birola que se pone en él. Lat. Contus, vel ipsius, rotunda lamella.

RECATÓN. Se toma tambien por lo mismo que Regatón".

Autoridades también recoge las voces regatonear y regatonería.
Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que dice:

"REGATON, NA. adj. El que vende por menor los comestibles que ha comprado por junto. Usase tambien como sust. Propola.

REGATON. El que regatea mucho. Pretii altercator.

REGATON. s. m. El casquillo, cuento ó virola que se pone en el extremo de las lanzas, bastones, etc. para mayor firmeza.

En la edición de 1914 añaden una acepción más:

"REGATÓN. (...) Hierro de figura de ancla o de gancho y punta, que llevan los bicheros en uno de sus extremos".

En la Edición del Tricentenario, última consultada, esta voz queda definida de este modo:

"REGATÓN. (De or. desc.) 1. m. Casquillo, cuento o virola que se pone en el extremo inferior de las lanzas, bastones, etc. , para mayor firmeza.// 2. m. Hierro en forma de ancla o de gancho y punta, que tienen los bicheros en uno de sus extremos.

REGATÓN, NA. (Der. de regatear.)  adj. Que vende al por menor los comestibles comprados al por mayor. Ú. t. c. s. // 2. adj. Que regatea mucho. Ú. t. c. s.".



Esta voz ya aparece enNebrija (1495-1516) con el significado latino de ´minitus mercator´. También  recoge las voces regatonear y regatonía. Rosal(1611) se explaya más:

"REGATON ó Recaton, el que compra para vender, ó vende lo que compró, es Recapton, de Recaptare, Latino, porque es segunda venta. Pero Regaton de lanza es Recazon, que otros dicen Recaz, de calc, latino, que es pie ó cabo; y de alli al cabo del Arcabuz llaman Caz".

Fray Esteban Terreros recoge en su "Diccionario castellano de las voces de ciencias...." los vocablos regateador, regatear, regateado, regateo, regatonía, regatería, regatonear, regatonería, y regatón o regatero. De este último, dice:

"REGATON, O REGATERO, el que compra por junto para vender por menor. Fr. Regrattier, fructier, frippier. Lat. Propola. It. Rigattiere, rivenduglio. V. Revendedor.

REGATON, el que regatea mucho lo que compra, ó vende. Fr. Barguigneur. Lat. Propretio constituendo altercator. It. Rigattiere.

REGATON. V. Esponton y recaton.

RECATON DE LANZA, PICA, etc. el cuento de ella, el lado opuesto á la punta. (...)

ESPONTON. (...) Es una especie de lanza, ó media pica, que usan los Oficiales de Infanteria; consta de una hasta,ó mango, de mudarra, que es una especie de cuchilla de dos cortes en triangulo, y que acaba en punta para herir, y de regatón, que es el hierro, que sirve de virola para que no te abra el hasta".

Los diccionarios en línea de la web de la RAE no añaden nada nuevo a lo ya dicho por Academia. El Pagés, como casi siempre, ilustra las acepciones de esta voz con varios ejemplos literarios. Para la primera acepción, la que se refiere al "casquillo... de las lanzas",  se vale de varios párrafos de tres textos diferentes. El primero se encuentra en la obra de Antonio de Trueba titulada "Madrid por fuera" (Agustín Jubera. Madrid, 1878) El libro consta de una Introducción y seis partes. La primera se titula "Hacia el Poniente". Sus primeros capítulos se los dedica a San Isidro, El cuarto capítulo lo titula "La fuente milagrosa historiada por mi madre". Comienza de este modo:

"La fuente de San Isidro era el recuerdo del Santo que más escitaba mi curiosidad, así cuando mi madre narraba los milagros del bienaventurado labrador, como cuando me acercaba al teatro de aquellos milagros. 
El de la fuente maravillosa le narraba mi madre en estos términos, conformes en lo sustancial con la tradición y la historia del Santo. 
—Un dia que hacia mucho calor estaba San Isidro trabajando en el campo, y su amo Ivan de Vargas, que era un rico y buen caballero de Madrid, cuya villa dista apenas media hora del sitio donde el santo trabajaba, fué á ver si la labor cundía, porque le habían dicho que Isidro la abandonaba con frecuencia para irse á rezar á las ermitas y entretenerse en simplezas con los pájaros.
Desde la ribera del Manzanares vio Ivan á su criado arando en la heredad que estaba en un alto, y no satisfecho con esto,,quiso examinar la labor para cerciorarse de si iba ó no en regla. Llegó muy sofocado por el calor y la cuesta, y así que vio la labor y quedó completamente satisfecho de que era mucha y buena, y descansó un rato, preguntó á Isidro si tenia agua, pues estaba sediento. Isidro le contestó que no, porque aun no habia ido su esposa María á llevarle la comida y la cantarilla de agua, pero le señaló con la aijada un sitio próximo de la falda del cerro, diciéndole que allí encontraría una fuentecilla. 
Fué Ivan al sitio que su criado le habia un alto, y no satisfecho con esto,,quiso examinar la labor para cerciorarse de si iba ó no en regla. Llegó muy sofocado por el calor y la cuesta, y así que vio la labor y quedó completamente satisfecho de que era mucha y buena, y descansó un rato, preguntó á Isidro si tenia agua, pues estaba sediento. Isidro le contestó que no, porque aun no habia ido su esposa María á llevarle la comida y la cantarilla de agua, pero le señaló con la aijada un sitio próximo de la falda del cerro, diciéndole que allí encontraría una fuentecilla. 
Fué Ivan al sitio que su criado le habia indicado, y como no encontrase allí fuente ninguna ni señales de agua, sino por el contrario, una peña seca, enteramente seca y árida, se volvió muy incomodado, riñendo á Isidro porque se habia divertido con él engañándole.
Isidro le pidió perdón, se disculpó diciéndole que él creía haber visto agua en aquella peña, y le rogó que fuese con él al mismo sitio. 
Fueron en efecto los dos, y no encontraron agua ninguna. Como Ivan comenzase á enfurecerse aun más que antes, creyendo que su criado se complacía en burlarse de él, Isidro dio un golpe en la peña seca con el regatón de la aijada, diciendo:—«Cuando Dios quería, aquí fuente había;» y al punto brotó de la peña un abundante y fresco raudal de agua perenne".
(Págs. 38-39)

La segunda obra citada es la novela del padre Coloma titulada "Pequeñeces":

"Butrón quiso invocar los fueros de su autoridad, pero ya era tarde... A través de la Puerta del fumoir, vieron todos adelantarse por el salón vecino, á una dama muy pequeñita, flaca, que caminaba con menudos pasos sobre sus altos tacones, dando golpecitos en el suelo, con el regatón del largo palo de su sombrilla de encajes".
(Cap. II; pág. 51)

La última obra citada para ilustrar esta acepción de la voz que estamos estudiando es un libro de viajes de doña Emilia Pardo Bazán. Se titula "Por la Europa católica" (O. C. T. XXVI. Establecimiento Tipográfico de I. Moreno. Madrid, 1902) Incluye Bélgica, varias provincias francesas y regiones españolas como Castilla, Cataluña y Aragón. A las tierras aragonesas le dedica dos capítulos. El primero lo titula "En Zaragoza". Lo inicia de este modo:

"La supremacía otorgada por el consenso general á Nuestra Señora del Pilar sobre las demás Vírgenes predilectas de la nación española, es un hecho que se presta á reflexiones, y yo hubiese podido hacerlas cuando, ya anochecido, llegué á Zaragoza. Es la tercera vez que voy á arrodillarme en el Pilar, sin más objeto que satisfacer el gusto de estar en Zaragoza unos días. La primera—¡cómo lo recuerdo! —me precipité ansiosa de contemplar las nobles tapias acribilladas por las balas francesas. A pesar de todas las lecturas, me costaba trabajo creer que los muros zaragozanos fuesen tan endebles, sólo de tierra y ladrillo. Vi que, en efecto, el regatón de mi sombrilla alcanzaba á descalabrar profundamente aquellas defensas ilusorias".
(Pág. 211)

Tanto a  la acepción de esta voz que vale por la persona "que vende por menor los comestibles comprados por junto" como  a la que "regatea mucho", las ilustra con dos ejemplos cada una. Para la primera opta por un texto de Gaspar Melchor de Jovellanos y unos versos de Manuel Bretón de los Herreros.  El párrafo escrito por el eminente prócer asturiano se encuentra en el "Informe dado a la Junta general de comercio y moneda sobre el libre ejercicio de las artes". Lo ampliamos para su mejor comprensión:

"Establecido ya el maestro, se le tasa el número de aprendices y oficiales que puede tener, y alguna vez el de telares y artefactos en que ha de trabajar; se le obliga á partir con sus compañeros las materias que acopiase, ó bien á surtirse del almacen del gremio si le tiene, ó en fin, se le reparten por el mismo, aunque no las pida; debe trabajar de cuenta propia, y no de la del mercader ó comerciante, aunque no tenga fondos; debe arreglar su trabajo á la ley de la ordenanza, y sacrificar á ella sus manos y su ingenio; debe pagar impuestos y derramas para los objetos de su comunidad; debe sufrir denuncias, visitas, penas, comisos, y otra infinidad de vejaciones. Véase ahora si es posible que bajo de este sistema de opresion y esclusivas se multiplique el número de los artistas, ni los productos de la industria.
Para que este mal fuese mas general y mas funesto, el espíritu gremial contagiando la industria en toda su estension, ha cundido desde las artes verdaderamente tales hasta los oficios y ocupaciones muy sencillas. En las ordenanzas municipales de Toledo, Sevilla y otras grandes ciudades, se hallan gremios de horneros, palanquines, regatones, alquiladores, albañiles, y apenas hay ministerio alguno que no se haya sometido a este yugo. Una vez sujetos, sufren sus individuos toda la dureza de una legislacion ruinosa, que les fuerza á la observancia de muchas reglas, ó perjudiciales, ó inútiles".
("Obras..."; tomo IV; págs. 79-80)

Los versos de Bretón de los Herreros forman parte de "La feria de Madrid", una poesía compuesta en décimas. Las tres primeras dicen así:

¿ Qué es eso ? Ahora sale el sol, 
Altivo como español; 
Ahora asustado se esconde, 
Sin saber cómo ni donde; 
Ya me seco; ya me mojo; 
Ya con el calor me abraso 
Y la levita me aflojo; 
Ya de frio me traspaso
Cual si me hallara en Siberia.
— t Ah ! Vaya... Es tiempo de feria.

Costumbre es en los diarios,
No de un prójimo, de varios
Sacar los trapos al viento
Con donoso atrevimiento.
Hoy por plazuelas y calles
Todo es trapos en Madrid.
Los hay de modernos talles:
Los hay del tiempo del Cid...
Los anales de la Iberia
Vende Madrid en su feria.

Muñecos en mil tenduchos...
Y viéndolos otros muchos;
Regatones que vocean;
Pirujas que petardean;
Allí carcomido un trasto;
Mas arriba á dos manólas
Paga un galopín el gasto
De azofaifas y acerolas,
Y los tres con disenteria
Se retiran de la feria.

Para la segunda, elige unos versos que Tirso de Molina escribió en su comedia "Por el sótano y el torno", y el siguiente texto de la obra de Juan de Mal Lara, titulada "La philosophia vulgar". En él explica el sentido de este refrán: "Bien merca a quien no dicen hombre bestia":

"Enel comprar se requieren muchas cosas conoscer la cosa, que compra quien la vende, los dineros, que trae el tiempo, que es, y deue rodear muchas partes, y no quedarse en la primera ser algo regaton, ó auisado por los desaforados precios, que los que venden, piden, pues viniendo vno á mercar, y lleuando la cosa, sino le dizen hombre, bestia bien ha comprado, porque es gran necedad comprar malo, y comprar en mas precio, que le deue comprar. Aplicase alos negocios, que el hombre haze, y los aprueuan callando, entiendo quando es hombre, que haze negocios agenos, y ha de dar cuenta, que el que es señor, y compra el se podra llamar bestia si compra mal, y caro, otros dizen este refran assi, Bien merca quien no responde al hombre bestia".
(Fol. 256v-257)


Ramón Cabrera recoge esta acepción de la voz cuento´  en su "Diccionario de etimologías de la lengua castellana":

"CUENTO. n. m. El regaton, casquillo ó virola que se pone en la extremidad inferior de las lanzas, picas, bastones ó cosas semejantes. (...)".

Don Julio Cejador y Frauca se ocupa de la voz regatón en su "Tesoro..." y la define en los siguientes términos:

"REGATÓN.-De regat-ar, regat-ear. El que regatea mucho, y en particular el que compra por mayor y revende al menorete. VALDERR. Ej. Mierc. dom. 3 cuar.: Quitando las pesas falsas á los regatones de la justicia. Diablo coj. tr. 2: Regatones de los gustos. Quev. Prag. tiempo: Las mujeres vendedoras y regatonas. A. ALV. Silv. Mand. 4 c. § 2: No es recatón que da por peso y medida. G. Alf.. 1,1,1: Tanto el mercader como el regatón. Mirones: En verse dar la batalla dos regatonas ó placeras de las que allí venden. Quij. 2,51: Ordenó que no hubiese regatones de los bastimentos en la república. VALDERR. Ej. Fer. 5 dom. 5 cuar.: Que venda el mercader como quiere y el regatón gato por liebre. El cuento de la lanza ó su virola, por apoyarse en el suelo y surcarlo. A. ALV. Silv. Dom. 3 cuar. 10 c : Le hinques la lanza de tu pecado hasta el recatón. ZAMORA Mon. mist. pte. 3, Destierro: Meten la lanza hasta el regatón. 
En náut. hierro en gancho al extremo de los bicheros para que el proel se agarre al objeto á que va á atracar la embarcación ó empuje al desatracar. 
Meter la lanza hasta el recatón. (Por acosar y perseguir), c. 619 . Por murmurar en A. ALV. Silv. Fer. 6 dom. 3 cuar. 10 c: Metemos la lanza hasta el recatón. 
Ni compres de recatón, ni te descuides en mesón, c . 212".

Son tantos loe ejemplos literarios que nos ofrece la erudición de don Julio que solo vamos a ofrecer algunos de ellos ampliados. por ejemplo, el que podemos leer en el Tranco Segundo de la obra de  Luis Vélez de Guevara titulada "El diablo Cojuelo":

"No están tan despiertos en aquella casa, dijo D. Cleofas, donde está echando una escala aquel caballero, que al parecer da asalto al cuarto y á la honra del que vive en él, que no es buena señal habiendo escaleras dentro, querer entrar por las de fuera. Allí, dijo el Cojuelo, vive un caballero viejo y rico, que tiene una hija muy hermosa y doncella, y rabia por dejallo de ser, con un marqués que es el que da la escalada, que dice que se ha de casar con ella, que es papel que ha hecho con otras diez ó doce, y lo ha representado mal; pero esta noche no conseguirá lo que desea, porque viene un alcalde de ronda, y es muy antigua costumbre de nosotros ser muy regatones en los gustos; y como dice vuestro refrán, si la podemos dar roma, no la damos.aguileña".
(Pág. 22)

El punto que nos interesa de la "Pragmática del tiempo" (Por Joseph Estevan. Valencia, 1777), de Francisco de Quevedo. es este:

"Item, porque sabemos quan lleno esta el Mundo de cierto genero de hombres entrometidos, negociantes, enfadosos, y sin vergüenza: Mandamos, que les priven de todo cargo, y oficio, y solo se les consienta, á falta de otros, que puedan ser Sacristanes y Muñidores de Cofradia; y para alivio de la Republica, y exonerarse dellos, se repartan por las Montañas, entre Rusticos, y para las Asturias, Navarra y Vizcaya; para que estos pierdan alguna parte de su cortedad. Y á los que quedaren, mandamos poner á la verguenza en el mismo lugar, y entre las Mugeres vendederas, y regatonas, y de peso falso; y que en lugar de potros, y verdugos, para atormentarlos, los entreguen á los necios, mayormente que presumen de sabios".
(Págs. 15-16)

La crítica que Mateo Alemán hizo de los jueces en la primera parte de su novela "De la vida del pícaro Guzmán de Alfarache" no tiene desperdicio. Cito con la grafía actual:

"¿Quién ha de creer haya en el mundo juez tan malo, descompuesto ni desvergonzado —que tal sería el que tal hiciese—, que rompa la ley y le doble la vara un monte de oro? Bien que por ahí dicen algunos que esto de pretender oficios y judicaturas va por ciertas indirectas y destiladeras, o, por mejor decir, falsas relaciones con que se alcanzan; y después de constituidos en ellos, para volver algunos a poner su caudal en pie, se vuelven como pulpos. No hay poro ni coyuntura en todo su cuerpo que no sean bocas y garras. Por allí les entra y agarran el trigo, la cebada, el vino, el aceite, el tocino, el paño, el lienzo, sedas, joyas y dineros. Desde las tapicerías hasta las especerías, desde su cama hasta la de su mula, desde lo más granado hasta lo más menudo; de que sólo el arpón de la muerte los puede desasir, porque en comenzándose a corromper, quedan para siempre dañados con el mal uso y, así reciben como si fuesen gajes, de manera que no guardan justicia; disimulan con los ladrones, porque les contribuyen con las primicias de lo que roban tienen ganado el favor y perdido el temor, tanto el mercader como el regatón, y con aquello cada no tiene su ángel de guarda comprado por su dinero, o con lo más difícil de enajenar, para las impertinentes necesidades del cuerpo, demás del que Dios les dio para las importantes del alma. Bien puede ser que algo desto suceda y no por eso se ha de presumir; mas el que diere con la codicia en semejante bajeza, será de mil uno, mal nacido y de viles pensamientos, y no le quieras mayor mal ni desventura: consigo lleva el castigo, pues anda señalado con el dedo. Es murmurado de los hombres, aborrecido de los ángeles, en público y secreto vituperado de todos. Y así no por éste han de perder los demás; y si alguno se queja de agraviado, debes creer que, como sean los pleitos contiendas de diversos fines, no es posible que ambas partes queden contentas de un juicio. Quejosos ha de haber con razón o sin ella, pero advierte que estas cosas quieren solicitud y maña. Y si te falta, será la culpa tuya, y no será mucho que pierdas tu derecho, no sabiendo hacer tu hecho, y que el juez te niegue la justicia, porque muchas veces la deja de dar al que le consta tenerla, porque no la prueba y lo hizo el contrario bien, mal o como pudo; y otras por negligencia de la parte o porque les falta fuerza y dineros con que seguirla y tener opositor poderoso. Y así no es bien culpar jueces, y menos en superiores tribunales, donde son muchos y escogidos entre los mejores; y cuando uno por alguna pasión quisiese precipitarse, los otros no la tienen y le irían a la mano".
(Cap. I; págs. 15-16)

Nombrado Sancho Panza Gobernador de la Ínsula  Barataria, estas son algunas de las normas que mandó  incluir en sus nuevas Ordenanzas:

"Cerró la carta el secretario y despachó luego al correo, y juntándose los burladores de Sancho, dieron orden entre sí como despacharle del Gobierno, y aquella tarde la pasó Sancho en hacer algunas ordenanzas tocantes al buen gobierno de la que él imaginaba ser Insula, y ordenó, que no hubiese regatones de los bastimentos en la República, y que pudiesen meter en ella vino de las partes que quisiesen, con aditamento que declarasen el lugar de donde era, para ponerle el precio según su estimación, bondad y fama; y el que lo aguase, ó le mudase el nombre, perdiese la vida por ello.
Moderó el precio de todo calzado, principalmente el de los zapatos, por parecerle que corría con exorbitancia: puso tasa en los salarios de los criados que caminaban á rienda suelta por el camino del interese: puso gravísimas penas á los que cantasen cantares lascivos y descompuestos, ni de noche, ni de dia: ordenó que ningún ciego cantase milagro en coplas, si no truxese testimonio auténtico de ser verdadero, por parecerle que los mas, que los ciegos cantan, son fingidos «en perjuicio de los verdaderos".
("Don Quijote de la Mancha"; 2ª parte; cap. LI: "Del progreso del Gobierno de Sancho Panza, con otros sucesos tales como buenos"; págs. 1008-1009)

Corominas dice que la voz recatón es anterior a regatón; piensa que su origen es desconocido y cita el "Vocabulario...", de Nebrija, como el primer documento. La Enciclopedia Espasa-Calpe incluye las acepciones ya mencionadas, cita varias de las Ordenanzas municipales y leyes de la Novísima Recopilación, y describe con mayor exactitud algunos de los diversos regatones de la 3ª acepción:

"REGATÓN. Arm. El cuento, casquillo o contera de la lanza. Pieza de hierro destinada, tanto a resguardar la madera y equilibrar el peso, como a permitir clavarla en tierra. En el siglo XV también se decía recatón."Sus armas eran tan pesadas, que su espada y su lança apenas otro hombre las podía mandar; el recatón de su lança era hierro de otra" (Alonso Maldonado, Hechos del clavero don Alonso de Monroy). Regatonazo es palabra que se empleaba para designar el golpe con el cuento de la lanza.

REGATÓN. En algunos juguetes, como el peón y la peonza, etc. el regatón es una punta de hierro acerado, que por su otro extremo termina en un clavo, que se fija al vértice del cono, en que el juego termina casi siempre.

REGATÓN. Taurom. El extremo inferior de la garrocha, por más que no tenga el casquillo o virola que llevan las lanzas para mayor firmeza y que es de donde verdaderamente toman dicho nombre".

La cita de Alonso Maldonado probablemente está sacada del "Glosario de voces de Armería", de don Enrique de Leguina, en el que aparecen las voces recatón y regatón. Esta última la define como "parte de la guarnición de la espada". Añade otras voces afines. Hemos elegido estas dos:

"ALIMAYA.- El regatón de la lanza.

ARZEGAYA.- El arma que usaban los Estradiotes. Consistía en un bastón largo de diez o doce pies, cuyos extremos estaban guarnecidos de un regatón puntiagudo, sirviéndose para ofender igualmente de un extremo que del otro".

La voz cuento la ilustra el barón de la Vega de Hoz con varios versos de la "Farsalia", de don Juan de Jauregui, y de "La Araucana", de Ercilla, que ampliamos para su mejor comprensión. Las dos octavas dicen así:

Rigiendo aquella con desden y aliento, 
Hirió de añoso roble el tronco fixo, 
Y reteniendo firme al asta al cuento.
 Clavado el hierro temerario dixo: 
Ya será el hecho imitación, no intento; 
Proseguid, no abonéis la acción que elijo, 
Que si emprendió profanidad mí mano, 
No es vuestro el crimen,  yo seré el profano. 

(Libro Sexto)

Del escuadrón se van adelantando 
los bárbaros que son sobresalientes, 
soberbios, cielo y tierra despreciando, 
ganosos de extremarse por valientes; 
las picas por los cuentos arrastrando, 
poniéndose en posturas diferentes, 
diciendo: “Si hay valiente algún cristiano, 
salga luego adelante mano a mano".
(Parte 1ª; Canto 1º)

Alonso de Ercilla también escribe la voz regatón en este poema épico:

Estaba de un lustroso peto armado, 
con sobrevista de oro guarnecida, 
en una gruesa pica recostado, 
por el ferrado regatón asida; 
el ancho y duro hierro colorado 
y de sangre la media asta teñida, 
puesta de limpio acero una celada 
abierta por mil partes y abollada.
(Parte 1ª; Canto XII)

Llegado al justo término, terciando 
la larga pica, arremetió furioso 
y en tierra el firme regatón fijando, 
atravesó de un salto el ancho foso. 
y por la misma pica gateando, 
arriba sobre el muro victorioso, 
a pesar de las armas contrapuestas, 
lanzas, picas, espadas y ballestas.
(Parte 1ª; Canto XIX)




Es difícil entender los principios económicos liberales de nuestras sociedades modernas sin la extraordinaria aportación de la Escuela de Salamanca. Lo reconoció hasta la Escuela Austriaca. Entre los eminentes clérigos que formaban parte de ella se encuentra  fray Tomás de Mercado, de la Orden de los Predicadores, que escribió, en seis libros, la obra titulada "Svmma de Tratos y Contratos" (En Casa de Fernando Diaz. Seuilla, 1587) En el capítulo  "Del vender y comprar al fiado", incluido en su Libro Segundo, dice:

"Ay otros mas humanos, que quieren vender gruessas partidas, a como vale la ropa por menudo. Y fundanse en dezir, que si vna vara de terciopelo vale a tres ducados, tres mil que se vendan, valdan tambien a tres ducados. Pues dado se vendan muchas, cada vna se aprecia por si. Y podemos ayudar su imaginacion con esta razon. Si vn tendero vende á caso cien varas juntas, puede llevar lo que valdria cada vara por si, como vemos hazerse cada dia. Porque no podra hazer los mesmo el mercader que vende en gruesso? Mas muchas vezes hemos tratado ser illicito vender ropa en gruessas partidas por quanto desmembrada. Porque realmente no vale lo mesmo, que el precio, no solo sigue la ropa y el tiempo, sino el modo tambien de vendella. Cierto es que vna mesma especie della se vende de barata, y en las tiendas; mas otro precio tiene enel mesmo dia, y pueblo en la barata, y otro en la tienda, otro en el almoneda. Y el vender por menudo, es vn genero de venta, que augmenta el precio por los trabajos y pesadumbres que en ello passan. De modo que valiendo tres ducados vna vara de terciopelo en el alcayceria, no solamente los vale por ser vara de terciopelo, sino por ser vendida con tal trabajo, y tales peligros. Y en los tres ducados se paga el terciopelo, y se satisfaze el sudor que en vendello se passa. El qual trato es prouechoso a todos los vezinos, y es justo lo satisfagan. Por lo qual, si el trabajo se escusa (como se ahorra vendiendo en partidas gruessas) menos vale el terciopelo. Y asi es injusticia igualar en vn precio al otro. La razon dicta, que como son los modos de vender diuersos sean tambien los precios desiguales. Y a lo del regaton arguyamos, quando a caso vendia muchas varas juntas, respondemos, que es de peraccidens (NOTA: "sin querer"), venda una, o dos vezes tan en gruesso y por esto no esta obligado a disminuyr. Aunque creo que sin obligacion holgará de baxar por hazer dineros, y despachar ropa".
(Pág. 80v-81)

Las "Ordenanzas de Sevilla", publicadas en el año 1527 por Juan Varela de Salamanca, dedica un Título, con muchos capítulos, a los regatones. Comienza así:

"Otrosi que ninguno delos regatones no sea osado de comprar trigo ni ceuada ni farina para reuender enla cibdad ni enla argamassa ni en otra parte desde que el pan llegare a la cibdad; saluo aquella contía que los fieles ordenaren que compre cada vno cada dia. Pero si algunos dela cibdad quisieren comprar pan para guardar en sus casas que lo puedan fazer desde que fuere tañida la campana de tercia; porque ante desde tiempo puedan comprar los atahoneros pen delos que lo traen de fuera para los atahoneros porque ellos lo puedan comprar a mejor barato y lo puedan dar al precio aguisado.
Otrosi toda regatera que pueda comprar para vender por menudo a medias fanegas fasta tres fanegas cada dia; y si mas comprare que lo pierda o la valía; o que peche los dichos deze marauedis; y de mas que le den los dichos cient açotes.
Otrosi ninguno delos regatones no sean osados de comprar trigo ni ceuada para vender enla cibdad ni en el alhondiga ni en otra parte por menudo sino aquella contía que el concejo ordenare de quatro fanegas ayuso cada dia. Pero que el concejo o otro quinqer que sea que puedan comprar trigo o ceuada que menester quieren de hora de tercia en adelante segun que el rey manda por su ordenamiento; y el que de otra guisa lo fiziere que pierda el trigo y la ceuada que sea para el concejo y peche doze marauedis al almoracen".
(Fol. LXXVII)

La frase "meter la lanza hasta el recatón, o regatón", que vimos recogida en el "Tesoro..." de don Julio Cejador, la glosa Sebastián de Horozco en su "Teatro  Universal de proverbios", de esta forma:

De coraçon generoso
es quien teniendo potencia
no quiere ser riguroso
sino manso y piadoso
y usar de grande clemencia.
Y en lugar de la vengança
usa de gracia y perdon
teniendo toda templança
para no meter la lança
hasta el quento y regaton.

Hay otra glosa alusiva al modo de mercadear de los regatones, que dice así:

Todas las cosas estan
puestas en regateria
de una mano en otra van
fruta vino carne y pan
y qualquier mercaduria
No ay quien aya compassion
de esta desorden y robo
porque quantas cosas son
comprarlas del regaton
es comprar carne de el lobo.

Salvador Polo de Medina escribió esta voz en un romance dedicado "a una dama, que leyendo un papel á la luz de una vela, se quemó el moño". Los versos que nos interesan son estos:


Ay Elisa desmoñada!
que avemos de hazer los dos,
vos sin moño, yo sin barbas,
vos pelada, y yo pelon.
Mal aya el follon villete,
villano diré mejor,
que de tu lengua, y la mia
fue instrumento, y dió ocasion.
Plega á Dios, villete infame,
que permita el mismo Dios,
que á una vieja de cien años
sirvas de devanador.
O vengas desquartizado
á ser de un gran regaton
estafeta al soliman,
alcahuete al alcanfor.


Juan de Timoneda puso esta voz en "La comedia de los Menennos" (1559), una adaptación libre de la obra de Plauto titulada "Los dos Menecmos" o "Los gemelos". La escena V comienza de esta manera:

Menenno
Hágote saber, Tronchón, que la mayor alegría que sienten los navegantes es cuando de lexos, sobre las marítimas ondas, descubren la tierra.
Tronchón
Y mayor si la tierra que descubren fuesse suya. Mas dime, señor, yo te soplico, ¿a qué respecto o causa, haviendo rodeado todas las islas del mar, venimos a desembarcar a Valencia?
Menenno
Necio, ¿no sabes tú que voy buscando a mi hermano?
Tronchón
No sé cuándo acabarás de llevarme de aquí para allá, y de Rodas a Poyatos. Seis años haze agora que andamos en busca d'él.
Menenno
¿De qué te fatigas, asno?
Tronchón
Fatígome que si anduviéramos a buscar un aguja, en tanto tiempo la hoviéramos hallado. Dígolo porque pienso que buscamos a tu hermano entre los muertos.
Menenno
Pluguiesse a Dios que hallase quien de cierto me dixesse qu'está ya entre los muertos; pero entretanto qu'esto no supiere, no dexaré de buscarlo entre los bivos.
Tronchón
Sea como tú mandares, esclavo te soy, no puedo sino seguirte; pero no querría que nos detuviéssemos mucho en Valencia.
Menenno
Ven acá, torpe: en una ciudad tan insigne y noble como ésta ¿no será bien que nos detengamos más que no en otra, para considerar muy particularmente el regimiento de su república, la sumptuosidad de los edificios, la riqueza de los templos, los trages de los cavalleros y damas, y en fin, otras mil cosas?
Tronchón
Tal es cual la pintas, y aun mejor, si no la gastassen tres erres como la gastan.
Menenno
¿De qué modo gastan tres erres?
Tronchón
La primera es rameras, porque hay d'ellas magnam quantitatem.
Menenno
¿Y la segunda?
Tronchón
La segunda renegadores, que reniegan y juran de Dios haziéndolo mil partes.
Menenno
¿La tercera?
Tronchón
La tercera regatones, porque hay tantos que no podéis poneros un bocado en la boca que no passe por tres o cuatro manos. Y porque veo que la moneda se nos va apocando y la costa cresciendo, querría que saliéssemos presto d'esta ciudad.
Menenno
Que Dios hará merced.
Tronchón
Y entretanto, échate a dormir. ¿No sabes tú que por el dinero baila el perro?
Menenno
¿De dónde diablos sacas tanta cosa como dizes hoy, y otras vezes eras tan necio?
Tronchón
Son lunadas que me toman.
Menenno
En verdad que lo creo, y hoy más que nunca.
Tronchón
Bolviendo a las rameras supradichas, has de saber que todas ellas tienen assalariados sus cabestreros.
Menenno
No hay quien t'entienda hoy.
Tronchón
Los cabestreros son aquellos que por otro nombre son llamados alcahuetes.

Menenno
Pues ¿qué nasce de ahí?
Tronchón
Sabrás qu'estos cabestreros tienen de costumbre de irse al Grau de Valencia, y si veen alguna nao rezién venida preguntan cómo se llama el patrón y passageros d'ella, y aun en los mesones los estrangeros de arte.
Menenno
¿A qué fin todo esso?
Tronchón
Para que, viéndolos por la ciudad, los llaman por sus propios nombres porque piensen que los conoscen, y assí los engañan.


Diego de Torres Villarroel escribe esta voz, en sentido figurado, en su obra titulada "Sueños morales...":

"Apuntandole la rabadilla con un par de coces, á un muerto abutardado, remolon, y caduco, pareció en medio de la pieza un Diablo calvatrueno, barrido de cejas, y parpados, nadandole los ojos en aceyte, y podre, y con un par de cogollos de Guadiana, tan grandes como los de qualquiera hijo de vecino. Este salvajon perezoso (segun el informe, que el Demonio Protocornudo, hizo á los Garnachas infernales) fue longista de dictamenes, regaton de pareceres, negociante en iporque, y susodichos, ropavejero de opiniones, y chalan de consultas".
("Juicio segundo. De los escribanos, Soplones, Quadrilleros, Ministros, y otra chusma inferior de las Audiencias y Tribunales"; pág. 167)

José de Espronceda describe de este modo a Sancho Saldaña en el capítulo primero de la novela del mismo nombre:

"Serían  las tres de la tarde un dia del mes de agosto, cuando un mozo de apariencia pobre y en trage muy derrotado, despues de haber atravesado el arenoso pinar de Olmedo, se sentó á las frescas orillas del rio Adaja al pie de un árbol que sombreaba la corriente y convidaba á descansar. Parecia ser de edad de diez y ocho años, y aunque el polvo del camino y el calor del sol le traían algo desfigurado, su mirada era alegre, su semblante noble y su cuerpo airoso, siendo este elogio tanto mas justo cuanto menos su trage y adornos le ayudaban á merecerlo. Traía un coleto de ante tan acuchillado, roto y mugriento, que apenas se conocia de qué era; una sobrebesta que habia sido de color verde, y de que aun quedaban algunos girones raidos; un sombrero tejido de hojas de árboles, las piernas y pies descalzos, y una lanza en la mano derecha, que tal parecia el palo de que venia armado, y que tenia por contera un regaton de hierro".
(Págs. 1-2)

Gustavo Adolfo Bécquer consigue que imaginemos cómo era el paisanaje de "La venta de los gatos" con estas pinceladas magistrales:

"Imaginaos este paisaje animado por una multitud de figuras, de hombres, mujeres, chiquillos y animales, formando grupos a cual más pintoresco y característico: aquí el ventero, rechoncho y coloradote, sentado al sol en una silleta baja, deshaciendo entre las manos el tabaco para liar un cigarrillo y con el papel en la boca; allí un regatón de la Macarena, que canta entornando los ojos y acompañándose con una guitarrilla, mientras otros le llevan el compás con las palmas, o golpeando las mesas con los vasos ; más allá una turba de muchachas, con su pañuelo de espumilla de mil colores, y toda una maceta de claveles en el pelo, que tocan la pandereta, y chillan, y ríen, y hablan a voces, en tanto que impulsan como locas el columpio colgado entre dos árboles ; y los mozos del ventorrillo que van y vienen con bateas de manzanilla y platos de aceitunas; y las bandas de gentes del pueblo que hormiguean en el camino ; dos borrachos que disputan con un majo que requiebra al pasar a una buena moza ; un gallo que cacarea esponjándose orgulloso sobre las bardas del corral; un perro que ladra a los chiquillos que le hostigan con palos y piedras ; el aceite que hierve y salta en la sartén donde fríen el pescado; el chasquear de los látigos de los caleseros que llegan levantando una nube de polvo; ruido de cantares, de castañuelas, de risas, de voces, de silbidos y de guitarras, y golpes en las mesas y palmadas, y estallidos de jarros que se rompen, y mil y mil rumores extraños y discordes que forman una alegre algarabía imposible de describir".
("Obras escogidas"; pás. 208-209)

Otra precisa descripción es la de los italianos que frecuentaban la Corte española en tiempos de Felipe II. La escribió, con mano maestra,  Francisco Navarro Ledesma en su obra "El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra":

"Entre tanto, los embajadores acreditados en la corte y los secretos ministros y agentes que en ella mantenían los Estados de Italia, entremetíanse y deslizábanse como escurridizas sierpes por todas partes. El astuto y dúctil carácter de los italianos, la facilidad de su idioma y la maña y buena gracia que se dan para todos los oficios de la destreza mundana y social y hasta para todas las artes de manual habilidad, les abrían las puertas, y cuando uno de ellos veía una puerta abierta ante sí, en breve era dueño de la casa ó por lo menos de la parte explotable y aprovechable de ella. Medio jesuítas, medio masones, los italianos de Madrid se entendían muy guapamente unos con otros, y el regatón ó el percancero que vendía baratijas en una batea junto al atrio de San Pedro ó de San Andrés, sabía muy bien ser útil y entenderse pronto con el embajador veneciano cargado de joyas y revestido de recamados ropones. A cambio de esta especie de constante y dilatada inspección policiaca, nos traían los italianos un poco de literatura de que ellos estaban hartizos y unas migajas de su riqueza pictórica y escultórica para aderezar las frías enormes paredes del Escorial. Hombres de una actividad pasmosa y de increíble aguante, se avenían á ser hoy pasteleros y mañana secretarios áulicos de algún príncipe á quien el día anterior raparon las barbas ó prestaron cien florines. Los graves hidalgos madrileños les miraban por cima del hombro. Los grandes de España aparentaban no sospechar su existencia siquiera, y así ellos vivían, crecían, se enriquecían y una mañana tomaban el portante, hecha la pacotilla, y no se les volvía á ver".
(Cap. VIII; pág. 59)

Don Benito Pérez Galdós puso esta voz en algunas de sus obras. Hemos elegido estos párrafos del Episodio Nacional de la cuarta serie titulado  "La de los tristes destinos" (Perlado, Páez y Cía. Madrid, 1907):

"El guía, cuyo vigor muscular se había educado en el contrabando, no conocía la fatiga. Los cinco expedicionarios sacaban fuerzas de flaqueza, y sometían piernas y pulmones á un inmenso trabajo. Pero en el constante ascender, la variedad de paisajes les sorprendía y á veces les anonadaba: á la salida de un pasadizo de rocas, bordearon un lago que dormía entre muros verdosos; luego vieron á sus pies el lugar de Lescun, y sobre sus cabezas unos picachos tan inclinados sobre la vertical, que al parecer bastaría que alguien tosiera ó diese unas palmadas, para que se vinieran abajo con la nieve que en sus espaldas y en sus rebordes tenían... Los caminantes no podían ya con sus cuerpos. Pero el guía les arreaba, siempre risueño y zumbón, anunciándoles que pronto llegarían á su descanso. Por fin, en una revuelta del Puerto de Anie llegaron á una corta meseta, donde el guía, hundiendo en el suelo el regatón de su palo, les dijo alegre y triunfante: “Alto aquí, caballeros, tomen respiro, y echen una miradica para esa parte baja por donde se pone el sol".
(Cap. XVII; pág. 170)


En una de las acotaciones de su Comedia Bárbara titulada "Cara de Plata", el escritor gallego Ramón María del Valle-Inclán escribe:

"Un pastor, escotero y remoto sobre una peña, asiste al concilio haciendo circulos con el regatón del cayado en los líquenes milenos del roquedo".
(Pág. 20)

El siguiente texto se encuentra en la novela de José María de Pereda intitulada "Peñas arriba":

"Sacudió Neluco dos cachiporrazos sobre la claveteada puerta del estragal; y sin esperar á que le contestaran arriba, entramos en él y comenzamos á subir la escalera. Á la puerta en que ésta terminaba, nuevos cachiporrazos del médico. En seguida levantó éste el pestillo, y nos colamos dentro: un crucero de pasadizos por el arte del de la casona de mi tío Celso. Allí dio el médico dos golpes en el suelo con el regatón del cachiporra, y aparecieron simultáneamente y como evocados por un conjuro, en una puerta de la derecha, la figura descomunal de don Pedro Nolasco, y en otra de la izquierda, la de una jovencita, algo desaliñada de ropa y de peinado, pero limpia como los oros, fresca y rozagante como una rosita de abril".
(Cap. X; pág. 176)

 Hemos comenzado esta entrada hablando de la banda sonora que acompaña a la lectura de algunas voces y vamos a terminarla con el sonido melodioso de "Una flauta en la noche", un hermoso texto que Azorín incluyó en su libro "Castilla":

"Este niño tiene ante su boca una flauta. La melodía va saliendo de la flauta, larga, triste, fluctuante; la noche está serena y silenciosa. Allá arriba se apretuja el caserío de la vetusta ciudad; hay en ella una fina catedral, con una cisterna de aguas delgadas y límpidas en un patio; callejuelas de regatones, percoceros y guarnicioneros; caserones con sus escudos berroqueños; algún jardín oculto en el interior de un palacio".
(Pág. 162)


REGATO

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Fotografía: José María Suárez Domingo: "Regato en As Fragas do Eume". Fotonatura.org

Regato es voz que no se encuentra ni en Covarrubias ni en Autoridades. La recoge, por primera vez, fray Esteban de Terreros en su "Diccionario...", con este definición:

"REGATO, llaman en muchas partes al arroyo pequeño; y Sejourn. Dicc, le llama Regata. Fr. Rigole. Lat. Rigus, rigulus, rivus, rivulus. It. Chiassajuolo".

Efectivamente, tanto en Covarrubias como en Autoridades viene recogida la voz regata, pero basta leer su significado para darse cuenta de que no es lo mismo una cosa que otra. Dice Autoridades:

"REGATA. s. f. La reguera pequeña, ó surco por donde se conduce el agua á las eras, en las huertas o jardines. Covarr. dice se dixo quiasi riegata, porque es por donde se riegan las tierras. Lat. Rivulus. Aqua irrigua".

Lo curioso es que fray Esteban dice que regata es lo mismo que reguera, que, a su vez, define como "canal para regar".

En Academia se encuentra a partir de la edición de 1843, con este significado:

"REGATO. Regajo".

Nos vamos a ver el vocablo regajo, del que dice:

"REGAJO. m. Charco que se forma de algún arroyuelo, y el mismo arroyuelo. Rivulus, lacus, stagnum".

Academia parece sacarnos de dudas a partir de la edición de 1970, en la que define la voz regato como ¨arroyuelo de riego".

En la edición de 1984 nos ofrece tres acepciones:

"REGATO. (De regar.) m. Arroyuelo.// 2. Remanso poco profundo.// 3. Acequia, cauce para regar".

En la Edición del Tricentenario, última consultada, definen así esta voz:

"REGATO. (De regar.) 1. m. Arroyo pequeño.// 2. m. Remanso poco profundo.// 3. m. Acequia".

Los diccionarios consultados habitualmente no añaden nada nuevo a lo ya dicho por Academia. El Pagés ilustra esta voz con una cita de la novela de José María de Pereda titulada "Peñas arriba". Se encuentra en el capítulo II:

"Nada necesitaba yo ni apetecía; pero estaba Chisco en muy distinto caso. Autorícele -para que se despachara á su gusto, y le satisfizo con medio pan de centeno y un cuarterón de queso ovejuno. Y fortuna fué para él que no se extendieran á más sus apetitos, porque hubiera jurado yo que no había otra cosa de mayor regalo en aquella desmantelada venta. Autorícele también para que descansara un rato mientras despachaba la frugal pitanza, y para que ayudara la digestión con algunos tragos de vino; pero á todo se negó: á lo del reposo, porque con las paradas así se «enfriaban los gonces y se perdía el buen caminar, y los buenos caminantes debían de descansar andando;» á lo de la bebida, porque la más sana y la mejor para él era el agua corriente y fresca de los regatos que hallaríamos «a patás» en los puertos".
(Pág. 35)

En esta obra hay otros ejemplos más esclarecedores que nada tienen que ver con el riego. Escribe en el mismo capítulo lo siguiente:

"Mas para llegar á él teníamos que bajar una pendiente que daba vértigo. Por allí se deslizaba la vereda, de lastras resbaladizas lo más de ella, en ziszás, entre jarales y arbustos algunas veces; muchas al descubierto sobre la barranca, en cuyo fondo, entenebrecido por las malezas de ambas orillas, refunfuñaban las aguas de los regatos vagabundos encauzadas allí para ir á engrosar por caprichosos derroteros el caudal del río que se despeñaba á nuestra izquierda y al otro lado del Puerto".
(Pág. 49)

El capítulo XIX  comienza de este modo:

"Al cerrar la noche de aquel día sólo  quedaban del temporal unos rumores lejanos é intermitentes, á manera de jadeo de su cansancio después de una brega feroz y continua durante semana y media. Con este motivo fué la tertulia algo más animada que las anteriores últimas, y hasta el patriarca presidente de ella parecía otro por lo parlanchín que estuvo y lo espabilado de humor. Bien conocía yo la causa del milagro. Como conocía la de que Facia, al revés de todos los demás, anduviera tan alicaída y tétrica las pocas veces que se dejó ver en la cocina. Le faltaban á la pobre aquellos estampidos de la borrasca en la boca de la chimenea, que arrojaban sobre los recogidos llares costras de hollín tan grandes como la palma de la mano; aquel redoblar de los granizos en las puertas y en las ventanas de la casona; aquel chorreo incesante de los goteriales del tejado, y aquel fluir de los aguaceros por patios y corraladas, en regatos espumosos que se despeñaban después por los declives de afuera buscando el río que ya no cabía en su cauce".
(Págs. 339-340)

La voz regato, como nombre común y propio, se encuentra mencionado, en muchas ocasiones, en el "Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal" (11 tomos. Imprenta de Pierart-Peralta. Madrid, 1826-1829), de don Sebastián de Miñano, Individuo de la Real Academia de la Historia, y de la Sociedad de Geógrafos de París. Sirvan de muestra estas tres:

"ALISEDA , L . R. de Esp., prov.de Estremadura, part. de.Cáceres, obisp. de Coria. A. P., 279 vec., 1,103 hab., 1 parr., 1 erm-, 1 pósito, 180 casas de morada. Sit. en una cañada que forman los cerros del Cuco al E., el del Muelle á S. y el del Algivc al S. O., casi al pie de este último: las casas son regulares y las calles llanas; corre cerca de ella el r. Salór, sobre el cual hay un puente. Produce miel, granos y ganados, aunque estos últimos se han disminuido mucho. Abunda de aguas, y hay alg. mol. harin. Dist. 11 leg.N. N. E. de la cap., 5 S. O. de la cab. de part., y desde Alburquerque hay 5 hor. de cam. milit., en cuyo Ínterin, se pasa el arroyo Silva y el r. Albarranega. Desde Arroyo del Puerco hay 3 hor. y 1/2, en cuyo interm. se pasa el regato de Graguéla, los de Casilla y Pontones, el de la Pulgosa, el Salór y el puente de la Rivera; y desde Herrerucla hay 4 hor. y 1/2, en cuyo interm. se pasan el arroyo Boaldo, el de la Geregósa, otro sin nomb. y el del Cano. Hay también 8 hor. desde Villar del Rey, en que se pasan 2 riveras y se encuentra 1 erm. y 1 casa de campo, y desde la Roca hay 7 1/2 hor. Contr. 6.420 rs, 6 mrs."
(Tomo I; pág. 149)

"CANTA LA PIEDRA , V . R. de Esp., prov. y obisp. de Salamanca, exenta de la jurisd. de partido; 2 A A . OO., 322 vec, 1.349 hab. 1 parr. 1 ermita, 1 pósito. Sit. en bastante altura, espuesta á todos los vientos con temperatura fria y sana, á pesar de tener alrededor 4 lagunas que llaman cárcabas, que sirven para dar de beber á los ganados. Le baña durante el invierno, un regato que llaman Matapajares, que corre de S. a N. , y pasa por Fresno el Viejo, cuyo pueblo corresponde al señorío de las Ordenes en lo eclesiástico, en lo civil á Valladolid, y en lo económico á Toro. E l tal regato cuando pasa por este punto tiene el nombre de Lanzon. (...)".
(Tomo II; pág. 345)

"POVEDA DE LAS CINTAS , L. R. de Esp., provincia, obispado y partido de Salamanca, cuarto de val de Villoría. A.V., 3o vecinos, 125 habitantes, 1 parroquía. Situado en una altura, circundada por el S. y O. , por un regato llamado Guareña. Confina con los pueblos da Villaflores, Zorita, el Campo, Villar de Gallimazo, Cantalpino, Alquería de Riolobos y de Rivilla, todos de iguales productos, que son trigo, cebada, garbanzos y otras semillas, cuyo valor asciende á 53.820 rs. Hay en su térm. muchas plantas medicinales, y el regato abunda de tencas, cangrejos y otros peces. Dista 7 leguas de la capital. Contr. 2.212 rs. 13 maravedises".
(Tomo VII; págs. 103-104)


Entre regato y regajo, la voz más poética nos parece la primera, aunque la segunda ya se encuentra en Berceo:

74   Oró el Sennor bueno de todo mal vazio
por si e pur su pueblo e por el sennorio,
por todos elli quisso pechar el telonio
ca todos los ragaios manaban desse rio.

("Del sacrifiçio de la missa")

De todos modos, al regato no lo vemos como un Amazonas de la poesía épica, sino como una cantarina corriente de agua de la poesía lírica. Le traemos aquí porque una vez sentimos la salpicadura de unos versos de Antonio Machado en nuestros ojos, pero antes de correr por su cauce poético lo hizo en otros.
Todos recordamos aquel hermoso cantar de Rosalía de Castro, incluido en su poemario "Cantares gallegos":

Adiós, ríos; adiós, fontes; 
adiós, regatos pequenos: 
adiós, vista dos meus ollos: 
non sei cándo nos veremos.

Miña terra, miña terra, 
terra donde me e u criéi, 
hortiña que quero tanto, f
igueiriñas que prantéi, 

prados, ríos, arboredas, 
pinares que move o vento, 
paxariños piadores, 
casiña do meu contento, 

muíño dos castañares, 
noites eraras de luar, 
campaniñas trimbadoras 
da igresiña do lugar, 

amoriñas das silveiras 
que eu lle daba ó meu amor, 
camíñiños antre o millo, ¡
adiós, para sempre adiós! ...


En  su poesía titulada "La sementera", el vate extremeño José María Gabriel y Galán describió de un hermoso modo las primeras luces del amanecer levantándose sobre el paisaje:

Con el relente que le da tempero 
la madrugada roció la tierra. 
Se siente frío en la besana húmeda; 
el terruño está solo. Ya alborea. 
Lo dice levantándose del surco 
la alondra mañanera 
que desgrana en el aire el de sus trinos 
hilo copioso de sonantes perlas. 
Ya sale el sol de las mañanas tibias, 
ya sale el sol de las mañanas buenas, 
sol de salud, incubador de gérmenes, 
sol de la sementera. 
No tiene más testigos y cantores 
que yo y la alondra en la besana escueta, 
ni más espejos que el regato limpio 
y el rocío en las puntas de la hierba. 
Viene triunfante, coronado de oro; 
radiante viene levantando nieblas; 
y evaporando el matinal relente 
que parece el aliento de la tierra....

Antonio Machado nos dio el primer aliento poético. allá por los años de la adolescencia. Con el paso del tiempo, unos jóvenes de Vicálvaro le hicimos un homenaje. Sobre un túmulo pusimos la bandera francesa y la española. La bandera francesa la fuimos a pedir a la embajada. Nos la cedieron. 
Antes de terminar su vida en aquellas lejanas tierras, lo que Machado recordó durante mucho tiempo fue su estancia en Soria, junto con Leonor:

¡Ya su perfil zancudo en el regato,
en el azul el cielo de ballesta,
o, sobre el ancho nido de ginesta,
en torre, torre y torre, el garabato

de la cigüeña!... En la memoria mía
tu recuerdo a traición ha florecido,
y hoy comienza tu campo empedernido
el sueño verde de la tierra fría.

Soria pura, entre montes de violeta,
dí tú, avión marcial, si el alto Duero
a donde vas, recuerda a su poeta

al revivir su rojo Romancero;
¿o es, otravez, Caín, sobre el planeta,
bajo tus alas, moscardón guerrero?

En la obra de Enrique de Mesa  titulada "Cancionero castellano" tenemos regatos cantarines, silenciosos, pobres, altaneros... 
Cuando escribo estas líneas me entero de la triste muerte de Blanca Fernández Ochoa en la sierra de Guadarrama. Enrique de Mesa recreó en su poesía "Se torna el cielo nevoso" ese paisaje y el pico de Peñalara, al que una vez subí con los padres benedictinos de El Paular. Yo, humildemente, quiero dedicársela a esa Blancanieves risueña que murió junto a un pino solitario:

Se torna el cielo nevoso 
seda joyante de añil. 
Ya se escucha el rumoroso
 celeste canto de abril. 

Y al disiparse las bruma 
 luce el claro sol sin velo, 
y alborotan las espumas 
rota la cárcel del hielo. 

Hijo del agrio canchal, 
donde en regazo de nieve 
su alada voz de cristal 
nace susurrante y leve, 

un regato de agua clara, 
juguetón y saltarín, 
baja desde Peñalara 
cantando á Majarrocín.

Espumante, corre y brilla 
rebotando entre las peñas; 
manso después, en su orilla 
beben las albas cigüeñas. 

Y sus cantos cristalinos 
tienen salmodia de rezo 
al cruzar bajo los pinos 
y entre las ramas del brezo.

Al salir de las barrancas, 
fuera de los helechales, 
con las margaritas blancas 
salpica los pastizales...

..............

Regato de Peñalara: 
cuando tu nieve fundida 
es, monte abajo, agua clara, 
nuncio de la nueva vida; 

cuando cantan, al hechizo
 de tu voz primaveral, 
el vaquero en su boyizo 
y en su majada el zagal; 

cuando tu caudal se acrece
 bajo el sol, con el deshielo, 
y enlozana y reverdece 
la yerma costra del suelo, 

y resuenan las cañadas 
con el rumor de tus risas, 
y aroman, embalsamadas 
por los pinares, las brisas, 

tendido bajo las frondas, 
tembloroso de emoción, 
quisiera un cauce a tus ondas 
labrar en mi corazón.  

"Poemas castellanos" (Mauro Lozano, Imp. y Lib. Segovia, 1920) tituló don Juan Contreras, Marqués de Lozoya, un libro compuesto en la ciudad del famoso Acueducto. De él hemos escogido un soneto titulado "Tapiz":

 El cielo azul entre las frondas de oro,
 Tiene una claridad dulce y serena; 
Las altas copas de la olmeda amena 
Desgranan por el suelo su tesoro. 

El son del montaraz cuerno de toro 
En los profundos ámbitos resuena, 
Y en un remanso, que el regato llena, 
Retoza de Diana el sacro coro.

Cae la tranquila tarde; los lebreles 
Husmean los trofeos de la caza 
De ramas adornados y cubiertos; 

Y sobre agreste altar, la Diosa enlaza 
Con guirnaldas de mirtos y laureles 
La cornamenta de los ciervos muertos.


Del filólogo, poeta y lexicógrafo salmantino Martín Alonso Pedraz es la obra titulada "Piedras de romancero. Poemas de Castilla, compuestos en la ciudad sitiada de Madrid, años 1937 y 1938" (Ediciones "Renacer". Madrid, 1939) El romance titulado "Diálogo del puente y el ciprés" comienza de este modo:

El agua remansaba 
las sombras en pedazos, 
en la piedra del puente, 
al borde del regato. 
Un ciprés diluía 
en la esquivez del llano 
el eco de los siglos, 
el alma de los campos. 
La torre de la aldea 
miró a los dos románticos; 
al golpe de los bronces 
abrió sus duros labios.

"Mira, niña, cómo cae" se titula el siguiente romancillo que el poeta Narciso Antonio Alonso Cortés incluyó en su libro "Surcos":

Mira, niña, cómo cae 
poquito a poco la nieve...
En el cielo se cuajaron
 copos de estrellas celestes 
y se han cubierto los campos 
—novias en día solemne— 
de vestiduras de blanco 
con azahares inocentes.
Se han ocultado los surcos, 
los pastizales campestres, 
las yerbas y los matizos, 
las veredas y relejes, 
los barbechos arrecidos, 
el regato de la fuente, 
los muñones de las vides, 
los tiernos sembrados verdes 
y la cinta del sendero 
que cruzamos tantas veces... 
El corazón se ha dormido 
y hay que dejarle si duerme. 
No me le despiertes, niña, 
con tus torturas crueles. 
¡Mira, en tanto, cómo cae 
poquito a poco la nieve!..

Miguel Hernández publicó en el diario Ayuda el 2 de enero de 1937 un  romance titulado "Las desiertas abarcas". Estos son sus primeros versos:

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraba los días
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío....



Los siguientes versos son de Federico García Lorca. Se encuentran en su "Canción oriental", un largo romance en el que exalta la granada:

Mas la granada es la sangre,
sangre del cielo sagrado,
sangre de la tierra herida
por la aguja del regato.
Sangre del viento que viene
del rudo monte arañado...


"Cuaderno de Nueva York" quizá sea el poemario más conocido de José Hierro. Uno de sus poemas se titula "Oración en Columbia University". Estos son algunos de sus versos:

Bendito sea Dios que inventó los prodigios
que contaba mi padre
perfumado de espliego y de tomillo.
Eran historias de ciudades mágicas
en las que el agua circulaba
por venas de metal, agua caliente y fría
(nos lo contaba al borde del regato,
helado en el invierno, seco en estío:
"Venga, a lavarse, coño, guarros".
Y obedecíamos)

Para finalizar, oigamos el relajante sonido del agua de un regato:

REGALÍA

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Regalía es voz que no se encuentra en Covarrubias pero que sí recoge Autoridades con estas definiciones:

"REGALÍA. s. f. Preeminencia, prerogativa ó excepción particular y privativa, que en virtud de suprema autoridad y potestad exerce qualquier Soberano en su Reino, ´Estado: como el batir moneda, etc. Lat. Jus Regium. Regia potestas".

Cita las obras de Diego de Saavedra Fajardo y del padre jesuita Bernardo Sartolo tituladas, respectivamente, "Empresas políticas..." y "El Eximio Doctor, y Venerable Padre Francisco Svarez..."(Andrés García de Castro. Salamanca, 1693)
Como es sabido, el ilustre diplomático falleció en el madrileño Convento de Agustinos Recoletos. En ese gran edificio se encuentra hoy la Biblioteca Nacional. Una placa recuerda su estancia allí y el año de su muerte, acaecida el 24 de agosto de 1648. El párrafo que cita Autoridades se encuentra en la Empresa sesenta y siete. Dice allí:

"El mayor inconveniente de los tributos, y regalias está en los Recetores, y Cobradores, porque a vezes hazen mas daño, que los mismos tributos, y ninguna cosa llevan mas impacientemente los vassallos, que la violencia de los Ministros en su cobrança. Sola Sicilia (dize Ciceron) que se mostrava fiel en sufrillos con paciencia. Dellos se quexó Dios por la boca de Isayas, que avian despojado su pueblo. En Egypto era vn Profeta Presidente de los tributos, porque solamente de quien era dedicado a Dios, se podian fiar, y oy están en manos de negociantes, y vsureros, que no menos despojan la nave, que llega al puerto, que el naufragio. Y como los vandoleros desnudan al caminante que passa de vn confin a otro. Que mucho pues que falte el comercio a los Reynos, y que no les entren de afuera las monedas, y riquezas, si han de estar expuestas al robo, y que mucho que sientan los pueblos las contribuciones, si pagan vno al Principe, y diez a quien las cobra".
(471)

El párrafo de la obra del padre jesuita se encuentra en el capítulo XI del Libro II:

"El Doctor Rodrigo Lopez, inquiriendo las razones con que Francisco avia prevalecido contra la pretension de la Vniversidad, halló que la mas dificil de satisfacer, era la de su debil salud, á la qual, y á las tareas de su estudio era de notable impedimento la leccion de Prima, por lo importuno, y desacomodado del tiempo. Iuzgando, pues, que vencido este estorbo, facilmente cessarian los demás motivos, con que se defendía su humildad, trató con los Ministros Reales, el medio que se ofrecía, para desvanecer este inconveniente, en que los demás se fundavan; y fue proponer, el que se alterasse el tiempo, y se mudasse la hora de aquella leccion con otra menos contraria á la salud del Padre Suarez, y á la quietud, y continuacion de que necesitavan sus prolongados estudios. Esforçó mucho este su dictamen, diziendo era justo dispensar en vn estilo, por merecer tan excelente Maestro, y atropellar vn accidente, por lograr la sustancia de tanta vtilidad. Pareció bien este arbitrio, y con beneplacito de la Vniversidad, se bolvió á poner esta su pretension en la noticia del Rey, pidiendole segunda vez por Cathedratico á Francisco Suarez, y juntamente la mudamça de la hora señalada para la leccion de Prima; punto que pertenecía á su Regalia, y necesitava de su autoridad".
(Pág. 127)

Sigue Autoridades:

"REGALÍA. Por extension se llama el privilegio ó excepcion privativa ó particular, que alguno tiene en qualquier linea. Lat. Peculiare jus".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades pero añade una nueva acepción en el Suplemento de la edición de 1803:

"REGALÍA. s. f. Gages ó provechos que ademas de su sueldo perciben los empleados en algunas oficinas. Emolumentum, utelitas".

En la edición de 1884 incluyen nuevas acepciones de esta voz:

"REGALÍA. (Del lat. regalis, real.) f. Preeminencia, prerrogativa ó excepción particular y privativa, que, en virtud de suprema autoridad y potestad, ejerce un soberano en su reino ó estado, como el batir moneda, etc. // Privilegio que la Santa Sede concede á los reyes ó soberanos en un punto relativo á la disciplina de la Iglesia. Ú. m. en pl. Las regalías de la corona.// fig. Privilegio ó excepción privativa ó particular que uno tiene en cualquier línea.// fig. Gajes ó provechos que además de su sueldo perciben los empleados en algunas oficinas,// de aposento. Especie de tributo que pagaban los dueños de casas en la corte por la exención del alojamiento que antes daban á la servidumbre de la casa real y á las tropas".

En la siguiente edición, la usual de 1899, añaden la expresión -de regalía, y remiten a ´tabaco de regalía´. Nos vamos a ver la voz tabaco y  allí dicen que es "el de superior calidad".

En la edición de 1985 la primera acepción queda definida de este modo:

"REGALÍA. f. Bienes y derechos privativos de la corona".

Añaden una nueva acepción a las ya dichas:

" (...) Amér. Cenral. Ant. y Col. regalo, obsequio".

Otra más encontramos  en la de 1989:

"REGALÍA. (...) Econ. Participación en los ingresos, o cantidad fija que se paga al propietario de un derecho a cambio del permiso de usarlo".

En la Edición del Tricentenario, última consultada,  esta voz queda definida de esta manera:

"REGALÍA. (Del lat. regalis, regio.) 1. f. Preeminencia, prerrogativa o excepción particular y privativa que en virtud de suprema potestad ejerce un soberano en su reino o Estado; p. ej. el batir moneda. // 2. f. Privilegio o excepción privativa o particular que alguien tiene en cualquier línea. // 3. f. Gajes o provechos que además de su sueldo perciben los empleados de algunas oficinas.// 4. f. Privilegio que la Santa Sede concedía a reyes o soberanos en algún punto relativo a la disciplina de la Iglesia. Ú. m. en pl. Las regalías de la Corona. // 5. f. Econ. Participación en los ingresos o cantidad fija que se paga al propietario de un derecho a cambio del permiso para ejercerlo.// 6. f. Col. El Salv. Guat. Hond. Nic. y R. Dom. regalo (Dádiva) // 7. f. Méx. Participación de un autor en los ingresos del editor por la venta de su obra.// Regalía de aposento. f. Especie de tributo que pagaban los dueños de casas en la corte por la exención del alojamiento que antes daban a la servidumbre de la casa real y a las tropas.// Derecho de regalía.  (Derecho que se paga por el tabaco elaborado al ser introducido en España) // Tabaco de regalía. (Tabaco de superior calidad)".


El Esteban Terreros recoge esta voz con las siguientes acepciones:

"REGALIA, cañón del órgano, que imita en cierto modo la voz humana. Fr. Regale, voix humaine. Lat. Regalis tuba. Basc. Erregalia.

REGALIA, privilejio, fuero, preeminencia, exencion.

REGALIA REAL, ó derecho del Real Patronato, derecho que pertenece á los Príncipes como Soberanos. Fr. Regalien, regaliens. Lat. plur. Jura regia. It. Diritto regale. Las regalias reales son mui respetables, pues miran al bien público.

PROVISTO EN BENEFICIO DE REGALIA, Ó DE PATRONATO. Fr. Regaliste. Lat. Regalista. It. Regalista.

REGALIA, plural regalías; percances de una ocupacion, oficio, etc. Aquello que se obtiene fuera del sueldo. (...)

REGALIA, llaman en algunos puertos al derecho, que se paga mas al Rei por transportar los jéneros en naves estranjeras".

El Domínguez  se muestra crítico con las regalías y, probablemente más acertado que Academia, en algunas de los significados de esta voz:

"REGALÍA. s. f. Preeminencia, prerogativa, privilegio, distinción ó escepcion particular y privativa, que en virtud de suprema autoridad y potestad ejerce algún soberano en su reino, estado ó país; como el acuñar moneda con su busto etc. Cualquier derecho regio, cualquiera de las cosas privativamente reales, que disfruta la corona como efecto de su elevadísima posición, y que nadie puede menoscabar ó reducir como no sea el voto unánime de la soberanía nacional, legalmente espresado y consignado en la asamblea de los representantes del pueblo. // fig. El privilegio ó escepcion privativa ó particular que alguno tiene en cualquier linea etc. || Voz usada para distinguir tres clases de cigarros que se fabrican en la isla de Cuba, con tabaco del mismo país, denominados, cigarros de regalía imperial, de regalía común, y de media regalía; los primeros suelen tener unas siete pulgadas de largo, los segundos seis, y los terceros cinco, líneas mas ó menos. [| Voz usada en los buques negreros, como significativa de gratificacionó plus; por manera que cuando el capitán de un buque cargado de esclavos quiere batirse con la tripulación de otro buque que le disputa la presa, ofrece á los marineros que se presten al combate, uno, dos, tres, y mas meses de regalía, ó sea el sueldo correspondiente á estos mismos meses, además del tiempo que inviertan en la travesía. // pl. Gajes, emolumentos ó provechos que además de su sueldo perciben los empleados en algunas oficinas etc.".

En su Suplemento, el Domínguez recoge la llamada ¨regalía de aposento´, que define como "impuesto que pagan ciertas poblaciones, como Madrid, en indemnización del alojamiento que debían dar á la tropa".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia e ilustra algunas de las acepciones de esta voz con el ejemplo, ya citado, de Saavedra Fajardo, y otros dos de Gaspar Melchor de Jovellanos. El primero se encuentra en el "Informe De la Sociedad económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de Ley Agraria, extendido por el Autor á nombre de la Junta encargada de su formación". Las palabras citadas no son, en realidad, las suyas sino las que escribió don Pedro Rodríguez Campomanes en su "Tratado de la regalia de amortizacion..." (Imprenta Real de la Gaceta. Madrid, 1765):

"Acaso este rasgo de confianza, tan digno de un monarca pio y religioso, como de un clero sabio y caritativo, seria un remedio contra la amortización mas eficaz que todos los planes de la política. Acaso tantas reformas concebidas é intentadas en esta materia se han frustrado solamente por haberse preferido el mando al consejo, y la autoridad á la insinuación; y por haberse esperado de ellas lo que se debia esperar de la piedad y generosidad del clero. Sea lo que fuere de las antiguas instituciones, el clero goza ciertamente de su propiedad con títulos justos y legítimos: la goza bajo la protección de las leyes, y no puede mirar sin aflicción los designios dirigidos á violar sus derechos. Pero el mismo clero conoce mejor que nosotros, que el cuidado de esta propiedad es una distracción embarazosa para sus ministros, y que su misma dispensación puede ser un cebo para la codicia, y un peligro para el orgullo de los débiles. Conocerá también, que trasladada á las manos del pueblo industrioso crecerá su verdadera dotación, que son los diezmos, y menguarán la miseria y la pobreza, que son sus pensiones. ¿No será, pues, mas justo esperar de su generosidad una abdicación decorosa, que le grangeará la gratitud y veneración de los pueblos, que no la aquiescencia á un despojo que le envilecerá á sus ojos?
Pero si por desgracia fuese vana esta esperanza; si el clero se empeñase en retener toda la propiedad territorial que está en sus manos, cosa que no teme la Sociedad, á lo menos la prohibición de aumentarla parece ya indispensable, y por lo mismo cerrará este artículo con aquellas memorables palabras que pronunció 28 años ha en medio de V. A. el sabio magistrado, que promovía entonces el establecimiento de la ley de amortización, con el mismo ardiente celo con que promovió después el de la Ley Agraria: Ya está el público muy ilustrado, decía, para que pueda esta regalía admitir nuevas contradicciones. La necesidad del remedio es tan grande, que parece mengua dilatarle: el Reino entero clama por ella siglos ha, y espera de las luces de los magistrados propongan una ley, que conserve los bienes raíces en el pueblo, y ataje la ruina que amenaza al estado, continuando la enagenacion en manos muertas". 
(O. C.; vol. VII; "Clero secular"; págs. 94-95)

La segunda cita se encuentra en un informe añadido al "Discurso pronunciado al reunir el Ayuntamiento y Concejo de Cazalla, provincia de Sevilla, sobre el establecimiento de un Juez de Letras". Dice en él:

"En el mismo año de 1573 representó Sevilla á su majestad, que en consonancia de sus privilegios, nombraba en las villas de Constantina y Fregenat un alcalde de la justicia que conociera de los negocios criminales con apelación á la sala del crimen de esta real audiencia, lo que se había practicado así, porque teniendo aquellas villas mucho vecindario y estando muy distantes de esta capital, si no hubiese en ellas mas que alcaldes ordinarios (son sus palabras), no se pudiera bien hacer justicia, ni los reos serían castigados, ni los delincuentes presos; y manifestando que concurrían las mismas circunstancias para con la villa de Cazalla, concluyó suplicando á su majestad se sirviese mandar que el alcalde la justicia de Constantina pudiese tambien administrarla en Cazalla, residiendo en ella el tiempo que pareciese conveniente, y que lo mismo se podría hacer en las villas de Pedrejo y Alanis, que se hallaban á igual distancia; todo lo cual se mandó hacer por el señor don Felipe II en cédula de marzo de dicho año.
En el de 1613 se verificó el desempeño de las villas cedidas por los asientos que van expresados, y en consecuencia de ellos mismos no se hizo novedad en la jurisdicción de las cuatro que eran de la tierra de Sevilla; pero con motivo de haberse dado comisión por el señor don Felipe V en el año pasado de 1742 á don pedro Diaz de Mendoza para la averiguación y reconocimiento de los títulos en cuya virtud poseía esta ciudad varias rentas, jurisdicciones y regalías, se procedió por el comisionado á embargar todo cuanto obtenía en virtud de los asientos mencionados y demás de que no había presentado títulos, ni sacado cédula de confirmante, y á consecuencia de este secuestro nombró su majestad á don Juan Polanco por corregidor de la villa de Cazalla".
(O. P. y I.; vol II; págs. 424-425)

Podemos añadir una cita más en la que expone su opinión sobre los derechos de la monarquía y la nación. Se encuentra en su "Consulta de la convocación de las Cortes por estamentos", escrita ante la petición del vocal de la Central por Aragón, don Calvo de las Rozas, con fecha de 15 de abril de 1809; es decir, en plena Guerra de la Independencia y con el rey felón fuera de España:

"Haciendo, pues, mi profesión de fe política, diré que, según el derecho público de España, la plenitud de la soberanía reside en el monarca, y que ninguna parte, ni porción de ella existe, ni puede existir en otra persona, ó cuerpo fuera de ella. Que por consiguiente es una herejía política decir que una nación cuya constitución es completamente monárquica es soberana, ó atribuirle las funciones de la soberanía; y como esta sea por su naturaleza indivisible, se sigue también que el soberano mismo no puede despojarse ni puede ser privado de ninguna parte de ella en favor de otro, ni de la nación misma. 
Pero la soberanía es un ente real; es un derecho, una dignidad inherente á la persona señalada por las leyes, y que no puede separarse, aun cuando algún impedimento físico ó moral estorbe su ejercicio. En tal caso, y durante el impedimento, la ley, ó la voluntad nacional dirigida por ella, sin comunicar la soberanía, puede determinar la persona ó personas que deben encargarse del ejercicio de su poder. Cuales sean estas en España, y como deban señalarse, está bien claramente determinado por nuestras leyes: sobre lo cual no cansaré la atención de V. M., contentándome con recordar á su memoria lo que en el asunto tuve el honor de representarle en 7 de octubre del año pasado, cuando se trataba de arreglar la institución del gobierno interino, que debía encargarse del ejercicio de la soberanía en la ausencia de nuestro amado y deseado Rey.
Pero el poder de los soberanos de España, aunque amplio y cumplido en todos los atributos y regalías de la soberanía, no es absoluto, sino limitado por las leyes en su ejercicio; y allí donde ellas le señalan un límite empiezan, por decirlo así, los derechos de la Nación. Se puede decir sin reparo que nuestros soberanos no son absolutos en el ejercicio del poder ejecutivo; pues aunque las leyes se le atribuyen en la mayor amplitud, todavía dan á la Nación el derecho de representar contra sus abusos, y que de este derecho haya usado muchas veces se ve claramente en nuestras Cortes: las cuales mas de una vez representaron al soberano, no solo contra la mala distribución de empleos, gracias y pensiones, y otros abusos, sino aun contra la disipación y desórdenes interiores de su palacio y corte, y pidieron abiertamente su reforma."
(O. C.; vol VIII; págs. 79-80)

Fotografía: Ángel Arteaga (c)

La Enciclopedia Espasa-Calpe dedica más de página y media al estudio de esta voz. Recoge las acepciones de Academia, algunas del Domínguez, dos hispanoamericanas y un detallado relato históríco en las relaciones entre la Iglesia y los reyes. La acepción hispanoamericana que no se encuentra en Academia es esta:

"REGALÍA. Amér. Manguito de pieles abierto por los extremos para abrigar las manos",

Por lo que se refiere al Derecho Eclesiástico define así el concepto:

"REGALÍA. "Palabra es la de regalía, dice Menéndez y Pelayo, asaz vaga y elástica y que puede prestarse a varios y contradictorios sentidos". De regalismo ó de regalías hablan las Partidas, entendiendo por ellas los derechos mayestáticos, v. gr., el acuñar moneda, mandar ejércitos, etc., pero generalmente se toma en una significación más limitada, que concierne solo a negocios eclesiásticos, esto es, por los derechos que corresponden á los monarcas y á la realeza por razón de tal en materias eclesiásticas. Este es el concepto más corriente de regalías, bien que se haga preciso delimitar bien el alcance de este derecho y el fundamento del mismo".

El Título IV de la Quinta Partida está dedicado a las ´donaciones´´. Consta de once leyes. Hemos elegido esta:

Ley IX. 

Fasta que quantia puede fazer onbre donaçion de lo suyo e de lo que de mas fiziere que sea reuocado. 

"Enperador o rey puede fazer donaçion de lo que quisiere con carta o sin carta e valdra. Eso mesmo dezimos que pueden fazer los otros onbres quando quieren dar algo de lo suyo al enperador o al rey. Ca guisada cosa es que commo ellos pueden fazer donaçiones por cartas o sin ellas que los onbres puedan dar a ellos lo que quisieren en essa misma manera. Pero dezimos que quando el enperador o el rey faze donaçion a yglesia o a orden o a otra persona qual quier assi commo de villa o de castillo o de otro lugar en que ouiesse pueblo o se poblasse despues. si quando ge lo dio otorgo por su preuilegio que ge lo daua con todos los derechos que auia en aquel lugar e deuia auer no sacando ende ninguna cosa. Entiendese que ge lo dio con todos los pechos e con todas las rentas que a el solian dar e fazer. Pero non se entiende que el da ninguna de aquellas cosas que pertenesçen al señorio del reyno señaladamente assi commo moneda o iustiçia de sangre. Mas si todas estas cosas fuessen puestas e otorgadas en el preuilegio de la donaçion. estonçe bien passaria al lugar o a la persona a quien fuesse fecha tal donaçion saluo ende que las alçadas de aquel lugar deuen ser iudgadas para el rey que fizo la donaçion e para sus herederos. E deuen fazer guerra e paz por su mandado. Otrosi dezimos que todo onbre puede fazer donaçion por carta o sin ella dando quanto quisiere para sacar catiuos o para refazer alguna yglesia o casa derribada. e por dote o por donaçion que se faze por razon de casamiento fasta el diezmo de sus bienes. E avn dezimos que si algund onbre quisiere fazer donaçion a alguna yglesia o a lugar religioso. o a espital que lo puede fazer sin carta Pero si quisiere dar a otro onbre o a otro lugar puedelo fazer sin carta fasta quinientos marauedis doro. Mas si quisiere fazer mayor donaçion de lo que es sobre dicho en esta ley lo que fuese dado de mas no valdria. Fueras ende si lo fiziesse con carta o con sabiduria del mayor iudgador de aquel lugar do fiziesse la donaçion Fueras ende en la donaçion que se faze por razon de casamiento. Adiçion. Que el rey non puede fazer donaçion de las çibdades e villas e lugares de su corona real. vey las ordenanças reales libro .V titulo .IX. ley III.".
(Págs. 51-57)

El María Moliner contiene cuatro acepciones de esta voz:

"REGALÍA. f. 1. Prerrogativa de las que, como la acuñación de moneda, corresponden al soberano de un país. // Nombre dado a  ciertos privilegios que el Papa concede al rey en cuestiones de disciplina eclesiástica.// 2. Am. C. Antill., Col. Regalo (obsequio) // 3. Econ. Cantidad de dinero que cobra el autor de una obra literaria, el titular de una patente, etc., a cambio del permiso para su utilización comercial. = Royalty".

El Diccionario de Americanismos añade dos nuevas acepciones a las ya dichas:

"REGALÍA. (...) 2. Co., Ec., Bo. En los contratos de explotaciones petrolíferas o minerales, cantidad de dinero que se destina a la nación, departamento o municipio propietarios de las tierras. // (...) 4. Ni.  Gratificación, generalmente dinero, usado como soborno para que un funcionario público acelere un trámite o resuelva favorablemente algo".

Otra acepción cercana al ´regalo´ la incluye Renaud Richard en su "Diccionario de hispanoamericanismos":

"REGALÍA. f. Dulces de cocina destinados para regalos, obsequios. (PR) "Esta tarde se hicieron las regalías esponjados, dulce de batata, pasteles para los más allegados y otras golosinas" (E. Laguerre, La llamarada, 121)".

Hablas Andaluzas contiene diez acepciones de esta voz. A saber:

"REGALÍA. Regalo de pedida. (...) 2. Dote. (...) 3. Acto en que los invitados obsequian a los novios con dinero echándolo en una bolsa que para este efecto lleva la novia. (...) 4. Regalo de matanza. (...) 5.Regalo de Pascua dado a los niños. (...) 6. Pensión por jubilación. (...) 7. Añadidura. (...) 8. Chorrada, porción de líquido que se suele echar de propina después de dar la medida. (...) 9. Senara, pedazo de terreno que el dueño de una finca da al guarda para que lo cultive por cuenta propia. (...) 10.  -de novia. Dote. (...)".

En el segundo volumen del "Diccionario Universal de la Literatura, Ciencias,...", publicado por Francisco de Paula Mellado, le dedican un par de páginas, a dos columnas, al estudio de la regalía de aposento. Entre otras cosas, dicen:

"APOSENTO, (Regalia ó Carga de) {Hacienda.) En los antiguos tiempos de la monarquía española, hasta el segundo rey de la casa de Austria, estaban obligados los pueblos á dar alojamiento á las escoltas y comitivas de los reyes y de su real familia, cuando permanecían ó transitaban por ellos; y se contaba entre las mas altas dignidádes de palacio la de aposentador mayor. El rey don Felipe II, fijó su corte en Madrid en 1560, y se regularizó el servicio de alojamiento por cédula de 26 de marzo de 1505, en que se mandó, que en equivalencia de aquel, contribuyesen la mitad material de las casas que admitiesen cómoda división, y la tercera parte de los alquileres en las demas construidas á la malicia, y no eran por tanto, susceptibles de la misma división; y se concedió exención por los quince años primeros á las casas que se edificaran de nuevo, lo que después se prorrogó por otros ocho años en el de 1584. Permaneció don Felipe II en Madrid los cuarenta años de su reinado, y su sucesor don Felipe 111, á los pocos de su gobierno, trasladó, en 1601, la córte á Valladolid, en donde estuvo hasta que su hijo don Felipe IV la volvió á traer á Madrid cu 1606. Esta villa, en reconocimiento de haberse trasladado á ella la silla del imperio español, se allanó á dar como contribución perpetua la regalía deaposento, que antes satisfacía como carga ordinaria, entregando ademas, por servicio cstraordinario, la sesta parte de los alquileres por espacio de diez años. S. M. accedió á esta pretensión, y en el mismo de 1606 se despachó una real cédula para arreglar este servicio. Calculábase que en aquella época había en Madrid 7.259 casas, y que el valor anual de sus alquileres ascendía á 18.843.070 reales; por consiguiente, el importe anual de la regalía de aposento debería ascender á 9.421,535 reales. Por otra real cédula del mismo año de 1606, se dispuso que á las casas de incómoda partición se repartiese en la forma posible, ó se rebajase su producto á maravedises, exigiéndose la tercera parte. Posteriormente, en 1608, se mandó que las casas que se labrasen de nuevo estuviesen exentas de la carga de aposento por quince años, y se dispuso ademas una visita general, que después se repitió varias veces, para repartir la carga con mas conocimiento. En 1621 se publicó al fin una ordenanza, para la cual se establecieron las reglas para la cobranza, y so concedieron varias exenciones, especialmente en favor de los comerciantes que habitasen sus casas y tuviesen ocupadas sus tiendas y trastiendas con efectos de comercio. 
En el año de 1694 se vió obligada la junta de medios á proponer al principe don Carlos II recursos monetarios, y entre otros, le consultó que se valiera por un año útil, del importe del derecho de Aposento, esceptuando del pago á los consejeros de Castilla y á los alcaldes de Casa y Córte: este arbitrio, tan mezquino para las graves urgencias que rodeaban á la corona, se calificó de pingüe equivocadamente, y de poco gravoso á cada interesado. Tal era el estado que tenia la carga de aposento, cuando la real ordenanza de 22 de octubre de 1749 declaró este ramo como uno de los de la real hacienda, y fijó nuevas reglas para su administración y cobranza".
(Págs. 963-964)

Para quien esté interesado en este tema le enlazo con esta interesante web.


Diego de Torres Villarroel incluyó en su obra "Juguetes de Thalia,..." un "Sainete entremesado, para la zarzuela de Eneas en Italia". Comienza de este modo:

Salen el Alcalde, y su muger

ALCALDE
Yo tengo de ir, si Dios no lo remedia.

MUGER
A donde, bruto?

ALCALDE
A donde? A la Comedia

MUGER
Estás loco? Qué dices?

ALCALDE
Por San Pabro,
que tengo de ir, ahunque me lleve el diabro.

MUGER
Pues quien te ha convidado, dí, jumento?

ALCALDE
Conmigo es excusado el cumprimiento,
que la Justicia con su vara aliada
en todas las Comedias tiene entrada,
y en vez que he apuñado la Alcaldía,
no he de perder ninguna regalía.

El padre jesuita Joseph Antonio Butrón y Muxica escribió la "Harmónica vida de Santa Teresa de Jesvs,..." (Francisco del Hierro. Madrid, 1722) en 1961 octavas. Dividió la obra en dieciocho rasgos. De esa fabulosa cantidad de "harmonías" hemos elegido estas:

XXXIX
El año que sacrílego Lutero,
de blasfemias armado, y ossadia,
con vno, y otro principe guerrero
principio horrendo dió a sus heregias;
que de las Indulgencias monstruo fiero
quiso anular las sacras regalias,
quando en los vicios él mas criminales
indulto general dió á los mortales.

MLXXXXVI
Sabed, quizá diria, hermanas mías,
que el Espiritu Santo amante, y sabio
de hombres, para diversas gerarquias,
con muchas lenguas dio instruccion al labio,
Apostólicas fueron regalias,
sin que essa honra á nosotras fuesse agravio,
que á la mas sabia, aunque lo tenga á mengua,
para hilar, y rezar basta su lengua.

Esta voz se encuentra escrita, con el sentido de la tercera acepción, en unos versos del drama jocoso  en un acto titulado "Medidas estraordinarias ó los parientes de mi muger", de Bretón de los Herreros.  Dicha obra se estrenó en el madrileño Teatro de la Cruz, el 24 de diciembre de 1837. Cito de la edición de "Obras escogidas...", publicada en París por la Librería Europea Baudry, en el año 1859. Comienza de este modo:

D. PASCUAL
(Entrando con un cartucho de duros.)
¡Oh ventura! ¡Ya te pesco,
mensualidad suspirada!

Dª INÉS
¿Vienes contento?

D. PASCUAL
¡Ahí es nada!
¡Si traigo dinero fresco!

Dª INÉS
¿Te han dado una paga, ó dos?
¡Ah! Poco abulta el cartucho.

D. PASCUAL
Una, y mermada, y es mucho;
y demos gracias á Dios.
Aun me deben otras quince;
¿mas cuándo veré otra plata
aunque el hambre que me mata
me dé la vista del lince?
¡Felices aquellos días
en que hubo plazas seguras,
y se lograban futuras,
y pascuas y regalías;
y nadie temía, Inés,
 cesantías ni otras plagas...
y se cobraban las pagas
antes de espirar el mes!
¡Hoy almorzamos proclamas,
cenamos pronunciamientos,
y nos cubren de los vientos
circulares y programas!

Entre esta y la  segunda edición publicada por José María Repullés en el año 1941 hay  diferencias en algunos de los versos citados:

...¡Felices aquellos días
en que hubo plazas seguras,
y se lograban futuras,
y pascuas y regalías;
Y nadie temía, Inés,
a cesantías ni andróminas,
y se cobraban las nóminas
antes de espirar el mes!
¡Hoy almorzamos programas,
cenamos pronunciamientos,
y nos cubren de los vientos
circulares y programas!

"Fisiología y chistes del cigarro..." tituló Serafín Estébanez Calderón, alias "El Solitario", uno de los capítulos de su obra "Escenas andaluzas..." (Imprenta de don Baltasar González. Madrid, 1847) Cuenta en él, escrita en primera persona,  la pequeña historia de un colillero gaditano llamado "El Puntillas".  Dice:

"Dejando á cada cual de mis abolengos que prueben y motiven la lejítima y originaria derivación de sus apellidos, en cuanto á mí yo solo sabré decir que sí en retintin mi nombre puede hacer son con los que muestra mi esclarecida alcurnia, todavia me supe ganar yo por mis propios merecimientos el renombre de Puntillas, por la singular afición que desde tamañito saqué de buscar, allegar y hacer caudal de todos los cabos, restos, trozos, pedazos y puntas de cigarro que por do quiera hallaba. Mientras otros mis compañeros de inferior edad y mas bajos pensamientos se enamoraban con fé ciega, pero no con menor afición de los pañizuelos, carteras, petacas, cartapacios y otras menudencias que se embozaban honestamente en este bolsillo ó aquella faltriquera, sacándolos de su morada sin venia y beneplácito del Gobernador ó Vicario, yo dando por insegura aunque muy sabrosa por lucrativa aquella nueva especie de corso, daba en tanto modesto entretenimiento á mi filosofía peripatética, paseando, discurriendo y divagando por entre los trebejos de los cafés y tertulias, y por entre los andenes y lunetas de los coliseos y teatros, dando agradable cebo así á esta nueva clase de caza y montería. Mis despojos y trofeos de tal mariscar, así contaban con muestras de los vegueros, regalías y ciento en boca de la Habana como con retales de toda laya de Virginia, rehuz y desperdicio del Brasil, y Prayapreta, retirándome casi siempre al reducido zaquizamí de mi chiscón con pañuelos colmados de estos tesoros".
(Págs. 311-312)

Don Ramón de Mesonero Romanos cuenta de este modo la regalía o carga de aposento en su obra "El Antiguo Madrid, paseos históricos-anecdóticos por las calles y casas de esta villa" (Establecimiento Tipográfico de Don  F. de P. Mellado. Madrid, 1861):

"La construccion del caserío era en general impropia y mezquina. La grandeza del reino, agrupada en derredor del trono, y viniendo á formar la parte principal de la poblacion de Madrid, se contentó con levantar enormes casarones que solo se diferenciaban de los demás por su inmensa estension; y el vecindario en general, dividiendo y subdividiendo hasta un término infinito los terrenos ó solares, llcgó á formar hasta el número próximamente de las doce mil casas que entonces se contaban, y que hoy, refundidas en mayores edificios, no pasan acaso de siete mil; pues si por un lado la abundancia de jardines pertenecientes á ellas y la multitud de grandes monasterios que hoy se han utilizado para construcciones particulares, ocupaban una buena parte del perímetro, por otro los edificios construidos posteriormente son mucho mas estensos, como que en cada uno de ellos se han ocupado solares de tres ó cuatro de las antiguas casas. Las doce mil además que suponen los historiadores del siglo XVII, puede esplicarse por el lente de aumento con que solían mirar á Madrid, ó por la hiperbólica diccion de un par de casas con que acostumbraban designar á cada edificio que tenia dos pisos ó habitaciones.
Generalmente estos eran pocos, por muchas razones: en primer lugar, la poblacion era mucho menor todavía, y la vida interior del pueblo debía ser tan modesta y poco ganosa de comodidades, que quedaba satisfecha con cualquier cosa, con un hediondo portal, con una oscura y empinada escalera y con media docena de estrechos y desnudos aposentos, coronados por un mezquino zaquizamí; todo esto formado y multiplicado en el reducido espacio que toleraban los conventos (que en Madrid como en la mayor parte de las ciudades del reino constituían la parte principal de la poblacion) y aun aquella tolerancia en favor del vecindario, estaba las mas veces limitada en la altura de las casas fronteras y contiguas, en el número  de las ventanas, en sus salidas y comunicaciones, que no habían de privar de las luces, vcntilacion é independencia á los amplios monasterios de ambos sexos; no habían de registrar sus espaciosas huertas, ni impedir que sus estendidas y solitarias cercas dominasen en calles despobladas, y sus elevadas torres levantasen hasta el cielo sus agujas y chapiteles.
Por último, otra razon muy poderosa para limitar y reducir á mezquinas condiciones el caserío general de Madrid, fué la gravosa carga que el establecimiento de la cortc trajo consigo, y era la conocida con el nombre de Regalía de aposento. Este pesado servicio del alojamiento de la real comitiva y funcionarios de la corte, recaía naturalmente sobre las casas que tenían mas de un piso y cierta espaciosidad, y aunque posteriormente, y cuando en 1606 se restituyó á Madrid la córte desde Valladolid (á donde se había trasladado en 1601 ) fué compensado y capitalizado aquel penoso gravámen con el servicio de 250,000 ducados que ofreció la villa por equivalente á la sesta parte de los alquileres de las casas durante diez años, continuó pesando por via de contribucion esclusivamente sobre todas las que tenian mas de un piso, razon por la cual continuaron las construcciones de maliciaó solo piso bajo. Así lo vemos espresado terminantemente, entre otros varios documentos de la época, en el primitivo Registro general del aposento concluido en 1651 (manuscrito interesante que posee uno de nuestros amigos) donde dice: "Calle de Toledo (antes de la Mancebía). Una casa de Mari-Mendez, muger de Blas Caballero, soldado de la Guardia. Española, »que era de aposento y el que mandó se hiciese de malicia, tasada en 36 ducados".
("Introduccion"; X-XI)


Curioso cuanto menos es el poema bufo-épico-avinagrado que tiene por título "La tauromanía". (Imprenta de Diego Pacheco. Madrid, 1890) Está escrito en "octavas republicanas (vulgo antirreales)". Lo firma un tal Pedro de los Palotes, que puede ser cualquiera. aunque algunos se lo atribuyen al impresor Tomás Rey, del que apenas tengo referencias. Consta de catorce cantos. El último comienza de este modo:

No hay, no, em España veto que á los toros 
Pueda oponerse insano y arbitrario. 
Pidáis lo que pidáis, como á los loros 
Se escucha, asi el depositario 
Del poder y la ley oirá los coros 
De quejas que con tono tumultuario 
Su tímpano desgarren; mas por cuernos 
Clamad y os los darán... duros ó tiernos. 

En villas, en villorrios, en ciudades, 
En pueblos, en aldeas y aldehuelas. 
Las personas de todas las edades, 
Sin exclusión de suegras ni de abuelas. 
Por toros claman en sus solemnidades, 
Que estiman mucho más que las escuelas. 
Permiso demandad de hacer el Cide
Y al margen os pondrán: Como se pide

Así vemos con no rara frecuencia 
Funciones de becerros y toretes, 
Novillos, vacas, bueyes, ¡qué demencia!, 
Donde muchos modernos Evergetes 
Con ardor sin igual arman pendencia 
A los bichos, que á veces los mofletes 
Les bajan y demudan, y aun los remos 
Les destroncan de paso, cual lo vemos.

Lugares en España hay do al alcalde 
Estórbale lo negro—¡qué cucaña! — 
Y logra que jamás su cuenta salde 
El dómine que espesa telaraña 
Del cráneo ocioso barre, mas de balde. 
Pues gramática parda es la cizaña 
De la rural cultura, que el dinero 
Sólo gasta en hacer clown al torero.

Estudiantes, horteras, militares. 
Rústicos inciviles, jornaleros, 
A Tauro en sus flamígeros altares 
Sacrificios consagran lisonjeros; 
Sin que el Código, que penas tiene á pares 
Para el suicida, y díctamos severos 
Le reserva la Iglesia, pues el cura 
En sagrado le niega sepultura.

Con asombro del siglo, provocando 
Conflictos de cogulla y regalía, 
En los cuales al cabo naufragando 
Ya nuestra Religión de día en día; 
Sin que el Código—dije,—dúctil, blando. 
Ni la Iglesia, clemente, santa y pía, 
Penas marquen á clérigos y jueces 
Que el suicidio autorizan tantas veces.

Con su presencia olímpica, serena, 
Como así á las madamas tan piadosas 
Que de santo placer el alma llena 
Presiden esas fiestas primorosas 
Que ahuyentan de sus pechos toda pena 
Con sus escenas varias y vistosas. 
Pues á veces cornada fiera y ruda 
Da el toro al diestro y otras,., le desnuda.

Doña Emilia Pardo Bazán puso esta voz en algunas de sus obras. Hemos elegido la novela "El saludo de las brujas"(O. C. Tomo XV. Establecimiento Tipográfico de Idamor Moreno. Madrid, 1909) en la que aparece con el significado de la tercera acepción:

"No se equivocó Miraya en este punto al recibir la tarjeta. Una sonrisa de triunfo brilló en su inteligente y plebeya boca 
—Muerde el cebo.....—pronunció en alto, con jubilosa entonación. Y cinco minutos antes de la hora señalada, con la puntualidad excesiva que es de rigor en las audiencias, Miraya llamaba á la puerta de Flaviani y decía desenfadadamente:—“Anuncíeme usted á Su Alteza.” —
Y Adolfo, cogiendo la ocasión por los cabellos, se apresuró á anunciar, sin la menor protesta por parte de su amo:—“El señor Miraya desea saber si Su Alteza puede recibirle.”
Introducido en el fumadero, Miraya aceptó una taza de café exquisito, una regalía y una copa del famoso cognac de naufragio. Pocos momentos después de la llegada del periodista, tocó Felipe el timbre de plata y dio á Adolfo esta orden inverosímil: “Si viene, por casualidad, Yalomitsa.... decir que he salido y no dejarle pasar de la puerta.” Y Adolfo, criado modelo, no pestañeó al contestar impasible: “Sí señor.”
(Primera parte; cap. IX: "Miraya se insinúa"; págs. 122-123)

Su querido Galdós también escribió esta voz, con el mismo sentido, en su novela "Lo prohibido":

"Aquella noche, hablando de tabacos, Barragán me dijo que yo no había inventado la pólvora. Y á propósito, Medina fumaba muy bien. Si en el comer y en los demás goces suntuarios su religión era la medianía, en aquel maldito vicio picaba muy alto. Tenía vegueros riquísimos, marcas de primera, y todas las vitolas conocidas, desde el menudo entreacto á las regalías imperiales y cazadores más exquisitos".
(Cap. XXI; VI; pág. 164)

"Mi montaraza" tituló José María Gabriel y Galán una de las composiciones poéticas de su libro "Castellanas". Estos son algunos de sus versos:

Dile al hijo del señor 
De la vecina alquería, 
Que dice tu servidor 
Que no nació Ana María 
Para caprichos de amor;

Que en las ciudades doradas 
Encontrará lindas flores 
Más suyas por delicadas... 
¡Estas rosas coloradas 
No son para los señores!

Pero si en ello porfía, 
Por ladrón de mi destino. 
¡Lo mato, si pisa un día 
La raya de la alquería 
De Carrascal del Camino!

Y el hijo del montaraz 
De Castropardo el Mayor, 
El que oye mucho mejor 
La voz de un viejo sagaz
 Que el grito de un noble amor,

Si busca montaracías 
Que den en prados y montes 
Excusas y regalías, 
Llenos están de alquerías 
Esos anchos horizontes...

Vamos a terminar esta entrada con una  "gacela"  de Fernando Villalón:

Cuando me den el indulto
yo le haré una regalía
a la brisa del Estrecho
que enjugó las penas mías.

Mar del Peñón,
no me cantes,
déjame un rato cantar,
cállate tú mientras canto,
si me quieres escuchar.


REFUSILO

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Para adentrarme en esta voz he esperado un día de tormenta, la primera ráfaga de aire moviendo las hojas de la vieja acacia, el olor de la lluvia en el ambiente y la lluvia misma anunciándose, gota a gota, en la planicie de la tarde; para sentirla, nada mejor que mirar al cielo, quedarse absorto ante el avance de las nubes en guerra, o ciego con el primer  relámpago rozando las buhardillas de los tejados, o sordo tras el estampido del trueno con una furia inusitada; en ese instante no apelamos al recuerdo de una calle de París vislumbrada en un libro, ni nos acercamos a la estantería para buscarlo y abrirlo y encontrar a la Maga, ni escuchamos arrastrándose por los surcos del LP las notas del viejo y bruñido saxofón de Charlie Parker, sino que nuestro ánimo y nuestro corazón se encojen de pavor en un segundo preciso ante tal despliegue escénico del cielo, y, al segundo siguiente, todo cambia, porque la terraza no se llena de duro granizo, blanqueando los catalanes, sino de pequeñas y húmedas letras que las gotas, al caer y estrellarse contra el suelo, van dejando allí, como pequeños náufragos a la orilla de una playa. Pasado el chaparrón, puedo, entonces, componer con ellas las palabras que busco y, cuando tengo la primera frase en la brillante superficie del terrado y la leo, comienzo a escribir lo leído: "Para adentrarme en esta voz tengo que irme hasta la edición de Academia de 1936, en la que dice:

"REFUSILO. m. Argent. Relámpago".

En la edición de 1970 nos dicen que deriva del verbo fucilar, que vale por  ´relampaguear´. Incluyen también la voz ´refucilo´, con el mismo sentido, pero  en el Suplemento de la misma edición suprimen la primera y enmiendan la segunda:

"REFUCILO. (Del lat. focile, de fuego) m. Relámpago".

En la edición de 1985 dicen que ´refucilo´ es voz de Argentina y Ecuador.
El verbo fucilar lo recoge, por primera vez, Gaspar y Roig en el Suplemento al tomo primero de su "Diccionario enciclopédico de la lengua española,..." (1853), con esta definición:

"FUCILAR. v. n. Poes.: fulgurar, rielar".

Academia lo incluye en su edición de 1869 con los mismos significados. En la de 1899, añaden la voz ´fucilazo´, que define como "relámpago sin ruido que ilumina la atmósfera en el horizonte por la noche".
En la de 1925, dicen:

"FUCILAR. (Del lat. fucile, eslabón, 2ª acep.) intr. Producirse fucilazos en el horizonte.// 2. Fulgurar, rielar".

Nada varía hasta la edición de 1989 en el que precisan más el sentido de la voz ´fucilazo´:

"FUCILAZO. m. Relámpago sin ruido que ilumina la atmósfera en el horizonte por la noche, producido por  tormentas lejanas".

El "Diccionario de Americanismos" no recoge el sustantivo pero si contiene el verbo ´refusilar´, que no es "volver a fusilar" sino "relampaguear":

El "Nuevo Diccionario de Americanismos e Indigenismos", de M. Alberto Morinigo, se ocupa de las cuatro  voces - refucilar, refucilo, refusilar y refusilo- con los mismos significados que venimos diciendo. En cambio, no se encuentra ninguna de ellas en el "Diccionario de Argentinismos, Neologismos y Barbarismos" (Imprenta de Coni Hermanos. Buenos Aires, 1911), del doctor Lisandro Segovia, ni en el "Vocabulario Rioplatense razonado" (Imprenta Rural. Montevideo, 1890), de D. Daniel Granada.
Las voces refucilada, refucilar, refucileo, refucilo, refusilar y refusilo sí aparecen en el tercer tomo del "Diccionario General de Americanismos", (Editorial Pedro Robredo. Méjico, 1942), de Francisco J. Santamaría. La última voz la define así:

"REFUSILO. m. v. En Argentina, relámpago, grieta de luz que rasga la obscuridad celeste. Comunes también las variantes refucilo, refocilo".


Un día después de la tormenta, saco del fondo de la estantería el libro en el que subrayé esta voz. Está cubierto de tamo. Hace años que no lo abro. Se trata de "Rayuela", la novela escrita por Julio Cortázar. La compré en la Cuesta de Moyano el 4 de abril de 1984, después de leer la edición de Bruguera."Fue miércoles  y hacía viento", anoté en la primera página. En la segunda, otro recuerdo, casi olvidado:
"Gracias a la lectura de "Rayuela" conocí a Blanca Andreu en una charla-coloquio sobre el autor de esta obra en el mes de marzo del 84, y me firmó su libro "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall".

Julio Cortázar puso esta voz en boca de Traveler, en el capítulo 44:

"Traveler la tomó en sus brazos aunque Talita se resistía, y después de poner un pie encima del pato y dar un resbalón que casi los manda al suelo, consiguió dominarla y besarle la punta de la nariz. 
—A lo mejor no hay bomba para vos, ratita —dijo sonriéndole con una expresión que aflojó a Talita, la hizo buscar una postura más cómoda entre sus brazos—. Mirá, no es que yo ande buscando que me caiga un refusilo en la cabeza, pero siento que no debo defenderme con un pararrayos, que tengo que salir con la cabeza al aire hasta que sean las doce de algún día. Solamente después de esa hora, de ese día, me voy a sentir otra vez el mismo. No es por Horacio, amor, no es solamente por Horacio aunque él haya llegado como una especie de mensajero. A lo mejor si no hubiese llegado me habría ocurrido otra cosa parecida. Habría leído algún libro desencadenador, o me habría enamorado de otra mujer... Esos pliegues de la vida, comprendés, esas inesperadas mostraciones de algo que uno no se había sospechado y que de golpe ponen todo en crisis. Tendrías que comprender".
(Pág. 429)

Ricardo Güiraldes  escribió esta voz, en plural, en su novela "Don Segundo Sombra":

"Salimos al atardecer de un día por demás caliente y tormentoso. De ensillar no más sudábamos, y no había cosa en el campo que no esperara uno de esos chaparrones, que primero lo apampan a uno por su violencia, para después dejarlo derechito como un pastizal naciente. 
Ya, antes de salir, dos aguaceros nos castigaron de soslayo, muy de paso, dejando la tierra fofa de los callejones, corrales y limpiones, como con sarpullido. Lo grueso de la tormenta nos esperaba, sin embargo, agazapada en nubes, hecha montón para el lado del Sur. Como podía refrescar fuerte, nos preparamos una actitud de resistencia ante el posible viaje bravo. 
Después de cenar, entrada ya la noche, de un momento de calor pesado, salió un viento fuerte. Hacía rato ya, los refusilos grietaban las nubes renegridas del horizonte Sur".
(Cap. XXIV; pág. 325)

El documento más antiguo que he encontrado en el que aparece esta voz es una carta que Domingo Faustino Sarmiento envió al señor Vicente Fidel López el 25 de enero de 1846. La escribió en Montevideo. Entre otras cosas, dice:

"Estábamos ya por fin en las aguas del Plata, i estos misterios podían, si no esplicárseme, ofrecerse al ménos a mi vista. La tarde del cuadrajésimo octavo día de mar, el sol empezaba a ponerse, como he dicho, entre nubarrones torvos; i no bien se había ocultado tras el ancho lomo de las aguas, por todos los estremos del horizonte asomaban lentamente densas masas de nubes preñadas de tempestades. ¡Oh! la tempestad eléctrica, para quien ha habitado largos años las calladas costas chilenas, tiene encantos májicos cuando el estampido del trueno ha sacudido muestros oidos desde la cuna. Había iluminación en los cielos aquella noche; los refusilos del horizonte ocupaban los entreactos del rayo que surcaba el espacio".

La voz refocilo la puso Leopoldo Lugones en una poesía titulada "El encuentro" ("Poemas solariegos". Porter Hnos. Buenos Aires, 1929) Comienza de este modo:

Amigos y por lo viejos
Más seguros y mejores, 
Eran el teniente Lobo 
Y el cabo Mariano Amores.

Grados que a los dos les dieron 
Por servicios que prestaron 
Cuando en la antigua frontera 
Contra los indios pelearon.

Pues de guardias nacionales 
Se ganaron sus galones 
Entre los bravos fuerteros 
De ese fuerte de Abipones.

Y de favor no sería; 
Pues según el comentario, 
Allá el que no era valiente 
Se pasaba a temerario.

Así todos se esmeraban 
Con la muy justa ambición 
De quedar para memoria 
Por modelo de varón.

Más adelante escribe:

Mano al facón echó Lobo; 
Y el otro, al desenvainar, 
Se metió la barba al seno 
Como si fuese a domar.

Desnudaron los cuchillos, 
Y sin soltar el cabresto, 
A vistear de punta y hacha 
Por fantasía se han puesto.

Echar una firma llaman 
A ese juego; y de iniciales, 
Sangre y Suerte van marcando 
Las eses de los puñales.

A medio paso ehaireaban; 
Y el lance, en su movimiento, 
Era un solo refucilo 
Como tormenta de viento.

Podría poner el vídeo de una tormenta con relámpagos nocturnos  pero prefiero oír los refusilos en la voz inconfundible del gran Carlos Gardel:


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