Helene Knoop: "Milk".
Próvido-da es voz que no recoge Covarrubias, pero que se encuentra en Autoridades con esta definición:
"PRÓVIDO, DA. adj. Prevenido, cuidadoso y diligente, para proveer y acudir con lo necesario al logro de algún fin. Es del latino Providus, a, um".
Cita dos obras: la "Historia natural y moral de las Indias..." (Impresso en Seuilla en casa de Juan de Leon, 1590), del padre jesuita José de Acosta, y "Historia de la conquista de la China por el Tartaro" (Antonio Bertier, Librero de la Reyna. París, 1670), de Juan de Palafox y Mendoza. He aquí los textos:
"Los hatos concegiles, o de communidad son pocos, y pobres, y assi los llamauan Guacchallama. En la conseruacion del ganado puso el Inga gran diligencia, porque era, y es toda la riqueza de aquel Reyno; hembras, como está dicho, por ninguna via se sacrificauan, ni matauan, ni en la caça se tomauan. Si a alguna res le daba sarna, o roña, que alla dizen Carache, luego auia de ser enterrada viua, porque no se pegasse a otras su mal. Tresquilauase a su tiempo el ganado, y dauan a cada vno a hilar, y texer su ropa para hijos y muger, y auia visita si lo cumplian, y castigo al negligente. De el ganado del Inga se texia ropa para el, y su Corte; vna rica de Cumbí a dos hazes; otra vil, y grossera, que llaman de Abasca. No auia numero determinado de aquestos vestidos, sino lo que cada vn señalaua. La lana que sobraua, poniase en sus depositos, y assi los hallaron muy llenos de esto, y de todas las otras cosas necessarias a la vida humana, los Españoles quando en ella entraron. Ningun hombre de consideracion aurá, que no se admite de tan notable y prouido gouierno, pues sin ser religiosos, ni Christianos, los Indios en su manera guardauan aquella tan alta perfecion, de no tener cosa propria, y proueer a todos lo necessario, y sustentar tan copiosamente las cosas de la Religion, y las de su Rey y Señor".
(Libro Sexto. Cap. 15: "De la hazienda del Inga, y orden de tributos que impuso a los Indios"; págs. 424-425)
"Perdió la verguença á Dios, apostatando de su fee, perdió la verguença al mundo dando en ladron publico, y verificose en el, que el mundo es de quien no tiene verguença: tal es el mundo. Gastó la hazienda mal ganada en comprar navíos, y juntar gente perdida. A este forma juntó una raçonable armada, porque no le pidessen tan façilmente las quentas los Mandarines, ó las diesen por rematadas; pues andaba tan rematado el que las avia de dar. Hiçose á la mar, é hiçose en él cabeça de ladrones, con tan buen pulso, que no a avido mas insigne ladron en el universo, aunque entren Barbarroja, y otros semejantes. Cobró en breve tiempo el Icoan, que ya no merece el nombre del Bautismo, pues apostata de la sancta fee, que en el avia reçevido, fama de valiente, de astuto y liberal. Y con esta fama se le fue juntando mucha gente façinerosa y perdida, y otra oçiosa y amiga de libertad, de vivir sin sujecçion á las leyes. Con esto creçieron sus navios, hasta ser poderosa armada; y no contentandose ya con robar a particulares robava y destruya las armadas de los Reynos, y del mismo Rey, que se avian juntado para destruirle. Muchos cossarios an començado en la China de esta suerte; pero todos quedavan luego deshecho. Porque ó los vençian las armadas Reales, ó ponia el Rey tan gran talla, y premio, para quien los matase, que luego pereçian á manos de sus Soldados, ó destruyendose unos a otros como veremos que le suçedio luego á otro cosario con este Icoan. Solo este anduvo tan dilijente, y tan proveydo, y tan bien servido, que no huvo fuerça ni industria humana, para poderle vençer".
(Cap. VI: "Hallan gran dificultad los Tartaros en la conquista de las tres ultimas Provinçias, por un celeberrimo Cossario Chino de naçion, que las defiende. Dase entera noticia de este Cossario"; págs. 72-74)
Autoridades no cita, como vemos, esta edición sino la de sus "Obras completas" (12 tomos. Gabriel Ramírez Fernando) impresas en Madrid en el año 1762, a costa de los carmelitas descalzos.
Academia se atiene a lo dicho por Autoridades hasta la edición de 1852, en la que añaden una nueva acepción:
"PRÓVIDO, DA. adj. Prevenido, cuidadoso y diligente para proveer y acudir con lo necesario al logro de algún fin. Providus.// Propicio, benévolo".
Ambas definiciones se mantienen hasta hoy en día. El Esteban Terreros dice:
"PROVIDO, prevenido, advertido, reflexivo, que tiene cuidado de las cosas que pueden suceder para acudir á ellas segun convenga. Fr. Prevoyant, provide. Lat. Praescius, providus. It. Provido".
El Domínguez llena de adjetivos la definición de esta voz:
"PRÓVIDO, DA. adj. Prevenido, cuidadoso, atento, solícito y diligente para proveer y acudir con lo necesario al logro ó consecución de algún fin etc.// Poét. Benéfico, munífico, liberal, espléndido, generoso, dispensador de bienes: hablando de los hombres y sobre todo de los númenes ó genios tutelares. = Abundante, copioso, ubérrimo, feracísimo, fertilísimo; especialmente hablando de la tierra, de los pingües dones con que naturaleza ocurre á nuestras imprescindibles necesidades etc".
El Pagés recoge las dos acepciones de esta voz incluidas en Academia y las ilustra con varios ejemplos literarios. Para la primera cita a Palafox y también a Francisco Martínez de la Rosa,Meléndez Valdés y Mariano de Cavia.
El párrafo elegido de Martínez de la Rosa, el eminente escritor y político que fue el primer Presidente del Consejo de Ministros de España (15 de enero de 1834 -7 de junio de 1835), se encuentra en su "Libro de los niños", obra profusamente editada, desde que salió a la luz en el año 1839. Cito de la 8ª edición, impresa en el madrileño Colegio de Sordomudos en el año 1843. Cuando escribe sobre el verano, dice:
"El verano es la segunda estación del año; y principia á fines del mes de junio, cuando ya los días son muy largos y las noches mas reducidas. Empieza entonces á sentirse vivamente el calor, que se aumenta después y llega á ser molesto durante una parte del verano, llamada propiamente la canícula.
De resultas de tener mas fuerza los rayos del sol, y de estar este mas tiempo sobre el horizonte, sucede que en aquella estación se sequen muchas fuentes y arroyos, y que por lo común traigan menos agua los rios.
Por lo tanto los campos presentan en el verano un aspecto menos frondoso y florido que en la primavera; pero, en cambio de esta desventaja, con la fuerza misma del calor maduran los frutos y llegan á sazón las sementeras.
Asi es que el labrador recoge en aquella estación la principal recompensa de sus afanes; amontonando las haces en sus eras y llenando sus trojes, para atender durante todo el año al sustento de su familia.
Buen ejemplo le dan á su vez las próvidas hormigas; pues las vemos atarearse, guardando entre ellas admirable orden y concierto; para acarrear el grano y ponerlo á cubierto debajo de tierra, antes que pase la estación de verano, y las sorprendan los fríos y las lluvias".
("Las Estaciones"; págs. 91-93)
Otros próvidos insectos son las abejas. Juan Meléndez Valdés las nombra en su Oda X titulada "El mediodía". Comienza de este modo:
Velado el Sol en esplendor fulgente
en las cumbres del cielo
lanza derecho ya su rayo ardiente
al congojado suelo.
Y al Mediodía rutilante ordena,
que su rostro inflamado
muestre a la tierra, que a sufrir condena
su dominio cansado.
Más adelante escribe:
Las próvidas abejas me ensordecen
con un susurro blando;
y las tórtolas fieles me enternecen
dolientes arrullando.
Del periodista Mariano de Cavia elige la siguiente frase:
"...el derecho electoral se acoge al próvido seno de las matronas en buen uso".
Ignoro su origen.
Para ilustrar la 2ª acepción cita unos versos de Manuel Bretón de los Herreros. Los primeros se encuentran en una oda titulada "La noche":
(...)
¡Oh, infausto siglo! Las nocturnas sombras
gratas un tiempo a los malvados fueron.
Hoy no: que impunes a la luz sus ojos
alzan osados.
¡Oh, Noche! En tanto que tranquilo sueño
el vil traidor y el asesino duermen,
tú los prodigios de Natura sabia
plácida velas.
¿Por qué te llaman de la muerte imagen?
¡Oh, sacrilegio! Cuanto puebla el mundo
a ti su vida y sus delicias debe,
próvida noche.
Los segundos forman parte de su famosa sátira titulada "Defensa de las mujeres":
(...)
¡Y cuánta soledad, cuánta amargura
guarda el hado cruel a la que llora
marchita o jubilada su hermosura!
Si la rosa de mayo encantadora
del hombre esquiva la canosa frente,
ciñe al menos oliva triunfadora.
Si en sus aras Amor no le consiente,
Temis le acoge, y próvida Minerva
le brinda del saber la sacra fuente.
"Admirable enseñanza del pedir" tituló Francisco de Quevedo a este magnífico soneto:
El barro, que me sirve, me aconseja;
y el golpe, no el ladrón, me le arrebata;
no pudo el Potosí guardar la plata,
ni el mar que ondoso y próvido le aleja.
Del no guardarla yo, docto me deja
bien la ambición a mi quietud ingrata;
cuando con menos susto se desata
el natural sustento en una teja.
Pues tiene el vituperio por salida
el pedir, avergüencese en la entrada,
cuando tan poco ha menester la vida.
Mas si el pedir es fuerza no escusada,
quiero pedirme a mi, que a nadie pida,
primero que pedir a nadie nada.
Los siguientes versos se encuentran en la "Soledad segunda", de Luis de Góngora:
Rompida el agua en las menudas piedras,
cristalina sonante era tiorba,
y las confusamente acordes aves,
entre las verdes roscas de las yedras,
muchas eran, y muchas veces nueve
aladas musas, que de pluma leve
engañada su culta lira corva,
metrosinciertos, sí, pero suaves,
en idiomas cantan diferentes,
mientras, cenando en pórfidos lucientes,
lisonjean apenas
al Júpiter marino tres sirenas.
Comieron pues, y rudamente dadas
gracias el pescador a la divina
próvida mano. "¡Oh bien vividos años!
¡Oh canas, dijo el huésped, no peinadas
con boj dentado o con rayada espina,
sino con verdaderos desengaños!
El auto sacramental "La cena de Baltasar", de Pedro Calderón de la Barca, comienza de este modo:
"Sale EL PENSAMIENTO vestido de loco, de muchos colores, y DANIEL tras él deteniéndole.
DANIEL
Espera.
PENSAMIENTO
¿Qué he de esperar?
DAN.
Advierte.
PENS.
¿Qué he de advertir?
DAN.
Óyeme.
PENS.
No quiero oir.
DAN.
Mira.
PENS.
No quiero mirar.
DAN.
¿Quién respondió de ese modo
nunca a quien le preguntó?
PENS.
Yo, que solo tengo yo
desahogo para todo.
DAN.
¿Quién eres?
PENS.
Cuando eso ignores,
vengo a ser yo el ofendido.
¿No te lo dice el vestido,
ajironado a colores,
que como el camaleón,
no se conoce cuál es
la principal causa? Pues
oye mi definición:
yo de solos atributos,
que mi ser inmortal pide,
soy una luz, que divide
a los hombres de los brutos.
Soy el primer crisol,
en que toca la fortuna,
más mudable que la luna,
y mas ligero que el sol.
No tengo fijo lugar
donde morir y nacer,
y ando siempre sin saber
donde tengo de parar.
La adversa suerte, o la altiva
siempre a su lado me ve,
no hay hombre en quien yo no esté,
ni mujer en quien no viva.
Soy en el rey, el desvelo
de su reino y de su estado;
soy en el que es su privado,
la vigilancia y el celo;
soy en el rico, justicia;
la culpa, en el delincuente;
virtud, en el pretendiente,
y el el próvido, malicia...
Sabido es que Juan Ruiz de Alarcón, el conocido dramaturgo del barroco hispano, era contrahecho. Sus características físicas las explica muy bien Margarita Peña en su ensayo "Teatro y deformidad" (Revista de la Universidad de México. Nº 4, 2018; págs. 78-85):
"Vayamos ahora a la deformidad misma, a dos tipos de ella conocidos clínicamente como “acondroplasia” y “cifosis”. Ruiz de Alarcón padeció ambos. La acondroplasia, o enanismo, puede diagnosticarse actualmente mediante una ecografía fetal y el examen de ADN. Los síntomas son brazos y piernas cortos, cabeza prominente, dientes mal alineados y parte baja de la columna vertebral curvada, lo cual puede ocasionar cifosis, o formación de una pequeña corcova que generalmente desaparece cuando el niño empieza a caminar. Esto no sucedió en el caso de Alarcón, que cargó con dos corcovas —pecho y espalda— durante toda su vida. Además, se menciona la parte inferior de las piernas curvada, pie plano, espacio excesivo entre los dedos medio y anular de la mano —alguna biografía de Alarcón menciona una cicatriz en una mano: ¿tendría algo que ver con esta “mano tridente”?—; falta de tonicidad muscular y articulaciones flojas; retrasos en los avances principales del desarrollo, tales como caminar, que puede darse hasta los dos años de edad. La curvatura de la espalda suele ser mayor de 45 grados y podría llegar hasta 80. No sabemos cuál haya sido la dimensión de la joroba alarconiana, pero sí sabemos que se trataba de dos jorobas, en pecho y espalda. La cifosis es causada por problemas congénitos del metabolismo, espina bífida o la enfermedad de Scheuermann, que se da principalmente entre los hombres. Propias de la cifosis, asimismo, son la diferencia de altura en los hombros, la cabeza inclinada hacia adelante, la espalda más alta de lo usual".
Por su aspecto le satirizaron con sus versos poetas contemporáneos tan conocidos como Quevedo y Lope de Vega. Él se defendió como pudo. En su comedia "Los pechos privilegiados" escribió estos versos:
CUARESMA
Dios no le da todo a uno;
que piadoso y justiciero,
con divina providencia
dispone el repartimiento.
Al que le plugo de dar
mal cuerpo, dio sufrimiento
para llevar cuerdamente
los apodos de los necios;
al que le dio cuerpo grande,
le dio corto entendimiento;
hace malquisto al dichoso,
hace al rico majadero.
Próvida naturaleza
nubes congela en el viento,
y repartiendo sus lluvias,
riega el árbol más pequeño...
(Acto tercero. Escena tercera.)
El siguiente soneto lo escribió don Juan de Tarsis, Conde de Villamediana:
Esta no es culpa, aunque su inmensa pena
a inmortales asuntos me destina,
si amar, hombre mortal beldad divina,
en tus leyes, Amor, no se condena.
Estrella, pues, de luz siempre serena,
a venturosa muerte me encamina,
Fénix etérea, pompa peregrina,
de los bosques deidad, del mar Sirena.
Los montes la veneran cazadora,
las selvas Ninfa, y Diosa las riberas;
próvido amor le rinde sus despojos.
La suya venturosa edad honora,
la que en Orbes de luz formando Esferas,
rayos vibra, que rayos son sus ojos.
Baltasar Gracián escribe en la primera parte de su obra "El Criticón" lo siguiente:
"Pues dime, ¿con qué hacen tanto mal los hombres, si no les dio la naturaleza armas, como á las fieras ~ Ellos no tienen garras como el leon; uñas como el tigre, trompas como el elefante, cuernos como el toro, colmillos como el javali, dientes como el perro, boca como el lobo; ¿Pues cómo dañan tanto? Y aun por eso, -dijo Critilo- la próvida naturaleza privó á los hombres de las armas naturales, y como á gente sospechosa los desarmó, no se fió de su malicia; y si esto no hubiera prevenido ¿qué fuera de su crueldad? Ya hubieran acabado con todo; aunque no les faltan otras armas mucho mas terribles, y sangrientas que esas; porque tienen una lengua mas afilada que las navajas de los leones, con que desgarran las personas, y despedazan las honras; tienen una mala intencion, mas torcida que los cuernos de un Toro, y que hiere mas á ciegas. Tienen unas entrañas mas dañadas que las vivoras, un aliento venenoso mas que el de los dragones, unos ojos embidiosos, y malévolos mas que los del basilisco, unos dientes que clavan mas que los colmillos de un javali, y que los dientes de un perro, unas narizes fisgonas, encubridoras de su irrision, que exceden á las trompas de los elefantes; de modo, que solo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas, que se hallaren repartidas entre las fieras, y asi él ofende mas que todas".
(Crisi IV: "El despeñadero de la vida"; págs. 30-31)
El padre benedictino fray Jerónimo Benito Feijoo no era muy partidario de dar limosna, pues pensaba que "la limosna poco aprovecha si no se distribuye con inteligencia, discreción y juicio". A ella dedicó una de sus "Paradojas políticas y morales". Escribe en la nona, titulada "Gran parte de lo que se expende en limosnas, no sólo se pierde, pero daña":
"La invención de los hospicios es admirable para este efecto; pero no sé qué fatalidad estorba, que sea más común su establecimiento. Yo he pensado en ello varias veces, y respecto de los pueblos numerosos, no encuentro dificultad que no sea muy superable. Convengo en que muchas veces ocurren en la práctica inconvenientes que no preveé la más reflexiva teórica; pero, ó sea esto lo que impide el establecimiento de los hospicios, ó falta de espíritu, ó falta de concordia en los que debieran promoverlos, parece se puede suplir este preservativo universal contra la mendicidad viciosa con otro arbitrio, el cual es que todos los que dan diariamente limosna á las puertas de sus casas, ó sean comunidades ó particulares, por medio de los domésticos que la distribuyen, averigüen quiénes son y dónde moran los mendigos validos, ó capaces do trabajar, que acuden á ella: hecho esto, lo avisen á la justicia, la cual, encarcelándolos luego al punto, en cumpliéndose un número suficiente, con público pregón hará constar á ltodos que hay tantos hombres y tantas mujeres ociosas, para que los que necesitasen de su servicio, ó ya en el cultivo de los campos, ó en los oficios domésticos, acudan para que se les entreguen, con pena de doscientos azotes ó de galeras á los que desertasen. También se podrían sacar de éstos todos los hábiles para la guerra, remitiéndolos á temporadas á esta ó aquella guarnición, como se hace con los delincuentes que envían á galeras. Harta blandura es esta, respecto á la severidad que practica la próvida república de las abejas, donde se castiga con pena capital la ociosidad: Cessantium inertiam notant, castigant mox et puniunt morte. (Plinio, libro XI, capítulo X.)
(Pág. 289)
Félix María de Samaniego también nombra a las abejas en su extenso poema titulado "Descripción del Convento de Carmelitas de Bilbao, llamado El Desierto". He aquí el fragmento que nos interesa:
Alaba entonces al Señor que ordena
del universo mundo la colmena,
cuyas abejas mira en los humanos;
alaba con fervor a sus hermanos
que labran el panal con vigilancia,
y alaba sobre todo la abundancia
con que el enjambre próvido mantiene
tanto zángano gordo como tiene...
La siguiente poesía es de Juan Eugenio Hartzenbusch:
Al seno tenebroso
de la próvida tierra confiamos
la labor cuyo logro deseamos.
Así con fe sencilla
confía el campesino laborioso
al surco la semilla,
y humilde espera en la bondad celeste
que germen copiosísimo le preste.
Semilla más preciosa todavía
entre luto y lamentos se le fía
a la madre común de lo viviente;
pero también el sembrador espera
que del sepulcro salga floreciente
a vida más feliz y duradera.
De Juan Martínez Villergas es la obra titulada "Los políticos en camisa" (4 vol. Imprenta del Siglo. Madrid, 1845-1847). En uno de sus capítulos se recrea detallando, con fina ironía, algunas de las especialidades médicas de ayer y de hoy. Allí leemos:
"La naturaleza es próvida, el agua abunda en todas partes. Somos felices. Felices somos sobre todo si caemos en manos de un ortopedista que nos vacíe de nuevo en sus moldes y haga un Apolo de cada individuo de la especie humana. El ortopedista lo abraza todo. Disloca y vuelve á colocar todas las partes del cuerpo humano, las distribuye ad libitum, saca un pedazo de carne de un punto en que no hace falta y lo coloca en otra; de la frente estrae lo suficiente para hacer una nariz tan grande como se quiera, aunque se quiera borboniana; consulta el antagonismo de los músculos, corta uno y deja su libre accion al otro, y los miembros torcidos toman desde luego una posicion mas bella, mas perfecta, mas fisiológica; por medio del estrabismo haria mirar derecho hasta á Gil y Zárate. Ya el ser bisojo, gafo, jorobado, cojo, mal conformado bajo todos aspectos, no puede considerarse como una gran desgracia. Un ortopedista es capaz de volver hermoso á Alcalá Galiano y de hacer del gefe politico Bremon, de Mayoli y de Ovilo Otero otros tantos tambores mayores".
("Nuñez"; pág. 700)
El retrato que hizo don Juan Valera de "La cordobesa" es magistral. Entre otras cosas dice lo siguiente:
"La lugareña es en extremo hacendosa. Por pobre que sea, tiene la casa saltando de limpia. Los suelos, de losa de mármol, de ladrillo ó de yeso cuajado, parecen bruñidos á fuerza de aljofifa. Si el ama de la casa goza de algún bienestar, resplandecen en dos ó tres chineros el cristal y la vajilla; y en hileras simétricas adornan las paredes de la cocina peroles, cacerolas y otros trastos de azófar ó de cobre, donde puede un o verse la cara como en un espejo.
La cordobesa es todo vigilancia, aseo, cuidado y esmerada economía. Nunca abandona las llaves de la despensa, de las alacenas, arcas y armarios. En la anaquelería ó vasares de la despensa suele conservar, con próvida y rica profusión, un tesoro de comestibles, los cuales dan testimonio, ya de la prosperidad de la casa; ya de lo fértil de las fincas del dueño, si son productos indígenas, y, como suele decirse, de la propia crianza y labranza; ya de la habilidad y primor de la señora, cuyo trabajo ha aumentado el valor de la primera materia con alguna preparación ó condimento. Allí tiene nueces, castañas, almendras, batatas, cirolitas imperiales envueltas en papel para que se pasen, guindas en aguardiente, orejones y otras mil chucherías. Los pimientos picantes, las guindillas y cornetas y los ajos, cuelgan en ristras al lado del bacalao, en la parte menos pulcra. En la parte más pulcra suele haber azúcar, café, salvia, tila, manzanilla, y hasta te á veces, que antes sólo en la botica se hallaba. Del techo cuelgan egregios y gigantescos jamones; y, alternando con esta bucólica, manifestación del reino animal, dulces andregüelas invernizas, uvas, granadas y otras frutas. En honda s orzas vidriadas conserva la señora lomo de cerdo en adobo, cubierto de manteca; pajarillas, esto es, asaduras, ríñones y bazo del mismo cuadrúpedo; y hasta morrillas, alcauciles, setas y espárragos trigueros y amargueros; todo ello tan bien dispuesto que basta calentarlo en un santiamén para dar una opípara comida á cualquier huésped que llegue de improviso".
("Cuentos, diálogos y fantasías"; págs. 234-236)
En su narración "La gallega", incluida en "La dama joven" (Biblioteca Arte y Letras. Barcelona, 1885) doña Emilia Pardo Bazán hizo un retrato preciso y desolador de las mujeres campesinas de su tierra. En él leemos:
"Impónele la naturaleza un hijo por año, como impone su cosecha anual á la campiña; y si en los primeros meses de la gestación, período de languidez tan inevitable y profunda, la gallega trabaja, según frase del país, como una loba, en los últimos, abultada y pesadísima, tragina más si cabe, y á veces el trance terrible la sorprende camino de la feria, ó en el monte partiendo el espinoso tojo; á veces suelta la hoz de segar, ó la masa de la borona, para oprimir el talle en la primer explosión de dolor materno, y quizás el inocente ser ve la luz al pié de un vallado ó en plena carretera, y metido en la propia cesta y envuelto en el mantelo de su madre entra en el domicilio paternal; pero al venir al mundo asi, como por casualidad, halla la tierna criatura dispuesto el seno próvido que ha de alimentarla; la gallega tiene de sobra licor de vida con que atender á sus hijos, amén de los ágenos que suele encargarse de amamantar, oficio que desempeña con no menos felicidad que las amas pasiegas".
(Págs. 376-367)
D. Benito Pérez Galdós escribió el adjetivo pródiga en "Mendizábal" (Imprenta de la Vda. e Hijos de Tello. Madrid, 1898), un Episodio Nacional de la 3ª serie:
"El bigardón que llevaba á cuestas mediano fardo de dramas y tragedias en cuatro y cinco actos, con prólogo y epílogo, comprendiendo que trataban de asunto delicado, se largó, dejándoles en su grave contienda en medio de la calle.
«Pues lo que debía suceder ha sucedido. La deidad próvida, la dulce enmascarada, nuestra grande amiga, nuestra...
—Hombre, acabe usted de una vez. Total, que se ha incomodado porque no quiero ir á Cádiz. ¿Y cómo sabe mi resolución?".
(Cap. XXVII; pág. 285)
Azorín tituló "Al salir del olivar" uno de los capítulos que forman parte de su obra "Con Cervantes". Lo dividió en tres actos. En el segundo escribe:
"El título Al salir del olivar me obsesiona. He hallado primero el título y ese título ha impuesto la obra. Sin ese título yo no escribiría la comedia. A Esquivias he vuelto después de treinta años. Cervantes hizo el viaje de retorno a Madrid, a caballo en un mal rocín, acompañado de dos amigos, y yo lo hago solo, en un carrito desvencijado. De Esquivias me encamino a Aranjuez y de aquí iré a Madrid. Acabo de entrar en el olivar. ¡Ah, no había dicho yo palabra del problema angustioso que me acongoja! En París el espacio me hace sentir España ardientemente. ¿Y es que, falto de esta reacción contra la distancia, disminuirá mi amor a España al encontrarme en tierra española? La perspectiva de esa mengua me preocupa mucho. Tal vez puede ocurrir eso. Pero falto del acicate del espacio, tendré el del tiempo. Viviendo como vivo en el reinado de Felipe III, sentiré por España, la España grande, aunque ya en declinación, un amor inextinguible. He visitado Esquivias y ya voy en mi carrito tirado por una mula matalona a través del olivar. De noche y a pie atravesé yo este mismo olivar hace cuarenta años. Cervantes lo atravesaría también. Los olivos son otros y los mismos. El olivo es mi árbol predilecto. El olivo es serio, digno, inmutable, próvido. Nos da el aceite. Creer que el aceite, para ser bueno, precisa ser refinado, es abrazar un prejuicio extranjero. Solo el aceite espeso y oliente, de aceituna casi fermentada, es el gustoso. La flor del aceite, del aceite elaborado con milenaria prensa de viga -todavía usada en almazaras toledanas-, es la maravilla del mundo. No hay condimento como el aceite".
(Págs. 73-74)
Su paisano y amigo Gabriel Miró escribe en su obra "Hilván de escenas" (Imprenta de Luis Esplá. Alicante, 1903:
"Anselmo Lisaña, el mayor de los hijos del viejo Judas, heredó de éste el cacicato. La vara de alcalde quiso todo el bando entregarle también, mas él negóse y la cedió á un su hermano, y de esta suerte, gozaba los derechos y dulzuras del poder, sin ligarse á ninguna de las responsabilidades anexas á toda autoridad.
Siguió habitando en Benifante la misma casa de sus padres, por tener cerca sus próvidas yugadas, y en los vecinos montes los amplios corrales donde pernoctaban los más lanudos y nutridos rebaños de todo el valle".
("Castellanos y caciques"; pág. 38-39)
Los siguientes versos se encuentran en el gran poema de D. Miguel de Unamuno titulado "El Cristo de Velázquez":
(...)
Plañía el mar tu muerte plañidero,
desgranando sus olas sollozante,
mientras tu pecho, de piedad océano
quedo cual tierra se quedó. Pedía
tu cruz, en que poder llevar al hombre
allende nuestras dos columnas de Hércules,
a donde desde el cielo le esperaba
la Cruz del Sur, y de tu madre al cuello
con el collar de perlas de tu sangre
ciñéndola en redondo colocarla.
¿Por qué?», rugía el mar; hasta que viendo
a tu Padre poner sobre los cielos
— su cabeza — la cruz y en ella al hombre,
razón de lo creado, fue aplacándose,
cual del pastor que le acaricia y nutre
bajo la mano próvida el mastín.
Max Aub puso esta voz en su "Vida y obra de Luis Álvarez Petreña":
"Iba a cumplir veintiocho o treinta años. Lozana, madura, abierta, destilando su mejor olor, con la pulpa a punto de flor, aparejada, próvida a todo. Inocente. Todo su jugo -pura savia- le salía de adentro, sin querer ni proponérselo. Más fuete que todos sus deseos -si es que los tenía-, no necesitaba, pero si gozaba de tener dos, cinco, veinte hombres a su alrededor que la celaran, que tuvieran apetito de ella, acuciosos, anhelantes",
(Segunda parte. "Sigue hablándose de Leonor"; pág. 86)
Camilo José Cela puso esta voz en algunas de sus obras; por ejemplo, en "Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricos" incluyó una escena matritense titulada "Dos mocitas a contraluz":
"A Paloma y a Almudena les gusta bailar twist, beber coca-cola y mascar chicle. La cocacolonización de España marcha muy bien, no hay queja, ayudada por el lenguaje que se inventó la cuadrilla de modestos aficionados de la televisión (uno los disculpa porque los padres de familia también tienen que comer) y por el papanatismo hispánico, oficial y privado. ¡Viva España! ¡Viva el próvido presupuesto patrio! beber vino, bailar el pasodoble y mascar mojama son ordinarieces que no deben contaminar a la juventud"
(Pág. 373)