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RAIGÓN

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Raigón es voz que no recoge Covarrubias, pero que la nombra de pasada en su estudio de ´diente´:

"(...) El puerco nunca muda el diente. No tiene el diente más que vn raygon, las muelas tienen dos, y mas, y están encaxados en la quixada".

 Sí se encuentra en Autoridades, con esta definición:

"RAIGÓN. s. m. aum. La raíz grande y vieja de los árboles ó plantas. Lat. Vetus radix".

Cita una octava del Canto V del poema  del monje cisterciense fray Nicolás Bravo, titulado "Benedictina" (En la Imprenta de Artvs Taberniel. Salamanca, 1604). Dice así:

Agarra la azerada podadera,
escupiendola al tiempo que empuña,
y va talando rezio la mimbrera,
con golpes que al raxar ni piden cuña;
desnuda el campo, corta la ribera,
y aunque las manos al cortar se aruña,
cercena con la fuerça y la guadaña,
zarças, raygones, juncos y espadaña.

Continúa Autoridades:

"RAIGÓN. Comun y familiarmente se llama la raiz de las muelas. Lat. Molaris dentis radix".

Academia (1780), dice:

"RAIGÓN. s. m. aum. de raiz. Vetus radix.

RAIGÓN. fam. La raiz de las muelas. Molaris dentis radix".

Academia (1803), añade la voz ´dientes´a la segunda acepción. En la edición de 1864 recoge tres acepciones de esta voz. A saber:

"RAIGÓN. m. aum. de raíz.// m. Raíz de las muelas y dientes.// del Canadá. Árbol hermoso, de la familia de las leguminosas, con hojas dos veces pinadas, flores dioicas y en racimo, cáliz tubuloso, cinco pétalos iguales y oblongos, diez estambres y legumbre gruesa, oblonga y pulposa interiormente. Se cría en el Canadá y se cultiva en los paseos de Europa. Florece en junio".

En la edición de 1899 añaden un regionalismo murciano: "Atocha". En la de 1956, esta voz queda definida así:

"RAIGÓN. m. aum. de raíz.// 2. Raíz de las muelas y los dientes.// 3. Murc. Atocha.// del Canadá.Bot. Árbol hermosos, de la familia de las papilionáceas, con hojas dos veces pinadas, flores dioicas y en racimo, cáliz tubuloso, cinco pétalos iguales y oblongos, diez estambres, y legumbre gruesa, oblonga y pulposa interiormente. Se cría en el Canadá y se cultiva en los paseos de Europa".

En la de 1985 añaden que "sus semillas se han utilizado como sucedáneo del café, y la pulpa de sus frutos como jabón". En la Edición del Tricentenario desaparece la primera acepción, sustituyen ´atocha´por ´esparto´, y eliminan la mención al uso  de las semillas y la pulpa para hacer café y jabón.

El Esteban Terreros dice:

"RAIGON de diente, ó muela, la raiz. (...)

RAIGON, de diente, ó muela podrida. (...)

RAIGON, raiz grande, y antigua de algun árbol. (...)".

Los diccionarios online  consultados habitualmente no añaden nada nuevo a lo ya dicho. El Pagés cita los versos de fray Nicolás Bravo para ilustrar la primera acepción, y, para la segunda, se vale de otros, pertenecientes a un romance que la desenvuelta Altisidora le recita a Don Quijote, en la segunda parte de la inmortal obra  de Miguel de Cervantes. Lo termina así:

Seas tenido por falso
desde Sevilla a Marchena,
desde Granada hasta Loja,
de Londres  a Ingalaterra.
Si jugares al reinado,
los cientos o la primera,
los reyes huyan de ti,
ases ni sietes no veas.
Si te cortares los callos,
sangre las heridas viertan,
y quédente los raigones,
si te sacares las muelas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe, allá te avengas.
(Cap. LVII)

Camilo José Cela incluyó esta voz en su "Enciclopedia del erotismo" y la ilustró con unos versos de  la poesía de Félix María  de Samaniego titulada "El raigón". Forma parte de su libro "El Jardín de Venus". Dice Cela:

"RAIGÓN. Es eufemismo y también metáfora formal (el pene semeja un raigón). Pene".

Samaniego comienza su poesía diciendo que una labradora tenía dolor de muelas y mandó a su hijo que llamara al barbero, un joven mancebo que, como era costumbre entonces, ejercía también de dentista. Vino, entró en la habitación de la mujer, y el muchacho se puso a mirar por el ojo de la cerradura. Esto es lo que le contó a su padre:

"¿Está mejor tu madre?"
Y el chico dijo: "Ya está buena, padre,
porque a poco que vino
el barbero a curarla,
quiso el raigón sacarla
y se encerraron para... ya usté sabe:
bien que yo por el ojo de la llave
pude con disimulo
ver que no sacó muela,
sino que estuvo, amuela que te amuela,
dale... y la sacó al fin de junto al culo
un raigón... de una tercia, goteando,
con sus bolas colgando;
y al mirarle, en voz alta
dijo mi madre: ¡Ay, cómo me hace falta!


Escrita raygon, esta voz ya aparece en varios textos religiosos con el sentido de su segunda acepción. Por ejemplo, en la obra titulada "Parayso de la gloria de los sanctos"  (Iuan Godinez de Millis. Medina del Campo, 1604), del padre fray Diego de la Vega. Escribe "En la Fiesta de la Expectacion de la Sacratissima Virgen", lo siguiente:

"No pongamos nuestra esperança en el mundo, porque es embaydor y mentiroso; no en la vida, porque es quebradiza; no en los amigos que al mejor tiempo faltan; no en las riquezas, que son engañosas. Lo primero, no se han de poner en el mundo, porque no trata verdad, y es burlador. Del entienden algunos aquel lugar de los Prouerbios, en el capítulo 2. como yo en otra parte lo tengo mas largamente explicado. Dens putridus, et pes lassus, qui sperat super infideli. El que pone su confiança en el amigo desleal, que es el mundo, que no sabe guardar lealtad a los suyos, sino que oy los abraça, y mañana los vende, oy los regala y acaricia, y mañana los sacude a dos manos; este tal es semejante al diente podrido, y al pie coxo y cansado. Tiene vno vn diente podrido, vn raygon en la boca, va a morder, fiado del, de vna pera o mançana, caese en el suelo, y dexale lastimada la boca".
(Págs. 80-81)

Ir al dentista en el siglo XVIII no tenía nada que ver con ir al dentista en este siglo XXI que nos ha tocado vivir. En el "Tratado odontalgico, en el que se exponen las enfermedades de la dentadura, y los medios, así manuales como medicinales, propios á corregir sus vicios, y á conservar su limpieza", (Imprenta de D. Antonio Muñoz del Valle. Madrid, 1764), compuesto  por Pedro Abadie, dentista y sangrador de la Villa y Corte, nos cuentan uno de sus métodos:

"Dicen muchos, que no se puede sacar una Muela, Diente, ó Raygón con el espadín, ó con monedas, etc. Digo yo, que lo he puesto en práctica en diferentes ocasiones, y no las hallo imposibles, ni dificultosas; por tanto diré, que queriendo sacar un Raygón con la punta de un espadín, no hay mas que arrimarle á una Muela buena, la mas inmediata al Raygón, y puesto el espadín en los intermedios, se tiene la mano firma, y se dá una buelta, segun arte, y verán como se logra sacarle; y no digo yo el Raygón, sino tambien los Dientes se sacarán de este modo; y lo mismo se consigue dicha operación con monedas; porque hay Muelas, y Dientes tan desarraygados, que con solo los dedos se logra extraerlas, retorciendolas á un lado".
(Págs. 38-40)


Una relación importante de los instrumentos odontológicos la encontramos en la obra de don Cayetano Triviño titulada "El cirujano dentista..." (2 tomos. Imprenta de Diego Valero. Madrid, 1873). Entre otras cosas, dice:

"En el siglo pasado, el reputado Cirujano Hernista de los reales hospitales de Madrid, D. Félix Perez Arrollo, nos dá una descripción bastante detallada de los instrumentos que en aquella época se empleaban para la extracción y la manera de usarlos. Entre estos se contaba el descamador, cuyo nombre indica el objeto; el pujador dedicado á extraer las raices y raigones ó los dientes supernumerarios; el davieró gatillo, que era el instrumento más usado para la extracción; la pincetaó dentuza, semejante á los alicates y destinada á la extracción de los dientes incisivos y caninos; la risagra,risagranó tira-raiz,instrumento parecido al gatilloó en forma de tenaza y terminado en pico de grulla, cuyo objeto era extraer las raices ó raigones profundos que no podían sacarse con otro instrumento; el pelican, uno de los instrumentos más antiguos que se han empleado para la extracción de los dientes en general, compuesto de un cuerpo que hace las veces de mango y una rama ó varias, según las diversas clases que se inventaron; la media caña, destinada á extraer los dientes incisivos, de la mandíbula superior é inferior, que tiene la figura que demuestra su nombre; y por último, la llave inglesa, cuya forma es semejante á la de una llave, y como en esta, se dá media vuelta para verificar la extracción". 
Como recomendaciones para practicar ésta, empieza el citado autor describiendo la manera de usar el descamador, despegando con él ó separando la encía de la muela, primero en un lado y luego en otro, y limpiando después la sangre para dejar bien al descubierto el hueso que ha de extraerse. El uso del gatillo no llena, según él, todas las condiciones, pues muchas veces produce la rotura de la muela; para evitarlo, debe cogerse ésta bien abajo, tanto por la parte de adentro como por la de afuera, comprimiendo el instrumento con la mano que no ha de usarlo contra la muela, y luego con la fuerza suficiente y con ligereza, dislocarla y extraerla. El pelican, que era el instrumento que se juzgaba mas conveniente, debia envolverse en parte con la punta de un pañuelo para que molestase menos al ser apoyado sobre los dientes inmediatos al que debia extraerse, cogerse la rama con los dedos de la mano que no sostenia el instrumento, aplicando la punta de su gancho á la cara interna de la muela y probando si está bien hecha la presa, y después con un movimiento de flexion del cuerpo del instrumento de atrás adelante y de derecha á izquierda, hacer salir la muela. La llave inglesa la considera solo propia para extraer las muelas que se hallan casi descarnadas ó en los casos en que las inmediatas estén vacilantes y no puedan resistir al impulso del pelican. La manera de manejarla dice ser aplicando la punta del instrumento sobre la cara ó superficie interna de la muela, lo mas cerca posible de su raiz, asegurarla, y dar después una media vuelta con todo el cuerpo del instrumento en el sentido que sea conveniente".
(Tomo II; págs. 161-163)


Para ilustrar la primera acepción hemos escogido este texto publicado en el "Semanario Económico", en su número del jueves, 14 de noviembre de 1765:

"La raíz es la primer producción que hacen las simientes, y esta primera raíz se introduce perpendicularmente en la tierra, formando en ella lo que llaman raygon. Segun la naturaleza del terreno, y la especie de planta, este raygon se alarga mas, ó menos. El forma la parte principal de las plantas que tienen su raíz en forma de nabos. Hay otras plantas,  como son las trigueras, en quienes esta primera raiz arraygonada, produce cantidad de raices laterales; si son muy delgadas, les dan el nombre de peludas; si son algo mas gruesas, las llaman hebrudas; en fin, la mayor parte de los arboles, y de los arbolitos, incluyendo tambien las plantas, que solo son vivaces, ó siempre vivas por sus raices, como la mielga, como las ramas que salen del tronco se distribuyen por loa ayres y esta es la razon, por que á este genero de raices las llaman ramosas".
("De agricultura"; pág. 250)



De Francisco de Quevedo es el siguiente soneto:


Quéjaste. Sarra, de dolor de muelas,
porque juzguemos que las tienes, quando
te duelen por ausentes; y mamando,
bocados sorbes, y los sorbos cuelas.

De las encías quiero que te duelas,
con que estás el gigote aporreando;
no llames sacamuelas; ve buscando
si le puedes hallar, un saca abuelas.

Tu risa es mas que alegre, delinqüente;
tienes sin huesos pulpas las razones,
y el raygon del mascar lugar-teniente..

No es malo en amorosas ocasiones
el no poder jamas estar á diente,
aunque siempre te falten los varones.


Una de las últimas novelas picarescas se titula "La vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor", de autor anónimo. Se publicó en Amberes, en el año de 1646. Cito de la edición de Clásicos Españoles, con notas de Juan Millé y Giménez. (2 tomos. Espasa-Calpe. Madrid, 1956)
El capítulo VII,  trata del viaje que hizo a los Estados de Flandes; de una pendencia ridícula que tuvo con un soldado; de la junta que hizo con un vivandero, y de otros muchos acaecimientos. En él escribe:

"Al cabo de algunos días volvió mi amo segunda vez al imperio, yéndole yo sirviendo en figura de correo hasta llegar á la corte de Viena: la cual hallé llena de máscaras, fiestas y regocijos, por ser Carnestolendas, y tierra donde se celebra mas que en ninguna parte de la Europa. Y yo por oír decir: "donde quiera que fueres, haz como vieres", hice media docena de máscaras los primeros días, con ayuda de amigos y conocidos, tan alegres y vistosas que demás de ser celebradas no perdí nada en la mercancía. Y viéndome cargado de alabanzas y premios, proseguí en dar gusto a los señores y regocijo a la corte. 
Habiéndome hecho una cadena de dientes y muelas de caballos, que estaban como el camarada que tuve en Norlinguen, me vestí de montambanco, y me tercié el cabestrillo de raigones: puse en la mano derecha un gatillo de sacar muelas y en la izquierda una cestilla llena de botecillos de ungüentos y emplastros encerados. Llevé conmigo cuatro judíos italianos con vestidos provocativos a risa, y con medias máscaras, que cubrían de la nariz arriba, por causa de que no fuesen conocidos del vulgo, y subiendo en un caballo, me fui por todas las plazas y cantones de la corte, haciendo paradas y dando voces para juntar la gente".
(Págs. 62-64)

El padre benedictino fray Benito Jerónimo Feijoo ofrece unos datos muy interesantes en el prólogo del sexto volumen de su "Teatro Crítico Universal". Dice en él que las tiradas del quinto y del sexto tomo han sido de tres mil ejemplares; que no los vende en provincias ni en otro lugar de Madrid que  no sea  la portería del Monasterio de San Martín, hoy sede de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, a treinta y seis maravedis. En frente tiene el Convento de las Descalzas Reales. Fray Benito no residía allí y raramente aparecía por la Villa y Corte. Hay constancia de que estuvo en el año 1725 para preparar la edición del tomo I de esta obra pero se volvió a Oviedo en cuanto pudo, pues consideraba las costumbres cortesanas como sandeces y artificiosas. Al parecer, quien llevaba sus asuntos editoriales era otro fraile de reconocido prestigio: el padre Martín Sarmiento.
En el prólogo del sexto volumen alude a la obra del discretísimo jesuita italiano Daniel Bartoli, titulada "Hombre de letras" y cita, entre otros, los siguientes párrafos:

"En ver a estos, y a otros semejantes, borrar, y corregir los escritos de hombres excelentes, me viene a la memoria, y se me pone delante de los ojos aquel indiscreto jumento, que con su boca acostumbrada a comer raygones, y cardos espinosos, se atrevió a despedazar, y tragarse toda lo Iliada del Poeta Homero, para mayor oprobio, y desgracia de la noble Troya; porque (como dixo un Poeta) primero fue abrasada con grande honra por la industria de un Caballo; pero después fue deshecha con mayor vileza por los dientes de un Jumento".

Gaspar Melchor de Jovellanos escribió esta voz en plural, con el sentido de su primera acepción, en su "Apuntamiento sobre el dialecto de Asturias":

"Es digna tambien de observacion la palabra sechoria, que significa un instrumento muy comun en Astúrias, singularmente en la costa. Derivase del verbo seco sectum, y de ahí sectoria; y es una reja de filo muy agudo y corte perpendicular, algo levantado al horízonte, que tirada de los bueyes, hiende las tierras arcillosas y duras, y al mismo tiempo corta los hondos y fuertes raigones de las malas yerbas, que el exceso de humedad produce en ellas, pneparando así la operacion del arado que le sucede, y haciéndola tan poderosa y cumplida como su objeto requiere".
(Pág. 345)

El 8 de noviembre de 1800, el  "Diario de Madrid" publicó una carta, fechada en Cartagena, en el mes de febrero del mismo año, en la que su autor informa de un curioso remedio contra el dolor de muelas. Comienza de este modo:

"Muy señor mió: con motivo de lo mucho que he padecido de dolor de muelas, provenido, ya de fluxiones, ya de caries, ó sea lo que el vulgo llama cuevas, he agotado quantos remedios se han inventado para procurarme el alivio que deseaba; pero casi siempre  infructuosamente,  hasta que por una rara casualidad supe que los labradores de este campo usaban, con felices efectos, para el dolor de muelas, de un cigarro formado con raspaduras de asta de toro, en lugar de tabaco, cuyo humo seretiene en la boca por algún tiempo antes de volverlo á arrojar; siendo á veces tan eficaz este auxilio, que á la primer bocanada se destierra el insufrible dolor que causan los raigones y muelas cariados. A este remedio tan sencillo, tan económico y tan comprobado por la experiencia, le acompaña la particularidad de estar apoyado en los nuevos descubrimientos de la química pneumática; pues qualquiera que tenga algunas nociones de esta ciencia sabe que las hastas de los animales constan de los mismos principios que los huesos; y que así de estos como de aquellos se saca el ácido fosfórico, medicamento nuevamente descubierto para detener los progresos de la caries en los huesos".

Otro curioso modo de hacer frente a un dolor de muelas es esta carta de la que se hace eco el periódico "El Nacional", en su número del 25 de abril de 1839:

"El Diario de Sevilla inserta la curiosísima csposicion que á continuación copiamos, y que es digna de leerse por su originalidad. 

"Escma. diputaciou de la provincia de Sevilla. 

SEÑORA:

D. Francisco Sebastian Navarro, cirujano titular de la villa de Santi-Spíritus, provincia de Badajoz, á V. E. me presento en favor del género humano. 
No tengo voces para csplicar el placer que me resulta al dar á V. E. conocimiento de un descubrimiento con lo que se quita el inaguantable dolor de muelas, del que pocos se escapan sin padecer, sufriendo la cruel operación de dejarse arrancar la muela dolorida, con otros peligros que suelen sobrevenir de la operación; de todos estos peligros se ve libre el paciente por un remedio que nada cuesta, y del mayor placer en su ejecucion, y es en la forma siguiente: 
El paciente morderá uno de los ángulos del mástil de una guitarra, tapándose bien los oídos para que nada oiga: de este modo el que tenga la guitarra tocará una contradanza, marcha ú otra clase de tocata de las mas sonoras que se sepa por un  cuarto de hora ó mas si no cede el dolor, repitiendo el toque si no cede el dolor, y repitiendo este si volviese otra vez. 
Por este medio he quitado el dolor á cuantos se me han. presentado, con la ventaja que á ninguno ha vuelto á doler, á pesar que algunos solo tenían cachos de muelas ó raigones. 
Si está inchada la encía ó el carrillo, en algunos no cede el dolor del todo hasta dcsinflamarse. V. E. no dude de la eficacia de este remedio, pues tengo la esperiencia de mas de 40 sujetos que me hacen hablar con esta confianza y de aqui el no dilatar por mas tiempo la publicidad, para el pronto alivio de los que sean atacados de padecimiento tan insufrible, que es todo mi fin...".


Don Benito Pérez-Galdos puso esta voz en su extraordinaria novela titulada "Fortunata y Jacinta":

"Al entrar el año de 1874 tenía Maximiliano veinticinco y no representaba aún más de veinte. Carecía de bigote, pero no de granos que le salían en diferentes puntos de la cara. A los veintitrés años tuvo una fiebre nerviosa que puso en peligro su vida; pero cuando salió de ella parecía un poco más fuerte; ya no era su respiración tan fatigosa ni sus corizas tan tenaces, y hasta los condenados raigones de sus muelas parecían más civilizados".
(Parte Segunda: "Maximiliano Rubin", cap. II; pág. 20)

En el capítulo XIII de la novela "El sabor de la tierruca", escribe esta voz don José María de Pereda con el sentido de la primera acepción:

"Cuando Pablo y Nisco iban al cierro, su paso por las mieses de la vega era una continua observación y un incesante comentario. 
—¡Lo que puede la desidia!—exclamaba, por ejemplo, el primero, delante de un prado con matorros y mimbreras.—Tres años hace no más que nació el primer escajo aquí. Con la punta de la navaja pudo arrancarse entonces: hoy da que rozar para medio día lo que se ve, y en una semana no desencasta los raigones el azadón. ¡Coja usted buena yerba así! Ni más ni menos que el que le sigue. ¿Te acuerdas de lo que era ese prado cuando le compró su dueño? La palma de la mano daba tanta yerba como él. Mírale hoy hecho una hermosura por beneficiársele mucho y á tiempo. Está visto que no hay tierra mala bien administrada, ni buena dejada en abandono... Después (yo no sé si tú has reparado en ello alguna vez): tal es la finca, tal es su dueño; según ella está de cultivo, así anda él de calzones".
("Las alas de cera"; págs. 183-184)

Esta voz la escribió Miguel de Unamuno en uno de las poesías de su libro "Teresa...":


Hollando rocas se elevó a la cumbre 
de la riscosa sierra 
gentil macho cabrío, 
y allí, sobre la inmensa pesadumbre 
 que apisona a la tierra, 
esmáltase con brío 
sobre el azul, sereno su cabeza 
con cuernos y barbuda 
cual si fuera otra roca; 
se paró como en trono y con fiereza 
que ni el vértigo muda 
ni la fatiga apoca. 
Más arriba se cierne allá en la altura 
un águila; una nube 
marcaba con su pico 
y de sus alas con la envergadura 
muy suavemente sube 
a golpes de abanico. 
Inmoble y encumbrado se está el macho; 
el águila su huella
 no nos deja marcada; 
sobre cuatro raigones un picacho 
él parecía y ella 
cual del cielo colgada. 
 Mi corazón hollando duras peñas 
trepó y hase encumbrado; 
el tuyo desde el cielo me le enseñas 
desnudo y depurado. 

Del maestro y poeta Ezequiel Solana, abuelo que fue del Secretario General de la OTAN, don Javier Solana Madariaga, es la obra titulada "Fábulas educativas" (El Magisterio Español. Madrid, 1920). De todas ellas, hemos escogido "El lobo y la zorra". Dice así:

Hay hombres qus piden 
por el vicio de pedir

Vió una zorra subir con arrogancia
, Del barranco por ásperos senderos 
A un lobo, y a distancia 
Más. corta, percibió que sin jactancia 
Guardaba entre las breñas dos carneros. 
Escondió un corderillo presurosa 
Y astuta la raposa, 
De un roble secular entre los huecos, 
Al lobo se acercó, y habló fingida: 
—¡ Oh qué hermosos moruecos 
Hoy verá desollar vuestra guarida! 
¿No querréis, por mi vida, 
Señor lobo, prestarme 
Un trozo de esa pierna tan lucida 
Con que pueda a placer desayunarme? 
El lobo que la viera 
Esconder el cordero, estas razones 
Chungándose endilgóle : —Compañera,
 Ve aquel roble y husmea los rincones 
Que forma el viejo tronco en los raigones. 
Pues allí al sentir recio ladrido,
 Temiendo que algún perro me siguiera, 
Un tierno recental dejé escondido.
Recelando la zorra mayor daño, 
Y muy corrida, aunque el dolor la venza,
 Lo saca y trae... El lobo así le dice: 
—Pues pediste lo ajeno con engaño, 
Bien está que recibas ¡ infelice! 
Lo tuyo con vergüenza.

Cuántos piden de vicio, y a estos tales, 
Qué bien les estaría 
La fábula anterior, que les diría 
Lo que pasa también entre animales

Pío Baroja escribe en su novela"La busca":

"Luego se puso a hablar, enseñando los raigones de los dientes amarillos, sin que se le entendiera nada; bebió las otras copas, apoyó la mano en la frente, y despacio fue a un rincón, se arrodilló y se tendió en el suelo".
(Segunda parte. Cap. V: "La taberna de Blasa"; pág. 73)




Los siguientes versos de Gerardo Diego se encuentran en su obra "La luna en en desierto y otros poemas"(Talleres de la Vda. de Fons. Edición del autor. Santander, 1949):

Por ti Castilla es reina invulnerable,
por ti es eterna España ola tras ola,
siglo tras siglo, eterna e inviolable,
donde quiera que hable
hembra o varòn fonética española.

Pampa de luz, volcanes de oro y nieve,
cataratas de estruendo, ardua manigua,
soledad de altiplano, augusta y leve:
el orbe se hace breve
-oh sintaxis de amor- y se santigua.

Cómo queréis que hoy no se conmueva
mi verso de zagal o de monago,
si al cantar a mi lengua, se renueva,
se remoza y subleva
mi niñez pura en sueños de rey mago?

Nadie elige su cuna. Mas la mía
en un raigòn de castellana muela
me brezaba y mi padre aun se adormía
a la aérea porfía
del cuévano nevado de la abuela...

El siguiente soneto es del poeta Rafael Morales:

COMO EL CHOPO 

Se recorta en el cielo ceniciento, 
por el viento tajado a desgarrones, 
un chopo solitario. Sus raigones 
hunden en tierra el pardo movimiento. 

Pero hacia el cielo sube turbulento, 
y son sus tiernas hojas a empellones 
un gran rumor de verdes corazones 
que estalla en cada rama con el viento. 

Y asi, a lo hondo de la tierra baja, 
esta vida de hombre que sostengo,
 donde la muerte, sin cesar, trabaja. 

Y así, a lo alto, como el chopo vengo, 
hendido por el viento que me taja, 
mas siempre en pie como el dolor que tengo.

Camilo José Cela escribió esta voz en una escena matritense de la quinta serie, titulada "Pámpano de judería":

"El papá de la Isabelita se llama don Hernando Muñoz Verdugo y es natural del caserío que dicen Barranco de la Montesina, en el término municipal de Villanueva del Arzobispo. Don Hernando ejerce de practicante, las inyecciones y las lavativas las pone con verdadero primor.
-¿Y también sabe de cataplasmas?
-¡Huy! ¡Lo que más!
-¿Y de sangrías?
-¡Ya lo creo! De sangrías, de sanguijuelas, de raigones de muelas podridas, de fetos atravesados, ¡de todo! Don Hernando tiene tanta ciencia como experiencia. Lo que él dice: la ciencia es el fundamento de la experiencia, la experiencia es el complemento de la ciencia.
-¡Caray!"
(Pág. 239)

Escribe Francisco Umbral en las últimas páginas de su novela "Leyenda del César visionario":

"Millán Astray quizá espera que, a la magia de su palabra, los rojos y los milicianos salgan saltando de los sacos terreros y los quicios más estratégicos, tirando el fusil romántico, atado con un cordel y gritando viva España. Pero la mañana (han viajado toda la noche, durmiendo en el auto o velando con café legionario, cruzando una España en raigones que también ha perdido su nombre) es una mañana fría y hermética, donde sólo asoma su bayoneta el viento del Guadarrama, y Carabanchel es un inmenso nido de silencio, ese silencio populoso y peligroso que se adivina cargado del hermetismo desesperado de un pueblo".
(Págs. 189-190)

Vamos a terminar esta entrada con uno poesía  que Gabriel Celaya dedicó a Sancho Panza. Estos son sus primeros versos:

Sancho-bueno, Sancho-arcilla, Sancho-pueblo,
tu lealtad se supone,
tu aguante parece fácil,
tu valor tan obligado como en la Mancha lo eterno.

Sancho-vulgar, Sancho-hermano,
Sancho, raigón de mi patria que aún con dolores perduras,
y, entre cínico y sagrado, pones tu pecho a los hechos,
buena cara a malos tiempos...

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RAER

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Raer es un verbo que se encuentra en Covarrubias con la siguiente definición:

"RAER, raspar la superficie de alguna cosa. Lat. radere. Raydo, el desuergonçado. Raeduras, lo que se rae de alguna cosa".

Autoridades recoge ambas voces, raer y raido, con estos significados:

"RAER. v. a. Quitar, como cortando y raspando, la superficie de alguna cosa, con instrumento áspero ú cortante. Lat. Radere, que es de donde viene. FUER JUZG. lib. 7, tit. 6. l. 2. Quien faz maravedis falsos, ó los ráe, ó los cercena, pois que lo el Juez sobier, prendalos luego".

Cita también la obra "Morales" (En casa de Alexandro de Canoua. Salamanca, 1571), de Plutarco, traducida del griego al castellano por  Diego Gracian de Alderete, Secretario que fue del rey Felipe II. La tercera parte trata de "saber como podra alguno determinar y differenciar el amigo del lisonjero". Allí leemos lo siguiente:

"Reprehender los hechos vemos que los enemigos vsan dello vnos con otros. Como dezia Diogenes, que para sanar era menester tener muy buenos amigos, o muy asperos enemigos; por que los vnos enseñan, y los otros redarguyen. Pero mas vale que obedesciendo los consejos de los amigos te guardes de errar y peccar, que no arrepentirte de auer peccado, por el mal dezir de los enemigos. Por lo qual couiene vsar de mucha arte acerca de la reprehension y amonestacion; que este es el mayor y mas efficaz remedio en la amistad, y que requiere oportunidad, templança y modestia. Mas porque como arriba es dicho, muchas vezes la libertad de hablar y amonestar, es molesta y pesada al mismo que quiere curar con ella, conuiene imitar los medicos y cirujanos los quales quando cortan algun miembro llagado no lo dexan con tormento y dolor; sino que lo riegan y ayudan mansa y halagueñamente; assi tambien los que amonestan al amigo, no huyen luego despues que han puesto lo amargo y aspero; sino que con amigables conuersaciones, y blandas palabras, lo amansan y riegan, como hazen los canteros y entalladores e imaginarios que a los golpes y heridas grandes que hazen con la hacha o açuela en las imagines que labran, despues las acepillan, raen y alisan, y dan lustre y polidez".
(Págs. 158v-159)

Continúa Autoridades:

"RAER DE LA MEMORIA. Phrase que significa olvidarse la especie que se vá á decir. Trahelo Nebrixa en su Vocabulario. Lat. E memoria decidere.

RAIDO, DA. part. pass. del verbo raer en sus acepciones. Lat. Rasus, a, um.".

Cita unos versos de la obra poética póstuma de Manuel de León Marchante, Comisario del Santo Oficio de la Inquisición. Forman parte del llamado "Entremés del Refugio de los Poetas". Dice allí:


SÍNDICO
Aquesto es el Refugio de Poetas.

DON COSME
Mejor diría la casa de las dietas;
según el hambre que hace.

SÍNDICO
Ten cuidado.

(Va saliendo)

DON COSME
¿Quién es este que sale?

SÍNDICO
Vn Licenciado,
que no le puede entrar la Poesía,
y está en musa mental de noche, y día.

DON COSME
Jesús, y qué raído es de sotana
Calvo es de loba.

SÍNDICO
¿Y el manteo es rana?

La última acepción que ofrece Autoridades de la voz raído es esta:

"RAIDO. Vale tambien desvergonzado, libre y que no atiende á su decoro, ni otros respetos. Lat. Effrons. Petulans".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que dice:

"RAER. v. a. Quitar, como cortando y raspando la superficie, pelos, barba, vello, etc. de alguna cosa con instrumento áspero, ó cortante. Radere.

RAER. Lo mismo que rasar, ó pasar el rasero por las medidas de granos".

En la edición de 1817 añaden una nueva acepción:

"RAER. met. Desechar enteramente  algo como vicio ó mala costumbre".

En la edición de 1925, esta acepción la definen de este modo:

"RAER. fig. Extirpar enteramente una cosa; como vicio o mala costumbre".

En la edición de 1970, las tres acepciones de esta voz las definen así:

"RAER. (Del lat. radere.) tr. Quitar, como cortando y raspando la superficie, pelos, barba, vello, etc., de una cosa, con instrumento áspero o cortante.// 2. Igualar con el rasero las medidas de los áridos.// 3. fig. Extirpar enteramente una cosa; como vicio o mala costumbre".

En la de 1984, la primera acepción queda definida de esta manera:

"RAER. tr. Raspar una superficie quitando pelos, substancias adheridas, pintura, etc., con instrumento áspero o cortante".

En la Edición del Tricentenario las tres acepciones de la voz raer son estas:

"RAER. (Del lat. radere.) 1. tr. Raspar algo con un instrumento áspero o cortante para quitar de su superficie pelos, sustancias adheridas. etc. Raer el cuero.// 2. tr. Eliminar completamente algo de un sitio. Raer esa idea de la memoria.// 3. prnl. desus. Dicho de una prenda: desgastada por el uso".


 El Esteban Terreros varias acepciones y frases hechas de esta voz. A saber:

"RAER, raspar, quitarle con la frotación, y raspeo algunas partes pequeñas á alguna cosa. (...)

RAER. V. raspar.

RAER EL PELO, raparle, cortarle á raiz. (...) V. pelar, motilar.

RAER CON LA RAEDERA, entre albañiles, etc. (...)

RAER LAS PIELES, de pergamino para quitar las superfluidades. (...) Estas pieles primero se descarnan, y desfloran, luego se raen.

RAER, se dice de las telas á quienes se le quita, ó gasta el pelillo que tienen. (...) Los avaros, y los pobres traen raidos los vestidos.

RAER DEL CASCO UNA COSA, RAERSELA AL CASCO, quitarla de la imaginacion, ó voluntad.

RAER DE LA MEMORIA, quitar, arrancar de ella.

RAIDO, part. pas. de Raer.

RAIDO, DA, descocado, desvergonzado, da.

RAER, cosa fácil de ejecutar. (...)".

El Domínguez ofrece tres acepciones de este verbo:

"RAER. v. a. Desprender, desunir, quitar, separar ó segregar  como cepillando, restregando y raspando la superficie, alguna cosa mas ó menos supérflua, como pelos, barba, vello, grasa, etc., valiéndose de instrumento áspero ó cortante, hasta conseguir la desaparición de la materia sobre puesta.// V. RASAR.// fig. Desechar, desarraigar ó estirpar enteramente alguna cosa; como los vicios ó malos hábitos, etc. Se usa tambien como pronominal".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia e ilustra esta voz con tres ejemplos literarios. El primero se encuentra de la obra de Diego de Saavedra Fajardo, titulada "Idea de vn Principe Politico Christiano, representada en cien empresas" (Geronimo Vilagrasa. Valencia, 1655) En su Primera Parte dice esto sobre la ira:

"Habita la Ira en las orejas, o por lo menos está casi siempre assomada a ellas, estas debe cautelar el Príncipe, para que no le obliguen siniestras relaciones a descomponerse con ella ligeramente.  Por esto creo, que estatua de Iupiter en Creta no tenia orejas, porque en los que goviernan suelen ser de mas daño, que provecho; yo por necessarias las juzgo en los Principes, como estén bien advertidas, y se consulten con la prudencia, sin dexarse llevar de las primeras impressiones. Conveniente es en ellos la Ira, quando la razón la mueve, y la prudencia la compone. Donde no está la Ira falta la justicia. La paciencia demasiada aumenta los vicios, y haze atrevida la obediencia.
Sufrillo todo, o es ignorancia, o servidumbre, y algunas vezes poca estimacion de si mismo. El durar en la Ira para satisfaccion de agravios, y para dexar escarmientos de lujurias, hechas a la dignidad Real, no es vicio, sino virtud, en que queda ofendida la mansedumbre. Quien mas apazible, y manso, que David,  Varon segun el coraçon de Dios:  tan blando en las venganças y tan corregido en sus Iras, que teniendo en las manos a su enemigo Saul, se contentó con quitalle vn giron del vestido, y aun despues se arrepintió de averle cortado. II. y con todo esto aviendo Hammon hecho raer las barbas, y desgarrar los vestidos de los Embaxadores que embiava a dalle el pesame por la muerte de su padre, creyendo que era estratagema, para espiar sus acciones, le movió la guerra, y ocupadas las Ciudades de su Estado, las saqueó, haziendo assertar a sus Ciudadanos, y trillallos con trillos de hierro, y después los mandó capolar con cuchillos, y abrasar en hornos".
(Pág. 49)

El segundo ejemplo se encuentra en la "Filosofía vulgar", de Juan de Mal Lara. Explica el autor el significado del refrán que dice: "Al hombre pobre capa de pardo, y casa de robre, taça de plata, y olla de cobre". Lo hace del siguiente modo:

"Dize la interpretacion antigua, la prouision, que mucho dura, aunque cueste caro, es barata, precepto es de Philosopho Economica, señalar las alhajas, de que se ha de proueer el hombre de su casa, y para poder se bien seruir mucho tiempo, y á poca costa, que son tres cosas, que deue procurar el que gouierna su casa, y principalmente siendo pobre, que quiere dezir, que tiene poco, porque Pauper en latin eslo mismo, señala quatro cosas principales, vestido, casa, beuer y comer, hase de vestir de pardo, que es la propria lana, que llaman en latin color Natiuus, que nasce assi, y estas lanas son propriamente de Hespaña como lo trae Marcial muchas vezes, es ropa muy durable de que se siruen largos años, y que dan en las aldeas para los descendientes, y viene se á hazer de vn capuz, de vn abuelo, vestido para toda la casa, despues, que siruió veynte años, no como los paños, ni sedas de agora, que no se puede dezir dellos, que estan hartos de traerlos, porque no se vno puesto vna capa del paño de agora, quando luego se le rae, y el terciopelo luego se arrasa el raso se rompe, y se corta por muchas partes".
(Fol 252-252v)

La tercera y última cita se encuentra en la obra del padre dominico fray Antonio de Cáceres y Sotomayor titulada "Paráphrasis de los Psalmos de David..." (En la officina de Pedro Crasbeeck. Lisboa, 1616), de la cual dijo nuestro admirado Azorín que podía compararse con"El Quijote" o algunos de los libros de Santa Teresa. Así interpreta un versículo del "Salmo cincuenta":


"Et secundum multitudinem miserationum tuarum. Estays hecho a perdonar muchas vezes, y aunque es muy grande y crecida, la muchedumbre de mis peccados, pero a todos responde Señor (y aun tambien excede infinitamente) la muchedumbre de misericordias vuestras. Esta palaura, Dele, es dezir, no basta borrar ni lauar mucho mi peccado, sino que es menester raer de mi alma vna culpa tan arraygada, y entrañada en mi coraçon, quitandola de manera, que no quede rastro, ni señal de auer  auido alli peccado alguno contra vuestra ley".
(Págs. 100v-101)



Don Julio Cejador recoge esta voz y otras derivadas en su "Tesoro...":

"RAER, de radere; it. radere, prov. raire, fr. raire. Quij. 2,44 : Los pies quisiera raerte. Lazar, tr. 2, p. 24: Rayó con un cuchillo. CABR. p. 260 : Rayendo la podre de sus llagas con una teja. A . ALV . Silv. Magd. 5 c.: Que no solamente limpian el alma del pecado; pero raen della el mismo pecado. VALDERRAMA Ej. Fer. 5, dom.pas.: Del sayo de terciopelo, cuando ya se había raído por alguna parte. J. PIN . Agr. 2,9 : Y cuando alguno se dice raido del libro de la vida.

RAIDO, partic. de raer, adj. lo muy gastado. Quij. 2,55 : De aquí sacaran mis huesos... mondos, blancos y raídos. Q. PÉREZ Odis. 7: Cuyos huesos muy blancos y raídos / se pudren ya en la tierra. D. VEGA Disc. sab. dom. 2 cuar.: Un sayo más raído que la vergüenza. L . GRAC . Crit. 2,10 : La capa raída.

Metáf. desvergonzado.
Más raído que una teja.

RAEDURA, la parte menuda que se rae. Pint. potro p. 79 : De las raeduras que quitan de la carnaza de los cordobanes.

RAEDIZO, lo fácil de raer (P . ALCALÁ).

RAIDURA, desvergüenza del raído.

RAIMIENTO, raidura".

De los ejemplos literarios que nos ofrece don Julio, hemos escogido los de las novelas "El ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha" y "Lazarillo de Tormes", y el que se encuentra en "El Criticón", de Baltasar Gracián.
De "El Quijote"son unos versos de un romance que le canta Altisidora al Caballero de la Triste Figura. He tenido que consultar la edición princeps de 1615 para ver qué es lo que viene allí escrito, y es esto:

Muy bien puede Dulcinea,
donzella rolliza y sana,
preciarse de que ha rendido
a vna tigre y fiera braua.
Por esto sera famosa
desde Henares a Xarama,
desde el Tajo a Mançanares,
desde Pisuerga hasta Arlanza.
Trocárame yo por ella,
y diera encima vna saya
de las mas gayadas mías,
que de oro la adornan franjas.
O quién se viera en tus braços,
o sino junto a tu cama,
rascándote la cabeça
y matándote la caspa!
Mucho pido, y no soy digna
de merced tan señalada:
los pies quisiera traerte
que a vna humilde esto le basta.

Don Diego Clemencin (1833) anota: "¿Qué es traer los piés? Aquí hai forzosamente error de imprenta. Acaso se debe leer: los piés quisiera raerte, lo que no desdice del rascar la cabeza y matar la caspa que preceden". 

Don Julio Cejador era de la misma opinión y así lo expone en su obra "La lengua de Cervantes :gramática y diccionario de la lengua castellana en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" ( 2 vol. Establecimiento Tip. de Jaime Ratés. Madrid, 1905-1906):

"RAER. II, 44,168 los pies quisiera traerte [errata por raerte]. Etim. De radere".

Sin embargo, el académico Martín de Riquer da por bueno el uso del verbo ´traer´, porque cree que Cervantes lo escribió con "el sentido de dar friegas, masaje".

Don Julio Cejador también publicó una edición con notas de "La vida de lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades" (Ediciones de "La Lectura". Madrid, 1926) y de "El Criticón" (Renacimiento. Madrid, 1913-1914). En la primera leemos:

"«¡Lázaro!, ¡mira!, ¡mira qué persecución ha venido aquesta noche por nuestro pan!» 
Yo hízeme muy marauillado, preguntándole qué sería. 
«¡Qué ha de ser! dixo él. Ratones, que no dexan cosa a vida». 
Pusimonos a comer y quiso Dios que aun en esto me fué bien. Que me cupo mas pan, que la lazeria, que me solia dar. Porque rayó con vn cuchillo todo lo que pensó ser ratonado, diziendo: . «Comete esso, que el ratón cosa limpia es». 
Y assi aquel dia, añadiendo la ración del tra5 bajo de mis manos, o de mis vñas por mejor dezir, acabamos de comer; aunque yo nunca empeçaua".
(Tratado Segundo: "Cómo Lázaro se assentó con vn clerigo y de las cosas que con él passó"; págs. 147-148)
Gracíán escribe en su obra "El Criticón":

"¡Oh, engañosa escusa!, ponderaba Virlelia. Dad al pobre, siquiera el desecho, lo que ya no os puede servir. 
Tampoco, que la codicia ha dado en arbitrista y el sombrero traído, que se había de dar al pobre, persuade se guarde para brahones, la capa raída para contraaforros, el manto deslucido para la criada: de modo que nada dejan para el pobre".
(CRISI X: "Vitelia encantada"; pág. 56)

"¿No has oído contar, le decia el Zahori, que á algunos les traian de comer los cuervos y los perros? Sí; pero eran santos y éstos son diablos: aquello era por milagro. 
¿Pues esto es por misterio? Mas esto es niñería, respeto de lo que tragan aquellos otros, que están acullá más altos. Acerquémonos y verás los prodigios del encanto. Allí hay hombre que come los diez mil y los veinte mil de renta, que, cuando llegó á meter la mano en la masa y en la mesa, no traía mas que su capa y bien raída".
(CRISI V: "El palacio sin puertas"; pág. 204)

Don Joan Corominas recogió este verbo y voces derivadas en su "Breve diccionario etimológico de la lengua castellana". A saber:

"RAER, ´quitar el pelo, el vello´, h. 1140. Del lat. radere´afeitar´, ´pulir, raspar, pasar el cepillo de carpintero´.
DERIV. Raído, h. 1250. Raedera, 1495. Raedizo, 1495. Raso, 1335, lat. rasus, propiamente ´afeitado´, participio de radere; del cual contienen una variante fonética de locución a ras de y análogas, princ. s. XV. Rasa. Rasar, 1495; rasante, 1737. Rasero, 1490, pasando por rasuero, del lat. vg. rasorium, 1490 (...). Rasura, 1490; rasurar, 1737. Arrasar, 1490; arrasamiento. Enrasar".

El María Moliner  define una acepción de esta voz e incluye toda la conjugación de este verbo irregular:

"RAER. tr. (de). Arrancar una cosa adherida a una superficie pasando con fuerza por ella una cosa dura y áspera, o el borde afilado de un utensilio. = Raspar. (...)".


Esta voz ya se encuentra en "Las siete Partidas"(1256-1265), del rey Alfonso X el Sabio. De La Primera, leemos lo siguiente:

Ley treynta et nueue. Que los perlados deuen ser apuestos. 

"Apuestos manda santa yglesia que sean los perlados. E esto en dos maneras. La primera dentro en si mismos. E la otra de fuera. E la que es en sy mismos se departe en dos maneras. En buenos pensamientos. et en buenas costunbres E la que es de fuera es departida en quatro cosas: en comer: et en beuer segund que es dicho desuso: et otrosi en habito: et en su continente. et el habito entiendese por muchas cosas. assy commo en vestir: ca deuen traher sus paños çerrados et non cortos: ni traygan manga cosida ni çapato apuerta: ni frenos ni sillas nin pretales colgados ni dorados ni espuelas doradas: ni fagan otras sobejanias ningunas: ni traygan capas commo onbres ni con mangas: saluo si canbiassen su abito por miedo que ouiessen ni otro sinon deuen traher bronchas ni çintas con feuillas doradas. E avn tuuo por bien santa yglesia que non anduuiessen menos de con camisa romana sobre los otros paños: saluo si algunos ouiessen ante seydo frayles o monjes. ca estos atales no deuen dexar su abito. E otrosy deuen traher los mantos opresos o atados adelante en señal de honestad. pero esto deuen fazer de manera que no aya ypocresia. et otrosi deuen traher coronas grandes et los cabellos tan cortos que les parescan las orejas. et esto fue estableçido en señal del reyno de dios que esperan auer: o seran coronados si fizieren que deuen. Ca asi commo los reyes han de gouernar los onbres en las cosas tenporales assi lo han ellos a fazer en las spirituales. & por esta razon los llama la yglesia rectores. et por las rasuras que trahen en las cabeças se da a entender que deuen raer de sus voluntades los sabores deste mundo et dexarse de las cosas tenporales: et tenerse por abondados solamente que ayan que comer et que vestir en su contenente. E otrosy deuen ser apuestos andando en buena manera et honesta segund que les conuiene. ca naturalmente las semeianças et los continentes que los onbres muestran de fuera en sus voluntades muestrassen todas sus obras".
(Fol. 20)

"Peregrinaciones del abysmo" (En la imprenta de Antonio Rodríguez de Figueroa. Valladolid, 1691) parece el título de un documental sobre el coronavirus, pero es, en realidad, el de una obra del padre jesuita fray Francisco Santalla, maestro de teología y natural de Ponferrada, el pueblo de Luis del Olmo. Las homilías de Pedro Sánchez por el plasma son cuentos de niños comparado con lo que escribió el jesuita en esta obra sobre el Infierno. Me imagino el terror que podían provocar sus palabras, dichas en voz alta,  a  una feligresía de por sí temerosa, desde el púlpito de una iglesia. Les invito a hacer la prueba:

"Ni pudo tener mas, ni pudo tener menos el Santo Iob; no pudo tener mas, pues llegó a tener siete bizarros hijos, tres hermosísimas hijas, siete mil cabeças de ganado, tres mil camellos, quinientas bestias, quinientos pares de bueyes, y otras indecibles riquezas, que le hicieron poderosísimo; ni pudo tener menos, porque todo lo perdió, y vino de golpe a tanta pobreza, que todas sus posesiones se redugeron á vn pedazo de teja, con que arrojado a vn muladar, rayan la podredumbre de sus muchas llagas. Si el Santo, si el predestinado, cayó de suma abundancia en pobreza tanta, qué será del pecador, qué del condenado al Infierno! Aunque aias tenido las riquezas de Cresso, ni vn muladar te quedará en que poder descansar; que si esto tubieras, no poco dichoso fueras. El muladar que te dentrás en el Infierno, será vna cama de fuego, con cobertores de carbon, y colchas de brasa. Ni vn pedacito de teja te permitiran, para raer y limpiar las ponzoñosas materias, los hediondos gusanos, y las podridas llagas de tu encancerado cuerpo".
("Abismo del hombre condenado". Cap. 13: "Peregrina el pensamiento á la pobreza eterna del Infierno"; pág. 121)

Del doctor Cristoval Suarez de Figueroa es la obra titulada "Plaza Universal de todas ciencias,  yartes" (Luys Roure. Perpiñan, 1629)  Sobre los cirujanos escribe, entre otras muchas cosas, lo siguiente:

"Porque no es de poco momento para el hombre, depender la vida de la ignorancia de vna mano. Deue se assi mismo ingenioso, porque el ingenio ayuda al arte, y la naturaleza á la operacion. Su proprio oficio es apartar en los cuerpos lo vnido, vnir lo apartado, sacar lo superfluo, conseruar sin dolor, y prohibir la putrefaccion que se haze, descarnando, consolidando, mortificando, mundificando, encarnando, diuidiendo, acomodando, cortando con la obra de el fuego, con la incission de la vena, con cauterio, con poner estopas en las heridas, con cubrirlas, y faxarlas, porque el ayre no entre, y las dañe, con los acostumbrados defensiuos, y remedios eficazes; y en fin, con la aposicion de todos los remedios oportunos, notorios a todos los expertos Cirujanos. Sus instrumentos son, nauajas, sierras, lancetas, tixeras, agujas, tenazas, atraedor, torculado, tienta, gamaut, cinta, espatula, tenacillas acanaladas, dentadas, y cerradas, cajeta con sus casillas, trepano, raspador, cuaterio, y otros instrumentos, que notan, y ponen Julio Polux, y Andres de la Cruz, con que atienden á raer, alegrar, raspar, leuantar, tentar, trepanar, cuaterizar, dar fuego, meter hilas, y mechas, coser, emplastar, vntar y sangrar. Mas entre los remedios comunes vsan de ordinario el vngueto egipciaco en forma, el basilicon, el magistral con zumo de llanten, el de alcanfor en forma liquida, el apostolico, el misxto, el de minio, los cerotes capilares, los cerotes de aquilon magistral, los de hisopo, los de Betonica, azeite bendito, de hueuo, de hipericon, de almendras dulzes o amargas, de laurer, rosado, violado, de ruda, de enebro, de trementina, de linaza".
(Discurso VII; págs. 51-51v)

En las "Ordenanzas con que se rige, y govierna la republica de la muy noble y leal ciudad de Valladolid..." (En la Imprenta de Thomás de Santander. Valladolid, 1763) se encuentra el siguiente capítulo:

"Otrosi ordenamos, y mandamos, que porque mas limpia esté esta Villa, todos los vecinos de ella sean obligados en verano, y tiempos enjutos á barrer las puertas, y pertenencias de sus casas cada Sabado; y en invierno, y tiempo de lodo, raer, y limpiar las dichas puertas, é pertenencias de sus casas, y de lo que de ellas sacaren lo hagan montones, para que la Villa lo haga sacar, y echar fuera, so pena de dos reales. E assimismo mandamos, so la misma pena, que todos los que tienen sus casas donde las puertas de ellas salen á la Plaza mayor, ó Plaza de Santa María, ó Plaza de la Rinconada, ó á la Plaza del Almirante, ó la Plazuela Vieja, ó á la Corredera de San Pablo, sean obligados á hacer lo mismo en las delanteras pertenecientes de sus casas, cinco passos mas afuera de donde caen las goteras de sus tejados, la qual pena sea repartida como dicho es".
(Ordenanza II: "Para todo lo que toca a la limpieza del Pueblo, que contiene quince capítulos". 10; pág. 19)

Obra curiosa cuanto menos es la de don Gerónimo Cortés, titulada "Lunario y pronóstico perpetuo" (Imprenta y Librería de Martinez de Aguilar. Málaga, 1847). Para el pronóstico del mes de mayo cita, sin nombrarlo, el tratado-almanaque del  agrónomo latino Rutilio Tauro Emiliano Paladio, que lleva por título "Opus Agriculturae" o "Geoponicas":

"En la luna creciente de Mayo es buen tiempo para raer los azafranes, y castrar las colmenas, y juntar los cabrones y moruecos con las hembras. Es tiempo dispuesto para plantar las pepitas acedas; y si son tiernas, toman mejor que secas. Puédese plantar todo género de hortaliza, é ingerir de escudete los duraznos, priscos, almendros, cidras y naranjos. 
En la menguante de Mayo es admirable tiempo para cocer ladrillos y tejas, y otras obras, que se hacen de barro, porque hechas y cocidas en este tiempo, son singulares. Ahora conviene arar los campos, que se han de sembrar al otoño. Si fuere tierra fria, se pueden castrar los becerros, cochinos y corderos. Finalmente, cualquier mal y daño en los brazos es peligroso en este mes, y mas si se labraren con hierro. Si en este mes se oyeren los primeros truenos del año significa abundancia de aguas, y falta de aves; pero copia de pan y legumbres en el reyno en que se oyeren".
((pág. 85)



El gerundio de este verbo ya se encuentra en unos versos del "Libro de Apolonio" (1240):

Cogieron con la duenya todos muy grant amor,
todos de su fazienda auian grant sabor;
demás, como sabian que auia mal senyor,
ayudáuanla todos de voluntat mejor.

El príncipe Antinágora mejor la querié,
que si su fija fuese más non la amarié;
el dia que su boz o su canto non oyé,
conducho que comiese mala pro le tenié.

Tan bien sopo la duenya su cosa aguisar,
que sabia a su amo la ganançia tornar,
rayendo e gabando con el su buen catar,
sópose, maguer ninya, de follía quitar.


Los siguientes versos del Comendador Ludueña se encuentran en el "Cancionero General", de Hernando del Castillo:


Pues por mucho que se rayan
de la edad los sobrescritos
con cuchillo de inuención
fuerça es que se retraygan
los errados apetitos
a su misma condicion.
Trabajan por estender
por allanar por raer
que ni por mucho bruñidos
no quedaran tan raidos
que no se puedan leer.

Agustín Durán recoge en su "Cancionero y romancero de coplas y canciones de Arte Menor,..." (Imprenta de D. Eusebio Aguado. Madrid, 1829) una extensa composición de Rodrigo de Cota, al que algunos creen autor de "La Celestina", entre un viejo caballero y el amor. Estos son algunos de sus versos:

Mira tu negro garguero
de puro seco pegado,
y cuán raído y arrugado
tienes (ó viejo) el cuero;
mira en ese ronco pecho
cómo el huélfago te escarba,
mira tu resuello estrecho,
que no escupes mas derecho
de cuanto ensucias la barba.
¡Viejo loco entre los viejos
que de amores te atormentas,
mira como tus artejos
parecen sartas de cuentas!
Las uñas endurecidas
y los pies llenos de callos,
y tus carnes consumidas
y tus piernas encogidas,
como quien monta caballos.

Don Juan Manuel puso esta voz en su famoso "Libro de Patronio o El Conde Lucanor". El capítulo XXIII lo tituló "De lo que conteció al rey con su privado". Cito de la edición impresa en Barcelona, por don Juan Oliveres, en el año 1853:

"Y desque aquel sabio, que tenia en su casa, lo vido en muy gran cuita, consejóle que tomase una manera como podria escapar de aquel peligro en que estava, y la manera fué esta. Luego aquella noche fizose raer la cabeza y la barba, y cató una vestidura muy mala y toda apedazada, tal cual suelen traer estos hombres que suelen andar en las romerías pidiendo sus limosnas, y un bordón y unos zapatos rotos y bien ferrados, foradados, y metió entre las costuras de aquellos pedazos de sus vestiduras una grande cantidad de doblas. Y ante que amaneciese, fuése para la puerta del rey, y dijo á un portero, que ende falló, que dijese al rey que se levantase, porque se pudiesen ir ante que la gente despertase, ca él allí estava esperando, y mandóle que lo dijese al rey en gran poridad. Y el portero fué muy maravillado, cuando le vió venir en tal manera y entró al rey, y díjogelo como aquel su privado le mandara. Y desto se maravilló mucho el rey é mandó que le dejasen entrar: y desque le vió como venia, preguntóle, porque facia aquello. Y el privado le dijo, que bien sabia en como le dijera que se queria ir á desterrar, y pues él asi lo queria facer, que nunca Dios quisiese que él desconociese cuanto bien le ficiera: y que asi como de la honra y del bien que el rey oviera, tomara muy gran parte, que asi era muy gran razón que de la laceria y del desterramiento que él queria tomar, que él otrosí que tomase ende su parte, y que pues el rey no se dolia de su muger y de su fijo y del reino y de lo que acá dejava, que non era razon que se doliese él de lo suyo, y que iria con él y que le serviría en manera que ningún hombre non ge lo pudiese entender, y que aun levava tanto aver metido en aquella su vestidura que le abondaria asaz para en toda su vida".
(Págs. 95-96)

De Luis de Góngora es la famosa poesía titulada "Levanta, España, tu famosa diestra". Comienza así:


Levanta, España, tu famosa diestra
desde el francés Pirene al moro Atlante,
y al ronco son de trompas belicosas
haz, envuelta en durísimo diamante,
de tus valientes hijos feroz muestra
debajo de tus señas victoriosas...

Más adelante escribe:

Fija los ojos en las blancas Lunas
y advierte bien, en tanto que tú esperas
gloria naval de las britanas lides,
no se calen rayendo tus riberas
y pierdan el respeto a las colunas,
llaves tuyas y término de Alcides...


Escribe Mateo Alemán en su novela "Guzmán de Alfarache":

"La cena fué ligera, bien se creerá sin juramento que no me levanté á la mafñana empachado el vientre; y queriendo irme, pidióme el huésped un cuarto do posada, no le tuvo, ni se le pude pagar: harto deseó el traidor quitarme el sayo, que era de buen paño: víme apretado, y casi se me arrasaron los ojos de agua. Movióse á lástima uno de los arrieros que allí estaban, que no son todos blasfemos y desalmados, y dijo: Dejadle, huésped, que yo le daré. Sus compañeros me preguntaron: Muchacho, ¿de dónde eres? ¿dónde vas? Respondiólcs el que pagó por mi: ¿Qué le preguntais, perdidos, no se le conoce? Amargo está de ver que va huyendo de casa de su padre ó de su amo. Díjome el huésped: Oyes, mozuelo, ¿quieres asentar á soldada conmigo? No me pareció para de presente malo: aunque se me hacia duro aprender á servir, habiendo sido enseñado á mandar. Dijele que si. Pues entra y quédate, que no quiero me sirvas de otra cosa mas que en dar paja y cebada, teniendo buena cuenta con cada uno á quien la dieres. Harélo, le respondí; y asi me quedé por algunos días, comiendo sin tasa y trabajando con ella, como por pasatiempo, que hasta las noches cuando venían los arrieros, todo Jo restante con pasajeros no era de consideracion. Allí supe adobar la cebada con agua caliente, que creciese un tercio, y medir falso, raer con la mano, hincar el pulpejo, requerir los pesebres; y si alguno me encargaba diese recado á su cabalgadura, le esquilmase un tercio".
(Libro segundo: "Trátase cómo vino a ser pícaro, y lo que siéndolo le sucedió". Cap. I: "Como Guzman de Alfarache, saliendo de Cazalla, á la vuelta de Madrid, en el camino sirvió á un ventero"; pág. 86)

Don Diego de Torres Villarroel puso un tiempo de este verbo en el primer tomo de su obra "Anatomía de todo lo visible é invisible..." (En la Imprenta y la Vda. de Ibarra. Madrid, 1794). El texto de la "Introduccion y prevenciones precisas para el viage"  varía un poco si lo comparamos con la edición salmantina de 1738. Comienza de este modo:

"Amortajado en un sucio ropón, que después de estar bien ahito de grasa, tenia sobre sus lomos y faldones el chilindron legítimo de las tres erres de roto, raido, y remendado: rebutida mi rucia melenera en un gorrete á lo tiñoso, repleto de salpicaduras de caspa, y embebido en costras y pelluzgones de mugre: avigarradas las cejas sobre la cornisa de mis pestañas: los ojos acostados, y todo yo á obscuras; me levanté una de las tardes de el Julio á sacudir con la violencia de los esperezos y los estirones de mi corpanchón los espesos bochornos de un espúreo letargo que se metió de hoz y de coz por mis cinco sentidos á hacerse porra en mi celebro".
(Pág. 1.)

La verdad es que Villarroel no estaba revestido con los atributos de la belleza masculina. He aquí el retrato que figura al lado de esta página:

En el "Reglamento literario é institucional, extendido para llevar á efecto el plan de estudios del Colegio imperial de Calatrava en la ciudad de Salamanca", que redactó Gaspar Melchor de Jovellanos, se encuentra este curioso punto sobre la uniformidad de los colegiales:

Una máxima casi general en estos cuerpos, cuyo origen ignoramos, ha introducido la costumbre de no renovar jamás el hábito del Colegio, y aun de hacer en cierto modo gala de llevarle sucio, raído y hecho jirones. Nosotros, penetrados de los inconvenientes que produce, y de que generalmente están convencídos los mismos que ceden á ella, la condenamos y proscribimos del todo, y rogamos á los Rectores y Maestros de ceremonias que por tiempo fueren, nos ayuden á desterrarla para siempre de esta Comunidad".
("Obras". Vol. IV. Cap. V: "De la disciplina en general: Del hábito de los colegiales"; págs. 80-81)

Esta descripción de Castilla que  Mariano José de Larra escribe en su primer artículo de "Las antigüedades de Mérida", publicado el 22 de mayo de 1835, en el Nº 82 de "La Revista Española",  es un poco triste:

"El ruido se iba apagando, y Castilla entre tanto desarrollaba á mi vista el árido mapa de su desierto arenal, como una infeliz mendiga desplega á los ojos del pasagero su falda raida y agujereada en ademan de pedirle con que cubrir sus macilentas y desnudas carnes. Un gemido sordo, pero prolongado, había sustituido al ruidoso murmullo de la ciudad populosa: era la contribucion que resonaba por el yermo. Felicidad, decía el segundo con acento irónico, para el que sabía oírle; miseria, decía el primero con acento de verdad y de desesperacion".

Los siguientes versos de José Zorrilla se encuentran en su "Leyenda del Cid":

Creen los Reyes que su Estado 
es hacienda propia suya 
que es justo que distribuya 
cada Rey según su agrado: 
y por este error fatal, 
cual capa vieja y raida 
con cien remiendos zurcida 
de su color cada cual, 
vivió reyezuelo tanto 
la España en hombros trayendo, 
cada cual de su remiendo. 
aspirando á hacer un manto.

Así describe Leopoldo Alas Clarín  a don Fermín de Pas, en su novela "La Regenta":

"Don Fermín escribía á la luz tenue y blanca del crepúsculo; la mañana estaba fresca; de vez en cuando, por vía de descanso, De Pas se entretenía en soplarse los dedos. Meditaba. Tenía los piés envueltos en un mantón viejo de su madre. Cubríale la cabeza un gorro de terciopelo negro, raído; la sotana, bordada de zurcidos, pardeaba de puro vieja, y las mangas de la chaqueta que vestía debajo de la sotana relucían con el brillo triste del paño muy rozado. Aquel traje sórdido, que tal contraste mostraba con la elegancia, riqueza y pulcritud que ante el mundo lucía el Magistral, desaparecía concluido el trabajo, al aproximarse la hora de las visitas probables".
(Cap. XI; pág. 324)

Doña Emilia Pardo Bazán puso varios tiempos de este verbo en sus obras. Por ejemplo, en su novela "Los Pazos de Ulloa" se encuentra este retrato:

"¿Quién no conoce en la montaña al directo descendiente de los paladines y ricohombres gallegos, al infatigable cazador, al acérrimo tradicionalista? Ramonciño Limioso contaría a la sazón poco más de veintiséis años, pero ya sus bigotes, sus cejas, su cabello y sus facciones todas tenían una gravedad melancólica y dignidad algún tanto burlesca para quien por primera vez lo veía. Su entristecido arqueo de cejas le prestaba vaga semejanza con los retratos de Quevedo; su pescuezo flaco pedía a voces la golilla, y en vez de la vara que tenia en la mano, la imaginación le otorgaba una espada de cazoleta. Donde quiera que se encontrase aquel cuerpo larguirucho, aquel gabán raído, aquellos pantalones con rodilleras y tal cual remiendo, no se podía dudar que, con sus pobres trazas, Ramón Limioso era un verdadero señor desde sus" principios—así decían los aldeanos—y no hecho a puñetazos, como otro".
(Cap. XV; págs. 162-163)

También muchos personajes de las obras de su querido don Benito Pérez Galdós llevan las ropas raídas. En su novela "Míau" leemos:

"Al llegar al vasto ingreso que separa del pórtico la escalera, veíanse en los patios de derecha é izquierda afluir las muchedumbres de Impuestos, Tesorería y Giro Mútuo, y antes de llegar á la calle, las corrientes se confundían. Las capas deslucidas abundaban más que los raídos gabanes; pero también los había flamantes, y chisteras lustrosas, destacándose entre la muchedumbre de hongos chafados y verdinegros".
(Cap. XXXVII; págs. 357-358)

En "Misericordia" escribe:

"Ninguno de los entrantes ó salientes hacía caso del pobre Pulido, porque ya tenían costumbre de verle impávido en su guardia, tan insensible á la nieve como al calor sofocante, con su mano extendida, mal envuelto en raída capita de paño pardo, modulando sin cesar palabras tristes, que salían congeladas de sus labios".
(Cap. I; pág. 9)


"La canción del oro" es una de las narraciones que forman parte de la obra de Rubén Darío titulada "Azul". Allí leemos:

"Entonces en aquel cerebro de loco, que ocultaba un sombrero raído, brotó como el germen de una idea que pasó al pecho, y fué opresión, y llegó a la boca hecho himno que le encendía la lengua y hacía entre¬ chocar los dientes".
(Pág. 37)

Hay dos capítulos de la obra de Azorín, titulada "Con Cervantes", en los que utiliza el adjetivo raido-da:

"Y ha salido del salón con talante grave, severo. El capellán viste una sotana limpia, pero raída; sus zapatos son de cuero tosco. En el inmediato pueblo saben muchos pobres -y los duques lo saben también- por qué la sotana del eclesiástico es mísera y los zapatos humildes"
("Los primeros frutos"; págs. 62-63)

"En Toledo" comienza así:

"Comían juntos en un bodegón de Toledo tres pobres hombres; vestían trajes raídos y con chafallos; la negrura primitiva del paño había desaparecido y resaltaban, negros, los remiendos".
(Pág. 177)

El 12 de diciembre de 1945, Azorín  publicó, en la tercera de ABC, un artículo titulado "El pan". Entre otras cosas, dice:

"Ya íbamos a olvidar la raedera; no nos lo hubiéramos perdonado. Como los diccionarios no especifican al hablar de raedera, diremos que esta raedera es una palita de hierro con que se raen los residuos de la masa que se han pegado a la artesa".

Escribe don Miguel de Unamuno en su ensayo titulado "Acerca de la reforma de la ortografía española"(O. C. VIII. Biblioteca Castro. Madrid, 2007):

Cuánto tiempo perdido en aprender futilidades y hasta desatinos que no tienen otro objeto que hacer al hombre presentable en sociedad escojida!¡Qué años tan hermosos y qué energías tan frescas, malgastadas en dar a los sentimientos y a las ideas un mero barniz de falsa finura, para que no nos confundan con los pobres que gastan callos en las manos! ¡Qué martirio aquel a que se somete a los pobres niños para que no sean ordinarios, sin que por eso lleguen a extraordinarios jamás! ¡Qué feroz insistencia la de los padres y los maestros en torcer lo derecho y corroborar lo torcido de sus naturales instintos! Desde que, aún mamoncillo, se le está importunando para que no se sirva de la mano izquierda, hasta que se vea obligado a las veces, y aun contra su gusto, a aprender a bailar el rigodón o a jugar al tresillo, ¡qué via–crucis de estupideces! Y es lo peor que, una vez que ha aprendido una cosa, quiere soltarla, venga o no a pelo; quiere hacer uso de sus pendejos raídos; quiere embozarse en andrajos deshilachados, aunque no le abriguen. Tanto como se nos enseña, nadie lo hace a que sepamos olvidar, porque pocos meditan en que la ciencia verdadera se basa sobre el saber ignorar y olvidar. Los que han aprendido nuestra tradicional ortografía ¿van a desperdiciar el resultado del esfuerzo empleado en aprenderla?".
(Págs. 295-296)

En su novela "La busca",  Pío Baroja describe un patio que parece cervantino:

"Se acercaron los dos a la verja. Era aquello un cónclave de mendigos, un conciliábulo de Corte de los Milagros. Las mujeres ocupaban casi todo el patio; en un extremo, cerca de una capilla, se amontonaban los hombres; no se veían más que caras hinchadas, de estúpida apariencia; narices inflamadas y bocas torcidas; viejas gordas y pesadas como ballenas, melancólicas; viejezuelas esqueléticas, de boca hundida y nariz de ave rapaz; mendigas vergonzantes con la barba verrugosa, llena de pelos, y la mirada entre irónica y huraña; mujeres jóvenes, flacas y extenuadas, desmelenadas y negras; y todas, viejas y jóvenes, envueltas en trajes raídos, remendados, zurcidos, vueltos a remendar hasta no dejar una pulgada sin su remiendo. Los mantones, verdes, de color de aceituna, y el traje triste ciudadano, alternaban con los refajos de bayeta, amarillos y rojos, de las campesinas".
(Segunda Parte. Cap.III: "Roberto Hasting, en la zapatería. Procesión de mendigos. Corte de los milagros"; págs. 57-58))

La siguiente acotación se encuentra en  la escena décimo tercia de "Luces de bohemia", en la que Ramón María del Valle-Inclán recrea la muerte de Alejandro Sawa:

"Aparece en el marco de la puerta el cochero de la carroza fúnebre: Narices de borracho, chisterón viejo con escarapela, casaca de un luto raído, peluca d e estopa, y canillejas negras".
(Págs. 258-259)

Los siguientes versos forman parte de la obra "Campos de Castilla", de Antonio Machado:

Ya noto, al paso que me torno viejo, 
que en el inmenso espejo, 
donde orgulloso me miraba un día, 
era el azogue lo que yo ponía. 
Al espejo del fondo de mi casa 
una mano fatal 
va rayendo el azogue, y todo pasa 
por él como la luz por el cristal.

("Proverbios y cantares")


María Fulgencia cogió el tifus pero libró de la muerte. Gabriel Miró lo describe con pelos y señales en su novela "El obispo leproso":

"Y entre tanto un viejo peluquero cortaba las trenzas de la convaleciente. La dejó rapadita. En la luna del tocador de su madre se veía María Fulgencia sus ojos anchos, densos, como dos pasionarias húmedas, que, de súbito, se crisparon, porque allí, en el espejo, se le apareció Mauricio, todavía con uniforme de camino. 
Ella se cubrió con las manos su cabecita raída. Alarmóse el deán; se desesperaron las criadas. María Fulgencia se refugió dentro de un cortinaje, enrollándose toda entre los gordos pliegues, y desde allí salía su gemido".
(II: "María Fulgencia y los suyos"; pág. 48)

Raedura es voz que escribe en su novela "Nuestro padre San Daniel":

"Estaba rasurándose entonces el P. Bellod, y se sangró dos veces en la misma raedura. Acusóle ante el vicario capitular de traer al Archivo asuntos frívolos en tiempos tan necesitados de palabra prudente".
("Seglares, capellanes y prelados". Cap. V: "El clamor de los clamores"; pág. 147)

Max Aub escribió su libro "Diario de Djelfa" durante su internamiento en el campo de reclusión del mismo nombre, situado en el norte de Argel. Terminó publicándolo en México, el año 1944. A este poemario pertenece el soneto titulado "Los roedores de huesos":

En hoyancas, al cielo siempre abiertas,
Del cocinar inmundos vertederos,
Mondo amontijo, y amarillos ceros,
Carcavinan camellos; huesas yertas.

Mantas por todas vestiduras tuertas
Los jamerdados, esqueleto en cueros,
Uñas y dientes, únicos aperos,
Acurrucados roen cales muertas.

Hambre a muerte rayendo, el mundo espejan
Que a esto les trajo. Pues, gusanos, yedras,
Hieden pardos royendo sus entrañas.

Mordiendo sus carcomas, jugo en sañas,
De hombres a hienas, miserables, cejan.
No reconcomen tierra, sino piedras.

En las últimas páginas de su novela "El hereje", cuando describe Miguel Delibes el auto de fe, leemos:

"Luego procedió a raerles la boca, los dedos y las palmas de las manos con un paño húmedo y ordenó al barbero que les afeitara la cabeza para colocar sobre ellas las corozas".
(Libro Tercero. Cap. XVII; pág. 481)

Camilo José Cela describe de este modo a Martín Marco, uno de los personajes de su novela "La colmena":

"Pepe se acerca al cliente y este se levanta con lentitud. Es un hombrecillo desmedrado, paliducho, enclenque, con lentes de pobre alambre sobre la mirada. Lleva la americana raida y el pantalón desflecado. Se cubre con un flexible gris oscuro, con la cinta llena de grasa, y lleva un libro forrado de papel de periódico debajo del brazo".
(Cap. I; pág. 41)

De doña Isabel Montes dice:

"La madre de Paco se llamaba Isabel, doña Isabel Montes, viuda de Sanz. Es una señora aún de cierto buen ver, que lleva una capita algo raída. Tiene aire de ser de buena familia".
(Cap. I; págs. 25-26)

Vamos a terminar esta entrada con uno de los libros de Francisco Umbral que más aprecio. Me refiero a "Museo nacional del mal gusto". Hace unos años le dediqué una entrada en mi blog Hormigaciones. Hay dos artículos en los que aparece la voz raído. El primero se titula "Los vampiros". Dice Umbral:

"Los vampiros son de mal gusto y en España siguen teniendo mucha acepctación, pero nosotros ya no vamos nunca a ver a estos vampiros neodesarrollistas, tecnocráticos, que son como un ejecutivo con capa, sino que recordamos con nostalgia a los vampiros de otros tiempos, aquéllos que se paseaban por los films temblorosos con un abrigo raído y unos colmillos de alpaca que en seguida se les ponían amarillos"
(Pág. 27)

En "Las visitas" escribe:

"La alta burguesía alternaba estos usos con la aristocracia y la burguesía menor los tomó de la alta, de modo que el visiteo que a nosotros nos ha tocado hacer ha sido un visiteo de a pie, sin caballos que enganchar, dándole a los zapatos de los domingos, duros y atroces,, un visiteo de señoras enlutadas, tazas de mal café, suspiros, rosarios, llantos por el difunto, aburrimiento y ganas de orinar en el comedor raído, con plata de brillos falsos, que era, más o menos, igual que nuestro propio comedor".
(Págs. 114-115)

En este vídeo, colgado por Antonio Vargas en YouTube,  vemos cómo se hace un afeitado artesanal con cuchilla barbera:

RADA

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Rada es voz que no recoge Covarrubias, pero que sí se encuentra en Autoridades, con esta definición:

"RADA. s. f. Bahia ó ensenada, capáz de ancorar en ella los navios, quedando al abrigo de determinados vientos. Lat. Sinus maris".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que publican esta definición:

"RADA. s. f. Ensenada, ó recodo en las costas del mar, donde las embarcaciones fondeadas aunque están defendidas de algunos vientos, quedan expuestas a otros. Maris sinus".

En la edición de 1822 todo este despliegue semántico queda reducido a dos voces: "Bahía, ensenada".

Los vientos de la Real Academia también soplaban en diferentes direcciones en un siglo XIX convulso, aunque, en la edición de 1837,  se impone la definición de esta bamboleada voz hasta nuestros días:

"RADA. f. bahía, ensenada, donde las naves pueden estar ancladas al abrigo de algunos vientos. Maris sinus".

En la edición de 1884  añaden su etimología. Dicen los señores académicos que esta voz procede "del francés rade, y del bajo alemán o flamenco reede, rada, de reeden, preparar, equipar". En la edición de 1925 dicen que no, que esta voz procede, en realidad, del inglés antiguo rade.
El Esteban Terreros dice:

"RADA, paraje en el mar á propósito para echar el ancla, y conservar las naves al abrigo de invasiones, y vientos. Fr.  Movillage, rade de mer. Lat. Vadosa ora, radum, locus jaciendis anchoris accommodatus, aptus, idoneus, statio, statio maris. It. Piaggia, spiaggia".

Los diccionarios on-line, consultados habitualmente, no añaden nada nuevo a lo dicho hasta ahora. Sí lo hace el "Diccionario Marítimo Español", de Martín Fernández de Navarrete:

"RADA. s. f. Hid. ó Pil. Extensión de mar dentro de la tierra ó costa, donde las embarcaciones pueden fondear, pero quedando descubiertas á ciertos vientos: á diferencia del puerto, que es que abriga de todos ellos. El Dic. geog. da la definicion siguiente, que parece singular en razon á que no explica de donde proviene el resguardo de determinados vientos en un parage distante de la costa. Dice pues así: "parage en el mar á alguna distancia de la costa, en que pueden dar fondo las naves con resguardo de determinados vientos. Es menos segura que la ensenada y la bahía. Fr. Rade. Ing. Road or road-strada".



El "Diccionario militar etimológico, histórico, tecnológico" (Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra. Madrid, 1869), del Coronel de Ingenieros don José Almirante", dice:

"RADA. No sabemos si los marinos lo tendrán por galicismo, de rade. Para nosotros lo es, por no estar en el Diccionario  de las dos Academias Española y de la Historia, y porque creemos que en castellano se dice bahía".

Ya hemos visto que Autoridades ya recoge esta voz.
La diferencia entre bahía, rada, cala y caleta nos la explica Antonio de Góngora y Fernández en su obra titulada "Elementos de Geografía" (3ª ed. Imprenta del "Guadalete". Jerez, 1892):

"Bahía es un pequeño golfo á propósito para resguardar los buques del viento, y principalmente de la marejada: llámase rada si es de menor extensión: cala si sólo sirve para embarcaciones pequeñas, y caleta cuando se reduce á una especie de hendidura en la costa, que se utiliza á veces como embarcadero.
Surgidero, fondeadero, anclaje ó ensenada, es un recodo de tierra en que entra el mar, resguardando los buques de algunos vientos".
(Pág. 56)

En la revista "Mercurio Histórico y Político", correspondiente al mes de enero de 1780, leemos la siguiente noticia:

"Una division de quatro Navíos mandados por el Vice Almirante Walsingham, salió de la Rada de Santa helena el dia 8 del corriente, por la mañana comboyando crecido número de Embarcaciones, é inmediatamente se incorporó el Torbay con los dos Regimientos de Stuart y de Dundaw. El Almirante Graves pasó el mismo dia 8 á la Rada de Santa Helena. Se creía que su division constaría de ocho Navíos; pero en la mayor parte de ellos se sublevaron los Marineros, y todavía el 11 no había salido de dicha Rada, sin embargo de haber producido algun efecto los castigos executados en los Marineros para reducirlos á la obediencia. Se cree que Graves volverá á cruzar delante de Brest luego que dexe la flota en cierta altura".

Don Antonio de Capmany y de Montpalau fue diputado en Las Cortesde Cádiz. Logró, entre otras cosas, que se aprobara una moción para que todas las plazas de la España de entonces se llamaran de "La Constitución". Su obra bibliográfica es amplia aunque se le atribuye una que no es suya, sino de su nieto, que se llamaba y apellidaba como él. Se trata de la titulada "Origen histórico y etimológico de las calles de Madrid". Sobre ello publiqué un  artículo en el blog "El Tabelión".
La obra de don Antonio que, llegados a este punto, nos interesa se titula "Código de las costumbres marítimas de Barcelona, hasta aquí vulgarmente llamado Libro del Consulado..." (En la Imprenta de don Antonio de Sancha. Madrid, 1791) Es una obra que contiene el  texto original  en la lengua lemosina y su traducción al castellano. El Título VII  regula "el orden y reglas del anclage de la nave en rada, playa, ó puerto". El Capítulo 199 trata de "las naves ancladas, unas antes y otras después". Dice así:

"Si estando una nave surta, y apostada ya en un puerto, ó playa, ó costa, ó rada, llega después otra; ésta debe amarrarse de tal manera, que no cause daño á la que estaba fondeada antes. Y si algún daño le hiciere, se lo debe resarcir y restituir todo, sin contradicción alguna.
Pero se esceptúa el caso, quando la nave que entra despues de la primera, viniese con temporal, que no la permitiese amarrarse, causando algún daño á la otra; porque entonces no le deberá indemnizar el descalabro que en aquel momento, y por aquel accidente le causáre, puesto que no es por culpa suya. Y así este daño, que por tal motivo se ocasiones, debe ponerse y sujetarse al juicio de hombres buenos, que profesen y entiendan el arte de marear".
(págs. 176-177)

El Capítulo 2020 trata "del modo de fondear". Comienza de esta manera:

"Si una, dos, ó mas naves entraren en un puerto, rada, playa, ú otro parage, y entran juntas y fondean; cada una debe anclar tan lejos de la otra, que la una no pueda hacer á la otra daño por ningún caso. Y si por casualidad,estando en alguno de los parages sobredichos, sobreviniere temporal; cada una de ellas deberá amarrarse bien y diestramente, y hacer todo lo posible para que ninguno de los buques pueda recibir daño, y aun también para que el uno no pueda causarlo al otro. 
Si durante aquel temporal, á alguna de dichas naves falsearen los cables, y diere contra las otras haciéndolas daño; si aquella nave, á la qual falsearon los cables, habia hecho todo lo posible para amarrarse, y los cables que tenia eran buenos y suficientes para aquel buque, y aun para otro que fuese mucho mayor; el daño que se hubiese causado no deberá resarcirse á la que lo padeció, puesto que no fué causado por culpa del patrón de la nave á quien faltaron los cables; y aun también por otra razón, pues habia hecho todos sus esfuerzos y poder para amarrarse; y por otra parte los cables que le falsearon, eran buenos y suficientes para aquel buque, aun para otro mayor. Y asi por las razones sobredichas no está obligado á resarcir el daño que hubiese hecho á alguno".
(Págs. 180-181)

Así describe Gaspar Melchor de Jovellanos el puerto de Gijón:

"Tiene primeramente una rada ó concha de las mas extendidas, pues se dilata por espacio de una legua de Levante á Poniente entre las puntas de Torres y Santa Catalina, y de dos millas desde el Norte hasta la orilla meridional; de las mas acomodadas, pues cala desde ocho hasta diez y seis brazas de agua; de las mas limpias, pues está libre de bancos, bajíos, rocas y ratones, y es apta para dar fondo por toda ella; y finalmente de las mas seguras, pues está defendida de la mayor parte de los vientos, y no sufre rompezón alguna fuera de la barra. De forma, que no solo pueden arribar y abrigarse en esta concha los buques sueltos que surcan aquellos bravos mares, sino tambien escuadras enteras, de que dió un buen ejemplo el célebre general de marina Pedro Menendez de Avilés con la formidable y desgraciada escuadra que pereció sobre las costas de Inglaterra en tiempos de Felipe II".
("Representación al ministro de Marina sobre las nuevas obras del puerto de Gijón"; pág. 520)

Pedro Antonio de Alarcón escribe lo siguiente en su "Diario de un testigo de la Guerra de África" (Imprenta y Librería de Gaspar y Roig. Madrid, 1856):

"En esto levántase un rumor, que llega á hacerse general y que acaba con tan diferentes versiones.—¡Es el pabellón de España! ¡Es la bandera roja y amarilla! ¡Son nuestros! esclaman los oficiales llenos de alegría, ofreciendo sus anteojos á todo el mundo, á fin de que nadie deje de ver la querida enseña de la patria... Y entre tanto, los buques siguen cruzando las olas á larga distancia de esta playa y con la proa puesta á la rada de Tetuan, cuya entrada determinan claramente á nuestros ojos el promontorio fortificado de Cabo Negro, y otro cabo paralelo á él, sobre cuya cima se percibe una blanquísima atalaya.
Queda, sin embargo, por resolver la parte mas esencial de nuestras dudas, que consiste en saber lo que van á hacer aquellos barcos en el puerto marroquí. Yo, por mi parte, no puedo resistir á tan justificada curiosidad, y dejo la pluma para ir á buscar noticias al cuartel general de O'Donnell"
(Cap. XXIV: "Por mar y por tierra"; pág. 50)

"En aquel momento,—serian las cuatro y media de la tarde,—empezaron á salir por detrás de Cabo Negro los buques de nuestra escuadra... El bombardeo de Fuerte Martin habia terminado. Yo conté las naves según fueron apareciendo... ¡Eran nueve... las mismas que habían entrado en la rada!—Habíamos vencido por consiguiente, y nuestras averías, caso de haber sufrido algunas, debían de ser insignificantes".
(Pág. 52)

"Pero volviendo á Monte-Negron, debo manifestarte que nada tiene que ver con Cabo-Negro, como no sea en cuanto ambos promontorios se derivan de Sierra-Bullones. Sin embargo, Cabo-Negro es el verdaderamente importante ; pues determina el límite de la gran rada que principia en Ceuta, al par que da comienzo al fondeadero anchuroso de Tetuan".
(Cap. XXVIII: "En el mar"; pág. 82)

"Toda la noche del 5 sopló un helado viento del Norte, que por la vez primera nos hizo probar el rigoroso frio que hace por este tiempo en España. Antes del dia nevó un poco, después de lo cual mudóse el viento en un manso levante, que hizo subir la temperatura y convertirse la nieve en una ligera llovizna. Por último, al amanecer del 4, observamos que todos los buques surtos en la rada se hallaban ya en franquía, dispuestos á abandonarnos si arreciaba el viento; en cuya virtud, y visto el cariz de temporal que presentaba la atmósfera, revocóse la orden de abatir tiendas al toque de diana y se mandó á todo el ejército esperar armado y con los equipajes corrientes hasta recibir nuevo aviso".
(Cap. XLIV: "Despedida"; pág. 164)


Pío Baroja puso esta voz en algunas de sus novelas de mar; por ejemplo, en "Las inquietudes de Shanti Andía":

"Le seguí, y me condujo a una posada de marineros de la calle de la Souris, calle estrecha, infecta, sombría. Bajamos unas escaleras, hablamos y bebimos. Sin duda, yo bebí demasiado. Recuerdo que me eché a dormir sobre la mesa, y cuando me quise dar cuenta de dónde estaba, me encontré, como por arte de magia, a bordo de un gran buque, que salía en aquel instante de la rada de Brest. Pasábamos por delante del Fuerte del Diablo, cuando oímos el cañonazo indicando que se abría el puerto".
(Libro cuarto: "La urca holandesa "el Dragón". Cap. II: "Narración de Itchaso. Los dos caminos del marino";  pág. 153)

En "La estrella del capitán Chimista" leemos:

"Llegamos al estrecho de la Sonda, a la rada que se llama el Anjer o de Batán; el capitán fondeó, y, queriendo dar comida fresca a los pasajeros, envió al mayordomo a tierra a comprar carnes y verduras".
(Cuarta parte: "En el Extremo Oriente". Cap. I: "La Mariveles"; pág. 773)

"Al hallarnos sobre la isla de Ticao, y como el barómetro bajaba mucho, quizás anunciando un baguío, determiné entrar en la rada de Sorsogón. El estuario de Sorsogón se encuentra en el paso del estrecho de la isla Verde al de San Bernardino, y es el puerto más seguro de aquellos parajes".
(Cuarta parte. Cap. VI: "Por los archipiélagos"; pág. 789)

"La rada de Macao, defendida por algunos islotes, era de muy poco fondo, de manera que los buques de gran porte tenían que anclar a cinco o seis millas de la ciudad".
(Quinta parte: "El mar de la China". Cap. I: "Macao y las tancaleras"; pág. 796)

De don Miguel de Unamuno es el siguiente soneto, escrito en su exilio en la isla de Fuerteventura:

Isla de libertad, bendita rada
de mis vagabundeos de marino
quijote, sentí en ti, ¿orden del sino?
cómo la libertad se encuentra aislada.

Aislamiento feliz que es la alborada
de la liberación de su destino,
que así la pobre irá por donde vino
hasta su cuna, su postrer morada.

Libertad, libertad, isla desierta,
conciencia de la ley, que es servidumbre,
tú no eres casa, no eres más que puerta;

mas por la puerta entra de Dios la lumbre
dentro la casa y nos mantiene alerta,
no nos rindamos a la vil costumbre.

"Epístola a la Señora de Leopoldo Lugones"es un largo poema que Rubén Darío incluyó en su obra "El canto errante" (Biblioteca Nueva de Escritores Españoles. M. Pérez Villavicencio. Madrid, 1907). En ella hay unos versos que aluden a un paisaje mallorquín:

VI
Hice una pausa. 
El tiempo se ha puesto malo. El mar 
A la furia del aire no cesa de bramar. 
El temporal no deja que entren los vapores. 
Y Un yacht de lujo busca refugio en Porto-Pí. 
Porto-Pí es una rada cercana y pintoresca. 
Vista linda: aguas bellas: luz dulce y tierra fresca.

Ah, señora, si fuese posible á algunos el 
Dejar su Babilonia, su Tiro, su Babel, 
Para poder venir á hacer su vida entera 
En esta luminosa y espléndida ribera!


RACIONERO

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Sebastián de Covarrubias

Racionero es voz ligada a Sebastián de Covarrubias, pues fue canónigo racionero en la catedral de Salamanca; sin embargo la cita de pasada en su "Tesoro de la Lengua...", cuando define la voz ración:

"RACION, Latine rata portio, la parte que se da a cada vno de los criados por cada dia. Racion en las Iglesias Cathedrales, y Colegiales, es cierta prebenda. Latine portio. Racionero, portiu narius".

Autoridades dice:

"RACIONERO. s. m. El Prebendado que tiene ración en alguna Iglesia Cathedral ú Colegial. Lat. Ecclesiae portionarius".

Cita la "Vida de Santa Teresa", de fray Diego de Yepes, y "Theatro de Jaen", de Gil González Dávila. El padre jerónimo tituló el capítulo XIV de su obra del siguiente modo: "Por obedecer á sus confesores la bienaventurada virgen Teresa de Jesús resistía con extraordinario modo á estas mercedes de Dios, y como el Señor le hizo otras de nuevo, y en particular le apareció un serafín que con un dardo le sacaba el corazón". Comienza así:

"Dos años y medio continuó el Señor en mostrársele muy de ordinario por medio de estas visiones é imágenes, y casi siempre se le representaba resucitado, y de la mesma manera le veía de ordinario en la hostia, y algunas veces que estaba la santa virgen en alguna tribulación ó trabajo, para consolarla le mostraba el Señor sus llagas; otras se le representaba llevando la cruz á cuestas, ó en el huerto, y algunas veces (aunque pocas) coronado de espinas, mas siempre la carne glorificada. Quedaba tan impresa en su memoria esta divina imágen, que hizo que Juan de la Peña, racionero de Salamanca, que era diestro en el pintar, y amigo suyo, le pintase un Cristo conforme á la figura que la santa había visto, y estaba ella delante, y le decía lo que había que hacer, y salió la imágen tal (que aunque la industria de todos los pintores no bastaba igualar ni con gran parte la hermosura de lo en semejantes visiones se ve) nunca creo yo hizo él cosa que á esta se llegase".
(Págs. 59-60)

Al igual que Covarrubias, el historiador Gil González Dávila fue racionero de la Santa Iglesia de Salamanca, pero, en vez de ser cronista del rey Felipe II, como Sebastián, lo fue de Felipe IV. A él se debe una biografía del Obispo de Ávila, don Alonso de Madrigal, llamado El Tostado. Este apodo se relacionó con el hombre que escribe mucho, y así Pío Baroja solía decir que se puso a escribir y escribía más que El Tostado.
La obra que cita Autoridades se titula "Teatro Eclesiastico de las Iglesias Metropolitanas, y Catedrales de los Reynos de las dos Castillas. Vidas de svs Arzobispos, y Obispos, y cosas memorables de svs Sedes" (Tomo Primero. Imprenta de Francisco Martinez. Madrid, 1645). Dentro de ella, incluye un "Teatro de la Santa Iglesia de Iaen. Vidas de svs Obispos y cosas memorables de sv Sede y Obispado". De la ciudad de Baeza dice, entre otras cosas, lo siguiente:

"Baeça es Iglesia catedral, y los Obispos se intitulan, Obispos de Iaen y Beça. Declaróla por Iglesia Catedral el sumo Pontifice Inocencio Quarto en el año 1247, y la razon en que se fundó el Pontifice, fue por la mucha sangre que el Concejo de Baeça, y su nobleza auian derramado muriendo en defensa de la Fé Catolica, y que muchos dellos auian dado sus haziendas á su Iglesia. Da tambien otra razon, de ser Silla Obispal en el tiempo que reynaron, y gouernaron los Godos, y que parecia cosa justa el conseruar la memoria de tantos honores, y glorias. Tiene la Iglesia en este año 1644, vna Dignidad, que es Chantre, dos Canonigos, nueue Racioneros. Tiene Iglesia Colegial, con quatro Dignidades, Tesorero, Arcipreste, Chantre, Vicario, y ocho Canonigos. Horan á esta Ciudad diez Parroquias, en que ay 3646 vezinos, diez Conuentos de Religiosos, Dominicos, Franciscos, Minimos, Carmelitas Descalços, Compañia de Iesus, Nouiciado de la Compañia, y Trinitarios Obseruantes, Trinitarios Descalços, Mercenarios, y Descalços de San Francisco; cinco de Religiosas, Dominicas, Minimas, y Carmelitas Descalças, Religiosas Franciscas santa Clara, y vn Recogimiento de donzellas; y siete Hospitales. Es cabeça de Arciprestazgo, y comprehende con la ciudad veynte y quatro villas, y lugares. Tiene Vniuersidad, que la fundó aquel varon el Padre Maestro Iuan D Auila".
("Civdades qve tiene el Obispado de Iaen. Baeza"; pág. 231)

Autoridades también recoge la denominación medio racionero, que define como "el Prebendado inmediato al Racionero".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades, hasta la edición de 1803, que recoge una nueva acepción:

"RACIONERO. El que distribuye las raciones en la comunidad. Portionum distributor".

A partir de la edición de 1925 la definición de la primera acepción de esta voz la escriben en pasado:

"RACIONERO. m. Prebendado que tenía ración en una iglesia catedral o colegial.// 2. El que distribuye la raciones en una comunidad.// Medio racionero. Prebendado inmediatamente inferior al racionero".

Estas tres definiciones se mantienen hasta la Edición del Tricentenario, última consultada. Allí definen de este modo la quinta acepción de la voz ración:

"F. Prebenda en alguna iglesia catedral o colegial, y que tiene su renta en la mesa del cabildo".

Racionero es voz que ya recoge Nebrija (1495):

"RACIONERO QUE LA TIENE. Portionarius".

El Esteban Terreros dice:

"Racionero, el Prebendado que tiene Racion en alguna Iglesia Catedral, ó Colejial. Fr. Prebende. Lat. Ecclesiae portinarius. It. Che ha una Prebenda. V. Francios. que lo toma tambien por Canónigo".

Los diccionarios de la web del DRAE, consultados habitualmente, no añaden nada nuevo a lo ya dicho, salvo el Pagés, que ilustra esta voz con dos ejemplos literarios. El primero son unos versos que se encuentran en la comedia de Tirso de Molina titulada "No hay peor sordo...".  En la escena primera del acto primero, dice Don Fadrique:


Entrad; veréis dignidades,
que con ornato discreto
a su culto sacro asisten,
y están sucesivamente
desde que raya el oriente,
hasta que al ocaso visten
nocturnos del sol desmayos,
dos canónigos, nobleza
de España (que la limpieza
de sangre aquí ostenta rayos),
dos racioneros, y dos
capellanes, que diversos
en coros cantan a versos
glorias del alba de Dios.

El segundo ejemplo se encuentra en la "Tragicomedia de Calisto y Melibea", de Fernando de Rojas:

"CELESTINA.- Ta, ta, ta.
ELICIA.- ¿Quién es? ¿Quién llama?
CELESTINA.- Bájame a abrir, hija.
ELICIA.- Estas son tus venidas, andar de noche es tu placer, ¿por qué lo haces? ¿Qué larga estada fue esta madre? Nunca sales para volver a casa, por costumbre lo tienes, cumpliendo con uno dejas ciento descontentos, que has sido hoy buscada del padre de la desposada que llevaste el día de Pascua al racionero, que la quiere casar de aquí a tres días, y es menester que la remedies, pues que se lo prometiste, porque no sienta su marido la falta de la virginidad".
(Séptimo auto; pág. 95)

Juan del Enzina

Para entender qué es una prebenda catedralicia o colegial nos vamos al "Diccionario de Derecho Canónico" (Imprenta D. José G. de la Peña. Madrid, 1848) del Abate André, traducido del francés al castellano por D. Isidro de la Pastora y Nieto. En su tomo IV dice, entre otras cosas, lo siguiente:

"PREBENDA, SEMI-PREBENDA. Llámase prebenda una porcion de los bienes de una iglesia catedral ó colejial, asignada á un eclesiástico, con el cargo de que desempeñe ciertas funciones. Aunque ordinariamente se confunda la palabra prebenda con la de canonicato ó canonjía, no obstante, se diferencian en que la prebenda es el derecho que tiene un eclesiástico á percibir ciertas rentas de una iglesia catedral ó colejial; en vez de que el canonicato es un título espiritual independiente de las rentas temporales; de modo que, la prebenda puede subsistir sin el canonicato, y este por el contrario es inseparable de la prebenda. La prebenda solo es el derecho del sufrajio y demas derechos espirituales inherentes, mas el canonicato, proprie ad hoc spectal status in choro et vox in capitulo. (Glos. in pragm. de Collat.  Item censuit.
Cuando la prebenda está unida al canonicato se hace espiritual por razon de ir aneja á este.
En la edad media, la palabra prebenda significaba las distribuciones de víveres que se hacian á los soldados, de donde pasó despues á las distribuciones que se daban á los canónigos y mónjes; mas tarde á las porciones de rentas de los bienes de la Iglesia que tuvieron los eclesiásticos despues de la distribucion que se hizo de estos bienes Diferente asi la prebenda del canonicato podia dividirse y aun conferirse á los legos, y de aqui las semi-prebendas que se veian en la mayor parte de los cabildos destinadas á los capellanes; y las prebendas laicales de ciertos capítulos. 
Las semi-prebendas poseidas por eclesiásticos, formaban títulos irrevocables ó amobibles, segun los diferentes usos de los capítulos. En varios los capellanes semi-prebendados no podian ser revocados por el cabildo que los habia nombrado y aun algunas veces podian resignar su semi-prebenda.
(...)
Tambien se llama prebendado completo ó racionero al que poseia una prebenda completa, para distinguirlo del que solo posee una semi-prebenda ó media racion".
(Págs. 182-183)

Uno de los documentos que recoge D. Pedro Rodríguez López en  el segundo tomo de su "Episcopologio asturiacense" (Imprenta y Librería de Porfirio López. Astorga, 1907) lleva por título "Constituciones que hizo el legado Apostólico Juan, obispo Sahiniense, para la Santa Iglesia de Astorga en Septiembre de 1228". Entre otras cosas, dice:

"Juan, por la gracia de Dios, obispo de Sabina, Legado de la Silla apostólica, á todos los que las presentes letras vieren, salud en el Señor. Para que permanezcan firmes é intactas las cosas que hemos establecido en favor de la honestidad de costumbres, correpción y reforma de las iglesias, y á fin de que, en lo porvenir, nadie se atreva á despreciarlas ni mudarlas, estimamos oportuno robustecerlas con estas nuestras letras. Por esto, al acercarnos á la Iglesia de Astorga, y al examinar su estado, en cumplimiento de nuestra legación, hemos encontrado mucho que corregir, reformar y ordenar. Y sobre el particular, hemos juzgado conveniente establecer:
Que todo canónigo ó racionero haga su semana por el orden que se le señalase en la tabla, por sí ó por otro de su respectivo orden; prohibiendo celebrar misa en el altar mayor, ó en dicha misa cantar el Evangelio ó la Epístola al que no sea de la Corporación; salvo el caso de que por reverencia se quisiera otorgar esta gracia á persona distinguida. El canónigo ó racionero que cometa falta en la misa, Evangelio ó Epístola, por cada falta pagar á cinco sueldos al Chantre, antes de recibir su pensión canónica. En el Coro habrá distinción de grados ó asientos; colocándose en el superior (coro alto) todos los sacerdotes y diáconos canónigos ó racioneros, excluyendo á los subdiáconos. En el segundo grado se sentarán los subdiáconos de la Corporación y los diáconos y subdiáconos extraños; y en uno y otro grado ó Coro ocupará cada uno el sitio que le corresponda por orden de antigüedad en la posesión.
Ningún canónigo, ni racionero, ni clérigo, asistentes á Coro, podrán entrar en la iglesia, pórtico ó claustro procesional, en traje secular, mientras se celebran en la iglesia los divinos Oficios; y si lo hicieren, quedan suspensos del Coro y beneficio por espacio de tres días. 
Por lo que hace á las distribuciones cotidianas, se observar á lo siguiente: 
El canónigo ó racionero, que asista á Maitines hasta el Benedictus, recibirá un pan. Por la asistencia á Prima y Capítulo, tendrán dos dineros. Asistiendo á Misa entera, uno. Por las Vísperas y Completas, dos denarios. A los que falten á los actos referidos, se les privar á de la porción asignada por el Deán ó Prior. Se considerarán presentes en Coro para no perder los enfermos ó que están ocupados en asuntos de la iglesia por especial encargo del Obispo ó del Deán y Cabildo. Los familiares del Obispo, hallándose en la ciudad, ocupados en servicio de aquél, también se considerarán presentes en Coro para no perder, excepción hecha de la Misa mayor, que perderán no asistiendo. 
Los que tuvieren varias porciones canónicas, no perderán más que en una la cantidad ya señalada. A todos se les concede la gracia de poder no asistir á Coro en una noche de cada semana, sin perder nada"
(Págs. 589-592)

El cronista segoviano Diego de Colmenares recoge la siguiente disposición del obispo Remondo y el Cabildo en el segundo tomo de  su "Historia de la insigne ciudad de Segovia" (Imprenta de D. Eduardo Baeza. Segovia, 1846):

"Vivían nuestro obispo y cabildo en tanta concordia, que juntos y conformes, en cabildo pleno, primero dia de Otubre de 1258, estatuyeron que cualquiera dignidad ó prebendado que muriese de Navidad á todos santos gozase el año entero; una mitad para su funeral, y otra para pagar sus criados; y que el obispo llevase en reconocimiento de superior de cada dignidad la mula ó 30 maravedis (aqui también se reconoce el valor grande de estos maravedís), del canónigo un marco de plata, del racionero medio marco, del medio racionero la cuarta parte del marco. Estatuyendo asimismo que el número de prebendados fuese cierto y señalado de cuarenta canónigos, diez racioneros, y veinte medios racioneros, como consta del acto capitular que autorizado en pergamino y letra de aquel tiempo permanece en el archivo catedral". 
(Págs. 45-46)

Esta voz se encuentra, con el sentido de la segunda acepción, en un cuentecillo incluido en la obra de Juan de Timoneda titulada "Alivio de caminantes" (Francisco del Canto. Medina del Campo, 1563) :

"Vn colegial del colegio del Arçobispo de Seuilla, estando comiendo a la mesa, el racionero yua repartiendo sus raciones a cada vno, descuydo se de dar carne al dicho colegial. Él, no sabiendo de que manera pedilla, vido que vn gato le estaua mahullando delante. Él entonces dixo a altas vozes, que el mesmo racionero lo oyesse,  Que diablo me estás mahullando y moliendo: el racionero aun no me han dado la carne y tu te abalanças con priessa a demandar me los huessos?".
(Págs. 30-30v)

Teresa de Jesús escribe muy buenas palabras de un racionero de Palencia, llamado Ribera, en su "Libro de las Fundaciones":

"Pues acabadas de passarnos á la Iglesia, y de adereçar lo que era menester para la clausura, avia necessidad de que yo fuesse al Monasterio de San Joseph de Avila, y assi me partí luego, con harto gran calor; y el camino que avia era muy malo para carro. Fue conmigo vn Racionero de Palencia, llamado Ribera; que fue en estremo lo que me ayudó en la labor del Passadizo, y en todo; porque el Padre Nicolás de Jesvs María fuesse luego en haziendose las escrituras de la Fundacion, que era mucho menester en otra parte. Este Ribera tenia cierto negocio en Soria, quando fuymos, y fue con nosotras. De allí le dió Dios tanta voluntad de hazernos bien, que se puede encomendar á su Magestad con los bienhechores de la Orden. Yo no quise viniesse otro conmigo, y mi compañera; porque es tan cuydadoso, que me bastava, y mientras menos ruido, mejor me hallo por los caminos. En este pagué lo bien que me avia ido en la ida; porque aunque quien iba con nosotras sabia el camino hasta Segovia no sabia el camino de los carros; y assi nos llevava este moço por partes que convenía apearnos muchas vezes, y llevava el carro casi en peso por unos despeñaderos grandes; si tomavamos guias, llevavannos hasta donde sabian avia buen camino; y vn poco antes que viniesse el malo, dexavannos que dezian tenian que hazer. Primero que llegassemos á vna posada (como no avia certidumbre) aviamos passado mucho Sol, y á ventura de trastornarse el carro muchas vezes; yo tenía pena, por el que iba con nosotras; porque yá que nos avian dicho que ibamos bien, era menester tornar á desandar lo andado; mas él tenía la virtud tan de raiz, que nunca me parece le vi enojado, que me hizo espantar mucho, y alabar a nuestro Señor. Que adonde ay virtud de raiz, hazen poco las ocasiones. Yo le alabo de como fue servido sacarnos de aquel camino".
(Cap. XXX: "Comienza la fvndacion del Monasterio de la Santissima Trinidad en la Ciudad de Soria. Fundóse el año 1581. Dixose la primera Missa dia de nuestro Padre San Eliseo"; págs. 330-331)

Como es sabido, Luis de Góngora y Argote fue racionero de la Catedral de Córdoba. De él es el romance titulado "Castillo de San Cervantes". Estos son  sus primeros versos:


Castillo de San Cervantes,
tú que estás junto a Toledo;
fundóte el Rey don Alonso
sobre las aguas de Tejo.
Robusto, si no galán,
mal fuerte, peor dispuesto,
pues que tienes más parientes
que un hijo de racionero;
lampiño debes de ser,
castillo, si no estoy ciego,
pues siendo de tantos años,
sin barba cana te veo...

Luis de Góngora y Argote.

En el tomo I de las "Obras de Francisco de Quevedo Villegas" (Imprenta de Mellado. Madrid, 1840), editadas por D. Basilio Sebastián Castellanos, hace constar lo siguiente, referido al texto de "El sueño de las calaveras":

"El primer título que puso Quevedo á esta composicion, que fue prohibida en el espurgatorio de 1631 hasta que su autor la enmendase fué: "Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños de todos los oficios y estados, ó sea, el sueño del juicio final".
En el apunte de las cosas que fueron suprimidas por la Censura en la primera edicion de este sueño, se halla lo siguiente respecto á esta composición:


I

Hacíale tambien un Silenciero de catedral, dando tales golpes con su baston, que acudieron á ellos mas de mil calóndrigos, no pocos racioneros y hasta un obispo, un arzobispo y un inquisidor, Trinidad que se arañaba por arrebatarse una buena conciencia que acaso andaba por allí distraida buscando á quien bien le viniese".
(Págs. 379-380)

Leandro Fernández de Moratín puso esta voz en unos versos de su obra "Arte de las putas":


Suelen los Racioneros andaluces
comprar esclavas moras a quien hurgan
entre los borcellares desbarbados;
las hijas y mujeres de criados
te harán el mismo efecto, y saber debes
que es bueno, y salir suele más barato;
y no te olvidarás de las criadas 
tuyas o ajenas, si lograrlas puedes
para todo lo que hay dentro de casa...

De Juan Martínez Villergas es un romance  titulado "Mi profesión de fe". Comienza de este modo:


En este picaro mundo 
Que cuenta picaros tantos, 
O todos son raros genios,
 O sólo mi genio es raro, 
Pues veo que en permanente 
Oposición nos hallamos, 
Por ser ellos comedidos, 
Y por yo ser extremado. 
O ellos dan en la herradura, 
O yo no doy en el clavo, 
Puesto que, al partir del centro, 
En los polos rematamos. 

Más adelante dice:

Los encontrados estudios 
Siempre afición me inspiraron, 
Y aprendiera teología, 
O me hiciera matemático. 
En caso de lo segundo, 
Nunca me habría inclinado 
A ser un simple arquitecto, 
Aunque eso produce cuartos. 
Hubiera toda mi vida 
Yo ejercitado mis cálculos, 
Ya en tierra, minas haciendo, 
Ya revolviendo los astros. 
Y á tirar yo por la iglesia, 
Tampoco hubiera parado 
En Canónigo, ni Cura, 
Ni Cardenal, ni Vicario, 
Ni Racionero, ni Obispo, 
Ni Arzobispo, ni Arcediano; 
Una de dos, ¡qué demonio! 
O Pontífice ó Monago.


Doña Emilia Pardo-Bazán incluyó su cuento "Vitorio" en su obra "En tranvía". Narra en él la historia de  un capitán de gavilla; es decir, el jefe de unos bandoleros que cometían sus fechorías en tierras gallegas. Lo cuenta, en primera persona, un viejo marqués, llamado Jerónimo. Entre otras cosas, dice:

"Hablábase mucho, en las veladas junto al fuego, de la gavilla que recorría aquellas inmediaciones, y de la original conducta de su jefe. Contábase que tenía prohibido matar y atormentar, á menos que le hiciesen resistencia; que jamás despojaba por completo una casa, sino que siempre cuidaba de dejar algún dinero á los robados, para que no careciesen de todo en los primeros instantes; que algunas veces sus robos llenaban el fin de reparar injusticias de la suerte, pues daba al pobre lo del rico, al segundón lo del mayorazgo, al seminarista lo del racionero y al arrendatario lo del señor".
(Pág. 25)

Don Benito Pérez Galdós puso esta voz en algunas de sus obras; por ejemplo, en su novela "Doña Perfecta" (Imprenta de La Guirnalda. Madrid, 1876):

"El canónigo se inclinó, y sonriendo mostraba simpáticamente su aquiescencia. La comida fué cordial, y en todos los manjares se advertía la abundancia desproporcionada de los banquetes de pueblo, realizada á costa de la variedad. Había para atracarse doble número de personas que las allí reunidas. La conversación recayó en asuntos diversos. 
—Es preciso que visite usted cuanto antes nuestra catedral—dijo el canónigo.—¡Como ésta hay pocas, Sr. D. José!... Verdad es que usted, que tantas maravillas ha visto en el extranjero, no encontrará nada notable en nuestra vieja iglesia... Nosotros, los pobres patanes de Orbajosa, la encontramos divina. El maestro López de Berganza, racionero de ella, la llamaba en el siglo XVI pulchra augustana... Sin embargo, para hombres de tanto saber como usted, quizás no tenga ningún mérito, y cualquier mercado de hierro será más bello".
(Cap. VI: "Donde se ve que puede surgir la desavenencia cuando menos se espera"; pág. 47)

Dada su relevancia como literato del Siglo de Oro y como racionero de la Catedral de Córdoba, creo que merece la pena nombrar el estudio del canónigo magistral don Manuel González y Francés, titulado "Don Luis de Góngora, vindicando su fama ante el propio obispo" (Imprenta y Librería del "Diario...". Córdoba, 1899). La "Manifestación judicial" comienza así:

"Estos son los cargos que hace á Don Luis de Góngora el Rmo. Sr. Obispo de la diócesis: 
I. El racionero Sr. Góngora asiste rara vez al Coro, y cuando acude a rezar las Horas Canónicas anda de acá para allá, saliendo con frecuencia de su silla. 
Il. Habla mucho durante el Oficio Divino. 
lll. Forma en los corrillos del Arco de Bendiciones, donde se trata de vidas agenas. 
IV. Ha concurrido à fiestas de toros en la Plaza de la Corredera, contra lo terminantemente ordenado a los clérigos por motu proprio de Su Santidad.
V. Vive -en fin- como muy mozo, y anda de día y de noche en cosas lijeras; trata con representantes de comedias, y escribe coplas profanas".
(Págs. 11-12.)

La respuesta autógrafa de Góngora es esta:

"Respondiendo a los cargos que por parte de V. S. me han sido puestos, digo: 

"Al primero, que aunque es verdad que no puedo alegar en mi favor tanta asistencia al Coro como algunos a quien se les ha hecho este mismo cargo, no he sido de los que menos residieron, ni en mis salidas fuera de él ha habido menos que causa forzosa y justa, ya por necesidades mías, ya por negocios a que he sido llamado.
Al segundo: Que he estado siempre en las Horas con tanto silencio como el que mas; porque, aun cuando quíera no estar con el que se me manda, tengo a mis lados un sordo y uno que jamas cesa de cantar; y así callo, por no tener quíen me responda.
Al tercero: Que a las conversaciones y juntas del Arco de las Bendiciones, donde yo me he hallado, asisten tantas personas graves y virtuosas, y se tratan negocios tan otros de lo que se hace cargo, que no respondo por ellos para no agraviallos. 
Al cuarto: Que si ví los toros, que hubo en la Corredera las fiestas del año pasado, fué por saber iban a ellas personas de mas años y mas órdenes que yo, y que tendrán mas obligación de temer y de entender mejor los motus proprios de Su Santidad. 
Al quinto: Que ni mi vida es tan escandalosa, ni yo tan viejo, que se me pueda acusar de vivir corno mozo. Que mi conversación con representantes y con los demas de este oficio es dentro de mi casa, donde vienen como a las de cuantos hombres honrados y caballeros suelen, y mas a la mia por ser tan aficionado a música. 
Que, aunque es verdad que en el hacer coplas he tenido alguna libertad, no ha sido tanta como la que se me carga; porque las mas Letrillas, que me achacan, no son mías, como podria V. S. saber si mandase informar dello; y que si mi poesia no ha sido tan espiritual como debiera, que mi poca Theología me desculpa: pues es tan poca, que he tenido por mejor ser condenado por liviano que por hereje.
A todos los cuales cargos respondo lo dicho, y concluyo besando las manos de V. S . cien mil veces".
(Págs. 13-15)





Francisco Navarro y Ledesma cuenta en su obra "El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra" lo que sigue:

"Nombrado Niño de Guevara arzobispo de Sevilla, quiso ante todo conocer el estado en que se encontraba su diócesis. Supo que proseguía la epidemia ó, mejor dicho, las varias epidemias por la miseria acarreadas y envió muchos miles de ducados para remediar lo que remedio tuviere. Supo también que las llagas, carbuncos y roñas del cuerpo eran nada en comparación con la podredumbre moral y social que invadía la ciudad y la diócesis, y para mejor enterarse, recurrió á una información directa y desapasionada que encargó al racionero Francisco Porras de la Cámara, amigo de Cervantes y sujeto de tal clarividencia como era menester para desempeñar con acierto semejante comisión".

(Cap. XLIII: "Miguel trata de acogerse a sagrado. - Ve  "La española inglesa". - Lope llega a Sevilla. - Agresión a Miguel. - El otoño de la vida"; pág. 414)

En el diálogo que mantienen Avito y Fulgencio. en la obra de Miguel de Unamuno titulada "Amor y pedagogía", dice el segundo interlocutor:

"Interrúmpese para escribir un aforismo y prosigue: 
—Hay coristas, comparsa, primeras y segúndas partes, racioneros... Yo, Fulgencio Entrambosmares, tengo conciencia del papel de filósofo que el Autor me repartió, de filósofo extravagante a los ojos de los demás cómicos, y procuro desempeñarlo bien. Hay quien cree que repetimos luego la comedia en otro escenario, ó que, cómicos de la legua viajantes por los mundos estelares, representamos la misma luego en otros planetas; hay también quien opina, y es mi opinión, que desde aquí nos vamos a dormir á casa. Y hay, fíjese bien en esto, Avito, hay quien alguna vez mete su morcilla en la comedia".
(Cap. IV; págs. 69-70)

Ramón Gómez de la Serna publicó en "La Gaceta Literaria", de Ernesto Giménez Caballero, en su Nº 82 del 15 de mayo de 1930, un  artículo titulado "El antiguo y el nuevo estudiante". Comienza de este modo:

"El estudiante de Salamanca no es, en sus buenos tiempos, como el estudiante de París, que hacía frente a los arqueros, incendiaban las casas y penetraban en las abadías, bebiéndose el vino de sus repletas bodegas. El estudiante de Salamanca, pese a todos sus privilegios, a no poder nadie prenderlos, a estar exentos del servicio militar y tener derecho a que la muchedumbre les llamase "señores estudiantes", tenía una hidalguía especial que les hacía ser caballeros hasta en sus crímenes, si alguna vez los cometieron. ("Vil eres hasta en tus crímenes", dijo Zorrilla, con frase de la que después se arrepintió, preguntándose: "¿Pero es que no es vil todo crimen?") 
Ese estudiante primero es un ser con vocación que gasta espada para poder luchar con el hambre, pues es pobre de solemnidad, al que todos alargan un libro viejo que hay en el desván, pero nunca una tajada de las que guardan en la despensa. Ya que no tiene dinero, tiene orgullo, y afila el ingenio para que pueda llegar la casta de los pensadores a las épocas progresivas en que se les compense bien por el esfuerzo de su inteligencia y por el valor de su talento. 
Mártires de la estudiosidad de ahora son aquellos estudiantes que vio Gustavo Doré como mendigos de las esquinas con libros y panderetas, adornando sus sombreros con el tenedor y la cuchara de racioneros de cualquier parte, rincón de mesón o refectorio de convento. 
Todos nuestros clásicos, con especial vigor Quevedo, han retratado a ese mozo de letras, hampante y agudizado, deduciendo de los libros picardías para vivir, mantenencias de las sentencias".

Camilo José Cela escribe en su libro "Judíos, moros y cristianos", lo siguiente:

"Hace muchos años, más de cuatrocientos años, el cabildo de Ávila acordó que ningún clérigo llevase consigo criados ni parientes, los días de toros o regocijo, a los miradores de la plaza. Por el mismo tiempo el racionero Francisco López recibió una reprimenda y un castigo; el racionero Francisco López había hecho un viaje en burro hasta Palenciana y, para mayor escarnio, en compañía de personas que no eran de su clase. Cuarenta años después fueron presos, por alboroto,, cuatro canónigos y tres racioneros".
(Cap. V: "Tierra de cantos y de santos"; pág. 332)

RÁBULA

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Rábula es voz que no recogen ni Covarrubias ni Autoridades. En Academia se encuentra a partir de la edición usual de 1869, con este significado:

"RÁBULA. m. Abogado charlatán y vocinglero".

En la edición de 1884 dicen que esta voz procede del lat. rabúla; en la de 1925 añaden un nuevo adjetivo:

"RÁBULA. (Del lat. rabúla.) m. Abogado indocto, charlatán y vocinglero".

El resto de ediciones, hasta la Edición del Tricentenario, última consultada, no añaden nada nuevo a lo ya dicho.
Rábula es voz que ya aparece en Nebrija (1513) en su forma latina:

"Abogado sin letras mal letrado.- Rabula, ae"

pero, antes que Academia, ya recoge  esta voz  el Gaspar y Roig (1855) con el significado de "mal orador o mal abogado". El resto de los diccionarios de la web del DRAE, consultados habitualmente, no añaden tampoco nada distinto a lo dicho por Academia. Únicamente el Pagés ilustra este vocablo con una cita literaria extraída de la obra de Juan Montalvo titulada "Capítulos que se  le olvidaron a Cervantes" (Casa editorial Garnier Hermanos. París, 1921) Escribe en el capítulo XLIX:

"Hablaba el reviejuelo con un retintín que le sonaba muy mal a Don Quijote, el cual templando su enojo, respondió:
 — ¿Pareceos, señor bueno, que he dicho desconciertos? Necesaria puede ser vuestra profesión; la mía no es inútil. Si el abogado tira a poner las cosas en su punto, desentrañando la verdad de la confusión de obscuras circunstancias por medio del interminable proceder de las tramitaciones jurídicas, el caballero andante la pone de hecho en limpio y concluye en un verbo los asuntos más intrincados. Muchas veces los de vuestra comunidad hacen consumir la vida de un hombre en un proceso; los de la mía andan más aprisa, como que no han menester sino cuatro varas de tierra en campo libre, en plaza o patio de castillo, para que un punto cualquiera quede dirimido. ¿Qué sería de la viuda menesterosa si a vosotros hubiese de acudir para el remedio de su cuita? ¿Qué de la doncella ofendida si a vuestras armas pidiese el desagravio? ¿Qué de un príncipe afligido si de vosotros se fiase? Y esto más, que los caballeros andantes no peleamos por cosas injustas o ruines, mientras que no todos los abogados son oficiales y ministros verdaderos de la justicia. Del rábula inicuo, el leguleyo rapaz, al jurisperito ilustre, va tanto como del malandrín al caballero andante. Según os presentáis vos malhablado y malmirado, con harto fundamento se os pueden negar las consideraciones que son debidas a las virtudes y la sabiduría. 
— No sois vos -dijo el doctor Mostaza- quien me ha de dar lecciones. 
— Ni estáis en edad de recibirlas -replicó Don Quijote-. Si no lecciones, serán demostraciones rigurosas que os enseñen a ser comedido, a lo menos con los que pueden castigaros".
("De cómo rodó la conversación en el festín campestre"; págs. 317-318)

Luis Besses recoge esta voz en su "Diccionario de argot español o lenguaje jergal gitano, delincuente profesional y popular":

"RÁBULA. for. El mal abogado, el mal orador".

En el tomo II de la obra titulada "Antigüedades romanas" (Imprenta de Cabrerizo. Valencia, 1834), escrita por Alejandro Adam, y puesta en castellano por don José Garriga y Baucis, encontramos el origen de esta voz en un capítulo intitulado "De los juicios o del modo de enjuiciar de los romanos". Allí leemos:

"Prestado este juramento, se intimaba a los Abogados el orden que debían guardar en las defensas, en las dos veces que hablaban uno tras otro, App. de bell. civ. I, pag. 663: la primera vez esplicaban sucintamente la cuestión, i esto se llamaba RESUMEN, causaeconjectio quasi in breve coactio, Asc. in Cic.; la segunda hacian un discurso en que manifestaban las razones por estenso, juxtaoratione perorabant, Gal. xvn. 2; esplicaban el estado de la cuestión, esponian los fundamentos de su demanda, inficiationem vel exceptionem, fundándose en la declaración de los testigos, en los documentos presentados, testibus et tabulis, i en los argumentos deducidos de la misma cuestión, ex ipsa re deductis, Cic. pro Quinc, et Rosc. Com. Gel. XIV. 2. Fest. En esta oración el Abogado lucía su talento, Cic. Orat. 11. 42. 43. 44. 79. 81; pero para impedir los abusos de los oradores que muchas veces se entretenían en discusiones largas i ociosas, ne in inmensum evagarentur, fijó Pompeyo por una ley, parecida a otra de los Griegos, el tiempo que podían durar estos discursos a una hora, que se marcaba con una CLEPSIDRA, o relox de agua, ut ad clepsidram diceret;id est, vasvitreum glaciliter fistulatum infundo, cujus erat foramen unde aqua gutatim efflueret et ita tempus metiretur. Esta especie de relojes de agua eran con corta diferencia de la misma forma que los nuestros de arena, Cic. de Orat. III. 34.
Los Jueces sin embargo determinaban a su arbitrio el número de horas que podía durar el discurso de cada Abogado, Cic. Quint. 9. -Plin. Ep. I. 20. IV. 9. II. II. 14. 1. 23. VI. 2. 5. -Dial de caus.corrupt. elog. 38. Estas las marcaban las clepsidras, de cuyos relojes se servia también el ejército, Veg. III. 8. - Caes, de bell. - Gall. v. I3; i por eso dare vel retrahereplures clepsidras, es pedir mucho tiempo para hablar; quoties judico, quantumquis plurimum postulat aquae do, cuando administro justicia, concedo a los Abogados para hablar todo el tiempo que piden. Plin. Ep. VI. 2.;  el tiempo que marcaban las clepsidras era desigual, por lo común se necesitaban tres para cada hora, Plin, Ep. 11. II. 
El Abogado tenia algunas veces cerca de si uno que le apuntaba lo que tenia que decir, al que llamaban MINISTRADOR Oo SIRVIENTE, ministrator, Cic. de Orat. II. 75; pro Flac. 22. 
Entre los Abogados habia algunos muy habladores, desvergonzados o vocingleros, a los que llamaban RÁBULAS, rabula (a rabiae) quasi latrator vel proclamator, Cic. de Orat. I. 46. 
Los Abogados en tiempo de los Emperadores pagaban ciertos aduladores hambrientos, conducti et redempti mancipes para que les procurasen oyentes, coronam coligere auditores vel audituroscorrogare, que los siguiesen de tribunal en tribunal, ex juditio injuditium, para aplaudirlos mucho cuando defendian; al instante que el que hacia de cabeza, que estaba en medio de la turba, hacia la señal, cum dedit signum, a cada uno de estos se le daba en premio de sus servicios un regalito, sportula, o un tanto de salario, par merces, que comunmente eran tres dineros (I); i de esto venia el llamarlos laudiceni, id est, qui ob caenam laudabant. 
En tiempo de Nerón y Vaspasiano, un tal Largio Licínio introdujo esta costumbre ridiculizada por Plinio, Ep. 2. 14. Véase también vVI, 2. El que había ganado el pleito, acostumbraba poner un ramo de palmas verdes atado á la puerta de su Abogado, Juv VII. 118".
(VI: "Sustanciación del proceso"; págs. 200-203) 

Don Ceferino Darnasca lo explicó de un modo más sencillo, con preguntas y respuestas, en su "Manual del estudiante de Jurisprudencia..."(Establecimiento Tipográfico de D. Ramos Rodríguez de Rivera. Madrid, 1847):

P. ¿A quién se llama leguleyo? 
R. Al que sabe el derecho, pero ignora su interpretación. 
P. ¿A quién rábula? 
R. AI que conoce la práctica de la jurisprudencia ignorando su teoría.  
P ¿A quién jurisperito? 
R. Al que sabe las leyes y las interpreta, pero no las sabe aplicar. 
P. ¿Quién es jurisconsulto? 
R. El que conoce los textos de las leyes y posee la ciencia de su interpretación. 
P. ¿Cuál es su oficio? 
R. Responder á consultas, defender litigantes, precaver actos perjudiciales á los clientes y juzgar cuando se tiene este derecho".
(Instituta. Libro Primero. De las personas. Título I: "De la Justicia y el Derecho"; pág. 30) 



Ya aparece esta voz en el Prólogo con Morrión de la "Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes" (1768), escrita por el padre Francisco de Isla, bajo el seudónimo deDon Francisco Lobón de Salazar:

"41Assí la tuviera V. Reverendissima en la poquíssima merced que nos hace á todos los Españoles en general, y en lo mucho que ofende en particular al respetable gremio de los Predicadores del Rey, singularizando entre ellos á los Predicadores del Número. Es un gusto ver como desde la pág. XXVI comienza V. Reverendíssima á esgrimir tajos y reveses contra todos nuestros Predicadores, á diestro y á siniestro, en montón, indefinidamente , y caiga quien cayere. Ha un siglo (dice V. R.) que nos faltan los Predicadores. En vez de Predicadores tenemos Rábulas, Charlatanes, Papagayos, delirantes, vocingleros".
(Pág. 75)

Don Rafael José de Crespo puso esta voz en su novela "Don Pápis de Bobadilla, ó sea  defensa del cristianismo, y crítica de la seudo-filosofía"(6. vols. Por Polo y Monge. Zaragoza, 1829) Dice en su introducción que él no es el autor de esta obra sino el abate Palomino, un supuesto clérigo, al parecer, ni de misa ni de olla, con lo que se iguala en el propósito de la coautoría, con el moro Cide Hamete Benengeli y Miguel de Cervantes, entre otros. Sobre el abate dice mucho más en el capítulo primero de la primera parte, "en el cual, imitando á todos los historiadores de allende y de acuende, de antaño y de ogaño, se da principio á esta historia". En él leemos lo siguiente:

"Y sépase tambien que escribió en castellano, lengua de que se duda entre los críticos si es viva ó muerta, pero no que es copiosísima, grave como nuestros bailes, sonora como el oro puro y decorosa como las costumbres de la antigua caballería, á dicho de Raynal que nunca la supo; y al mio que la sé mejor que él, magestuosa, enérgica, espresiva, oratoria, flexible, dulce, digna de que la hablasen los Dioses de Homero y á propósito para cualquier asunto, mas que otras muy cacareadas; porque no es lengua de palabras sino de ideas, tiene todos los caracteres de la poesía y todos los hechizos de la música, se acerca á la italiana en sonidos, acentos y número, abunda en gracias, refranes y modos festivisimos, y se presta dócilmente á la mezcla y composicion de vocablos. En medio de eso no sé yo si se le puede perdonar este gran yerro al escritor; pues á escribir su historia en lengua francesa, en cuatro dias hubiera sido célebre hasta en las atarazanas de Andújar y en los cigarrales de Toledo, á pesar de todas sus tachas. Como los originales, de que se valió Palominos estaban escritos en lengua cucurbitaria, tengo para mí que su trabajo fatigosisimo fué el de las correspondencias y equivalencias de voces, idiotismos y maneras de decir; porque no solo varian de nosotros aquellos isleños en leyes, usanzas, oficios y tràges, sino que su lengua es hiperbólica y parabólica por temple genial, mas todavía que el arábigo. En efecto: para que se forme una idea aproximada de las dificultades que Palominos tendría que vencer, pondremos aqui unas pocas muestras de diferencias harto singulares. Allá á las doncellas dicen PROBLEMAS, á los sastres PINTAMONAS, y ZURRIBURRI á las repúblicas. En general llaman á los libros SACADINEROS: ahora si son útiles, originales y bien trabajados, los honran con la voz de PRODIGIOS, quizá ó sin quizá porque en un siglo son nones y no llegan á tres. A un abogado picapleitos, y muy pocos son, no le dicen leguleyo, ni rábula, ni jurisperito ni Jurisnaranjo, sino TONTO EN AMBOS  DERECHOS".
(Págs. 6-7)

Benito Pérez Galdós comenzó a publicar su novela "El audaz" en la "Revista de España", y lo hizo por entregas a partir del año 1871. En la tercera parte del  capítulo primero escribe:

"¿Cómo prestar oídos á la exigencia de un joven, pobre, oscuro, advenedizo y misántropo en un asunto en que estaba interesada una poderosa familia? Comprendió al cabo Muriel que la lucha era imposible. Recorrió todas las oficinas y covachuelas, tocó todos los registros de nuestra complicadísima administración. Nada era posible lograr. El Estado en masa estaba en contra suya. Coger una montaña y echársela á cuestas, hubiera sido más fácil que salir adelante en aquella empresa. Su desesperación no conoció limites cuando llegó á entender que empleando la venalidad, conseguiría su deseo. Viendo de cerca la maquinaria mohosa y podrida de nuestro administración judicial y civil, conoció que desde el principe de la Paz, hasta el último rábula, resolvían todas las cuestiones á gusto del interesado y mediante una cantidad proporcional. La corrupción era general y crónica. Comprábanse los destinos, y la justicia era objeto de granjeria. El, á ser rico, hubiera comprado á España entera. En aquellos dias su rencor era tan profundo, que, sin escrúpulo de conciencia, se hubiera vendido á Napoleón, á los ingleses, al demonio. Hubiera visto con júbilo desplomarse todo aquel alcázar de corrupción, sepultando entre sus ruinas á Carlos IV, á María Luisa, á Godoy, á Escoiquiz, á Fernando, á los frailes, á la nobleza, al clero, á la magistratura. Ya en una esfera puramente ideal habia pronunciado sentencias contra todo esto. Pero al ver de cerca las cosas; conociendo la ignorancia y frivolidad do la alta clase, la degradación de los regulares, en quienes no resplandecía ya ni un destello del antiguo misticismo; la infame corruptela que gangrenaba el cuerpo político, su saña se enconó, y de aquel espíritu lleno de tribulaciones se apoderó al fin por completo lo que era a la vez un sentimiento y una idea, la revolución".
(págs. 443-444)

Juan Valera describe así al secretario del Ayuntamiento de Villalegre, Don Francisco López, Don Paco para los amigos y conocidos, uno de los personajes de su novela "Juanita la Larga":

"Pasaba D. Paco por hombre de amenísima y regocijada conversación, salpicada de chistes, con que hacía reír sin ofender mucho ni lastimar al prójimo, y por hábil narrador de historias, porque conocía perfectamente la vida y milagros, los lances de amor y fortuna, y la riqueza y la pobreza de cuantos seres humanos respiraban y vivían en Villalegre y en veinte leguas á la redonda. Esto en lo tocante al agrado. Para lo útil don Paco valía más: era un verdadero factótum. Como en el pueblo, si bien había dos licenciados y tres doctores en derecho, eran abogados Peperris, ó sea de secano, todos acudían á D. Paco, que, rábula y jurisperito, sabía más leyes que el que las inventó, y les ayudaba á componer ó componía cualquier pedimento ó alegato sobre negocio litigioso de algún empeño y cuantía".
(Cap. I; pág. 3)


Arturo Aguirre: "Lawyer".

Ramón María del Valle-Inclán solía decir aquello de que no escribía en los periódicos porque "la prensa avillana el estilo"; sin embargo tuvo colaboraciones puntuales en  revistas como "Café con gotas", o en periódicos como "El Mundo", "El Imparcial", o, en sus últimos años,   el diario madrileño "Ahora". En la edición del  2 de octubre de 1935, a dos columnas, se encuentra un nota literaria titulada "Mi rebelión en Barcelona". Comienza de este modo:


"Reinaba Isabel II. Acaba de proclamarse su mayoría de edad. Todavía no era llegado el desposorio con su primo el señor infante don Francisco. Ya se cursaba, sin embargo, la intriga ultramontana para consumar aquel adefesio. Reinaba Isabelona y era presidente del Consejo don Salustiano Olózaga. Entre los personajes del progresismo, ninguno tan señalado por el saludable liberalismo de sus convicciones, la prudente entereza de sus actos, la elocuente dignidad de su palabra. Don Salustiano traía en su sobreaviso a la camarilla ultramontana. Hubo conciliábulo de rábulas y sacristanes. Se convino una intriga de antecámara para perderle. Todo se hacía mirando al mayor servicio y gloria de Dios. Don Pedro José Pidal tomó las veces de maese Pedro. No se excusó ni el falso testimonio de la reina. Hizo honor a su sangre la hija de Narizotas. Alzóse la intriga sobre la falsa imputación de que la tierna soberana había sido forzada por el presidente del Consejo. No con el forzamiento que pudiera temerse de la canicular juventud de su católica majestad. Había gestado la invención en caletre de rábula y no en cotilleo de damas palaciegas. El forzamiento lo había sido para garrapatear la real firma al pie de un decreto. Llevóse la acusación a las Cámaras".

Vicente Blasco Ibañez puso esta voz en su novela "Entre naranjos" (O. C. Tomo I. M. Aguilar. Madrid, 1946):

"Quería a su hijo libre y poderoso, continuando la conquista de la ciudad, completando la grandeza de la familia iniciada por él, apoderándose de las personas, como él se había apoderado del dinero. 
Sería abogado: la carrera de los hombres que gobiernan. Era un vehemente deseo de antiguo rábula ver a su vástago entrando con la frente alta, en el vedado de la ley, donde él se había introducido siempre cautelosamente, expuesto en muchas ocasiones a salir arrastrado con una cadena al pie".
(Primera parte. Cap. II; pág. 550)

En carta, fechada en México el 6 de diciembre de 1940, José Bergamín envió a Pablo Neruda el siguiente   soneto, titulado "A un Juan Catón de Basurero":

Engendro de gerardas, huidobrante
aborto de lingüisticas mixturas,
ni español ni farncés, tomaposturas
de serpentino afán zigzagueante.

Reptilíneo Catón culebreante
acantonado en torpes imposturas;
parto de asonatadas cataduras,
híbrido monstruo, feto jesuitante.

Verdiamarillo de envidiosa bilis
lamiculizas con fervor secreto
rábulas de fiscal y policía;

teosófico esperántico busilis
vomitas automático decreto
de un nuevo mundo deyección tardía.

Vamos a terminar esta entrada con las palabras de Antonia, la sobrina de Alonso Quijano, que recogió Andrés Trapiello en  el capítulo vigésimo sexto de su obra titulada "Al morir Don Quijote":

"-No, por tanto. Y ordenaré a Quiteria que ponga un plato más en la mesa y que os fría unos huevos recién puestos esta mañana por mis gallinas, antes de que se las lleven los usureros, leguleyos y rábulas y aún, si me decís que sí, corro a decirle a Matías que mate dos buenos conejos y hasta el buey, para corresponder a tan gran honor".
(Pág. 285)

Estas palabras le dijo Antonia a Sansón Carrasco, el bachiller que con el tiempo terminaría siendo....





RABIZA

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Rabiza es voz que no recoge Covarrubias, pero que sí se encuentra en Autoridades con estos significados:

"RABIZA. s. f. La punta de la caña de pescar en que se pone el sedal. Lat. Arundinis piscatoria cuspis.

RABIZA. En la Germanía significa mugér de la mancebia, de las tenidas en poco. Juan Hidalgo en su Vocabulario. Lat. Meretricula Scortum".

Cita unos versos de un "bayle", que también recopila Juan Hidalgo, y que comienza así:

Un caso quiero contar
que en Sevilla ha sucedido,
digno de grande memoria
para no echar en olvido,
de un famoso Cicatero,
único y solo nacido
de alcanzar y hacer presa
es un Gavilán herido.

Más adelante leemos:

El viejo Lorca de Haro
ya jubilado en seguido
de Rabizas y Pelotas
tu rancho ten provehido,
que marisquen por su parte
y te acudan al chillido,
y estafen Duros y Ledros,
y Belitres del Garito...

Juan Hidalgo define las voces rabiza  como "alcahueta"; duros como "zapatos" y "azotes"; ledro por "baxo, ó que vale poco", y belitre por "pícaro".
Academia se atiene a lo dicho por Autoridades, hasta la edición de 1803, en la que añade una nueva acepción:

"RABIZA. Náut. En general es el extremo de alguna cosa; pero se dice particularmente de la punta saliente en que terminan los baxos: del extremo de barlovento de una nube de turbonada; del mango de la culata de los pedreros, del texido, ó especie de trenza que se hace al extremo de un cabo para que no se descolche, etc".

En la edición de 1884, la segunda acepción de esta voz la definen de este modo:

"RABIZA. (De rabo.) (...) // Germ. Ramera muy despreciable".

En la edición usual de 1925 se encuentran las definiciones que se mantienen hasta la Edición del Tricentenario, última consultada:

"RABIZA. (De rabo.) f. Punta de la caña de pescar, en la que se pone el sedal.// 2. Germ. Ramera muy despreciable.// 3. Mar. Cabo corto y delgado unido por un extremo a un objeto cualquiera, para facilitar su manejo o sujección al sitio que convenga. Motón de rabiza; boya de rabiza".

El Esteban Terreros nos ofrece tres acepciones de esta voz. A saber:

"RABIZA, se llama la punta de la caña que se usa para pescar, y de que cuelga el sedal, que es una cuerda, ó un hilo de cerdas, en cuya extremidad se pone el anzuelo. Fr. Le bout du roseau, etc. Lat. Arundinis piscatoriae cuspis.

RABIZA, una especie de pez de que se sirven los pescadores como de cebo. Fr. Maquerelle.


RABIZA, en la jerga de Jitanos lo mismo que prostituta, vil, y despreciable, y también alcahueta".

Los otros diccionarios de la web de la RAE, consultados habitualmente, no añaden nada nuevo a lo ya dicho.


Rodman Law, el hombre cohete (1914)


El "Diccionario Marítimo Español", de Martín Fernández de Navarrete, recoge esta voz y algunas derivadas:

"RABIZA. s. f. Pil., Man., y Pesc. Cabo delgado, unido por uno de sus extremos á varios objetos, para sujetarlos en donde convenga, ó manejarlos en cualquier forma: como la de un moton, la de un botalon, la de una boya, la de la campana, etc.// Tejido ó trenza que se hace al extremo de un cabo para que no se descolche. Por lo regular ó general esta labor va disminuyendo de grueso hasta acabar en punta, mas ó menos perfecta ó aguda; y de aquí por semejanza el llamar rabiza al extremo de toda cosa que remata en igual figura: como el de la boz de esta clase, etc.; y aun se aplica figuradamente á la punta mas saliente al mar en un arrecife, restinga, etc.; al extremo ó final de un chubasco ó de las nubes que lo forman etc., y tambien se dice de aquel en que se pone el sedal en una caña de pesca. Cuando el tejido es mas complicado y de cierta forma, absolutamente semejante al rabo de una rata, toma esta denominacion; es decir rabo, ó segun otros, cola de rata. Es tambien de observar que aunque en los autores y diccionarios se encuentran las dos voces anteriores de rabisaco y rabiseco con esta ortigrafia, parece que por su significado no equivalen á otra cosa que al adjetivo derivado de rabiza, ni quieren decir sino lo que tiene ó remata en esta figura.

RABIZADURA. s. f. Man. Segun algunos de los diccionarios consultados, la obra de rabizar.

RABIZAR. v. a. Man. Hacer ó formar rabizas á los cabos.

RABIZILLA. s. f. Pil. Diminutivo de rabia y muy usado, especialmente hablando de los chubascos".

Una nueva acepción la encontramos en el "Diccionario Militar Etimológico, Histórico, Tecnólogico", de D. José Almirante:

"RABIZA.- La cola o vara del cohete".

Santiago Alonso Garrote incluyó una nueva acepción de esta voz en su obra "El dialecto vulgar leonés hablado en Maragatería y Tierra de Astorga":

"RABIZA. f. La parte extrema y mas delgada del rabo de los animales. En el país existe aún la cruel é inútil costumbre de arrancar á los gatos jóvenes la rabiza, con lo cual se pretende favorecer el crecimiento y engorde del animal. En gallego rabuja, especie de sarna que padecen los gatos en la punta de la cola y los desmejora, ocasionándoles á veces la muerte. La extirpación de las vértebras enfermas, como remedio curativo del mal, quizá originó la costumbre astorgana de quitar la rabiza á los gatos enclenques".

En su obra "El Vocabulario del Bierzo", su autor, Verardo García Rey, añade dos acepciones leonesas más:

"RABIZA. f. Extremo del cabezo del arado. Extremo del rabo del gato que hay la costumbre de arrancar para que este animal crezca y engorde, según creencia. Fig. y fam. Aplícase a las personas enfermas que empiezan a mejorar. «A Juan le salió ya la rabiza».

Antonio Alcalá Venceslada recopiló esta voz en su "Vocabulario andaluz"(Imprenta La Puritana. Andújar, 1933), con estas acepciones:

"RABIZA. f. Final de la serie de cinco lazos para cazar.  Punta de tralla, «A esos lazos hay que ponerles rabiza nueva.» «Con la rabiza de la tralla levanta una moneda del suelo".

Rafael Salillas nos ilustra sobre una de las acepciones de esta voz en su obra "El delincuente español. El lenguaje..." (Librería de Victoriano Suárez. Madrid, 1896):

"RABIZA. (De rabo. Quiere decir en sentido rufianesco que no tiene rabo disponible) f. H. Mujer de mancebía de las tenidas en poco. A. Ramera muy despreciable. || Alcahueta.

NOMBRES DE LAS PROSTITUTAS.—Las prostitutas (mujeres públicas, del mundo, rameras, damas de mancebía) reciben los siguientes nombres: germana, tronga, (1), grofa, (2), marca, marquida, marquisa (3), pencuria (4), pelota (5), gaya (6), maraña (1), hurgamandera (2), coima (3), cisne (4) tributo (5), iza (6) y consejil (7). 

Los nombres aluden á la condición de la mujer, á la función y á los beneficios que las prostitutas realizan. No hay ninguno indicador de las categorías de estas mismas prostitutas. A la ramera muy despreciable se la llama rabiza (8), y esto indica que no reconocen en la prostitución más que dos categorías: las prostitutas que están ó no están en condiciones de tener clientela.
NOMBRES DE LAS ALCAHUETAS.—La alcahueta no tiene representación propia en la germania. Se la conoce con igual nombre que á la ramera muy despreciable: rabiza, equivalente á ramera jubilada. Grado igual ó inferior representa la colarrera (1) —mujer baja y común— aunque el vocabulario jergal no lá clasifica como alcahueta. En los romances de la germania se la llama madre".

Camilo José Cela cita a Academia, Juan Hidalgo y Salillas, entre otros, en su estudio de esta voz, incluido en el sexto tomo de su "Enciclopedia del erotismo":

"RABIZA. De rabo. 1. Academia, 1ª acepción, como voz de germanía: ramera muy despreciable.// Soneto anónimo De cuantas coimas tuve toledanas, verso 3, véase texto bajo la voz iza.// J. Hidalgo, Vocabulario de Germanía: "Mujer de la mancebía, de las tenidas en poco".// R. Salillas, El lenguaje.// John M. Hill, Voces germanescas.// R. Guerra Garrido, Cacereño, página 113: "- ¡Dormiréis en la calle como rabizas! ¡Algún alma caritativa nos dará techo!".// 2. Alcahueta.// J. Hidalgo, Vocabulario de germanía y John M. Hill, Voces germanescas, sólo en plural. // R. Salillas, El lenguaje, admite también el singular".

El soneto aludido es de autor anónimo. Se encuentra en el "Cancionero General" (Amberes, 1557) Dice así:


De quantas coymas tuue Toledanas,
De Valencia, Seuilla y otras tierras,
Yças, Rabiças y Colipoterras,
Hurgamanderas y Putaraçanas.

De quantas siestas, noches y mañanas
me venían a buscar, dando de zerras,
las Vargas, las Leonas y los guerras,
las Mendez, las Correas y Gaytanas.

Me veo morir agora de penuria
en esta desleal isla maldita,
pues mas apunto estoy que Sant Hilario.

Tanto que no se yguala a mi luxuria
ni la de Fray Alonso el Carmelita
ni aquella de Fray Treze el Trinitario.

El verso tercero de este soneto le sirvió a Camilo José Cela para titular una de sus obras, y, a un grupo de poetas jóvenes, para encabezar un programa de radio en el que no se hablaba ni de izas, ni de rabizas ni de colipoterras, sino de literatura, de cine y de música moderna. Aquel "drama con acompañamiento de cachondeo y dolor de corazón" lo publicó Cela en el año 1964, con fotografías de Juan Colom tomadas en el Barrio Chino de Barcelona, y aquel programa se emitió en Radio Vallekas muchos años después. La obra de Cela recrea las fotos de Colom, y no al revés. El texto  está dividido en cinco "trancos". El de las "rabizas" lo comienza así:

"La rabiza es a la iza lo que el brigada al número, en el cuerpo de carabineros. Cuatro son las más señaladas especies de rabizas, a saber: burracas, lumias, cisnes y capulinas. Sobre sus características y propiedades, comportamiento, usos y reacciones, pasamos a hablar de inmediato".
(Pág. 45)

En el último texto, titulado "Aquí terminan los cinco trancos", leemos:

"No culpemos a nadie, que el pecado es de todos. Vayámonos en silencio y llevando a rastras el fantasma de nuestra maltrecha conciencia. Aquí terminan los cinco ejercicios de las izas, las rabizas, las colipoterras, las hurgamanderas y las putarazanas. El que esté limpio de pecado que tire la primera piedra sobre la mujer. Absténganse los señalados por Cristo: el mentiroso, el prevaricador, el usurero, el perjuro, el hipócrita, el mal amigo, el mal hijo, el falsario, el desleal, el soberbio, el lujurioso, el intrigante, el calumniador, el intolerante, el vengativo, el orgulloso, el pedante, el cruel..."
(Pág. 103)


Joan Colom: "Barrio Chino".

Camilo José Cela volvió sobre el mismo tema en otras ocasiones; por ejemplo, en un artículo que incluyó en su libro "Los sueños vanos, los ángeles curiosos" (O. C.; vol. 23º. Destino y Planeta de Agostini. Barcelona, 1990). Data del año 1979 y lo titula "Congreso de izas, rabizas y colipoterras, hurgamanderas y putarazanas". Se celebró en París por esas fechas. Comienza de este modo:

"El poeta Gonzalo de Berceo, en los Milagros de Nuestra Señora, llama bagasas a las meretrices de Juan Lorenzo de Astorga, que son baldonadas para el licenciado Sebastián de Covarrubias, lenas en el castellano del alférez Alfonso Velázquez de Velasco, descosidas en el Lazarillo de Luna, busconas y cellencas en Quevedo, daifas en Tirso de Molina, cortesanas en Cervantes y putas en todos y para  todos. En el Cancionero General de Amberes, 1557, se les dice de las cinco formas que figuran en el título de estas cuartillas; se enumeran los sonoros nombres en los versos tercero y cuarto de un soneto anónimo quizá escrito por un clérigo español, quizá dos años antes y quizá en Inglaterra".
(Pág. 346)

F. Hernández Castanedo incluye esta voz en su "Glosario de la mala palabra", citando cuatro versos del soneto anónimo y las palabras iniciales de Camilo José Cela. Su definición es esta:

"RABIZA. f. germ. Ramera muy despreciable. (R.A.). // Mujer ardiente, cachonda, lujuriosa; como caliente de rabadilla".


Don Julián de Zugasti alude a esta voz en el tomo V de su magna obra "El bandolerismo. Estudio social y memorias históricas" (Imprenta de T. Fortanet. Madrid, 1877)

"Veíanse allí romeros, beatos, peregrinantes, camanduleros, tunos, sollastrones de la leonera, trapaceros y farsantas de la farándula, rodeando al rey de Túnia; rufos, tropeleros, jaques, bravos, jayanes, cherinoles, jóvenes pencurias  y viejas rabizas escoltando al rey ó gallo de Germanía; malandrines, cuatreros, disfrazadores de trezas, grodogopos, danzarinas, cantadoras, agoreras, decidoras de la buenaventura, condes y caballeros gitanos, acompañando al gran duque de Bohemia; mercachifles, prenderos, astrólogos, herbolarios, farmacopéos, afeitadoras y potingueras judías, formando la comitiva del duque de Galilea; y todas estas agrupaciones, mezcladas y confundidas con pordioseros, cortabolsas, mandilejos, espías y coberteras de todos los crímenes, ladrones de toda especie, facinerosos de todas marcas, tunantes de todos calibres, birladores de todas cuantías, viejos en todo linaje de levas y trampas, viejas traficadoras en toda clase de pecados, mozas del partido, mendigas del uñate, poltrones de todas tallas, pícaros de todas estofas y hampones de todas castas, escuchaban, obedecían y acataban con profundo respeto al archihampón ó archipámpano, que se ostentaba en su cotarro como un general ante su ejército, como un rey sobre su trono, como un emperador en su imperio".
(Cap. XXIII: "La Hampa"; págs. 133-134)

En el mismo volumen de esta voluminosa obra se encuentran también varios de los romances de germanía que recopiló Juan Hidalgo. El que nos interesa es el de "La venganza de Cantarote". Lo describe del siguiente modo:

"La venganza de Cantarote, es uno de los romances escritos con más arte y valentía, y sus numerosos versos demuestran que el autor no era un poeta vulgar; pues á veces, en el brioso decir y en la feliz descripción, recuerda á Góngora. 
El asunto, como el título indica, es la venganza de un rufo que se ve traidoramente abandonado por su marquisa, llamada la Flores, la cual se ausenta con otro valentón, nombrado Vayanduz el de Atoche".
(Pág. 174)

El romance comienza de esta manera:


Echando bufos de fuego
y votos al Alto Coime,
por la guanta de Jerez
entra el bravo Cantarote.
Acerrado por el hopo
lleva el mandil de la Flores,
pidiendo que le descuerne
con quién se piñí y adónde,
o que ha de vasir allí
como certus no le informe...

Termina así:


Calcando  á una parte y otra, 
dio columbron á la Flores, 
y á Vayanduz que en afufas 
 martillaban  á otro norte. 
Acerró de ella, él se guiña 
sin aguardar más razones, 
y arrastrando por la calca, 
la sacó fuera del golpe, 
y sobre el cuatro del guro 
la sube, y picando al trote 
se piñó  de Babilonia 
el godizo Cantarote 
con la marca del camodo,
 sin que en cruz  sus duros toquen,
 y en el cambio dé Jerez 
de donde afufó la pone, 
donde Izas y rabizas, 
jaques, mandiles, pagotes, 
y toda la Germanesca  
dice en un clamo conforme: 
"Por Marte de la braveza 
a Cantarote coronen"; 
y lo mismo en Babilonia 
escribieron en un poste.



Max Aub puso esta voz en su novela "Campo cerrado":

"Sin más, Rafael dio media vuelta y se fue. "Soy un cobarde." Diez pasos más allá reuniósele la rabiza. El remecer de las barquillas, único ruido de fondo.
-Anda, no siguis pelma, acompáñame a casa".
(Segunda parte. 1: "El Paralelo"; pág. 94)

Otra mención se encuentra  en "Campo de sangre":

"Pita y campanillea el carrusel, gira la noria, chilla el mono del barracón de rabizas".
(Primera parte. 3. "Julio Jiménez. Autorretrato"; pág. 56)

Francisco Umbral dedicó un capítulo de su libro "Cela: un cadáver exquisito" a la obra celiana, antes mencionada. Lo termina así:

"Izas, rabizas y colipoterras, meretrices de varia condición.
Y el barrio chino, puerto humano de barcazas varadas, con las piernas muy abiertas aquellas putas que todavía fumaban ducados y hoy, en la prosa de Cela, rinden viaje con un cáncer de matriz, las cartas de un legionario, el Cristo de su pueblo, el rosario de la aurora y el reloj parado de aquel tío que se les murió en la folla".
(Pág. 157)

También la menciona Jaime Capmany en el prólogo del libro "Versos prohibidos", de Alfonso Ussía:

"Los dos famosos periódicos de la izquierda eran La Traca y Fray Lazo, que venían llenos de feroces curánganos, curas trabucaires, sotanosuarios y tragahóstibus, y también de frailes rijosos, frailes de priapismo y satiriasis, o miramelindos y seráficos, amadamados y contemplativos, y de monjas de roponcio alzado y enagua suelta, y se ilustraban con figuras y escenas de procaces relieves de trascoro cardenalicio. La verdad es que los frailes gozan entre los celtíberos de ilustre fama de buenos fornicadores y de entrar con buen arma y fieras ganas en batallas de amor, como demuestra esta queja de fraile desterrado en Inglaterra desempolvada por Cela para ponerla al frente de sus Izas, rabizas y colipoterras...".
("Alfonso Ussía o el éxito"; pág. 14)

Corrían, entonces, buenos tiempos para el satírico Ussía. Ahora no son tan buenos, y lo lamento, porque hace unos meses que se fue del periódico La Razón, por culpa de un artículo que le censuraron. El periódico, en cambio, no le censuró el titulado "El estercolero". Comienza de esta manera:

"La basura en las cadenas de televisión no es un problema menor. He leído con estupor el artículo de Natalia Figueroa en el que denuncia que catorce cámaras, con reporteros y buitres del dolor y el chisme, se han trasladado a Houston para herir aún más la angustia de una persona enferma, en este caso Rocío Jurado. No paciente de una gripe o de una gastroenteritis, sino de un cáncer de páncreas. No es tolerable.
Los culpables son los responsables de las cadenas y de las agencias que invierten en este acoso a una mujer indefensa en beneficio de una audiencia atroz y un buen balance económico. Hay que sacar la escoba y barrer con rabia para limpiar los platós de televisión de ratas, cucarachas, sapos y víboras.
Entre las ratas, cucarachas, sapos y víboras muchos que se dicen periodistas. En la sobremesa –que se alarga hasta el anochecer–, con niños pendientes de lo que se emite en cada canal, putas, zorras, chulos, maricones, celestinas, difamadores, inventores de líos, profesionales de la calumnia, homínidos vociferantes, supuestos periodistas fronterizos con el anafalbetismo, cerdos, miasmas, vómitos y mugres.
Reconocía semanas atrás una rabiza famosa tan sólo por haberse cepillado a unos cuantos famosillos que había tenido con un tal Dinio «un desvaneo». Me figuro que un «desvaneo» no puede ser otra cosa que un devaneo en el desván. Los hay que colaboran en esos programas con pretensiones literarias, como un señor con el pelo largo que dice ser escritor. Y los calvos Matamoros. Y los berridos de Lydia Lozano, y las imbecilidades perversas e injuriosas de una tal Merchante. Ninguno se salva. Como árbitros del equilibrio rodean a la señorita Emma esputos procedentes de «Gran Hermano», que aún despiden el hedor de la comuna".
(Octubre, 2004)

Vamos a terminar esta entrada citando un artículo de Arturo Pérez Reverte titulado "Madrid, tapas y putas". También menciona en él a "Sálvame", pero el puterío turístico que propone es el que se encuentra en la calle de la Montera:

"Cruzándose con niños que corretean de un lado para otro mientras sus papis abarrotan las terrazas de los bares y contemplan el paisaje: un centenar largo de furcias, lumis, pencurias, descosidas, busconas, calloncos, alcataras, baguizas, buscarroldanes, ganaciosas, grofas, guarris, ambladoras, acechonas, andorras, atizacandiles, bujarras, cantoneras, corsarias, daifas, marcas, izas, rabizas, colipoterras de toda clase, color y pelaje, quietas o en movimiento...".
("Patente de corso", 16.04.2012)

RABADÁN

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Rabadán es voz que recogen Covarrubias y Autoridades con estas definiciones:

"RABADAN, el mayoral, que es sobrestante a todos los hatos del ganado de vn señor, y pudose decir del nombre Griego rabdos, virga vaculus, por el imperio que tiene sobre todos los demas.
Algunos quieren dezir que es Hebreo, y vale tanto como multiplex, porque ha de acudir a los vnos y a los otros, del verbo rabah, multiplicare. El padre Guadix dize que vale tanto como el gran pastor, o el señor de las ouejas, en la lengua Arábiga".

"RABADAN. s. m. Rigurosamente es lo mismo que mayorál, que preside y gobierna á todos los hatos de ganado de una cabaña; pero comunmente se entiende por el que, con subordinación al mayorál, gobierna un hato de ganado, y manda sobre el zagál y el pastór. Covarr. le dá varias etymologias, y Tamarid le pone entre las voces Arábigas; lo qual es mas verosimil. Lat. Pastorum maximus; praefectus".

Cita Autoridades un párrafo de la ley 9 del título 27 del Libro noveno del "Reportorio (sic) de la nueua Recopilacion delas leyes del Reyno" (Impresso en Alcalá de Henares, en casa de Iuan Iñiguez de Lequerica, 1581), hecho por el Licenciado Diego de Atiença. Dice así:

"Ley IX. Que el derecho de seruicio y montazgo se pague de los ganados que se passare por el puerto de la abadia; y el que dexare de pagar en los puertos acostumbrados, pierda el ganado por descaminado; y que ninguno se ejecute por priuilegio, ni por otra razon, saluo las entendidas por saluados en las condiciones del arrendamiento del seruicio y montazgo.
Otrosi mandamos, que los ganados que passaren por el puerto de la Abadia, paguen los dichos derechos, segun que lo pagan los otros ganados que passan por los otros puertos acostunbrados del reyno; y no los pagando, siendo requeridos los pierdan por descaminados. Y mandamos que ningun pastor, ni rabadan, ni dueños de ganado, no sean osados de encubrir los dichos derechos de seruicio y montazgo, ni passar los dichos ganados, sin hazer las diligencias que por las leyes susodichas se manda, aun que sean los ganados de los que han priuilegios saluados, y que vayan a los estremos por las cañadas y puertos acostumbrados. Y si ansi no lo hizieren, y no los conta, o por otras partes passaren, pierdan el ganado por descaminado, y lo aya el otro recaudador o arrendador. Y mandamos que persona alguna se escuse de pagar el dicho seruicio y montazgo, y las otras cosas sobredichas, ni por cartas ni priuilegios que de nos tengan, y de los reyes nuestros antecesores, ni por otra razon alguna saluo los contenidos y saluados en el quaderno y condiciones, con que mandamos arrendar los dichos derechos, como parece por los libros de nuestros contadores".
(Págs. 358v-359)

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1869, en la que varía un poco la definición de esta voz:

"RABADÁN. m. En rigor es los mismo que mayoral, que preside y gobierna á todos los hatos de ganado de una cabaña; pero comunmente se entiende por el que con subordinacion al mayoral gobierna un hato de ganado y manda sobre el zagal y el pastor".

En la de 1884 dicen:

"RABADÁN. (¿Del ár. rabedán, señor de los carneros?) m. Mayoral, que preside y gobierna á todos los hatos de ganado de una cabaña.// El que con subordinación al mayoral gobierna un hato de ganado y manda sobre el zagal y el pastor".

En la de 1899, siguen dándole vueltas a la noria de su definición:

"RABADÁN. (...) m. Mayoral que cuida y gobierna todos los hatos de ganado de una cabaña, ó algunos de ellos, y manda á los zagales y pastores".

En la de 1914 se ve que los académicos ya se han puesto, por fin,  de acuerdo, y fijan y dan esplendor a esta voz hasta la Edición del Tricentenario, última consultada:

"RABADÁN. (Del ár. rabedán, señor de los carneros.) m. Mayoral que cuida y gobierna todos los hatos de ganado de una cabaña, y manda a los zagales y pastores.// Pastor que gobierna uno ó más hatos de ganado, a las órdenes del mayoral de una cabaña.".

Rosal (1611) remite rabadán a la voz rabaño, que define de este modo:

"RABAÑO, del hebreo Rabbá y Rabbím, que es Rabaño, Monton, ó Manada. Y Rabañar dinero era ahorrar y achocar. Y así Rabí era Maestro que presidía a una Muchedumbre, guiándolos y enseñándolos. Y como en Latín Magister Equorum es el cavallerizo, Magister Leonum el Leonero, y Pecoris Magister el Pastor, así de Rabí, ó Rabino, Maestro, llamaron Rabadán al Pastor que govierna el Hato".

El Esteban Terreros dice que rabadán es "el principal de los pastores". Los diccionarios incluidos en la web de la RAE, consultados habitualmente, no añaden nada nuevo a lo dicho por Academia en sus sucesivas ediciones. El Pagés ilustra esta voz con tres ejemplos literarios. Para la primera acepción elige dos citas del leonés Antonio de Valbuena y del egabrense Juan Valera, respectivamente; para la segunda, recurre al playu Gaspar Melchor de Jovellanos.
La obra de Antonio de Valbuena se titula "Capullos de novela". Una de ellas, "La cazuela de madera", comienza así:

"El tío Juan Cardaño vivía en Retuerto, y era toda una buena persona. 
Cuando yo le conocí era ya viejo y estaba retirado del servicio...
 No crean ustedes que hablo del servicio militar, porque el tío Juan Cardaño jamás se había puesto el uniforme. Hablo del pastorio trashumante, que había ejercido el tío Juan desde muchacho, sirviendo en la cabaña del conde de Bornos. 
A los diez años entró de motril en el puerto de Parme; á los doce fué ya de zagal en el mismo rebaño á Extremadura, y siguiendo la carrera con aplicación y aprovechamiento, ascendió á los tres años á sobrado, después á persona, más tarde á ayudador, y por uno de esos golpes de suerte, que no suelen darse muy á menudo, llegó á compañero á los veinticuatro años.
Ser mozo todavía y estar ya á dos dedos de ser rabadán, era estar en las mejores condiciones del mundo para casarse pronto y bien; así es que Juan podía hacerlo el día que quisiera y con quien quisiera, porque todas las mozas de Retuerto se le disputaban los domingos cuando bajaba al baile. 
Juan eligió á una y se casó con ella como Dios manda; pero no por eso dejó el pastorío. ¿Qué había de dejar, si era el niño mimado de la cabaña y fué rabadán al año siguiente?"
(Págs. 105-106)

La novela de Juan Valera lleva por título "Doña Luz" (Biblioteca Nueva. Madrid, 1925). La cita recogida por el Pagés se encuentra en el capítulo tercero:

"En el piso bajo había casi tanta habitación como en el principal, y si se contaba con el patio con toldo, había más. Allí se vivía durante el verano. En toda estación estaba allí el despacho de don Acisclo, donde este activo labrador y ganadero trataba con chalanes, corredores, rabadanes, aperadores, capataces y caseros; entendiéndose por caseros no el terror de los inquilinos morosos, como en Madrid, sino los que cuidan y guardan las caserías o viviendas de cada finca rústica".
("De otras menudencias que la escrupulosidad del narrador no permite que pasen en silencio"; pág. 33)

De la extensa correspondencia que Gaspar Melchor de Jovellanos mantuvo con el canónigo don Carlos Gonzalez de Posada, los autores del Pagés escogieron la carta escrita el 18 de diciembre de 1807. Allí leemos:

"Lo que contó ese viajero al suizo de ahí, corrió también aquí, aunque no como de contado, sino como de prometido; mas ahora ya dicen que no habrá tales carneros, porque no quiere la mujer del rabadán oveja que venga de otro rebaño. El diablo que entienda estas cosas; mas serán viejas, y las sobredes".
(Pág. 260)


Nicolás Casas de Mendoza incluyó esta voz en el volumen 4º de su "Diccionario Manual de Agricultura y Ganadería Españolas":

"RABADAN. Es el pastor que con otros cuida de un rebaño merino trashumante de mil ó mas cabezas de ganado; es el jefe que está encargado del gobierno y direccion de un rebaño; es el que vigila el proceder de los demás pastores para que todos cumplan con sus obligaciones y con lo que el mayoral manda. Por lo visto es fácil conocer que los mayorales, rabadanes y pastores debieran tener mas conocimientos en zootechnia que los que la práctica y tradicion les proporciona, dejando de guiarse por su instinto; pero esto no será dable conseguirlo interin no se establezcan escuelas especiales para la instruccion de pastores, como se ha hecho, entre otras naciones, en Alemania y en Francia".

Hay varios refranes relacionados con esta voz. Hemos elegido el glosado por Juan de Mal Lara en su obra "La philosophia vulgar" (En casa de Hernando Díaz. Seuilla, 1568):


¿De dónde venís rascada? Del llanto del Rabadán de mi cuñada.

"Auia vna muger en vn lugar, que hablaua con tantos, y tenia tanta familiaridad en el pueblo, que no auia á quien no llamasse parientes, no assomaua la fiesta (que alguno hazia) que luego se auia de hallar enella, y lo tomaua por punto de honra que no la llamassen, y que no se preciassen della, como de parienta. De la misma manera, no moría persona en el lugar, por quien ella no se pusiesse toca de luto, y en cuyo mortuorio no se rascasse la cara, y se la arañasse, haziendolo de tan buena gana, como si su hijo fuera.
Vna vez venia de vn mortuorio assi maltratada de sus vñas (aunque la glosa antigua, no entendió este refrán, porque declaró, los parientes enojados son mas encarniçados contra si mismos, que los estraños) preguntándole de donde venia, porque pensauan que era por alguna muerte de hijo, o  hermano, respondió que de llorar al Rabadan de su cuñada. En lo qual se declara, su liuiandad, y el poco parentesco que le tenia el Rabadan, ó pastor, que no auia mas de seruir a su cuñada. Otros dizen que le dixeron, por quien venis rascada?, y que respondio, por la suegra de mi cuñada, que es, por mi madre. Lo qual no tiene gracia, y es que como algunos no cayan en lo que los refranes tienen mas sal y gracia, trastornauan vnas palabras por otras, y assi está lo de arriba mejor, lo qual puede quadrar en muchas personas, que traen luto, porque teniendolo a la mano, facilmente se busca vn achaque para traello. O por hazerse nobles y caualleros por el luto que traen, por no se que les toca el cauallero que murio, que me paresce al amistad del otro, que dixo, mujer abraça á este señor, que es cuñado del que nos vendio la yegua antaño. Y porque esto paresce que es ambicion, deuese de huyr, y que no se muestre estas cosas, sino que quando huuiere mucha razon como en parentesco y amistad cierta".
(Fols. 182-182v)

El rabadán ya aparece mencionado en el "Libro de las Leyes, Privilegios y Provisiones Reales del Honrado Concejo de la Mesta General, y Cabaña Real destos Reinos" (Iulian de Paredes. Madrid, 1681):

"Ningún hermano del Concejo, pastor, o rabadan, nivaquero, ni yeguero sea ossado de comprar ganado de otro hermano del dicho Concejo, que sea prendado por las guardas, ó por otras personas, en qualesquíer partes, aunque se vendan en almoneda en publíco, ni én secreto, ni en otra parte, so pena de perder los dineros que por ellos diere, y que buelva la prenda a su dueño sin dineros, y mas pague cinco carneros, aplicados como dicho es; y el Alcalde mas cercano, siendo requerido, sea obhgado á hazer la dicha execucion, y de su oficio, sabiendolo, aunque no sea requerido"., y de fu oficidj fabicnddio, aunque no fea requerido".
(Título XXXIII:  "De las prendas y penas". IX;  pág. 38)

Don Manuel del Río, vecino de Carrascosa, provincia de Soria, ganadero trashumante. y hermano del Honrado Concejo de la Mesta, escribió un libro titulado "Vida pastoril" (Imprenta de Repullés. Madrid, 1828). El primer capítulo empieza de esta manera:

"Un rebaño de mil y cien cabezas debe tener un Rabadan, un Compañero, un Ayudador, un Sobrado (que tambien se llama persona de mas) y un zagal.
El Rabadan es el gefe, y sustituye en ausencia al Mayoral; el Compañero sigue inmediatamente al Rabadan, y es el que  se pone  á la cabeza del rebaño cuando va de marcha; el Sobrado y el Ayudador están á las órdenes de los dos anteriores. El Zagal es el que cuida del hato de los Pastores y de las yeguas.
Los Sorianos, que son mucho mas antiguos en el pastorío que los Montañeses, gobiernan un rebaño en los caminos con solo cuatro Pastores, que denominan Rabadan, Zagal, Ayudador y Rapaz; este último es el que los trashumantes llaman Zagal, nombre que viene desde la mas remota antigüedad, como lo atestigua la misma Escritura cuando dice que los Zagales y Zagalas bailaron en el nacimiento de nuestro Redentor; y el de Zagal que usan los Sorianos equivale al de Compañero, que es igual al Rabadan".
(Págs. 1-2)

A esta obra dedica Azorín un capítulo de su libro "Una hora de España. (entre 1560 y 1570)".




Juan del Enzina puso esta voz en su "Égloga representada en la noche de la Natividad de Nuestro Salvador, entre cuatro pastores: Juan, Mateo, Lucas y Marco":

JUAN
Vino al mundo a predicar
de Cristo por su mandado,
para el testimonio dar.

MARCO
Cristo vino a ministrar,
no para ser ministrado.

JUAN
Hartar, hartar ya, gañanes,
que es venido pan del cielo,
pan de vida y de consuelo;
no comáis somas de canes,
ni andéis hechos albardanes
comiendo vianda vil;
que aqueste con cinco panes
hartará más rabadanes
que otro con cinco mil.

Dentro del "Libro de buen amor", del Arcipreste de Hita, se encuentra la composición poética titulada "De cómo Don Amor é Don Carnal venieron é los salieron á rresçebir". Comienza de este modo:

Vegilia era de Pascua, abril çerca pasado, 
El sol era salido, por el mundo rayado: 
Fué por todo el mundo grand rroydo entrado 
De dos enperadores, que al mundo han llegado.

 Estos enperadores Amor é Carnal eran. 
A rrescebirlos salen quantos que los esperan, 
Las aves é los árboles noble tyenpo aueran, 
Los que Amor atyenden, sobre todo se esmeran.

A don Carnal rresciben todos los carniceros, 
E todos los rrabies con todos sus aperos.
A él salen triperas taniendo sus panderos, 
De muchos que corren monte llenos van los oteros.

 El pastor lo atyende por fuera de carrera, 
Taniendo su çanpoña é los albogues, espera;
Su moço el caramiello, fecho de cañavera; 
Tañía el rabadán la çítola trotera...

Entre los muchos versos satíricos de Francisco de Quevedo se encuentran las siguientes décimas, con un cierto tono escatológico, que le dedicó a Don Luis de Góngora; y todopor haber escrito una letrilla titulada "¿Qué lleva el señor Esgueva? Yo os diré lo que lleva":

Vos que coplas componéis,
ved qué dicen los poetas,
que siendo para secretas
muy públicas las traéis.
Cólica diz que tenéis,
y por la boca purgáis,
y que satírico estáis.
A todos nos dais matraca.
Descubierto habéis la caca
con las cacas que cantáis.

De vos dicen por ahí
Apolo y los de su bando,
que sois poeta nefando,
pues cantáis culos así.
Por lo que me han dicho a mí,
desde hoy en adelante
vuestras obras, yo no cante
aunque me lo mande Apolo,
que es voz de un rabel tan solo,
de un rabadán ignorante.


Lope de Vega puso esta voz en unos versos incluidos en el auto sacramental de la "Circuncisión y sangría de Cristo Nuestro Bien" ("Obras de Lope de Vega publicadas por la Real Academia Española". 15. vols. Establecimiento Tipográfico "Sucesores de Rivadeneyra". Madrid, 1890-1913):

Salen los pastores y el Lacayo bailando y cantando con sus instrumentos. 

Cantan. 

Sea bien venida 
La recién parida. 
Sea bien venido 
El recién nacido. 

UNO. 

Mil años se gocen 
Esposa y marido 
Con la compañía 
De aqueste Dios niño. 
Véanle hecho Mayo 
La fiesta y domingo,
Dando en el aldea 
Gusto y regocijo.
 Norabuena venga 
El Dios prometido, 
A ser rabadán 
Del hombre perdido.

Don Eduardo Gonzalez Pedroso falleció antes de concluir su recopilación de autos sacramentales, desde su origen hasta fines del siglo XVII, pero su obra terminó publicándola don Manuel Rivadeneyra, póstumamente, en su "Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días" (Madrid, 1865)
En ese volumen se encuentra el auto sacramental atribuido a Juan de Timoneda, titulado "La oveja perdida". Así comienza la escena II, en la que los dos interlocutores son pastores:

CUSTODIO - EL APETITO.
(Sale el Apetito, sosacando la oveja con pan.)

APETITO
¡Rita, rita! ¡Urricá!
¿A do vas? ¡Oye, perdida!
¡Vuelve, soncas! ¿Vaste ya?
No te arriedres más allá;
Haz hacia mí tu manida.

CUSTODIO
¿Sacais la oveja del hato,
hideputa, sosacon.
Yo lo barruntaba há rato.
¡Juri á mí, si os arrebato,
que os la frita, don ladrón!
Deja la oveja, zagal;
tú de ella no tengas cura,
que es de Cristóbal Pascual,
el hi del gram Mayoral,
que mora allá en la altura.

APETITO
No me pongas en afán,
Custodio, con tus razones,
pues sabes soy rabadán
del huerte Nabuzardán,
mayoral de los cabrones;
el cual me tiene mandado
que, á huer de mi natural,
apasciente yo el ganado
que pasciere en este prado,
o oveja, como esta tal.

CUSTODIO
No cures de porbidiar,
que Cristóbal la compró
y á mí la mandó guardar.
No pienses de la hurtar,
que bien cara le costó.

APETITO
Déjate de esa conseja,
Custodio; habremos en al,
porque bien, si te semeja,
tengo yo con esta oveja
gran amorío carnal.
También sabes que aquel día
que á ti te hicieron pastor,
la tomé yo en guarda mía,
y que siempre le di guía,
tan bien como tú, y mejor.


Miguel de Cervantes escribe en el Libro Primero de "La Galatea" la siguiente historia amorosa:

"Acuérdome ahora, hermosas pastoras, que llegó á mi un día una zagala amiga mía, y ·echándome los brazos al cuello, y juntando su rostro, con el mío, hechos sus ojos fuentes me dijo : ¡Ay, hermana Teolinda! que este es el nombre de esta desdichada, ¡y cómo creo que el fin de mis días es llegado, pues amor no ha tenido la cuenta conmigo que mis deseos merecían! Yo entonces, admirada de los extremos que la veía hacer creyendo que algún gran mal le había sucedido de pérdida de ganado, ó de muerte de padre ó hermano, limpiándole los ojos con la manga de mi camisa, le rogué que me dijese qué mal era el que tanto la aquejaba? Ella, prosiguiendo en sus lágrimas y no dando tregua á. sus suspiros, me dijo: ¿Qué mayor mal quieres, ¡oh, Taolinda! que me haya sucedido, qué el haberse ausentado sin decirme nada, el hijo del mayoral de nuestra aldea, á quien yo quiero más que á los propios ojos de la cara¡ y haber visto esta mañana en poder de Leocadia, la hija del rabadán Lisalco, una cinta encarnada que yo había dado á aquel fementido de Eugenio, por donde se me ha confirmado la sospecha que yo tenia de los amores que el traidor con ella trataba? Cuando yo acabé de entender sus quejas, os juro, amigas y señoras mías, que no pude acabar conmigo de no reírme, y decirle: Mía fe, Lidia, que así se llamaba la sin ventura, pensé que de otra mayor llaga venías herida según te quejabas. Pero ahora conozco cuán fuera de sentido andáis vosotras las que presumís de enamoradas, en hacer caso de semejantes niñerías. ¿Dime por tu vida, Lidia amiga, cuánto vale una cinta encarnada, para que te duela de verla en poder de Leocadia, ni de que se la haya dado. Eugenio? Mejor harías de tener cuenta con tu honra y con lo que conviene al pasto de tus ovejas, y no entremeterte en estas burlerías de amor, pues no se saca de ellas según veo sino menoscabo de nuestras honras y sosiego. Cuando Lidia oyó de mí tan contraria respuesta de la que esperaba de mi boca y piadosa condición, no hizo otra cosa sino abajar la cabeza, y acrecentando lágrimas á lágrimas, y sollozos á sollozos, se apartó de mí, y volviendo á cabo de poco trecho el rostro, me dijo : Ruego yo á Dios, Teolinda, que presto te veas en estado que tengas por dichoso el mio, y que el amor te trate de manera que cuentes tu pena á quien la estime y sienta en el grado que tú has hecho la mía; y con esto se fué y yo me quedé riendo de sus desvaríos".
(Pág. 27)




De Don Diego de Torres  Villarroel es el siguiente soneto dedicado al invierno:


Pone al cinto el Zagal su cachiporra,
y dale dos chiflidos a su Perro,
y tiranse los dos de cerro en cerro
á espera de la Liebre, y de la Zorra.

Aquí urga, allí corre, y allá emborra,
espantase la caza de un cencerro,
vase á buscar despues la flor del berro
triste, y sumido en su robusta gorra.

Allí encuentra un Mastín, acullá un borro,
dormido el Rabadan, perdido el Burro,
y todo descompuesto de su corro.

Estuviera en el Ato el mui cazurro,
y sepa, que al Pastor, y á su socorro,
nunca les vale un Zorro lo que un Churro.


En carta que José Francisco de Isla escribe a don Leopoldo Gerónimo Pay el sábado santo de 1752, le dice:

"Y por no apartarme del asunto, si á usted le dieren el obispado de Segovia, no se haga de rogar, y tómele; que el que espera salvarse cuidando de las ovejas de palacio, también se podrá salvar aunque le hagan mayoral de la cabaña del Paular y rabadán del P. N.".
("Cartas familiares"; pág. 558)


Félix María Samaniego se burló en una fábula de esa vida bucólica y campestre que recrean las novelas  y los versos pastoriles.  Se titula "El Ciudadano Pastor". Empieza de este modo:

Cierto joven leía
en versos excelentes
las dulces pastorales
con el mayor deleite.
Tenía la cabeza
llena de prados, fuentes,
pastores y zagalas,
zampoñas y rabeles.
Al fin, cierta mañana
prorrumpe de esta suerte:
¡Yo he de estar prisionero,
cercado de paredes,
esclavo de los hombres,
y sujeto a las leyes,
pudiendo entre pastores
grata y sencillamente
disfrutar desde ahora
la libertad campestre!

De modo que se viste de zagal, se va al campo, y ocurre esto:

A un rabadán se encuentra,
y le pregunta alegre:
Dime: ¿es de Melibeo
ese ganado? -Miente,
que es mío; y sobre todo,
sea de quien se fuere.
No respondió el hombre
muy poéticamente.
El joven temeroso
de que tal vez le diese
con el fiero garrote,
que por cayado tiene,
sin chistar una palabra
huyó bonitamente...

En diversas ocasiones y en distintos lugares hemos alabado el "Observatorio rústico, dispuesto en una égloga", de fray Francisco Gregorio de Salas, en la que Salicio, habitador de una pequeña Villa, y Coridón, que posee una casa de campo, hablan de sus cosas. En la segunda parte, dice Coridón:

Yo veo al rabadán de mis ovejas,
que a las nuevas y viejas,
en distintos rebaños va siguiendo,
y a diferentes sitios conduciendo;
y por no estar ocioso,
va torciendo oficioso
con una limpia piedra y grueso arambre,
los desunidos hilos del estambre.
En llegando la hora acostumbrada,
se vuelve a la majada
por veredas, senderos y carriles,
y encierra su ganado en los rediles...

Por cierto, este capellán de la madrileña iglesia de Santa María Magdalena de Recogidas, solía acercarse, de cuando, en cuando a la librería de viejo que el célebre  Diego Rabadán tenía en la Plaza de las Descalzas. Allí entablaba conversación con el librero y escuchaba sus composiciones poéticas. Tal fue la afición de Rabadán a los libros que, como Alonso Quijano, enloqueció con la lectura de ellos. Partidario de Fernando VII, escribió décimas y sonetos contra Napoleón y sus tropas en aquellos terribles años de la Guerra de la Independencia. Como muestra, un botón:


Es el gran Napoleón
 (hablando en estilo llano) 
mengua del genero humano, 
del mundo el mayor bribón: 
la hez, la mancha, el borrón
 de asquerosa consistencia,
 un ente sin competencia, 
asombro de las edades, 
y de todas las maldades 
cifra, centro, y quinta esencia.


Don Ramón de Mesonero Romanos lo recuerda en sus "Memorias de un setentón...":

"Al frente de aquella cohorte de copletistas, madrigaleros, anacreónticos y elegíacos, descollaba el célebre don DiegoRabadán, que por sus circunstancias especiales ofrecía un delicioso tipo, que parece haber predicho Moratín en el retrato que hace del vate tuerto que arenga a Apolo en la ingeniosa sátira que tituló La Derrota de los pedantes. No era, en verdad, Rabadán uno de aquellos copleros que con el solo auxilio de un consonante improvisan cuartetas, décimas y quintillas, no; era un ingenio original, aunque limitado; era todo un poeta extravagante, formado por múltiples y estragadas lecturas, que había tenido la habilidad de identificarse con todo lo más ridículo, por lo altisonante o chabacano, que había leído; los retruécanos de León Marchante; los picantes equivoquillos, las sales culinarias de Gerardo Lobo; el hiperbólico estilo de Gracián; la claridad tineblaria (sic) del Polifemo de Góngora; las agudezas de sor Juana; el laberinto de Villamediana; todo esto había encarnado en aquella mente, todo había tomado en aquella prodigiosa memoria carta de vecindad.
Su escuálida figura y su carácter bondadoso y comunicativo; su conversación amena y hasta interesante, en que se descubría un cierto devaneo de cabeza cuando trataba de materias poéticas, traían a la memoria al Ingenioso Hidalgo, bueno, apacible y hasta sensato, no tratándose de sus desdichados libros de caballería.
Todavía recuerdo los buenos ratos que el amable Rabadán nos hacía pasar a mis condiscípulos y a mí cuando de vuelta del aula nos deteníamos a conversar con él, sentado a la sazón en un banquillo, delante de su puesto de libros viejos, que le tenía en la fachada de la casa del Monte de Piedad, plazuela de las Descalzas".
(Cap. IX: "1814. Regreso de Fernando VII". III; págs. 158-159)

Don Benito Pérez Galdós alude a él en estos párrafos de "Napoleón en Chamartín":

"No sé si recordaré todas las tiendas de libros que había entonces en Madrid; pero sí puedo asegurar que casi igualaba su número al de las que ahora existen, y las más concurridas eran las de Hurtado, Villareal, Gómez Escribano, Bengoechea, Quiroga y Burguillos (antes Fuentenebro), en la calle de las Carretas; la de la viuda de Ramos, en la Carrera de San Jerónimo; la de Collado, en la calle de la Montera; la de Justo Sánchez, en la de las Veneras; la de Castillo, frente á San Felipe el Real, y el puesto de Casanova, en la plazuela de Santo Domingo. En estas tiendas se reunían muchos jóvenes escritores ó que pretendían serlo, poetas hueros ó con seso, aunque éstos eran los menos; personas más aficionadas á la conversación que á los libros; gente desocupada, noticieros y muchísimos patriotas. D. Diego era patriota. 
Como yo me metía bonitamente en todas partes, también me daba una vuelta por las librerías, bien acompañando á D. Diego, bien solo, echándomela de gran patriota, y en la de las Veneras, me acuerdo que dije una noche muy estupendas cosas que me valieron calurosos aplausos. ¡Ay! allí conocí al sombrerero Avrial y á Quintana, el mochuelo y el mirlo, el cisne y el ganso de aquellos tiempos literarios, tan turbados, tan confusos, tan varios y antitéticos en grandeza y pequeñez como los políticos. Parece, en verdad, mentira que Moratín y Rabadán; que Cornelia y Melendez hayan vivido en un mismo siglo. Pero España es así".
(Cap. II; págs. 16-17)



Don Ramón María del Valle-Inclán escribe esta acotación en la primera escena de la jornada primera de su comedia bárbara titulada "Cara de plata":

"Alegres albores, luengas brañas comunales, en los montes de lantaño. Sobre el roquedo la ruina de un castillo, y en el verde regazo, las Arcas de Bradomin. Acampa una tropa de chalanes, al abrigo de aquellas piedras insignes— Manuel Tovio, Manuel Fonseca, Pedro Abuin, Ramiro de Bealo y Sebastián de Xogas— . A la redonda, los caballos se esparcen mordiendo la yerba sagrada de las célticas mamoas. En la altura una vaca montesa embravecida. muje por el vitelo que se lleva a la feria un rabadán".
(Pág. 13)

En "Flor de santidad..." (Imprenta de Antonio Marzo. Madrid, 1904) escribe:

—¡Buenas reses!... Parecen todas ellas de tierra castellana. 
— De tierra castellana son, mi señor. ¡San Clodio las guarde! 
Piadosa y humilde se puso á ordeñar la leche en el cuenco de corcho, labrado por un boyero muy viejo, que era nombrado en todo el contorno. Mientras el corcho se iba llenando con la leche tibia y espumosa, decía la pastora: 
—¿Ve aquellas siete ovejas tan lanares?... A todas las llamamos Dormidas, porque siendo corderas vendióselas al amo un rabadán, que cuando vuelve de la feria en su buena mula siempre acontece que se queda traspuesto, y ya todos lo saben...".
("Tercera estancia"; pág. 107)

Don Miguel de Unamuno publicó en el diario madrileño "Ahora", el sábado, 2 de marzo de 1935, un artículo titulado "La Generación de 1931". Lo termina de este modo:

"Por lo que hace a la generación intelectual española de hoy—la llamémosla de 1931—, ¿sabe su camino, si es que no su meta?; ¿sabe no adonde va, sino por donde va? Desde luego, en el casi fatal cambio de 1931, en el advenimiento del régimen republicano, no tuvo apenas parte esa generación. Ni otra cualquiera. Porque ese cambio no lo trajeron los hombres. Y es, desde luego, significativo que ninguno de los jóvenes de esa generación se encontró en primera fila ni jugó papel primordial. Acaso porque ninguno de ellos tenía conciencia—si no clara, por lo menos honda—de un nuevo ideal colectivo de destino histórico nacional ni un sentimiento de la Unidad de ese destino. Lo que no se logra corregir con expansiones litúrgicas mal traducidas, sea del italiano, sea del ruso. La vacuidad de esas expansiones se nota por dondequiera en nuestra España. Deporte, no juego. Oímos lo que de la generación de los abuelos—de la de los padres de nosotros, los que hoy somos padres y abuelos—dicen los de esta generación; ¿qué dirán de ella sus hijos y sus nietos? Ya ellos mismos o se quejan o dan gritos para encubrir sus quejidos. Y hay rabadanes que apacientan a sus rebaños deportivos con herrén de vaciedades que no matan el hastío, que es hambre espirituaL Ni la otra, por supuesto; la de destinos, quiere decirse".

"Canto a la muerte" es una antología recopilada por José Luis Belmar. En ella se encuentra un poema de Alfonso Camín titulado "La madre del poeta". Lo escribió en memoria de Antonio Machado. Estos son algunos de sus versos:

—Madre: ¡Adiós España! 
Los traidores ya 
vienen como lobos 
y huye el recental. 
Sobre las palomas 
vuela el gavilán; 
torres sin cigüeñas, 
niños sin hogar. 
¡Ay cuántas desgracias 
trajo un rabadán 
hasta el Pirineo, 
desde Gibraltar! 
Un dolor errante 
y otro dolor más; 
solos en la senda 
sin poder andar. 
¡Solos! Como España, 
toda en soledad. 
Tú, tan viejecita; 
yo, como el que más, 
tiritando vamos, 
siempre más allá, 
sin tener abrigo, 
sin que tengas pan, 
bajo los obuses 
de la adversidad.




"Donde yo, Lázaro, cuento cómo pienso que vine al mundo y dónde y de quiénes", tituló Camilo José Cela el Tratado Primero de su obra "Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes". En él leemos:

"Como el trato del ganado es oficio duro y como la regalada vida de niño vi de cierto que había acabado para mí, procuré hacerme a los hábitos del pastor, lo que logré con la ayuda del tiempo, y que si antes no alcancé fue por mor de esas resistencias que siempre tuvieron mis carnes a meterse en faena por sí solas.
El rabadán de aquellos pastos y de mis padrinos los cabreros era un sujeto mal encarado, de tez más que morena, falto de carnes aunque sobrado de espíritu para el mal, badajoceño y pendenciero, a quien llamaban Lucas de nombre y "Cabrito" de apodo y por detrás, ya que de frente hubiera tenido su peligro".
(Pág. 34)

Vamos a terminar esta entrada con una obra singular de nuestro apreciado José Jiménez Lozano. Se trata de "El mudejarillo", el precioso libro que escribió recreando la vida de Juan de Yepes Álvarez, más conocido como San Juan de la Cruz.
Los niños de  Arévalo  le preguntaban al niño de Fontiveros que qué cosas había en su pueblo, y el niño de Fontiveros les decía a los niños de Arevalo que estaban...

"...los melcocheros, los queseros, los aceiteros, los molineros, los horneros, los anacalos, los panaderos, los amasadores,los pasteleros, losrecaderos, los verederos, los propios, los correos,los mayorales, los pastores, los rabadanes, los zagales, los esquiladores, los pelaires, los zurradores..."
("Paisaje"; pág. 32)


ERRE QUE ERRE

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Trece años llevamos, erre que erre, empeñados en construir esta ciudad llamada Palabraria. Hemos terminado un nuevo barrio. Comprendo que a algunos estudiantes extranjeros les cueste transitar por él. La "R" es una letra puñetera, que se traba en la boca, que se camufla, que tiene rincones secretos y callejuelas que conducen a lugares de muy difícil acceso en el idioma castellano. Algunos de estos antros son frecuentemente visitados. Me refiero al de los improperios. Cuando un español dice "¡Cabrón!" a alguien no solo lo insulta, sino que parece lanzarle una granada a la cara que, al explotar, esparce la metralla de las erres por todo su contorno. Si le grita "¡pobre desgraciado! ¡Mamarracho!" parece mucho más pobre  de lo que ya es y mucho más ridículo. Por estos arrabales fonéticos la vida transcurre como quien arrastra cadenas de hierro camino del cadalso.
No suelo poner el significado de las letras del alfabeto pero con la "R" vamos a hacer una excepción. Dice Covarrubias:

"R.- Letra semiuocal, y liquida; llamaronla la letra canina, por el estridor con que se pronuncia, como el perro quando regaña; en principio de diccion, suena como aspirada. La lengua Española interpone muchas vezes esta letra en las dicciones con que las haze sonar fuertes, sin que sea radical, ni les pertenezca".

Autoridades, entre otras cosas, añade:

"R.- (...) Pronunciase hiriendo con la punta de la lengua en el paladar, con cierto género de temblor, y despidiendo un sonido áspero y fuerte, el qual se experimenta y percibe quando se halla en principio de diccion, ó precedida de otra letra semivocal, que son regularmente L. N. S. (...)
Úsase de la R. en los escrutinios de votos, para los grados de las Universidades, y sirve para reprobar, como la A para aprobar. (...)".

Llamar a la R "letra canina" es, sin duda, todo un acierto, porque parece que también lleva incorporada una cualidad: da la impresión de que puede echarse a andar en cualquier momento. Uno mira las letras mayúsculas del abecedario y se asemejan a  una compañía compuesta  de personas inválidas y lisiadas. Las que parecen tener dos piernas, como la A, la H, o la M, adoptan una actitud de sargento de hierro, pero la F, la P, y la T  dan la impresión de ser letras mutiladas, a las que les han cortado una pierna. Tan solo la R, junto con la K, tienen el privilegio de irse de pingo dando un paso tras otro, hasta perderse por los altozanos, los cerros y los suburbios de Palabraria. Por allí el perro de San Roque no tiene rabo porque Ramón Ramirez se lo cortado; junto a los arroyos se ven vestigios de alguna guerra; al pie de las encinas comen bellotas los gorrinos, y por los senderos aún se aprecian  los relejes que han dejado las carretas, carruajes y carromatos de los arrieros. No se oye ni el trino de un pájaro. Tan solo un susurro, cuando la erre, vuelta al redil del alfabeto, les dice a las otras letras que se va a su cuarto a dormir.

Ángel Arteaga (c)

QUINTAÑÓN, NA

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Francisco de Goya: "Aún aprendo". (1826)

Quintañón, na es voz que no recoge Covarrubias, pero que ya se encuentra en Autoridades, con este significado:

"QUINTAÑÓN, NA.- En su riguroso sentido parece quiere significar la persona que tiene cien años, con alusión al quintal; pero regularmente se toma por el sugeto que es sumamente viejo. Lat. Centenarius, a, um".

Cita cuatro versos de una  de las décimas burlescas del "Diálogo entre Coridón y otro", escritas por don Luis de Góngora:

1. De un serafín quintañón
el menos hoy blanco diente,
si una perla no es luciente,
es un desnudo piñón.
2. ¡Oh, Coridón, Coridón!
Antojos calzáis de necio,
pues no entendéis a Vegecio;
pero entenderéislo al fin,
si el quintañón serafín
muerde duro o tose recio.

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades, hasta la edición de 1884, que reduce la redacción de su significado a "centenario", añadiendo en posteriores ediciones, "que tiene cien años", hasta la Edición del Tricentenario,última consultada, que dice:

"QUINTAÑÓN, NA. (De quintal, por alusión a las 100 libras de que se compone.) 1. adj. coloq. p. us. Centenario (// que tiene cien años.) Apl. a pers., u. t. c. s.".

El Domínguez (1853) añade un pequeño ejemplo a lo ya dicho:

"QUINTAÑÓN, NA.- adj. Dícese de la persona que tiene cien años, con alusión al quintal; aunque regularmente se toma por el sugeto que es sumamente viejo; como las dueñas quintañonas de los antiguos libros de caballerías".

El Pagés cita el ejemplo literario de Autoridades, se remite a lo dicho por Academia, y añade un párrafo de la novela de José María de Pereda, titulada "Don Gonzalo González de la Gonzalera". Escribe en el capítulo primero lo siguiente:

"Una de ellas, en la plenitud de su primavera, bordaba la cifra de un pañuelo blanco, recostada con indolencia entre el velador y el respaldo de la silla en que se sentaba. A su izquierda y metiendo por las brasas los anchos pies embutidos en enormes zapatillas de cintos negros, acomodábase la segunda, mujer más que cincuentona, con todo el pelaje de una ama de gobierno, morena y vulgar de faz, pobre y seca de carnes, de cabello entrecano, y muy rebujado el busto en chaquetas y mantones. Aunque tenía espejuelos sobre la nariz, no daba puntada en su labor sin arquear las cejas y entreabrir la boca, señal de la torpeza de su vista, cuando no de la pesadez del sueño que la perseguía. Enfrente de estos dos personajes, y medio descoyuntada en otra silla, hacía media una mocetona robusta y colorada, entre cuyos dedos callosos y amoratados apenas se veían las gruesas agujas de acero; bregaba con ellas para enfilar el punto que la preocupaba; pero el sueño podía más que su voluntad, y por cada arremetida á la tarea, daba tres cabezadas al aire. De vez en cuando se estremecía la quintañona, clavaba la aguja en la tela, empuñaba la badila y echaba una firma en el brasero".
(Págs. 40-41)

Al parecer, la primera alusión a esta voz se encuentra en el romance del ciclo artúrico titulado "Lanzarote y el ciervo". Comienza de este modo:

Tres hijuelos había el rey,
tres hijuelos que no más;
por enojo que hubo de ellos
todos maldito los ha:
el uno se tornó ciervo,
el otro se tornó can,
el otro se tornó moro,
pasó las aguas del mar...

Una dama le pide a Lanzarote que cace al ciervo del pie blanco. El caballero va en su busca, Termina así:

Siempre Dios te guarde, hijo,
por do quier que fuer tu ida,
que quien acá te envió
no te quería dar la vida.
-¡Ay, dueña de Quintañones,
de mal fuego seas ardida,
que tanto buen caballero
por ti ha perdido la vida!.

Para quien desee saber los pormenores de este romance le remito al siguiente estudio de Eduardo de Laiglesia.

De Francisco de Quevedo es este detallado y despiadado retrato de una dueña, incluido en su obra "Visita de los chistes". Lo escribió, estando prisionero en la Torre de Juan Abad, el 6 de abril de 1622:

"Con su  báculo venía vna vieja, o espantajo, diziendo: Quien está allá a las sepulturas? Con vna cara, hecha de vn orejon, los ojos en dos cuévanos de vendimiar; la frente con tantas rayas, y de tal color, y hechura, que parecia planta de pie; la nariz en conversacion con la barbilla, que casi juntandose hazian garra, y vna cara de la impression del Grifo; la boca a la sombra de la nariz, de hechura de Lampara, sin diente, ni muela, con sus pliegues de bolsa a lo gimio; y apuntandole ya el bozo de las calaveras en vn mostacho erizado; la cabeza con temblor de sonajas, y la habla dançante, y vnas tocas muy largas sobre el Mongil negro; esmaltada de mortaja la tumba, con vn Rosario muy grande colgando, y ella corva, que parecia, con las muertecillas que colgaban dél, que venía pescando calaverillas chicas. Yo que vi semejante abreviacion del otro mundo, dixe a grandes vozes, pensando que sería sorda: Ha Señora, ha Madre, ha Tía: quien sois? Quereis algo? Ella entonces, levantando el ab initio, y ante faecula de la cara, y parandose, dixo: No soy sorda, ni Madre, ni Tia; nombre tengo, y trabajos, y vuestras sinrazones me tienen acabada. Quien creyera que en el otro Mundo huviera presuncion de mocedad, y en vna cecina como esta? Llegóse muy cerca, y tenia los ojos haziendo aguas, y en el pico de la nariz cumpliendose vna moquita, por donde echaba vn tufo de Cimenterio. Dixela, que perdonasse, y preguntéle su nombre. Dixome: Yo soy dueña Quintañona. Qué, dueñas ay entre los muertos? dixe maravillado. Bien hazen en pedir cada dia a Dios misericordia, mas que Requiescant in pace, descanse en paz; porque si ay dueñas, meterán en ruido a todos. Yo creí que las Mujeres se moririan quando se bolvian Dueñas; y que las Dueñas no tenian de morir, y que el Mundo esta condenado a Dueña perdurable, que nunca se acaba; mas aora que te veo acá, me desengaño, y me he holgado de verte, porque por allá luego dezimos: Miren la dueña Quintañona, daca la dueña Quintañona. Dios os lo pague, y el diablo es lleve, dixo, que tanta memoria teneis de mi, y sin averlo yo menester. Dezid, no ay allá Dueñas de mayor numero que yo? Yo soy Quintañoma; no ay deziochenas, y sententonas? Pues por qué no dais tras ellas, y me dexais a mi que ha mas de ochocientos años, que vine a fundar Dueñas al Infierno, y hasta aora no se han atrevido los diablos a recibirlas, diziendo, que andamos ahorrando penas a los condenados, y guardando cabos de tizones, como de velas, y que no avrá cosa cierta en el Infierno?"
(pág. 171-172)

Miguel de Cervantes recordó a esa dueña Quintañona -un calificativo convertido en nombre propio-, y a Lanzarote del Lago en varios pasajes de su obra "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha". Oigamos lo que le cuenta el caballero andante a Vivaldo en el capítulo XIII de la Primera Parte:

"¿No han vuestras mercedes leído -respondió D. Quijote- los anales e historias de Ingalaterra donde se tratan las famosas fazañas del Rei Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el Rei Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña, que este Reí no murió, sino que por arte de encantamento se convirtió en cuervo, y que andando los tiempos ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno? Pues en tiempo deste buen Rei fue instítuida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y pasaron sin faltar un punto, los amores que allí se cuentan de D. Lanzarote del Lago con la Reina Ginebra, siendo medianera dellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España de 


Nunca fuera caballero 
de damas tan bien servido, 
como fuera Lanzarote 
cuando de Bretaña vino: 

con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos".
("Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos"; págs. 193-194)

Anota Martín de Riquer que estos amores se narraron por vez primera en la novela en verso Li chevaliers de la charrete de Chrétien de Troyes, y que la dueña Quintañona fue un personaje introducido en la leyenda por las adaptaciones castellanas.



Estos versos del Duque de Rivas, que se encuentran en su comedia "Tanto vales cuanto tienes", recuerdan un poco a los de Góngora:


PASCUAL
Pues ayer los encontré 
de nuevo y me agazapé 
para escuchar á los dos. 
Volvieron é los amores 
y á reconcomerse el ama, 
á hablar de pasión y llama 
y á equivoquillos y á flores, 
y después el muy taimado, 
mas astuto que el demonio, 
le propuso matrimonio 
con muy grande desenfado.

ANA
¿ Y en qué quedaron por fin ?

PASCUAL
En qué se hizo de rogar 
¿quién tal pudiera pensar? 
el quintañon serafin.

(Acto tercero. Escena primera.)

En "La gran comedia del caballo del rey Don Sancho", escribe José Zorrilla:

LEONOR
¡Ah! ¡Si lo dije!

DIEGO
¿Lo dijiste? ¿A quién? ¿A doña...

LEONOR
Sí; a dona Mencia.

DIEGO
¿Y qué
respondió la quintañona?
No me quiere bien. Sin duda
lo tuvo por paradoja...

LEONOR
¿Quién hace caso de dueñas
extravagantes...

(Acto segundo. Escena primera.)

En "El doncel de don Enrique el Doliente", de Mariano José de Larra, se encuentra esta entretenida y chismosa conversación que mantienen varias personas junto a un palenque:

"Alrededor del palenque, y donde habían dejado lugar para ellos las bocacalles, habían arrimado los habitantes carros y carretas para ver más cómodamente el tremendo combate. Coronaba ya la concurrencia los puntos más altos de la plaza, y empujábanse las gentes unas a otras en los más bajos para alcanzar puesto, cuando llegaron Nuño y su compañero. 
-¿Habéis oído decir por qué es el duelo? -preguntaban unos. 
-Sí -respondían otros-. El nigromante de don Enrique de Villena, que hechizó a su mujer, es acusado por ello. 
-Bien hecho; no, sino que nos hechicen cada y cuando quieran esas gentes que tienen pacto con el diablo. 
-Callad, maldicientes -gritaba una vieja-. ¿Qué sabéis vosotros de lo que decís? No la hechizó, sino que la condesa desapareció, y aseguran que fue muerta por unos bribones pagados, a causa de unos amores, lo cual se supo porque noches antes le habían dado una serenata... 
-¡Ah! ¡ah! ¡ah!, mirad la madre Susana con lo que nos viene -exclamaba otro-. Matóla su marido, sí señor, y hay quien sabe el porqué. ¿Hubiera, si no, una dama tan discreta y hermosa como la señora Elvira, muy amiga por cierto de la condesa y que estaba en sus secretos, cometido la ligereza de...? 
-Eso no, ¡pesia a mí!, maese Pedro - interrumpió un mozalbete mal encarado-; que no ha menester una mujer muchos motivos para cometer una ligereza. 
-¡Calle el denlenguado! -gritaba una doncella bien apuesta y ataviada para el combate como para una función-; ¿qué sabe él lo que son mujeres? Deje crecer sus barbas y hable de tirar piedras. 
-En hora buena -replicó el mozo-; pero lo que yo digo es que el combate no se verificará... 
-¿No, eh? 
-No, señor; porque el campeón de la acusadora no parece. 
-Sí parecerá -repuso un recién llegado-. En alguna redoma. 
-¡Oh y qué bien decís, voto a tal! Hay quien asegura que entre el judío... Maldiga Dios a los judíos. 
-Amén. 
-Amén. 
-Amén. 
-Pues sí; hay quien dice que entre el judío y el de Villena han echado un conjuro al señor doncel, aquel caballero tan cumplido, y le tienen en una redoma más larga que la cigüeña de la torre, donde ha menester cuarenta días para convertirse luego en un cuervo, como el rey Artús. 
-¡Otra tenemos! -gritó soltando la carcajada un petimetre incrédulo de aquel tiempo- ¡Buena está la invención de la redoma! El hecho de verdad es que ese caballero tan cumplido andaba enredado en amores con la dama acusadora; halos sorprendido el marido y... 
-¡Jesús! ¡Jesús! ¡Dios nos perdone, y qué cosas oye uno a los barbilampiños de estos tiempos! -exclamó una dueña quintañona, hincando el codo para pasar, y mirando con ojos zainos a un mancebito que parecía más reservado que el que tenía la palabra-. ¡He aquí por tierra en un instante el honor de una dueña! 
-Vaya, madre, no se enfade -repuso el que había recibido la repasata-, y cuide de su honra, sin andar enderezando la de nadie, que todos habemos menester... 
-¿Qué irá a decir el desvergonzado? - interrumpió toda azorada y encendida la quisquillosa mogigata".
(Cap. XXXVIII; págs. 462-464)

Cuenta doña Emilia Pardo Bazán  en "Cuaresmal", la segunda parte de su relato"La comedia piadosa", la entrada, como novicia, en la Orden de la Buena Muerte, de una viuda ricachona  llamada doña Pilar Monteverde. Con más de cincuenta años, tuvieron que concederla dispensa de edad, y pasó a llamarse sor María del Olvido. Escribe la condesa:

"Y mientras la del Olvido, en famélico transporte, mordía silenciosamente el hierro de la reja, una figura rojiza se alzó sobre la piscina y, andand o por los aires, vino á colocarse frente á la novicia quintañona. En sus cuernecillos de llama, en su rabo enroscado, en su hálito de fuego, doña Pila rreconoció al propio Satanás. El enemigo se reía y murmuraba irónico: 
—¡Olvido, Olvido, á ver si olvidas todo esto! 
Y la del Olvido recordaba, recordaba, y la boca se le llenaba de agua y se le nublaban los ojos...".
("Cuentos sacro-profanos"; pág. 244)

Don Benito Pérez Galdós escribió la voz quintañona en varias de sus obras; por ejemplo, en el Episodio Nacional de la segunda serie titulado "El Grande Oriente":

"Estos ojos negros eran los de una señorita, hija del Sr. Gil de la Cuadra (que así llamaban al taciturno), y única compañera suya, á. más de una criada, en la triste mansión. Todo lo que tenía de antipático el padre entre los habitantes de la casa, lo compensaba en simpatías la hija. A todos agradaba; solía conversar con D. Patricio al entrar y al salir, y muy á menudo pasaba á la habitación de doña Fermina Monsalud, charlando con ella largas horas. Tenía por nombre Soledad, pero como su padre la llamaba Solita, así le decían todos, y más comunmente doña Solita; que entonces las señoritas cargaban todavia con un Doña no menos grande que el de cualquiera quintañona".
(Cap. III; pág. 25)


Concha Espina escribe en su novela "La esfinge maragata":

"Un solo hijo, ya viejo, le quedó al tío Cristóbal en la hora de su viudez, pero este único descendiente, cargado de familia, hubo de buscar el sustento en tráficos humildes fuera de Valdecruces, pues todo lo que hizo el codicioso quintañón por la necesitada prole, fué llevarse a una de las nietas para que le sirviese de criada. Y Facunda Paz, la moza recogida por el abuelo, no lució nunca en el baile un rostro complacido, ni un «rodo», mandil o sayo tan donoso como el de sus vecinas o el de sus mismas hermanas, aunque las prendas de los antiguos ajuares, mantelos y corpiños, rasos y cúbicas de la abuela se apolillaban en el fondo de los cerrados cofres. Había trabajado el tío Cristóbal en Madrid algunos lustros, mercader y agiotista en miserable escala, establecido allá por los andurriales de la Puerta de Toledo. Casó, ya hombre maduro, con moza acomodada de su país, y se trasladó a la aldea sin abandonar los trapicheos mercaderiles; así fué explotando en oscuros negocios la necesidad tirana del pobre vecindario, sin compasión de la propia familia, como en el caso de la tía Dolores, de quien era pariente".
(Cap. XIII: "Sol de justicia"; pág. 125)

Los siguientes versos se encuentran en "La marquesa Rosalinda", la farsa sentimental y grotesca escrita  por Ramón María del Valle-Inclán:

ARLEQUÍN
Desde ayer ando errante bajo la fronda, 
Y á salir me aventuro sólo entre luces, 
Burlando la escudriña que hace la ronda 
Cuando se vuelven pardos los micifuces. 
Falto estoy de esperanza como de brío, 
De dormir en la yerba tengo un lumbago, 
Y con el aire fresco que manda el río, 
De un reumatismo antiguo siento el halago. 
Pero al ver que aquí estaba la quintañona 
Dueña de Rosalinda, que fué tercera, 
Me acerqué por hacerle la cucamona, 
Y retornarla al cargo de medianera. 
Si tú no me proteges, linda azafata...

Max Aub describe así la calle de Valverde y sus aledaños:

"A cualquier hora, la calle de Valverde parece de provincia. No que no sea madrileña -lo es como la primera-, pero entre la bullanguería de la de Fuencarral, la algarabía de la Corredera, el tráfico de la Gran Vía, da la impresión, a los pocos que por ella transitan, de un regreso a tiempos pasados; vuelta atrás, como si, todavía, en vez de la avenida de Pi y Margall, y de la de Eduardo Dato que empieza a continuarla, la Gran Vía fuera aún la calle del Desengaño.
En cien metros se retrocede cien años. Todo callado, serio, gris, blanco, negro, las sombras más acusadas. Las luces municipales no pasan todavía, ahora en 1926, de los faroles de gas, adosados, de trecho en trecho, a las paredes de las casas quintañonas de las que sobresalen las oscuras vigas de los aleros cortos. El silencio es grato".
("La calle de Valverde"; cap. III; pág. 35)

En el primer capítulo de "Campo Cerrado", escribe:

"Una mula remacha el lendel circular de un azud quintañón y martillea el jolgorio con el ritmo de sus pezuñas ciegas".
(Primera parte. 1. "Viver de las Aguas"; pág. 17)

Vamos a terminar esta entrada veraniega con un soneto de Carlos Luis de Cuenca, bisabuelo de Luis Alberto,  que publicó en la revista "Buen Humor", en su número correspondiente al 27 de julio de 1924.:

LA DUEÑA
No gasta antoios ni monjil austero,
a la usanza del siglo diez siete,
que luce un adornado sombrerete
con todo el aire de pich6n casero.

No usa el tono gruñón, agrio y severo
en todo menester que le compete,
sino que a sus señoras se somete
con gesto siempre humilde y zalamero.

Su compañía a la doncella abona
que la hace pasear toda su vida
sin consideración a su persona,

y vive tan cansada y aburrida
quesi no es ya "la Dueña Quintañona"
sigue siendo "la Dueña Dolorida".

QUINTAL

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Quintal es voz que recoge Covarrubias con estas definiciones:

"QVINTAL, la quinta parte de ciento.

QVINTAL, peso de cien libras, centumpondium".

Autoridades dice:

"QUINTAL. s. m. El peso de cien libras, ó quatro arrobas, aunque en algunas partes varía. Lat. Centumpondium.Recop. de Ind. lib. 9. tit. 31. L. I. cap. 27. Estópa suelta, seis quintáles una tonelada. MARM. Descripc. lib. I. cap. 23. Es tanta la fuerza que tiene en aquella trompa, que alza con ella dos quintales de peso.

QUINTAL. Significa tambien la quinta parte de ciento. Trahe esta voz en este sentido Covarr. en su Thesoro. Lat. Quintum ex centum".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades, hasta la edición de 1803, que añade una acepción más:

"QUINTAL. (...) La pesa de cien libras, ó quatro arrobas. Centumpondium, centum librarum pondus".

Una cuarta acepción la recoge la edición de 1869:

"QUINTAL. (...) MÉTRICO. Medida de peso, que tiene cien kilogramos".

En la edición de 1884 nos dicen que esta voz proviene del árabe quintar; en la de 1899 se encuentran las definiciones de  esta voz que se mantienen hasta ahora. A saber :

"QUINTAL. (Del ár. quintar.) m. Peso de cien libras, ó cuatro arrobas, equivalente en Castilla á 46 kilogramos.// Pesa de cien libras ó cuatro arrobas.// métrico. Peso de cien kilogramos".

Quintal es voz que ya recoge Nebrija (1495) con el significado de "cien libras". Rosal (1611) dice:

"QUINTAL, peso de cien libras. El Arabigo dice quintar".

El Esteban Terreros va más allá y cita el manuscrito de un militar anónimo, que demuestra la complejidad de esta voz, aparentemente sencilla:

"QUINTAL, peso de cien libras. Fr . Quintal. Lat. Centumpondium, ó centumpondo. It. Quíntale. Cada quintal tiene 4 arrobas, cada arroba 25 libras, y cada libra 16 onzas. El quintal de Lisboa es de 128 libras, que los Portugueses llaman arrateis. El quintal de Alicante tiene 4 arrobas de 24 libras cada arroba, y la libra de 18 onzas y media de Castilla, EL quintal de Denia, Vinaroz y su contorno, es de tres maneras: el de vizcocho, pan, harina, higo y pasa, tiene 128 libras de á 12 onzas de la tierra cada libra, que hacen 12 y media de Castilla; con que viene á ser este quintal de 100 libras de Avila; el quintal de arroz y aceite, es de 93 libras de Avila: el quintal de estopa y brea tiene 148 libras de allí, que equivalen á 115 libras y 10 onzas de Avila. El quintal de Barcelona, Palamós, Sanfeliu y Tarragona, en todo jénero es de 91 libras de Avila. El quintal de Colibre, Rosas y Perpiñan, es de 100 libras de á 12 onzas de la tierra, que hacen 14 onzas y 1/6  parte de onza de Castilla, de modo que este quintal tiene 89 libras y 13 onzas de Avila. El quintal de Marsella, Provenza, y sus comarcas es de 100 libras y 11 onzas de la tierra , que son 13 y 1/2 de Castilla , con que salen 84 libras y 6 onzas de Avila, y con este quintal pesan todos los jéneros. El quintal de Nisa y de Villafranca, es de 6 arrobas de 25 libras de á 12 onzas, que hacen 11 de Castilla; de manera que sale el quintal de 103 libras y dos onzas de Avila. El quintal de Jénova tiene 6 arrobas de 25 libras de á 12 onzas; de modo que viene á tener este quintal 103 libras y 2 onzas de Avila en todo jénero de peso. El quintal de Pisa es de 8 1/3 libras maior que el de Jénova en cada ciento. Lo mismo es el quintal de Puerto Ferrara, Liorna, Puerto-longon, y Puerto Hércules. El quintal de Civita Vechia, es de 250 libras de á 12 onzas de la tierra, que vienen á hacer 191 libras de Castilla. El quintal de Nápoles y Gaeta, tiene 193 libras y 12 onzas de Avila. El quintal de vizcocho de Mecina en Sicilia , tiene 175 libras de Avila, y el de queso, carne, tocino, sebo y demás craso, es de 193 libras de Castilla. El quintal de Palermo con que se pesa todo jénero, es de 17 5 libras de Castilla, etc. El quintal de Aragón es de 144 libras de á 12 onzas, que hacen 108 libras de Castilla; y en un quintal entran 96 raciones. Todo esto consta del curiosísimo ms. de un Militar anónimo. 

QUINTAL, lo toman también por la cuarta parte de ciento 25, pero parece no tener uso".

Los diccionarios consultados de la web de la RAE no aportan nada nuevo a lo ya dicho por Academia. El Pagés ilustra la 1ª acepción de esta voz con dos ejemplos literarios. El primero se encuentra en el "Libro de la Conversión de la Magdalena...", de Malón de Chaide. Allí leemos:

"Y claro está que un hombre como Sansón, mas facilmente embaynara vna espada que pesara vn quintal, que vna culebra que no pesa vna libra. Porque para lo primero, bastaua que su fuerça pudiesse leuantar el peso de vn quintal, mas para lo segundo no bastaua esso, sino que era menester mucha maña y arte para desenroscar la culebra. Assi es en la creacion, y conuersion: parece que no le falta para ser el mayor de los milagros, sino ser cada dia".
(Pág. 60v)

El siguiente ejemplo literario son dos versos del Canto XXVII  de la segunda parte de  "La Araucana", de Alonso de Ercilla. La octava completa dice así:

Mira alla á Chuquiabo, que metido
esta á vn lado la tierra al Sur marcada,
y adelante el riquissimo, y crecido
cerro de Potosi, que de cendrada
Plata de ley, y de valor subido
tiene la tierra embuelta y amassada,
pues de vn quintal de tierra de la mina
las dos arrobas son de Plata fina.

En el "Manual alfabético razonado de las monedas, pesos y medidas de todos los tiempos y países, con las equivalencias españolas y francesas" (Imprenta Real. Madrid, 1828), escrito por el Conde de Moretti, se encuentran las correspondientes al quintal:



Otra curiosa relación es la que se encuentra en el "Manual de cuentas hechas y reducción de monedas, pesos y medidas de Inglaterra, Francia y Portugal a monedas, pesos y medidas de Cataluña y Castilla"(Imprenta de José Torner. Barcelona, 1846), obra escrita por D. J. LL. y de P. :


En el "Informe de la Imperial Ciudad de Toledo al Real y Supremo Consejo de Castilla, sobre Igualacion de Pesos, y Medidas en todos los Reynos, y Señorós de S. Mag. segun las Leyes" (En la Oficina de Joachin Ibarra. Madrid, 1758) se encuentra una serie cronológica de las Leyes y Providencias Reales desde el rey Alfonso X el Sabio. Comienza así:

"La Ley mas antigua del Derecho Español moderno que hallamos sobre Pesos, y Medidas, es la que en un privilegio destinado especialmente á Toledo, que origìnal se conserva en nuestro Archivo, promulgó, el Señor Don Alonso X. llamado el Sabio, que honró á esta Ciudad con su nacimiento y que en muchos privilegios se preció de ser nuestro natural. De ella, por ser tan singular, ha parecido á Toledo enviar traslado autorizado á V. A. Fue despachado el privilegio en Sevilla á 7 de marzo de la Era 1299, y año noveno de su reynado, que fue de Christo 1261, y por él, cifrando la alta capacidad de aquel Legislador en breves palabras todas sus razones, mandó, que pues su Señorío era uno, fuesen también unas las Medidas,y Pesos de sus Reynos; y para esto la medida mayor del Pan fuese el Cafiz , ó Cahiz Toledano en que hay doce Fanegas; y la Fanega en que hay doce Celemíes, ó Celemines; y el Celemíen que hay doce Cuchares: la medida mayor del Vino fuese el Moyo de Valladolid en que hay diez y seis Cantaras, y de la Cantara se hiciese Media, y Quarta, y demás medidas menores convenientes; y que las rentas, enfurciones, y derechos del Rey , y particulares se arreglasen por estas medidas. El peso mayor de la Carne fuese el Arrelde de Burgos, en que hay diez Libras, y del Arrelde se hiciese Media, Quarta, Ochava, y demás pesos menores, imponiendo graves penas á los falsarios. Y para el arreglo de los pesos, asi mayores de las cosas ordinarias, como menores de los metales preciosos de oro, plata, y monedas, envió con este privilegio el Marco que de su nombre, al parecer apellidó  Marco Alfonsí, en que hay ocho Onzas, y en la Onza hay Media, Quarta, y Ochava: mandando que en la Libra hubiese dos de estos Marcos, ó diez y seis Onzas; en la Arroba veinte y cinco Libras; y en el Quintal quatro Arrobas, ó cíen Libras. Finalmente para medir los Paños, y Telas de Lana, Lino, y qualesquier otros, remitió á Toledo la Vara que se debía guardar só graves penas. Toledo pretende que á pesar de las variaciones introducidas en otras Provincias, y Poblaciones ha mantenido por quinientos años hasta hoy los mismos Pesos, y Medidas (á excepción de la Vara) que recibió de este Sabio Rey, sin variación substancial".
(Págs. VII-IX)

Gonzalo de Berceo ya puso esta voz en la obra titulada "De los signos que aparecerán antes del juicio final"

37. Levarlos an al fuego, al fuego infernal, 
Do nunca verán lumbre, sínon cuyta et mal, 
Darlis an sendas saias de un áspero sayal, 
Que cada una dellas pesará un quintal.

Los siguientes versos se encuentran en los "Proverbios morales del Rabbi Don Sem Tob":

ACABA EL PRÓLOGO Y COMIENÇA EL TRATADO

Pues trabajo me mengua
Donde pueda auer
Pro, diré de mi lengua
Algo de mi saber.

Sy non es lo que yo quiero
Quiera yo lo que es:
Sy pesar he primero
Plaser abré despues.

Ca pues aquella rueda
Del çielo vna ora
Jamas non está queda,
Peora y mejora;

Aun aqueste laso
Renouara esprito,
Este pandero manso
Avn con el su grito.

Sonará y verná dia
Que aura su libra tal
Presçio, commo solía
Valer el su qintal.

En el "Cancionero de Baena" se encuentran estos decires de Alfonso Alvares de Villasandino al condestable DonÁlvaro de Luna:

Alvaro, señor leal,
corona de los leales,
vet esta cara que es tal,
pues vistes otras tales;
doled vos de mis males,
que non lo digo por mal,
mas por qu´el leon rreal
faga sus obras rreales.

E sy alguna vocal
aqui mengua en las vocales,
rronped este original,
commo otros originales
rrompieron los officiales;
que offiçio es de ofiçial
aver saña açidental
por yerros accidentales.

Mas pues yo so natural
del rrey, con sus naturales
bien me puede en espeçial
dar mercedes especiales;
pues viene los temporales
que muestra el temporal,
para ser mayor que egual
entre algunos mis yguales.

Que mas vale un quintal
de oro, que dos quintales
de plomo; magüer metal
se llama con los metales.
Bien saben los logicales
que yo nos soy logical;
mas deseo aver cabdal,
segunt otros has caudales.

Señor, vea el mariscal
todo esto, ó mariscales,
almirante, mayoral,
condes, otros mayorales;
presumo quantos é quales,
por me fazer tal ó qual,
ante el grant pontifical
mostrarán pontificales.

FINIDA

Todos somos mundanales;
pues qualquier que es mundanal,
de los peccados mortales
se guarde, pues es mortal.



La obra "Qvilatador de oro, plata y piedras", (Antonio Francisco de Zafra. Madrid, 1678) compuesta por Ivan de Arfe y Villafañe, natural de León, escultor de oro y plata en las Casas Reales de la Moneda de Segovia, nos ilustra bastante bien sobre el origen y división del marco castellano:

"El Marco es vna quantidad de peso, derivado del Centipondio, que fue una pesa que los Antiguos vsaron, la qual hasta oy dura, y es la que en Castilla se llama quintal (que tiene cien libras) de cuyo peso fueron partiendo las demás pesas menores, haziendo de un quintal dos partes; y de la vna hizieron pesa de cinquenta libras, que es medio quintal, y de la mitad de esta, hizieron otra pesa de veinte y cinco libras (que llaman arroba) de manera que todo el quintal tiene quatro arrobas.
Después se dividió la vna arroba en partes, y hizieron pesa de 16 libras.
De la mitad de 16, hizieron pesa de 8 libras.
De la mitad de 8, hizieron pesa de 4 libras.
De la mitad de 4, hizieron pesa de 2 libras.
Y de la mitad de 2, hizieron pesa de 1 libra.
Esta libra partieron en 16 partes, que llamaron onças; y de la mitad que son 8 onças, hizieron vna pesa, que llamaron Besse; de cuya quantidad ordenaron los modernos el marco. De manera que vn Centipondio antiguo tiene 4 arrobas, ó 100 libras, ó 200 marcos, ó 1600 onças.
Este marco se dividió despues diferentemente en cada Reyno, dando algo mas quantidad en vnas partes que en otras á cada marco; y por esto es de mas peso el de Venecia, y el de Flandes, que el de España, como parecera por los exemplos presentes.
En Castilla y Leon tiene cada marco 8 onças.
Cada onça 8 ochavas.
Cada ochava 6 tomines.
Y cada tomin 12 granos.
De manera, que el marco Castellano, tiene 8 onças, ó 64 0chavas, ó 384 timines, ó 4608 granos; y cada grano de estos, hallaron que salia á peso de grano de trigo; de donde suelen algunos granos del marco, pesar con granos de trigo, pero es peso falso, porque no son todos los granos de trigo de vn mismo peso, como los del marco, y ansi es cuenta varia".
("Libro Primero, en qve se trata del ensaye, y haleacion de la plata", Cap. I: "Del marco, y sv division"; págs. 1-2.)

Francisco de Quevedo tenía tan mal concepto de los médicos como de los letrados. Un buen ejemplo sobre lo que pensaba de los últimos, se encuentra en el último sueño, el quinto, que tituló "El sueño de la muerte y el Marqués de Villena en la  Redoma", también conocido como  "Visita de los chistes":

"Los letrados todos tienen un cementerio por librería, y por ostentación andan diciendo: «Tengo tantos cuerpos», y es cosa brava que las librerías de los letrados todas son cuerpos sin alma, quizá por imitar a sus amos. No hay cosa en que no os dejen tener razón; solo lo que no dejan tener a las partes es el dinero, que le quieren ellos para sí. Y los pleitos no son sobre si lo que deben a uno se lo han de pagar a él, que eso no tiene necesidad de preguntas y respuestas; los pleitos son sobre que el dinero sea de letrados y del procurador sin justicia, y la justicia, sin dineros, de las partes. 
¿Queréis ver qué tan malos son los letrados? Que si no hubiera letrados no hubiera porfías, y si no hubiera porfías no hubiera pleitos, y si no hubiera pleitos no hubiera procuradores, y si no hubiera procuradores no hubiera enredos, y si no hubiera enredos no hubiera delitos, y si no hubiera delitos no hubiera alguaciles, y si no hubiera alguaciles no hubiera cárcel, y si no hubiera cárcel no hubiera jueces, y si no hubiera jueces no hubiera pasión, y si no hubiera pasión no hubiera cohecho: mirad la retahíla de infernales sabandijas que se produce de un licenciadito, lo que disimula una barbaza y lo que autoriza una gorra. 
Llegaréis a pedir un parecer y os dirán: "Negocio es de estudio; diga V. M. ya estoy al cabo, habla la ley en propios términos".Toman un quintal de libros, danle dos bofetadas hacia arriba y hacia abajo, y leen de prisa; remiéndanle una anexión; luego dan un gran golpe con el libro patas arriba sobre una mesa, muy esparrancado de capítulos. Dicen: «En el proprio caso habla el jurisconsulto. V. merced me deje los papeles, que me quiero poner bien en el hecho del negocio, y téngalo por más que bueno, y vuélvase por acá mañana en la noche, porque estoy escribiendo sobre la ternura de Trasbarrás; mas por servir a v. merced lo dejaré todo». Y cuando al despediros le queréis pagar (que es para ellos la verdadera luz y entendimiento del negocio que han de resolver) dice, haciendo grandes cortesías y acompañamientos: Jesús, Señor, y entre «Jesús» y «señor» alarga la mano, y para gastos de pareceres se emboca un doblón".
(Págs. 107-108)

Las siguientes octavas reales pertenecen al libro décimo tercero del gran poema épico "El Bernardo o Victoria de Roncesvalles", de Don Bernardo de Balbuena (1562-1627), el poeta y eclesiástico español que llegó a ser obispo de Puerto Rico:

Era un marino risco en estatura,
cuerpo abultado, músculos fornidos,
anchas espaldas, gruesa la cintura,
larga y corva nariz, ojos torcidos,
verdinegro en color, basto en hechura,
barba y cabellos crespos y tupidos,
y de tan firmes fuerzas, que pudiera
mudar un monte, si mudable fuera.

Una ancha cimitarra que jugaba
de blancos filos un quintal tenía,
conque del primer golpe destrozaba
entero un hombre y dos y tres partía;
y a este respecto lo demás llevaba
del reforzado arnés que se vestía,
asaltando arrogante un campo entero,
ora armado de seda, ora de acero.

Del dramaturgo toledano  Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648) es la comedia titulada "Del rey abajo, ninguno". En la escena segunda del acto primero, lee Don Mendo:

Así dice:
"Lo que ofrecen los vasallos
para la empresa a que aspira
Vuestra alteza, de Algecira,
en gente, plata y caballos;
Don Gil de Albornoz dará
diez mil hombres sustentados;
el de Orgaz dos mil soldados;
el de Astorga llevará
cuatro mil; y las ciudades
pagarán diez y seis mil;
con su gente hasta el Genil
irán las tres hermandades
de Castilla; el de Aguilar,
con mil caballos ligeros,
mil ducados en dineros;
García del Castañar
dará para la jornada
cien quintales de cecina,
dos mil fanegas de harina,
y cuatro mil de cebada,
catorce cubas de vino,
tres hatos de sus ganados,
cien infantes alistados,
cien quintales de tocino;
y doy esta poquedad,
porque el año ha sido corto;
mas ofrézcole, si importo,
también a su majestad,
un rústico corazón
de un hombre de buena ley,
que aunque no conoce al rey,
conoce su obligación.

Fray Benito Jerónimo Feijoo tituló "Senectud del mundo" el Discurso XII del tomo primero de su "Teatro Crítico Universal". Allí leemos:

"Por lo que mira á las fuerzas corporales, si dejamos á los poetas lo que es suyo, conviene á saber, las fábulas, como son los prodigios que nos cuentan de Hércules, no hallaremos algún exceso en los antiguos sobre los modernos. No hubo fuerzas más ponderadas en la antigüedad que las del famoso atleta Milon Crotoniaco. De este lo más que se cuenta es, que en los juegos olímpicos llevó sobre sus hombros un toro á distancia de un estadio, á quien mató luego de una puñada, y en fin le comió todo en un día. Si esto último es verdad, lo que yo no quiero creer, respecto de su voracidad era bien poca su valentía; porque ¿quién hay tan débil, que no pueda llevar sobre los hombros veinte veces más peso que dentro del estómago? Como quiera que sea, juzgo que aquel célebre Sotillo, á quien el siglo pasado vio todo Madrid arrojar á distancia de doce pasos una piedra que pesaba cuatro quintales, podria cargar sobre sus espaldas triplicado peso por lo menos, y no pesa tanto un buey de los comunes; ni hallo más dificultad en que, sabiendo dirigir el golpe, derribase un toro de una puñada".
(Pág. 285)

Baltasar Gracián no tenía muy buena opinión ni de Francia ni de los franceses. He aquí lo que escribe en su obra "El Criticón". Cito de la edición de D. Julio Cejador y Frauca, impresa en Madrid, por la editorial Renacimiento, entre los años 1913-1914:

"¿Saldréis, decía, con cariño de la Francia?
No por cierto, le respondieron, cuando sus mismos naturales la dejan y los estranjeros no la buscan.¡Gran provincia!, dijo el de los cien corazones.
Sí,  respondió Critilo, si se contentase con si misma. 
iQué poblada de gentes! 
Pero no de hombres. ¡
Qué fértil! 
Mas no de cosas sustanciales. 
iQué llana y qué agradable! 
Pero combatida de los vientos, de donde se les origina á sus naturales la ligereza. 
¡Qué industriosa! 
Pero mecánica. 
¡Qué laboriosa! 
Pero vulgar. 
La provincia más popular, que se conoce. ¡Qué belicosos y gallardos sus naturales! 
Pero inquietos: los duendes de la Europa en mar y tierra. Son un rayo en los primeros acometimientos y un desmayo en los segundos. 
Son dóciles. 
Sí,pero fáciles.
Oficiosos. 
Pero despreciables y esclavos de las otras naciones. Emprenden mucho y ejecutan poco y conservan nada. Todo lo emprenden y todo lo pierden. 
¡Qué ingeniosos! ¡qué vivos! ¡y qué prontos! 
Pero sin fondo. 
No se conocen tontos entre ellos. 
Ni doctos, que nunca pasan de una medianía. 
Es gente de gran cortesía. 
Mas de poca fe, que hasta sus mismos Enricos no viven esentos de sus alevosos cuchillos. 
Son laboriosos. 
A si es, al paso que codiciosos. 
No me podéis negar que han tenido grandes reyes. 
Pero los más de poquísimo provecho. 
Tienen bizarras entradas para hacerse señores del mundo. 
¡Pero, qué desairadas salidas! Que, si entran á laudes, salen á vísperas. 
Acuden con sus armas á amparar cuantos se socorren de ellas. 
Es que son los rufianes de las provincias adúlteras. 
¿Son aprovechados? 
Si y tanto, que estiman más una onza de plata, que un quintal de honra. El primer día son esclavos; pero el segundo amos, el tercero tiranos insufribles. Pasan de estremo á estremo sin medio: de humanos á insolentísimos. Tienen grandes virtudes y tan grandes vicios, que no se puede fácilmente averiguar cuál sea el rey, y al fin, ellos son antípodas de los españoles".  
(Vol. II. Crisi VIII: "Armería del valor"; págs. 17-18)

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De la  letrilla satírica de D. Manuel Bretón de los Herreros, que lleva por título "Dios sobre todo", son los siguientes versos,  tan actuales:


Aquel administrador 
su plata mide á quintales. 
¡Qué opulencia! ¡Qué esplendor 
¿Le cayó la lotería; 
ó bien en las arcas reales 
metió la mano hasta el codo? 
Dios sobre todo.

Leopoldo Alas Clarín puso el plural de esta voz en su novela "La Regenta":

"  «¡Es Álvaro!», pensó don Víctor, y se echó el arma a la cara. 
Mesía estaba quieto, mirando hacia la calleja, inclinado el rostro, atento sólo a buscar las piedras y resquicios que le servían de estribos en aquel descendimiento. 
«¡Es Álvaro!», pensó otra vez don Víctor, que tenía la cabeza de su amigo al extremo del cañón de la escopeta. 
Él estaba entre árboles; aunque el otro mirase hacia el parque, no le vería. Podía esperar, podía reflexionar, tiempo había, era tiro seguro; cuando el otro se moviera para descolgarse..., entonces. Pero tardaba años, tardaba siglos. Así no se podía vivir, con aquel cañón que pesaba quintales, mundos de plomo, y aquel frío que comía el cuerpo y el alma, no se podía vivir... 
Mejor suerte hubiera sido estar al otro extremo del cañón, allí sobre la tapia... Sí, sí; él hubiera cambiado de sitio. Y eso que el otro iba a morir. 
¡Era Alvaro, y no iba a durar un minuto! ¿Caería en el parque o a la calleja?".
(Vol. II. Cap. XXIX; págs. 514-515)

Doña Emilia Pardo-Bazán escribe en su novela "La quimera"(Establecimiento Tipográfico de Idamor Moreno. Madrid, 1900) lo siguiente:

"—No le toquen Vds. ese punto á Cáñamo.... ¡La pena de muerte! Pues si esa es su parte sensible.... ¿No lo sabían? Ha escrito sobre el asunto en todos los diarios de la región, de la corte y de América, y se calcula que el total de los artículos que lleva publicados podrá pesar así como unos treinta quintales.... Las empresas Funerarias se han asociado para regalarle una corona de abalorio negro.... Ha ilustrado la materia con profundísimas investigaciones; se ha metido en el bolsillo á Becaria, á Filangieri y á Silvela: Sólo nos ha dejado una duda, una incertidumbre horrorosa.... ¡No ha podido decirnos categóricamente cómo sé conjuga la primera persona del presente de indicativo del verbo abolir! No acaba de resolver si ha de decirse yo abueloó yo abolo! Ya desesperado, optó por la solución mixta y escribió esta copla.... ¡ Verán qué copla

« Mi abuela quiere que abuela 
Yo la pena capital: 
¡Yo no soy bolo, y no abolo 
La garantía social !» 

(Cap.IX;  págs. 170-171)

D. Benito Pérez Galdós puso esta voz en varias de sus obras. Hemos elegido el Episodio Nacional de la primera serie titulado "Zaragoza":

"La maldita pesadilla no se quiere ir, y me atormenta esta noche, como anoche, y como anteanoche, reproduciéndome lo que no quiero ver. Más vale no dormir, y prefiero el insomnio. Sacudo el letargo, y aborrezco despierto la vigilia como antes aborrecía el sueño. Siempre el mismo zumbido de los cañones. Esas insolentes bocas de bronce no han cesado de hablar aún. Han pasado diez días y Zaragoza no se ha rendido, porque todavía algunos locos se obstinan en guardar para España aquel montón de polvo y ceniza. Siguen reventando los edificios, y Francia después de sentar su pie, gasta ejércitos y quintales de pólvora para conquistar terreno en que poner el otro. España no se retira mientras tenga una baldosa en que apoyar Ja inmensa máquina de su bravura".
(Cap. XXX; págs. 271-272)

José María de Pereda escribe en su novela "El sabor de la tierruca":

"-No lo haces del todo mal para los años que tienes -replicó don Baldomero-. La dificultad está en la cosa misma, que por sí es indefendible. Y si no, dime, ¿qué demonios de tajada saca el mundo con que un sabio le diga, después de estarse despistojando veinte años, encorvado detrás de un telescopio: «Yo veo en el cielo una estrellita más que ustedes?...». Pues a mí me sobran más de la mitad de las que hay en él a la vista... Y a ti también, Pablo. Que va a aparecer un cometa el mes que viene... Pues ya le veremos cuando aparezca; y si no hemos de verle, ¿de qué sirve el anuncio? Que el sol pesa tantos millones de quintales ... Pues dele usted memorias. Que si Aristóteles dijo o Platón sostuvo, o que si el pensamiento antes o si la palabra después, o viceversa; y allá van pareceres, y disputas... Y linternazos... ¿No es esto sandio, y ridículo y estúpido? Pues vengamos a lo práctico, a lo que se llama ciencias de primera necesidad: la física, la química, la mecánica... ¡Afán, como te dije al principio, de meternos en todo lo que no nos importa! Que se acostumbre el hombre a vivir con lo que tiene a sus alcances, y verás como no se le da una higa por toda esa batahola de conquistas científicas con que tanto se pavonea el presente siglo".
(Cap. II: "A modo de sinfonía"; pág. 21)

Azorín dio el título de "Moneda" al capítulo XXIV de su obra "Pueblo". Allí leemos:

"En el cielo pagará Dios al noble caballero su caridad. En el cielo donde se lleva registro de todas las caridades que se hacen en la tierra. Una ancha sala de la oficina en que se registran las generosidades terrestres. Por cada moneda, por cada cinco céntimos, un gramo de nobleza. Necesidad de no realizar, al par que se hace una caridad; de no realizar un acto de concupiscencia o de crueldad; si se hace la caridad y se cometen estos actos, la caridad no vale; el gramo de nobleza no es entonces anotado en la oficina célica. Y se necesita un quintal de caridades para lograr la plena nobleza. Gramo por gramo hasta llegar al quintal; céntimo por céntimo hasta tener la equivalencia de otros tantos gramos de nobleza. Y entre tanto no ser crueles, no ser concupiscentes, no ser pérfidos, no ser despóticos".
(Pág. 100)

Ramón María del Valle-Inclán tituló "Los cuernos de Don Friolera" uno de los esperpentos que forman parte de "Martes de Carnaval".Así describe la entrada de la escena segunda:

"Costanilla de Santiago el Verde, subiendo del puerto.— Casas encaladas, patios floridos, morunos canceles. Juanito Pacheco, Pachequín el barbero, cuarentón cojo y narigudo, con capa torera y kepis azul, rasguea la guitarra sentado bajo el jaulote de la cotorra, chillón y cromático. Doña Loreta, la señora tenienta, en la reja de una casa fronteriza, se prende un clavel en el rodete. Pachequín canta con los ojos en blanco".
(Pág. 94)

Del diálogo que mantienen los dos, nos interesa la parte final:

"PACHEQUÍN.- Quierame usted, que para ese toro tengo yo la muleta de Juan Belmonte.
DOÑA LORETA.- No puedo quererle, Pachequín.
PACHEQUÍN.- ¿Y tampoco puede usted darme el clavel que luce en el moño?
DOÑA LORETA.- ¿Me va mal?
PACHEQUÍN.- Le irá a usted mejor este reventón de mi solapa. ¿Cambiamos?
DOÑA LORETA.- Como una fineza, Pachequín. Sin otra significación.
PACHEQUÍN.- Un día la rapto, Doña Loreta.
DOÑA LORETA.- Peso mucho, Pachequín.
PACHEQUÍN.- ¡Levanto yo más quintales que San Cristóbal!
DOÑA LORETA.- Con el pico".
(Pág. 99)


Arturo Barea puso esta voz en "La forja", el primer tomo de su trilogía "La forja de un rebelde":

"Un día me contó: 
-Tú no sabes por qué soy cura. Los padres -los vascos dicen siempre «los padres», no «mis padres»- eran pobres. Cuatro hermanas tenía cuando nací. Parece que comía mucho, más que el padre. Salí listillo en la escuela y el cura del pueblo, que se fijó en mí, le dijo un día a mi madre: «¡Buen canónigo hará Joaquín!». Era yo un chico cuadrado que a los ocho años hacía astillas con el hacha del padre que se pesaría sus tres kilos. Sacos de castañas llevaba ya al hombro que pesarían un medio quintal. El cura meneaba la cabeza cada vez que el padre me llevaba al campo. «¿Joaquín -porque el padre también se llamaba Joaquín-, quieres que le hagamos curilla?» Y así fue. A los once años me mandaron a Deusto. Salí de allí a los veintitrés para cantar misa en el pueblo. La madre lloraba y el padre me abrazó cuando me quité la casulla. «Ya eres un hombre, como yo te quería», me dijo. Los padres de Deusto querían que me quedara con ellos para la enseñanza, pero me daban asco sus sotanas raídas y sus zapatones viejos. No podía ser jesuita. Me vine con los escolapios. Aquí se puede vivir; es uno libre y hay chicos a quienes enseñar".
(Segunda parte. Cap. VI: "Futuro"; págs. 251-252)

Miguel Delibes escribe en su novela "El hereje":

"Don Nestor le sirvió una copa de vino de Rueda y le agradeció la atención de acarrear las pieles personalmente: hemos ganado un día, dijo don Bernardo con cierta jactancia. Después el señor Maluenda le confió que el presente estaba siendo un año excepcional, que las acémilas hacían la ruta a Bilbao en reatas de doce a quince y que más de setenta mil quintales estarían ya estacionados en los muelles vascos. Que este año movería más de ochenta mil acémilas, cosa que no se había conseguido en Castilla desde 1509. Se le llenaba la boca con las grandes cifras y remató su disertación económica con una fatuidad:
-Hoy día, Salcedo, estoy en condiciones de hacer un préstamo a la Corona".
(Libro primero: "Los primeros años". Cap. II; págs. 86-87)

Camilo José Cela utiliza esta voz en una frase hecha:

"En el café, doña Rosa estaba que echaba las muelas. La que le había armado a López por lo de las botellas de licor había sido épica; broncas como aquella no entraban muchas en quintal".
("La colmena". Cap. 3; pág. 147)

Terminamos esta entrada con una coplilla que Camilo José Cela recogió en su  "Enciclopedia del erotismo", con otras del mismo estilo:

Los cojones del cura
del Carrascal,
que cada uno le pesa 
más de un quintal.

QUILOMBO

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Fotografía: Antonio Berni.

Quilombo es voz que no se encuentra ni en Covarrubias ni en Autoridades. El DRAE la recoge, por primera vez, en su edición de 1927, con estas acepciones:

"QUILOMBO.m. Venez. Choza, cabaña campestre.// Chile y R. de la Plata. Lupanar".

Se mantienen estas definiciones hasta la edición de 1970, en la que amplían  la 2ª acepción  diciendo que significa "Mancebía, casa de mujeres públicas". En la de 1985, añaden dos acepciones más. A saber:

"QUILOMBO.- m. Bol. y Venez. Choza, cabaña campestre.// Chile, Perú y R. de la Plata. Lupanar.// En Brasil, asilo o retiro de negros cimarrones en lo más recóndito del monte.// Pl. Col., Ecuad. y Venez. Andurriales".

En la de 1992, desaparecen estas dos ultimas acepciones y añaden la siguiente:

"QUILOMBO.- (...) 3. fig. y vulg. Argent. Lío, barullo, gresca, desorden".

En la Edición del Tricentenario,última consultada, esta voz queda definida así:

"QUILOMBO. (De or. africano.) 1. m. Arg., Bol., Chile, Par. y Ur. Prostíbulo.// 2. m. vulg. Arg., Bol., Hond,, Par. y Ur. Lío, barullo, gresca, desorden.// 3. m Ven. Lugar apartado y de difícil acceso, andurrial".

El "Diccionario de Americanismos" de la Asociación de Academias de la Lengua Española, incluye una nueva acepción a las ya dichas:

"QUILOMBO.- (...) II. 1. m. Ar., Ur. Situación problemática y de difícil solución".

De los diccionarios de la web de la RAE aparece, por primera vez, en el  "Nuevo diccionario de la lengua castellana, que comprende la última edición íntegra, muy rectificada y mejorada del publicado por la Academia Española, y unas veinte y seis mil voces, acepciones, frases y locuciones, entre ellas muchas americanas..." (1846), de D. Vicente Salvá. La remite al vocablo "burdel". Lo mismo hacen el Gaspar Roig (1855) y el Domínguez (1869) El resto de diccionarios de la web de la RAE recogen lo dicho en una u otra edición por Academia.

D. Daniel Granada incluyó esta voz en su  "Vocabulario rioplatense razonado" (1890):

"QUILOMBO , m. Lupanar. En el Brasil llaman quilombo, á la habitación clandestina, en un monte ó desierto, que servía d e refugio á los esclavos fugitivos. Le llaman también mocambo, y es voz de la lengua bunda, en la que significa campamento (Bcaurepairc-Rohán). En Venezuela equivale á andurrial (Rivodó).

Ciro Bayo también se hace eco de su origen brasileño en su "Vocabulario Criollo-Español Sud - Americano" (Librería de los Sucesores de Hernando. Madrid, 1910), con estos significados:

"QUILOMBO.- Voz brasileña. Sinónimo de burdel ó lupanar y que se ha generalizado con esta acepción en media América del Sur. En el Brasil llamaban antes quilombo al asilo de los negros cimarrones en lo más recóndito del matto (monte). El «quilombo de Palmares», allá por el siglo xvn, y el de Carlota de Matto Grosso en 1770, son famosos en los anales de la esclavitud por la bravura de los negros y la crueldad de los blancos. || Mujer quilombera: ramera".

Quilombero-ra y quilombo son voces que se encuentran en el "Diccionario de argentinismos, neologismos y barbarismos"(Imprenta de Coni Hermanos. Buenos Aires, 1911), de Lisandro Segovia:

"QUILOMBERO-RA. Dícese de la persona que habita ó frecuenta los quilombos.

QUILOMBO. m. En Argentina, burdel, mancebía. En Venezuela, andurrial (Rivodó) ó choza en el campo. En Brasil, la habitación clandestina, en un monte ó desierto, que servía de refugio á los esclavos fugitivos".

También existe el verbo quilombear. Lo encontramos en el "Diccionario Argentino" (Imprenta Elzeviriana de Borrás y Mestres. Barcelona, 1910), de Tobías Garzón:

"QUILOMBEAR. v. n. fam. Frecuentar los quilombos ó asistir á ellos.

QUILOMBERO-RA. adj. Que frecuenta los quilombos ó concurre á ellos. Ú. t. c. s. // s. m. y f. Arg. Que tiene á su cargo un quilombo.// s. f. Arg. Puta, ramera, que vive en un quilombo.

QUILOMBO. s. m. Arg. Mancebía, burdel, lupanar.// fig. y fam. Arg. Casa ó lugar donde se falta al decoro con ruido y confusión; burdel, voz que también corre entre nosotros".

D. Ricardo Monner Sans dice en sus "Notas al castellano en la Argentina" (2ª ed. Agencia General de Librería y Publicaciones. Buenos Aires, 1924):

"QUILOMBO— Por mancebía o burdel, se emplea en varias Repúblicas sudamericanas. 
La voz procede del Brasil, en cuyo país significa «reunión de algunas cabañas construidas con follaje por los negros fugitivos», cabañas que se alzan en parajes ocultos o poco frecuentados, para esquivar la persecución. De ahí, sin duda, el llamar quilombos a los lupanares, mancebías, burdeles, porque antaño —ahora ya nos vamos despreocupando—se alzaban en callejas retiradas. Por un resto de pudor, sin embargo —del que también nos curaremos, el diablo mediante —, las casas de lenocinio son maisons meublées. 
En Venezuela, según Rivodó, quilombo significa andurrial, y como éste, se usa casi siempre en plural".
(Pág. 292)


MUNDO GRÁFICO.- 10 de febrero de 1932.

Uno de los primeros quilombos brasileños se llamó Palmares. Su historia la contó D. Gonzalo Reparaz (1860-1939) en una conferencia que dio en el Ateneo de Madrid el 21 de mayo de 1892. La tituló "El Brasil. Descubrimiento, colonización e influencia en la península" (Establecimiento Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1892).
La narración es un poco larga, pero creo que vale la pena leerla:

"La raza oprimida tuvo sus héroes y su epopeya. 
Palmares fué su Numancia, no inferior ciertamente á la nuestra, pero que, por ser negra, en todo tuvo desgracia, quedando en la obscuridad su heroísmo. 
Cuando los negros formen grandes nacionalidades civilizadas, el último Zombe de Palmares será el héroe más grande y más glorioso de los suyos; un digno compañero de Santos Louverture. 
Estuvo Palmares en la capitanía de Pernambuco, junto á las faldas de la sierra do Barriga, no lejos de la actual villa de Anadia, ya á bastante distancia de la costa. 
En 1650, 40 negros decididos, todos ellos procedentes de Guinea, robaron á sus amos las armas que pudieron y huyeron á las vecinas selvas, donde se internaron. 
Fueron á establecerse en el sitio que años antes ocupara cierto famoso quilombo que los holandeses descubrieron y destruyeron. En poco tiempo aumentó su número grandemente; de todas partes acudieron fugitivos que habían roto sus cadenas con fortuna. Presentáronse también hombres libres, mulatos huidos de la abominable justicia de los blancos. Cuando fueron muchos, hallaron prudente internarse más para no ser atacados. 
Palmares, la Numancia de los negros, fundóse sin obstáculos Pero los fundadores echaron de ver que por sí solos no formarían un Estado duradero; necesitaban el concurso del bello sexo. Un destacamento de negros asaltó las haciendas más cercanas robando cuantas mujeres pudo: negras, mulatas y blancas. 
Al principio los fugitivos vivieron del merodeo, apoderándose de los bienes de los blancos siempre que podían. Como andando el tiempo creciera entre ellos la afición al cultivo de los fértiles campos vecinos, pasaron á vivir más sosegados y acabaron por tener comercio con los plantadores, los cuales les suministraban armas y otros objetos, en parte por conveniencia y en parte por temor. 
Tenían sus leyes aquellos negros, formando, según el historiador Rocha Pitta, uma república rústica muito bem ordenada a seu modo
El Gobierno era electivo,y el jefe, llamado Zombe, conservaba la autoridad suprema durante toda la vida, eligiéndosele sucesor entre los más bravos del pueblo. No se reservaba esta dignidad á los negros; concedíase también á los mulatos. Había otros magistrados que entendían así en las cosas de la guerra como en las de la paz. La ley castigaba con pena de muerte el homicidio, el adulterio y el robo. 
Había una disposición singular: todo negro fugitivo que volvía libre después de haber conquistado su libertad, libre quedaba; el que era capturado en los ingenios como esclavo, continuaba siéndolo. El que habiendo conseguido la libertal volvía á casa de su amo, sufría la última pena; el que, esclavo en Palmares, huía, era también castigado, pero no tan severamente. 
La república negra, á los cincuenta años de fundada, comprendía un grupo de poblaciones importantes. 
La capital era ciudad fortificada con grandes troncos de árboles. Entrábase en ella por tres puertas, en lo alto de las cuales había grandes plataformas bien guardadas. Regábanla varios arroyos y había también muchas cisternas. Calculábase en 20.000 el número de los habitantes y en 10.000 el de los combatientes de todos los quilombos reunidos. 
En 1696 el Gobernador de Pernambuco, Caetano de Mello, decidió la destrucción de Palmares, núcleo de resistencia ya muy peligroso. 
Envió un fuerte destacamento que fué totalmente derrotado. Entonces formó un verdadero ejército, 7.000 hombres, mandados por Bernardo Vieira y bien provistos de artillería. 
La defensa fué heroica. 
Hubo necesidad de poner sitio en regla á aquellas murallas de madera. Batiéronlas largo trecho los cañones y abrieron en ellas tres brechas por las que se arrojaron al asalto otras tantas columnas. 
No se dieron por vencidos los héroes de Palmares. Defendieron el terreno palmo á palmo, y, cuando vieron su causa perdida sin remedio, el Zombe, seguido de los varones más distinguidos, arrojóse desde lo alto de un peñón que en el centro del recinto había, viniendo á caer despedazado á los pies del vencedor. 
Los vencidos fueron exterminados, sus viviendas arrasadas y sus plantíos destruidos. 
Así acabó Palmares y la resistencia de los negros á la esclavitud que les imponían los blancos. 
Desde entonces hasta hace muy poco tiempo han permanecido esclavos sumisos. 
Actualmente ya no hay esclavos en el Brasil".
(Págs. 35-37)

"Hombre de la Esquina Rosada" es un relato que Jorge Luis Borgés incluyó en su "Historia Universal de la Infamia". Comienza de este modo:

"A mí, tan luego, hablarme del finado Francisco Real. Yo lo conocí, y eso que éstos no eran sus barrios porque él sabía tallar más bien por el Norte, por esos laos de la laguna de Guadalupe y la Batería. Arriba de tres veces no lo traté, y ésas en una misma noche, pero es noche que no se me olvidará, como que en ella vino la Lujanera porque sí, a dormir en mi rancho y Rosendo Juárez dejó, para no volver, el Arroyo. A ustedes, claro que les falta la debida esperiencia para reconocer ese nombre, pero Rosendo Juárez el Pegador era de los que pisaban más fuerte por Villa Santa Rita. Mozo acreditao para el cuchillo era uno de los hombres de D. Nicolás Paredes, que era uno de los hombres de Morel. Sabía llegar de lo más paquete al quilombo, en un oscuro, con las prendas de plata; los hombres y los perros lo respetaban y las chinas también; nadie inoraba que estaba debiendo dos muertes; usaba un chambergo alto, de ala finita, sobre la melena grasienta; la suerte lo mimaba, como quien dice. Los mozos de la Villa le copiábamos hasta el modo de escupir. Sin embargo, una noche nos ilustró la verdadera condición de Rosendo".
(Pág. 99)

Julio Cortázar puso esta voz en su novela "Rayuela", con el sentido de su 2ª acepción":

"—¿Por qué te balanceás así? —dijo Traveler, sujetando su tablón con las dos manos—. Che, lo estás haciendo vibrar demasiado. A ver si nos vamos todos al diablo. 
No me muevo —dijo miserablemente Talita—. Yo solamente quisiera tirarle el paquete y entrar otra vez en casa. 
—Te está dando todo el sol en la cabeza, pobre —dijo Traveler— Realmente es una barbaridad, che. 
—La culpa es tuya —dijo Oliveira rabioso—. No hay nadie en la Argentina capaz de armar quilombos como vos. 
—La tenés conmigo —dijo Traveler objetivamente—. Apurate, Talita. Rajale el paquete por la cara y que nos deje de joder de una buena vez. 
—Es un poco tarde —dijo Talita—. Ya no estoy tan segura de embocar la ventana. 
—Te lo dije —murmuró Oliveira que murmuraba muy poco y sólo cuando estaba al borde de alguna barbaridad—. Ahí viene Gekrepten llena de paquetes. Éramos pocos y parió la abuela".
(Pág. 405)

"Oyó respirar pesadamente a Traveler. Afuera se golpeaban puertas, la voz de Ferraguto se mezclaba con otras preguntas y respuestas. La silueta de Traveler se volvía cada vez más visible; todo sacaba número y se ponía en su lugar, cinco palanganas, tres escupideras, decenas de rulemanes. Ya casi podían mirarse en esa luz que era como la paloma entre las manos de loco. 
—En fin —dijo Traveler levantando la silla caída y sentándose sin ganas—. Si me pudieras explicar un poco este quilombo. 
—Va a ser más bien difícil, che. Hablar, vos sabés... 
—Vos para hablar te buscás unos momentos que son para no creerlo —dijo Traveler rabioso—. Cuando no estamos a caballo en dos tablones con cuarenta y cinco a la sombra, me agarrás con un pie en el agua y esos piolines asquerosos".
(Págs. 498-499)


Ernesto Sábato escribe en su obra "Sobre héroes y tumbas" lo siguiente:

" (...) Por riguroso turno, todos tienen que limpiar el water. Y así, un día el señor Zanetta dirige el conjunto en Hamlet y Norah Roland, née Fanny Rabinovich, limpia el doble ve-ce. Otro día, el denominado Zanetta limpia el doble ve-ce y Norah Roland dirige El deseo bajo los olmos. Aparte que durante dos años y medio todos trabajaron como locos de albañiles, carpinteros, pintores y electricistas, levantando el local. Nobles actividades en que han sido fotografiados y entrevistados por numerosos periodistas y que permiten el uso de palabras como fervor, entusiasmo, nobles aspiraciones, teatro del pueblo, auténticos valores y vocación. Claro que este falansterio a veces se viene abajo. La dictadura acecha siempre detrás de la demagogia. Y resulta que el señor Mastronicola o Verdichevsky, después de haber limpiado dos o tres veces el doble ve-ce, inventa la doctrina de que la señorita Caca Pastafrola, conocida en el ambiente teatral por su nom de guerre Elizabeth Lynch, tiene demasiadas ínfulas, está corrompida por sus tendencias pequeñoburguesascontrarrevolucionarias, putrefactas y decadentes, y que es necesario, para su formación moral y escénica, que limpie el doble ve-ce durante todo el año 55, que para colmo es bisiesto. Todo esto complicado con las affaires de Esther Abramovich que entró al teatro independiente para hacer la pata ancha, como quien dice, ya que, según cuenta el director, ha transformado ese noble reducto del arte puro en un quilombo que bueno bueno".
(Vol. I - II: "Los rostros invisibles". Cap. 7; pág. 179)

Los siguientes versos pertenecen al poema de Mario Benedetti titulado "Otra noción de patria":

... también existen leves contradicciones
algo así como una dialéctica de oprobio
por ejemplo un presidio se llama libertad
de modo que si dicen con orgullo
aquí el ciudadano vive en libertad
significa que tiene diez años de condena
es claro en apariencia nos hemos ampliado
ya que invadimos los cuatro cardinales
en venezuela hay como treinta mil
incluidos cuarenta futbolistas
en sidney oceanía
hay una librería de autores orientales
que para sorpresa de los australianos
no son confucio ni lin yu tang
sino onetti vilariño arregui espínola
en barcelona una café petit montevideo
y otro localcito llamado el quilombo
nombre que dice algo a los rioplatenses
pero muy poca cosa a los catalanes...

Presumía Juan Filloy (1894-2000) de ser un escritor de tres siglos, y no era para menos, pues vivió 106 años. De Jorge Luis Borges dejó dicho que "era un buen escritor, pero le faltaba quilombo". En su libro de relatos, titulado "Gentuza", se encuentra el que lleva por nombre "Relleno de una hora perdida". Comienza de este modo:

"Sabían que el profesor de literatura española, segundo curso, anda con la salud en decadencia y, por eso, al no concurrir a dar clases, se anticipó una hora la salida. La jarana fue instantánea. En esas emergencias la falta del titular se convierte en total asistencia del alumnado al bar de la esquina.
Nada resulta más grato a la juventud estudiantil que perder el tiempo conversando. Y conversan, conversan de lo que venga, comenzando por cierto con temas de la clase suspendida.
-Estudiando anoche la materia, le impactó la frase que Tirso de Molina pone en la boca de un personaje: "No me pago de gabacho/ ni de alcahuete macho". Yo soy nieto de francés y como tal protesto de la tirria de España a Francia, adjudicándole a ésta siempre los peores manipuleos de la prostitución.
-No siempre. Un francés, Albert Londres, en su libro El camino a Buenos Aires, se encarga de caracterizar a sus compatriotas como los caftens, maque      reaux o cafishos que tuvo y tiene el país. Fue tan pavorosa la resonancia de este libro, que Uriburu en 1930 dictó la célebre Ley de Profilaxis, que cerró los quilombos y llenó a la ciudadanía de purgaciones y ladillas...
-¡Ya engranó el tema! Siempre que se habla de prostitución se menciona como axioma que es la profesión más antigua del mundo. Las de cazar y pescar son previas. No voy a explorar esa verdad más allá del gobierno de Solón. Porque el probo y progresista Solón, al contrario de Uriburu, creó los primeros quilombos de Grecia.
-Eso de quilombo es cosa tuya. O mejor, del sociólogo brasilero Girberto Freire, que asigna este vocablo a revuelta de negros y escondrijo de esclavos forajidos. No veo por qué emplearlo aquí. Prefiero usar en vez la expresión "casa de tolerancia".
(Págs. 45-46)

QUILMA

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Quilma es voz que no recoge Covarrubias, pero que se encuentra en Autoridades, con esta definición:

"QUILMA. s. f. Lo mismo que costal. Es voz Arabiga y antigua, que oy se usa en las Montañas de Burgos.
Dó tu padre fue con tinta, no vayas tu con quilma. Refr. que aconseja, que no se espere bien de adonde si hizo mal. Lat.
Par respondere pari jam vulgus dictitat; unde quo pater arma tulit noxia, flecte viam".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que abrevian, aunque cita el refrán y la definición latina:

"QUILMA. s. f. En algunas partes lo mismo que costal. (...)".

En la edición de 1817 desaparece el refrán y la definición latina; en la edición de 1832 remiten directamente a costal. Nos vamos a ver esta voz, y la define así:

"COSTAL. m. Saco grande de jerga, lienzó ú otra tela, en que comunmente se trasportan granos, semillas y otras cosas. Saccus.// Pison adelgazado por la parte inferior, que sirve para apretar bien la tierra de que se hacen las tapias. Pavícula. // De costal vacío nunca buen bodigo. ref. que enseña que del pobre nunca se puede esperar dádiva grande.// Estar hecho un costal de huesos. fr. fam. que se aplica al sujeto muy flaco. Pelle et ossibus tantum constare.// No soy costal. expr. fam. de que se usa para dar á entender que no se puede decir todo de una vez.// Vaciar el costal. fr. met. Explicar algun sentimiento diciendo todo lo que se tenía callado, ó manifestar abiertamente lo que se tenía secreto. Omnia funditus explicare, exprimere".

En la edición de 1925 dicen:

"QUILMA. f. En algunas partes, costal. 3ª acep. // Quilma de lino, no la lleves al molino. ref.: porque pasa la harina entre los intersticios de la tela".

En la Edición del Tricentenario, esta voz queda definida así:

"QUILMA. (De or. inc., cf. ár. qirbah´odre´, gr. kirba´zurrón pequeño´y lat. tardío girba'mortero farmacéutico´.) 1. f. Costal de tela gruesa".

Quilma es voz que ya recoge Rosal (1611) con esta definición:

"QUILMA llaman en Leon a la talega, asi llamaron al vaso para coger los frutos de la tierra, corrupto de cumulo Latino. De donde Esquilo y Esquilmar, coger el fruto. De aqui dixeron llegar el Pan y Mieses a coholmo (que así llaman la  cogeta) por ser colmo y liberalidad y liberalidad de la mano de Dios, más que la justa medida".

Don Roque Barcia tuvo en cuenta, sin duda, esta definición de Francisco del Rosal, cuando analiza en su obra "Sinónimos castellanos" el vocablo esquilmo:

ESQUILMO, FRUTO

"Quilma llaman ó llamaron en León al costal, y como en el costal se encierran los granos, el nombre quilmavino á significar cosecha, por la misma razón que el nombre casa vino á significar familia. En ambos ejemplos se ha tomado el contenido por el continente, cometiéndose una figura de retórica, porque el uso, sin catarse de ello, es á un tiempo sabio, filósofo, retórico, erudito y poeta. 
De quilma, corrupción del cúmulode los latinos, vienen esquilmo, esquilmar, esquilmeño y coholmo, hoy colmo, pues así llamaban á la cogeta, luegocogecha y en la actualidad cosecha
En pro de la autenticidad de este vocablo cita Monlau muy discretamente un antiguo refrán castellano que dice: do tu padre fue con tinta, no vayas tú con quilma; que quiere decir que lo que el padre vendió por escritura (con tinta), no intente el hijo recobrarlo poniendo pleito, porque se volverá con la quilma vacía. 
De modo que esquilmo es lo que se recoge y se mete en los sacos, el antiguo coholmo
Por el contrario, la voz fruto empresa la idea de lo que la tierra produce, de lo que da la planta; se refiere á la causa, al agente, al elemento productor. Así decimos árboles frutales, mientras que no puede decirse árboles esquilmales. ¿Por qué? Porque el esquilmo no se refiere al árbol, sino á lo que se mete en la quilma, á lo que se recoge, ora sean frutas, ora cereales. 
Por la misma razón puede decirse árbol esquilmeño, en equivalencia de árbol fructífero. Al decir árbol esquilmeño se expresa la idea de que da mucho, de que se ha encerrado mucho en la quilma, de que ha habido coholmo.

Fruto significa calidad. 
Esquilmo, cantidad. 
Fruto quiere decir producto. 
Esquilmo, cosecha. 
El fruto es provecho, beneficio. 
El esquilmo es copia, abundancia. 

Esto explica el por qué la voz frutoha pasado al lenguaje metafórico, mientras que esquilmo no ha dejado su sentido recto. Nada más frecuente que decir: trabajé sin fruto
Nada más absurdo también que valernos de la otra palabra: trabajé sin esquilmo".

El Esteban Terrerosnos ofrece una acepción de esta voz:

"QUILMA, lo mismo que saco pequeño. Fr. Petit sac. Lat. Saccus,sacculus, pera. It. Sacco. Otros lo toman por el morral de red".

Los diccionarios de la web de la RAE no añaden nada nuevo a lo ya dicho por Academia.



Don Julio Cejador ilustra con ejemplos literarios  el estudio que del verbo esquilmar y sus derivados incluyó en su obra  "Origen del lenguaje y etimología castellana":

"Se dice es-quil-mar y esquilm-o los frutos y provechos que se sacan de campos y ganados, en Andalucía muestra de fruto que presentan los olivos, en Galicia matas y broza que se corta para hacer cama en el establo con que abonar después las tierras, esquilm-eño es el árbol o planta que produce abundante fruto : -madar. «De sant Martin fasta pascua mayor esquilme el acebo de medio arriba; mas nil ' eche, nil ' descogolle. Otrosi... esquilme el texo todo, mas nol' descogolle nil ' eche» (Fuero Sepúlveda). Quil-ma es saco o costal en Salamanca, León, etc., del recoger en él la cosecha, las cosas que se sacan. «Quien no ha envidia no mete madeja en quilma» (H. Núñ.) y por saco en Alexandre (773), «en sacos ne en quilmas non podien caber» (id., 1.400), «ca otra quilma tiene de iusso los vestidos» (Berc, Mil., 558), de una venerable señora que estaba encinta. Es-quilmar salió de quilma, y en Hita vale saquear, pillar, robar, como saquear de saco, esquilar salió de guilla, esto es, coger, cortar los provechos y lozanías".

Los versos del "Libro de Alexandre" son estos:


773.  Un grano de pimienta mas trae damargura
que non toda la quilma daquella tu ordura.
Assi facen los Griegos que son yent fort é dura,
que mas val de nos uno que mill de tu natura.


1400. Assaz avie en Susa que podiessen prender, 
Mas que lo prisiessen no lo podien traer, 
En sacos ne en quilmas non podien caber, 
Avienlo á dexar, mas non de su querer.

Gonzalo de Berceo escribe en su obra "Milagros de Nuestra Señora" lo siguiente:

558. Cuidóse el Obispo que eran decebidos, 
Que lis avíe la duenna dineros prometidos: 
Dixo: dómnos malíellos, non seredes Creidos,
 Ca otra quilma tiene de iusso los vestidos.


En su edición y notas del "Libro de Buen Amor", los versos a los que alude don Julio Cejador son estos:

1250  "Esquilman quanto pueden á quien se les allega,
non han de que te fagan serviçio que te plega;
A grand´señor conviene grand´palacio é grand´vega,
non es para él bueno posar en la bodega".

La anotación no tiene desperdicio, viniendo, como viene, de un otrora jesuita:

"1250 Esquilman..., ¡qué verdad es que cada cual achaca al prójimo aquello en que más él flaquea! Fraile franciscano, el papo abierto y el saco cerrado (CORR., 297). Fraile ni judío, nunca buen amigo (CORR., 297). Frailes, vivir con ellos y comer con ellos y andar con ellos, y luego vendellos, que asi hacen ellos (SBARBI, Refr., 8, 146). Ni á fraile descalzo ni á hombre callado ni á mujer barbada, no les des posada (CORR., 208) En fin, á éstos que así hablaban había que decirles: El fraile predicaba que no se debía hurtar, y él tenia en el capillo el ánsar (CORR., 87). Todo ello lo dijo el pueblo español, y el pueblo, á la larga, en los refranes no marra. Lo de la bodega viene al cuento de que es la pieza que mejor tenían los frailes".
("De cómo clérigos é legos é flayres é monjas é dueñas é juglares salieron á reçebir á Don Amor"; pág. 151)

Otra anotación más interesante, por lo que se refiere a nuestro estudio de la voz quilma, es la que hace a los siguientes versos:

377 En saliendo el sol, comienças luego prima: 
Deus in nomine tuo, ruegas á tu xáquima 
Que la lieve por agua é que dé á todo çima: 
Va en achaque de agua á verte la mala quima.

Escribe don Julio Cejador:

"377 Con el "Deus in nomine tuo salvum me fac", "Dios mío, sálvame por tu nombre" (Salm. 4, 1), con que comienza el rezo de prima, ruegas, no á Dios, sino á tu alcahueta, que esto es lo que vale xaquima (c. 926), que haga ir á tu prójima (que debe de ser moza de cántaro, pues luego le contrapone las que no callejean) á traerte agua y que disponga las demás cosas que le tienes encomendadas, ya sea la alcahueta, ya la prójima. Así con achaque de traerte agua, viene la buena moza á verte de par de mañana. La alcahueta ó xaquima díjose del llevar, como del ronzal, á los dos amantes; aquí es á ella, y por eso emplea el verbo llevar, la lieve, como si fuera burro aguadero, por agua para el reverendo clérigo. Con lo cual la mala esquima de tu amiga va á verteá casa en achaque de agua. Dar cima, acabar, hacer. Quij., 1, 21: Y ninguno le dará fin y cima. En el 4. 0 verso, T dice:á fablarte á lesquina; G: á verte mala te escriv. No lo entendieron los dos códices. Si en esquima de S no hay errata, ha de interpretarse como el antiguo esquimo, que es el esquilmo, el fruto y provecho que se saca de campos y ganados, de quilma, costal con que se cogen y guardan esos provechos. Como de todas maneras, aquí hay un calificativo de la amiga, puede ver en esquima cada cual lo que más le agradare. Quima, en Santander, es rama. ¿Diría la mala quima, pues ram-era salió de rama? ¿ O alude á ser ella el esquilmoó esquilma, esquimoó esquimaque el verde clérigo sacaba? O, como quilma y quimaes costal ¿diría la mala quima? No se me alcanza más. CORR., 369: Cuando Dios da la harina, el diablo llevó la quilma. (El costalejo.)".
("Aquí ffabla de la pelea, qu´el arçipreste ovo con Don Amor"; págs. 141-142)

Santiago Alonso Garrote incluyó la voz quilma en su obra "El dialecto vulgar leonés hablado en Maragatería y Tierra de Astorga...":

"QUILMA, f. Costal, saco grande. En los mercados semanales de Astorga es raro ver á las mujeres sin la cesta al brazo y á los aldeanos sin su quilma al hombro. 
Do tu padre fué con tinta, no vayas tu conquilma; refrán que avisa la imposibilidad de recoger cuando ha habido pleitos por medio. Fué empleado por Berceo: 

«En esta lection yace comino 'a quilma cosida.» {Del Sacrificio de la Missa, 231) 

Etimología: Según R. Barcia (Sinónimos castellanos)quilma proviene, por corrupción, del latín cumulus, montón, colmo, de donde se formó esquilmo".

La cuaderna vía de la obra de Berceo titulada "Del Sacrificio de la Misa" dice así:

251. Quando pedir devemos en esta pobre vida 
Siquiera para en la otra de todo bien cumplida 
En esta lection yace como la quilma cosida
Que de buena fariña es toda bien farsida.

Don Juan Corominas recogió esta voz en su diccionario. Cito de la edición titulada "Breve diccionario etimológico de la lengua castellana":

"QUILMA.- ´Costal´. 1220-50. Voz emparentada con el ár. qirba´odre´. Pero este vocablo en África era anterior a la invasión árabe, pues ya se hallan kirba y girba´zurrón´, ´mortero´, en Mauritania y en el sur de Italia durante el Bajo Imperio, y hoy cirmacelma, ´saquito´, en esta región. Como además si el sentido ni la forma de quilma coinciden con los de la voz arábiga, es probable que en España también fuese anterior a la conquista musulmana; parece ser palabra de origen africano (camítico o púnico)".

Esta voz se encuentra en algunas obras paremiológicas; por ejemplo, en la de Hernán Nuñez de Guzmán y en la de Gonzalo de Correas, profusamente citadas en Palabraria. Dice el Comendador:

"Do tu padre fué con tinta, no vayas tu con quilma. Que lo que el padre vendió, no tiente el hijo cobrarlo por pleyto, porque sé gastará y no hará nada al fin: quilma es costal.

Quilma de lino, no la lleves á tu molino; Quilma es costal en tierra de León. 

Quien no tiene envidia no mete madexa en quilma".

Dice el Maestro:

"Do tu padre fué con tinta, no vayas tú con quilma. (Quilma es costal en el reino de León, y antigua y ordinariamente de leño; dice que á la heredad que tu padre vendió con escritura, ó en lo que pleiteó y fué condenado, no vayas tú á coger fruto, que ya es ajena, ni pongas pleito para cobrarla en hucia que tienes bolsa, porque gastarás y no saldrás con ello.)

Quilma de lino, no la lleves á tu molino. (Porque se cuela la harina entre los hilos; de cuero es mejor el saco.)

Cuando Dios da la harina, el diablo llevó la quilma. (Es costalejo.)".


Sobre la capacidad de la quilma, es interesante lo que cuenta María Cristina Gómez Ferrero en su tesis doctoral titulada "Estudio del léxico en los protocolos notariales del Partido Judicial de La Bañeza (SS. XVII-XIX)":

"Es un término muy común en el corpus. El significado que tiene es el de 'especie de saco grande, confeccionado de lino o esparto, para guardar y transportar legumbres y cereales ya limpios' (Rivas, 1996:193). Los ejemplos del corpus solo dan información sobre el material del que estaba hecho (estopa o lana, generalmente) y el estado. Apenas hay referencias a la capacidad de estos sacos, a excepción del último ejemplo y uno de los de Palacios de la Valduerna del año 1728, en el que señala como capacidad media carga. Teniendo en cuenta que la carga son doce heminas, estaríamos hablando de seis heminas para la quilma. En este sentido Urdiales señala que la quilma hace por lo general seis heminas, aunque las hay de siete (Urdiales, 1966: 44-45). El término se documenta en distintas zonas del norte, en León es una voz muy común y también lo es en este corpus donde los ejemplos contrastan con los escasos ejemplos del CORDE, todos ellos a excepción de uno procedente de Cantabria, localizados en fechas tempranas SS. XIII y XVI, dato que indica que se trata claramente de una voz occidental"
(Pág. 297)

Cuando cita el corpus se refiere al CorlexIn de la Universidad de León. El que esté interesado puede consultarlo aquí.

El viernes, 25 de diciembre de 1896, el diario "La Época" publicó un cuento de doña Emilia Pardo Bazán titulado "De Navidad". El relato comienza de este modo:

"Este cuento pasa en el siglo XVI, en una de esas ciudades de Italia que gobierna un tirano. Llamémosle á la ciudad, si queréis, Montenero y á su tirano Orso Amadei. 
Orso era un hombre de su época, feroz, desalmado, disimulado en el rencor, implacable en la venganza. Valiente en el combate, magnífico en sus larguezas y exquisito en sus aficiones artísticas, como los Médicis, festejaba en su palacio á pintores y poetas y recibía en su cámara á los sospechosos alquimistas de entonces, que si no consiguieron fabrícar oro, no ignoraban la fórmula de destilar activos venenos. 
Cuando á Orso le estorbaba un señor, le atraía, jurábale amistad, comulgaba con él—¡horrible sacrilegio! -de la misma hostia, le sentaba á su mesa... y en mitad del banquete el convidado se levantaba con los ojos extraviados y espumante la boca, volvía á caer retorciéndose... mientras el anfitrión, con hipócrita solicitud, le palpaba para asegurarse de que corría ya por sus venas el hielo de la muerte. 
Con los villanos no gastaba Orso tantas ceremonias: los derrengaba á palos, ó los dejaba consumirse de hambre en un calabozo. 
Orso era viudo dos veces: á su primera mujer la había despachado de una puñalada, por celos; á la segunda, la única que amó, se la mató Landolfo della Quercia, hermano de la primera. Esta no dejó hijos: la segunda sí, una hembra y dos varones. Los varones perecieron en un oscuro lance militar, una emboscada que tal vez preparó el mismo Landolfo; quedó la niña Lucia, para continuar la maldita familia de Amadei".

Lucía decidió meterse a monja. Escribe la condesa:

"La tierna juventud, la cándida belleza y la ilustre cuna de la hija del tirano, aumentaron el asombro de su penitencia. En un siglo ya pagano, renovó las duras penitencias de edades más fervorosas, 
Su alimento era un puñado de hierbas cocidas; su cama dos quilmas sin paja; su ropa interior un burdo tejido de Cilicia, que llagaba la delicada piel, y cuando se levantaba á orar, en las noches de Enero, después de tomar apenas una hora de descanso sobre las losas húmedas, que quebrantaban sus huesos todos, apenas podía sostenerse de debilidad y las palabras del rezo se confundían en su boca".

Otro cuento, este de la tradición oral y  algo más siniestro, es el titulado "El brazo sin caña". Forma parte del "Catálogo tipológico del cuento folklórico español. Tomo III. Cuentos religiosos". (Centro de Estudios Cervantinos. Alcalá de Henares, 2003), recopilado por Julio Camarena y Maxime Chevalier. Dice así:

"Esto es que iba un hombre con la caballería, al molino, y se le cayó el costal, la quilma, al suelo. Y no podía cargar. Entonces, ya se enfrentó uno. Y, al cogerlo... porque pa cargar las quilmas se agarraba el brazo de uno con el del otro, cruzaos, y se cargaba. Entonces, le dijo:
-Cógeme por la manga, que el brazo no tiene caña.
Y le cargó la quilma. Y miró y..
-¿Tú quién eres?
Dijo:
-Soy tu padre -y se desapareció.
Un ánima; fue al cementerio".
(Pág. 134)


Quisiera resaltar que me he interesado por esta voz porque la leí en uno de los tomos del gran diario de Andrés Trapiello, conocido como "Salón de pasos perdidos". Si se adentran en él, verán que nada pierden; muy al contrario, siempre se gana, porque la prosa del escritor leonés no es para nada aburrida, y esta llena de matices y de voces que ha hecho bien en rescatar.
El último tomo de esa "novela en marcha" es el número veintidós. El que nos interesa es el catorce, titulado "La cosa en sí". Salió publicado en Pre-Textos en el año 2006, y las historias, sucesos y anécdotas que cuenta, con su peculiar y, a veces, ácido sentido del humor, pertenecen al 2000.
Ayer tuve que ir a cuatro bibliotecas para encontrarlo. En todas había guardias de seguridad, lo cual es comprensible, porque los usuarios, con la mascarilla puesta, parecemos bandoleros en busca del libro perdido. Ninguno tenía pinta de haber leído "El Quijote" o, al menos, alguna obrita de Marcial Lafuente Estefanía, que llegó a escribir más de dos mil seiscientas novelas del oeste, con tipos enmascarados como nosotros. Como en algunas de ellas, llenas de villanos, tan mortíferos  y despiadados como el coronavirus,  el panorama de las bibliotecas era desolador; zonas precintadas, mesas vacías, sillas recogidas, impresoras apagadas, y poca, muy poca gente. No me entretuve mucho. Vi lo que buscaba, tomé nota y salí pitando.
 Cuenta Andrés Trapiello  en ese libro, entre otras muchas cosas,  un viaje que hizo a Méjico y sus incursiones en las librerías, que tacha de "malejas". Escribe:

"En una entró un hombre viejo con dos grandes quilmas de cortezas fritas de cerdo a tamaño natural, quiero decir que las hojas medían lo menos un metro, como si la piel del cochino la hubieran echado entera a la sartén. El olor del género era tan espeso que llenó de lamparones aceitosos las páginas del libro que tenía entre las manos. Los costales de donde las extraía eran también descomunales, y habrían servido para meter en ellos un cadáver, y deshacerse de él, en caso de necesidad. Estas quilmas las traía a la espalda, y las sujetaba con una mano; la otra sostenía un caldero con una especie de sangría, en la que había metido un cazo. La librera le compró un par de aquellas barbáricas cortezas y el vendedor se fue".
(Pág. 565)

En otros casos, la quilma va unida al recuerdo de su madre. Lo cuenta en "El arca de las palabras", una sección que mantuvo en  el diario "La Vanguardia"  durante los años 2004 y 2005. En la edición del 4 de septiembre del 2004 leemos:

"Desde hace más de treinta años, y como una golosina, tiene por costumbre mi madre, siempre que la ocasión lo permite y se lo habilitan las circunstancias, enviarnos desde León lo que acaso hacen allí mejor que en ninguna otra parte del mundo: pan, dos o tres de aquellas hogazas que son al pasado, al mío al menos, lo que todas las magdalenas francesas a la memoria del tiempo ido. Como la conservación de algo tan efímero es importante, evitando en lo posible que se ponga blando en exceso, o duro, o correoso, procura rodear tales envíos de cuidados y apaños extraordinarios. Para envolver las hogazas suele echar mano de una quilma o costalillo, que ella misma suele confeccionar aprovechando viejas sábanas de un lino que sembró su abuelo e hiló y tejió su madre, y sólo cuando empezó a considerar que ya no daría a aquellas sábanas, demasiado ásperas y bastas, el uso para el que fueron confeccionadas hace más de cien años. Y recuerdo aún la primera vez que me regaló esa palabra infrecuente, quilma, que me supo tanto o mejor que el pan que ella arropaba, arrojando su luz sobre otra que de todos modos usábamos con mucha más frecuencia: esquilmar, que en origen viene de quima, rama, y significa menoscabar o agotar los frutos que nos han sido entregados, pero que debería proceder de quilma, que es el cuerno de la abundancia de los pobres y vagamundos".

"El arca de las palabras" salió en libro en el 2006.

Otra mención a su madre y a la quilma se encuentra en su blog Hemeroflexia, en el que, lamentablemente, no publica ninguna entrada desde el dieciocho de mayo de este año. La titulada "La quilma"la publicó el 4 de abril de 2013.

Para terminar citemos un párrafo de su extraordinaria novela "Al morir Don Quijote":

"También se había corrido por el pueblo que Sancho había traído tanto y tanto dinero esta vez, quilmas repletas de monedas, joyas, perlas y cadenas de oro que no partiría Hércules con su maza, así como escrituras de tierras en Aragón de la ínsula gobernada, y que dejaba en Barcelona media galera con un socio argelino renegado y reconciliado, que dedicaría al corso".
(Cap. 9º; pág. 69)

QUILLOTRO-TRA

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Covarrubias recoge en su "Tesoro..." el verbo enquillotrarse y el adjetivo quillotro, con estas definiciones:

"ENQVILLOTRARSE, reboluerse vna cosa con otra. Dixose de quillotro, que vale en lengua Toscana, quel altro, aquel otro; termino barbaro y sayages, con que sinifican la cosa innominada, qual la conciben en su pecho, y no tiene término ni vocablo propio, con que nombrarla. Enquillotrado, rebuelto y dificultoso en si, que por ser tal el vocablo no le exprimen.

QVILLOTRO, palabra rustica, vale aquel otro".

Autoridades cita a Covarrubias y cuatro versos de una composición poética que Lope de Vega dedicó a Bartolomé Leonardo de Argensola:

"QUILLOTRO, TRA. adj. Lo mismo que aquel otro. Es voz rústica, y la trahe Covarr. en su Thesoro".


Lope de Vega incluyó los citados versos en la obra titulada "Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos". Dicen así:

La nueva juventud gramaticanda,
llena de solecismos y quillotros,
que del Parnaso mal impuestos potros
dice que Apolo en sus borrones anda
por escribir como la patria manda
(elementos los unos de los otros)
de la suerte se burlan de nosotros,
que suelen de un católico en Holanda.
Vos, que los escribís limpios y tersos
en vuestra docta y cándida poesía,
de toda peregrina voz diversos,
decid, si lo sabéis: ¿qué valentía
puede tener, leyendo ajenos versos,
copiar de noche y murmurar de día?


Autoridades también recoge el verbo y el participio pasado:

"ENQUILLOTRARSE.-v. r. Mudarse una cosa en otra, y en cierta manera transformarse y passar de un estado ú calidad, otra diferente. Es término bárbaro y rústico, de que usan los Labradores de Sayago y otras partes, para dar á entender que las cosas se han mudado y no son las que solían. Covarr. dice que este verbo es formado de la voz Quillotro, que vale aquel otro. Lat. Alterare, immutare".

Cita varios versos del "Romance sayagués burlesco", de Francisco de Quevedo. Comienza de este modo:

Al salir los Reyes
en este tiempo de Felipe Tercero

Contaba una labradora
a un Alcalde de su Aldea
de la suerte que vio al Rey,
a las damas y a la Reina.
En mi vida me holgué más:
señor Alcalde, me crea,
que lo vi con estos ojos
que ha de comer la tierra.
Iba la del Rey de verde,
como Dios hizo unas yerbas,
más hermosa que el buen pan,
más rubia que unas candelas.
Como yo tiene la cara,
y el cabello en la cabeza;
aunque era todo de oro,
como sus dientes de perlas.
Miróme a mí con los ojos
su sagrada  reverenca;
yo dixe la confesion,
y besé después la tierra.
Digame qué denifica
el mirarme su Excelencia,
porque yo ya me enquillotro
con achaques de Condesa...

Continúa Autoridades:

"ENQUILLOTRARSE. Se toma tambien por enamorarse; y entre los Labradores es mui freqüente. Lat. Adamare.

ENQUILLOTRADO, DA. part. pass. del verbo Enquillotrarse en sus acepciones. Lat. Alteratus. Adamans". 

Cita unos versos de una comedia de Luis Vélez de Guevara titulada "El pleito que tuvo el Diablo con el cura de Madrilejos":

TEMBLEQUE
(...) De Caín Tembleque vengo;
mira Marina, si basta
para hazerme esposo tuyo,
ser de tan gran tronco rama;
y serán, Marina hermosa,
si tu conmigo te casas,
Eva y Adán suegros tuyos,
como quien no dice nada.

MARINA
No estó, Sacristán Tembleque,
hasta agora de caraña
de hazerte merced ninguna,
que estó medio enquillotrada
en otra parte.
(Jornada Primera)


Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1899. En ella se ocupa de esta voz y de otras derivadas, cuyas definiciones se mantienen hasta hoy en día:

"QUILLOTRA. (De quillotro.) f. fam. Amiga, manceba.

QUILLOTRADOR, RA. adj. fam. Que quillotra.

QUILLOTRANZA. (De quillotrar.) f. fam. Trance, conflicto, amargura.

QUILLOTRAR. (De quillotro.) a. fam. Excitar, estimular, avivar.// fam. Enamorar. Ú. t. c. r. // fam. Cautivar, 2ª acep.// fam. Componer, engalanar. Ú.  t. c. r.// r. fam. Quejarse, lamentarse.

QUILLOTRO. (De aquello otro.) m. Voz rústica con que primitivamente se daba á entender aquello que no se sabía ó no se acertaba á expresar de otro modo.// fam. Excitación, incentivo, estímulo.// fam. Indicio, síntoma, señal.// fam. Amorío, enamoramiento.// fam.  Devaneo, quebradero de cabeza.// Requiebro, galantería.// fam. Adorno, gala.// fam. Amigo, favorito".

Rosal (1611) remite quillotro a la voz quellotro, de la que dice que "es aquello otro, y de allí decían llotro, y llotrarse, quando ignoraban el vocablo, y así es vocablo de ignorantes".




Los diccionarios que se encuentran en la web de la RAE no añaden nada nuevo a lo dicho por Academia en sus ediciones, salvo el Pagés, que ilustra con ejemplos literarios algunas de las acepciones de la voz quillotro-tra, y de las voces derivadas. A saber:

"QUILLOTRA (De quillotro.) f. fam. Amiga, manceba".

Ilustra esta acepción con dos versos de la obra de Tirso de Molina titulada "El pretendiente al revés". 


DUQUE
Villano, ¿sabéis quién soy?

CARLOS
Del Duque me parecéis
en el traje que traéis.
Por él este nombre os doy.

DUQUE
¿Por qué el duque lo merece?

CARLOS
Porque si fue recuestada
Sirena para casada,
y aún con esto le aborrece,
¿qué tien ya que responder
si se ha casado con otra?
¿Ha de gustar ser quillotra
quien no quiso ser mujer?
(Acto Primero; escena XII)

Continúa el Pagés:

"QUILLOTRADOR-RA.- adj. fam. Que quillotra.

QUILLOTRANZA (De quillotrar.) f. fam. Trance, conflicto, amargura.

QUILLOTRAR (De quillotro.) tr. fam. Excitar, estimular, avivar".

Vuelve a citar unos versos de Tirso de Molina. Esta vez de un auto sacramental titulado "El colmenero divino":

CUERPO
¿Quién pregona miel aquí? 

MUNDO
 El Mundo. 

CUERPO
Su mosca soy. 
Hambre tengo; a comer voy. 
¿Sois vos quien la vende? 

MUNDO
 Sí. 

CUERPO
 ¿A cómo la dais? 

MUNDO
A precio del alma.

 CUERPO
Caro vendéis. 
El Cuerpo soy. ¿No queréis 
mis sentidos? 

MUNDO
Quita necio. 
Es la miel por excelencia. 

CUERPO
Por eso la había de dar. 
Si el Alma me ha de costar, 
será cargo de conciencia. 
¿Tién buen sabor? 

MUNDO
Exquisito. 

CUERPO
El deseo me estimula, 
cosquillas me hace la gula, 
brindis dice el apetito. 
Sacadme una cucharada. 

De un vaso de miel le saca una cucharada, y come 

MUNDO
 ¿Qué te dice? 

CUERPO
Me quillotra el paladar. 
Dadme otra.

La acepción del verbo quillotrar referida a "quejarse, lamentarse" la ilustra con unos versos de un romance anónimo que comienza así:

Pero Gil amaua a Menga 
desde el dia que en la boda 
de Minguillo el porquerizo 
la vio bailar con Aldonça, 
mas en lugar de agradalla, 
porque no ay amor sin obras, 
al reues del gusto suyo 
hazía todas las cosas. 
Estaua siempre en los medios, 
guiandose por su cholla 
y quien en los medios yerra 
jamas con los fines topa. 
Por fuerça queria alcançalla, 
si no es la muger bellota 
que se dexa caer a palos 
para que el puerco la coma. 
Si botines la pedia, 
le presentaua vna cofia, 
si guindas se le antojauan 
yua a buscalla cebollas. 
Nadaua, en fin, agua arriba 
y empeoraua de hora en hora, 
como rozin de Gaeta, 
quillotrándose la moza.  


Don Julio Cejador incluyó la voz quillotro-tra y sus derivados en su "Tesoro...":

"QUELLOTRO, QUILLOTRO, de aquellotro y tiene el mismo valor ó el vago de no querer ó no poder especificar algo, como cosa, elloó aquello otro. J. ENC. 138: Ven, verás, / haremos dos mill quellotros. Id. 245: Dende huera habrareis, / ño tengáis estos quellotros. L. FERN. 36: Pues no stemos en quellotros. Id. 96: No es mi mal dése quillotro. Id. 140: Mas quellotro esto que un higo. VALD. Dial. leng.: Un quillotro decían antiguamente en Castilla por lo que acá decís un cotal (en Italia).... no servía sino de arrimadero para los que no sabían ó no se acordaban del vocablo ó de la cosa que querían decir. LOPE S. Diego V, p. 53: ¿Qué tenemos por quillotros? /—Las cosas con que vosotros/ á las mujeres burláis. CORR. 17: Aquillotro aquillotrado, nunca le falló velado. Mucho precié, cuando hallé este en boca de una dueña dicho tan honestamente, por lo que á virgo perdido. 

QUILLOTRE. como quilotr-o Bibl. Gallard. 1,1147: Y tiene holgado / de ver el quillotre tan bien adornado. L. RUEDA. I, 300: De ver el quillotre tan bien ordenado. 

QUELLOTRAR, QUILLOTRAR, el verbo de quillotr-o, como quien dice cos-ear de cos-a, expresarse sin especificar. LOPE Trabaj. Jac. III, p. 242: Pues oye, engañosa Lida, / qué maldición te quillotro. G. Alf. 2,1, 2: Nunca hu ñamorado, ni ma quillotrado tal refunfuñadura. 
Refl. J. ENC. 62: Que forzada es la partida, / por más que nos quellotremos. Id. 91: No te quellotres de vero. Id. 175: Mas quellotra un palaciego / que no físico ni crego / aunque saben de otros males (que del amor). L. FERN. 58: A mi ver / bien os quillotráis de villa. 

QUELLOTRANZA, QUILLOTRANZA, de quillotr-ar. L. FERN. 93: Por Pascuala / mill quillotranzas pasó. J. ENC. 63: Que sentirás gran tormento / en quellotranza tan cruda. 

QUELLOTRIDO. L. FERN. 140: Ño hay zagal tan quellotrido / en esta tierra, / tan sabiondo ni entendido. 

AQUELLOTRAR, AQUILLOTRAR, de aquellotr-ar y tiene el mismo valor precisamente vago de aquél en: Tiene mucho aquél. Esto es no queriendo ó no pudiendo especificar más como cosa, cos-ear. CORR. 60: Aballar es casi aquillotrar, carear y acomodar. L. FERN. 29: Allegram' acá esa jesta / y aquellotrate de vero. 

ENQUILLOTRAR. QUEV. r. sayag.: Dígame qué denifica / el mirarme su escelencia / porque yo ya me enquillotro / con achaques de condesa. LOPE Soldad. II. 176: Que los ojos de Benita / me tienen enquillotrado. Tesor. 1675: Enquillotrarse, se brouiller et meslanger une chose avec une autre".


De las muchas obras que cita don Julio Cejador vamos a centrarnos en las de Juan de Valdés, Juan del Enzina, Lucas Fernandez y Lope de Rueda.


He aquí lo que escribe Juan de Valdés en su "Diálogo de la lengua":

VALDÉS. Un quillotro dezian antiguamente, en Castilla, por lo que acá dezis un cotál: ya no se dize de ninguna manera
MARTIO. ¿Há suzedido algún otro vocablo en su lugar? 
VALDÉS. Ninguno, ni es menester, porque aquel quillotro, no servia sino de arrimadero, para los que no sabian, ó no se acordaban, del vocablo de la cosa que querían dezir".
(Pág. 100)

El cotal lo define Covarrubias como "membrum virile, vocablo italiano, tomado del Griego, verenda".

La primera de las obras citadas de Juan del Enzina es la "ÉGLOGA representada la noche de Navidad: en la cual á cuatro pastores, JUAN, MIGUELLEJO, RODRIGACHO é ANTÓN llamados, que sobre los infortunios de las grandes lluvias é la muerte de un sacristán se razonaban, un ÁNGEL aparesce; é el nascimiento del Salvador les anunciando, ellos con diversos dones á su visitación se aparejan".
Comienza del siguiente modo:


JUAN. 
Miguellejo, ven acá! 
Por vida de Marinilla, 
Que esta noche, qu' es vegilla, 
Gran pracer acudirá. 

MIGUELLEJO. 
Anda allá, 
Gasajémonos un cacho! 
Llamemos á Rodrigacho 
Que también llugo verná.

JUAN
Rodrigacho, ¿dónde estás? 

RODRIGACHO
Aquí estoy tras las barrancas. 

JUAN. 
Llugo, Hugo te abarrancas 
Encovado allá detras. 
Ven, verás, 
Haremos dos mill quellotros. 

RODRIGACHO. 
Mas andad acá vosotros 
É soncas seremos más. 

En otra égloga "representada en la noche postrera de Carnal, que dicen de Antruejo ó Carnestollendas: adonde se introducen cuatro pastores, llamados BENEITO y BRAS, PEDRUELO y LLORIENTE. Y primero Beneito entró en la sala adonde el Duque y  Duquesa estaban, y comenzó  mucho á dolerse y acuitarse porque se sonaba que el Duque, su señor, se habia de partir á la guerra de Francia; y luego tras él entró el que llamaban Bras, preguntándole la causa de su dolor; y después llamaron á Pedruelo, el cual les dio nuevas de paz, y en fin vino Lloriente, que les ayudó á cantar", leemos:

BENEITO
Dime, Bras, ¿qué sentiremos, 
Si lo vemos 
Que se parte y que nos deja, 
Cuando un poco que se aleja 
Ya creemos 
Que del todo nos perdemos? 

BRAS. 
Mia fé, Beneito, roguemos 
Por su vida; 
Que forzada es la partida, 
Por más que nos quellotremos. 

BENEITO
¡Ha! no praga á Dios contigo, 
Y aun comigo, 
Si has de salir verdadero. 

BRAS. 
¿Y tú dudas, compañero? 
Yo me obrigo 
Ser verdad lo que te digo. 

La comedia en lenguaje y estilo pastoril, escrita por Lucas Fernández, está protagonizada por "dos pastores y dos pastoras y un viejo: los cuales son llamados Bras-Gü, y Beringuella, y Miguel-Turra, y Olalla, y el viejo es llamado Juan-Benüo". Los versos que nos interesan son estos:


JUAN-BENITO. 
No es tiempo d' estar parlando. 
¡Sus, sus, sus, vamos de aquí! 
Aballa, arranca de ahí, 
Que bien podéis ir habrando.

MIGUEL-TURRA. 
Habrando no, son cantando 
Un cantar como serranos. 

BRAS-GIL. 
Pues asios por las manos 
Y irlo hemos bailando. 

FIN. 

¿Queréis danzar con nosotros? 

JUAN-BENITO
Danzai; que ¡mía fé! yo 
Ya mi tiempo se pasó. 
Hacei lo vuestro vosotros. 

BRAS-GIL
Pues no stemos en quellotros. 
¡Sus! cantemos voz en grito. 
Con pracer demos apito 
Y saltemos como potros. 

La edición que estoy citando es la de la RAE (Imprenta Nacional. Madrid, 1867), con prólogo, notas y glosario del eminente escritor don Manuel Cañete. En el  glosario se encuentran las siguientes voces:

"QUELLOTRIDO. Satisfecho, engreído? Querido, mimado?
QUELLOTRO. Hinchado? Blando?—140. 
QUELLOTROS (EN). Envarados, inflados, en etiqueta?—36. QUILLOTRANZAS. Desventuras, percances?—93.
QUILLOTRAR. Quillotrarse, valerse?—88. 
QUILLOTRAR DE VILLA. Blasonar de ser de villa y no de campo?—58. 
QUILLOTRO. Naturaleza, procedencia, clase, especie, calidad? (Aquel otro, quellotro, quillotro: el otro, llotro, etc.) Son tantas y tan distintas las acepciones en que los verbos desllotrar, llotrar, quillotrar, perquillotrar, etc., se hallan usados en estas y otras coplas de pastores, que parecen más bien muletilla. Por tal los estimaba á principios del siglo XVI un filólogo tan erudito como Juan de Valdés...".

El verso de Lope de Rueda que cita don Julio se encuentra en la "Farsa del sordo" (En Casa de Bernardino de Sancto Domingo.Valladolid, 1566-1583?) Comienza de esta manera:

Entra el pastor.

Dios os salve, mantenga, manténgaos á todos 
y el gran Rabadán que criarnos quiso 
nos dé su gloria y su paraíso, 
que allá yo me vea metidos los codos; 
con mucha vehemencia, 
os hago, señores, la mi reverencia, 
la cual me avezó mi padre Juan Pabro 
que fué desde niño en un gran estabro, 
y á veces tenia muy fuerte sapiencia;
más que enamorado, 
y que paciente so, y que revellado, 
que hombre polido, que fuerte garçon, 
la cara tamaña como un tinajón. 

(Aquí ha de llorar)

Dios le perdone que está ya finado, 
según que los grecos y la gente dice, 
dóime á San Pabro, si nada le dice, 
y algunos preguntan que de qué murió. 
Yo les respondo que un mal que le dio, 
en fin, no tengo ya quien me avise. 
Hoy hay pracentorio, 
tanto como hizo Pedro Gregorio 
el dia que con Branca á mí me casaron, 
que digo y redigo por San que me honraron
zagales, allí iban de todo el villorio 
de ver el quillotre tan bien ordenado, 
oyendo palabras, razones muy pocas, 
poniendo el sentido y abriendo las bocas. 
Por San Quillotrijo que estoy espantado, 
malino de mí, 
que habrá doce años y más que nascí....

El "Auto de Naval y Abigail" termina con este precioso villancico:

David, como tiene amores,
aunque en la campaña está,
por aplacar sus dolores
por silbos sospiros da.
Dejóle tan quillotrado
la prudente Abigail,
que su corazón viril
a la dama ha subjetado.
Trae su ser tan trastornado
que adondequiera que está,
por aplacar sus dolores
por silbos sospiros da.
No tiene quien le consuele,
que a su mal nada consuela;
él mismo entre sí se duele
porque no hay quien dél se duela;
al mejor dormir desvela
en su lecho dondestá;
por aplacar sus dolores
por silbos sospiros da.



En un manuscrito  que se encuentra en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, se incluye un villancico anónimo que recogió Francisco Asenjo Barbieri en su obra "Cancionero Musical de los siglos XV y XVI" (Tipografía de Los Huérfanos. Real Academia de bellas Artes de San Fernando. Madrid, 1890)

¿Dónde está tu gallardía,
Mingo, ¿ha!
que no te quillotras ya
como solía?
¿Que se hizo de tu brío,
de tu bronco y tu retozo?
ya no saltas en el coso
ni te picas de baldío.
Tu gala y tu lozanía
¿dónde está,
que no te quillotras ya
como solía?


Los siguientes versos forman parte de un entremés de Sebastián de Horozco, incluido en su "Cancionero", en el que intervienen un villano, un pregonero, un fraile y un buñolero:

FRAILE
Pues que tiniedes pensado
que yo avia
de pagar lo qu´él comía?
Para el hábito sagrado,
que aunque mas oy sea mi dia
no pague por esta vía
una blanca ni un cornado.

PREGONERO
Pues sea de vuestro grado
si querés.

FRAILE
Aun por ay llevarme es.

BUÑOLERO
Pagadme, y sea como quiera.

FRAILE
Pues sepamos quanto es,
que yo pagaré por tres,
vuestra parte vaya fuera.

BUÑOLERO
Esa será la primera.

PREGONERO
Padre honrado,
no nos lo aviedes mandado.

FRAILE
A vosotros mas no astroto.

PREGONERO
También está averiguado
que en tal caso un combidado
pueda combidar a otro.

VILLANO
Desaos de tanto quillotro,
reverendo,
que meteis ya mucho estruendo,
sacá y començá a pagar,
si no juro a mí, qu´entiendo
que si estais mas contendiendo
os hemos de mantear.

La voz quillotra la escribió Lope de Vega en su obra "Los ramilletes de Madrid":


ROSELA
¿Tenéis hijos?

FABIO
Diez o doce.

ROSELA
¿Tantos?

FABIO
Y aún así me goce,
que encinta Ximena está.
Que como tan mal cenamos
que es causa de no dormir,
bien desvelados estamos,
mas yo tengo que os pedir
si hacia aquí nos retiramos.

ROSELA 
¿Cómo?

FABIO
De un galán novel
traigo aquí cierto papel,
para dar a su quillotra,
que escarmentado de otra
quiere ver lo que hay en él.

ROSELA
¿Qué sois, alcahuete?

FABIO
No.

ROSELA
¿Pues qué?

FABIO
Estafeta amorosa.
Cobro el porte, y pico.

ROSELA
Halló en vos persona oficiosa.

FABIO
Soy un mentecato yo.


Emilia Pardo Bazán puso la voz quillotro en su cuento "Dios castiga...", que forma parte del volumen póstumo titulado "Cuentos de la tierra". Narra en él la muerte de Félise, el mozo de la aldea de Vilar, que estaba enamorado de Silvestriña, la "del pelo color de mazorca de lino y los ojos azul ceniza...". Lo mataron de un tiro, y el juzgado recibió una denuncia anónima. Escribe doña Emilia el siguiente diálogo:

"—Bien te avisé, Pedro, que no cumplía escribir tal carta—decía la señora Amara a su marido, cuando ya se demostró que las diligencias resultaban completamente infructuosas, y que ni veinticuatro horas estuvo preso el de Luaño—. Como ninguén ha visto el caso, y si lo vio se calla, más te valiera callar tú. Non vos vale de nada esa habilidá de saber de letra. Sedes más tonto que los que nunca tal deprendimos. 
—Mujer—balbuceó el viejo, secándose el llanto con un pañuelo a cuadros, todo roto—, mujer, como era mi filio, que no teníamos otro, y nos lo mataron como si lo llevasen a degollar... Yo ya poco valgo, ¡pero si puedo, no se ha reír el bribón condenado ese! 
— No hagas nada, hom, te lo pido por la sangre de Félise. ¡No te metas quillotros!".
(Pág. 268)

Don Benito Pérez Galdós  escribe en su novela "Nazarín":

"Parecía que no; pero era un buen hombre, mejor dicho, un buen enano ó un buen mónstruo, el pobre Ujo. Como que una tarde dio á Beatriz dos naranjas, fruta rara en aquel país, y á la otra tres fresas, y un puñado de guisantes de lo mucho que él sacaba dejándose embromar de todo el mundo. Y les dijo que si estuvieran por allí en tiempo de la uva, él les daría cuantos racimos quisieran. Inútil es decir que Ujo conocía uno por uno á todos los habitantes del pueblo, y á cuantos lo frecuentaban en días de mercado, pues era como parte integrante del pueblo mismo, como la veleta de la torre, ó el escudo del Ayuntamiento, ó el mascarón del caño de la fuente. No hay función sin tarasca, ni aldea sin Ujo. Pues aquella tarde, después de saludar á Ándara en la iglesia, sostuvo con ella el siguiente diálogo: 
«¿Y tu compañera? 
—Allá quedó. 
—¡Qué guapa es, caraifa!... Y diz que favorece... Oye, caraifa, que miréis lo que hacéis, vos los del castillo, y lo mejor que haríais era dirvos de aquí, que en el pueblo hay unos matarifes, caraifa, que vos conocen, y diz que tú, la fea, como diz, fuiste allá mesmamente pública, y quillotra, la guapa, tuvo lo que tuvo con Manolito, el sobrino de la Vinagre, que es de acá, y á él le apellidan el Pinto. Y diz que tú y ella, y quillotro, ese que paice un público moro, vos ajuntáis para la ratería... No, si ya sé que es mentira; pero lo diz, y el cuento es que de ésta que traéis no saldrá cosa buena, caraifa... Yo que tú, me quedaba; y que se jueran ellos, quillotros..."
(Cuarta parte. Cap. IV ; págs. 227-229)

Max Aub utilizó el verbo quillotrar y el sustantivo quillotra con un sentido bastante claro en su novela "Campo cerrado":

"En cualquier otro momento era la obsequiosidad misma, melosa dándole coba al más pesado, desollando al ausente. Debíanse estas ausencias y tardanzas a la descocada rijosidad del personajillo, Bastábale probar bocado de su gusto o echarse al coleto un vaso de vino, al que no tenía en mucho, pero que apreciaba como vehículo de sus carnalidades, para, si el negocio lo permitía, acorralar al platero en un rincón, quillotrarlo y enredarse a él en las posturas más incómodas".
(Primera parte.  2. Castellón de la Plana; pág. 30)

"Hacía calor y no se dormía. Se destapó y, por distraerse y buscar el sueño, empezó a masturbarse. En aquel momento, sin otra razón que el acecho, entreabrió la puerta la morena salaz y sin decir ni pío subióse a la cama arremangándose las faldas e introdujo ella misma la razón de ser del atónito mancebo en su muy arrastrado cauce.
-Así no, bobo, así no -barbullía la mole.
Rafael estaba callado y quieto.
-¿No lo has hecho nunca?
Y como asintiera negando con sólo menear la cabeza, convirtióse la quillotra en devanadera loca, con gran susto del primerizo que no sabía a qué santo encomendarse".
(Primera parte. 2. Castellón de la Plana; pág. 39)

Vamos a terminar esta entrada con las definiciones de algunas de las voces que estamos estudiando, recogidas por Camilo José Cela en su "Enciclopedia del Erotismo":

"ENQUILLOTRADO. De la partícula en y quillotro, véase en sus varias posibles acepciones. Aquillotrado, con el pene en erección. // Doctor Juan de Salinas. A dos recetas que trocó un boticario (Cancionero moderno de obras alegres, pág. 156), versos 1-11):

Recetó el dotor Ventura
una purga para el cura,
y a un novio mal apretante
un jarabe confortante;
mas trocoles cuando menos
el boticario los frenos,
y en vez de salir purgado
quedó el cura enquillotrado
(tirte afuera)
y por ponerse en primera
hizo flux el desposado.

ENQUILLOTRAR. 1. Aquillotrar, véase. // 2. Academia, 2ª acepción, pronominal: enamorarse.

QUILLOTRADO. Participio pasado de quillotrar que puede conducirse como adjetivo. Arrecho, con el pene en erección.

QUILLOTRAR. De quillotro. 1. Por sexualización  de sentido de Academia, 1ª acepción -excitar, estimular, avivar- excitar sexualmente. Se usa también como pronominal. // Véase quillotro. // 2. Academia, 2ª acepción: cortejar, enamorar a una persona. // Academia, 3ª acepción: gustar mucho, cautivar. // 4. Amancebarse.

QUILLOTRO. Correas, Arte de la lengua española castellana, XXIII: "... en aquel otro algunos doblavan la l y la mudavan en ll: aquellotro, de donde salió quillotro entre rrusticos, con que significan todas las cosas, que no se les acuerda; ni ofreze de presto como se llama"; es voz comodín, cuyo sentido y significado viene marcado, en cada caso, por el contexto. Academia registra 8 acepciones, de la que solo la que ofrezco presenta contaminación erótica. 1. Academia, 4ª acepción: amorío, enamoramiento. // 2. Pene. // Correas. Vocabulario de refranes (Combet., pág. 21) "A killotro  akillotrado, nunka le falló velado", con la glosa: "Mucho prezié kuando hallé éste en boka de una dueña, dicho tan onestamente por la Ke "A virgo perdido (i) a Kabeza kebrada, nunka faltan rrogadores, ni por ladrones; o bien: ...nunka le falta marido", i lo otro, dicho por sus propias palavras, en kuio lugar podemos dezir: "A kodo kodido...", cabiendo tal vez la lectura de 3ª acepción. // Ibidem, (Combet, pág. 112) véase texto bajo la voz aparejo. // Ibidem (Combet, pág. 520) "Viene armado - (o) akillotrado- i sin blanka". Viene  enhotado i sin blanka" con la glosa: "Digo "armado", "Akillotrado", o "Enhotado", por no dezir la palavra propia peor kon ke lo dizen del ke va dispuesto i no lleva ké dar a la rramera..." // 3. Vulva. // Correas, Vocabulario de refranes (Combet, página 477): "Por Dios, Alonso, tiénesme debaxo y pidesme lo otro; (o) el killotro".




QUERENCIA

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Querencia es voz que Covarrubias define del siguiente modo:

"QVERENCIA, termino de caçadores, es el lugar adonde el animal acude de ordinario, o al pasto, o a la dormida".

Autoridades nos ofrece tres acepciones de esta voz. A saber:

"QUERENCIA. s. f. El sitio ú paráge donde el animál assiste de ordinario al pasto, ó adonde se ha criado. Es formado del verbo Querer, por el cariño que toman á estos lugáres. Lat. Assuetum receptaculum".

Ilustra esta voz con dos citas. La primera se encuentra en la obra de Juan Mateos titulada "Origen y dignidad de la caça" (Por Francisco Martinez. Madrid, 1634):

"Preguntóme [su padre] quantas noches auia comido el jauali en el pan? Yo dixe, que a mi parecer serian seis, ó ocho. Pues en tan pocas noches tantas entradas y salidas, como me dezis que tenia, no echais de ver, que no era de necio, sino de demasiado de cauteloso, procurando entrar de prisa, comiendo vnos bocados cada vez con el aire en la cara, y boluiendose a salir con él huyendo, dando cercos al pan, porque no se asseguraua, queria registrar si tenia algún peligro, que le estuuiesse esperando. Y otros ai que entran, y salen por vna misma parte, sin gouernarse por el aire, sino es por donde mas cerca hallan la comida a su querencia, de que salen; y estos en breue espacio de tierra tienen muchas entradas, y salidas; mas los mas recatados hazen lo que este, que me aueis dicho, procurando entrar y salir en las comidas, y panes por tantas partes, como el aire se muda, por lleuarle siempre en las narizes para mas seguridad suya; y esta era la causa de tener tantos rastros en todas las partes del pan; y por esso os pregunté si auiais mirado bien si el rastro era de vno, ó de dos; porque si fuera de dos, vno huyendo del otro, harian tantas entradas, y salidas, y se podia entender que eran mui inocentes, y que era necessaria poca diligencia para matarlos; mas vno solo bien podíais no ignorar lo hazia de cauteloso, que si fuera bobo, como deziades, no hiziera mas que entrar, y comer mui de espacio, y boluerse a salir para su querencia, y desta forma fueran pocas las entradas y salidas".

(Cap. XXXVIII: "De lo que me sucedio con un jauali"; págs. 59-59v)

El segundo ejemplo se encuentra en el capítulo 4º de la primera parte de "El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha":

"Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa, y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recebir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería. Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea, el cual casi conociendo la querencia, con tanta gana comenzó a caminar, que parecía que no ponía los pies en el suelo".

("De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta"; págs. 122-123 )

Continúa Autoridades:

"QUERENCIA. Por extensión se llama el lugar ó casa adonde acude con propension é inclinación alguna persona, porque le han tratado bien, ó porque tiene allí especiál afecto ó cuidado. Lat. Assuetum receptaculum",

Cita un párrafo de la obra de Lope de Vega titulada "La Dorotea":

"LAU.—Creo, Gerarda, que has leído la Alquimia del Treuissano; pero, si te digo la verdad, yo pensé que chamuscauas algún vassallo del hijo pródigo, que para lo que bebes éssa es tu Alquimia

GER.—Laurencio, Laurencio, más vale dar buen trueno que dinero a mase Pedro; den gracias a Dios los hombres, que no nacieron con nuestros achaques. 

LAU.—También tenemos algunos. 

GER.—¿Los hombres? ¿Quáles? 

LAU.—Sufrir los vuestros quando estáis con ellos. ¿Ay cosa más cruel que veros desmayadas, haziendo más ruido con la garganta que vn pabo cuando se eriza, el ver la confusión de las criadas, la solicitud de las vezinas, las plumas de perdiz quemadas, y andar buscando ruda, y más si es a media noche? 

GER.—Y esso, ¿de qué nace, vellacos, insolentes y arrogantes, sino de las pesadumbres que nos dais quando venís de la casa de juego y de la otra, el sombrero hasta las narizes, como celada borgoñona; y luego, sobre si está bien guisado o mal guisado, echar la mesa en el suelo, tornar a tomar la capa y boluerse a la querencia? Pero no auerigüe- mos culpas: dinos ahora a lo que vienes, y si está tu amo toda vía enojadito. ¡Qué gran ofensa, hablar Dorotica una palabra con vn conocido! No, sino dar ocasión a que la tengan por descortés, le digan una libertad o le hagan vna  sátira".

(Scena séptima; págs. 287-288 )

La última acepción de la voz querencia que recoge Autoridades es esta:

"QUERENCIA. Se toma tambien por la accion de amar, ó querer bien. Trahelo Nebrixa en su Vocabulario. Lat. Benevolentia".

Lo que dice Nebrija es "querencia por amor. Beniuolentia".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1884, en la que dice:

"QUERENCIA. (De querer.) f. Inclinación y tendencia de ciertos animales á volverse al sitio donde se han criado ó tienen sus crías, ó asisten de ordinario, ya para comer ó beber, ya para dormir. // Sitio á que los animales tienen querencia (1ª acep.). // ant. Acción de amar ó querer bien".

También ofrece el adjetivo querencioso, sa, que recogió Academia, por primera vez, en su edición de 1803:

"QUERENCIOSO, SA.- adj. Dícese del animal que tiene mucha querencia. //Aplícase también al sitio á que se la tienen los animales".

En la edición de 1914 vuelven a incluir la querencia humana:

"QUERENCIA. f. Acción de amar o querer bien. // Inclinación o tendencia del hombre y de ciertos animales a volver al sitio en que se han criado o tienen costumbre de acudir. // Este mismo sitio".

En la edición de 1925 añaden una nueva acepción:

"QUERENCIA.- (...) 4. Tendencia natural o de un ser animado hacia alguna cosa".

En la edición de 1985 incluyen una acepción taurómaca:

"QUERENCIA.- (...) Taurom. Tendencia o inclinación del toro que le lleva a preferir un determinado lugar de la plaza donde fijarse".

No existen variaciones en las siguientes ediciones, incluida la del Tricentenario, última consultada.


El Esteban Terreros define así esta voz:

"QUERENCIA, lugar, ó casa donde se ha criado, ó pace el animal, ó donde acude la caza mayor. Fr. Lieu ou les animaux vont ordinariement paitre, ou ils se son eleves. Lat.Assuetum receptaculum. Dícese de las caballerizas, pesebre, casa, etc. donde se acude con efecto, ó inclinacion. Acomódase tambien á los racionales.

QUERENCIA, benevolencia".

El Domínguez (1853) dice:

"QUERENCIA. s. f. El sitio, local ó paraje donde el animal asiste de ordinario al pasto, ó donde se ha criado; y el sentimiento instintivo que lo mueve á encaminarse allí, por efecto de su cariño, de las especies que conserva impresas etc. // fig. El lugar ó casa á donde acude con propensión é inclinacion alguna persona, porque la han tratado bien, ó porque tiene allí especial afecto, cariño, solicitud ó cuidado etc. // ant. La accion ó el efecto de amor ó de amarse, de querer ó de quererse bien. // ant. V. Benevolencia".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia en su edición de 1925 e ilustra las tres últimas acepciones con ejemplos literarios. Para la 2ª acepción cita la novela histórica de  Francisco de Paula Martinez de la Rosa titulada "Doña Isabel de Solís" (3 vols. Oficina de D. Tomás Jordán. Madrid, 1837-1846?) y la comedia en cinco actos de Bretón de los Herreros, que lleva por título "El pelo de la dehesa" (Imprenta de D. José Repullés. Madrid, 1844). De la novela:

"Las fiestas, con que se solemnizaron las bodas, fueron cual podian esperarse de aquellos rudos tiempos y de gente mas avezada al áspero ejercicio de la guerra y ä la labranza de los campos que no á entretenimientos cortesanos. La primera tarde lidiaron los mozos un novillo cerril, dentro del mismo patio del castillo; alanceando no sin destreza al fogoso animal, que por su parte hizo besar el suelo á mas de un rústico envalentonado, sin respetar tampoco á pajes y escuderos. Grande era la risa y algazara que se movía á cada lance; y sobre todo una vez, que acosado el novillo y buscando la querencia del campo, saltó una especie de palenque formado de mal unidas tablas, y la gente desatentada se arrojó al coso de cabeza; desgarrándose los gregüescos por mala parte (salvo sea el lugar) al escudero deslenguado de que se ha hecho mencion en esta historia".(Cap. V: "Fiestas en celebridad de las bodas"; págs. 37-38)

De la comedia:

ELISA. 
Un marido... Calamoeha, 
¡que madruga.,.! ¡Virgen Santa! 

FRUTOS
Vea usted; y á mi me espanta 
una mujer que trasnocha.

 ELISA, 
¡Yo por valles y por cerros! 
¡Yo marido cazador 
que repartirá su amor 
entre la esposa y los perros! 

FRUTOS
¡Yo mujer con tantos dengues 
que, faltando á la justicia, 
me negará una caricia 
por no ajar sus perendengues! 

ELISA
Y aun viviendo aquí los dos, 
cediera al fin mi desvío, 
pero, ¿y Belchite? ¡Dios mió! 

FRUTOS
Pero, ¿y la suegra? ¡Buen Dios! 

ELISA
Y será bueno Belchite, 
guapo lugar, lo concedo. 

FRUTOS
¿Pues y Madrid? No haya miedo 
que yo le desacredite. 

ELISA. 
Y aquella vida campestre 
será muy dulce, muy sana. 
¿Quién sabe.,.? De buena gana 
pasaria allí un trimestre. 

FRUTOS
Desear yo un pasaporte 
que me vuelva á mi lugar 
cuanto antes, 
no es condenar 
las costumbres de la corte. 
Son muy cucas; no hay falencia; 
pero, al fin, no son las mías. 

ELISA. 
Hay ciertas antipatías... 

FRUTOS
Sí; cada uno á su querencia. 

ELISA
Y pues no hay conformidad.,. 

FRUTOS
¡Pues! ¿A qué ofender á Dios? 
¿A qué...? 

ELISA. 
Casarnos los dos... 

FRUTOS
Es una barbaridad

(Acto cuarto- Escena VIII)

El Pagés cita "El Quijote", de Miguel de Cervantes, para ilustrar la 3ª acepción, y, para la 4ª, le viene bien un párrafo de "El amigo Manso", la novela pedagógica de D. Benito Pérez Galdós. De este modo comienza el segundo capítulo:

"Y tenía treinta y cinco años cuando me pasó lo que me pasó. Y si á esto añado que el caso es reciente y que muchos de los acontecimientos incluidos en este verdadero relato ocurrieron en menos de un año, quedarán satisfechos los lectores más exigentes en materias cronológicas. A los sentimentales he de disgustarles desde el primer momento diciéndoles que soy doctor en dos facultades y catedrático de Instituto, por oposición, de una eminente asignatura que no quiero nombrar. He consagrado mi poca inteligencia y mi tiempo todo á los estudios filosóficos, encontrando en ellos los más puros deleites de mi vida. Para mí es incomprensible la aridez que la mayoría de las personas asegura encontrar en esa deliciosa ciencia, siempre vieja y siempre nueva, maestra de todas las sabidurías y gobernadora visible ó invisible de la humana existencia. 
Será porque han querido penetrar en ella sin método, que es la guía de sus tortuosos senos, ó porque estudiándola superficialmente, han visto sus asperezas exteriores, antes de gustar la extraordinaria dulzura y suavidad de lo que dentro guarda. Por singular beneficio de mi naturaleza, desde niño mostré especial querencia á los trabajos especulativos, á la investigación de la verdad y al ejercicio de la razón, y á tal ventaja se añadió, por mi suerte, la preciosísima de caer en manos de un hábil maestro que desde luego me puso en el verdadero camino".
("Yo soy Máximo Manso"; pág. 4)

El Pagés recoge también el adjetivo querencioso-sa, e ilustra la 3ª acepción -"Dícese de la persona que ama"- con versos de Antón de Montoro y de José María Gabriel y Galán, respectivamente. 
Los versos del poeta cordobés del siglo XV, conocido como "el Ropero", forman parte de sus "Coplas al señor Rey don Enrique, acerca de sus priuados y del Condestable don Miguel Lucas", incluidas en su "Cancionero". Las que nos interesan dicen así:

Las fatigas que fatigan 
en mi todas sse concluyan 
y los santos me maldigan 
y turbaciones me sigan 
y las bonanças me fuyan 
sy lo digo por vandero 
ni por quel soy encargado 
ni por que mucho lo quiero 
ni por lo que del espero 
ni por el tienpo pasado. 
Mas porque de amor y miedo 
con rreuerençia deuida 
quando muy triste mas ledo 
de tamaño conmo el dedo 
vos amo conmo a su vida 
los seruiçios deseando 
de vuestra gran sseñoria 
conmo los que nauegando 
de noche Dios tenpestando 
desean ver claro dia. 
Con aquell´ anima clara 
conmo madre querençiosa 
que a fijo no desanpara 
mirando vos a la cara   
sy era leda o sañosa 
pues lexano de vos ver 
avnque mil leguas esta 
tanto vos ama querer 
quen su pesar u plaser 
conoçen conmo vos va.

La poesía de Gabriel y Galán se encuentra en su libro "Campesinas" y se titula "La ciega". Estos son sus primeros versos:

Los ojazos más llenos de amores 
eran los do Rosa, 
que irradiaban envuelta en fulgores 
honda sed de vivir querenciosa. 

Yo no sé de las dos cuál sería 
pena más doliente: 
porque Rosa quedó ciega un día 
la dejó de querer su Vicente.


El "Breve diccionario etimológico de la lengua castellana", de D. Joan Corominas, incluye una breve nota sobre la voz querencia en su estudio del verbo querer:

"QUERENCIA, antes ´cariño´, 1220-50, luego ´inclinación a volver al lugar donde uno ha sido criado´, 1555, y ´ese lugar´, 1599".

El "María Moliner" dice:

"QUERENCIA. 1. f. Inclinación afectiva hacia alguien o hacia algo; particularmente, tendencia de las personas o de los animales a volver al sitio en que se han criado.// 2. Taurom. Tendencia del toro a diirigirse a un lugar determinado del ruedo".

Don Julio Cejador y Frauca incluyó esta voz en el "Vocabulario medieval español":

"QUERENCIA, amor. BERCEO, Mil, 50: nunqua varon en duenna metió maior querencia. J. RUIZ, 622: non pueden dar de la dueña el amor nin querençia. Pero Niño, 2, 38: Cuantos amores, cuantas querencias aluengas e partes?".

Ampliemos los ejemplos. El primer verso se encuentra en el "Milagro I", de la obra de Gonzalo de Berceo titulada "Milagros de Nuestra Señora". Comienza de este modo:

48. En Toledo la buena essa villa real 
Que iace sobre Taio, essa agua cabdal,  
Ovo un Arzobispo coronado leal 
Que fue de la Gloriosa amigo natural. 

49. Dicienli Yldefonsso, dizlo la escriptura,
 Pastor que á su grei daba buena pastura;
Ome de santa vida que trasco grand cordura; 
Que nos mucho digamos so fecho lo mestura. 

50. Siempre con la Gloriosa ovo su atenencia, 
Nunqua varón en duena metió maior querencia, 
En buscarli servicio methie toda femencia, 
Facie en ello seso é buena providencia.

El segundo verso forma parte de la composición poética del "Libro de buen amor", del Arcipreste de Hita, cuyo título es "De como el amor se partió del arçipreste e de como doña Venus lo castigo":

619 "Por arte los pescados se toman só las ondas, 
"E los pies bien enxutos corren por mares ondas, 
"Con arte é con oficio muchas cosas abondas, 
"Por arte non há cosa á que tú non rrespondas. 

620 "Ome pobre, con arte, pasa con chico ofiçio, 
"El arte al culpado salva del malefiçio; 
"El que llorava pobre, canta ryco en vyçio, 
"Façe andar de cavallo al peón el serviçio. 

621 "Los señores yrados de manera estraña 
"Por el muncho servicio pierden la muncha saña;
 "Con buen servicio vençen cavalleros d' España: 
"Vençerse una dueña non es cosa tamaña.

622 "Non pueden dar los parientes al pariente por herençia 
"El mester é el ofiçio, el saber nin la ciençia, 
"Non pueden dar de la dueña el amor nin querençia; 
"Todo lo da el trabajo, el uso é la femençia.

El alférez Gutierre Diez de Games escribió la "Cronica de don Pedro [Pero] Niño, Conde de Buelna", conocida también como "El Victorial", a mediados del siglo XV. El texto que cito se encuentra en la edición de D. Eugenio de Llaguno Amirola, Caballero de la Orden de Santiago, impresa por D. Antonio Sancha, y publicada en Madrid en el año 1792:

"Sacas los algos de la tierra, é das con ellos en la mar; quitaslo á los omes, é daslo á los peces que non saben qué cosa es. Las cosas preciadas lanzas en lugares sin provecho. ¡Oh viento! ¡oh fortuna! ¿quién está contento de tí? Muchos matas, muchos empobreces, non es ninguno que por un placer que le diste, non le feciste pasar muchos dolores. ¿Quántos están feridos de tu lanza¿ quántas viudas faces? quántos huérfanos? quántos apartamientos? quántas amistanzas desatas? quántos lloros? quántos sospiros? quántos amores, quántas querencias aluengas é partes? Quién es aquel que te alaba, é el que de tí se loa? Qué diré de tí viento, é fortuna? La tierra que nos mantiene tú nos la dañas, é nos quemas las flores, tú nos quitas los frutos, tú nos traes la piedra é la niebla, tú nos espantas con tronidos, é relámpagos, é cometas. Verdad es que tú nos traes las lluvias; mas primero nos las faces desear. El sol  que nos calienta tú nos le enfrias con nieves é con heladas. La luna é las estrellas que nos alegran tú nos las escureces. Tú levantas la tierra asi como la mar, é la faces temblar. ¡Oh fortuna! oh viento! tú rasgas las muy grandes velas, quebrantas é derruecas los muy grandes mástiles é entenas, aniegas  las grandes carracas, é cocas, é urcas. Las obras que los grandes omes fabricaron, é los sesudos ficieron á muy grandes costas, é en luengos tiempos, en una hora ge lo desbaratas todo, é ge lo fundes en la mar. ¡Quántos buenos omes matas, é empobreces! Amansa yá, é cesa viento é fortuna: cesa yá, é  sey pagado. Seamos yá seguros de tí, que nos levas las miéses, é nos matas los ganados, é nos destruyes las frutas, é nos levas é tiras todos nuestros deleytes; é iremos é vernemos sobre la mar en paz é con ganancia, é avrán placer con nos nuestros amigos, é nos con ellos".
(Segunda parte. Cap. XXXVIII: "Como partieron las galeras de Flandes, é como fallaron á Arripay un grand Cosario Inglés"; pág. 147)

De Leopoldo Vázquez Rodríguez es el "Vocabulario Taurómaco ó sea Colección de las Voces y Frases empleadas en el Arte del Toreo, con su explicación correspondiente" (Imprenta de Sucesores de Escribano. Madrid, 1880) Ahí leemos:
 
"QUERENCIA DE UN TORO. Es el sitio de la plaza en que le gusta estar con preferencia á otros y adonde va á parar regularmente después de una carrera ó al rematar las suertes. Las naturales son la puerta del toril y la del corral, y las casuales son cualquier otro sitio de la plaza. El diestro debe tenerlas muy en cuenta al ejecutar cualquier suerte".

D. José Sánchez de Neira y Álvarez de Toledo es el autor del "Gran Diccionario Taurómaco..." (R. Velasco, Impresor. Madrid, 1896). La voz que estamos estudiando la define de este modo:

"QUERENCIA.—Se llama asi al sitio de la plaza en que el toro gusta estar en preferencia, y adonde va á parar después de cualquier suerte. Hay querencias naturales y accidentales. Las primeras son las puertas de los chiqueros, y las otras son las que toman en cualquier sitio, al lado de un caballo muerto, al de una puerta de caballos, á la de arrastradero, ó al de la barrera. Siempre es inconveniente y aun peligroso torear ó hacer suertes á un toro querenciado; por lo cual debe procurarle, á fuerza de capotazos y aun con alguna banderilla en los cuartos traseros, incomodarle constantemente para que abandone aquel paraje; pero si no pudiera conseguirse, hay reglas fijas y seguras para ejecutar suertes lucidísimas, siempre que el diestro tenga presente que la salida natural y cierta del toro en cualquier juego ó suerte que con él haga, es en derechura á su querencia, y que para esto debe dejársele libre su viaje, cambiando en algunos casos los terrenos, y siendo muy necesario el auxilio de algún capote que en momento determinado llame la atención de la fiera adonde convenga"

En "Las siete Partidas", del rey Alfonso X el Sabio, hay varias leyes en las que se menciona la "mal querencia". Hemos elegido la siguiente que parece, incluso, actual:

SETENA PARTIDA. TÍTULO II. LEY VI

Que pena merescen aquellos que dizen mal del Rey

"Saca de medida a los omes la mal querencia que tienen raygada en los coraçones, de manera, que quando non pueden empescer a sus Señores por obra, trabajanse de dezir mal dellos, enfamandolos  como non deuen. E porende dezimos, que si alguno dixere mal del Rey  con beodez, o seyendo desmemoriado, o loco, non deue auer pena por ello; porque lo faze estando desapoderado de su seso, de manera que non entiende lo quedize. E si por auentura, dixesse alguno mal del Rey, estando en su acuerdo; porque este se podría mouer a lo dezir con grand tuerto que ouiesse rescebido del Rey, por mengua de justicia que le non quisiesse cumplir; o por grand maldad que touiesse en su corazón raygada con malquerencia contra el Rey; porende tuuieron por bien los Sabios antiguos, que ningund Judgador non fuesse atreuido a dar pena a tal ome como este, mas que lo recabdassen, e que lo aduxessen delante del Rey; ca a el pertenesce , de escodriñar, e de judgar tal yerro como este, e non a otro ome ninguno. E si estonce el Rey fallare, que aquel que dixo mal del, se mouio, como ome cuytado por alguna derecha razón, puédelo perdonar  por su mesura, si quisiere, e deuel otrosí fazer alcançar derecho del tuerto que ouier recebido. Mas si entendiere que aquel que dixo mal del, se mouio tortizeramente por malquerencia, deuel fazer tanto escarmiento, que los otros que lo oyeren, ayan miedo, e se recelen de dezir mal de su Señor".
( "Los códigos españoles concordados y anotados"; vol. 4º; pág. 296.)


Juan de Padilla, conocido como "El Cartujano", es el autor de una obra titulada "Los doce triunfos de los doce apóstoles".
He aquí algunos de sus versos:

No somos ladrones de bienes ágenos, 
me dixo de presto, con mucha tristura; 
juzgues, hermano, por la catadura, 
común a los malos, común a los buenos. 
Estos costales, que van asi llenos, 
son de las piedras muy duras y frias, 
que son mal querencias, por tiempos y dias; 
cogidas con los pensamientos terrenos, 
contra el precepto de nuestro Mesias.
(Triunfo undécimo. Capítulo III-7)

En el "Romancero del Cid" se encuentra un romance  en el que se detallan, uno por uno, los "Consejos y encargos del Cid a su esposa, al partir para la guerra". Estos son sus primeros versos:

Fablando estaba en celada 
El Cid con la su Jimena 
Poco antes que se fuese 
A las lides de Valencia;
 — Bien sabéis, dice, señora, 
Como las nuesas querencias 
En fe de su voluntad 
Muy mal admiten ausencia; 
Pero piérdese el derecho 
Adonde interviene fuerza, 
Que el servir al rey lo es 
Quien noble sangre semeja. 
Faced en la mi mudanza 
Como tan sesuda fembra, 
Y en vos no se vea ninguna, 
Pues ve nis de honrada cepa. 
Ocupad las cortas horas 
En catar vuesas faciendas;
 un punto no esteis ociosa, 
Pues es lo mismo que muerta. 
Guardad vuestros ricos paños 
Para cuando yo dé vuelta, 
Que la fernbra sin marido 
Debe andar con gran llaneza. 
Mirad por las vuesas fijas, 
Celadlas; pero no entiendan 
Que algún vicio presumís, 
Porque fareis que lo entiendan: 
No las apartéis un punto 
De junto á vuesa cabeza. 
Que las fijas sin su madre 
Muy cerca están de perderla....

Alegre es el cantar con el que comienza un entremés que Sebastián Horozco escribió para una monja parienta suya:

VILLANO
Hávalas, hávalas, hala
hava la frol y la gala.
Allá arriba arriba
junto á mi logar
viera yo serranas
cantar y baylar,
y entre todas ellas
mi linda zagala,
hava la frol y la gala.

Juro a sant Junco, el gasajo
acá dentro me retoza
en las tripas y en el quajo,
pensando en el requebrajo
que tuve con aca moza.
El pancho se me alboroza
en pensar
su cantar y su baylar,
y el mirar de rabo de ojo,
que pardios por la abrazar
mas que á otra del llugar
me tomaba huerte antojo;
mas despues en un ratrojo
la topé,
y en mirándola pensé
morir de pura querencia,
y allá mi fé le arrojé
una terrible mercé
con una gran reverencia...

Los siguientes versos se encuentran en el "Diálogo y discurso de la vida de Corte", de Cristóbal de Castillejo:

PRUDENCIO
(...)
Pero la Corte á mi ver,
es la más cierta posada
que se le puede saber;
do vereis,
no pocos, á quien habreis
hecho servicios sin cuento,
en quien después hallareis
muy poco agradecimiento,
o ninguno;
ya diría yo de alguno,
y aun de muchos que alli vi.
Especialmente de uno
a quien fielmente serví,
y ayudé,
mas yo lo que del saqué
al cabo de la jornada,
fue, mal querencia sin fe,
y enemistad de callada.

Mateo Alemán escribió esta voz en su "Vidas y hechos del pícaro Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana". Cito de la edición de Baudry, Librería Europea, publicada en París en el año 1847:

"A todos nos enjaularon, mas no fué de sustancia, que nos hallaron cabales de Ia marca, y á ninguno falso. Esto se pasó, mas el cuidado no, que á buena fe que andaba el amo deseoso de saber la verdad. Yo cob el alboroto dejé pasar algunos dias, hasta que se olvidase y hubiese otro asno verde, sin osar poner las manos ni aun la vista en el arcon; mas la corcoba que el árbol pequeño hiciere, en cuanto fuere mayor se le hará peor: las malas mañas que aprendí me quedaron indelebles. Así pudiera sustentarme sin ello como sin resollar, y mas aquellass niñerías que ya les habia tomado el tiento y me sabían bien. No pude tenerme en la silla sin volver á caer y á yisitarle de nuevo, volvíme á Ia querencia".
(Libro tercero. Cap. VII: "Como Guzman de Alfarache sirvió de paje á monseñor ilustrísimo cardenal, y lo que le sucedió"; pág. 180)

El padre jesuita Eusebio Nieremberg tituló "Connexion entre los afectos de los brutos" el capítulo LXXII del "Libro segundo del artificio de la Naturaleza", incluido en el tomo tercero de sus "Obras philosophicas, ethicas, politicas y phisicas" (Imprenta Real. Madrid,1664) Comienza con esta historia de cazadores:

"Ni solo á las virtudes, y vicios sigue su calificacion, sino á los afectos sigue semejante condición, que en los hombres, de modo, que por vna condicion de vn animal se puede rastrear otra. Del temor dize Aristoteles, que es consultiuo. Tambien los animales medrosos, y muy sagazes, y astutos. Darco Eremita pone exemplo en las Liebres, que con notables astucias, ingenios, y tretas se escapan de los Galgos, como vn diestro toreador juega con vn Toro. Contaré vna astucia que los años passados sucedió aqui en Madrid cerca de Atocha. Leuantaron vnos cazadores vna Liebre, fueronla siguiendo los Galgos, ella partió derecha hazia el camino donde estava puesto en vn madero vn quarto de ahorcado; en llegando alli desaparecio, quedandose abobadoslos Galgos, sin saber que se hiziesse. Otro dia tornaron á la misma querencia los cazadores; salió la Liebre, tomó el mismo rumbo, y en llegando al mismo puesto sucedió lo mismo, perdiéndola los Galgos en llegando al quarto del ajusticiado. Repitóse esto cinco, ó seis vezes; desapareciendo siempre en llegando al mismo lugar. Pensaron los cazadores ser cosa de la otra vida, y quisieron dexar de instar en buscarla otro dia; pero acordaron de probar otra vez, y que vno estuviesse esperando cerca del quarto del ahorcado para ver como era aquello. Tornaron, pues, á leuantar los compañeros la Liebre, que se fue derecha á su refugio; en llegando donde estaua el quarto del ajusticiado, vió el que estaba aguardando, que con notable astucia trepó por el leño arriba, y se puso encima, dexando embelesados los Galgos; derribaronla abaxo los cazadores con que la pudieron matar. De suerte, de la manera que Aristoteles colige de vnas costumbres otras; assi si se podrán rastrear de vnas propriedades de los animales otras".
(Pág. 374)

El siguiente diálogo se encuentra en la comedia de Tirso de Molina titulada "Antona García":

VENTERA
Bobería.

ANTONA
Muger y en venta, ya veis
que de males pernostica.

VENTERA
Pues aquí que se le pega?

ANTONA 
Malas costumbres son tiña
de mesones y posadas
donde vive la codicia.
Todo en la venta se vende,
y después me pesaría
que saliesse á la querencia
mal criada y sacodida.

VENTERA
De las cepas ubas nacen,
y de los cardos espinas;
si vos sois honrada Antona,
también lo será vuessa hija.
Andad acá, dalda el pecho.

ANTONA
Mijor será una escodilla
de sopas en vino.

VENTERA
Ansi se amamantan en Galicia.
(Acto tercero.)

La siguiente octava se encuentra en el Canto XI de la Primera Parte del poema épico de Alonso de Ercilla  titulado "La Araucana":

Como corre el caballo cuando ha olido 
Las yeguas que atrás quedan y querencia. 
Que allí el intento inclina y el sentido, 
Gime y relincha con celosa ausencia, 
Afloja el curso, atrás tiende el oído, 
Alerto á si el señor le da licencia, 
Que á dar la vuelta aún no le ha señalado, 
Cuando sobre los pies ha volteado;



A D. Manuel Bretón de los Herreros debió de gustarle esta voz, porque no solo la puso en la obra citada sino en otras; por ejemplo,  el siguiente diálogo se encuentra en su comedia "Finezas contra desvíos":

MORATA
Después de tanto desaire 
y tantas súplicas vanas, 
esas son cuentas galanas 
y castillos en el aire. 
¡Pesia el enemigo malo, 
llamad y haeedla completa! 
Cara os ponga de vaqueta 
la que os da cara de palo. 
Llamad; mas por vida mia, 
si sintiera yo la pupa 
que os escuece, como chupa 
de dómine la pondría. 

D. FELIX
Caballero castellano 
nunca á su dama ultrajó. 

MORATA. 
Por eso me huelgo yo 
de haber nacido villano. 
No á nosotros nos halaga 
lo que llamáis negra honrilla. 
Lleve faldas ó ropilla, 
quien nos la hace nos la paga. 
Echando ternos atroces, 
si nos agravia una Filis 
desahogamos nuestra bilis 
con bofetadas y coces, 
y ellas, trocando el desprecio 
en humildad y obediencia, 
quizá tienen mas querencia 
al que casca mas de recio.

Serafín Estébanez Calderón termina de este modo el relato "Los filósofos en el figón", incluido en  su obra "Escenas andaluzas":

"Al decir esto el elocuente orador, escuché ruido por la escalera, vuelvo el rostro y miro; ¡perdón de mis pecados! Miro al mismo tremendo Górgoles bailándole sus ojos de alegría por haber atrapado á su víctima. A pesar del montañés entró y escudriñó la casa, pues no encontrándome en las calles cercanas concluyó y con razón que me había agazapado en alguna madriguera. Entró digo, se me lanzó como un sacre y me hizo presa por el brazo como alano, pues las orejas me las reservó para taladrármelas á preguntas, argumentos y reconvenciones por mi asistencia y querencia en casas de aquel jaez. Me sacó á lo del Rey con mas inculpaciones y reprimendas: llevóme baldándome, gritando, argumentando en forma, por inducción, á príori, por exabrupto, por peroración.... ¡qué tormento! En fin, apartóme mi implacable enemigo de aquel mi centro de recreación y gusto, pero al menos aprendí y supe en donde cada jueves podría sacar mi ánimo de sus melancólicas meditaciones, oyendo los diálogos de dos filósofos, que si enseñan poco como todos, divierten como ningunos".
(Pág. 39)

Armando Palacio Valdés describe de este modo tan tierno una escena de amor en su novela "La aldea perdida":

"—¿Quieres más, zarramplín, quieres más?—exclamó ella al cabo de un rato entre risueña e irritada limpiándose con el delantal las lágrimas que corrían de sus ojos—. ¡Ya me sacaste del alma lo que tenía allí guardado, gran zorro! 
Y al mismo tiempo le aplicó en el brazo un soberano pellizco. Jacinto lo recibió con más gusto que si todos aquellos ángeles y serafines que veía cruzar radiantes le hubiesen besado en la mejilla. Pero aún estuvo algunos momentos sin poder articular una palabra. Al fin se les desató a ambos la lengua. Ella, vencida ya aquella vergüenza que le obligaba a parecer desdeñosa, mostró en seguida la travesura y alegría de su genio. El tardó más tiempo en recobrarse y nunca se recobró del todo porque su timidez era- congénita. 
—¿Cómo has venido esta noche por acá?—le preguntaba ella—. Yo pensé que estarías en la lumbrada de la Pola. 
—Ya sabes que no me gustan las lumbradas. 
—No digas eso; di que te tiraba más la querencia hacia Lorio, aunque sea mentira—replicaba ella clavándole una mirada enloquecedora. —-¡ Oh, no es mentira! 
—Sí, es mentira, embustero, es mentira... ¿Ves cómo te pones colorado?... ¡Porque es mentira! 
Y al mismo tiempo le propinaba otro bárbaro pellizco que el bienaventurado Jacinto recibía con el mismo éxtasis y recogimiento".
(Cap. X: "La torga"; pág. 165)

El cesante Villaamil tenía apego a su oficina y don Benito Pérez Galdós narró, con mano maestra, sus idas y venidas en su extraordinaria novela "Miau":

"— Hoy me encuentro muy bien, Ventura. He descansado anoche, me despejé, y estoy hasta contento, me lo puedes creer, echando chispas de contento. 
— Más vale así, hombre, más vale así—repuso el otro observándole los ojos. 
— ¿Qué traes por acá? 
— Nada... la querencia... hoy estoy alegre... ya ves cómo me río (riendo). Es posible que hoy venga por última vez, aunque... te lo aseguro... me divierte, me divierte esta casa. Se ven aquí cosas que le hacen á uno... morir de risa".
(Cap. XXXVI; pág. 353)

Ramón María del Valle-Inclán puso esta voz en varias de sus obras; por ejemplo, en la siguiente acotación de la tragicomedia de aldea titulada "Divinas palabras":

"A las voces van acudiendo los vecinos: Asoman a los ventanos angostos que se abren al socaire de los tejados, se agrupan en los patines, salen de los establos» envueltos en el vaho de los mu­gidos. La bruja, toda en un grito, apalea las escurridas ancas de los puercos, que gruñen y dan vueltas en la querencia del carretón. Habla Serenin de Bretal, un viejo docto que ahora apaga un farol en la puerta del establo".
(Jornada segunda. Escena décima; pág. 100)



En sus "Meditaciones del Quijote", el filósofo José Ortega y Gasset medita sobre el "héroe", y escribe:

"La historia nos obliga ahora a volver sobre el asunto. Algo nos quedaba en el aire, vacilando entre la estancia de la venta y el retablo de Maese Pedro. Este algo es nada menos que la voluntad de Don Quijote.
 Podrán a este vecino nuestro quitarle la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo es imposible. Serán las aventuras vahos de un cerebro en fermentación, pero la voluntad de la aventura es real y verdadera. Ahora bien, la aventura es una dislocación del orden material, una irrealidad. En la voluntad de aventuras, en el esfuerzo y en el ánimo nos sale al camino una extraña naturaleza biforme. Sus dos elementos pertenecen a mundos contrarios: la querencia es real, pero lo querido es irreal. 
Objeto semejante es ignoto en la épica. Los hombres de Homero pertenecen al mismo orbe que sus deseos. Aquí tenemos, en cambio, un hombre que quiere reformar la realidad. Pero ¿no es él una porción de esa realidad? ¿No vive de ella, no es una consecuencia de ella? ¿Cómo hay modo de que lo que no es—el proyecto de una aventura—gobierne y componga la dura realidad? Tal vez no lo haya, pero es un hecho que existen hombres decididos a no contentarse con la realidad. Aspiran los tales a que las cosas lleven un curso distinto: se niegan a repetir los gestos que la costumbre, la tradición, en una palabra, los instintos biológicos les fuerzan a hacer. Estos hombres llamamos héroes".
(Págs. 185-186)

"Paz" se titula el siguiente soneto, incluido en la obra de Francisco Villaespesa titulada "La fuente de las gacelas" (Sucesores de Hernando. Madrid, 1916):

Ya es tiempo de vivir tranquilamente, 
en paz con Dios, serena la conciencia, 
en una blanca casa, á la querencia 
de un ciprés, de un rosal y de una fuente. 

Lejos de las envidias de la gente, 
contemplar deslizarse la existencia 
con esa cristalina transparencia 
que pone algo de cielo en la corriente. 

Vivir en paz, loando mi fortuna, 
para todo rencor y todo agravio 
cerrado el corazón á piedra y Iodo... 

Y alguna tarde, sucumbir con una 
sonrisa de perdones en el labio... 
¡Quien mucho ha amado, lo perdona todo!

De este modo describió Eugenio Noel, el escritor antitaurino por antonomasia, el último tercio del último toro  en su obra "Cornúpetos y bestiarios" (Casa Editorial Monclús. Tortosa, 1920):

"Siete toreros durante unos minutos preparan el toro a un rehiletero. Todo va muy de prisa, muy de prisa. 
—Le ha desnudado—gritan—porque el toro le ha desgarrado el traje. Sale el último bestiario. Gritan que se quede solo, pero al bestiario no le parece así y empieza su faena entre gritos, queriéndose arrodillar, muleteando malamente entre gritos y sonidos de bocinas. 
—¡Un toro tan noblote!—dicen. 
—¡Paciencia!—gritan. 
Pero él quiere matar. Sabe que los hechos consumados son en tauromaquia tan absolutos como en otra cosa. 
Cinco enterradores le ayudan, no porque él no grite fuera con el labio de abajo. Estocada... a ojo, o como salga. 
El público comienza a salir y a tirar almohadillas al ruedo. 
Entre las protestas del público se tira al toro y le larga una estocada pescuecera. 
—¿Y te has alternativado?—le gritan. 
El toro sale buscando la querencia. Hay siete chulos y bestiario cerca de él. En los toriles, y a una distancia de leguas, se lanza sobre el toro y da una estocada tan mala como... la del otro doctor, como las de Joselito. 
El morrillo del pobre animal está empapado en sangre. 
—Estar quietos, grita a sus chulos el bestiario. 
—¡A Tetuán!—le gritan. 
Le da dos o tres estocadas en el pescuezo, martirizándole de un modo horrible. 
Luego, desde una distancia ignominiosa se tira al pescuezo del toro y le abrasa una vez más. 
Corren toro y chulos. Silba y protesta la gente".
 (págs. 148-149)

Este bellísimo soneto fue escrito por Miguel Hernández:

Una querencia tengo por tu acento
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.

Así describe Arturo Barea un ataque a un poblado rifeño en el segundo libro de su trilogía "La forja de un rebelde", titulado "La ruta"

"Al primer cañonazo se derrumbó todo: la paja de las chozas saltó en briznas encendidas. Los chicos huyeron piedras arriba. Las gallinas y los corderos se dispersaron a donde su instinto los empujó. Las mujeres lanzaron chillidos agudos que repercutían en el valle. Los señores de la kábila caracoleaban en sus caballos, agitando en el aire el fusil. Después de los pocos cañonazos, la infantería subió la cuesta y se apoderó del poblado. Los soldados cazaban las gallinas huidas y los corderos extraviados que iban volviendo a la querencia al ponerse el sol".
(Primera parte. Cap. I: "Bajo la tienda"; pág. 8)

Lorenzo, el protagonista de la obra de Miguel Delibes que lleva por título "Diario de un cazador", Premio Nacional de Literatura del año 1955, anota el 28 de febrero, sábado:

"Ha hecho un día de primavera. Fuimos en el tren a San Miguel y de allí al río meneando las tabas. Había dos que nos tomaron la delantera y tenían los puestos al norte de la isla, pero el barquero dijo que tanto daba la parte porque la querencia varía y todo es cuestión de acertar".
(Pág. 125)

Camilo José Cela incluyó en su edición de "Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricos" algunas de sus "Nuevas escenas matritenses". A una de ellas la tituló "La querencia". Empieza de este modo:

"La querencia es como un venenosillo regosto del instinto, algo que se cuela en la sangre -igual que ciertas miasmas tropicales- y que dirige las piernas, aunque no quieran, hacia las defensoras tablas de los buenos tiempos de la salud y la juventud. La querencia es el decorado de la antesala de la muerte, aquello que se busca porque ya se conoce y se supone hospitalario y funerario, cómplice y casi, casi fraterno",
(Pág.  354)


LA "Q" DE MIS JUEGOS INFANTILES

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La Q me remite a la infancia. Yo tenía un aro que era una Q de hierro, o puede que de hojalata, y me gustaba correr tras él guiándolo con un alambre gordo terminado en una U, como si fuera un instrumento para marcar a fuego el duro lomo de los caballos. Yo marcaba mi aro cada tarde con aquella guía, y le sacaba chispas de felicidad, el sonido metálico de mis sueños, la alegre y monótona sintonía de su rodar y rodar, como la carreta de Jorge Cafrune, y, a veces, el aro iba más deprisa y más contento que yo y se me escapaba en la cuesta abajo como un lebrel que hubiera visto un gazapo junto al camino que iba hasta la estación.
Seguramente aquella Q de hierro no formaba parte del abecedario de una tienda de juguetes sino que había abandonado la seguridad de un tonel viejo, o de un barreño, y mi padre le había ido quitando la herrumbre con una lija y el olor a vino o a lejía con champú casero o bicarbonato; tal vez por eso brillaba tanto como los clavos del carro de Manolo Escobar, aquel que se lo robaron, o los tapacubos del coche del mesonero que, entre otros oficios, tenía el de ir a buscar el correo a la estación ferroviaria, la misma que anhelaba mi aro y que no vio nunca porque yo le atrapaba antes de llegar a la primera curva.
Para que la Q de mi aro no se desmandara más lo ponía a rodar en la Q de la plaza, tan grande que parecía la madre de todas las Q y de todos los aros, y allí confraternizaba con otros chiquillos y con otros aros, tan artesanales y tan hermosos como el mío, y echábamos carreras, y los adoquines de aquel lugar se llenaban de sonidos chirriantes y metálicos que solo apagaban las campanadas del reloj municipal; algunas muchachitas con flequillo y tirabuzones se unía a nuestros juegos, y así, gritando y correteando, con la sonrisa de Mona Lisa en los labios y el rosicler encendido en las mejillas, íbamos corriendo aquellas pobres"cus" de hierro u hojalata, con nuestras alargadas guías, de un lado a otro de la plaza, y en ese juego, que no requería una técnica especial, pero sí cierta habilidad, pasábamos las tardes primaverales, las primeras horas del estío, el atardecer otoñal. A veces me pregunto si éramos felices y creo que sí, que, a nuestro modo, lo éramos: pobres, pero felices. Después, cuando me cambiaron los pantalones cortos por los largos, y la trenka por la gabardina del teniente Colombo, el aro desapareció por arte de magia, y fueron otros mis juguetes y mis entretenimientos. No sé dónde fue a parar, si terminó en  el sótano que, de cuando en cuando, se inundaba, o en casa de otro chiquillo que jugaba con un palo y terminó jugando con un aro.

Ángel Arteaga (c)



PULPERÍA

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Pulpería y pulpero son voces que no recoge Covarrubias, pero que sí aparecen   en Autoridades con estas definiciones:

"PULPERIA. s. f. Tienda en las Indias, donde se venden diferentes géneros para el abasto: como son vino, aguardiente y otros liquóres, géneros pertenecientes á droguería, buhonería, mercería y otros, pero no paños, lienzos ni otros texidos. Lat. Communis taberna, vel caupona".

Cita la Ley XII del Título 8 del Libro 4 de la "Recopilación de Leyes de los reinos de las Indias", que dice así:

D. Felipe IV en Madrid á 27 de mayo de 1631.

Que en la composición de las pulperías y su contribucion se guarde lo dispuesto.

"Por cuanto habiéndose por Nos mandado, que dejando en cada lugar de españoles de las Indias las pulperías, que precisamente fuesen necesarias para el abasto, conforme ä la capacidad de cada pueblo, todas las demas nos pagasen por via de composicion en cada un año, desde treinta hasta cuarenta pesos: y para mas claridad de lo sobredicho, y su fácil ejecucion, que se señalasen las pulperías de ordenanza, que fuesen para el abasto, ó las nombrasen los cabildos, por no innovar en lo que hubiese costumbre, y que en estas no se alterase el modo y forma, que se habia guardado de visitarlas: y las de composicion no pudiesen ser visitadas por los cabildos, ni entrometerse sus escribanos en lo que les tocase, para lo cual los dimos por inhibidos, y mandamos, que les visitasen en las ciudades de Lima y Méjico los alcaldes de las audiencias de ellas, y en otras donde hubiese audiencias, los oidores: y en los demas lugares los gobernadores, y regidores, á sus tenientes, todos con limitación, que no pudiesen hacer mas de cuatro visitas cada año, no constando que hubiese excesos notorios, ó habiendo denunciadores, conforme á derecho: y que las pulperias de ordenanza no fuesen preferidas en sitio, ni privilegio á las que pagasen composición; antes estas en todo lo justo y posible fuesen favorecidas y preferidas: y que si por gozar de esta utilidad, quisieren pagar todas, como fuese voluntariamente, se admitiesen á composición, y se ordenase á los oficiales de nuestra real hacienda, y contadurías de cuentas que se asentase y cobrase lo que de esto resultase como miembro de nuestra hacienda, y que con particular distinción y caridad se remitiese á nuestro consejo de Indias la razón de lo que esto valiese cada año en cada partido. Y porque en los pueblos de indios se entendió, que habia muchas pulperías, estando prohibidas por ordenanzas de las provincias: Tuvimos por bien de mandar, que donde actualmente las hubiese, fuesen admitidas á composición en las cantidades referidas, y donde no las hubiese, no se consintiesen poner, ni que se les hiciese molestia á los indios, que las tuviesen por suyas, con licencias del gobierno, no llevándose á los indios precio ni interés por ello, y que lo mismo se entendiese en las chicherías, que les fuesen permitidas por las ordenanzas, y que en dichos pueblos de indios no había de haber ninguna pulpería de ordenanza para el abasto, por no ser necesaria para el uso y sustento común, y todo lo susodicho sea ejecutado en la forma, que ha parecido mas conveniente, de que se nos ha dado cuenta, y lo hemos aprobado y tenido por bien: Ordenamos y mandamos, que así se guarde y cumpla, sin hacer novedad en cosa alguna, mientras no dispusiéremos otra cosa, que así es nuestra voluntad".
(Págs. 110-111)

El recopilador añade la siguiente nota:

"En Real cédula de 12 de mayo de 1730, se manda guardar esta ley; y se añade algo mas: y por decreto de las Cortes generales y estraordinarias de 12 de marzo de 1811, se mandó suprimir el derecho de pulperías".

Autoridades define de este modo la voz pulpero:

"PULPERO. s. m. El que tiene tienda de pulpería en los Reinos de las Indias. Lat. Caupo. Tabernarius".

Cita, de nuevo, el mismo libro y el mismo título de la  "Recopilación de leyes de los reinos de  las Indias",  y la obra del Inca Garcilaso de la Vega titulada "Segunda parte de los Comentarios Reales que tratan de el origen de los Incas, reyes, que fueron del Perú, de su idolatria, leyes, y gobierno, en paz, y en guerra,,,". (Imprenta de los hijos de Doña Catalina Piñuela. Madrid, 1829) A saber:

LEY XIV.

D. Felipe IV en Madrid á 27 de noviembre de 1623. 

Que el que tuviere trato de amasijo ó hacer velas no pueda ser pulpero. 

"Ordenamos que el que tuviere trato de amasijo, ó hiciere velas, no pueda ser pulpero; y el que usare de ambos tratos, pague por la primera vez diez pesos corrientes, y por la segunda veinte, y por la tercera sea privado de/ ejercicio, y aplicarnos estas penas pecuniarias, el tercio á nuestra cámara, otro á obras públicas, y otro al juez y denunciador, por mitad".
(Pág. 135)

"En aquellos tiempos andaban los soldados tan belicosos en el Perú, particularmente en los Charcas y en Potocsi y sus términos, que cada día había muchas pendencias singulares, no solamente de soldados principales y famosos, sino también de mercaderes y otros tratantes, hasta los que llaman pulperos, nombre impuesto á los mas podres vendederos, porque en la tienda de uno dellos hallaron vendiéndose un pulpo".
(Vol. V. Libro sexto. Cap. XX: "Alborotos que hubo en la provincia de los Charcas, y muchos desafíos singulares, y en particular se dá cuenta de uno de ellos"; pág. 86)

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1884, en la que sustituyen "las Indias" por "en América". En la de 1899 abrevian la definición:

"PULPERÌA. f. Tienda, en América, donde se venden diferentes géneros para el abasto; como son vino, aguardiente o licores, y géneros perteneciente a droguería, buhonería, mercería, etc."

No varía hasta la edición de 1992, en la que dice:

"PULPERÍA. (De pulpo.) f. Amér. Tienda donde se venden diferentes géneros para el abasto".

En la Edición del Tricentenario esta voz tiene dos acepciones:

"PULPERÍA. (De pulpa, por expender originariamente frutas tropicales y dulces hechos con ellas, y -ería.) 1. f. Arg., Bol., Chile, C. Rica, Ec., Guat., Hond., Méx., Nic., Perú, R. Dom., Ur., y Ven. Tienda donde se venden artículos de uso cotidiano, principalmente comestibles.

PULPERÍA. (De pulpo y -ería) 1. f. Establecimiento de comidas en el que se sirve preferentemente pulpo".

El Esteban Terreros recoge la voz pulpería con este significado:

"PULPERÍA, tienda en las Indias de Nueva España en que se vende todo jénero de semilla, vino, aceyte, vinagre, velas, carbón, leña, manteca, miel, y todas las demas drogas, y mercaderías, excepto lienzos, paños, y seda por mayor, de modo que viene en lo mas á ser lo que en Madrid tienda de aceyte, y vinagre. Fr. Boutique ou l ´on vend, etc. Lat. Communis taberna".

Los diccionarios de la web de la RAE, consultados habitualmente, no añaden nada nuevo a lo dicho por Academia. Esta voz se encuentra en el "Diccionario de americanismos" de la ASALE  con estas definiciones:

"PULPERÍA. I. 1. f. Gu., Ho., ES., Ni., CR., RD., Co., SO., Ve., Ec., Bo: C, E, S; Ch., Ar., Ur., obsol; Mx., Pe., p. u. Establecimiento típico de la zona rural, donde se venden víveres, bebidas alcohólicas, instrumentos de trabajo, artículos de ferretería, de mercería y de quincallería. // 2. Ho., metáf. Oficina, ministerio o cualquier lugar de trabajo. Desp.// II. 1. f. Ni., Vómito del borracho. Fest.// Echar la -".


D. Joan Corominas menciona las dos voces que estamos estudiando  en su definición de pulpa:

"PULPA. (...) Pulpero, Amér. ´tendero de comestibles´, 1586, así llamado porque en la economía elemental de la Colonia la pulpa de frutos tropicales era el principal artículo que podían expender; pulpería, 1627 (la confusión con pulquero y pulquería la cometen sobre todo los no americanos)".

El abogado y profesor Daniel Granada le dedicó un amplio estudio a la voz pulpería en su "Vocabulario rioplatense razonado" (1890):

"PULPERÍA, f. — Casa ó rancho donde se vende por menor vino, aceite, grasa, yerba, azúcar, velas de sebo, caña, cigarros ordinarios y otras cosas semejantes. La casa en que se despachan objetos análogos de calidad superior, se llama almacén de comestibles y bebidasó simplemente almacén, aunque también suele dársele el nombre de pulpería, particularmente en los pueblos de la campaña, así como cuando se halla establecida fuera de las poblaciones ó en medio del campo.
Es la pulpería un compuesto de abacería y taberna. Viene la voz de pulque, según Solórzano (Polit. Ind.), que es una bebida espirituosa que extraen en Méjico de las hojas del maguey, de donde también el llamarse allí pulquería á la tienda en que lo despachan. 
Pero esta etimología es dudosa; pues Garcilaso de la vega (Coment. real.) nos cuenta que por el tiempo en que ocurrió la muerte del virrey don Antonio de Mendoza andaban todos tan belicosos en el Perú, que diariamente había pendencias y desafíos, no ya entre la gente principal y soldados famosos, sino también entre mercaderes y toda clase de tratantes y hasta entre pulperos (dice el inca escandalizado), nombre impuesto á los más pobres vendedores, porque en la tienda de uno de ellos hallaron vendiéndose un pulpo. Además, cuando las leyes de Indias tratan del pulque, llaman pulqueríaá la tienda donde lo expenden, y si del abasto ó mantenimiento de las poblaciones, no omiten decir pulpería. La Acad. distingue, con efecto, una de otra, bien que definiendo la segunda: "tienda, en América, donde se venden diferentes géneros para el abasto; como son vino, aguardiente ó licores, y géneros pertenecientes á droguería, buhonería, mercería y otros, pero no paños, lienzos, ni otros tejidos"; definición que hace largos años priva sin reparo.
Y nunca ha sido entendido sino del modo que lo explicamos, el término pulpería. Enúncialo el texto de la ley 12, tit. 8, lib. 4º de Indias, y declarando ampliamente los siguientes pasajes:
"También se prohiben por ordenanza las tabernasó bodegones en la ranchería de indios. Llámanlas acá pulperías.- (El virrey del Perú marqués de Montesclaros. Rel. á su sucesor en el mando.)
"Se ordenó é introdujo que en cada ciudad ó villa se apuntasen y señalasen tiendas que en Castilla llaman de abacería y en las Indias de pulperíaó pulquería". (Solórz. Polit. ind.)
"Los frutos que se llevan de España, como aguardiente, vino, aceite, almendra, pasa y otros, pagan sus derechos correspondientes á la entrada, y después se venden como la misma libertad (libres de contribuciones reales); pero los que los menudean, tienen que pagar alcabala, por las pulperíasó tiendas donde los expenden". (D. Antonio de Ulloa. Rel. hist. del viaj. á las Américas, etc.)
"Pulperías son en el Perú tiendas, mesones ó tabernas donde se venden algunos mantenimientos, como son vino, pan, miel, queso, manteca, aceite, plátanos, velas y otras menudencias" (D. Gaspar de Escalona, Gazopl. reg. perb.)
"En casi toda la América llaman así (pulpería) á las tiendas de aceite y vinagre y demás comestibles usuales". (Alcedo. Dicc. geogr.-hist.", etc.)
Las pulperías que hay en los caminos públicos, postas y pueblos de las campañas del Plata, suelen tener ponchos, bombachas, chiripaes, botas, géneros, drogas, recados, arreos y otras mercaderías. Pero se les llama pulperías precisa y determinadamente por lo que tienen de abacería y taberna, y no por ninguna otra causa ó circunstancia. Así, si en una de esas casas no se despacharan mantenimientos y bebidas, nadie le daría el nombre de pulpería. Por la misma razón, cuando se quiere determinar con precisión una casa en que se despachan comestibles y géneros, se dice que es pulpería y tienda"

El maestro nacional de enseñanza secundaria Tobías Garzón incluyó la voz pulpería, con ejemplos literarios, en su "Diccionario argentino" (Imprenta Elzeviriana de Borras y Mestres. Barcelona, 1910):

"PULPERÍA. s. f. Arg. Almacén (nuestra acep.), particularmente el de la campaña, y en el que ha de haber como única cosa esencial y característica la venta de bebidas y la concurrencia de parroquianos á tomar la copa.- En las ciudades va desapareciendo ya este nombre humilde, desalojado por el espíritu laborioso y emprendedor de la inmigración extranjera, que ha invadido todas las esferas de la actividad comercial y abastecido espléndidamente nuestros almacenes urbanos.- "Pulpería. f. Tienda en América, donde se venden diferentes géneros para el abasto, como son vino, aguardiente, ó licores, y géneros pertenecientes á droguería, buhonería, mercería, etc" (Dicc. Acad.)

"Compraba (Esteban Echevarría) por cuadernillos en la pulpería inmediata la cantidad de papel ordinario que había de consumir por día, y muchas veces el papel era tan malo que no se podía escribir en él". Bartolomé Mitre; en el diario LA PRENSA, de Bs. Aires, de 11 de sep de 1905, pág. 4, 2ª columna.)

Está empleada esta voz en los versos de French que figuran en el art. TAPERA, de este Dicc., y en el pasaje de Cané, art. ESTADÍA".

Los versos que cita de Víctor French Matheu forman parte de su poema "Los vencidos", publicado en  el diario bonaerense La Prensa el 20 de septiembre de 1905. Dicen así:

Ya no hay gauchos que arranquen, noches enteras,
a la dulce guitarra sus melodías;
¡las gramillas florecen en las taperas
donde otrora se alzaban las pulperías!


El señor Garzón añade varios ejemplos más:

"En el interior del almacén se pesaba en una balanza de papas a los dos muchachos que iban a correr los parejeros.- La pulpería fue tomando poco a poco el aspecto de una gran Romería". (Ricardo Hogg: "Una tropilla de misturaos"; pág. 14.)

"Allá en el sur, cerca del Río Negro y a varias leguas de Choele-Choe, la pulpería de don Manuel González había sido el refugio de los aburridos y de los domados a lazo por aquel invierno inclemente.
En el resguardo de la glorieta, se amontonaban los paisanos pobres, bebedores de caña y de ginebra, maestros del naipe y voluntarios narradores de aventuras moreirescas, que el galleguito dependiente escuchaba detrás de las rejas con las manos en las quijadas y la boca abierta". (Javier de Viana: "¡Miseria!"; en CARAS Y CARETAS, nº 370)

"Carlos no ha querido ir a una pulpería que está a diez cuadras, en una estancia donde indudablemente habría sido muy bien recibido, pero en la que habrían tardado tres horas en matar algunos pollos y donde habría tenido que hablar sobre cuanto Dios crio. Tobías, que se ha avanzado después de manear cuidadosamente los dos caballos de repuesto, vuelve a la media hora con un carnero muerto y degollado, pan, vino y sal..." (Miguel Cané: "PROSA LIGERA"; 1903, pág. 107).

"Cuántas veces no llegaron a mis oídos en el Río 4º estas palabras proferidas por los indios en sus conversaciones de pulpería...". (Lucio  V. Mansilla: "UNA EXCURSIÓN A LOS INDIOS RANQUELES". Buenos Aires, 1870, t. I; p. 25)

Ciro Bayo recogió esta voz en su "Vocabulario Criollo-Español Sud-Americano" (1911):

"PULPERÍA. Esquina ó boliche rural. Establecimiento campestre que es almacén, tienda, taberna y casa de juego. Sitio de cita del paisanaje y mentidero de la campaña. Allí se juega á la taba, al truco y á las bochas, y en días de fiesta se organizan carreras, pechadas y topeadas. Es negocio lucrativo, porque debido á lo desperdigados que están los ranchos y á la distancia que están las estancias de la población, los campesinos acuden á la pulpería á surtirse de lo preciso y á gastar también más de lo preciso. El pulpero comercia en todo, dedicándose preferentemente á los frutos del país, ó sea á la compra y venta de cueros, lanas y cereales. Pulpería deriva quizás de pulquería, establecimiento análogo en Méjico. Ello es que en lengua auca llámase pulcuó pulcuy al licor que se obtiene por la fermentación de frutas silvestres.— Bolear para el pulpero. Modismo. Trabajar para el rey de Prusia, como dicen los franceses, porque el pulpero se come todo el fruto del trabajo del gaucho vicioso".


En la curiosa obra de Calixto Bustamante Carlos Inca, alias Concolorcorvo, titulada "El Lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires, hasta Lima con sus Itinerarios segun la mas puntual observación, con algunas noticias utiles á los Nuevos Comerciantes que tratan en Mulas; y otras Historicas" (Imprenta de la Rovada. Gijon, 1773) se mencionan varias pulperías. Transcribo los textos con la grafía actual. A saber:

"El número de vecinos de esta ciudad y su ejido, aseguran llega a mil. Los curas anteriores al actual no han formado padrones, enfermedad que casi cunde a todo el Tucumán. El año de 1770 nacieron en la ciudad y todo su ejido 170 y murieron 70, prueba de la sanidad del país y también de la poca fecundidad de las mujeres, si fijamos el número de un mil vecinos. Lo más cierto es que los casados no pasarán de trescientos, y que el crecido número que regulan se compone de muchos desertores de mar y tierra y algunos polizones, que a título de la abundancia de comestibles ponen pulperías con muy poco dinero para encubrir sus poltronerías y algunos contrabandos, que hoy día, por el sumo celo de los gobernadores actuales de Buenos Aires y Montevideo, no son muy frecuentes".
(Cap. I: "Montevideo"; pág. 31)

"En el Rosario, que dista trece leguas del Pozo, del Pescado, se situó la primera posta de esta jurisdicción, y dará caballos el mayordomo de la hacienda. Hay pulpería, y deteniéndose algún tiempo se amasará pan, porque no lo hay de continuo. A una legua de distancia está el caudaloso río con el nombre del Rosario, de que comúnmente usan los naturales, aplicándole el de la hacienda más inmediata".
(Cap. VI: "Jurisdicción de Salta. - El territorio y la ciudad. - El comercio de mulas. - Las ferias. - Ruta de Salta al Perú. - Otra ruta de Santa Fe y Corrientes"; pág. 102)

"Esta provincia es árida de pastos y escasa de bastimentos. Se provee de carnes y otros efectos del Tucumán y de algunos estrechos valles y quebradas que producen vino y aguardiente, con algunas menestras; pero en ella da principio la riqueza del Perú en minerales de plata. Sus piñas hacen uno de los principales fondos de las fundiciones de la gran casa de moneda de Potosí. Esta provincia tiene tres nombres, que son el de Santiago de Cotagaita, Tarija y Chichas, que es el nombre de los indios que la ocupaban y ocupan actualmente. El sitio nombrado Mojo, perteneciente  a la señora doña Josefa Yribarre, está en un alto muy combatido de los vientos, que forman en sus calles grandes médanos de arena, y principalmente al rededor de su casa. Hay un cómodo tambo y no faltan gallinas, huevos y algunas otras menudencias, que tiene esta señora en una pulpería pegada al mismo tambo.
A cualquiera persona decente franquea su casa, y en caso de necesidad provee de medicamentos y asistencia. A la entrada hay un río que no indica ser caudaloso, pero capaz de proveer a varios molinos, por medio de una acequia bien trabajada y costosa, que tiene esta señora para proveer sobradamente de aguas a los molinos necesarios para su gasto y de harina a todo aquel territorio".
(Cap. X: "La provincia de Chichas. - Riquezas minerales. - La provincia de Porco."; págs. 195-196)

"El Tambo nuevo lo es en realidad, porque se fabricó pocos días antes de haber pasado nosotros por el sitio. Tiene dos piezas para los pasajeros capaces de hospedar cómodamente veinte personas, con corrales para bestias, cocina y una pulpería surtida de las cosas que más necesita la gente común, y que muchas veces sirven a los hombres decentes y de providencia. Este es el único sitio, en esta travesía, que puede mantener mulas al pasto para los correos y particulares; pero como los primeros dan corta utilidad, no puede hacer juicio de ella el dueño, que solamente se aplica a hacer acopio de cebada para los transeúntes, con la venta de algunos comestibles y aguardiente; pero de esta primera providencia resulta que el dueño del   tambo, con las sobras de la paja y cebada, mantiene tres o cuatro mulas para su servicio y habilitación de correos".
(Cap. XI: "Potosí. - La Villa. - Riquezas del Cerro. - Los tambos"; págs. 11-112)



Domingo Faustino Sarmiento publicó su obra "Civilizacion i Barbarie. Vida de Juan Facundo Qiroga i aspecto fisico, costumbres i ábitos de la República Argentina" (Imprenta del Progreso. Santiago) en el año 1845, pero, antes de salir a la luz como libro lo hizo como folletín en el diario chileno "El Progreso", desde el 21 de junio del mismo año. Cito de la edición de 1927, publicada en Buenos Aires por "La Cultura Argentina". En ella leemos lo siguiente sobre la pulpería y su ambiente:


"Salen, pues, los varones sin saber fijamente adonde. Una vuelta a los ganados, una visita a una cría o a la querencia de un caballo predilecto, invierte una pequeña parte del día; el resto lo absorbe una reunión en una venta o pulpería. Allí concurre cierto número de parroquianos de los alrededores; allí se dan y adquieren las noticias sobre los animales extraviados ; trázanse en el suelo las marcas del ganado; sábese dónde caza el tigre, dónde se le han visto los rastros al león; allí se arman las carreras, se reconocen los mejores caballos; allí, en fin, está el cantor; allí se fraterniza por el circular de la copa y las prodigalidades de los que poseen".
(Cap. III: "Asociación - La pulpería"; pág. 87)

Los siguientes versos se encuentran en el poema narrativo de José Hernández titulado "El gaucho Martín Fierro" (Imprenta de la Pampa. Buenos Aires, 1872):

IV
(...)
Y cáibamos al cantón 
Con los fletes aplastaos— 
Pero á veces medio aviaos 
Con pluma y algunos cueros— 
Que ay no mas con el pulpero 
Los teníamos negociaos. 

Era un amigo del Gefe 
Que con un boliche estaba, 
Yerba y tabaco nos daba 
Por la pluma de avestruz, 
Y hasta le hacia ver la luz 
Al que un cuero le llevaba. 

Solo tenia cuatro frascos 
Y unas barricas vacías, 
Y á la gente le vendía 
Todo cuanto precisaba. . . . 
A veces creiba que estaba 
Allí la provcduria, 

Ah! pulpero habilidoso 
Nada le solía faltar— 
Hay juna—y para tragar 
Tenia un buche do ñandú, 
La gente le dio en llamar 
"El boliche de virtú"´

 Aunque es justo que quien vende 
Algún poquitito muerda, 
Tiraba tanto la cuerda
Que con sus cuatro limetas, 
Él cardaba las carretas 
De plumas, cueros y cerda. 

Nos tenia apuntaos á todos 
Con mas cuentas que un rosario 
Cuando se anunció un salario 
Que iban á dar, ó un socorro— 
Pero sabe Dios que zorro 
Se lo comió al Comisario. 

Pues nunca lo vi llegar 
Y al cabo de muchos dias— 
En la mesma pulpería 
Dieron una buena cuenta— 
Que la gente muy contenta 
De tan pobre recebia. ...


En el mismo año Hilario Ascasubi publicó "Santos Vega o los mellizos de la flor". Comienza de este modo:

Cuando era al sur cosa extraña, 
por ahí junto á la laguna 
que llaman de la Espadaña,
 poder encontrar alguna 
pulpería de campaña: 

 
Escribe Ricardo Palma en la segunda serie de sus "Tradiciones del Perú" (Imprenta Liberal de "El Correo del Perú". Lima, 1874):

"Las diez de la noche del 19 de Febrero acababan de sonar en el reloj de la Compañía, cuando el catalán Jaime Albites, preparándose á cerrar su pulpería, situada en las esquinas de las calles de Puno y de la Concepción, vio pasar un hombre cuyo rostro casi iba cubierto por las anchas faldas de un chambergo. Pocos pasos había éste avanzado cuando el pulpero echó á gritar desaforadamente:
 —Vecinos! Vecinos! Ahí va el ladrón del Sagrario! 
Como por arte de encantamiento se abrieron puertas y la calle se vio en un minuto cubierta de gente. El ladrón emprendió la carrera; mas una mujer le acertó con una pedrada en las piernas, á la vez que un carpintero de la vecindad le arrimaba un trancazo contundente. Cayó sobre él la turba y acaso habría tenido lugar un gutierricidioó acto do justicia popular, como llamamos nosotros los republicanos prácticos á ciertas barbaridades, si el escribano Nicolás de Figueroa y Juan de Gadea, boticario del hospital de la Caridad, sujetos que gozaban de predicamento en el pueblo, no lo hubieran impedido diciendo: 
—Si ustedes matan á este hombre nos quedaremos sin saber donde tiene escondido á Nuestro Amo".
("La fundación de Sta. Liberata. Crónica de la época del Virey. Obispo de Quito". IV; pág. 154)

Don Benito Pérez Galdós puso esta voz en su Episodio Nacional de la cuarta serie, titulado "La vuelta al mundo en la Numancia" (Perlado, Páez y Compañía. Madrid, 1906):

"Mendaro y Ansúrez, después de navegar juntos, habían vivido en Cartagena pared por medio. Su amistad era sólida, íntima, como fundada en las excelentes cualidades de uno y otro. Enviudó Mendaro el 59 y se embarcó para el Perú, donde contrajo segundas nupcias. El 65 era poseedor de una de las más frecuentadas pulperías del Callao de Lima, establecimiento que bien podía llamarse famoso, porque en él encontraban alivio de su sed y reparo de su hambre los marineros de diferentes banderas, cargadores y truchimanes, y allí solían congregarse también mujeres que al socorro de necesidades no espirituales acudían, buena gente toda, fermento y espuma de la humanidad afanosa que hierve en los puertos de mar. En la pulpería quedó citado Ansúrez para comer con su amigo, y charlar de los reinos de España y de las indianas repúblicas".
(Cap. XIII; pág. 136)

Ramón María del Valle-Inclán tituló la clave XVII de su poemario "Claves líricas" con el nombre de "La tienda del herbolario". La dividió en once partes y un final, como si fueran los compartimentos en los que guardaba el cáñamo, la canela, hojas de tabaco, pétalos de rosa y de heliotropos, hojas de coca, pulque, cacao, mate, adormideras, y otras yerbas que dormían n en el fondo de su cachimba. He aquí algunos de esos versos:

9
¡Té paraguayo del Pilcamayo! 
Al mate dicen té paraguayo. 
El mate amargo. Viento pampero. 
Las vidalitas en el potrero. 
Barbas caprinas, rostro cobrizo, 
Largas miradas de adusto hechizo. 
Viejas de negra teta colgante, 
De algún armenio la sombra errante. 
Galopa el gaucho. Lazo tendido, 
Caballo al viento y un alarido. 
Es el compadre que en el bochinche
 Dice al compadre: —'Vea no le pinche". 
La Pulpería. La Montonera. 
La Pampa enorme con su sonsera. 
(¡Mate! Una negra con su canción 
Cebaba el mate. Yo era el patrón.)

En la novela de Ricardo Güiraldes titulada "Don Segundo Sombra" ("El Ateneo". Librería científica y Literaria. Buenos Aires, 1927) aparecen varias pulperías. Una de ellas la describe del siguiente modo:

"Mientras iba afirmándome en mi resolución, vi que llegábamos a un boliche. Era una sola casa de forma alargada. A la derecha, estaba el despacho, pieza abierta amueblada con un par de bancos largos, en los que nos sentamos como golondrinas en un alambre. El pulpero alcanzaba las bebidas por entre una reja de hierro grueso, que lo enjaulaba en su vasto aposento, revestido de estanterías embanderadas de botellas, frascos y tarros de toda laya.
El suelo estaba poblado de cuartos de yerba, damajuanas de vino, barriles de diversas formas, cojinillos, matras, bastos, lazos y otros artículos usuales. Entre aquel cúmulo de bultos, el pulpero se había hecho un camino, como la hacienda hace una huella, y por el angosto espacio iba y volvía trayendo las copas, el tabaco, la yerba o las prendas de ensillar. 
Frente al despacho había un par de columnas de material, sujetando una enramada que unía el abrigo de la casa al de un patio de paraísos nudosos. Mas lejos se veía la cancha de taba. Delante de la pulpería, el callejón se agrandaba en amplia bolsa, cosa que volvía fácil el cuidado de las tropas".
(Cap. VII; págs. 84-85)

El siguiente párrafo se encuentra en la novela de Rómulo Gallegos que lleva por título "Doña Bárbara":

"Y así pasaron varios días, sin que tuvieran reposo las cazuelas propiciatorias, de la charca de sangre que dejaban las reses beneficiadas para el consumo del hato, a los panales de aricas o a la pulpería por el aceite y vinagre, y a medida que pasaban los días sin que el fiero ceño desapareciese de la frente de doña Bárbara, la idiota manía de Juan Primito se iba convirtiendo en locura frenética".
(Segunda parte. Cap. III: "Los rebullones"; pág. 73)

"Tres chacareros" tituló Francisco Grandmontagne un folletón, algo biográfico, que comenzó a publicar en el madrileño diario "El Sol", a partir de su edición del 2 de febrero de 1930. Comienza de este modo:

"Por el año 1888 era yo dependiente en una casa de comercio establecida en pleno campo, lejos de todo poblado, en un estratégico cruce de caminos sobre los confines de la provincia de Buenos Aires y la pampa central. Nuestra casa—pase el plural, aunque la propiedad fuese completamente singular—constituía una síntesis de todas las actividades mercantiles existentes en el mundo. En ella se encontraba cuanto pudiera imaginarse; una inverosímil profusión de artículos, si bien en proporciones exiguas en cuanto a cantidad de cada uno. Había un poco de todo. Era pulpería (base esencial del negocio), abacería o almacén de comestibles, ferretería, tienda de tejidos y ropas hechas, talabartería, panadería, corralón de maderas y materiales de construcción; una casa, en fin, babilónica, por la heteróclita diversidad de materias que allí expendíamos. Mi misión era múltiple: vendía cuanto me pidieran: un kilo de hierba mate, un pañuelo para el cuello de un compadrito jarifo, un chambergo, unas espuelas "nazarenas", un freno con sus coscojas chapeadas, un pretal lleno de ringorrangos, un poncho, un cuchillo, un rebenque, etc. Además llevaba los libros por partida simple, pues la doble no se habla difundido aun por aquellos lugares, en que éramos nosotros las primeras y débiles avanzadas de un comercio de cortísima cultura numérica, aunque de gran voracidad utilitaria. No paraban aquí mis funciones. Cuando acrecía el "batifondo" (gresca gaucha) en torno al mostrador del despacho de bebidas prestaba también mi concurso como un Ganimedes copero de aquel Olimpo".

Jorge Luis Borges comienza de este modo su relato "El fin", incluido en "Ficciones":

"Recabarren, tendido, entreabrió los ojos y vio el oblicuo cielo raso de junco. De la otra pieza le llegaba un rasgueo de guitarra, una suerte de pobrísimo laberinto que se enredaba y desataba infinitamente... Recordó poco a poco la realidad, las cosas cotidianas que ya no cambiaría nunca por otras. Miró sin lástima su gran cuerpo inútil, el poncho de lana ordinaria que le cubría las piernas. Afuera, más allá de los barrotes de la ventana, se dilataban la llanura y la tarde; había dormido, pero aún quedaba mucha luz en el cielo. Con el brazo izquierdo tanteó, hasta dar con un cencerro de bronce que había al pie del catre. Una o dos veces lo agitó; del otro lado de la puerta seguían llegándole los modestos acordes. El ejecutor era un negro que había aparecido una noche con pretensiones de cantor y que había desafiado a otro forastero en una larga payada de contrapunto. Vencido, seguía frecuentando la pulpería, como a la espera de alguien. Se pasaba las horas con la guitarra, pero no había vuelto a cantar; acaso la derrota lo había amargado. La gente ya se había acostumbrado a ese hombre inofensivo. Recabarren, patrón de la pulpería, no olvidaría ese contrapunto; al día siguiente, al acomodar unos tercios de yerba, se le había muerto bruscamente el lado derecho y había perdido el habla. A fuerza de apiadarnos de las desdichas de los héroes de las novelas concluimos apiadándonos con exceso de las desdichas propias; no así el sufrido Recabarren, que aceptó la parálisis como antes había aceptado el rigor y las soledades de América. Habituado a vivir en el presente, como los animales, ahora miraba el cielo y pensaba que el cerco rojo de la luna era señal de lluvia".
(Pág. 116)



Los siguientes versos se encuentran en el "Canto General", de Pablo Neruda:


"Los indios"
(...)
Ya de la Araucanía los penachos 
fueron desbaratados por el vino, 
raídos por la pulpería, 
ennegrecidos por los abogados 
al servicio del robo de su reino, 
y a los que fusilaron a la tierra, 
a los que en los caminos defendidos 
 por el gladiador deslumbrante 
de nuestra propia orilla 
entraron disparando y negociando,
 llamaron «Pacificadores» 
y les multiplicaron charreteras.

La escritora chilena Isabel Allende escribe en su extraordinaria novela  "La casa de los espíritus" lo siguiente:

"Pancha García fue la encargada de desentrañar los misterios de la máquina de coser. Al principio, creía que era un instrumento del diablo dotado de vida propia y se negaba a aproximársele, pero él fue inflexible y ella acabó por dominarla. Trucha organizó una pulpería. Era un modesto almacén donde los inquilinos podían comprar lo necesario sin tener que hacer el viaje en carreta hasta San Lucas. El patrón compraba las cosas al por mayor y lo revendía al mismo precio a sus trabajadores. Impuso un sistema de vales, que primero funcionó como una forma de crédito y con el tiempo llegó a reemplazar al dinero legal. Con sus papeles rosados se compraba todo en la pulpería y se pagaban los sueldos. Cada trabajador tenía derecho, además de los famosos papelitos, a un trozo de tierra para cultivar en su tiempo libre, seis gallinas por familia al año, una porción de semillas, una parte de la cosecha que cubriera sus necesidades, pan y leche para el día y cincuenta pesos que se repartían para Navidad y para las Fiestas Patrias entre los hombres. Las mujeres no tenían esa bonificación, aunque trabajaran con los hombres de igual a igual, porque no se las consideraba jefes de familia, excepto en el caso de las viudas. El jabón de lavar, la lana para tejer y el jarabe para fortalecer los pulmones eran distribuidos gratuitamente, porque Trueba no quería a su alrededor gente sucia, con frío o enferma".
(Cap. II: "Las Tres Marías"; pág. 64)

Vamos a terminar esta entrada con las primeras estrofas de un tango titulado "Brindis de sangre". Data del año 1935. Lo escribió José Suárez y le puso música Abel Fleury:

Guitarrean las chicharras. Medio día.
Hay diez pingos aperaos en la ramada.
Huele a sangre y a rencor la pulpería
porque el rubio que se alzó con la María
ha vuelto esta madrugada....

En este vídeo, colgado en YouTube por Vane Uhrig, nos explican algunas de las características de las pulperías argentinas:



PUJAVANTE

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Pujavante es voz que recoge Covarrubias con esta definición:

"PVJAVANTE, instrumento con que el herrador descarga el casco a la bestia, y le acomoda para assentar la herradura; de pujar y de auante, que es hazia adelante, palabra italiana",

Autoridades también se ocupa de esta voz. Dice:

"PUJAVANTE. s. m. Instrumento de hierro acerado, que se compone de una plancha quadrada, de quatro ó cinco dedos de largo con corte por la parte de adelante, y por los dos lados está un poco vuelto hacia arriba, y tiene por la parte posterior un mango largo con que se maneja. Sirve á los Herradores para cortar el casco de la bestia quando lo necessitan, para curarla ó para assentar la herradúra. Puede venir de las voces Pujar y Avante, por la fuerza que hacen con él hácia adelante, por lo duro del casco. Lat. Scalprum mulomedici. PRAGM. DE TASS. Año 1680. f. 29. Un pujavante de codillo, diez reales".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1803, en la que define esta voz del siguiente modo:


"PUJAVANTE. s. m. Instrumento de que usan los herradores para cortar el casco de las bestias. Viene á ser una especie de pala de hierro acerado, que varía en su anchura y longitud: los bordes laterales se revuelven hácia arriba, y en cada uno de los ángulos de la extremidad anterior donde está el corte, se forma una como media caña llamada gavilan; la parte posterior se prolonga por el medio en un ástil de la figura de un siete, que por lo común se introduce en un mango de madera, por el qual se agarra este instrumento para manejarse. Scalprum, scalper".

En la edición de 1832 acortan un poco la definición:

"PUJAVANTE. m. Instrumento de que usan los herradores para cortar el casco de las bestias. Es una pala de hierro acerado, los bordes laterales se revuelven hacia arriba, y en los ángulos de la extremidad anterior se forma una media caña, la parte posterior se prolonga por el medio de un astil de la figura de un siete, que por lo comun se introduce en un mango de madera. Scalprum".

En la edición usual de 1992 y en la del Tricentenario, última consultada, optan por la definición que vienen incluyendo en sus ediciones manuales desde 1927, con la salvedad de que sustituyen "bestias" por "animales de carga":

"PUJAVANTE. (De pujar y avante.) m. Instrumento que usan los herradores para cortar el casco a los animales de carga".

El Esteban Terreros dice:

"PUJAVANTE, término de herradores, instrumento que les sirve para quitar el casco convenientemente á los animales que van á herrar. Fr. Boutoir, paroir. Lat. Equini cornu sectrix novacula, otros Scalprum. It. Rosola, incastro".

Los diccionarios consultados en la web de la RAE no añaden nada nuevo a lo dicho por Academia. El Pagés ilustra esta voz con una cita de la comedia de Manuel Bretón de los Herreros titulada "La Independencia". Se estrenó el 19 de enero de 1844 en el TeatroPríncipe de Madrid. Escribe en la escena V del acto primero:

"NICANORA. ¿Qué ibas á decir, galopín? 
JESUALDO. Nada, tia; pero si ahora tiene usted razón, que me la claven en la frente y venga Dios y lo vea. 
NI. Tengo razón que me sobra. Tus necedades han puesto de mal humor á don Agustín. 
JE. Al contrario; yo creo que me ha cobrado ya un cariño horroroso. ¿No vio usted cómo se reía? 
NI. Al principio, sí; pero luego se fastidió soberanamente. 
JE. ¡ Eh! cavilaciones de usted. El hombre viene, á la cuenta, molido y trasnochado, y no hay que extrañar.. 
NI. Sin embargo, te aconsejo que con él midas mucho tus palabras y que procures ganarte su voluntad .... 
JE. Descuide usted. Yo le bailaré el agua; yo sabré camelarle ¡Pues si á servicial y á don de gentes no me gana á mí nadie! Verá usted ¡Ah qué idea! ¡Soberbia idea! Voy corriendo Usted me dará luego las gracias. 
NI. ¡Espera! ¿ Adonde vas? 
JE. Ya lo verá usted. Vuelvo pronto. 
NI. Pero dime...
JE. Nada; ni con un pujavante me arranca usted mi secreto. Quiero sorprenderle, y á usted también. Adiós.

Museo de Olivenza.



Esta voz la recogió el teniente coronel de infantería retirado D. José Fernández Manchueño en su "Diccionario  militar portatil" (Imprenta de D. Miguel de Burgos. Madrid, 1822):

"PUJAVANTE. Instrumento de hierro acerado, que se compone de una- plancha cuadrada de cuatro ó cinco dedos de largo, con corte por la parte de adelante, y por los lados está un poco vuelta hacia arriba, y tiene por la parte superior un mango largo de madera con que se maneja. Sirve á los herradores para cortar el casco á las bestias, y dejarle arreglado para colocar cómodamente la herradura".

Don Julio Cejador la incluyó en su "Tesoro...", con esta definición:

"PUJAVANTE, cuchilla de plancha cuadrada para cortar el casco. CONDE Albeit. 4, 4: Con el pujavante bien amolado bajarle el casco. J. PIN. Agr. 31, 26: Si fuera espina, que se os hobiera metido por un pie no pidiera otra herramienta para os la sacar sino un pujavante Entrem. s. XVII, 228: Metiéndole en la barriga / á Mahoma un pujavante".

La última obra  que cita D. Julio se titula "Entremés del Platillo" y su autor es un tal Simón Aguado. Data del año 1602. Lo incluyó D. Emilio Cotarelo y Mori en el tomo I de su "Colección de Entremeses, Loas, Bailes, Jácaras y Mojigangas".

Una descripción más detallada de esta herramienta nos la ofrece D. Juan Abdón Nieto y Martín en su obra "Arte de herrar teórico práctico" (Imprenta de D. Victoriano Hernando. Madrid, 1863):

"635. Pujavante es un instrumento cortante figurando una especie de pala con un mango encorvado, guarnecido de otro de madera para poderle agarrar y dirigir cuando se hace uso de él.
636. El pujavante se compone de palaú hoja, espiga, encorvaduraó codillo y mango.
637. La pala es la parte mas esencial; unas veces es toda de acero, y otras, que es lo mas comun, consta de dos hojas perfectamente unidas por medio de calda, una de acero que es la inferior, y otra de hierro que es la superior. Su figura es cuadrilonga, sus dos caras perfectamente planas, los bordes laterales se hallan encorvados hacia la cara superior, el anterior es cortante y forma por la cara superior un plano inclinado; á los estremos de este borde se hallan los gavilanes, que no son mas que la terminacion de los bordes laterales. El posterior da en su medio origen á la espiga.
638. La espiga es una prolongación de forma cuadrada con sus bordes obtusos; á su final da origen á la encorvaduraó codillo, que es la misma espiga que se eleva formando un codo y su ángulo recto; después vuelve á encorvarse hacia atras, formando otro ángulo igual y termina en un espigon puntiagudo para colocar el mango de madera, que por lo regular es torneado y lleva en el estremo anterior una virola de metal para que no se abra, siendo el estremo posterior liso y mucho mas ancho, con el fin de que no haga daño en el pecho del operario al tiempo de usarlo.
639. De la parte anterior del segundo codo y delante del mango sale un espigoncito llamado gancho del pujavante, como de cuatro á cinco centímetros de largo, se dirige adelante, termina aplanado y sirve de punto de apoyo al dedo pulgar, y para que el herrador se lo cuelgue de la cintura en el acto de la operacion.
640. El pujavante á la francesa, que tambien está en uso, consta de dos piezas: la una forma la espiga y la otra el codillo y el mango; las dos se unen entrando la espiga en el agujero que tiene la parte baja del codillo, y se aseguran por medio de una tuerca. Se diferencia tambien del español en que la hoja es mas pequeña y el puente del codillo forma una especie de C hacia atras para alojar el segundo ó tercer dedo de la mano derecha. La principal ventaja de este pujavante, es la de que puede constar de dos ó mas hojas que se relevan unas con otras tan pronto como se inutilice cualquiera de ellas.
641. El buen pujavante debe tener su hoja bien acerada y de buen temple, las caras planas y de ningun modo encorvadas, como suelen quedar á consecuencia del temple. El borde cortante deberá ser afilado á espensas del desgaste de la cara superior formando bisel, y no se le sacará el filo por la cara inferior porque se desgasta el acero, el filo queda mas elevado y no corta bien.
642. El pujavante sirve para rebajar é igualar el casco y dar á la cara plantar la forma conveniente para el buen asiento de la herradura y para adelgazar la palma, segun sea necesario en muchas enfermedades del pie".
("De los instrumentos de herrar"; págs. 125-126)

El arte de herrar a los animales está muy bien descrito por el profesor veterinario de primera clase, D. Fernando Sampedro y Guzmán en su obra  titulada "Higiene veterinaria militar" (Imprenta de Tomás Fortanet. Madrid, 1851):

De los instrumentos necesarios para herrar,

"Los instrumentos necesarios para practicar todas las operaciones que se efectúan al herrar á los animales son: el martillejo, las tenazas, el pujavante, la cuchilla, la escofina y el punzón.
Todos estos instrumentos son demasiado conocidos, por lo que prescindo de su descripcion; pero no puedo menos de advertir, que uno de los principales cuidados de un buen herrador. consiste en tenerlos perfectamente acondicionados, pues de su estado depende muchas veces el que el herrado se haga con la perfección y esmero que es debido.

MODO DE HERRAR UN CASCO NORMAL A FUEGO

Cuando un buen herrador va á herrar un animal, le observa en la estacion, ve la conformacion de sus cascos, los aplomos de sus estremidades, la masa total de su cuerpo, y calcula desde luego la herradura que le conviene y el modo como ha de aplicarla. En seguida le hace levantar una estremidad y pasa á quitarle la herradura vieja, si es que la tiene: esta sencilla operacion exige algunas precauciones y se debe hacer con todo esmero para no desportillar el casco: se principia por cortar las redobladuras con la cuchilla, después se elevará el callo interno con las tenazas, luego se eleva el otro callo, y se va sacando clavo por clavo, hasta que la herradura quede totalmente desprendida. Los clavos viejos deben recojerse en la mano izquierda conforme se van sacando, y colocarlos despues en un sitio donde los animales no puedan pisarlos y clavárselos en la palma ó ranilla. 
Al preparar el casco, el herrador debe procurar conservarle en el mismo estado y de la misma forma que lo cria la naturaleza; se tiene observado que cuando un potroo viene de la dehesa, sus cascos tienen por lo general los talones bajos, las ranillas voluminosas y flexibles, y el borde inferior de la tapa, aunque desgastado con igualdad, presenta en su parte anterior una figura convexa, como la que dijimos había de darse á la herradura al hacerla la justura. 
Para dar á los cascos esta forma, se principiará por cortar con la cuchilla la parte de tapa que sobresalga de la palma, luego se toma el pujavante y se rebaja todo el casco por igual, de modo que no quede ninguna escabrosidad; pero sin tocar la ranilla ni los candados, dejando la palma un poco mas baja que la tapa. Escogiendo despues una herradura, con arreglo á las bases que dejamos establecidas, y hecha la justura conveniente, se mete en la fragua hasta que tome la temperatura que presenta el color de cereza; luego cogiendola por las lumbres con unas tenazas de segundo callo, se prcsenta sobre el pie sujetándola con los estremos de los ramales de las tenazas de herrar, apoyados cada uno en una clavera de distinto lado, y solo se la sostiene hasta que marque ]as desigualdades que tenga la cara plantar; pero cuidando de que no permanezca el tiempo suficiente para que el calórico sea trasmitido á las partes sensibles. Mientras la herradura permanece de esta manera sobre el casco, se observará si viene bien á este, teniendo presente que no debe sobresalir nada en las lumbres; pero desde la parte posterior del hombro, en el lado esterno, y desde la cuarta parte del interno, principiará á ensanchar insensiblemente hasta los talones, en cuyo punto debe presentar un descanso de cuatro á seis líneas en la parte esterna y la mitad en la interna. 
Retirada la herradura: por la parte que ha qucmado, se observa si ha sentado en toda su circunferencia, y sino lo ha hecho, se quitan con el pujavante los puntos que el fuego dejó negros, y en seguida se vuelve á presentar de nuevo hasta que siente en todo el borde inferior de la tapa, y rctirándola entonces, se rcbajará la palma que se haya calentado. Hecho todo esto, se enfria la herradura sumergiéndola en un cubo de agua, y se la repasan las claveras con el puntero de modo que no pierda su justura; pasando en seguida á clavarla".
(Págs. 293-296)

Estas son las herramientas que se necesitan para enjerir (injertar) una planta, según nos cuenta Alonso de Herrera en su  obra "Agricultura General..." (Imprenta de Bernardo Herbada. Madrid, 1677):

"Vna pequeña sierra bien delgada, porque con ella con mas seguridad de no hender, y mas ligeramente corta. Vn cuchillo delgado, con que alisen bien la cortadura de la sierra, o vn pujavante, porque con él se alisa, y iguala la cortadura, como haze el herrador la mano del caballo. Vn cuchillo como traen los labradores para hender el tronco. Vna cuña del gordor, y hechura del dedo pulgar, que sea larga lisa. Vnos las hazen de huesso, porque es liso, y no dexa brizna dentro, o de algun leño rezio, duro liso, como es enzina, o box, o de otro semejante. Otros usan vn escoplo de hierro, mas no lo tengo por bueno, porque dexa herrumbre, y causa muchas vezes que no prenda".
(Libro segundo: "De enxerir las viñas"; pág. 56)

Un pujavante también puede ser un arma. He aquí la terrible noticia que publicó "El Liberal" el 1º de mayo de 1882:

"Un soldado de caballería del último sorteo, á quien se le resistía el servicio militar, se ha suicidado en Granada de una manera que horroriza. Entró en el herradero, y con una pujavante y un martillo, se cortó un pie. Cogió en sus manos el pié cortado y se fué á un patio próximo andando sobre el otro pié, hasta que la falta de sangre le hizo caer en tierra".



Esta voz ya se encuentra en unos versos del "Cancionero de Baena" con un sentido que Américo Castro consideró obsceno:

ESTE DESIR FISO JUAN ALFONSO DE BAENA AL SEÑOR CONDESTABLE DON ALVARO DE LUNA DANDOLE REGLA POR QUANTO ESTAVA QUARTANARIO, É PIDIENDOLE FAVOR É AYUDA QUE SE RREMENBRASE DÉL

(...)
Señor, lo quarto con sseso mediante
es que guardedes en este comedio,
ssy se vos alçe el nervio de medio
que non retoçedes con el puxavante;
ca es peligroso, segund dise Dante,
Plauto, Galleno, tanbiem Ipocras,
al que non guarda mesura é conpas
que quiera del todo conplir su talante.

El siguiente soneto se encuentra en la comedia de Lope de Vega titulada "La obediencia laureada":

ACTO PRIMERO

ESCENA XXII

GUARIN - LUCRECIA

GUARIN. (Para sí.)
¡Mal haya amor, amén, quien no conforma
Tu pintura a tu trato semejante!
Cuando con sarna das a un estudiante,
Con procesos, si hieres al que informa;

Cuando le das a un pícaro una corma,
Y cuando a un herrador un pujavante;
Cascabeles, si quieres, a un danzante,
Y a un zapatero el boj, trinchete y horma;

¿Por qué te pintan niño, hermoso, afable,
si eres aquel que tantas cosas mudas?
Mejor fuera robusto y espantable.

Aunque pues ya del interés te ayudas,
Mejor fuera, villano, interesable,
Pintarte con la bolsa como Judas.

Tanto D. Fernández Guerra, D. Florencio Janer  y  D. Emilio Cotarelo atribuyeron a Francisco de Quevedo el "Entremés famoso de la Infanta Palancona", y como tal figura en sus libros, hasta que D. Francisco Rodríguez Marín demostró que Félix Persio Bertiso no era un seudónimo del genial cojitranco, sino el nombre real de su autor. (Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. 1/1-29/2/1908)  El entremés se publicó, por primera vez, en Madrid, en el año 1625. En él figura el siguiente soneto:

INFANTA
Ni de una gorda triste el mejor ajo,
 ni de un pimiento el corazón picante, 
ni el golpe de un agudo pujavante,
ni el tris tras de un gordísimo badajo,

ni el diente de una hoz en un destajo,
ni el filo de un alfange rutilante
me queman ni me abrasan por delante
como este amor me purga por abaxo.

El grande Emperador por su mochuco
me quiere dar un huso por ser loco,
el Cachumba una caña, y su cachuco;

mas yo daré con ambos en el suelo,
vayanse enamorando poco a poco,
pues por pelarlos a ambos me desvelo.

En este soneto anónimo, publicado en el "Diario curioso, erudito, económico y comercial", el 29 de diciembre de 1787, el sentido de esta voz no parece muy claro:

"A mi prima Antonia, que se peyna estos días tan de moda, que no se le vé nada, nada, de la frente y dice que imita á las antiguas hermosuras de Grccia". 

EPIGRAMA. SONETO  

Pones junto al fogón de tu cocina 
(costumbre es de Madrid un poco necia) 
e1 albañal de tu inmundicia recia, 
Que por ocultos senos se encamina. 

Y jugándola siempre de ladina 
Nombre le buscas en la sabia Grecia,
Y griega Ie llamste: ya se aprecia 
La alusión de Pitagoras divina! 

Esto es por baxo; luego por arriba 
A la greca, á la griega, á la elegante. 
Tapas tu frente y echas polvo encima. 

Acertaste. Y ahorremos de saliva. 
A imitar? Que te aguarde un pujavante. 
!Ay mi Grecia imitada por mi prima!

En la obra "Los aldeanos chriticos, ó Cartas chriticas sobre lo que se verá" (Impreso en Evora, 1798), dadas a luz por D. Roque Antonio de Cogollor, se pueden leer los siguientes versos:

Yo sé bien lo que pasa: 
Un libro impreso que entra en una casa 
Sin prólogo delante, 
Es como un herrador sin pujayante, 
Es como un cirujano sin lanceta, 
Es como un cazador sin escopeta, 
Es tahúr sin baraja, 
Barbero sin navaja, 
Es cascara sin fruto, 
Jeringa sin cañuto,
 Capador sin silbato, 
Podenco sin olfato, 
Vieja sin tos, 
Cortador sin un dogo: 
Esto es un libro impreso sin prológo.

Dicha obra suele formar parte de algunas ediciones de "La historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes",  pues muchas de las misivas elogian el libro escrito por el padre jesuita José Francisco de Isla.

D. Cristóbal de Beña es el autor de un libro titulado "Fábulas políticas" (En la Imprenta de S. M´Dowall. Londres, 1813). Entre ellas se encuentra esta:

El Herrador y el Potro. 

"Yo te la plantaré, por vida mia,"
 con vanidad cierto Herrador decia 
á un Potro de valiente catadura,
 cuando le iba á poner una herradura
 sin saber que al dichoso animalito 
de sus bravatas se le daba un pito. 
Hizo atarle de manos y de pies, 
y con un grueso cáñamo después 
al hocico le dio crudo tormento, 
sin que hiciera el mas leve movimiento; 
en seguida cogiendo el pujavante, 
 el martillo y tenazas, arrogante 
le insultaba diciendo: "Señor Jaco, 
usted la llevará, voto al dios Baco",
 y con aire de triunfo se acercaba, 
y el Potro ni por esas resollaba. 
Atónita mirábale la gente, 
cuando el forzudo bruto de repente,
 sufrir mas tal ultraje no pudiendo, 
y las trabas añicos mil haciendo, 
le privó de la vista y de la voz
 derribándole al suelo en una coz. 
Sufre callando el Pueblo con tesón 
de un Gobierno la bárbara impiedad, 
hasta que estimulándole un baldón 
pónese como el Potro en libertad, 
y venga con la fuerza su razón.


Uno de los cuentos que Antonio de Valbuena incluyó e su obra "Rebojos" se titula "Lo hizo de gracia". En él leemos:

"Yendo yo una vez para León, cuando era estudiante, iba oyendo choclear una herradura del caballo, y me acerqué á la fragua de Lorencín para que se la clavase. Y como durante la operación sacara él su conversación favorita de lo cerca que estaba la taberna de Servando, le recité la famosa redondilla de Baltasar de Alcázar: 

«Por cierto que es rica mina 
La taberna de Alcocer. 
¡Grande consuelo es tener 
La taberna por vecina!» 

—Eso he dicho yo siempre, señorito— «exclamó Lorencín entusiasmado, dejando caer el pujavante;—esa ha sido siempre la mía, por más que no había oído nunca ese cantar tan gracioso, que no quiero que se me olvide... ".
(Págs. 34-35)

Camilo José Cela escribió esta voz en la serie de "Los tontos" ("Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricos") Del "Antoniano, alias Mateo" dice:

"El sol era tan fuerte, ¡Dios mío, qué sol!, que el Antoniano, alias Mateo se le cocieron los sesos como chicharrones, dentro de la cabeza, brrr, brrr, brrr,, lo mismo que se cuece el pan en el arrebatado y hondo horno de la tahona. El Antoniano, alias Mateo,, era tonto capacanes, tímido tonto de regadío. Mateo. Mande. Acércame la cachava. Sí. Los tontos capacanes se fingen forasteros y con la lezna de la zapatería, con el escoplo de la carpintería, con el pujavante de la herrería, capan, llenos de vicio y de fingimiento, al amoroso perro machihembrado, bajo el sol de justicia, , en la amorosa perra consentidora, entregada y rendida".
(Pág. 272)

En este video de la ferretería Marcavel vemos las herramientas necesarias para herrar un caballo; entre ellas, el pujavante:






PRÓVIDO-DA

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Helene Knoop: "Milk".

Próvido-da es voz que no recoge Covarrubias, pero que se encuentra en Autoridades con esta definición:

"PRÓVIDO, DA. adj. Prevenido, cuidadoso y diligente, para proveer y acudir con lo necesario al logro de algún fin. Es del latino Providus, a, um".

Cita dos obras: la "Historia natural y moral de las Indias..." (Impresso en Seuilla en casa de Juan de Leon, 1590), del padre jesuita  José  de Acosta, y "Historia de la conquista de la China por el Tartaro" (Antonio Bertier, Librero de la Reyna. París, 1670), de Juan de Palafox y Mendoza. He aquí los textos:

"Los hatos concegiles, o de communidad son pocos, y pobres, y assi los llamauan Guacchallama. En la conseruacion del ganado puso el Inga gran diligencia, porque era, y es toda la riqueza de aquel Reyno; hembras, como está dicho, por ninguna via se sacrificauan, ni matauan, ni en la caça se tomauan. Si a alguna res le daba sarna, o roña, que alla dizen Carache, luego auia de ser enterrada viua, porque no se pegasse a otras su mal. Tresquilauase a su tiempo el ganado, y dauan a cada vno a hilar, y texer su ropa para hijos y muger, y auia visita si lo cumplian, y castigo al negligente. De el ganado del Inga se texia ropa para el, y su Corte; vna rica de Cumbí a dos hazes; otra vil, y grossera, que llaman de Abasca. No auia numero determinado de aquestos vestidos, sino lo que cada vn señalaua. La lana que sobraua, poniase en sus depositos, y assi los hallaron muy llenos de esto, y de todas las otras cosas necessarias a la vida humana, los Españoles quando en ella entraron. Ningun hombre de consideracion aurá, que no se admite de tan notable y prouido gouierno, pues sin ser religiosos, ni Christianos, los Indios en su manera guardauan aquella tan alta perfecion, de no tener cosa propria, y proueer a todos lo necessario, y sustentar tan copiosamente las cosas de la Religion, y las de su Rey y Señor".
(Libro Sexto. Cap. 15: "De la hazienda del Inga, y orden de tributos que impuso a los Indios"; págs. 424-425)

"Perdió la verguença á Dios, apostatando de su fee, perdió la verguença al mundo dando en ladron publico, y verificose en el, que el mundo es de quien no tiene verguença: tal es el mundo. Gastó la hazienda mal ganada en comprar navíos, y juntar gente perdida. A este forma juntó una raçonable armada, porque no le pidessen tan façilmente las quentas los Mandarines, ó las diesen por rematadas; pues andaba tan rematado el que las avia de dar. Hiçose á la mar, é hiçose en él cabeça de ladrones, con tan buen pulso, que no a avido mas insigne ladron en el universo, aunque entren Barbarroja, y otros semejantes. Cobró en breve tiempo el Icoan, que ya no merece el nombre del Bautismo, pues apostata de la sancta fee, que en el avia reçevido, fama de valiente, de astuto y liberal. Y con esta fama se le fue juntando mucha gente façinerosa y perdida, y otra oçiosa y amiga de libertad, de vivir sin sujecçion á las leyes. Con esto creçieron sus navios, hasta ser poderosa armada; y no contentandose ya con robar a particulares robava y destruya las armadas de los Reynos, y del mismo Rey, que se avian juntado para destruirle. Muchos cossarios an començado en la China de esta suerte; pero todos quedavan luego deshecho. Porque ó los vençian las armadas Reales, ó ponia el Rey tan gran talla, y premio, para quien los matase, que luego pereçian á manos de sus Soldados, ó destruyendose unos a otros  como veremos que le suçedio luego á otro cosario con este Icoan. Solo este anduvo tan dilijente, y tan proveydo, y tan bien servido, que no huvo fuerça ni industria humana, para poderle vençer".
(Cap. VI: "Hallan gran dificultad los Tartaros en la conquista de las tres ultimas Provinçias, por un celeberrimo Cossario Chino de naçion, que las defiende. Dase entera noticia de este Cossario"; págs. 72-74)

Autoridades no cita, como vemos, esta edición sino la de sus "Obras completas" (12 tomos. Gabriel Ramírez Fernando) impresas en Madrid en el año 1762, a costa de los carmelitas descalzos.
Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1852, en la que añaden una nueva acepción:

"PRÓVIDO, DA. adj. Prevenido, cuidadoso y diligente para proveer y acudir con lo necesario al logro de algún fin. Providus.// Propicio, benévolo".

Ambas definiciones se mantienen hasta hoy en día. El Esteban Terreros dice:

"PROVIDO, prevenido, advertido, reflexivo, que tiene cuidado de las cosas que pueden suceder para acudir á ellas segun convenga. Fr. Prevoyant, provide. Lat. Praescius, providus. It. Provido".

El Domínguez llena de adjetivos la definición de esta voz:

"PRÓVIDO, DA. adj. Prevenido, cuidadoso, atento, solícito y diligente para proveer y acudir con lo necesario al logro ó consecución de algún fin etc.// Poét. Benéfico, munífico, liberal, espléndido, generoso, dispensador de bienes: hablando de los hombres y sobre todo de los númenes ó genios tutelares. = Abundante, copioso, ubérrimo, feracísimo, fertilísimo; especialmente hablando de la tierra, de los pingües dones con que naturaleza ocurre á nuestras imprescindibles necesidades etc".

El Pagés recoge las dos acepciones de esta voz incluidas en Academia y las ilustra con varios ejemplos literarios. Para la primera cita a Palafox y también a Francisco Martínez de la Rosa,Meléndez Valdés y Mariano de Cavia.
El párrafo elegido de Martínez de la Rosa, el eminente escritor y político que fue el primer Presidente del Consejo de Ministros de España (15 de enero de 1834 -7 de junio de 1835), se encuentra en su "Libro de los niños", obra profusamente editada, desde que salió a la luz en el año 1839. Cito de la 8ª edición, impresa en el madrileño Colegio de Sordomudos en el año 1843. Cuando escribe sobre el verano, dice:

"El verano es la segunda estación del año; y principia á fines del mes de junio, cuando ya los días son muy largos y las noches mas reducidas. Empieza entonces á sentirse vivamente el calor, que se aumenta después y llega á ser molesto durante una parte del verano, llamada propiamente la canícula
De resultas de tener mas fuerza los rayos del sol, y de estar este mas tiempo sobre el horizonte, sucede que en aquella estación se sequen muchas fuentes y arroyos, y que por lo común traigan menos agua los rios.
 Por lo tanto los campos presentan en el verano un aspecto menos frondoso y florido que en la primavera; pero, en cambio de esta desventaja, con la fuerza misma del calor maduran los frutos y llegan á sazón las sementeras. 
Asi es que el labrador recoge en aquella estación la principal recompensa de sus afanes; amontonando las  haces en sus eras y llenando sus trojes, para atender durante todo el año al sustento de su familia. 
Buen ejemplo le dan á su vez las próvidas hormigas; pues las vemos atarearse, guardando entre ellas admirable orden y concierto; para acarrear el grano y ponerlo á cubierto debajo de tierra, antes que pase la estación de verano, y las sorprendan los fríos y las lluvias". 
("Las Estaciones"; págs. 91-93)

Otros próvidos insectos son las abejas.  Juan  Meléndez Valdés las nombra en su  Oda X titulada "El mediodía". Comienza de este modo:

Velado el Sol en esplendor fulgente
en las cumbres del cielo
lanza derecho ya su rayo ardiente
al congojado suelo.
Y al Mediodía rutilante ordena,
que su rostro inflamado
muestre a la tierra, que a sufrir condena
su dominio cansado.

Más adelante escribe:

Las próvidas abejas me ensordecen
con un susurro blando;
y las tórtolas fieles me enternecen
dolientes arrullando.

Del periodista Mariano de Cavia elige la siguiente frase:

"...el derecho electoral se acoge al próvido seno de las matronas en buen uso".

Ignoro su origen.
Para ilustrar la 2ª acepción cita unos versos de Manuel Bretón de los Herreros. Los primeros se encuentran en una oda titulada "La noche":

(...)
¡Oh, infausto siglo! Las nocturnas sombras
gratas un tiempo a los malvados fueron.
Hoy no: que impunes a la luz sus ojos
alzan osados.

¡Oh, Noche! En tanto que tranquilo sueño
el vil traidor y el asesino duermen,
tú los prodigios de Natura sabia
plácida velas.

¿Por qué te llaman de la muerte imagen?
¡Oh, sacrilegio! Cuanto puebla el mundo
a ti su vida y sus delicias debe,
próvida noche.

Los segundos forman parte de su famosa sátira titulada "Defensa de las mujeres":

(...)
¡Y cuánta soledad, cuánta amargura
guarda el hado cruel a la que llora
marchita o jubilada su hermosura!

Si la rosa de mayo encantadora
del hombre esquiva la canosa frente,
ciñe al menos oliva triunfadora.

Si en sus aras Amor no le consiente,
Temis le acoge, y próvida Minerva
le brinda del saber la sacra fuente.
 

"Admirable enseñanza del pedir" tituló Francisco de Quevedo a este  magnífico soneto:

El barro, que me sirve, me aconseja;
y el golpe, no el ladrón, me le arrebata;
no pudo el Potosí guardar la plata,
ni el mar que ondoso y próvido le aleja.

Del no guardarla yo, docto me deja
bien la ambición a mi quietud ingrata;
cuando con menos susto se desata
el natural sustento en una teja.

Pues tiene el vituperio por salida
el pedir, avergüencese en la entrada,
cuando tan poco ha menester la vida.

Mas si el pedir es fuerza no escusada,
quiero pedirme a mi, que a nadie pida,
primero que pedir a nadie nada.

Los siguientes versos se encuentran en la "Soledad segunda", de Luis de Góngora:

Rompida el agua en las menudas piedras,
cristalina sonante era tiorba,
y las confusamente acordes aves,
entre las verdes roscas de las yedras,
muchas eran, y muchas veces nueve
aladas musas, que de pluma leve
engañada su culta lira corva,
metrosinciertos, sí, pero suaves,
en idiomas cantan diferentes,
mientras, cenando en pórfidos lucientes,
lisonjean apenas
al Júpiter marino tres sirenas.
Comieron pues, y rudamente dadas
gracias el pescador a la divina
próvida mano. "¡Oh bien vividos años!
¡Oh canas, dijo el huésped, no peinadas
con boj dentado o con rayada espina,
sino con verdaderos desengaños!

El auto sacramental "La cena de Baltasar", de Pedro Calderón de la Barca, comienza de este modo:

"Sale EL PENSAMIENTO vestido de loco, de muchos colores, y DANIEL tras él deteniéndole.

DANIEL
Espera.

PENSAMIENTO
¿Qué he de esperar?

DAN.
Advierte.

PENS.
¿Qué he de advertir?

DAN.
Óyeme.

PENS.
No quiero oir.

DAN. 
Mira.

PENS.
No quiero mirar.

DAN.
¿Quién respondió de ese modo
nunca a quien le preguntó?

PENS.
Yo, que solo tengo yo
desahogo para todo.

DAN.
¿Quién eres?

PENS.
Cuando  eso ignores,
vengo a ser yo el ofendido.
¿No te lo dice el vestido,
ajironado a colores,
que como el camaleón,
no se conoce cuál es
la principal causa? Pues
oye mi definición:
yo de solos atributos,
que mi ser inmortal pide,
soy una luz, que divide
a los hombres de los brutos.
Soy el primer crisol,
en que toca la fortuna,
más mudable que la luna,
y mas ligero que el sol.
No tengo fijo lugar
donde morir y nacer,
y ando siempre sin saber
donde tengo de parar.
La adversa suerte, o la altiva
siempre a su lado me ve,
no hay hombre en quien yo no esté,
ni mujer en quien no viva.
Soy en el rey, el desvelo
de su reino y de su estado;
soy en el que es su privado,
la vigilancia y el celo;
soy en el rico, justicia;
la culpa, en el delincuente;
virtud, en el pretendiente,
y el el próvido, malicia...

Sabido es que Juan Ruiz de Alarcón, el conocido dramaturgo del barroco hispano, era contrahecho. Sus características físicas las explica muy bien  Margarita Peña en su ensayo "Teatro y deformidad" (Revista de la Universidad de México. Nº 4, 2018; págs. 78-85):

"Vayamos ahora a la deformidad misma, a dos tipos de ella conocidos clínicamente como “acondroplasia” y “cifosis”. Ruiz de Alarcón padeció ambos. La acondroplasia, o enanismo, puede diagnosticarse actualmente mediante una ecografía fetal y el examen de ADN. Los síntomas son brazos y piernas cortos, cabeza prominente, dientes mal alineados y parte baja de la columna vertebral curvada, lo cual puede ocasionar cifosis, o formación de una pequeña corcova que generalmente desaparece cuando el niño empieza a caminar. Esto no sucedió en el caso de Alarcón, que cargó con dos corcovas —pecho y espalda— durante toda su vida. Además, se menciona la parte inferior de las piernas curvada, pie plano, espacio excesivo entre los dedos medio y anular de la mano —alguna biografía de Alarcón menciona una cicatriz en una mano: ¿tendría algo que ver con esta “mano tridente”?—; falta de tonicidad muscular y articulaciones flojas; retrasos en los avances principales del desarrollo, tales como caminar, que puede darse hasta los dos años de edad. La curvatura de la espalda suele ser mayor de 45 grados y podría llegar hasta 80. No sabemos cuál haya sido la dimensión de la joroba alarconiana, pero sí sabemos que se trataba de dos jorobas, en pecho y espalda. La cifosis es causada por problemas congénitos del metabolismo, espina bífida o la enfermedad de Scheuermann, que se da principalmente entre los hombres. Propias de la cifosis, asimismo, son la diferencia de altura en los hombros, la cabeza inclinada hacia adelante, la espalda más alta de lo usual".

Por su aspecto le satirizaron con sus versos poetas contemporáneos tan conocidos como Quevedo y Lope de Vega. Él se defendió como pudo. En su comedia "Los pechos privilegiados" escribió estos versos:

CUARESMA

Dios no le da todo a uno;
que piadoso y justiciero,
con divina providencia
dispone el repartimiento.
Al que le plugo de dar
mal cuerpo, dio sufrimiento
para llevar cuerdamente
los apodos de los necios;
al que le dio cuerpo grande,
le dio corto entendimiento;
hace malquisto al dichoso,
hace al rico majadero.
Próvida naturaleza
nubes congela en el viento,
y repartiendo sus lluvias,
riega el árbol más pequeño...
(Acto tercero. Escena tercera.)

El siguiente soneto lo escribió don Juan de Tarsis, Conde de Villamediana:

Esta no es culpa, aunque su inmensa pena
a inmortales asuntos me destina,
si amar, hombre mortal beldad divina,
en tus leyes, Amor, no se condena.

Estrella, pues, de luz siempre serena,
a venturosa muerte me encamina,
Fénix etérea, pompa peregrina,
de los bosques deidad, del mar Sirena.

Los montes la veneran cazadora,
las selvas Ninfa, y Diosa las riberas;
próvido amor le rinde sus despojos.

La suya venturosa edad honora,
la que en Orbes de luz formando Esferas,
rayos vibra, que rayos son sus ojos.


Baltasar Gracián escribe en la primera parte de su obra "El Criticón" lo siguiente:

"Pues dime, ¿con qué hacen tanto mal los hombres, si no les dio la naturaleza armas, como á las fieras ~ Ellos no tienen garras como el leon; uñas como el tigre, trompas como el elefante, cuernos como el toro, colmillos como el javali, dientes como el perro, boca como el lobo; ¿Pues cómo dañan tanto? Y aun por eso, -dijo Critilo- la próvida naturaleza privó á los hombres de las armas naturales, y como á gente sospechosa los desarmó, no se fió de su malicia; y si esto no hubiera prevenido ¿qué fuera de su crueldad? Ya hubieran acabado con todo; aunque no les faltan otras armas mucho mas terribles, y sangrientas que esas; porque tienen una lengua mas afilada que las navajas de los leones, con que desgarran las personas, y despedazan las honras; tienen una mala intencion, mas torcida que los cuernos de un Toro, y que hiere mas á ciegas. Tienen unas entrañas mas dañadas que las vivoras, un aliento venenoso mas que el de los dragones, unos ojos embidiosos, y malévolos mas que los del basilisco, unos dientes que clavan mas que los colmillos de un javali, y que los dientes de un perro, unas narizes fisgonas, encubridoras de su irrision, que exceden á las trompas de los elefantes; de modo, que solo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas, que se hallaren repartidas entre las fieras, y asi él ofende mas que todas".
(Crisi IV: "El despeñadero de la vida"; págs. 30-31)

El padre benedictino fray Jerónimo Benito Feijoo no era muy partidario de dar limosna, pues pensaba que "la limosna poco aprovecha si no se distribuye con inteligencia, discreción y juicio". A ella dedicó una de sus "Paradojas políticas y morales". Escribe en la nona, titulada "Gran parte de lo que se expende en limosnas, no sólo se pierde, pero daña": 

"La invención de los hospicios es admirable para este efecto; pero no sé qué fatalidad estorba, que sea más común su establecimiento. Yo he pensado en ello varias veces, y respecto de los pueblos numerosos, no encuentro dificultad que no sea muy superable. Convengo en que muchas veces ocurren en la práctica inconvenientes que no preveé la más reflexiva teórica; pero, ó sea esto lo que impide el establecimiento de los hospicios, ó falta de espíritu, ó falta de concordia en los que debieran promoverlos, parece se puede suplir este preservativo universal contra la mendicidad viciosa con otro arbitrio, el cual es que todos los que dan diariamente limosna á las puertas de sus casas, ó sean comunidades ó particulares, por medio de los domésticos que la distribuyen, averigüen quiénes son y dónde moran los mendigos validos, ó capaces do trabajar, que acuden á ella: hecho esto, lo avisen á la justicia, la cual, encarcelándolos luego al punto, en cumpliéndose un número suficiente, con público pregón hará constar á ltodos que hay tantos hombres y tantas mujeres ociosas, para que los que necesitasen de su servicio, ó ya en el cultivo de los campos, ó en los oficios domésticos, acudan para que se les entreguen, con pena de doscientos azotes ó de galeras á los que desertasen. También se podrían sacar de éstos todos los hábiles para la guerra, remitiéndolos á temporadas á esta ó aquella guarnición, como se hace con los delincuentes que envían á galeras. Harta blandura es esta, respecto á la severidad que practica la próvida república de las abejas, donde se castiga con pena capital la ociosidad: Cessantium inertiam notant, castigant mox et puniunt morte. (Plinio, libro XI, capítulo X.)
(Pág. 289)

Félix María de Samaniego también nombra a las abejas en su extenso poema titulado "Descripción del Convento de Carmelitas de Bilbao, llamado El Desierto". He aquí el fragmento que nos interesa:

Alaba entonces al Señor que ordena
del universo mundo la colmena,
cuyas abejas mira en los humanos;
alaba con fervor a sus hermanos
que labran el panal con vigilancia,
y alaba sobre todo la abundancia
con que el enjambre próvido mantiene
tanto zángano gordo como tiene...

La siguiente poesía es de Juan Eugenio Hartzenbusch:

Al seno tenebroso
de la próvida tierra confiamos
la labor cuyo logro deseamos.
Así con fe sencilla
confía el campesino laborioso
al surco la semilla,
y humilde espera en la bondad celeste
que germen copiosísimo le preste.
Semilla más preciosa todavía
entre luto y lamentos se le fía
a la madre común de lo viviente;
pero también el sembrador espera
que del sepulcro salga floreciente
a vida más feliz y duradera.

De Juan Martínez Villergas es la obra titulada "Los políticos en camisa" (4 vol. Imprenta del Siglo. Madrid, 1845-1847). En uno de sus capítulos se recrea detallando, con fina ironía, algunas de  las especialidades médicas de ayer y de hoy. Allí leemos:

"La naturaleza es próvida, el agua abunda en todas partes. Somos felices. Felices somos sobre todo si caemos en manos de un ortopedista que nos vacíe de nuevo en sus moldes y haga un Apolo de cada individuo de la especie humana. El ortopedista lo abraza todo. Disloca y vuelve á colocar todas las partes del cuerpo humano, las distribuye ad libitum, saca un pedazo de carne de un punto en que no hace falta y lo coloca en otra; de la frente estrae lo suficiente para hacer una nariz tan grande como se quiera, aunque se quiera borboniana; consulta el antagonismo de los músculos, corta uno y deja su libre accion al otro, y los miembros torcidos toman desde luego una posicion mas bella, mas perfecta, mas fisiológica; por medio del estrabismo haria mirar derecho hasta á Gil y Zárate. Ya el ser bisojo, gafo, jorobado, cojo, mal conformado bajo todos aspectos, no puede considerarse como una gran desgracia. Un ortopedista es capaz de volver hermoso á Alcalá Galiano y de hacer del gefe politico Bremon, de Mayoli y de Ovilo Otero otros tantos tambores mayores".
("Nuñez"; pág. 700)

El retrato que hizo don Juan Valera de "La cordobesa" es magistral. Entre otras cosas dice  lo siguiente:

"La lugareña es en extremo hacendosa. Por pobre que sea, tiene la casa saltando de limpia. Los suelos, de losa de mármol, de ladrillo ó de yeso cuajado, parecen bruñidos á fuerza de aljofifa. Si el ama de la casa goza de algún bienestar, resplandecen en dos ó tres chineros el cristal y la vajilla; y en hileras simétricas adornan las paredes de la cocina peroles, cacerolas y otros trastos de azófar ó de cobre, donde puede un o verse la cara como en un espejo. 
La cordobesa es todo vigilancia, aseo, cuidado y esmerada economía. Nunca abandona las llaves de la despensa, de las alacenas, arcas y armarios. En la anaquelería ó vasares de la despensa suele conservar, con próvida y rica profusión, un tesoro de comestibles, los cuales dan testimonio, ya de la prosperidad de la casa; ya de lo fértil de las fincas del dueño, si son productos indígenas, y, como suele decirse, de la propia crianza y labranza; ya de la habilidad y primor de la señora, cuyo trabajo ha aumentado el valor de la primera materia con alguna preparación ó condimento. Allí tiene nueces, castañas, almendras, batatas, cirolitas imperiales envueltas en papel para que se pasen, guindas en aguardiente, orejones y otras mil chucherías. Los pimientos picantes, las guindillas y cornetas y los ajos, cuelgan en ristras al lado del bacalao, en la parte menos pulcra. En la parte más pulcra suele haber azúcar, café, salvia, tila, manzanilla, y hasta te á veces, que antes sólo en la botica se hallaba. Del techo cuelgan egregios y gigantescos jamones; y, alternando con esta bucólica, manifestación del reino animal, dulces andregüelas invernizas, uvas, granadas y otras frutas. En honda s orzas vidriadas conserva la señora lomo de cerdo en adobo, cubierto de manteca; pajarillas, esto es, asaduras, ríñones y bazo del mismo cuadrúpedo; y hasta morrillas, alcauciles, setas y espárragos trigueros y amargueros; todo ello tan bien dispuesto que basta calentarlo en un santiamén para dar una opípara comida á cualquier huésped que llegue de improviso".
("Cuentos, diálogos y fantasías"; págs. 234-236)


En su narración  "La gallega", incluida en "La dama joven" (Biblioteca Arte y Letras. Barcelona, 1885)  doña Emilia Pardo Bazán hizo un retrato preciso y desolador de las mujeres campesinas de su tierra. En él leemos:

"Impónele la naturaleza un hijo por año, como impone su cosecha anual á la campiña; y si en los primeros meses de la gestación, período de languidez tan inevitable y profunda, la gallega trabaja, según frase del país, como una loba, en los últimos, abultada y pesadísima, tragina más si cabe, y á veces el trance terrible la sorprende camino de la feria, ó en el monte partiendo el espinoso tojo; á veces suelta la hoz de segar, ó la masa de la borona, para oprimir el talle en la primer explosión de dolor materno, y quizás el inocente ser ve la luz al pié de un vallado ó en plena carretera, y metido en la propia cesta y envuelto en el mantelo de su madre entra en el domicilio paternal; pero al venir al mundo asi, como por casualidad, halla la tierna criatura dispuesto el seno próvido que ha de alimentarla; la gallega tiene de sobra licor de vida con que atender á sus hijos, amén de los ágenos que suele encargarse de amamantar, oficio que desempeña con no menos felicidad que las amas pasiegas".
(Págs. 376-367)

D. Benito Pérez Galdós escribió el adjetivo pródiga en "Mendizábal" (Imprenta de la Vda. e Hijos de Tello. Madrid, 1898), un Episodio Nacional de la 3ª serie:

"El bigardón que llevaba á cuestas mediano fardo de dramas y tragedias en cuatro y cinco actos, con prólogo y epílogo, comprendiendo que trataban de asunto delicado, se largó, dejándoles en su grave contienda en medio de la calle. 
«Pues lo que debía suceder ha sucedido. La deidad próvida, la dulce enmascarada, nuestra grande amiga, nuestra... 
—Hombre, acabe usted de una vez. Total, que se ha incomodado porque no quiero ir á Cádiz. ¿Y cómo sabe mi resolución?".
(Cap. XXVII; pág. 285)

Azorín tituló "Al salir del olivar" uno de los capítulos que forman parte de su obra "Con Cervantes". Lo dividió en tres actos. En el segundo escribe:

"El título Al salir del olivar me obsesiona. He hallado primero el título y ese título ha impuesto la obra. Sin ese título yo no escribiría la comedia. A Esquivias he vuelto después de treinta años. Cervantes hizo el viaje de retorno a Madrid, a caballo en un mal rocín, acompañado de dos amigos, y yo lo hago solo, en un carrito desvencijado. De Esquivias me encamino a Aranjuez y de aquí iré a Madrid. Acabo de entrar en el olivar. ¡Ah, no había dicho yo palabra del problema angustioso que me acongoja! En París el espacio me hace sentir España ardientemente. ¿Y es que, falto de esta reacción contra la distancia, disminuirá mi amor a España al encontrarme en tierra española? La perspectiva de esa mengua me preocupa mucho. Tal vez puede ocurrir eso. Pero falto del acicate del espacio, tendré el del tiempo. Viviendo como vivo en el reinado de Felipe III, sentiré por España, la España grande, aunque ya en declinación, un amor inextinguible. He visitado Esquivias y ya voy en mi carrito tirado por una mula matalona a través del olivar. De noche y a pie atravesé yo este mismo olivar hace cuarenta años. Cervantes  lo atravesaría también. Los olivos son otros y los mismos. El olivo es mi árbol predilecto. El olivo es serio, digno, inmutable, próvido. Nos da el aceite. Creer que el aceite, para ser bueno, precisa ser refinado, es abrazar un prejuicio extranjero. Solo el aceite espeso y oliente, de aceituna casi fermentada, es el gustoso. La flor del aceite, del aceite elaborado con milenaria prensa de viga -todavía usada en almazaras toledanas-, es la maravilla del mundo. No hay condimento como el aceite".
(Págs. 73-74)

Su paisano y amigo Gabriel Miró escribe en su obra "Hilván de escenas" (Imprenta de Luis Esplá. Alicante, 1903:

"Anselmo Lisaña, el mayor de los hijos del viejo Judas, heredó de éste el cacicato. La vara de alcalde quiso todo el bando entregarle también, mas él negóse y la cedió á un su hermano, y de esta suerte, gozaba los derechos y dulzuras del poder, sin ligarse á ninguna de las responsabilidades anexas á toda autoridad. 
Siguió habitando en Benifante la misma casa de sus padres, por tener cerca sus próvidas yugadas, y en los vecinos montes los amplios corrales donde pernoctaban los más lanudos y nutridos rebaños de todo el valle".
("Castellanos y caciques"; pág. 38-39)

Los siguientes versos se encuentran en el gran poema de D. Miguel de Unamuno titulado "El Cristo de Velázquez":
(...)
Plañía el mar tu muerte plañidero, 
desgranando sus olas sollozante, 
mientras tu pecho, de piedad océano
quedo cual tierra se quedó. Pedía 
tu cruz, en que poder llevar al hombre 
allende nuestras dos columnas de Hércules, 
a donde desde el cielo le esperaba 
la Cruz del Sur, y de tu madre al cuello 
con el collar de perlas de tu sangre 
ciñéndola en redondo colocarla. 
¿Por qué?», rugía el mar; hasta que viendo 
a tu Padre poner sobre los cielos 
— su cabeza — la cruz y en ella al hombre, 
razón de lo creado, fue aplacándose, 
cual del pastor que le acaricia y nutre 
bajo la mano próvida el mastín.


Max Aub puso esta voz en su "Vida y obra de Luis Álvarez Petreña":

"Iba a cumplir veintiocho o treinta años. Lozana, madura, abierta, destilando su mejor olor, con la pulpa a punto de flor, aparejada, próvida a todo. Inocente. Todo su jugo -pura savia- le salía de adentro, sin querer ni proponérselo. Más fuete que todos sus deseos -si es que los tenía-, no necesitaba, pero si gozaba de tener dos, cinco, veinte hombres a su alrededor que la celaran, que tuvieran apetito de ella, acuciosos, anhelantes",
(Segunda parte. "Sigue hablándose de Leonor"; pág. 86)

Camilo José Cela puso esta voz en algunas de sus obras; por ejemplo,  en "Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricos" incluyó una escena matritense  titulada "Dos mocitas a contraluz":

"A Paloma y a Almudena les gusta bailar twist, beber coca-cola y mascar chicle. La cocacolonización de España marcha muy bien, no hay queja, ayudada por el lenguaje que se inventó la cuadrilla de modestos aficionados de la televisión (uno los disculpa porque los padres de familia también tienen que comer) y por el papanatismo hispánico, oficial y privado. ¡Viva España! ¡Viva el próvido presupuesto patrio! beber vino, bailar el pasodoble y mascar mojama son ordinarieces que no deben contaminar a la juventud"
(Pág. 373)

PROTERVO-VA

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Protervo,va es un adjetivo que no recoge Covarrubias. En Autoridades se encuentran tanto el sustantivo protervia como el adjetivo protervo con estas definiciones, ilustradas con varias citas literarias:

"PROTERVIA. s. f. Tenacidad, soberbia, arrogancia é insolencia. Es voz puramente Latina Protervia, ae. M. AGRED. tom. I. num 112. Sean los pertinaces y soberbios condenados á eterna muerte, donde conocerán su insipiente proceder, y protervia VALVERD: Copacav. Sylv. 3.

Con esta filiacion no se compóne
la rebelde protervia del pecádo,
porque el infame delinquir se opone
al sacro honór de tan dichoso estado.

 

PROTERVO, VA. adj. Tenáz, insolente, arrogante. Es del Latino Protervus, a, um. C. DE LA ROC. Epit. de Carl. V. pl. II. Escribese, que esta perpetuidad se la pronosticó la Reina Doña Cathalina al protervo marido. MANER. Prefac. 8. Por no confessarse vencida la perfidia, se obstinó proterva, y el Pontifice, de Padre passó á las diligencias de Juez".

Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1837, en la que  definen así esta voz:

"PROTERVO, VA, adj. Obstinado en la maldad. Protervus".

En la edición de 1852 añaden a lo dicho el adjetivo "perverso"; en la de 1914 la definen como "que tiene protervia" y de la protervia dicen que es la "obstinación en la maldad, perversidad"; en la edición de 1970 vuelven a la definición de 1837, que se mantiene hasta hoy en día.

El Esteban Terreros define de este modo la voz protervo:

"PROTERVO, temerario, soberbio, arrogante. Fr. Opiniatre, obstiné, superbe, arrogant. Lat. Protervus, petulans, procax. It. Protervo".

El Domínguez dice:

"PROTERVO,VA. adj. Perverso con obstinación, insolente, arrogante en la maldad".

El Pagés se atiene a lo dicho por Academia e ilustra esta voz con unos versos pertenecientes a la comedia de Tirso de Molina titulada "El amor médico":

DON GASPAR

A un dotor
buscaba, que vive aquí;
mas después que os llegué a ver,
pienso que no es menester.
De cuantas bellezas vi
en esta corte, ninguna
cuidado de amor me da,
y no sé qué me hace acá
vuestro donaire; sólo una
hablé en Sevilla, tapada,
que se os parece no poco
en el talle; mi amor loco
de medios ojos se agrada.
¡Ay si fuésedes tan bella
como voy conjeturando!
Si por vos fuese olvidando
el desdén que me atropella,
si mi amor que a ciegas anda
se quedase en Portugal,
si fuésedes principal,
si cariñosa, si blanda,
¡qué bien mi suerte se aliña!
¡Qué bien mi amor se mejora!
Descubrid el sol, señora;
acabad,

 DOÑA JERÓNIMA

¡Ai mana minha!

 DON GASPAR
Perdonad mi desvarío.

 

DOÑA JERÓNIMA
¿Naon me deis enfadamento!

 

DON GASPAR
Lastimaos de mi tormento.

 

DOÑA JERÓNIMA
Pois eu, fidalgo, parí-o?

 

DON GASPAR
No me paristes; mas sé
que habéis de ser contrayerba
de una voluntad proterva
que desconoce mi fe.
Su despego me desmaya;
en desdén favores trueca,
y aunque es hermosa, es muy seca.
 

El militar y poeta gaditano Diego Ximenez de Ayllón (1530-1590) escribió en octava rima "Los famosos, y eroycos hechos del ynuencible y esforçado Cauallero, onrra y flor de las Españas, el Cid Ruy Diaz de Biuar; con los de otros Varones Ilustres d´ellas, no menos dignos de fama y memorable recordacion" (En Casa de la Biuda de Iuan Lacio. Anveres, 1568). La octava que nos interesa se encuentra en el canto duodécimo :

Aquella escuadra ilustre y bien armada
a Albohazen vn Rey Moro superbo
con lança, escudo, arnes, maça y espada
haran que de su horrible yugo acerbo
salga su rey y gente bautizada
quedando con dolor mas que proteruo
Tarifa dara fe desta batalla
pues no podra en ningun tiempo oluydalla.


Es interesante e, incluso, actual lo que dejó escrito el obispo de Mondoñedo, don Antonio de Guevara en uno de los prólogos de su  conocida obra titulada "Menosprecio de Corte y alabança de Aldea" (Thomas Porralis. Pamplona, 1579), en el que se dirige tanto al rey de Portugal, don Juan III, como a sí mismo. Comienza de este modo:

"Aplicando lo dicho a lo que queremos dezir, digo serenissimo principe, que a nadie con tanta verdad se puede aplicar, y a ninguno mejor que a mi pueden con ello condenar; porque no contento de reprehender a los cortesanos quando predico, me precio de ser tambien satyrico y aspero en los libros que compongo. Oxala supiesse yo tambien enmendar lo que hago, como se dezir lo que los otros han de hazer. Ay de mi, ay de mi, que soy como las ouejas que se despojan para que otros lo vistan, como las auejas que crian los panales que otros coman, como las campanas que llaman a misa, y ellas nunca alla entran; quiero por lo dicho dezir, que con mi predicar, y con mi escriuir enseño a muchos el camino, y quedome yo descaminado.
Sepa vuestra serenidad, muy alto principe, que en todas las mas cosas que en este vuestro libro escriuo y reprehendo, me confiesso auer caydo, auer tropeçado, y aun auer derrostrado; porque si entre los cortesanos soy el menor, entre los pecadores soy el mayor. Tambien confiesso que de algunas vanidades, y de algunas liuiandades estoy apartado, y que de algunas presunciones, y de algunas eleuaciones no estoy enmendado, aun que es verdad que de las vnas y de las otras estoy muy arrepentido, porque me parece que es muy poco lo que he viuido, y es mucho en lo que he pecado. No esta lexos de enmendar la culpa el que tiene conocimiento de auer caydo en ella, lo qual que no es asi en el malo y proteruo, porque jamás se aparta de errar el que no se conoce auer errado".
(Págs. 6-6v)

El "Cancionero" (En Casa de Guillermo Droy. Madrid, 1586), de Gabriel López Maldonado, lo citó Miguel de Cervantes en la primera parte de "El  Quijote", cuando, en el expurgo de la biblioteca del hidalgo, dicen el barbero y el cura:

"-Este es -siguió el barbero- El Cancionero de López Maldonado.
-También el autor de este libro -replicó el cura- es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a quien los oye; y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta. Algo largo es en las églogas, pero nunca lo bueno fue mucho: guárdese con los escogidos".
(Cap. VI: "Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo"; pág. 147).

La poesía que nos interesa lleva por título "Respuesta de López Maldonado al Doctor Campuçano". Comienza así:

Señor Doctor el gusto que reciuo
de que vuestra amistad me corresponda
con vn desseo tan ardiente y viuo
me haze que me atreua y que responda
despertando el ingenio torpe y rudo
dormido en carcel tenebrosa y honda
que aunque della saldrá pobre y desnudo
vos lo enrriquezereys con larga mano
de quanto bien el cielo darle pudo.
Porque el entendimiento mas que humano
que os quiso dar por clara y pura muestra
de su saber profundo y soberano
al ignorante enseña, al ciego adiestra
y al inuidioso tanto satisfaze
que su proterua inuidia nunca muestra...

El músico y poeta rondeño Vicente Espinel (1550-1624), también fue amigo de Miguel de Cervantes y a él dedicó una de las octavas de su gran poema "La Casa de la memoria", incluido en "Diversas Rimas de Vicente Espinel, Beneficiado de las Iglesias de Ronda, con el Arte Poetica, y algunas Odas de Oracio, traduzidas en verso Castellano" (Luis Sánchez. Madrid, 1591):

No pudo el hado inexorable auaro
por mas que vió de condicion proterua
arrojandote al mar sin propio amparo
entre la mora desleal caterua,
hazer (Ceruantes) que tu ingenio raro
del furor inspirado de Minerua
dexasse de subir a la alta cumbre
dando altas muestras de diuina lumbre.

Del padre benedictino fray Lorenzo de Zamora es la obra titulada "Discvrsos sobre los mysterios qve en la Quaresma se celebran" (En Lisboa, por Pedro Crasbeeck, 1604). En el discurso tercero de la domenica tertia quadragesima parte  leemos:

"De los hombres aparta Dios el pecador, y a solas las quiere auer con el; teme el Señor de curar vna alma entre hombres no porque a su virtud aya cosa dificil, sino para que entendays que suelen ser los hombres valedores del pecado. Con que facilidad rinde Dios vn coraçon quando le coge a solas y le va rebatiendo con su propria conciencia las respuestas, que humilde le pone, que blando, que temeroso, que rendido; pero quando llega vn mal exemplo, vn mal amigo, vn mal tercero que presto se endurece, que obstinado se pone, que pertinaz, y que proteruo".
("Como de las circunstancias de la cura del endemoniado se colige la dificultad de la del alma". VIII; pág. 303).



Una letrilla de Francisco de Quevedo comienza del siguiente modo:

Que el viejo que con destreza,
se ilumina, tiñe y pinta,
echa borrones de tinta
al papel de su cabeza;
que enmiende a naturaleza
en sus locuras protervo;
que amanezca negro cuervo
durmiendo blanca paloma,
con su pan se lo coma...

Los siguientes versos se encuentran en la Silva II de la obra de Lope de Vega titulada "La Gatomaquia":

Los miedos que a la gata desalientan
la hicieron prometer, si la libraba,
al niño amor un arco y una aljaba,
de aquel celoso Rodamonte fiero,
hasta pasar las furias del enero.
El cual juró olvidarla, y en su vida,
desnuda, ni vestida
volver a verla, ni tener memoria
de la pasada historia,
y buscar algún sabio
para satisfacción de tanto agravio;
pero fueron en vano sus desvelos,
que amor no cumple lo que juran celos,
y tanto puede una mujer que llora,
que vienen a reñirla y enamora,
creyendo el que ama, en sus celosas iras,
por una lagrimilla mil mentiras.
Y como Ovidio escribe en su Epistolio,
que no me acuerdo el folio,
estas heridas del amor protervas
no se curan con yerbas;
que no hay para olvidar a amor remedio
como otro nuevo amor, o tierra en medio.


Las siguientes octavas forman parte del Canto XXVII del gran poema épico de Alonso de Ercilla, titulado "La Araucana":

Llegamos al asiento en punto, 
cuando entraban á la guardia los amigos,
 donde gastamos tiempo, procurando 
reducir ä la paz los enemigos: 
unas veces por bien acariciando, 
otras por amenazas y castigos, 
haciendo sin parar corredurías, 
por los vecinos pueblos y alquerías.

Mas no bastando diligencia en esto, 
ni las promesas, medios y partidos, 
que en su protervo intento y presupuesto 
estaban siempre más endurecidos: 
vista pues la importancia de aquel puesto, 
por estar en la tierra más metidos, 
con maduro consejo fue acordado, 
sustentar el lugar fortificado

El padre jesuita Baltasar Gracián firmó la mayoría de sus obras con el nombre de su hermano Lorenzo. Así, por ejemplo, la titulada "Arte de ingenio, tratado de la agudeza" (Iuan Sanchez. Madrid, 1642) La segunda parte la tituló "Agudeza y arte de ingenio" (Ivan Nogves. Huesca, 1648). En el Discvrso LI, que trata "de la Composición de la Agudeza en comun" incluye el siguiente soneto:

Vvlcano coxo, herrero Vizcayno,
si quieres ablandar vn yerro elado,
de vn pecador protervo, y obstinado,
saca tu fragua en medio del camino.

Los fuellas de oración sopla contino,
hasta que enciendas vn carbon tiznado,
que en fuego de luxuria se ha quemado,
y es para fragua qual carbon de pino.

El hierro, y el carbon, que es culpa, y hombre,
trayrás con las tenazas de obediencia
a tu amorosa, y encendida fragua.

Pide a Iesus el fuego de su nombre:
la yunque, y el martillo su conciencia,
y tu serás hisopo puesto en agua.

Fray Benito Jerónimo Feijoo tituló "Milagros supuestos" al discurso sexto del tomo tercero de su gran obra  "Teatro crítico universal". En él leemos:

"En dar, ó suspender el asenso á los milagros caben dos extremos, ambos viciosos, la credulidad nimia, y la incredulidad proterva. No creer milagro alguno, fuera de los que constan de la Sagrada Escritura, es reprehensible dureza: creer todos los que acredita el rumor del vulgo, es liviandad demasiada. Plutarco, con ser Gentil, conoció los riesgos de uno, y otro extremo, apuntando que el uno se roza con la impiedad, y el otro declina á la superstición".
(Pág. 102)

En la sátira de Leandro Fernández de Moratín titulada "La derrota de los pedantes" (Oficina de Benito Cano. Madrid, 1789), leemos:

"Pero esta Nación ingrata, ni nos da de comer ni nos aplaude, mientras nosotros, procurando su felicidad y su gloria, la enriquecemos diariamente, semanalmente, mensualmente, continuamente, de conocimientos profundos; sin los quales la racionalidad hubiera dado en España un estallido, según la hemos visto decadente y mal parada. 
Nosotros, en fin, hemos sostenido el honor de la lira ( barbitos polycordos , que dixo el Griego) cantando y llorando (canientes y fientes, que hubiera dicho el Latino ) en todas las ocasiones en que el hado, ya favorable, ya protervo, envió á la patria prosperidades ó desdichas. 
Se ajustó la paz, coplas á la paz: nacen los Gemelos, coplas á los Gemelos: nace nuestro Príncipe Fernando, coplas á D. Fernando: se hace el bombardeo de Argel, coplas á las bombas; en una palabra, casamientos, nacimientos, muertes, entierros, proclamaciones, paces, guerras, todo, todo ha sido asunto digno de nuestra cítara".
(Págs. 44-45)

Mariano José de Larra también arremetió contra costumbres poéticas parecidas en su "Sátira contra los malos versos de circunstancias". Comienza de este modo:

No hay cosa, Andrés, como nacer poeta. 
No hay plaga que al alumno de las nueve, 
no hay mal que al infeliz no le acometa. 
Creerás que huyendo de la turba aleve 
de los necios, sin fin, siempre he buscado 
un rincón en el mundo oscuro y breve, 
Donde esconderme de ellos resguardado? 
Y presumes que en balde lo pretendo 
desde que la razón su luz me ha dado? 

Más adelante escribe:

Salga el Pirene con figura humana, 
y la España, en el diálogo terciando 
la coronada villa Mantuana. 
Y aparezca el Olimpo relumbrando, 
y hablen Mercurio, Júpiter, Minerva, 
que es cosa nunca vista; y todo el bando 
De la usada alegórica caterva, 
mas que á todos nos tenga bien molidos 
esa canalla idólatra y proterva. 
Mas oye, que ya zumba en mis oídos 
el rumor de los versos que á millares 
por las troneras bajan impelidos. 
Atruena el bronce los inmensos mares, 
el vate empezará de circunstancias, 
y levanta su frente Manzanares.  


Los siguientes versos se encuentran en el Libro Segundo del poema oriental de José Zorrilla titulado "Granada":

LAS SULTANAS

I

EL CAMARÍN DE LINDARAJA

(...)
Una mirada de sus negros ojos 
más que un alcázar para el rey valía: 
por sólo un beso de sus labios rojos 
una ciudad frontera vendería: 
por el más infantil de sus antojos 
la cabeza más noble inmolaría: 
no tenía su amor precio ni raya 
en la alma de Muley. Es la Zoraya. 
Es ella, la sultana favorita 
que a solas en su cámara le espera: 
y aunque parece que feliz dormita 
y que nada la acosa ni la altera, 
secreto afán su corazón agita 
y sueña..., ¡como sueña la pantera 
con la sangre caliente 
en que espera aplacar su sed ardiente.

Entoldada la luz de sus pupilas
con los cerrados párpados conserva,
sus facciones innobles y tranquilas:
grata molicie al parecer la enerva;
pero su corazón guarda un intento
harto feroz, cuya afición proterva
se oculta en su reposo soñoliento
como un áspid letal bajo la yerba.

"Examen de Gramática" tituló Juan Martínez Villergas esta letrilla:

-¿Qué es zapato en la oración?
-Verbo. -¿Verbo? ¡Ah, papanatas!
A ver la conjugación.
-Yo zapato, tú zapatas...
-¡Calla, porque puede el caso
llegar, alumno protervo,
de que yo te de un repaso...
con la punta de ese verbo!

Francisco de Goya: "El aquelarre" (1798)

Doña Emilia Pardo-Bazán puso esta voz en su novela "La sirena negra" (M. Pérez Villavicencio. Madrid, 1908):

"Nunca comprenderán los pobres diablos sin substancia gris el cerebralismo, donde nos refugiamos, porque justamente nuestros actos no corresponden, no pueden corresponder con nuestros ensueños. Una noche en que Desiderio—hambriento , con la bolsa vacía, aterido de frío bajo el terno de verano, de odiosa lanilla nacional, que no había podido sustituir por un paletó acariciador y denso—pensó estoicamente en sensaciones supremas, en goces extraños y embriagadores que el dinero no compra, se acordó, sin duda, de que hay perversa y diabólica ventura en extinguir la vida (mayor, quizás, que en crearla); apacentó su espíritu en lo que yo lo he apacentado con tal frecuencia, en lo estético del morir y del matar, raíz de toda belleza, esplendor del heroísmo, justificación de la bajeza del vivir—y, seducido por la magnificencia íntima de su idea, la ha garrapateado en cuartillas (estos debilitados y mal alimentados no saben retener el pensamiento arcano, el secreto que es para nosotros) y ha llevado las cuartillas á una publicación. Naturalmente: susto, alarma , anatema para el protervo... Y , en él, la idea, disuelta ya en el acto—porque escribir es modo de hacer, y los que menos realizan las cosas son los que las han confiado al papel, quedándose libres de la sugestión. — Escritores castos cultivan el erotismo; escritores bondadosos, la truculencia y el crimen".
(Cap. XI; págs. 164-165)

Don Benito Pérez Galdós puso esta voz en algunas de sus obras. Hemos elegido estos párrafos de su Episodio Nacional de la serie final titulado "España trágica" (Perlado, Páez y Cía. Madrid, 1909):

"Díjole Segismundo que el caso no había sido tan grave, y Halconero se asombró de que Donata y sus amigas, que en el momento de la pedrea se hallaban devotamente recogidas en San Ginés, conocieran con tales pormenores lo sucedido en Recoletos. 
“En el recogimiento de la iglesia sabemos nosotras todo lo que ocurre — replicó la ecuménica con vaga petulancia, —y no aletea en Madrid una mosca sin que el zumbidito llegue á la capilla, á la sacristía ó al confesonario... Y digo más... digo que aun de diabluras y francachelas masónicas sabemos más que ustedes, los que se pasan la vida ganduleando en calles y cafés... De seguro no saben que esta noche hay gran jolgorio y aquelarre solemne en esa casa donde está de cuerpo presente el pobre señor á quien dió muerte Montpensier, otro que tal... Pues en presencia del propio Infante difunto y condenado, habrá zarabanda con salterio, brindis con cítara ó bandurria, y  todas las escandalosas ceremonias que usan esos protervos para ofender á Dios".
(págs. 104-105)

"El responso a Verlaine" es una de las poesías más conocidas de Rubén Darío. Comienza con estos versos:

Padre y maestro mágico, liróforo celeste 
que al instrumento olímpico y a la siringa agreste 
diste tu acento encantador; 
panida! Pan tú mismo, que coros condujiste 
hacia el propileo sacro que amaba tu alma triste,
 al son del sistro y del tambor!

Que tu sepulcro cubra de flores Primavera, 
que se humedezca el áspero hocico de la fiera, 
de amor si pasa por allí; 
que el fúnebre recinto visite Pan bicorne; 
que de sangrientas rosas el fresco Abril te adorne 
y de claveles de rubí.

Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo, 
ahuyenten la negrura del pájaro protervo, 
el dulce canto del cristal. 
Que Filomela vierta sobre tus tristes huesos, 
o la armonía dulce de risas y de besos, 
de culto oculto y florestal.

No dejan de ser actuales algunas de las reflexiones que se encuentran en la obra de José Martínez Ruiz titulada  "La voluntad" (1902). He aquí lo que dice Enrique Olaiz, trasunto de Pío Baroja:

"Consecuencia de estos tres dogmas [Igualdad, Libertad, Fraternidad] es la Democracia, la santa, la intangible Democracia, que es el medio de realizar esos ideales... Hablo, al decir Democracia, del dogma político social así llamado, no de esa piedad y benevolencia por las clases menesterosas, producto de la cultura de la humanidad y que no tiene nada que ver con el dogma... Me refiero a la Democracia que tiende al dominio de la masa, al absolutismo del número, y que ya no tiene tantos partidarios como antes entre los hombres libres que piensan sin prejuicios... El número no podrá nunca ser una razón; podría serlo si la masa estuviera educada; pero para educarla, alguno tiene que ser el educador, y ese educador tiene que estar alto, para imponer una enseñanza que quizá la misma masas rehusara... Hoy todos los que no tenemos intereses ni aspiraciones políticas, estamos convencidos de que la Democracia y el sufragio son absurdos, y que un gran número de ineptos no han de pensar y resolver mejor que un corto número de inteligentes. Estamos viendo la masa agitada siempre por malas pasiones; vemos los clamores de la multitud ahogando la voz de los hombres grandes y heroicos. Desde la que condena a Cristo hasta la que grita a Zola, casi siempre la masa es de instintos protervos...".
(Parte II; cap. 8; pág. 169)

Miguel de Unamuno añadió a su novela "Amor y pedagogía" unos  "Apuntes para un tratado de cocotología". Siendo, eminentemente, un texto dirigido a los amantes del arte del origami, incluyó esta controvertida opinión contra  las teorías del darwinismo que, tratándose de pajaritas de papel, parece más un rasgo de humorismo unamuniano que una defensa acérrima de las ideas creacionistas:

"Ha surgido en modernos tiempos una secta proterva e impía llamada transformismo, darwinismo o evolucionismo —que con estos y otros tan pomposos nombres se engalana— que en su ceguera y arrogancia pretende que las especies hoy existentes se han producido todas, todas, incluso la humana, unas de otras, a partir de las más sencillas e imperfectas y ascendiendo a las más perfectas y complicadas. Pocas veces se ha visto error más nefasto".
(Pág. 262)

Los siguientes versos se encuentran en la tragedia pastoril de Ramón María del Valle-Inclán titulada "Voces de gesta":

REY CARLINO
(...)

¡Sobre mi mesnada, 
pasó el enemigo a filo de espada! 
Los cuerpos crispados 
en tierra latían, 
a mí se volvían 
los ojos vidriados... 
Y tantas miradas de amor y dolor, 
y de eterna sombra, y arrepentimiento,
en la cueva de mi alma, Señor, 
encendían un cirio de conocimiento... 
¡Sobre mi mesnada, 
pasó el enemigo a filo de espada, 
y el vuelo protervo 
del buitre y del cuervo!
(Jornada tercera)


De nuestro admirado César González-Ruano es la magnífica biografía titulada "Baudelaire" (Colección Austral. Nº 1285. Espasa-Calpe. Madrid, 1958). En ella leemos los siguiente:

"Carlos frecuenta los prostíbulos y encuentra en ellos sus primeras amantes. ¡Qué inclinación más fuerte, más irresistible, más mantenida la de este hombre por los prostíbulos! Siempre se nos aparece como el gran prostituto, el que acaba por ser más prostituto que las mismas pupilas, cuya relajación se ampara y defiende en la Economía y no en el Vicio. Desde que entra por primera vez en uno, no vuelve, en realidad, a salir de ellos en su vida. El trato continuo con las mujeres a quienes no hace falta conquistar -y las que son más difíciles para la conquista- le va invalidando para otra clase de amores, que no conoció nunca, encadenado siempre al amor rojo, silencioso y taciturno, picudo de reservas y rencores antiguos. En su existencia no será obstáculo para este visitador nocturno de prostíbulos tener al alcance de su mano mujeres de diferente extracción social: la prostituta le fascinará siempre, aun cuando ni siquiera la cultive, ejerciendo sobre su debilidad, sobre su excesiva complejidad erótica, que le vuelve a lo simple, una auténtica tiranía: la del encanto de los ángeles caídos, de lo que tiene su sensibilidad especial, su ternura inefable, su terrible y pavoroso misterio que forma un mundo ausente del real, lívido y protervo, claro también, como un pobre cielo que da todas sus estrellas al primero que las quiere, que nos abre sus soles y su prodigio sin preguntarnos siquiera quiénes somos ni de dónde venimos".
(Cap. 3; pág. 57)

Antonio Martínez Sarrión incluyó en su antología "Poesía satírica española" (Espasa-Calpe. Madrid, 1997) un romance de Jaime Campmany sobre una visita que hizo Alfonso Guerra, por aquel entonces, Vicepresidente del Gobierno,  a Sevilla, para dar un mitin. Estos son algunos de sus versos:

Cuando don Alfonso toma
en su boca la palabra,
el aire se va poblando
de espectros y de fantasmas.
Vaga sobre las cabezas
de los fieles camaradas
el ectoplasma de Franco
con Aznar entre las sábanas.
Con su aureola de beato,
monseñor Escrivá pasa,
llevando a Isabel Tocino
prendida de su sotana.
Y condenando a la hoguera
a todos los heresiarcas,
a Fernando de los Ríos,
al buen don Manuel Azaña,
Julián Besteiro, don Inda
y otros ilustres sociatas,
vuela cual cuervo protervo,
lenguas de fuego las alas,
con toda la Inquisición
fray Tomás de Torquemada.






PROPINCUO-CUA

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En estos tiempos que nos ha tocado vivir cuanto más lejos estamos unos de otros más propincuos nos sentimos en la distancia. Desgraciadamente la COVID-19 ha roto los múltiples vínculos de las relaciones familiares; en muchos casos solo es posible a través del teléfono o de las videollamadas, pero se echan en falta los abrazos, los besos, las miradas, el paseo cotidiano o el deseado coloquio con las personas a las que hace meses que no vemos como las veíamos antes de la pandemia. Nos sentimos propincuos a la familia, pero también a los amigos y a los compañeros de trabajo; sien embargo, nos imponen una distancia social de un metro y medio, el uso de mascarilla que oculta nuestros gestos, un gel hidroalcohólico para no contagiarnos de un coronavirus que no vemos, pero que nos aseguran que está ahí, en el aire o en las manos, dispuesto a hacernos la vida difícil; incluso, a matarnos. Sin embargo, la tristeza también mata, y la depresión, y la soledad. Propincuos a nosotros están los vecinos, pero los siento lejanos. Sabemos que están ahí  porque oímos sus voces, sus ruidos, su música, los programas de televisión que ven y las visitas que reciben. Un día dejaremos de oírlos y, entonces, no tendremos la certeza de si se han ido o si se encontraban propincuos a la muerte, como tantos y tantos contagiados de coronavirus desde el principio de la pandemia hasta ahora.

Propincuo.cua es un adjetivo que no se encuentra ni en Covarrubias ni en Autoridades, Lo recoge, por primera vez, el Esteban Terreros (1788) con esta definición:

"PROPINCUO, CUA. adj. allegado, cercano, inmediato. Fr. Prochain. Lat. Propinquus. It. Vicino".

En la edición de 1817, Academia ofrece una definición muy parecida:

"PROPINCUO, CUA. adj. Allegado, cercano, inmediato y próximo. Propinquus".

En la de 1832 quitan lo de "inmediato" y los tres adjetivos restantes se mantienen hasta la Edición del Tricentenario,última consultada.

El Domínguez dice:

"PROPINCUO_CUA.- adj. Inmediato, próximo, cercano, vecino.// Allegado, deudo muy próximo".

El resto de diccionarios de la web de la RAE no añaden nada nuevo a lo ya dicho, salvo el Pagés, que ilustra esta voz con cinco ejemplos literarios. Vamos a citar tres de ellos. El primero  se encuentra en una de las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes, titulada "La española inglesa":

"Bien entendió la reina que estaba Ricaredo satisfecho de sí mismo y de su mucho valor, que no había necesidad de nuevas pruebas para calificarle; y así le dijo que de allí a cuatro días le entregaría a Isabela, haciendo a los dos la honra que a ella fuese posible. Con esto se despidió Ricaredo contentísimo con la esperanza propincua que llevaba de tener en su poder a Isabela, sin sobresalto de perderla, que es el último deseo de los amantes".
(Pág. 34)

"Año y medio era ya pasado, cuando la esperanza propincua de los dos años por Ricaredo prometidos, comenzó con más ahínco que hasta allí a fatigar el corazón de Isabela; y cuando ya le parecía que su esposo llegaba, y que le tenía ante los ojos, y le preguntaba qué impedimentos le habían detenido tanto; cuando ya llegaban a sus oídos las disculpas de su esposo, y cuando ya ella le perdonaba y le abrazaba, y como a mitad de su alma le recibía, llegó a sus manos una carta de la señora Catalina, fecha en Londres cincuenta días había. Venía en lengua inglesa".
(Pág. 46)

El segundo forma parte de  la comedia de Tirso de Molina titulada "El rey Don Pedro en Madrid y el Infanzón de Illescas":

DON TELLO
Dos sillas tengo,
que son la que ocupo yo
yla que ocupa mi suegro.

DON FERNANDO
(Levantándose,)
A esta venid.

REY
Señor...

DON TELLO
Basta,

REY
La ley alterar no quiero,
que se usa con los demás.

DON TELLO
Los infanzones del reino
apenas dan silla al Rey
en sus casas.

REY
Ya lo veo.
Y ansí elijo lo que es mío.
(Siéntase.)
(Ap. Ya de cólera reviento.
¡Qué haya esta gente en Castilla,
y no me den cuenta dello!
Todos me engañan, y ansí
me llaman el Cruel el pueblo.)

DON TELLO
Aunque su buena presencia
lo que es nos está diciendo,
¿qué altura de hidalgo alcanza
esa persona?

REY
Acebedo
soy de Córdoba.

DON TELLO
Apellido
de propincuos escuderos
es de nuestra casa. ¿Y pasa...?

REY
Al Rey me hacen seguir pleitos.

DON TELLO
Necedad. ¡Habiendo espadas,
gastar la hacienda en procesos!
(Acto primero. Escena octava)

El tercero lo recoge de un romance que pertenece al ciclo de Don Rodrigo. Comienza así:

Las armas y venas rotas,
el estoque en sangre tinto,
huye vergonzosamente
de la batalla Rodrigo.
Ciégale el polvo los ojos,
y con temor del peligro
los pies y la razón pierden,
juntamente los estribos.
Al fin subió como pudo
sobre un cerrillo propincuo,
si de alguna suerte sube
quien de tan alto ha caído...
 

El Arcipreste de Hita escribió la forma antigua de este adjetivo en una de las composiciones poéticas de su "Libro de Buen Amor", titulada "De cómo morió Trotaconventos é de cómo el arcipreste faze su planto denostando é maldiziendo la muerte". He aquí algunos de sus versos:

Desque los sus parientes la su muerte varruntan,
por lo heredar todo a menudo se ayuntan;
quando por su dolençia al físico preguntan,
el diz´que sanará, todos gelo repuntan.

Los que son más propincos, hermanos e hermanas,
non coidan ver la ora que tangan las campanas;
más preçian la erençia çercanos e çercanas
que non el parentesco nin a las barvas canas.

Los siguientes versos se encuentran en la obra de Juan de Mena titulada "Laberinto de Fortuna":

Amonestación de la Providencia

Mas esto dexado, ven, ven tú comigo,
e faste a la rueda propinco ya quanto
de los passados, si quieres ver espanto,
mas sey bien atento en lo que te digo:
que por amigo nin por enemigo,
nin por buen amor de tierra nin gloria,
nin finjas lo falso nin furtes istoria,
mas di lo que oviere cada qual consigo.

Son numerosas las menciones de la voz propinco en el "Fuero Real", de Alfonso X el Sabio. Hemos elegido entre ellas, la  ley I del Título II de "los casamientos", que trata sobre "las arras":

"Todo ome que casare non pueda dar mas en arras a su muger del diezmo de cuanto ovíere, et si mas le diere o pleyto sobrello ficiere non vala. Et si por aventura mas diere, los parientes mas propincos del marido lo puedan demandar por él. Et si la muger aviendo fijos deste marido finare, pueda dar por su alma la cuarta parte de las arras, o a qui quisiere, et las tres partes finquen a los fijos de aquel marido onde las ovo, e si fijos non oviere, faga de sus arras lo que quisiere, quier en vida quier en muerte. Et si ella moriere sin manda e non oviere fijos del, finquen las arras al marido que gelas dio o a sus herederos. Et si la muger oviere fijos de dos maridos o de mas, cada unos de los fijos hereden las arras que dio su padre de guisa que los fijos del un padre non partan en las arras que dió el padre de los otros. Et si el padre o la madre quisieren dar arras por su fijo, non puedan dar mas de el diezmo de lo que puede heredar dellos".
(Libro Tercero; págs. 67-68)

La descripción  del amanecer que Cristóbal de Mesa escribe  en el Canto X de su poema heroico titulado "Las Nauas de Tolosa" (En Madrid, por la biuda de P. Madrigal. 1594), me parece sublime:

Diziendo aquesto vio, que ya tendía
de aljofar, y açafran la cortapisa
la Aurora, y en Oriente descubría
los colores, que saca por devisa;
y estar propinco el Sol, presente el día,
en el rostro de lirio, y rosa avisa,
y en tanto que su grana y nieve muestra,
da luz al cielo, al caminante adiestra.


Esta octava real forma parte de la Elegía X del Canto I de la obra de Juan de Castellanos titulada "Elegías de varones ilustres de Indias":

Un contino llorar, un gran ahinco 
Al claro percebian los oidos, 
Y al sentimiento dellos es propinco 
El mal con que los nuestros son punidos; 
Pues eran dellos muertos veinte y cinco 
Con otros mas de treinta mal heridos, 
Y de mas mal Sedeño les escusa 
Pensando ser la guerra ya conclusa.

Una gran maestría demostró también Alonso de Ercilla en su conocido poema épico, que lleva por nombre "La Araucana". Del Canto XXXVII es esta octava:

El gran Felipe en lo intimo sintiendo
del Reyno, y muerto Rey la desuentura,
y del enfermo don Enrique viendo
la mucha edad y vida mal segura;
como sobrino y sucessor queriendo
aclarar su derecho en coyuntura,
que por la transuersal propinqua via
a los Reynos y Titulos tenia.


Juan de Horozco y Covarrubias,  siendo arcediano de Cuéllar en la Santa Iglesia de Segovia, publicó una obra  titulada "Paradoxas Christianas contra las falsas opiniones del mundo" (Marcos de Ortega. Segouia, 1592). Se lo dedicó a su hermano Sebastián, lexicógrafo y, en aquel tiempo, canónigo de la Santa Iglesia de Cuenca. La paradoja primera del libro primero lleva por título "Que no se han de llorar los muertos sino los viuos". Comienza de este modo:

"Pvso la naturaleza en algunas cosas tales leyes, y con tanta firmeza, que aunque puedan moderarse en parte jamas dexan de tener su fuerça de manera que sea imposible oluidarse del todo. Y destas es el llorar los muertos alomenos el sentir su muerte, por ser tan natural a qualquiera quando pierde alguna cosa (aunque sea poca) sentirlo, quanto mas si le es de importancia que aunque mas dissimule no podra hazer menos en tanto que no se oluida, y assi es forçoso se sienta en el alma la perdida de lo que bien se quiere. Y de mas de ser obligacion natural pues en los animales vemos el sentimiento que haze la madre quando le quitan la cria, como en aquella muerte que ve cada vno delante hecha de ver la suya, es imposible dexar de tener sentimiento y dolor de veras y tanto mayor quanto la persona que falta es mas propinqua. Quxase el arbol quando se le desgaja vna rama y no se ha de quexar la madre que se le muera su hijo? y no solo ella se puede quexar mas qualquiera a quien se le muere el amigo a quien quiere bien que es otro el, y por lo menos siendo la mitad de su alma, muere la mitad del, y por la  parte que le falta causa dolor de muerte y la que le queda viua se siente y con razon se quexa".
(Págs. 1-1v)

Hernando del Castillo incluyó en su "Cancionero General" la obra poética de  mosén Juan Tallante que versa "sobre la libertad de Nuestra Señora del Pecado Original". Estos son algunos de sus versos:

La qual te fué dada d' aquel soberano, 
haziendo la parte de su propio hijo, 
y assí preparando mistión sin litijo, 
miró te por madre d' allá de temprano. 
Por ser cimentada en tierra de grano 
electo del padre con tanta ventaja, 
do poluo, ni tamo, ni raspa, ni paja, 
á tí fué propinquo, por ser tú lo sano. 
Que donde el Eterno dispuso la mano, 
formando la mezcla de humano y diuino, 
contempla que donde tomó lo tan dino, 
que fué de materia do no entró gusano.

Curioso cuanto menos es lo que pensaba Cristobal Colón sobre la forma de la Tierra. He aquí lo que escribe de su tercer viaje (1498), recogido en la obra "Relaciones y cartas" (Librería de la Vda. de Hernando. Madrid, 1892):

"La suavelidad de la mar fallé conforme, mas no en la yerba: en esto de la estrella del Norte tomé grande admiración, y por esto muchas noches con mucha diligencia tornaba yo á repricar la vista della con el cuadrante, y siempre fallé que caía el plomo y hilo á un punto. 
Por cosa nueva tengo yo esto, y podrá ser que será tenida que en poco espacio haga tanta diferencia el cielo. 
Yo siempre leí que el mundo, tierra é agua era esférico é las autoridades y experiencias que Tolomeo y todos los otros escribieron de este sitio, daban é amostraban para ello así por eclipses de la luna y otras demostraciones que hacen de Oriente fasta Occidente, como de la elevación del polo de Septentrión en Austro. 
Agora vi tanta disformidad, como ya dije, y por esto me puse á tener esto del mundo, y fallé que no era redondo en la forma que escriben; salvo que es de la forma de una pera que sea toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón que allí tiene más alto, ó como quien tiene una pelota muy redonda, y en un lugar della fuese como una teta de mujer allí puesta, y que esta parte deste pezón sea la más alta é más propinca al cielo, y sea debajo la línea equinocíal, y en esta mar Océana en fin del Oriente: llamo yo fin de Oriente, adonde acaba toda la tierra é islas, é para esto allego todas las razones sobreescriptas de la raya que pasa al Occidente de las Islas de los Azores cien leguas de Septentrión en Austro, que en pasando de allí al Poniente ya van los navios alzándose hacia el cielo suavemente, y entonces se goza de más suave temperancia y se muda el aguja de marear por causa de la suavidad desa cuarta de viento, y cuanto más va adelante é alzándose más noruestea, y esta altura causa el desvariar del círculo que escribe la estrella del Norte con las guardas, y cuanto más pasare junto con la línea equinocíal, más se subirán en alto, y más diferencia habrá en las dichas estrellas, y en los círculos dellas. Y Tolomeo y los otros sabios que escribieron de este mundo, creyeron que era esférico, creyendo queste hemisferio que fuese redondo como aquel de allá donde ellos estaban, el cual tiene el centro en la Isla de Arín, qués debajo la línea equinocial entre el sino Arábico y aquel de Persia, y el círculo pasa sobre el Cabo de San Vicente en Portugal por el Poniente, y pasa en Oriente por Cangara y por las Seras, en el cual hemisferio no hago yo que hay ninguna dificultad, salvo que sea esférico redondo como ellos dicen: mas este otro digo que es como sería la mitad de la pera bien redonda, la cual toviese el pezón alto como yo dije, ó como una teta de mujer en una pelota redonda, así que desta media parte non hobo noticia Tolomeo ni los otros que escribieron del mundo, por ser muy ignoto".
(Págs. 283-284)

El obispo de Mondoñedo, Don Antonio de Guevara escribe en su obra "Aviso de Privados, y Doctrina de Cortesanos" (Por la Vda. de Melchor Alegre. Madrid, 1573) lo siguiente:

"¿Para qué quieren los hombres lo que tienen, sino para honrar su persona, y abrigar a sus deudos, y cobrar nueuos amigos? Sea Cauallero, sea Ciudadano: a vno que tiene mucho, llamarle hemos rico, mas no honrado, porque la honra no consiste en el tener, sino en el gastar. El que en la Corte quiere ya comer a mesa agena, si por caso aquel día es día de fiesta, y comen allí de mañana, yo juraré que el tal, antes pierda la Missa que no la mesa. Si por caso al Cortesano le viene un huesped nueuo, lleuale consigo a que bese las manos al Cauallero, con quien aquel día ha de ir a comer, diziendo, que es su deudo muy propinquo: lo qual no haze el por dársele a conocer, sino porque se queden ambos a dos allí a comer".
(Cap. VII: "De la templança y criança que el Cortesano ha de tener quando comiere a la mesa de los señores"; pág. 139)


Lope de Vega no solo escribió delicados diálogos amorosos en  su obra de acción en prosa titulada  "La Dorotea" sino acervas críticas a los poetas de la rama gongorina:

"JULIO. —Ahora viene. 

"Derelinquo la frasi castellana.,,

CÉSAR.—Derelinquo es más que linquo, porque es dexar de todo punto. 
JUL. —Assí es verdad, y por esso dixo con propriedad  grande Cosme Pajarote, poeta manchego, en su Zarambaina: 

"En viendo que el estío está propincuo 
Por mi salud las damas derelinquo.,,

Y porque tan gran mudança no se podía hazer sin gran fauor, remata el quarteto diziendo: 

"Vayan las Solitúdines conmigo.,, 

CÉS.—Digo yo que estuuieran allí mejor las Soledades
LUDOUICO. —Esso no, porque las vozes esdrúxulas son hinchazón del verso. 
JUL.—No, sino lobanillo. 
LUD.—Fuera de ser más culto, está más crespo. 
JUL.—El poeta Bartolino de Cordellate usaua mucho de esdrúxulos; y assi, dixo en su Merendona

"No quiero más ventura. 
Que tener la bucólica segura.,, 

Pero mejor Cairasco en las Cadencias

"Y tiene una carátula 
Que la haréis mejor con una espátula.,, 

CÉS.—El segundo quarteto, ¿cómo dice? 
JUL.—

"Por precursora, desde oy más me obligo 
A la aurora llamar Bautista o Juana.,, 

Y es bellissima figura, tomando desde el rio Jordán la metáfora, y si fuere menester, desde el río Marañón".
(Acto IV. Escena III;  págs. 216-217)

En la tragedia "Isabela", de Lupercio y Bartolomé de Argensola, declama Alboacen, rey de Zaragoza:

Ya yo dije. 
Que no tengo temor al Rey Cristiano, 
Ni la propincua  pérdida me aflige; 
Mas miro mi contrario tan cercano 
Que en cualquiera remedio que provea, 
El fin de mi trabajo será vano. 
Un muro comunmente nos rodea 
Á mí y al enemigo poderoso, 
Que por ocultos términos pelea: 
No me separa de él muralla ó foso. 
Porque  los dos en medio  Zaragoza 
Tenemos nuestras casas y reposo; 
Mas antes es él solo quien la goza, 
Que yo no la conozco ni  pretendo.
(Jornada Primera. Escena primera.)

La siguiente octava se encuentra en la traducción que hizo el poeta Juan de Jauregui de la "batalla naval de los de César contra los griegos en Marsella", descrita  por Lucano en el tercero libro de su "Farsalia":

Así que la oprimió con su añadida. 
Carga el osado salto repentino, 
Del agua por sus quiebras recibida 
Se hinche, y tuerce al fondo su camino; 
La mar propincua, en cerco removida, 
De espuma forma un ancho remolino, 
Ábrese recibiendo la chalupa, 
Y luego el puesto que ella deja ocupa.

Del dramaturgo madrileño Pedro Calderón de la Barca es el auto sacramental titulado "El Sacro Parnaso".  Se representó, juntamente con el Maestrazgo del Euson, en 1659 , por las compañías de Diego Osorio y de Sebastian de Prado, en precio de 950 ducados cada una. En la de Osorio hicieron los primeros papeles Alonso de Olmedo y Francisca Verdugo; en las de Prado,éste y María de Prado
Cobró Calderón de los comediantes 700 reales por la composición de cada auto. En la Escena XVI  dice San Agustín:

SAN AGUSTÍN 
(Lee.)

«Si vianda y bebida 
Es lo más que apetece 
Nuestra condicional naturaleza. 
Pues con ella la vida 
Se engendra, nace y crece,
 ¿Qué favor, qué piedad ó qué fineza 
Pudo hacer la grandeza 
De Dios, más adecuada 
A nuestro humano ser, que haberse dado 
En el mismo alimento deseado. 
Porque, no hallando repugnancia en nada, 
Familiarmente fuera 
Manjar del alma el que del cuerpo lo era? 
¡Oh suma omnipotencia! 
¿Qué nación ha tenido
 Tan propincuo á su Dios, que á su Dios coma, 
Con tan gran providencia,
Que no sólo haya sido 
Refacción con que la hambre y la sed doma 
La vianda en que se toma ...


Doña Emilia Pardo-Bazán puso esta voz en su novela "La tribuna" (Alfredo de Carlos. Madrid, 1883):

"Tampoco faltaban allí comercios que, acatando la ley que obliga á los organismos á adaptarse al medio ambiente, se acomodaban á la pobreza de la barriada. Tiendecillas angostas, donde se vendían zarazas catalanas y pañuelos; abacerías de sucio escaparate, tras de cuyos vidrios un galán y una dama de pastaflora se miraban tristemente viéndose tan mosqueados y tan añejos, y las cajas tremendas de fósforos se mezclaban con garbanzos, fideos amarillos, aleluyas y naipes; figones que brindaban al apetito sardinas fritas y callos; almacenes en que se feriaban cucharas de palo, cestería , cribas y zuecos: tal era la industria de la cuesta de San Hilario. 
Allí se tuvo por notable caso el que un objeto adquirido se pagase de presente, y el crédito, palanca del moderno comercio, funcionaba con extraordinaria actividad. Todo se compraba al fiado; cigarrera había que tardaba un año en saldar los chismes del oficio. Reinaba en el barrio cierta confianza, una especie de comadrazgo perpetuo, un comunismo amigable: de casa á casa se pedían prestados, no solamente enseres y utensilios, sino "una sed" de agua, "una nuez" de manteca, "un chisquito" de aceite, "una lágrima" de leche, "un nadita" de petróleo. Avisábanse mutuamente las madres cuando un niño se escapaba, se descalabraba ó hacía cualquier diablura análoga; y como el derecho de azotar era recíproco, las infelices criaturas venían a estar en potencia propincua de ser vapuleadas por el barrio entero".
(Cap. XXX: "Dónde vivía la protagonista"; pág. 239)

Curiosamente, en la edición de sus Obras Completas (Tomo VIII), la última frase esta redactada de otro modo. Allí leemos: "... las infelices criaturas estaban en peligro de ser vapuleadas por el barrio entero" (Pág. 239) 
El año de publicación no aparece en esta edición y el que se lee en la ficha adjunta de la web Galiciana -1882-, es incorrecto por dos razones: no puede haberse publicado un año antes de la primera edición, y porque, en la siguiente página, viene el teléfono de la Imprenta de la Compañía de Impresores y Libreros, y en Madrid no hubo línea telefónica para todo aquel que pudiera pagarla hasta cuatro  años después. No obstante, pienso que la corrección la hizo la misma doña Emilia y no el editor.

Don Juan Valera dice, en sus "Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas" (Imprenta y Fundición de M. Tello. Madrid, 1887), lo siguiente:

"Todavía, por más que sea aventurado y sin pruebas, hay algo de benigno y de indulgente en afirmar que el pecado, el delito, la vileza, provienen de una enfermedad que nos roba el libre albedrío ó nos ofusca la luz del alma. Lo que es peor y más odioso es afirmar que todo acto magnánimo, toda obra de superior ingenio, toda hazaña heroica y toda creación sublime, provienen también de algo á modo de enfermedad; que el genio es una dolencia; 

Que el poeta, en su misión
sobre la tierra que habita,
es una planta maldita
con frutos de bendición.


que los Decios estaban chiflados cuando se voataban á los dioses infernales y se metían en lo más recio de la pelea para morir allí dando á su patria la victoria; que Newton fué grandísimo astrónomo porque no servía para otro asuntoútil y agradable; que todos los mártires eran locos de atar; que Daoiz y Velarde: fueron dos solemnes majaderos. y que nadie compone un buen poema sin estar en potencia propincua de ir á parar á un manicomio".
(Cap. IV; págs. 83-84)

El poeta y político vallisoletano Gaspar Núñez de Arce (1832-1903) tituló  "Hernán el Lobo" un larga composición  incluida en una edición póstuma de sus  "Poesías Completas" (4ª ed. Imprenta Nacional. Sevilla, 1907). Estos son algunos de sus versos:

Era una tarde de noviembre, helada 
como la mano de la muerte; espesa 
niebla cumbres y valles envolvía, 
y estaba el monte sumergido en esa 
confusa claridad, tenue y velada 
como el vago crepúsculo del día. 
Tan débil era y apagado el brillo
 de la pálida luz, que compartía 
su imperio con la sombra; á sus reflejos
 amortiguados, en el fondo obscuro 
de la sala espaciosa del castillo, 
se destacaban sin color los viejos 
y anchos sitiales de tallado roble 
que adornaban la estancia, y en el muro 
relucían los bélicos arneses,
el férreo casco, el colosal mandoble, 
bruñido escudo, y rígida coraza,
 junto á la armada testa de las reses 
que el personal valor cobró en el noble
 y arriesgado ejercicio de la caza. 
De propincuo lugar, como el ornato
 principal del salón, cuelga un tablero,
 donde inhábil pincel trazó el retrato 
del magnífico y alto caballero, 
glorioso tronco de la ilustre casa, 
y, enfrente de él, en un sillón de cuero,
 con los pies arrimados á la brasa 
que dejó en el hogar ardido tuero, 
manchado por la crápula y el robo 
el señor del castillo, Hernán el Lobo, 
como le llama el general espanto, 
ahogando estaba su conciencia en vino. 

Azorín tituló "El tiempo y las cosas" uno de los cuentos de su libro  "Cavilar y contar". Narra en él la llegada del novelista Virgilio Prado a su vieja ciudad, Escribe:

"Después de meditar y descansar un momento Virgilio Prado emprendió de nuevo el viaje a la ciudad. Ya asomaban las torres de la catedral por encima de la arboleda. Ya iba el viajero notando, aspirando, sorbiendo sus delicias -y evocando su infancia-, el aroma vago de leña quemada: la leña de sarmientos, de olivo, de almendro, que en este momento del crepúsculo, propincua la cena, quemaban en todos los hogariles".
(Págs. 112-113)

Ramón María del Valle-Inclán describe de este modo el inicio de la Escena Séptima de su "Esperpento de los cuernos de Don Friolera" :

"El Billar de DOÑA CALIXTA: Sala baja con pinturas absurdas de un sentimiento popular y dramático. — Contrabandistas de trabuco y manta jerezana; manolas de bolero y calañés con ojos asesinos; picadores y toros, alaridos del rojo y del amarillo. — CURRO CADENAS, toma café en la mesa más cercana al mostrador y conversa con la dueña, que sobre un fondo de botillería, destaca su busto propincuo, de cuarentona".
(Pág. 117)

El controvertido escritor Ernesto Giménez Caballero incluyó esta anécdota del que fuera Presidente del Gobierno de la II República, en su libro "Manuel Azaña: profecías españolas" (Ediciones Turner. Madrid, 1975): 

"En la vuelta a Madrid no sentamos en la misma mesa del vagón restaurante. Gutiérrez Abascal y Luis Bello enfrente; Azaña a mi lado. Habíamos apenas desdoblado las servilletas y apenas el mozo nos había servido las botellas bebestibles del propincuo condumio. Azaña debía, quizá, tener sed. Agarró su botella correspondiente y miró al pasillo intermesil. El Camarero pasaba y repasaba sirviendo a los demás comensales. 
- ¡A ver, camarero, abra esto! . -exclamó enérgicamente. 
Me volví con curiosidad hacia su impaciencia. El camarero no oyó, no pudo o no quiso acudir. 
Entonces Azaña cogió un cuchillo y, amenazando el gollete de la botella, exclamó completamente decidido al camarero: 
-¡O la abre o la rompo! 
Me quedé tan estupefacto de su decisión que no pude por menos que decirle tímidamente:
 -¡Pero Azaña, usted es un tirano! ¡Pobre camarero! 
-¡Cada cual hace lo que le viene cómodo! -me contestó, sin mirarme, con frase exacta que no he olvidado".
(Pág. 43)


Miguel Delibes puso esta voz en su primera novela "La sombra del ciprés es alargada":

"El local era amplio y tenía un desagradable olor a colilla de puro mezclado con el de fichas de dominó manoseadas. Las mesas, con tablero de mármol blanco, se encontraban casi totalmente vacías. Únicamente en los rincones se arrullaban unas cuantas parejas demasiado juntas y expresivas para ser tomadas por enamorados. Mi entrada pasó inadvertida para todos. Hacia el centro de la sala, propincuo al mostrador, se alzaba un miserable tablado donde un trío vestido con blusas amarillas se esforzaban en combinar, arañando dos violines y aporreando un piano, las notas melancólicas de La Bejarana".
(Libro segundo. Cap. VIII; págs. 205-206)

Camilo José Cela tituló una de sus "Gavillas de fábulas sin amor", ilustradas con dibujos de Pablo Picasso, con el sugerente nombre de "El reloj de Flora". Don Camilo va desgranando las horas de la mañana y de la tarde. Cuando llega a las dos, escribe:

"A las 2, la silva de las veintiún rosas liberales (ninguna de ellas creada por los hombres), a saber: la englatina o rosa amarilla; la albardera o rosa maldita de santa Clara, a la que hay quien nombra rejalgar (por su color de sangre) y saltaojos (porque dejó ciega a la infanta Teresita de Lippe, que murió pisoteada por los caballos); la de cien hojas o rosa pálida y la que dicen, de pura como la ven, bola de nieve; la rosa de Alejandría (que canta el llanero Ángel C. Loyola, sin destocarse el peloeguama, en el joropo La quirpa, de Ignacio Indio Figueredo); la rosa gabacha o francesilla, que se confunde con la de pitiminí; la rosa de Jericó y la de las cuatro estaciones; la de Venus o del amor, que servía para coronar a los galantes caballeros y a las propincuas ninfas de la Orden de la Rosa...".
(Pág. 84)

Entre las muchas cosas que Andrés Trapiello narra en "Do fuir", el noveno tomo de su magnífico "Salón de pasos perdidos" está la del viaje en un mercedes 900, cuyo conductor le cuenta que se dedica a alquilar ese coche a los grandes ejecutivos de la Banca. Dice:

"Ahí, donde va usted, me dijo, buscando mi cara en el espejo retrovisor, iba la semana pasada Mario Conde. Se ve que me hacía entrega de esa frase como quien desea hacerle un buen regalo a alguien de quien quiere ser amigo. Yo le agradecí la confidencia con una severa inclinación de cabeza, al tiempo que aproveché para asentar mis posaderas de manera más firme, por si por ósmosis o cualquiera otra vía propincua me penetraba el raro espíritu financiero".
(Pág. 186)


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